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Clase 5:

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Desarrollo evolutivo de la curiosidad en los niños.
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Desarrollo evolutivo de la curiosidad en los niños

La complejidad de las respuestas de los adultos

Demasiado a menudo, en un paisaje político en el cual


los buenos docentes son estrellas y héroes y los malos
docentes son villanos tenemos la tendencia de pensar
que los docentes amables estimulan la curiosidad y que
los malos o descuidados no la estimulan. Sin embargo, el
rango de respuestas del adulto cuando el niño está en
presencia de objetos interesantes o atractivos no puede
ser reducido a amigable o antipático.

La curiosidad va a la escuela

Durante mi estancia en primer grado inferior no puedo recordar una lección o una
actividad interesante en todo el año, pero mi maestra, la señorita Laura era
amable y suave.

Lo que aprendí mucho durante este año fue sobre gusanos y el valor de las
golosinas. En el recreo de la media mañana podíamos comprar “alimentos” en el
kiosco de la escuela y mi mamá me daba una austera suma de dinero en monedas
que yo gastaba en golosinas durante el recreo.

Creo que sabía casi todo sobre las golosinas, no solamente sobre sus sabores sino
también cuánto costaba cada una: los Sugus masticables, los Chupetuchos, los
Fort con sorpresa, etc., etc., etc. Y me tomaba mi tiempo para hacer los cálculos
de qué me convenía comprar en función de la relación sabor – cantidad - valor.
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El otro tema que dominé ese año fueron los gusanos. En mi colegio todos
teníamos la posibilidad una vez al mes de presentar algo y hablar sobre ese tema.
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Era sólo un ritual, mis compañeros estaban extraordinariamente desinteresados en


la presentación y la señorita ni siquiera fingía un genuino interés en nuestra
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demostración.
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Un fin de semana mi amigo Simón y yo nos sentimos fascinados por una serie de
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experimentos que hicimos con gusanos que encontramos en la plaza. Los


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estiramos, los cortamos, los enterramos en el barro y tratamos de alimentarlos con
galletitas Lincoln.

Y llevamos nuestros experimentos con los gusanos al colegio cuando fue nuestro
turno de presentación. Si mi recuerdo no es una idealización, mis compañeros
estaban cautivados tanto por nuestro inesperado entusiasmo en la crueldad y el
coraje como así también por los mismos gusanos.

Uno puede pensar que la escuela es el lugar en el cual la curiosidad florece. Antes
de que los niños entren al jardín de infantes su aprendizaje es informal y embebido
en el contexto diario.

Mientras están en casa los bebés y los niños que están en el nivel preescolar
raramente hacen las cosas solo para aprender. Todo lo contrario, los niños
pequeños hacen aquellas cosas que desean o necesitan hacer (jugar al futbol,
esperar en silencio mientras sus padres hablan, discutir con sus hermanos o fingir
ser Batman).

Adquieren habilidades y conocimientos como consecuencias de sus necesidades o


de sus actividades placenteras. Los adultos no les enseñan en forma deliberada a
menudo.

La mayoría de las enseñanzas, al igual que el aprendizaje, son el efecto


involuntario de alguna actividad más práctica. Tomemos, por ejemplo, aprender a
hablar. Los padres no se disponen a darles a sus hijos lecciones de idioma. La
mayoría de los adultos, en casi todo el mundo, no le hablan a sus hijos para
enseñarles como hablar.

Cuando uno lo piensa, una enorme cantidad de conocimientos y habilidades son


adquiridos como el subproducto de otras actividades.

Es muy raro que los padres piensen en todo lo que ellos desean que sus hijos
aprendan sobre la dinámica familiar.
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Pero nadie se dispone a dar lecciones coherentes y bien planificadas sobre que
hace que la familia explote, se enmudezca o coexista felizmente.
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La mayoría de nosotros supone que cuando los niños van a la escuela, llevan con
ellos las herramientas para aprender que ya han utilizado en forma previa con tan
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buenos resultados.
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Implícitamente esperamos que las escuelas construyan sobre las habilidades de


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aprendizaje que los niños han utilizado en sus casas.

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No es irrazonable esperar que la curiosidad voraz que es tan aparente en bebes y
preescolares y la cual conduce tanto al aprendizaje, será una fuerza impulsora una
vez que los niños entren al jardín de infantes.

No es irrazonable. ¿Pero es verdadero? ¿Llevan los niños su curiosidad y sus


herramientas a la escuela? ¿Son los alumnos curiosos, aunque de una forma
diferente, cuando están estudiando álgebra, geografía, mitosis, el Quijote y la
historia argentina?

¿Los niños sienten curiosidad en la escuela?

Durante una investigación se observó que en una sala de jardín de infantes hubo
2,36 episodios de curiosidad durante un periodo de dos horas. Las expresiones de
curiosidad fueron aún más escasas en la primaria.

El número promedio de episodios de curiosidad en un quinto grado fue de 0,48. En


otras palabras, en promedio, la actividad áulica durante un periodo de dos horas
incluyó menos de un episodio de curiosidad.

En las escuelas en las cuales se desarrolló esta investigación la curiosidad fue


infrecuente. Nueve de las diez aulas investigadas durante dos horas no tuvieron
ninguna expresión de curiosidad.

En otras palabras, raramente se vio a los alumnos desmontar cosas, que los
alumnos formularan preguntas acerca de temas presentados por el docente o por
un alumno, observar fenómenos interesantes que se desplegaron en frente de sus
ojos o cualquier signo que mostrara que había cosas que tenían ganas de conocer
más sobre ellas, mucho menos que desearan seguir algún tipo de investigación.

La interpretación más sencilla sería que los alumnos son simplemente menos
curiosos en el momento en que están en el nivel preescolar y crecen aún menos
curiosos para cuando llegan a la primaria.
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Sin embargo, los datos no apoyan esta conclusión. En primer lugar, se vio la
misma variación entre aulas que entre los grados.
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Un aula del nivel preescolar tuvo un promedio de 0,60 episodios de curiosidad


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durante un periodo de dos horas mientras otro tuvo 5,2 episodios durante el
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mismo periodo de tiempo. En dos aulas de quinto grado no se observaron


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expresiones de curiosidad durante las cinco visitas, mientras que en un aula hubo
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un total de siete episodios en dos ocasiones.

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De las diez aulas incluidas en esta investigación nueve tuvieron solo una expresión
de curiosidad durante un periodo de dos horas (y esto sucedió en aulas que tenían
de 16 a 24 alumnos).

El descubrimiento de esta investigación es confirmada por otros estudios. En otra


investigación se estudió en un grupo de niños de nivel preescolar cuantas
preguntas le hacían a sus padres en sus casas y cuantas preguntas hacían en la
escuela.

Mientras los niños formulaban, en promedio, 26 preguntas por hora en la casa,


esta frecuencia descendía a dos preguntas por hora cuando los niños estaban en el
jardín de infantes.

Cuando a niños más grandes se les pregunta acerca de su entusiasmo por


materias como ciencia, muchos señalan un gran interés en el tema pero dicen que
tienen poco interés por la forma en que es presentado en la escuela. En otras
palabras, las investigaciones sugieren que aunque los niños son curiosos los
alumnos no lo son.

Como se ve y como suena la curiosidad

Durante varias investigaciones se observó que existen dos tipos de episodios de


curiosidad, aquellos que emergen en el contexto de una actividad áulica y aquellos
que hacen erupción en los márgenes del aula.

No es inusual que un niño formule una pregunta acerca de un tema que el docente
ha explicado. Por ejemplo, en una clase de preescolar, una maestra estaba
leyendo un cuento sobre plantas. Un niño apuntando con su dedo hacia una
ilustración del libro pregunta: ¿Están las Venus atrapamoscas realmente vivas?
¿Pueden realmente atrapar insectos?

La maestra le contesta que sí, que realmente pueden atrapar insectos y que esa es
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la forma en que se alimentan.

Los niños hacen muchas preguntas sobre la Venus atrapamoscas. Luego de la


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tercera pregunta, la maestra les sugiere que terminen el cuento y luego pueden
estudiar las paginas nuevamente.
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En otro ejemplo de esta situación un grupo de alumnos de quinto grado estaba


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aprendiendo a bisecar un ángulo utilizando un compás y una regla. Un alumno


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pregunta, “¿Es posible trisecar un ángulo?” La maestra le pregunta al resto de los

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alumnos, “¿Que piensan ustedes? ¿Es posible trisecar un ángulo?” Muchos de los
alumnos responden en forma simultánea, “Si”.

La maestra contesta, “En realidad se ha probado que es imposible”. Varios


alumnos luego proponen diferentes formas en que se podrían trisecar un ángulo.
La maestra les responde, “No estoy sorprendida. Es natural tratar de hacer algo si
a uno se le ha dicho que es imposible”.

A continuación, continua con la clase. Muchas cosas son importantes de destacar


acerca de esta relación.

Las preguntas de los alumnos provienen directamente del material en el que el


docente desea focalizarse. En otras palabras, la curiosidad de los alumnos es
relevante para el tema desde el punto de vista de la maestra.

Otra maestra podría haber simplemente respondido la pregunta, pero esta maestra
en lugar de esto invito a los otros alumnos al intercambio al repetir la pregunta a
ellos. Luego cuando los alumnos sugirieron que sí, ella sugirió que estaban
equivocados. Sin embargo, los alumnos persistieron ofreciendo varias soluciones
posibles. En este punto la maestra hizo algo interesante, aprobó sus esfuerzos, sin
realmente desarrollar o expandir esos esfuerzos.

Pero aun la forma limitada en que la maestra y los otros alumnos expandieron la
pregunta original del alumno fue la excepción y no la regla durante esta
investigación.

En una investigación se encontró un hecho inesperado e interesante cuando se


examinaron las preguntas de los niños. A veces expresaban curiosidad como una
declaración especulativa.

Por ejemplo, un niño del nivel preescolar dijo, “Apostaría que si saltáramos lo
suficientemente fuerte podríamos hacer temblar el piso”. Un alumno de quinto
grado dijo, “Pienso que si contara todo el día aun no llegaría a diez a la centésima
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potencia”.

Así como los científicos a menudo ocultan sus preguntas en predicciones, lo mismo
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hacen los niños.

Sin embargo, estas especulaciones nacen y mueren con las respuestas de los
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adultos en el aula. Según las investigaciones los docentes rara vez amplían y
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desarrollan las especulaciones de los alumnos. No es inusual escuchar a un niño


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expresar su interés en algo y que el docente ignore dicho interés o contestar que
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esta fuera del programa.

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Por ejemplo el siguiente intercambio sucedió durante una lección de ciencia en un
quinto grado:

Alumno: “Tengo una curiosidad. ¿Qué es eso? (Apuntando hacia algunas palabras
escritas en el pizarrón) No lo puedo entender”.

Maestra: “Eso es para otra clase (y vuelve al tema que estaba explicando)”.

La curiosidad en los márgenes

Mientras que los niños expresan su curiosidad sobre las lecciones y los materiales
presentados por sus docentes, ellos también pueden expresar su curiosidad, solos
o en grupo, acerca de los temas y eventos que son periféricos al programa. A
menudo estos intercambios ocurren en los márgenes de las actividades diarias.

Por ejemplo un niño de nivel preescolar estaba dando vueltas durante un recreo.
En un momento dado comenzó a observar con atención un globo terráqueo y a
hacerlo girar un par de veces.

Luego dijo en voz alta, a nadie en particular, “¿Es posible de sobrevivir en la


Antártida?” Nadie le contesto la pregunta en parte porque aunque otros niños lo
rodeaban, no estaba haciendo nada colaborativo en ese momento.

A veces estos intercambios que ocurren en los márgenes involucran más de un


niño y duran más que una mera afirmación. Por ejemplo, tres niñas del nivel
preescolar estaban hablando, una de las niñas estaba usando un reloj:

Niña 1: (Sosteniendo su reloj a la altura de su oreja) “Quiero escucharlo”.

Niña 2: “Yo segunda”.

Niña 3: “Yo tercera”.

La niña 1 le sostiene el reloj cerca de la oreja de la niña 2 y luego de la niña 3.


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Ambas escuchan atentamente. La niña 1 aleja el reloj solamente cuando las otras
dos niñas le dicen que han escuchado el tictac. Cada una escucha el reloj una
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segunda vez.

Niña 1: “Pienso que sé lo que es el tiempo”.


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Niña 2: “Se supone que hay que mirar a las manecillas”.


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Niña 1: “Si, ya lo sé”.


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Este intercambio ilustra dos aspectos importantes. Primero los niños a menudo
expresan curiosidad en el contexto de las interacciones sociales. Segundo al
expresar curiosidad el uno con el otro, los niños son capaces no solamente de
satisfacer su curiosidad a través de sus interacciones con objetos e información,
sino a través del contacto de uno con el otro.

Una característica llamativa es cuan curiosos son los alumnos sobre todo lo que
sea exótico para ellos. Temas que llevaron a una serie de preguntas
entusiasmadas incluyeron las Montañas Rocallosas, la Venus atrapamoscas, formas
geométricas inusuales, viajes a México y los descendientes de Lucy (la
Australopithecus).

Pero los episodios de curiosidad fueron breves. El 78% de los episodios de


curiosidad involucraron menos de cuatro intercambios conversacionales.

Ningún episodio duro más de seis minutos y todos los episodios, salvo tres,
duraron menos de tres minutos. Nunca se observó un episodio de curiosidad que
llevara a una actividad áulica más estructurada o que redirigiera la discusión en el
aula por un tiempo prolongado.
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