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Presentación de caso y análisis desde los textos

Pensamiento fi losófi co en Lo Vincular


Capturados por la misma dicotomía de lo propio y de lo ajeno,
tanto lo que recibe como lo que llega no tienen lugar,
no acontecen.
Para que algo tenga lugar, para que algo acontezca,
el lugar no puede tener lugar de antemano.

Lo que no acontece

Constanza se ha detenido en un tiempo en que todo se repite. Mira permanentemente el


laberinto que día a día aparece frente a ella: nunca puede descubrir una entrada, no sabe de qué
está hecho, cuál es la lógica, qué siente frente a eso. Se ha detenido es una forma de decir, porque
busca sin cesar, intenta, piensa, actúa sin pensar, no le afloja, pero nada acontece. Fue declarada
muerta, o más: inexistente. Y esa muerte, diría Silvia Bleichmar, …me imagino, la siento decirme,
con sus modos inconfundibles, cigarrillo en mano (aunque nunca fumó delante de mí)… esa
muerte la ha vuelto hiper inquieta. Así y todo...

Produce lágrimas, verla cómo desarrolla esa increíble actividad que nunca la lleva a algo
significativo, y que su esfuerzo sea recompensado con esa simpatía de Malena al decirle
Hooollaaaa y Chaaauuuu! Como si sintiera que en ese intervalo de pocas letras muy repetidas hay
un entre maravilloso, resguardado, sólidamente acontecido. Un intervalo microscópico, de un
tiempo conservado, ¡tan intenso! que hace que vibre toda la estructura del consultorio y la sesión
misma. Logra que eso, si acontezca. Revive, cobran existencia ellas dos, aunque luego venga ese
“Buscate una vida”… como si la niña, adolescente, en esa comprensión tan clara de su propia
situación, le dijera “vos que lograste salir, soltame, no sigas aferrada a mi”

Constanza no ve a sus hijos desde hace varios años. Viven con el padre de ambos, Facundo.
Malena y Fausto tiene 23 y 13 años.

Cuenta, describe, transmite, una pena y tristeza profunda le pesa ese “¿ahora te interesás por
nosotros... cuando nunca fuiste una madre?”

Hasta los 8 años de Malena convivieron en la casa paterna de los “niños”. Cuenta un matrimonio
en el que existía un sometimiento fuerte, sin violencia física, con un control estricto de Facundo en
todos los ámbitos hogareño familiares. Cámaras en la casa, que graban sobre todo lo que pasa en
el frente de la calle y, últimamente, con un registro exacto de lo que pasa con la hija. Según cuenta
la ex-empleada de la casa, recientemente despedida, la niña está aislada, sin amigas, triste y
extrañando a la madre.

Constanza no cesa de tratar de comunicarse con ambos, pero sobre todo con Malena, a quien
extraña y quien le responde sus mails con un escueto mensaje. “Hola, no me escribas más. Buscate
una vida” También va al domicilio donde viven los hijos con el padre y le lleva pequeños regalos.
Cuando sale la niña y los recibe y le dice “Hooola y Chaaaauuuu” simpáticamente, sin otra letra o
palabra en medio, reboza de alegría.

Ese momento tan sencillo, pequeño desarrollo, es ese increíble acontecimiento de hospitalidad,
tan efímero, pero tan vital. En ese aparecer sin aviso, de Constanza, (aprovecha momentos en los
cuales supone que el padre de la niña no se encuentra en casa), maravillosamente, se dan lugar,
sin haberse identificado. “Surge allí una hermosa, paradoja, la paradoja de la hospitalidad: Recibir
es dar lugar.” Producen “dar lugar al lugar”. No son madre e hija, pensemos que es la acción de
llegar sin aviso y recibir sin identificar, dándose al acontecer. No puede haber una expectativa
anterior ni posterior, no se plantea el –voy a ver a mi hija, a reencontrarme- o el -va a venir mi
madre- simplemente puede darse la acción, verdaderamente es puro verbo sin sujeto lo que allí
ocurre. Ahora logro entenderlo
No es posible interpretar, decidir si está bien o está mal, si es conveniente o no, sólo me es
posible, como ¿analista? estar allí, presente en el relato, sin pensarla como una madre. Eso
sucede, insisto.

Foto familiar

La ética es una morada.


En la noción tradicional de hábitos y costumbres
—del hacer y del qué hacer— se pierde la dimensión del habitar
que la palabra ética, entendida como ethos, es decir como morada, contiene.
Los habitos hablan de un habitar, habitar el cuerpo, la casa, el mundo.
Mas, una ética fundada de antemano en la propiedad de los lugares propios,
en las propiedades, es una ética que promete violencia.

Constanza logró separarse de Facundo en un momento en que juntó la fuerza para poder realizar
el movimiento de irse, salir de esa presión contínua, violenta en el trato. Al mismo tiempo en que
él le declara la guerra y decide realizar acciones que la descalifican como madre, declaran su
inexistencia, su nunca haber sido una buena madre ni haberse comportado como tal. El mismo
momento produce en sus hijos la sensación de abandono, posiblemente porque ella puede salir de
ese sistema de dominio instrumentado por el padre, pero, por ejemplo, Malena queda atrapada
allí. Porque para salir, Constanza, lo hace sin sus hijos, abandona el hogar y luego suceden toda
una serie de acciones legales que le quitan la tenencia de sus hijos.
La casa paterna se encuentra obsesivamente estructurada, determinada en los quehaceres diarios,
en las formas, en lo permitido y lo prohibido. Cámaras de seguridad vigilan los espacios, sobre
todo el frente de la casa que da a la calle, y el padre sigue los movimientos de Malena. Las
respuestas de los hijos ante el acercamiento de la madre, también parece estructurada, guionada,
ha ocurrido que la niña, en presencia de su padre, o en lugares donde puede ser vista, si la madre
se le acerca a saludarla, comienza a gritar “¡salí, no te me acerques, abusadora!”. Otro tanto, con
más argumento propio, sucede con Fausto.
El discurso de Facundo se apuntala en el concepto de riesgo, de peligrosidad, definiendo que
Constanza lo representa en todo sentido. Ese discurso impone el criterio de que todo contacto con
ella representa un peligro. Hasta tal punto logra hacerlo, que los peritajes psicológicos aconsejan
que no haya revinculación con la madre. Que todos concurran a terapia (ella lo cumple) pero que
no se restablezca el contacto con la madre. Los peritajes se basan en una única entrevista que el
psicólogo realiza a la niña y en múltiples argumentos del padre. A la madre nunca la entrevista,
sólo se basa en aportes de testigos que dicen esto y lo otro.

Una típica foto familiar. Una casa ordenada, los peligros ubicados, la vigilancia por el bien y la
seguridad de los hijos instrumentada, y una justicia que responde adecuadamente. Locos y
enajenados afuera. Certificado por peritos.

El accionar de la justicia retrata, fotografía, a través de sus peritos obsecuentes, la selfie más
conveniente. Evitando todo rastro de movimientos que abran la puerta al lugar donde los vínculos
puedan aparecer. Los sujetos bien sujetados por ese accionar, determinan la verdad de las cosas,
en ese pasmoso asesinato de los vínculos. Tal es definido como un buen padre, tal es definida
como una mala madre, riesgosa peligrosa, con la cual no debe haber revinculación, tales son
definidos como protegidos. En esta versión actual de los escenarios, confluyen las ciencias que
apuntalan el servicio de justicia. Un servicio que ejerce el familiarismo, aplica el método del
novelado edípico (que los psicoanalistas supimos proveer), en un marco, reaseguro ideológico,
llamado paternalismo. Eficiente eficaz y económico. Que reasegura sus pilares: la propiedad de lo
propio, las identidades, el sí mismo y una versión de la ajenidad muy apropiada.

Tal legalidad se ejerce sin más en nombre de la restauración de una identidad previa,
de una interioridad previa —sea la interioridad de un sujeto, de una familia, una
Nación, un Estado— que vela sus fronteras, de un si mismo idéntico a si mismo que
custodia su mismidad inalterable. La violencia contra la violencia busca afanosamente
restaurar todas las formas de la identidad y de la interioridad —¿acaso hay una sin la
otra?— redoblando con su gesto aquello mismo que busca aniquilar: la violencia.

Tal asesinato de los vínculos… ¿puede pensarse desde la violencia que produce lo vincular?
Relacionado con la expropiación de lo propio, la propiedad del sí mismo, puntal del sistema al cual
pertenece la justicia, que en sí no constituye un -servicio- sino un poder que sostiene tal sistema.
Entonces, la justicia no podría dar lugar a los vínculos que traen ajenidad como marca, ella
apropia, la justicia se maneja en esos términos. El modelo que aplica es la apropiación, violencia
ejercida sobre esos niños que dice defender, acto en el cual extirpa toda posibilidad de vínculo,
hace propios esos hijos, los hace sujetos, concediéndoles una identidad como Dios, padre, manda.

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