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Texto © 2009 Eduardo Abel Gimenez. Imagen © 2009 Melóm. Permitida la reproducción no comercial,
para uso personal y/o fines educativos. Prohibida la reproducción para otros fines sin consentimiento escrito
de los autores. Prohibida la venta. Publicado y distribuido en forma gratuita por Imaginaria y EducaRed:
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Eduardo Abel Gimenez - El problema de los osos
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Eduardo Abel Gimenez - El problema de los osos
pero no se le ocurría qué. El presidente y sus ministros se miraron entre sí, y sin hablar
descubrieron que a ninguno de los tres le disgustaba la idea.
—Yo digo que sí —anunció desde el fondo la Osa Presurosa.
—¡Yo dije que sí primero! —rugió el Oso Jactancioso—. ¡Aunque nadie me
haya escuchado!
—Yo lamento decir que sí —gruñó la Osa Quejumbrosa.
Y de esta forma, poco a poco, los osos y las osas fueron dando su aprobación a la
idea de la Osa Pomposa. Al rato, y porque el Oso Ambicioso seguía afónico, le tocó a
la Osa Rencorosa anunciar que la decisión era unánime.
—Hubiéramos empezado por acá —dijo por último, sin poder contenerse.
Todos aplaudieron, rugieron, gruñeron y golpearon el piso para mostrar su
entusiasmo. Todos, claro, menos el Oso Silencioso, que sólo movió la cabeza de arriba
para abajo.
Un rato después, relajados y alegres, los osos salieron de la cueva al sol radiante de
la tarde. Tan contentos estaban que hasta le quitaron la cadena al Oso Peligroso, que
por esta vez no mordió a nadie.
Al poco tiempo nacieron dos hermanos. De acuerdo con la decisión tomada en la
asamblea, los padres les pusieron por nombres la Osa Uno y el Oso Dos. Eran
encantadores. Iniciaron una nueva época. Desde entonces, todos los osos vivieron
felices por haber resuelto el problema.
Hasta que, mil quinientos años más tarde...
Los osos se fueron acomodando en la cueva. Había asamblea general. El Oso Once
Millones Cuatrocientos Setenta Y Dos Mil Ciento Veinticinco, que presidía la reunión,
gruñó para aclararse la garganta.
—Como todos saben —dijo—, los osos tenemos un problema.