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TLEF

1.-“...Debo antes que nada recordar brevemente (...) la gran ley que establecí en mi Sistema de
Filosofía Positiva, respecto a ala evolución intelectual integral de la Humanidad”.

2.-“Siguiendo esta doctrina fundamental, todas nuestras especulaciones, sean cuales sean, se
encuentran inevitablemente determinadas, tanto en el individuo como en la especie, a pasar
sucesivamente por tres estados teóricos diferentes, que las denominaciones comunes de teológico,
metafísico y positivo puedan calificar aquí de modo bastante acertado, por lo menos para quienes
hayan comprendido su verdadero sentido general. El primero de estros estados, aunque sea en un
comienzo indispensable en todo sentido, debe ser considerado como puramente provisorio y
preparatorio; el segundo, que no constituye más que una modificación disolvente de éste, sólo es
una simple destinación transitoria, destinada a conducir gradualmente al tercero; solo en éste, el
último estado enteramente normal reside el régimen definitivo de la razón humana.”

Augusto Comte
Discurso sobre el Espíritu Positivo, I;1 Vrin, París, 1987.

Sin duda Comte asigna a un periodo de la historia –edades del fetichismo y del politeísmo- ese
“pensamiento salvaje” que no es, para nosotros, el pensamiento de los salvajes, ni el de una
humanidad primitiva o arcaica, sino el pensamiento en estado salvaje, distinto del pensamiento
cultivado o domesticado con vistas a obtener un rendimiento. Este apareció en algunos puntos del
globo y en algunos momentos de la historia, y es natural que Comte, privado de informaciones
etnográficas (y del sentido etnográfico, que solo la recolección y la manipulación de informaciones
de este tipo permiten adquirir) haya captado el primero en su forma retrospectiva, como un modo de
actividad mental anterior al otro. Hoy comprendemos mejor que los dos pueden coexistir y
compenetrarse, como pueden (al menos de derecho) coexistir y cruzarse especies naturales, unas en
estado salvaje, y otras tal como la agricultura o la domesticación las han transformado, aunque –por
el hecho mismo de su desarrollo y de las condiciones generales que requieren- la existencia de éstas
amenaza con extinguir a las otras. Pero, tanto si lo deplora uno como si se alegra de ello se conocen
todavía zonas en las que el pensamiento salvaje, como las especies salvajes, se encuentra
relativamente protegido: tal es el caso del arte; al que nuestra civilización reconoce la posición de
parque nacional, con tosa las ventajas e inconvenientes que trae consigo una formula tan artificial.

Los caracteres excepcionales de este pensamiento que llamamos salvaje y que Comte califica de
espontáneo dependen sobre todo de la amplitud de los fines que se asigna. Pretende ser,
simultáneamente, analítico y sintético, ir hasta su término extremo en una y otra dirección,
permaneciendo, a ala vez, en capacidad de ejercer una mediación entre estos dos polos.

Claude Levi-Strauss
El pensamiento salvaje, VIII, p. 315, FCE, 1997

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