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PUCP-EEGGLL

EL PERÚ EN LOS TIEMPOS MODERNOS (HIS 109)


SECCIÓN: 0401
SEMESTRE 2016-1
APELLIDOS Y NOMBRES: Cordero Jesús Christian Andrés
CÓDIGO: 20151317
FECHA DE ENTREGA: 13/04/16

INVESTIGACIÓN N° 1
HISTORIA DE MIS VIAJES EN EL PERÚ

En el siguiente ensayo mi intención es mostrar los maravillosos viajes que


realicé por el Perú. Es un trabajo muy ambicioso de por sí. Ya que tratar de
contar todas las innumerables anécdotas que tuve, así como las descripciones
de los lugares y las personas con los cuales estuve sería casi imposible. Sin
embargo trataré de si bien no contar todo, al menos si la mayoría de lo que en
mi opinión sea más importante para este trabajo.

El primer viaje que realicé en mi vida, fue hacia la ciudad de Huaraz. Dicha
ciudad se encuentra en el departamento de Ancash. He visitado esta hermosa
ciudad al menos 10 veces. Y esto por una sencilla razón: mi padre es natural
de allá. Claro que no exactamente de Huaraz sino de Ataquero, un pueblecito
situado en los cerros de la ciudad de Carhuaz, la cual se encuentra en el
mismo departamento que Huaraz: Ancash. De mis visitas a este pueblo hablaré
más adelante.

Ya que he visitado esta ciudad muchas veces trataré de que esos viajes se
complementen en un único relato. Bien, siempre que llegamos a Huaraz nos
hospedamos en la hermana mayor de mi padre. Ella vive junto a sus hijas en
un pueblo llamado Huamarín, situado en el Cerro San Pedro, a unos minutos
de la ciudad de Huaraz. Aunque era muy pequeño en mi primer viaje, aún
puedo recordar ciertas cosas de aquel. Como por ejemplo que el viaje que
hicimos fue durante la noche. El tiempo de ir en bus desde Lima hasta Huaraz
son 8 horas. Tomamos el bus en la estación de Fiori (la cual creo que no es
recomendable si se quiere hacer viajes en familia). El bus probablemente lo
tomamos a las 10pm. Si recurre a su calculadora de bolsillo encontrará que el
tiempo estimado de llegada era a las 6 am. Bueno algunas cosas durante ese
viaje las recuerdo con nostalgia. Como el hecho de mi madre contándome que
en la sierra, justo antes del alba aparecía en el cielo una estrella gigantesca
que llamaba “lucero del amanecer”. Luego comprendería que en realidad no
era una estrella en realidad, sino más bien el planeta Venus. Sin embargo el
hecho de ver esto para un niño como yo de ese entonces fue muy
emocionante. Y frecuentemente me levantaba para ver aquella “estrella” de la
que tanto me hablaba mi madre. Es curioso, recuerdo todos aquellos
momentos pero no puedo recordar haberlo visto. Aunque si recuerdo la
espectacular vista del cielo nocturno en la sierra. Tan repleto de estrellas que
son innumerables. Otra cosa que recuerdo es a mi padre quejándose de la
mala calidad del asfalto. Era increíble de verdad lo accidentada que era la
carretera en aquel entonces durante el gobierno de Alejandro Toledo. Hoy ya
está muy bien reparada y de aquella accidentada carretera no queda rastro.
Muy bien llegamos a nuestro destino y aún estaba amaneciendo. Recuerdo que
el frio era terrible, al menos para mí, era la primera vez que sentía un frio de
esa magnitud. Subimos caminando aquel cerro, en el trayecto se puede
observar chacras, maizales y casitas de adobe (me he dado cuenta que en la
sierra las casas son mayormente de este materia).

Llegamos a Huamarin de una caminata cansadísima debido a la altura. Ahí se


encuentra la casa de mis tíos paternos, cerca de la pequeña plaza que en ese
momento era solo de tierra, pero actualmente hay una pileta y unos banquitos
que hacen de ese pequeño lugar muy acogedor. Nos recibieron cálidamente y
rápidamente me enamore de aquel pueblecito y de aquella casita. Salí a
caminar un momento por los alrededores con mis padres. Algo que me llamo la
atención es que todos ahí nos saludaban con un: “Buenas tardes”, a pesar de
que no nos conocían. Señores pasando con burros y toros, o niñitos con ovejas
todos nos saludaban y eran muy amables. De nuevo en la casa de mis tíos,
conocí a mis sobrinos, a los cuales yo trato como a primos puesto que tenemos
todos casi la misma edad. Éramos cuatro y me lleve muy bien rápidamente con
ellos. Note que además de hablar muy bien el español, también hablan podían
hablar el quechua. Incluso este último mucho más fluido que el español.
Trataron de enseñarme pero lo único que aprendí fueron dos pequeñas frases:
“Imata sutiki” y “Siqui nanay”. Los significados de estas frases los dejo a su
búsqueda, amigo lector. A pesar de ser un pueblito acogedor, no siempre fue
así. La época del terrorismo, la cual tuvo un fuerte impacto en los pueblecitos
andinos en la década de los ochenta, llego a este lugar, era un lugar propicio
para ello. Según nos contaron, se llevaban a los más jóvenes (mujeres
incluidas). Pero tenían una regla, o bueno yo lo tomo así, no se llevaban a las
mujeres casadas. Aun no se la razón, pero esta fue la razón de que casaran a
mi prima a una edad temprana: 15 años.

Ahora, en una noche mi padre nos contó sobre su pueblo: Ataquero. Que como
mencione brevemente se encuentra en la ciudad de Carhuaz. Esta ciudad
como todas del departamento de Áncash tiene un sobrenombre. Huaraz es
pretenciosa porque al parecer ahí están las mujeres más hermosas del
departamento de Ancash; Caraz es dulzura, pues ahí se preparan todo tipo de
manjares; Yungay es hermosura por la belleza que tuvo en su apogeo, antes
del desastre de 1970; y finalmente Carhuaz es borrachera, obviamente por las
famosísimas fiestas patronales en las cuales la cerveza es la bebida más
recurrente. Entonces yo me sentí intrigado por tal pueblecito. Le pedí a mi
padre que lo visitáramos, él se negó. Explicaré porque. Mi padre es el séptimo
hijo de una familia de doce hermanos. Nació, estudio y vivió sus primeros años
en Ataquero. Pero la tragedia habría de llegar muy temprano a su vida.
Ataquero está a media hora de subida a un cerro cerca de la ciudad e Carhuaz.
Mi abuela volvía de la ciudad junto con mi tía mayor y su pequeño sobrinito de
apenas un año de edad, todos ellos en un camión. La subida hacia Ataquero
está hecha por estrechos caminos, por los cuales uno podría en el peor de los
casos caer al vacío. Esto fue lo que lamentablemente sucedió. El camión volcó
y mi abuela falleció en el acto. Mi tía al parecer salió despedida por los aires
producto de la fuerza de la volcadura junto al bebe que tenía en brazos. Una
rama atravesó su garganta y falleció, pero el bebe sobrevivió. Todo esto ocurrió
cuando mi padre tenía la edad de solo 12 años. El dolor que sintió fue
incalculable. A razón de este triste suceso, mi abuelo y mis tíos decidieron que
lo mejor era que se traslade a Lima a vivir con su hermano mayor. Les fue muy
bien aquí, el volvería tiempo después a visitar a mi abuelo, que ya se había
casado por segunda vez. Sería la última vez que lo vería, pues tiempo después
mi abuelo murió de peritonitis, la cual no fue curada a tiempo debido a la larga
distancia que habría que recorrer en busca de un hospital. Luego de conocer la
historia de mi padre, puedo comprender su negativa de visitar su lugar de
origen. Supongo que le traería mucho dolor volver a este lugar. Mi madre
terminaría convenciéndolo.

Salimos de Huamarin rumbo a Carhuaz. Viajamos alrededor de dos horas, a lo


largo del Callejón de Huaylas. Llegamos por fin a esta ciudad, y subimos a
aquel pueblecito. Aquel lugar es uno hermoso de verdad. Uno puede observar
el imponente Huascaran muy cerca. Muchos de los lugareños conocían a mi
papa. Primos, tíos, amigos de la infancia, muchos lo saludaban, y nos invitaban
a comer. Al final nos quedamos a comer en la tía de mi padre. Nos sirvió un
plato típico del Perú: el cuy. Ella hablaba solo quechua, por lo que solo mi
padre la entendía. Según parece le conto que desde el accidente de mi abuela
no había habido más accidentes en la carretera de Ataquero. Luego visitamos
las chacras de la familia de mi padre. Eran plantaciones de tunas, la cual es la
exportación mayoritaria que se hace en Ataquero. Finalmente visitamos la casa
de su infancia, la cual actualmente está derrumbada. Era una pequeña casa de
adobe. Aun había cosas adentro, tales como ollas, una cocina y una cama,
aunque se podía notar que nadie había vivido ahí en años. Dedujimos que
luego de la muerte de mi abuelo fue abandonada.

Al segundo lugar que visite fue Huancayo. Aquella es la ciudad de mi abuelo


materno así que decidimos visitarla. El viaje dura ocho horas, al igual que
Huaraz. Pero durante el trayecto pasas por unos de los lugares más temidos
por los viajeros: Ticlio. Es un lugar altísimo y mucho enferman de soroche ahí.
Pero pudimos llegar y nos instalamos en un hotel. A diferencia de Huaraz no
fuimos a ningún pueblito a quedarnos en una casa, solamente en la ciudad.
Caminamos por la plaza de aquel lugar y luego visitamos el pequeño zoológico.
Luego a un lugar llamado “Ingenio”, el cual es un criadero de truchas inmenso.
Hay distintos niveles para la crianza y luego por supuesto ya que la ocasión lo
ameritaba comimos trucha.

Luego de aquella visita a Huancayo, la familia de mi abuelo materno nos


recomendó visitar Tarma, y luego la selva por supuesto. “La perla de los
Andes” llamada así por Antonio Raimondi se encuentra muy cerca de
Huancayo. Entendí porque aquel notable investigador y amante del Perú la
había llamado así. Era una ciudad muy acogedora. Estaba llena de flores y
además tenía un clima espectacular. Lamentablemente no conseguimos un
hotel en la ciudad, así que decidimos hospedarnos en un pueblo cercano a la
misma. Dicho hotel era precioso, lamentablemente nos quedaríamos ahí solo
un día. Salimos de tour hacia la ceja de selva, y bien era la primera vez que yo
pisaba tierra selvática. Me sorprendió lo hermosa que era. En aquellos lugares
visitamos cataratas, las cuales para llegar a verlas tenías que caminar
realmente mucho, además de rapelear, mojarte y subir pequeñas montañitas.
Finalmente llegamos a la quizá parte más interesante del viaje: Los
ashaninkas. Son una tribu de oriundos de la selva que han logrado
desarrollarse mediante el turismo. Aquellos saben hablar además del español y
el quechua, el inglés. Fue una visita memorable, llena de bailes y comida. Al
volver me di con la sorpresa de la estatua de u guerrillero. Al parecer era Juan
Santos Atahualpa. Yo lo conocía bien. Había leído sobre el en algunos libros.
Al parecer por esos lugares fue que se escondió y nunca lo encontraron. Fue
muy interesante.

Del último viaje aunque no el peor, hablare ahora. Fue el hecho hacia el
Cuzco. Visité dicho lugar con mi promoción de colegio. El viaje estuvo genial,
pues fue la primera vez que subí a un avión. Me llamo la atención los paisajes
tan cambiantes de la costa, la sierra y la selva visos desde el cielo. La costa
tiene un tono más grisáceo y urbanizado, la sierra es más montañosa y seca en
varias partes, y la selva por último es una gigantesca masa verde. El avión
aterrizo luego de una hora y un poco más de vuelo. Llegamos de noche y ya
que dormiríamos en habitaciones compartidas, estuve con mis amigos de
confianza en todo el viaje. El hotel era uno precioso ubicado a unos minutos del
centro de la ciudad. Pero claro no podíamos quedarnos ahí, así que salimos a
caminar en grupo. Cuzco me sorprendió por su vida nocturna. Era
increíblemente activa. Caminamos y llegamos a la plaza. Era espectacular,
grandísima y me atrapo por un instante.
Al día siguiente fuimos rumbo a Sacsayhuaman. Las ruinas son algo
impresionante. Escuchaba a muchos viajeros decir que la arquitectura inca fue
tan precisa que uno ni siquiera podía meter una aguja entre las rocas. Hasta
ese momento creo que era un mito. Estaba equivocado. Desde ese instante el
viaje que en un principio me había dado expectativas aburridas, me
conmociono al instante. Eso es lo que creo que atrae a tantas personas a
Cuzco. Aquella conexión mágica que tiene con la persona. Pero esperábamos
el gran día, era el siguiente: la visita a Machu Picchu.

Tomamos un bus justo después del desayuno rumbo a Ollantaytambo. El viaje


duró si no me equivoco alrededor de tres horas. Las ruinas de aquella inmensa
fortaleza que según el mito sirvió de refugio para el legendario general
Ollantay, en contra del inca Pachacutec. Es un lugar perfecto para darse una
buena toma. Luego subimos al tren y partimos hacia Aguas Calientes, última
parada antes de Machu Picchu. De todo el viaje este sin duda fue uno de los
lugares que más me fascino. Una pequeña ciudad, que creo podría entrar en el
rango de pueblo, encerrada entre montañas. Parecía tan aislada pero a la vez
era hermosa pues era un lugar muy familiar. No tenía nada que envidiarle en
cuanto a tecnología a Lima. Caminar por ahí al anochecer, y sentirte como en
casa fue en verdad maravilloso.

Y al fin al siguiente día salimos hacia Machu Picchu a primera hora. Esta solo a
media hora de aquel lugar, y sinceramente no me decepciono. Llegar ahí y
observar aquella enorme montaña llamada Huayna Picchu (nombre real de la
montaña que todos hemos visto en fotografías) fue entender porque había sido
elegida como una de las maravillas del mundo. En verdad lo era. Había tanto
que ver, que el tiempo que estuve ahí no fue suficiente. Como anécdota
recuerdo que trate de tocar el Intihuatana: grave error. Al parecer todo lo que
está en Machu Picchu era considerado sagrado, tocarlo era un insulto. Me
llamaron la atención, pero no me enfade. Era consciente de mi ignorancia en
este lugar y en verdad fue mejor así. Porque fue precisamente esa ignorancia
lo que alimento mi amor por ese lugar, y en general por todos los lugares que
visité, y a los que anhelo algún día regresar.

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