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Pasión y visión

En Éxodo 3:1-10 leemos sobre el momento cuando Dios llamó a Moisés, y le dio la instrucción para
que liberara a Su pueblo de la esclavitud que padecían en Egipto. Moisés vió una zarza en llamas, pero
el fuego no la consumía y eso llamó su atención, así que se acercó a ver qué sucedía. El fuego
representa al Espíritu Santo y a la pasión que enciende en nuestro corazón. Ese fuego que debemos
tener para trabajar en Su obra, ganando y discipulando a las personas para que le entreguen su vida al
Señor.

La Biblia dice que somos plantío de Dios, somos como árboles plantados junto a corrientes de agua, y
si la pasión por la visión de Dios nos consume, estaremos felices y llenos de vida, aunque el trabajo nos
agote. Podemos sentirnos cansados al organizar las actividades de la iglesia, pero al ver a la gente
restaurada, sentimos que todo ha valido la pena. La pasión y el fuego que arde dentro de nosoros hará
que pidamos por más fruto y nos esforcemos por lograrlo. El fuego de Dios no quema, pero sí
consume. Aunque definitivamente es mucho mejor consumirse por servirle a Él que por servir a las
ambiciones del mundo. Porque el Señor nos dará reposo y renovará nuestras fuerzas.

Cuando Dios ve la aflicción de Su pueblo, envía líderes para que los rescaten. Eso es lo que sucedió
con Moisés y lo que sucederá ahora, porque nos ha enviado a llevar el Evangelio a nuestros hermanos.

En la Biblia se menciona este fuego muchas veces. Génesis nos muestra que Abraham hizo un pacto
con Dios y sería llamado padre de multitudes. Dios le dijo que levantara un altar y así lo hizo. Los
historiadores dicen que construyó el altar conforme a la cultura hitita de ese tiempo. Esto sucedió en el
Monte Moria, donde años después, Abraham llevaría a su hijo Isaac para ser sacrificado, tal como Él le
había pedido, aunque al ver su obediciencia, Dios no permitió que matara al muchacho. Tres mil años
después, en ese mismo monte, que recibiría el nombre de Gólgota, Jesús derramó Su sangre por la
humanidad. Dios dijo: “Hice pacto con Abraham y falló, pero no quiero que el hombre muera”.
Entonces, se hizo hombre y gracias a Su sacrificio en la cruz, podemos tener vida eterna y vida en
abundancia. Dicha pasión es la que debe movernos a luchar por la salvación de miles. Ese es el mismo
fuego que se derramó sobre los discípulos en Pentecostés; también es el que algunos de ellos sintieron
camino a Emaús, cuando Jesús resucitado los acompañó y les compartió las Escrituras. Ese fuego que
constantemente se menciona en la Biblia nos muestra la pasión que Dios desea que tengamos en el
corazón para trabajar en Su Reino.

La cruzada de Noches de Gloria que se realizó en Venezuela el 17 y 18 de marzo de 2012, fue una
poderosa manifestación del poder del fuego del Señor. Nunca en la historia de nuestra querida
Venezuela habíamos tenido tal avivamiento y presencia del Espíritu Santo. Y no hablo solamente del
fin de semana del evento, sino de la unión que vivimos como nación y como cristianos a partir de la
organización, tres meses antes.Todos trabajamos juntos, anhelando al Señor.  

Una de las actividades de promoción consistía en visitar farmacias, hospitales, calles y plazas para
repartir volantes y pegar afiches en todos los Estados del país. Lo más impresionante fue que en las
calles, la gente empezó a traer a los enfermos para que los líderes oraran por ellos. En esos momentos
empezamos a ver señales y prodigios en las calles. ¡Estábamos impactados! Tanto así, que los líderes
de la iglesia me decían: “Pastor, nunca habíamos vivido el verdadero Evangelio. Nos enseñaron a
predicar por el templo y por las casas, pero nos faltaban las calles”. La organización y puesta en marcha
de Noches de Gloria fue todo un movimiento que impactó a miles. La red de mujeres de la iglesia
entraba por los pasillos de los hospitales como un comando militar, dando la noticia del evento. ¡Ni
contarles sobre las impresionantes experiencias del día de la Cruzada! Muchísima gente asistió.
Nosotros esperábamos 70 mil personas y llegó más del doble. Las personas tumbaron las puertas del
lugar y los guardias no pudieron detenerlas. No lo hiciero por falta de respeto, sino porque estaban
desesperadas por recibir un milagro. En ese momento, la unción que se derramó fue increíble, la
multitud lloraba conmovida por el poder y la presencia de Dios.

La pasión por la visión no debe abandonarnos nunca y debe ser tan fuerte como el día cuando le
entregamos nuestra vida, tal como me sucedió. Yo era militar de carrera y recuerdo que una noche
salimos de fiesta con unos amigos. Al regresar, mi esposa, muy enojada, me había dejado una carta que
me dejó pensativo. Al día siguiente, iba durmiendo en el bus rumbo al trabajo y una voz resonaba en mi
cabeza: “¿Hasta cuándo vas a seguir con esa vida?” En aquel tiempo, trabajaba en una penitenciería y
estaba al cuidado de los presos. Ese día, mi jefe llevaba una Biblia azul y me dijo: “¡Tome técnico, para
que no se duerma!” Al abrirla leí en Gálatas 5:17 en adelante que el Señor advertía que los borrachos
no heredarían el Reino de los cielos. Me sorprendí mucho y para distraerme encendí la radio y lo
primero que escuché fue la voz de un pastor que decía: “Hermanos, abran sus Biblias en Gálatas 5:17”.
¡Me asusté y comencé a temblar! Vi hacia el cielo y dije: “Verdaderamente Tú existes”. Caí de rodillas
y empecé a llorar y llorar. Mientras más lloraba, más me reconfortaba porque sentía como si quitaran
un peso de mi corazón. En ese momento, lo dejé todo y me dediqué a servir a Dios.

Tiempo después, durante una noche lluviosa, estaba orando sin poder dormir. Le decía: “Señor, está
lloviendo fuerte, en la plaza, los indigentes no tendrán ni un techo dónde cubrirse. Mi vecina se está
divorciando, y lo más preocupante, no siento nada por ellos”. Al terminar de decir esto, literalmente
escuché llorar a un niño. Era Edgar, mi hijo, que hoy tiene 15 años. Lloraba fuertemente y me decía:
“¡Papi, qué podemos hacer para ayudar a la gente!” Empecé a llorar con él, y Dios me dijo: “Así debe
ser tu corazón, apasionado por la gente. Vive y muere por la causa que me hizo vivir y morir”. De esa
forma, avivó el fuego en mi corazón y le pido que nunca jamás se apague. Porque al final, el verdadero
Evangelio está en las calles, a donde debemos salir a anunciarlo. ¡’Tú y yo somos los llamados a
trabajar porque las personas conozcan sobre el Señor!

En nuestra iglesia tenemos una red integrada por personas de avanzada edad. Mi abuelita, de 90 años
de edad, forma parte de la red y es líder de un grupo de amistad. Yo le digo que no tiene edad para eso,
que descanse. Pero ella y su grupo me responden: “Pastor, ni se le ocurra quitarnos esto. Estamos
experimentando los mejores años de nuestra vida. Hemos vivido y sufrido mucho. Ahora que estamos
viendo milagros y predicando, sabemos que deseamos morir haciendo lo que el Señor nos mandó”. Y lo
que puedo decirles es:  “¡Yo quiero esa pasión!”

Cree y no apagues el fuego del don de Dios en tu interior. Vuelve a vivir ese avivamiento y úsalo para
bendecir a muchos. Pídele al Señor que Su pasión arda en tu corazón. Abre tu boca para proclamar el
Evangelio y no tengas miedo. Cuéntale al mundo que Jesús vive y que desea regalarnos vida eterna.
Dale la honra y la gloria a través de tu testimonio y tu esfuerzo por ganar y cuidar a las personas.

Los piadosos tendrán unción


Simeón es un hombre que se menciona una sola vez en la Biblia, no tiene la relevancia de Pedro,
Marta, María o Juan, pero allí está, con la salvación de la  humanidad en los brazos1. ¡Imagina lo que
significó cargar a Jesús cuando tenía 8 días de vida! Más aún, lo que significó tener la revelación de
que Él era el Salvador del mundo. Definitivamente fue un gran acontecimiento. La Palabra dice que el
Espíritu lo movió a ir al templo, donde recibió el regalo que tenía prometido por ser justo y piadoso.
Nunca menosprecies ir al templo porque no sabes cuándo Dios te pondrá en las manos la bendición que
esperas. Simeón seguramente era un hombre muy especial ya que el Espíritu estaba sobre él y le había
dado revelación sobre lo que sucedería.

El Espíritu de Dios está con Sus hijos, pecadores o no2. Así es, no te escandalices. ¿Quien redarguye al
pecador? es Él, ¿Quién da el impulso para buscar una nueva vida  en el Señor?, Él es quien puede
hacerlo, nadie más, así que el Espíritu Santo está a nuestro lado y nos redarguye para que volvamos
nuestra mirada al Padre y le busquemos.

Además, el Espíritu Santo anhela estar en nosotros, es decir, en nuestro interior3. Es como el agua que
puede estar con nosotros, a nuestro lado, pero estará en nosotros y nos dará vida cuando la tomemos.
Por lo tanto, el Espíritu Santo debe estar en nuestro interior para provocar un nuevo nacimiento y
revelarnos que Dios es nuestro creador y también es nuestro Padre.

El Espíritu Santo también puede estar sobre nosotros y otorgarnos poder para hacer milagros, señales y
prodigios. Es el ungüento, la unción que viene de lo alto sobre nosotros4. Cuando nos bautiza, somos
sumergidos y nuestro cuerpo se reviste con Su Espíritu poderoso. Jesús tenía ese poder sobre Él, por
eso dice la Escritura que las personas tocaban Su manto y quedaban sanos. Mi búsqueda de esa unción
fue incesante, oré y la pedí de muchas formas, hasta que una noche, mi esposa Sonia y yo sentimos
cómo literalmente nos hundíamos en la cama, cubiertos por una fuerza sobrenatural. Yo tenía los ojos
cerrados y al sentir el peso, pensé que mi esposa me cubría con otras cobijas para protegerme del frío,
pero al abrir mis ojos, descubrí que solamente tenía encima una ligera frazada, entonces le dije a mi
esposa: “Sonia, es Él”. Y ella me respondió: “Sí, es Él”. Desde entonces me ha ungido con poder para
sanar y bendecir a muchos.

El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te dará refrigerio. Todo yugo será podrido y toda enfermedad se irá
en nombre del Señor. El Espíritu Santo es óleo de gozo sobre tu cabeza, es manto de alegría que te hará
reír porque en Su presencia no hay tristeza ni dolor.

El Espíritu viene cuando hay obediencia y unanimidad, tal como Jesús dijo5. Habrá sanidades y
prodigios cuando Él se derrame sobre nosotros, así que debemos buscarlo, para adorarle y pedirle que
esté a nuestro lado, habite en nuestro interior y nos cubra para hacer la obra que Dios nos pide. Dale
gracias al Señor por Su Espíritu que te dará revelación y poder.

Para ver la salvación como Simeón, debemos imitarlo en sus cualidades de justicia, piedad y paciencia.
Es decir que debemos vivir conforme a los mandamientos de Dios y someternos a Sus preceptos.
Además, debemos ser piadoso y amar a los demás. Tal como lo hizo Simeón y también Cornelio, otro
hombre del que nos habla la Biblia. Este varón era piadoso, oraba al Señor y daba limosnas al pueblo,
favorecía a la gente con sus bienes. Entonces, recibió tres bendiciones, primero, se le apareció un ángel
anunciándole que sus oraciones y limosnas estaban delante del Señor. Esa es la primera bendición,
habrá actividad angelical en nuestra casa, veremos la sobrenaturalidad de Dios en nuestros hogares y
trabajos.

La segunda bendición fue que el apóstol llegó a su casa y la tercera bendición fue que le dijo lo que
debía hacer. Hombres de Dios te edificarán, te darán Palabra para que tú y muchos otros vean la
salvación. El Espíritu Santo visitó la casa de Cornelio y la salvación llegó a los gentiles. ¡Somos salvos
gracias a aquel hombre! Simeón, hombre piadoso, cargó la salvación, y Cornelio, hombre piadoso,
abrió las puertas de la salvación a todos. Así que si deseas ver a tu país a los pies de Cristo, debes ser
justo y piadoso.
Además, debemos ser pacientes, como Simeón quien dijo: “No moriré hasta ver cumplida mi
promesa”. Dios nos ha prometido que veremos la salvación de nuestras familias y así será. Pídele que
te haga una persona justa, piadosa, generosa, paciente y con empatía, que espere y trabaje por el
consuelo, la salvación y la sanidad de los demás.
 
1 Luca 2:25 dice: Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y
piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido
revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido
por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer
por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor,
despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación.
2 Juan 16:8 explica: Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
3Juan 16:8 explica: Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 3 Juan
20:22  cuenta: Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
4Lucas 24:49 da esperanza: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos
vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
5 Hechos 2:1-4 relata: Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de
repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa
donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre
cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les daba que hablasen.

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