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Crónica de una premiere tijuanense: “William El

Nuevo Maestro de Judo”


Natalia Rivera

Tijuana, 15 de julio de 2017.- “William El Nuevo Maestro de Judo” es una película


que deberían ver cuando haya oportunidad. La fotografía es hermosa de inicio al
fin. Encuadre tras encuadre nos llevan por sitios que parecen de un sueño, de una
pesadilla, nos llevan a jugar con nuestros prejuicios, a meditar con secuencias
llenas de símbolos.

Escuchar al narrador me resultó hipnótico, ir leyendo aquel poema, que parece


guíar y dar coherencia, que es el sostén narrativo es uno de los sellos de las
películas de Ricardo Silva y Omar Guzmán.

Técnicamente es redonda. Collage de distintas producciones hechas con el ojo


maestro de Adrián Durazo. Bellas secuencias al fin; que quizá sirven para que el
auditorio descanse y pueda pensar sobre lo transmitido instantes antes.

Creo que para los que vimos Navajazo y terminamos preguntándonos bueno, ¿Y
de qué trato esta película? “William El Nuevo Maestro de Judo” nos deja más
satisfechos en términos de las historias que relata. Un balance entre la forma y el
fondo.

Recuperar el testimonio de William Clauson, tratar de descifrar su silencio, su


concentración y su inquietante mirada, entenderlo es para mí un acierto. Pensé,
cuántas veces caminé por ahí, lo veía sentado enfrente de un escritorio, fumando,
cuántos lo vimos como parte de ese espacio y de pronto extrañamos no verlo más.

Me enteré por René Castillo que es un cantante famoso en Suecia, que tenía un
programa de televisión para niños. Ahora sé que Clauson componía desde ese
escritorio viendo pasar la vida tijuanense.

Intercalado con la historia de una estrella europea devenida en un hombre que


envejece en el Pasaje Rodríguez, hay una historia de un actor que busca
inventarlo y explorarlo desde una intención pornográfica.

Ojo, voyeuristas.

La carga homoerótica de este filme es apabullante, vemos hombres expuestos no


sólo en su belleza física, sino en toda su vulnerabilidad existencial. Es increíble.

Debo decir que me quede con las ganas de preguntar a los realizadores ¿Por qué
la mezcla? ¿Por qué la copulación narrativa entre un viejo enigmático y la
prostitución masculina?
El personaje que más me sorprendió de esta película fue Edward Coward, no es
una exageración decir que su interpretación es quizá lo más emocionante de
esta película. Se planta en la película como un señor que sabe exactamente lo
que quiere, pero no parece convencerse de encontrarlo. Sólo puedo describirlo
como un artista que es llevado a sus límites donde encuentra su propio equilibrio
entre el trabajo, el arte, la pornografía y la exposición de su vulnerabilidad
humana.

La crudeza que nos presenta Edward Coward es quizá lo más inquietante. Como
buen actor de los escenarios, se entrega con la concentración de una mente
incendiada, con palabras que me llegaron a las entrañas, vaya me convencí que
es un “encabronado ser de luz y amor”.

El actor revela y con ello podemos vernos. Gracias a “William El Nuevo Maestro
de Judo” me pregunté, ¿Por qué siento tanto al ver una persona en estado de
caos?

Vocación voyeurista. Estas secuencias transgreden saludablemente con la


experiencia de los interlocutores. El veredicto, sí la volvería a ver.

Este filme llevó al locutorio de jóvenes a inframundos imaginarios de la zona norte


de Tijuana, nos hizo presos momentáneos de la curiosidad. Muchos tomaron con
humor el lenguaje de aquellos personajes. Tensión silenciosa y risas nerviosas
durante la teatralidad homoerótica.

Los realizadores se veían felices de ver la sala de cine llena, el codirector Ricardo
Silva estaba en el tren de su éxito, nos contagiaba su extraño sentido del humor.
Habló que la película aborda “lo extraño que es ser una deidad”, sobre las tomas y
simbólico, dijo que "no hay que tomarse el cine tan en serio, es decir la vida no es
la película, yo además de hacer cine, hago otras cosas, tengo mis gatos".

El fotógrafo Adrián Durazo y la productora Paulina Valencia se veían un tanto


incómodos al tomar la palabra, pero nos hablaron de que la realización fue
estresante, la franqueza nos regaló frases como “Fue un reto… porque en las
escenas de la bódega, Ricardo no me dejo poner luz”, o un “estoy muy contenta,
porque a veces fue imposible trabajar con los directores”.

Muchos de los comentarios del público fueron positivos. Comparándolo con la


lluvia de críticas que recibió “Navajazo” en la exhibición en la Cineteca Carlos
Monsiváis en 2015.

Esa vez, recuerdo que fui por el morbo que rodeaba la película, incluso me las
ingenié para convencer a tres amigos que desde entonces no me han vuelto a
aceptar las invitaciones a ver películas. Hay una cierta incomodidad manifiesa
por el pública en la presentación de las películas "Navajazo" y "William El
Nuevo Maestro de Judo". Esa vez la profesora Sayak Valencia tundió con
maestría varias cuestiones que nos presenta la película, dijo que era algo así un
"circo de freaks" y se dejaron venir los aplausos.

Uno de los comentarios-reacción de la noche de la premiére de “William El Nuevo


Maestro de Judo” se alzó para cuestionar como se refirió el codirector Ricardo
Silva a Edward Coward, coincidí con el comentario, claro, ahora lo pienso ¿Cómo
es posible que el director trate sin el debido respeto el trabajo de una de las
estrellas que dan vida a la película? Como dijo el chico: “Así no”. Así no se
puede compitas. No se arregló con un: “Pues por eso, está él en la película”.

Sinceramente lo que más aplaudo en esta crónica tijuanense es el público, por el


interés que los arrastra a los eventos culturales (sea por quedar bien con la
conquista de turno, sea por sana curiosidad), por su espíritu de crítica
constructiva.

Recuerdo hace años estar en muchas presentaciones donde nadie preguntaba.


Ahora me es gustoso escuchar la voz de la gente, a los que se atreven a
cuestionar, protestar, recomendar.

Coincidencias curiosas, en los últimos dos casos de presentaciones a las que he


asistido, se les ha pedido respeto por los sujetos que retratan, es inquietante el
desparpajo de adjetivos con el que se les refiere. Los mismos sujetos que hacen
que su arte sea posible. Que cierto es que a veces a los artistas se les va el
sentido común por el caño del ego, también hay que decirlo, en ambos
casos la crítica se agradeció más que el elogio.

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