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Revista Comunicación, No. 28 p.

59 - 72
Medellín-Colombia. Enero-Diciembre de 2011, ISSN 0120-1166

Las mutaciones del espectador.


El cine como estética de la multitud.

Carlos Fernando Alvarado Duque


Las mutaciones del espectador. El cine como estética de la multitud.

Resumen diferentes enfoques, como por ejemplo las escuelas


de la recepción, han concentrado todo el peso y la res-
El presente artículo realiza un análisis del espectador ponsabilidad de su sentido en el rol que desempeñan
FLQHPDWRJUi¿FR D SDUWLU GH OD FDWHJRUtD ©PXOWLWXGª los sujetos frente a las obras. Dicha tematización ha
propia de los trabajos estéticos. En dicha búsqueda, implicado el estudio del otro al que toda obra se diri-
revisa los principales enfoques con los que se ha anali- ge o presupone, independiente de si es de naturaleza
]DGRDOS~EOLFRFLQHPDWRJUi¿FRGHVGHORVWUDEDMRVGHO artística, mediática, incluso perteneciente a otros for-
Psicoanálisis sobre el sujeto espectador, pasando por matos no cercanos al espectáculo como los trabajos
el lector como estrategia del texto, hasta el público FLHQWt¿FRV R ORV GLVFXUVRV SROtWLFRV (VH otro emerge
como consumidor. Este recorrido amplía las diferentes en el interior de un amplio abanico de etiquetas que
posturas planteando que el espectador siempre opera desde diferentes lugares explican el papel de quien se
bajo la estética de la multitud, y por ello es necesario HQFXHQWUD DO ¿QDO GHO SURFHVR FRPR GHVWLQDWDULR GH
HVWXGLDUFyPRGLFKD¿JXUDWUDQVIRUPDODLGHDWUDGLFLR- una obra. De allí que sea fácil encontrar nominacio-
nal del receptor como un individuo aislado a pesar de nes como públicos, lectores, espectadores, intérpre-
asistir a una experiencia colectiva. WHV DXGLHQFLDV GHFRGL¿FDGRUHV HWFpWHUD ODV FXDOHV
tienen en común un afán por comprender el papel de
Palabras claves: cine, multitud, estética, especta- ORVVXMHWRVGHQWURGHOiPELWRGHFRQ¿JXUDFLyQGHXQD
dor, lector, público obra.

Abstract El cine no está exento de esta discusión, y, por el con-


trario, conforme han tenido lugar diferentes análisis,
provenientes de otros ámbitos como por ejemplo los
This article makes an analysis of the cinema spectator
trabajos estéticos o semiológicos, se ha hecho eviden-
from the category: crowd of esthetic works. In that
te la preocupación por comprender a los habitantes
search, check the main approaches with which it has
de la sala oscura, el cuerpo colectivo que se sumerge
H[DPLQHGWR¿OPDXGLHQFHVIURPZRUNVRI3V\FKRD-
en una extraña tiniebla compartida para apreciar las
nalysis about spectator, passing through the reader
imágenes del proyector. Quizás la etiqueta que ha co-
as a strategy of the text, to the public as a consumer.
brado más reconocimiento sea la de espectador, dado
This course expands the different views considering
que la vocación narrativa del cine ha hecho eco en sus
that the viewer always operates under the aesthetic
formas de grandes espectáculos propios de las artes
of crowd, and therefore it is necessary study how this
clásicas, y, de igual manera, ha
¿JXUH WUDQVIRUPV WKH WUDGLWLRQDO
encontrado un pulso propio para
idea of receptor as a lonely per-
FRQ¿JXUDU XQD HVSHFWDFXODULGDG
son, although attend a collective
que le es connatural. Al presenciar
experience.
un espectáculo como si se trata-
ra de un espejo donde proyecta
Key words: Movies, Multitude, parte de sus fantasías, el lugar
Aesthetics, Spectator, Reader, Au- del espectador pareciera estar ya
dience construido en el interior de la pelí-
cula. No es extraño por ello que el
cine clásico se interesara por dar
pie a una retórica tan articulada
Sin duda la revolución de las for- que permitiera el fácil ingreso del
mas artísticas del siglo pasado, en espectador a sus formas, y recom-
cabeza de ellas el cine como pri- pensara así, su participación en el
mer medio de masas, ha acelera- espectáculo.
do y puesto en primer plano los
esfuerzos académicos por estudiar Sin embargo, se hacen necesarios
el papel que desempeñan los pú- RWURV DFHUFDPLHQWRV D OD ¿JXUD
EOLFRVHQODFRQ¿JXUDFLyQGHWRGD del espectador conforme otras
experiencia estética. No se quiere escuelas ponderan la importancia
decir que el estudio de los públi- de no reducir al otro del espec-
cos sea un evento reciente, sino táculo a una participación cerrada,
que su valor se ha incrementado determinada de antemano por la
notablemente, a tal punto de que presentación de una obra; y el cine

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mismo explora otras formas narrativas (por ejemplo el como si fuera otro que abandona un espectáculo pú-
denominado cine moderno de la segunda mitad del blico, pareciera, para asombro del narrador, ofrecer
siglo pasado: Nouvelle Vague y Nuevo Cine Alemán) paz al paseante.
que rompen con los cánones narrativos del modelo
clásico, al eliminar el lugar central del espectador de Tras un fatigante ejercicio detectivesco, el narrador
sus formas narrativas. El interés del presente trabajo, descubre que este hombre se encuentra inmerso en un
para ampliar el acercamiento a ese otro que completa FLFORVLQ¿Q1RYDDXQOXJDUGHWHUPLQDGR6ROREXVFD
el circuito con producción de una película, es auscultar HVSDFLRVFRQFXUULGRVHQORVFXDOHVFDPXÀDUVHTXL]i
al tradicional espectador a partir de la categoría mejor en los cuales hacerse visible sin ser notado. En
PXOWLWXG SURSLDGHORVWUDEDMRVHVWpWLFRV 7DO¿JXUD otras palabras, pareciera que la seguridad de ser otro
como reseña Paolo Virno (2003), tiene orígenes de en medio del colectivo anónimo le propiciara una iden-
naturaleza política, que bien pueden rastrarse en la tidad con la cual sentirse seguro. De allí esa lapidaria
obra de Hobbes, para plantear una suerte del alter descripción del relato de un nuevo tipo de sujeto en
ego de la idea de pueblo. También aparece con gran PHGLRGHODVMXQJODVXUEDQDV³(VWHYLHMRGLMHSRU¿Q
potencia estética en los análisis de Benjamin sobre los representa el arquetipo y el genio del profundo crimen.
habitantes de las nacientes conurbaciones del París Se niega a estar solo. Es el hombre de la multitud. El
del siglo XIX. Si bien puede parecer natural pensar que peor corazón del mundo es un libro más repelente
HO HVSHFWDGRU FLQHPDWRJUi¿FR WLHQH XQD QDWXUDOH]D que el HortulusAnimae, y quizá sea una de las gran-
colectiva, o quizá, en una clave crítica, hace parte de des mercedes Dios el que<<erlässtsichnichtlesen>>
una masa producida por la industria cultural, ahondar (<<no se puede leer>>)”. (Poe, 1983, p. 224). Con
en la idea de la multitud como el genuino otro del ello se revela una singular tensión en el cuerpo de
HVSHFWiFXOR FLQHPDWRJUi¿FR WLHQH HO LQWHUpV GH la multitud. Esta es, por una parte, es la suma de
presentar un ángulo que revele la naturaleza estética individuos, un colectivo constituido por unidades, y al
de los procesos receptivos de este mal comprendido mismo tiempo, es una condición para la individuación,
DUWHPRGHUQR7RGRHVRFRQHO¿QGHSRQHUHQHYLGHQFLD aparece antes del sujeto y lo determina. A diferen-
que la multitud está presente tanto en los modos de cia de la masa, resultado de una colectividad donde
producción, como en las estructuras textuales y en los la individualidad desaparece a favor de una dinámica
ULWRVVRFLDOHVGHORVS~EOLFRVFLQHPDWRJUi¿FRV colectiva, la multitud permite que el individuo persista
gracias a que le otorga un lugar, y en ella sus dinámi-
cas son compartidas, son las propias y las de otros.
Multitud. Ontología. Arte
/D¿JXUDGHODPXOWLWXGDSDUHFHUHSHWLGDPHQWHHQORV
(Q YDULDV RFDVLRQHV VH KD OOHJDGR D D¿UPDU TXH OD trabajos de Benjamin. Ya en el Libro de los pasajes
mejor descripción hecha hasta el momento de la reconstruye la manera cómo, a partir de la exhibición
multitud sea la del fabuloso relato de Edgar Allan de las mercancías en vitrina, se produce una nueva
Poe: El hombre de la multitud. Su historia presen- forma de circulación y de mirada de las muchedum-
ta la extraña fascinación del narrador-personaje por EUHV /D PXOWLWXG SDUD HO ¿OyVRIR HV HO UHVXOWDGR GH
un singular individuo, un rostro inadvertido en me- las nuevas lógicas de producción cultural, el desarrollo
dio de la muchedumbre de las calles parisinas, de acelerado de las urbes, y el papel de las máquinas en
los pasajes que tanto obsesionaron a Baudelaire, al el interior del territorio estético. Todo implica la apari-
que decide seguir en una jornada extenuante que ción de otras formas de sensibilidad colectiva que se
desemboca siempre en lugares concurridos, en es- interesan por toda manera de exhibición, propias en la
pacios donde habita la multitud. Ese insólito ÀkQHXU época de las marquesinas de los pasajes parisinos. En
enigmático para el narrador, pareciera temerle a la La pequeña historia de la fotografía (Benjamin, 1986)
soledad de las calles. Su periplo, describe Poe, evade analiza detenidamente las transformaciones radicales
los espacios vacíos, los lugares despoblados de cual- que la máquina introduce en el arte, sugiriendo cla-
quier cuerpo colectivo. Este viandante siempre entra ramente que los grandes públicos, la multitud como
en pánico cuando la calle no revela la existencia de nueva dimensión urbana, buscaban la ponderación de
sus habitantes, cuando la noche expulsa a otros nó- la reproducción como naturaleza estética. El placer del
madas urbanos. De allí el revelador pasaje en el cual público se producía no por cualquier suerte de realis-
el personaje recupera el sosiego tras la soledad de mo, sino por la reproducción como genuina experien-
los callejones cerca al puerto, al encontrar un gru- cia estética. No fascinaba la realidad en la fotografía,
po de personas que salen de un pequeño teatro. El sino la magia de la reproducción.
confundirse con el grupo de espectadores, mezclarse

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En medio de la dinámica de la multitud el ÀkQHXU cómo la multitud es a su vez uno de los mecanismos
el nuevo habitante de la escena moderna que tan- que dan forma al individuo. En otras palabras, explica
to maravilló a Baudelaire, potencia su necesidad de cómo la multitud, en medio de las sociedades con-
descubrimiento, ya sea en la fotografía como epíto- temporáneas, es uno de los dispositivos que permiten
me de una arte maquínico, sea en la novedad de los el proceso de individuación (aunque quizá el asunto
espectáculos de la calle que se interesan por afectar no sea solo potestad de la contemporaneidad, y sus
a los transeúntes. La multitud permite, recuerda Ben- orígenes tengan una historia que se remonta mucho
jamin, ser parte activa de un grupo en el cual se pasa más atrás).
desapercibido. Un lugar para ver y para no ser visto.
“Dialéctica del ÀkQHXU: por una parte, el hombre que En tal medida, a la base del proceso de individuación,
se siente observado por todo y por todos, lo que es en la conformación del individuo, se encuentran lógicas
como decir: el sospechoso; de otra, el inencontrable propias de la multitud. Virno destaca varios procesos
y escondido. Supuestamente es esa dialéctica la de El pre-individuales que condicionan la individuación. El
hombre de la multitud” (Benjamin, 2005, p. 425). primero de ellos es la percepción como un acto propio
del cuerpo, una condición colectiva de la especie que
Esta dialéctica permite reconocer en el ÀkQHXU el ras- pone a toda materia viviente en contacto con estímu-
go de individualidad, de autodeterminación propia los. “La percepción no se deja describir con la primera
del hombre moderno. Y de igual modo, su pasión por persona del singular. No es jamás un yo individual que
mezclarse con la muchedumbre, por desplazarse por escucha, ve, toca, sino la especie en tanto tal” (Virno,
los pasadizos de la urbe. Ambos elementos, aparente- 2003, p. 77). En segundo lugar explica cómo el len-
mente excluyentes, determinan para Benjamin lo que guaje, la lengua en concreto de cada pueblo cumple
es el hombre de la multitud. Su engañosa soledad es un rol pre-individual que coloca al cuerpo, antes de
siempre una soledad a varias voces. Su reclusión en el ser individuo, en el espacio público, le dota de un re-
interior del espectáculo, su búsqueda privada de for- pertorio para orientar su experiencia social. Con ello el
mas estéticas novedosas, es siempre predispuesta por cuerpo posee primero relaciones inter-psíquicas antes
la muchedumbre, por la fuerza poderosa del cuerpo GH FRQ¿JXUDU XQ \R FHUUDGR VREUH HO XVR DUWLFXODGR
colectivo. Ernesto Baltar señala cómo el interés por el del lenguaje. Por último, las relaciones de producción
cine en el trabajo de Benjamin presenta, con la muer- dominantes son también pre-individuales, puesto que
te del aura y el triunfo de la reproducción, un nuevo implican la organización por adelantado de prácticas
tipo de espectador. Aparece allí la experiencia propia poéticas, políticas, emotivas dentro de un espacio de
del ÀkQHXU como observador perverso, que necesita cooperación ya dado en términos históricos. Para el
de la multitud para desplegar su mirada. Y su gusto presente eso se puede reconocer fácilmente en la pre-
no es el de la autenticidad, sino el de la copia perfecta, cedencia del modelo capitalista a cualquier forma de
el simulacro inescrutable, el crimen perfecto. “Walter individuación.
%HQMDPLQ LGHQWL¿FD HQ OD H[SUHVLyQ FLQHPDWRJUi¿FD
el modelo baudelariano del arte moderno: el ÀkQHXU Dichas condiciones pre-individuales sirven para insi-
el paseante solitario y observador que sale a fatigar nuar cómo la multitud precede al individuo. Si la mul-
ODV FDOOHV GH OD FLXGDG \ VH SLHUGH HQWUH HO WUi¿FR \ titud se entiende como una tensión entre el espacio
la masa anónima… la muchedumbre es su dominio, individual y las dinámicas colectivas, la manutención
como el aire el del pájaro, como el agua el del pez. Su de la autodeterminación y el reconocimiento de per-
pasión y su profesión es el desposeerse con las multi- tenecer de antemano a una estructura ya dada, se
tudes” (Baltar, 2006, p. 11). colige de ello que lo multitudinario es una marca que
era el individuo a través de sus modos de percepción
Paolo Virno (2003), por otra parte, ha desplegado un biológica, las virtualidades del lenguaje que le prece-
maravilloso trabajo sobre la multitud como categoría den, y las relaciones de producción históricas en que
ontológica en su libro: La gramática de la multitud. se inserta. Lo cual, al mismo tiempo, permite que el
Su principal presupuesto es la idea de la producción individuo alcance un grado de autonomía y movilidad,
de subjetividad, en el cual comparte las ideas de Toni cuyo escenario contemporáneo por excelencia es la
Negri sobre la ontología como una fabricación. Todo multitud como dinámica socio-cultural. Por ello, las
sujeto, en este caso la multitud como sujeto grama- multitudes crecen dramáticamente tras la instauración
tical, como categoría que revela otro modo de ser de de las sociedades industriales. “No en vano la presión
los cuerpos, es producido por diversos mecanismos multitudinaria se mueve en la esquiva frontera entre
de base tanto biológica como histórica. Pero lo más el mundo más íntimo, secreto y personal que se difu-
interesante del trabajo de Virno es que devela no solo mina ante lo masivo y el mundo exterior, enigmático y
los mecanismos que dan origen a la multitud, sino apabullante, que viaja tanto a la poderosa presencia

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de la multitud, que tanto puede atraer en su especta- gesto grupal, una memoria
cularidad descriptiva y al que también tanto se puede colectiva. En gran medida,
llegar a temer, en su radicalizado protagonismo” (De Virno potencia la multitud
la Calle, 2008, p. 11). como dimensión ontológi-
ca, porque produce, fabrica
Así, para el individuo, como efecto de los procesos de nuevas subjetividades. Y en
individuación, no puede concebirse como una realidad la sala de cine, los sujetos
dada, completa, sino como un permanente proceso construyen un nuevo relato,
de negociación con condiciones pre-individuales. Vir- su propia fantasmagoría de
no denomina al sujeto un campo de batalla. Dentro de lo real.
la multitud el individuo ofrece una dialéctica que bien
puede derivar en lucha. Su necesidad, en el caso del Separada de la categoría
cine, de entrar a la sala bien puede ser un gesto indi- pueblo, construida por la
vidual, pero la dinámica que propicia ese encuentro es donación de la voluntad
propia de rasgos colectivos, como la percepción con- individual a la voluntad ge-
centrada de los sentidos que es marca de la especie QHUDO OD PXOWLWXG FRQ¿JXUD
que busca la estimulación, o una dimensión expresiva un territorio de relaciones
de las imágenes como lenguajes que lo inserta, como entre lo íntimo y lo públi-
multitud, en un ritual de goce sobre representaciones co. Mientras el pueblo se
colectivas. “En la multitud se da la plena exhibición despliega en la plaza, en la
histórica, fenoménica, empírica de la condición ontoló- representación estatal, la
gica del animal humano: carencias biológicas, carácter multitud exterioriza la in-
LQGH¿QLGRRSRWHQFLDOGHVXH[LVWHQFLDDXVHQFLDGHXQ terioridad sobre la escena
ambiente determinado, intelecto lingüístico como re- urbana pero en un registro
sarcimiento por la escasez de instintos especializados” estético, no político. Por
(Virno, 2003, p. 101). ello, cercana en parte al
espectáculo, lo que allí se
De esta manera, Virno proclama: “Propongo denomi- hace expreso es una dimensión afectiva, la estrategia
nar multitud al conjunto de los individuos sociales” de supervivencia de la especie, propia de una nueva
(2003, p. 82). Y en tal oxímoron plantea la tensión, economía del gasto inútil que tanto interesó a Bataille.
la singular lucha del individuo que se gesta pre-indi- En palabras de Virno: “…la multitud es plural, huye de
vidualmente en rasgos colectivos de la especie, para ODXQLGDGSROtWLFDQR¿UPDSDFWRVFRQHOVREHUDQRQR
posteriormente formar parte de un grupo de manera porque relegue sus derechos, sino porque es reacia a
voluntaria y consciente. Pareciera como si el indivi- la obediencia…” (2003, p. 131). En la sala cinemato-
duo moderno se siente incompleto en la soledad de JUi¿FDSRUHMHPSORFRQ¿JXUDGDHQHOHVSDFLRS~EOLFR
la autonomía, y busca en la multitud un regreso a las y atada a estrategias de expansión industrial, la multi-
condiciones pre-individuales que lo hermanan con sus tud acude para sumarse colectivamente en un proceso
congéneres. En otras palabras, la multitud está antes de proyección imaginario, un acto que reconoce por
\GHVSXpVGHOLQGLYLGXR(OHVSHFWDGRUFLQHPDWRJUi¿- su potencia estética. Sus dimensiones íntimas, incluso
FRHVWi\DFRQ¿JXUDGRSUHYLDPHQWHSRUODHVWpWLFDGH arquetipales, son tan propias que terminan teniendo
la multitud. Asistir a cine es encontrar colectivamente un sustrato que va más allá de las identidades perso-
una distorsión de los sentidos, propia de un cuerpo que nales, y encuentra un vínculo con otros congéneres de
no domina totalmente la consciencia, la penetración la especie. Y eso en las sociedades contemporáneas
en la sala oscura sustituto de los sueños es un regreso es un recurso para invertir el tiempo de ocio, o incluso
al mundo de la tierra profunda de la que brota la vida, UH¿JXUDUODVIRUPDVGHWUDEDMRTXHLPSOLFDXQDHFR-
la remembranza de un estado paramnésico coloca al nomía individual invertida en la evasión de las lógicas
espectador frente al lenguaje onírico que precede a públicas que dependen del trabajo.
su uso privado del lenguaje. Al mismo tiempo, como
multitud, el espectador participa voluntariamente de La dimensión ontológica de la multitud tiene, a partir
un ritual colectivo, del encuentro indirecto con otros de los análisis de Virno, una base de producción histó-
en el interior de unas megalópolis que no dan tiem- ULFD(OVXMHWRHOHVSHFWDGRUFLQHPDWRJUi¿FRFRPRVH
po sino para relaciones furtivas; fácilmente participa señaló, es fabricado. La multitud es una construcción,
de prácticas como el coleccionismo de imágenes para un produciere que despliega sus potencias estéticas
tejer nuevas fantasías, sin percatarse de que ese acto para dar forma a dinámicas culturales que no pueden
individual de conservar un fragmento de película es un reducirse ni al imaginario de un lector privado, ni a la

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masa amorfa carente de voluntad. Hans Robert Jauss, recompensados con relatos que presentan un periplo
en su interesante Pequeña apología de la experiencia triunfante del héroe, en los cuales ya se reconoce la
estética, no solo se centra en el proceso de recep- afectividad de una multitud que busca felicidad. En
ción como el mecanismo principal de toda dinámica otra línea, la multitud en el cine, desde el dispositi-
artística, sino que reconoce que el trabajo del arte, vo, encuentra un espacio catártico, que de las formas
GHVGHVXFRQ¿JXUDFLyQKDVWDVXOHFWXUDGHSHQGHGH artísticas pasa a la experiencia personal de cada es-
una dinámica de producción, que también da forma al pectador.
sujeto de la recepción. Plantear la recepción estable-
ciendo un hilo invisible que de la poiesis, pasando por Podría decirse que la dimensión para-textual del cine,
la aisthesis, desemboca en la catharsis, permite com- es decir el más allá de la obra de arte, de la película
prender cómo todo tipo de público enfrentado a una como texto, empuja al espectador a un proceso de
obra de arte está ya predispuesto desde la labor de liberación. En otras palabras, la película permite que la
creación, desde el saber del artista materializado en la recepción esté ya en la obra, y produzca en el espec-
producción, pasando por la estructuras formales que tador una liberación de los cánones receptivos clásicos
apelan, que desconceptualizan al mundo para afec- que afecta su fuero individual. Entrar a la sala, elegir
tar la percepción sensible, hasta la liberación catártica el ritual propio de evasión del mundo diurno plantea
en la cual se es impelido a un ejercicio de libertad una participación constructiva del espectáculo. Suma-
TXHUHFRQ¿JXUDXQQXHYRXQLYHUVRH[SUHVLYR$VtOD do a ello, la catarsis de la recepción implica, por lo
catharsis como cierre, de la obra de arte, e inicio de menos en el ritual de sala, el plano colectivo, la pre-
la recepción estética adquiere un papel fundamental: sencia de lo urbano, que desdibuja el control social,
“…explica por qué la mediación de normas sociales, a el afuera público, y le da al espectador la libertad de
través de las imágenes del arte, posibilita una toma crear un espacio imaginado. En palabras de Lauro Za-
de distancia frente al imperativo de las prescripciones, YDOD³$ODSDJDUVHODVOXFHVHQODVDODFLQHPDWRJUi¿FD
y de este modo, un espacio de juego para la libertad: el espectador no solo inicia un viaje cuyo recorrido
a la experiencia comunicativa le precede, en el medio conoce de antemano (y frente al cual la pantalla es un
del arte, una liberación del espectador frente al mun- gran espejo involuntario) sino que se deja seducir por
do de los objetos a través de la imaginación” (Jauss, el ritual paradójico de compartir anónimamente una
2002, p. 77). experiencia vicaria, a la vez que participa activamente
de una experiencia frente a la cual el mundo exterior
Esta vitalización del público como agente activo que es un mero simulacro” (1997, p. 21).
se ve impelido por la poiesis de la obra de arte a des-
plegar sus horizontes a partir del ejercicio catártico de Toni Negri (2000) permite ampliar esta idea cuando
liberación que las estructuras, la aiesthesis, plantean, explica que el arte moderno, del cual el cine es en
tiene una dimensión particular dentro del cine como principio precursor, opta por la abstracción porque
espectáculo de multitudes. De entrada, la película su capacidad de producción ontológica no necesita lo
como obra de arte, no solo como mecanismo indus- concreto. De allí que el cine a pesar de su vocación
trial o ritual, tiene como destino la fabricación de una realista en términos narrativos, opte por la abstrac-
subjetividad. No se trata simplemente de los proce- ción en sus historias, la silueta de realidades, los si-
sos de satisfacción imaginaria de los públicos que son mulacros fantásticos para ofrecer un nuevo núcleo de
realidad. Dicha dinámica es producida por la multitud
en un amplio sentido; tanto como condición pre-in-
dividual, como menemismo social de producción. “Es
un trabajo colectivo el que produce la singularidad.
Es la multitudo de los elementos narrativos, de los
hilos estructurales, de los reseauxVLJQL¿FDWLYRVORTXH
construye el sujeto. La trama, el nexo recitativo no
son encontrados sino construidos… La hermenéutica
del arte contemporáneo no compete al pasado, a la
preexistencia de elementos narrativos, sino a su futu-
ro, a su constitución” (Negri, 2000, p.58).

'HVSXpVGHODPiTXLQDFLQHPDWRJUi¿FDVRORH[LVWHQ
multitudes. Ya no es posible el espectador singular,
quizá nunca lo fue. El engaño estaba oculto, porque

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la multitud necesitaba le evidencia, la revelación que intra-psíquico del espectador. Es decir, los mecanis-
propició la revolución industrial. Un nuevo sujeto, un mos que describen los teóricos del cine para ilustrar
nuevo espectador, poshumano quizá, emerge como una experiencia aparentemente privada, llevan ya el
sugiere Negri, porque ya no es humano, si por ello se germen de la dimensión pre-individual de la multitud.
HQWLHQGHTXHORGH¿QHXQHVWULFWRIXHURLQGLYLGXDO(Q Estas investigaciones parten de sugerir como catego-
la más profunda soledad, en la visión privada de una ría de análisis la existencia de un sujeto-espectador.
película, siempre el espectador está determinado por Con ello garantizan que la recepción espectatorial
la multitud que le precede y a la que se dirige. La este articulada, atada, sujeta a ciertos mecanismos
película ya no es más un objeto previo construido que son externos al propio individuo. Dos grandes
con anterioridad, es parte del nudo, de la produc- mecanismos han sido objeto de este estudio: la iden-
ción estética colectiva, de la que el espectador hace WL¿FDFLyQ \ OD SUR\HFFLyQ HO VHJXQGR GH HOORV FRQ
parte. Siempre en estas formas artísticas aparece un UHVRQDQFLDV FLQHPDWRJUi¿FDV HYLGHQWHV $QWHV GH
excedente de ser, recuerda Negri, que es la multitud penetrar en el análisis de cómo la multitud late en
GHULYDGD\VLHPSUHUHFRQ¿JXUDGDSRUHOWUDEDMRGHO el interior de ambos mecanismos, vale la pena re-
artista. El artista, el director de cine, gracias a su construir la que es quizás la idea de arranque de este
trabajo concreto, arranca del terreno colectivo, de la enfoque. Casi todos los autores coinciden en que la
multitud, materiales para ser singularizados, y hace pantalla de cine opera con un alto grado de similitud
TXH HVWRV VH UHSURGX]FDQ PXWHQ VH WUDQV¿JXUHQ al mecanismo que Lacan denominó la fase del espe-
El espectador goza directamente de esa excedencia jo. Fase en la cual el sujeto, en su proceso de forma-
de ser, de esa nueva ontología que lo transforma, lo FLyQ DQWHV GH VHU LQGLYLGXDOL]DGR GH FRQ¿JXUDU XQ
hace crecer. Ello se puede constatar fácilmente en yo, comienza a reconocerse estableciendo vínculos
cómo la multitud mantiene viva la memoria de las ex- con el exterior y con su cuerpo que aparece como
periencias estéticas. En el caso del cine, las multitu- imagen.
GHVUHFRQ¿JXUDQKLVWyULFDPHQWHODVIRUPDVItOPLFDV
las reclaman, las reciclan para condicionar sus for- Este dispositivo, una suerte de espejo-pantalla, sirve
mas de recepción en términos de memoria colectiva. como pliegue de la exterioridad en referencia directa
al lugar central de la recepción que es la butaca del
espectador. Sentado en medio de la sala, centraliza
Multitud. Identificación. Proyección no solo su mirada sobre el espejo-pantalla, sino que
reconoce que dicho espejo está dispuesto sobre su
cuerpo. De manera directa, el exterior representado
Entre los diferentes acercamientos al problema del
se proyecta sobre sus ojos, devolviendo formas que
HVSHFWDGRUFLQHPDWRJUi¿FRVHGHVWDFDHOLQWHUpVGH
FRQ¿JXUDQ VX H[SHULHQFLD FRPR OR KDFH XQ HVSHMR
varios trabajos que toman prestado el arsenal de con-
normal con la propia imagen. Sin embargo, señalan
ceptos de la tradición del psicoanálisis, principalmen-
Aumont y compañía: “…si la pantalla equivale en cier-
te de la obra de Freud y de Lacan, para describir la
ta manera al espejo primordial, existe entre ellos una
naturaleza del proceso de recepción. Dicha vincula-
diferencia fundamental: al contrario de lo que sucede
ción no es una decisión arbitraria, propia del campo
con el espejo, hay una imagen que la pantalla no de-
de investigación psicoanalítico. Se sustenta, con cierta
vuelve jamás, la del cuerpo del espectador” (1993, p.
naturalidad, en la fuerte similitud que la experiencia
250). Lo interesante, sin embargo, es que esta nega-
perceptiva de los públicos de la sala de cine tienen con
ción del propio cuerpo devuelve al espectador a un
GLIHUHQWHVPHFDQLVPRVSVLFROyJLFRVTXHFRQ¿JXUDQHO
HVWDGRSUHLQGLYLGXDOVDOHDÀRWHODPXOWLWXG6XFXHU-
desarrollo de la personalidad. La aparición del yo, que
po no está en pantalla, pero recibe múltiples cuerpos
como bien lo señala el psicoanálisis es el resultado de
en las imágenes. Si bien no puede reconocerse indi-
un proceso, no un punto de partida. Tal mecanismo,
vidualmente, sí reconoce la multitud como formas de
como se verá, orienta en gran parte la experiencia en
individuación permanente. Incluso en películas con un
el interior de la sala de cine.
solo personaje, ya encuentra los rastros de la multitud
que se proyectan directamente sobre él. En la extra-
Más allá de la reconstrucción de algunos de los ele- ña soledad de este espejo nocturno, el espectador se
mentos de esta tendencia, que por cierto han sido sabe partícipe de una multitud silenciosa que ha fabri-
sistematizados con gran claridad en el trabajo de FDGRTXHKDSXHVWRHQPDUFKDODPiV¿QDSURGXFFLyQ
Jacques Aumont y compañía (1993), el enfoque para ofrecerle un excedente de realidad.
psicoanalítico permite explorar cómo la estética de
la multitud está presente incluso dentro de lo que
Aumont y compañía señalan que el sujeto-espectador
podría denominarse fácilmente como el dispositivo
siempre se encuentra en un estado de falta. Con ello

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Las mutaciones del espectador. El cine como estética de la multitud.

establecen un paralelo con el proceso edípico que bus- relato ya aparezca una lógica de la multitud que
ca saciar sus deseos eróticos con el amor dirigido a la narra sus vivencias colectivas, como exteriorización
madre, y el odio dirigido al padre. Dicho mecanismo de sus propias memorias individuales. De igual modo,
sirve para ilustrar metafóricamente el por qué la sala HVWD LGHQWL¿FDFLyQ VHFXQGDULD WDPELpQ VH SURGXFH
de cine ofrece un extraño sustituto para estos: “…la con los personajes. La relación con otro que opera
elección de entrar en una sala de cine revela siempre, como espejo, permite que el espectador los utilice
más o menos, una regresión consentida, una puesta FRPRKLORFRQGXFWRUSDUDODSHQHWUDFLyQHQOD¿FFLyQ
en paréntesis con respecto al mundo, que viene pre- FLQHPDWRJUi¿FD ³/D LGHQWL¿FDFLyQ VHFXQGDULD HQ HO
cisamente de la acción, de la elección del objeto y de FLQHHVEiVLFDPHQWHXQDLGHQWL¿FDFLyQFRQHOSHUVRQDMH
ORV ULHVJRV HQ SURYHFKR GH XQD LGHQWL¿FDFLyQ FRQ HO FRPR¿JXUDGHOVHPHMDQWHHQOD¿FFLyQFRPRIRFRGH
XQLYHUVRLPDJLQDULRGHOD¿FFLyQ´ S &RQ los deseos afectivos del espectador” (Aumont et al.,
esto se insiste en la idea de la sala como un útero que 1993, p. 270). De allí que los autores expongan que la
recoge nuevamente el cuerpo del espectador para lle- VLPSDWtDHVXQHIHFWRGHODLGHQWL¿FDFLyQHOUHVXOWDGR
varlo a una instancia pre-individual, donde las eleccio- del encuentro con el personaje, y no la causa de la
nes de la vida consciente fácilmente pasan al registro LGHQWL¿FDFLyQ(OORH[SOLFDODSRVLELOLGDGGHHQFRQWUDU
imaginario. No obstante, el estado paramnésico del una relación afectiva con personajes que por fuera de
espectador le permite entrar en un registro que poten- OD ¿FFLyQ VRQ OHMDQRV D OD SVLFRORJtD GHO HVSHFWDGRU
cia toda fantasía a partir de las formas simbólicas de la promedio.
representación fílmica. El espectador, consciente o no,
construye un simulacro de imágenes, solo porque el El mecanismo de proyección, por otra parte, implica
cine en su calidad expresiva ha organizado articulada- una transferencia simbólica de las cargas afectivas de
mente formas simbólicas que disparan dicha produc- los espectadores sobre la historia en pantalla. Los de-
ción. Allí está una historia propia de la multitud, que seos de castigo a ciertos personajes, o las esperanzas
alude al lenguaje como condición de individuación. En de recompensa para los héroes, son trasladadas a la
otras palabras, el ingreso al registro imaginario, ese ¿FFLyQGXUDQWHODFRPXQLyQGHODPXOWLWXGFRQODUH-
espacio de libertad de cualquier principio de realidad, presentación. Lo interesante es que allí coincide una
es precedido por las formas simbólicas de la multitud. experiencia colectiva que conducida por los modos de
enunciación, por la estructura de los relatos, permite
(OPHFDQLVPRGHLGHQWL¿FDFLyQSULPHUGLVSRVLWLYRGHO un encuentro con el otro, una relación de cercanía
público que interesa al psicoanálisis, adquiere un par- FRQORVGHPiVHVSHFWDGRUHVFDPXÀDGRVHQODVDODRV-
ticular tratamiento dentro del cine. Primero responde FXUD3RUHVRODLGHQWL¿FDFLyQ\ODSUR\HFFLyQVHxD-
DXQDLGHQWL¿FDFLyQGHOVXMHWRHVSHFWDGRUFRQHOVXMH- lan Aumont y compañía, depende más del lugar que
to de visión. Es decir, a partir de la cámara, denomi- ocupan ciertos personajes en el interior del relato que
nada aparato de base por Jean-Louis Baudry por su de una carga psicológica. En tal proceso, se presenta
capacidad de orientar tanto la representación como ya una interesante discusión que tiene que ver con
ODOHFWXUDGHXQ¿OPHHOHVSHFWDGRUVHLGHQWL¿FDFRQ los mecanismos textuales que conducen la lectura
un mecanismo narrativo que orienta su eje de visión. de los espectadores. Surge con ello la pregunta
En otras palabras, su mirada es la de la cámara que de si al conducir la lectura se elimina la capacidad
a partir de los recursos que le son propios organiza participativa del público a nivel individual, y si con ello
lo que debe observar. A dicho mecanismo se le deno- se diluye la experiencia de la multitud al convertirla
PLQDLGHQWL¿FDFLyQSULPDULD³/DLGHQWL¿FDFLyQSULPH- en masa. Aunque el interés, por ahora, es pensar los
ra en el cine, es aquella por la que el espectador se mecanismos psicológicos operados en el interior de
LGHQWL¿FDFRQVXSURSLDPLUDGD\VHH[SHULPHQWDFRPR la recepción, se puede colegir que las textualidades
foco de la representación, como objeto privilegiado, TXHFRQ¿JXUDQHVWUDWpJLFDPHQWHDORVOHFWRUHVHQHO
central y trascendental de la visión” (Aumont et al., caso del cine, también prevén la participación de la
1993, p. 264). multitud.

/D OODPDGD LGHQWL¿FDFLyQ VHFXQGDULD WLHQH OXJDU HQ Antes de terminar este recorrido por el análisis del
el interior del relato. De allí que sea fácil reconocer sujeto-espectador, vale la pena rememorar a Roland
el origen de la fascinación narrativa, en términos Barthes en un fantástico texto titulado: Salir de cine,
psicoanalíticos, en el Edipo Rey de Sófocles. El en el que ofrece otra relación particular de la sala con
HVSHFWDGRUVHLGHQWL¿FDFRQODKLVWRULDVXVDFFLRQHV las técnicas psicoanalíticas. “El que os está hablando
su articulación, al parecer por la vocación narrativa tiene que reconocer una cosa: que le gusta salir de los
inconsciente de todo grupo. Roland Barthes señala cines… es evidente que sale de un estado hipnótico.
que no existe pueblo sin relatos. De allí que en el Y el poder que está percibiendo de entre todos los

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Carlos Fernando Alvarado Duque

de la hipnosis es el más a partir de las di-


antiguo: el poder de ferentes escuelas
la curación” (Barthes, semióticas intere-
1986, p. 350). Así como sadas en el análi-
la terapia del diván sis del lenguaje. La
ofrece una cura para el condición expresiva
paciente a través de la del cine, su capaci-
palabra, el cine lo hace dad comunicativa,
para el espectador a hizo que este fe-
través de la pantalla. Pero, de nuevo, dicha cura se nómeno de masas pasara rápidamente por el tablero
realiza con una multitud. Son curados colectivamente académico para auscultar su modo de construcción de
distintos espectadores, que con seguridad adolecen PHQVDMHVVXVVLVWHPDVGHFRGL¿FDFLyQODQDWXUDOH]D
de males diferentes. Las formas productivas del arte de su materia expresiva, etcétera. En medio del gran
fílmico permiten una comunión de esta naturaleza boom adelantado por el trabajo continental, el cine
solo para multitudes. Una masa no puede ser curada. no solo es objeto de la semiótica estructural sino que
No tiene voluntad para ello. Pero la multitud reclama se pasa al terreno de los estudios narratológicos, y de
esta terapia en cada ingreso a la sala oscura, en la allí fácilmente a la semiótica textual, liderada princi-
búsqueda de afectividad con otro al que no quiere palmente por la escuela italiana. Es indudable que el
mirar a los ojos, y que evade a pesar de la cercanía arranque de este modelo se encuentra en la obra de
física. Incluso, el mismo Barthes ofrece la pista para Umberto Eco (1993), que tiene su primer punto de
comprender que el espectador ya hace parte de una SDUWLGDHQVXIDEXORVRWUDEDMRGHGLFDGRDODGH¿QLFLyQ
experiencia colectiva antes de entrar a la sala: “…no de la obra de arte y en la idea de obra abierta, y que,
se sueña ante la película y a causa de ella, sin saberlo, para efectos de la lectura de textos, tiene su cierre con
se está soñando antes de ser espectador” (1986, p. el iluminador Lector in fabula. El interés del pensador
351). Dichos sueños son productos de una experiencia italiano por analizar los mecanismos de enunciación,
pre-individual, una experiencia que permite encontrar que los textos articulan para diseñar estratégicamente
los ecos de la especie en una muchedumbre que la participación de un futuro lector, amplía el trabajo
comparte el mismo sueño como multitud. semiótico, desbordando el modelo del código como
centro de toda estructura.
Barthes no duda en reseñar que la experiencia de la
sala tiene una doble dimensión. Por una parte, la del Las herencias son múltiples. Eco reconoce la impor-
sueño que transporta a multitudes al interior de una tancia de varias escuelas, pero destaca los esfuerzos
imagen proyectada sobre sus cuerpos, esa extraña del formalismo ruso, la obra de RomanIngarden, las
trampa que engancha colectivamente, y por otra, la funciones del lenguaje de Jakobson, y los trabajos
del erotismo propia del cuerpo en la oscuridad, afec- franceses sobre el relato, principalmente de Barthes y
tado en su sensibilidad más pura, atrapado por la mi- Todorov. En el caso del cine se destaca el trabajo del
rada de la multitud en pantalla, y proyectando como Bettetini titulado Conversación audiovisual que analiza
voyeur la suya sobre el espejo. Extraño ejercicio de GLYHUVDV HVWUDWHJLDV GH HQXQFLDFLyQ FRQ TXH HO ¿OPH
fetiches que coleccionan colectivamente imágenes. No teje los mensajes. Sin embargo, el análisis del es-
existe más multitud que el recuerdo colectivo de imá- pectador en términos de semiótica de la enunciación
genes de las películas. Todos atesoran, como si fueran ha sido desarrollado en la obra de Francesco Casetti
objetos privados, momentos memorables del cine. Allí (1989), puntualmente en el libro (O¿OP\VXHVSHFWD-
la multitud atada por la memoria, se encuentra en el dor. Todos estos trabajos se interesan por estudiar la
rostro de un actor, en un parlamento, en una secuen- manera en que un texto, en este caso una película,
cia de acción, en un beso prohibido. Cada espectador FRQFLEHSUHYpFRQ¿JXUDXQSRVLEOHOHFWRU'HQWURGHO
asumirá como propio ese recuerdo, pedazo de reali- universo del lenguaje, y en cabeza de Eco, generan un
dad individual. No se sabe si tiene presente que antes desplazamiento de la idea de obra a la de texto, bajo
de serle propio, le pertenecía a la multitud. el presupuesto de que el texto es siempre una entidad
en apertura, conectada con otros textos, parasitaria
de un gran universo textual.
Multitud. Textos. Lectores
8PEHUWR(FR  LQWURGXFHOD¿JXUDGHOHFWRUPR-
delo para exponer el modo por el cual todo texto, no
/RVHVWXGLRVVREUHODVHVWUXFWXUDVGHOFLQHVHDPSOL¿-
solo genera una apertura para un posible intérprete,
caron rápidamente en la segunda mitad del siglo XX
sino que dispone en sus estructuras de mecanismos

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Las mutaciones del espectador. El cine como estética de la multitud.

para la interacción real de los lectores. Su preocu- que como estrategia implican la actividad del lector y
pación inicial es determinar de qué manera un tex- el espectador reales. En el esfuerzo de interpretación,
to prevé su futuro lector, a partir de la idea de que no solo siguen pistas, sino que, señala Eco, recurren
ningún texto puede resolver el problema de su men- a su propia enciclopedia para actualizar el relato. Los
VDMHVLPSOHPHQWHFRQFRGL¿FDFLRQHVDVtWDOHVVHDQ ramales de cada enciclopedia pueden generar que
sumamente precisas, ni tampoco puede quedar a la la estrategia de cooperación fracase, o por el contra-
deriva de cualquier forma de interpretación que se rio profundice en las connotaciones textuales. Quien
libera de los mecanismos de enunciación del propio FRQVWUX\HHOWH[WRTXLHQFRQ¿JXUDXQDSHOtFXODVLHP-
texto. Dicha posición intermedia ataca directamente la pre despliega un posible lector. El cine clásico, por
idea de una semiótica del código que no da espacio a HMHPSOR FRQ¿JXUD XQ HVSHFWDGRUPRGHOR TXH IiFLO-
una pragmática genuina, y también al acto de sobrein- PHQWH FRQ¿JXUDQ ODV DXGLHQFLDV HQ VXV SURFHVRV GH
terpretación que convierte al texto en pre-texto para alfabetización asistiendo cotidianamente a las salas de
otra textualidad. De este modo, todo texto implica una cine. Dicho espectador-modelo es, en teoría, una mul-
cooperación interpretativa por parte del lector. WLWXG(OJUDQHVIXHU]RGH+ROO\ZRRGHVSRUFRQ¿JXUDU
desde la enunciación, un espectador que goza con la
Si bien la idea del lector modelo de Eco aparece en una experiencia del ritual colectivo de la sala. Entre sus
obra que se restringe solo a textos literarios, y el mismo SLVWDVHVWiODWHQGHQFLDGHORVUHODWRVDSUHVHQWDU¿JX-
autor señala que es necesario hacer el desplazamiento ras heroicas que exaltan al hombre de la multitud que,
a otros soportes expresivos, sus postulados principales a la vez, logra vencer las adversidades sociales y ha-
operan fácilmente en el cine por su vocación narrati- cer realidad las fantasías individuales. Dicha tendencia
va. Si un texto está plagado de elementos no dichos, narrativa trata de presentar al hombre de la multitud
de intersticios que debe ser llenados por el lector, en que se despliega de ella. Y todo ello se completa con
una película el espectador debe, en principio, estable- la salida de la sala, momento de la satisfacción imagi-
cer vinculaciones entre elementos visuales, sonoros y QDULDGHORVS~EOLFRVDSDUWLUGHODLGHQWL¿FDFLyQTXH
textuales, operar relaciones prospectivas sobre la obra han vivido afectivamente sin tener un contacto directo
general a partir de las cadenas sintagmáticas, y parti- entre ellos. Tras ella, el texto alcanza un efecto extra-
cipar en la determinación total del texto fílmico a partir textual, manteniendo a
GHVXSURSLRXQLYHUVRGHVLJQL¿FDGRVFXOWXUDOHV3RGUtD esos espectadores como
incluso sugerirse la idea de un espectador-modelo que hombres de la multitud.
el desarrollo de los procesos de representación, en tér- Regresan a sus hogares a
minos históricos, busca concretar. El espectador, como reconstruir su fantasía pri-
todo lector, despliega un trabajo inferencial, sigue las vada, casi siempre sin sos-
pistas que la enunciación deja para ser actualizadas. pechar que dicha utopía es
Las marcas que el enunciador introduce en un texto propia de la multitud que
pueden ser articuladas con suma precisión, o pueden acaba de salir de cine.
ofrecer aperturas, quizá lagunas, para retar al especta-
dor. En otras palabras, pueden producir diversos niveles El cine clásico no solo
de lectura: “…a medida que pasa de la función didácti- supone un espectador-
ca a la función estética, un texto quiere dejar al lector modelo que coincide con
la iniciativa interpretativa, aunque normalmente desea la multitud, sino que su
VHULQWHUSUHWDGRFRQXQPDUJHQVX¿FLHQWHGHXQLYRFL- dimensión cerrada aca-
dad. Un texto quiere que alguien le ayude a funcionar” rrea múltiples aperturas
(Eco, 1993, p. 76). Un caso particular de esta última cuando se actualizan sus
instancia sería el cine moderno que no solo presupone diferentes mecanismos de
un espectador-modelo sumamente activo, que desarro- enunciación a partir de la
lla una lectura difícil, sino que tiene que enfrentarse al ampliación de las enciclo-
hecho de que la enunciación se revela en pantalla, hace pedias de los públicos. Di-
evidente las marcas del sujeto de la enunciación, por cho de otro modo, el cine
ejemplo a partir de falsos raccords, hipercontinuidad como forma artística no se
narrativa, etcétera. Todos mecanismos que rompen circunscribe solo sobre las
con la ilusión de realidad que persigue afanosamente películas modernas que
el cine clásico. con facilidad se dirigen a
la dialéctica del hombre
Tanto lector modelo como espectador modelo, son de la multitud como pa-
mecanismos del texto, dispositivos de la enunciación seante urbano, hombre

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Carlos Fernando Alvarado Duque

de las novedades, interesados en las más novedosas puede vivir en el anonimato de la multitud. Su tarea
vanguardias, sino que también está presente en las es constructiva, tiene no solo que llenar vacío sino en-
convenciones precisas de un cine clásico. Ello tiene frentarse al reto de una alta exigencia en los ramales
sentido porque este tipo de texto es el que permite de su enciclopedia.
la inmersión completa del espectador dentro de la
diégesis. Su lugar, su ubicación, su territorio está en La propuesta de Francesco Casetti trata de violentar
la pantalla. En palabras del profesor Federico Medi- la idea de que el lector o es simplemente un deco-
na: “El lector se sitúa en el centro del texto (o en el GL¿FDGRU XQ VXMHWR SDVLYR TXH \D HVWi SUHYLDPHQWH
centro de la obra de arte en general), ya no contem- resuelto en la estrategia de enunciación, o es un inter-
pla el texto alejado desde un punto de vista único y locutor completo que construye el texto plenamente,
estático. Desaparece la contemplación estética y la reduciendo al mínimo las indicaciones textuales. Su
interpretación razonada” (2001, p. 146). Se da paso apuesta no se concentra en un término medio, sino
a un genuino constructor. El espectador en el centro que presenta la película como una interface comunica-
de la diégesis es tan responsable del despliegue del tiva en la cual el espectador ocupa diferentes lugares
mecanismo narrativo como el director. Y si bien en dando como resultado una construcción múltiple de
una estructura clásica pareciera que dicha participa- mensajes. De allí que reconozca la imposibilidad de
ción es ilusoria, ello cambia cuando se reconoce que deslindar al espectador como realidad concreta (que
la construcción es el resultado de la sensibilidad de la DFWXDOL]DVLHPSUHHO¿OPFRQEDVHHQVXSURSLDHQFL-
multitud. El texto producido por los espectadores no clopedia) y el espectador como dimensión simbólica
responde a la creatividad propia de los textos abier- (no solo como estrategia textual): “…la necesidad de
tos, sino a las proyecciones imaginarias del hombre un interlocutor por parte de un texto hay que enten-
de la multitud. Se encuentran en él, y producen nue- derla tanto como la búsqueda de una presencia para
vos sistemas textuales, que no son sobreinterpreta- integrarla después en el juego como la propuesta de
ción, respecto a la masculinidad heroica, a la estrella un diseño para que valga después como guía de la
como ídolo, a las superproducciones como experien- fruición: la llamada a un individuo hecho de carne y
cias de lo sublime en medio de la urbe. hueso, y la puesta a punto de una construcción sim-
bólica…” (Casetti, 1989, p. 31). En esta medida recu-
Por ello, es quizá en la enunciación cerrada del cine pera el esfuerzo de Eco por considerar al espectador
clásico, en el texto que prevé con tanta claridad su es- como parte de la estrategia, del diseño narrativo. Por
SHFWDGRUPRGHORGRQGHHODUWHFLQHPDWRJUi¿FRRIUH- HOORVHxDODTXHHO¿OPHGLEXMDVXHVSHFWDGRU(QRWUDV
ce como resultado la excedencia de ser que preocu- palabras, le da forma, le provee un cuerpo. De igual
paba a Negri (2000). La muerte del aura de Benjamin manera le propicia un lugar. A partir de mecanismos
que propiciaba la cercanía casi sacrílega de los pú- como la construcción con base en escala de planos, la
blicos con la representación, presenta la producción ubicación de la cámara, los juegos de campo y contra-
colectiva de los públicos cuando apropian para cada campo, se ubica como interlocutor en el interior de la
uno los contenidos de la pantalla. El cine moderno por diégesis. Por último, mediante la cadena sintagmática,
su parte, coincide fácilmente con el esfuerzo del arte HOGHVSOLHJXHWHPSRUDOGHO¿OPHVHOHKDFHVHJXLUDO
contemporáneo por liberarse del realismo decimonó- lector un trayecto en el cual aparecen estrategias de
nico. Tras sus relaciones con las vanguardias, las tex- sorpresa o suspenso, por ejemplo, para dirigir su trán-
tualidades abiertas construyen un espectador-modelo sito al interior de la representación.
que tiene ante sus manos una tarea creativa y difícil
tal vez cercana al dolor estético. “El lector no se com- La interface TXH VLJQL¿FD OD SHOtFXOD FRPR WH[WR VH-
place, tiene la sensación de que el texto lo contradice, ñala Casetti, implica que estos procesos de dibujo,
se siente excluido de algo de lo que sentía formar par- ubicación y trayectoria del espectador propicien siem-
te. El texto genera una reducción brusca de su espacio pre una relación dialógica, un tú construido dentro del
vital, una sensación de pérdida, de exilio súbito, de juego que se dirige al espectador desde la pantalla:
descarrío” (Medina, 2001, p. 157). En este cine que ³«HOW~SXHVWRSRUHO¿OPSRVHHODSURSLHGDGGHSR-
podría parecer solo para públicos reducidos (aparen- nerse como punto de mediación entre el contenido de
temente una experiencia impropia de la multitud), se un texto y el uso que se hace de él, entre el universo
encuentra de nuevo el curioso narrador-personaje del puesto en escena y el destino hacia el que se dirige,
cuento de Poe obsesionado por el hombre de la mul- entre una diégesis y su recepción…” (Casetti, 1989, p.
titud. Al estudiarlo se convierte también en uno de 180). De esta forma se involucra de lleno el mundo
estos viandantes. Así, fácilmente, el activo espectador por fuera de la pantalla en la enunciación. Arrastran-
que trata de entrar en el espacio del espectador-mo- do la enciclopedia del lector, la interface hace pasar
delo del cine moderno, deviene en el ÀkQHXUque solo rápidamente el universo de la multitud a la diégesis.

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Las mutaciones del espectador. El cine como estética de la multitud.

No hay en el cine simplemente un tú como mecanis- incluye dimensiones psicológicas como la inmersión
mo enunciativo, sino un vosotros que afecta textual y en la sala oscura, el efecto paramnésico, prácticamen-
para-textualmente a la multitud. Y ésta como tal es la te desaparecen con las nuevas tecnologías. La película
TXHPXHYHHO¿OPHKDFLDVXUHDOL]DFLyQ\VXFDSDFLGDG subsiste como un objeto independiente de sus espa-
de desbordar la pura textualidad que no escapa a los cios de circulación, se enaltece solo en su dimensión
UHÀHMRVGHOH[WHULRUTXHDSDUHFHQHQSDQWDOOD(QJUDQ inmaterial, en su carácter simbólico. En su recorrido
medida los públicos no solo asisten a una representa- por este fenómeno los autorrepresenta un particular
ción, al simulacro de un mundo, sino que virtualizan su testimonio que da fe de ello. Señalan que Clement
propio mundo para que entre en la diégesis. Las multi- Rosset, el fabuloso teórico de la anti-naturaleza, con-
tudes proyectan su miedo a la soledad en la pantalla, WUDULRDO%DUWKHVTXHFRQ¿HVDTXHGLVIUXWDGHVDOLUGH
cuando su rol es el de dar vida a los simulacros que la sala de cine, tiene temor de la experiencia semi-pú-
son los personajes. De igual modo también arrancan blica de la sala: “…tiemblo cada vez que entro en una
de las sombras fragmentos que insertan en su mun- sala de cine, por miedo a que me obliguen a salir diez
do privado. En otras palabras, la pantalla se convierte minutos después de iniciada la proyección de la pelí-
HQ XQ HVSHMR TXH UHÀHMD QR VROR XQD KLVWRULD VLQR cula. Por eso me resigné a mirar de mejor gana las pe-
al público mismo que siempre amplía el texto, crea lículas difundidas por la televisión que las proyectadas
una para-textualidad que lleva al mundo cotidiano, a en cine. Al menos en casa, no nos molesta la presen-
la calle, a la intimidad del hogar, a sus propios sueños. cia de otro que se interpone entre nuestro mundo y el
mundo del cine” (Rosset citado por Liandrat-Guigues
et al., 2003, p. 150). Pareciera que la vocación actual
Multitud. Neo Espectadores es alejarse de la comunión ritual que implicaba la sala
donde la multitud vivía su intimidad al confundirse
con los rostros de otros desconocidos. Las tecnolo-
Para terminar vale la pena examinar cómo opera la gías, que permiten la deslocalización de la proyección,
categoría de multitud con las transformaciones que convierten al cómplice que está en la muchedumbre
sufre la experiencia tradicional de cine a partir de las en un enemigo, en un extraño que amenaza una ex-
tecnologías que permiten la proyección en otros es- periencia que se reclama como íntima. “Ver películas
pacios distintos a la sala. Con el video, la dinámica de es un placer cada vez más solitario, si es que no lo fue
recepción cambió notablemente en los últimos treinta siempre” (Liandrat-Guigues et al., 2003, p. 151).
años. La exhibición de películas no solo se realiza den-
tro del hogar, sino que se disponen de nuevos lugares
Pareciera entonces que una conmovedora descripción
públicos o semi-privados como escuelas, academias,
sobre la sala de cine, no solo como ritual sino como
museos, para presentar películas. En la actualidad los
testimonio de la vida social, tanto de las grandes ur-
ordenadores y dispositivos móviles permiten que la
bes, como de pequeñas provincias, como la que realiza
película se deslocalice, se desespacialice y pueda ser
Carlos Monsiváis (1994) sobre los públicos mejicanos,
transportada virtualmente a cualquier lugar y proyec-
pasaría a ser objeto de la historia. Su descripción ofre-
WDGDHQFXDOTXLHUVXSHU¿FLHLQFOXVRHQODSDOPDGHOD
ce algunas pequeñas pistas de la multitud. Al narrar
mano. Todo ello conlleva serias transformaciones tan-
que todos los hombres trabajadores encerrados en
to desde el punto de vista cultual, como receptivo. Sin
WDOOHUHVHQIiEULFDVHQR¿FLQDVFRLQFLGHQFRPRSRU
embargo, interesa principalmente pensar si todavía es
un impulso espiritual, en la tarea de ir al cine a bus-
posible considerar que un cine que se consume en la
FDUXQHVSDFLRGHHVFDSHXQDSDFL¿FDFLyQSUHVHQWD
soledad de la casa, en la intimidad de la alcoba, o en
la necesidad del encuentro anónimo de la multitud.
un salón de clases, en un pequeño video-club, todavía
“En el cine de barrio se adquieren destrezas básicas,
implica o puede ser leído desde la categoría multitud.
que ayudan a orientarse en la ciudad que se expan-
de: el sentido de intimidad dentro de la multitud y su
Susanne Liandrat-Guigues y Jean-Louis Leutrat (2003) FRPSOHPHQWRHOJXVWRGHD¿OLDUVHDODDOHJUtDFRPX-
presentan un panorama de estos cambios, y recalcan nitaria, de ser y estar con los demás, indiferenciado
el hecho de que la generalidad de las nuevas gene- y singular” (Monsiváis, 1994, p. 60). Las multitudes
UDFLRQHVTXHFDHQEDMRODGLQiPLFDGHODFLQH¿OLDQR encuentran en el cine un espacio silencioso de socia-
han visto la mayoría de las películas en sala, sino recu- lización donde la identidad individual se suma a una
rriendo a nuevas tecnologías. A ello le suman que se experiencia de encuentro marcada por rasgos emoti-
habla de cine indiscriminadamente sin tener en cuenta vos. Soledad, desasosiego, miedo al futuro son mar-
el soporte de proyección. Por ello la experiencia para- cas de la multitud que el cine reúne para propiciar una
WH[WXDOSURSLDGHODPXOWLWXGTXHGH¿QLyORVPRGRVGH fantasía de escape. “Entre 1920 y 1960 el cine es la
recepción tradicionales, y que como se ha reseñado, otra familia, la otra compañía anhelada, el método de

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Carlos Fernando Alvarado Duque

ilusionarse con los ojos abiertos, el otro pueblo natal, GpELOHQHO¿OPHTXHSHUPLWH


la otra ciudad en donde se vive, se goza y se padece” las distracciones…” (García
(Monsiváis, 1994, p. 65). Canclini, 1995, p. 134). La
multitud se diluye porque el
Sin embargo, muchos de los rasgos con que Monsi- interior del hogar, aparente-
YiLVGHVFULEHODH[SHULHQFLDFLQHPDWRJUi¿FDSDUDORV mente no permite el anoni-
públicos, no desaparecen con la muerte potencial de mato. Ser indiferenciado en
las salas. En medio de la fantasía del espectador que la multitud para construir
se suma colectivamente a la proyección, al mecanis- en silencio la propia iden-
mo de fabricación de nuevas realidades, y que le per- tidad es la base ontológica
mite un territorio más amable, que en la mayoría de de este fenómeno estético.
los casos se compadece de su desgracia cotidiana, el Por ello pareciera que el cine
escritor mejicano presenta una experiencia de la mul- domesticado en las nuevas
titud que no depende solo de la sala. Como si fuera pantallas disolviera la multi-
una nueva religión que seculariza al presentar en sus tud, para colocarla al servi-
relatos otro ángulo de las sociedades, uno en su ma- cio de la comunidad familiar.
\RUtDQRR¿FLDOHOFLQHSHUPLWHDOS~EOLFRFRQVWUXLUXQ Incluso García Canclini en-
refugio de lo que no desea. La pantalla como espejo cuentra en este gesto la re-
logra guiar al espectador en su propio tránsito interior nuencia de los consumidores
en medio de la multitud a la que no puede renun- a participar activamente en
ciar ni refugiándose en el fondo del hogar. La potencia el estamento público. Aban-
simbólica se revive con la circulación de imágenes en donar las salas implica dejar
nuevas pantallas. de lado el ejercicio de la ciu-
dadanía, que rápidamente
Néstor García Canclini (1995) ha estudiado estos cam- conduce a un extraño retor-
bios propiciados, como se señalaba, en parte por las no a los vínculos sanguíneos
nuevas tecnologías, pero también por la emergencia como primado de la lógica
de otras prácticas de socialización, y de transforma- social.
ciones estéticas profundas, desde la categoría de con-
sumo. Los públicos consumen culturalmente un sinfín Sin embargo, en medio de este panorama que las
de referencias, dimensiones expresivas, retóricas a tecnologías domésticas ofrecen emergen los denomi-
través de la pantalla. Y su análisis comienza con la nados neo-espectadores. Su formación no proviene
pregunta de la supervivencia del cine tras la retirada directamente de las dinámicas del cine tradicionales,
de los públicos, que se evidencia con la desaparición sino de los lenguajes televisivos, y las estéticas multi-
de las salas de cine tradicionales (los cines, sin embar- mediales de la red. “¿Cómo son estos neo-espectado-
go, no han muerto, se han regenerado en el interior res? Son jóvenes que crecieron con los videos, tienen
de los centros comerciales en el modelo del multiplex una relación natural con la pantalla televisiva y extra-
o sala múltiple). Su diagnóstico anticipa un cambio ñan menos las diferencias con la espectacularidad de
en los modos de ver el cine, pero no una muerte de la sala” (García Canclini, 2007, p. 36). Además de ello
la institución fílmica. Como primer rasgo, pronostica se desplazan por las nuevas pantallas miniatura de los
que la relación entre lo real y lo imaginario cambia ordenadores y los dispositivos móviles y, rápidamente,
su naturaleza tras la experiencia doméstica de recep- DSUHQGHQDFRQVXPLUQXHYRV¿OPHVGLVHxDGRVSDUDOD
ción. En segundo lugar, señala que el cine deja de ser percepción microscópica y errante de las tecnologías
una experiencia pública para entrar en el territorio del que disuelven el espacio. Y es quizá allí donde resurja
consumo íntimo en gran medida. Tercero, el cine co- la multitud.
mienza a transformar sus estéticas a partir del contac-
to con las dinámicas multimediales y las condiciones Si bien el hogar domestica a la pantalla, y con ello
interactivas que introducen los lenguajes digitales. pareciera borrarse la experiencia del anonimato, la
condición de individuación que la multitud de la sala
“En vez de llegar a las salas para buscar la intimidad potenciaba, en el fondo de la habitación, en la soledad
en medio de la multitud, en esa comunidad devota física del neo-espectador, la conexión permanente a
que se forma en el oscuro silencio frente a la pantalla, la red, esa gran virtualización de la enciclopedia de
la televisión y el video fomentan la sociabilidad restrin- Eco, transforma a estos lectores digitales en multitu-
gida de la pareja o la familia, con una concentración des. Sus rostros se encubren en el colectivo amorfo y
anónimo de la red con mayor facilidad. En medio de la

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Las mutaciones del espectador. El cine como estética de la multitud.

interacción con otros a través de chats, blogs y redes García Canclini, N. (2007). Lectores, espectadores e
sociales se mantiene una dinámica donde el individuo internautas. Barcelona: España: Gedisa.
se suma al colectivo afectivo a través de las interpre-
taciones compartidas sobre el cine. De igual modo, Jauss, H.R. (2002). Pequeña apología de la experien-
todo el dispositivo de proyección, el espectador-mo- cia estética. Barcelona, España: Paidós.
delo, los procesos de identificación, están antes de
la experiencia de recepción para darle forma. Ver una Liandrat-Guigues, S., Leutrat, J.L. (2003). Cómo pen-
SHOtFXODHQFXDOTXLHUVXSHU¿FLHHVXQDH[SHULHQFLDFR- sar el cine. Madrid, España: Cátedra.
lectiva, de individuos sociales para remembrar a Vir-
no. Quizá a lo que se está asistiendo con las nuevas
Medina Cano, F. (2001). Demiurgo y Hermes. La obra
tecnologías de producción no sea otra cosa que una
de arte y la apropiación del lector. Medellín, Colom-
virtualización de la multitud.
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