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Amor, Entregar, salvar, Crear, Tener Vida

Amar: Dios es uno, pero no es solitario, es Amor, tres personas divinas. amor ha sido
derramado en nuestros corazones, tengamos paz, alegría y amor verdadero y
duradero. Entrega: Entregó su único Hijo. ¿Cómo es esa entrega?. la ayuda y
salvación, “como salvó a Pedro de hundirse en el lago”. Salvar: Para que el mundo
se salve por Él. ¿Cómo es esa salvación? Jesús oye las peticiones. Por los
sacramentos nos da la vida de gracia, perdona, alimenta para vencer al pecado, y por
el amor llegamos a la vida eterna. Creer: El que crea en Él no será condenado, el que
no crea, ya está condenado, porque no ha creído. ¿Qué es creer en Jesús? Es aceptar
que Dios se ha hecho hombre, salvarnos del pecado, de la muerte y de la
condenación, para siempre con el Señor. Tener: Vida eterna, ¿Qué es la vida eterna?
Es la gracia de Dios a la gloria.
Belén hasta Pentecostés, misterio central de nuestra fe:, fuente de todos los dones y
gracias, vida íntima de Dios.
Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro.
Solo tu Señor. Único Dios Creador y Señor de todo el universo. Pastor que busca su
rebaño, que cuida a los suyos con ternura, perdona y olvida las frecuentes
infidelidades. (Compasivo, misericordioso, fiel)
Esto nos hace ser templos vivos de la Santísima Trinidad. El misterio central de la
vida de la Iglesia. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu fuimos
bautizados, y en su nombre se nos perdonan los pecados; al comenzar y al terminar
muchas oraciones, nos dirigimos al Padre, por mediación de Jesucristo, en unidad
del Espíritu Santo.
A lo largo del día Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. ¡Dios es mi Padre!
¡Jesús es mi amigo entrañable!, que me quiere con todo su Corazón. ¡El espíritu
Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino.
La trinidad Habita en nuestra alma como en un templo. Y ahí, en la intimidad del
alma, nos hemos de acostumbrar a tratar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu
Santo.
Trinidad eterna, es mar profundo, en el que cuanto más penetro, más descubro, y en
cuento más descubro, más te busco, le decimos en la intimidad de nuestra alma.
Quisiera ofrecerle todo cuanto soy y tengo. Dios mío como quisiera glorificarte, que
al menos mi pobre corazón te pertenezca por entero, que nada me reserve para mí ni
para las criaturas, ni uno solo de mis latidos.
Que ame intensamente a todos mis hermanos, pero únicamente contigo y por ti y
para ti. Quisiera, amarte con el corazón de San José, con el corazón inmaculado de
María, Quisiera, hundirme en ese Océano infinito.
¡Padre eterno, principio y fin de todas las cosas! Por el corazón Inmaculado de María
les ofrezco a Jesús y por Él y con Él y en Él quiero repetir este grito de lo más hondo
de mi alma: Padre, glorifica a tu hijo para que tu hijo te glorifique en la unidad del
Espíritu Santo por los siglos de los siglos (Jn 17,1)

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