Está en la página 1de 5

TERCER CLASE. UNIDAD VII: DOMINIO MOBILIARIO.

RÉGIMENES
ESPECIALES.

1.Cosas muebles: Disposiciones Generales. Supuesto del subadquirente de


buena fe (art. 1895 CCyC). Fundamento. Naturaleza de la adquisición.
Condiciones de aplicación: a) Desprendimiento voluntario del dueño, b)
posesión del tercero, c) buena fe, d) adquisición onerosa. Supuesto de las
cosas muebles embargadas (tercería de dominio). Supuesto del art. 462 CCyC.

Se separa a las cosas muebles en registrables y no registrables, contemplando sus


particularidades a los efectos de establecer su régimen.
Dice el art. 1895: ``Adquisición legal de derechos reales sobre muebles por
subadquirente. La posesión de buena fe del sub adquirente de cosa muebles no
registrables que no sean hurtadas o perdidas es suficiente para adquirir los
derechos reales principales excepto que el verdadero propietario pruebe que la
adquisición fue gratuita;
``Respecto de las cosas muebles registrables no existe buena fe sin inscripción a
favor de quien la invoca.
``Tampoco existe buena fe aunque haya inscripción a favor de quien a invoca, si el
respectivo régimen especial prevé la existencia de elementos identificatorios de la
cosa registrable y éstos no son coincidentes``.
Esta norma se aplica a los adquirentes de cosas muebles no registrables, aunque
sienta pautas para determinar la buena fe cuando se trata de cosas muebles
registrables. Teniendo en cuenta que el art. 392, si bien para inmuebles y cosas
muebles registrables, en su última parte dispone que: ``Los subadquirentes no
pueden ampararse en su buena fe y título oneroso si el acto se ha realizado sin
intervención del titular del derecho``, lo que reitera el artículo 2260, cabe inferir que
se aplica este precepto a los casos de ``desprendimiento voluntario``, esto es, casos
en lo que el propietario de la cosa intervino, aun cuando su voluntad haya estado
viciada o haya mediado alguna irregularidad. Si el titular del derecho real ni siquiera
participó, el acto le sería inoponible y quedaría fuera de este sistema. Es que, si no
participó, se entra en la hipótesis de hurto o robo, que el art. 1895 deja afuera. Lo
mismo cabe decir si la cosa fue perdida, ya que no hubo desprendimiento voluntario
del titular.
El siguiente ejemplo es esclarecedor: A, dueño de un libro, se lo presta a B. B, en
lugar de devolverlo, se lo vende a C, quien ignora que el libro era de A y estaba
convencido de adquirir correctamente. Planteado el conflicto entre A y C, el código
protege al segundo, para garantizar la seguridad dinámica. En efecto, la norma
analizada sólo es aplicable cuando el propietario de la cosa mueble voluntariamente
la entrega a quien, traicionando su confianza y comportándose como si fuera su
dueño, la transmite; ello, en virtud de la apariencia que se crea por estar en contacto
con la cosa.
Es claro que el verdadero propietario podría intentar una acción de carácter
personal ex contractu contra aquél a quien a quien le confió la tenencia de la cosa
mueble. Pero cuando ésta es transmitida por quien estaba obligado a restituir
(abuso de confianza) a un tercero de buena fe, se plantea un conflicto entre dos
intereses incompatibles entre sí, y, en principio, tan dignos de protección el uno
como el otro. Frente a esta coyuntura, la ley se ve obligada a tomar una difícil
decisión: optar por el verdadero propietario, respetando a todo evento su dominio, o
tomar partido en favor del tercero de buena fe, atribuyéndole la propiedad de la cosa
mueble y sacrificar así el derecho del anterior propietario. El sistema romanista
protege al verdadero propietario en tanto no se haya operado la usucapión en favor
del actual poseedor. En cambio, para el supuesto de desprendimiento voluntario, el
código sigue el sistema francés, optando por favorecer la situación del tercero
adquirente de buena fe.
La adquisición de la propiedad por el tercero implica la perdida simultanea del
dominio por el anterior dueño, quien tendrá contra aquel a quien había confiado la
cosa, las acciones civiles correspondientes por haberla enajenado indebidamente.
El art. 1895 se hace cargo de la particular dificultad que en la vida real encuentra el
dueño para demostrar, documentación mediante, la adquisición de la cosa mueble,
de ahí que la posesión de buena fe hace adquirir la propiedad.
Lo que en realidad procura el art. 1895 es proteger a los subadquirentes, que
obtienen la cosa mueble de quien no tenía derecho a transmitirla, en tanto no haya
habido hurto, robo o perdida. Este art. No se limita a facilitar la prueba de la
propiedad, sino que apunta a la protección de terceros adquirentes, cabe aclarar
que, para repeler la acción reivindicatoria es necesario que el tercero, además de
poseer de buena fe, haya adquirido a título oneroso.
En los supuestos de desprendimientos voluntarios, se sacrifica al anterior dueño por
su negligencia en el manejo de sus negocios: es culpable por haber confiado la cosa
mueble sin adoptar las medidas del caso para impedir que su representante la
enajene, ya sea porque, aun probando que le fue imposible adoptar tales medidas,
fue culpable en la elección de la persona a quien entregó la tenencia de dicha cosa
mueble. El propietario asumió los riesgos de su actitud, por lo cual debe cargar con
las consecuencias.
Se trata de una aplicación de la teoría de la ``apariencia``. Ha mediado una
transmisión de una cosa mueble hecha por un poseedor ilegitimo (abuso de
confianza) que, en apariencia, se comportó como si fuera el verdadero propietario
de la cosa frente al tercero adquirente. El derecho tutela esta situación emanada de
la apariencia, legitimando una situación de hecho, con el fin de asegurar la fluidez
en el intercambio de bienes. Se protege a la apariencia al servicio del tráfico,
ahorrando difíciles investigaciones sobre la titularidad de quien enajena,
especialmente cuando la cosa no es registrable.
La ley tiende a proteger la buena fe de los terceros hasta el punto de convertirlos en
dueños.
Esa situación de apariencia de legalidad debe ser respaldada en hechos,
situaciones o documentos, cuyo vicio no sea posible advertir con diligencia y
cuidado propios de un buen padre de familia. La conducta de quien resulto
perjudicado con la situación de aparente legalidad está respaldada por una buena fe
del particular, no simplemente presunta, sino probada, permanente y no transitoria,
paradigmática, sin sombra de mácula. Es esa buena fe la que permite que se cree el
derecho en donde normalmente no existía, y correlativamente, se extinga en quien
verdaderamente era su titular.
Naturaleza jurídica de la adquisición. Dice el art. 1895 que se trata de una
adquisición legal (atribución de propiedad ministerio legis), pues su enfática
redacción quiere significar con su firmeza el atribuir directamente por la norma, la
propiedad al poseedor. Es la ley -por razones de conveniencia económica y de
seguridad en las transacciones- la que hace que el adquirente de buena fe que se
encuentra en posesión de la cosa, adquiera la propiedad de ella y pueda repeler
cualquier acción de reivindicación del antiguo propietario, no obstante haberla
recibido de quien no era el dueño.
La adquisición que realiza el tercero no es derivada sino originaria, ya que no se
basa en el contrato que lo liga con el enajenante nom dominio sino en la voluntad de
la ley. Hay que aclarar que ningún vínculo jurídico existe entre el tercero y el anterior
dueño; por el contrario, el tercero adquiere contra o a pesar de la voluntad de dicho
dueño.
Requisitos.
El art. 1895 protege a quien adquiere cosas muebles de parte de quien no se
encuentra legitimado, por no ser propietario, o que siéndolo, no estaba legitimado
para transmitir válidamente la propiedad al estar su titulo subordinado a una acción
de nulidad, resolución, etc.. Así, por ejemplo, si una persona obtiene la propiedad de
una cosa mueble en virtud de un acto anulable (v. gr. Por vicio de error) la acción de
nulidad que intente el anterior dueño no puede afectar a un tercero adquirente de
buena fe.
Para que el tercero pueda invocar el principio que se desprende del art. 1895, deben
ser satisfechos ciertos requisitos:
a) Posesión. El tercero debe ser poseedor de la cosa mueble, los tenedores no
pueden prevalerse de este sistema. Del art. 1911 surge una presunción iuris tantum
de la existencia de la posesión, de manera que quien pretenda desconocer la
calidad de poseedor tendrá que probarlo.
Además, cabe aplicar el principio sentado por el art. 1895 a quienes hayan adquirido
la posesión por cualquiera de los modos previstos por el código, aun en los casos
de traditio brevi manu y de constituto posesorio.
b) Buena fe. Habrá buena fe cuando el poseedor, persuadido de la legitimada,
no haya sabido, después de una conducta diligente, que quien le transmitio la cosa
mueble no estaba legitimado para hacerlo. Debe mediar un error de hecho esencial
y excusable (art, 1918). Se requiere la buena fe en el momento de adquirir la
posesión (art. 1920). La mala fe sobreviniente no perjudica al adquirente ya que, de
lo contrario, se vería frustrada la finalidad de dar seguridad al comercio jurídico de
cosas muebles.
La buena fe también se presume (art. 1919), razón por la cual quien alegue la
existencia de la mala fe en el poseedor deberá que demostrarlo.
b.1) Buena fe y cosas muebles registrables. El art. 1895 dice: ``… no existe
buena fe sin inscripción a favor de quien la invoca. Tampoco existe buena fe aunque
haya inscripción a favor de quien la invoca, si el respectivo régimen especial prevé
la existencia de elementos identificatorios de la cosa registrable y éstos no son
coincidentes``.
El que adquiere una cosa mueble registrable sabe que debe inscribir en el Registro
su adquisición, ya que el error de derecho no es excusable. Por ende, no puede ser
considerado de buena fe.
Además, en ciertos casos debe el adquirente realizar determinadas
comprobaciones. Por ejemplo, en el caso de los automotores es necesario verificar
la numeración del motor, del chasis, etc. Si el sucesor adquiere a pesar de no
coincidir los datos, no puede invocar buena fe. Su conducta fue negligente, aun
cuando haya inscripto el título a su nombre.
c) Título oneroso. El art. 1895 exige, además de la posesión y la buena fe, el
título oneroso en cabeza del subadquirente, para escapar a la acción reivindicatoria
del anterior propietario.
Quienes sean poseedores de buena fe aun cuando hayan adquirido a título gratuito,
gozan de la atribución de propiedad que establece dicho precepto. Pero, a efectos
de poder repeler la acción reivindicatoria del anterior propietario, se requiere
también que haya mediado una adquisición a título oneroso. Es decir, que el
poseedor de buena fe, es propietario frente a todos, sea a título oneroso o gratuito,
pero en este último caso lo será frente a todos menos frente al propietario anterior,
porque si el verdadero dueño prueba que adquirió a título gratuito, no estará en
condiciones de repeler la acción real de aquel. La cosa tendría dos propietarios:
uno, el primitivo dueño, erga omnes; el otro, el poseedor de buena fe, frente a todos
menos respecto del anterior.
Se advierte que el código presume la adquisición a título oneroso, teniendo en
cuenta que la carga de la prueba recae sobre el verdadero propietario que
reivindica.
En cuanto al concepto de adquisición a título oneroso, el útil tener en cuenta la
pauta que surge del art. 967: ``Los contratos son a título oneroso cuando las
ventajas que procuran a una de las partes les son concedidas por una prestación
que ella ha hecho o se obliga a hacer a la otra. Son a título gratuito cuando
aseguran a uno o a otro de los contratantes alguna ventaja, independientemente de
toda prestación a su cargo``.
d) Cosa mueble no hurtada ni perdida (cabe incluir al robo), esto es, que el
propietario no se haya desprendido de ella voluntariamente, los terceros no gozan
de la propiedad y no pueden repeler la acción reivindicatoria -al menos, mientras no
se opere la prescripción adquisitiva- aun cuando sean de buena fe y a título
oneroso.
No puede imputársele culpa al propietario por haber perdido o haber sufrido el robo
de la cosa mueble, dado que él no intervino en la transmisión (v gr. No se la entregó
al ladrón), no ha mediado un desprendimiento voluntario sino forzoso. Cuando la
cosa ha sido hurtada es evidente que el propietario no deposito su confianza en
nadie, sino que fue desprendido ilegítimamente.
Cabe reputar como cosas perdidas a las que se extravían por caso fortuito o fuerza
mayor, y a las que se pierden por negligencia (v. gr. Envío a una dirección
equivocada).

Supuesto del art. 462 CCyC. Muebles del hogar conyugal o convivencial.
Establece el art. 462: ``Los actos de administración y disposición a título oneroso de
cosas muebles no registrables cuya tenencia ejerce individualmente uno de los
cónyuges, celebrados por éste con terceros de buena fe, son válidos, excepto que
se trate de los muebles indispensables del hogar o de los objetos destinados al uso
personal del otro cónyuge o al ejercicio de su trabajo o profesión.
En tales casos, el otro cónyuge puede demandar la nulidad dentro del plazo de
caducidad de seis meses de haber conocido el acto y no más allá de seis meses de
la extinción del régimen matrimonial``. En armonía, Dice el artículo 456: ``Actos que
requieren asentimiento. Ninguno de los cónyuges puede, sin el consentimiento del
otro, disponer de los derechos sobre la vivienda familiar, ni de los muebles
indispensables de ésta, ni transportarnos fuera de ella. El que no ha dado su a
sentimiento puede demandar la nulidad del acto o la restitución de los muebles
dentro del plazo de caducidad de seis meses de haberlo conocido, pero no más allá
de seis meses de la extinción del régimen matrimonial …``
Cómo se puede apreciar, el tercero adquirente de buena fe y a título oneroso no
puede oponerse al reclamo de uno de los cónyuges cuándo ``se trate de los
muebles indispensables del hogar o de los objetos destinados al uso personal del
otro cónyuge o al ejercicio de su trabajo o profesión``, que le transmitió el otro. La
acción tiene un plazo de caducidad.

También podría gustarte