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Pequeños soles
Ilustrado por Marisa Cuello
Texto © 2008 Paula Fränkel. Imagen © 2008 Marisa Cuello. Permitida la reproducción no comercial, para uso
personal y/o fines educativos. Prohibida la reproducción para otros fines sin consentimiento escrito de los autores.
Prohibida la venta. Publicado y distribuido en forma gratuita por Imaginaria y EducaRed:
http://www.educared.org.ar/imaginaria/biblioteca
Paula Fränkel - Pequeños soles
—Ese pájaro me marea, se mueve todo el tiempo. Mejor, miremos
a esa vaca.
Pero, ¿saben ustedes, cuánto se mueve una vaca? Poco, ¡casi nada! Luego
de un rato, la vaca sólo movió la cola para espantar a una mosca. Los girasoles
empezaron a aburrirse. Su mirada se perdía en el horizonte o se distraían con
cualquier cosa.
—¡Esto no puede pasarle a un girasol! —dijo uno de pronto.
Y comenzaron a seguir a todo lo que se movía cerca de ellos:
Un tractor, muy traca-traca-traca.
El perro del granjero, imparable.
El espantapájaros, mejor la vaca.
Un avión, ya pasó.
El molino, me mareo.
Otra vez el pajarito, ¡noooooo!
Sin saber qué hacer, tristes y aburridos, pasaron la tarde, y se hizo de
noche y se fueron a dormir decepcionados.
A la mañana siguiente, una banda de nubes grises tapizó el cielo otra vez.
—Hoy no voy a llorar —dijo uno mientras estiraba sus hojas. Y, para no
desanimarse, empezó a cantar bajito—. Yooo tengo un elefante...
Su vecino, abrió un ojo espiando a ver si estaba nublado y también se
puso a cantar suavecito. Los girasoles que estaban más cerca del arroyo habían
escuchado el día anterior a un grupo de chicos que jugaba cantando. Así que, en
cuanto terminó la canción, pensaron otra que empezara con la última letra:
—...chas chas en la colitaaaa...
—Aaaa... Arriba Juan, arriba...
Una canción siguió a la otra y entre todos armaron una guerra de can-
ciones. La tarde pasó entre canciones y risas. Hasta que se hizo de noche y
tarareando se fueron a dormir, con la esperanza de ver al Sol al amanecer.
Los despertó a la mañana siguiente una lluvia finita. Enojado, furioso,
un girasol bajito pegó con una hoja en el barro que se juntaba a sus pies. Y
salpicó al que tenía al lado, que se la devolvió con tanta mala puntería que les
llegó a los tres girasoles que estaban más atrás. Se miraron unos a otros y se
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Paula Fränkel - Pequeños soles
vieron tan pero tan enchastrados de barro que no pudieron aguantarse la risa.
Empezaron a tirarse barro unos a otros divertidísimos. De tanta risa, algunas
semillas salieron volando por el aire y las usaron para armar muñequitos con
el barro.
Jugaron tanto que se pasaron las horas sin que se dieran cuenta y la
lluvia de la tarde los bañó antes de irse a dormir.
Al día siguiente, el Sol volvió a despertarlos sonriente como si siempre
hubiera estado allí. Ellos lo saludaron amarillísimos y emprendieron juntos
el camino por el cielo, iluminando al mundo. Sus pequeños mundos, los
pequeños soles.
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