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Valores éticos.

4º ESO
1er trimestre

UNIDAD 1. DIGNIDAD Y DERECHOS


Hacia una definición de «alma»
El texto del autómata hace que nos preguntemos acerca de numerosos
conceptos sobre lo que significa el ser humano. Uno de ellos es
indudablemente el de alma. Todo ser humano lo es porque tiene
alma. Pero, ¿en qué consiste realmente el alma? Esta pregunta se la
han hecho los filósofos desde el inicio de los tiempos. Por encima de
todos ellos destaca Aristóteles, cuya doctrina filosófica es la base
de buena parte del pensamiento occidental en la actualidad. El
filósofo griego decía que el alma se caracterizaba por tener tres
características esenciales, que él denominaba potencias. Son:

• La MEMORIA, que es la capacidad de retener información para


usarla después.
• La INTELIGENCIA, que es la capacidad de manejar la información; de procesarla
y de extraer conclusiones.
• La VOLUNTAD, que es la capacidad de tomar decisiones propias, a veces incluso
contra el sentido común.
Los dispositivos de inteligencia artificial, especialmente los robots, tienen memoria
e inteligencia, pues son capaces de almacenar información y procesarla. Sin embargo,
carecen de voluntad: es necesario que un ser humano le proporciona determinadas
órdenes.
Los animales tienen memoria, pero podríamos decir que carecen de inteligencia y
voluntad, ya que todas las acciones que llevan a cabo y que analizamos como
“inteligentes”, en realidad son fruto del instinto.

«Mi amo me ha liberado, y yo le sirvo»


El texto con el que se abre la unidad pertenece a la ficción. Desde ese mundo
ficcional, podríamos afirmar que el robot tiene alma: tiene memoria, inteligencia y
voluntad, puesto que decide voluntariamente servir a su amo. Sin embargo,
¿podríamos decir que es libre?

Libertad y dependencia
El diccionario de la Real Academia define libertad como la «facultad natural
que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar». Esta definición
suele estar en el imaginario colectivo, pero se nos suele olvidar la última parte: «por
lo que es responsable de sus actos». Desde esta perspectiva, el robot sería libre («mi
amo me ha liberado»), pero no completamente, porque ha decidido servir a su amo y,
por lo tanto, no ser responsable de sus acciones. Existe un concepto que nos puede
ayudar a aclarar este conflicto que surge entre libertad y dependencia: el de
autonomía.

«Y yo le sirvo». Hacia una definición de «autonomía»


Para el diccionario de la RAE autónomo es aquel «que, en ciertas cosas, no
depende de nadie». Si partimos de este supuesto, diríamos que el autómata del texto
es libre porque elige servir, pero no autónomo, porque decide depender de su amo.

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Inmanuel Kant (1724-1804) es el filósofo de referencia


para el concepto de autonomía. En su ensayo ¿Qué es la
Ilustración?, señala como principal problema del ser humano su
minoría de edad culpable. El pensamiento kantiano sostiene
que el hombre está instalado en una cómoda dependencia en
la que no es responsable de sus actos, que tiene como principal
consecuencia que son otros los que piensan por él. Por eso lanza
un grito que se convertirá en uno de los lemas del movimiento
ilustrado: «¡Sapere aude!» («¡Atrévete a pensar por ti
mismo!»).
En los últimos años, y a raíz del fenómeno conocido como
infoxicación, han sido varios los filósofos que han vuelto a abordar la problemática de
la minoría de edad. En su ensayo Nueva ilustración radical, Marina Garcés apunta a la
existencia una guerra antiilustrada a nivel social, cultural y político que pretende
instaurarnos en la credulidad. La filósofa sostiene que, más que menores de edad,
somos una sociedad adulta dispuesta a creer o a hacer ver que cree lo que más le
conviene: y esto es a lo que llamamos posverdad. Las redes sociales y los bulos serían
las armas más visibles de esta guerra silenciosa.

¿Qué es la dignidad?
En otro momento de ¿Qué es la Ilustración?, Inmanuel Kant introduce uno de
los conceptos centrales de esta unidad: el de dignidad. El filósofo prusiano afirma que
la autonomía es condición sine qua non es inviable tener dignidad. Pero, ¿qué es en
realidad la dignidad.

El concepto de dignidad
La palabra dignidad deriva del étimo latino dignus, que en latín significaba
‘valioso’. Por lo tanto, podríamos definir dignidad como el sentimiento que hace que
cada persona se considere valiosa, sin importar sus cualidades, su sexo, raza, religión,
ideología, orientación sexual, etc.

¿Qué es ser persona?


En la definición que acabamos de dar de dignidad está presente otro concepto
de peso en el que debemos profundizar: el de persona. ¿Qué significa ser persona?
En el origen del término están las personae, palabra con la
que se denominaba a las máscaras que se utilizaban en las
representaciones dramáticas la Roma clásica. El elenco de
actores era muy limitado y tenían que recurrir a esas máscaras
para marcar el cambio de personajes. Por lo tanto, en la esencia
de la palabra está la marca de individualidad frente a lo mismo.
El primero en usar el término en clave filosófica fue Boecio,
filósofo romano del siglo V. Este asocia el término de persona a la naturaleza racional
del individuo. Todo ser humano es una persona si tiene razón, libertad y poder
creador.
El término adquiere una importancia decisiva en nuestro filósofo de cabecera de
esta unidad: Inmanuel Kant. Uno de los pilares de su pensamiento es el imperativo
categórico: un mandamiento de carácter universal cuyo fin es que el ser humano

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alcance el bien. Este imperativo tiene dos formulaciones. En este momento, nos
interesa la segunda de ellas:
«Obra de tal manera que trates a los demás como un fin y nunca como un
medio».
Podríamos expresar esta formulación de una forma más coloquial de la siguiente
manera: «puedes hacer cualquier cosa para conseguir tus objetivos menos utilizar a
los demás para conseguirlos, mientras no dañes su dignidad.
Lamentablemente, a lo largo de la historia, siempre han existido ideologías que
consideraban que grupos enteros de seres humanos no eran personas y que, por lo
tanto, no merecían dignidad; que podían ser esclavizados e incluso exterminados.

Dignidad y derechos
Uno de los fines para los que nace el Derecho es reparar y preservar la dignidad
de las personas. Dependiendo de su origen, distinguimos tres tipos de derecho:

• DERECHO NATURAL. Dentro de esta categoría entran todos los derechos


universales que se nos conceden por el mero hecho de ser seres humanos. No
están escritos, pero se respetan. El derecho a la vida, el derecho al alimento,
el derecho a la libertad… Son anteriores al resto de derechos y tienen su reflejo,
por ejemplo, en los mandamientos del cristianismo.
• DERECHO CONSUETUDINARIO. Es aquel que surge en el seno de las sociedades por
costumbre (que es lo que significa consuetudinario). Tampoco están escritos,
pero se cumplen. Un ejemplo sería el hábeas corpus, que sostiene que toda
persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
• DERECHO POSITIVO. Es aquel que emana directamente del poder legislativo. Está
escrito y cambia en función de la época histórica y las circunstancias. Las
constituciones de cada país forman parte del derecho positivo.
En función de la defensa de la validez de uno u otro tipo de derecho se distinguen dos
doctrinas: el iusnaturalismo y el iuspositivismo.
El iusnaturalismo defiende la preeminencia del derecho natural. Sostiene que
los derechos naturales son universales, precedentes, superiores e independientes del
resto de derechos. Defender esta postura implica creer en la existencia del bien y del
mal, puesto que los derechos naturales inclinarían al individuo al bien.
El iuspositivismo defiende, por el contrario, que el único tipo de derecho válido
es el positivo, el que está escrito. No cree por lo tanto en la universalidad de los
derechos: cambian según el momento histórico.

Los derechos humanos


Podríamos decir que los derechos humanos suponen la consolidación de la
doctrina iusnaturalista: todos los seres humanos tienen unos derechos por el simple
hecho de serlo y los gobiernos deben protegerlos. Así surge la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, firmada en 1948 por todos los países que conformaban la
ONU. En ella, los países miembros se comprometen a defender los derechos naturales
con independencia de cualquier consideración relativa a las diferencias de sexo, raza,
religión, ideología, etc. Es uno de los grandes logros de la diplomacia del siglo XXI,
pues supone una limitación sustancial del poder político.

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A pesar de este compromiso, podemos observar como en la actualidad estos


derechos no se respetan por igual en todo el mundo. La homosexualidad sigue siendo
delito en muchos países del África (se les condena a penas de prisión de 10 años) y
hasta hace poco se consideraba una enfermedad mental. En todas las dictaduras (Cuba
o Corea del Norte son algunos ejemplos) la disidencia política está penada con la cárcel
e incluso con la muerte.

Los derechos humanos a lo largo de la Historia


La universalidad de los derechos humanos aún no está garantizada en todo el
mundo. A pesar de la existencia del concepto de iusnaturalismo desde la Antigüedad
griega y latina, a lo largo de la Historia han sido muchas las ocasiones en las que se ha
ultrajado (y se sigue ultrajando) la dignidad de la persona.
El caso que más de cerca nos toca es el del Tribunal de
Inquisición. Instaurada en 1478 por los Reyes Católicos, se mantuvo
en el tiempo hasta mediados del siglo XIX (1854). Aunque en un
principio su jurisdicción se limitaba al terreno religioso, durante la
época del Imperio español se usó más bien como una herramienta de
control ciudadano. En 1492, los Reyes Católicos decretan la
expulsión de tod os los judíos. Para evitar el exilio, muchos judíos
decidieron bautizarse y convertirse al cristianismo. El primer cometido
de la Inquisición fue perseguir a aquellos judíos conversos que seguían practicando en
la intimidad sus ritos religiosos. Una de las actuaciones más reprochables de la
Inquisición (de las muchas que llevaba a cabo) residía en la arbitrariedad de las
detenciones. Muchas personas fueron encarceladas y juzgadas a partir de denuncias
falsas: si dos vecinos entraban en conflicto por cualquier asunto, uno de ellos podía
denunciarlo ante la Inquisición por judaizante sin aportar pruebas fehacientes:
bastaba con decir que lo había visto comiendo carne un viernes de Cuaresma. Además,
no se respetaba el hábeas corpus, pues la persona era inmediatamente detenida y
tomada como culpable. Durante el cautiverio, la tortura era un método frecuente
para intentar que el reo confesara su culpabilidad. En el peor de los casos, se le
condenaba a muerte en los conocidos autos de fe.
Durante el siglo XX los sistemas dictatoriales dominaron el panorama político
mundial. Aquí, en España, Franco; en Hispanoamérica, Pinochet o Videla; en la
Alemania nazi, Hitler o en la rusia soviética, Stalin. Además de la restricción de
libertades, eran habituales los arrestos arbitrarios por motivos políticos y la
imposibilidad de contar con una defensa de garantías. Muchos de estos presos
políticos fueron conducidos a los campos de concentración. Allí se sometía a los presos
a condiciones infrahumanas: trabajos extremos, hambre, frío y tratos vejatorios. Son
de sobra conocidos los campos de concentración nazis, donde se practicó el holocausto
judío. Quizá algo más desconocidos son los gulags de la Rusia soviética.

Los gulags de la URSS


Estuvieron activos desde 1919 hasta 1988, cuando Mijaíl Gorbachov decide
desmantelar el sistema. En un primer momento, bajo el mandato de Lenin, su función
era la de acoger a criminales y aprovecharlos como fuerza de trabajo. Con la llegada
de Stalin al poder, sobre todo a finales de los años 30, se produce la Gran purga. Todo
aquel sospechoso de disidencia o de haber tenido contacto con un disidente del

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régimen comunista era arrestado sin derecho a juicio ni


abogado y conducido a los gulags. En estos campos de
concentración situados en la Siberia, los cautivos eran
sometidos a unas condiciones de vida extremas: frío,
hambre, bajas temperaturas, jornadas de 16 horas… Las
mujeres sufrían violencia sexual, no solo por parte de los
guardias, sino por parte de los propios presos. Se calcula que
durante los más de 70 años en los que existieron, fueron detenidos unos 18 millones
de personas y que murieron alrededor de 2 millones.

Cómo vulneran estos hechos los Derechos Humanos


• En primer lugar, vulneran el artículo 9:
«Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado».
• También el artículo 7, pues se ultraja su dignidad y su igualdad ante la ley por
motivos políticos.
«Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual
protección
de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación
que
infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación».
• Hemos visto cómo se les sometía a condiciones de vida extremas, lo que va
contra el artículo 5
«Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes.»
• En todos los hechos horribles que acabamos de ver se vulnera el derecho al
hábeas corpus, pues es el detenido quien debe demostrar su inocencia, y no al
revés. Esto va en contra del artículo 6 y el artículo 11.1
6. «Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su
personalidad jurídica».
11.1 «Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su
inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio
público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su
defensa».
• En este mismo sentido, se vulneran los artículos 8 y 10, que protegen el derecho
defenderse judicialmente:
8. «Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales
nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley».
10. «Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída
públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la
determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier
acusación contra ella en materia penal»

Otros principios derivados de la dignidad humana


Fraternidad
En el primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos humanos,
puede leerse lo siguiente: «Todos los seres humanos […] deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros». Podemos entender la fraternidad como una
superación del concepto de dignidad. Si reconocer la dignidad de una persona

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significa entender que cada persona es valiosa por sí misma, y por lo tanto, que debe
ser respetada, la fraternidad consiste en, además, procurar su beneficio antes que
su perjuicio y evitar los abusos que puedan cometerse contra él.
Esta idea es común a todas las religiones, filosofías y morales. Schopenhauer, el
confucianismo… Incluso es una de los tres conceptos de la Revolución Francesa, de la
que deriva. También aparece en Kant (nuestro filósofo de cabecera). En la primera de
las formulaciones de su imperativo categórico dice lo siguiente:
«Obra de manera que la máxima de tu acción pudiera convertirse en ley
universal»
Esta formulación puede interpretarse coloquialmente de dos formas distintas: una
negativa y otra positiva.

• NEGATIVA: no hagas con los demás lo que no quieras que te hagan a ti.
• POSITIVA: trata a los demás como querrías que te trataran a ti.

Utilitarismo
La filosofía utilitarista, propuesta y desarrollada entre otros por John Bentham
y Stuart Mill, se contrapone de alguna manera a esta última formulación del imperativo
categórico de Kant. Kant decía que debíamos obrar de tal manera que la máxima de
nuestra acción pudiera ser una ley universal. Para los utilitaristas no es tan importante
que la máxima de tu acción sea una ley universal como que produzca el mayor
beneficio al mayor número de personas. No importa tanto la ética del motivo como
el resultado.

El doble efecto
Asociada a esta concepción utilitarista del comportamiento humano, nos
encontramos con la doctrina o principio ético del doble efecto.
En todo comportamiento humano existen intervenciones o acciones en las que,
buscando el beneficio de una persona es necesario llevar a cabo acciones que la
perjudican. El principio del doble efecto nos permite valorar si esa acción es ética o
no. Para ello deberíamos imaginarnos una balanza. En uno de los platos colocaríamos
las consecuencias negativas: el sufrimiento, las mentiras, la pérdida de autonomía…
En otro, el beneficio. Si el beneficio pesa más que los perjuicios, ese acto quedaría
justificado desde la ética.
El origen de esta doctrina podemos encontrarla en la Summa theologica de Agustín
de Hipona. Evidentemente, con el paso de los siglos, el principio del doble efecto se
fue sofisticando y a la condición primera se le fueron añadiendo otras:

• Que el beneficio sea mayor que el perjuicio.


• Que el fin que se persigue sea bueno.
• Que el efecto bueno del acto debe ser inmediato; es decir,
que no sea un efecto de la consecuencia de la consecuencia
negativa.
• Que la acción sea buena o indiferente para el que la recibe.
No sería ético emprender un acto malo, aunque el fin sea bueno.

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