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Curso: 1° Básico

Cuidado con lo que pides

Érase una vez, un pequeño niño de 6 años llamado Brayan, el cual


todos los días amanecía enojado con todos a su alrededor. Este
pequeño niño odiaba la escuela, todos los días se molestaba con su
mamá por despertarlo tan temprano y sobre todo en época de invierno
cuando hace tanto frio y llueve mucho, él solo quería estar en casa
usando sus juguetes, viendo televisión y dormir hasta tarde.
Cada día que pasaba, Brayan deseaba con todo su corazón que la
escuela se cerrara y así poder comer golosinas todo el día, jugar con
sus juguetes y no hacer nada más que divertirse (¿Creen ustedes que
está bien lo que deseaba Brayan?).
Un domingo, el pequeño se encontraba en su cama pensando que al
día siguiente sería lunes otra vez y debía levantarse temprano,
entonces comenzó a repetir muchas veces “¡No quiero ir más a la
escuela, no quiero ir más a la escuela!” hasta quedarse dormido; y en
ese instante por fuera de su casa iba pasando una estrella fugaz.
(¿Qué creen que pasó?)
Al día siguiente, Brayan se levantó sorprendido ya que su mamá no lo
despertó temprano, y no entendía que sucedía hasta qué su mamá le
dice:
- Hijo, anoche llovió y nevó mucho afuera las calles están
cerradas y prácticamente todo se encuentra congelado, así que
debemos quedarnos en casa
- ¿Cómo congelado? Respondió Brayan.
- Las puertas están muy apretadas, no podemos abrir ni siquiera
la puerta del auto y las clases están suspendidas porque la lluvia
ha provocado que tu escuela quede totalmente inundada.
El niño al escuchar la última frase se llenó de alegría y no podía creer
que su sueño al fin se había cumplido, ya no tenia que ir a la escuela y
podría estar en casa todos los días para poder descansar. Ahora
Brayan se levantaba tarde, jugaba con todos sus juguetes, veía
televisión hasta no poder más y estaba con su familia repitiendo la
misma rutina todos los días.
Un día, el pequeño Brayan estaba en su pieza sin nada que hacer, sus
padres estaban todo el día en el computador trabajando y ya no se
preocupaban de él. Brayan se sentía tan solo, no tenía nadie con
quien jugar, no tenía ninguna historia nueva para contar, porque todos
sus días eran iguales, no tenía compañía para jugar, ni siquiera tenía
amigos para hacerle bromas como lo hacía en el colegio, era todo tan
distinto y cada vez que lo pensaba, el pequeño notaba que se aburria
tanto en casa y que todo sería mejor si estuviera en la escuela.
Pasaron los días y Brayan despertaba cada día un poco más molesto
porque no podía salir de su casa, ya se estaba volviendo loco de
repetir la misma rutina cada día.
Al caer la noche Brayan meditaba en su pieza antes de dormir:
- Al fin mi deseo se cumplió y puedo hacer todo lo que siempre
quise, pero ya no quiero esto. Estoy tan aburrido en mi casa,
extraño a mis amigos del colegio y a mis profesores. Estoy
seguro de que, si estuviera en la escuela, las profesoras ya me
habrían enseñado a leer y escribir, en cambio aquí en casa no
aprendo nada. ¡No quiero seguir en casa, por favor ya no más! Y
se durmió.
Al día siguiente siendo las 7:00 en punto llega la mamá de Brayan a
despertarlo para ir al colegio. Brayan un poco dormido y confundido le
dice:
- ¿Ya no está inundada la escuela?
- Y la mamá le dice: ¿Cómo que inundada? ¿De qué hablas? ¡No
seas flojo y levántate que ya es tarde!
En ese momento, Brayan quedó muy pensativo y se convenció que
todos los días que había pasado encerrado en casa sin amigos y
sin aprender absolutamente nada, habían sido parte de un horrible
sueño. Llegó al colegio, saludó a sus amigos como nunca y a sus
profesoras les dijo que nunca más iba a interrumpir las clases
diciendo que estaba aburrido, porque él ya había conocido el
significado de aquella palabra que lo atormentó por semanas, el
aburrimiento.

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