—Silencio, pequeños —dijo la profesora mientras aplaudía con sus tentáculos. Y así se hizo el orden antes de empezar la clase. —Hoy llegará un nuevo amiguito —agregó. —¿Y cuándo llegará? —consultó Ismael 4 de Marte. —En dos minutos más —dijo la profesora. Entonces se escuchó un silbido extraño y los niños salieron corriendo al patio. Una nave aterrizó y de su interior salió un niño. —No tiene antenas —dijo Frigo de Mercurio. —Tampoco es verde —opinó Beltru de Saturno. —Solo tiene dos brazos —fue lo que expresó Pluto de Plutón. —Niños, niños, vamos adentro para que pueda sacarse su traje espacial. Al estar todos sentados el niño terrícola se sacó su traje. Fue entonces cuando habló: —Son ustedes muy extraños, pero parecen amigables, creo yo. Mi nombre es Simón y vengo de la Tierra. ¿Quieren ser mis amigos? Se hizo un silencio absoluto y total. Hasta, que el más pequeño de todos, Ned de Neptuno, levantó la voz. —Tú también nos pareces extraño, pero también pareces simpático. ¿Quieres ser amigo nuestro? Y ese día, por primera vez en su vida, Simón compartió las colaciones más extrañas de la galaxia. Al fin de cuentas, cambiarse de colegio no es algo tan difícil.