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(de Macri
El libro [Butelman, Ida (comp.): “Pensando las instituciones”, Paidós, Bs. As.,
1998].se compone de varios capítulos, escritos por diferentes autoras y vinculados entre
sí por las temáticas pero no correlativos, es decir que tienen sentido en sí mismos. Dada
esta estructura del libro creí apropiado hacer un análisis comparativo de los capítulos
basándome en el significado (no unívoco) que se le atribuye en cada caso a
algunos conceptos relevantes.
A continuación entonces desarrollo este trabajo analizando cada capítulo por
separado y tomando como ejes: la concepción del conflicto, la perspectiva desde la que
se mira y se construye el objeto (perspectiva epistemológica) y las
diferentes categorías teóricas propuestas por las diferentes autoras para comprender la
institución.
Para la autora, el abordaje desde un lugar del saber es limitante y reconoce, desde el
punto de partida, las fragmentaciones a que se someterá: “(...) las hipótesis surgidas
sobre la base de un modelo teórico tienden a la comprensión selectiva de las situaciones,
a causa de los alcances y los intereses teóricos de los propios conceptos con los que se
indagan sólo algunos aspectos de la realidad, ya que tal teoría deja otros afuera por no
problematizarlos”.
Un término que nos interesa definir entonces es el conflicto. La autora lo aborda
desde su carácter emergente, como una instancia que da lugar a ver o a ocultar, a
desentrañar la naturaleza de los vínculos, de la experiencia de los actores. Ella dice
que
® “...un primer nivel de datos desde los observables, en los aportes verbales que los
consultantes dicen y especialmente quieren decir, (...) todo aquello en lo que los
consultantes especialmente necesitan ser escuchados”. En este tipo de discurso se define
el NIVEL DE LO MANIFIESTO.
® “...un nivel subjetivo, de lo que no se dice, de lo que se dice mal y se oye mal, de lo
que parece que se quiere decir pero se distorsiona, , de los miedos, de los sufrimientos
vinculares que a veces priorizan la agresión”, que es el NIVEL DE LO LATENTE.
La obvia extracción psicoanalítica de estos términos y su correlato con los niveles
manifiesto y latente de los sueños, por ejemplo, en la obra de Freud, se confirma con la
postura propuesta para el psicopedagogo institucional: la interpretación. El
institucionalista describe lo que ellos dicen que está pasando, en palabras de la autora:
“enuncia con sus palabras; su mirada funciona como un organizador situacional,
creando el espacio real”.
Así como Vigotsky entiende el habla egocéntrica como un espacio que guarda la
función del pensamiento, Mezzano entiende las instituciones como “reservorios sociales
de recuerdos individuales que constituyen una trama social”, la que considera
valiosísima desde una temática particular: la memoria institucional”.
Allí donde Butelman veía la necesidad de crear dos niveles de comprensión del
lenguaje, Mezzano considera que es preciso crear dos vertientes de la memoria a
descubrir. Puesto que “(...) metodologías diversas deben combinarse, en tanto algunas
nos permiten acceder a datos acerca del objeto social colectivo y otras, a los recuerdos
personales. (...) nos dedicamos así a encarar metodológicamente esta doble vertiente de
lo sociohistórico y de la subjetividad individual de los consultantes”. La memoria de
los sociohistórico y la memoria individual, entonces, convergen en la institución, y todo
eso conforma la memoria institucional.
Allí donde Butelman sostenía que el institucionalista describe lo que los actores
dicen que está pasando, enuncia con sus palabras; su mirada funciona como
un organizador situacional, Mezzano propone otro lugar para el institucionalista.
Éste es quien “instala un dispositivo para narrar, relatar, oír los relatos mutuos de
las historias institucionales, creando así redes colectivas de memoria compartida”
Esta función de recordar conjuntamente propicia condiciones para la convivencia y
“posibilita crear un momento de encuentro con la memoria del otro, corrigiendo los
propios imaginarios y/o corroborándolos”. Allí donde Butelman proponía organizar la
situación significando desde la interpretación, Mezzano propone llegar al mismo
propósito, pero de otro modo: recordando juntos lo que pasó.
En el texto de Marta Souto (autora de “Hacia una didáctica de los grupal”, hermoso
libro cuya previa lectura me hizo abordar esta nueva producción de la autora con mucho
interés) aparece, respecto de los anteriores, una perspectiva diferente, tanto en la
construcción de un lugar para el institucionalista como desde la propia definición del
conflicto. En los dos trabajos anteriores el psicólogo, el psicopedagogo institucional, el
institucionalista, el investigador... debían tomar una cierta distancia para no implicarse
demasiado y conservar cierta dosis de objetividad. Aquí, en cambio, la implicación es
asumida como necesaria para la recorrida por lo que Souto llama la trama
institucional “no sería posible sino desde la implicación del investigador. La trama en
la investigación se teje entre los hilos ya anudados en la institución y otros nuevos que
el sujeto que investiga aporta desde la visión, el enfoque, el interés, y el deseo de
conocer que la misma rama suscita, con la ayuda de dispositivos teórico-metodológicos
definidos”.
Toma en parte lo interpretativo al asignarle una lógica extradiscursiva al discurso que
escucha (y pide escuchar, es una situación artificial) y en parte lo histórico al evocar
relatos del pasado. Un ejemplo que explica ambos procedimientos está en el momento
en que Souto compara el relato de los distintos actores acerca de la institución: cómo
recuerdan que era en el pasado y cómo creen que es en el presente. Así, compara la
percepción de los procesos de cambio por parte de los distintos actores.
En este último trabajo aparece con fuerza una definición de la institución por
oposición, desde una necesidad de diferenciarse (la institución) de otros colectivos
sociales. Si los enfoques anteriores se caracterizaban por sus matices desde lo
epistemológico, lo que se pone aquí en cuestión es un aspecto ideológico.
Cuando Lucía Garay dice que “la institución es algo más que el discurso que enuncia
sobre sí misma”, quiere decir que la escuela se ha construido históricamente sobre un
escenario de luchas por la definición de un rol, de una función, de un estilo, y que si
bien esas luchas cristalizaron en definiciones, otros modelos de escuela quedaron en
el camino. En palabras de la autora: “ilusiones, expectativas y personas quedaron
extramuros. No obstante, desde esa periferia, también constituyen su identidad
aunque más no sea como falta o como fracaso”.
La postura de este trabajo es ir al recate de esas alternativas, y como “punta de lanza”
encuentra un recurso en la distinción “institución – organización”. Puesto que esta
dicotomía ha sido explícitamente propuesta como eje de trabajo para esta materia, me
parece muy interesante profundizarla, habida cuenta, además que esta autora la toma
desde un punto de vista particular. Reproduzco a continuación una cita textual, un poco
extensa, pero que creo vale la pena leer completa para luego analizarla:
Con respecto a esto último, Garay señala que “a diferencia de la organizaciones cuyo
objetivo es una producción limitada, cifrada, fechada, las instituciones desempeñan un
papel esencial en la regulación social global. Su finalidad primordial es colaborar
con el mantenimiento o la renovación de las fuerzas vivas de la comunidad. SU
FINALIDAD ES DE EXISTENCIA, no de producción. Por lo anterior, la institución
se centra en las relaciones humanas, en la trama simbólica e imaginaria donde ellas se
inscriben. Este desarrollo lo toma la autora del psicoanalista francés René Kaës.
En cuanto al lugar del conflicto, como no podría ser de otro modo, Garay lo
comprende dentro de esta lógica. La imagen a la que apela para definirlo es la
paradoja. Plantea que la institución, para cumplir su función educativa, “necesita de la
articulación positiva del vínculo docente-alumno” pero que a la vez se dedica a negarla
o a hacerla imposible. ¿Por qué? Porque apela a modos de organizar el trabajo escolar
que instalan en alumnos y maestros objetivos fragmentarios, alejados de los intereses
“de existencia” de la institución. El docente, por la motivación del empleo y el salario, y
el alumno la de la evaluación y la acreditación. Estos mecanismos definen un escenario
paradojal que culmina en un conflicto estructural., inherente a la propia escuela.
En cuanto a los conflictos de adentro y de afuera, que vimos en los trabajos
anteriores, Garay lo piensa desde la constitución de una institución, su inicio, su
fundación. Ésta determina fronteras entre el adentro y el afuera, entre ser y no ser “de”
la institución,
“se decide sobre los individuos que la integran sobre los extraños; recibe mandatos y demandas;
demanda a su vez; genera proyectos, planes, programas; edifica una estructura organizativa, instala
procedimientos y rutinas; favorece u obstaculiza procesos de cambios; genera mecanismos y modos de
regulación de conflictos; se apuntala en un aparato jurídico-normativo”.
CONCLUSIONES
Se han desarrollado los análisis comparados de cuatro textos referidos a un mismo
tema: las instituciones. Los conceptos salientes que he intentado destacar en cada texto
han sido:
§ qué perspectiva adopta el institucionalista (si es que así decide llamarse, esa
es parte de la perspectiva) tanto desde el punto de vista epistemológico como
desde lo ideológico, cuando es pertinente analizarlo;
§ qué categorías teóricas construye cada uno para entender ese objeto, la
institución.
Los textos se han mostrado diversos en cuanto a esos aspectos y es por eso que luego
de leerlos encontré apropiados tales ejes para analizarlos. Soy conciente de que los
cuatro coinciden en apartarse de la mirada que abarca tradicionalmente la “gestión”
institucional, y que por esa misma razón haber elegido este texto deja fuera otros puntos
de vista que ponen el acento en otros aspectos de lo organizacional y lo institucional.
Algunos paralelos encontrados entre los distintos textos (escritos por personas
diferentes, en momentos y espacios también diferentes) convierten el trabajo de la
lectura en un viaje que trasciende los textos. Lleva esto inevitablemente a la noción de
Foucault de la transdiscursividad. Un discurso es un conjunto de enunciados y depende
de la misma formación discursiva; lo constituyen un número limitado de enunciados, los
cuales necesitan un conjunto de "condiciones de existencia" o de posibilidades. Es
esperable que a los discursos se le añada la exterioridad, porque no son totalidades
cerradas sino que están llenos de lagunas y recortes y se dispersan siempre sobre otros
textos y discursos.
Creo que el punto de relieve más importante que debe destacarse aquí es el encuentro
de definiciones en el concepto de CONFLICTO. He podido cotejar:
§ El conflicto como una instancia que da lugar a ver o a ocultar, a desentrañar la
naturaleza de los vínculos, de la experiencia de los actores;