Está en la página 1de 1

La masacre de Bojayá

El 2 de mayo de 2002 en el marco del enfrentamiento armado entre grupos guerrilleros del
frente 47 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y un escuadrón
paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que llevaban varios años bajo
el control territorial de la Cabecera Municipal de Bojayá, específicamente entre el
corregimiento de Bellavista y su colindante el corregimiento de Vigía del Fuerte.

Ambos corregimientos en su mayoría compuestos por población afrodescendiente que


históricamente había habitado esta zona del Pacífico colombiano se vieron inmersos en el
fuego cruzado de ambos grupos armados, lo que llevo a la población civil a refugiarse en la
única infraestructura de concreto con la que contaba el corregimiento, la iglesia. Allí la
mayoría de los habitantes refugiados eran las personas en gran condición de vulnerabilidad
(menores de edad, mujeres y adultos mayores). Tras la intensificación del combate, las
fuerzas militares de las FARC deciden desplegar artillería de carácter no convencional
(cilindros de gas llenos de metralla y explosivos) con el fin de reducir el comando militar,
fatídicamente uno de los cilindros lanzados termina impactando en la infraestructura en la
que la población se resguardaba; dejando así un saldo de 79 víctimas mortales y otras 19
heridas a raíz de la explosión del cilindro. Tras el fatal hecho y con el retiro de ambos
comandos armados, la manifestación de la fuerza pública y las entidades de control no se
dio sino hasta cuatro días después de la masacre, luego de un gran número de habitantes
sobrevivientes se viese obligado a desplazarse de manera forzada hacia Quibdó, con el fin
de resguardarse y evitar un nuevo acontecimiento violento.

Este hecho generó una ruptura en el tejido social de la comunidad afro que habitaba el
territorio de Bellavista, produciendo así una serie de efectos negativos a partir de la
trasgresión de la identidad misma; los daños materiales y psicológicos, el desplazamiento,
el desarraigo del territorio, la pobreza, el miedo, y la desconfianza ante las instituciones
fueron los efectos producidos en la comunidad tras el hecho violento acontecido aquel 2 de
mayo. En la actualidad las repercusiones por la acción de los grupos armados y la omisión
y aquiescencia de los organismos estatales aún genera escenarios de violencia y
segregación en el Pacífico colombiano, lo que deja entrevisto la falta de eficacia de las
medidas de reparación a las víctimas directas e indirectas del conflicto armado del país.

También podría gustarte