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Aspectos psicosociales y psicopatológicos en niños y adolescentes con


trasplante renal

Chapter · October 2018

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Julio Torales Jorge Rodrigo Villalba Arias


Universidad Nacional de Asunción Universidad Nacional de Asunción
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Capítulo 22
ASPECTOS PSICOSOCIALES Y PSICOPATOLÓGICOS
EN NIÑOS Y ADOLESCENTES CON TRASPLANTE RENAL

Mg. Prof. Dr. Julio Torales


Médico psiquiatra de niños y adolescentes. Profesor Asistente de Psiquiatría y Sub Jefe del Departamento de Psiquiatría de la Infancia y la
Adolescencia, Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Asunción.

Dr. Jorge Villalba


Médico Psiquiatra. Auxiliar de la Enseñanza y Jefe de Guardia de la Cátedra y Servicio de Psiquiatría de la Facultad de Ciencias Médicas, Universidad
Nacional de Asunción.

¿Cómo citar este capítulo?: Torales J, Villalba J. Aspectos psicosociales y psicopatológicos en niños y adolescentes con trasplante renal. En: Florentín
de Merech L, Flores J, Ferraris J. Guía de Trasplante Renal Pediátrico. 1ª ed. Asunción: EFACIM; 2018. p. 507-514.

INTRODUCCIÓN

El trasplante de órganos sólidos se ha convertido en la primera línea del tratamiento para un número de enfermedades mortales en pediatría. Con
una mejoría en las tasas de sobrevida, la investigación de los efectos a largo plazo del tratamiento se ha convertido en prioridad para investigadores
y clínicos de todo el mundo. La adherencia al tratamiento, en particular, se mantiene como un desafío importante, principalmente en población
adolescente (1).

Los niños y adolescentes que se han sometido a un trasplante renal deben ser considerados como pacientes crónicos, incluso después del
procedimiento, por lo que su seguimiento debe, necesariamente, acompañarse de la valoración de los aspectos psicosociales y psiquiátricos (2). Esto
es debido a que se sabe que los niños con enfermedades crónicas presentan más alteraciones en la adaptación, muestran mayor estrés psicosocial
y, además, tienen hasta 4 veces más riesgo de presentar un diagnóstico psiquiátrico que la población sana (3-5). En el caso específico de los
adolescentes portadores de algún tipo de dolencia crónica, estos presentan menores puntajes de bienestar psicológico, poseen un mayor número
de preocupaciones y alteraciones de la imagen corporal más acusada que sus pares. Además, sufren de más aislamiento, ausentismo escolar y tienen
más limitado sus contactos sociales y su desarrollo psicosexual (2).

Con base en lo anterior, en este capítulo se esboza una aproximación a los aspectos psicosociales y psicopatológicos a considerar a la hora de evaluar
niños y adolescentes con trasplante renal pediátrico.

ASPECTOS PSICOSOCIALES DEL TRASPLANTE RENAL EN PEDIATRÍA

Además de los estresores propios asociados a cualquier procedimiento quirúrgico, el trasplante renal presenta estresores sobreañadidos que pueden
afectar negativamente la salud mental del niño o adolescente. La tabla 1 informa someramente de algunos de estos estresores (6-8).

Tabla 1. Estresores psicosociales añadidos del trasplante renal pediátrico

• Alta frecuencia de tomas de muestras sanguíneas (principalmente en los primeros 100 días post-trasplante).
• Ingresos y re-ingresos hospitalarios.
• Miedo al rechazo al órgano y a las complicaciones.
• Procedimientos quirúrgicos y secuelas (por ejemplo, cicatrices).
• Dolor.
• Cambios en la imagen corporal.
• Sensación de “ser diferente”.
• Adherencia al tratamiento.
• Aislamiento de pares.
• Restricciones dietéticas.
• Necesidad de consumir medicamentos (y efectos adversos)

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La descripción de cada uno de los estresores citados previamente escapa a las intenciones de este capítulo. No obstante, se c onsidera necesario
hacer una apreciación con respecto a la sensación de sentirse diferente que presentan estos niños y adolescentes, y a su adherencia al tratamiento,
debido a sus implicancias en la esfera psíquica y en la salud mental.

“Ser diferente”

Avella-García y colaboradores afirman que uno de los temas más resaltados por los pacientes pediátricos después del trasplante es el deseo de
recobrar la normalidad en sus vidas y dejar atrás la sensación de ser diferentes (2). A este respecto, se ha encontrado que u na edad mayor en el
momento del procedimiento se relaciona con una mayor sensación de ser diferente (o de tener una vida restringida). Por el contario, edades menores
al momento del trasplante se relacionan con una mayor sensación de “normalidad”, funcionalidad y mejor adaptación (9).

En adolescentes post-trasplantados está demostrado que adquirir una “sensación de normalidad” se asocia a mejor funcionamiento y adaptación
social, mayor bienestar y desarrollo positivo. En el otro polo, el hecho de no lograr “sentirse normal” se relacionaba con problemas de adaptación y
afrontamiento (9). La sensación de normalidad se genera en los niños y adolescentes mediante un delicado balance entre factores que la favorecen
y otros que por el contrario constituyen una barrera para lograrla (Tabla 2).

Tabla 2. “Sensación de normalidad” en niños y adolescentes

Factores favorecedores Barreras

1. Desarrollar la identidad propia. 1. Crisis de identidad (cambios físicos y


2. Contar con la aceptación de los pares. temperamentales).
3. Incorporar la medicación en la rutina diaria. 2. Rechazo de los pares.
4. Gozar de libertad y energía (al no tener 3. Tener aversión a los medicamentos.
restricciones de ingesta o por la diálisis). 4. Presentar limitaciones del estilo de vida (como
5. Poseer estructuras de apoyo sólidas (familia, limitación de las actividades físicas).
amigos) y mecanismos de afrontamiento. 5. Miedo ante la posibilidad de rechazo del órgano
o de tener que volver a someterse a diálisis.

Es responsabilidad del nefrólogo pediatra, del pediatra, del psiquiatra infanto-juvenil y del psicólogo desarrollar estrategias tendientes a maximizar
los factores favorecedores, así como limitar las posibles barreras. La familia del niño y adolescente debe estar involucradas en todo el proceso.

Adherencia al tratamiento

Una de las causas más importantes del rechazo agudo y pérdida del injerto es la falta de adherencia al tratamiento inmunosupresor (10).

Los adolescentes tienen mayor tendencia a llevar a cabo conductas de riesgo, incluyendo no consumir la medicación inmunosupresora (2), siendo
este riesgo mayor en esta población que en niños más jóvenes o adultos (11). Esta conducta se observa más frecuentemente en adolescentes que
son responsables de su propia medicación, con ausencia o disfunción del grupo primario de apoyo, en quienes recibieron un trasplante de donante
fallecido (11), así como en aquellos con negación cognitiva o conductual de la enfermedad o con capacidades cognitivas limitadas. La falta de
adherencia al tratamiento se ve asociada a mayores niveles de estrés psicosocial, autoestima disminuida, depresión, ansiedad, conductas disociales
y disfunción familiar.

PSICOPATOLOGÍA Y TRASTORNOS PSIQUIÁTRICOS

Si bien la adaptación psicológica a largo plazo de niños y adolescentes sometidos a un trasplante renal es buena (1-3), algunos pacientes presentan
disfunciones psicopatológicas y trastornos psiquiátricos con frecuencia mayor que otras poblaciones. Por lo tanto, se recomienda siempre la
valoración psicosocial y psiquiátrica de todo niño o adolescente trasplantado, para un mejor control y seguimiento.

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Ira y culpa

La culpa puede ser una cuestión significativa en los niños que están luchando contra una enfermedad crónica. Los adolescentes, por lo general,
intentan encontrar una “razón” a su enfermedad renal, por lo que pueden sentir ira al no encontrarla y proyectar esa ira hacia sí mismos o hacia sus
padres.

Trastornos internalizantes

La depresión tiene una prevalencia variable en este grupo de pacientes, dependiendo si se trata de al menos un síntoma depresivo o de criterios
completos de trastorno depresivo mayor. Estudios recientes hablan de un 35% de presencia de trastornos depresivos durante la vida de un grupo de
adolescentes trasplantados (13).

La depresión en este grupo de pacientes está fuertemente relacionada con el rechazo de pares y con las dificultades inherentes al tratamiento de la
enfermedad renal crónica y a la adaptación al trasplante. Asimismo, es de destacar que la depresión en niños trasplantados posee muchas
comorbilidades, tales como los trastornos de ansiedad, de conducta y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

Niños y adolescentes con enfermedad renal crónica, durante el proceso de la enfermedad y del trasplante, presentan grandes preocupaciones acerca
de su futuro (por ejemplo, la necesidad de más trasplantes en caso de que el primero falle), así como acerca de la medicación que deberán tomar.
Por ello, no es infrecuente que desarrollen trastornos de ansiedad, que pueden ser realmente incapacitantes y generar disfunción en diversas áreas
de la vida diaria del paciente.

Trastornos externalizantes

Si bien parecería que los trastornos internalizantes dominan la escena psicopatológica en niños y adolescentes con enfermedad renal crónica o que
han recibido un trasplante renal, el trastorno de conducta y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad también pueden presentarse en
niveles problemáticos. En cuanto a este último, su prevalencia puede llegar al 22,5% en pacientes pediátricos trasplantados, muy por encima de la
prevalencia en grupos controles, que es de 7,5% (13).

Estrés postraumático

En los últimos años se evidenció que las enfermedades potencialmente mortales y las intervenciones invasivas y dolorosas que frecuentemente se
realizan como parte de los procesos diagnósticos o terapéuticos, pueden ser experimentadas como sucesos traumáticos, que resu ltan en síntomas
de trastorno de estrés post-traumático en niños y adolescentes (13). Específicamente en adolescentes que han recibido un trasplante de órgano
sólido, la prevalencia de trastorno por estrés post-traumático es de aproximadamente el 16% (13).

CALIDAD DE VIDA.

La calidad de vida se define, según la OMS, como “la percepción personal de un individuo de su situación de vida dentro del contexto cultural y de
valores en el que vive y en relación con sus objetivos, expectativas, valores e intereses” (14,15). Esta definición ha evolucionado desde una perspectiva
conceptual hasta una serie de escalas que permiten medir la percepción general de salud del paciente trasplantado (vitalidad, dolor, discapacidad,
dependencia con familiares o terceras personas) y cómo la percepción de las mismas está influida por las experiencias y las expectativas del paciente
(16). Se trata, por tanto, de un concepto que abarca aspectos objetivos y subjetivos que reflejan el grado de bienestar físic o, emocional y social de
cada individuo (17).

Cuando se compararon pacientes con un injerto renal, con un injerto hepático o cardiaco, en diez años de evolución, se encontró que las puntuaciones
en las medidas de calidad de vida eran bastante similares a las de un grupo control de la población general.(18) Los datos preliminares expresan que
los grupos con mejor calidad de vida antes del trasplante son los de riñón, seguidos de los de hígado, luego los de corazón, y después de trasplantarse
los pacientes renales siguen siendo los que mejor calidad de vida manifiestan (19). Igualmente, es importante destacar que en un trabajo realizado
por Canché Arenas et al, se observó que no existe ningún caso en donde las condiciones previas al trasplante en relación con la calidad de vida medida
mediante la escala de Karnosfky se hayan deteriorado (20).

Existen alteraciones psicológicas, como la ansiedad y la depresión antes del trasplante y posteriores a éste, que ayudan a predecir la calidad de vida
del paciente, porque los padecimientos psicológicos pueden influir en la percepción de mayor o menor mejoría en su calidad de vida (21). Esta es la
razón por la que se requiere atención psicológica profesional y apoyo familiar antes, durante y posterior al trasplante porque los estados emocionales
negativos son una causa que, por sí sola, tiene más influencia para determinar la calidad de vida tras un trasplante satisfactorio (22, 23).
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LA INTERVENCIÓN PSIQUIÁTRICA EVALUATIVA EN EL TRASPLANTE RENAL.

La limitación de órganos y recursos, principalmente en países en vías de desarrollo, ha influido en que el candidato que va a ser trasplantado deba
ser preparado y adecuadamente seleccionado desde la perspectiva psicosocial (24,25). Se sabe que estos elementos predicen el desenlace del
trasplante (26,27), y que, por lo tanto, tienen un balance costo-beneficio favorable, a pesar de que no exista un consenso para su evaluación
(25,28,29). Es posible que estos elementos tengan un peso específico determinado por la cultura psicológica dentro de la cual esté inserto el equipo
de trasplante, más que criterios empíricos estrictamente definidos.

La Clínica Marly de Bogotá utiliza el IPTR (Intervención Previo al Trasplante Renal), como protocolo evaluativo de los pacien tes (30). El mismo,
considera al paciente y su familia como parte del equipo multidisciplinario de Trasplante. El IPTR plantea maximizar los resultados óptimos y emplear
de la manera más adecuada posible los recursos psicosociales disponibles; valorar el costo humano que tendrá la decisión de a djudicación sobre el
receptor y el donante y, realizar intervenciones psicoeducativas y psicoterapéuticas en el paciente y su familia (24,29). La practicidad y estructura del
mismo le confiere suficiente trascendencia como para ser resumido a continuación.

Para el momento en que se inicia el proceso de IPPTR, los usuarios han recibido información detallada sobre el procedimiento por medio de una
charla, consultas individuales y material impreso; a pesar de lo anterior, en muchas ocasiones, la angustia y la r egresión secundaria generan un
inadecuado funcionamiento cognitivo y, por lo tanto, una comprensión viciada del material brindado. El rol del psiquiatra/psicólogo es, por lo tanto,
de índole psicoeducativa, haciendo énfasis en la discusión de ansiedades, dudas, prejuicios y malas concepciones que tengan los pacientes o sus
familias respecto al trasplante.

La IPPTR permite valorar en qué medida el usuario comprende que el trasplante no es una cura y que será necesario un control médico estricto por
el resto de la vida. Convivir con nuevos síntomas y problemas es algo que muchos no anticipan, a pesar de la educación preparatoria y del
consentimiento informado. En esta población, la mejoría en la calidad de vida puede ser relativa (31). Con el objeto de evalu ar tal posibilidad, el
IPPTR plantea:

Una entrevista individual: cuyo objetivo es obtener una idea básica de la personalidad del paciente, motivaciones para el trasplante, funcionamiento
general, móviles vitales, vínculos afectivos, historia de la enfermedad renal, así como el nivel de información acerca de estos trastornos y sus
tratamientos, incluyendo el trasplante. Ello se logra a través de la confección de lo que conocemos como un escrito biográfico; el mismo es
confeccionado con puño y letra por el paciente y es un relato que el mismo hace de su propia existencia. Este documento le permite al paciente
resaltar y ocultar los elementos que desee de su historia, lo cual brinda información sobre la estructura y la dinámica de su personalidad. El hecho
de que un paciente sin dificultades cognitivas o de lectoescritura se niegue a escribir su autobiografía no lo descalifica como receptor o donante,
pero sí podría ser un indicador de una fuerte conflictiva emocional y una marcada resistencia hacia la introspección, generalmente presentes en
personalidades con rasgos paranoides o narcisistas, sobre los que se debe estar alerta durante todo el proceso de trasplante (30, 31, 32).

Un análisis exhaustivo del escrito biográfico: Según Kernberg (25), la madurez yoica puede ser más desarrollada entre más clara sea la descripción
de sí mismo (autoimagen) y de los otros significativos, y entre mayor continuidad y coherencia exista entre el relato de la historia familiar y la personal,
lo cual ofrece información adicional acerca de la red de apoyo. Se analiza, también, la cualidad y profundidad de los vínculos afectivos que el paciente
ha establecido. Se detallan los mecanismos de defensa más empleados, así como las modalidades de enfrentamiento preferidas. Se contempla,
también, el impacto de la enfermedad renal sobre la vida del paciente y cómo se enfrentan los retos impuestos por su condición. También, se evalúan
las motivaciones conscientes para el trasplante, el grado de información que se maneja sobre el procedimiento y las expectativas generadas (32).

Una segunda entrevista con el paciente: La calidad del escrito y su correlación con la entrevista inicial determinan la duración de la segunda sesión.
Su objetivo es completar y contrastar la información desplegada hasta el momento. Se busca hacer consciente la coherencia interna de la
personalidad del paciente (25), mediante la siguiente pregunta: ¿es la misma persona que se conoció durante la entrevista inicial, la que presenta el
escrito y ésta que se tiene enfrente? Si no es la misma, ¿en qué ha cambiado?

Se indaga sobre antecedentes de trastornos mentales, principalmente sobre depresión, psicosis o reacciones de ajuste, por su relación con el
postoperatorio inmediato y la adherencia postrasplante.

Una entrevista con la familia: Generalmente, se realiza inmediatamente después de la segunda entrevista con el paciente. La familia del candidato
por ser trasplantado desempeña un rol fundamental para el paciente y el equipo de trasplantes. Su involucramiento en todo el proceso, para bien o
para mal, es algo natural en nuestro medio cultural.

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Los objetivos de esta entrevista son:
• Cerciorarse de que la familia es un factor de apoyo emocional para el paciente y no de desestabilización.
• Ampliar los conocimientos que se tienen del paciente o generar distintos puntos de vista sobre situaciones específicas.
• Fines terapéuticos y educativos. Al aclarar dudas y distorsiones cognitivas se puede reducir la ansiedad familiar.

En otras palabras, se logra incluir a la familia dentro del equipo de trabajo a favor del usuario. En caso de que se detecte patología mental en algún
familiar que pueda comprometer el clima emocional del trasplante, se remite a la instancia correspondiente (25, 29).

Tras esta última entrevista, el personal de Salud Mental debe enfocarse en el donante. La obtención de órganos de donantes vivos presenta
múltiples ventajas sobre los cadavéricos, principalmente porque se logra una mejor preparación transoperatoria del riñón, lo cual aumenta la
sobrevida de los injertos y de los pacientes, con un menor número de complicaciones médicas. A pesar de ello, existe un debate ético debid o a los
riesgos físicos y emocionales a los que se expone a los donantes (25, 33, 34).

Leo y colaboradores (33) exponen una guía clínica para valorar donantes no relacionados. En ella se señala la importancia de abordar dos aspectos
fundamentales:
• Consentimiento informado, lo cual implica: Comprensión y conocimiento de la enfermedad del receptor y, comprensión y conocimiento del
proceso quirúrgico de trasplante, que incluye los riesgos y beneficios para el donante, el receptor y el órgano en cuestión.
• Valoración de cómo se enlistó el donante, cómo tomó la decisión, cuál es la naturaleza del acuerdo, qué tipo de relación existe con el receptor,
cuáles son sus motivaciones, etc. Se debe descartar la presencia de presión, coerción, amenazas o manipulaciones, además de explorar las
fantasías bilaterales sobre la relación o sobre el pago de errores cometidos en el pasado.

Se consideran contraindicaciones para aceptar a un donante las siguientes (26): trastornos psicóticos o afectivos activos, uso o dependencia de
sustancias, trastornos severos de la personalidad, riesgo suicida o elementos éticamente cuestionables que influencien la decisión de donar (ganancia
económica, coerción, etc.).

En caso de dudas, se cita varias veces al donante y receptor, juntos y por separado.

Finalizadas estas etapas, se procede a la elaboración del Informe Escrito. El objetivo más importante de todo el proceso de IPPTR es poder comunicar
los hallazgos al resto del equipo, de una forma comprensible y concisa. Se trata de una síntesis de toda la información recib ida por medio de los
canales verbales, escritos y preverbales, incluidos los elementos contratransferenciales que se han captado.

Se explican las intervenciones realizadas y el motivo, así como los resultados y la necesidad de un plan de seguimiento. Finalmente, se expresa la
aprobación o desaprobación del candidato, al explicitar las situaciones de riesgo psicosocial detectadas, así como sus posibles manejos. Estos
hallazgos también se expresan de forma verbal durante las reuniones de tomas de decisiones pretrasplante. Esto permite recibir retroalimentación
de la impresión de los colegas (30).

EL ACOMPAÑAMIENTO PSICOTERAPÉUTICO DEL PACIENTE TRASPLANTADO

Después del trasplante de órganos pueden presentarse diversas reacciones psicológicas, tanto a nivel emocional, como cognitivo y conductual. Por
eso se hace necesario pautar el intervencionismo psicológico desde la individualidad de cada paciente (35, 36)

Fase I: Atención psicológica en el posoperatorio inmediato. Comprende la vigilancia de las reacciones emocionales del paciente (ansiedad, estrés,
depresión), el afrontamiento al proceso, alteraciones menos comunes y/o más específicas, como son el insomnio, el delirio, tr astornos en la
sexualidad, en la representación del cuerpo, fantasías (de robo, castigo, asesinato, etc.), el fenómeno huésped, la culpa paranoide, intentos de suicidio
y pensamientos automáticos enfocados mayormente a los factores negativos.

El profesional de salud mental debe brindar tratamiento con las herramientas psicoterapéuticas que se ajusten al momento posquirúrgico, y preparar
al paciente para asumir la nueva etapa que le corresponde vivir (37).

Fase II: Continuidad de atención psicológica al paciente en el posoperatorio mediato. Se evalúan los estados emocionales: aceptación del órgano
donado, percepción acerca de su nuevo status, sentimientos de culpa, respuesta sexual, sentimientos contradictorios, miedos y temores ante su
futuro.

En esta etapa el paciente debe conocer la responsabilidad que tiene con su tratamiento (autocuidado personal).

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Fase III: Postrasplante tardío. Es definido como el período comprendido desde el primer mes posterior al trasplante en adelante. Aquí resulta
importante que el sujeto asimile que tiene el órgano de otra persona y que su respuesta cognitiva y emocional se movilice para afrontar nuevas
situaciones en el ámbito físico, funcional y psicosocial. Aparecen con frecuencia: (35,38-40)

• Angustia, estrés e irritabilidad ante la expectativa de los resultados de la cirugía y el posterior manejo del impacto de los efectos secundarios
del tratamiento, que pueden ser desagradables para él y para quienes lo rodean.
• Trastornos del estado de ánimo: pudiendo provocar el rechazo del órgano.
• Trastornos sexuales: las causas pueden ser tanto físicas (la medicación inmunosupresora), como psicológicas (evitan las relaciones sexuales por
temor a dañar el órgano trasplantado, o por falsas expectativas, ideas irracionales, subvaloración, etcétera).
• Fantasías sobre el donante: conllevan sentimientos de culpa porque piensan que otra persona ha muerto para que ellos puedan vivir.
• Insatisfacción con la imagen corporal: perciben el órgano como un cuerpo extraño que incorpora en el receptor rasgos del donante.
• Dificultades para reconocer la posibilidad de nuevas adversidades, como nuevas cirugías u hospitalizaciones; también, deben asumir un cambio
en los roles con el fin de cumplir obligaciones de diversos tipos, entre ellas las económicas, lo que genera una tensión adicional en las relaciones
familiares.
• A medida que va transcurriendo esta etapa, se presentan otras dificultades referidas a la independencia y reajuste al nuevo estilo de vida del
paciente, y al manejo inadecuado de otras personas que lo siguen evaluando como enfermo y dependiente.

En esta fase el paciente debe modificar sus conductas con respecto a la dieta o a la actividad física, con el fin de cuidarse a sí mismo y, obviamente,
al órgano trasplantado. Además, deberá enfrentarse a la terapia inmunosupresora y sus efectos secundarios (alteraciones metabólicas, procesos
infecciosos y cambios en la apariencia física, que son ocasionados por el aumento de peso, el acné y las heridas).

La reinserción laboral juega un papel primordial para el individuo en edad activa y no menos importante es la reinserción a nivel social, volver a
pertenecer a un grupo social, sortear la discriminación de la cual puedan ser posibles víctimas.

Debe brindarse tratamiento psicológico (personalizado, acorde a las características del paciente). El terapeuta elige aquellas técnicas que sean más
factibles en cada caso. Pueden ser creados grupos terapéuticos para el tratamiento de estos pacientes.

Entre las distintas técnicas aplicables se citan (41,42,43):

• Técnicas de desactivación fisiológica (de relajación, respiración, visualización o imagenería: en pacientes que han recibido trasplante, candidatos
y familiares.
• Técnicas psicoterapéuticas basadas en el efecto directo de la palabra (psicoterapia de apoyo, racional y de modificación de conductas, y
sugestiva): en pacientes que han recibido trasplante y/o candidatos.
• Técnicas cognitivas: solución de problemas (contrarrestar ideas irracionales, jerarquía de tareas u otras: en pacientes que han recibido trasplante
y/o candidatos.
• Musicoterapia: pacientes que han recibido trasplante y/o candidatos, familiares y donantes vivos.
• Técnicas de reforzamiento de conductas: en pacientes que han recibido trasplante y/o candidatos.
• Técnicas informativas y técnicas reflexivo-vivenciales: en pacientes que han recibido trasplante y/o candidatos y en familiares.
• Dinámicas grupales y psicoterapia de grupo: en pacientes que han recibido trasplante y/o candidatos, y en familiares.
• Hipnosis: en pacientes que han recibido trasplante.
• Apoyo emocional, ventilación de emociones: en la familia del posible donante, en pacientes que han recibido trasplante y/o candidatos.

CONCLUSIONES

Además de los estresores propios asociados a cualquier procedimiento quirúrgico, el trasplante renal presenta estresores sobreañadidos que pueden
afectar negativamente la salud mental del niño o adolescente.

En adolescentes post-trasplantados está demostrado que adquirir una “sensación de normalidad” se asocia a mejor funcionamiento y adaptación
social, mayor bienestar y desarrollo positivo. En el otro polo, el hecho de no lograr “sentirse normal” se relacionaba con problemas de adaptación y
afrontamiento (9).

Una de las causas más importantes del rechazo agudo y pérdida del injerto es la falta de adherencia al tratamiento inmunosupresor (10). Los
adolescentes tienen mayor tendencia a llevar a cabo conductas de riesgo, incluyendo no consumir la medicación inmunosupresora (2), siendo este
riesgo mayor en esta población que en niños más jóvenes o adultos (11).

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Si bien la adaptación psicológica a largo plazo de niños y adolescentes sometidos a un trasplante renal es buena (1-3), algunos pacientes presentan
disfunciones psicopatológicas y trastornos psiquiátricos con frecuencia mayor que otras poblaciones.

La calidad de vida se define, según la OMS, como “la percepción personal de un individuo de su situación de vida dentro del contexto cultural y de
valores en el que vive y en relación con sus objetivos, expectativas, valores e intereses” (14,15). Se trata, por tanto, de un concepto que abarca
aspectos objetivos y subjetivos que reflejan el grado de bienestar físico, emocional y social de cada individuo (17).

Cuando se compararon pacientes con un injerto renal, con un injerto hepático o cardiaco, en diez años de evolución, se encontró que las puntuaciones
en las medidas de calidad de vida eran bastante similares a las de un grupo control de la población general (18). Los datos preliminares expresan que
los grupos con mejor calidad de vida antes del trasplante son los de riñón (19).

La limitación de órganos y recursos, principalmente en países en vías de desarrollo, ha influido en que el candidato que va a ser trasplantado de ba
ser preparado y adecuadamente seleccionado desde la perspectiva psicosocial (24,25).

La Clínica Marly de Bogotá utiliza el IPTR (Intervención Previo al Trasplante Renal), como protocolo evaluativo de los pacientes (30). El mismo,
considera al paciente y su familia como parte del equipo multidisciplinario de Trasplante.

El IPTR plantea maximizar los resultados óptimos y emplear de la manera más adecuada posible los recursos psicosociales disponibles; valorar el
costo humano que tendrá la decisión de adjudicación sobre el receptor y el donante y, realizar intervenciones psicoeducativas y psicoterapéuticas
en el paciente y su familia (24,29).

Después del trasplante de órganos pueden presentarse diversas reacciones psicológicas, tanto a nivel emocional, como cognitivo y conductual. Por
eso se hace necesario pautar el intervencionismo psicológico desde la individualidad de cada paciente (35, 36)

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