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En el mundo atlántico de finales del siglo xvi y comienzos del siglo XIX,
los conflictos internacionales ocuparon gran parte de las energías de todos los
dirigentes europeos. Competían entre sí varios Estados nacionales expansi-
vos, se difundían los movimientos políticos e ideológicos revolucionarios, y
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156 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS
primeras elecciones generales para los nuevos cargos federales. Los observado-
res europeos más perspicaces comprendieron que el nuevo régimen de gobier-
no no sólo fortalecía la Unión existente, sino que le dotaba de un sistema po-
lítico perfectamente adaptado a un país expansionista. En el año 1789 coinci-
dieron la elección del primer presidente estadounidense, George Washington,
y el comienzo de la Revolución francesa, lo que sería motivo de alteración casi
inmediata de las cordiales relaciones franco-norteamericanas.
motivos estratégicos y también para poder continuar cultivando sus buenas re-
laciones comerciales y diplomáticas con los pueblos indígenas del interior del
continente. Estados Unidos se quejaba amargamente de que los comerciantes
británicos facilitaban armas de fuego, municiones y alcohol a los indios, acu-
sándoles de instigar hostilidades contra los nuevos asentamientos estadouni-
denses en las fronteras occidentales. Al mismo tiempo, la marina mercante
americana se vio en apuros para desarrollar con seguridad su navegación y co-
mercio en alta mar. Privada de la protección de la armada británica, e incluso
sometida a inspecciones a bordo y otros insultos al pabellón estadounidense,
la indignación patriótica norteamericana iba en aumento. Gran Bretaña apli-
caba la «regla de 1756», según la cual un beligerante podía interceptar el co-
mercio marítimo de su enemigo, incluso los cargamentos transportados en na-
víos neutrales, si el destino final era el país enemigo, aunque hubieran sido
brevemente desembarcados en el país neutral.
No obstante, los federalistas pretendían conservar unas relaciones cordia-
les con Gran Bretaña, y para evitar el enfrentamiento armado, el gobierno de
Estados Unidos buscó una solución negociada. No fueron atendidas a plena
satisfacción varias quejas americanas, y el negociador estadounidense, John
Jay, tuvo que hacer concesiones ante el poderío británico, puesto que Gran
Bretaña se negó absolutamente a renunciar a su derecho de registrar barcos
neutrales en busca de contrabando de guerra o desertores británicos. No obs-
tante, el tratado de 1794 resolvió muchas de las disputas anglo-americanas so-
bre derechos de pesca, visitas y presas marítimas, comercio de indios, fortifi-
caciones y fronteras. Este tratado no satisfizo las esperanzas del presidente
George Washington, y fue muy criticado en Estados Unidos. Aun así, se logró
el objetivo principal, que era evitar un nuevo conflicto abierto, con lo cual la
Unión pudo disfrutar de un valioso tiempo para consolidar su propio sistema
político y desarrollar su comercio exterior.
Por su parte, España controlaba las Floridas, todo el territorio al oeste del
río Mississippi y Nueva Orleans, la llave indispensable de todo el comercio de
las llanuras centrales norteamericanas. Para España, la defensa de sus pose-
siones americanas tenía una importancia prioritaria para la revitalización na-
cional, por lo que la consolidación de Estados Unidos como potencia indepen-
diente condicionó seriamente los márgenes de maniobra del Gobierno espa-
ñol en sus relaciones internacionales. Los asesores de Carlos III y Carlos IV
entendieron bien lo que significaría la peligrosa vecindad de Estados Unidos
en Norteamérica y el Caribe. A partir de 1776, los dirigentes políticos españo-
les, aun cuando sostuvieron opiniones diferentes respecto de la mejor línea de
actuación a seguir, coincidieron todos en una misma evaluación del momen-
to histórico: comprendieron que, desde ese momento, la existencia de Estados
Unidos iba a desempeñar un papel fundamental en las opciones diplomáticas
y de política imperial de España. Pronosticaron la expansión demográfica y
comercial de los estadounidenses, y previeron que, si la Unión lograba supe-
rar los efectos destructivos de los separatismos regionales y de los enfrenta-
mientos partidistas, también sería inevitable la expansión de su sistema polí-
tico. Decía el barón de Carondelet en oficio de 1793 al conde de Aranda: «Esta
población vasta e intranquila se esfuerza por ganar todo el vasto continente
ocupado por los indios entre el Ohio y el Mississippi, el golfo de México y los
158 HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS
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sando no tanto en su colonización como en el control de los recursos natura-
les y el comercio del Pacífico septentrional. Por su parte, desde la supuesta
neutralidad, Francia y Gran Bretaña siguieron políticas ambiguas y cambian-
tes, tan pronto apoyando diversas fórmulas de mantenimiento de la soberanía
española, como atendiendo de diferentes modos las peticiones separatistas.
Buscaban sobre todo ventajas comerciales y diplomáticas, aunque no faltaban
ciertas aspiraciones territoriales. Los británicos aprovecharon al máximo la
autorización española para comerciar directamente en puertos hispanoameri-
canos durante su alianza de 1808 a 1814, realizando grandes y valiosas expor-
taciones, especialmente de productos textiles. Cuando las guerras de indepen-
dencia tocaron a su fin, el comercio británico dominaba absolutamente en los
mercados del Río de la Plata, México, Perú y Colombia, Por otra parte, Gran
Bretaña logró ocupar la isla de Trinidad en 1797 (cedida por el tratado de
Amiens, 1802), aunque fracasó en su pretensión de tomar Puerto Rico y esta-
blecerse en el Río de la Plata (1806-1807). El Gobierno británico ofreció su
mediación en 1811, pero a partir de 1817 su neutralidad oficial quedó cada
vez más comprometida por la ayuda económica y las armas y municiones que
fluían hacia los revolucionarios, y por los numerosos voluntarios que acudían
a la lucha en Venezuela y otros lugares. Al final, Gran Bretaña desarmó la
amenaza francesa por el acuerdo Canning-Polignac de 1823, que prohibía
cualquier intervención extranjera en América, reconociendo su independencia
de facto. A partir de este momento, la diplomacia y la armada británicas se
erigieron como defensoras de la independencia hispanoamericana contra el
intervencionismo militar europeo.
Entretanto, las esperanzas puestas en la ayuda estadounidense se vieron
parcialmente defraudadas. En Estados Unidos, la cautela y el pragmatismo
imponían una política al servicio del propio proyecto nacional, todavía poco
consolidado. Por eso, dentro de una actitud de benevolente interés, sus diri-
gentes mantuvieron una política oficial de neutralidad, al tiempo que dedica-
ron una atención preferente a negociar la adquisición de las Floridas. Por ese
motivo, no convenía arriesgar una ruptura con España, y rechazaron iniciati-
vas diplomáticas y aventuras bélicas que pudiesen comprometer la propia se-
guridad estadounidense. No obstante, la política de Estados Unidos gradual-
mente se inclinó hacia el apoyo incondicional a las nuevas repúblicas iberoa-
mericanas. A esta evolución contribuyeron los intereses comerciales, el afán
de erradicar el colonialismo europeo de las Américas por motivos ideológicos
y estratégico-defensivos, el talante no-intervencionista manifestado por Gran
Bretaña, las simpatías populares hacia la causa independentista y la tempra-
na vocación estadounidense de ejercer un liderazgo hemisférico. Así, los go-
biernos iberoamericanos obtuvieron el necesario apoyo internacional tras el
reconocimiento estadounidense de la independencia de la Gran Colombia
(unión de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, 19 de junio de 1822), Mé-
xico (12 de diciembre de 1822), las Provincias Unidas del Río de la Plata, y
Chile (27 de enero de 1823), Brasil (26 de mayo de 1824), la Federación Cen-
troamericana que se separó de México en 1823 (4 de agosto de 1824), y Perú
(2 de mayo de 1826). A partir de 1825 fueron siguiendo el ejemplo estadouni-
dense Gran Bretaña, Francia y otros países europeos, en un proceso que
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conflictividad si las relaciones entre los Estados se rigiesen por unas normas
precisas recogidas en tratados y acuerdos internacionales.
Durante este período, Estados Unidos estaba volcado hacia la coloniza-
ción de su propio territorio nacional y aún se discutían diferentes interpreta-
ciones constitucionales sobre el carácter (disoluble o no) de su unión federal.
En consecuencia, su proyección internacional se ciñó preferentemente al ám-
bito continental norteamericano y a zonas periféricas inmediatas. No obstan-
te, sus tratados con China (1844, 1858), Japón (1854, 1858), y Hawai (1849)
revelaban un temprano interés en el Pacífico, evidenciado también por la ane-
xión de las islas Jarvis, Baker y Howland (1856-1858). Hubo muchas contra-
venciones europeas de la Doctrina Monroe que suscitaron escasa o ninguna
reacción estadounidense, pese a que varios países afectados solicitaron la in-
vervención de Estados Unidos en virtud de esta doctrina. Se puede citar, por
ejemplo, la extensión por Gran Bretaña de sus posesiones en Belice e islas de
la Bahía (1830-1833, 1840-1841, 1852), su ocupación de las islas Malvinas
(1833), o la consolidación de su protectorado sobre la Mosquitia, el río San
Juan y la isla del Tigre en Nicaragua (1835-1849). Otras contravenciones ocu-
rrieron cuando Francia ocupó Veracruz (1838), o cuando británicos y france-
ses intervinieron repetidamente en la región del Río de la Plata (1838-1850),
buscando imponer la libertad de navegación y comercio contra la oposición
del dictador argentino Juan Manuel de Rosas.
En el Caribe y área circumcaribe se perfiló una zona de gran tensión por
la persistencia del colonialismo europeo al lado de los Estados-nación emer-
gentes, y la lucha británica contra la trata negrera. Sobre este telón de fon-
do, entre 1842 y 1860, intereses sureños de Estados Unidos promovieron el
anexionismo a su país de potenciales territorios esclavistas. Cuba estuvo
siempre en la mirada estadounidense. Varios gobiernos tentaron al Gobier-
no español con ofertas de compra de la isla, que fueron rechazadas repetida-
mente. Pesaron sobre Cuba continuas amenazas filibusteras (expediciones
privadas organizadas ilegalmente en Estados Unidos para derrocar el Gobier-
no existente), como las de Narciso López al mediar el siglo. Por su parte, los
presidentes Franklin Pierce (1853) y James Buchanan (1858) manifestaron
claras inclinaciones anexionistas, aunque el Gobierno tuvo que desautorizar
oficialmente el Manifiesto de Ostende de 1854, en el que tres diplomáticos es-
tadounidenses destinados en Europa declaraban que si España se negaba a
vender la isla, Estados Unidos tendría derecho a tomarla por la fuerza. Los
mismos anexionistas se fijaron también en Santo Domingo como posible ad-
quisición en 1854.
Por otra parte, se desarrolló un fuerte interés internacional en el valor co-
mercial y estratégico de las posibles rutas transístmicas, surgiendo numero-
sos proyectos ferroviarios y canaleros, y entablándose negociaciones diplomá-
ticas de diferentes países con Colombia y Nicaragua. Uno de los acuerdos más
importantes fue el llamado tratado de Bidlack de 1846, por el que Colombia
y Estados Unidos garantizaban la libertad de tránsito para cruzar el istmo de
Panamá. Era la respuesta colombiana al temor de una posible aventura impe-
rialista en el istmo por parte del anterior presidente de Ecuador, Juan José
Flores, con la ayuda británica o española. A partir de este tratado, Estados
Unidos negoció otros con fines similares con otros países de Centroamérica.
LOS NUEVOS ESTADOS AMERICANOS EN EL SISTEMA INTERNACIONAL... 173
3.2. EL PANAMERICANISMO
En los países más avanzados de Occidente, en el último tercio del siglo xIx,
las grandes empresas crecían sin cesar, gracias a los progresos científicos y
tecnológicos, la revolución en los transportes, y el desarrollo del capitalismo
industrial. En América, el crecimiento económico fue particularmente rápido
en Estados Unidos y en el Cono Sur. En la mayoría de los países americanos,
se desarrollaron tendencias oligárquicas y se consolidaron regímenes pluto-
cráticos, especialmente fuertes en Argentina, Chile, Brasil y México. Las prin-
cipales rivalidades internacionales de este período se daban entre Argentina y
Brasil, y entre Chile y Perú.
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tructor del canal de Suez, Ferdinand De Lesseps. Fracasó porque era técnica-
mente inviable construir un canal transístmico sin esclusas, como pretendía
el ingeniero francés. Entretanto, Estados Unidos y Gran Bretaña se enzarza-
ron en forcejeos diplomáticos que pusieron en tela de juicio los principios es-
tablecidos en el tratado Clayton-Bulwer de 1850. Al final, se mantuvo su vali-
dez durante este período, declarándose incluso el presidente Cleveland (1885-
1889, 1893-1897) positivamente a favor de la neutralidad del canal.
Lecturas recomendadas
Bethel, L. (ed.) (1989): The Cambridge History of Latin America after Independen-
ce, e. 1820-c.1870, Cambridge University Press, Cambridge. Obra fundamental para el
desarrollo decimonónico de los países latinoamericanos después de la independencia.
Boersner, D. (1990): Relaciones internacionales de América Latina: Breve historia,
Nueva Sociedad, Caracas. Introducción a las relaciones interamericanas, desde finales
del siglo xvmi hasta 1933, con énfasis en el desarrollo del nacionalismo y otros aspec-
tos políticos y diplomáticos, y ponderando la influencia comercial y financiera extran-
jera, y el inicio del imperialismo estadounidense a partir de 1883.
Bulmer-Thomas, V. (ed.) (2006): The Cambridge Economic History of Latin Ameri-
ca, vol. 1: The Colonial Era and the Short Nineteenth Century, Cambridge University
Press, Cambridge. Esencial para comprender las estructuras económicas y su influen-
cia en el desarrollo de los procesos de emancipación y las problemáticas particulares
de América Latina hasta 1850,
Davis, H. E.; Finan, J. J. y Peck, E. T. (1977): Latin American Diplomatic History.
An Introduction, Louisiana State University Press, Baton Rouge. Excelente síntesis de
la historia de las relaciones diplomáticas interamericanas, vistas desde la perspectiva
de los países latinoamericanos, organizado cronológicamente, con índice analítico.
Franco, J. L. (1964-1966): La batalla por el dominio del Caribe y el Golfo de Méxi-
co (3 vols.) (2.* ed.), Academia de Ciencias, La Habana. El volumen 2 es de especial in-
terés para los complejos conflictos internacionales en el Caribe y regiones circumcari-
beñas entre 1789 y 1854.
Johnson, J. J. (1990): A Hemisphere Apart: The Foundations of United States Policy
toward Latin America, Johns Hopkins University Press, Baltimore. Estados Unidos se
interesó vivamente en América Latina al principio de las guerras de emancipación,
pero después de 1815 se impusieron percepciones negativas de los pueblos latinoame-
ricanos, recelos contra posibles intervenciones europeas, y una preocupación domi-