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Rossemberg Patiño Florez

Jueves 14 de abril de 2016

Los homosexuales y la iglesia

Teniendo en cuenta la situación de muchos países que son considerados modelos de

desarrollo para Latinoamérica, la incorporación de las prácticas vistas en ellos traerá como

consecuencia que la homosexualidad sea cada vez más normal y concebida como algo

natural. Según argumentan algunos, esto es un paso en el desarrollo de una sociedad cada

vez más justa. En Colombia la iglesia tiene el gran reto de reflejar el amor de Cristo a las

comunidades homosexuales, nombradas: lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e

intersexuales (LGBTI); teniendo en cuenta que esto no significa tolerar su pecado, ni

mucho menos aprobarlo, sino hacer de la iglesia un lugar que siga atrayendo los pecadores

al Señor. Primero que todo, la iglesia debe cambiar la percepción homofóbica que tienen de

ella las comunidades LGBTI. En segundo lugar, la iglesia debe estrechar la distancia que

hay con estas comunidades y mostrarse abierta al dialogo mediante una pastoral ejercida

por líderes capacitados. Por último, para que dicho proceso sea un éxito, debe participar

toda la comunidad de creyentes y no solo los líderes, puesto que es la comunidad el

principal agente de interacción con cada nueva persona que llega a la iglesia.

Como consecuencia del rechazo de la iglesia a todo lo que gira alrededor de la

homosexualidad, esta ha sido señalada de homofóbica y represora de los derechos de las

minorías LGBTI, quienes a su vez están siempre a la defensiva ante cualquier discurso

religioso. Cada vez que hay temas de debate, producto del fenómeno de la homosexualidad,

como el matrimonio entre parejas del mismo sexo o la adopción de niños por estas, la

iglesia se ve obligada a levantar una voz de protesta por ser ella un guarda de los valores y
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principios que Dios estableció en el ser humano. Los homosexuales, en su gran mayoría,

consideran que la oposición es homofobia. A esto se enfrenta la iglesia pues casi que debe

elaborar sus discursos con cautela para no herir susceptibilidades. Sin embargo, no se debe

cesar en la tarea de hacer frente al pecado, y recordar que el Señor es quien convence y

convierte a las personas ayudará a los creyentes en esta tarea. No se trata de callar o tolerar,

se trata de aprender a hacer las cosas, dejando de lado presunciones y pensar en el pecador

como Cristo lo hizo y lo enseñó en su Palabra. Si se quiere lograr el cambio de percepción

que se tiene de la iglesia, teniendo en cuenta las barreras existentes entre ambos bandos, la

iglesia debe invertir en la preparación de sus líderes con miras a que la labor se ejerza con

toda la eficacia y responsabilidad debida.

Los líderes a quienes se les delegue la tarea de ejercer una pastoral frente a personas

homosexuales deben estar capacitados y conocer todas las diferentes perspectivas que hay

frente a este fenómeno. En la actualidad, no es suficiente que el líder de iglesia conozca

todo lo que dice la Biblia acerca de la homosexualidad, debe también conocer la ley, las

posturas de las diferentes ciencias que estudian el tema y, más aún, lo que revistas

producidas por comunidades LBGTI divulgan referente a ellos mismos. Esto último dará un

acercamiento a la estructura de pensamiento de cada homosexual. Líderes capacitados y

con sus principios claros fácilmente podrán acercarse a estos grupos y establecer diálogos

reales donde el respeto y la tolerancia mutua estén presentes y se logre persuadirlos a la luz

de las Escrituras de que su conducta es reprobada por Dios, pero que también hay una

iglesia, imagen del Señor en la tierra, que está dispuesta a contribuir en la transformación

de cada individuo. Este trabajo, que inicia con líderes, debe ser transmitido a toda la
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comunidad de creyentes, pues es con ellos que cada homosexual interactuará en los

servicios de congregación.

La comunidad de creyentes, quienes son el cuerpo de Cristo, tienen la tarea de

reflejar el amor del Señor, sin embargo, se ven congregaciones donde esto queda solo como

un ideal a lograr y es poco practicado. La iglesia debe participar activamente en la tarea de

lograr que toda persona escuche del amor de Dios y tenga la oportunidad de decidir si le

sigue o no y para esto se debe capacitar. No son los líderes los únicos responsables de

presentar una iglesia que está interesada en la salvación de todo ser humano, la comunidad

de creyentes también es responsable y parte importante en esta tarea es recibir a cada nueva

persona que entra por las puertas del edificio de la misma forma en que Cristo lo haría: con

amor. Cada miembro de la iglesia tiene una forma diferente de ver la homosexualidad y

sobre ellos se debe ejercer una pastoral orientada a conocer cómo pueden oponerse al

pecado y a la vez, en amor, brindarles la oportunidad de encontrarse con el Señor de la

iglesia, quien paso a paso y de acuerdo al deseo de cada individuo podrá generar

transformación, el fin esperado con todo este proceso.

Las comunidades LGBTI son un objetivo que las iglesias deben incluir en los planes

de acción de cada año, trazando estrategias que consideren transformar la imagen que estos

grupos tienen de ella. Esto se logrará trabajando desde el interior de la comunidad de

creyentes, haciendo un énfasis fuerte en la preservación de los valores y en una vida pura

(previniendo de esta forma que la homosexualidad pase a ser considerada normal), pero

pensando también en que cada ser humano debe tener la oportunidad de escuchar el

mensaje de salvación. Si la iglesia logra ser escuchada por los homosexuales sin que ellos

estén a la defensiva, se puede generar un impacto positivo en la comunidad LGBTI, sin


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embargo, la argumentación debe sobrepasar el discurso religioso que tanto han rechazado e

ir enriquecido de un arduo trabajo de investigación y preparación por parte de los líderes

cristianos

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