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Canto: Tu tienes un teléfono para hablar con Dios

Pequeña Comunidad II
22 de agosto 2021 ORACIÓN EN ESPERA DEL NUEVO OBISPO
Domingo XXI Tiempo Ordinario Ciclo “B”

Señor Jesús, Tú has llamado a los


apóstoles y a los sucesores de ellos,
para ser los pastores de la Iglesia.

Nuestra diócesis de Aguascalientes,


Evangelio de San Juan 6, 55. 60-69
te pide con confianza un nuevo
Pastor, que continué el trabajo emprendido por sus siete
antecesores. Que nos trasmita el fuego del Espíritu Santo y
de la alegría del Evangelio. Que nos fortalezca con el amor
del Buen Pastor, para discernir cuidadosamente los signos
de los tiempos, que nos anime a escuchar tu llamada y nos
reúna en torno a tu palabra y a la enseñanza de la Iglesia.

Ayúdanos a disponer nuestros corazones para que, siendo


tus discípulos y misioneros, avancemos juntos con nuestro
nuevo Obispo en el camino que Tú encabezas. Señora
Nuestra de Aguascalientes, en tus manos confiamos nuestra
plegaria y te pedimos que nos acompañes en nuestra
espera. Amén.
TEXTO BÍBLICO: Del Evangelio de San Juan 6, 55. 60-69
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: "Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida".
Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús dijeron: "Este
modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?".
Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo:
"¿Esto los escandaliza?
¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba
antes?
El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha.
Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de
esto, algunos de ustedes no creen". (En efecto, Jesús sabía
desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de
traicionar).

Después añadió:
"Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre
no se lo concede".

Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás


y ya no querían andar con él.

Entonces Jesús les dijo a los Doce:


"¿También ustedes quieren dejarme?".

Simón Pedro le respondió:


"Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y
nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios". 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
REFLEXIÓN:
 Los discípulos muestran incredulidad y malestar por las afirmaciones
«irracionales» de su Maestro, unas afirmaciones difíciles de aceptar desde el
punto de vista humano.
 Esta afirmación sólo puede entenderse desde el Espíritu... «Espíritu es quien da
la vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y
vida» (v. 63).
 Muchos discípulos no creen y abandonan al Señor, ya que aún no confianza en
el Espíritu, por lo tanto no logran liberarse de la esclavitud de la carne.
 Adherirse a Jesús y su mensaje a través de la fe, es un don que nadie puede
darse a sí mismo. Sólo lo da el Padre.
 El hombre, que es dueño de su propio destino, siempre es libre de rechazar el
don de Dios y la comunión de vida con Jesús.
 Es a través de la fe como el discípulo debe acoger al Espíritu y al mismo Jesús,
pan eucarístico, sacramento que comunica el Espíritu y transforma la carne.
 El lenguaje de Jesús es duro, no porque sea incomprensible, sino porque resulta
difícil de aceptar, sobre todo por las consecuencias que implica.
 La Palabra, es una elección y un compromiso que aparenta echar a perder la
vida y tenemos la tentación de pensar como la
mayoría: la Iglesia exagera en sus demandas, quiere
complicar la vida.
 En este momento a ti y a mí nos dice hoy el Señor,
¿también ustedes quieren dejarme?...
 Pero también, tú y yo podemos responder como Pedro… «Señor, ¿a quién
iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna». Somos frágiles, nuestro corazón
vacila con frecuencia, nuestra mente duda, pero hemos de repetir
constantemente esa afirmación de Pedro.
MEDITACIÓN:

¿Mis sagradas comuniones están dando fruto


en mi vida?

¿Mis visitas al Santísimo son de provecho?

¿Mis momentos de oración en la Hora Santa


están siendo valorados?
ORACIÓN:
Dame, Señor, tu Espíritu para que yo pueda comprender tus
palabras de vida eterna. Sin tu Espíritu, puedo echar a
perder tus realidades, trastornar tu Palabra, cosificar la
eucaristía, construirme una fe a mi medida, tener miedo a
tus preceptos, considerar tu ley como una moral de
esclavos.

Dame tu Espíritu para que no me eche atrás, para que no te


abandone en los momentos de la prueba, cuando me
parezcan inhumanas tus demandas, cuando el Evangelio, en
vez de una alegre noticia, se me presente como una
amenaza para mi propia realización, cuando la alianza
contigo me parezca una cadena opresora.

Tú sabes, Señor, que hasta tus santos te hicieron llegar


alguna vez sus lamentos. Santa Teresa de Ávila te decía que
comprendía por qué tenías tan pocos amigos, dado el trato
que les dabas. Con todo, si me dieras tu Espíritu, no digo
que no me lamentaré, pero seguramente no te abandonaré,
porque estaré arraigado y atado a ti, bien contento de
seguirte, aunque quizás con pocos otros. En efecto, «sólo tú
tienes palabras de vida eterna». Amén.
CONTEMPLACIÓN:
Los que abandonaron a Jesús, no eran pocos; eran muchos. Eso puede suceder, en efecto, que
alguien diga la verdad y no sea comprendido y que incluso los que le escuchan se alejen
escandalizados. Este hombre podría arrepentirse de haber dicho la verdad: «No debió hablar
así, no debió decir estas cosas». Al Señor le pasó esto: habló y perdió a muchos discípulos, y
se quedó con pocos. Pero no se turbó, porque desde el principio sabía quién habría de creer y
quién no. Si a nosotros nos sucede algo semejante, no deberemos turbarnos. Encontraremos
consuelo en el Señor, sin dispensarnos, a pesar de todo, de la prudencia en el hablar (Agustín,
Comentario al evangelio de Juan, 27, 8).

ACCIÓN:
Leeré el capítulo 6 del evangelio de San Juan y lo meditaré a
profundidad para que dé fruto en mí

Canto:

AMARTE SÓLO A TI SEÑOR


Amarte sólo a ti Señor
Amarte sólo a ti Señor
Amarte sólo a ti Señor
Y no mirar atrás.

Seguir tu caminar Señor


Seguir sin desmayar Señor
Postrado ante tu altar Señor
Y no mirar atrás.

Seguirte…
ESTUDIO DE LA GAUDIUM ET SPES
CAPÍTULO III - LA VIDA ECONÓMICO-SOCIAL

Algunos aspectos de la vida económica

63. También en la vida económico-social deben


respetarse y promoverse la dignidad de la persona
humana, su entera vocación y el bien de toda la
sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin
de toda la vida económico- social.
La economía moderna, como los restantes sectores de
la vida social, se caracteriza por una creciente dominación del hombre sobre la
naturaleza, por la multiplicación e intensificación de las relaciones sociales y por la
interdependencia entre ciudadanos, asociaciones y pueblos, así como también por la
cada vez más frecuente intervención del poder público.
Por otra parte, el progreso en las técnicas de la producción y en la organización del
comercio y de los servicios han convertido a la economía en instrumento capaz de
satisfacer mejor las nuevas necesidades acrecentada de la familia humana.
Sin embargo, no faltan motivos de inquietud. Muchos hombres, sobre todo en
regiones económicamente desarrolladas, parecen garza por la economía, de tal
manera que casi toda su vida personal y social está como teñida de cierto espíritu
economista tanto en las naciones de economía colectivizada como en las otras.
En un momento en que el desarrollo de la vida económica, con tal que se le dirija y
ordene de manera racional y humana, podría mitigar las desigualdades sociales, con
demasiada frecuencia trae consigo un endurecimiento de ellas y a veces hasta un
retroceso en las condiciones de vida de los más débiles y un desprecio de los pobres.
Mientras muchedumbres inmensas carecen de lo estrictamente necesario, algunos,
aun en los países menos desarrollados, viven en la opulencia y malgastan sin
consideración.
El lujo pulula junto a la miseria. Y mientras unos pocos disponen de un poder
amplísimo de decisión, muchos carecen de toda iniciativa y de toda responsabilidad,
viviendo con frecuencia en condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona
humana.
Tales desequilibrios económicos y sociales se producen tanto entre los sectores de la
agricultura, la industria y los servicios, por un parte, como entre las diversas regiones
dentro de un mismo país. Cada día se agudiza más la oposición entre las naciones
económicamente desarrolladas y las restantes, lo cual puede poner en peligro la
misma paz mundial.
Los hombres de nuestro tiempo son cada día más sensibles a estas disparidades,
porque están plenamente convencidos de que la amplitud de las posibilidades
técnicas y económicas que tiene en sus manos el mundo moderno puede y debe
corregir este lamentable estado de cosas.
Por ello son necesarias muchas reformas en la vida económico-social y un cambio de
mentalidad y de costumbres en todos. A este fin, la Iglesia, en el transcurso de los
siglos, a la luz del Evangelio, ha concretado los principios de justicia y equidad,
exigidos por la recta razón, tanto en orden a la vida individual y social como en orden
a la vida internacional, y los ha manifestado especialmente en estos últimos tiempos.
El Concilio quiere robustecer estos principios de acuerdo con las circunstancias
actuales y dar algunas orientaciones, referentes sobre todo a las exigencias del
desarrollo económico.

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