Está en la página 1de 7

UNIDAD ACADÉMICA

ESCUELA DE CIENCIAS DE LA SALUD

INSTITUTO UNIVERSITARIO CEMIC

Sociología de la Salud (Medicina)


Sociología aplicada a la enfermería (Enfermería)

Segundo Parcial
Belilos, Vanina Giselle - Enfermería
Lacaze, Rocío – Enfermería
Rodriguez, Yisela – Enfermería
Romero, Matías - Enfermeria

NOTA: 8 (OCHO) PUNTOS


Primera afirmación elegida: “la biología es destino.”
Para desarticular esta afirmación es necesario particionarla, desarrollando una
serie de conceptos que separan el conocimiento generado por las ciencias
médicas del sistema de creencias que relaciona directamente funcionamiento
orgánico (el cuerpo físico individual) con roles y conductas (que se dan siempre
en un marco sociohistórico determinado). Por lo tanto…
“La biología…”: El sexo hace referencia a las características físicas y
anatómicas de las personas, de acuerdo con criterios genéticos, biológicos y
fisiológicos, posibilitando la diferenciación entre el macho y la hembra en las
especies animales (recientemente se menciona también la intersexualidad,
antes nombrada hermafroditismo, que se relaciona con variaciones en órganos
y en características sexuales, ya sea debido a cuestiones de índole anatómicas
y/o genéticas). De acuerdo con los lineamientos del modelo biomédico
hegemónico, al momento del nacimiento a las personas se les asigna un sexo
determinado según las características físicas que presenta (sexo de
asignación, según Duranti).

“…es destino”: Por otra parte, el género incluye todo el cúmulo de significados
que para una cultura implica ser varón (masculino) o mujer (femenino),
incluyendo funciones, roles y atributos. Se trata de una construcción social y
cultural asociada a la división binaria del sexo biológico. Puede incluir también
lo que la sociedad espera de los varones y mujeres estableciendo estereotipos
de lo socialmente aceptado y esperado de lo femenino y masculino. Este
concepto incluye además las relaciones de desigualdad entre mujeres y
hombres (o entre los ámbitos masculinos y femeninos) en torno a la distribución
de los recursos, las responsabilidades y el poder. Es por esto que, según
Palomino, el género es también uno de los determinantes sociales de la salud.

Es decir que, contraponiendo los conceptos de sexo de asignación y género, es


posible desarticular esta afirmación. Esto es, fortalecer el modelo social en
detrimento del naturalista que menciona Castro en la introducción.
El modelo biomédico hegemónico, pretendiendo posicionarse como único
productor legítimo de conocimiento y como único criterio de verdad y autoridad,
establece una asociación directa entre estructura (sexo de asignación) y
función (rol social), tal como suele darse en la naturaleza, lo que nos lleva a
relacionar esta afirmación directamente con la cisheteronormatividad y la
violencia institucional. (De todos modos, a hoy ya se habla de epigenética, es
decir, de cómo el ambiente dialoga con la expresión génica) ¿QUIÉN HABLA
DE ESTO? Citar fuente.
Según la teoría política ¿Desde qué marco se plantea esto? Porque la teoría
política es amplia y con varias bibliotecas, el estado es el único ente (entendido
como un conjunto de instituciones) capaz de monopolizar el uso legítimo de la
violencia. Esto lo hace también en pos del “correcto funcionamiento de la
sociedad”. Muchas veces, incluso, lo considerado diferente (“desviado” en
términos del texto de Castro) no sólo es segregado, sino vigilado y castigado
por el poder de policía de los estados para ser corregido (como ocurría antes
en nuestro país mediante contravenciones que penaban, entre otras cosas, el
mal llamado ‘homosexualismo’). Esto se hacía de la mano del conocimiento
biomédico generado, que, a la unidireccionalidad de correspondencia
establecida entre sexo y género se le agrega además, la orientación sexual. Es
decir, la cisheteronormatividad, entendida a muy grandes rasgos como el
conjunto de prácticas e instituciones que legitiman y privilegian la
heterosexualidad y a las personas cisgénero en detrimento de las demás
identidades de género y orientaciones sexuales.
Hoy en día y hace no muchos años el marco legal ha cambiado de la mano del
siguiente listado de leyes:
(2006): Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI). (Ley Nº 26.150)
(2010): Ley de derechos del paciente en su relación con los profesionales e
instituciones de salud. (Ley Nº26.529)
(2010): Ley de Matrimonio Igualitario. (Ley Nº26.618)
(2012): Ley de Identidad de Género. (Ley 26.743)
(2013): Ley de reproducción médicamente asistida. (Ley 26.862)
(2015): Resoluciones vinculadas a la donación de sangre, mediante las que se
puso fin a la discriminación
(2021): Cupo laboral trans. (Decreto 721/2020. Modificación de la ley 20744
sobre Régimen de Contrato de Trabajo).

Segunda afirmación elegida: “en el sistema de salud se atiende a todos


por igual.”
La posibilidad de hacer distinciones en la esfera de lo humano ha existido
siempre. Dada la institucionalización del lenguaje se pudo categorizar y
jerarquizar características, unas en detrimento de otras, asociándose a unas
valores positivos y a otras, negativos. Una vez establecido aquello se generan
normativas implícitas, aunque también muchas veces explícitas, que alimentan
esas percepciones en las sociedades.

Es en este sentido que, si bien los seres humanos mantenemos algunas


características comunes, en otras podemos ser diversos. En términos de la
salud e integración comunitarias es muy saludable considerarlo desde este
punto de vista, por lo que es de suma importancia conocer cómo se construyen
los prejuicios.

Los estereotipos son modelos de personas, estructuras o instituciones de los


que es posible servirse para simplificar la realidad circundante. Pueden incluir
desde formas de hablar y vestir, hasta principios y valores que se asume tiene
el otro. El acto de prejuzgar implica asumir que una o más personas presentan
todas las características asociadas a un determinado estereotipo, por el sólo
hecho de identificar algunas otras previamente.
Todo aquello no es ajeno al funcionamiento de la maquinaria del sistema de
salud. Si bien reconocemos la validez de la crítica que Castro realiza al texto de
Palomino, no deja de ser importante el que se reconozca que hay poblaciones
que, por el sólo hecho de tener las características que tienen, y dada la
discriminación imperante, reciben en forma deficiente (o bien no reciben) la
atención sanitaria de acuerdo con sus necesidades.

De acuerdo con el último autor mencionado, la salud y la enfermedad no deben


concebirse como conceptos estrictamente biológicos e individuales y se deben
formular como procesos condicionados por determinadas circunstancias
sociales y económicas (modo de producción capitalista).

A continuación, se darán algunos ejemplos que, además de permitir


desarticular la afirmación, permiten relacionarla con el rol del estado y la
política pública y con los determinantes sociales y culturales de la salud y
la enfermedad.

Antes de mencionarlos es de importancia reconocer que la ley que regula los


derechos de los pacientes en su relación con los profesionales e instituciones
de salud (26.529), en su artículo dos dictamina que todo paciente tiene derecho
a ser asistido “sin menoscabo y distinción alguna (…) producto de (…) su sexo,
orientación sexual (…)” y a “recibir un trato digno y respetuoso con respeto a
sus convicciones personales y morales, principalmente las relacionadas con
sus condiciones socioculturales, de género, de pudor y a su intimidad (…).

(Esto último, en pos de resguardar los derechos a los que el estado se


compromete a garantizar a la población, dado el avance en términos
sociohistóricos de la estadística, la epidemiología y la salud pública).

Palomino menciona que hay desigualdades de género en salud, siendo que las
mujeres presentan un estado de salud general más deteriorado y una mayor
morbilidad que los hombres. Esto es consecuencia directa de las
desigualdades sociales relacionadas con distinciones que justifican falsamente
la medicalización de algunos procesos fisiológicos de las mujeres, como el
parto y la menopausia.
Estos temas se ven salvaguardados en la ley de protección integral a las
mujeres (26.485) que las ampara de toda forma de violencia, ya sea desde ser
discriminadas por su género, hasta la violencia obstétrica (definida como
aquella “que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos
reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso
de medicalización y patologización de los procesos naturales”, tal como se
ejemplifica en este video: https://www.youtube.com/watch?v=LF2Dp0Nlxps)
Un segundo ejemplo donde puede corroborarse que la afirmación no resiste un
análisis científico es la comunidad LGBTQI+. Desde la instauración de la
asociación directa entre homosexualidad con el HIV (mal llamado “peste rosa”)
hasta la discriminación por orientación sexual para la donación de sangre (que
en 2015 se prohíbe de la mano de resoluciones), dada la bibliografía sugerida
por la cátedra ¿Cuál? Indicar la bibliografía usada para hacer esta afirmación
así carece de validez podemos mencionar la desigualdad en el acceso al
sistema de salud para personas trans, travestis y no binarias.
Tal como se menciona en la guía para equipos de salud que aborda la atención
de la salud integral de estas poblaciones, es fundamental que, desde el estado,
la salud pública y las leyes, se busque socavar la patologización en pos del
reconocimiento de los derechos de las personas.
La despatologización supone reconocer la diversidad humana, sin asumir que
la identidad de todos se encuentra contenida en el binarismo varón-mujer ni
que todos somos heterosexuales. Esto también implica que tanto el sistema
como los profesionales de la salud reconozcan y trabajen poniéndose al
servicio de que como pacientes no tenemos las mismas necesidades.
Este tema permite comentar el texto de Farji (¿Año? Farji Neer- así es su
apellido- tiene muchos artículos), quien analiza la ruta de acceso al sistema de
salud para las personas trans en el Gran Buenos Aires y La Plata. A partir de la
lectura de este artículo llamó nuestra atención la importancia del correcto uso
de la palabra y de la capacitación para comprender a las demás personas en
pos de que la atención sanitaria se adecúe al paciente (y no viceversa).
Es en este sentido que consideramos que sería ideal que los planes de estudio
de las carreras de salud también lo contemplen y que desde la formación de
grado los estudiantes hayamos aprendido a desenvolvernos en el marco de la
diversidad.
Es por eso que nos tomamos el atrevimiento de incluir el testimonio de Celina
(así no se cita, deben transcribir el testimonio y luego citar la fuente)
(https://www.youtube.com/watch?v=d1dh2JYn4nw), quien, estando atravesada
por la experiencia de la violencia discursiva, simbólica e institucional, elige
ponerse al servicio de la transformación del sistema de salud “desde adentro”.

Conclusiones
Desde un punto de vista sociológico, el proceso de formación de una persona
se logra a través de dos mecanismos: la participación y la comunicación. Este
hecho permite distinguir entre el proceso de socialización y el de educación.1

1
Juan Carlos Agulla. “El hombre y su sociedad.” Editorial Docencia (Fundación Universidad a
distancia “Hernandarias”). Año de edición: 1997.

La segregación de lo diferente causa sufrimiento y violencia en el transcurrir de


la vida de las personas. Tal vez no siempre podamos comprender el modo en
que otra persona atraviesa la experiencia de ser quien es, pero no por eso
estamos habilitados a juzgarlo, condenarlo o bien otorgarle un trato
diferenciado.

A lo largo de esta monografía se pretendió dar cuenta de la importancia del


conocimiento de las categorías a partir de las cuales pueden sentirse
identificadas las personas, lo que potencialmente permite un mayor grado de
sentido de representación y pertenencia, además de una mayor sociabilización
e integración comunitaria.

De todos modos, nadie es únicamente las categorías bajo las cuales se


inscribe y es fundamental que como individuos y a la vez como sociedad
permanezcamos tendientes al aprendizaje de lo diverso en todas las esferas de
lo humano.

Como estudiantes y futuros licenciados de enfermería es importante no sólo


cumplir con las obligaciones técnico-procedimentales que demanda la
profesión, sino también con las habilidades sociales que permiten hacer al
abordaje integral de los pacientes.

Como conclusión final, puede subrayarse la idea de que el objetivo último que
debe perseguirse, y tratar de lograrse, es la construcción de una sociedad que
asegure la movilidad social, a través de una educación de calidad para todos y
el estímulo a la creatividad y el esfuerzo personal, evitando la discriminación y
la exclusión social, como antídoto contra la violencia.

Es en la toma de conciencia de dicho propósito donde residen tanto la libertad


de elección con respecto a si realmente la sociedad está dispuesta a ir tras lo
descrito en los párrafos anteriores, como la responsabilidad que eso implica.

Bibliografía consultada
- Ministerio de Salud, Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación
Responsable (2020). Atención de la salud integral de personas trans y no
binarias. Guía para equipos de salud. Argentina.
- Ministerio de Salud, Dirección de Sida y ETS (2011). Diversidad sexual:
conceptos para trabajar y trabajar en salud. Argentina.
- CASTRO, Roberto (2013) De cómo la Sociología construye sus objetos: el
carácter problemático de los “determinantes” sociales de la salud-enfermedad,
en Idéias. Campinas, n. 6, nova série, 1º semestre 2013.
- PALOMINO, Moral (2014) La Salud y sus determinantes sociales:
desigualdades y exclusión en el siglo XXI. Revista Internacional de Sociología
Vol. 72, pp. 71-91.
- Farji Neer. Obstáculos y facilitadores para garantizar el derecho a la salud
integral trans en el Gran Buenos Aires y La Plata Rev Argent Salud Pública,
2016; 7(29): 26-3.
- Ley 26.485/2009. Ley de protección integral para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus
relaciones interpersonales.

También podría gustarte