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UN ACERCAMIENTO A LA CONCEPCION QUE EL MISMO HOMBRE

CONCIBE SOBRE SU LBERTAD

“Yo soy libre cuando quiero, y no lo soy cuando no quiero”

A lo largo del tiempo el hombre se ha cuestionado, reflexionado sobre sí como


sujeto, individuo, hombre, persona y ser humano; es así como este pensarse
permite posiblemente trascender a una concepción tácita del existir que
desencadena toda una corriente filosófica que posibilita todo un entramado de
reflexiones alrededor de ello. Sin embargo al cuestionarse conceptos de esta
naturaleza se evidencia la complejidad del hecho mismo de pensarse como un
ser en el mundo, como aquel que esta inmerso y atado a una condición de
existir, condición que permitirá ejercer o no un acto mismo de reflexión sobre sí
para trascender de alguna manera de este melodrama de la existencia.

Ahora bien, teniendo en cuenta lo anterior se pretende dilucidar el fundamento


que permite dicha trascendencia; aunque la filosofía misma se presenta como
la disciplina que trata la pregunta directa sobre esta cuestión, se retomaran
solo algunos de sus representantes para denotar que, si bien es una
problemática global que presenta gran dificultad para ser abordada, existen
diversos elementos en común que permitirán una unificación de los mismos,
estableciendo una visión intradisciplinar que posibilite una respuesta factible a
la reflexión de la trascendencia humana.

El obstáculo como impulso de la acción autentica humana

Todos los seres humanos relucen una existencia que posibilita un trasegar en
el mundo que en cierto modo viabiliza un encuentro y acercamiento a otros
seres humanos, es pues en esta dinámica en la que se genera la necesidad de
tomar una actitud frente al mundo y adoptar un comportamiento; y ese
comportarse es libre, pero es libre en tanto que se genera una necesidad para
dicha libertad. De este modo, el prisionero que se encuentra en una celda sin
barrotes, definitivamente no es un prisionero; se podría decir entonces que
para que exista la condición de ser cautivo, es necesaria la existencia de
dichos barrotes que le designen el hecho mismo de estar dentro o fuera de una
celda. Ahora bien, ¿Qué significa el hecho mismo de estar tras unos barrotes,
sin pasar al otro lado?: revela privación de algo, de algo que necesita, y lo
necesita para dejar de sentirse prisionero: libertad. Y, ¿que es aquello que lo va
a impulsar en la búsqueda de tal libertad?: la existencia misma de los barrotes.

Lo anterior se puede evidenciar bajo el manejo de conceptos que han indicado


la condición incompleta del ser humano: partiendo del hecho de que es el único
ser en el mundo que se pregunta por él mismo, es decir, que cuestiona su
existencia, se establece que tiene aspiraciones, que se ve en la necesidad de ir
mas allá de su condición natural de ser, se ve en la necesidad de proyectarse,
de encontrarle un sentido a su existencia en tanto que se hace consciente de
esta insuficiencia.

Así pues, se puede concebir la escasez sartriana como uno de tales conceptos,
en tanto que las relaciones entre seres humanos se gestan por la persecución
de bienes materiales, en el afán de suplir las necesidades básicas, lo cual
permitirá la supervivencia, mostrándose así como indispensable en la
formación de la reciprocidad humana, siempre violenta, donde el más fuerte
somete, y el débil es sometido, no dando lugar a un “nosotros”, sino a un “ellos
los fuertes”, o “ellos los débiles”; este concepto da paso a una división clasista
de la sociedad siendo fundador de la cohesión violenta entre seres humanos,
puesto que, al ser diferentes, cada uno, desde su posición busca la igualdad
para su determinado grupo, para su determinada clase: he aquí la clave de la
relación entre obstáculo e impulso de acción dirigido a una libertad
consciente: Si, inicialmente, todos fuésemos iguales, no habría libertad que
perseguir, y la finalidad misma de la conciencia no existiría: es necesario que
halla un determinismo social, un capitalismo y una burocracia a la cual hacerle
frente, para que la autenticidad de cada hombre pueda reconocerse, y
haciendo uso de ésta, en nombre de la libertad, sea posible diluir la lucha
contra la escasez, eliminando las diferencias de clase, rechazando por decisión
propia, (atendiendo al llamado de una moral humanista), todos los rasgos
distintivos que puedan establecer una división entre mi condición y la del otro;
así, se hablaría en nombre de todo el mundo, y solo se puede hacer esto, si se
“es” todo el mundo.

Atendiendo a lo anterior, es pertinente plantear una cercanía conceptual entre


Sartre y lo postulado por Víctor E. Frankl en la medida en que se conciba al
hombre como un ser cuyo existir no solo se fundamenta en una biología y una
racionalidad, sino también en una espiritualidad, de la que se servirá para
idearse como un ser libre; esta capacidad supondrá entonces una virtud o
libertad espiritual, que le proveerá al hombre la habilidad de no sucumbir a
ninguna situación , de estar por encima de ella, con la finalidad de actuar. Sin
embargo tal habilidad no es descubierta hasta que el hombre como ser
biológico-racional-espiritual no se ve enfrentado a una situación de sufrimiento.
Así, dirá Frankl, la existencia se vera totalmente desnuda y se encontrara con
que cuenta únicamente consigo misma y con su habilidad de sobreponerse a
dicho sufrimiento, lo cual lograra, si, y solo si le encuentra un sentido a su
existencia. El sufrimiento se presentaría como uno de tales conceptos que son
manifestación de la incompletud humana, en tanto que es descubridor de la
necesidad misma de trascendencia, del encuentro con esa autenticidad
existencial que permitirá ser libre, en tanto que se descubre a si mismo, en la
desnudes de su ser-ahí.

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