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11/6/2019 (1) Dosis Filosóficas - Notas

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Estética de la penuria
DOSIS FILOSÓFICAS · JUEVES, 28 DE FEBRERO DE 2019 Leída 2 veces

Estética de la penuria.

No sé si les haya pasado a todos, pero creo que es común, en algún momento de la vida, en
alguna conversación, querer con todas tus fuerzas comunicar alguna emoción, alguna
experiencia, y no poder. Es, ese, momento tan frustrante donde no sabes qué palabra se
aplica y, entonces, recurres a todas tus herramientas comunicativas. Intentas hacer ruidos,
muecas, posturas y demás trucos con el propósito de dar a entender a la otra persona. Es
verdad que en una de esas incluso hasta puedas inventar una palabra. Sin embargo, por muy
creativa, única, y efectiva que sea esta palabra, ten por seguro, al final el lenguaje es una
convención, por lo que resulta necesario el que alguien más, o muchos más, acepte dicho
signo. Que le pidas a alguien que te pase el “dese” de la “desa”, implica que sea necesario que
esa otra persona sepa a qué te refieres cuando hablas de “el dese”.

En el libro de la estética de la penuria, se describe el caso de un misionero Jesuita que vivió


en la Baja California Sur, en un poblado llamado San Luis Gonzaga Chiriyaqui, cercano a lo
que conocemos como Ciudad Constitución, al norte de La Paz –por si no conoces. Este
hombre de nombre Baegert escribió un libro posterior a su estancia en la península. Escrito
que sorprende porque por un lado parece haber sido escrito por alguien que tenía un cierto
grado de ignorancia, pero al mismo tiempo muestra una capacidad para calcular distancias y
tener concepciones de la geografía que se perciben adelantadas a su época. En su, aparente,
carencia de conocimiento de especies de aves, especies de peces e incluso de plantas, logra
descripciones que en una primera lectura pueden ser hasta hilarantes. Pero en una segunda,
o tal vez hasta en una tercera lectura, resulta que no es un asunto de desconocimiento de
nombres de los animales, es más bien un esfuerzo consciente de que no poner nombres, de
no delimitar la narrativa a objetos concretos con denominaciones cerradas que no permitan
una lectura más enriquecedora. Se da a la tarea de no enfatizar los objetos por encima de las
mismas experiencias, de manera que puede hacer que lo que se retrate no sea una postal,
sino de transmitir un sentir, generar una empatía con él.

Real-idad, dice el autor, es todo lo que el Rey conoce. Cuando uno nombra comunica, pero
también es entrar en esta dinámica tiránica nominalista ilustrada, que no corresponde a su
intención comunicativa.

Cuando la gente llega al negocio de mi papá, preguntándole por esa cosa que va allí, que sirve
para eso, mi papá hace uso de un gran sentido deductivo y logra saber a qué se refieren, por
interpretar sus otros signos, sus otras formas de comunicar. Esto se logra mediante la

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comunicación que va más allá de los signos, de los significantes, de la semiótica y todo lo que
se pueda decir del lenguaje, es comunicar la emoción, transmitir sentimientos.

El Jesuita que logro transmitir su experiencia en el desierto, es esta porción de tierra tan
aislada de todo lo demás, y lo hizo no por medio de descripciones y definiciones, sino que
transmitió su sentir.

-Xpasta

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