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LA JORNADA
19 de Febrero de 2016
Raúl Zibechi
Pero lo realmente novedoso son los amplios apoyos de masas que consiguen.
Como se ha dicho, nunca antes la derecha argentina había llegado a la Casa
Rosada por la vía electoral. Esta novedad merece alguna explicación que no se
puede agotar en este breve espacio. Tampoco parece adecuado atribuir todos
los avances de la derecha a los medios. ¿Qué razones hay para sostener que
los votantes de la derecha son manipulados y los de la izquierda son votos
conscientes y lúcidos?
Hay dos cuestiones que sería necesario desbrozar antes de entrarle a un
análisis más amplio. La primera son los modos de hacer, el autoritarismo casi
sin freno ni argumento. La segunda, las razones del apoyo de masas, que
incluye no sólo a las clases medias, sino también a una parte de los sectores
populares.
La comparación con los modos del Estado Islámico suena exagerada, pero
tiene un punto de contacto con la realidad: las nuevas derechas llegan
arrasando, llevándose por delante todo aquello que se interpone en su camino,
desde los derechos adquiridos por los trabajadores hasta las reglas de juego
institucionales. Para ellos, ser democráticos es apenas contar las papeletas en
las urnas cada cuatro o cinco años.
Las clases medias son muy diferentes a las de los años 60. Ya no se
referencian en las camadas de profesionales que se formaron en universidades
estatales, que leían libros y seguían estudiando cuando finalizaban sus
carreras; aspiraban a trabajar por sueldos medianos en reparticiones estatales y
se socializaban en los espacios públicos donde confluían con los sectores
populares. Las nuevas clases medias se referencian en los más ricos, aspiran a
vivir en barrios privados, lejos de las clases populares y del entramado urbano,
son profundamente consumistas y recelan del pensamiento libre.
Si una década atrás parte de esas clases medias golpearon cacerolas contra el
“corralito” del ministro de Economía, Domingo Cavallo, y en ocasiones
confluyeron con los desocupados (“piquete y cacerola, la lucha es una sola”,
era el lema de 2001), ahora sólo les preocupa la propiedad y la seguridad, y
creen que la libertad consiste en comprar dólares y vacacionar en hoteles de
cinco estrellas.
Estas clases medias (y una parte de los sectores populares) están modeladas
culturalmente por el extractivismo: por los valores consumistas que promueve
el capital financiero, tan alejados de los valores del trabajo y el esfuerzo que
promovía la sociedad industrial hace apenas cuatro décadas.