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Análisis de Sistemas – Mundo

Una introducción por


IMMANUEL
WALLERSTEIN
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Para Comenzar:
COMPRENDER EL MUNDO EN EL QUE VIVIMOS

Los medios, así como también los científicos sociales, repiten constantemente que hay
dos cosas que dominan el mundo en que vivimos desde los últimos decenios del siglo
XX: la globalización y el terrorismo. Ambos se nos presentan como fenómenos
sustancialmente nuevos: el primero rebosante de esperanzas y el segundo, de peligros
temibles. El gobierno de los Estados Unidos parece desempeñar un papel central en el
avance de uno y la lucha contra el otro. Pero por supuesto, estas realidades no son
meramente estadounidenses sino mundiales. Lo que subyace a gran parte de este
análisis es el eslogan de la señora Tachero, primer ministro de Gran Bretaña entre 1979
y 1990: TINA ("Tere es NO Alternativa", en español: "No Hay Ninguna Alternativa").
Se nos dice que no hay ninguna alternativa a la globalización, a cuyas exigencias todos
los gobiernos deben someterse. Y se nos dice que, si queremos sobrevivir, no hay
ninguna alternativa más que aplastar sin piedad al terrorismo en todas sus
manifestaciones.
La caracterización no es falta de verdad, pero sí muy parcial. Si observamos la
globalización y el terrorismo como fenómenos definidos en un tiempo y escena
limitados, tendemos a llegar a conclusiones tan efímeras como los periódicos. En
general, no hemos sido capaces de comprender el significado de estos fenómenos, sus
orígenes, su trayectoria y, más importante aún, cuál es su lugar en el orden mayor de
las cosas. Solemos ignorar su historia. Somos incapaces de juntar las piezas del
rompecabezas y nos sorprendemos constantemente de que no se cumplan nuestras
expectativas a corto plazo.
¿Cuántas personas esperaban en los años ochenta que la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas se desmoronase tan rápida y pacíficamente como lo hizo? ¿Y
cuántos esperaban en 2001 que el líder de un movimiento del que pocos habían oído
hablar, alada, atacase las torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono el 11 de
septiembre, provocando tanto daño? No obstante, vistos desde cierta perspectiva,
ambos hechos forman parte de un escenario mayor cuyos detalles pudiéramos no haber
conocido por adelantado pero cuyos rasgos generales eran más que predecibles.
Parte del problema es que hemos estudiado estos fenómenos en compartimientos
estancos a los que hemos dado nombres especiales —política, economía, estructura
social, cultura— sin advertir que dichos compartimientos eran construcciones de
nuestra imaginación más que de la realidad. Los fenómenos de los que nos
ocupábamos en dichos compartimientos estancos estaban tan estrechamente
entrelazados que cada uno presuponía al otro, cada uno afectaba al otro y cada uno era
incomprensible sin tener en consideración a los demás compartimientos. Y otra parte
del problema es que tendemos a dejar fuera de nuestras consideraciones analíticas
acerca de aquello que es "nuevo" o no los tres puntos de inflexión importantes del
sistema-mundo moderno:
El largo siglo XVI, durante el cual nuestro sistema-mundo moderno vio la luz como
economía-mundo capitalista;
la Revolución francesa de 1789, como acontecimiento mundial que dio lugar a la
dominación subsiguiente, durante dos siglos, de una geo cultura para este sistema-
mundo, cultura que fue dominada por un liberalismo centrista, y la revolución mundial
de 1968, que presagió la larga fase terminal del sistema-mundo moderno en que nos
encontramos y que socavó la geo cultura liberal centrista que mantenía al sistema-
mundo unificado.

Quienes proponemos el análisis de sistemas-mundo, tema del que trata este libro,
venimos hablando acerca de la globalización desde mucho antes de que el término
fuera inventado (no, empero, como de algo nuevo sino como de algo que había sido un
elemento básico para el sistema-mundo moderno desde que éste comenzara en el siglo
XVI). Hemos argumentado que los compartimientos estancos de análisis — lo que en
las universidades se denomina disciplinas— son un obstáculo y no una ayuda en la
comprensión del mundo. Hemos argumentado que la realidad social en que vivimos y
determina cuáles son nuestras opciones no ha sido la de los múltiples estados
nacionales de los que somos ciudadanos sino algo mayor, que hemos llamado sistema-
mundo. Hemos dicho que este sistema-mundo ha contado con muchas instituciones —
estados y sistemas interestatales, compañías de producción, marcas, clases, grupos de
identificación de todo tipo—y que estas instituciones forman una matriz que permite al
sistema operar pero al mismo tiempo estimula tanto los conflictos como las
contradicciones que calan en el sistema. Hemos argumentado que este sistema es una
creación social, con una historia, con orígenes que deben ser explicados, mecanismos
presentes que deben ser delineados y cuya inevitable crisis terminal necesita ser
advertida.
Este punto de vista no sólo nos ha enfrentado a la sabiduría oficial de quienes detentan
el poder, sino también a buena parte del conocimiento convencional propuesto por los
científicos sociales a lo largo de los últimos dos siglos. Por tal motivo, decimos que es
importante mirar de un nuevo modo no sólo el modo en que funciona el mundo en que
vivimos, sino también cómo hemos llegado a pensar acerca de este mundo. Los
analistas de sistema-mundo se ven a sí mismos, por lo tanto, como participantes de una
protesta fundamental contra los modos en los que hemos pensado que conocíamos el
mundo.

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