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Capitulo 4
Capitulo 4
lado, policía y, por otro, política. Hemos visto como Laclau y Mouffe entienden las
nociones de apertura de lo social, de espacio social y político, y de antagonismo. Hemos
visto como esta tríada de nociones en cada caso pueden ser pensadas como la
incompletitud estructural de un orden social, el orden social, y la interrupción del
mismo. Pues bien, si de lo que se trata es de pensar las condiciones y posibilidades de
un cambio verdadero dada una policía, o dado un espacio social y político, esto es, un
cambio que no solamente distorsione la policía, o subvierta el espacio, sino que
transforme el orden social dado en otro orden social más igualitario, si es de esto de lo
que se trata, solamente con la interrupción no alcanza. La interrupción es necesaria mas
no suficiente. Se requiere algo más.
Este algo más que se necesita, además de la irrupción de la lógica igualitaria,
además de la producción de un antagonismo, es pensado en Hegemonía y estrategia
socialista con un mayor desarrollo que en El desacuerdo. En cierto sentido, esto no es
sino lo que cada libro anuncia en su título: mientras que por un lado, Laclau y Mouffe
van construyendo los conceptos teóricos necesarios como para poder llegar a pensar una
estrategia socialista de transformación de la sociedad a partir de interrupciones de su
sentido primario (un proyecto de una democracia radical y plural), siendo el principal
de esos conceptos el de hegemonía; por otro lado, Ranciére se concentra especialmente
en el momento de la interrupción del orden social (policial), en esa opacidad que se
produce cuando se encuentran las dos lógicas inconmensurables de la igualdad y de la
jerarquía, opacidad que no es sino un desacuerdo.
En este sentido, este último capítulo estará ocupado principalmente por nociones
de Laclau y Mouffe, quedando para el final algunos comentarios sobre cómo podemos
leer en el texto de Ranciére algún pensamiento sobre este asunto de la concreción
efectiva de un cambio real en un orden social dado.
Dicho esto, comencemos entonces por Hegemonía y estrategia socialista.
Veamos entonces qué entienden por hegemonía Lacclau y Mouffe:
‹‹Hegemonía es, simplemente, un tipo de relación1 política; una forma, si se
quiere, de la política.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 237)
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Resaltado de Laclau y Mouffe.
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Resaltado propio.
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Las cursivas son de Laclau y Mouffe.
‹‹desde el punto de vista del campo antagónico en el que se constituye››. Esto es, una
hegemonía se correspondería con aquello que hemos denominado orden social (una
policía en términos rancierianos). Pero ¿acaso no habíamos dicho que el antagonismo
es, en tanto límite de lo social, la interrupción del orden social, con lo que la hegemonía
se correspondería con una interrupción articulada? ¿cómo es que hemos pasado de
hablar de la hegemonía en términos de una interrupción articulada a hablar de la
hegemonía como orden social? En otras palabras, ¿la hegemonía se corresponde con el
orden social o con su interrupción, con el espacio social y político o con el límite de lo
social? O bien, ¿la hegemonía tiene que ver más con la policía o con la política
rancierianas?
La respuesta es que la hegemonía tiene que ver con ambas. Un orden social, un
espacio social y político, es una hegemonía. En este sentido, una hegemonía sería lo que
en términos rancierianos se dice policía. Por ejemplo, el patriarcado, en tanto espacio
social y político, es una hegemonía. Pero también el movimiento Ni Una Menos es una
hegemonía. Es otra hegemonía que le disputa la hegemonía a la hegemonía patriarcal
(valgan las cacofonías). Si miráramos al patriarcado desde el punto de vista del
antagonismo en el que se constituye veríamos toda la historia de la construcción de la
dominación del andros sobre la mujer aun cuando toda esa construcción no sea visible
en el cotidiano del día a día. Y es porque esa construcción no es visible que hay que
hacer todo un trabajo de deconstrucción para visibilizar esos antagonismos
institucionalizados bajo la forma de diversas formas de subordinación y de negación 6.
La diferencia entre un antagonismo no visible y uno visible es la misma diferencia entre
una relación de subordinación y una relación de opresión 7. Pero para Laclau y Mouffe,
aun cuando en un espacio social y político no se vea el antagonismo que lo constituye
eso no implica que ese antagonismo no esté allí, constituyéndolo. Será cuestión de
tiempo, de un poco de suerte (fortuna, azar, contingencia) y de otro tanto de militancia
(¿por qué no?), para que un espacio social y político que se presente como prescindente
de antagonismos se vea interpelado por la irrupción de aquello que lo constituye.
6
‹‹Una formación hegemónica abarca también lo que se le opone, en la medida en que la fuerza opositora
acepta el sistema de articulaciones básicas de dicha formación como aquello que ella niega, pero el lugar
de la negación [el resaltado es de Laclau y Mouffe] es definido por los parámetros internos de la propia
formación›› 236
7
‹‹ …debemos diferenciar “subordinación” de “opresión”, y explicar las condiciones precisas en las
cuales la subordinación pasa a ser opresiva. Entenderemos por relaciones de subordinación aquélla en la
que un agente está sometido a las decisiones de otro —un empleado respecto a un empleador, por
ejemplo, en ciertas formas de organización familiar, la mujer respecto al hombre, etc.—. Llamaremos, en
cambio, relaciones de opresión a aquellas relaciones de subordinación que se han transformado en sedes
de antagonismos.›› 254
Una hegemonía además de tener que ver con el orden social también trata sobre
aquellas cadenas discursivas equivalenciales que lo ponen en cuestión. Esto es, una
hegemonía tiene que ver también con lo que en términos de Ranciére se nombra como
política. ¿Cómo es esto? Veámoslo en el ejemplo del patriarcado y el Ni Una Menos.
Ya vimos que el patriarcado en tanto espacio social y político es una formación
hegemónica. Ahora bien, el movimiento Ni Una Menos también es una hegemonía, otra
hegemonía, para ver esto debemos mostrar que consiste en una articulación antagónica,
en un antagonismo articulado. En efecto, el Ni Una Menos consiste en un antagonismo,
aquel que es el resultado de subvertir la relación de subordinación de la mujer al hombre
(entiéndase “hombre” y “mujer” como los nombres de posiciones subjetivas entendidas
como tales desde un pensamiento no esencialista) en una relación de opresión del
hombre sobre la mujer, y haciendo visible retrospectivamente toda la historia de la
construcción de ese antagonismo. Porque esto es lo interesante que tiene la
temporalidad de un antagonismo: mientras no irrumpe, mientras no se constituye en un
espacio social dado es como si nunca hubiera habido relaciones de opresión, pero una
vez entrado en escena trae consigo un pasado también, una vez que irrumpe un
antagonismo en un espacio social y político se muestra como habiendo estado allí desde
siempre. Pero no hay que perder de vista que ese pasado, ese haber estado allí desde
siempre es una construcción hegemónica también, el pasado de un antagonismo no está
detrás sino delante de él.
Entonces, el Ni Una Menos se constituye en un antagonismo, la relación de
opresión del hombre sobre la mujer. Pero justamente por constituirse a partir de un
antagonismo es que se constituye también como articulaciones entre diversos actores,
entre diversos colectivos, diversas posiciones subjetivas. En efecto, un antagonismo
implica relaciones de equivalencia, y una relación de equivalencia es una articulación.
De este modo, podemos decir que el Ni Una Menos se constituye sobre un antagonismo
y sobre relaciones de articulación, esto es, el Ni Una Menos es una hegemonía.
Para terminar nuestro recorrido en este trabajo diremos algo acerca sobre cómo
Laclau y Mouffe entienden su propuesta de una democracia radical y plural. Veamos
algunas citas:
«El proyecto de una democracia radical y plural, […] en un primer sentido, no
es otra cosa que la lucha por una máxima autonomización de esferas, sobre la base de la
generalización de la lógica equivalencial–igualitaria.» (Laclau y Mouffe, 1987, p. 275)
Aquí encontramos que las dos lógicas que constituyen a una democracia radical
y plural estás relacionadas entre sí. La lógica equivalencial-igualitaria, dada «la
precariedad de toda equivalencia», «exige que […] sea complementada–limitada por la
lógica de la autonomía». Pero entonces, ¿en qué consiste la lógica de la autonomía? Si
la lógica de la equivalencia tiene que ver con la igualdad, la lógica de la autonomía tiene
que ver con la libertad. ¿Libertad en qué sentido? Libertad de cada antagonismo surgido
en cada uno de los múltiples espacios que componen lo social de no tener que
subordinarse a ningún antagonismo principal. Eso mismo es la maximización de la
autonomía de las esferas de la que leíamos en la cita anterior. Las esferas son cada una
de las luchas introducidas por cada nuevo antagonismo (feminismo, ecologismo,
indigenismo, movimiento LBGTQIA+, movimientos por los derechos de los animales,
socialismo, movimientos del campo popular, etc.), y su máxima autonomización
consiste en el no posicionamiento de ninguna de ellas como esfera central, en el no
planteamiento de ninguno de los antagonismo como una antagonismo de primer orden y
del resto como de segundo orden. Es porque no hay jerarquía de antagonismos, esto es,
hay igualdad, que hay autonomía de esferas, esto es, hay libertad.
Ya habiendo recorrido las lógicas de equivalencia-igualitaria y de
autonomización de las esferas, ahora podemos volver a la noción de democracia radical
y plural para ver en qué consiste. Una democracia será tanto más radical cuanto más se
expanda la lógica equivalencial-igualitaria, esto es, cuantos más antagonismos irrumpan
en más espacios sociales, cuantas más relaciones de subordinación se transformen en
relaciones de opresión. Y una democracia será tanto más plural cuanto más ninguno de
esos antagonismos se autopostule como centro antagónico de lo social.
Pero hay algo más. Para Laclau y Mouffe no se trata únicamente de que
“florezcan” antagonismos igualitarios todos los que se puedan. De lo que se trata
fundamentalmente es de la articulación, no ya dentro de los antagonismos, sino entre
ellos:
«Las prácticas articulatorias no tienen sólo lugar en el interior de espacios
sociales y políticos dados, sino entre los mismos.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 239)