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Cumbres de la historia de la

matemática
CUMBRES DE LA HISTORIA DE LA MATEMÁTICA

En el intento de exploracion por el hombre de su universo, la matemática


ha jugado un papel fundamental desde muy temprano. Poco a poco, la
especie humana ha ido enfrentándose con los diferentes niveles de
complejidad que, tanto el mundo a su alrededor como su mismo mundo
mental, le presenta. En muchas ocasiones, el dominio de tal complejidad
ha ido íntimamente unida con avances importantes de la matemática. En
estas pocas páginas analizaremos unos cuantos de estos momentos de la
historia de la matemática, profundamente influyentes en el desarrollo de
esta ciencia y, a través de ella, en la evolución misma de la civilización
humana.
MESOPOTAMIA

Desde el punto de vista matemático, el reto más cercano que tiene el


hombre consiste en dominar eficazmente la multiplicidad. El mundo
no es un caótico montón, sino que se presenta como una pluralidad
ordenable. La concepción del número es por eso, en el fondo, tan
antigua como el hombre, pero su tratamiento simbólico eficaz no fue
obtenido hasta que en Mesopotamia fue ideado el sistema de
numeración posicional que hoy seguimos utilizando en nuestra
cultura, después de haberse perdido su uso en Occidente durante
milenios. Cada cifra, 5, 1, 7 del número 5117 tiene un doble
significado: el propio de su símbolo y el de su posición dentro del
número representado (el primer y el segundo 1 de 5117 significan
algo distinto). La notación posicional de los mesopotamios, como la
nuestra actual, tiene dos cualidades que la convierten en un
instrumento ideal para la matemática, distinguiéndose en esto de
otros sistemas de numeración, también posicionales, como el
romano y el griego. En primer lugar, su simplicidad suma, que hace
muy transparente lo que el símbolo representa y además la
adecuación efectiva a las manipulaciones que con los números
conviene hacer. Sumas, restas, multiplicaciones... resultan una tarea
sencilla en el sistema mesopotámico y una verdadera pesadilla en el
de los romanos, por ejemplo.

Junto a la numeración posicional, los mesopotamios dispusieron para


sus cálculos de otro gran instrumento: la base sexagesimal de
numeración. Es posible que ésta, que toma como unidad básica de
clasificación el número 60, al igual que nuestro sistema decimal toma
el 10, apareciese en un intento de unificar las medidas en diversos
sistemas de numeración previos, tal vez en base 10 y en base 12. En
nuestra misma cultura, la influencia mesopotámica es todavía patente
en nuestra medición del tiempo y de los ángulos, tareas ambas en
que los astrónomos babilonios fueron expertos.

El gran hallazgo de los pueblos mesopotámicos para dominar el


número no pasó a la cultura occidental posterior a través de griegos
ni de romanos. Fueron los pueblos orientales, persas, indios, quienes
conservaron por muchos siglos este saber que sólo a través de la
dominación árabe llegó muy tardíamente al mundo occidental. Es
tentador especular sobre las causas de este fenómeno, pero parece
claro que, en general, los griegos clásicos y, en grado mucho mayor,
los romanos, se desinteresaron del trabajo de efectuar experimentos,
observaciones y mediciones exactas. No era éste el talante de su
espíritu.

EL ESPIRITU GRIEGO

La estela dejada en la historia de la humanidad por los griegos entre


los siglos VII a. de C. y II a. de C. representa, sin duda, la influencia
más profunda ejercida por un único pueblo; también en la historia de
la matemática. La irrupción del genio griego en la matemática trajo
consigo toda una colección de victorias intelectuales difícilmente
ponderadas en su justo grado. A la racionalidad típica del espíritu
griego debemos la convicción, nacida de la intuición pitagórica, "una
chispa divina", como afirmó Whitehead, de que el universo no es un
caos enmarañado, sino un cosmos ordenado, inteligible por la razón
humana, y precisamente del modo más eficaz por la razón
matematizante. Para Pitágoras, "todo es armonía y número", y en el
fondo, ésta es también la fe subyacente a nuestro mundo científico,
que aflora de forma explícita a lo largo de la historia de la ciencia en
personajes como Galileo, Kepler, Newton, Descartes...: la matemática
es el instrumento adecuado para estudiar la estructura del mundo
observable.

A lo largo de los cuatro siglos que median entre Tales de Mileto y


Pitágoras (VI a. de C.) y Euclides, Arquímedes y Apolonio (III a. de C.)
el espíritu griego fue enfrentándose con lo que constituye aún una
tarea inacabada. Ellos afrontaron con éxito la tarea de dar
consistencia racional rigurosa al pensamiento matemático,
convirtiéndolo en modelo para todo el pensamiento científico
posterior. El texto de los Elementos de Euclides constituye la obra
científica más influyente en todo el tra,nscurso de la historia de la
ciencia.
También los griegos acometieron por vez primera seriamente el
problema que proporciona una verdadera profundidad a la
matemática: la comprensión del infinito matemático y su correcta
utilización. Desde las paradojas de Zenón al teorema de Gödel en
nuestro siglo XX hay una línea de continuidad en la preocupación por
desentrañar los misterios del infinito matemático, siempre más
profundo.

La matemática griega se caracteriza muy especialmente por sus


logros en el dominio de la complejidad que presenta el espacio y la
forma. La geometría representa el intento de dar racionalidad
matemática a las relaciones espaciales, y es en ella donde los griegos
tuvieron ocasión de desarrollar el modelo de ciencia deductiva que se
impuso posteriormente. Los Elementos de Euclides han constituido el
paradigma científico hasta hoy. La profundidad y el ingenio
desplegados por los geómetras griegos, en especial por Arquímedes
y Apolonio, resultan una fuente inagotable. Arquímedes. por otra
parte, representa un punto singular en el mundo griego por razón de
la enorme amplitud de sus intereses y por la genialidad de sus
métodos sin precedentes. El, junto con Newton en el siglo XVII, y
Gauss, en el XIX, forma el grupo destacado de genios entre los
genios de la matemática.
UN LARGO INTERLUDIO

Tras el siglo III a. de C. comienza un largo período de relativo


estancamiento en el progreso de la matemática. Es difícil hacer
afirmaciones bien fundamentadas sobre las razones de este hecho.
La transición de la hegemonía griega a la romana contribuyó,
ciertamente, a ello. El espíritu romano no parece haber estado tan
predispuesto como el griego para la especulación científica ni
filosófica. Su gran obra intelectual fue el asentamiento del derecho.
Los bárbaros, que sucedieron a los romanos en el poder sobre el
occidente europeo, carecían en un principio del refinamiento
necesario para gustar de los placeres de la actividad intelectual. El
centro de gravedad de la matemática, como de la filosofía y las otras
ciencias, se trasladó al Oriente, donde floreció, con sus tintes y
sabores peculiares, en la India y Persia, conservándose allí gran parte
de las tradiciones y herencias de la Grecia clásica.

La expansión del imperio árabe propició el contacto de éstos con la


cultura griega. Pronto los árabes se hicieron familiares con los
tesoros intelectuales de los pueblos de Oriente y llegaron a
convertirse en el foco de irradiación de la cultura griega clásica. La
España de los siglos XI y XII, y más concretamente Toledo, con su
famosa escuela de traductores, fue el punto de enlace del occidente
europeo con la cultura griega. Fueron muchas las obras de los
griegos que llegaron a Occidente por tan tortuosos vericuetos.
Halley, en el siglo XVII, el famoso astrónomo contemporáneo de
Newton, tuvo la energía suficiente para aprender árabe con el fin de
traducir y editar en latín algunas de las obras de Apolonio que no han
llegado a nosotros más que en su versión árabe.

Sin embargo, la actividad matemática del Oriente durante estos


largos siglos que median entre la brillantez de Arquímedes y la de los
grandes genios del siglo XVII, no se redujo a un mero rumiar los
resultados de los griegos. Especialmente en astronomía y en
trigonometría plana y esférica se lograron importantes resultados.

Por otra parte, no se debe tampoco pensar que el papel de los árabes
durante estos siglos se restringió al de meros transmisores de la
cultura griega clásica. Ellos fueron quienes en el siglo IX comienzan
con las manipulaciones con símbolos, que condujeron a la invención
del álgebra, que llegó a un gran florecimiento de la Europa occidental
durante los siglos XV y XVI. La invención del álgebra fue
enormemente influyente en el desarrollo posterior de la matemática.
En sí misma el álgebra representa un paso analítico muy importante
en el dominio y uso racional del símbolo. Un paso casi comparable,
en influencia, con la sustitución de la representación analógica del
número (montones de piedrecillas, o bien muescas en una roca) por
su representación simbólica.

Pero, por otra parte, el maridaje del álgebra con la geometría que
Descartes llevó a cabo con la geometría analítica fue capaz de
resolver de forma sencilla y mecánica muchos problemas difíciles de
la geometría clásica, al tiempo que estimuló y preparó el camino para
la invención del cálculo infinitesimal. Pero estos desarrollos
corresponden a la obra de los grandes matemáticos del siglo XVII.

EL SIGLO DE LOS GENIOS


La acumulación de talento matemático en el siglo XVII parece
difícilmente repetible. Galileo, Kepler, Descartes, Fermat, Pascal,
Newton, Leibniz, Huygens... son los nombres más importantes que
llenan el siglo con genialidades matemáticas en cuya estela estamos
todavía navegando.

Una renovación de la visión pitagórica del papel de la matemática en


la exploración del mundo, ahora con unas herramientas mucho más
potentes a su disposición, es la que guía esta eclosión de actividad
matemática. Como Galileo afirmaba, el libro de la naturaleza está
escrito en lenguaje matemático  y a ese lenguaje hay que acudir para
eliminar sus inisterios.
El enigma al que este espíritu fue aplicado con más éxito fue el de la
exploración cuantitativa del cambio y de las transformaciones que se
realizan en los fenómenos naturales, en primer lugar de la mecánica.
El camino ya estaba preparado, por una parte, por la existencia de
instrumentos de medida, del tiempo y de otras magnitudes, cada vez
más perfeccionados, y por otra, mediante el alumbramiento del
incipiente concepto de función, ya de alguna forma presente en los
conceptos de la geometría analítica. De esta conjunción de
circustancias nació el cálculo, la creación matemática más influyente
en el desarrollo de las diferentes ciencias. Primero en forma
incipiente, por obra de Newton y Leibniz, pero ya desde el principio
quedando bien presente la incomparable potencia de este
instrumento que ha revolucionado la ciencia y tecnología posteriores.

También en este período comienza, con Fermat y Pascal, el


enfrentamiento propiamente matemático con otro de los aspectos de
la complejidad del mundo a nuestro alrededor: la complejidad
ocasionada por lo que llamamos el azar. La teoría de la probabilidad
nace, como tantos otros aspectos de la matemática, en son de juego,
y con el tiempo pasa a convertirse en uno de sus campos importantes
y rigurosos, con consecuencias prácticas muy importantes.
En lo que respecta a otros aspectos más puramente matemáticos de
este período se puede resaltar el trabajo realizado por Fermat en
teoría de números, quien al margen de una obra del griego Diofanto,
recientemente editada en latín, señaló resultados y problemas que
dejaron trazadas las líneas de trabajo hasta los tiempos actuales.

Un aspecto interesante de algunos de los matemáticos más


eminentes de este siglo, Descartes, Pascal, Leibniz, es el de la
amplitud de su interés intelectual. Descartes y Leibniz son personajes
tan importantes o más en el desarrollo de la filosofia como en el de
la matemática. Pascal figura con sus Pensamientos como un
importante jalón en la literatura religioso-teológica. Newton, por su
parte, también participó en privado de este interés profundo de las
especulaciones filosófico-teológicas, pero no quiso dar a conocer
nada de ello a sus contemporáneos. La interacción entre matemática
y filosofía, que se refleja en la obra de Descartes y Leibniz, marcó el
rumbo de la filosofta por un período bien dilatado.

EL SIGLO XVIII

La característica más acusada del siglo XVIII es la explotación de los


nuevos métodos del análisis creados en el siglo anterior a fin de
obtener un dominio matemático pleno de diversos campos de la
fisica. El cálculo infinitesimal, que aún no se había logrado establecer
de un modo riguroroso, demostraba ser tan útil en sus aplicaciones
que los matemáticos ahogaron sus escrúpulos con una confianza
basada en su propio éxito. Como decía D’Alembert: "Id adelante y la
fe os llegará".

Los diversos miembros de la familia Bernoulli, Euler, l ’Hôpital...


competían con su entusiasmo por aplicar la potencia del análisis a la
fisica. Más tarde, Lagrange, Laplace, se sucedieron con grandes
tratados que constituyeron las obras clásicas de la fisica matemática.
La sistematización del análisis fue obra de Euler: el matemático más
prolífico de todos los tiempos, a la vez que el dotado de mayor
talento expositor. SusInstitutiones calculi dillerentialis y las
Institutiones calculi integralis tuvieron tal influencia, que la
dedicación al análisis de los matemáticos del siglo eclipsó la
ocupación a cualquier otra rama de la matemática.
La segunda mitad del siglo XVIII y el comienzo del XIX constituyeron
la época de mayor esplendor de la matemática francesa. Los
matemáticos franceses de fin del XVIII se ocuparon activamente en
revitalizar la geometría con creaciones como la geometría diferencial,
la descriptiva y la proyectiva, que constituyeron campos nuevos de
gran influencia en el desarrollo geométrico posterior:

EL SIGLO XIX

La nota más característica de la actividad matemática del siglo XIX es


la de asentamiento, el intento de fundamentación, rigurosa de
muchos de los logros conseguidos durante los dos siglos
precedentes. En este período se obtiene un nivel de rigor que
empalma con el espíritu que animaba en este respecto a los griegos
cláxo,. Euclides, Arquímedes, Apolonio. El iniciador de esta empresa
es Cauchy, a través de sus cursos en París, que fueron publicados en
los años 20.

Naturalmente que la actividad expansiva, en especial del análisis


matemático, continúa incansablemente. Una de las obras cumbres de
la matemática aplicada se produce en 1821, por Fourier: la Teoría
analítica del calor, que por una parte proporcionaba una
transcendental herramienta nueva a las matemáticas ocupadas en las
aplicaciones, mientras que por otra proporcionaba un sinfin de
problemas profundos a los analistas matemáticos, lo que constituyó
un fuerte estímulo hacia una fundamentación seria del análisis.
Relacionado con el intento de profundización en los fundamentos de
la matemática que se ha mencionado antes, está el hallazgo de las
geometrías no euclídeas, en la primera mitad del siglo, por
Lobachevsky, Bolyai y Gauss. La sorpresa de los matemáticos ante
construcciones geométricas que contradecían a la euclídea y que eran
tan consistentes como ella desde el punto de vista lógico fue un
punto de partida muy importante para tratar de repensar y entender
mejor los fundamentos epistemológicos de la matemática.

El centro del mundo matemático se traslada a Alemania, y ello es


debido al peso científico de Gauss, el Príncipe de los matemáticos,
indiscutiblemente el talento más profundo y más completo del siglo
XIX y posiblemente de toda la historia de las matemáticas. Las
aportaciones de Gauss cubren todo el espectro de la matemática
básica contemporánea, teoría de los números, análisis, geometría,
álgebra, con obras en cada campo que por sí solas hubieran bastado
para hacer de él la figura dominante. Tal es, por ejemplo, el
tratado  Disquisitiones arithmeticae, publicado en 1801, contando
Gauss 24 años de edad. Porque, además, Gauss tuvo capacidad
sobrante para dedicarse a casi todas las ramas de las matemáticás
aplicadas y dejar en ella su impronta.
Sucesores y seguidores de Gauss fueron Dirichlet, Riemann,
Weierstrass y toda una escuela floreciente que contribuyó muy
eficazmente a la fundamentación sólida del análisis y de otras ramas
de la matemática.

Al final del siglo XIX y comienzos del XX la preocupación por los


fundamentos desemboca en el desarrollo de la teoría de conjuntos,
por Cantor, y de la lógica matemática. La naturaleza epistemológica
de la matemática fue analizada con sumo interés, con la intención de
encontrar por fin una fundamentación sobre la que hacer descansar
todo el edificio matemático.

Los matemáticos más importantes a caballo entre un siglo y otro son,


sin duda, Poincaré y Hilbert, quienes se pueden contar como los
últimos matemáticos verdaderamente universales que han poseído
un dominio pleno de la mayor parte de la matemática
contemporánea.

DOS ASPECTOS IMPORTANTES DE LA MATEMÁTICA DEL SIGLO XX

El progreso de la matemática en el siglo XX es tan espectacular en


extensión y profundidad que se ha llegado a afirmar que las
creaciones matemáticas en sólo este período vienen a superar con
mucho toda la producción realizada antes del siglo XX. Esto hace que
una descripción somera de la matemática de este siglo sea una tarea
imposible. Pero hay varios desarrollos que probablemente dejarán
marcado muy fundamentalmente el sendero de la matemática en el
futuro.

Desde el punto de vista de la comprensión del sentido profundo del


quehacer matemático, el teorema de Gödel es el gran resultado del
siglo. A partir de él la matemática se entiende como una actividad
humana distinta de lo que antes se pensaba ser, tal vez más
modesta, pero considerablemente más profunda y reveladora de lo
que es la mente humana, creadora del edificio matemático.

Desde un punto de vista más técnico y más práctico, el desarrollo


más espectacular de la matemática del siglo XX ha sido el originado
por la irrupción intensa del ordenador en la matemática misma, en
todas las otras ciencias y en nuestra cultura en general. Incluso los
mismos métodos de trabajo de los matemáticos están empezando a
cambiar debido a las múltiples posibilidades de experimentación y
modelización de estructuras complejas que el ordenador, y sobre
todo el microordenador, más flexible y autónomo, ofrece. Éste ha
resultado ser un magnífico instrumento para estudiar formas de
complejidad que hasta ahora resultaban inabordables. Las modernas
teorías alrededor del caos matemático, que algunos señalan como
una verdadera revolución científica, provocando cambios profundos
en los esquemas de pensamiento hasta ahora aceptados, serian
impensables sin la presencia eficaz del ordenador, con su capacidad
de cálculo rápido, de compresión del tiempo, de modelización fiel, de
representación gráfica... Se puede pensar con razón, que las
transformaciones que el ordenador ha traído consigo en la
matemática y en todas las ciencias no constituyen sino el comienzo
de una nueva etapa.

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