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La amistad

Había una vez dos niñas llamadas Brenda y Trinidad. Las niñas eran muy amigas y todas las

tardes se juntaban a la cuerda con otras vecinas. Un día, mientras jugaban


apareció una niña nueva.

- Hola, mi nombre es Brisa, soy y con mi familia acabamos de


mudarnos aquí.
La nueva niña era más alta que cualquiera de ellas y aunque se veía algo asustada, parecía
simpática.
La primera en decir algo fue Brenda quien caminó hacia ella y le dijo:
- Bienvenida Brisa, mi nombre es Brenda. Espero que hayas tenido un buen viaje.

Nosotras nos juntamos todas las tardes a la cuerda. Puedes unírtenos


si quieres.
Una vez dicho esto, todas las demás niñas se acercaron y le dieron la bienvenida. Todas
menos Trinidad.
Trinidad al ver a su mejor amiga tan simpática con la nueva sintió celos y miedo a
perderla.
Todo el resto de la tarde Trinidad estuvo observando y analizando las acciones de Brisa.
Cuando llego la hora de dormir, la niña no podía conciliar el sueño. Sólo pensaba en Brisa
y en las posibilidades de que Brenda dejara de ser su mejor amiga.
Los días pasaron y Brisa se hizo más cercana a todas las niñas, pero en especial a Brenda.
Durante las juntas en casa de Brenda ya no solo eran las dos, ahora eran Tres.
Un día se juntaron Brisa, Brenda y Trinidad, a jugar a las muñecas. Mientras jugaban

Brenda les mostró un hermoso que le había


regalado su mamá. Las dos niñas quedaron fascinadas.

- ¿Qué hermoso - dijo Brisa- puedo probármelo?


- Claro- le respondió Brenda y se lo entregó.
Brisa se lo puso en la muñeca y deslumbrada observó cómo le lucía. Luego de esto,
comenzó a quitárselo para devolvérselo a su dueña.
Justo en ese momento se oyeron los gritos de la mamá de Brenda quién le pedía por favor
que le ayudara en unas cosas.
Se paró rápidamente la niña y le dijo a Brisa que lo dejara por mientras sobre la mesa y así
lo hizo.

Al volver, las niñas se habían olvidado del y luego de un rato consideraron


que era muy tarde y que ya debían regresar a sus casas.
Comenzaron a guardar los juguetes y mientras lo hacían, a Trinidad se le ocurrió una idea.

Meter el de Brenda en la mochila de Brisa para que su amiga pensara que


Brisa era una ladrona y así evitar que la nueva le robara a su amiga. Así lo hizo.
Una vez que estaba todo guardado las niñas comenzaron a despedirse, pero antes de irse

Brenda recordó su .

- ¿Dónde dejaste mi Brisa? - Preguntó Brenda.


- Sobre la mesa, donde me dijiste- le respondió.
Buscaron, pero no lo encontraron.
- Ella se lo robo- dijo Trinidad- estoy segura.
- No es cierto, yo no me he robado nada- dijo Brisa.
- A ver, revísale la mochila- dijo Trinidad
Y dicho esto le arrebató la mochila y la dio vuelta en el suelo, entonces cayó el

.
- Yo no me lo robé. No sé como llego eso ahí- se defendió Brisa.
- ¡Mentirosa! ¡Ladrona! - dijo Trinidad.
- ¿Cómo pudiste intentar robarme? ¡Ladrona! Ándate de mi casa- dijo Brenda.
Se fue entonces Brisa llorando hacia su casa. Al fin Trinidad había logrado separarlas, sin
embargo, no sabía por qué, pero no se sentía feliz como había esperado. Las horas
comenzaron a pasar y esa sensación se trasformó en angustia y culpa.
Tanta culpa comenzó a sentir que pensó que debía decir la verdad.
Cuando llegó la tarde, Trinidad estaba fuera de la casa de Brenda y no estaba sola. Estaba
junto con Brisa.
Había ido a su casa y le había contado todo. Brisa al verla tan arrepentida la disculpó.
Cuando salió Brenda, Trinidad hizo lo mismo, le explicó la verdad y volvió a pedir
disculpas.
- Lo que hiciste estuvo muy mal- dijo Brenda- pero valoro que hayas dicho la verdad.
Quiero que sepas que eres mi mejor amiga y que eso no depende nadie más.
Luego de eso, las dos niñas abrazaron a Trinidad fuertemente.
Desde ese día Trinidad entendió que cuando las amistades son reales nada las puede
hacer terminar y aprendió también que conocer a una nueva persona no es un peligro
sino una oportunidad de sumar un amigo más.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Pasó por un zapatito roto para que mañana
te cuente otro.

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