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Preguntas como, ¿de dónde viene? o ¿qué hacen con ella antes de embotellarla? Sin
embargo, todo el mundo tiene algo más o menos claro: el agua que bebemos, y el agua
original, no es la misma.
Este agua, por lo tanto, no puede ser entregada al consumidor sin más. Por el bien de su
salud, el agua pasa por un proceso de depuración y sanación, que vendrá determinada según
su grado de contaminación, que puede averiguarse mediante un llamado análisis del agua.
Dicho análisis, es un proceso químico en el que se extrae una buena muestra del líquido a
analizar (dependiendo de la extensión del estudio, se puede llegar a necesitar hasta 1,5
litros). A partir de esa muestra, se determinará su calidad.
No obstante, según las Guías para la Calidad del Agua Potable de la Organización Mundial
de la Salud, no hay que llevar a cabo un exhaustivo proceso de detección de todos y cada
uno de los agentes patógenos, ya que hacerlo requeriría un tiempo excesivamente largo y su
procedimiento sería demasiado complejo (OPS, 1988). Por lo cual, es suficiente identificar
ciertos microorganismos que son perjudiciales para la higiene y sanidad humana: los
llamados indicadores bacterianos de contaminación.