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Ensayo: Ética Nicomaquea

GONZÁLEZ ALONSO SILVIA

CORRIENTES FILOSOFICAS

EL COLEGIO DE MORELOS

PROFESORA: AURORA ESPARZA ROSILES.

15 DE AGOSTO 2021
¿Qué es la Etica?

Introducción

“Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección

parecen tender a algún bien; y por ello definieron con toda pulcritud el bien los que

dijeron ser aquello a que todas las cosas aspiran”. (Aristóteles, Ética a Nicómaco,

libro 1,1).

El presente ensayo describe una reseña del gran legado cultural, social, político y

humanista de uno de los pensadores de la antigua filosofía griega, Aristóteles (384-322

a.C.), filósofo y científico.

En dicha obra Aristóteles define que: Un acto será bueno o malo dependiendo de las

consecuencias que tenga y de igual forma, el fin al que aspira el hombre es la felicidad. Por

tanto, una acción es buena si logra hacer al individuo más feliz. (¿¿aquí no se si definir

como pregunta ??)

Por otro lado, la ética aristotélica es de carácter práctico, no basta con estudiarla,

sino que hay que hacer uso de ella a través de la experiencia.

Para Aristóteles todo comportamiento persigue un fin, es decir, se mueve por un

objeto o motivo, no es en vano, sin embargo, Aristóteles diferenció entre dos tipos de fines.

Por un lado, los fines útiles como medios y, por otro lado, el fin último. (Esto no se repite

con el primer párrafo ¿????


Estos fines, según Aristóteles, sirven al hombre como vía para alcanzar otros. Sin

embargo, el filósofo pensó que podría haber otro fin, uno último al que todos los demás

estén sometidos.

En Relación la ética aristotélica menciona el eudemonismo, el cual refiere, el

hombre quiere ser feliz por encima de todo, pero su conducta tiene que estar en proporción,

ya que todo individuo tiene un sentido moral para distinguir lo bueno de lo malo.

Así, para el filósofo, el fin último que intenta conseguir el hombre es la felicidad.

Este es el bien supremo de la vida humana. Esto también se pone como pregunta ¿??

1Pero, ¿qué es la felicidad? ¿Cómo se alcanza una vida dichosa? Aristóteles afirma

que la respuesta depende de a quién se le pregunte. Pues, mientras que para algunos una

vida feliz podría reducirse a las riquezas, para otros, podría ser el placer.

Pero, según Aristóteles, ¿qué hace feliz al hombre? ¿Cómo puede el individuo

alcanzar una vida plena? 2 y de ahí poner para descubrirlo, para analizarlo, para entenderlo

el desarrolla 10 libros que a continuación explicare, los expondré, ¿????

En este sentido, Aristóteles sostiene la importancia de entender qué es lo propio del

hombre para descubrir qué le hace feliz.


Todas nuestras acciones cotidianas necesariamente deben tener un objetivo
desde el cual se puede descolgar por qué se decide u obra de una forma determinada.
En este sentido, Aristóteles en su libro de la ética indagará sobre este objeto propuesto
por el ser humano y concluirá afirmando que es la felicidad lo que buscamos, como
actividad subordinada a la vida humana en su completitud, que es validada en la
medida en que ejercitamos lo propio del ser humano, la razón. Todo esto en
consonancia con la virtud. Mas detalladamente, se dice que t oda acción humana se
realiza en vistas a un fin, y el fin de la acción es el bien que se busca. El fin, por lo
tanto, se identifica con el bien. Pero muchas de esas acciones iniciadas por el hombre
son un instrumento para conseguir, a su vez, otro fin u otro bien, el Bien supremo que
es la felicidad. El objetivo de este ensayo es poder desarrollar la teoría de la felicidad
de Aristóteles definiéndola con la mayor exactitud y profundidad posible. O pongo
esto como introducción
Dicho lo anterior me parece necesario iniciar el desarrollo La ética se pronunciará
respecto al ethos, es decir en relación a las costumbres y al ser humano como acreedor y
constructor de ellas, edificador de cultura o morada. Son el conjunto de repetidas decisiones
libres que hacemos, las que van construyendo nuestro carácter, a diferencia de la naturaleza
que se podría calificar como: “lo ya dado” y, por tanto, carente de libertad.
La ética se desarrolla gracias a la naturaleza, es decir, que la naturaleza misma del
ser es necesaria para el desarrollo de las decisiones, el ser humano es feliz realizando la
actividad que le es natural. Es decir, el hombre es feliz siendo hombre y llevando a cabo
actividades propias del hombre, la razón; la physis base del –para el- ethos. Pero no quiere
decir que tenga que asumir sus características de ser algo dado y objetivado. El carácter no
es estrictamente natural.
Como ya señalaba anteriormente, el campo de estudio de la ética son las repetidas
decisiones del ser humano que lo determinan dentro de una cultura y lo hacen constructor
de ella. Para un correcto desarrollo, es decir, para que haya ética, existen una serie de
supuestos o condiciones necesarias para ello.
La primera de ellas, y la más importante, es la necesidad de la libertad –o
voluntariedad como señala Aristóteles-. Quiere decir que el ser humano esté posibilitado a
optar y actuar de alguna forma u otra. Un segundo requisito sería el ejercer nuestra
responsabilidad frente a la libertad. Esto quiere decir, asumir un compromiso con lo optado,
recurriendo a sistemas o métodos evaluativos, caracterizando a algo como mejor que otro.

Y por último, un tercer requerimiento es el de profesar sobre la existencia de


criterios normativos. Estos supuestos nos exigen tener una idea de bien.

Del párrafo anterior nace la necesidad de calificar qué es lo que entendemos por
bien. Para Aristóteles el bien se definirá como aquello hacia lo cual tienden todas las cosas,
la finalidad de las cosas. Podemos constatar en nuestra vida cotidiana la gran variedad de
fines que existen, propios de las distintas disciplinas y acciones del ser humano, habiendo
más aún, relaciones mediáticas y del orden jerárquicas entre ellos. Se podría preguntar uno
sobre la existencia de un fin último, que se busque por sí mismo y no como medio para otro
bien.
Como ya adelantábamos al inicio, Aristóteles señalará que la felicidad es el Bien
supremo al que aspiran todos los hombres por naturaleza. En este sentido no todos los
hombres gozan del mismo significado respecto a la vida buena; para unos la felicidad
consiste en las riquezas, para otros en el placer, y para otros en los honores.
En este sentido Aristóteles identificará tres tipos de vida, la voluptuosa, la política y
la contemplativa, siendo esta última la mejor.
Finalmente, se puede decir que nuestros estilos de vida reflejan qué concepción
tenemos de felicidad.
En conclusión, el bien para el ser humano está relacionado con la felicidad, la cual
se consigue desplegando nuestra facultad racional, y haciéndolo con excelencia, de la mejor
manera posible; con virtud.
Nuestra alma, principio de vida y donador de ánimo para el ser humano, está
dividida en dos partes, nuestra parte irracional y la parte racional. También es posible
separarla en tres: la parte que se ocupa del aspecto vegetativo, la parte desiderativa, de la
cual emanan los deseos, y la parte intelectiva. La parte irracional tiene un cierto grado de
participación racional, en cuanto es capaz de aceptar lo dictado por la razón.
Entonces, diremos que el aspecto vegetativo no participa en absoluto de la razón,
no así la deliberativa o desiderativa, la cual hace caso al consejo del intelecto como un hijo
hace caso a su padre. Es en este último estadio donde se desenvuelve la ética, en lo
deliberativo, en el diálogo armónico (idealmente) entre nuestros deseos y apetitos y la
razón.
Las virtudes se dividirán conforme a la diferencia que hemos recién explicitado.
Estarán por tanto las virtudes del intelecto y las virtudes éticas (morales). Las virtudes
morales, están relacionadas con nuestro modo de ser o carácter.

A diferencia de las intelectuales, que son fruto de la enseñanza y la experiencia. Las


de tipo intelectual son de excelencia, hacen de nuestro conocimiento algo excelente. Las
éticas se adquieren por costumbre o por la realización consecutiva (hábito) de una acción
particular. El carácter puede aglutinar en sí tres características: de pensamiento, sentimiento
y acción. Es decir, si decimos que alguien posee un carácter justo cuando piensa, siente y
actúa justamente.
La virtud será un carácter correcto; carácter adecuado. Para que haya virtud,
necesariamente tienen que existir estos tres elementos, pensar, sentir y actuar
virtuosamente. Diremos también que las virtudes no son ni potencias ni pasiones, sino
hábitos conducentes a la felicidad.
Las virtudes éticas se obtendrán trabajando en ellas; ejercitándolas. Estas virtudes
no las adquirimos de forma natural, la naturaleza nos da potencialidades o capacidades que
se manifiestan en sentidos y estos nos permiten adquirir virtudes que tenemos que
ejercitarlas, por ejemplo una persona solidaria no nace solidaria, se hace realizando actos
solidarios.
Las elecciones que hagamos, a su vez, estarán determinadas por las virtudes
intelectuales, es decir las virtudes del alma racional, por lo tanto determinadas por la razón.
Nuestros apetitos por sí solos nos llevarían a tener que optar, y para optar tiene que existir
un diálogo entre nuestro carácter y nuestro entendimiento; el entendimiento por sí solo no
mueve. Diremos por tanto que la elección se mueve dentro del diálogo de la razón y el
carácter, mediado por la virtud.
Se dice constantemente respecto a cualquier buena obra de arte, que no
necesita cambio alguno, que no se le agregue ni quite nada. Así también debe ser para el
ejercicio de la virtud, la justa medida como mantenedora de la acción virtuosa. Para
Aristóteles será de suma importancia que el ser humano pueda aceptar e incorporar dentro
de su lenguaje, los términos de placer y dolor.

Sería errado de nuestra parte creer que virtud y placer son incompatibles; se dirá
incluso, que para el virtuoso es un placer dar. En realidad, se nos invita a ser reales y
sinceros respecto a lo que sentimos y al momento en que lo experimentamos; lograr una
armonía correspondiente a los momentos de placer y de dolor. Las virtudes en este sentido,
serán las encargadas del ordenamiento de las pasiones. Entendidas como ejercicio habitual
y que son socorridas por el intelecto, son las que determinan el dónde se halla el término
medio.

Nos ayudarán a controlar la tendencia propia del ser humano a sobrepasar sus
límites pasionales. Para Aristóteles, la moderación será el término medio entre el
desenfreno y la excesiva represión. Los extremos van a ser los vicios, la virtud gracias a la
razón, se situará mediadora de los extremos; en la mitad, no aritmética, sino de la persona.
Esto quiere decir que siempre se situará más cerca de uno de los dos extremos.

Aristóteles entregará dos características al alma racional, que serán trascendentales a


la hora de la toma de decisiones y su explicación de las virtudes. El alma será de carácter
científico y de carácter calculador. Es decir, una parte de nuestros ser que no puede no ser
sino de esa manera y, una parte en donde es posible el cambio. Nuestro entendimiento tiene
que relacionarse con cosas o situaciones que pueden ser de muchas maneras. De este
ordenamiento del alma racional nacen las virtudes propias de una saber teórico, las propias
de un saber calculador práctico.
Dentro de las virtudes propias de un saber teórico, nos encontramos con la ciencia,
la intuición y la sabiduría. La ciencia será el hábito demostrativo de los fenómenos. Y la
virtud de la intuición, el ejercicio de la sensibilidad frente a los principios. La sabiduría, se
definirá como un diálogo entre estas dos últimas, como el hábito demostrativo de los
principios universales.
Por otro lado, el alma racional calculadora, nos otorgarán la capacidad de producir y
de descubrir; capacidad productiva de la razón. La virtud que acompaña a la parte
productiva del alma es el arte. Y la que sustenta el descubrimiento de qué hacer es la virtud
de la prudencia, otra virtud de tipo racional calculador, vinculada eso si a la acción no a la
producción. Esta última tendrá una labor especial respecto a las otras virtudes.
La prudencia como virtud del alma racional calculadora, como hemos dicho, es un
hábito práctico, que aspira a una verdad práctica. Es una virtud del intelecto que logra
percibir entre lo que es bueno y lo que es malo para el hombre. Aristóteles la caracteriza
como el ojo del alma. Intenta discernir o descubrir la acción indicada en los casos
específicos; encontrar lo bueno en un momento indicado, no dejándose corromper
(extremo) por los motores del placer y el dolor.

Para esto se exige que el campo deliberativo sea del orden moral o práctico, donde
sea posible que las cosas sean de una u otra manera; donde sea posible la ética En este
sentido, la prudencia se distancia de este tipo de virtudes, como las propias de la ciencia y
el arte. Se podría analogar la prudencia con la habilidad de proposición de medios para
llevar a cabo alguna acción. Pero se distancia de esta última por no buscar el bien, no así la
prudencia, que como toda virtud, es un hábito hacia el bien.

Concluimos por tanto que la prudencia es una virtud del intelecto deliberativo que
descubre la acción indicada para la consecución del bien. Muchas veces se ha relacionada,
hasta nuestros tiempos, al hombre prudente con el hombre cauto que sabe tomar decisiones.
La prudencia, como decíamos anteriormente, cumplirá un rol particular dentro del
conjunto de las virtudes; auxiliar para la obtención de los bienes humanos. Esta virtud gesta
una relación recíproca entre ella y las virtudes éticas, siendo estas últimas impensables sin
prudencia y la prudencia sin ellas también carece de sentido. Si una virtud ética fracasa, no
habrá espacio para la prudencia.
Al final de su libro de Ética, Aristóteles se referirá a la amistad, las clasificará de
tres tipos, las por interés y utilidad, y las por virtud. Las dos primeras las catalogará como
accidentes, por que no se quiere al amigo por él ser quien es, sino por mera satisfacción de
placeres y utilidades personales. En cambio, la amistad en la virtud, que es la de los
hombres iguales y buenos en la virtud; porque procuran el bien recíprocamente en honor a
la bondad. En este sentido para el Estagirita, la amistad es la bisagra entre la ética y la
política.
Finalmente, y para finalizar este ensayo, diremos que para el autor, como habíamos
señalado anteriormente, el ideal de la vida feliz consistirá, en tener cubiertos los problemas
materiales inmediatos y dedicar el ocio disponible a la ciencia teórica, a la contemplación
de lo que de universal y necesario hay en la realidad; la sabiduría como vida feliz.

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