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Exiliados
Exiliados
Por
Brenda M. R.
PRÓLOGO
CAPÍTULO I
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
Los días antes de la partida de mi papá no fueron muy distintos, era algo
rutinario y de alguna manera sobrevivimos. Habían pasado también días de lo
ocurrido con mi abuelo, pero las protestas aún no se apaciguaban. Y yo, solo
iba sumisa a mis clases para ver si podía tener un futuro mejor. Pero lo veía
lejos.
A decir verdad, jamás había tenido tanto odio y rencor hacia alguien, pero
es que se lo habían ganado a fuerza, destruían mi vida, la de mis amigos, la de
mis hermanos, la vida de todo venezolano y ellos estaban tan felices,
comiendo tres veces al día, yendo a una clínica siempre que se sentían mal ¿y
mientras qué? Muchos venezolanos no sabían sí comerían al día siguiente,
muchos no tenían medicamentos para la tensión, la diabetes o cualquier
enfermedad. ¿Cómo no podía odiarlos? Si ellos estaban destruyendo todo sin
piedad. Ellos obligaron a las familias a separarse.
Asquerosos seres que no merecían vivir, la avaricia es un pecado ¿o no? Y
ellos son tan avariciosos, que no les importa los demás, pero fingen que sí.
Había llegado el día de que mi papá se marchara, se iba a las 4:30 con un tío,
un taxi los llevaría al terminal.
Esa mañana lo primero que hizo fue acariciar los pies de mi hermana (algo
que a ella le gusta mucho) abrazar a mi hermano y no paraba de decirle "tienes
que cuidar a tu mamá y a tus hermanas mientras no estoy. Ahora eres el
hombre de la casa". La verdad es que de mi no se despidió tanto, porque yo no
me cruce en su camino sino hasta que llego el taxi. Ese fue el momento
devastador.
—Ya me voy... —Dijo curvando sus labios hacia abajo varias veces. Sin
intención de llorar, pero fallo.
Quizás fue verlo a él llorar, lo que me hizo llorar a mí.
—Ya saben, pórtense... Pórtense bien. — A mi papá se le escaparon
algunas lágrimas, y después de esas, no las pude retener.
Mi hermana lloraba muy fuerte (siempre fue más unida a mi papá que a mi
mamá) y lo abrazaba con tanta fuerza, le suplicaba que no la abandonara, que
ella quería irse con él, que no la dejara con nosotros (como sí la fuésemos a
matar) eso puso el ambiente más triste, porque Michelle se despidió de mi
papá como si él se fuese muerto. Guillermo por otro lado, lloraba en silencio,
abrazado a una pierna de mi papá.
Luego vino mi mamá, le dio unos cuantos besos y lloro. lloro porque su
marido se iba, y no sabía por cuantos meses, lloro porque sabía que al día
siguiente no iba a sentir su calor, lloro porque se iba su esposo, ese que a veces
ella gritaba y le decía cosas, lloro por arrepentimiento, lloro por rabia, lloro
por tantas cosas que era inconsolable.
Después seguía yo, mi papá no podía irse sin que yo lo abrazara, no era tan
ruda. Lo abracé con todas mis fuerzas, queriendo respirar su perfume siempre,
lloré en su camisa, y me acorde de los días anteriores, de las risas, los besos y
abrazos, me acorde de los regaños y mis pensamientos hacia él, y lloré aún
más, porque en esos días, que yo sabía que se iba a ir, jamás le dije cuanto lo
amaba (sí le escribí una carta pero no se la entregue) y no pude decírselo en
ese momento tampoco, porque el llanto no me lo permitía. Lloré porque lo
recordaba gordo, y ahora estaba tan flaco, llore de impotencia porque él no
debería irse. Pero se iba.
Mi papá monto las maletas en el carro, y yo agarré a Michelle para que no
corriera, le suplicamos que bajara la voz, porque hacía creer a los vecinos que
alguien había muerto, vi como el carro emprendía su camino y cruzaba la
esquina, con mi papá. Esa noche, fue abismal, porque no estaba él, se sentía su
ausencia, y miraba a su cama, donde él siempre se acostaba, en la orilla y no
estaba. Pero yo me decía "lo vas a volver a ver, tampoco es que se haya
muerto"
Y sí, no se murió, pero la verdad, cualquier venezolano que haya pasado
por eso sabe que no es fácil y que duele mucho.
Luego volví a casa de mi abuela, porque ya eran vacaciones, y
normalmente las pasaba allá. Como dije, lo mío era escribir y estar en mis
redes sociales. Y no recuerdo bien como llegué a ese tema con mi familia, que
todos estábamos en la cocina y por primera vez, dije lo que pensaba. Pero lo
dije, no lo escribí.
—No, pero es que no es justo, que mi papá o cualquier venezolano se
tenga que ir de su país porque aquí no hay futuro ¡no es justo que estén
muriendo personas por desnutrición! ¡No es justo que por mi casa haya muerto
un niño de tres años porqué su mamá no tenía con que alimentarlo! —Para
esas alturas yo ya estaba llorando— ¡No es justo que en mi país yo no tenga
futuro! ¡Que roben hasta los mercados de las personas! ¡Que antes, tu abuela,
hacías grandes almuerzos y ahora solo esto! ¡No es justo que seamos un
pueblo tan ignorante, y tan cegado! Y repito, no es justo que mi papá se haya
ido de su país, porque aquí, nos morimos de hambre. Dime ¿En dónde está tu
gobierno que todo lo puede? ¿Y el socialismo?
Ardía, y solo podía ver sus caras asombradas ante el hecho de que yo había
explotado de esa forma, en que había gritado así, pero la ira pudo conmigo. Es
que yo no entendía ¿cómo podían defender algo así? ¿Cómo podían echarle la
culpa a otro partido político? ¿Cómo hicieron para lavarles el cerebro de esa
forma?
No quiero sonar grosera, pero se aprovecharon de la ignorancia, para
lograrlo.
"Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción"
Nosotros nos destruimos, siempre quisimos algo fácil, sencillo y "bonito",
terminamos en llamas, sangrando, destruyendo algo tan hermoso y perfecto.
Creímos en personas crueles, viles, que se aprovecharon de todo cuanto
podían. Robaron sin que nos diéramos cuenta, robaban mientras nosotros
aplaudimos como idiotas, mientras nosotros moríamos de hambre, y ellos
comían hasta decir basta.
Pero siempre con la idea "Sí aquí se llega a armar un peo, nos jodemos
nosotros, porque la oposición se lleva a su familia de aquí" como si el
gobierno no lo fuese a hacer.
Mientras se creía en el comunismo socialista, ellos vivían como los
millonarios que ellos tanto dicen que aborrecen. La ignorancia en la que vive
cierta parte de Venezuela, nos ha llevado por un camino oscuro, y muy triste.
Durante ese mes, soñé muchas veces con mi papá, que él regresaba y nos
abrazaba y todos éramos tan felices. Lindos sueños (que algún día se tenían
que cumplir) mientras que eso no sucedía, yo veía en los terminales a familias
abrazándose con fuerza, susurrando cosas al oído, llorando y alzando la mano
de un lado a otro despidiéndose de sus familiares. Luego se abrazaban entre
ellos, y yo volvía a sentir ese dolor en mi pecho, porque yo los entendía.
Y si así era con aquellos que se iban del país, imagina con aquellos que
murieron por el país. Imagina el dolor de aquellas familias por haber perdido
un hijo, un hermano o un padre, para que venga un conformista ignorante,
ciego, manipulado idiota a decir "se lo merecía". Nadie merece algo así.
Ahora imagina la deshonra de aquella madre, de un GNB que mato a un
adolescente, la vergüenza qué debe sentir un padre al saber que su hijo es un
títere del gobierno y que no tiene cerebro, imagina la humillación de esa
familia, al tener a una persona así como miembro. (Si es que hay familias
avergonzadas)
"Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la
ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres
ajenos a todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como
realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la
traición por el patriotismo, la venganza por la justicia"
-Simón Bolívar.
CAPÍTULO V
CAPÍTULO VI
CAPÍTULO VII
CAPÍTULO VIII
CAPÍTULO IX
CAPÍTULO X
Las personas dicen que en el cielo hay un Dios que pa' abajo ve. Observa
cada error y cada pecado de las personas, las memoriza y para cuando le
llegue su momento, decidir sí va al cielo o al pútrido infierno. Dicen que "Dios
aprieta pero no ahorca", que "el tiempo de Dios es perfecto" y que "El fin del
sufrimiento se acerca, porque Dios va a venir e impondrá su reino y no habrá
escasez ni guerras" claro que para eso, primero debe haber escasez y guerras.
Antes no lo entendía, porque ¿Qué clase de Dios misericordioso querría
ver a sus "hijos" sufrir? ¿Por qué les impone un castigo tan basto y fuerte?
(También dicen que Dios no pone obstáculos qué no podamos superar) no lo
entendía porque según yo, no hay padre que quiera ver mal a su hijo, pero ésta
era la excepción. Luego, en la oscuridad de mi cuarto, mientras escuchaba la
voz de la reportera que hablaba en el televisor de mi mamá, pensé que ¿cómo
nos alegraremos de que hay sol sin haber habido una tormenta? ¿Cómo
disfrutaremos del agua sin haber pasado sed? ¿Cómo podríamos disfrutar de
algo sin antes haberlo querido? Entonces lo entendí.
Siempre queremos algo, ya sea un Xbox, un celular, una empanada o
quizás desayunar al día siguiente, y para eso, primero trabajamos, sudamos y
nos rompemos las manos, en su defecto, le rogamos a nuestros padres para que
ellos hagan todo eso y conseguir lo anterior. Pero la cuestión está en que antes
de obtener el producto, trabajamos por él, de una forma u otra. Por eso lo
entendí, supe que no había que dejárselo todo a Él, que ir todos los Domingos
a una iglesia, arrodillarse ante una estatua sin vida y pedir que arreglara a
Venezuela era, realmente, innecesario e incluso estúpido.
Y les diré por qué. Ni Dios ni Jesús y mucho menos María, votaron por
Maduro o Chávez, ellos no están ahí para advertir qué ese será un error
gigante. Ellos tampoco incitan al delincuente para que robe, o a la niña de 14
años para que abra las piernas, ni al chico que cree ser el mejor por copiarse
del examen, no están para decirles que estudien, que no hagan esto o aquello,
simplemente los dejan rodar y observa todo, con calma. Y ve sí en algún
momento se le ocurre, de verdad, hablarle, contarle su vida, tenerlo como un
amigo más. Pero no de esos que agregas a Facebook para pedirle un favor, a
esos los ignora, así como nosotros los ignoramos a ellos.
Claro, es bueno hablar con Él y decirle, quizás preguntarle "¿podrías
ayudarme en esto?" y todo eso. La idea no es pedir y ya, esperar que Él lo
cumpla o pagar promesa, se trata de nosotros hacer algo por lo que queremos.
Supe que no todo era "Si Dios quiere" también está en que nosotros queramos
y luchemos por eso. Y si lo logramos, no todo es "gracias a Dios" él no puede
llevarse todo el crédito, porque tú también luchaste para lograr lo que querías.
Es decir y para hacerlo más claro. Si yo fuese doctor, y la vida de un
paciente está en mis manos y logro salvarlo, porque mi conocimiento sirvió de
algo, entonces no es "gracias a Dios" no se salvó gracias a Él, sino a mí,
porque fui yo quien se llenó las manos de sangre y se acordó de cinco años de
clases para salvarlo, y acordarme tampoco es gracias a Dios, fue gracias a mi
cerebro. Pero ¿saben que sí es gracias A Dios? El hecho de que yo haya
podido adquirir esos conocimientos qué hoy le salvaron la vida al chico,
quizás que yo haya nacido es "gracias a Dios" porque fui yo quien le salvo la
vida. No son esas cosas que tú ves lo que es gracias a Dios, son las cosas que
pasan desapercibidas, pero que son inmensas e inexplicables, que son gracias a
Él.
Así que, si queremos una Venezuela distinta, diferente, grande, fructífera y
libre, no debemos solo pedírselo a Él, también hay que poner de nuestra parte,
también para ello, rompernos las manos y sudar. Hay que ser fuertes y
enfrentar el obstáculo, romperlo, hacerlo a un lado y salir, intentarlo hasta
lograrlo, no todo el trabajo es de Dios, porque Dios no va a salir y exigir
libertad, no va a salir ni exigir alimentos y que a Él le provean las
herramientas necesarias para crecer, porque él no las necesita. Las necesitamos
nosotros, debemos exigir nosotros, dejar de ser flojos y cobardes y hacerlo,
por lo que queremos, por una Venezuela mejor.
Y todo esto lo pensé en la oscuridad de mi cuarto, pero ¿De qué me sirve
pensarlo y creerlo solo yo? ¿Qué peso puede tener una venezolana de 16 años
qué piensa sola en su cuarto ante toda Venezuela? ¿De qué me sirve sí al final
me iba del país y mis palabras iban a hacer eso? Solo palabras
—Laura. Te vinieron a buscar unos niños — mi mamá no me miraba. Y
sorbía mucho la nariz.
Lloraba.
Yo sabía para que me buscaban, no quería ir. Me parecía injusto, porque yo
comería bien ese día, y mi mamá y mis hermanos no lo harían, ellos solo
comerían yuca y eso me parecía injusto.
—No muchachos, disculpen pero yo no voy. — le sonreí.
—A pues ¿por qué?— pregunta una compañera. Y solo negué. No iría y
punto.
Cerré la puerta y suspiré, claro que querías ir, y comer y tragar cómo bestia
en vez de comer tres pedacitos de yuca con sal, pero no podía, y no porque mi
mamá no me dejara. No podía porque minutos antes mi mamá lloraba
desesperada porque solo era eso lo que nos podía dar.
— ¿Que querían?— me dijo curiosa.
—Era para ver si iba a lo de la reunión esa... Ya sabes, todos iban a poner
algo pero mejor no. Les dije que yo no iba.
— ¿Por qué?
— Porque no lo veo justo, yo comiendo bien y ustedes esto...
Y se volvió a destrozar, en frente de mí, y se limpió las lágrimas y lloro,
me pedía disculpas por qué no tenía nada más que darnos, me suplicó qué
fuera, que no me preocupara y que no me quedara encerrada. Y yo me
destrocé también, y lloré de impotencia por no poder hacer nada, por no saber
que decirle para que se calmara, para decirle que estaba bien.
—Hija ve... Por favor, y comparte con tus amigos. Ve con ellos.
Acepté de mala gana, yo no quería, pero supongo que lo hice para
calmarla. Y me marché. Me vieron con los ojos rojos, llenos de ira y odio, mi
cara con rastros de lágrimas desesperadas y no se enteraron, nunca, porqué de
eso, porque no quise ir...
CAPÍTULO XI
CAPÍTULO XII
CAPÍTULO XIII
CAPÍTULO XIV
CAPÍTULO XVI
“Me duele ver como se marchan en busca de algo mejor, me duele ver
cómo me abandonan con parte de ustedes dentro de mí, me duele saber que me
extrañan y que darían su vida por salvarme, duele saber cómo me hundo en la
miseria y no hacen nada para cambiarlo, no quiero morir, desearía seguir
brillando para ustedes, deben saber una cosa, y es que lo amo, se vayan o se
queden, ésta siempre será su casa, siempre los recibiré con los brazos abiertos
y sé que me aman, sé que hasta los momentos, no se puede hacer nada. Todo
cambiará, volverán a mí y yo estaré dichosa de recibirlos nuevamente, son mis
hijos y yo soy su país, no lo olviden…”
¿Recuerdan que dije que escribía incluso para darme ánimos? Son ese tipo
de cosas que lograba plasmar en papel, quizás el dolor de un país entero y el
de quien lo deja. Cerré la libreta y tomé mi celular para apreciar un mensaje de
Diego, que más allá de hacerme sonreír, hizo saltar mi corazón a niveles
desproporcionados.
“Buenos días Lau :3”
“Te quiero mucho.”
¡Me quiere! O eso dice. Y salté, brinqué y le escribí a mi mejor amiga, ella
debía saber esto. Obviamente, también se alegró. Diego y yo hablábamos
todos los días desde que me fui, de todo, sin aburrirnos… Quizás
queriéndonos más. Y puede sonar extraño, digo.
“Amor de lejos, felices los cuatro”. Pero, quizás nos dimos la oportunidad
de intentar, confiando que algún día nos volveremos a ver, confiando en
nosotros, en que de alguna forma, lo vamos a lograr. Decir que Diego se
volvió una parte importante de mi vida, es decir poco. Y es que todo de él me
gusta, me encanta. Así que, escribirle es como tenerlo cerca, un poquito al
menos.
-¿Cómo te fue hoy?- pregunta del otro lado del celular.
-Bien, normal… No, ando obstinadísima.
-¿Y eso? ¿Por qué?
-Porque sí. ¿Ya ti cómo te fue?- dije tratando de desviar el tema. Estaba
molesta por cosas casi sin sentido.
-Ah no. A mí no me hables así señorita. Dime ¿Qué te pasa?- Sonreí.
Antes de llegar a mi casa a plasmar ideas y locuras en un trozo de papel,
tuve que soportar muchas cosas en el colegio, como la molesta voz de uno de
mis compañeros que sinceramente, no es de mi agrado. Soportar los golpes de
una señora que quería montarse como sea, en el Transmilenio, y sacar a mi
mamá de la casa de mi tía, donde compartían chismes y bebían café con leche.
Y cuando te levantas de mal humor, así te consigas un unicornio, todo te
parece muy fastidioso. Al menos para mí.
-Ah ya, entiendo tu obstines- dijo y yo suspiré.
Y es en esos momentos, que te gustaría estar allí, a su lado, o al menos, en
el mismo país. Quieres sentirte cerca de sus brazos, cuando estás mal, de
repente solo quieres abrazarlo a él, a nadie más. Porque es increíble, como
incluso a la distancia, una persona puede convertirse en alguien tan importante
para ti. Y son mese hablando sin parar, riendo, y hasta discutiendo por
boberías, lo que logran tal cosa.
Diego tenía la idea de venir a Colombia, y mientras fue así, quizás me
propuse tratar de convivir más a lo que sentía, era ya, mi única opción. Como
la que se casa por obligación, pero por una vida más cómoda, trata de
comprometerse a sí misma, que amará a su marido. Pero “todavía falta mucho,
y en ese tiempo, las cosas pueden cambiar”.
Ya no había nada seguro, él tenía muchas más opciones y yo solo tenía
ésta. Y mientras él más me pedía paciencia para explicar “algo que cambiaría
nuestros caminos” yo más me desesperaba. Y entiendo que digan ¿Cómo en
un mismo capítulo nos muestra cómo se quieren y como se alejan? Pero es
cuestión de entender que todo esto pasó hace ya un tiempo.
Tuve el valor de preguntarle “Aun me quieres ¿verdad? Nada ha cambiado
¿o sí?” y juro que me sentí demasiado patética. Pero algo más allá de eso,
necesitaba saber si todavía debía seguir tratando de intentarlo o si eso sería
todo y debía marcharse, a otro lado, a superar. Pero respondió que sí, a pesar
de todo, lo seguía haciendo, y su cariño aumentaba más. Y sonreí, pero no
estaba contenta.
Después me dijo que no podría viajar a Colombia, al menos no para
quedarse. Porque, de alguna manera, habían surgido mejores cosas, incluso
estando allá. Y mi egoísmo gritaba “¡Me vale verga, vente!” pero, mi cordura,
mi cariño y todo lo que conforma lo que sentía por él, decía “¡Qué bueno! No
sabes cuánto me alegro. De pana, es una muy buena noticia”. Pero el corazón
y mis dedos sólo me dieron para escribir:
“Ya veo… eso está muy bien”
Supongo que debía expresarme mejor, hacerle notar que la verdad estaba
muy contenta por eso, pero también estaba muy triste. Y de repente, sentí, o
mejor dicho “sentimos” que lo mejor era dejar de hablar como si pudiésemos
tener algo, como si hubiese oportunidad, porque no la había.
Las cosas se pusieron un poco incómodas por un tiempo, y aunque no
quería, Valentina tenía algo de razón “No es bueno seguir hablado ¿para qué?
Solo se harán más daño” Y por más que intentaba dejar de hablar, él seguía
escribiendo y yo seguía respondiendo.
CAPÍTULO XVII
Las paredes de la casa suenan, afuera está lloviendo a cántaros, estoy sola
y cubierta de dos suéteres. Trato de bailar al ritmo de la música que suena,
pero fracasó estrepitosamente. Aun así trato de mover mi cuerpo dignamente,
al fin y al cabo, nadie me puede ver. A parte de escribir, es algo que me saca
sonrisas, porque me divierto de mi propia estupidez. “No hay mejor medicina,
que la risa” o bueno, al menos eso dicen por ahí. Lo cierto es que hay muy
pocas cosas que logran distraerme totalmente, como siempre mis redes,
escribir, escuchar música. Debo confesar que desde que llegué, hubo unas
galletas que captaron mi atención como ningún otro dulce, y me volví
increíblemente adicta a ellas.
La puerta suena, señalando que llegaron mis papás y mis hermanos a la
casa, e instantáneamente, se acaba la paz que se había creado. Empiezan los
gritos y las risas, todo junto, regaños y me vuelvo hostil. Todo me desagrada.
Siento que no debería estar aquí, que quizás estaría mejor allá, en
Venezuela, detallo las posibilidades, y me desilusiono al darme cuenta, que en
Venezuela quizás, también estaría así de triste. Trato de agradecer porque al
menos tengo a mi familia aquí conmigo, sonrío a medias, y entro a Instagram.
De repente, por culpa de un desgraciado sádico, la realidad de mi país era de
terror, de tristeza e indignante. Los venezolanos no merecíamos eso.
Me di cuenta que tantos la estaban pasando mal, que tantos lloraban por no
poder comer al día siguiente. Que el presidente seguía aumentando el sueldo,
como si ni se diese cuenta que es lo peor que puede ser, que no se da cuenta
que nadie lo quiere y los que “lo hacen” es porque necesitan de su limosna
para sobrevivir, quizás porque están más cegados que nunca. Yo sé que tengo
oportunidades, me encontré a mí misma preguntándome ¿por qué no solo lo
agradeces y aprovechas? Y creí entender.
Ese mismo día, me habían invitado a asistir a una concentración de
venezolanos, en contra de la dictadura, y no quise faltar. Pude observar a
tantos alzando nuestra bandera con tanto orgullo. Quizás queriendo alzarla en
nuestro propio país. Llegué justo a tiempo para escuchar el himno, y sentir
como mi piel se erizaba ante tantas voces cantando la misma canción, sentí
como mis ojos se cristalizaban, sentí la letra en mi pecho, en mis entrañas, en
mi ser, en todo aquello, que me hacía ser venezolana.
Odie más a Maduro. Odié más no estar allá y agradecí profundamente a
todos los países que refugian a cada uno de los venezolanos. No pude estar
más agradecida.
Y es que, después de estar casi cinco meses, escuchando el mismo acento,
viendo actitudes que no son propias de tu esencia, es realmente reconfortante
encontrar a personas con esa chispa única y característica de un venezolano.
La mayoría eran maracuchos, por lo que no faltaba el “Vergación” y el acento
único de un maracucho. Muchos opinaron lo mismo.
-Marico yo creo que Maracaibo se quedó sin gente.
Fue divino probar comida típica de mi país, el placer que se siente probar
algo así es inigualable. Vendían pizza, por lo que, gritaban.
-¡Pizza, pizza! ¡Sin guayaba ni piña! ¡Pizza venezolana! ¡Sin guayaba
señores!
Claro, entendíamos la referencia porque a todos nos tocó ver por primera
vez una pizza con dulce de guayaba en las orillas o con piña, a algunos les
gusta y a otros no. A la mayoría no.
Algunos dicen que nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde. Lo cual es
verdad, el venezolano promedio no se da cuenta del maravilloso país que tenía
hasta que ya no está dentro de él o hasta que aprecia cómo se destruyó. Así
que, una vez que tiene la oportunidad de alardear de que son venezolanos, no
la desaprovecharán.
-¿Cómo te fue Laura?- pregunta mi mamá saliendo de la cocina.
-¡Demasiado! Fue fino pues, tipo que había puros venezolanos, y el tambor
y la cosa.- sonreí al recordar.
Ver a mi mamá sonreír de aquella forma, ciertamente alegraba mis días,
porque hubo una época donde mi mamá no sonreía y no reía, y era difícil verla
así. Así que lo de nosotros era una felicidad compartida, ella era feliz porque
nosotros por fin seríamos feliz y nosotros éramos felices porque ella estaba
feliz. Y se sentía bien.
Ese día volví a escribir, quizás anhelos, quizá un sueño que me perseguía
porque de verdad lo deseaba.
“Y aquellos que se fueron, tristes, desolados y sin nada, vuelven, felices a
ver a su familia, dichosos de pisar su tierra nuevamente, orgullosos de
pertenecer allí, ansiosos por volver a comedor de la abuela y probar
nuevamente su sazón, deseosos de saludar a sus antiguos amigos y agradecido
mil veces con aquellos países que les dieron refugio. Y aquellos que alguna
vez se marcharon de Venezuela, deseando y soñando volver, ahora vuelven
con lágrimas en los ojos y el corazón, lágrimas contentas, lágrimas 100%
venezolanas. Y aquellos que dejaron a su familia, llegan directo a sus brazos,
lloran, ríen y son felices, y esperan ansiosos celebrar las navidades juntos,
comer la hallaca de la abuela, la ensalada y el pernil, con las gaitas y
nuevamente… Aquellos son felices y dichosos de volver a Venezuela.”
CAPÍTULO XVIII
No voy a mentir, tantas veces que hablé con Diego y tantas veces que
deseaba decirle cuanto lo quería, y tantas veces me decía que no, que lo dejara
así, que lo mejor era dejar que todo fluyera, a lo mejor lo de nosotros no era
estar juntos, quizás lo supimos desde que le dije que me iría del país.
8:21 pm. Hola Lau ¿estás?
8:24 pm. Estoy.
8:25 pm- ¿Cómo estás?
8:26 pm. ¡Bien! ¿Y tú?
8:30 pm. Bien.
8:32 pm. Me alegro.
8:34 pm. Sabes que aún sigo imaginando cosas contigo. Se me escapa la
sonrisa cuando lo hago.
Solté el celular y fui a beber agua.
-¡No vale! ¿Qué es eso? ¡Así no se puede! ¿Y lo viene a decir ahora?-
grité. Quizás estaba contenta de saber eso, y molesta, porque me había
resignado a intentar superar algo que nunca pasó.
8:36 pm. Aún te quiero Lau.
Sonreí, yo también lo quería.
CAPÍTULO XIX
FIN