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VIEJOS MITOS A LA LUZ DE LA TEORÍA ASTRAL.

Las reflexiones hechas en artículos anteriores nos brindan la posibilidad de


reconsiderar ciertas "leyendas" y "supersticiones" tenidas por siglos como tales
pero que, sin embargo, se sostuvieron extrañamente en el inconsciente colectivo,
como es el caso de los "mitos" sobre vampiros y "hombres lobo". En este último
caso, y a pesar de ciertas explicaciones psicologistas (que nos remiten a la
persistencia en la imaginación colectiva de la proximidad y peligro que para el
Hombre del Medioevo significaban bosques poblados por lobos, convivencia con
el peligro que, por su arrastre emocional, habría sobrevivido en forma de
leyendas) cabe preguntarse si detrás de todo ello no podría subyacer alguna
probabilidad de fenómenos ocultistas malinterpretados. Puestos a reconsiderar
estas disciplinas, no podemos menos que señalar que los conceptos expresados
hasta aquí nos permiten encontrarle un sentido lógico a viejas historias de
hombres lobo ("werewolf" o "lobizón", en este último caso, como acostumbra
llamársele en América del Sur), vampiros y la sempiterna Luna llena como telón
apropiado de fondo para estas sagas.

Ambos (vampiros y lobizones) se manifiestan –si hemos de seguir la creencia


popular– especialmente las noches de Luna llena. Ahora bien, esta fase de
nuestro satélite natural tiene ciertas peculiaridades interesantes desde el punto de
vista con que abordamos estas temáticas. Para comenzar, la luz emitida por
Selene es lo que podríamos llamar una luz "polarizada", con especiales
características vibratorias. Sin dejar de tener en cuenta el sabido incremento de
hechos de violencia física y accidentes que ocurren durante su fase (como saben
muy bien los profesionales que trabajen en hospitales o precintos policiales),
podemos también remitirnos a algunas experiencias caseras: si ustedes gustan de
la pesca deportiva, sabrán que el pez extraído del agua y dejado a la luz de la
misma se descompone de manera harto más rápida que en cualquier otra
circunstancia. Incluso yo mismo he hecho la experiencia de dejar algunos peces
aún vivos en el agua, para comprobar que la consistencia de su carne se
desmenuza bajo los dedos aun antes de darles muerte. Pero también sabemos
que, astrológicamente, cada astro se "corresponde" (en el sentido que le da la Ley
de Correspondencia, otra de las siete Leyes Fundamentales del Universo) con
determinados otros elementos de la naturaleza, entre ellos, los metales. Así, la
correspondencia de la Luna es la plata. Y bien, tal como nos lo recuerdan la malas
películas de terror clase "Z" americanas, ¿de qué material debe estar hecha, por
ejemplo, la bala que de muerte a un "lobizón"?. Pues, precisamente, de plata. Y
una bala es una punta; en este caso, una punta de plata. ¿Y se hace necesario
recordar otra vez a Eliphas Levi, cuando en su texto "Dogma y Ritual de Alta
Magia" nos dice, textualmente, que "las puntas de plata impiden la condensación
de la luz astral"?.

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Aún más. El "mito" del vampiro encierra la regla que éste no sólo no se refleja
en los espejos sino que éstos le son particularmente repugnantes. Y
antiguamente, el espejo se "platinaba", es decir, se cubría una cara de un vidrio
con una solución de un derivado de plata lo que le daba particularmente su
característica reflexiva. Es más, en el lenguaje castellano antiguo, precisamente
se llamaba "luna" a los espejos, por esa asociación. Y ese rechazo no es algo
propio de los vampiros: personalmente he asistido a numerosas sesiones de
cultos afroamericanos, candomblé, umbanda y quimbanda (de cuyos peligros
hablaremos en otra oportunidad) donde algunos participantes "montados" por
entidades del bajo astral retroceden horrorizados si inadvertidamente pasan
frente a un espejo (de ahí la costumbre, si dichas sesiones se celebran en un lugar
donde no es posible retirarlos, de cubrirlos con paños negros). Así que podemos
concluir que es posible aceptar la idea de que los históricamente así llamados
"vampiros" y "hombres lobo", sean entidades astrales, perniciosas y agresivas,
que, o bien se "densifican" en nuestro plano hasta adquirir características
vagamente humanoides que los hagan perceptibles, o bien parasiten (prefiero
decirlo así antes que "posesionen") de humanos o, mejor dicho, de la componente
astral de tales humanos. En este último sentido, es interesante señalar que todas
las corrientes ocultistas identifican al cuerpo astral con el "cuerpo de las
emociones" (nuestra emocionalidad sería consecuencia, entonces, del equilibrio y
estado general de nuestro cuerpo astral) de forma que los violentos cambios de
conducta de estos pobres infelices podrían ser explicados en función de tal
apropiación.
También es interesante señalar que es ya una tradición –cuando menos en
muchos países- que el séptimo hijo varón de una familia sea apadrinado en su
bautismo por el Presidente de la Nación (antiguamente lo hacía el rey). Si tenemos
en cuenta que históricamente se sostenía que la realeza hereditaria disponía de
ciertas “prebendas espirituales” (inspirada esta creencia seguramente en la
presunción de su influencia divina), entre ellas el poder de sanación (hasta bien
entrado el siglo XVIII era común en Francia y Holanda, por ejemplo, que cierto día
del año el Rey se paseara entre la plebe tocando a los enfermos, ya que el
atributo de “la mano de Dios”, como se llamaba, sostenía que quienes eran
así eran agraciados curaban sus males) es lógico comprender que en tiempos de
democracias, perdido el sentido esotérico original de la práctica, algunas de estas
costumbres rituales se perpetuaran, entre ellas, la capacidad “exorcista” del Rey
(ahora Presidente) quien con su influencia podría liberar a la pobre criatura de su
estigma astral.
De resultas de todo esto, se ha diseñado un sencillo elemento que permite
"capturar" entidades astrales negativas –en caso de presumirse su existencia– y
que consiste en cortar de manera circular un espejo (el tamaño suele ser
indiferente) en el centro del cual se pinta un círculo, con pintura negra, de un
centímetro de diámetro, que fungirá la tarea de "punto de fuga" (ver al respecto la
lección correspondiente). Tocando periódicamente el centro de este círculo con
nuestra punta de plata (que, como también he explicado en lecciones anteriores,
es parte del instrumental idóneo que para la acertada realización de rituales
ocultistas debe proveerse) se disolverán las concentraciones astrales negativas
que hayan "anclado" en el mismo. Uno de tales elementos, ubicado

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permanentemente en el ángulo más al noroeste de la vivienda donde se presume
la presencia circunstancial de tales entidades, y tocado con esa punta una vez por
día, será un buen elemento protector para estas patologías astrales.

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