Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Dios nos conoce desde aun antes de nacer y su presencia nos acompaña
desde entonces. Meditemos sobre 4 cosas específicas que Dios conoce sobre
nosotros mencionadas en ese Salmo. Démosle gracias no solo porque nos conoce
sino porque él también nos ama y anhela ser nuestro amigo, cuidarnos y guiarnos
por siempre.
El salmista David nos habla sobre un Dios personal al que le interesa todo lo
relacionado con sus hijos. Dios conoce desde lo más trivial hasta lo más
profundo y secreto de nuestras vidas. Vemos que él sabe cuándo nos sentamos y
cuándo nos levantamos, el ajetreo diario que nos agobia y nuestro tiempo de
descanso. También conoce la profundidad de nuestros pensamientos y las
palabras, aun antes de que las digamos.
Dios también sabe lo que sucede en nuestro corazón, la intención que hay antes
de que expresemos algo. Él sabe lo que acontece durante ese proceso en el que
analizamos y filtramos lo que es prudente decir y lo que no. Los humanos oyen
nuestras palabras, pero Dios conoce la intención del corazón.
Hay momentos en la vida en los que desearíamos estar totalmente solos. Sea por
algún problema o por una situación que nos sobrepasa buscamos alejarnos de
todo y de todos. Pero Dios es omnipresente, no importa cuánto lo intentemos, no
podemos escondernos de su presencia. Dondequiera que vayamos, sea la hora
que sea, él está con nosotros. Él conoce todas nuestras frustraciones y luchas
y no nos deja abandonados: siempre nos acompaña.
Vemos que Dios conoce todo porque él está en todo lugar. No hay ningún espacio
en todo el universo que pueda escapar a su presencia. ¿Cómo podemos imaginar
que nosotros, simples seres humanos, nos podamos esconder de él o esconderle
la realidad de nuestras circunstancias? Él sabe todo, ve todo y está siempre
dispuesto a acompañarnos, a ayudarnos, a guiarnos y a sostenernos con su
mano. ¿Se lo permitiremos?
¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo
sé muy bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era
yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. Tus ojos
vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se
estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos. ¡Cuán preciosos, oh Dios,
me son tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos! Si me propusiera
contarlos, sumarían más que los granos de arena. Y, si terminara de hacerlo, aún
estaría a tu lado.
(Salmo 139:14-18)
¡Qué descripción más maravillosa sobre cómo y desde cuándo Dios nos conoce!
¡Él nos conoce desde antes de nacer! Formó nuestro cuerpo con cada pequeño
detalle. Somos su creación más especial, fuimos hechos a su imagen y semejanza
(Génesis 1:26-27).
Cuando pensamos en los billones de personas que hay en este mundo y lo única
que es cada una de ellas, no podemos más que asombrarnos ante la
impresionante creatividad de nuestro Dios. Si le añadimos la gran complejidad del
cuerpo humano (los huesos, las venas, los órganos internos, etc.), nuestro
asombro debe ser aun mayor. ¡Somos creación admirable definitivamente!
Mucho más impresionante es el hecho de que Dios nos conoce desde antes que
nadie supiera que existíamos. Nos formó con sus dedos de amor, cada célula y
cada parte de nuestro cuerpo... Él estima en gran manera a cada ser humano,
tiene mucha misericordia y bondad para con todos y un propósito especial por el
que cada uno ha sido creado (Salmo 138:8).
El salmista expresa emociones muy fuertes ante Dios, frustraciones que estaban
dentro de su ser. Las habla tranquilamente con Dios tal y como las siente porque
sabe que Dios ya las conoce. ¡No hay nada oculto para Dios! Dios conoce
nuestras emociones y Dios es justo. Podemos colocar ante él todo lo que no
entendemos y consideramos injusto en esta vida esperando a que él obre con su
justicia y en su tiempo.
Pero además de expresar lo que siente, David le pide a Dios que examine su
corazón y sus pensamientos. Él no deseaba que esos sentimientos reinaran sobre
él. Anhelaba la dirección de Dios en todas las áreas de su vida, incluidas sus
emociones.
David sabía que él, como ser humano, era imperfecto y podía cometer errores. Él
muestra gran sabiduría al pedir a Dios que examine sus sentimientos y sus
pensamientos. También muestra humildad al reconocer que Dios es el único que
puede mostrarle claramente lo que está mal y guiarle en el camino que conduce a
la eternidad.
Busquemos a Dios con fervor. Dejemos que examine lo profundo de nuestro ser
y que nos conduzca por su camino, el camino eterno.