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Sanar en la construcción de un mundo mejor

Juan Manuel Pérez Rengifo

El mundo ha atravesado a lo largo de su historia por múltiples facetas que determinaron el


devenir de los acontecimientos que dentro de él ocurrían y siguen ocurriendo, desde guerras,
hambrunas, abundancias, fracturas, alianzas, entre otras; cada una siendo vista desde
diferentes puntos de vista, donde se ha centrado un norte excluyente y un sur que viene
surgiendo con propuestas de integración alternativas al orden mundial. Para poder plantear
nuevas alternativas hay que ir a las sociedades mismas y entender las pautas de
comportamiento que desde dentro se están tejiendo como sociedad para sobrellevar y
sobresalir a esa condición colonial a la que ha sido sometida.

La dominación ejercida por las llamadas potencia colonizadoras a lo largo de la historia ha


sido producto de un sin número de factores que determinaron lo ocurrido en los diferentes
continentes del mundo, especialmente los llamados tercer mundistas. Elementos que fueron
transcurriendo tras el telón de fondo de aspectos políticos, económicos y sociales de la
población.

La relación conquistado conquistador se basa en una consecución de poder, que busca el


dominante eliminar al dominado mediante una serie de imposiciones culturales. Lo que
plantea Cabral a lo largo de su discusión es que a pesar de lo ocurrido el dominado es mayoría
y posee toda la fuerza cultural que les permite reivindicar los movimientos de liberación
cultural, permitiendo el renacimiento cultural como elemento de lucha popular, “El hecho de
que los movimientos de independencia se señalen, incluso en su fase inicial, por una
expansión de las manifestaciones de carácter cultural, indica que esos movimientos vienen
precedidos de un “renacimiento cultural” del pueblo dominado.” (Cabral, 1979: 326)
Fortaleciendo en lo popular las acciones contra el conquistador, desde el poder de la unión
bajo un mismo precepto que les permita identificarse y tener un mismo sentir; Cabral lo
manifiesta al plantear el “Carácter indestructible de la resistencia cultural de las masas
populares frente a la dominación extranjera” (Cabral, 1979: 326)
El papel de la cultura en una sociedad que aspira superar su condición colonial es básicamente
“Un arma en la lucha por la independencia” (Cabral, 1979: 326), es decir, le da los elementos
a la población para poder comprender su papel en la historia de su país y continente, afianzar
los lazos de lucha y unificar criterio de reivindicación comunitaria frente a la clase dominante
que busca imponer diferentes parámetros económicos, políticos y sociales, en pocas palabras
podría plantear la “Cultura método de movilización de los grupos”. (Cabral, 1979: 326)

Sanar en la construcción de un mundo mejor parte del énfasis en que todo el mundo reconozca
sus particularidades, y dentro de esas particularidades surja un diálogo intercultural que lleve
a la población a un mejor entendimiento de sí mismo, camino que se hace difícil pero no
imposible de realizar, por lo tanto, se apela a la voluntad de querer un punto medio más
equilibrado en el que todos seamos iguales. Es desde ahí que se centra la dificultad cuando
planteamos el fin de un mundo sin racismo, algo que todos deseamos, pero que
lastimosamente se mantiene gracias a unas relaciones de poder colonial que aún persiste y el
cual debemos descolonizar.

Hablar del fin del racismo en el mundo occidentalizado es un tema complejo de entender y
analizar, dadas las diferentes variables sociopolíticas e históricas del planeta y las
poblaciones que lo habitamos, dado que constantemente las situaciones se están
resignificando y variando sus formas de análisis.

El planteamiento de Grosfoguel después de una disertación profunda sobre el racismo en


Foucault y Fanón llega a la conclusión de que para superar este fenómeno del racismo y todos
los procesos de colonización “necesitamos crear un mundo con una nueva estructura de
poder donde occidente no domine ni explote al resto del mundo” (Grosfoguel, 2012: 102).
Pero ¿no sería esa nueva estructura también un elemento segregador?, ¿cómo podríamos estar
seguros de que se acabaría el racismo? ¿quizás cambiaría su forma?

Son muchas las dudas que quedan respecto a la posibilidad de que termine el racismo; y en
eso toda la población está de acuerdo, pero debemos volvernos seres humanos más
conscientes de lo que somos y no basarnos en las diferencias que se han construido a lo largo
de la historia, no centrarse en el odio y el resentimiento, sino en amor de un nuevo porvenir.
Foucault plantea en su visión del racismo dentro de un proceso histórico, el cual cambia su
forma de acuerdo con los contextos específicos, ya sea racismo religioso del siglo XV, o la
confusión del concepto de lucha de razas (Ver Grosfoguel, 2012: 84 – 85), que con el pasar
del tiempo se modificó a una interpretación más biológica que étnica, en la cual el estado
saca a relucir su poder de imposición.

Contrario a esto la historia ha demostrado que el racismo viene de procesos más antiguos e
igual de espeluznantes, por ejemplo, al pensar que “los musulmanes y judíos eran humanos
con la religión y el Dios equivocado” (Grosfoguel, 2012: 88) lo que motivaba una
discriminación religiosa. Posteriormente y tras el saqueo de América y la usurpación de
África, el racismo toma indoles más biológicos, transformándose entonces de discriminación
religiosa a “discurso racista de color” (Grosfoguel, 2012: 91)

Por otro lado para Fanón el racismo es “una jerarquía global de superioridad e inferioridad
sobre la línea de lo humano que ha sido políticamente producida y reproducida como
estructura de dominación durante siglos por el sistema
imperialista/occidentalocéntrico/cristianocéntrico/capitalista/patriarcal/moderno/colonial/
“(Grosfoguel, 2012: 93) esa línea de lo humano se deriva en la construcción de lo que ha sido
el ser y el no ser, lo cual nos llevara a la discusión de análisis sobre las diferentes formas de
racismo y desde donde están surgiendo las mismas propuestas de análisis y reivindicación
del sujeto como parte de un contexto.

Por tal motivo el racismo es más que una construcción social, que lastimosamente ha
permeado más allá de lo imaginado en las sociedades, dándonos a entender que el fin del
racismo es un proceso difícil más no imposible, en el cual los nuevos elementos de la
humanidad que surjan de los colegios vengan con la mentalidad más abierta y respetuosa de
la diferencia entre seres vivos.

De tal manera el llamado a un diálogo intercultural es más importante aún, en el que se


resalten los valores de comunidad más allá del papel individual que le ha dado el capitalismo
globalizado y sus variables económicas, políticas, culturales y sociales; donde se reconozca
la diferencia y sea punto de partida para el reconocimiento de todos con sus particularidades
en un enfoque de respeto y trabajo mancomunado, en el que cada uno se vea beneficiado.
Son muchas las construcciones que vienen surgiendo desde los pueblos, caracterizados como
otros, ya sean indígenas, negros y mestizos, donde las visiones del mundo se basan en los
principios culturales de la tradición y el respeto por las prácticas, donde la comunidad permite
hacer un diálogo intercultural, partiendo del reconocimiento intra-intercultural para abrirse a
la comunión con los otros y desde la diferencia fortalecer los procesos.

El mundo está en constante cambio y con él las sociedades que lo habitan, reinventándose y
resignificando cada vez las diferentes prácticas o expresiones de la población, sumado todo
a un capitalismo que avanza de manera agresiva en el cual la homogeneización es el punto
de foco para explotar las necesidades de poder y ambición.

En ese trasegar del capitalismo y su proceso de globalización que se encuentran las


poblaciones que se han construido desde la diferencia, punto de conformación de
pensamientos otros alternativos a las epistemes globales, primando la diversidad y el respeto
por el contraste en la búsqueda de una sanación que vincule políticas de integración y
reciprocidad. Tal es el caso de las poblaciones afro e indígenas que:

Al pensar y usar la interculturalidad epistémicamente, los movimientos indígena y afro están


desafiando y reinventando interpretaciones que, en su uso dominante, carecen de dimensión
política y pretenden ocultar la colonialidad de poder. Es un esfuerzo por deconstruir y reconstruir
críticamente el significado del término presentándolo como espacio, negociación, relación y
pensamiento fronterizo. (Walsh, 2002: 25)

Se aprecia entonces que la construcción epistémica de las comunidades gira entorno a él


exaltamiento de la diversidad de los pueblos, siendo justo desde ahí el punto de partida para
el fortalecimiento de los estados, en un proyecto más vinculante, que se caracterice por la
diversidad desde una construcción más intercultural.

El hecho de que la interculturalidad, a pesar de que su uso discursivo, no esté conformada por
una base de significados estables ni necesariamente compartidos, sino por sentidos que
representan una variedad de posiciones dinámicas, tanto individuales como colectivas, a veces en
conflicto entre ellas, forma parte de la realidad y del problema. (Walsh, 2002: 13)

El problema radica en que el estado se aprovecha de los discursos para entablar condiciones
de multiculturalidad, la cual solo parte del reconocimiento, sin hacer énfasis en la
interculturalidad que se establece a través del diálogo de los pueblos, en la búsqueda de un
mundo mejor.

El reconocimiento y el respeto a la diversidad cultural se convierte en un componente central del


capitalismo global, […] el nuevo modelo de la dominación cultural posmoderna que ofusca y
mantiene a la vez la diferencia colonial a través de la retórica discursiva del multiculturalismo y
su herramienta conceptual de la interculturalidad no apunta a la creación de sociedades más
igualitarias sino, más bien, al control del conflicto social y la conservación de la estabilidad social,
con el fin de impulsar los imperativos económicos del modelo de acumulación capitalista.
(Walsh, 2002: 9)

Básicamente se establece el reconocimiento del estado a través del multiculturalismo e


incluso de la interculturalidad para así tener un poder de control sobre los pueblos, y una
especia de contentillo social en el cual la población cree tener el apoyo del estado, pero
finalmente no es más que una jugada política.

Por tal motivo los pueblos deben tener conciencia de una interculturalidad que surja de ellos
hacia el estado, y no del estado hacia ellos, de tal manera que las políticas que sean llevadas
a cabo sean totalmente referenciadas y aceptadas por los pueblos y no impuesta por el estado
como una política vinculante que realmente en su trasfondo no es más que una maquinaria
del estado como agente de un capitalismo y globalización agresivos, en el que la comunidad
no importa sino lo que consuma.

Es una tarea difícil pero no imposible en la cual se le debe apostar a lo que Walsh denomina
“interculturalizar en vez de interculturalidad” (Walsh, 2002: 21), es decir que todos los seres
humanos veamos más allá de nuestro color de piel, de nuestra condición sexual, de nuestras
profesiones, entre otras y nos vinculemos al trabajo mancomunado y reciproco por nosotros
mismos sin importar los beneficios o repercusiones.

Finalmente, todas las propuestas y discusiones presentadas son parte de un constructo teórico
– práctico en lugares específicos de determinadas comunidades. Es decir, que suele ser
bastante complejo entender esas propuestas en escenarios variados, dado que no suele
aplicarse para ciertos casos las diferentes discusiones, lo que lleva entonces a pensar que tan
real o posible sean los cambios y la sanación.
La ciudad de Cali es una de las ciudades con mayor cantidad de población negra en Colombia,
pero también con grandes cantidades de población indígenas y migrantes del suroccidente
colombiano, lo cual nos presenta un entorno en el que se han mezclado diferentes tipos de
memorias que han condicionado un sin número de formas de pensamiento cultural, donde
prima ese discurso de la integridad. Por ejemplo, la población andino-mestiza que apropio
las prácticas de otros pueblos a su proceso de identidad.

Por lo tanto, la colonialidad en el pensamiento dentro de la ciudad sigue planteando que el


ideal del ciudadano es uno especifico con determinadas características, pero no ese otro que
se construyó como sujeto desde otras formas de ver y entender el mundo, sea negro, indígena,
mestizo, andino u otro. Entonces, la colonialidad ha creado una forma de ver la ciudad en la
que el otro no cabe ni tiene su espacio.

Desde el punto de vista de la interculturalidad de los pueblos y la sanación que necesita la


ciudad y el país, Cali ha reconocido características culturales de diferentes pueblos dentro de
sus calles con el fin de establecer un diálogo más horizontal, pero ha sido bastante complejo
cuando cada uno quiere imponer su forma de pensar y actuar, pero también cuando empiezan
a primar otras necesidades de tipo económico, entonces, ahí se pierde todo discurso y
proceso. De todas formas, la ciudad comprende la diversidad que tiene, pero no dimensiona
el potencial que se podría tener a través de un diálogo de saberes que vincule la
interculturalidad como el principal factor, en el que el reconocimiento no baste sino también
la reciprocidad de experiencias y sentires que le puedan proponer a la ciudad una identidad
colaborativa y unificadora, que no se quede solo en las expresiones artísticas o folclóricas de
cada micromundo que existe dentro, sino una integridad y reconocimiento total.

Por lo tanto sería interesante que la ciudad de Cali reconociera al otro como un igual más allá
de la figura legal dentro del papel, sino uno en el que todos fuéramos seres humanos con las
mismas características físicas, pero con formas de ver el mundo paralelas, que le aportan a la
ciudad ese índole pluriétnico y multicultural, pero que la propuesta de las personas unifique
un criterio intercultural, en el que el diálogo y el reconocimiento prime en la construcción de
una mejor ciudad.
Es posible que las discusiones sobre el racismo duren un par de años más, porque hay que
cambiar la forma de ver el mundo que se rige a través del capitalismo del consumo, en el cual
prima la individualidad del ser humano, llevándolo a particularizar su intención de vivir. En
esa medida se busca la forma de llegar a toda la población con un discurso que acabe los
odios y egoísmos generados por los avances avasalladores del siglo XXI y se pueda construir
no una sociedad perfecta, pero si una que identifique, reconozca y respete la diferencia y
desde ahí pueda construir un lugar y sociedad más intercultural.

Bibliografía

Cabral, Amílcar. (1979). La cultura fundamento del movimiento de liberación nacional.


Entralgo, Armando. (1979). Libro África Política: Segunda parte. Compilador. Editorial de
ciencias sociales. La Habana. pp. 323 -337

Grosfoguel, Ramon. (2012) El concepto de “racismo” en Michel Foucault y Frantz Fanon:


Teorizar desde la zona del “ser” o desde la zona del “no ser”. Bogotá. Tabula rasa. No. 16.
pp. 79-102.

Walsh, Catherine. (2002) “(De) construir la interculturalidad. Consideraciones críticas


desde la política, la colonialidad y los movimientos indígenas y negros en el Ecuador”. En
Walsh, 2002. En Fuller y Norma: interculturalidad y política, desafíos y posibilidades. Red
para el desarrollo de las ciencias sociales en el Perú. pp. 115- 142

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