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Sanar en La Construcción de Un Mundo Mejor
Sanar en La Construcción de Un Mundo Mejor
Sanar en la construcción de un mundo mejor parte del énfasis en que todo el mundo reconozca
sus particularidades, y dentro de esas particularidades surja un diálogo intercultural que lleve
a la población a un mejor entendimiento de sí mismo, camino que se hace difícil pero no
imposible de realizar, por lo tanto, se apela a la voluntad de querer un punto medio más
equilibrado en el que todos seamos iguales. Es desde ahí que se centra la dificultad cuando
planteamos el fin de un mundo sin racismo, algo que todos deseamos, pero que
lastimosamente se mantiene gracias a unas relaciones de poder colonial que aún persiste y el
cual debemos descolonizar.
Hablar del fin del racismo en el mundo occidentalizado es un tema complejo de entender y
analizar, dadas las diferentes variables sociopolíticas e históricas del planeta y las
poblaciones que lo habitamos, dado que constantemente las situaciones se están
resignificando y variando sus formas de análisis.
Son muchas las dudas que quedan respecto a la posibilidad de que termine el racismo; y en
eso toda la población está de acuerdo, pero debemos volvernos seres humanos más
conscientes de lo que somos y no basarnos en las diferencias que se han construido a lo largo
de la historia, no centrarse en el odio y el resentimiento, sino en amor de un nuevo porvenir.
Foucault plantea en su visión del racismo dentro de un proceso histórico, el cual cambia su
forma de acuerdo con los contextos específicos, ya sea racismo religioso del siglo XV, o la
confusión del concepto de lucha de razas (Ver Grosfoguel, 2012: 84 – 85), que con el pasar
del tiempo se modificó a una interpretación más biológica que étnica, en la cual el estado
saca a relucir su poder de imposición.
Contrario a esto la historia ha demostrado que el racismo viene de procesos más antiguos e
igual de espeluznantes, por ejemplo, al pensar que “los musulmanes y judíos eran humanos
con la religión y el Dios equivocado” (Grosfoguel, 2012: 88) lo que motivaba una
discriminación religiosa. Posteriormente y tras el saqueo de América y la usurpación de
África, el racismo toma indoles más biológicos, transformándose entonces de discriminación
religiosa a “discurso racista de color” (Grosfoguel, 2012: 91)
Por otro lado para Fanón el racismo es “una jerarquía global de superioridad e inferioridad
sobre la línea de lo humano que ha sido políticamente producida y reproducida como
estructura de dominación durante siglos por el sistema
imperialista/occidentalocéntrico/cristianocéntrico/capitalista/patriarcal/moderno/colonial/
“(Grosfoguel, 2012: 93) esa línea de lo humano se deriva en la construcción de lo que ha sido
el ser y el no ser, lo cual nos llevara a la discusión de análisis sobre las diferentes formas de
racismo y desde donde están surgiendo las mismas propuestas de análisis y reivindicación
del sujeto como parte de un contexto.
Por tal motivo el racismo es más que una construcción social, que lastimosamente ha
permeado más allá de lo imaginado en las sociedades, dándonos a entender que el fin del
racismo es un proceso difícil más no imposible, en el cual los nuevos elementos de la
humanidad que surjan de los colegios vengan con la mentalidad más abierta y respetuosa de
la diferencia entre seres vivos.
El mundo está en constante cambio y con él las sociedades que lo habitan, reinventándose y
resignificando cada vez las diferentes prácticas o expresiones de la población, sumado todo
a un capitalismo que avanza de manera agresiva en el cual la homogeneización es el punto
de foco para explotar las necesidades de poder y ambición.
El hecho de que la interculturalidad, a pesar de que su uso discursivo, no esté conformada por
una base de significados estables ni necesariamente compartidos, sino por sentidos que
representan una variedad de posiciones dinámicas, tanto individuales como colectivas, a veces en
conflicto entre ellas, forma parte de la realidad y del problema. (Walsh, 2002: 13)
El problema radica en que el estado se aprovecha de los discursos para entablar condiciones
de multiculturalidad, la cual solo parte del reconocimiento, sin hacer énfasis en la
interculturalidad que se establece a través del diálogo de los pueblos, en la búsqueda de un
mundo mejor.
Por tal motivo los pueblos deben tener conciencia de una interculturalidad que surja de ellos
hacia el estado, y no del estado hacia ellos, de tal manera que las políticas que sean llevadas
a cabo sean totalmente referenciadas y aceptadas por los pueblos y no impuesta por el estado
como una política vinculante que realmente en su trasfondo no es más que una maquinaria
del estado como agente de un capitalismo y globalización agresivos, en el que la comunidad
no importa sino lo que consuma.
Es una tarea difícil pero no imposible en la cual se le debe apostar a lo que Walsh denomina
“interculturalizar en vez de interculturalidad” (Walsh, 2002: 21), es decir que todos los seres
humanos veamos más allá de nuestro color de piel, de nuestra condición sexual, de nuestras
profesiones, entre otras y nos vinculemos al trabajo mancomunado y reciproco por nosotros
mismos sin importar los beneficios o repercusiones.
Finalmente, todas las propuestas y discusiones presentadas son parte de un constructo teórico
– práctico en lugares específicos de determinadas comunidades. Es decir, que suele ser
bastante complejo entender esas propuestas en escenarios variados, dado que no suele
aplicarse para ciertos casos las diferentes discusiones, lo que lleva entonces a pensar que tan
real o posible sean los cambios y la sanación.
La ciudad de Cali es una de las ciudades con mayor cantidad de población negra en Colombia,
pero también con grandes cantidades de población indígenas y migrantes del suroccidente
colombiano, lo cual nos presenta un entorno en el que se han mezclado diferentes tipos de
memorias que han condicionado un sin número de formas de pensamiento cultural, donde
prima ese discurso de la integridad. Por ejemplo, la población andino-mestiza que apropio
las prácticas de otros pueblos a su proceso de identidad.
Por lo tanto sería interesante que la ciudad de Cali reconociera al otro como un igual más allá
de la figura legal dentro del papel, sino uno en el que todos fuéramos seres humanos con las
mismas características físicas, pero con formas de ver el mundo paralelas, que le aportan a la
ciudad ese índole pluriétnico y multicultural, pero que la propuesta de las personas unifique
un criterio intercultural, en el que el diálogo y el reconocimiento prime en la construcción de
una mejor ciudad.
Es posible que las discusiones sobre el racismo duren un par de años más, porque hay que
cambiar la forma de ver el mundo que se rige a través del capitalismo del consumo, en el cual
prima la individualidad del ser humano, llevándolo a particularizar su intención de vivir. En
esa medida se busca la forma de llegar a toda la población con un discurso que acabe los
odios y egoísmos generados por los avances avasalladores del siglo XXI y se pueda construir
no una sociedad perfecta, pero si una que identifique, reconozca y respete la diferencia y
desde ahí pueda construir un lugar y sociedad más intercultural.
Bibliografía