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Estética de Santo Tomás
Estética de Santo Tomás
San Alberto Magno hace una síntesis de todo ello (antecedente de la dialéctica
hegeliana):
(q. XII, 1) «Las cosas pueden ser consideradas en tres momentos: en sí mismas,
en plena actividad, y con respecto al hombre y a la conciencia humana.
Constituido en sí mismo el objeto es ante todo in fieri,: el estadio de la
formación [tensión hacia el obrar]; después in esse, en la medida en que logra su
estructura [en plena operación]; y finalmente in perfectione ultima [realización
de su fin]»
Esto quiere decir que los ‘principios metafísicos’ de una cosa {substantia} son:
1. una serie de principios constitutivos
2. una inclinación o tensión de estos principios a la existencia
3. la armonía entre estos principios, de donde resulta el ‘carácter’ peculiar del
compuesto [Gestalt] y su funcionalidad
substantia species
en sí misma essentia virtus operatio
quod constat quod congrit quod discernit
Cosa
1
Veamos esto en el cuerpo humano: la armonía de las partes que configuran el pie
{substantia/unum}, le dan su peculiaridad dentro del cuerpo {species/verum}, y aquí se
funda su capacidad funcional (soportar el peso del cuerpo, andar, correr…) Aquí
residiría (en el acto de andar) su perfección última{ordo/bonum}.
Todo cuanto existe participa del bien. La forma más básica [diminitum] de bien
es el número, que da a la materia informe su primera distinción. Cada ente tiene una
medida, que determina el contorno de la forma [segundo grado de bondad: perfectum].
El peso es la consistencia de la cosa, que se sedimenta en su masa [último grado de
bondad: Complutum].
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perfecciona al espíritu, tiene efectos morales. El alma se conforma en sus tendencias
según la naturaleza de los objetos bellos.
belleza real
belleza sensible
Belleza belleza aparente
belleza espiritual
(Opuscula spuria de Sto. Tomás de Aquino, ed. de Mandonnet, p. 419 –p. 175 de
Bruyne) «La Belleza es exactamente el momento en que la percepción pura se
muda en deseo: corresponde a un estado de alma que ya no es aprehensión
neutra pero tampoco es todavía movimiento de amor (…) es más que percepción
pura y menos que impulso práctico: corresponde al descubrimiento del valor en
la forma (…) La belleza es, pues, la verdad del bien o el conocimiento emotivo y
efectivo de lo perfecto»
De Bruyne afirma que “la estética de Santo Tomás, para quien la belleza es un
orden puro cuya contemplación complace a causa de la pura intuición, es una estética
formalista, mientras la estética de San Alberto, para quien la belleza es una estructura
cuya significación real es percibida como buena, es lo que llamaríamos una estética de
los valores”
De Bruyne subraya que hay toda una corriente que atraviesa toda la Historia de
Filosofía y que tiende a concebir la belleza “por su relación a la conciencia actual”
(176):
3
a. Plotino
b. Cicerón
2. Entre los padres:
a. Basilio y Agustín (definen la belleza simple en función de la pura
visibilidad) tb. Roberto Grosseteste
3. En la Edad Media:
a. Guillermo de Auvernia
b. Alejandro de Halles
(op. cit. P. 429) «Lo deseable en sí no llega a ser bello sino en la medida en que
se lo percibe (bajo ciertas condiciones). Pero el hecho de ser percibida no añade
nada a la forma que se contempla. No hay, pues, por qué decir que la belleza
añade cierto resplandor a la estructura objetiva de la cosa: en realidad no supone
más que una iluminación, es decir, la aparición de cierta claridad en el sujeto que
la contempla (…) así, por ejemplo, la virtud posee por sí misma cierto esplendor
objetivo, aun cuando nadie la conozca. Es en virtud de este esplendor por lo que
posee la aptitud para ser percibida con cierta claridad. Pero la irradiación que la
Bella produce es una cualidad puramente objetiva»
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Para San Alberto, pues, lo propio de la belleza es la claridad [cualidad, hace
referencia a la luz y al color] y la consonancia [cantidad ¿número?]. De Bruyne dice
que se plantea, entonces, aquí el problema fundamental que ya se había planteado con la
estética neoplatónica: ¿La belleza es algo simple, o una síntesis de esas dos categorías?
La respuesta de San Alberto es la de Plotino matizada por un cierto agustinismo: la
belleza se compone de la armonía entre las partes de la cosa en cuestión, pero lo que da
unidad a esta base ontológica bella es la claritas (“la belleza es algo simple a causa del
esplendor que propiamente la constituye). La posición de R. de Grosseteste es la
contraria: el fundamento de la belleza es la armonía entra las partes de la materia: “Para
Grosseteste la luz es bella porque es proporcionada a sí misma; según San Alberto [en
cambio] la proporción es bella porque es luminosamente espléndida”(180)
Perspectiva física:
se refleja coloreadamente en
LUZ CÓSMICA CUERPOS OPACOS
Perspectiva metafísica:
Se refleja ‘invisiblemente’ ¿?
IDEAL ETERNO MATERIA ORGANIZADA
(¿forma?)
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- La belleza es:1) proporción entre las partes materiales; 2) limitación (determinación)
de las partes; 3) cantidad debida. Es decir, la belleza conlleva ‘límite’ y ‘magnitud’:
materia terminata. De Bruyne subraya que esto proviene de Aristóteles: Eth. Ad Nic.
IX, 9, 1170 a, 19: Para ser bella una figura ‘terminada’ por un contorno preciso debe
tener cierta magnitud en relación con su dignidad. Pero la categoría fundamental de la
belleza para San Alberto Magno es la de resplandor, claridad brillante, brillo, que del
Pseudodionisio
Efectos de la Belleza:
Despierta el amor y atrae el deseo (es causa final)
Reúne en un todo armonioso todo cuanto toca (es causa formal)
Hace bello a cuanto toca (es causa eficiente)
Bruyne destaca que la modernidad hará una lectura psicologizante de esta posición
ontológica
(186) «La belleza del alma deriva del acorde perfecto de sus potencias y operaciones
armoniosamente unificadas en la virtud; su belleza no se separa de su bondad. [del
mismo modo…] la belleza del cuerpo supone la salud, que es su bien biológico [a lo
anterior, armonía, debe añadirse] el esplendor moral objetivo… acompañado de cierta
grandeza»
La Belleza de Dios
¿Cómo puede ser Dios Bello si la belleza es proporción y Dios es simple? La respuesta
es:
(188) «Dios es simple en su sustancia, pero múltiple en sus atributos: su potencia se
armoniza con su sabiduría [esta con su bondad, etc, además] Dios es la causa de toda
belleza y por consiguiente debe poseer eminentemente lo que comunica (…) en Dios lo
bello y la belleza se identifican»
- Las bellezas relativas del mundo son bellas y feas a la vez, pero Dios es pura belleza
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(190) «en el mundo realizado [creado] las bellas formas, que reflejan
diversamente un único ejemplar, son múltiples y variadas. Como la
imperfección, la multiplicidad es una consecuencia necesaria de la creación […y
lo mismo pasa con la fealdad] que sólo se da en las cosas creadas »
Pero, en realidad, esa fealdad es mera privación, pues el ser es bello, por eso la
belleza ‘lleva’ al orden, a la armonía. Amar, pues, la belleza, es amar el orden, la
armonía, en definitiva, amar a Dios.
- Bien y belleza
1. Aspectos en común:
a. Producen los mismos efectos(:
i. Son atractivos para el hombre: pero no atraen por lo mismo
(194)«[aunque lo bello pertenece al género de lo bueno] se
distingue de lo honesto por la diferencia específica … pues le añade
“una cierta claridad resplandeciente sobre ciertas proporciones.
Deseamos una cosa a causa de su belleza cuando descubrimos en
ella el resplandor de su bondad, que nos aparece en sí misma
atrayente»
ii. Reúnen lo diverso
iii. Son expansivos
Bien y belleza son el fin del universo. Todo lo que es aspira a la belleza, pero los
requisitos de que algo sea son:
1. La materia: el fundamento más elemental de la unidad del mundo. La
materia se diversifica según múltiples formas.
2. Las cosas materiales más simples se van componiendo según ‘afinidades ‘
que les son inherentes
3. Los compuestos se unifican a su vez formando seres vivos
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SANTO TOMÁS
- Una primera etapa fiel al objetivismo de San Alberto Magno. Todo lo que es valorado
por el hombre, y por lo tanto gustado (deseado, apetecido), lo es porque es un bien en
algún sentido:
El hecho de que algo que es posea su propia forma, su propia medida de ser y su
propia armonía interna es la condición de la posibilidad de que perfeccionar a otros
seres. Es decir hay algo en el ser que es capaza de mejorars a otros seres que se pongan
en relación con ello: eso es el bien, la bondad del ser. Esta bondad ontológica irradia
un esplendor en derredor: esto es la belleza. Todo lo que deseamos, pues (todo lo que
amamos), lo deseamos porque es un bien, y cuando este bien es alcanzado, entonces
experimentamos placer.
Pero, ¿se diferencian el placer estético y el moral?
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La innovación estética de la Suma Teológica
De Bruyne dice:
(297) «Inaugura una estética completamente nueva retomando la inspiración de
Alejandro de Hales que otros autores habían desdeñado. Todos habían definido la
belleza en función de ciertas cualidades del objeto: Santo Tomás la determina por
relación a la conciencia. Si para San Alberto Magno la belleza es el bien deseado en
cuanto verdadero conocido, para Santo Tomás será en adelante lo verdadero
contemplado en cuanto bien apreciado… para el primero el estado estético se termina en
un acto de conocimiento que capta en el ser su verdadera bondad, y por tal razón lo
juzga bello; para Santo Tomás la conciencia estética se acaba en un acto de gozo, que en
el orden del bien se deleita amorosamente con la aprehensión del ser, juzgado como
bello, no en cuanto formalmente bueno en sí, sino por ser deleitablemente contemplado
por el espíritu [no es, empero, una estética subjetiva] por cuanto reconoce en el objeto
razones objetivas para que gocemos contemplándole»
[In div. Nom. 389-399] «El amor y el placer resultan de la belleza y de la bondad
de las cosas. Una forma no es bella porque la amemos, sino que la amamos
porque es bella. Nuestra voluntad, en efecto, no es creadora de las cosas y de sus
cualidades, como la voluntad de Dios, que hace bello lo que ama, sino que por el
contrario es determinada por las cualidades de las formas y las ama porque
descubre allí la belleza »
(Sum. Th., Iª, IIª, q. 27, a. 1, ad. 3m) «La belleza es la misma cosa que el bien,
pero se distinguen según la razón. Puesto que llamamos buenas las cosas que
todos desean, pertenece a la naturaleza del bien aquietar el apetito de lo real, sea
cual fuere. Pero pertenece a la naturaleza formal de lo bello colmar el apetito del
hombre, no por la posesión de la realidad del objeto, sino por el conocimiento de
su aspecto o de su forma estética. Por esta razón entre los sentidos, cuya primera
función es servir a los instintos reales, relacionamos con la belleza aquellos que
son más contemplativos: tales la vista y el oído, que están ante todo al servicio
del conocimiento intelectual del espíritu. Por esto hablamos de bellas formas y
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de sonidos bellos, mientras que no ‘utilizamos’ el término ‘bello’ al hablar de
otras sensaciones más biológicas y realizadoras; no decimos, en efecto, ‘bellos
sabores’ o ‘hermosos perfumes’. Es, pues, evidente, que la belleza añade algo al
bien: un cierto respeto a la conciencia contemplativa: mientras el bien se dice de
aquello que simplemente complace al apetito de lo real, la belleza se dirá de
aquello cuya captación contemplativa sin más y en sí misma es fuente de gozo»
Dice De Bruyn:
(300) «Todo placer supone conocimiento y amor. No hay placer de posesión real sin
una conciencia práctica del objeto amado, no hay placer de la visión estética sin un
cierto deseo de ver y de mirar»
Lo que ocurre es que el ‘objeto deseado’ puede estar de algún modo presente al
sujeto deseante de una forma ‘inconsciente’, no distinguida y explícita. Y de un modo
similar la experiencia estética “puede halarse completa sin un amor subsiguiente de la
facultad de apetición elícita”. En base a esto habría dos tipos de contemplación: una
puramente estética, que contempla la armonía del objeto de una manera enteramente
desinteresada; y otra que se deleita en la armonía del objeto pero que también lo
considera un bien deseable (es contemplación del ser en su forma pura)
(De Bruyne, 301) «La belleza se distingue a la vez del bien y de lo verdadero. El bien
deleita por el perfeccionamiento que nos proporciona, lo verdadero por la adecuación
de nuestro juicio con las cosas, la belleza por razón de la simple aprehensión de la
forma misma. En la belleza el placer de ‘ver’ es constitutivo y esencial, porque “bellas
son las cosas cuya vista nos llena de alegría”. Para la definición del bien y de lo
verdadero, el gozo, aun siguiendo necesariamente a la adquisición de la perfección real,
o a la percepción de la correspondencia del conocer con el ser, es accesorio [… en todo
caso] es el sentimiento formalmente espiritual del puro conocer el que da al placer
estético su carácter peculiar»
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