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Ayer la vi por Sankh

Ayer la vi con alguien más y sentí literalmente como mi corazón se hizo


añicos, como mis sentidos se estremecieron, como cada centímetro de mi
piel comenzó a extrañarla…como mi mentira se vino abajo. Esa mentira
que me he inventado por meses, esa mentira que dirige mi vida, esa mentira
que ni yo misma me he creído. He mantenido una máscara de frialdad e
indiferencia para no aceptar la verdad que me lastima; la verdad que
aniquila mis días en delirante soledad desde que ella no está.

Ayer la vi y me llené de celos y el dolor nuevamente se apoderó de mi ser;


de cada espacio de mi alma, de cada hueso de mi cuerpo. El tiempo que
había ganado ocultando que me moría sin ella lo perdí cuando la vi al lado
de otra. Los sentimientos regresaron y el mismo amor resurgió; ese que
había escondido en alguna esquina de mi corazón porque simplemente era
más conveniente ocultar el dolor que me causaba el no tenerla. Fue el
momento de aceptar definitivamente que todavía llevo en mi piel su olor,
en mis labios su sabor, en mis oídos el susurro de su voz, en mis ojos la
imagen de su presencia, en mi cuerpo la huella de sus caricias…imborrable,
intocable, inolvidable.

Ayer la vi y deseé no verla porque su mirada me atrapó como la primera


vez que mis ojos fueron hipnotizados por los de ella y sólo me confirmó
que me causaba el mismo efecto su presencia. Verla fue la experiencia más
exquisita que pude tener, pero también la tortura más dolorosa y
desesperante; volví a sentir la necesidad de besarla, de acariciarla, de
amarla, de retroceder el tiempo y ser yo quien a su lado camina, quien la
protege, quien la consuela, quien la mima, quien la desea, quien la…posee
cada día.

Ayer la vi y mis ojos se llenaron de lágrimas; esas mismas que no dejé


escapar por cobardía, por orgullo, por hipocresía, sin embargo estaban
esperando la oportunidad para limpiar mi alma, para aliviar mi corazón,
para liberar mi espíritu. Y aunque el alivio no fue inmediato y el dolor se
apoderó de mí ser, por primera vez en mucho tiempo dejé que el
sentimiento le ganara a la insensata razón; esa razón que me obligó a vivir
en el frío y oscuro rincón de la indiferencia, del ‘no importa’, del ‘no
duele’, del ‘estaré bien…’
Ayer la vi y mi corazón detuvo su palpitar sincronizado, el frío recorrió mis
venas, la piel se me erizó y mi cuerpo se inmutó. Y fue tiempo de aceptar
que aunque a todos he gritado que estoy bien, su partida dejó un vacío que
desequilibró mis días, un sufrimiento que entristecía mi corazón y agobiaba
mi existencia, una soledad que consumía mi esencia, una amargura que
robaba mi sonrisa, un dolor solo comparado con la muerte del alma y el
espíritu, pero aun así con un cuerpo vivo; caminando por caminar,
respirando por respirar, viviendo por no morir…

Ayer la vi y supe que aun la amo, que no he podido apartarla de mis


pensamientos, que su amor aun drena mis venas, que mi corazón aun
bombea su esencia, que su vida toda se quedó tatuada en cada espacio de
mi historia. Es inevitable seguir fingiendo este amor que al respirar me
lastima como una espina clavada en mi interior; es injusto permanecer en
silencio cuando lo que quiero es gritar que ella ha sido lo mejor de mi vida,
la más grande de mis pasiones…mi gran y único amor.

Ayer la vi y maldije el momento en que la dejé partir por aquella puerta;


quizás debí gritar menos y escuchar más, debí rendirme y terminar la
guerra, debí perdonar en vez de juzgar, debí simplemente dejar hablar a mi
corazón herido, maltrecho, decepcionado; sin embargo totalmente
enamorado. Me dediqué a señalar culpables utilizando mi orgullo como
escudo contra el dolor y la desilusión, me obligué a convertir el amor en un
odio extremo, en una mentira justificada, en un sentimiento dañino…y la
única culpable he sido yo, por dejarla ir, y la única dañada he sido yo, por
no dejar de pensarla y la única mentira me la he inventado yo, para no
demostrar mi sufrimiento y la única idiota soy yo, por amarla como la
primera, como la última…como siempre….hasta la eternidad.

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