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En los últimos años, la atención dada a los casos clínicos desde una
perspectiva fenomenológica ha hecho más clara la descripción del sentido de agencia
y, con ello, la diferenciación de un nivel mucho más primario en el cual se da este
fenómeno: un nivel experiencial antepredicativo. Sin embargo, todavía no existe
unanimidad en cuanto a cómo se debe entender la experiencia de ser agentes, no solo
en cuanto al concepto de agencia, sino, principalmente, en cuanto a la experiencia
misma. De ahí surge la pregunta ¿En qué consiste la experiencia de ser un agente? La
cual se debe resolver a partir de un análisis de la dimensión subjetiva a la que
corresponde el fenómeno en cuestión. Tratar de responder a esto, implica tener
presente una pregunta adicional: ¿qué relación hay entre la experiencia de ser agente y
la experiencia subjetiva de uno mismo?
Con el interés de clarificar un poco más la experiencia de ser agentes, me he
embarcado en un camino reflexivo en el cual me he percatado de ciertas limitaciones
y presupuestos presentes en la perspectiva fenomenológica contemporánea, los cuales
han viciado el modo en que se ha descrito y delimitado el problema de la agencia. El
reconocimiento de esos presupuestos devela que el sentido de la agencia es mucho
más primario y debe identificarse en un nivel más profundo de la subjetividad. Se
trata concretamente de tres presupuestos: 1) la poca claridad para caracterizar la
alteración del sentido de agencia; 2) la presuposición teórica del movimiento como
elemento motor del organismo humano que media la relación intencional entre el
sujeto y el mundo; y 3) la dificultad para comprender el sentido de agencia a partir de
la noción clásica de causalidad. Veamos cada uno.
Estos casos serían casos de alteración del sentido de agencia como una
facultad subjetiva más (según la postura fenomenológica de Gallagher), pero vemos
que son casos en donde se conserva un sentido mínimo de agencia que permite a los
pacientes mantener el sentido de sí mismos y considerarse agentes de sus
movimientos en un sentido más fundamental a pesar de que la facultad tenga algunas
deficiencias. Así por ejemplo, en el caso de la mano anárquica el sujeto ha dejado de
experienciarse agente de los posibles movimientos de su miembro fantasma con el
cuál aún cuenta o por lo menos sufre la imposibilidad de ser agente de los
movimientos de su mano, la cual ha dejado de ser la herramienta corporal cuya
función consistía en ser transparente a la conciencia subjetiva o experiencial del
sujeto en su actuar para facilitar la interacción con el mundo. Ahora el paciente no
puede realizar los movimientos para manipular objetos del mundo con su mano
debido a que esta ha dejado de ser tácita.
voluntarias, la única de la que habla la Crítica de la Razón Pura, y la intencionalidad operante (fungierende
Intentionalität), que lleva a cabo la unidad natural y antepredicativa del mundo y nuestra vida, que aparece en nuestros
deseos, evaluaciones, en nuestro paisaje, y que provee el texto que nuestros conocimientos intentan traducir en el
lenguaje exacto”. (Merleau-Ponty, pág. xvi)
Cuando la mano autónoma del paciente neurológico toma el objeto en frente
de ella, él no reconoce el movimiento como propio. Análogamente, cuando el que
sufre un delirio toma un objeto, él tampoco reconoce el movimiento como propio. En
ambos casos habría problemas en la relación con el mundo circundante: el cuerpo que
debería funcionar en el trasfondo se me hace evidente y problemático.
No obstante las similitudes, hay un aspecto más básico del que esta postura no
da cuenta inmediatamente y que permite hacer una distinción radical entre estos dos
casos. Esto nos llama a volver la atención sobre el propio cuerpo, no como un
instrumento para el mundo, sino como algo que tiene valor en sí mismo.
Otro presupuesto sobre la experiencia de ser agente tiene que ver con la
noción de causalidad que está íntimamente conectada a la definición misma de
agencia. Esto porque en diversas ocasiones, se aprecia la asociación entre sentido de
agencia y experiencia de ser causa o fuente causal de movimientos, lo que hace
necesario entender la manera en que se asume la noción de causalidad. La
consideración que se tenga de causalidad afectará la manera de ver al movimiento e
incluso la experiencia de ser agentes.
Así, el cuerpo no es sólo el medio que conecta al sujeto con el mundo, sino
que es en sí mismo capaz de movimiento propio y de agencia sobre el mundo. El
mundo, a su vez, aparece como derivado de las potencialidades de este cuerpo al
mismo tiempo que es resistente y modulador de las capacidades corporalesi. Resulta
contraintuitivo que los movimientos corporales solo sean entendidos como un
producto que emerge del sistema motor de procesos mecánicos que soporta a las
acciones cuando nuestra propia experiencia de ser agentes la vivimos por y en
nuestros movimientos. En la cotidianidad movimiento y experiencia de agencia son
vividos en una unidad: la experiencia de movimiento ya es una experiencia de
agencia así sea mínima. Si existen alteraciones como las del movimiento involuntario
o la de la mano anárquica, se trata de alteraciones parciales en donde sigue
conservándose un sentido profundo de agencia que sustenta nuestra misma
concepción como agentes. Cuando el caso es grave y nos remitimos a casos de
delirios de agencias, toda la subjetividad está alterada y tanto la propiedad como la
agencia están en cuestión. Esto es así porque, si atendemos el sentido de propiedad,
este está enraizado en una conciencia corporal de nuestros movimientos, de modo que
la posibilidad de expresar que "yo me muevo", o que "este movimiento acontece en
mi cuerpo" tienen una misma fuente, lo que nos lleva a decir que este tipo de
experiencias ya supone un sentido de agencia mínima. Examinar y comprender esta
fuente común debería ser el reto de una teoría que dé cuenta de la experiencia de
agencia en su aspecto más básico, llevar a cabo esta tarea permite abrir varios
caminos en la caracterización de la subjetividad y, en últimas, en las condiciones
trascendentales para la constitución del mundo de sentido.
Bibliografía
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