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CONVENIENCIA O NO DE LA COSNTRUCCIÓN DE UNA PRESA

Un nuevo informe de investigadores de la Universidad de Oxford, Inglaterra, argumenta


que las grandes represas son una inversión riesgosa: no se ajustan a los presupuestos
proyectados, ahogan en deudas a las economías emergentes y no resultan en los beneficios
prometidos. ¿Alguna vez han tenido sentido estos proyectos?

Basta echar un vistazo sobre el muro de 60 pisos de alto de la Presa Hoover (entre Arizona
y Nevada en Estados Unidos) para que cualquiera sienta un hormigueo en la piel. El
concreto con el que fue construida podría pavimentar una carretera desde Nueva York a
San Francisco. Es una barrera colosal promocionada como un símbolo del dominio del
hombre sobre la naturaleza y como una maravilla de la ingeniería del siglo 20.

Se dice que la represa ayudó a que la economía estadounidense arrancara después de la


Gran Depresión, controlando al río Colorado -propenso a inundaciones- y generando
energía hidráulica barata para los áridos estados del suroeste del país.

Pero lo más "milagroso" es que la Presa Hoover fue completada dos años antes de lo
programado y costó unos US$15 millones menos de lo presupuestado.

Los críticos del megaproyecto, sin embargo, afirman que la Presa Hoover es una
anomalía.

Los investigadores de Oxford revisaron 245 grandes represas: aquellas con una altura de
más de 15 metros y que fueron construidas entre 1934 y 2007.

Descubrieron que 96% de estos proyectos sobrepasaron sus presupuestos aprobados: la


represa Itaipú en Brasil se excedió 240% y tomó 8,2 años construirla.

En la gran mayoría de los casos, dicen los autores, las megarrepresas no son
económicamente viables.

Pero después de un período de calma de dos décadas, una vez más se está pregonando a
estos proyectos como el boleto para la prosperidad. Desde China hasta Brasil, pasando
por Pakistán y Etiopía, todos se precipitan a construirlos.

Ya que se espera que el consumo de electricidad en el mundo se incremente más de 56%


entre 2010 y 2040 -según el informe de International Energy Outlook de 2013- la energía
hidráulica es una alternativa tentadora.

Más del 90% de la energía renovable proviene de represas, según la Comisión


Internacional de Grandes Presas.

Andy Hughes de la Sociedad Británica de Presas apunta a Laos y Vietnam como ejemplos
resplandecientes de países constructores de presas que han logrado dominar la energía
hidráulica.
"Construyen represas, generan energía hidráulica y después exportan esa energía a otros
países, así que es una cosecha abundante de dinero para ellos", dice Hughes.

Pero Bent Flyvbjerg, el principal autor del estudio sobre represas de la Universidad de
Oxford, afirma que estos proyectos "no son neutrales ni en sus emisiones de carbono ni
en las de gases de efecto invernadero". Las enormes cantidades de concreto que se
requieren para construirlas dejan una enorme huella de carbono, señala.

Todo depende de quién está sentado en la mesa. Durante medio siglo o más ha habido
mucha controversia sobre el contexto más amplio en el que estos proyectos están
construidos. Es decir, quién pierde su sustento, quién gana en la construcción de la represa
y cuáles son los costos y beneficios medioambientales. Julia Jones, hidróloga

Además la vegetación anegada bajo los embalses produce metano, un gas de efecto
invernadero que es casi 20 veces más potente que el dióxido de carbono, agrega.

Grande contra pequeño

Pero subraya que su argumento no es en contra de las presas como tal sino de las
megrapresas.

"No aceptamos que se trate de una discusión de la energía hidráulica de las grandes presas
contra los combustibles fósiles. Nos gustaría que la discusión fuera de las grandes presas
frente a los pequeños proyectos de energía hidráulica" asegura.

Otros, como Peter Bosshard del grupo ambientalista International Rivers, dicen que el
cambio climático amenaza con alterar los patrones de clima de forma impredecible.

"Si ponemos todas nuestras esperanzas de energía en una sola gran represa, estamos
tomando un enorme riesgo porque no sabemos qué patrones de precipitación tendremos
en el futuro" afirma.

El costo de estas "bestias" es el principal enfoque del estudio de Oxford.

Flyvbjerg asegura que el precio de US$14.400 millones de la presa Belo Monte en Brasil
podría incrementarse a US$27.400 millones superando cualquier beneficio y
sumergiendo al país en una montaña de deudas.

Por lo menos, dice, Brasil tiene una economía robusta. Pero para muchas otras economías
emergentes, las megarrepresas son sinónimo de desastre.

Algunos países solicitan préstamos enormes, a menudo en moneda extranjera, lo cual los
hace vulnerables a las fluctuaciones en las tasas de cambio. Y cuando las represas no
brindan los beneficios prometidos estas naciones sufren un golpe tremendo.

Es como un toro en una tienda de porcelana: estos proyectos son demasiado grandes y
demasiado riesgosos para que las economías más frágiles del mundo puedan enfrentar el
desafío", expresa el autor.
Agrega que incluso cuando un proyecto se excede en costo y tiempo, los gobiernos se
muestran renuentes a abandonarlo.

"Una represa realmente es un activo inútil si no está terminada. Incluso si está 99%
finalizada, no se puede usar. O está lista o no lo está" expresa Flyvbjerg.

Pero según Andy Hughes las represas tienen muchas ventajas. Los críticos, dice, deberían
plantearse varias preguntas: "¿De qué otra forma se puede generar energía, de qué otra
forma podemos darle a la gente agua potable, de qué otra forma podemos irrigar granjas,
de qué otra forma podemos tratar las aguas residuales?".

Y además, agrega, las presas crean empleos. El proyecto de la presa hidroeléctrica de


Belo Monte proyecta la creación de unos 20.000 empleos.

Nadie gana

Hughes afirma que estos proyectos pueden jugar un rol importante para mitigar el cambio
climático. Durante condiciones de sequía, los embalses proveen agua potable y para
irrigación, y durante los períodos de lluvia son clave para proteger de inundaciones,
señala.

Julia Jones, hidróloga de la Universidad Estatal de Oregon, Estados Unidos, argumenta


que estas afirmaciones apoyan su estudio sobre represas en la cuenca del río Columbia en
el noroeste del Pacífico.

"Ha habido un incremento neto en la disponibilidad de agua durante tiempos de sequía y


en la protección de sitios durante inundaciones, lo cual es exactamente el objetivo que
intentan las represas", explica.

"Esto sugiere que hay una adaptación y que podrían tener una capacidad suficientemente
grande para enfrentar el futuro cambio climático". Pero subraya que todo dependerá de
cuán grande sea el impacto del cambio climático.

El verdadero beneficio de las represas podría simplemente reducirse a la perspectiva, dice


Jones.

"Todo depende de quién está sentado en la mesa" explica. "Durante medio siglo o más ha
habido mucha controversia sobre el contexto más amplio en el que estos proyectos están
construidos. Es decir, quién pierde su sustento, quién gana en la construcción de la represa
y cuáles son los costos y beneficios medioambientales".

Para Hughes, se trata más bien de una trampa en la que "serás malo si lo haces, serás malo
si no lo haces".

Mi opinión es que nunca se gana con una represa. Si la construyes serás criticado, pero
una vez que está terminada la gente dice: '¿y por qué hicieron tanto escándalo?'. Pero en
el momento que tratas de demoler una presa te critican por dañar el hermoso medio
ambiente. Así que me temo que se trata de un ejercicio en el que nadie gana".

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