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El Estado, las respuestas públicas y el día después de la pandemia

Daniel Chávez1

La cobertura mediática internacional y la mayoría de los análisis académicos se han


centrado hasta ahora en la magnitud de la pandemia del COVID-19 en las sociedades
ricas del norte, en particular en los países europeos. Las referencias a la realidad
europea, sin embargo, ocultan profundas diferencias en cómo la crisis está afectando a
diversos países y sectores sociales. Este artículo analiza las respuestas del sector público
en el contexto europeo (con énfasis en la dimensión socio-económica) y sugiere algunas
“lecciones” que podrían ser relevantes o de utilidad para América Latina y otras regiones
del mundo.

Lección 1 – Proteger a la población trabajadora y vulnerable

Un principio rector de la economía de libre mercado es la privatización de las ganancias y


la socialización de las pérdidas. Sin embargo, en el marco de la actual pandemia, incluso
los libertarios más fundamentalistas están exigiendo regulaciones del mercado más
estrictas y un papel más activo para el Estado. En la mayoría de los países del mundo
(con la probable excepción de Corea del Norte, y solo hasta cierto punto), la economía
nacional se estructura básicamente en torno a tres componentes: consumo de los
hogares, gasto público e inversión del sector privado. En tiempos “normales”, los gastos
de los hogares y las inversiones privadas aseguran el crecimiento económico, pero en
tiempos de crisis –más allá de su origen– incluso los defensores más fervientes de la
libertad mercantil exigen que el sector público los proteja.

Esta lógica se tornó evidente durante la crisis financiera global de la década pasada: en
todo el mundo, y en particular en los países ricos del norte, durante la gran recesión de
los años 2007 y 2008 el Estado intervino para rescatar al sector financiero y a otros
sectores que se estaban hundiendo. En algunos países, el gobierno desembolsó
directamente dinero en los hogares y aumentó las inversiones públicas para compensar la
reducción de las actividades del sector privado en áreas cruciales de la economía. Aun
así, para muchos gobiernos la prioridad fue rescatar a los bancos. Según datos
recopilados por investigadores del Fondo Monetario Internacional (FMI), en el período
2007–2017 y en 37 países, el apoyo público directo a las instituciones financieras
ascendió a 1.6 millones de millones de dólares (¡3.5 millones de millones si se incluyen
las garantías!). ¿Pero cuántos recursos se destinaron a proteger a la población
trabajadora y a los hogares de bajos ingresos?

Una diferencia crucial entre la crisis generada por la pandemia y las crisis anteriores es el
hecho de que ahora los problemas no tienen una base económica. En este contexto, los
subsidios temporales a las personas que siguen ocupadas, como los previstos en los
planes elaborados por los gobiernos de varios países industrializados (por ejemplo en el
proyecto de ley actualmente en discusión en el Senado estadounidense, que incluye
transferencias financieras de hasta 1200 dólares para la mayoría de la población adulta),
no serían muy efectivos. La gente no va a dejar de hacer compras debido a la falta de
dinero, sino porque las medidas de distanciamiento social y cuarentena le impedirá salir,
sin que la expansión del comercio electrónico compense la baja de la actividad comercial
tradicional. El soporte económico a las personas que necesiten ser apoyadas sigue
siendo sumamente importante, pero el apoyo monetario debe reorientarse hacia quienes
estén perdiendo sus empleos y no, o al menos no principalmente, hacia quienes tienen
trabajo asegurado a largo plazo.

La población trabajadora en mayor riesgo de quedar desempleada también debería recibir


apoyo. Un supuesto básico de las medidas que se están aplicando para contener la
pandemia es que en todos los sectores en los que trabajar desde casa sea posible, la
gente va a continuar cumpliendo sus tareas y responsabilidades regulares como de
costumbre. Pero la inseguridad laboral se está extendiendo tan rápido como el virus y el
presentismo –resultante de presiones patronales o incentivos económicos para que las
personas acudan a su trabajo incluso cuando estén enfermas– se está convirtiendo en
otro problema difícil de contener. Es vital entonces que quienes estén ocupados en
sectores esenciales, en los que trabajar desde casa no sea viable, no sufran contagios o
propaguen el virus, con nuevas medidas que garanticen la estabilidad del empleo o del
ingreso, amenazados por la pandemia. Incluso el gobierno británico, conservador y muy
cercano al sector empresarial, ha decidido que el Estado va a otorgar subvenciones
equivalentes hasta un monto equivalente al 80% del salario si las empresas no reducen la
nómina durante la recesión provocada por la pandemia. Dichos pagos tendrán un valor
máximo de 2500 libras por mes (2800 dólares), justo por encima del ingreso medio.

En Europa, el virus ha encontrado un terreno fértil para su rápida difusión en amplios


sectores de la población gravemente afectados por las políticas de austeridad de los años
precedentes. Las medidas puestas en marcha por la Comisión Europea (CE), el Banco
Central Europeo (BCE), el FMI y los gobiernos conservadores, ha expandido el estrato
social del precariado, altamente vulnerable al COVID-19 y amenazas similares. El nuevo
precariado europeo incluye a millones de personas sin hogar y beneficiarios de los
programas públicos o de las ONG de ayuda alimentaria. Una encuesta publicada el año
pasado por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) evidenció que solo un
tercio de la población alemana y una cuarta parte de la italiana y la francesa tenían dinero
sobrante al final de cada mes para gastos discrecionales. Al mismo tiempo, los contratos
de empleo a tiempo parcial o de “cero horas” se han expandido enormemente, socavando
la economía de millones de hogares.

En palabras de una investigadora británica, “los millones de trabajadores atrapados en la


pobreza tienen más probabilidades de tener trabajos inseguros, con menos derechos y
beneficios laborales y con menos ahorros que les permitan cubrir costos imprevistos o
brechas temporales en sus ingresos”. Por lo tanto, es crucial que los gobiernos tomen
todas las medidas posibles para reducir tanto la presión financiera como el aumento de la
ansiedad ante la creciente inseguridad laboral causada por la pandemia. Algunas medidas
posibles para proteger a estos trabajadores serían: (a) la introducción de programas de
garantía del empleo, que asegurarían recursos para cubrir las necesidades básicas en
caso de desempleo o reducción del ingreso, dando cobertura a la población afectada por
el cierre de fábricas como consecuencia de la caída de la producción durante la crisis
sanitaria, empleados en el sector del comercio minorista, trabajadores independientes,
artistas y propietarios de pequeñas empresas; y (b) reestructurar el empleo esporádico en
la llamada gig economy con la introducción de nuevas medidas que obliguen a los
empleadores a otorgar beneficios de licencia remunerada en caso de enfermedad y a
tratar a todos los trabajadores como empleados en planilla y no como contratistas
independientes.

Como otros investigadores ya lo han explicado, en el contexto de una pandemia “la


economía real necesita ayudas en forma de condonación de deudas, obras públicas
ecológicamente sustentables, educación superior gratuita y socialización de la atención
médica”. En los últimos días, varios gobiernos europeos han tomado medidas concretas
en este sentido. Entre otras, a modo de ejemplo y con referencias a unos pocos países.

 Bélgica: Más de un millón de trabajadores ya han sido colocados en desempleo


temporal. Durante el primer mes, los trabajadores despedidos recibirán un anticipo
de 1450 euros (1572 dólares), mientras se procesan sus expedientes. El gobierno
regional de Flandes apoyará a los trabajadores en paro temporal con el pago de
sus facturas de energía.
 Dinamarca: El gobierno ofrecerá ayuda financiera a trabajadores autónomos y
estudiantes, así como una compensación por gastos fijos como el alquiler y un
acceso más fácil a préstamos garantizados por el Estado.
 Croacia: El gobierno controlará y limitará los precios de mercado de 28 artículos
de consumo familiar básico, que incluyen harina, huevos, azúcar, aceite de cocina,
carne, pescado, medicamentos y productos sanitarios.
 Francia: Se suspende el pago de impuestos, cotizaciones sociales y facturas de
agua, electricidad, gas y alquiler.
 Italia: Con retroactividad al 23 de febrero, una moratoria de 60 días protegerá a los
trabajadores de despidos por razones objetivas, evitando que las empresas
recorten la planilla con la excusa de razones económicas. También se otorgará un
bono de 600 euros a quienes hayan perdido su trabajo por la pandemia y, durante
un periodo de dos meses, se ampliarán de tres a quince días al mes las licencias
laborales para personas con discapacidad y responsables del cuidado de
familiares dependientes. Asimismo, las madres y los padres con hijos de hasta 12
años podrán solicitar una licencia parental de hasta 15 días con una
compensación equivalente al 50% del salario.
 Portugal: Las madres y los padres que necesiten permanecer en casa para cuidar
de los niños durante el cierre de las escuelas tendrán garantizado el pago del 66%
de su salario.
 España: Las hipotecas y las facturas de electricidad y agua de personas sin un
ingreso regular estarán sujetas a una moratoria. Los empleados temporalmente
fuera del trabajo cobrarán el seguro de desempleo sin que se compute el tiempo
de la prestación. Las y los trabajadores por cuenta propia dejarán de pagar
impuestos si sus ingresos se reducen durante la pandemia. Un fondo específico de
contingencia cubrirá las necesidades de personas mayores, sin techo y en
residencias de mayores y dependientes. También se flexibilizarán las normas de
gasto público para que los gobiernos locales puedan usar su superávit si lo
invierten en programas sociales.

Por otra parte, si bien todas las ocupaciones son importantes en tiempos de crisis, en el
marco particular de esta pandemia en Europa hemos revalorizado la imperiosa necesidad
del servicio público. Las y los trabajadores de la salud pública –en todas las áreas:
medicina, enfermería, limpieza, etcétera– literalmente están dejando su vida atendiendo a
la población enferma, pero hay otros sectores –por ejemplo la policía, los bomberos, el
profesorado y el magisterio– que también están trabajando en condiciones
extraordinarias. Un nuevo ritual social en las ciudades europeas es el aplauso a las y los
trabajadores de la salud al atardecer, pero el funcionariado público no solo necesita
aplausos, sino también la reversión de los recortes presupuestarios que dificultan el
trabajo en hospitales, escuelas y otros servicios esenciales.

Lección 2 – Invertir en infraestructura pública para enfrentar la próxima epidemia

La rápida difusión mundial del COVID-19 no fue una sorpresa para muchos epidemiólogos
y otros especialistas en salud pública que venían advirtiendo desde hace varios años
sobre los riesgos de una pandemia. Si los países europeos hubieran invertido en las
capacidades físicas y sociales necesarias para enfrentar crisis de este tipo, la región
habría estado mucho mejor preparada para controlar la transmisión del virus.

Algunos de los países europeos más afectados son precisamente aquellos que habían
sufrido los peores recortes en el presupuesto público en el contexto de las medidas de
austeridad aplicadas en la zona europea durante la serie de crisis financieras de la
década pasada. La situación actual del sistema de salud italiano es un claro ejemplo de lo
que un equipo de investigadores ha caracterizado como “muerte por austeridad”. Incluso
los países que habían desarrollado estructuras de salud pública fuertes y muy admiradas,
como el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS), están siendo abrumados por
el actual aluvión de enfermos. Primero en Italia, y ahora rápidamente en España y Gran
Bretaña, los centros de salud están comenzando a colapsar bajo la afluencia masiva de
pacientes. Después de una década de austeridad impuesta por gobiernos conservadores,
el NHS tiene hoy un número de camas de hospitales, profesionales médicos y de
enfermería per cápita inferior al promedio de los países industrializados y –como ya está
sucediendo en Italia– los médicos intensivistas británicos están siendo forzados a tomar la
dura decisión de quién vive y quién muere.

Pero la austeridad también ha afectado a los países europeos por otras vías que
disminuyen aún más las capacidades de lucha contra la pandemia. En muchos países de
la región, las autoridades municipales y regionales han sufrido recortes brutales de sus
presupuestos que han socavado las posibilidades de respuesta de los servicios de policía,
bomberos y ambulancias. Y a pesar de que los gobiernos de derecha han “secuestrado”
parte del discurso y algunas propuestas y demandas de los partidos políticos progresistas
y los movimientos sociales de Europa, las medidas recientes anunciadas a lo largo y
ancho de la región están lejos de suplir la terrible erosión de los servicios sociales y de la
infraestructura de salud pública causada por los recortes presupuestarios de la última
década.

Lección 3 – Eliminar la obsesión con el déficit público, el nivel de deuda y la caída


del PIB
Mucho antes de la erupción de la pandemia, varios economistas y analistas de negocios
en Europa y en otras regiones del mundo habían expresado serias preocupaciones sobre
la inminencia de una nueva crisis económica y financiera global, ya muy visible en las
caídas de la productividad y los ingresos fiscales de varios países en meses precedentes.
Pero los impactos del COVID-19 en la salud de la gente y de la economía han sido tan
drásticos y abruptos que la mayoría de las predicciones a mediano plazo están pasando a
ser rápidamente obsoletas. La directora del FMI ha vaticinado que la recesión mundial
provocada por la pandemia será tan mala o incluso peor que la crisis financiera del año
2008.

Las medidas de distanciamiento físico, aislamiento y cuarentena adoptadas por los


gobiernos europeos para contener la pandemia implican un enorme colapso de la
demanda de una inmensa variedad de productos y servicios, con la excepción de una lista
cada vez más reducida de suministros esenciales. Esta tendencia, en la región y en el
mundo, conduce a lo que los economistas llaman un “shock de la oferta”, es decir, el
cierre de fábricas o producción a capacidad reducida. Al mismo tiempo, hay un “shock de
la demanda”, ya que los gastos del consumo caen en picada.

Incluso economistas muy ortodoxos y políticos conservadores están comenzando a


reconocer que esta es una emergencia sin precedentes que exige respuestas coherentes
y sensatas, y abandonar la obsesión habitual con el déficit público, el margen de
ganancia, el nivel de deuda y el crecimiento del PIB. La crisis financiera de los años 2007
y 2008 fue terrible tanto en términos económicos como sociales, pero los efectos de la
pandemia en la producción, los medios de vida y los empleos podrían ser inmensamente
peores. Como dijo el jefe de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR) del
Reino Unido: “este no es el momento de ser puntillosos en torno a las preocupaciones
habituales sobre la deuda del sector público, ya que estamos es una situación típica de
épocas de guerra”. El Primer Ministro español incluso ha pedido que la Unión Europea
implemente un “Plan Marshall” (como el ejecutado después de la Segunda Guerra
Mundial) para combatir la propagación del virus y sus consecuencias sociales.

En el contexto de la pandemia, incluso la jerga de los economistas parece inapropiada. El


término “recesión” generalmente alude a una disminución en la producción y el empleo,
pero hoy la principal preocupación no debería ser la salud de “la economía” (al menos
como la entienden los economistas ortodoxos) sino la salud y la vida de las personas.
Esta perspectiva implica desafiar el discurso (y las acciones) de los economistas, las
agencias de calificación crediticia y los funcionarios gubernamentales encaprichados con
la contención de la deuda o el déficit fiscal. ¿Qué valor tiene una calificación AAA para un
gobierno nacional cuando los médicos en las unidades de cuidados intensivos deben
decidir quién recibe un ventilador, quién vive y quién muere?

Quizás este sea también el momento perfecto para tener una conversación seria sobre el
significado real del “decrecimiento”, o más específicamente de un “decrecimiento
planificado”, pensando en la posibilidad de que los gobiernos faciliten una transición que
no sea perjudicial para el clima y la gente en lugar de implementar programas masivos de
“estímulo” que en última instancia están dirigidos a asegurar ganancias para las grandes
corporaciones transnacionales. Proponer un rol más activo del Estado no debe
confundirse con reformas impositivas como las propuestas por megamillonarios como Bill
Gates, ni con las recetas keynesianas tradicionales para enfrentar la recesión basadas en
transferencias de dinero para alentar el consumo o grandes proyectos de infraestructura
pública para “reactivar la economía”. Los intentos de revitalización de la actividad
comercial en el momento actual podrían empeorar la propagación del virus, y en
contextos de aislamiento físico y cuarentenas forzadas fomentar el consumo sería de
dudosa eficacia para dinamizar la economía.

Lección 4 – La recuperación de la propiedad y la gestión pública es una gran idea

Los requerimientos al Estado para que intervenga de forma activa y con más fuerza son
cada vez más intensos y perentorios, ya que los impactos económicos, sociales y políticos
de la pandemia cada día que pasa se tornan más dramáticos, al ser ya peores que todo lo
sufrido desde la última gran crisis mundial de la última década. No es sorprendente que
los gobiernos europeos hayan estado dispuestos a acudir tan rápido al rescate del sector
privado: en el Reino Unido, el gobierno anunció un paquete de préstamos y donaciones
de 350.000 millones de libras (403.000 millones de dólares) para ayudar a las empresas
británicas durante la pandemia. En Francia, la tesorería del Estado desembolsará 300.000
millones de euros (325.000 millones de dólares) a empresas privadas para evitar
quiebras. Medidas similares han sido implementadas por otros gobiernos europeos. Pero
al mismo tiempo, los llamados a la recuperación de lo público también se han acentuado.

A mediados de marzo, la noticia de que el gobierno español había “nacionalizado” todos


los hospitales y centros de salud del país fue titular de primera página en los diarios de
toda Europa. La cobertura mediática era un tanto exagerada, ya que no hubo un cambio
en la propiedad y en realidad la medida se limitaba a poner a todos los proveedores de
salud privados bajo control gubernamental. Aun así, la decisión española prefigura
medidas más radicales que muy probablemente serán tomadas a corto plazo por otros
gobiernos.

El cambio hacia un mayor control público podía esperarse del gobierno español,
compuesto por una coalición de centroizquierda entre socialdemócratas (Partido
Socialista, PSOE) y la nueva izquierda (Unidas Podemos, UP). Pero incluso el muy
conservador gobierno británico ha anunciado su voluntad de avanzar en esa dirección. El
Ministro de Transporte anunció que las aerolíneas, las empresas ferroviarias y las
compañías de autobuses podrían ser nacionalizadas en el marco de la pandemia, pero
también dejó en claro que el objetivo de la medida era proteger al sector privado y
garantizó un retorno a la propiedad privada cuando la crisis acabe. Es pertinente recordar
que muchas de estas compañías habían sido privatizadas durante el apogeo neoliberal
del thatcherismo y que hoy el gobierno contaría con más apoyo popular si reclamara la
propiedad pública. Asimismo, la renacionalización tendría mucho sentido desde un punto
de vista puramente económico, de acuerdo con los cálculos de especialistas en este
campo.

El cambio, el discurso hegemónico sobre la propiedad estatal en Europa quedó reflejado


en un pasaje de una reciente nota editorial de The Guardian, uno de los más reputados
diarios de Inglaterra:

Hemos pasado a vivir en un mundo diferente, que requerirá disciplina para enfrentar
cuarentenas durante largos períodos de tiempo. En democracia, el confinamiento tendrá
que ser en gran medida autovigilado y sin recortar los derechos civiles. La gente ha
demostrado ser extraordinariamente resistente. Pero la fortaleza individual, la bondad
humana y la solidaridad local no pueden reemplazar el tremendo esfuerzo nacional que
será necesario. En última instancia, solo el Estado podrá garantizar la escala de acción
requerida para asegurar la vida, las necesidades y la seguridad a un nivel coherente con
el esfuerzo de toda la población. [Las itálicas son mías.]

Este también podría ser el momento apropiado para una verdadera nacionalización del
sector financiero, más allá de las medidas temporales y limitadas implementadas durante
la última crisis financiera mundial. Con sustento en una creciente masa crítica de
investigación empírica sobre los beneficios de la propiedad pública, activistas de varios
países europeos han propuesto la creación de bancos públicos. Una vez más, como ya
sucedió en la última gran crisis financiera, los bancos privados van a pedir ser rescatados
por el Estado, ya que pasarán a ser insolventes a menos que sus operaciones sean
garantizadas por el gobierno. Existe una muy amplia base de datos a partir de
experiencias de muy diversos lugares del mundo que demuestra que un sistema
financiero diferente y de propiedad y gestión pública que disminuya el poder de las
grandes corporaciones y esté al servicio de la gente y del planeta es de hecho factible.

Investigaciones recientes del Transnational Institute y entidades asociadas en distintos


países del norte y del sur, muestran que, en la última década, a nivel mundial, ha habido
más de 1400 casos de creación de nuevas empresas públicas o de retorno de empresas
privatizadas a la propiedad estatal (nacional, regional o local). Esta tendencia se ha
rastreado en 58 países. Los sindicatos y otras organizaciones populares a menudo han
liderado estos procesos, movilizados no solo por mejoras de sus condiciones de trabajo,
sino también ofreciendo su valiosos conocimientos prácticos y experiencia directa para la
mejora de la gestión de los servicios públicos.

Lección 5 – No olvidar la emergencia climática

A medida que la pandemia se extendía por todo el mundo, una de las pocas buenas
noticias ampliamente compartidas en las redes sociales ha sido el aparente impacto
positivo de la crisis en los indicadores ambientales. La caída de las actividades
económicas causada por las medidas para contener la expansión del COVID-19 estaría
causando notables mejoras, confirmadas por imágenes satelitales de la Agencia Espacial
Europea que muestran una marcada reducción de los niveles globales de dióxido de
nitrógeno en la atmósfera. Según un investigador británico, “en estos momentos estamos,
de forma no planificada por nadie, en un experimento global a una escala jamás vista […]
que nos permite apreciar posibles transformaciones futuras si transitamos a una
economía baja en carbono”. Los datos son realmente esperanzadores, pero no serán
suficientes para revertir la catástrofe climática si el orden económico mundial no se
transforma de forma radical una vez que pase la pandemia.

Por otro lado, todas las acciones destinadas a combatir la emergencia del clima nos
ayudarán a estar mejor preparados para la próxima pandemia. Las intervenciones
estatales serán esenciales para evitar un brote de un patógeno similar (o peor) al COVID-
19. Las agencias públicas deben liderar la investigación en ciencias de la salud y el medio
ambiente, no solo proporcionando recursos, sino asegurando que toda la investigación
financiada con fondos públicos esté disponible públicamente.

La defensa del equilibrio ambiental y la preparación para la próxima pandemia deben ir de


la mano. Por ejemplo, evitar la deforestación puede disminuir la pérdida de biodiversidad y
disminuir el riesgo de enfermedades infecciosas. La reciente epidemia de ébola en África
occidental ha sido relacionada con los murciélagos –probable vector del virus– y su nueva
cercanía a poblaciones humanas, después de que su hábitat natural en el bosque
desapareciera cuando se talaron los árboles para extender las plantaciones de palma y
producir aceite para exportar a los mercados asiáticos y europeos.

La única opción para detener o al menos frenar el cambio climático es una reducción
drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero resultante de la quema de
combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). Esto implica una transformación radical del
sistema energético, basada en la producción de electricidad de fuentes bajas en carbono
como el viento y el sol. La generación baja en carbono también disminuiría los
contaminantes del aire que causan o agravan las enfermedades cardiovasculares, la
obesidad, la diabetes y las muertes prematuras que ponen más presión en nuestros
sistemas de atención médica, como lo demostró la pandemia del COVID-19. Pero la
transición energética que el mundo necesita no será ofrecida por el sector privado, ya que
una vasta masa de evidencia empírica con datos de todo el mundo demuestra que el
enfoque para la expansión de las energías renovables centrado en el mercado ha fallado
y que la única vía factible es la opción pública. Es imprescindible revertir la creciente
privatización del sistema energético, como ya está sucediendo en varios lugares de
Europa.

Como sucedió durante la crisis financiera de hace una década, los gobiernos de los
países ricos del norte estarán prestos a intervenir para apuntalar el mercado y proteger a
sus corporaciones transnacionales. Los gobiernos europeos (y el estadounidense) ya han
anunciado medidas de rescate para aerolíneas, compañías petroleras y otras
corporaciones altamente contaminantes afectadas por la pandemia. Las alternativas a ese
tipo de rescates son muy concretas:

Ante este tipo de situaciones, cualquier intervención del gobierno deberá orientarse hacia
la urgente transición a una economía y un tipo de sociedad que no sean dependientes de
los combustibles fósiles. Las empresas a ser rescatadas o subvencionadas
(especialmente las compañías petroleras, las aerolíneas y los bancos que las financian)
deben someterse al control público en el marco de un plan de transición climática de
emergencia. Una vez bajo control público, estas empresas deberían ser liquidadas o
reconvertidas en el marco de una estrategia de política industrial ambientalmente
sustentable y superadora del modelo extractivista que conduce a la catástrofe climática.

Pero recuperar (o mantener) la propiedad pública no es suficiente. También es necesario


democratizar el sector público. Las experiencias europeas y latinoamericanas de las
empresas estatales demuestran las razones por las que el modelo pre-neoliberal de
propiedad pública no debe ser idealizado, ya que muchos de estas empresas eran o son
altamente jerárquicas y centralizadas, sin permitir a las y los usuarios y trabajadores
espacios de participación o incidencia real en la forma de gestión y provisión de sus
servicios.

Lección 6 – Confiar no solamente en el Estado: fortalecer “los comunes”

Un “efecto secundario” muy positivo y hermoso de la pandemia ha sido la proliferación de


redes de solidaridad. En Europa y en todas las otras regiones afectadas, en el contexto
del distanciamiento físico y las medidas de cuarentena aplicadas para controlar la
pandemia, las comunidades locales han desarrollado alternativas de ayuda mutua muy
creativas, a pesar de la erosión de los lazos sociales provocada por cuatro décadas de
políticas neoliberales.

Las redes de solidaridad autogestionadas están creciendo rápidamente en cobertura y en


escala como “estrategias de ayuda mutua horizontales y de base comunitaria que han
surgido espontáneamente para cooperar”, incluyendo la organización y producción de
“guías de recursos, seminarios web, canales de comunicación virtual, reuniones en línea,
clubes de préstamos, y otras formas de colaboración entre pares tanto en línea como
sobre el terreno”.

Estas iniciativas se enmarcan en el amplio y flexible marco conceptual de “los comunes”


(the commons) y la cooperación económica y social entre pares (peer-to-peer, P2P). En
esencia, estas ideas están referidas a la transición hacia un sistema que permita
responder a la creatividad y las necesidades sociales en base a alternativas viables a
sistemas estatales obsoletos y centralmente planificados y a economías de mercado
fallidas, lo que permitiría una evolución a una sociedad más igualitaria, más justa y
ambientalmente sostenible.

En particular, la urgencia de respuestas desde la ayuda mutua ante la incapacidad tanto


del mercado como del Estado para hacer frente a la crisis ha movilizado a la comunidad
de código abierto, uno de los colectivos sociales más dinámicos en la esfera de los
comunes. El país europeo más afectado por el COVID-19, Italia, ha sufrido una escasez
paralizante de equipos hospitalarios; en respuesta a la emergencia, “buenos samaritanos”
técnicamente competentes han utilizado sus impresoras 3D para producir válvulas para
respiradores de distribución gratuita.

Un investigador canadiense ha ofrecido un resumen altamente poético del poder de las


alternativas impulsadas por los comunes:

Mientras tanto, quienes se encuentran en cuarentena y semiaislados, están descubriendo


y utilizando herramientas digitales como formas de asistencia y apoyo a quienes sufren en
nuestras comunidades. Lentamente estamos recuperando los poderes de la vida en
común que creíamos perdidos, los que estaban escondidos a plena vista, nuestra
herencia secreta. Estamos aprendiendo nuevamente a convertirnos en una especie
cooperativa, desprendiendo la vieja piel claustrofóbica del homo oeconomicus. El orden
capitalista de la competencia, la desconfianza y ajetreo sin fin está inerte y nuestro
ingenio y compasión resurgen como los delfines que regresan a la laguna de Venecia o
las aves al cielo libre de smog. […] Cuando llegue la primavera, la lucha será para
preservar, mejorar, establecer nuevas redes y organizar el ingenio y la compasión para
exigir que no vuelva la vieja normalidad y resistir la imposición de una nueva normalidad.

Lección 7 – Preparémonos para tiempos muy duros y muchas pérdidas de vida

Pese a que el número de casos de infección registrados (hasta ahora) en América Latina
es muy inferior a la terrible cifra de contagiados y muertos en Europa, la región está en
alto riesgo de sufrir enormes pérdidas sociales y económicas, incluyendo muchas vidas
que se podrían salvar si los gobiernos y la sociedad reaccionan a tiempo. Pero la
velocidad y la escala de las reacciones en América Latina han sido mucho más lentas y
limitadas que en otras regiones del sur. En África, donde varios gobiernos no vacilaron e
impusieron de inmediato restricciones severas a la circulación de personas, “la reacción
contundente y oportuna no fue producto de la madurez política, sino el resultado de
experiencias amargas y la conciencia de que los sistemas de salud pública ya están
sobrecargados y no pueden soportar una nueva embestida”, en palabras de una
periodista africana. La epidemia de ébola de 2014 todavía está fresca en la mente de
quienes la padecieron en carne propia, recordándoles que la prevención, la contención y
una rápida reacción gubernamental ofrecen la única esperanza de evitar miles de
muertes.

Las observaciones sobre la previsible sobrecarga de los hospitales en África también son
pertinentes para América Latina. En comparación con Europa –donde los hospitales ya
están colapsando bajo el influjo repentino y enorme de pacientes con necesidad de
cuidados críticos–, en América Latina, con sistemas de salud más débiles y otros factores
significativos –mayor desnutrición y grandes aglomeraciones urbanas, que incluyen
decenas de megalópolis con más de cinco millones de habitantes y deficiente suministro
de agua y saneamiento–, la tasa de mortalidad podría ser mucho peor que en Europa. En
muchos lugares, la indicación básica de lavarse las manos no se puede aplicar debido a
la falta de agua corriente. Las precauciones que se han tomado en Europa para detener la
pandemia son imposibles de seguir para miles de residentes en las favelas de Rocinha,
Tabajaras y Providência de Rio de Janeiro, donde justo ahora se ha cortado el servicio de
agua, por ejemplo, como lo expresa una residente de una favela carioca, reflejando
preocupaciones similares en muchas otras partes de América Latina:

La cuarentena es muy selectiva. Quienes puedan permitirse el lujo de quedarse en casa


estarán bien. Pero quienes sobrevivimos con un ingreso diario tendremos que salir a la
calle pese a todo, porque tenemos que trabajar para ganar lo suficiente para comer. Si no
hay programas federales de apoyo público dirigidos directamente a los pobres, cuando el
virus llegue a las favelas las personas caerán enfermas como en un juego de dominó.

Y económicamente, la pandemia podría significar el comienzo de una recesión sin


precedentes en la región. América Latina logró salir de la crisis financiera mundial menos
afectada que otras regiones del mundo y durante algunos años –entre 2010 y 2015–
incluso disfrutó de una bonanza alimentada por la creciente demanda de materias primas
de China y otras economías en expansión. Los países latinoamericanos, ricos en recursos
naturales, pudieron exhibir altas tasas de crecimiento económico y en la mayoría de ellos
disminuyeron los indicadores de pobreza y desigualdad. Pero el llamado “ciclo de los
commodities” terminó hace cinco años y hoy, cuando se requieren recursos para enfrentar
la pandemia, las arcas estatales de muchos países están casi vacías y no existe un
colchón financiero que permita ofrecer paquetes de estímulo o el pago de seguros de
desempleo o beneficios sociales temporales lejanamente comparables a los que están
siendo aplicados por los gobiernos europeos. La región ya presentaba un crecimiento
económico estancado y un descontento político generalizado desde el año pasado,
mucho antes de que golpeara la crisis.

Sin embargo, la posición más débil de los países latinoamericanos en la economía global
no significa que todos estén inermes ante la pandemia. De hecho, varios países
latinoamericanos aún cuentan con sistemas de salud pública relativamente robustos y
estructuras cercanas a las de un “Estado de bienestar”. A primera vista, en comparación
con Europa, la región en su conjunto tiene muchas menos camas de hospital por cada
1000 personas, un indicador esencial para enfrentar la pandemia: apenas 2,2 en
comparación con 5,6 en los países de la Unión Europea. Pero estas cifras podría ser
engañosas, ya que los países del Cono Sur (Uruguay, Argentina y Chile), en particular,
presentan sistemas de salud más fuertes que varios países de Europa del Este, según
datos comparables, pero aun estos países supuestamente mejor preparados (a los que se
podría agregar Cuba) exhiben indicadores de gasto en salud e infraestructura hospitalaria
mucho peores que los de Italia y España, dos países que a duras penas están
enfrentando esta crisis sanitaria. Y al menos 10 países (Colombia, Ecuador, El Salvador,
Paraguay, Bolivia, Nicaragua, Venezuela, Haití, Honduras y Guatemala) no cuentan ni con
la capacidad hospitalaria ni con otras condicionantes esenciales para enfrentar la
pandemia incluso a una escala muy inferior a la que está sufriendo Europa.

Pese a todas sus limitaciones, incluso países pequeños y económicamente endebles


están tomando medidas de emergencia social para proteger a los trabajadores y la
población vulnerable comparables a las implementadas por países europeos, o incluso
más avanzadas. El gobierno de El Salvador, el país más pequeño de América Central, ha
suspendido el pago de las facturas de energía eléctrica, agua, teléfono e internet durante
tres meses, además de congelar el cobro de créditos hipotecarios y personales y mejorar
el salario de las y los trabajadores de la salud.

Otras naciones latinoamericanas están mejor posicionadas para combatir la pandemia


gracias a la resiliencia de sus empresas públicas. Países como Uruguay y Costa Rica
tienen compañías estatales fuertes y muy respetadas que brindan servicios de agua,
energía y telecomunicaciones de clase mundial. En Uruguay, por ejemplo, el gobierno
anunció que la compañía estatal ALUR-ANCAP (responsable de la refinación de petróleo
y la distribución de combustibles) aumentará la producción de alcohol en gel desinfectante
para garantizar el suministro nacional y evitar prácticas especulativas durante la
emergencia. También en Uruguay, los científicos del Laboratorio de Biología Molecular de
la Universidad de la República y el Instituto Pasteur han desarrollado localmente un
procedimiento para identificar el COVID-19, viabilizando así la producción y distribución
de sistemas de diagnóstico más baratos y más rápidos que los kits disponibles (y cada
vez más escasos) en el mercado internacional. Estos ejemplos muestran la importancia
del sector público como un instrumento crucial para enfrentar la pandemia.

Después de la pandemia…

Este es el momento de pensar y prepararnos para un mundo que será muy diferente una
vez que finalice la pandemia del COVID-19. Como ya ha sido correctamente observado,
“los think tanks (usinas de pensamiento) de la derecha y los defensores del capitalismo
han entrado en pánico, temerosos de que medio siglo de cuidadoso trabajo ideológico
para convencernos de la necesidad del neoliberalismo termine en la basura en las
próximas semanas”. Este es el momento de discutir el significado real y la viabilidad del
“socialismo”, el “ecofeminismo”, la “nacionalización”, la “(re)municipalización”, el
“decrecimiento” y “los comunes”, entre otras ideas que han sido el foco de debates a
menudo puramente abstractos entre quienes estamos comprometidos con la construcción
de una sociedad más justa y más democrática.

Las pensadoras y activistas ecofeministas ya nos habían advertido mucho antes del inicio
de esta crisis que teníamos que poner mucho más énfasis en la ética y la política del
cuidado, reconociendo las interdependencias sociales y ecológicas como principios
rectores para la construcción de una sociedad superadora del capitalismo. La
revalorización de la perspectiva ecofeminista implica reconocer que no es posible
concebir el futuro de la humanidad sin considerar la relación de nuestra especie con otros
seres vivos y con el planeta en su conjunto, como ha quedado en evidencia al considerar
las condiciones del origen y la expansión de esta pandemia.

Décadas de privatización, tanto en Europa como en América Latina y en otras regiones


del sur, han debilitado nuestros servicios públicos y hacen mucho más difícil enfrentar
crisis como la pandemia actual. Ahora somos mucho más conscientes de que quienes
trabajan en los hospitales, en las escuelas, en los servicios de atención a las personas
mayores y discapacitadas, lo hacen bajo mucho estrés y en condiciones altamente
precarias. La pandemia también nos ha demostrado cómo nuestros sistemas de energía,
de producción de alimentos y de transporte, que se basan en patrones de extracción
perpetua que inevitablemente derivarían en la catástrofe ambiental climática ya muy
palmaria en muchas partes del mundo, necesitan ser reestructurados de manera radical.
El COVID-19 ya ha producido mucho sufrimiento, pero también nos deja algunas
lecciones útiles que no podemos permitirnos ignorar.

1- Investigador Senior del Transnational Institute (Países Bajos)

[+] Pensar la pandemia

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Declaraciones y comunicados

Pronunciamiento del Grupo de Trabajo CLACSO Apropiación de tecnologías


digitales e interseccionalidades y RIAT (Red de investigadores sobre apropiación de
tecnologías digitales)

El acceso a las tecnologías digitales como derecho humano

Constituímos un colectivo que desde hace varios años investigamos acerca de tópicos
vinculados a la apropiación de tecnologías digitales interactivas en diferentes territorios
nacionales. Muchos de los hallazgos que hemos producido se han reactualizado de
manera contundente, con la determinación de varios de nuestros países de llevar
adelante limitaciones a las posibilidades de transitar en el espacio público, en el marco de
la pandemia por COVID 19. 

La difusión de tecnología digital interactiva -si bien intensa en los últimos años- durante
las últimas semanas viene ocupando aún más aceleradamente un lugar central en
ámbitos variados de la vida cotidiana, lo cual permite constatar el carácter evidentemente
estratégico de las políticas vinculadas a su desarrollo. Esta convicción nos invita a seguir
reflexionando acerca de sus potencialidades y sus riesgos. Es de destacar que en este
contexto de vertiginosa expansión del consumo digital, las ganancias de aquellos países y
empresas transnacionales productoras de estas tecnologías se ven incrementadas
exponencialmente. Es decir, se profundiza una nueva etapa de acumulación de capital,
basada en la producción y uso de tecnologías digitales, incluyendo el extractivismo de
conocimientos locales.

Junto con esta constatación, y a partir de los datos existentes sobre conectividad e
infraestructura, se hace evidente una importante disparidad entre los países
latinoamericanos entre sí, y -comparando la región- con las naciones históricamente
productoras de tecnologías. Por cierto, al interior de los países y en casi todos los ámbitos
en los que las TIC juegan un rol activo, también se ponen en evidencia las disparidades
de diverso tipo, por ejemplo las de poblaciones en situación de pobreza, las poblaciones
rurales o los pueblos originarios, pero de manera particular las desigualdades de género
que se mantienen de manera transversal y constante. Se constata además que los países
de América Latina que implementaron políticas de inclusión digital y/o desarrollo
tecnológico, están en mejores condiciones de afrontar los desafíos en la materia que
plantea la emergencia sanitaria. Así, la necesidad de virtualizar el trabajo, las conexiones
interpersonales, el estudio, los trámites burocrático-administrativos, la gestión
gubernamental, etc. expuso como nunca esas brechas existentes en nuestros territorios.
Muchas personas tienen acceso a las TIC, pero no poseen las competencias adecuadas
para el uso situado y específico; los dispositivos de acceso no son uniformes en sus
posibilidades; la disponibilidad de datos o ancho de banda son dispares, entre otras
cuestiones.

A ello se suma que las condiciones en los hogares revelan falta de espacios aptos para el
trabajo o el estudio, dispositivos compartidos, situaciones de precariedad en la vivienda,
problemas derivados de la imposibilidad de virtualizar el trabajo (personas que trabajan
informalmente y hoy se ven impedidas o limitadas para ganarse el sustento). Como
contrapartida, están quienes poseen las condiciones infraestructurales, de acceso y de
competencias, y/o pueden virtualizar sus actividades. Con lo cual pueden también regular
su cotidianeidad permitiendo el sostenimiento de rutinas y condiciones de vida mínimas
en el contexto de confinamiento. 

  Todo lo señalado revela que las políticas públicas aún mantienen una deuda en relación
con la inclusión digital en distintos países -con excepción de algunos pocos- y que se
requiere un trabajo sostenido en el tiempo para garantizar disponibilidad de tecnologías y
conectividad, competencias para su uso, acceso a software libre, etc. Si a ese panorama
se suma la insuficiencia de políticas destinadas a mejorar las condiciones de vida de
ciudadanos y ciudadanas, el pendiente es aún más preocupante: en América Latina, 4 de
cada 10 personas hoy son pobres. Entonces, es necesario trabajar para compensar las
desigualdades materiales, de condiciones de vida, de acceso a las tecnologías y de
competencias, y no seguir profundizando las brechas existentes. 

En este nuevo contexto de pandemia -y para focalizar en el caso de Internet- reconocer


que la red es un servicio público y que el acceso universal es un derecho humano
fundamental, resulta urgente. Internet es un bien común, y con ello se impone la
necesidad de actualizar la disputa por el costo, el acceso abierto a los datos de interés
público, el código abierto, la transparencia en el uso de datos y la Internet ciudadana,
como ejes de las regulaciones indispensables para su mayor democratización. Estas y
muchas otras cuestiones justifican la necesidad de políticas públicas de distinto nivel en el
contexto de la sociedad digital, a fin de garantizar el acceso, la reducción de
desigualdades y el desarrollo de tecnologías orientadas al beneficio colectivo, en el marco
de la responsabilidad ambiental. 

Entonces, junto a las ventajas que indudablemente acompañan la apropiación de


tecnologías, también es preciso identificar riesgos frente a los cuales es necesario
accionar, no solamente reclamando políticas públicas sino promoviendo iniciativas
ciudadanas o/y organizadas a través de los movimientos sociales. El avance de los más
poderosos por sobre los derechos de las personas adquiere formas renovadas en esta
etapa del capitalismo digital. Es por ello que mencionamos a continuación algunas de las
situaciones sobre las cuales sería deseable seguir pensando para proponer caminos de
transformación de nuestras sociedades, adoptando las tecnologías digitales y mitigando
sus riesgos:
● Virtualización de la educación
● Teletrabajo
● Vigilancia digital
● Uso de datos personales
● Relaciones interpersonales
● Nuevas modalidades y horizontes del arte y del entretenimiento
● La participación política en el ámbito digital y los desafíos de las democracias 
● La información, la falsa información y los medios de comunicación digital 
● Impacto ambiental de las tecnologías digitales 
● Conocimiento abierto y protección del conocimiento local 
● El desarrollo de otra tecnología 

● Virtualización de la educación

En estos momentos de aislamiento social, pasar de la presencialidad en educación a la


virtualidad ha significado un desafío para la mayoría de las instituciones educativas
primarias, secundarias y superiores, no solo desde el punto de vista del proceso de
enseñanza y aprendizaje, sino también de las brechas a nivel de oportunidades de
accesibilidad y tecnológicas que tienen los y las estudiantes para conectarse a la
dinámica del proceso educativo. La experiencia del profesorado en estrategias no-
presenciales es escasa. El proceso de adaptación de los recursos, materiales, contenidos
y actividades tanto sincrónicas como asincrónicas insume mucho más tiempo y esfuerzo,
lo cual en general está insuficientemente compensado con el correspondiente salario.
Asimismo, los gobiernos piden continuidad en los procesos pedagógicos en la virtualidad,
sin tener en cuenta la inexistencia del acceso a Internet para una parte importante de la
población estudiantil, o incluso la no disponibilidad de los dispositivos necesarios.

En otro aspecto, los roles en este nuevo escenario cambian, ya que las y los educandos
adquieren mayor proactividad. A las diferencias en los aprendizajes a nivel de las
habilidades, la autorregulación, la planificación de los tiempos y la metacognición –
desafíos que aún persisten en la educación presencial- se suman las experiencias de
acceso y producción desiguales entre las y los estudiantes, lo que condiciona una
formación crítica y reflexiva en el contexto de las particularidades que se imponen a la
educación en tiempos de pandemia. Otros interrogantes que emergen son los referidos a
la propia actividad docente, tales como si las condiciones de enseñanza en la virtualidad
son adecuadas, o si la virtualización de la cursada de algunas asignaturas o carreras
implicarán la disminución del cuerpo de profesores y profesoras.

  ● Teletrabajo 

  El traslado del ámbito de actividad laboral desde un espacio físico común al domicilio
particular de trabajadores y trabajadoras, ha derivado en situaciones de precarización del
empleo existente y nuevas formas laborales potencialmente también precarias. Al
respecto, algunas preguntas emergen como posibles vías de entrada a la temática: ¿qué
están previendo los sindicatos en este marco para preservar los derechos de los y las
trabajadoras? ¿Quién asume el costo material de desplazar el trabajo al ámbito
doméstico?¿Cuáles son los mecanismos de regulación y control que se activan, qué
implicancias tendrán en la vida cotidiana y la garantía de derechos de las personas en
tanto trabajadoras? ¿Cómo se expresan las diferentes brechas sociales, de raza y de
género en estas nuevas modalidades laborales? ¿Cómo se abordará el impacto
psicológico de los/las trabajadoras que, además de cumplir las labores para las cuales
fueron contratados/as, deben colaborar en las labores de otros profesionales, como por
ejemplo de los/las maestras, apoyando la educación virtual de sus hijos e hijas? 

● Vigilancia digital  

  Los métodos de rastreo masivo para el espionaje político denunciados por Edward
Snowden y el uso de los datos de Facebook por la empresa Cambridge Analítica, son dos
episodios paradigmáticos porque causaron un verdadero cataclismo en las formas
comunes de entender y evaluar la importancia de nuestros datos digitales y de la
privacidad que merecen. Tal vez hoy estemos ante un tercer cataclismo digital, provocado
por la pandemia de COVID19. Muchos países han desarrollado estrategias de vigilancia
basadas en el uso de drones, cámaras de vigilancia y de reconocimiento facial y
aplicaciones destinadas al monitoreo del coronavírus, que usan georreferenciamiento y
sensores para obtener datos epidemiológicos sobre la proliferación del virus. 

También, los gobiernos y las  empresas vienen desarrollando y estimulando el uso de


aplicaciones en smartphones sobre coronavirus que prometen diagnósticos, seguimiento
y apoyo médico a distancia. La mayoría pide datos personales como nombre completo,
dirección, datos fiscales e inquiere sobre síntomas y antecedentes de salud, esto es,
sobre la historia clínica del/la usuaria/o. En algunos países, la información es enviada bajo
el carácter de una declaración jurada, lo que presupone un vínculo inmediato e indudable
entre la posesión del celular, el uso del aplicativo y la identidad de la persona. Pero estas
app no sólo ayudan al diagnóstico sino que, en algunos países, controlan si las personas
violan las cuarentenas, si las personas infectadas se movilizan, se aproximan y por dónde
– rastreo de proximidad-. Es decir, el celular se ha vuelto un dispositivo de control, y no
metafóricamente hablando.  

Todas estas prácticas han sido objeto de críticas por ser invasivas, no transparentes,
injustas y alguna de ellas -como el reconocimiento facial- racistas y con alto índice de
fallas. La falta de transparencia algorítmica coloca en riesgo la privacidad y el anonimato,
lo que para muchos significa la vida. Por otra parte, la criminalización de la pobreza viene
a justificar que ciertos territorios y poblaciones pobres y racializadas sean objetivos
privilegiados de la violencia, la vigilancia y el control estatal, al mismo tiempo que los
cuerpos y vidas de las mujeres siguen siendo objeto de vigilancia bajo formas
tradicionales o nuevas. Vigilancia se articula con género, raza, clase, etnia, religión,
territorio. Por eso la dimensión y el alcance de las tecnologías de vigilancia -que nadie es
capaz de pronosticarextendidas y justificadas por la pandemia, no afectará a todas las
personas por igual. Cabe preguntarse si las ventajas de esa vigilancia (cuya eficacia para
detener la pandemia no está demostrada) superarán las pérdidas de privacidad, de
libertad y de derechos.   

● Uso de datos personales 

Se dirá que no se puede dudar de los beneficios que el big data sanitario puede implicar
para el control de las enfermedades. Recoger y analizar correctamente y con criterios
éticos los datos de la población puede permitir la formulación de políticas públicas
eficientes. El problema es que en muchos países de América Latina, falta una legislación
específica sobre la protección de datos personales, sobre cómo esas informaciones
pueden ser utilizadas y por quién, qué algoritmos son usados, quiénes, cómo, por cuánto
tiempo y dónde se guarda esa información. No es solo para salvar las vidas de los virus
que la acumulación de datos se expande. Además de ser útiles para los gobiernos, los
datos son insumos fundamentales para el comercio, la industria farmacéutica y médica,
para los seguros de salud, para las empresas que deben contratar personal. El
ecosistema digital es alimentado por un modelo de negocio donde los datos son la
moneda de cambio, no solo para saber sino para predecir conductas y gustos y la
industria publicitaria es quien más ha impulsado esta gula capitalista por datos. Por lo
tanto, los datos personales en general, pero en particular lo referidos a la salud de las
personas, deberían ser resguardados por un tiempo determinado, no compartidos con
otros organismos (como los de seguridad o entidades financieras, por ejemplo), su
finalidad debería estar justificada, deberían ser aislados (y no cruzados con otros, como
datos criminales, laborales o financieros). Un criterio similar debería utilizarse para todo
tipo de datos que se acumula por parte de gobiernos y empresas.   

  ● Relaciones interpersonales

La situación extraordinaria en la que nos pone la pandemia estimula los usos de redes
sociales, aplicaciones de mensajería y otras opciones menos habituales para la mayoría
de las personas, que comienzan a conocer y a aprender a usar, por ejemplo, plataformas
para videoconferencias. La posibilidad de verse las caras, de compartir situaciones
cotidianas a través de las tecnologías, aparece como medio para sentirse menos aislados
y más en contacto (sobre todo con familiares y amistades) en esta coyuntura. A largo
plazo, puede ampliar el campo de actuación de las personas. Una política de inclusión
digital podría acompañar estos usos, ayudando a quienes no tienen conectividad o no
saben usufructuar esas posibilidades. Pero también orientando respecto de las
prescripciones que conlleva la tecnología, aportando recursos para trascender esas
limitaciones, creando condiciones para que las personas exploren, aprendan y
aprovechen críticamente. 

Con el tiempo, habrá que evaluar de qué maneras y hasta qué punto la mediación
tecnológica digital que está creciendo y consolidándose en esta situación excepcional, se
afianza en las interacciones cotidianas y cuáles son sus consecuencias. Algunos aspectos
relacionados con los cambios en la demarcación entre ámbitos privados y públicos, la
producción de malos entendidos, la intrusión de las empresas y los poderes públicos en
los flujos comunicativos, entre otros, están siendo estudiados. Entendemos que las
investigaciones habrán de enfocarse en la caracterización de las interacciones
interpersonales en general y que la cuestión de las tecnologías se visualizará en el
contexto de la trama analizada. 
¿Qué sucederá con los contactos físicos entre las personas, con y más allá de las
tecnologías? ¿Qué consecuencias tendrán en materia de comunicación no verbal los
hábitos que estamos creando? ¿Qué derivaciones se observarán respecto de los usos del
cuerpo y las prácticas vinculadas a la sexualidad? ¿Cómo se afectan las regulaciones y
rituales de las interacciones comunicativas? ¿Qué diferencias podrían producirse entre
personas de distintos grupos sociales? Son algunos de los interrogantes que nos estamos
planteando.   
  ● Nuevas modalidades y horizontes del arte y del entretenimiento 

 Las producciones artísticas son expresión indudable de la dimensión cultural de los


pueblos. La incorporación de las tecnologías al campo del arte y del entretenimiento han
implicado cambios en las formas de producción de las mismas, de circulación y de
consumo, desde las iniciales formas de reproducción técnica que posibilitaron las
diferentes variantes del broadcasting hasta nuestros tiempos -con la integración de las
tecnologías digitales- de net art o plataformas on demand. En el ámbito doméstico, el
aislamiento social, preventivo y obligatorio ha posibilitado un consumo de productos
culturales más profuso: tv, plataformas audiovisuales, radios y diarios digitales han
cobrado importancia entre las actividades que muchas personas efectúan en estos días. 

Para el caso de los medios digitales esto implica, por un lado, una valorización de sus
acciones financieras en el mercado, así como una posibilidad más contundente de
mapear a sus audiencias. La disponibilidad de perfiles de consumidores/as permite
retroalimentar la oferta y fidelizar así al público, que no siempre es consciente de la
huellas que sus consumos dejan. Desde una mirada positiva, el arte en sentido amplio
tiene una oportunidad sin precedentes de  llegar a diferentes públicos, pero cabe
preguntarse también si el consumo de entretenimiento y/o arte desde el hogar no estaría
contribuyendo a modos de control que, a futuro, profundicen cierta privatización de la vida,
de reclusión en los ámbitos domésticos. Por otro lado, la actual situación de aislamiento
obligatorio pone en evidencia la situación de precariedad en la que muchos/as artistas y
técnicos/as de espectáculos han trabajado y trabajan en contextos ordinarios.

Además, la prohibición de celebrar presentaciones artísticas masivas sitúa a las y los


artistas y productores de arte en un punto crítico respecto de su posibilidad de
subsistencia, que les obliga a ofrecer alternativas virtualizadas de sus obras. Así, se
produce una tensión: la virtualización permite la subsistencia, a la vez que impone una
transformación más radical de las formas de producción y un desplazamiento de los
costos de producción al ámbito doméstico, como tantos otros trabajadores. ¿Qué saldo
tendrá este hecho en nuestros futuros consumos? La posibilidad de la transmisión de
enfermedades ¿implicará una disposición diferente de recitales, obras de teatro, museos,
cines? ¿Qué alternativa se consolidará desde las ciudades para permitir el consumo
masivo de arte y entretenimiento? ¿Será el consumo desde el ámbito doméstico,
individualista y atomizado, la respuesta a esta crisis?

● La participación política en el ámbito digital y los desafíos de las democracias  


 En este nuevo contexto pandémico, si bien se justifica el uso legítimo de la fuerza y la
vigilancia por medios físicos y digitales para evitar males mayores desde el punto de vista
sanitario, también deberíamos pensar en las consecuencias sobre nuestras garantías
para ejercer ciudadanía, más allá de la pandemia. Una de esas cuestiones, por ejemplo,
se vincula a las acciones de movilización masivas de protesta y manifestación ciudadana. 
Ya se ha desarrollado, y están siendo utilizadas de manera experimental, ciertas
aplicaciones digitales que ofrecen posibilidades de expresión “desde casa”, que permite
ubicar a una persona en un ámbito virtual, emulando su presencia en un acto político
presencial.

Por otra parte, si las empresas de tecnología son los nuevos servicios públicos de nuestro
tiempo, quiénes obtienen y administran la información que producimos en la red, así como
para qué la usan, se vuelve una pregunta fundamental para combatir el extractivismo de
datos sin restricciones. Poner el foco en una Internet más libre, más accesible, con menos
vigilancia y mayor privacidad, y un Estado que salvaguarde la equidad, al tiempo que
ofrezca marcos para controlar la apropiación indebida e ilegítima por parte de
corporaciones privadas, se vuelve entonces fundamental.   

  ● La información, la falsa información y los medios de comunicación digital

  Si bien esta cuestión forma parte de un debate que involucra el derecho a la libertad de
expresión, es evidente que la población tiene derecho a que la información que circula en
Internet a través de redes y portales, sea los suficientemente veraz y oportuna que le
permita formarse una opinión o tomar una decisión fundamentada. Lo contrario, es decir
la difusión intencionada de noticias falsas, implica el riesgo de situaciones de
manipulación, como fue el caso de Cambridge Analityca. La tensión  entre ambos
derechos -en forma de polémica- ya está instalada en muchos países. Un aspecto que
debería ser tenido en cuenta en esta cuestión podría sustentarse en dilucidar quiénes
están en mejores condiciones de chequear una información. 

Es evidente que los medios de comunicación no solamente tienen más posibilidades, sino
mayores responsabilidades a la hora de emitir informaciones debidamente corroboradas.
A menos que sean los propios medios masivos quienes forman parte de esas operaciones
de manipulación, lo cual está sucediendo en muchos lugares. Más allá de cómo se
resuelva esta tensión, no es posible la vida en una sociedad que se precie de democrática
en ninguna región del mundo, si no hay garantías de que quienes se suponen que deben
informar, lo hagan de manera veraz.  

  ● Impacto ambiental de las tecnologías digitales  

  El sector de las tecnologías digitales es actualmente uno de los responsables más


importantes de la crisis climática. En la actualidad, su contribución al calentamiento global
ya sobrepasa a la aviación, por ejemplo. En esta emergencia sanitaria planetaria, se ha
recurrido más que nunca a las tecnologías digitales para continuar la vida en común. Y sin
duda, muchas de las soluciones de futuro pasarán por el consumo de tecnologías
digitales. Esto tendrá un impacto trascendental en el medio ambiente al menos en tres
ámbitos: 1) el desecho electrónico, que se incrementará exponencialmente cuando aún no
se ha logrado establecer su manejo responsable en el mundo y aún menos en la región
latinoamericana. En un futuro muy cercano, ahora acelerado por la pandemia, el impacto
de los residuos electrónicos serán tan o más importante de lo que lo es actualmente el
plástico. 2) el consumo energético, ya que toda la producción tecnológica que se expresa
en hardware y software de todo tipo y tamaño, es de altísimo consumo de energía. Solo
para mencionar un ejemplo, los datacenter que comúnmente se llama la nube, se
incrementan diariamente y exponencialmente, al ritmo del incremento de datos, con una
contribución a la desaparición de la capa de ozono casi imposible de medir. 3) la
producción de tecnologías, que no se caracteriza por tener reglas ambientales definidas
responsables y justas. Muchos de sus éxitos se basan en la explotación minera de cobalto
y otros minerales, que se hace en condiciones infrahumanas y con explotación de trabajo
infantil. Pero además, se empiezan a generar luchas por territorios para expandir
datacenters enormes: los bosques empiezan a ser vendidos y devastados para ubicarlos. 

Es cierto que las tecnologías digitales pueden contribuir fuertemente con la mitigación y
adaptación al cambio climático, pero eso depende mucho del tipo de desarrollo
tecnológico que se promueva desde las políticas públicas y las acciones ciudadanas en
nuestros países.   
● Conocimiento abierto y protección del conocimiento local   

 Uno de los aspectos más relevantes de esta situación de crisis global ha sido poner
sobre la mesa el tema de la propiedad del conocimiento y la urgencia por una ciencia
ciudadana y una ciencia abierta, que permita a todas las personas y todos los países
tener acceso a metodologías, descubrimientos, pruebas, instrumentos para combatir la
amenaza. Las tecnologías digitales son los medios a través de los cuales se fortalece la
ciencia abierta y la ciencia ciudadana. Utilizando estos mecanismos, todos y todas hemos
aprendido como nunca sobre virus, pandemia, transmisión, medidas de prevención,
genomas, entre muchas otras cosas. También a través de las tecnologías se conforman
equipos multidisciplinarios y multiculturales que construyen soluciones para toda la
humanidad. 

Sin embargo, aún hay un camino por recorrer en este aspecto: la tensión entre este
conocimiento abierto y el conocimiento privado con el que las farmacéuticas, la medicina
privada, las empresas de seguros, esperan generar más ganancias en tiempos de
pandemia, será inminente y radical. La crisis global en la que nos encontramos ha
reposicionado el valor de la ciencia, pero de la que está al servicio de las comunidades y
las poblaciones. Como red de investigación apoyamos vehementemente un
reposicionamiento del conocimiento abierto y la ciencia ciudadana a través del uso
estratégico de las tecnologías que democratice el conocimiento como bien común de la
humanidad. 

En este marco, consideramos que es indispensable la generación de una protección


especial para los conocimientos locales: indígenas, rurales, pesqueros, afro, de las
mujeres, entre otros, que permita que estos puedan ser compartidos para el bien común,
y que no sean privatizados por las grandes corporaciones. Encontramos que este
momento histórico es crucial en la necesidad de construir estos otros referentes en
nuestros países.   

  ● El desarrollo de otra tecnología   

 Nuestro grupo de trabajo aboga por que se generen condiciones y espacios para la
experimentación y el desarrollo de otra tecnología posible. Nuestras sociedades han
estado bombardeadas por la urgencia de un consumo tecnológico y se nos han creado las
condiciones para ello. Es tiempo de empezar a desarrollar otras tecnologías que se basen
en otros modelos de negocios, en la resolución de otras necesidades, que se construyan
con otros procesos como la construcción colectiva de algoritmos, que sean procesos
transparentes y abiertos, que tengan principios comunitarios de manejo de datos. Una
tecnología construida por las comunidades y poblaciones que hasta ahora han sido
etiquetadas como las grandes consumidoras y que nuestro grupo propone que tengan el
derecho de diseñar, definir y proponer la tecnología que requieren y que quieren. 

Especialmente nos referimos a las mujeres, las poblaciones indígenas, las poblaciones
migrantes, fronterizas, costeras, rurales, entre otros. Partimos del principio de que en
estos momentos históricos en que vivimos en una sociedad digital, es un derecho humano
fundamental que todo grupo social diseñe y construya la tecnología que necesita.
Además, estamos convencidos y convencidas de que pueden/podemos hacerlo.  
Esta declaración expresa la posición del Grupo de Trabajo Apropiación de tecnologías
digitales e interseccionalidades y no necesariamente la de los centros e instituciones que
componen la red internacional de CLACSO, su Comité Directivo o su Secretaría Ejecutiva.

¿Por qué pensar la educación a distancia?

Freddy Javier Álvarez González[1]

1. ¿Cuáles son las preguntas fundamentales?

¿Qué significa educar hoy, en tiempos de Pandemia, en nuestro planeta? ¿Cómo


podemos educar a distancia? Estas dos preguntas proponen un estado del arte,
impensable para los gobiernos actuales, perdidos en su ineptitud neoliberal que con su
pragmatismo disolvió a la política en la economía, con la correspondiente manipulación y
violencia para su implantación. De ahí que se convirtieron en eficaces con la mentira y la
propaganda, e ineficaces con la vida, la muerte y su duelo; no fue extraño para ellos dejar
pasar la advertencia de los científicos sobre las pandemias; por el contrario, debilitaron los
sistemas internacionales de acción conjunta, los sistemas públicos de salud, los sistemas
de educación, por eso ahora hablan de lo impredecible, para evitar cualquier
responsabilidad, como lo será también seguramente con el fenómeno ya presente del
Cambio Climático y sus catastróficas consecuencias; sus rasgos fascistas les aleja de la
ciencia y creen que la investigación es un privilegio sin sentido y una pérdida de recursos
y de tiempo; se protegen en el conservadurismo de la moral y las iglesias; sus seguidores
son los oportunistas, la clase media y arribista que no quiere perder sus privilegios, los
racistas, xenófobos y nacionalistas; se hacen elegir por la política del miedo, antes contra
el comunismo, ahora contra los migrantes, siempre contra los que critican el
Neoliberalismo y sus profundas desigualdades, sin darse cuenta, como lo señala David
Harvey que El Capitalismo es un crucero a la deriva, donde los pocos invitados de la
primera clase siguen en sus fiestas burguesas mientras que los que están más abajo y
trabajan en el cuarto de máquinas saben que los motores han colapsado; ahora, ellos
mismos quieren que continuemos con la educación a distancia, que la economía se
reactive cuanto antes, que volvamos a la normalidad, no importa a qué precio.

Las dos preguntas iniciales se cuelan por la ventana del pensamiento y las prácticas
educativas e ingresan en la vida de las maestras y maestros. La escuela globalizada que
venía siendo disciplinada por las evaluaciones, es ahora obligada a cancelarse.
Indudablemente, la educción digital será una buena noticia para los Neoliberales. Su
deseo se hará realidad. La computadora eliminará las futuras inversiones en la
infraestructura educativa. El profesor no será más que un tutor, un coach que prepara
videos, pdfs, organiza los contenidos con algunos objetivos de aprendizaje; las
plataformas virtuales harán lo demás, y mientras estas mejoran, el profesor, tal como
hasta ahora lo conocemos, irá desapareciendo. Aprender a aprender tendrá su cara más
siniestra: si no aprendes es porque no quieres. Las desigualdades no tendrán su causa en
el Mercado, porque no faltará la tecnología y el internet como factor fundamental para la
posible salida de la crisis: el capitalismo digital. La escuela de los mejores no tendrá más
opositores, pues el acto educativo y pedagógico se reducirá a una acción individualista
que enfatiza en las oportunidades dejando intactas las desigualdades. El más fuerte
sobrevivirá, la excluidos, migrantes, pobres, afrodescendientes, mujeres, caerán más
abajo, mediante la continuación de la misma fórmula de la crisis del 2008: más
austeridad, dejando intactas dos preguntas: ¿qué nos enseña la Pandemia?, y ¿cómo
educar para garantizar la vida de todos, todas y todes ahora y en el futuro?

La pregunta sobre qué o por qué de lo inevitable, ha sido aplazada desde que el
capitalismo se convirtiera en el único y posible modelo económico a partir de 1991 con la
caída del muro de Berlín. De una parte, los estados y gobiernos de derechas o
progresistas, o aceptaban las reglas o estaban condenados a quedar fuera; de hecho, no
había que entrar al sistema, siempre habíamos estado dentro, por eso teníamos tanta
dificultad en criticarlo, estábamos en el fatalismo de Layo, provocado por el Oráculo de
Delfos, con respecto a su hijo Edipo.

En el siglo XX, lo más real fue la economía; la utopía del siglo XIX fue archivada, no había
salida, cada uno debería intentar, progresar, con la misma fórmula, como si lo único nos
llevara dialécticamente a lo otro, y no a la implosión del sí mismo. Ante los múltiples
fracasos, en el siglo XXI nos encontramos con la desaparición de la política, la profunda
crisis de la economía y la consiguiente emergencia de la decadencia populista y fascista
de Trump, Bolsonaro, Vox, Marine Le Pen, Salvini, Orbán y otros. Por otra parte, hombres
y mujeres libres y visionarios, fueron perseguidos con la falsa narrativa de la corrupción,
porque se estigmatizaron las experiencias socialistas, de ahí el miedo a ser “Venezuela”,
“Nicaragua” o “Cuba” promocionado por la derecha internacional; al mismo tiempo, líderes
de movimientos sociales comprometidos con las diversas emancipaciones vienen siendo
asesinados, como es el caso de Colombia, o caen en el pesimismo que los coloca en la
inactividad.

La crisis mundial ha colocado al capitalismo en la obligación de divorciarse cada vez más


de la democracia, aún representativa; luego, solo ganará las elecciones mediante la
manipulación virtual, la compra de votos, y el uso del fraude. La democracia ya no será
solo un asunto fallido de los gobiernos progresistas, como lo señalan los Medios que
sirven al capital. Con el capitalismo rompiéndose, la hegemonía Norte-americana se va
disolviendo y ahora más porque el humanismo que demostraron en la Segunda Guerra
Mundial ha sido reemplazado por la cara de solo pienso en salvarme yo, América First.
Ahora son tres los sistemas mundiales que se disputan la hegemonía mundial: así,
tenemos el cierre nacionalista de Boris Johnson y Donald Trump (que seguro va a tener
algunos adeptos después de la Pandemia); el estado de bienestar social casi extinguido
de la Unión Europea, que es probable ingrese en cuidados intensivos; y el emergente
autoritarismo asiático, con un capitalismo de Estado y sistemas de control efectivos para
una nueva fase de la bio-política y el bio-poder al estilo de Michel Foucault.

No podemos olvidar que en el imaginario de la educación contemporánea se encuentran


los modelos de Finlandia, Shanghái y Singapur. Norteamérica no tiene un modelo de
educación para exportar o imponer, pues el camino de la privatización no es viable para
América Latina y el Caribe y la innovación educativa ya tiene otros competidores más
fuertes. No obstante, sus universidades siguen siendo atractivas para la formación en
posgrados. ¿Hasta cuándo? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que China supera las
patentes a nivel mundial, por consiguiente, las publicaciones científicas. Luego, ¿quién
venderá los dispositivos electrónicos para una educación a distancia que se coloca como
la única salida, antes por la narrativa democratizadora, y ahora necesaria para evitar el
posible contagio? Sin lugar a dudas, ya hay una respuesta asiática tecnológica, tecno-
científica y bio-tecnológica amplia en los ámbitos de la nanotecnología, la inteligencia
artificial, la robótica y los Big Data, disciplinas que hacen parte de la gobernanza del siglo
XXI. Luego, algunas cosas ni siquiera entrarán en disputa. La decadencia de
Norteamérica y el fracaso europeo es incontestable.

¿Qué podemos hacer los educadores? Un desafío clave es educar para que la educación
no nos haga depender de un gran Otro. La educación forma para la autonomía y tal
objetivo no se contradice con la construcción de lo común. Nos educamos con otros y por
medio de otros, la educación no es un acto aislado como pretende hacernos creer el
totalitarismo digital. La educación es un acto político en la medida que combate la política
del Gran Otro que nos hace creer que es indispensable para que nosotros vivamos. La
emancipación no está en pasar del dominio occidental al dominio asiático. Walter
Benjamin siempre pensó que la política era profundamente un asunto teológico, porque
nos desprendemos de Dios para pasar al culto de líderes carismáticos. Zizek dice con
acierto que el proyecto filosófico y político emancipador es lograr la destitución del Gran
Otro. Tener buenos maestros es aprender a vivir sin su dependencia, porque nos ayudan
a ser nosotros mismos. Solo aprendemos cuando nos separamos de quien nos enseñó.
No obstante, el acto educativo cae en la tentación de la omnipotencia lo mismo que la
política. El Gran Otro cree que el estudiante llega a ser alguien por él, lo cual justifica algo
que es central en el acto educativo y es que la educación debe permitir la resistencia a
educarse como parte de la misma educación, sin jamás abandonar el deber de educar.

La tarea de enseñar y aprender a pensar cada vez cobra más importancia en nuestra
sociedad y se convierte en un objetivo central en nuestras escuelas. El pensar intenta
llenar el vacío del ser, en Descartes, cogito ergo sum. Ese vacío nunca será llenado, y
quizás la proliferación de las matemáticas pretende hacernos creer que ya está lleno,
cuando en realidad lo que existe es un enorme agujero. Matematizamos lo que no
podemos comprender, al igual que en la Pandemia, pretendiendo tener un control que no
tenemos.

El pensar no es un asunto de hilo democrático. Por el contrario, tenemos que desconfiar


de las mayorías sin por ello abandonar el gesto democrático pues aprender es aprender
con otros y partir de otros. Sin embargo, no podemos caer en la democracia como
autosuficiencia que nos tumba en el comportamiento de masas. Un auténtico demócrata
experimenta constantemente la carencia del Gran Otro, por eso sabe que la revolución se
justifica por sí misma y no en las mayorías. Aunque Claude Lefort coloca el vacío en la
democracia y no en el ser, tenía razón al decir que la democracia es necesaria porque no
existe una certeza, y al mismo tiempo el poder, el saber y la ley no se encuentran
coagulados. La democracia es aprender a vivir en la incertidumbre porque el rey murió, y
lo que queda es el lugar vacío que no puede ser llenado por nadie. Pero, uno de sus
grandes peligros es que en las catástrofes y los momentos de violencias transgresoras
busca un chivo expiatorio a fin de hacer catarsis, pretendiendo, con ello, un regreso a la
normalidad.

Los maestros están para enseñarnos a emanciparnos del Gran Otro, de la familia, la
religión, la economía, la política y la cultura. Por lo tanto, la pluralidad debe ser reducida al
antagonismo, de lo contrario caemos en una tolerancia equivalente a la hipocresía. La
substracción y no la saturación por exceso es la que nos pone en la tensión subyacente a
todo acto de emancipación pues nos permite tomar parte, por los que no tiene parte,
como diría Rancière; por las mujeres que luchan para no ser violadas o asesinadas dentro
de todavía sociedades patriarcales; por los migrantes que viven muriendo en el mar o en
las fronteras; por los afrodescendientes que mueren en las periferias junto a las fabricas
contaminantes o en las cárceles construidas para que los blancos vivan tranquilamente
explotando a los negros; por los niños, las niñas y adolescentes que no tienen internet,
pero antes por los que no tienen las condiciones para educarse; por los viejos que mueren
en soledad del abandono dentro de una sociedad infantilizada y que busca eternizar la
juventud mediante la adoración de la buena vida; por los miles de millones de personas
que viven en las villas, los tugurios, las favelas, las colonias, fuera del capitalismo y en las
manos de las mafias y las iglesias evangélicas; y por los pueblos y nacionalidades
indígenas condenadas a la eliminación desde la conquista y ahora por el capitalismo
extractivista que los desplaza y mata. Ellos son, como dice Badiou, los muertos vivientes
generados por el capitalismo global, antes de que llegara la pandemia.

La pregunta, ¿qué educación queremos?, la hacemos desde la pura impotencia. Una


máquina delirante, sin control ni regulación, creada por las grandes corporaciones que
dieron origen a la globalización, se impuso en casi la totalidad del planeta, y nos arrebató
lo infinito, con su lógica de monopolio, expansión sin límites y su modelo de financiación
usurera, como el peor de los delitos, por medio de la fascinación de los mismos letreros
de neón, música, personajes famosos, en Times Square, Tokio, Moscú, Beijing, Hong
Kong, Londres, Paris, Buenos Aires, México, Bogotá, São Pablo. Tal fantasía no estaba
afuera, pertenecía a los imaginarios que nos habitan, pretendidos ciudadanos del norte y
del sur, urbanos y rurales, ricos y pobres. Luego, no olvidamos la pregunta por el ser,
como lo pretendió Heidegger, caímos en el olvido de la pregunta ¿qué es vivir?, al mismo
tiempo que la naturaleza se convirtió en un objeto que lo experimentamos por el turismo,
o lo necesitamos solo para hacer deporte, salir con nuestros hijos y mascotas de la cárcel
moderna que construye el urbanismo, para desestresarnos gracias a uno de los últimos
gestos de caridad de la modernidad capitalista.

En tal condición de ciudadanos sonámbulos, consumidores frenéticos e individuos


aburridos y culpabilizados en la inmediatez del acto y la pulsión, dentro del capitalismo
tardío como único e insuperable modelo de vida, a pesar de su eterna crisis y anulación
del futuro, y con el aspecto seductor de un capitalismo pulsional, como lo señala Bernard
Stiegler. Los derechos humanos están encadenados a no sacar su rostro fuera del
sistema, por tal motivo, el derecho humano a la educación no se pregunta sobre qué
educación, gesto que se repite en el obligatorio mandato de una educación a distancia,
del mismo modo que los derechos de las minorías se reducen a la inclusión dentro de un
sistema que los expulsa por inercia, como sucede igualmente con el añadido respeto a la
naturaleza, sin perder de frente la brutalidad en la que el capitalismo se expande,
destruyéndola, y los estados débiles y cómplices lo experimentan como inevitable aunque
guarden en su constitución o enuncien en sus políticas los derechos de la naturaleza.
Algo totalmente distinto se encuentra en la pretensión del encariñamiento con la
naturaleza, de los pueblos indígenas del mundo.

El derecho a vivir debe ir acompañado con respuestas simples, posibles y comunitarias, a


partir de qué entendemos por vida; sin ello, seguiremos educando para la selección y la
competencia en un mundo que no solo mata a otros, ahora sabemos que también nos
mata, porque desde antes ha reducido la vida a la transacción entre el valor de uso y el
valor de cambio. La necesidad vital se transa, con ella se especula. Las vidas no son
iguales, ella, la vida, está sometida al valor que le da el capital y que corresponde con las
Bolsas de New York, Londres, Paris, las cuales operan dentro de la aceleración
matemática y el cálculo, que nos gobiernan pero que son ingobernables.

Proponer como solución inmediata la educación a distancia, son dos preguntas de fondo:
¿qué significa lo que estamos viviendo?, ¿qué es educar a distancia?, es igual a
mantener el auto a alta velocidad, y en la misma dirección del abismo que está al frente
de nuestra mirada, o ahogarnos en las aguas gélidas del cálculo, como decía Marx. Echar
mano de las soluciones anteriores es lo único que tenemos cuando la ciencia está tan
perpleja y angustiada como nosotros, así el agua y el jabón y la distancia responsable y
obligatoria son soluciones sensatas; pero querer hacer de magos, sacando del sombrero
un conejo que ya estaba allí, ante el frenazo –expresión usada por Walter Benjamin–, es
creer que, en la catástrofe, hasta el derecho a pensar ha sido clausurado.

La educación a distancia profundizará las brechas, porque ellas existen desde antes de la
Pandemia, y porque la educación cada vez hace más diseños para los mejores, es
disciplinada por las evaluaciones, asediada por la pérdida de la gratuidad y la
privatización y mercantilizada implacablemente por el capitalismo y sus tecnologías, por
consiguiente convertida en destino, incluso por el relato antipedagógico de las
neurociencias y de la inteligencia artificial que pretende hacernos creer que ya no
necesitamos pensar, cuando olvida de forma fundamental que la inteligencia es un asunto
biológico tal como lo señala Markus Gabriel.

 ¿Qué queremos decir cuando pasamos a la educación a distancia?

La “cancelación” de la Escuela y la educación formal en general por el confinamiento y el


distanciamiento social, responsable y obligatorio, nos ha colocado en la práctica digital
que se convierte en única y necesaria; virtualidad no extraña para nosotros porque su
presencia ya lleva décadas, no tanto como el Estado de Excepción. Hasta ahora, somos
testigos de sistemas educativos virtuales que hacen costumbre con el mercado y, por
consiguiente, con la casi nula democracia, profundizan la individualización, aunque se
amparen en el acceso mayoritario. La ecuación, acceso-democracia, no es real, pero de
lo que no hay duda es que sea una buena noticia para el mercado y para la democracia
del número. En cualquier caso, pareciera que no tenemos opción, la llamada
“presencialidad” debe ser suspendida, probablemente se extienda; antes el afuera ya era
inseguro, ahora es amenazante, terrorífico; incluso tenemos que impedir que otros vengan
a contagiarnos, parece decir el Estado de Excepción, por fin, hay una “buena razón” para
matar a los migrantes, el sueño fascista se está cumpliendo amparados en que la
distancia es cuestión de “sanidad”, “prudencia”, y mejor, de “supervivencia”; así, “bendita
sea” la virtualidad.

El mundo virtual ha sido diseñado por el paso de lo analógico a lo digital. La famosa y


repetida pregunta de todo coloquio y seminario sobre educación: ¿hacemos apagar los
celulares en el aula o no?, ya nos indicaba que en el aula no estábamos solos, que había
entrado alguien al aula, sin invitación, y comenzamos a cuestionarnos: sí la comunicación
no era tan amable con la educación, ¿acaso el aferrarse a la presencialidad va
acompañada de nuestra ignorancia digital?, o, ¿qué hay en la educación que no puede
ser virtualizado?

La existencia es real, comemos, trabajamos, dormimos, amamos, tenemos sexo, todos


estos aspectos conforman un espectro que podemos llamarlo real; sin embargo, cada uno
de ellos está atravesado por la fantasía en la que se inscribe la virtualidad. En otras
palabras, nuestro aparato psíquico, -real/simbólico/imaginario-, siguiendo a Lacan, es
revestido por la experiencia de lo virtual. Poner distancia entre el maestro y el estudiante,
entre el jefe y el empleado, tiene una carga ambivalente. La distancia virtual es positiva
porque evita el contacto, garantiza la continuidad. La distancia virtual es negativa porque
no es real. Sin embargo, las respuestas anteriores son simples. No tenemos duda que
evita el contacto, pero, ¿cuál es la continuidad que prolonga? En clave educativa y
pedagógica, ¿qué nos permite? y ¿qué no nos permite la virtualidad? ¿Cómo hacer del
vínculo de la virtualidad algo educativo? Por último, ¿hay educación en la exclusividad de
la virtualidad?

Hay un consenso entre los educadores y pedagogos en admitir que la educación es una
relación. En consecuencia, el cuestionamiento es saber sí la educación a distancia puede
ser considerada una relación. Indudablemente que sí. Entonces, ¿qué tipo de relación
garantiza la educación a distancia? Aquí, se abre una discusión, primero por la brecha
digital, luego por la poco o casi nula formación de los maestros y maestras para dicha
modalidad, y después por algunos aspectos críticos que nos hace ver la pedagogía.
Algunos de ellos es la anulación de la Escuela que tiene muchos otros sentidos más allá
del aprendizaje, y otros advertidos por Meirieu como la anulación de la contextualidad, el
cuerpo, la institucionalidad por medio de convertir en central algo que tenía el carácter de
aleatorio. Entonces, la pregunta por la relación nos obligaría a definir: ¿qué tipo de
relación se necesita para que haya aprendizaje virtual?, luego aprender con, y permitir la
continuidad del futuro, el cuidado de la vida, y la institución de la humanidad.

La educación como relación en la educación a distancia desconoce la diversidad de los


contextos, precisamente por la negación que hace la virtualidad. No es lo mismo educar
en una familia de clase media que en una familia popular donde los datos del celular
hacen parte de la economía del trabajo. No tiene en cuenta la diversidad de los
aprendizajes. No es lo mismo ser maestro de educación básica, a ser maestro de
educación especial o educación inicial.

Al eliminar el cuerpo, se elimina también la importancia de la motivación, del


acercamiento, del seguimiento, de la escucha, precisamente porque la individualidad del
mercado se multiplica para la masificación. Los resultados guían su manera de operar.
Una educación sin cuerpo hace realidad el sueño de Descartes, el cogito determina el ser.
No es extraño que, entre más estudiemos a distancia, las desigualdades adentro y afuera
se reproduzcan por el grado de abstracción en el que transitamos.

La educación a distancia hace saltar por los aires la institucionalidad. La mayoría de


proyectos On Line, On Fly, no necesitan de un lugar, el lugar puede ser cualquier lugar, el
tiempo puede ser cualquier tiempo. Ahora, en el confinamiento, el trabajo, la vida
conyugal, el ocio y la educación luchan entre sí por los espacios, los tiempos, la
afirmación de las individualidades, precisamente, porque lo no institucional no reconoce
que la vida se encuentra institucionalizada y que la pedagogía por sí misma tiene un
componente importante de institucionalidad.

Más allá de los obstáculos que presentamos, también nos encontramos con algunos de
fondo que nacen en la misma virtualidad, pues es porque es virtual que podemos colocar
a distancia. Veamos cuáles son esos aspectos que están puestos en juego y que no los
vemos porque precisamente nos atrapan. (Continuará…)

Declaraciones y comunicados

La crisis sanitaria del Covid-19

El Grupo de Trabajo Estudios sociales para la salud del Consejo Latinoamericano de


Ciencias Sociales, CLACSO, manifiesta su preocupación por la emergencia sanitaria por
el COVID 19 que vive el mundo, y que aparece por encima de la crisis actual del sistema
capitalista mundial sin haberse recuperado todavía de la llamada burbuja inmobiliaria de
2007, y que aprovecha Estados Unidos como una oportunidad, no obstante su tragedia,
para agredir a la región y avanzar en sus necesidades estratégicas.

La crisis sanitaria se habrá de expresar también agudamente en las próximas semanas en


nuestro continente tal como está ocurriendo ya en ciudades de Estado Unidos, no
obstante la millonaria cantidad de recursos lanzados para paliar a un débil sistema
privado de seguros de salud que tiene desprotegidos al menos a 50 millones de
norteamericanos y migrantes ilegales; Ecuador a su vez, ya muestra las dimensiones
posibles de la tragedia humanitaria en las que podrá encontrarse la región en este mes y
principios de mayo.

Estamos enfrentando una crisis sanitaria de proporciones sin contar con sistemas
universales de salud público poderosos, en el marco de procesos de avance y regresión
democrática en curso en la región. Cabe recordar que en general, además de la condición
estructuralmente desigual de los países, los sistemas de salud han estado prácticamente
durante los últimos 30 años de neoliberalismo, bajo Estados débiles para lo público, pero
fuertes para la creación de un modelo de mercado en salud y de la política social a través
de procesos de privatización, flexibilización y precarización laboral, oferta de servicios
público limitados y básicos, además de oferta de los llamados catastróficos como
compensación a los posibles daños, financiado por el gasto de bolsillo de las familias que
creció y del gasto público. En ese marco, la prevención y la promoción de la salud han
sido los grandes ausentes que explican los altos índices de morbilidad y la epidemia de
diabetes y sobrepeso que no obstante tener poblaciones más jóvenes que la europea,
está expuesta a una mayor gravedad frente a la pandemia, no sólo en la población mayor
a 60 años.

Algunas de las conclusiones, evidencias y lecciones a priori que hasta el momento está
dejando la pandemia, a reserva de posteriores reflexiones más allá de las consecuencias
humanas sin precedentes hasta ahora con 89.000 mil muertes en el mundo, son:

 Las profundas desigualdades en las condiciones de vida del planeta;


 El desbalance entre las condiciones de desarrollo humano actual y el estado de la
humanidad en lo que constituye la tragedia ecológica provocada por las prácticas
humanas actuales de la cual es signo esta pandemia;
 En lo que al SUR/Sur respecta, la pandemia ha dejado en claro que no hay
población segura mientras la mayor parte de los ciudadanos no puedan cumplir el
cuidado preventivo recomendado porque deben salir de sus hogares para obtener
los ingresos diarios;
 Que las viviendas no cuentan con condiciones para retener grupos familiares
amplios y precarios como lo son los latinoamericanos y caribeños, donde el
hacinamiento y las carencias facilitan la reproducción de relaciones de malestar
incluidas las diversas violencias;
 Tampoco es nuevo que una proporción muy alta de las familias latinoamericanas
no cuenta con agua potable para evitar el contagio por el virus con el lavado de
manos;
 La pobreza y desprotección que alcanza en América Latina y el Caribe a más de la
mitad de las poblaciones, establece los límites del sistema actual y la necesidad
de su transformación. Necesitamos habitar sociedades incluyentes, ahora pueden
plantearse las condiciones para la formulación de un sistema económico inclusivo,
diverso, hacia adentro, que genere empleos y se acerque a los territorios y a la
madre tierra, a contramano del despojo capitalista y extractivista neoliberal;
 Que el capital no pierde nunca. En las peores condiciones de la humanidad, el
capital ha lucrado generando nuevas fuerzas productivas. Hoy ocurre a propósito
del mundo sanitario. La falta de recursos humanos, materiales e insumos, equipos
y tecnologías, medicamentos insuficientes para enfrentar no sólo el día a día de
las necesidades de salud sino a la pandemia, se presta para las peores prácticas
comerciales del mundo globalizado, para que los sectores industriales exigen a los
Estados volver a depender del endeudamiento de los organismos financieros
internacionales, a la vez que no cesa la agresión a la soberanía de los países
insurrectos como Venezuela y Cuba, para los cuáles exigimos a Estados Unidos
levantar el bloqueo que les permita no sólo enfrentar la pandemia, sino normalizar
sus relaciones financieras y económicas con el mundo.
 Que la solidaridad y colaboración en y entre los países en un nuevo orden
internacional, puede permitir enfrentar mejor la pandemia como ya existen
ejemplo, y ser el principio para enfrentar la ignorancia, la pobreza, y la
desigualdad.

27 de abril
Grupo de Trabajo CLACSO
Estudios sociales para la salud

Esta declaración expresa la posición del Grupo de Trabajo Estudios sociales para la salud
y no necesariamente la de los centros e instituciones que componen la red internacional
de CLACSO, su Comité Directivo o su Secretaría Ejecutiva.

Los nuevos comienzos y la educación. Reflexiones desde el confinamiento

Freddy Javier Álvarez González1

Después de no haber parado de llover noche y día, a torrentes, durante 10 años en


Macondo, Gabriel García Márquez nos cuenta en Cien Años de Soledad:

“Los sobrevivientes de la catástrofe, los mismos que vivían en Macondo antes de que
fuera sacudido por el huracán de la compañía bananera, estaban sentados en mitad de la
calle gozando de los primeros soles. Todavía conservaban en la piel el verde de alga y el
olor de rincón que les imprimió la lluvia, pero en el fondo de sus corazones parecían
satisfechos de haber recuperado el pueblo en el que nacieron. La calle de los turcos era
otra vez la de antes, la de los tiempos en que los árabes de pantuflas y argollas en las
orejas que recorrían el mundo cambiando guacamayas por chucherías, hallaron en
macondo un buen recodo para descansar de su milenaria condición de trashumantes (…)
Era tan asombrosa su fortaleza de ánimo frente a los escombros de la mesas de juego,
los puestos de fritangas, las casetas de tiro al blanco y el callejón donde se interpretaban
los sueños y se adivinaba el porvenir, que Aureliano segundo les preguntó con su
informalidad habitual de qué recursos misteriosos se habían valido para no naufragar en
la tormenta, como diablos habían hecho para no ahogarse, y uno tras otro, de puerta en
puerta, le devolvieron una sonrisa ladina y una mirada de ensueño, y todos le dijeron sin
ponerse de acuerdo la misma respuesta: Nadando.”

¿Como será el día después del COVID-19? ¿Morirá el capitalismo como lo predice Zizek?
¿O se normalizará el Estado de excepción de Agamben? ¿Aparecerá con fuerza una
sociedad híper vigilada y controlada debido a la apropiación de nuestros datos como lo
predice Byung Chaul-Han? ¿Continuará y mejorará la performance de la bio-política de
Foucault y se acentuará la Necro-política de Achille Mbembe, porque el poder decide
quienes mueren y se salvan? ¿O seguiremos en la expansión de las discriminaciones y
los racismos que descubre Expósito debido a la relación estrecha del munus de la
comunidad e inmunidad?

¿Cuál es nuestra certeza del mañana, cuando nadie puede imaginar lo que pasará la
próxima semana? ¿Qué tanto sabemos del futuro cuando los dioses nos han
abandonado, y solo quedamos nosotros, desnudos, frágiles, con el miedo a morir sobre el
que nunca antes pensamos, aunque lo sabíamos desde el momento de nacer, que solo
experimentamos en los otros y nunca en nosotros mismos, cargando nuestros muertos sin
tiempo para llorarlos, ni para hablar de ellos porque son tragados por las cifras en tiempos
de supervivencia mundial, muertos invisibles en las casas y visibles en las calles por los
videos de los celulares de los pobres, con su pobreza cargada desde mucho antes,
acentuada por el Neoliberalismo y convertida en miseria por la Pandemia, gobernados por
el vacío del Estado que no tiene más que la mentira y el autoritarismo, rodeados por
políticos que se ponen la máscara de la falsa preocupación, a fin de esconder sus
miserables y criminales intereses?

Cien años de soledad nos recuerda que venimos de millones de batallas, que no somos
más que supervivientes, y aunque la incertidumbre sea el nombre del futuro, hemos
aprendido a vivir, aunque tengamos algún salario, en el día a día del pueblo pobre y
digno. Estamos seguros de que la vida continuará, no porque lo leímos, sino porque
nuestros viejos, amores, amantes, hijos y amigos y amigas son sus testigos contra el
evangelio de la perdición que ha escrito occidente, el norte y el capitalismo, por la historia
que nos contaron y que existe más allá de las bibliotecas, por la cultura que no está
encerrada en los museos, por la educación que está más allá de las escuelas. Por todo
esto podemos decir a los empresarios que no hay economía sin vida, pues la muerte no
se negocia, y la vida no es una mercancía; que no hay política sin vida, de lo contrario lo
que tenemos son pequeños gestores de la maldad y principiantes de dictadores; que no
hay educación sin vida porque no se trata de saber más sino de vivir con, vivir para, y no
solamente vivir. Que la vida es lo más importante admitiendo que la muerte es esa parte
de la vida que solo puede llegar porque luchamos por ella y la celebramos, y fuera de este
imperativo solo irrumpe la vergüenza y la deshonra que se ha alcanzado por ejemplo con
Guayaquil, el nuevo Kosovo del siglo XXI, que solo provoca que la santa rabia reemplace
el miedo, contra los que no se hicieron cargo de su responsabilidad, y se exculpan en la
mentira.

El Sein zum Tode de Heidegger se ha hecho trizas cuando se ha roto el sueño de una
Unión Europea, o de una América en Latinoamérica por esa derecha inmoral que nos
gobierna mundialmente. Ya no morimos de manera consciente en el existente ontológico;
si bien el virus no discrimina, la mayoría de los que mueren son los viejos, los pobres, los
negros, los migrantes, que nos recuerdan que el confinamiento es un privilegio. Aun así,
se muere en una doble soledad, la de la muerte misma, porque morimos solos, y la del
confinamiento, porque los cadáveres rompen el cuadro de cualquier estética, ni siquiera
son contados; ya no se muere antes de tiempo, como lo denunciara Bartolomé de Las
Casas, se muere fuera del tiempo y dentro de la ciudad, en las casas, las tiendas, los
cuartos, las calles, sin aviso, sin rituales, sin abrazos y sin lágrimas. El ser para la muerte
sigue siendo una buena noticia para el asesino como Trump y Bolsonaro, tal como lo
pensó Levinas. La muerte es la no respuesta, decía él, en la que sobran las palabras y los
consuelos; luego, solo queda suspendida la pregunta del por qué en un hilo muy fino,
mientras el ángel de la historia de Benjamín, mirando hacia la destrucción del pasado, es
empujado hacia el futuro apocalíptico sino nos atrevemos a hacer las preguntas
insoslayables a partir de la vida y por el buen vivir de la naturaleza, y de todos, todas y
todes.

A pesar de todo, la vida solo existe como duración, es decir, no es un instante, no es el


pasado, no es un mero recuerdo, o solo pesadillas. Bergson en Memoria y Vida decía que
“El universo dura. Cuanto más profundicemos en la naturaleza del tiempo, tanto más
comprenderemos que duración significa invención, creación de formas, elaboración
continua de lo absolutamente nuevo. “Lo que dura no es lo que se conserva, porque si la
vida se guarda se pudre o se vuelve fría como dinero; tampoco la duración es lo que se
copia, ella se reproduce, se reinventa y da lugar a lo nuevo.

En este marco me gustaría preguntar sobre ¿cuáles son los nuevos comienzos para una
educación que es la garantía, como decía Hannah Arendt, de la continuación del mundo.
Una vacuna es imprescindible, la necesidad de tener sistemas de salud públicos de
calidad, es incontestable; un nuevo sistema de salud mundial es necesario, para prevenir
futuras pandemias; un sistema económico que no mercantilice lo común y lo público y de
apertura a la vida, es urgente que mida el crecimiento en términos de protección de la
vida de la naturaleza y de los más vulnerables, que proponga la felicidad como un
indicador mundial, y que no se confunda felicidad con el goce del consumo, que rompa
con ese desequilibrio mortal y escandaloso del 1% que es dueño del 80% de la riqueza
mundial y deja a más de un 50% sin nada, mientras ese otro 49% se reparte el 20% de la
riqueza y defiende la injusticia asesina de ese1%; gobiernos que no destruya la
naturaleza como condición para el desarrollo porque nos hunde en el subdesarrollo
mental y nos condena a la muerte; una política que no construya fronteras, abierta al otro,
consciente que si se hacen guerras recibirá desplazados, que si explota y coloniza en
otros lugares estará cercada de migrantes, una política que sea consciente de que toda
acción hacia afuera repercute adentro; y, sobretodo, de un sistema de educación como el
lugar para construir los nuevos comienzos, los comienzos que se hagan cargo de lo peor
y de lo mejor.

Solo en la educación podemos crear nuevos comienzos que permitan la duración de la


vida, porque la educación no es un asunto de magia, o de poder. Se necesita dinero para
educar, pero, no solo eso. No por tener dinero se es más educado, no por tener poder se
puede conocer más. La educación requiere trabajo, pasión, dedicación y compromiso. Un
burócrata es un insulto para la educación, un pragmático es un hipócrita educativo. La
educación de los nuevos comienzos es la de los comprometidos con la humanidad, de los
enamorados de la vida, de los y las que sueñan con otros mundos, de los subalternos, e
insubordinados. Cada vez que se educa una niña, un niño o un adolescente estamos
rompiendo con el fatalismo de los aristócratas, distorsionamos las cifras de los
economistas y evitamos la tentación autoritaria de los poderosos. La educción es un no al
destino, por eso compartimos el principio de educabilidad de Mierieu: todo ser humano es
educable, y sin ninguna duda afirmamos que no habrá un nuevo comienzo sin que la
educación sea un derecho humano, un bien público y un deber del Estado.

¿De qué dependen los comienzos de la educación? Los sistemas nacionales de


educación suelen ser tan mediocres como sus gobernantes y directivos; y tan buenos
como sus maestros y estudiantes. Los comienzos se gestan desde abajo, con ideas,
fuerza, sueños, sacrificio y entrega. Siempre es bueno que haya una autoridad que
empuje, pero lo importante nunca estará allí.
No hay comienzos sin rupturas. Un buen comienzo es romper con el matrimonio entre
capitalismo y educación, que cuando no se hace nos lleva a decir de manera casi
inconsciente que la educación no puede parar. ¿Por qué no puede parar? Acaso tenemos
que hacer creer a los niños y las niñas que afuera pasa nada, no nos damos cuenta de
que tienen tanto miedo como nosotros, por qué repetir la perversión entre realidad y
fantasía que retrata el film La vida es bella. Romper con este sistema es parar la
vulgaridad del discurso del emprendedor como gran invención del capitalismo tardío que
camina hacia la destrucción del planeta y por consiguiente de todo lo que llamamos
humano. La aceleración del capitalismo es nuestra aceleración. Vivimos dentro de un
sistema que nos hace sentir culpables de no producir, aun en el confinamiento, y donde
pensar se volvió una pérdida de tiempo.

Un buen comienzo es reconciliarnos con la lógica de lo viviente. Solo nos acordamos de


la existencia de la naturaleza cuando ella nos demuestra la capacidad de destruirnos
como ahora con un virus que todavía los científicos no se poden de acuerdo si es
biológico o no. Charles S. Cockell, astro-biólogo de la Universidad de Edimburgo, dice:
“no importa si el virus está vivo o no y que no nos pongamos de acuerdo, lo relevante es
conocer su biología, como interactúa y como lo podemos vencer”. Indudablemente que la
noción de vida siempre ha sido un problema, mientras la vida solo era atribuible a un
cierto grupo, los animales, los llamados salvajes, y la naturaleza debían estar a su
servicio.

Llama la atención que a la naturaleza a la que hemos destruido, ahora que nos sentimos
amenazados por ella, invitemos a la guerra. Sobretodo debamos advertir que su
capacidad de destrucción está por encima de cualquier gobierno. Se trata de un enemigo
más destructor que el enemigo de las guerras convencionales. Hasta la segunda guerra
mundial los enemigos eran los países, los estados; desde el 2001 los enemigos fueron los
terroristas que solo podían estar en el mundo árabe. Ahora, “nuestro enemigo” es global e
impredecible. Los enemigos de nuestra civilización fueron decididos por países
colonizadores y saqueadores y no entre religiones como lo quiso hace aparecer
Huntington; hoy la lucha es contra un enemigo que hace parte de la lógica viviente como
lo señala la filósofa francesa Claire Marin, porque nuestros cuerpos están marcados por
los estragos de los virus y nos recuerdan nuestro origen animal y aunque encontremos,
ojala pronto, una vacuna, tendremos que aprender a vivir con él, con ellos, porque los
virus nunca desparecen.

Luego, ¿estamos en una guerra o en momento inédito? En la guerra siempre hemos


vivido. No son pocos los discursos invitando a hacer una guerra contra la pobreza, o el
analfabetismo. Salir de la guerra y aprovechar de este tiempo inédito es hacer girar la
educación. Sería un error para cualquier sistema de educación seguir formando
estudiantes competitivos y exitosos para un modelo de desarrollo que enriquece a unos
pocos, empobrece a la mayoría, y a todos nos embrutece; que desarrolla nuestra
inteligencia pero que humanamente nos hace miserables; que domina a la naturaleza
cuando en realidad nos encierra en nuestra casa, y en un tipo de vida estresante, en
ambientes contaminados, en delirantes ritmos de consumo, y en la soledad de nuestras
vidas, mientras la naturaleza hace implosión, ahora con sus límites desconocidos para la
ciencia e inadvertidos para el planeta, y pronto en el ya previsible y no escuchado
escenario del Cambio Climático; que forma individuos en la lógica letal y ridícula del
neoliberalismo; que es abrazada por nacionalismos decimonónicos dentro del gran olvido
ontológico de la interdependencia de la especie, la sociedad y el individuo; que continua
en la disciplina porque califica a la trans-disciplina como un asunto de pedagogos
mediocres; que inventa la fantasía de una inteligencia fuera de lo humano porque cree
que existen tecnologías libres e inteligentes; que no rompe con la creencia en una ciencia
sin deseos y sin estar inscrita en una visión-mundo; y que sigue apostando por las
ciencias sin filosofía. El individuo no es autónomo; la sociedad no es omnipotente; el
Estado no es un Leviatán que debe destruir el estado de naturaleza; la ciencia es una
forma de conocimiento entre otros; el mercado no es la solución central de una sociedad.
Tenemos que defender la vida dentro de la lógica de lo viviente.

Por último, un nuevo comienzo, implica profanar lo inevitable. La mascara de lo inevitable


la tiene el capitalismo; el desarrollo occidental, la educación en las matemáticas y el
inglés; un igual modelo de universidad para el planeta; la globalización del mercado y su
estética repetida en nuestro barroco moderno; los migrantes muriéndose en las pateras
que navegan en el Mediterráneo, en Calais, Lampedusa, Lesbos, en las fronteras de
USA-México, España-Melilla, Israel-Palestina, Turquía-Grecia-Siria; la escandalosa
desigualdad y pobreza; la aceleración ebria; la inteligencia artificial como la oportunidad
de nuevas subjetividades.

El virus Covid-19 ha logrado la profanación de lo inevitable, nos coloca a todos, todas y


todes en el momento de lo posible. El filósofo italiano Bifo Berardi escribe en los
cuadernos de la peste: “Lo que no ha podido hacer la voluntad política, podría hacerlo la
potencia mutagena del virus. Pero esa figura debe prepararse imaginando lo posible,
ahora que lo impredecible ha desgarrado el lienzo de lo inevitable”.

1- Filósofo. Ex rector de la UNAE, Ecuador. Actual investigador de la UNAM, México.

Territorios urbanos y pandemia: necesidad de la crítica

Manuel Dammert[1]

El proceso de urbanización en América Latina durante el siglo XX tuvo -pese a diferencias


entre países- tres rasgos centrales: informalidad y precariedad de la vivienda,
urbanización inversa (del suelo a la ciudad) y un tipo de consolidación de la estructura y
condiciones urbanas organizada (con énfasis en las últimas décadas) por la
mercantilización y la asimetría en la relación entre actores sociales, públicos y privados.
Es decir, problemas estructurales del modo de producción del espacio urbano que afectan
la calidad de vida de los residentes, y configuran un régimen de múltiples desigualdades
urbanas. En algún punto, o quizás desde siempre, los debates urbanos asumieron el
acceso a la vivienda como un asunto privado y las políticas de vivienda como una política
económica. La política social urbana en muchos casos se asumió como la mejora parcial
de ciertas áreas de acceso público, o la apuesta por los gobiernos locales o la
participación. En tantos casos, la fragmentación urbana se impuso no solo como modelo
de ciudad, sino como estrategia de intervención pública (y privada). Y así, una y otra se
reforzaron.

La pandemia y las medidas implementadas por casi todos los gobiernos en la región han
visibilizado los regímenes de desigualdad de nuestras sociedades. Frente a la
incertidumbre, es irresponsable elaborar predicciones. Sobre todo, dejarse llevar por creer
en un futuro lleno de solidaridad, como una versión actualizada de la idealización de los
sectores urbanos populares hace cuatro décadas (un J. Turner renovado y sin análisis), o
seguir repitiendo la importancia de la empresa privada (con un distante papel del Estado)
como principal solución (¿estamos en los ochentas o noventas del siglo pasado?). Lo
único que quizás es cierto es que se profundizarán inequidades y modificarán los
mecanismos institucionales de acceso a recursos. En corto: mayor desigualdad, pobreza
e incertidumbre.

Una dimensión fundamental de discusión deben ser las ciudades. Las desigualdades
intraurbanas son alarmantes y requieren ser adecuadamente diagnosticadas,
comprendidas y ubicadas como un eje de política social urbana. Seamos claros: la política
urbana, tal como la hemos conocido, ha fracasado, desde antes de esta pandemia. Ya
sea por la capacidad estatal, la ausencia de marcos generales sobre el tema (no existe en
el país una política nacional de desarrollo urbano o un plan metropolitano de Lima) o por
las distintas coyunturas políticas del país en las últimas décadas. Podemos elegir alguna
de estas razones o todas, el resultado es el mismo. La pandemia vuelve visible e
intensifica condiciones preexistentes. Las condiciones que hoy son alarmantes -como el
nivel de hacinamiento, o la pobreza urbana que ni aparece en los mapas o padrones- no
son nuevas. Son parte central de nuestro modelo de urbanización.

La vivienda, junto con los mercados laborales, es uno de los ejes centrales de estas
desigualdades. La cuarentena enseña que la vivienda no es la ciudad. Necesitamos del
desplazamiento, ritmo e interacción. Pero, al mismo tiempo, impone una lección sobre la
importancia y carácter público y social de la vivienda. Tres componentes son básicos:
localización, condiciones y seguridad. El crecimiento de Lima o casi cualquier ciudad, se
sustenta en la reproducción constante de nuevas periferias: nuevas viviendas precarias o
de baja calidad en los límites de la ciudad, reclamando soluciones al acceso a servicios y
la mitigación de riesgos. Sobre las condiciones en Lima y el Callao, 437 mil viviendas
tienen características físicas inadecuadas, 71 mil no cuentan con servicios higiénicos, casi
150 mil dependen de camiones o cisternas para tener agua, y 800 mil presentan
situaciones de hacinamiento (el lema “quédate en casa” como ironía).

Y la seguridad de seguir habitando una vivienda -ya sea por estar en una situación
irregular o bajo modalidad de alquiler- seguirá siendo un problema invisible, aunque cada
vez más cotidiano. Casi 1 de 4 viviendas en Lima es “alquilada”.

Simplifiquemos la “foto”, en un extremo se encuentran aquellos que tienen contratos de


alquiler debidamente registrados y pagan impuestos. Lo urgente, sin embargo, se
encuentra en el otro extremo: alquileres informales, garantizados, principalmente, por
acuerdos verbales entre las partes, y donde la forma de resolución ante problemas es la
negociación o la violencia. El desalojo es una opción de resolución de estos conflictos,
asociado a condiciones estructurales y sobre el cual el Estado ha hecho muy poco en el
pasado. Noticias sobre desalojos de inquilinos nacionales y extranjeros, o altercados
frente a la falta de pago del alquiler pueden llegar a ser cada vez más comunes. Para lo
cual se requiere con urgente intervención del Estado.

Otro eje relevante es la movilidad, las ciudades son movimiento y localización, siempre al
mismo tiempo y en distintas escalas. Las condiciones de movilidad son también parte de
nuestro modelo de ciudad, la movilidad es el eje central de cualquier estrategia para
enfrentar el inevitable fin de la cuarentena: ¿Cómo se moviliza la población intra e inter
escalas (el barrio, distrito, ciudad, regiones)? ¿Cómo mejorar en unas semanas un
sistema de transporte que ha acumulado fallas durante décadas? Sin acciones públicas,
la movilidad reproducirá desigualdades. Y el lema imperante de “cada uno como pueda”
es solo la renuncia de tratarlo como un asunto público.

Insisto: es difícil hacer predicciones sobre futuros concretos, y seguro se requiere mucha
innovación y colaboración para encontrar “soluciones” a problemas que nos acompañan
hace mucho. Sin embargo, quizá un punto de partida es reconocer la insuficiencia de
pensar las salidas desde las experiencias exitosas de las zonas de alta renta o desde las
intervenciones que ofrece el “urbanismo a la carta” (tan neoliberal diría V. Delgadillo) de la
última década. En todo caso, lo que deberíamos preguntar, hoy más que nunca, es por
qué estuvo fuera del debate público lo que hoy nos explota en la cara, y supuestamente
nos toma por sorpresa. Parafraseando a A. Gorelik, pareciera que durante mucho tiempo
(y muchos hasta ahora) gran parte de los estudios (activistas, académicos, gestión)
urbanos construyeron “una piscina de natación de aguas calmas donde, en plena
transformación turbulenta de la ciudad, la imaginación urbana nada en su impotencia”.
Pese al pesimismo de estas épocas, ojalá logremos sacudir y volver a pensar el modelo
de ciudad que queremos.

[1]
Manuel Dammert-Guardia. Centro de Investigaciones Sociales, Económicas, Políticas y
Antropológicas, Pontificia Universidad Católica del Perú. Coordinador del Grupo de
Trabajo CLACSO Desigualdades urbanas.

eclaraciones y comunicados

La crisis sanitaria del Covid-19

El Grupo de Trabajo Estudios sociales para la salud del Consejo Latinoamericano de


Ciencias Sociales, CLACSO, manifiesta su preocupación por la emergencia sanitaria por
el COVID 19 que vive el mundo, y que aparece por encima de la crisis actual del sistema
capitalista mundial sin haberse recuperado todavía de la llamada burbuja inmobiliaria de
2007, y que aprovecha Estados Unidos como una oportunidad, no obstante su tragedia,
para agredir a la región y avanzar en sus necesidades estratégicas.

La crisis sanitaria se habrá de expresar también agudamente en las próximas semanas en


nuestro continente tal como está ocurriendo ya en ciudades de Estado Unidos, no
obstante la millonaria cantidad de recursos lanzados para paliar a un débil sistema
privado de seguros de salud que tiene desprotegidos al menos a 50 millones de
norteamericanos y migrantes ilegales; Ecuador a su vez, ya muestra las dimensiones
posibles de la tragedia humanitaria en las que podrá encontrarse la región en este mes y
principios de mayo.

Estamos enfrentando una crisis sanitaria de proporciones sin contar con sistemas
universales de salud público poderosos, en el marco de procesos de avance y regresión
democrática en curso en la región. Cabe recordar que en general, además de la condición
estructuralmente desigual de los países, los sistemas de salud han estado prácticamente
durante los últimos 30 años de neoliberalismo, bajo Estados débiles para lo público, pero
fuertes para la creación de un modelo de mercado en salud y de la política social a través
de procesos de privatización, flexibilización y precarización laboral, oferta de servicios
público limitados y básicos, además de oferta de los llamados catastróficos como
compensación a los posibles daños, financiado por el gasto de bolsillo de las familias que
creció y del gasto público. En ese marco, la prevención y la promoción de la salud han
sido los grandes ausentes que explican los altos índices de morbilidad y la epidemia de
diabetes y sobrepeso que no obstante tener poblaciones más jóvenes que la europea,
está expuesta a una mayor gravedad frente a la pandemia, no sólo en la población mayor
a 60 años.

Algunas de las conclusiones, evidencias y lecciones a priori que hasta el momento está
dejando la pandemia, a reserva de posteriores reflexiones más allá de las consecuencias
humanas sin precedentes hasta ahora con 89.000 mil muertes en el mundo, son:

 Las profundas desigualdades en las condiciones de vida del planeta;


 El desbalance entre las condiciones de desarrollo humano actual y el estado de la
humanidad en lo que constituye la tragedia ecológica provocada por las prácticas
humanas actuales de la cual es signo esta pandemia;
 En lo que al SUR/Sur respecta, la pandemia ha dejado en claro que no hay
población segura mientras la mayor parte de los ciudadanos no puedan cumplir el
cuidado preventivo recomendado porque deben salir de sus hogares para obtener
los ingresos diarios;
 Que las viviendas no cuentan con condiciones para retener grupos familiares
amplios y precarios como lo son los latinoamericanos y caribeños, donde el
hacinamiento y las carencias facilitan la reproducción de relaciones de malestar
incluidas las diversas violencias;
 Tampoco es nuevo que una proporción muy alta de las familias latinoamericanas
no cuenta con agua potable para evitar el contagio por el virus con el lavado de
manos;
 La pobreza y desprotección que alcanza en América Latina y el Caribe a más de la
mitad de las poblaciones, establece los límites del sistema actual y la necesidad
de su transformación. Necesitamos habitar sociedades incluyentes, ahora pueden
plantearse las condiciones para la formulación de un sistema económico inclusivo,
diverso, hacia adentro, que genere empleos y se acerque a los territorios y a la
madre tierra, a contramano del despojo capitalista y extractivista neoliberal;
 Que el capital no pierde nunca. En las peores condiciones de la humanidad, el
capital ha lucrado generando nuevas fuerzas productivas. Hoy ocurre a propósito
del mundo sanitario. La falta de recursos humanos, materiales e insumos, equipos
y tecnologías, medicamentos insuficientes para enfrentar no sólo el día a día de
las necesidades de salud sino a la pandemia, se presta para las peores prácticas
comerciales del mundo globalizado, para que los sectores industriales exigen a los
Estados volver a depender del endeudamiento de los organismos financieros
internacionales, a la vez que no cesa la agresión a la soberanía de los países
insurrectos como Venezuela y Cuba, para los cuáles exigimos a Estados Unidos
levantar el bloqueo que les permita no sólo enfrentar la pandemia, sino normalizar
sus relaciones financieras y económicas con el mundo.
 Que la solidaridad y colaboración en y entre los países en un nuevo orden
internacional, puede permitir enfrentar mejor la pandemia como ya existen
ejemplo, y ser el principio para enfrentar la ignorancia, la pobreza, y la
desigualdad.

27 de abril
Grupo de Trabajo CLACSO
Estudios sociales para la salud

Esta declaración expresa la posición del Grupo de Trabajo Estudios sociales para la salud
y no necesariamente la de los centros e instituciones que componen la red internacional
de

https://www.clacso.org/?search=pandemia&s=&categoria_temas%5B%5D=1276

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