Está en la página 1de 53

Exiliados

Por

Brenda M. R.


PRÓLOGO

2001, 05 de septiembre, a las 5:30 am, en un hospital de Caracas, nació


Laura Moreno, venezolana, pesó aproximadamente 2 kg y medio, una niña
blanca, cabello negro y abundante, y ojos naturalmente grises. La primera hija
de Samuel Moreno, y de María Gómez. Clase media, ambos felices de su hija,
y dispuestos a darle todo lo que ellos nunca tuvieron. Quizás ese fue el
principal motivo.
La niña fue creciendo, con los mejores valores y educación, desde
pequeña, con grandes metas para su vida. Y con esto, creció con pocos
amigos, se había acostumbrado a jugar sola, mimada por toda su familia
materna. Laura fue la chica más feliz, incluso sin amigos. No le hizo falta que
de verdad necesitara.
Pero la historia de Laura empieza en marzo del 2017. Todavía cursaba 4to
año, y tenía 15. Su padre había sido despedido de la empresa donde trabajaba
por un mal entendido, en donde, sin embargo, le dieron una liquidación
considerable. ¿Como iban a imaginarse ellos que todo eso iba a pasar?
Que la situación de Venezuela iba terminar de esa forma, y ellos junto a
ella. Pero renacerá de las cenizas...

CAPÍTULO I

Supongo que esta sería la parte en donde yo me presento o lo que sea. No


lo haré, digo ¿para qué? No creo que quieras saber mi nombre, y si paso por
aquí es solo para hablarles de mis problemas, todos ellos y todos, todos
relacionados a lo que ocurre en lo que considero mi hogar, mi patria, mi país,
mi "paraíso". Claro que a esto ya no se le podría llamar paraíso, aunque tenga
algunas partes que hagan honor al adjetivo.
¿Cómo empezaré esto? Pues, soy como cualquier otra venezolana
luchando por una Venezuela mejor, y sobreviviendo a todo lo que esta nos está
mandando. Sinceramente ir en un autobús hacia una terminal para buscar a un
familiar sería lo mejor del mundo (en otro país y para otra persona) para mí no
lo es. A media mañana tuve que salir del liceo con solo 500 bolívares, antes
eso era dinero, pero ya no es nada.
Salir del liceo- lugar que después de querer ir para estudiar, voy porque me
siento mejor ahí (aunque diga lo contrario)- representa una desdicha de mi
parte, y no solo porque me alejé de mis amigos y seguramente me perdí de
muchas cosas ese día, sino que acá, en Venezuela, nunca estás seguro, y por
supuesto, debes andar alerta para prevenir que un desdichado con necesidad te
robe el celular.
Quizás ni siquiera son verdaderos delincuentes, son solo hombres que no
tienen empleo, no tienen dinero y tienen una familia con hambre, quizás un
hijo enfermo, pero nada de empleo ni dinero. No quiere que su hijo muera, y
mucho menos de hambre ¿su única solución? Pues robar al que tampoco tiene,
pero, puede tener más que él. Es demasiado triste, eso hay que reconocerlo.
Pero es a lo que nos ha llevado la situación.
Se llama adaptarse, eso es lo que hacen los animales, y nosotros, somos
animales, animales que tienen por nombre científico "humanos", aún así,
tenemos instintos y necesidades tan iguales a las de un perro. Si al perro le
pica la oreja, se rasca; si quiere orinar, orina; si quiere comer, come. Pero ¿y si
no tiene que comer? Simplemente roba, ya sea en la basura o la comida de
otros perros. Para nada diferente a nosotros.
"La calle es una selva de cemento, y de fieras salvajes, como yo..."
La canción resuena por todo el autobús, y aquellas palabras se calan
profundo en mi mente. En eso es lo que se ha convertido Venezuela... En una
maldita selva con fieras salvajes.
—Esta arrechísimo, en cualquier momento se prende el peo en esta vaina,
y vamos a ver que va a hacer el gobierno. — Habla el chofer entusiasta.
A un lado del volante, una estampilla de San Onofre me saluda cuando un
rayo de sol le dio a través de la ventana. Últimamente me encuentro en una
disyuntiva acerca de si hay alguien en el cielo que aprieta pero no ahorca, que
escucha tus plegarias solo si le rezas con mucha fe y que manda obstáculos
para ver si eres capaz de superarlos y aprender una lección de ellos, porque te
has portado mal últimamente. Y si es así, los venezolanos hemos sido muy
malos entonces.
No te conozco en lo absoluto, solo recuerdo que en mi casa había una
estampilla de ti y que mi papá se arrodillaba ante ti suplicándote que lo
ayudaras a conseguir empleo, de eso hace como nueve años, y no lo ayudaste,
por eso te dejo de rezar, fue cuando consiguió el mejor trabajo que ha tenido
jamás, y eso gracias a una tía. Pero esta vez soy yo ¿vale? Esta vez soy yo la
que te suplica, aunque no de rodillas, que lo ayudes a él a conseguir empleo,
ayúdalo, por favor, solo... Por favor.
De pronto, me descubro a mi misma rezándole al Santo con entusiasmo y
con nervios también, digo, no es fácil hablarle a alguien a quien nunca has
hablado, ni siquiera mirado en su dirección. Así que es un poco extraño y da
nervios.
El autobús me deja justo frente al terminal, he comprado un mango para
comer algo mientras espero a mi abuelo, así que subo las escaleras que me
llevan directo a las sillas donde apenas tres personas están sentadas. Opto por
sentarme en la fila del medio, en la silla del medio. Pasan tres minutos y las
ganas de comerme el mango son más fuertes que yo. No importa si mancho mi
camisa, ni siquiera si me ven como una ordinaria mientras muerdo la dulce
carne del mango, o si me ven mal cuando trate de sacar lo pelitos del mango
de entre mis dientes, solo me lo quiero comer. Mientras me como el mango, en
un local a mi lado, vende almuerzos y el especial de hoy es: Arroz, ensalada,
plátano y bistec.
También hay un pequeño televisor pantalla plana, y justo en ese momento
pasan una canción, habla de Venezuela, por lo que veo, y de un hombre que
deja su país y su gente, porque no tiene otra solución.
Y luego, luego me doy cuenta que las familias se están separando, se
disuelven para buscar mejores oportunidades ¡como los mexicanos! Ellos
saben que en su país no hay oportunidades de trabajo, o no es fácil
conseguirlo. Bueno eso aparece en la Rosa de Guadalupe solo que ahí es más
surrealista, el tipo dura cinco años por allá, mandando dinero a México, pero
luego resulta que se enamoró de una Gringa y tiene otra familia y su hija
mayor no lo perdona pero la mujer sí, entonces comienzan las plegarias, luego
la rosa y luego el viento en el rostro iluminando y aclarando las mentes de
aquellos que iban por el mal camino del rencor. Laura Sad.
Minutos después, un vídeo, que lejos de escucharlo, simplemente miraba
embobada las imágenes que pasaban. Manifestaciones, la Guardia Nacional
atacando a los civiles, heridos, la hermosa bandera siendo pisoteada y luego
levantada del suelo y estirándola al cielo, quizás a Dios (A lo mejor eso lo vi
yo en mi mente) lo cierto es que había una manifestación, un pueblo luchando
por la libertad, y luego, unos jóvenes corriendo para evitar ahogarse con las
bombas lacrimógenas que los guardias lanzan, aguantando los golpes que los
delincuentes uniformados le dan y agitando con amor y honor la bandera de
Venezuela. Y finalmente, la muerte de un niño a mano de un guardia o de un
civil ¿quién sabe? Eso no lo pasaron. Yo diría que fueron los guardias y otros
dirán que fueron los civiles.
— ¿Tu abuelo ya llegó?— Me pregunta mi papá por celular.
—No, aun lo estoy esperando, mi tía me llamó hace como diez minutos y
me dijo que apenas había dejado a mi abuelo en el terminal de los Teques.
— ¡Coño! Y tú mamá nada que me llama, bueno ¿cómo me va a llamar?
Debe de estar en la cola y como no tiene celular. Mira, dile a tu abuelo que si
te puede dar dos mil.
— ¿Para qué? — Pregunto frunciendo el ceño.
—Es que me acaban de llamar para un trabajo, en la noche pero tengo que
ir a Maracay. Y tengo la ropa sucia y necesito afeitarme, ir presentable pues.
Además estoy mamando y sin un amigo, necesito pasaje.
— ¿¡Un trabajo!?
Me sentí bien, atribuí la noticia como un milagro, me alegré, de verdad lo
estoy. Entonces él si me había escuchado.
—Sí, pero tengo que ir a Maracay.
—Está bien, yo le pido dinero. Relax
Ella era única, y a pesar de todo, lo sigue siendo, sigue siendo bella,
abstracta, fuerte y hermosa, Venezuela era, para aquellos tiempos en que yo no
había nacido, el país más rico y hermoso que había. Hoy en día, la riqueza de
mi país es extraída por corruptos, dictadores y avariciosos de poder, y su
belleza se ve opacada por el hambre y la miseria en la que se ve sometida el
pueblo de Venezuela, porque a los altos comandantes, a los "líderes" muy poco
les importa si el pueblo perece por desnutrición, falta de medicinas, o
inseguridad. Ellos están bien, y eso es lo que importa.

CAPÍTULO II

En estos momentos, se acerca la hora del almuerzo en el liceo, ya no


espero a mi mamá en la puerta para ver si me trae el almuerzo, sé que no
vendrá, y aunque mis compañeros (los que traen comida) comparten conmigo,
no es algo que me agrade, más bien, me avergüenza. Yo quisiera poder tener
mi propio almuerzo, pero sé que no es culpa de mi mamá, mucho menos de mi
padre (que en estos momentos debe estar caminando por una parcela para ver
que consigue) es culpa de otros, de arriba, de los corruptos que a su vez, echan
la culpa al "imperio" al capitalismo, a los empresarios "avariciosos" que suben
el precio de los productos a diestra y siniestra, para enriquecerse sin importar
nada. Pero no es así, los que no tienen una venda en los ojos saben, que nadie
trabaja para perder, y que si cada ingrediente, material y cualquier otra cosa
que el producto necesite está subiendo su valor, ellos deben hacer lo mismo
con el producto final, porque repito, nadie trabaja para perder.
Y vamos al caso, si el gobierno está impidiendo que los comercios
adquieran la materia prima para el producto ¿De dónde va a sacar la empresa
la materia prima para seguir elaborando el producto? Tienen dos opciones,
dejar de emitirlo o comprar al extranjero la materia, lo cual sale más caro, y a
su vez, aumenta el precio del producto. Entonces ¿De quién es
verdaderamente la culpa? Pero no me crean, yo solo estoy pensando.
—Laura, aquí tienes. Te he buscado por todos lados chama. —Mariana me
extiende su vianda hacia mí, y sonríe.
Yo hago lo mismo y tomo la vianda, es mi mejor amiga, era obvio que iba
a compartir conmigo así yo me escondiera en el lugar más remoto posible.
Mariana nunca iba sin almuerzo o dinero, por alguna razón. Su padre aun tenía
empleo, y su madre vendía cantidades de cosas. A veces me pregunto ¿Para
qué estoy estudiando? De todos modos, el gobierno puede darme una casa, un
carro, comida y trabajo, lo puedo tener todo si por ellos dependiera. Eso sería
el gobierno ideal ¿no? En realidad no.
Nos acostumbramos a que nos regalaran todo, y no hacemos ademán de
luchar por nuestras cosas porque ¿para qué? Me anoto en una lista, voto por el
presidente y ¡BOOM! Una bolsa de comida que me dura solo tres días. O
simplemente espero ir a reparación, y reparo, reparo, reparo y reparo hasta que
me manden hacer un trabajo comunitario para aprobar la materia, ya que no es
permitido que nos reprueben.
— ¿Hiciste el mapa?— Me pregunto Jesús caminando a mi lado.
— ¿Que mapa?
Admito que en ese momento no sabía de qué estaba hablando, por supuesto
que cuando me dijo que el mapa era para derecho lo recordé todo. Y ya que no
llevaba hojas blancas recicladas en mi bolso ¡y mucho menos blancas
completas! Tuve que pasar por el mercado persa para llegar a Coordinación de
Evaluación.
Ah sí, el liceo se ha convirtió en un pequeño mercado persa, como no
había cantina, los estudiantes e incluso los profesores llevaban dulces para
venderlos a un precio accesibles a los alumnos de cualquier grado, no solo
para comer algo en la escuela, sino para ayudarnos en la casa, porque era
necesario. Nos convertimos en pequeños comerciantes.
— ¿Quieres polvorosas? A 100— Me preguntó una de mis compañeras
deteniéndome en el pasillo.
—Dame dos pues... Yo no sé que le echas a esas bichas, pero son
riquísimas— Contesto entregando el dinero.
—No las hago yo, las hace un muchacho por mi casa. Hace ratico vino una
carajita de 5to grado y gastó cuatro mil en polvorosas.
—Tiene plata la niña. — Comentó Jesús a mi lado.
Las polvorosas no eran galletas de otro mundo, parecían una hostia, solo
que eran un poco más gruesas, pero eran muy adictivas. Llegué al punto de
creer que podían contener alguna droga. No me extrañaría.
—Permiso. Profe era para ver si no tiene una hoja que nos regale. —
Pregunte en voz baja.
—Reciclada. — Es lo único que dice y en respuesta asentimos.
No podíamos exigir, la verdad es que ya no se podía exigir, ni siquiera
antes de que todo empeorara. Con rapidez y precisión logré hacer el mapa de
Venezuela con la división política, doble la hoja y la guardé en una de mis
libretas.
Yo era responsable a medias, no hacía ninguna tarea en casa (a excepción
de los mapas mentales que requerían más trabajo) pero las hacía en la escuela
y siempre las entregaba, así que muchas veces me preguntaron ¿cómo es que
yo era buena estudiante? Y ahí está mi secretito. Siempre quise estudiar, y de
hecho, me gustaba, aunque no niego que a veces me cansaba y me obstinaba el
hecho de tener que levantarme tan temprano, pero igual me gustaba. Y es que
no solo iba por las clases y el saber matutino que nos introducían los
profesores cada día, sino que también iba por mis amigos (los que conseguí en
primer año con mucho esfuerzo y dedicación) y Mariana era uno de esos
pocos amigos qué había conseguido.
Hablar de mi vida amorosa en esa época sería una pérdida de tiempo,
porque sinceramente, no fue nada interesante. Sino hasta unos meses antes de
que me fuera. Pero eso lo contaré después. Es importante decirles que las
pláticas comunes entre mis amigos eran básicamente de política, aunque los
adultos nos decían "se van a enfermar si siguen así" Pero nunca nos importó, a
lo mejor queríamos enfermarnos.
—No, pero ya va. Porque yo voy a decir algo y no es por defender al
gobierno ni nada. — nuestra atención se centra en Alfonzo. —Pero como dice
el profesor, no todos los presidentes son completamente malos o
completamente buenos, esta no es la excepción.
—Él se refería a la historia, y dijo que en la historia no hay buenos ni
malos. Pero esta época es distinta, y solo hay malos. No vengas tu a decir que
Diosdado es ladrón pero porque "necesita" real. — Ataca Mariana enarcando
una ceja.
—Ajá pero. Ellos hacen todo su esfuerzo, no es culpa de ellos que los
venezolanos no sean ordenados. Hacen cola, y se matan a coñazo, y así
tampoco. — vuelve a hablar Alfonzo.
—Me vas a disculpar, pero ningún venezolano tiene que hacer cola para
nada. Ellos no están haciendo nada para ayudar, solo fingen hacerlo. Lo menos
que hacen es ayudar. El venezolano tiene fama de flojo y con un gobierno
como este, aun mas ¿no ves que lo que hacen es ponernos las cosas en bandeja
de plata? Y cuando les da la gana. Nosotros no necesitamos eso, lo que
necesitamos es que nos den las herramientas para conseguir nosotros nuestro
alimento y todo. Que nos provea y nos aliente a trabajar para luchar por el
país. No que nos mantenga mientras esperamos acostados una bolsita.
Dije levantándome, me gustaba hablar de esto, porque en el fondo, yo tenía
razón.
—Además, a mí me parece injusto que nosotros estemos estudiando
diecisiete años de nuestra vida, desvelándonos, matando neuronas, fajados en
un libro, a veces venimos sin desayunar y todo, y que venga alguien muy
fresco, que solo vagaba por su casa porque no le dio la gana de estudiar, y que
tenga más que yo, porque "pobrecito". O sea, ¿que mi esfuerzo nunca valió?
¿Que yo estudie para nada? No tiene casa porque no quiso, no tiene empleo
porque no quiso. Y así suene egoísta, es injusto que un obrero reciba más que
un profesional, que se fajo toda su vida. Su conocimiento vale chamo. Y no
vengas tú a decir "que el obrero tiene un trabajo más pesado". Porque para mí
también fue pesado cuando estudiaba ¿eso no vale?

CAPÍTULO III

Nadie sabe lo que verdaderamente sucede a puertas cerradas, puedes


decirles que has comido Nutella una semana entera y ellos te creerán (Si sabes
mentir, obviamente) la realidad es que no has comido nada.
En fin, el dibujo se trataba de un grupo de personas, todas atadas con
cadenas, un GNB (Guardia Nacional Bolivariano) apuntando a las personas
con una mano y con la otra en su espalda recibiendo dinero. Todo esto bajo la
atenta mirada de nuestro actual presidente. No tenía título, ni descripción, solo
la imagen haciendo revuelo y pegada en el inicio de mi cuenta de Facebook.
Quite la imagen y seguí bajando para encontrar algo que me hiciera reír.
Las páginas de mi cuenta social eran sólo para entretenimiento y algunas que
otras de Venezuela informando que Maduro no quería hacer el referéndum.
—Ven, ven a comer. — Me dice mi abuela con voz cansada.
No me sorprendí por lo que iba a comer. Pasta con leche y queso era, en
ese momento lo más rico del mundo (Y ahora es comida de millonario) los
almuerzos en casa de mi abuela fueron en decadencia poco a poco. No lo
notamos de inmediato, pero cuando acostumbras comer arroz, caraota, carne
mechada y plátano, y de repente comes solo yuca sancochada... Ahí, es donde
notas la diferencia. Al menos yo lo noté.
—Es todo lo que hay mija... — Suspira mi abuela.
—Si bueno, sigue estando divina ¡tú te gastas un don!
En casa de mi abuela no hacía mucho, solo meterme en internet y ver
vídeos o cualquier cosa. No tenía muchos amigos ni en mi casa, ni en Caracas.
Así que no veía porque debía salir.
— ¿Sabes? Vi una imagen en Facebook ¿te la muestro? —Le pregunté.
Se acercó a la computadora esperando que le muestre la imagen. No
parecía de acuerdo, al parecer ella si lo había entendido (Y en un futuro yo
también lo haría)
—No Laura, no. Maduro ha estado haciendo todo su esfuerzo para ayudar
este país... Eso que muestra la imagen no va a pasar. Todo se va a solucionar.
—Sí pero ¿cuándo? ¿Mañana? Lo dudo abuela.
Hablar de política con mi familia era darle en la llaga a un leproso o algo
así. Les dolía y les duele en lo más profundo de su corazón que hablen mal de
nuestro presidente. Defendiendo algo que la verdad, ya no tiene defensa.
Aunque la situación hace dos meses atrás ya era caótica la verdad. Desde
comienzos del gobierno de Maduro nuestra adolescencia se vio condenada,
cuidado y sino antes. Me refiero a que, desde la inseguridad hasta la economía,
nos vemos atados de pies a cabeza. Incapaces de poder salir a algún lugar sin
el miedo de ser robado o asesinado.
Según, Venezuela necesita resurgir de las cenizas...
Ahora que lo analizo, aquella imagen parece haber predicho lo que iba a
ocurrir. Jamás me imagine que ocurrirían tantas muertes, ya sea por
desnutrición o por culpa de un arma. Nunca pensé que parte de mi familia se
iría del país. Tampoco es algo que juzgue, entiendo porque sucedió todo.
A mí siempre me gustó escribir, me relajaba y me desahogaba sin
necesidad de contarle a nadie. Creaba mi propio mundo, uno ideal. Quizás
hasta creaba mi propia Venezuela, una perfecta. Aquí está lo que escribí:
"Había mucho movimiento aquel día, se acercaba navidad. Todas aquellas
mujeres, acompañadas por sus nietos o sus esposos, paseando por los
mercados en busca de los ingredientes perfectos para el pernil. Podía olerse el
aroma maravilloso de la cena navideña, las calles vestidas de gala, alumbrando
con felicidad el lugar, las risas qué se escuchan en cada esquina, las tiendas
llenas. Y en un hogar, donde se percibe el olor de la hallaca, los primos se
reúnen, del más pequeño al más grande, son ocho en total. Debajo del árbol, se
han colocado los regalos qué ha traído la familia entera, y lo único que falta en
el pesebre, era el niño Jesús."
Quizás esa hubiese sido la navidad perfecta, pero yo no lo iba a saber,
todavía faltaba, y por los vientos que soplaban, la navidad no iba a ser como
la escribí. Pero preocuparse por eso a principios de septiembre era querer
suicidarse. Claro que, nos hemos saltado seis meses. Volvamos a Julio.
Cuando se fue mi papá.
Como dije, mi papá no encontró un empleo que de verdad generara
ingresos, y hacia un año que una de mis tías se había ido del país, mi papá era
la única fuente de ingresos y por un buen tiempo estuvimos comiendo yuca
con sardina. No me apena decirlo la verdad, yo si pasé un poco de trabajo,
pero jamás me acosté sin comer.
Era difícil ver como muchas familias se despedían, quizás por lo mismo,
porque no tenían que comer, sobrevivir en Venezuela era muy difícil. La
temporada de mango también nos ayudó mucho. Incluso, a mi mamá se le
ocurrió la idea de freírlo. Pero estaba sola en casa, y al final no le gustó.
—No Laura, eso sabe espantoso, eso me pasa por lambucea.
La verdad es que yo no aguantaba la risa, a mi mamá le habían pasado una
cantidad de cosas por estar siempre queriendo comer algo. Una vez limpiaba
la cocina, y encontró algo marrón en una cucharilla, lo que se llevó a la boca
para que a los minutos yo la encontrara escupiendo todo a su alrededor. Se
había metido a la boca una cucharilla con el residuo del café.
Quizás esto parezca triste, y por esa razón no quieras leer más, porque aun
no te has reído. Pero no todo es así, ya abra tiempo para reír, después de todo,
en eso se basa la vida de un venezolano.
Una vez leí. Específicamente en "El Caballero De La Armadura Oxidada"
de Robert Fisher.
"El Conocimiento Es La Luz Que Iluminará Vuestro Camino"
Y aquí va el enlace de la imagen que vi en Facebook con esta cita. Era
obvio que yo no sabía de que trataba, claro, tenía una vaga idea, pero no a
ciencia cierta. Y conocer después a que se refería era algo abominable.
Después empezaron las protestas, por libertad, para acabar con el régimen,
empezaron las muertes, los llantos, la indignación y la indiferencia por parte
de un partido político cegado y manipulado.
Entonces vi la luz, vi en lo que se había convertido mi pueblo, vi como los
que se suponían debían protegernos, nos agredían, nos asesinaban, nos herían.
Ver eso me destrozo, y no solo a mí. Pero me habían mostrado la realidad de
una forma tan basta que me derrumbo, me aterro. Así no era mi país.
— ¿Por qué lloras?— pregunto mi abuelo.
No quería responder, porque entonces escucharlo iba a hacerme explotar,
porque yo sabía que él era parte de ese grupo político indiferente a las muertes
de jóvenes y orgulloso por el trabajo de los guardias. Pero el vio lo que yo
veía, de una manera distinta, pero lo vio.
— ¿Estás llorando por esos drogadictos que solo le hacen daño al país?
¿Eres marica o qué? ¡Son unos delincuentes!
¡NO! ¡No lo son! ¡Dieron su vida por Venezuela! ¡Se defendieron de las
agresiones!
— ¡¿No ves como escupen y agreden a los guardias?! ¡Delincuentes! ¿Que
vas a estar llorando tu por esas basuras?
¡Más basuras son los guardias! ¡Jamás obtendrán respeto después de
venderse de esa forma! ¡Solo se defendían, no esperes a que pongan la otra
mejilla! ¡Maldito sea el soldado que dispara contra su pueblo! ¡Mil veces
malditos serán!
Quería gritarlo, pero solo lograba cerrar los ojos para retener las lágrimas.
Porque Venezuela estaba destruyéndose frente a mí, y los que luchaban por
ella eran tachados de criminales, basuras, terroristas.
Entonces vi que mi abuelo estaba a oscuras, y por eso era tan indiferente,
vi que él seguía un camino errado y luego vi el mío. Y lo entendí todo.

CAPÍTULO IV

Los días antes de la partida de mi papá no fueron muy distintos, era algo
rutinario y de alguna manera sobrevivimos. Habían pasado también días de lo
ocurrido con mi abuelo, pero las protestas aún no se apaciguaban. Y yo, solo
iba sumisa a mis clases para ver si podía tener un futuro mejor. Pero lo veía
lejos.
A decir verdad, jamás había tenido tanto odio y rencor hacia alguien, pero
es que se lo habían ganado a fuerza, destruían mi vida, la de mis amigos, la de
mis hermanos, la vida de todo venezolano y ellos estaban tan felices,
comiendo tres veces al día, yendo a una clínica siempre que se sentían mal ¿y
mientras qué? Muchos venezolanos no sabían sí comerían al día siguiente,
muchos no tenían medicamentos para la tensión, la diabetes o cualquier
enfermedad. ¿Cómo no podía odiarlos? Si ellos estaban destruyendo todo sin
piedad. Ellos obligaron a las familias a separarse.
Asquerosos seres que no merecían vivir, la avaricia es un pecado ¿o no? Y
ellos son tan avariciosos, que no les importa los demás, pero fingen que sí.
Había llegado el día de que mi papá se marchara, se iba a las 4:30 con un tío,
un taxi los llevaría al terminal.
Esa mañana lo primero que hizo fue acariciar los pies de mi hermana (algo
que a ella le gusta mucho) abrazar a mi hermano y no paraba de decirle "tienes
que cuidar a tu mamá y a tus hermanas mientras no estoy. Ahora eres el
hombre de la casa". La verdad es que de mi no se despidió tanto, porque yo no
me cruce en su camino sino hasta que llego el taxi. Ese fue el momento
devastador.
—Ya me voy... —Dijo curvando sus labios hacia abajo varias veces. Sin
intención de llorar, pero fallo.
Quizás fue verlo a él llorar, lo que me hizo llorar a mí.
—Ya saben, pórtense... Pórtense bien. — A mi papá se le escaparon
algunas lágrimas, y después de esas, no las pude retener.
Mi hermana lloraba muy fuerte (siempre fue más unida a mi papá que a mi
mamá) y lo abrazaba con tanta fuerza, le suplicaba que no la abandonara, que
ella quería irse con él, que no la dejara con nosotros (como sí la fuésemos a
matar) eso puso el ambiente más triste, porque Michelle se despidió de mi
papá como si él se fuese muerto. Guillermo por otro lado, lloraba en silencio,
abrazado a una pierna de mi papá.
Luego vino mi mamá, le dio unos cuantos besos y lloro. lloro porque su
marido se iba, y no sabía por cuantos meses, lloro porque sabía que al día
siguiente no iba a sentir su calor, lloro porque se iba su esposo, ese que a veces
ella gritaba y le decía cosas, lloro por arrepentimiento, lloro por rabia, lloro
por tantas cosas que era inconsolable.
Después seguía yo, mi papá no podía irse sin que yo lo abrazara, no era tan
ruda. Lo abracé con todas mis fuerzas, queriendo respirar su perfume siempre,
lloré en su camisa, y me acorde de los días anteriores, de las risas, los besos y
abrazos, me acorde de los regaños y mis pensamientos hacia él, y lloré aún
más, porque en esos días, que yo sabía que se iba a ir, jamás le dije cuanto lo
amaba (sí le escribí una carta pero no se la entregue) y no pude decírselo en
ese momento tampoco, porque el llanto no me lo permitía. Lloré porque lo
recordaba gordo, y ahora estaba tan flaco, llore de impotencia porque él no
debería irse. Pero se iba.
Mi papá monto las maletas en el carro, y yo agarré a Michelle para que no
corriera, le suplicamos que bajara la voz, porque hacía creer a los vecinos que
alguien había muerto, vi como el carro emprendía su camino y cruzaba la
esquina, con mi papá. Esa noche, fue abismal, porque no estaba él, se sentía su
ausencia, y miraba a su cama, donde él siempre se acostaba, en la orilla y no
estaba. Pero yo me decía "lo vas a volver a ver, tampoco es que se haya
muerto"
Y sí, no se murió, pero la verdad, cualquier venezolano que haya pasado
por eso sabe que no es fácil y que duele mucho.
Luego volví a casa de mi abuela, porque ya eran vacaciones, y
normalmente las pasaba allá. Como dije, lo mío era escribir y estar en mis
redes sociales. Y no recuerdo bien como llegué a ese tema con mi familia, que
todos estábamos en la cocina y por primera vez, dije lo que pensaba. Pero lo
dije, no lo escribí.
—No, pero es que no es justo, que mi papá o cualquier venezolano se
tenga que ir de su país porque aquí no hay futuro ¡no es justo que estén
muriendo personas por desnutrición! ¡No es justo que por mi casa haya muerto
un niño de tres años porqué su mamá no tenía con que alimentarlo! —Para
esas alturas yo ya estaba llorando— ¡No es justo que en mi país yo no tenga
futuro! ¡Que roben hasta los mercados de las personas! ¡Que antes, tu abuela,
hacías grandes almuerzos y ahora solo esto! ¡No es justo que seamos un
pueblo tan ignorante, y tan cegado! Y repito, no es justo que mi papá se haya
ido de su país, porque aquí, nos morimos de hambre. Dime ¿En dónde está tu
gobierno que todo lo puede? ¿Y el socialismo?
Ardía, y solo podía ver sus caras asombradas ante el hecho de que yo había
explotado de esa forma, en que había gritado así, pero la ira pudo conmigo. Es
que yo no entendía ¿cómo podían defender algo así? ¿Cómo podían echarle la
culpa a otro partido político? ¿Cómo hicieron para lavarles el cerebro de esa
forma?
No quiero sonar grosera, pero se aprovecharon de la ignorancia, para
lograrlo.
"Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción"
Nosotros nos destruimos, siempre quisimos algo fácil, sencillo y "bonito",
terminamos en llamas, sangrando, destruyendo algo tan hermoso y perfecto.
Creímos en personas crueles, viles, que se aprovecharon de todo cuanto
podían. Robaron sin que nos diéramos cuenta, robaban mientras nosotros
aplaudimos como idiotas, mientras nosotros moríamos de hambre, y ellos
comían hasta decir basta.
Pero siempre con la idea "Sí aquí se llega a armar un peo, nos jodemos
nosotros, porque la oposición se lleva a su familia de aquí" como si el
gobierno no lo fuese a hacer.
Mientras se creía en el comunismo socialista, ellos vivían como los
millonarios que ellos tanto dicen que aborrecen. La ignorancia en la que vive
cierta parte de Venezuela, nos ha llevado por un camino oscuro, y muy triste.
Durante ese mes, soñé muchas veces con mi papá, que él regresaba y nos
abrazaba y todos éramos tan felices. Lindos sueños (que algún día se tenían
que cumplir) mientras que eso no sucedía, yo veía en los terminales a familias
abrazándose con fuerza, susurrando cosas al oído, llorando y alzando la mano
de un lado a otro despidiéndose de sus familiares. Luego se abrazaban entre
ellos, y yo volvía a sentir ese dolor en mi pecho, porque yo los entendía.
Y si así era con aquellos que se iban del país, imagina con aquellos que
murieron por el país. Imagina el dolor de aquellas familias por haber perdido
un hijo, un hermano o un padre, para que venga un conformista ignorante,
ciego, manipulado idiota a decir "se lo merecía". Nadie merece algo así.
Ahora imagina la deshonra de aquella madre, de un GNB que mato a un
adolescente, la vergüenza qué debe sentir un padre al saber que su hijo es un
títere del gobierno y que no tiene cerebro, imagina la humillación de esa
familia, al tener a una persona así como miembro. (Si es que hay familias
avergonzadas)
"Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la
ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres
ajenos a todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como
realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la
traición por el patriotismo, la venganza por la justicia"
-Simón Bolívar.

CAPÍTULO V

A pesar de todo, nunca ha habido unas vacaciones en donde yo no salga y


conozca cosas nuevas. Estas no fueron la excepción; mis tíos tenían tiempo
prometiendo que me llevarían a Mérida, y por fin se había dado el momento.
Estaba emocionada hasta más no poder.
Empaque todos mis suéteres (que no eran muchos) y lo más importante,
sería un viaje que duraría casi un mes, tendría la oportunidad de subir el
teleférico de Mérida, ir a la heladería donde hay mil sabores y conocer
¡conocer! Con lo que me encantaba conocer cosas nuevas.
Había llegado el día, y yo no podía estar más emocionada. El carro empezó
a emprender el camino, y dormí por un buen tiempo. Quise vomitar cuando
empezamos a subir el páramo, pero afortunadamente no lo hice. Yo pensaba:
"Tranquila Laura, respira hondo, te prohíbo vomitar. Te lo prohíbo"
Admiraba cada detalle del páramo, cada cascada que veía, cada planta,
cada flor. Y es que era distinto a lo que conocía, porque realmente, me la
pasaba en Caracas, rodeada de edificios. Y mi casa era otra cosa aparte, yo
nunca salía de mi cuarto. Me sentía orgullosa de Venezuela, así, como era,
porque a pesar de tanto dolor que sufría, se conservaba hermosa, natural.
Perfecta.
Jamás me había sentido tan orgullosa de ser venezolana, que cuando vi
semejante paisaje, y las distintas tonalidades de verde que tenía cada cerro. Me
enamore del acento de los merideños (Los gochos) escucharlos hablar era
música para mis oídos. El clima era tan perfecto, lo ame en seguida.
—Pero antes hacía más frío ¿cierto Mónica?— Hablo mi tío sin dejar de
mirar al frente.
Mi tía estornudó varias veces antes de contestar y luego asintió en
respuesta. El frío le daba alergia, al parecer.
Cuando íbamos bajando, al carro se acercó una estudiante de turismo,
quería mostrarnos un hotel y a cambio de escuchar el recorrido qué nos darían,
ganaríamos una cantidad de entradas a diferentes parques. Y por esa simple
razón, aceptamos.
Mi tío manejó, algunas veces se detenía, porque otros estudiantes lo
detenían, en busca de lo mismo.
— ¡No papá! Ya nos agarró ella. —Señaló a la chica sonriendo.
— ¡Ay Estefanía! Bueno, suerte. Por cierto, no se peguen mucho de ella
¡tiene piojos!
Todos carcajeamos y volvimos a lo nuestro.
—Ajá cuéntame. ¿Cómo te metiste en esto? ¿Estudias turismo? —preguntó
mi tío.
Él era el más chismoso, por así decirlo.
—No, o sea sí. Es como un curso que hacemos en la escuela señor. —
Decía, pero así con su acento.
Nos explicó en que consistía todo, los detalles, los regalos y las cosas.
Hablo incluso de una tarjeta de crédito y una rifa, y podíamos ganar cualquier
cosa. Pero para desconfiados, un venezolano. Mi tía negó tener tarjeta de
crédito, y la chica le dio la suya, porque al participar, ella ganaría puntos o
algo así, y para solidario, un venezolano.
— ¿y cuánto falta para llegar? —pregunté echando la cabeza hacia atrás.
Iba a vomitar en cualquier momento.
—No, como tres kilómetros señor. Gire a la izquierda aquí.
Paso media hora, mi tío giraba a la izquierda, a la derecha, bajaba, subía, y
aun no llegábamos.
— ¿cuánto falta? —pregunto mi tía esta vez.
—Ya casi, como en tres kilómetros llegamos.
"Nawara, lleva diciéndonos qué faltan tres kilómetros como desde hace
una hora. La voy a vomitar para que sea seria nojoda"
—Mire, aquí a la izquierda y llegamos.
¡Ja! Casi quince minutos más, y por fin llegamos. Poco me falto para besar
el piso, ya me dolía todo de tanto estar sentada.
El hotel era bellísimo, las habitaciones eran más bien una especie de
cabañas, podían verse uno de los picos de Mérida, había un restaurante
hermoso y las habitaciones más costosas eran aun más hermosas, nos
ofrecieron que nos asociáramos, pero ¿con qué dinero? De igual modo nos
dieron lo que buscábamos, y finalmente, nos despedimos. ¡Ah!, mi prima se
había perdido durante el recorrido, incluso lloro al vernos. Y luego de vuelta al
auto, lo pensé dos veces antes de subir, pero una pequeña brisa me hizo
decidir. Finalmente cerré los ojos y dejé que mi tío siguiera manejando. (Eso
no era nada para la cordillera, para llegar a Bogotá)
Finalmente llegamos al pueblo donde vivía el padre de mi tía. Llegué
callada, sumisa y casi mirando al suelo. Ya eran casi las seis de la tarde y
comenzó a pegar el frío.
Esperé a que me dijeran que podía sentarme y cuando lo hicieron, me
senté, obviamente.
— ¿tú qué? —me preguntó el señor.
¿Yo que de qué? El señor era bajo, un poco gordo, traía lentes y un poco
pelón. Pero no se veía tan viejo.
—Será que tú dormirás en el patio ¿no?
¡Así no se podía! Ese señor había agarrado confianza conmigo desde que
me vio, y yo miraba a los lados sin saber que decir. Porque me había caído
bien, pero igual vale.
—Yo me acuerdo de ti.
¿De mi?
—Yo llevé a tu mamá a su casa en una oportunidad. ¿Te acuerdas?
Coño ¿De pana? ¡Ah sí! Ese día si sí...
—No, no me acuerdo. — Dije negando.
Ni mi amá se debe de acordar.
—Bueno, tú vas a dormir con Andrea y yo con Miguel. Ya vamos a comer
¿has probado las arepas andinas?
Verga sí, todos los días. Nojoda, ya hasta me cansé de comerlas. Es obvio
que no.
—No, no las he probado. — Volví a decir.
Lo irónico del caso es que si las había probado, pero yo no sabía que esas
arepas de harina de trigo qué hacia mí mamá eran arepas andinas. Pero las que
había hecho la mujer eran mucho mejores. Y no me atreví a decir que yo ya las
conocía. Me sentí culpable por mi pensamiento sarcástico hacia el señor y me
disculpé. En mi mente, obvio.
—Bueno Miguel, infla el colchón ahí pues. — Le dijo mi tía a mi tío.
Quien obedeció de inmediato.
Mi primo (Miguel Junior) dormiría con su abuelo y yo, con Andrea. Una
vez inflados los colchones, procedimos a tenderlos, lo que fue un problema.
— ¡Coñoooo! Meto aquí y sale allá. —dije desesperada.
La gente comenzó a reír y me di cuenta de mi error. El chinazo más grande
de mi vida. Y sin darme cuenta.
—Tía JAJA lo voy JAJAJA lo voy a dejar así. — dije entre risas
avergonzadas y finalmente me acosté a dormir junto a mi prima.
Mi primera noche en Mérida.

CAPÍTULO VI

Me desperté en el piso, literal. El colchón se había desinflado y así fue


todos los días, pero realmente me importaba poco. Muy poco.
En cierto momento me quede asombrada de ciertas cosas que nombrarlas
sería algo estúpido. Cabe decir que subimos el teleférico Mukumbarí ¡y conocí
la nieve! (lo siento quería alardear de ese pequeño placer de vida) subir fue
fácil, difícil fue ir bajando, en la cuarta estación me quedé sin aire y comencé
a sentirme mal.
Pero como la mujer qué era y que soy respiré hondo y continué (y no es
por dármela de genial) simplemente no podía darme él gusto de vomitar frente
a todo el mundo; en la tercera estación, me sentía mucho mejor, fue mi primo
quien se sintió mal, y lo sentamos, compramos agua, le dimos una pastilla y se
durmió por media hora. Sí, así era Miguel.
Lo que me recuerda que unos días antes, habíamos cenado algo, la verdad
no sé que fue, que nos cayó mal a mí, a mi tío y a mi primo. Lo supimos
porque despertamos yendo al baño, mi tío se despertó temprano, seguí yo y
luego él. Teníamos planes de pasear ese día (planes qué no se pospusieron) en
la parte de atrás de la camioneta iban dos idiotas con cara verde y aguantando
las ganas de ir al baño, nos dolía la cabeza y el estómago (aunque tampoco nos
vino tan mal) mi tía nos compró un jugo de manzana y un savoy, lo cual nos
mejoró. Al menos a mí, él seguía quejándose, y lo hacía tanto que yo quería
partirle la cara por ser tan gafo. Su mamá ya nos había consentido todo lo que
podía.
Incluso se perdió de un paseo, porque volvimos a casa, por unos minutos y
me quede dormida.
-Laura, vamos a salir ¿vienes o te quieres quedar a dormir?
Negué, fui al baño y finalmente me fui, pero mi primo se quedó, y durmió
y durmió. También debo decir que casi me caía de un caballo que estaba
corriendo, y que me comí un helado de choco canela y Galak (un chocolate
blanco qué es el cielo y que no he vuelto a probar desde que desapareció)
Digamos que disfruté el viaje, lo hice. Claro que hubiese estado bien ir con
mis hermanos y mis padres. Hubo una noche donde no aguanté la melancolía,
y lloré, porque no hablaba con mi papá desde hacía un mes, y no tenía como
por qué no tenía celular.
Aquí va la parte con más adrenalina del viaje, el regreso ¿por qué? Pues
porque la camioneta había empezado a fallar unos días antes, y no contábamos
con suficiente aceite, así que, todo el viaje fue de esperar y buscar aceite, pero
no había en ningún lado, y no salíamos que hacer, además de que, había una
fila horrible. Y en las gasolineras había que hacer fila (lo cual es irónico que
un país petrolero deba hacer fila para llenar el tanque de un carro)
Una vez más.
¡GRACIAS A LA REVOLUCIÓN!
Púdranse.
En fin, llegue a mi hogar (a la casa de mi abuela para ser exactos) me
esperaba mi hermosa madre y mis hermanos, volvía a la ciudad, al Wi-Fi y los
edificios que ya conocía. Se sentía bien estar de vuelta después de conocer
algo ¡uff, sí! Muy bien.
Volvía a mis días de odiar al maldito de Maduro y todo su combo (eso no
se sentía tan bien) y volvía a mis amigos que me acompañaban al odio.
-¿Qué tal el viaje?
-Estuvo bien, conocí la nieve y todo. Es fina.
-¿No te enamoraste de algún gocho?- preguntó mi mamá sonriendo, a lo
que rodé los ojos.
Ignoré el comentario y procedí a bañarme. Algo que hacía habitualmente,
aunque en Mérida lo pensaba mucho, casi dos veces para meterme al baño,
pero al final lo hacía, gritando "Wuuuuu, ¡ay está fría! ¡Ah, Santa madre!" y
todo eso para darme valor y seguir bajo la regadera. Consideré maldecir a
Maduro, pero dado a que estaba en una casa ajena, no lo hice.
Pero esta vez fue diferente, me bañe con agua caliente y yo bien happy.
Al día siguiente desperté solo para entrar a Facebook, mirar los memes que
tanto amo y enterarme de lo que no. Entonces, seguíamos en lo mismo, y
cuando sabes que tus amigos solo hicieron cola todas las vacaciones, para ver
que comer, se te quitan las ganas de alardear acerca de tu viaje, y de que
conociste la nieve y toda esa mierda.
Esa noche soñé con una mujer, una anciana para ser exactos. Su piel
tostada, con ampollas; traía flores blancas en el cabello (aunque estaban
marchitas) también tenía su ropa rasgada y un poco quemada, tenía un ojo
tapado y el otro reflejaba tanta tristeza qué me sentí desolada, su boca curvada
hacia abajo, arrastraba consigo unas cadenas. La detallé tanto como para
imaginarla sin tantos defectos, incluso la imaginé joven, y no me sorprendí al
ver una hermosa mujer, completamente sonriente, feliz, risueña. Me atreví a
preguntarle en voz baja, qué le había pasado.
—Caí en manos equivocadas. — respondió dándose la vuelta.
— ¿Cómo paso eso?
—Creí en promesas querida, me hicieron ver cosas lindas, y terminé así.
Me robaron, me hirieron.
— ¿Quienes le hicieron eso? ¡Tienen que pagar!
—En su momento lo harán. Parte de mis hijos me han herido y otra parte
trata de levantarme, pero estas cadenas no me permiten hacerlo.
—Pero... ¿quiénes son sus hijos? ¿Por qué ellos le harían algo así?
— ¿Sabe algo mi niña? Mis hijos se están separando, a pesar de todo lo
que me hicieron no les guardo rencor. Pero sé que la única forma de que yo
vuelva, es que ellos se unan, y me liberen.
—Señora, pero fue parte de sus hijos quienes la pusieron en esa condición.
No entiendo como...
—Siguen siendo hijos míos, necesito que me perdones hija, por no poder
darte todo lo que necesitas en estos momentos...
Su voz se quebraba y calló arrodillada, tapaba su rostro y lloraba, yo de
alguna forma hice lo mismo, lloré, incluso la abracé. Aunque no entendía
porque sentía tanto dolor por aquella mujer.
—No creo que las personas que le hicieron esto puedan llamarse hijos
suyos...
—Escucha bien, yo sé que voy a salir de esto. Yo lo sé... — Se levantó, y
sonrió, y su sonrisa era hermosa.
Limpió sus lágrimas y se marchó, arrastrando sus cadenas. Desapareció de
mi vista. Cuando desperté, supe de inmediato quien era esa mujer y no pude
evitar llorar y decir:
—Perdónanos tú a nosotros. Por favor... Te sacaremos adelante te lo juro.
Yo sé que no estás sola y sé que pagaran, pero por favor, por favor, perdónanos
Venezuela...

CAPÍTULO VII

Entonces despiertas un día, con la seguridad de que pronto saldrás de


Venezuela, y sonríes porque vas a estar "mejor" porque ya no vas a sufrir el
día a día. Pero luego ves a tu prima reír, o a tu abuela moverse de acá para allá
y quieres quedarte, y es esa contradicción, ese sentimiento de querer irse y
quedarse a la vez que consume por dentro, que marchita tu corazón poco a
poco.
¡Pero es que no hay otra opción! Sería quedarte en Venezuela y ver como
tu sueños y esperanzas se destruyen poco a poco con cada aumento de sueldo,
con cada cosa que ves y analizas que es imposible, porque es triste qué el
futuro del país se vaya, porque en Venezuela no es futuro, es solo mas
desesperación. Pero si hay algo que sé, es que no se irán para siempre, y
volverán, a reconstruir la Venezuela de antes.
—Mira ¿qué tienes? Te veo como pensativa— dice mi primo sentándose a
mi lado.
—Pienso en el aburrimiento tan grande que consume mi alma selectiva y
que deambula en cada espacio de mi asqueroso ser— digo palabras sin sentido
cómo respuesta. Es divertido verlo confundido.
—Vamos al cine pues ¿no quieres?
Coño ¿al cine? Claro que quiero
— ¿y a ver qué? ¿Nosotros dos solos? Eso me da ladilla. —respondo
levantándome.
—Aah te da ladilla salir con tu primo, dale. Y vamos a ver esta de terror, y
que una tipa se murió de un infarto viéndola. ¿Cómo es que se llama? IKS o
una vaina así, la del payaso feo.
Sonreí y negué.
—IT Pero aja muy que se murió una fulana y tal ¿con quién vamos a ir? Si
tú eres más cagao'— reí
— ¡Ay si, ay sí! Bueno ¿vamos a ir o no? De la gente no te preocupes
vale. Tu dime y ya.
—Me sorprende que me estés jalando tan bola y eso que no tengo.
—No es jalarte bolas, es como que quiero sacarte del edificio, tu cara dice
que te quieres lanzar del balcón y es mejor evitar cualquier vaina.
Carcajeé y me dirigí al baño para arreglarme no sin antes gritar ¡Ok
vamos! Y me bañé, me vestí y listo.
Habíamos llegado al Sambil, acompañados, porque que mi prima quería
ver Emoji, y mis tíos decidieron complacerla.
Los planes cambiaron, ya no veríamos la película a la hora pautada (que
era a las cuatro), sino que sería a las nueve. Por esta razón, mi primo y yo
decidimos recorrer todo el centro comercial y para complacerme, ambos
entramos a una librería donde pasamos casi media hora buscando un libro. Es
que yo me sentía cómoda, hubiese querido quedarme por más tiempo y poder
leer todos los libros, claro que después de que él recibió un mensaje de su
amigo diciendo que ya habían llegado, toco salir de la librería.
No estaba contenta, solo quería ver la película y volver. Me imaginé hacia
un lado, mientras tres chicos hablaban entre ellos, cosas que solo ellos le veían
el gusto. Estaba aburrida, y a la vez molesta. Pensaba qué iba a hacer cuando
los chicos se encontraran, es obvio que yo no los conocía, a ninguno de los
dos.
Subiendo las escaleras mecánicas, deseé abrir mi bolso y comer unos
dandis que había comprado, pero no lo iba a hacer, me había prometido a mí
misma guardarlos para la película.
Volví en sí, mire atenta el metal de las escaleras esperando el momento
para alzar el pie y salir de ellas, había quedado con la idea de que si no alzaba
los pies, me quedaría sin ellos (un cuento que echo una vez mi mamá). Al
alzar la vista, lo primero que mis ojos vieron fue a un chico.
Inclinado sobre la baranda, hablando por teléfono, él no me prestaba
atención y cuando éste se enderezó, me obligué a apartar la vista.
El chico había colgado, y su primo me presento ante los chicos, a lo cual,
solo sonreí. Solo alcancé a hacer eso, ni siquiera podía hablar ¡Es que Jesús!
Ese niño estaba buenísimo, me dejo sin palabras. O bueno, ahora lo describo
con tanto afán porque aja.
Ya no éramos solo dos, ahora éramos cuatro. Y por alguna razón, yo solo
miraba discretamente al chico más bajo de los tres que me acompañaban. Me
había gustado (Lo admito), algo de él me llamo la atención.
Cuando Alejandro habló, logró hacerme reír mucho, puesto que tenía esta
carisma que a mí me encantaba y Diego (el chico más bajo y el mayor de
todos irónicamente) no se quedaba atrás, me hizo reír con tal facilidad (Pero la
verdad es que yo me río fácilmente y de lo que sea), que me pareció aún más
atractivo e interesante. Hacerme reír era ganarse mí confianza, y ese día me reí
hasta cansarme. Me tenían, uno como amigo, y el otro se había convertido
oficialmente y así de rápido en mi crush (algo que no tenía desde hace mucho)
pero me convencí a mí misma, de que eso sería todo, un crush.
Luego lo vi reírse, de una manera que yo entendía muy bien. Porque
cuando mi primo susurró "Él si es escandaloso" yo lo había entendido y me
gusto verlo reír, así sea saltando de un lado a otro, porque yo también era así.
Porque a mí también me decían lo mismo. Alejandro y Miguel querían ir al
baño, por lo que en ese momento, Diego y yo nos quedamos solos, esperando
al par de idiotas que tardaban más que una mujer.
— ¿Sabes que hora es?—pregunte, en voz baja.
Señor ¿que me está pasando? ¡Habla duro! ¡Como una mujer no jodas!
—Deben ser como las ocho y piquito...— ¡Pero es que habla tan bonito!
"Y piquito..." siempre odié el "y pico". Porque no era exacto, siempre me
decían "las cinco y cuarenta y pico; las dos y pico o las ocho y piquito" no
sabía si estaba un minuto tarde o temprano. De igual manera evite rodar los
ojos y espere impaciente la llegada de los otros dos idiotas que me habían
dejado con uno igual o peor que ellos pero versión linda.
Lo miraba, él no se daba cuenta, y gracias a Dios porque si no, pero es que
había algo que me llamaba mucho la atención y quizás por el hecho de que me
hizo reír, quizás porque lo consideré divertido...
Se acercaba la hora de ver la película, y con ella llegaron dos chicas más, a
las que Diego dirigió toda su atención. Incluso se sentó a lado de ellas, pero
era de entender, él las había invitado (por alguna razón) y no las podía dejar
solas.
Alejandro en una oportunidad intento besarme (según mi primo qué lo
había notado porque yo ni pendiente). Hubiese querido que fuera Diego quien
lo hubiese intentado. Pero era obvio, eso nunca iba a suceder. Traté de
concentrarme en la película, para mi suerte, me senté a un lado de Alejandro y
mi primo. Me pareció gracioso el hecho de que el chico a mi izquierda
(Alejandro) me hablara a cada cinco minutos, evitando que viera la película.
Hubiese querido sentarme a lado de Diego, pero era obvio que no.
Además, para ser la sala de un cine, hacía un calor insoportable.
Maldita sea nojoda, yo y que trayendo un suéter para el "frío" y aquí
parecemos pollo asado viendo al maldito payaso feo ese. ¡Ño' e La madreeeee!

CAPÍTULO VIII

Luego llegaron las clases, de nuevo al colegio y todo eso, no me quejaba,


después de todo, me gustaba ir al liceo. Más por mis amigos que por las clases
(pero eso ya lo había dicho) La mayoría de las veces todo era risa y relajo, y
me encantaba que fuese así. Claro que en ciertas ocasiones me pegaba la
nostalgia.
Nadie quiere irse de su país, todos quisieran quedarse y morir ahí, en el
país qué los vio crecer, y si es de salir, solo para hacer turismo, y ese tipo de
cosas, pero con la certeza de que volverás a casa. Cuando sabes que te vas,
sabes que vas a extrañar todo, a tus amigos, a la familia qué dejas, a los
vecinos, tu casa, tu cama y la mascota que seguro no puedes llevar, incluso
extrañas el camino que recorrías siempre para ir a la escuela.
Irse no es fácil y quedarse tampoco. Irse no es fácil porque empiezas de
cero, ya no tienes casa propia, es alquilada, no es fácil porque es una nueva
cultura, la xenofobia y el nuevo entorno, y no es fácil lidiar con nada de eso,
con esas miradas confundidas, o de lastima o de fastidio, con el hecho de
llegar solo a un lugar, sin tú familia o amigos y rogar qué ninguno de ellos
muera porque sabes que no podrás estar ahí para despedirte.
Pero quedarse tampoco es fácil, porque significa seguir sufriendo, la
desesperación de no saber que comerás mañana o si tan siquiera comerás,
significa seguir con la intolerancia de un partido político, significa seguir con
miedo a subir a una camioneta por temor a ser robados, significa enterarse de
una nueva persona muerta por esto o aquello, y no es fácil.
Ninguno de los dos es fácil, pero que sea difícil no significa que sea
imposible, y si no es imposible, entonces no hay que dejar de intentarlo. Y
aquí vamos con Venezuela.
Reconstruir a Venezuela no va a ser fácil, pero eso no significa que sea
imposible, y cómo no es imposible, no hay que rendirnos.
La canción de Shawn Mendes, Stiches suena, haciendo qué todos los
chismosos de mi salón volteen a verme, agarro mi celular y veo
"Desconocido"
¿A quién coño se le ocurre llamarme? Que peo
—Profe ¿puedo atender? Es rapidito.
—Rápido.
Agarro mi celular y atiendo antes de salir del salón.
— ¿Alo?
— ¿Laura?
— No.
— ¿No?
— Si vale, soy yo ¿Quién habla?—pregunte apurada.
— Soy Diego.
— ¡Caramba! ¿Y quién te dio mi número? Miguel seguro.
La sonrisa no cabía en mi cara, o sea ¡por favor! Diego me estaba llamando
(en un momento inoportuno Pero lo hacía pues)
—Si vale, mi gran amigo Miguel, después de jalarle cómo por una semana
para que me lo diera.
—Ahh ok. Bueno, entonces ¿qué paso?
"Si eres tarada ¿qué paso? Mínimo te cuelgo."
—Te llamaba para saber de ti pues, tú sabes. ¿Cómo estás?
—Muy bien ¿y tú?
—Bien vale, mira te tengo una pregunta.
—Ok ¿cuál es?
— ¿Te pones caliente cuando escuchas este perreo?
Ni puede evitar carcajear, y tape mi boca rápido. ¿Era en serio? ¿Esa era su
pregunta?
—No, yo no.
— ¿Entonces? Un vallenato y tal ¡LOS CAMINOS DE LA VIDAA NO
SON COMO YO PENSABA!
—JAJAJJAJA ¡NO SON COMO IMAGINABA! pero eso tampoco pues...
—Dices que no y me sigues el juego ¿por qué hieres mis sentimientos?
—En eso se basa mi existencia— reí.
—Que cruel eres... Me agradas.
— ¡Uff! Qué alivio, yo ya pensaba que no. — dije sarcástica mordiendo mí
labio.
—Qué lindo tu sarcasmo vale.
—Gracias, es natural. Hablar conmigo es soportar el sarcasmo y es mi
deber informarte qué no todos pueden
—Punto para mí porque no soy todos.
Sentí su sonrisa ¡si vale lo sentí! O me lo imagine riendo mientras me
coqueteaba a mitad de la clase de biología.
—Y si yo soporto tu sarcasmo, tú lo haces con mis chistes malos y mis
estupideces.
—Me parece justo. Digo, no pueden ser tan malos.
— ¿por qué la escoba siempre está feliz?
—A ver ¿por qué?
—Porque va riendo. —carcajeo y yo también lo hice.
Justo en ese momento llego el profesor.
—Yo pienso qué cuando estemos en el examen, también se va a reír.
—ya voy profe...
Volví al teléfono
— ¿estás en clases? —preguntó.
—Sí, me llamaste en medio de la reproducción de estrellas de mar ¿sabías
qué si picas una en dos, se regenera? No se muere.
—Interesante dato... Entonces estas en clases, te llamo al rato ¿va?
—Vale.
Colgué y volví al salón, al interesante mundo de las malditas estrellas de
mar y cómo se reproducen, y cómo lo asociamos a los seres humanos.
—cuando nos cortamos, nuestra piel se regenera.
—Bueno, en mi humilde opinión, menos mal que no nos podemos
reproducir cómo las estrellas de mar— digo sonriendo.
—Claro, imagínate. La sobre población, y hubiese dos cómo yo. —
Argumenta Mariana escribiendo algo en su cuaderno.
—No vale, por eso no. Si los humanos se multiplicaran de esa manera,
entonces, imagínate. Maduro estaría dispuesto a cortarse los dedos de las
manos para reproducirse y nojoda, no podríamos matarlo, sería peor la vaina.
— reí y todos rieron.
Imagínense un mundo con 11 Maduros, imaginen esa "hermosa" escena, y
reflexionen sobre ello. Once idiotas al poder, destruyendo aún más.
—Laura ¿Quién te llamo qué estabas muerta de risa perra?
—Ay chama... ¿te acuerdas del chamo del qué te hable? Bueno él.
— ¿De pana? Eerga, así te tendrá.
—Si eres gafa. Dijo que me llamaba después chama. Tiene una voz tan
bonita.
—Pendiente chama.
La conversación había finalizado y con ella, las clases por el día de hoy.
Diego me parecía un chico muy lindo e interesante, además de que era muy
inteligente, y me gustaba, de verdad me parecía lindo.
Llegue a mi casa, deje mí bolso y me quite la camisa dejándola en la silla.
—Bendición mami.
—Me quitas esa mierda de ahí y la llevas para tu cuarto— dijo desde la
cocina y me volví a poner la camisa.
— ¿Qué mierda vale? ¿De dónde?
Reí, me fui a mi cuarto y me tire en la cama, me quede dormida, relajé el
cerebro, estaba demasiado cansada y me dolían las piernas. Es que subir hacia
mí casa era toda una aventura digna de admirar, al menos para gordas cómo
yo. Y antes de cerrar los ojos, mis vecinos pusieron "Bonita" no pude evitar
rodar los ojos.

CAPÍTULO IX

— ¿Eres idiota? ¿Y si te descubren? ¿De verdad vas a hacer eso?


—Sí vale y cálmate. No me van a descubrir porque mi mamá va a creer
que estoy contigo, y ella no va a venir hasta acá para comprobarlo, chama por
favor.
Ésta es la cuestión, hace dos semanas que hablo con Diego y me invito al
cine (y debo admitir que muero por ir) pero sé que mi mamá no me va a dejar
porque "no hay efectivo", "está muy peligroso ir por ahí sola", "porque no"
estas y más razones me impedirían ir al cine con Diego. Y me niego a decirle
que no. El plan es, mi amiga dice que vamos a estar juntas todo el día, y yo me
voy bien temprano a Caracas y vuelvo antes de las seis porque la película es a
las tres de la tarde y va a funcionar.
—Tú planeas irte a Caracas y que yo le diga a tú mamá que estás conmigo.
—Por favor Mari, no seas mala. —ruego y ella asiente.
Sonrío y la abrazo, hablar con Diego me ha distraído un poco y no de mala
manera, todo lo contrario, me aleja del estrés y el mal humor e incluso me
atrevo a decir que la política no pasa tanto por mi mente, y me gusta que sea
así.
Cuando llego a mi casa, dejo mí uniforme en la cama, y de una vez pido
permiso para estar todo el día con Mariana desde las 8, a lo que obtengo una
afirmación (cosa que ya sabía que tendría) sonrío y arreglo todo para mañana.
No es por nada pero voy a salir con Diego, nada más y nada menos que con
Diego y estoy súper feliz.
**
6:00 am
Alarm clook suena, y quiero lanzar esa mierda por el balcón de mi ventana,
luego recuerdo que mi cuarto no tiene ventana y mucho menos balcón, así que
se me pasa. Suspiro y corro a lavarme la cara y hacer todo lo que se supone
tengo que hacer.
Hoy voy a salir con Diego al cine y no necesito tú aprobación, porque lo
voy a ser a escondidas por primera vez en mi vida.
—Mamá me voy pa' donde Mariana. —Digo fingiendo normalidad.
—Con cuidado por ahí Laura.
—Dale, bendición.
—Dios te bendiga.
Y así emprendo mi viaje, el celular guardado en un escondite secreto por si
acaso se monta un brayan y me vaya a quitar. Son las 7:15 am y ya le avisé a
mi mejor amiga que mi mamá cree que salí para allá.
7:19 am: "Chama pendiente cualquier cosa. Usas protección 7u7"
Visto por boba. Y después que el autobús pasa justo frente mi mejor amiga,
mi corazón palpita aún más fuerte.
Bueno, si mi mamá se entera, ya habré disfrutado antes de mi muerte.
Laura no te eches para atrás.
Me doy aliento a mí misma y subo al carro para ir a la capital, lo que uno
hace por salir de la rutina, porque por Diego no lo hago. Piensa en el día y ya,
no va a pasar nada y Mariana me va a avisar cualquier cosa que ocurra. Si no
tengo un mensaje de ella, sé que todo está perfecto.
8:30 am
Se supone que nos vamos a ver a las 10 en el Sambil (Donde nos
conocimos) y vamos a pasear un rato para luego ver la película y retirarme
sana y salva. Y todo va a estar bien porque es una hora y media de aquí a
Caracas y voy a llegar a tiempo.
9:30 am
—Oh amenishin wena duet... Gasolin wena duet.
Canto la de Power de Little Mix mientras veo como Caracas se acerca cada
vez más, y por cuestiones del destino, puedo ver a un hombre buscando de la
basura, y no pude sentir más dolor en mi pecho y es en esos momentos cuando
me pregunto ¿cómo pueden decir que todo está bien? El señor no se ve como
un vagabundo que tiene su vida acostumbrada a comer de la basura, la
situación lo orillo a eso y me duele, de verdad.
Calculo qué tengo media hora antes de llegar por completo al terminal,
saco mi libreta y mi lápiz qué utilizo para escribir y miro la punta, afilada y
lista para surcar el papel.
"Jamás pensé escribirte una carta, creo que ni en mis peores sueños te
hubiese hecho una, tampoco creo que con una carta recapacites, digo, si
viéndolo tú mismo no lo haces, que yo te lo cuente no va a hacer la diferencia.
Pero este es el motivo, acabo de ver a un hombre comer de la basura ¿te
parece justo? Parte de mi familia se va del país ¿te parece justo eso también?
Un niño murió de desnutrición ¿eso te da placer? No sabría decirte, pero estoy
segura que diciéndotelo de esta manera no vas a entender. Mejor algo que tú
incompetente cerebro si pueda leer.
Gracias a ti, los que podemos comer, lo hacemos a base de vegetales, ya
sabes, apio, maíz, yuca y esas cosas, nos volvimos vegetarianos gracias a ti;
gracias a ti, estamos viajando, conociendo nuevos países, Ecuador, Estados
Unidos, España o Colombia, ya sabes, nuevas culturas; de nuevo gracias,
porque ahora los que eran ateos se arrodillan ante una estatua y rezan, y los
que antes ya lo hacían, ahora lo hacen más, ya sabes, más devotos que nunca,
pidiendo que tu tiranía acabe ya, pero no estoy segura de que Dios pueda hacer
algo. Mira como la has destruido y dañado ¡felicidades campeón! Conseguiste
lo que querías, porque era esto lo que querías ¿no? Destruirla y acabarla. Pues
lo has logrado. Lo lograste"
Termino de escribir y guardo la libreta justo cuando el carro se estaciona.
Estoy en Caracas y son las 10.
10:03 am: "¿ya vienes?
10:03 am: "Sí, voy en camino"
Luego viene el metro y las estaciones y para cuando son las 10:30 am, mi
vista enfoca a un chico con suéter y una sonrisa muy linda.
—Hola.
—Me alegra verte— dice abrazándome. Lo que no me esperaba.
—A mí también. En serio. — sonrío.
Nos miramos unos segundos y luego procedemos a caminar y a hablar
estupideces cómo lo hacíamos por chat. Y creo que no me arrepiento de
haberme arriesgado, de haberme lanzado este viaje para verlo porque valió la
pena, y yo sabía que iba a ser así.
—Sí, pero yo no puedo creer que Guillermo sea mayor que tú— digo
caminando a su lado.
—A pues, y ¿porque no?
—Por tu tamaño no es, para nada— digo sarcástica.
—No vengas tú, yo soy más alto que Miguel y que tú.
—Imagina qué yo sea más alta que tú, eso sería colmo ¿no crees?
—Bueno la cuestión es que soy mayor que tú, quinceañera.
Como si eso me doliera.
— ¡Uy perdóname ser prehistórico testigo de los dinosaurios!
—Sí vale, dicen que los mató un meteorito, pero eso es mentira. No les
llego la caja del Clap.
Reí y golpeé su hombro, que buen chistazo, él sonrió y así, de la nada,
quise besarlo, pero me contuve, tenía que hacerlo.
—Oye. —Llama mí atención.
— ¿Qué pasó?
—Toma.
Cierra su mano y espera a que ponga mi mano debajo de la suya para que
me entregue algo, dudo de hacerlo porque aja, ¿y si me quiere dar un bicho
raro? Pero al final extiendo mí mano bajo la suya. Mi sorpresa es que cuando
lo hago, él entre laza nuestras manos y comienza a hacer círculos con su
pulgar en mi mano.
—A eso le llamo estrategia. — Digo sonriendo.
—Ya casi es hora de ver la película. —Dice aun con nuestras manos
unidas.
Se pasó de bello xD

CAPÍTULO X

Las personas dicen que en el cielo hay un Dios que pa' abajo ve. Observa
cada error y cada pecado de las personas, las memoriza y para cuando le
llegue su momento, decidir sí va al cielo o al pútrido infierno. Dicen que "Dios
aprieta pero no ahorca", que "el tiempo de Dios es perfecto" y que "El fin del
sufrimiento se acerca, porque Dios va a venir e impondrá su reino y no habrá
escasez ni guerras" claro que para eso, primero debe haber escasez y guerras.
Antes no lo entendía, porque ¿Qué clase de Dios misericordioso querría
ver a sus "hijos" sufrir? ¿Por qué les impone un castigo tan basto y fuerte?
(También dicen que Dios no pone obstáculos qué no podamos superar) no lo
entendía porque según yo, no hay padre que quiera ver mal a su hijo, pero ésta
era la excepción. Luego, en la oscuridad de mi cuarto, mientras escuchaba la
voz de la reportera que hablaba en el televisor de mi mamá, pensé que ¿cómo
nos alegraremos de que hay sol sin haber habido una tormenta? ¿Cómo
disfrutaremos del agua sin haber pasado sed? ¿Cómo podríamos disfrutar de
algo sin antes haberlo querido? Entonces lo entendí.
Siempre queremos algo, ya sea un Xbox, un celular, una empanada o
quizás desayunar al día siguiente, y para eso, primero trabajamos, sudamos y
nos rompemos las manos, en su defecto, le rogamos a nuestros padres para que
ellos hagan todo eso y conseguir lo anterior. Pero la cuestión está en que antes
de obtener el producto, trabajamos por él, de una forma u otra. Por eso lo
entendí, supe que no había que dejárselo todo a Él, que ir todos los Domingos
a una iglesia, arrodillarse ante una estatua sin vida y pedir que arreglara a
Venezuela era, realmente, innecesario e incluso estúpido.
Y les diré por qué. Ni Dios ni Jesús y mucho menos María, votaron por
Maduro o Chávez, ellos no están ahí para advertir qué ese será un error
gigante. Ellos tampoco incitan al delincuente para que robe, o a la niña de 14
años para que abra las piernas, ni al chico que cree ser el mejor por copiarse
del examen, no están para decirles que estudien, que no hagan esto o aquello,
simplemente los dejan rodar y observa todo, con calma. Y ve sí en algún
momento se le ocurre, de verdad, hablarle, contarle su vida, tenerlo como un
amigo más. Pero no de esos que agregas a Facebook para pedirle un favor, a
esos los ignora, así como nosotros los ignoramos a ellos.
Claro, es bueno hablar con Él y decirle, quizás preguntarle "¿podrías
ayudarme en esto?" y todo eso. La idea no es pedir y ya, esperar que Él lo
cumpla o pagar promesa, se trata de nosotros hacer algo por lo que queremos.
Supe que no todo era "Si Dios quiere" también está en que nosotros queramos
y luchemos por eso. Y si lo logramos, no todo es "gracias a Dios" él no puede
llevarse todo el crédito, porque tú también luchaste para lograr lo que querías.
Es decir y para hacerlo más claro. Si yo fuese doctor, y la vida de un
paciente está en mis manos y logro salvarlo, porque mi conocimiento sirvió de
algo, entonces no es "gracias a Dios" no se salvó gracias a Él, sino a mí,
porque fui yo quien se llenó las manos de sangre y se acordó de cinco años de
clases para salvarlo, y acordarme tampoco es gracias a Dios, fue gracias a mi
cerebro. Pero ¿saben que sí es gracias A Dios? El hecho de que yo haya
podido adquirir esos conocimientos qué hoy le salvaron la vida al chico,
quizás que yo haya nacido es "gracias a Dios" porque fui yo quien le salvo la
vida. No son esas cosas que tú ves lo que es gracias a Dios, son las cosas que
pasan desapercibidas, pero que son inmensas e inexplicables, que son gracias a
Él.
Así que, si queremos una Venezuela distinta, diferente, grande, fructífera y
libre, no debemos solo pedírselo a Él, también hay que poner de nuestra parte,
también para ello, rompernos las manos y sudar. Hay que ser fuertes y
enfrentar el obstáculo, romperlo, hacerlo a un lado y salir, intentarlo hasta
lograrlo, no todo el trabajo es de Dios, porque Dios no va a salir y exigir
libertad, no va a salir ni exigir alimentos y que a Él le provean las
herramientas necesarias para crecer, porque él no las necesita. Las necesitamos
nosotros, debemos exigir nosotros, dejar de ser flojos y cobardes y hacerlo,
por lo que queremos, por una Venezuela mejor.
Y todo esto lo pensé en la oscuridad de mi cuarto, pero ¿De qué me sirve
pensarlo y creerlo solo yo? ¿Qué peso puede tener una venezolana de 16 años
qué piensa sola en su cuarto ante toda Venezuela? ¿De qué me sirve sí al final
me iba del país y mis palabras iban a hacer eso? Solo palabras
—Laura. Te vinieron a buscar unos niños — mi mamá no me miraba. Y
sorbía mucho la nariz.
Lloraba.
Yo sabía para que me buscaban, no quería ir. Me parecía injusto, porque yo
comería bien ese día, y mi mamá y mis hermanos no lo harían, ellos solo
comerían yuca y eso me parecía injusto.
—No muchachos, disculpen pero yo no voy. — le sonreí.
—A pues ¿por qué?— pregunta una compañera. Y solo negué. No iría y
punto.
Cerré la puerta y suspiré, claro que querías ir, y comer y tragar cómo bestia
en vez de comer tres pedacitos de yuca con sal, pero no podía, y no porque mi
mamá no me dejara. No podía porque minutos antes mi mamá lloraba
desesperada porque solo era eso lo que nos podía dar.
— ¿Que querían?— me dijo curiosa.
—Era para ver si iba a lo de la reunión esa... Ya sabes, todos iban a poner
algo pero mejor no. Les dije que yo no iba.
— ¿Por qué?
— Porque no lo veo justo, yo comiendo bien y ustedes esto...
Y se volvió a destrozar, en frente de mí, y se limpió las lágrimas y lloro,
me pedía disculpas por qué no tenía nada más que darnos, me suplicó qué
fuera, que no me preocupara y que no me quedara encerrada. Y yo me
destrocé también, y lloré de impotencia por no poder hacer nada, por no saber
que decirle para que se calmara, para decirle que estaba bien.
—Hija ve... Por favor, y comparte con tus amigos. Ve con ellos.
Acepté de mala gana, yo no quería, pero supongo que lo hice para
calmarla. Y me marché. Me vieron con los ojos rojos, llenos de ira y odio, mi
cara con rastros de lágrimas desesperadas y no se enteraron, nunca, porqué de
eso, porque no quise ir...

CAPÍTULO XI

— ¿Y si te digo que me gustas?— dice mirándome fijamente.


— ¿Te gusto? — lo miré asombrada y él carcajeo.
— ¿Te gustaría que me gustaras?
—Quisieras tú que me gustara qué yo te gustara, y que tú me gustaras y te
gustara y...
—Ya va, ya va ¿Qué? —dijo confundido y reí.
Así fui cayendo, en sus ojos, en su sonrisa, en esa maldita sonrisa que me
hacía morderme el labio y sonreír y desear verla una vez más, caía en su voz y
en todo de él. Pero lo hacía sin darme cuenta, poco a poco, despacio, pero caía.
Después, de la nada, me sorprendí pensando en él, en cada detalle, en cada
palabra dicha, me sorprendí releyendo conversaciones y sonriendo. Y me
encantaba aquella sensación.
Diego era aquel chico que lograba hacerme olvidar los problemas, hacia
qué no me importara nada más que estar con él y reír. Y eso era suficiente.
Porque la verdad, nadie me había atrapado así. Nadie me había sacado de mi
mundo para sumergirme en otro, y él lo había logrado. Y aquel mundo, donde
todo era azul (y noten qué digo azul porque aborrezco el rosado y sumergirme
en un mundo rosado sería horrible. Así que mejor uno azul con verde en tonos
un poco oscuros pero medio brillantes ¿ya? ¿Se lo imaginaron? Bueno) me
encantaba, porque, estaba él... Y cuando volvía al mío, a mi mundo, con un
poco de rosado, solo ansiaba volver a aquel lindo lugar.
Y esto nada más hablando, haciéndome reír, solo de ese modo. No vayan a
creer que es por otra cosa, no sean mal pensados.
Básicamente, no sé si me enamoraba, no sabía que era lo que comenzaba a
sentir (porque es absurdo decirles que nunca había tenido novio, claro que he
tenido novio, pero no sé si entiendan. Esta vez fue distinto.) Pero eran las
ganas de hablar constantemente, de verlo qué me fueron consumiendo y pase
de ser la niña menos dulce, a ser la chica más cursi y tierna del mundo ¿Cómo
pasó? Ni puta idea.
Aunque sabía de ante mano que debía bajarme de esa nube. En cualquier
momento tenía que decirle que me iría del país, no me asustaba haberlo
"ilusionado" y después dejarlo atrás, y no lo hacía porque según yo, no hay
chico que se ilusione, me asustaba haberme ilusionado yo, sentirme mal yo por
irme y no poder hacer nada. Pero claro, debía decirle, no iba a irme sin decirle
nada, ni siquiera yo me lo fuese perdonado.
El día de irme se acercaba cada vez más, y me emocionaba y a la vez me
invadía la nostalgia, porque como ya lo dije, no era para nada fácil. Veía a mis
amigos y deseaba con todas mis fuerzas que esos momentos duraran para
siempre, con ellos.
No hace falta decir que mi mamá estaba mucho más activa, veía una
sonrisa constante, se movía de aquí para allá, estaba sumergida en arreglar los
papeles para poder irnos. Claro que internamente yo deseaba qué no fuese así,
esperar un poco, ver qué pasaba. Soñaba que todo mejoraba y nadie se iba y
todos volvían. Pero claro, no era así.
Y llego el momento de decirle, el momento de aclarar las cosas y bajarnos
de la nube. Ambos, dejarnos de cursilerías y afrontar la realidad. Y la realidad
era que tantas palabras, tantas situaciones lindas no iban a servir de nada,
porque no seríamos nada en un futuro.
—Tengo algo que decirte...— susurre al celular. Y sin mentir, miraba todo
y nada a la vez.
—Ajá, cuenta.
—Es posible que me vaya del país...
—Mierda...
Si es difícil escucharlo, decirlo es extremadamente difícil. No sabes cuál
será la reacción y si ves que se le rompe el corazón, más atrás también se te
rompe a ti. De mil formas, con todos los sonidos del mundo y en silencio, con
todos los sentimientos, pero por una razón.
— ¿A dónde te iras? — preguntó después de un silencio.
—Cerquita... A Bogotá.
—Mmm... Entonces nos vemos allá.
Esta es la parte graciosa, porque es cuando descubres que si no me yo, se
iba él. Y yo quedaría triste, imaginando que él estaría en otro país y yo me
quedaría, quizás queriéndolo, queriendo verlo de nuevo.
—Ya va, espérate ¿Cómo qué nos vemos allá?
—Sí pues, yo también voy. En algún momento... Para el año que viene.
— ¿De verdad? O sea ¿de pana?
Y mi corazón volvió a latir con fuerza, pero no con esa qué te producen los
nervios o la rabia. Era esa fuerza qué producía la felicidad, quizás la
esperanza. Porque lo iba a volver a ver.
—Sí, de pana. Yo voy a ir. Y nos vemos allá... Nos perdemos juntos por
Bogotá.
—Me gusta la idea de perderme contigo.
Así volvían las esperanzas, las ilusiones, las sonrisas y todo lo que trae el
estar enamorado de alguien (aunque yo no sabía que era eso lo que yo sentía,
básicamente)
Decir que aquel sentimiento creció en silencio es decir poco, para cuando
ya estaba, cuando ya no se podía hacer nada, fue que empecé a decirlo, a
mostrarlo, a darlo a conocer, y aunque yo no sabía que podía crecer más, lo
hizo.
Claro, por supuesto. Seguro les aburre qué hable de esto porque no se trata
del típico chico malo que le hace mierda el corazón a la protagonista y luego
cambia y la ama y las partes +18 y todo eso. Quizás les fastidia porque habla
de que dos personas tuvieron la suerte de conocerse, pero no en la época, ni en
las condiciones adecuadas, quizás muy temprano, o muy tarde.
Pero así de duro jode la situación, a veces, no solo te impide dormir,
pensar, hablar, comer y/o estudiar a gusto, sino que tampoco te deja querer a
alguien, porque no sabes si ese alguien se va o si tú te vas.
Pero claro, lo repito y lo repetiré siempre. Nunca salimos de Venezuela sin
la esperanza de que pronto volvemos, de que vamos a regresar y veremos de
nuevo a aquellos que dejamos atrás, aquellos valientes que se quedaron, que
lucharon, que se impusieron ante el régimen. Se trata de no perder las
esperanzas, de saber que algún día Venezuela verá el arco iris después de la
tormenta.
Y que va resurgir de las cenizas... Que volverá a vestirse de gala, volverá a
sonreír y aquellas tragedias no serán olvidadas, todo lo contrario, serán
recordadas para que no vuelva a suceder.
Solo sé que aquellos jóvenes, aquellos venezolanos que se quedan, por una
u otra razón, deben estar juntos, unidos. Sacarse de la cabeza que solo Dios va
a ayudar a Venezuela, que estudian para nada. Porque ellos (y los que están
afuera también) son la salvación de mi país. Poco a poco, juntos, los
venezolanos y Dios.

CAPÍTULO XII

—Mete lo más importante. Y no sé, si quieres dejas lo que no uses. —Dijo


mi mamá doblando ropa.
Nos íbamos el día siguiente, a Caracas y luego fuera de Venezuela, ella
estaba feliz, básicamente fantaseaba con el momento de ver de nuevo a mi
papá, con una vida mejor para nosotros, con más oportunidades, con
posibilidades de que, si llegamos a obtener una carrera, que no las pagaran
cómo debiese ser. Yo debía despedirme de mis compañeros, de mis únicos
amigos, de algunos profesores, de mi familia. Mis pensamientos eran esos,
despedirme. Al punto de que, en cuanto terminé de guardar mis cinco trapitos,
tomé un lápiz y un papel.
"No va a ser fácil empezar esta conversación, siéntate y préstame atención,
mira mi corazón... JAJAJA no mentira, no puedo empezar esto con una
canción que más allá de gustarme, solo me quita las ganas de sentir algo por
alguien, en fin.
Escribo esto porque sé que mañana no seré capaz de decírtelo sin llorar, y
sabes que odio llorar. Por eso lo escribo, esperando que lo leas aunque no sé si
apreciarás esto... No sé si alguna vez hayas apreciado algo mío, pero está bien.
Espero que sí.
Bueno, creo que debería empezar diciéndote cuanto te quiero y la falta que
me vas a hacer, en cierta forma, has sido la amiga que más me ha durado. A
pesar de todas las peleas (y que todas las he empezado yo) sigues conmigo,
creo que eres la única que logro aguantar tanta bipolaridad junta. Supongo
que, sí me consideraste tu mejor amiga de verdad, y te lo agradezco, porque
solo una mejor amiga puede volver después de tantas tonterías, después de
todo. Y no te creas, también eres la mía, y yo sé que así como tú volvías a mi
lado, yo volvía al tuyo.
En fin, gracias vale, porque no reprobé matemáticas gracias a ti, por tantos
momentos de felicidad, de risas e incluso lágrimas. Gracias por enseñarme qué
es ser un amigo, porque yo sé que si no fuésemos amigas, estaría con las
peores notas, con la peor actitud. Lo digo porque el que tú fueses buena en la
escuela me impulsó a intentarlo también.
Y también quería pedirte disculpas, porque en más de una ocasión dije que
no era posible ser mejores amigas (Pero lo decía para mí) en más de una
ocasión quise estar sola, quise no haberte conocido. Es solo que no sabía que
no siempre ibas a estar a mi lado, quizás aburrida, pero siempre a mi lado.
Quiero disculparme porque las veces que nos sentamos en silencio, o que
corríamos para agarrar un puesto primero, o las bromas qué hacíamos, o los
abrazos y los empujones no los valoré cómo debía (al menos no en el
momento)
También sé que no fui, ni soy la mejor amiga del mundo, pero lo intenté, y
lo intentó y lo intentaré (así sea que tu estés aquí y yo en Marte) sé que no
somos las mejores, siendo las mejores amigas. En realidad, somos las peores
siendo las mejores amigas, pero si me diesen a elegir entre prototipos mejores
qué tú, te elegiría a ti siempre, porque aunque digan "prototipo de mejor amiga
mejor que ella >>>" siempre vas a ser la mejor para mí.
Con esto me despido. No sin antes recordarte que te quiero mucho. Y nos
volveremos a ver. Lobiu
Atte.: Yo"
Luego doblé el papel y lo guardé. No estaba segura de entregárselo, creo
que al final no lo hice. Pero estaba satisfecha con lo que había escrito. Creo
que al final no se lo entregué porque no me vi dándosela, o guardándola en su
bolso, no iba a arriesgarme a que creyera qué era otro papel de los que
acumulaba en su bolso y lo botara. Preferí guardarlo para mí, así yo recordaría
todo eso, cada sentimiento implícito en esa carta y sonreiría por haberme
puesto tan cursi y sincera.
Pensé también en escribirle a mi mejor amigo, pero realmente no podía, no
sabía que decirle, sería básicamente una carta parecida a la de ella,
agradeciendo por todo y disculpándome por todo también. Así que decidí no
hacerlo. Él sabía que lo quería, se lo decía casi siempre. Aunque no me fuese
hecho caso nunca.
Pensando en él también recordé una oportunidad en donde nos habían
robado en la camioneta. Minutos antes le había pedido qué me diese la mano
para que la gente nos viese juntos y se negó. Cuando todo ocurrió, me la dio y
la apretó, estaba serio y sabía que me pedía que me calmara. Yo no lloraba por
el susto (al principio sí) lloraba porque empecé a sentir culpa cuando se
bajaron con nuestros bolsos, con el de él realmente. Sentía tanta culpa e
impotencia qué eso fue lo que provocó mi llanto, porque yo sabía que él no
quería acompañarme, y yo lo convencí. Pensé que todo fue mi culpa, que
ahora no sabía cómo iba a comprar sus cuadernos, y me sentí mal. Le pedí
disculpas hasta que llegamos a nuestro destino, y mientras subía a mi casa
también me culpé.
Llegué llorando a la casa, no por mis cuadernos, porque ellos no me
importaban. Me importaban los de él, y lloraba por los de él. Así que, ese tipo
de experiencias te unen más a una persona, cuando lo viven juntos.
— ¿tienes algo Laura? —pregunta mi mamá entrando a mi cuarto.
—No vale, que va. O sea, más o menos pues...
— ¿vas mañana al liceo?
—Claro, tengo que ir. Quiero despedirme de ellos. No puedo irme sin
verlos llorar. Aunque no sé si lloren.
**
Nunca me considere una persona importante en la vida de nadie o en la
vida en general. Siempre me vi como "La amiga de Mariana", "La hija de
María", cómo un extra en la historia de alguien, de esos personajes
secundarios, o los ayudantes. Pero jamás consideré que fuese la protagonista
de algo. Aunque me lo planteé varias veces, nunca terminaba por
convencerme.
Quería demostrarle a mis compañeros que yo los extrañaría, a pesar de que
nunca fuimos muy cercanos. Entre al salón sin hacer mucho ruido, cómo sí ese
no fuese mí último día en el liceo donde básicamente crecí. A último momento
vi a mis compañeros cómo mis hermanos, o como parte de mi familia, a
último momento recordé los momentos con ellos que me hicieron reír, y a
último momento los agradecí.
Mire a mis dos mejores amigos y sonreí. No sé si sabían que ese día solo
había ido para despedirme, pero como aun no llegaba la hora de hacerlo, no le
di importancia y traté de estar con ellos cómo sí fuese un día más. Yo había
preparado un vídeo (más que todo porque quería hacerlos llorar. Y lo logré, les
mostré el vídeo antes de marcharme. Recibí abrazos incluso de personas que
me caían mal, pero que sus bobadas me habían hecho pasar buenos momentos,
recibí palabras lindas y todo eso. Y la verdad, jamás imaginé que me iban a
importar tanto, nunca pensé que la despedida iba a ser así, tan emotiva (y
nunca lo pensé porque yo jamás me había despedido en mi vida. Sin contar a
mi papá)
Luego me abrazo mi mejor amiga. Recuerdo que ella un día me dijo "No
llores, porque si lloras yo lloro" no sé si lloré. Creo que al final no lo hice por
qué no me gustaba qué me viesen ni escucharan llorar. Pero cuando me abrazo
fue imposible no hacerlo, fue imposible no revivir cada recuerdo y llorar.
Quería abrazarla por más tiempo, digo es mi mejor amiga. Pero todos querían
abrazarme. Y yo los quería abrazar.
Me sorprendió cuando mi mejor amigo lloró, jamás hubiese creído que
lloraría, hasta pensé que aplaudiría y se despediría por pura cortesía (Sí, así de
idiota es él) pero lloro, y me abrazo con mucha fuerza. Así que repito, fue
imposible retener las lágrimas, fue imposible no revivir recuerdos. Y también
fue imposible decirles cuanto los quería, y sabía que no iba a poder. Pero ellos
sí me lo dijeron a mí. Y fue suficiente.
— ¡Te quiero Laura!— grito mi mejor amiga cuando subí el auto bus.
Y cuando ya no los vi, volví a llorar

CAPÍTULO XIII

Se convertía en mi último día en ese lugar. El lugar qué básicamente me


vio nacer, casi morir, crecer y todo lo demás. Lo más lamentable de ese hecho
es que mi último día no iba a ser el mejor. Más bien, un día de porquería,
cómo todos mis días desde que todo empezó.
Pero repito ¿Cómo disfrutaría de beber agua sin haber tenido sed? Así que
lo pensé, hoy sería así, mañana sería mejor. Miraba la autopista sin pensar
nada, estaba molesta porque se suponía que ese día saldría con Diego, ya que
yo saldría de mi casa temprano y todo eso, pero fue imposible por una serie de
razones que me molesta recordar, aparte de qué él me escribía y yo no tenía
corazón para volverle a decir que no podía ir, como por quinta vez. La
cuestión es que nunca pudimos salir y yo estaba molesta.
Esta vez no iba para Caracas para visitar a mi abuela como tantas veces lo
había hecho, esta vez iba para despedirme de mi familia, y para marcharme.
No sabía que pensar, y si pensaba, lo más probable es que llorara. Así que solo
miraba la autopista, contaba los Chevrolet y los Ford, e imaginaba mi nueva
vida, quizás el reencuentro con mi padre, y toda esa mierda. El terminal
estaba lleno, lleno de personas que también se iban, personas que caminaban
de allá acá quejándose de un gobierno por el que técnicamente votaron, Siendo
sincera, quienes menos merecían tanta miseria eran los jóvenes y niños, no
fueron ellos quienes votaron por alguien que lejos de mejorar a un país, lo
hundió más en la miseria. Pero nosotros no podíamos hacer nada contra eso,
con el hecho de que nuestros padres planearan marcharse del país para mejorar
nuestro futuro.
Lo peor del caso, es que quienes se marchan son aquellos que básicamente
votaron por el socialismo, bueno la mayoría de los que se marchan son ellos.
Quizás, solo quizás sintiendo remordimiento por joder el futuro de sus hijos en
su país.
Ese día, me quede con mi mamá en el terminal para poder comprar el
pasaje y poder marcharnos al día siguiente. Y esa noche, nefasta por cierto,
soñé con tres de mis compañeros. Estaban conmigo esa noche, también se
iban, y caminábamos por todo el terminal, hablando y riendo, luego se fue
Ángela, me despedí de Chuy y finalmente de Gabriel. Me desperté a las cuatro
de la mañana buscándolos, y recordé qué era un sueño. Pero los extrañe.
Al día siguiente, mi mamá volvió a quedarse en el terminal y yo me fui a
casa de mi abuela, necesitaba bañarme y todo eso. De paso qué el celular se
había descargado y mi mamá lo necesitaba cargado.
Ese día, más o menos a las ocho de la noche, agarre mi celular para
conectarme en Facebook.
—Laura, tú mamá me dijo que no usaras el celular. —dijo mi abuelo con
un paño en la cintura.
—No te preocupes, eso en la noche se carga...
— ¡Coño! ¿¡No estás escuchando qué no lo vas a usar!?
Este es el caso, el celular es mío, lo uso cuando me dé la gana, tenía que
aprovechar qué mi mamá no estaba cerca para joderme la vida ¿cómo iba a
dejar qué me la jodiera mi abuelo con una vaina qué es mía?
— ¡El celular es mío, no lo voy a dejar de usar! ¡Es mío, ya lo cargo
cuando me vaya a dormir!
— ¡Coño de la madre...!
Y ahí apareció mi tío, el abogado, con su voz tranquila y pacífica y los
movimientos de mano qué se gasta para calmar a las personas, con los
palabras correctas y medidas.
—Hey, cálmate. El celular es de ella, ya te dijo que lo va a poner a cargar.
Déjala quieta.
Algo así fue lo que le dijo, pero logró qué mi abuelo me dejara en paz. Use
mi celular y hable con Diego un rato, obviamente me disculpe por lo sucedido
y todo eso.
— ¿A qué hora se van?— me pregunto.
—Mmm... No sé, por ahí como a las tres o cuatro, más o menos. ¿Por?
—Entonces si me da chance. No voy a permitir que mi crush se vaya sin
despedirse de mí. Pero shhh, no le digas nada.
—Es un secreto entre tú y yo jaja.
No es necesario decir que la sonrisa no cabía en mi rostro, y que
básicamente ya quería que fuese el día siguiente. Ese día, mi mamá se había
ido para la casa de mi abuela, y yo me quede sola. Hasta que él me llamo.
— ¿en dónde estás?
—Ehh... Mira, aquí hay un reloj.
—Ya te vi...
Colgamos al mismo tiempo, me acerqué para besar su mejilla, pero me
sorprendió recibir un fuerte abrazo.
Ahí es donde te das cuenta que valoras más las muestras de afecto cuando
esa persona ya no está ahí para dártelas todos los días, cuando no es así,
deseas, sueñas, harías lo que fuese por un segundo más entre los brazos de
aquella persona, un segundo más besando sus labios o solo verla sonreír.
La cuestión es que me abrazo, y luego hablamos, de todo, estupideces y
locuras. Y el tiempo se fue volando.
Mi mamá ya había llegado, así que tomamos las maletas y nos dirigimos a
la planta baja del terminal La bandera, él ayudo a mi mamá y dejamos las
maletas a un lado. Volvió a abrazarme, con fuerza. Yo no recuerdo si también
lo abrace, aunque creo que sí.
Junto su frente con la mía y yo esperaba ansiosa y nerviosa a la vez, quizás
expectante, pero me volvió a abrazar para volver a juntar nuestras frentes, ya
no esperaba nada entonces, pero quería tenerlo así un rato más.
No importó mi mamá, ni las personas que nos rodeaban, solo nosotros dos,
y era perfecto. Tomo mi cara y me beso.
Él me había besado, y yo también lo bese. ¿La sensación? Básicamente,
sentí qué iba a aquel mundo azul con verde en tonos oscuros un poco
brillantes, y salía de él para conocer mejores. Y me encantó.
Luego dejo caer algo en mi bolso y dijo "para que no te olvides de los
pobres". Me sonrió y volvió a abrazarme.
—Me escribes cuando llegues. — beso mi frente y se marchó.
Lo vi alejarse unos segundos y atendí al llamado de mi mamá. Nos
habíamos besado.
Mi primer beso con él, y el único en varios meses...

CAPÍTULO XIV

El viaje no fue especialmente largo, para muchos se les hace largo en


cambio para mí no fue así, disfruté escuchar música con mis audífonos
mientras veía pasar todo frente a mí, y recordaba momentos en mi país, como
dándole un nivel de importancia mucho mayor. Se hizo corto porque mi
imaginación no me dejaba en paz, e imaginaba momentos increíbles en
Colombia o momentos desesperantes que por ser yo, arreglaría sin problemas,
también imaginaba como seria todo, y la utopía que me pinté, no fue normal,
pero ayudó a que el viaje no sé hiciera largo.
Creo que la parte que casi acaba conmigo, fue la cordillera, una cantidad
exuberante de curvas a gran velocidad qué iban a acabar con mi estómago y
una canción de fondo pésima (porque mis audífonos se descargaron). Al
llegar, solo nos sentamos para esperar a mi papá, comimos algo de pan,
entramos a un centro comercial, y según yo, todo parecía de otro mundo. Si
bueno, llámenme como quieran, pero fue algo nuevo para mí. Volvimos a
esperar, mi mamá se comunicaba constantemente con mi papá. Hasta que por
fin lo vi, bajando las escaleras del puente peatonal.
Sobra decir que mis hermanos y yo corrimos a su encuentro, para
abrazarlo, para pedirle la bendición. No sé si les ha pasado, ese sentimiento
que sienten en el pecho al ver a una persona nuevamente después de tanto
tiempo, que sientes que tu corazón se pone chiquito, y quieres llorar pero la
felicidad no te deja. Y claro, puedes llorar de la felicidad (lo que le paso a mi
papá)
-Bendición papá.- sonreí, con mis ojitos aguaditos.
-Dios te bendiga mi amor.
Y volvíamos a ser los cinco de nuevo, la familia, junta, reunida, en otro
país, por supuesto, para luchar junta frente a todo obstáculo, con una
adolescente que tiene más oportunidades para su futuro y con dos niños que
tienen básicamente lo mismo. Más oportunidades y esas cosas. Pero claro,
entonces, tú llegas a otro país y por un momento te pintas una utopía, que todo
es perfecto y eso, bueno, por supuesto, si eres yo, otra persona sabe que es
difícil, lo que yo vine a observar un tiempo después, pero ¿qué les puedo
decir? en ese momento, yo me figuré una vida, espléndida. O por lo menos
superaba a lo que podía aspirar en Venezuela.
Llegué a lo que sería mi nuevo hogar, lo que me pareció realmente bonito.
Y desde que llegamos, mi mamá se había puesto a hacer todo tipo de
diligencias para que nosotros pudiésemos estudiar. Yo quería estudiar ya, el
último año, porque eso era lo que se supone que hacía en Venezuela, y por esa
razón, me puse a estudiar lo más pronto posible (claro que después de unos
días, dejé de estudiar) luego llegó mi mamá con la noticia de que había
entrado a 11 en un colegio público y mis hermanos también estudiarían en uno
público, y obviamente, me puse feliz.
Pero estaba nerviosa, porque significaba entrar a una institución nueva (y
no sé si lo he dicho pero yo he estudiado diez años de mi vida en la misma
escuela, con los mismos compañeros, viendo los mismos rostros, conociendo
cada vez más a los amigos y a los profesores) personas que ya no eran simples
compañeros de clase, eran mis amigos, algo así como unos hermanos, y la
escuela ya no era una simple casa de estudio y bla bla bla, se había convertido
en mi segundo hogar, después de pasar diez años caminando por los mismos
pasillos, paseando por el patio más de mil veces y conociendo de memoria las
historias de algunos profesores, los regaños y hasta la forma de felicitar de
algunos.
Diez años no pasaban en vano, y en este caso, muchísimo menos, es que
¡por favor! vi la evolución de mi profesora de quinto grado, que terminó
vendiendo dulces y sacando copias en la cantina porque no quería dejar de
trabajar, con conspiraciones raras de que la señora estaba más del lado de allá
que de acá, pero seguía subiendo la cuesta más recia que nunca, una dura esa
mujer. Vi como los niños ya no caían en la broma de la piedra, que una monja
había sido aplastada por ella, tipo que se reían de nosotros cuando se lo
contábamos (y cuando nos contaban eso a su edad, ni de chiste pasábamos por
la piedra). Aprecié como al colegio le cambiaba el semblante cuando lo
pintaban, iban y venían profesores, iban y venían niños de otros salones y del
mío, pero yo siempre estuve, pasé diez años cantándole animadamente el
cumpleaños feliz a mi colegio, y estuve cuando el fundador de la escuela, ya
no pudo estar más. Así que, yo no era una simple estudiante de esa escuela (y
nadie de ahí lo era, realmente) yo era, como muchos otros, parte de esa
escuela.
Así que, el primer día de clases fue realmente escalofriante, y no solo por
el hecho de que yo era nueva, sino porque estaba en una escuela en otro país,
donde la palabra "arrechera" no significa ni remotamente, estar molesto.
Temía, de hecho, no poder hacer amigos por siempre cargar una cara de
amargada porque mis compañeros no entenderían la mitad de cosas que les
diría, y temía estar aclarando que era venezolana cada vez que se presentara un
profesor. Pero ese no fue el caso, el primer día, se me acercó una niña, era un
poco extraña, tenía piercings en todos lados (creo yo, digamos que en todos
lados de su cara) tenía el cabello negro y largo, era blanquita, como era de
suponerse y muy alta y tenía cuerpo, realmente.
Hablaba bajito, y se me dificultaba escucharla, casi todo el mundo hablaba
así, con ese acento tan característico de un "rolo" (lo peor es que ellos juran no
tener acento, o tener un acento "neutro") me habló de cosas que yo solo veía
en películas y leía en libros, así que me dejó sorprendida. "¿No tienes
piercings?" (Ok, eso no tanto, lo siguiente sí) "¿Con cuántos hombres has
estado?" "¿Te has drogado? yo solo he probado tres drogas" y yo tipo "Genial,
al menos esta vez, yo tendré la amiga mala influencia que me dirá aburrida".
Me contó la triste historia que tuvo con tres chicos distintos que según ella,
solo la usaron. Cuando le pregunté la edad, me dijo que 12 pero está bien, yo
nunca he dicho que no puedes tener desamores a los 12 años.
Pero eso era un lado de Colombia, y ella y yo podíamos ser amigas lejanas,
porque, estaba casi cinco años más abajo que yo, tenía 12 años pero ya tenían
una vida "experimentada" y yo tenía 16 y todavía le tenía miedo a la
oscuridad. Conocí a otras niñas, completamente distintas, como las que solía
ver en mi salón, niñas realmente exigentes con su educación, molestas porque
los días siguientes, no hicieron más que enseñarnos canciones raras y ellas
querían ver clases ya (eso tampoco iba conmigo, quería estudiar sí, pero no
llegaba a ese grado de intensidad y amor por los estudios) esa era otra cara de
Colombia.
Y después, cabe acotar que esta vez fui yo quien se acercó y comenzó la
amistad, conocí a otras chicas, divertidas y extrovertidas, tenían sus historias
locas y bueno, pero también eran aplicadas, les gustaba estudiar y de cierta
forma, exigentes, y ese si era mi tipo de gente y esa era la unión de dos caras
de Colombia que me habían abofeteado de una manera ciertamente sutil.
Entonces claro, había conseguido a personas un poco parecidas a mí, pero
tampoco como mis amigos, así que me mantenía como era desde un principio,
sana, media loca y relajada, despreocupada y capaz de hacer lo que yo me
proponga.
Cuando me tocó presentarme por primera vez (estaba increíblemente
nerviosa) hablé casi en voz baja, no tenía tanta experiencia presentándome
ante personas totalmente desconocidas. Pues las veces que me “presentaba” lo
hacían ante los mismos profesores y los mismos compañeros. Pero esta vez
sería distinto. El profesor entro al salón con una carpeta en la mano, la cual
acomodó en su mesa y escribió en el pizarrón “My name is:” seguido de su
nombre “Raúl Gómez”
-Buenas tardes queridos alumnos, yo soy Raúl, y seré su profesor de inglés
por los momentos, mientras consiguen otro-dijo fijando su mirada en cada uno
de nosotros. -. Ahora les voy a pedir que por favor se presenten, su nombre, de
donde vienen y su edad.
La mayoría se presentó sin problemas, todos podían dar una referencia del
anterior liceo donde estudiaban, y consideré mentir un poco, que no supieran
de donde venía, o al menos, que creyeran que ya tenía un tiempo largo en
Colombia, pero resolví decir la verdad, de todos modos, no iba perder nada.
-¿Y tú?-El profesor apuntó su marcador a mí, y yo sólo carraspeé.
-Me llamo Laura Moreno, tengo dieciséis años y vengo de Venezuela.-
sonreí.
-¿De Venezuela? Y dime ¿Cómo te has sentido?- preguntó después de una
pequeña pausa.
-Bien.
-¿Qué es lo que te ha gustado de Colombia?
A ese punto, yo ya tenía la atención de todos en mí. Así que decidí ser
sincera, de Colombia me gustaban una cantidad de cosas que no tenía
naturalmente en Venezuela, por culpa de la situación.
-Pues, supongo que el hecho de la seguridad.- Todos rieron y una
compañera opinó.
-¿Seguridad? Aquí igual roban mamita, Colombia no es segura.
-Pero seguramente es mucho más segura que la zona donde vivía ella ¿no?-
A lo que asentí.
Claro, Colombia tenía delincuencia, y me gustó haberle dicho aquel día a
mi compañera “Colombia es más segura, anda a Venezuela por una semana, no
duras ni dos días con tu celular, y vas a extrañar la poca seguridad que te
brinda Colombia” pero sólo fingí una risa bien hecha, digna d admirar, la
verdad.


CAPÍTULO XV

Los días en el liceo se hicieron aburridos, al punto de que yo prefería estar


en mi casa. Y noté la diferencia, en Venezuela prefería ir al colegio, en
Colombia prefería estar en mi casa. Y fueron pasando los días, y aunque no lo
crean, el tiempo pasó más rápido de lo que creía. Para mi suerte, llegó una
venezolana a mi salón. Valentina Guevara, otra chica completamente distinta a
mis amigas, pero que por el simple hecho de poder entendernos entre nosotras,
se convirtió en una, así que al menos, ya no era tan fastidioso ir al colegio.
Había un motivo, y no era un chico.
Es raro porque vas notando cada cosa, y vas cambiando poco a poco, de
repente, todo me comenzó a incomodar, y me sentía cómoda con pocas
personas. Extrañaba cada vez más a mis amigos, a mis compañeros, a mis
profesores, a todos. Incluso a mis vecinos.
Recordé tanto a la señora Sótera, mi vecina. Colombiana pero full pana. Le
decía a mi hermana “Muñequita de trapo” y a mí siempre me nombraba a un
familiar suyo, que jamás llegué a conocer. A la señora Margaret, que me decía
“Laura Margarita” y por un largo tiempo, su hija y yo fuimos inseparables.
Extrañaba todo, y llegaba a mi casa a conectarme en la plataforma donde los
podía tener cerca.
Quise esforzarme en la escuela, quizás para darme ánimos a mí misma, y
no sé si lo han sentido. Pero muchas veces, muchos días, sentía que yo no
debía estar en Colombia, ese no era mi país, prefería estar allá, quizás más
jodida que nunca y quejándome de la situación, pero con personas que lo
entendían, y que de alguna cosa, por más pequeña que fuese, alegraban mis
días y los suyos. Pero estaba aquí, con gente estricta y esas cosas, con gente
divertida, pero a su modo y no lograba entender. Sin la confianza suficiente
para bromear con ellos de alguna forma, porque no sabía en qué momento
ellos lo iban a tomar mal.
Y tanto los extrañaba, que un mes, mí libreta se llenó de letras para mí
país, de ánimo para mí. Hasta que un compañero logró ver una pequeña
bandera de Venezuela al pie de una de mis páginas.
´-Parce ¿Por qué dibuja tanto su bandera?- pregunto sonriendo.
-Porque de ahí vengo, ¿no?- dije enarcando una ceja.
-Pues sí, pero escriba de Colombia, del país que la refugió. Vea, Colombia
es muy linda.
-Ajá, yo puedo escribir de Colombia y de Venezuela, pero Venezuela es mi
país… Esa es mi bandera.
-No pues, sí…- Me volvió a sonreír y se giró.
Eso me llevó a pensar, le había agarrado especial cariño a Colombia y
parte de los colombianos, aunque no los entendiera del todo. Tenían
cualidades que quizás mi país, aun no desarrollaba. Aunque claro, había cosas
de mi conducta que a más de uno, no les pareció y que en mi país, nunca
vieron mal. Ni el más educado.
La primera vez que yo tuve que hacer servicio social, me tocó recoger
firmas en diferentes salones. Pasé por algunos, y me toco obviamente, el A10.
Entré sin hacer mucho ruido y sonreí (creí que con eso era suficiente).
-Profe ¿Cuántos son? ¿Me puede firmar? Por favor.
Ella se me quedó viendo un rato, y yo comencé a sentirme incómoda. Así
que agité la hoja blanca para que hiciera lo que tan amablemente le había
pedido.
-Se dice “Buenos días”, los venezolanos tienen fama de no saludar. – Frase
que sin duda me marcó y me molestó.
Que yo no haya “saludado” no significa que todos sean igual. Esta vez
volví a sonreír, de mala gana. Y pronuncié lentamente y claro el “buenos
días”, sin ganas de que fuesen buenos para ella. Y para evitar que me dijera
eso todos los días, yo comenzaba con un súper bien pronunciado “Buenos
días” y ella continuaba con “Vaya, estás aprendiendo. Los colombianos
debemos aportar algo bueno”
Y así fue por un tiempo, o mientras me tocó recoger firmas. Luego, de la
nada, solo me hablaban Anaís, Valentina y otra de mis compañeras. Lo cual
noté raro. ¿Qué había hecho? ¿Cuándo las insulté? Como quiera, tampoco
presté atención, hasta que me enteré que ellas creían que yo era muy
antipática. Y le pregunté a una de ellas.
-Mira ¿por qué dicen que soy antipática?- pregunté después de que una de
ellas, notaran que estaba un poco apagada.
-Mmm… es que últimamente has cambiado mucho, o bueno, desde que
Valentina llegó. Además, yo he notado que tú eres un poquito mal educada.
¿¡Mal educada yo?!
-¿Mal educada? ¿Por qué?- Yo podía ser de todo, menos mal educada.
-Tienes esta maña, de agarrar las cosas y decir “¿me lo puedes prestar?” sin
el “por favor” o “gracias”. No saludas y eso. Te estás arreglando más, y no me
malinterpretes, me agrada que sea así. Tú eres una buena persona, no te lo voy
a negar. Pero considero que deberías cambiar esos aspectos.
Quedé, básicamente, consternada. Porque jamás, en mis dieciséis años,
había notado las cosas que ella me estaba diciendo. Jamás me consideré mal
educada. De hecho, creí que en la pregunta “¿Me lo puedes prestar?” estaba
implícito el “por favor”, y cuando lo devolvía, el “gracias”. Pero poco a poco,
fui implementando mucho más (porque es mentira que jamás las había dicho)
a mi vocabulario, para tratar de llevar la fiesta en paz, aunque al final, terminé
como empecé.

CAPÍTULO XVI

“Me duele ver como se marchan en busca de algo mejor, me duele ver
cómo me abandonan con parte de ustedes dentro de mí, me duele saber que me
extrañan y que darían su vida por salvarme, duele saber cómo me hundo en la
miseria y no hacen nada para cambiarlo, no quiero morir, desearía seguir
brillando para ustedes, deben saber una cosa, y es que lo amo, se vayan o se
queden, ésta siempre será su casa, siempre los recibiré con los brazos abiertos
y sé que me aman, sé que hasta los momentos, no se puede hacer nada. Todo
cambiará, volverán a mí y yo estaré dichosa de recibirlos nuevamente, son mis
hijos y yo soy su país, no lo olviden…”
¿Recuerdan que dije que escribía incluso para darme ánimos? Son ese tipo
de cosas que lograba plasmar en papel, quizás el dolor de un país entero y el
de quien lo deja. Cerré la libreta y tomé mi celular para apreciar un mensaje de
Diego, que más allá de hacerme sonreír, hizo saltar mi corazón a niveles
desproporcionados.
“Buenos días Lau :3”
“Te quiero mucho.”
¡Me quiere! O eso dice. Y salté, brinqué y le escribí a mi mejor amiga, ella
debía saber esto. Obviamente, también se alegró. Diego y yo hablábamos
todos los días desde que me fui, de todo, sin aburrirnos… Quizás
queriéndonos más. Y puede sonar extraño, digo.
“Amor de lejos, felices los cuatro”. Pero, quizás nos dimos la oportunidad
de intentar, confiando que algún día nos volveremos a ver, confiando en
nosotros, en que de alguna forma, lo vamos a lograr. Decir que Diego se
volvió una parte importante de mi vida, es decir poco. Y es que todo de él me
gusta, me encanta. Así que, escribirle es como tenerlo cerca, un poquito al
menos.
-¿Cómo te fue hoy?- pregunta del otro lado del celular.
-Bien, normal… No, ando obstinadísima.
-¿Y eso? ¿Por qué?
-Porque sí. ¿Ya ti cómo te fue?- dije tratando de desviar el tema. Estaba
molesta por cosas casi sin sentido.
-Ah no. A mí no me hables así señorita. Dime ¿Qué te pasa?- Sonreí.
Antes de llegar a mi casa a plasmar ideas y locuras en un trozo de papel,
tuve que soportar muchas cosas en el colegio, como la molesta voz de uno de
mis compañeros que sinceramente, no es de mi agrado. Soportar los golpes de
una señora que quería montarse como sea, en el Transmilenio, y sacar a mi
mamá de la casa de mi tía, donde compartían chismes y bebían café con leche.
Y cuando te levantas de mal humor, así te consigas un unicornio, todo te
parece muy fastidioso. Al menos para mí.
-Ah ya, entiendo tu obstines- dijo y yo suspiré.
Y es en esos momentos, que te gustaría estar allí, a su lado, o al menos, en
el mismo país. Quieres sentirte cerca de sus brazos, cuando estás mal, de
repente solo quieres abrazarlo a él, a nadie más. Porque es increíble, como
incluso a la distancia, una persona puede convertirse en alguien tan importante
para ti. Y son mese hablando sin parar, riendo, y hasta discutiendo por
boberías, lo que logran tal cosa.
Diego tenía la idea de venir a Colombia, y mientras fue así, quizás me
propuse tratar de convivir más a lo que sentía, era ya, mi única opción. Como
la que se casa por obligación, pero por una vida más cómoda, trata de
comprometerse a sí misma, que amará a su marido. Pero “todavía falta mucho,
y en ese tiempo, las cosas pueden cambiar”.
Ya no había nada seguro, él tenía muchas más opciones y yo solo tenía
ésta. Y mientras él más me pedía paciencia para explicar “algo que cambiaría
nuestros caminos” yo más me desesperaba. Y entiendo que digan ¿Cómo en
un mismo capítulo nos muestra cómo se quieren y como se alejan? Pero es
cuestión de entender que todo esto pasó hace ya un tiempo.
Tuve el valor de preguntarle “Aun me quieres ¿verdad? Nada ha cambiado
¿o sí?” y juro que me sentí demasiado patética. Pero algo más allá de eso,
necesitaba saber si todavía debía seguir tratando de intentarlo o si eso sería
todo y debía marcharse, a otro lado, a superar. Pero respondió que sí, a pesar
de todo, lo seguía haciendo, y su cariño aumentaba más. Y sonreí, pero no
estaba contenta.
Después me dijo que no podría viajar a Colombia, al menos no para
quedarse. Porque, de alguna manera, habían surgido mejores cosas, incluso
estando allá. Y mi egoísmo gritaba “¡Me vale verga, vente!” pero, mi cordura,
mi cariño y todo lo que conforma lo que sentía por él, decía “¡Qué bueno! No
sabes cuánto me alegro. De pana, es una muy buena noticia”. Pero el corazón
y mis dedos sólo me dieron para escribir:
“Ya veo… eso está muy bien”
Supongo que debía expresarme mejor, hacerle notar que la verdad estaba
muy contenta por eso, pero también estaba muy triste. Y de repente, sentí, o
mejor dicho “sentimos” que lo mejor era dejar de hablar como si pudiésemos
tener algo, como si hubiese oportunidad, porque no la había.
Las cosas se pusieron un poco incómodas por un tiempo, y aunque no
quería, Valentina tenía algo de razón “No es bueno seguir hablado ¿para qué?
Solo se harán más daño” Y por más que intentaba dejar de hablar, él seguía
escribiendo y yo seguía respondiendo.

CAPÍTULO XVII

Las paredes de la casa suenan, afuera está lloviendo a cántaros, estoy sola
y cubierta de dos suéteres. Trato de bailar al ritmo de la música que suena,
pero fracasó estrepitosamente. Aun así trato de mover mi cuerpo dignamente,
al fin y al cabo, nadie me puede ver. A parte de escribir, es algo que me saca
sonrisas, porque me divierto de mi propia estupidez. “No hay mejor medicina,
que la risa” o bueno, al menos eso dicen por ahí. Lo cierto es que hay muy
pocas cosas que logran distraerme totalmente, como siempre mis redes,
escribir, escuchar música. Debo confesar que desde que llegué, hubo unas
galletas que captaron mi atención como ningún otro dulce, y me volví
increíblemente adicta a ellas.
La puerta suena, señalando que llegaron mis papás y mis hermanos a la
casa, e instantáneamente, se acaba la paz que se había creado. Empiezan los
gritos y las risas, todo junto, regaños y me vuelvo hostil. Todo me desagrada.
Siento que no debería estar aquí, que quizás estaría mejor allá, en
Venezuela, detallo las posibilidades, y me desilusiono al darme cuenta, que en
Venezuela quizás, también estaría así de triste. Trato de agradecer porque al
menos tengo a mi familia aquí conmigo, sonrío a medias, y entro a Instagram.
De repente, por culpa de un desgraciado sádico, la realidad de mi país era de
terror, de tristeza e indignante. Los venezolanos no merecíamos eso.
Me di cuenta que tantos la estaban pasando mal, que tantos lloraban por no
poder comer al día siguiente. Que el presidente seguía aumentando el sueldo,
como si ni se diese cuenta que es lo peor que puede ser, que no se da cuenta
que nadie lo quiere y los que “lo hacen” es porque necesitan de su limosna
para sobrevivir, quizás porque están más cegados que nunca. Yo sé que tengo
oportunidades, me encontré a mí misma preguntándome ¿por qué no solo lo
agradeces y aprovechas? Y creí entender.
Ese mismo día, me habían invitado a asistir a una concentración de
venezolanos, en contra de la dictadura, y no quise faltar. Pude observar a
tantos alzando nuestra bandera con tanto orgullo. Quizás queriendo alzarla en
nuestro propio país. Llegué justo a tiempo para escuchar el himno, y sentir
como mi piel se erizaba ante tantas voces cantando la misma canción, sentí
como mis ojos se cristalizaban, sentí la letra en mi pecho, en mis entrañas, en
mi ser, en todo aquello, que me hacía ser venezolana.
Odie más a Maduro. Odié más no estar allá y agradecí profundamente a
todos los países que refugian a cada uno de los venezolanos. No pude estar
más agradecida.
Y es que, después de estar casi cinco meses, escuchando el mismo acento,
viendo actitudes que no son propias de tu esencia, es realmente reconfortante
encontrar a personas con esa chispa única y característica de un venezolano.
La mayoría eran maracuchos, por lo que no faltaba el “Vergación” y el acento
único de un maracucho. Muchos opinaron lo mismo.
-Marico yo creo que Maracaibo se quedó sin gente.
Fue divino probar comida típica de mi país, el placer que se siente probar
algo así es inigualable. Vendían pizza, por lo que, gritaban.
-¡Pizza, pizza! ¡Sin guayaba ni piña! ¡Pizza venezolana! ¡Sin guayaba
señores!
Claro, entendíamos la referencia porque a todos nos tocó ver por primera
vez una pizza con dulce de guayaba en las orillas o con piña, a algunos les
gusta y a otros no. A la mayoría no.
Algunos dicen que nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde. Lo cual es
verdad, el venezolano promedio no se da cuenta del maravilloso país que tenía
hasta que ya no está dentro de él o hasta que aprecia cómo se destruyó. Así
que, una vez que tiene la oportunidad de alardear de que son venezolanos, no
la desaprovecharán.
-¿Cómo te fue Laura?- pregunta mi mamá saliendo de la cocina.
-¡Demasiado! Fue fino pues, tipo que había puros venezolanos, y el tambor
y la cosa.- sonreí al recordar.
Ver a mi mamá sonreír de aquella forma, ciertamente alegraba mis días,
porque hubo una época donde mi mamá no sonreía y no reía, y era difícil verla
así. Así que lo de nosotros era una felicidad compartida, ella era feliz porque
nosotros por fin seríamos feliz y nosotros éramos felices porque ella estaba
feliz. Y se sentía bien.
Ese día volví a escribir, quizás anhelos, quizá un sueño que me perseguía
porque de verdad lo deseaba.
“Y aquellos que se fueron, tristes, desolados y sin nada, vuelven, felices a
ver a su familia, dichosos de pisar su tierra nuevamente, orgullosos de
pertenecer allí, ansiosos por volver a comedor de la abuela y probar
nuevamente su sazón, deseosos de saludar a sus antiguos amigos y agradecido
mil veces con aquellos países que les dieron refugio. Y aquellos que alguna
vez se marcharon de Venezuela, deseando y soñando volver, ahora vuelven
con lágrimas en los ojos y el corazón, lágrimas contentas, lágrimas 100%
venezolanas. Y aquellos que dejaron a su familia, llegan directo a sus brazos,
lloran, ríen y son felices, y esperan ansiosos celebrar las navidades juntos,
comer la hallaca de la abuela, la ensalada y el pernil, con las gaitas y
nuevamente… Aquellos son felices y dichosos de volver a Venezuela.”

CAPÍTULO XVIII

No voy a mentir, tantas veces que hablé con Diego y tantas veces que
deseaba decirle cuanto lo quería, y tantas veces me decía que no, que lo dejara
así, que lo mejor era dejar que todo fluyera, a lo mejor lo de nosotros no era
estar juntos, quizás lo supimos desde que le dije que me iría del país.
8:21 pm. Hola Lau ¿estás?
8:24 pm. Estoy.
8:25 pm- ¿Cómo estás?
8:26 pm. ¡Bien! ¿Y tú?
8:30 pm. Bien.
8:32 pm. Me alegro.
8:34 pm. Sabes que aún sigo imaginando cosas contigo. Se me escapa la
sonrisa cuando lo hago.
Solté el celular y fui a beber agua.
-¡No vale! ¿Qué es eso? ¡Así no se puede! ¿Y lo viene a decir ahora?-
grité. Quizás estaba contenta de saber eso, y molesta, porque me había
resignado a intentar superar algo que nunca pasó.
8:36 pm. Aún te quiero Lau.
Sonreí, yo también lo quería.

CAPÍTULO XIX

Muchas veces suele pasar, depresión, confusión, soledad. Son sentimientos


que no hacen una excelente compañía, estaba cansada de sentirme sola, porque
mis amigos, los que se quedaron en Venezuela, no sentían tal cosa, y yo sí. Me
di cuenta que muchas personas eran relevantes para mi vida, pero yo no para
ellas, y sentí que todo estaba mal. Porque muchas de las personas que tenía a
mí alrededor, no las quería para mis amigas, no me convencían y odié tanto ser
muy selectiva, intenté dejar fluir las cosas, si era de ser buenas amigas, pues lo
seriamos, pero solo lograba sentirme cada vez más incómoda y sola.
Tenía miedo de no saber qué hacer con mi vida, quería tener un cambio
drástico, pero no sabía por dónde empezar, y decidí pintarme el cabello, eso
era un cambio drástico, y al verme al espejo, sonreí.
Porque, despiertas una mañana sintiéndote como una mierda, y duras
muchos días así, buscando apoyo en personas que están lejos y que no
entienden ni un 5% de lo que sucede en tu interior, que dicen apoyarte, y te
dan palabras de ánimos que no mejoran tu situación, y solo te dicen lo bien
que están, que intentes algo que ellos intentaron, pero tú no eres ellos, tú no
quieres lo que tienen ellos. Pero despiertas una mañana, radiante, y te gusta lo
que ves en el espejo, te sonríes, y si ellos están bien ¿Por qué tú no? Si ellos
sonríen, aun con aquel caos en el que viven, tú también mereces hacerlo. Ves a
los pocos amigos que conseguiste, a los únicos dos, y sabes que elegiste bien,
que está bien que pienses que no todos pueden entrar a tu círculo social, que
puedes apreciar tu soledad, porque a pesar de todo, a la única persona que le
vas a importar de verdad, la tienes a tu lado, despertándote cada mañana,
haciéndote cariños y sonriendo para ti, pensando que tú sonríes para ella, y te
das cuenta que es suficiente.
Te das cuenta, que tú país no necesita solo palabras escritas en un papel,
que necesita personas comprometidas a mejorarla, y te comprometes con eso,
sonríes y ves aquel paisaje que puedes apreciar con tan solo salir de tu casa, y
dices “Por allá, a lo mejor, queda mi país, y volveré a él” quizás mañana,
dentro de una semana o un año, pero sabes que volverás, porque perteneces
allá.
-Buenos días mamá.- digo al bajar, y verla en la cocina, como siempre.
Besos su mejilla y salgo de ahí para agarrar mi celular.
4:04 pm. Hola Lau ¿podemos hablar?

FIN

También podría gustarte