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Ensayo Doctoral

El sentido de ser agentes y la experiencia subjetiva de movimiento

El presente ensayo tiene como propósito mostrar la necesidad de comprender


el sentido de agencia desde la experiencia subjetiva de movimiento, es decir, de
abordar el fenómeno de ser agentes en un nivel primario de comprensión: el nivel de
la experiencia de movimiento. Con ello se busca sustentar una investigación filosófica
al respecto. Por eso, inicio con una breve contextualización de los aportes dados desde
el enfoque fenomenológico contemporáneo sobre la experiencia de agencia. Luego
señalo tres limitaciones que se revelan al momento de analizar casos clínicos
(neurológicos y psiquiátricos) relevantes para el problema: 1) la poca claridad para
caracterizar la alteración del sentido de agencia; 2) la presuposición teórica del
movimiento como elemento motor del organismo humano que media la relación
intencional entre el sujeto y el mundo; y 3) la dificultad para comprender el sentido de
agencia a partir de la noción clásica de causalidad. Estas limitaciones se convierten en
retos que una perspectiva fenomenológica debe afrontar para dar cuenta del fenómeno
experiencial de ser agentes. Estos retos los abordo a partir de los aportes de Jean
Michel Roy, Hans Jonas y Michel Henry que soportan la intuición de que la
experiencia de ser agente implica una conciencia de sí mismo en tanto subjetividad
operante que se auto-afecta al moverse, en virtud de que todo movimiento subjetivo
implica una experiencia de causalidad y de esfuerzo.

1. El problema de la agencia abordado desde el enfoque


fenomenológico contemporáneo

Desde una perspectiva fenomenológica contemporánea se ha avanzado en el abordaje


del problema de la agencia. Diversos autores han señalado la necesidad y pertinencia
de cambiar el enfoque conceptual de la discusión, por uno experiencial. Entre los
autores partidarios de este enfoque, se destaca Shaun Gallagher (2006), para quien la
discusión sobre el problema de la agencia se ha centrado solamente en un nivel
reflexivo y predicativo, sin contemplar otro nivel que atañe a la experiencia o sentido
de ser agentes. Según este autor, agencia hace referencia a la autoconciencia de ser
agente de lo que se realiza: "si alguien o algo causa que algo suceda, esa persona o
cosa no es un agente (incluso si ellos son la causa) si no saben en algún modo que
ellos han causado eso" (Gallagher. 2006. Pág. 347). Pero se trata, él aclara, de una
conciencia experiencial de uno mismo como agente de lo que hace y no de un
conocimiento consciente de orden superior.
A partir de este modo de esta caracterización, el autor establece una distinción
descriptiva de niveles en que se da la autoconciencia de ser agentes: un nivel pre-
reflexivo de primer orden que corresponde a un sentido experiencial de la propia
agencia; y un nivel de reflexivo de orden superior que corresponde a una conciencia
explicita o atributiva de uno mismo como ejecutor de la acción. De esta manera, se
diferencia entre sentido de agencia y atribuciones de agencia.
Para entender mejor en qué consiste la atribución de agencia y cómo se
diferencia del sentido de agencia, Gallagher toma en consideración el trabajo de
Graham y Stephens (1994) sobre la alineación introspectiva de los pacientes
esquizofrénicos, en donde se presenta la diferenciación entre atribuciones de
subjetividad (propiedad) y atribuciones de autoría (agencia). La primera atribución da
cuenta de la capacidad del paciente para reportar reflexivamente si es el sujeto del
movimiento, mientras que la segunda da cuenta de si, además de ser el sujeto es el
autor del movimiento. El reporte de los pacientes implica una reflexión explícita por
la cual se da sentido a las acciones apelando a creencias y deseos. Es decir, se trata de
un reporte cuyo contenido son atribuciones de estados intencionales que justifican o
racionalizan la acción.
En contraste con esto, Gallagher interpreta el sentido de agencia como la
"experiencia pre-reflexiva o sentido de que yo soy la causa o el autor de la acción"
(2006, pág. 347), lo cual supone una conciencia tácita, inmediata y subjetiva de si
mismo y no exige un reporte explícito como sí lo hace el análisis de Graham y
Stephens. Con ello, esta propuesta representa una alternativa frente a las perspectivas
tradicionales que se han concentrado en ofrecer explicaciones de la agencia a partir de
las acciones intencionales. Gallagher muestra que una cuestión es que uno se
experiencie como agente de lo que hace y otra muy diferente es el reporte que uno
hace de uno mismo como agente de una acción. Aun más, las atribuciones de agencia
no pueden entenderse sin suponer un sentido pre-reflexivo y primario de agencia que
es el que quiere enfatizar Gallagher. Así, el nivel de orden superior se soporta en el
nivel experiencial de primer orden: los juicios, reportes, justificaciones y
descripciones explicitas que se hacen sobre el papel de uno mismo como agente son
posibles por una experiencia de agencia. Según esto, la comprensión del sentido de la
agencia no se agota en el nivel racional o reflexivo, sino que se extiende a un nivel
más básico y fundamental: el nivel experiencial de un sí mismo subjetivo en el hacer
Con esto se señala la necesidad de cambiar la mirada desde la cual se aborda
el problema de la agencia: pasar de un enfoque conceptual de la discusión a un
enfoque meramente experiencial. Si bien esto ha supuesto un avance en la
comprensión del fenómeno; aún hay diversos retos que afrontar. Uno de esos tiene
que ver con una mayor clarificación de la categoría fenomenológica de experiencia o
sentido de agencia.

2. Algunas limitaciones y presupuestos en la comprensión del sentido


de agencia

En los últimos años, la atención dada a los casos clínicos desde una
perspectiva fenomenológica ha hecho más clara la descripción del sentido de agencia
y, con ello, la diferenciación de un nivel mucho más primario en el cual se da este
fenómeno: un nivel experiencial antepredicativo. Sin embargo, todavía no existe
unanimidad en cuanto a cómo se debe entender la experiencia de ser agentes, no solo
en cuanto al concepto de agencia, sino, principalmente, en cuanto a la experiencia
misma. De ahí surge la pregunta ¿En qué consiste la experiencia de ser un agente? La
cual se debe resolver a partir de un análisis de la dimensión subjetiva a la que
corresponde el fenómeno en cuestión. Tratar de responder a esto, implica tener
presente una pregunta adicional: ¿qué relación hay entre la experiencia de ser agente y
la experiencia subjetiva de uno mismo?
Con el interés de clarificar un poco más la experiencia de ser agentes, me he
embarcado en un camino reflexivo en el cual me he percatado de ciertas limitaciones
y presupuestos presentes en la perspectiva fenomenológica contemporánea, los cuales
han viciado el modo en que se ha descrito y delimitado el problema de la agencia. El
reconocimiento de esos presupuestos devela que el sentido de la agencia es mucho
más primario y debe identificarse en un nivel más profundo de la subjetividad. Se
trata concretamente de tres presupuestos: 1) la poca claridad para caracterizar la
alteración del sentido de agencia; 2) la presuposición teórica del movimiento como
elemento motor del organismo humano que media la relación intencional entre el
sujeto y el mundo; y 3) la dificultad para comprender el sentido de agencia a partir de
la noción clásica de causalidad. Veamos cada uno.

2.1 Sentido de agencia, su particularidad y alteración.

Usualmente se ha comprendido el sentido de agencia en su diferencia respecto


a otra categoría fenomenológica identificada por Gallagher: sentido de propiedad. La
distinción de ambas categorías se ha dado mediante el análisis del movimiento
involuntario como del análisis de casos clínicos.
La distinción entre sentido de propiedad y sentido de agencia cuenta, además,
con soportes neuropsicológicos y psiquiátricos: el síndrome de la mano anárquica y
los delirios de control de movimiento son algunos de los casos clínicos a los que
acuden autores como Tsakiris (2015), Schüür y Haggard (2011), Sass y Parnas
(2007), Roy (2017) para mostrar la pertinencia de la distinción. En todos estos
cuadros clínicos se puede apreciar una alteración del sentido de agencia independiente
del sentido de propiedad permitiendo mostrar que estos modos experienciales pueden
ser diferenciados.
Los pacientes con la condición de la mano anárquica experiencian una pérdida
del control de sus movimientos y acciones ejecutados por una de sus manos, se trata
como si una mano se descontrolara y se independizara del cuerpo del paciente. Los
pacientes reportan que esos movimientos no son de su autoría, no son generados por
ellos. En este tipo de casos, se estaría experimentando un sentido de propiedad porque
se logra reconocer que hay unos movimientos que están aconteciendo, que la propia
mano se mueve y que esa mano se reconoce como propia, pero que los aparentes
actos, no son causados por ellos como agentes sino por la mano (Gallgher 2006).
Los pacientes con delirios de control también muestran un sentido de agencia
alterado, pero parecen mantener un sentido de propiedad de sus movimientos. "El
delirio de control es un ejemplo de una experiencia de pasividad en el cual el paciente
siente que sus propias acciones están siendo creadas, no por el mismo, sino por una
fuente externa, usualmente un agente externo (Tsakiris. 2015. página 236). El
paciente mantiene y reconoce que en sus límites subjetivos acontecen movimientos,
pero estos no son de su autoría y que provienen de otros entes que tienen la capacidad
de influenciarlos.
Aunque los casos mencionados logran mostrar la distinción entre agencia y
propiedad, los análisis terminan equiparando todas estas enfermedades en su modo de
experienciarse. A su vez, tanto los casos psiquiátricos como aquellos que se deben a
un déficit neurológico, son análogos a la experiencia de los movimientos
involuntarios que suceden en una persona no alterada. Ambos diagnósticos son
descritos como unas experiencias de pasividad del mismo tipo del movimiento
involuntario; es decir, la experiencia alterada de la agencia se ha igualado a la
experiencia y definición del movimiento accidental o involuntario. Pero, ¿será que se
trata de las mismas vivencias?, ¿la manera en que se ha caracterizado
experiencialmente contribuye suficientemente a la comprensión de la experiencia de
agencia? La intuición lleva a dar una respuesta negativa a estas preguntas. Aunque el
enfermo y el normal atribuyen sus movimientos y acciones a alguien más, la
experiencia de sí mismos involucrados en el movimiento son muy diferentes. Esto se
manifiesta en el hecho de que la experiencia como agentes del movimiento solo es
problemática para la persona psicótica, mientras que para la persona normal no lo es.
La persona que simplemente ha tenido un movimiento involuntario no tiene una
confusión severa acerca de ella como agente, mientras que el enfermo sí, al punto que
llega a atribuir la responsabilidad de sus movimientos a cualquier ente posible
(objetos, dioses, espíritus, brujas, etc.). La equiparación de los casos de movimiento
involuntario con los casos de delirios de agencia refleja que las teorías de la agencia
no dan cuenta de las dinámicas subjetivas que están en juego en estos casos
psicopatológicos sino que solo se señala la pérdida de un sentido, lo cual hace que la
categoría fenomenológica sea tratada como una facultad y a la enfermedad como una
pérdida de esta sin que se haga un examen profundo acerca de la alteración de la
subjetividad misma que surge en los delirios pero no en los movimientos meramente
involuntarios.

2.2 El movimiento como elemento motor del organismo humano que


media la relación intencional entre el sujeto y el mundo.

El modo en que se ha asumido el problema de la agencia y el modo en que es


reconocido en las descripciones clínicas evidencia una división entre movimiento y
experiencia de agencia, de modo que el movimiento puede ser percibido sin relación
a una experiencia agentiva.
En las descripciones dadas, el sentido de agencia es referida a la acción
mientras que el sentido de propiedad es remitido al movimiento. Si bien Gallagher
dice que la distinción entre estas categorías fenomenológicas se hacen solo para
propósitos del análsis descriptivo ya que en la vida cotidiana suceden al mismo
tiempo, resulta que el enfasis en la distinción sí tiene repercusiones en tratamiento que
se le da al fenémeno agentivo. Asumir una distinción fenomenológica como esta
impacta en el alcance que se le da la experiencia de agencia y con ello, a la
comprensión de casos clínicos. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué presuponer
que están separadas las categorías fenomenológicas a un nivel más básico si en la
vivencia cotidiana están unidas?, y ¿cuál es la necesidad de hacer la distinción y
cuales son los presupuestos al trazarla?

La necesidad de una distinción entre movimiento y sentido de agencia no se


debe simplemente a una distinción analítico-descriptiva, sino que se debe al
presupuesto de entender el movimiento solamente como un proceso motor
subpersonal del organismo que hace posible los quehaceres del hombre. Gallagher
(2008) expresa que “el conjunto de movimientos (implicados en un salto sorpresa)
puede ser explicado puramente en términos de procesos perceptuales no-conscientes,
descarga neuronal y contracción muscular" (2008. P. 297). Así, el movimiento al ser
reducido a un proceso mecánico - del cual nos percatamos por las sensaciones que
genera en nuestro espacio corporal-, no aporta a la comprensión de la experiencia de
ser agente; por tanto no puede ser atendida desde el nivel del movimiento.

Desde la interpretación que acabamos de exponer, una pregunta por la


experiencia de agencia es totalmente diferente a una sobre el movimiento: la primera
pregunta refiere a procesos experienciales, la segunda pregunta refiere a procesos
subpersonales. Sin embargo, esta postura parece perder de vista las cuestiones
relacionadas con nuestras actividades cotidianas que tienen que ver con cómo trabaja
nuestro cuerpo para moverse: en cómo se mueven las piernas, cómo balanceamos el
cuerpo, cómo movemos la cabeza, etc. El funcionamiento corporal supbersonal
referido a procesos motores relacionados con la descripción mecánica del movimiento
no responde a las preguntas referidas a una actividad agentiva (Gallagher. 2006). A lo
mucho, el movimiento motor se presenta como la condición de acciones agentivas, en
tanto que se vuelve transparente para que nosotros atendamos a nuestras acciones
efectivas en el mundo. Según esto, en la realización de una acción "cuando actúo, mi
atención no está focalizada sobre movimiento corporal, sino que está focalizada sobre
algún aspecto de la tarea que va a realizarse” (2008b. P 296). Así entonces, el
movimiento no solamente se concibe como función motora del organismo sino que
además es la estrategia que media la relación intencional del sujeto con el mundo. El
movimiento corporal hace posible la relación intencional del sujeto con el mundo.

El abordaje de alteraciones clínicas como aquellas en la que el sentido de


agencia "se pierde" pero se conserva un percatamiento de movimiento refuerza esta
concepción aceptada en la tradición fenomenológica: el sujeto y todas sus
posibilidades agentivas estan intrínsecamente dirigidas al mundo por un cuerpo en
movimiento que se invisibiliza para sus realizaciones. Siguiendo las interpretaciones
de Merleau-Ponty de casos como el miembro fantasma o la anosognosia, se resalta la
intencionalidad operante del cuerpo (no las intenciones o propósitos) como la
característica más básica, primaria o fundamental del sentido de agencia. Merleau-
Ponty concibe que los casos de miembro fantasma y anosognosia son problemas de la
relación con el mundo. El hombre que padece del miembro fantasma tiene la idea de
que todavía cuenta con una herramienta para relacionarse con el mundo, la cual es su
brazo pero que ya no está. Mientras que, en el caso de la anosognosia, ya no cuenta
con ese pedazo del cuerpo, y lo que hace es ignorarlo. “El rechazo de la deficiencia no
es sino el reverso de nuestra inherencia en el mundo, la negación implícita de aquello
que se opone al movimiento natural que nos lanza a nuestras tareas, a nuestras
preocupaciones, a nuestra situación, a nuestros horizontes familiares. […]. El cuerpo
es el vehículo del ser en el mundo, y tener un cuerpo es, para el ser viviente, unirse a
un medio definido” (Merleau-Ponty, pág. 88).

Estos casos serían casos de alteración del sentido de agencia como una
facultad subjetiva más (según la postura fenomenológica de Gallagher), pero vemos
que son casos en donde se conserva un sentido mínimo de agencia que permite a los
pacientes mantener el sentido de sí mismos y considerarse agentes de sus
movimientos en un sentido más fundamental a pesar de que la facultad tenga algunas
deficiencias. Así por ejemplo, en el caso de la mano anárquica el sujeto ha dejado de
experienciarse agente de los posibles movimientos de su miembro fantasma con el
cuál aún cuenta o por lo menos sufre la imposibilidad de ser agente de los
movimientos de su mano, la cual ha dejado de ser la herramienta corporal cuya
función consistía en ser transparente a la conciencia subjetiva o experiencial del
sujeto en su actuar para facilitar la interacción con el mundo. Ahora el paciente no
puede realizar los movimientos para manipular objetos del mundo con su mano
debido a que esta ha dejado de ser tácita.

Esta extrañeza también se revela en el caso del delirio de control: la


experiencia del movimiento deja de ser familiar para convertirse en la de un
movimiento que es de él pero que al mismo tiempo no lo es porque no lo puede
determinar como agente. De este modo, la disponibilidad de su propio cuerpo para
dirigirse al mundo, esa intencionalidad operante, está alterada1.

1 “Husserl distingue entre la intencionalidad de acto, que es la de nuestros juicios y tomas de posición

voluntarias, la única de la que habla la Crítica de la Razón Pura, y la intencionalidad operante (fungierende
Intentionalität), que lleva a cabo la unidad natural y antepredicativa del mundo y nuestra vida, que aparece en nuestros
deseos, evaluaciones, en nuestro paisaje, y que provee el texto que nuestros conocimientos intentan traducir en el
lenguaje exacto”. (Merleau-Ponty, pág. xvi)
Cuando la mano autónoma del paciente neurológico toma el objeto en frente
de ella, él no reconoce el movimiento como propio. Análogamente, cuando el que
sufre un delirio toma un objeto, él tampoco reconoce el movimiento como propio. En
ambos casos habría problemas en la relación con el mundo circundante: el cuerpo que
debería funcionar en el trasfondo se me hace evidente y problemático.

No obstante las similitudes, hay un aspecto más básico del que esta postura no
da cuenta inmediatamente y que permite hacer una distinción radical entre estos dos
casos. Esto nos llama a volver la atención sobre el propio cuerpo, no como un
instrumento para el mundo, sino como algo que tiene valor en sí mismo.

2.3 Sentido de agencia asociado a la noción de causalidad

Otro presupuesto sobre la experiencia de ser agente tiene que ver con la
noción de causalidad que está íntimamente conectada a la definición misma de
agencia. Esto porque en diversas ocasiones, se aprecia la asociación entre sentido de
agencia y experiencia de ser causa o fuente causal de movimientos, lo que hace
necesario entender la manera en que se asume la noción de causalidad. La
consideración que se tenga de causalidad afectará la manera de ver al movimiento e
incluso la experiencia de ser agentes.

Siguiendo los planteamientos de Hans Jonas, antes caracterizar cómo y por


qué funcionan las descripciones causales para establecer predicciones científicas,
sería pertinente preguntarnos primero respecto al origen experiencial de la categoría
de causalidad que nos permite tener la certeza inmediata de que hay conexiones
causales en el mundo. Esto lo logramos a partir de establecer las experiencias directas
de poder, fuerza o producción que están a la base de nuestra interacción con el mundo
y de donde emerge como evidente la idea de que existe una relación causal desde
nosotros hacia las cosas y de las cosas entre sí (Jonas, 2000, cap. 1, sección VI).

Así, el cuerpo no es sólo el medio que conecta al sujeto con el mundo, sino
que es en sí mismo capaz de movimiento propio y de agencia sobre el mundo. El
mundo, a su vez, aparece como derivado de las potencialidades de este cuerpo al
mismo tiempo que es resistente y modulador de las capacidades corporalesi. Resulta
contraintuitivo que los movimientos corporales solo sean entendidos como un
producto que emerge del sistema motor de procesos mecánicos que soporta a las
acciones cuando nuestra propia experiencia de ser agentes la vivimos por y en
nuestros movimientos. En la cotidianidad movimiento y experiencia de agencia son
vividos en una unidad: la experiencia de movimiento ya es una experiencia de
agencia así sea mínima. Si existen alteraciones como las del movimiento involuntario
o la de la mano anárquica, se trata de alteraciones parciales en donde sigue
conservándose un sentido profundo de agencia que sustenta nuestra misma
concepción como agentes. Cuando el caso es grave y nos remitimos a casos de
delirios de agencias, toda la subjetividad está alterada y tanto la propiedad como la
agencia están en cuestión. Esto es así porque, si atendemos el sentido de propiedad,
este está enraizado en una conciencia corporal de nuestros movimientos, de modo que
la posibilidad de expresar que "yo me muevo", o que "este movimiento acontece en
mi cuerpo" tienen una misma fuente, lo que nos lleva a decir que este tipo de
experiencias ya supone un sentido de agencia mínima. Examinar y comprender esta
fuente común debería ser el reto de una teoría que dé cuenta de la experiencia de
agencia en su aspecto más básico, llevar a cabo esta tarea permite abrir varios
caminos en la caracterización de la subjetividad y, en últimas, en las condiciones
trascendentales para la constitución del mundo de sentido.

Bibliografía

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Merleau-Ponty, M., (1957). Fenomenología de la percepción. México: Fondo de
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Schüür, F., & Haggard, P. (2011). What are self-generated actions? Consciousness
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Tsakiris, M. (2015). The relations between agency and body ownership. The Sense of
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