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ANDORRA Y LAS BRUJAS

Se dice que Andorra fue tierra de brujas y prueba de ello son las leyendas que corren entre las
pequeñas aldeas andorranas.

Durante la Edad Media y hasta finales del siglo XIX las leyendas cuentan que en Andorra
habitaron numerosas brujas en los bosques de Ordino. Así, se puede realizar una pequeña
ruta por lugares emblemáticos "famosos" por las historias que se cuentan de ellos.
VISITAS

CRUZ DE LOS SIETE BRAZOS


Esta ruta comenzaría en la llamada Cruz de los siete brazos. Ésta se encuentra en el camino
viejo que conecta Canillo con Meitxell. Aquí, se dice que un chico de Prats se moría de miedo al
pensar que el diablo se le pudiera aparecer. Para divertirse a su costa, siete jóvenes del pueblo
le invitaron a merendar a condición de que fuera a por vino a Canillo. Él tenía miedo de que el
diablo se le apareciera por el camino por lo que accedió sólo cuando le ofrecieron una
escopeta que habían cargado previamente con harina. Al llegar al colmado dejó la escopeta,
que fue recogida y cargada debidamente por el propietario de la tienda. En el camino de vuelta
uno de los chicos del pueblo quiso asustarle escondiéndose bajo una sábana como si de un
fantasma se tratase. Él disparó y el chico murió pero su cuerpo desapareció. Fue aquí donde se
colocó la Cruz de los siete brazos, uno por cada uno de los jóvenes que se quisieron burlas del
joven. Como pasó con las personas, uno de los brazos de la cruz desapareció también .
GRABADOS DEL ROC DE LES BRUIXES

Son un conjunto de grabados en una superficie de unos 2 metros cuadrados que


componen el conjunto rupestre medieval más importante del Principado de Andorra.
Cuenta la leyenda que estos grabados tienen su origen en una lucha entre el diablo y
las brujas medievales de Canillo. Éstas, en una disputa cruel y sanguinaria, expulsaron
al diablo que tanto las amenazaba. Mientras él caía por el abismo dejó sus uñas
marcadas en la pared.

Grabado del Roc de les Bruixes

El LAGO DE ENGOLASTERS

El lago de Engolasters, en cuyo fondo hay un pueblo según narra la leyenda. Este pueblo fue
sumergido a causa de avaricia y la falta de compasión de sus habitantes y es que sólo una
joven dio un trozo de pan a un supuesto mendigo, que la avisó para que huyera a las
montañas. Desde ese momento también cuenta la leyenda que en las noches de luna llena un
aquelarre de brujas bailaban desnudas en círculos mientras eran observadas por los hombres
de los pueblos de alrededor. Cuando eran descubiertos por las brujas, éstas les convertían en
gatos negros.

La leyenda de la bruja de Sornás

Como no podía ser de otra manera les vamos a hablar de brujas. Porque aunque parezca
extraño, en el tranquilo y paradisíaco principado de Andorra también hubo brujas, incluso
existen algunos pueblos de allí que todavía nos recuerdan esta circunstancia, como por
ejemplo, El Roc de les Bruixes. Pero centrémonos en nuestra historia, la leyenda de la bruja de
Sornás (un pequeño pueblo perteneciente a la parroquia de Ordino). Como todas las brujas,
nuestra protagonista no gozaba precisamente de muy buena fama entre sus vecinos, algunos
aseguraban que adoraba al demonio y que incluso fabricaba oscuras  pócimas con quién sabe
que malignas intenciones para perjudicar a la comunidad.

Una noche, se presentó la bruja en casa de uno de sus vecinos con la excusa de facilitarle un
brebaje para el dolor de vientre del que al parecer el buen señor venía quejándose desde hace
semanas.  El vecino la dejó pasar y se retiro a buscar a su mujer. Poco después bajaron ambos
del segundo piso pero la malvada hechicera había desaparecido, la llamaron y entonces ella
contesto desde la cocina

-¡Estoy aquí!

La terrible visión que contemplaron aquellas pobres personas no podía ser peor, encontraron a
la bruja desnuda y con el fuego de la chimenea encendido , ¡a punto de meter en una olla a
uno de sus hijos! encolerizados, la expulsaron de inmediato de su hogar ya que al parecer las
intenciones de esta perversa mujer, pasaban por sacrificar al pequeño para así sanar la mala
salud del padre.

A raíz de aquel macabro encuentro, corrieron todavía más rumores sobre la bruja, los vecinos
no dudaban ya en asegurar que con sus poderes y sus bebedizos , aquella persona, podría
enfermarles a todos ellos cuando se le antojara. En aquella misma época,  también falleció un
muchacho del pueblo e incluso varias cabezas de ganado. El miedo iba en aumento entre
aquellas personas …

Finalmente, cansados y aterrados por aquella angustiosa situación, los vecinos del pueblo
arrestaron a la bruja haciéndola confesar todos sus terribles crímenes y pecados.  Sin embargo,
ella en todo momento negó aquellas acusaciones por lo que fue sometida a las más terribles
torturas.

Finalmente al ver que no se autoinculpaba de ninguna manera de ninguna de sus fechorías,


decidieron expulsarla para siempre del Principado de Andorra, desde entonces, por las
montañas de Ordino, su espíritu vengativo se pasea por los senderos de aquel paraje,
esperando quizá, quién sabe, el momento de su regreso …

Joanna de Riu: La Bruja de Andorra.


Es curioso que siempre tengamos que tirar a las islas Británicas para hallar procesos
contra brujas en el pre-Renacimiento. Por eso, en este caso, quiero hacer un homenaje a
las mujeres injustamente acusadas (y otras con cierto fundamento, aunque pocas)
llamadas “brujas” locales, más concretamente a las brujas de los Pirineos catalanes.
Joanna de Riu, habitante de la Pobleta de Bellveí, Lleida, fue una de esas personas que, sin
comerlo ni beberlo, se vio acusada de brujería por más de 25 vecinos el mes de noviembre
de 1539.

No obstante, además de las típicas acusaciones que se le hicieron, como envenenar el


ganado o la comida, tener muñecos con agujas (que en ese caso resultaron ser pollitos de
cera), y de las consabidas relaciones carnales con el Diablo, se acusó a Joanna de un hecho
que, fuera cual fuera su naturaleza, tenía algo de real.
Un hombre del pueblo llevó a Joanna su hijo enfermo, ya que por lo visto Joanna tenía la
capacidad de curar enfermos (curioso dato a apuntar en el tema de la antropología).
Desgraciadamente, se explica que después de hacer un preparado de hierbas cogidas la
noche de San Juan, Joanna procedió a curarlo, pero el chico murió al instante. Puede que
por venganza (lo más probable), pero con cierto matiz de realidad, Joanna tenía

conocimientos de “pseudo-medicina”, y era conocida por ello en el pueblo.


Otras acusaciones con menos fundamento, que casi sin duda surgieron a partir de la locura
brujeril, incluyeron el hecho de haber visto a Joanna con un sapo en las rodillas (en
Cataluña relacionados estrechamente con las brujas), así como la acusación particular de
una vecina, que la culpó de haber cocinado queso fresco envenenado.
Todas esas “pruebas”, por muy negadas que fueran por Joanna, eran suficientes para llevar
a Joanna a horribles sesiones de tortura, y finalmente, el año 1540, ataron a Joanna encima
de un banco con los pies descalzos ante una hoguera, que iba quemándole los pies. Joanna
confesó todo y más. Su muerte se perdió en la historia.

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No seas bruja, o acabarás en la horca (Una historia de la


brujería andorrana)
El vínculo de Andorra con la brujería viene de lejos: el Roc de les Bruixes de Sant Julià de Lòria y la
leyenda de Engolasters son sólo dos ejemplos que dejan constancia de esta larga, enraizada y en
ocasiones -lo veremos enseguida- trágica historia brujeril. El periodista e historiador Robert Pastor se ha
sumergido en el archivo del Tribunal de Corts -la jurisdicción penal andorrana- para exhumar los
nombres y apellidos, así como las andanzas, de un centenar de supuestas brujas que entre los siglos XV y
XVII fueron víctimas de los prejuicios y de las supersticiones de la sociedad (y de los jueces) de la época.
Hasta quince de ellas fueron ejecutadas en la horca. Lo cuenta en Aquí les penjaven, premio Principado
de Andorra de investigación histórica 2003.

Ha costado casi cuatro siglos rescatar del anonimato al centenar de brujas (y cuatro brujos) que entre
1471 y 1661 desfilaron ante el Tribunal de Corts. Mujeres como Margarida Anglada, de Encamp, primera
acusada de quien se conserva el proceso; Maria Guida, la única bruja andorrana que terminó en la
hoguera, dado que por aquí arriba lo suyo era ahorcarlar, no quemarlas; Maria Galoxa, del Vilar de
Ordino, que inaugura en 1622 la tercera y última de las grandes cacerías de brujas locales, y Petronilla
Gascona, que tuvo el dudoso honor de ser la última que probó los expeditivos métodos de la justicia de
la época. Pues las brujas andorranas salieron del trance judicial con fortuna diversa: desde la pena
pecuniaria hasta los azotes, destierro y en un número inusualmente elevado de casos, la ejecución "de
forca ben alta". Y siempre con la tortura como procedimiento habitual (e infalible, como para negarse a
declarar lo que los interrogadores querían oír: lo verán enseguida) para obtener la confesión del reo,
prueba definitiva que demostraba la culpabilidad de la acusada. Una muestra de la implacabilidad de los
jueces: tan solo dos de las encausadas -Joana Montanya, alias Toneta de Caldes (1575), y Antònia Ponta,
de Les Bons (1622)- se libraron de cualquier castigo y fueron absueltas de toda culpa. En Aquí les
penjaven (Consell General, 2004), Pastor ha expurgado ls actas judiciales e un centenar de procesos para
determinar la procedencia y situación de las acusadas; los cargos y prácticas que les adjudican, la
identidad de denunciantes, jueces e incluso de uno de los verdugos, los tormentos a que las sometían
para obtener confesión, los lugares en que se erigía el patíbulo... El resultado es un volumen que
combina la erudición del reportaje de investigación con el rigor del ensayo histórico, y que completa y
amplía el clásico de referencia sobre la materia -La réligion populaire en Andorre, de Galinier-Pallerola.
Pastor explica la eclosión de la brujería andorrana en el siglo XV en el marco catalán y pirenaico, y
detalla sus especificidades, desde un especial encarnizamiento con las sospechosas hasta la peculiar
forma de ejecución en la horca que se impuso en este rincón del Pirineo, a diferencia de la clásica
hoguera que habitualmente se aplicaba en el resto del mundo cristiano a brujas y herejes.

No menos suculentas son algunas de las reflexiones colaterales que emergen del núcleo central del liro,
como la revisión de la leyenda negra que acompaña a la Inquisición, el conflicto de competencias entre
la jurisdicción ordinario y el mismo Santo Oficio, la misoginia imperante en las sociedades modernas
-detalle que explica la extraordinaria desproporción entre el número de brujas y el de brujos que
cayeron en las zarpas de los tribunales, y la persistencia hasta nuestros días de prácticas
tradicionalmente relacionadas con la brujería -plantas medicinales, nigromancia, adivinación. El autor
enriquece el volumen con una introducción a la historia general de la brujería europea que presta
especial atención a los grandes procesos de los siglos XVI y XVII, con las figuras centrales del magistrado
francés Pierre de Lancre y del inquisidor español Alonso de Salazar y Frías. Aquí les penjaven captura al
lector con un estilo ameno, una ironía sutil y un bagaje erudito que lo emparentan directamente con el
gran clásico de la brujería peninsular -Las brujas y su mundo, de Caro Baroja- y lo convierten en la obra
definitiva sobre la brujería andorrana. Y muy probablemente, también de la pirenaica.

-Según sus cuentas, entre 1604 y 1609 los tribunales andorranos condenaron a más brujas que la
Inquisición de Barcelona en el siglo y medio anterior. ¿Fue este rincón de mundo un nido de brujería?
-La incidencia de la brujería en Andorra es comparable a la de los valles pirenaicos donde el fenómeno
se manifestó con más intensidad, como en el norte de Navarra y Vallferrera (Lérida). Hay que tener en
cuenta que se trataba de sociedades muy cerradas, casi endogámicas, claustrofóbicas, con lazos
familiares muy estrechos. Si todavía hoy en estos lugares cualquier cosa que afecte a uno de sus vecinos
acaba siendo de dominio público, imaginemos lo que podía ocurrir en una sociedad como las del siglo
XVI, cuando en Andorra quizá no había más de 4.000 habitantes. Más todavía en vecindarios que podían
tener cuatro casas, dicho esto en sentido literal, como la Mosquera, Segudet y El Vilar. Por esta razón, la
caída de de una bruja enseguida repercutía en su círculo más íntimo, y por este mismo motivo son
relativamente abundantes los casos en que diversos miembros de una misma familia son acusados de
brujería.

-¿Por que tienen lugar precisamente en los siglos XVI y XVII el grueso de las grandes persecuciones?
-En estos dos siglos se registra en toda Europa lo que podríamos denominar el núcleo duro de las
persecuciones, en el marco de una sociedad que no sólo otorgaba verosimilitud a la existencia de la
brujería sino que estaba absolutamente convencida de que las brujas eran las causantes de muchos, por
no decir de todos los males. Cuando se producía algún accidente, una enfermedad o una epidemia, la
única alternativa para la mayor parte de aquella gente era hacerse visitar por el curandero del lugar o
por la remeiera  -la mujer, habitualmente una señora de cierta edad, que conocía las virtudes curativas
de hierbas y plantas, fueran estas virtudes reales o imaginarias. Si tenía la mala suerte que el paciente
fallecía o la contagiaba a familiares y vecinos, no era extraño que le endosaran la culpa al sanador o a la
remeiera, y que le atribuyeran poderes maléficos. Lo mismo ocurría si moría algún animal de forma más
o menos inesperada, la helada arruinaba la cosecha o caía una tempestad especialmente virulenta. El
mal siempre viene de fuera y hay que buscarle la causa que lo provoca.

-¿Fueron pues siglos especialmente crédulos?


-Caro Baroja explica la emergencia de la brujería a partir del siglo XIII porque hasta entonces la Iglesia no
se había sentido con la fuerza suficiente para enfrentarse a las prácticas paganas que habían sobrevivido
a una cristianización tan solo superficial. Recordemos que es en el siglo XIII cuando emergen -y son
duramente perseguidas- las primeras herejías medievales: entre otras, el catarismo, que nos toca muy
cerca. La Iglesia se siente preparada para conquistar el monopolio ideológico de la sociedad, y es en
estos parámetros en los que hay que ubicar la persecución del sustrato pagano precristiano.
-¿También en Andorra, donde el Obispo de Urgel ejerce desde el siglo XIII como copríncipe?
-Los procesos más antiguos por brujería que se han conservado en las actas del Tribunal de Corts se
remontan al siglo XV, pero estoy convencido que en Andorra la persecución comienza también dos
siglos antes, como en toda Europa. Así se infiere de un documento otorgado por el conde de Castellbò
que reconoce a los andorranos la facultad de constituir corts -es decir, tribunal de lo penal- "también
para juzgar los casos de brujería", dice textualmente. En cualquier caso, la brujería se remonta a la
prehistoria, y aunque el último proceso que incoa el Tribunal de Corts data de 1661, prácticas
tradicionalmente relacionadas con la brujería persisten hasta el siglo XX. Incluso hasta hoy mismo.

-¿Por ejemplo?
-No hay que buscar demasiado: los apósitos de trementina se utilizaron habitualmente por estas
comarcas hasta bien entrados los años 70. Y hay quien todavía visita al curandero de turno para hacerse
colocar los huesos en su sitio. Hace tres siglos, tanto lo uno como lo otro hubieran sido consideradas en
según qué circunstancias prácticas sospechosas. Por no hablar del repertorio de hierbas y plantas más o
menos medicinales que todos conocemos aunque sea de oídas.

-Entre los 93 acusados a quienes el tribunal, el fiscal o los testigos atribuyen prácticas brujeriles, sólo
hay cuatro hombres. ¿Hay que deducir que la sociedad andorrana era especialmente misógina?
-Era la misoginia habitual en la Europa coetánea, ni más ni menos. Por el solo hecho de ser hombre, un
curandero estaba más cerca de la respetable figura del médico. En cambio, una mujer que se atribuyera
dotes de curandera -o la que se los atribuyeran- tenía todos los números para ser antes o después
sospechosa de brujería. Es significativo que los cuatro hombres acusados fueran condenados a penas
relativamente leves: Pere y Joan Rectoret, de la Mosquera, acusados en 1638 de haber envenenado a la
esposa del primero y madre del segundo, sólo tuvieron que pagar una multa de 20 libras. Y a un tal T.
Palleta, de Encamp, protagonista del último proceso por brujería (1661), lo sueltan  gratis.

-¿De qué se las acusa, a las supuestas brujas?


-Habitualmente, de provocar enfermedades, sobre todo el bocio. Pero también pueden tener la culpa de
vómitos, fiebres repentinas, pérdida de peso o enfermedad mental. Hay casos en verdad grotescos,
como el de una tal Joanita de Sant Julià de Lòria, de quien decían que hacía que se les cayeran las orejas
a los hombres que se atrevían a entrar en su casa.

-¿Cómo se supone que lo hacían, todo esto?


-Con venenos cuya composición, curiosamente, ningún veguer se siente en la necesidad de investigar.
Sólo ocasionalmente las actas describen los supuestos ingredientes de estos brebajes, según confesión
de las acusadas o declaración de algún testigo.

-A ver: una receta.


-Citan sustancias como la adelfa, la "aranya grossa" -araña grande- e incluso el hígado de recién nacido,
que Maria Galoxa confiesa haber extraído "con un gancho de hierro por el culo". En los veinte procesos
y documentos adjuntos que he examinado, se las acusa de la muerte de 41 personas. La más letal vuelve
a ser esta Galoxa, a quien en 1621 imputan la muerte de los nueve miembros de casa Nafreu, en el
Vilaró de Ordino. Hay también casos de supuesto parricidio, como Antònia Martina, que admite haber
matado a su marido y a su yerno; y de infanticidio, como Jaumeta Arenya, Peyrona Gastona y La
Sucarana, acusadas de dar muerte a sus hijos.Era práctica habitual la adoración del diablo tras el rito
del renec, que no consistía en el beso negro -en el trasero de un macho cabrío- típico de la tradición
vasco-navarra, sino en levantarse la falda y sentarse sobre una cruz dibujada con tiza en el suelo.

-Teniendo en cuenta que Toneta de Caldes, la única que fue juzgada por la Inquisición, fue también
una de las dos brujas andorranas que resultó absuelta en los dos siglos que ha investigado, ¿hay que
concluir que era mucho mejor caer en manos del Santo Oficio que de los tribunales ordinarios?
-Con la Inquisición nos hemos llevado varias sorpresas: la primera y más gorda de todas, comprobar
cómo los hechos contradicen la leyenda negra, por lo menos en lo que respecta a la brujería: los
magistrados del Santo Oficio se mostraban mucho menos crédulos y más garantistas que la jurisdicción
ordinaria. Un solo ejemplo: el procedimiento judicial estaba en las dos jurisdicciones enfocado a obtener
la confesión del reo, pero mientras que ante el Santo Oficio la confesión y el
arrepentimiento espontáneo garantizaban una pena relativamente leve -por lo menos, salvar la vida-
con el Tribunal de Corts ocurría lo contrario: la confesión era la prueba definitiva, concluyente, que
condenaba irremisiblemente al acusado. Es curioso también el conflicto jurisdiccional que se infiere del
proceso de Toneta de Caldes, a quien el magistrado doctor Jeroni Morell se llevó a Barcelona
-salvándola, por cierto, de una muerte más que probable. El inquisidor se lamenta del "exceso"
del veguer  andorrano al invadir competencias del Santo Oficio, el único que podía actuar en casos de
brujería, y propone que sea llamado, juzgado y condenado de forma ejemplar a una pena pecuniaria.

-¿En qué consistía, las torturas? ¿Dónde y quién las aplicaba?


-Del único verdugo de quien conocemos el nombre es Domingo de l'Hort, que participó en la cacería de
1604 -debió ganarse el peculio porque terminó con tres de las acusadas en el cadalso, y otras tres
fueron castigadas al látigo. La tortura habitual era la llamada del cordel, que consistía en colgar al reo
por los pulgares, en ocasiones con un peso en los pies, y que en el siglo XVII fue sustituida por el potro.

-¿Y las penas?


-La más leve era la multa. La pena capital consistía en Andorra en morir "de forca ben alta". Entra la una
y la otra, azotes y destierro -normalmente a perpetuidad, y con amenaza de pena de muerte si el reo
regresaba, aunque se registraron casos como el de la Ponta, que se salto con éxito la prohibición de
egresar. La tortura se aplicaba en la prisión, que suponemos que se encontraba bajo las escaleras
exteriores de Casa de la Vall. El patíbulo, en Andorra la Vella, creemos que se levantaba en el "foro del
tossal", por la zona donde hoy se encuentran los grandes almacenes Pyrénnées: aquí fue ahorcada en
1629 Magdalena Riba, alias Naudina, de Meritxell. A la Galoxa consta que la ejecutaron en el Mas d'en
Soler, en la Cortinada.

-En el capítulo final, significativamente titulad Però n'hi ha, insiste en la pervivencia, incluso en la
sobreabundancia de las prácticas mágicas en la sociedad actual. ¿Un golpe de efecto al estilo Cuarto
Milenio, para asustar al personal?
-La brujería ha sido una constante en la historia de la humanidad desde las épocas más remotas. Y no
hay que pensar que es algo del pasado. ¿Dónde hay que situar, si no, el auge actual de la videncia,
reconvertido en floreciente negocio, así como del espiritismo y el satanismo? En los primeros años 80 se
documentaron actividades relacionadas con la magia negra durante las obras de restauración de la
iglesia de San Miguel de Engolasters: fueron desenterrados del templo dos corazones (de animales) con
sendas agujas negras clavadas, y en el ábside apareció un día un perro estrangulado con una cuerda
también negra. Una carta al director del  Diari d'Andorra fechada en marzo de 2002 reivindicaba el buen
nombre de una autodenominada Iglesia de Satán, y la noche de San Juan de 2003, en el paraje de Els
Escorpiders, en Ansalonga, los vecinos avisaron al servicio de atención ciudadana porque habíaan
divisado unas extrañas luces; cuando se acercaron al lugar descubrieron un inquietante cuadro formado
por tres velas clavadas en el suelo alrededor de un papel que nadie se atrevió a leer..

ante los escaños del Tribunal de Corts, en la Casa de la Vall: las brujas andorranas fueron juzgadas por este tribunal, que en los
siglos XVI y XVII no se ubicaba todavía en la planta baja de Casa de la Vall.

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