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ESTÉTICA ESCOLÁSTICA

SAN ALBERTO MAGNO

Summa de Bono (1246)

- De inspiración agustiniana y de Alejandro de Hales


- Ternas “Todas las cosas, dice la Sabiduría, han sido creadas en número, medida y
peso”:
1. modus, species, ordo
2. substantia, species, ratio San Agustín
3. quod constat, quod congrit, quod discernit
4. verum, pulchrum, bonum

1. essentia, virtus, operatio Pseudonionisio


2. lumen, pulchrum, bonum

1. unum, verum, bonum San Bernardo

1. substancia, species, virtus maestro anónimo

San Alberto Magno hace una síntesis de todo ello (antecedente de la dialéctica
hegeliana):
(q. XII, 1) «Las cosas pueden ser consideradas en tres momentos: en sí mismas,
en plena actividad, y con respecto al hombre y a la conciencia humana.
Constituido en sí mismo el objeto es ante todo in fieri,: el estadio de la
formación [tensión hacia el obrar]; después in esse, en la medida en que logra su
estructura [en plena operación]; y finalmente in perfectione ultima [realización
de su fin]»

Esto quiere decir que los ‘principios metafísicos’ de una cosa {substantia} son:
1. una serie de principios constitutivos
2. una inclinación o tensión de estos principios a la existencia
3. la armonía entre estos principios, de donde resulta el ‘carácter’ peculiar del
compuesto [Gestalt] y su funcionalidad

substantia species
en sí misma essentia virtus operatio
quod constat quod congrit quod discernit

Cosa

con respecto al hombre (tal


y como se da a la conciencia
humana)

1
Veamos esto en el cuerpo humano: la armonía de las partes que configuran el pie
{substantia/unum}, le dan su peculiaridad dentro del cuerpo {species/verum}, y aquí se
funda su capacidad funcional (soportar el peso del cuerpo, andar, correr…) Aquí
residiría (en el acto de andar) su perfección última{ordo/bonum}.

San Alberto se refiere al modo como la cosa queda en el espíritu: ante el


intelecto (conocimiento) y ante la voluntad (amor), lo cual perfecciona a este espíritu en
una especie de progresión dialéctica que va viendo surgir en éste ideas cada vez más
complejas y perfectas (q. XII, 8, 1). Lo Bello es una de estas ideas, de las más perfectas.

Todo cuanto existe participa del bien. La forma más básica [diminitum] de bien
es el número, que da a la materia informe su primera distinción. Cada ente tiene una
medida, que determina el contorno de la forma [segundo grado de bondad: perfectum].
El peso es la consistencia de la cosa, que se sedimenta en su masa [último grado de
bondad: Complutum].

La excelencia de las cosas reside en su actividad (por ejemplo, en el andar del


pie), y así, los artistas buscan reproducir esta excelencia, lo cual conlleva un momento
ontológico (ello tiene, pues, que ver con un contacto directo con la cosa real), un
momento cognoscitivo (conocer la esencia de dicha cosa real) y una experiencia de la
bondad de la cosa: El principio es la sustancia, pero esto sólo obra según la
determinación (forma) que le es propia. Y lo que a esto se añade es el obrar mismo (la
vis)

La forma tensa hacia la acción → la acción misma

(q. XII, 7, 5-15) «En cuanto actualmente actuante, la naturaleza (substantia) se


llama esencia (essentia), en cuanto esencia se enriquece por su actividad con
hábitos que facilitan su obrar, adquiere una virtud nueva, y en cuanto esta virtud
se manifiesta en el acto mismo hablamos de operatio»

- La cosa ante la conciencia:


Para que una forma aparezca ante la conciencia debe tener una consistencia
propia (quod constat); además debe adaptarse (adecuarse) a las facultades del hombre
(quod congrit), y finalmente debe ser reconocida por la inteligencia (quod discernit) (q.
XII, 8, 7-18). Inmanente ya al alma (dándose en el aparecer), la forma constituida por
todas las ternas previas aparece como verdadera en cuanto fin de la inteligencia
especulativa que la distingue, como buena en cuanto fin del corazón afectivo y
voluntario al que conviene. La belleza es la síntesis de la verdad y el bien en tanto que
valor supremo, valiosa en sí y deseable en sí (XII, 8, 22-25).
San Alberto piensa sobre todo en lo bello metafísico y moral, porque,
evidentemente, diferencia netamente la belleza sensible de la belleza espiritual. La
belleza sensible queda referida a las pasiones, y aparece bajo dos formas: como ‘belleza
real’ (fuente de placeres regulables) y como ‘belleza aparente’ (pura vacuidad, que
origina placeres despreciables). La belleza espiritual procura deleite espiritual (un placer
según la recta razón), porque es una realidad verdadera “que resplandece hasta en la
gloria del cielo”. Entonces la belleza espiritual nos aparece como la armonía misma de
lo verdadero y lo perfecto, el bien conocido y amado en toda su verdad. Así, la belleza

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perfecciona al espíritu, tiene efectos morales. El alma se conforma en sus tendencias
según la naturaleza de los objetos bellos.

belleza real
belleza sensible
Belleza belleza aparente

belleza espiritual

Los nombres divinos (1248-49)

- Es un comentario al Pseudo-Dionisio. Interesa sobre todo el capítulo IV, lecciones v y


vi. Estructura:
I.- Lo Bello en sí mismo
1. Introducción
2. De la Belleza y sus condiciones fundamentales
a. La Belleza crea la Belleza
b. La Belleza es una cualidad simple
c. La Belleza atrae todas las cosas
d. La Belleza unifica lo diverso
3. De lo Bello perfecto y sus ocho modos
II.- Lo Bello y el Bien
Verdad → neutra aprehensión del ser [luz]
Bien → tendente aprehensión del ser en tanto que bien deseable y emotivo [belleza]

(Opuscula spuria de Sto. Tomás de Aquino, ed. de Mandonnet, p. 419 –p. 175 de
Bruyne) «La Belleza es exactamente el momento en que la percepción pura se
muda en deseo: corresponde a un estado de alma que ya no es aprehensión
neutra pero tampoco es todavía movimiento de amor (…) es más que percepción
pura y menos que impulso práctico: corresponde al descubrimiento del valor en
la forma (…) La belleza es, pues, la verdad del bien o el conocimiento emotivo y
efectivo de lo perfecto»

De Bruyne afirma que “la estética de Santo Tomás, para quien la belleza es un
orden puro cuya contemplación complace a causa de la pura intuición, es una estética
formalista, mientras la estética de San Alberto, para quien la belleza es una estructura
cuya significación real es percibida como buena, es lo que llamaríamos una estética de
los valores”

De Bruyne subraya que hay toda una corriente que atraviesa toda la Historia de
Filosofía y que tiende a concebir la belleza “por su relación a la conciencia actual”
(176):

1. Entre los antiguos:

3
a. Plotino
b. Cicerón
2. Entre los padres:
a. Basilio y Agustín (definen la belleza simple en función de la pura
visibilidad) tb. Roberto Grosseteste
3. En la Edad Media:
a. Guillermo de Auvernia
b. Alejandro de Halles

Esta es, precisamente, la posición que rechaza San Alberto Magno:

(op. cit. P. 429) «Lo deseable en sí no llega a ser bello sino en la medida en que
se lo percibe (bajo ciertas condiciones). Pero el hecho de ser percibida no añade
nada a la forma que se contempla. No hay, pues, por qué decir que la belleza
añade cierto resplandor a la estructura objetiva de la cosa: en realidad no supone
más que una iluminación, es decir, la aparición de cierta claridad en el sujeto que
la contempla (…) así, por ejemplo, la virtud posee por sí misma cierto esplendor
objetivo, aun cuando nadie la conozca. Es en virtud de este esplendor por lo que
posee la aptitud para ser percibida con cierta claridad. Pero la irradiación que la
Bella produce es una cualidad puramente objetiva»

Es decir, que se puede hablar de esplendor y claridad en dos sentidos: 1) en un


sentido ontológico: la forma resplandece en el todo de la cosa material y la ilumina
(claritas); 2) en un sentido conciencial: el resplandor ontológico se da al sujeto como un
resplandecer para el sujeto ese resplandor, y lo mismo ocurre con la claritas

El Bien se divide en útil, agradable y honesto. Lo Bello es un bien en sí


(¿honesto?)
CICERÓN → “el Bien y lo Bello son lo mismo: lo que nos atrae por su propia
dignidad”
Lo bello espiritual = el bien moral
Según San Alberto la diferencia entre belleza y bondad es meramente de razón,
no in subiecto.
(Op. cit. p. 421-427) «el mismo sujeto es bello y bueno, pero no bajo el mismo
aspecto. Lo Bello en general se define como el resplandor de la forma sobre las
partes de la materia, o sobre las diversas facultades del alma, o sobre las
múltiples operaciones del agente que son proporcionadas a la forma. El Bien sin
más es la razón por la que el ser atrae a sí el deseo; el bien en sí o lo conveniente
le añade algo: es por sí mismo y por su propia dignidad por la que ejerce su
atractivo. Y lo bello añade algo más a lo honesto: el resplandor y el brillo que
iluminan algo armonizado. No basta la mera relación entre la forma y la materia
(la exacta adaptación de la forma a la materia), [sino que la belleza requiere
además] una determinación luminosa por la que la forma resplandece sobre
todas las partes de la materia »

Y De Bruyne comenta que en su opinión San Alberto no hace sino exponer la


teoría tradicional, para la que:
1. la verdad es la adecuación de la existencia con la esencia ideal
2. el bien es la adecuación de la actividad con las potencialidades del ser
3. Y la belleza es la adecuación de cierta luminosidad con la bondad objetiva

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Para San Alberto, pues, lo propio de la belleza es la claridad [cualidad, hace
referencia a la luz y al color] y la consonancia [cantidad ¿número?]. De Bruyne dice
que se plantea, entonces, aquí el problema fundamental que ya se había planteado con la
estética neoplatónica: ¿La belleza es algo simple, o una síntesis de esas dos categorías?
La respuesta de San Alberto es la de Plotino matizada por un cierto agustinismo: la
belleza se compone de la armonía entre las partes de la cosa en cuestión, pero lo que da
unidad a esta base ontológica bella es la claritas (“la belleza es algo simple a causa del
esplendor que propiamente la constituye). La posición de R. de Grosseteste es la
contraria: el fundamento de la belleza es la armonía entra las partes de la materia: “Para
Grosseteste la luz es bella porque es proporcionada a sí misma; según San Alberto [en
cambio] la proporción es bella porque es luminosamente espléndida”(180)

La perspectiva de San Alberto es la siguiente:

1.- La luz es ‘material’, es la emisión de los rayos por la luminaria


2.- La belleza es ‘sensible’, es el resplandor de la luz sobre las partes proporcionadas de
la materia
De Bruyne hace la siguiente reflexión: «Si el ‘splendor’ significa la reflexión
coloreada de la luz cósmica por los cuerpos más o menos opacos, el resplandor
metafísico significa el reflejo del ideal eterno, inmutable y único, por la materia que se
organiza según su Ley y aspira a conformarse según su Norma»

Perspectiva física:

se refleja coloreadamente en
LUZ CÓSMICA CUERPOS OPACOS

Perspectiva metafísica:

Se refleja ‘invisiblemente’ ¿?
IDEAL ETERNO MATERIA ORGANIZADA
(¿forma?)

La concepción de la proporción no es numérica para San Alberto (“cuantitativa y


sensible”, dice De Bruyne, y cita un texto de la Suma Teológica de San Alberto)

(Suma Teol. Q. 26, m. 1, a. 2) «La conmensuración de las partes, de las que


hablan las definiciones de Agustín y los Tópicos, se observa en la cantidad
requerida, en la posición conveniente, en la figura que asienta bien, en las
proporciones que se imponen entre las diversas partes y entre éstas y el todo. En
las esencias (metafísicas) la conmensuración hace concordar los principios
constitutivos unos a otros y a la forma del conjunto; en las sustancias espirituales
la conmensuración afecta a las potencias y facultades del alma entre sí y en
función del todo. Y en esta conmensuración consiste la belleza del espíritu»

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- La belleza es:1) proporción entre las partes materiales; 2) limitación (determinación)
de las partes; 3) cantidad debida. Es decir, la belleza conlleva ‘límite’ y ‘magnitud’:
materia terminata. De Bruyne subraya que esto proviene de Aristóteles: Eth. Ad Nic.
IX, 9, 1170 a, 19: Para ser bella una figura ‘terminada’ por un contorno preciso debe
tener cierta magnitud en relación con su dignidad. Pero la categoría fundamental de la
belleza para San Alberto Magno es la de resplandor, claridad brillante, brillo, que del
Pseudodionisio

Efectos de la Belleza:
 Despierta el amor y atrae el deseo (es causa final)
 Reúne en un todo armonioso todo cuanto toca (es causa formal)
 Hace bello a cuanto toca (es causa eficiente)

Bruyne destaca que la modernidad hará una lectura psicologizante de esta posición
ontológica

(186) «La belleza del alma deriva del acorde perfecto de sus potencias y operaciones
armoniosamente unificadas en la virtud; su belleza no se separa de su bondad. [del
mismo modo…] la belleza del cuerpo supone la salud, que es su bien biológico [a lo
anterior, armonía, debe añadirse] el esplendor moral objetivo… acompañado de cierta
grandeza»

(185) «En cuerpo la belleza es la elegante proporción de los miembros acompañada de


la suavidad del color… cuando tiene lo que le conviene: cantidad-posición-figura-
proporción requeridas (…) la belleza del cuerpo se caracteriza por tres propiedades: la
proporción…., la talla (elegancia), y la tez brillante y fresca […ahora, en el Mariale] la
‘suavitas coloris’ es remplazada por la‘resplendentia’ … el resplandor de la forma [que
supone la salud; un cadáver no es bello, aunque tenga proporción…] Por esto la mayoría
de los medievales consideran la policromía como el acabamiento perfecto de la estatua,
[y distinguen tres etapas en su creación:] 1) preparación de la materia; 2) el esculpir o el
dibujo de la imagen armoniosa, y 3) la ornamentación de los colores (…) La Virgen
tenía el semblante espléndido, porque tenía los colores de una gracia y una belleza
convenientes»

La Belleza de Dios
¿Cómo puede ser Dios Bello si la belleza es proporción y Dios es simple? La respuesta
es:
(188) «Dios es simple en su sustancia, pero múltiple en sus atributos: su potencia se
armoniza con su sabiduría [esta con su bondad, etc, además] Dios es la causa de toda
belleza y por consiguiente debe poseer eminentemente lo que comunica (…) en Dios lo
bello y la belleza se identifican»

- Alberto magno acepta la distinción platónica entre ‘Belleza absoluta’ y ‘bellezas


relativas’. La Belleza (absoluta) produce la admiración, las bellezas relativas no
consiguen la unanimidad el juicio estético.

‘romanticismo estético medieval’ = esteticismo místico del más allá

- Las bellezas relativas del mundo son bellas y feas a la vez, pero Dios es pura belleza

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(190) «en el mundo realizado [creado] las bellas formas, que reflejan
diversamente un único ejemplar, son múltiples y variadas. Como la
imperfección, la multiplicidad es una consecuencia necesaria de la creación […y
lo mismo pasa con la fealdad] que sólo se da en las cosas creadas »

Pero, en realidad, esa fealdad es mera privación, pues el ser es bello, por eso la
belleza ‘lleva’ al orden, a la armonía. Amar, pues, la belleza, es amar el orden, la
armonía, en definitiva, amar a Dios.

- Bien y belleza

1. Aspectos en común:
a. Producen los mismos efectos(:
i. Son atractivos para el hombre: pero no atraen por lo mismo
(194)«[aunque lo bello pertenece al género de lo bueno] se
distingue de lo honesto por la diferencia específica … pues le añade
“una cierta claridad resplandeciente sobre ciertas proporciones.
Deseamos una cosa a causa de su belleza cuando descubrimos en
ella el resplandor de su bondad, que nos aparece en sí misma
atrayente»
ii. Reúnen lo diverso
iii. Son expansivos

Bien y belleza son el fin del universo. Todo lo que es aspira a la belleza, pero los
requisitos de que algo sea son:
1. La materia: el fundamento más elemental de la unidad del mundo. La
materia se diversifica según múltiples formas.
2. Las cosas materiales más simples se van componiendo según ‘afinidades ‘
que les son inherentes
3. Los compuestos se unifican a su vez formando seres vivos

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SANTO TOMÁS

- Una primera etapa fiel al objetivismo de San Alberto Magno. Todo lo que es valorado
por el hombre, y por lo tanto gustado (deseado, apetecido), lo es porque es un bien en
algún sentido:

[Comentario a las Sentencias. I Sent., d. 31, 2, 1, ad 4m] «lo bueno añade a lo


verdadero un valor de perfeccionamiento real, lo bello añade a lo bueno una
claridad especial de la forma»

[De Verit., q. 22, a. 1, ad 12m] «Desear el bien, la belleza, la paz, no es desear


cosas diversas: el que desea el bien, aspira al mismo tiempo a la belleza y a la
paz. La belleza es el ser en sí mismo, en posesión de cierta forma y cierta
medida; el bien añade a estas cualidades una relación a otra cosa a la que
perfecciona»

El hecho de que algo que es posea su propia forma, su propia medida de ser y su
propia armonía interna es la condición de la posibilidad de que perfeccionar a otros
seres. Es decir hay algo en el ser que es capaza de mejorars a otros seres que se pongan
en relación con ello: eso es el bien, la bondad del ser. Esta bondad ontológica irradia
un esplendor en derredor: esto es la belleza. Todo lo que deseamos, pues (todo lo que
amamos), lo deseamos porque es un bien, y cuando este bien es alcanzado, entonces
experimentamos placer.
Pero, ¿se diferencian el placer estético y el moral?

(294-295)[Comentario a los nombres divinos; Mandonet Opusc., p. 367]: «El


bien y la belleza se identifican en cuanto al sujeto al que cualifican, porque la
consonancia y la cualidad están contenidas tanto en la definición de bien como
en la de belleza Pero el bien se refiere a la facultad apetitiva, la belleza añade al
bien una relación a la facultad cognoscitiva»

Pero el texto no aclara “si la belleza se define exclusivamente por el


conocimiento del bien (pulchrum addit supra bonum ordinem ad vim cognoscitivam), o
si por el contrario es el bien específico del conocimiento contemplativo (pulchrum est
id cuius apprehensio placet)

(Comentario a los nombres divinos; Mandonet Opusc., p. 362) «Decimos que un


hombre es bello por la conveniente proporción de sus miembros en la cantidad y
disposición del cuerpo y también por razón del color claro y brillante que tiene.
Hay que decir, pues, que cada cosa es bella en la medida en que posee el breillo
espiritual o sensible propio de su especie y se encuentra constituido por
proporciones que le convienen [debita porportio / debiti coloris claritas] Cada
ser creado, unidad particular en una multiplicidad indefinidamente variada,
refleja según su forma propia algo de la Luz suprema ‘pucrífica’… [La
consonancia se define primero en función del universo (congregst Omnia in
ómnibus ad idem) y también para cada individuo»

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La innovación estética de la Suma Teológica

De Bruyne dice:
(297) «Inaugura una estética completamente nueva retomando la inspiración de
Alejandro de Hales que otros autores habían desdeñado. Todos habían definido la
belleza en función de ciertas cualidades del objeto: Santo Tomás la determina por
relación a la conciencia. Si para San Alberto Magno la belleza es el bien deseado en
cuanto verdadero conocido, para Santo Tomás será en adelante lo verdadero
contemplado en cuanto bien apreciado… para el primero el estado estético se termina en
un acto de conocimiento que capta en el ser su verdadera bondad, y por tal razón lo
juzga bello; para Santo Tomás la conciencia estética se acaba en un acto de gozo, que en
el orden del bien se deleita amorosamente con la aprehensión del ser, juzgado como
bello, no en cuanto formalmente bueno en sí, sino por ser deleitablemente contemplado
por el espíritu [no es, empero, una estética subjetiva] por cuanto reconoce en el objeto
razones objetivas para que gocemos contemplándole»

[In div. Nom. 389-399] «El amor y el placer resultan de la belleza y de la bondad
de las cosas. Una forma no es bella porque la amemos, sino que la amamos
porque es bella. Nuestra voluntad, en efecto, no es creadora de las cosas y de sus
cualidades, como la voluntad de Dios, que hace bello lo que ama, sino que por el
contrario es determinada por las cualidades de las formas y las ama porque
descubre allí la belleza »

[Sum Th. I, q. 5, a. 4, ad 1m] «La Belleza y el Bien son la misma cosa en el


sujeto al que cualifican (in subiecto), porque se fundan sobre la misma realidad
(super eadem rem), esto es, sobre la forma del ser determinado. Y por esto
ambos son objeto de alabanza o de aprecio. Sin embargo, difieren por su
definición (ratione differunt). Porque el bien se refiere formalmente al apetito de
lo real: bien, en efecto, es lo que todos apetecen, y por tanto se sitúa en el orden
de los fines, puesto que el deseo o el apetito son, por decirlo así, como una
tensión hacia la realidad. La belleza, por el contrario, se define en función de las
facultades de conocimiento: en efecto, se dice bello aquello cuya vista deleita.
Es por esto por lo que la belleza consiste en la relación conveniente (de la forma
a la conciencia), ya que la sensibilidad no disfruta más que las proporciones
convenientes de las cosas que son análogas a su propia armonía. Por otra parte la
sensibilidad es cierto ordenamiento (ratio) como toda facultad de conocimiento.
Y puesto que el conocer se hace por asimilación de una representación y la
representación refleja la forma, la belleza se sitúa en sentido estricto y propio en
el orden de la causa formal (y no de la causa final)»

(Sum. Th., Iª, IIª, q. 27, a. 1, ad. 3m) «La belleza es la misma cosa que el bien,
pero se distinguen según la razón. Puesto que llamamos buenas las cosas que
todos desean, pertenece a la naturaleza del bien aquietar el apetito de lo real, sea
cual fuere. Pero pertenece a la naturaleza formal de lo bello colmar el apetito del
hombre, no por la posesión de la realidad del objeto, sino por el conocimiento de
su aspecto o de su forma estética. Por esta razón entre los sentidos, cuya primera
función es servir a los instintos reales, relacionamos con la belleza aquellos que
son más contemplativos: tales la vista y el oído, que están ante todo al servicio
del conocimiento intelectual del espíritu. Por esto hablamos de bellas formas y

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de sonidos bellos, mientras que no ‘utilizamos’ el término ‘bello’ al hablar de
otras sensaciones más biológicas y realizadoras; no decimos, en efecto, ‘bellos
sabores’ o ‘hermosos perfumes’. Es, pues, evidente, que la belleza añade algo al
bien: un cierto respeto a la conciencia contemplativa: mientras el bien se dice de
aquello que simplemente complace al apetito de lo real, la belleza se dirá de
aquello cuya captación contemplativa sin más y en sí misma es fuente de gozo»

Vemos que el fundamento del juicio estético no es un esplendor ontológico


interno a la cosa, sino “un placer actual” en el contemplador.
Hay, pues, que diferenciar dos tipos de sensaciones, según que sean más o
menos capaces de conocimiento puro y estén más o menos ‘desligadas de la vida’ y de
sus apetitos de realidad. Es la tradición de San Buenaventura y de Adam de Belladonna,
contraria a la de Hugo de San Víctor y Tomás de Verceil (quines integran todos los
sentidos).
En la conciencia estética hay dos aspectos: 1) uno representativo (apprehensio,
visio) y otro 2) emotivo (quod placet, quietat, delectat)

Maritain, Arte y escolástica

Dice De Bruyn:
(300) «Todo placer supone conocimiento y amor. No hay placer de posesión real sin
una conciencia práctica del objeto amado, no hay placer de la visión estética sin un
cierto deseo de ver y de mirar»
Lo que ocurre es que el ‘objeto deseado’ puede estar de algún modo presente al
sujeto deseante de una forma ‘inconsciente’, no distinguida y explícita. Y de un modo
similar la experiencia estética “puede halarse completa sin un amor subsiguiente de la
facultad de apetición elícita”. En base a esto habría dos tipos de contemplación: una
puramente estética, que contempla la armonía del objeto de una manera enteramente
desinteresada; y otra que se deleita en la armonía del objeto pero que también lo
considera un bien deseable (es contemplación del ser en su forma pura)

(De Bruyne, 301) «La belleza se distingue a la vez del bien y de lo verdadero. El bien
deleita por el perfeccionamiento que nos proporciona, lo verdadero por la adecuación
de nuestro juicio con las cosas, la belleza por razón de la simple aprehensión de la
forma misma. En la belleza el placer de ‘ver’ es constitutivo y esencial, porque “bellas
son las cosas cuya vista nos llena de alegría”. Para la definición del bien y de lo
verdadero, el gozo, aun siguiendo necesariamente a la adquisición de la perfección real,
o a la percepción de la correspondencia del conocer con el ser, es accesorio [… en todo
caso] es el sentimiento formalmente espiritual del puro conocer el que da al placer
estético su carácter peculiar»

Placeres biológicos y placer estético


***(De Bruyne, 302) «Cosa curiosa: poquísimos comentaristas de Santo Tomás parecen
haber sido sorprendidos por esta psicología… Y, sin embrago, con su teoría el placer
desinteresado, Santo Tomás … sobrepasa a todos sus predecesores y presagia las
concepciones modernas»

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