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LA BURGUESÍA AGRARIA

DEL VALLE DE LA OROTAVA


(1750-1823)
LA BURGUESÍA AGRARIA
DEL VALLE DE LA OROTAVA
(1750-1823)
ADOLFO ARBELO GARCÍA
La burguesía agraria del valle de La Orotava (1750-1823)
Adolfo Arbelo García

Directora de arte: María Victoria Santos Bertol


Maquetación: Paola Cippitelli
Control de edición: Ricardo A. Guerra Palmero

Primera edición en Ediciones Idea: diciembre 2005


© De la edición:
Ediciones Idea, 2005
© Del texto:
Adolfo Arbelo García, 1984

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almacenada o transmitida en manera alguna ni por medio alguno, ya sea eléc-
trico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo y
expreso del editor.
A mis padres.
Mi agradecimiento a María Teresa Noreña Salto,
Manuel de Paz Sánchez, Julio Hernández García,
Vicente Suárez Grimón, Fátima Delgado Duranza,
José Luis de León, José Luis Sánchez, Manuel Hernández
González, Francisco Negrín, Paul Gutiérrez,
y al Excmo. Ayuntamiento de la Villa de La Orotava.
A todos aquellos que de una u otra manera han
contribuido a la realización de esta obra.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ................................................ 15

LAS CATEGORÍAS SOCIO-PROFESIONALES


DE LA BURGUESÍA AGRARIA ............................. 29
HOMBRES DE LEYES .............................................. 32
LOS ABOGADOS ................................................. 34
LOS ESCRIBANOS PÚBLICOS ..................................... 40
LOS PROCURADORES ............................................ 52
EL GRUPO DE LOS RENTEROS ................................... 55
MÉDICOS Y COMERCIANTES ...................................... 73
LOS COMERCIANTES ............................................. 75

BURGUESÍA AGRARIA Y PODER POLÍTICO LOCAL


LAS PUGNAS ENTRE EL CABILDO DE LA LAGUNA
Y LA OROTAVA: LA LUCHA POR LA CONSTITUCIÓN
DE UN AYUNTAMIENTO AUTÓNOMO EN LA VILLA
DE LA OROTAVA ................................................ 79
BURGUESÍA AGRARIA Y EMPLEOS PÚBLICOS:
ALCALDES, DIPUTADOS Y PERSONEROS DEL COMÚN ........113
EL PAPEL DE LA BURGUESÍA AGRARIA, EN LA PUGNA
POR LA MUNICIPALIZACIÓN DE LAS AGUAS DEL
HEREDAMIENTO DE LA OROTAVA .............................145

11
LOS CONFLICTOS SOBRE AGUAS EN LOS LUGARES DE LOS
REALEJOS Y PUERTO DE LA CRUZ: LAS CONTROVERSIAS
ENTRE LA BURGUESÍA AGRARIA Y COMERCIAL .............. 184

LAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS DE LA BURGUESÍA


AGRARIA DE LA OROTAVA (1750-1823) .......... 201
LOS MODOS DE TENENCIA DE LA TIERRA: EL ARRENDAMIENTO
Y LA MEDIANERÍA, EL CENSO ENFITÉUTICO
Y EL TRIBUTO PERPETUO .................................... 202
LOS MODOS DE CESIÓN DE LA TIERRA ENTRE
LA BURGUESÍA AGRARIA ...................................... 228
EL ALZA DE LAS RENTAS AGRARIAS Y EL PAPEL
DE LA BURGUESÍA ............................................ 231
LOS ARRENDAMIENTOS DE DIEZMOS ........................... 243
EL ANSIA POR LA TIERRA EN EL MEDIO BURGUÉS
AGRARIO: LAS COMPRAS DE TIERRAS ....................... 255
LAS ACTIVIDADES PRESTAMISTAS DE LA BURGUESÍA
AGRARIA DE LA OROTAVA ................................... 264
EL RIESGO MARÍTIMO .......................................... 265
LAS OBLIGACIONES HIPOTECARIAS ............................. 268
LAS COMPRAS CON PACTO DE RETROVENTA .................... 270
LAS FORTUNAS DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE
DE LA OROTAVA (1750-1823) ............................... 272
LAS DOTES MATRIMONIALES ................................... 295
LAS APORTACIONES MASCULINAS AL MATRIMONIO .............. 298

LAS ACTITUDES MENTALES DE LA BURGUESÍA


AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)
BURGUESÍA AGRARIA Y CLERO SECULAR:
LA VOCACIÓN RELIGIOSA COMO ELEMENTO
DE ASCENSO SOCIAL ......................................... 303
ACTITUD ANTE LA MUERTE Y FERVOR RELIGIOSO ENTRE
LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA ....... 311

12
LA FAMILIA BURGUESA
INTRODUCCIÓN ................................................318
EL MATRIMONIO ...............................................320
SEPARACIONES MATRIMONIALES Y RELACIONES
EXTRACONYUGALES EN LA FAMILIA BURGUESA .................322
EL PAPEL DEL PADRE Y LA MADRE EN LA FAMILIA BURGUESA .....325
LAS HERENCIAS ................................................326
LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA EN LA FAMILIA BURGUESA ........329

CONCLUSIONES GENERALES ..............................335

ABREVIATURAS ...............................................341

BIBLIOGRAFÍA .................................................343

APÉNDICE DOCUMENTAL ..................................351

APÉNDICE FOTOGRÁFICO .................................375

ÍNDICE DE CUADROS, TABLAS Y GRÁFICOS ..........383

ÍNDICE DE GENEALOGÍAS ..................................391

13
INTRODUCCIÓN 1

1
Este estudio formó parte de la memoria de licenciatura del autor, leída y
defendida en la Universidad de La Laguna, el día 24 de julio de 1984, bajo la
dirección de la Dra. María Teresa Noreña Salto; obtuvo la máxima califica-
ción de Sobresaliente por unanimidad, en un tribunal formado por los docto-
res: Julio Hernández García, Manuel de Paz Sánchez y María Teresa Noreña
Salto (Directora). Posteriormente, obtuvo el Premio de Investigación Históri-
ca «Alfonso Trujillo Rodríguez», edición de 1984, convocado por el Excelentí-
simo Ayuntamiento de La Orotava. En esta nueva edición se han realizado
algunas modificaciones, así como una actualización de la bibliografía más
reciente relacionada con los temas que se reflejan en este libro.

15
La existencia de una burguesía rural, que se origina y con-
solida a lo largo de la etapa que denominamos Antiguo Régi-
men, es un hecho que ha sido constatado no sólo en la histo-
riografía nacional2, sino también en la historiografía canaria
de los últimos años3. No obstante, y a pesar de ser la socie-
dad canaria del Antiguo Régimen, una sociedad eminentemen-
te agraria, los estudios sobre la burguesía en el ámbito canario
se han centrado preferentemente en el análisis de la burgue-
sía comercial, un sector social que presenta unas connota-
ciones socio-económicas y políticas, e incluso mentales, dis-
tintas a las que caracteriza a la burguesía agraria.
El desconocimiento prácticamente total del grupo bur-
gués agrario, uno de los sectores sociales de mayor dina-
mismo en la sociedad canaria del Antiguo Régimen, fue uno
2
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: El Antiguo Régimen: los Reyes Católicos y los
Austrias, Madrid, 1973, p. 166.
RODRÍGUEZ FERREIRO, H.: «La hidalguía rural del Morrado: Análisis socioló-
gico de un grupo dominante», en EIRAS ROEL, A. (dir.): La historia social de
Galicia en sus fuentes de protocolos, Santiago de Compostela, 1981, p. 217.
BERNAL, A. M.: La Propiedad de la Tierra y las luchas Agrarias Andalu-
zas, Barcelona, 1974.
BERNAL, A. M.: La lucha por la tierra en la crisis del Antiguo Régimen,
Madrid, 1979.
3
MACÍAS HERNÁNDEZ, A. M.: «El motín de 1777. Su significado socio-económico
en la comarca del suroeste de Gran Canaria», en Anuario de Estudios Atlánti-
cos (A.E.A.), Nº 23, p. 263. Del mismo autor, «La transformación de la Propie-
dad Agraria Concejil en el paso del Antiguo al Nuevo Régimen», Revista de
Historia Canaria (R.H.C.), Anexo 1, 1978.
MILLARES CANTERO, A.: «Arrecife, el Puerto de la Barrilla (En torno a los
orígenes y desarrollo de una ciudad burguesa canaria entre el Antiguo y el
Nuevo Régimen)», Boletín Millares Carlo, La Palmas, 1982, pp. 67-160.

17
de los incentivos principales que nos animó a realizar su
estudio. Pero a ello, también contribuyeron otros factores;
uno de ellos, y para nosotros de vital importancia, viene
determinado por el hecho de que el conocimiento en pro-
fundidad del grupo burgués agrario podría contribuir al aná-
lisis de las pautas que siguió la revolución burguesa en Ca-
narias y, en definitiva, a conocer cómo se fue liquidando el
Antiguo Régimen y sustituyéndose paulatinamente por una
sociedad presidida por las relaciones capitalistas.
En efecto, uno de los aspectos más polémicos de la his-
toriografía española contemporánea es el tránsito del Anti-
guo al Nuevo Régimen4, y bajo este contexto la aparición de
una burguesía capaz de llevar a cabo una labor em-
prendedora y revolucionaria sigue siendo un tema abierto al
debate. La naturaleza real de esta burguesía, principalmen-
te decimonónica, su mentalidad, sus relaciones materiales o
su papel político, son temas apenas estudiado o in-
vestigados desigualmente. Y por lo que se refiere a los orí-
genes de la burguesía canaria, su estudio constituye una
verdadera incógnita a despejar por la historiografía canaria.
De ahí que pensemos que muchas de las deudas que se
plantean sobre este complejo proceso, debe iniciar su tra-
tamiento en una reflexión que, partiendo del XVIII, nos
ayude a comprender cómo se origina y configura el bloque
de poder oligárquico que regirá los destinos de la sociedad
canaria durante el XIX y gran parte del XX5.
Por estos motivos, en la presente investigación nos pro-
ponemos como objetivo prioritario contribuir monográfica-
mente al estudio de la burguesía agraria del siglo XVIII, con
el fin último de aportar nuevos datos a la elaboración de
una imagen más fidedigna de los orígenes y primera confi-

4
PÉREZ GARZÓN, S.: La revolución burguesa en España: los inicios de un
debate científico, 1966-79, en TUÑÓN DE LARA, M., et. al.: Historiografía
española Contemporánea, X Coloquio del Centro de Investigaciones Hispá-
nicas de la Universidad de Pau, Siglo XXI, Madrid, 1980, pp. 91-145.
5
NOREÑA SALTO, M. T.: Canarias: Política y Sociedad durante la Restau-
ración, 2 tomos, Gran Canaria, 1977.
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. y ARBELO GARCÍA, A.: Las elecciones muni-
cipales en el Valle de La Orotava (1841-1899), La Orotava, 1983.

18
guración de la burguesía, que en el siglo XIX estaría llamada
a ser la protagonista de la revolución burguesa.
El marco geográfico elegido para estudiar al grupo bur-
gués agrario es el Valle de La Orotava. La elección de esta
zona no fue hecha de una forma arbitraria, ni tampoco
obedece estrictamente a razones afectivas o de vecindad
del autor, sino que, por el contrario, su elección viene de-
terminada en gran medida por las características intrínsecas
que tiene el Valle de La Orotava, desde una perspectiva
histórica. En efecto, el Valle de La Orotava, para la etapa
que denominamos Antiguo Régimen, conforma un marco
geográfico, socio-económico y político, que permite la exis-
tencia de una burguesía agraria cada vez más poderosa, que
va acaparando importantes parcelas en la estructura socio-
económica y política del Valle.
Esta zona es, además, sede de un núcleo importante de
grandes propietarios agrarios, cuyo poder socio-económico y
político trasciende las fronteras insulares. El absentismo de
algunos de ellos, los continuos viajes al extranjero o las
largas estancias en la capital de la isla de otros, da lugar a
que estos grandes propietarios precisen de administradores
o mayordomos que se encarguen de sus tierras.
A estas tareas administrativas acceden preferentemente
los miembros de la burguesía agraria local, cuyas activida-
des les proporcionan pingües beneficios; pero, además,
estos contactos de la burguesía agraria con los grandes pro-
pietarios, la colocarán en una situación privilegiada a la
hora de recibir parte de estas tierras en régimen de arren-
damiento o medianería. En definitiva, en esta zona se dan
una serie de condiciones objetivas que permiten la existen-
cia de una minoría de campesinos acomodados, los cuales
acumulan un excedente económico importante, extraído no
sólo de sus actividades administrativas o como grandes
arrendatarios o medianeros, sino que también participan
del arrendamiento de rentas eclesiásticas o reales, algunas
de ellas de claro matiz feudal, como es el caso, fundamen-
talmente, del diezmo. Esta renta es una de las más impor-
tantes rentas agrarias, siendo causa de discordias conti-
nuas, sobre todo en los momentos de alza de los precios de

19
los productos del campo. Por otra parte, su administración
estaba al alcance de aquellos individuos de la comunidad
rural, que dispusieran de una situación económicamente
desahogada, ya que para la seguridad del diezmo era nece-
sario depositar ante escribano una fianza de acuerdo con el
alcance de la masa decimal rematada. Al mismo tiempo, el
beneficio del cobro del diezmo era percibido por el arren-
datario en especie, con lo que, unido este beneficio a su
excedente de producción, le garantizaba una provechosa
participación en las coyunturas en que los precios de los
productos agrarios experimentan una fuerte alza. Por todo
ello, en el grupo de los diezmeros, el más numeroso dentro
de esta burguesía agraria, se centró gran parte de nuestra
atención, procurando conocer todas sus actividades socio-
económicas y políticas y analizando en la medida de lo po-
sible su mentalidad.
Igualmente, el restringir nuestra investigación al marco
del Valle de La Orotava también obedece a imperativos de
tiempo, derivados de las características que ofrece la con-
sulta de la documentación básica para este estudio: los
protocolos notariales. Efectivamente, el seguir la pista a un
número aproximado de treinta familias, desde que este
grupo se incorpora al mundo social, económico o político,
es una tarea ardua y difícil, cuya extensión a nivel insular
excede a las posibilidades de un solo individuo; téngase en
cuenta que para esta investigación se consultan alrededor
de trescientos protocolos, aparte de otra documentación
aneja que nos ayuda a completar nuestro estudio. No obs-
tante, creemos que a pesar de que nuestra investigación se
reduce al Valle de La Orotava, por las razones expuestas
anteriormente, las conclusiones que se extraigan, en líneas
generales, pueden ser aplicadas a la generalidad de la bur-
guesía agraria tinerfeña del Antiguo Régimen.
Por lo que se refiere a la etapa cronológica elegida para es-
te estudio (1750-1823), ésta se debe a varios motivos. En pri-
mer lugar, porque durante este periodo se lleva a cabo una
serie de medidas que favorecen la consolidación del grupo
burgués agrario, como ocurre con la liberalización de la tasa
de granos, unido al fuerte incremento demográfico que se

20
experimenta a lo largo de esta etapa, y que derivará en un
fuerte incremento en los productos de primera necesidad, lo
cual favorecerá netamente al grupo burgués agrario. En se-
gundo lugar, durante esta etapa la burguesía agraria iniciará el
desarrollo incipiente del capitalismo agrario, destinado a
afianzarse paulatinamente en el mundo rural, al proceder a la
roturación e inversión en la propiedad comunal, en las tierras
realengas o de Propios, acelerando así la descomposición del
equilibrio socio-económico que tenía como base la estructura
de la propiedad de la tierra, en el modo de producción feudal,
y también en consecuencia del sistema de relaciones sociales,
que era resultado de esa estructura de la propiedad de la tie-
rra. Y, por último, es durante este periodo, donde la burguesía
agraria se va a perpetuar en los empleos públicos locales,
principalmente tras la creación por Carlos III de los diputados y
personeros del común, realizando una intensa actividad en
este campo, fundamentalmente a lo largo de la etapa que
denominamos Revolución Liberal.

21
LAS FUENTES

En el examen de los protocolos notariales que se custo-


dian en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de
Tenerife se ha centrado principalmente este trabajo. Se ha
consultado cada uno de los protocolos notariales que co-
rresponden a la época que abarca nuestra investigación e
incluso se ha extendido esta consulta a años posteriores,
con el objetivo principal de recoger el mayor número posi-
ble de particiones e inventarios.
Por lo que respecta al estado de conservación de este ti-
po de documentación, hay que señalar que su estado no es
tan óptimo como ocurre para otras zonas de la Isla. La ra-
zón del deterioro de esta documentación se debe, funda-
mentalmente, a que ésta estuvo durante largo tiempo ex-
puesta a la intemperie y al saqueo de algunos desaprensi-
vos, hasta que, por fin, hacia los sesenta, esta documenta-
ción se trasladó al Archivo Histórico Provincial. No obstante
y en líneas generales, el número de legajos de que dispo-
nemos es lo suficientemente representativo como para aco-
meter con éxito nuestro trabajo.
Aunque no pretendemos hacer un análisis pormenorizado
de todos los tipos de documentos que aparecen en estos
protocolos notariales, sí creemos necesario señalar algunas
de las características de aquellos que han sido más signifi-
cativos para esta investigación.
En primer lugar, un documento básico para este tipo de
estudio son los testamentos. En efecto, los testamentos han
sido uno de los documentos más utilizados para el estudio
de los grupos humanos desde un punto de vista social6. La
documentación testamentaria nos permite extraer una in-
formación, que podemos dividirla económicamente en dos
grandes bloques; por un lado nos encontramos con una serie

6
LIVET, G., et. al.: Les actes notariés. Source de l'histoire sociale XVIe-XIXe
siécles, Strasbourg, 1979. FERNÁNDEZ DÍAZ, R. E.: «Los Protocolos notariales
y el estudio de la burguesía barcelonesa del siglo XVIII», Estudis Histórics i
Documents del Arxius de Protocols, Nº 8, Barcelona, 1980, pp. 253-274.

22
de referencias a las relaciones familiares. En este sentido,
se nos informa generalmente de quiénes son los padres,
mujer e hijos del testador/a, lo que supone el conocimiento
de los lazos familiares con los que cualquier miembro de
una familia se une al resto de la sociedad y la medida de su
contribución o no a la reproducción endogámica de su grupo
social, enlazado directamente este tipo de información con
el tan debatido tema de la movilidad social en las socieda-
des del Antiguo Régimen. También, mediante la mención
expresa que en ellos se hace de los albaceas testamenta-
rios, podemos acercarnos al conocimiento de las diversas
relaciones de amistad del testador/a, que en la mayoría de
las ocasiones, resultan un vehículo de información indirecta
sobre los lazos no exclusivamente amistosos, sino económi-
co-sociales que unen a unos y otros, de tal forma que el
seguir la pista de estos supone averiguar las alianzas eco-
nómicas en las que la familia se hallaba interesada.
Por otra parte, estas indicaciones nos proporcionan luz sobre
el mantenimiento o quebranto de las líneas familiares y, por
tanto, de la conservación generacional de la riqueza familiar
que conduce a la definitiva configuración del capital familiar.
Desde esta perspectiva, los testamentos también ayudan
a internarse en algunas cuestiones con los modos sociales
de la familia burguesa. Nos muestran líneas de comporta-
miento de los miembros antes deudores y acreedores, me-
dianeros y criados; así como la posición mental de estos
personajes ante la muerte y la religión (misas, fundaciones
religiosas, iglesias y conventos preferidos, etc.). También
en las declaraciones testamentarias se nos informa, a ve-
ces, sobre la naturaleza socio-profesional, tanto del testa-
dor como de herederos y albaceas, lo que sin duda es una
importante fuente informativa sobre la posición de la fa-
milia dentro de la estructura social. Por último, cabe seña-
lar que los testamentos también nos arrojan luz sobre los
bienes dotales llevados por los miembros femeninos de las
familias burguesas al matrimonio, y en ocasiones también
nos ilustran sobre las aportaciones masculinas. Pero a la
hora de utilizar dicha fuente hay que tener en cuenta como
bien señala Roberto Fernández Díaz que:

23
Su verdadera significación y relevancia, en cuanto al es-
tudio de una familia se refiere, viene dada por la acu-
mulación que de dichos documentos puede hacerse a lo
largo de la existencia de la institución familiar de que se
trate. Es entonces cuando podemos analizar con mayo-
res garantías, los cambios y las pervivencias en lo refe-
rente a las alianzas familiares, a los comportamientos y
actitudes sociales, y a las posibles ascensiones sociales
del grupo familiar7.

Otros documentos de vital importancia, y de difícil susti-


tución por la variada gama de datos que nos ofrece, son las
particiones e inventarios. Si bien es verdad que en los pro-
tocolos notariales de la zona no hay gran profusión de ellos,
predominando más las particiones que los inventarios pro-
piamente dichos. Ya con frecuencia los mismos testado-
res/as prohíben tajantemente que sus herederos y albaceas
hagan inventario de sus bienes.
Los datos que aparecen en este tipo de documentos son
de una gran riqueza, pero para entender con mayor nitidez
la importancia de estos, creemos que es conveniente acer-
camos a su estructura interna, separando, en términos ge-
nerales, dos grandes bloques de información: por un lado,
lo referente a la vida económica y a la cultura material; y,
por otro lado, aquella que engloba las cuestiones socio-
culturales. Por lo que respecta al primer bloque, participa-
ciones e inventarios pueden ofrecemos el nivel de riqueza y
la naturaleza de ésta en el marco de una familia concreta.
De ahí que aparezcan ciertos datos sobre el tipo de vivienda,
número de compartimentos, etc.; información sobre el tipo
de mobiliario que nos permite en cierta medida una aproxi-
mación al nivel de riqueza de la familia, a su ritmo de vida o
incluso ocasionalmente sus gustos estéticos. También apare-
cen datos sobre tierras, extensión, procedencia y, en ocasio-
nes, el valor de la compra de las mismas, y en ausencia, la
fecha y el notario que efectuó la valoración de las propieda-
des en el momento de realizar la partición o inventario, etc.

7
Ibídem.

24
Por lo que se refiere a la información socio-cultural, esta
documentación permite recoger también importantes datos
sobre las relaciones que mantiene la familia con otros persona-
jes entre sus propios componentes, préstamos efectuados por
la familia en determinados momentos, que nos permiten acer-
camos al modelo de relaciones sociales que la familia adopta
con los diversos sectores sociales en las distintas etapas de un
período. Otros datos de importancia socio-cultural nos ofrece
la descripción del número de cuadros, reliquias e imágenes,
que nos permite acercarnos al mundo de las actitudes religio-
sas de los hombres del siglo XVIII. Igualmente, las noticias
exhaustivas referentes al ajuar masculino y femenino, al mobi-
liario a las bibliotecas particulares, nos permiten hacer más
completa aún la visión sobre las familias burguesas y adentrar-
nos en cierto modo en el mundo de las ideas y concepciones
estéticas del siglo ilustrado.
En definitiva, por lo expuesto hasta aquí, creemos que el
análisis de particiones e inventarios nos puede ofrecer una
aproximación bastante estimable sobre la naturaleza y el
nivel de fortuna familiar del grupo burgués, así como una
información más puntual sobre los hábitos de vida, su men-
talidad o su nivel cultural.
Evidentemente, junto a esta documentación, que po-
dríamos calificar de básica; en los protocolos notariales nos
encontramos con otro tipo de documentación, que si bien
no tiene la riqueza de los documentos hasta aquí descritos,
nos sirve en gran medida para completar la visión socio-
económica y política de las familias que componen la bur-
guesía agraria del Valle de La Orotava. Nos referimos a los
contratos de arrendamiento y de medianerías perpetuas, los
arrendamientos del diezmo eclesiástico, los poderes espe-
ciales, los contratos de compra, etc.
Aparte de la consulta de los protocolos notariales, co-
lumna vertebral de esta investigación, también hemos visto
los datos que sobre el periodo estudiado existen en el ar-
chivo del antiguo Cabildo de la isla, hoy archivo municipal
de La Laguna. Estos datos nos han sido de gran interés a la
hora de redactar el capítulo referente a la burguesía agraria
y el poder local. Pues en el mencionado archivo se conser-

25
van interesantes expedientes sobre las disputas que sostie-
ne la Villa de La Orotava con el Cabildo lagunero, así como
noticias sobre los conflictos electorales que acontecen en la
segunda mitad del siglo XVIII, etc.
Otro archivo de obligada consulta para este trabajo es el
Archivo del Heredamiento de La Orotava, el cual nos ha
permitido ilustrar los capítulos referentes a la problemática
del agua y su control.
Los archivos municipales de los tres municipios del Valle
nos han sido también de gran utilidad. Aunque algunos de
ellos, como el de Los Realejos, está en fase de cataloga-
ción, y otros, como el de La Orotava, fue pasto de las lla-
mas en el año de 1841.
Por último, los archivos parroquiales también nos ofre-
cen datos significativos para reconstruir la genealogía de las
familias burguesas, así como también nos ha permitido loca-
lizar algún testamento que no aparecía registrado en los
protocolos notariales.

26
LA BURGUESÍA AGRARIA
DEL VALLE DE LA OROTAVA
(1750-1823)
ADOLFO ARBELO GARCÍA
LAS CATEGORÍAS SOCIO-PROFESIONALES
DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE
DE LA OROTAVA (1750-1823)

A través del seguimiento de las distintas actividades


desarrolladas por la burguesía agraria local, reflejadas en su
mayor parte en la documentación de protocolos notariales,
hemos podido establecer un balance aproximativo sobre las
categorías socio-profesionales de los individuos que compo-
nen la burguesía agraria de la comarca (véase cuadro Nº 1).
Lo cual nos permitirá tener un mejor conocimiento de las
características intrínsecas de este grupo burgués, ya que la
condición de notario, procurador o rentero, no sólo implica
una posición económica destacada, sino que al mismo tiem-
po significa un grado de consideración y de prestigio dentro
de la comarca.
A grandes rasgos, podemos clasificar en tres grandes
bloques las actividades socio-profesionales ejercidas por el
grupo burgués; por un lado, los denominados «hombres de
leyes», conformado por los abogados, procuradores, nota-
rios o escribanos públicos; por otro, los denominados «ren-
teros». Este último es el grupo más numeroso y del que se
nutre fundamentalmente la burguesía agraria local, es de-
cir, se trata de un conjunto de familias vinculada estrecha y
exclusivamente al mundo agrario, ya sea como propietarios
agrarios o bien como administradores de las propiedades de
los grandes propietarios o de los distintos conventos de la

29
CUADRO Nº 1. CATEGORÍAS SOCIO-PROFESIONALES DE LA BURGUESÍA AGRARIA
DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)

Categorías La Orotava Realejo de Arriba Realejo de Abajo Pto. de La Cruz Total

Núm. % Núm. % Núm. % Núm. % Núm. %

Eclesiásticos 18 19 1 5 4 12 2 22 25 1

Prebendados 3 7 — — — — — — 3 1

Beneficiados 7 8 1 5 2 6 — — 10 6

Clérigos 8 3 — — 2 6 — 22 12 7

30
Hombres de Leyes 25 26 1 5 4 12 2 — 30 19

Abogados 4 4 — — 2 6 — — 6 3

Procuradores 9 9 — — — — — — 9 5
por ejemplo, la Real Renta del Tabaco, etc.

Renteros 52 54 17 89 23 74 3 33 95 61

Comerciantes 1 1 — — — — — 11 2 1

Médicos — — — — — — 2 22 2 1

TOTAL 96 100 19 100 31 100 9 100 154 100

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.


zona, alternando estas actividades con otras que igualmen-

tos del diezmo eclesiástico o de otro tipo de rentas, como,


te producen pingües beneficios, como son los arrendamien-
En un tercer bloque hemos agrupado a aquella profesio-
nes que suelen ser raramente ocupadas por la burguesía
agraria local, ya que éstas se circunscriben fundamentalmen-
te a algunos descendientes de las familias más acomodadas
de la burguesía agraria local, los cuales se introducen en un
campo profesional alejado de las actividades de sus ances-
tros, nos referimos concretamente a profesiones relacionadas
con el comercio o con la medicina, que empiezan a desem-
peñar algunos individuos procedentes de la burguesía agraria
local, sobre todo a partir de los últimos años del siglo XVIII.
Antes de analizar cada una de las dedicaciones profesio-
nales de la burguesía, debemos precisar que, dadas las ca-
racterísticas de la sociedad orotavense en el tránsito del
Antiguo al Nuevo Régimen, volcada esencialmente hacia el
mundo agrario, la estructura socio-profesional, evidente-
mente, es poco diversificada, pues todas las actividades
socio-económicas están de una u otra manera relacionadas
con el mundo agrícola. Por otra parte y por lo que respecta
al grupo burgués, no podemos hablar en sentido estricto de
una actividad profesional única y exclusiva, sino por el con-
trario, estos individuos desempeñan una pléyade de activi-
dades vinculadas todas ellas al mundo agrario.

31
LOS HOMBRES DE LEYES

Bajo esta denominación nos referimos a aquellos compo-


nentes de la burguesía agraria que ejercen funciones de es-
cribano público, abogado o procurador, los cuales constitu-
yen la elite de este grupo agrario por excelencia, no sólo por
el prestigio social que otorga el desempeñar estas profesio-
nes, sino también por los beneficios económicos que se deri-
van de ellas. De ahí que a lo largo del Antiguo Régimen, los
títulos que permiten desarrollar estas profesiones fueran muy
demandadas, sobre todo por parte de aquellos individuos que
buscaban una mejor posición socio-económica, como ocurre
con este grupo agrario ascendente. En este sentido, Ruth Pike,
refiriéndose a los hombres de leyes manifiesta:
Entre los profesionales, los títulos eran muy solicitados
porque traían consigo tanto el prestigio social como la
exención de impuestos. Los beneficios que se obtenían
con un diploma eran tantos, que mucha gente decía fal-
samente que los tenía8.

El elevado precio de alguno de estos oficios, como es el


caso de las escribanías públicas9, así como el fuerte desem-
bolso económico que suponía cursar estudios en un colegio o
Universidad peninsular para desempeñar profesiones como la
abogacía, restringían estos oficios exclusivamente a los grupos
más acomodados de la comarca, es decir, grandes propietarios
y burguesía agraria, siendo este último grupo el que mayor
ahínco demuestra por acaparar estas profesiones, y un claro
reflejo de ello es la monopolización que sobre las escribanías
públicas del Valle mantiene este grupo social. Por otra parte,
el desarrollo económico que se experimenta en la comarca,
especialmente en la segunda mitad del siglo XVIII, con un in-
cremento considerable de la población, alza continua de las
8
PIKE, R.: Aristócratas y comerciantes, Barcelona, 1978, p. 79.
9
«Don Nicolás Currás, escribano público digo, compré a don Juan Arauz y
Salas una escribanía Pública del Partido de Taoro, que remató dho. don Juan
Lorenzo Bethancourt que la ejercía en precio de 10.000 reales, por su ante
Álvaro Joseph Muñoz en 27 de mayo de 1734». A.H.P.T. Legajo 3.067.

32
rentas agrarias y un relanzamiento del comercio vitícola hacia
fines del siglo XVIII, da lugar a un crecimiento espectacular del
número de actuaciones económicas ya que se requieren con
mayor profusión que en etapas anteriores los servicios de los
hombres de leyes, legitimando todo tipo de operaciones y
dando lugar a una mayor revalorización y especialización de
estas profesiones; como señala Fernández Díaz para el caso de
los notarios barceloneses del siglo XVIII:
El aumento de la actividad y sus portadores y el consi-
guiente auge de la riqueza y sus detentadores, hace que
los individuos encargados de registrar legalmente la le-
gitimidad de las operaciones efectuadas en torno a la
propiedad, perfeccionen notablemente a lo largo del si-
glo y con respecto al anterior, su profesión10.

El prestigio social y los beneficios económicos que se de-


rivan del ejercicio de cada una de estas profesiones, pone
claramente de manifiesto la existencia de diferentes cate-
gorías en el interior de los hombres de leyes. A la cabeza se
sitúan los abogados, pues estos son los que cuentan con
mayores posibilidades de ascenso social, ya que son los
llamados a ocupar los altos cargos de la Administración
local: alcaldes mayores, corregidores, etc.; un segundo
lugar en este escalafón lo ocupan los escribanos o notarios
públicos y, finalmente, en el estrato inferior de esta jerar-
quía, se ubican los procuradores. La importancia de estas
profesiones en el seno de la burguesía agraria del Valle de
La Orotava, merece un análisis más detallado de cada una
de ellas, labor que acometeremos a continuación.

10
FERNÁNDEZ DÍAZ, R.: 1980, op. cit.

33
LOS ABOGADOS

Conforman la elite, no sólo en el grupo de hombres de


leyes, sino también dentro de la burguesía rural de la zona,
pues como señala Jean Nicolás: «Con la profesión de aboga-
do se aborda más claramente un grado superior en la pirá-
mide social, se trata, a decir verdad, más de una cualidad y
de un rango, que de una cualificación y de una función»11.
En efecto, son estos profesionales los que ocupan los cargos
más significativos de la administración, no sólo en el ámbito
local, sino también en el insular. Pues con cierta constancia
los empleos locales son utilizados como plataforma de lan-
zamiento hacia puestos más relevantes; citemos como
ejemplo ilustrativo la trayectoria profesional seguida por
dos de las figuras más relevantes de la burguesía agraria de
la zona, don Manuel Pimienta Oropesa y don Félix Pérez
Barrios. El primero de ellos era natural de La Orotava, abo-
gado y alcalde mayor de dicha Villa, posteriormente se tras-
ladó a la ciudad de La Laguna y allí desempeñó los empleos
de alcalde mayor y síndico personero general de la Isla,
fiscal de la Real Renta del Tabaco, asesor del Real Consula-
do Marítimo de Tenerife y auditor de guerra. Por otra parte,
don Félix Pérez Barrios, natural del Realejo de Abajo e
igualmente abogado, se asentó en La Laguna, desarrollando
distintos cargos como auditor de guerra y miembro de la
Junta Suprema, para finalmente volver a afincarse al Valle
de La Orotava durante el Trienio Liberal como juez de pri-
mera instancia del Partido de Taoro. Evidentemente, al ser
la ciudad de La Laguna la capital de la isla, en esta localidad
se concentraban y resolvían todos los asuntos de cierta en-
vergadura, los cuales eran codiciados por los profesionales
del Derecho, de ahí que Pimienta y Pérez Barrios decidieran
afincarse en La Laguna y dejar su zona de origen. Esta hipó-
tesis la viene a corroborar un informe de principios del siglo
XIX, en el que se analiza las necesidades de abogados para

11
NICOLÁS, J.: La Sauvoie au 18 siécle. Noblesse et bourgeois, tomo I,
París, 1978, p. 80.

34
los distintos partidos de la Isla de Tenerife, expresando por
lo que se refiere al Partido de La Laguna que:
En el partido de La Laguna se necesitan diez abogados,
porque los asuntos de todos los militares de Isla, que son
innumerables, y de la mayor entidad, van a parar allá,
como residencia ordinaria del Sr. Comandante General
de Islas, también tiene allí su residencia el Consulado de
Islas, que aunque no admite escritos firmados por profe-
sores; allí está el corregidor de toda la isla de Tenerife;
esto es de los dos partidos de La Laguna y de La Orota-
va, y allí el alcalde mayor del partido de La Laguna, y
allí los vicarios de La Laguna y de la plaza de armas,
puerto y villa de Santa Cruz12.

Sin embargo, en La Orotava la situación era radicalmen-


te diferente para estos profesionales de las leyes, pues a
pesar de que en el Valle se asienta una población acaudala-
da bastante significativa, no se mantiene la actividad jurí-
dica que se aprecia en La Laguna, y así se manifiesta en el
informe anteriormente mencionado:
El partido de La Orotava es partido muy poblado, pero
muy quieto; porque la mayor parte se compone de gen-
tes que, al cabo de muchos años, ha regresado de la
América con algún caudal a pasar los últimos años de su
vida en su casa tranquilamente; de negociantes muy
acaudalados y de mucho crédito que sostienen todo el
comercio exterior de la Canarias, ya activo, ya pasivo. Y
de innumerables dependientes que estos emplean en sus
barcos, en sus bodegas y en sus viñas. Parece, pues, que
no necesita más de dos abogados, además del alcalde
mayor letrado que tiene13.

Una vez que alguno de estos abogados se trasladan de la


Villa de La Orotava para fijar su residencia en la capital de
la isla, frecuentan los círculos ilustrados como socios y fun-
dadores de la Real Sociedad Económica de Amigos del País
12
Documento citado por José Miguel Alzola en su obra: Historia del Ilustre Cole-
gio de Abogados de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, 1986, p. 123.
13
Ibídem.

35
de La Laguna, llegando incluso alguno de ellos a ser director
de dicha Sociedad, nos referimos al citado don Manuel Pi-
mienta Oropesa14. Aquí, en esta Sociedad, cultivan la amis-
tad de alguno de los personajes más significativos del mun-
do socio-político de la época, y a su vez figuras destacadas
de la Ilustración canaria, como el Marqués de Villanueva del
Prado, de ahí que veamos a don Félix Pérez Barrios frecuen-
tando la mesa del citado marqués:
El Marqués de Villanueva del Prado nos distinguió el 23
día de San Ildefonso, convidando a comer a algunas de
sus amistades. A mediodía concurrimos los de casa y mi
tío Lope, el viceauditor don Félix de Barrios, y Don Lo-
renzo Montemayor15.

Este último aspecto, a nuestro entender, es altamente


significativo, ya que sería uno de los canales que con mayor
rapidez les permitiría alcanzar empleos de rango e importan-
cia al contar con la amistad e influencia de los distinguidos
miembros de la oligarquía insular, los cuales con su apoyo les
podrían encumbrar hacia puestos administrativos importantes
y también proporcionarles una clientela selecta.
Otro factor que hay que destacar en el Valle de La Oro-
tava, es que un número importante de los titulados en leyes
pertenecen al estamento eclesiástico y estaban vinculados
al grupo burgués agrario local. Este fenómeno parece que
fue general en todo el archipiélago y los contemporáneos
manifiestan que ello es debido a que
muchos de los que han ido a España con el destino de
estudiar la jurisprudencia, han contraído allí matrimo-
nios desiguales, que cuando han regresado al país de su
naturaleza, han avergonzado a sus padres y parientes;
motivo por el cual no quiere ya casi nadie enviar un hijo
a estudiar a España, sin que primero esté ordenado in
sacris. De que resulta que los más de los abogados son

14
ROMEU PALAZUELOS: La Económica a través de sus Actas (1770-1800), La
Laguna, 1970.
15
GUERRA, J. Primo de la: Diario 1800-1810, tomo II, Santa Cruz de Teneri-
fe, 1976, p. 83.

36
eclesiásticos y vienen a Islas adelantados en edad, y al-
gunos se quedan en España a pretender las prebendas
eclesiásticas de esta Santa Iglesia16.

Las actividades de los presbíteros con título de abogado


no se circunscribían exclusivamente al mundo eclesiástico,
sino que también participaban en asuntos de tipo civil, así
don Policarpo Alayón, presbítero y abogado de los Reales
Consejos solicita en el año de 1819 que «se le habilite y
conceda licencia para abogar, en todos los asuntos civiles
que ocurran y tiene a su cargo en este Juzgado»17. Estos
eclesiásticos cuentan entre su clientela con los individuos
más acomodados de la zona, como ocurre por ejemplo con
don Pablo Alayón Salcedo, también presbítero y abogado,
que cuenta entre sus clientes con el acaudalado comerciante
portuense don Juan Cólogan, expresando en su testamento:
Que en la casa de don Juan Cólogan e Hijos, tiene cuen-
ta pendiente de los pleitos que le he defendido18.

Sin embargo, y a diferencia de los juristas no eclesiásti-


cos, las actividades profesionales de éstos se limitan exclusi-
vamente al Valle de La Orotava sin extenderse a otros luga-
res, compartiendo sus funciones religiosas con las juristas.
Por lo que respecta al origen socio-profesional de estos
hombres de leyes, si comparamos su extracción social con
el resto de los hombres de leyes, observaremos que estos
provienen en su mayoría del grupo que nosotros denomina-
mos renteros (véase cuadro Nº 2), mientras que entre los
escribanos o procuradores, la herencia familiar juega un
papel importante, donde se podría hablar casi de «una en-
dogamia profesional», como analizaremos posteriormente;
por el contrario, entre los abogados sus ascendientes suelen
ser individuos totalmente ajenos a la profesión, se trata de
familias dedicada al mundo agrario, que se ejercitan como
administradores tanto de los grandes propietarios del Valle,
16
CÓDICE CAROLINO, 23, noviembre de 1797, documento citado por ALZO-
LA, José Miguel: op. cit., pp. 119-120.
17
A.H.P.T. Legajo 3.099, fol. 366 r.
18
A.M.P.T. Legajo 3.183, del folio 82 r. al 83 v., 1800.

37
como de los conventos y a la par arrienndan distintas rentas
eclesiásticas y reales, conforman el grupo burgués agrario
por excelencia, y el hecho de que sus descendientes enfo-
quen sus vidas hacia otros derroteros, pone de manifiesto las
ansias de prestigio y ascenso social de este sector de la bur-
guesía, que no duda en invertir una parte importante de su
patrimonio para que sus hijos siguieran estudios jurídicos.

CUADRO Nº 2. EXTRACCIÓN SOCIO-PROFESIONAL


DE LOS ABOGADOS DEL VALLE DE LA OROTAVA
PERTENECIENTES A LA BURGUESÍA AGRARIA (1750-1823)

Actividades Profesiones de los padres


socio-profesionales de los Abogados
de la burguesía agraria

Escribanos —

Procuradores 1

Abogados —

Renteros 6

TOTAL 7

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

Por otra parte, este hecho también nos informa del po-
der económico que había adquirido dicho sector de la bur-
guesía, ya que el desembolso económico que exigía el reali-
zar estudios de abogacía, limitaba su ascenso únicamente a
los hacendados de la comarca:
El motivo de haber en el día y de haber habido siempre,
tan corto número de abogados en esta isla consiste (...)
en que no habiendo universidad ni estudio de jurispru-
dencia en ninguna de las Islas Canarias. Los que quieren
aplicarse a esta facultad, se ven en la precisión de pasar
a la Península, y como son pocas las familias que pueden
sufrir los gastos de los viajes de mar y de tierra y los que
se necesitan hacer en cualquiera de las universidades de

38
España; para ponerse en disposición de ejercer la abo-
gacía. Resulta que aunque algunos desean abrazar esta
profesión, no pueden hacerlo y toman otro arbitrio para
su subsistencia como es el de meterse a arrendadores,
administradores, etc.19

A mediados del siglo XVIII estos profesionales del derecho


comienzan a agruparse en Colegios, así en el año de 1766 se
constituye el Colegio de Abogados de Las Palmas20. El naci-
miento de estas agrupaciones tiene como fin primordial el
centralizar y controlar las actividades de los letrados que
ejercían en la ciudad de Las Palmas, y de este modo evitar el
intrusismo, tanto de aquellos abogados que no residían en
Las Palmas como de aquellos otros individuos que ejercían la
abogacía sin disponer de título, de ahí que en los estatutos
de fundación de dicho Colegio se exprese lo siguiente:
Declaramos que ningún abogado pueda actuar en la ci-
tada nuestra Real Audiencia de Canarias, sin estar in-
corporado en el Colegio de ella; con tal que esta am-
pliación se entiende sólo para que no aboguen en dicha
Audiencia, y demás tribunales de la ciudad-capital en
que ésta se halla, sin impedirle la ejecuten en los demás
pueblos de las Islas y sus respectivos juzgados21.

Los requisitos que se exigían para pertenecer a este Co-


legio no diferían en mucho de las condiciones para ejercer
cualquier otra profesión de leyes; es decir, ser de buena
vida y costumbres, que el pretendiente, sus padres y sus
abuelos por ambas líneas sean cristianos viejos, etc22. Por lo
que respecta a la isla de Tenerife, no hemos encontrado
documentos sobre la formación de un Colegio de abogados,
por lo menos por lo que se refiere a la etapa que nosotros
abarcamos en este trabajo.
Por último, únicamente señalar que el grupo de aboga-
dos del Valle de La Orotava vinculado a la burguesía agraria

19
ALZOLA, J. M.: op. cit., p. 101.
20
Ibídem.
21
Ibídem.
22
Ibídem.

39
no limita sus actividades exclusivamente al campo de las
leyes, sino que continúa desarrollando las actividades típi-
cas de sus familiares, es decir, se dedican al arrendamiento
del diezmo, ejercen como administradores de la oligarquía
agraria local y de los conventos de la zona, etc.

LOS ESCRIBANOS PÚBLICOS

Las escribanías públicas del Valle de La Orotava, están


monopolizadas en su totalidad por miembros de la burgue-
sía agraria local (véase cuadro Nº 3). A pesar de que estos
oficios no ofrecen las mismas ventajas socio-económicas y
de ascenso social que la profesión de Abogado, se trata de
un oficio que permite obtener ingresos seguros, nada des-
deñables en una época de gran incertidumbre económica,
como la que abarca este trabajo, azotada por numerosas
carestías derivadas de hambres, epidemias, plagas, etc.,
Por otra parte, el hecho de que el salario de estos funciona-
rios se perciba en especie —fundamentalmente trigo— hace
más atractivo dicho oficio para la burguesía agraria, dado el
fuerte incremento que experimentan los precios de los pro-
ductos del campo en esta etapa de tránsito del Antiguo al
Nuevo Régimen. De ahí que el Marqués de Villanueva del
Prado señale con certeza, refiriéndose a los escribanos del
Consejo de La Laguna:
Es verdad, que el salario que paga el Ayuntamiento a sus
escribanos, no se ha eliminado con el transcurso del
tiempo, pues estando regulado en trigo; no ha sufrido la
variedad y rebaja efectiva, que se ha experimentado en
el valor del dinero23.

23
«Informe del personero interino, Marqués de Villanueva del Prado, sobre la
situación de las escribanías del Concejo». Signatura T-XXXI, Nº 10. A.M.L.L., 1798.

40
CUADRO Nº 3. EXTRACCIÓN SOCIAL DE LOS ESCRIBANOS
DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)

Nombre Extracción Lugar Año


social
Acosta, Blas Burguesía agraria La Orotava 1782-1805
Álvarez de Ledesma,
" " 1791-1799
Cristóbal
Álvarez de Ledesma, José " " 1804-1823

De Currás, Nicolás " " 1743-1765

De Currás y Abreu, Nicolás " Puerto de la 1757-1798


Cruz
De Currás, Domingo " La Orotava 1700-1772
Ginori y Viera, Ángel " " 1773-1790
Gutiérrez, Pedro Miguel " " 1769-1793
González Regalado,
" " 1800-1819
Domingo
González Regalado, Sixto " " —
De la Guardia, Miguel
" Los Realejos 1777-1810
Francisco
De la Guardia, Miguel
" 1810-1823
Quintín "
De Montenegro, José " La Orotava 1768-1787
De Montenegro, Críspulo
" " 1791-1800
Restituto
Núñez, Cayetano Lorenzo " " 1793-1818

Perdomo, José Domingo " " 1793-1818


Perdomo Betancurt,
" " 1815-1829
Calixto
Vivas y Paz, Francisco " " 1818-1823

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

La búsqueda de prestigio social tampoco está ausente en


el ansia por obtener una escribanía pública, máxime en un
grupo social ascendente como es el caso de la burguesía
agraria. Pues la figura del escribano, la cual hay que situar-
la dentro de la mentalidad propia del Antiguo Régimen,

41
caracterizada por un excesivo legalismo desempeña una
serie de funciones de vital importancia para la comunidad a
la que pertenece. De tal manera que estos se convierten,
como señala Jean Nicolas, «en los verdaderos reguladores
de la vida de las comunidades rurales»24.
En las distintas escribanías de la zona se registra toda una
variedad de contratos de diferentes tipologías y característi-
cas, que convierten al escribano público en uno de los indivi-
duos más notables de la comunidad rural, ya que éste dispone
de una exhaustiva información sobre el mundo socio-econó-
mico de la comunidad en la que presta sus servicios. Por otro
lado, dicha información es susceptible de ser utilizada en su
propio beneficio, ya que los detentadores de estos oficios no
restringen su actividad únicamente al mundo de los hombres
de leyes, sino que del mismo modo que el resto de los com-
ponentes de la burguesía agraria, tienen múltiples intereses
en el mundo agrario, pues se les ve como arrendadores de
diezmos, prestamistas, compradores de tierras, etc.
Para introducirse en la profesión de escribano era nece-
sario cumplir con una serie de requisitos: ser mayor de edad
(es decir, mayor de 25 años), certificado de limpieza de
sangre, gozar de buena conducta y moral intachable, de-
mostrar que estaba en posesión de los conocimientos nece-
sarios para desarrollar esta profesión con habilidad y des-
treza (práctica que se adquiría fundamentalmente tras va-
rios años de ejercitarse como amanuense o procurador de
causas). El último paso requerido era el depositar una fian-
za por el tiempo que se desarrolla dicha profesión, exigién-
dose además que el futuro escribano dispusiera de unos
bienes particulares equivalentes a la tercera parte del valor
real de la escribanía. Este último factor es significativo,
puesto que restringe el acceso a dichos empleos públicos
únicamente a los grupos sociales más acomodados, pues el
valor de una escribanía pública era aproximadamente de
unos 10.000 reales de vellón25.
Una vez cumplidos todos los requisitos anteriormente
descritos, el aspirante a escribano debía de ser aceptado
24
NICOLAS, J.: op. cit.
25
A.H.P.T. Legajo: 3.067.

42
por el Cabildo de La Laguna, ya que este organismo era el
encargado de examinar a los futuros escribanos, a raíz del
Real Privilegio concedido a dicho Concejo en el año de
151026. No obstante, para ejercer con legitimidad este em-
pleo era necesario que el Monarca otorgara el título de la
escribanía a la que se optaba. Este último paso era más
bien una formalidad, porque todas las polémicas y pleitos27
se resolvían en los organismos insulares, ya sea en el men-
cionado Cabildo de La Laguna o en la Real Audiencia.
26
«De Juana por la Gracia de Dios, Reyna de Castilla, de León, de Granada,
de Toledo (...) sepa de que el Consejo de Justicia y regidores, caballeros,
escuderos, oficiales e homes buenos de esa dha. isla y nos enviaron a hacer
relación por su petición que ante mi en el mi Consejo fue presentada
diciendo que la justicia que ha sido en la dicha isla, juntamente con los
regidores de ella. Que a la sazón han conforme al fuero que a esa dha.
isla, por el Rey su padre e por la Reyna mi señora madre que en Santa
Gloria haya. Fue concevido quando acaese vacar los oficios de escribano
han elegido a disen escribanos para los dhos. oficios, vecinos de esa dha.
isla, e personas avillo e suficientes; para usar y exerser los dichos oficios y
que si obtiene de venir a examinar al mi Consejo, y fasta que fueren exa-
minados no usaren de los dichos oficios, diz que esa dha. isla no podía ser
bien servida; estaría entrando en mucha necesidad de escribanos por ende,
que me suplicaban e pedían merced sobre ello, proveyese de remedio con
justicia. Mandando que los escribanos que obiesen de ser elegidos de aquí
adelante para los dhos. oficios, no se obieren de venir a examinar a mi
corte, ni a pedir mi ecorta de confirmación, que sobre ello proveyese
como la mi mrd. fuese, lo quai visto en el mi consejo e consultando con el
Rey mi padre; fue acordado por hacer bien en mersed a esa dha. isla a los
dhos. escribanos, que de aqui en adelante se elijeren e nombrasen en ellas
en quanto a mi mrd. e voluntad fueren por quitar de costas e gastos e del
peligro que le podia acaecer en la benida e buelta en la mar.
Es mi mrd. e mando que puedan usar e usar de los dhos. oficios de escri-
banías, de que así fuesen elegidos de aqui en adelante, por estas dichas
islas; sin que hayan de venir ni vengan a examinar ante mi al mi Consejo, con
tanto que sean examinados por vos mi dicho Gobernador o el juez de resi-
dencia que fuese de esas dhas. Islas, o por su alcalde en los dhos. oficios de
escribanía, que de aqui en adelante se hiciesen sea traida ante mi, al mi
Consejo dentro de seis meses primeros siguientes, despues que asi fuesen
elegidos e dentro de otros seis meses sean obligados a llevar carta de con-
firmación de las dhas. elecciones de los dhos. oficios de escrivania, despues
que fueren elegidos a ello, y siendo primeramente examinados según dicho,
es asi dentro del dho. termino de dos dhos. dose meses, no llevaron la dha.
mi carta de confirmación, queden de en adelante hasta tanto que lleven la
dha. carta de conformación, no puedan usar ni usen de los dhos. oficios de
escribanía». A.M.L.L. Signatura R. 41, Nº 12.
27
A.M.L.L. Signatura T-30, Nº 7, s.f.

43
El importante papel que tenía el Concejo de La Laguna
en materia de escribanías, a raíz de los privilegios concedi-
dos por la Corona, determinó que los aspirantes a estos
empleos intentaran contar con el apoyo de alguno de los
miembros de la oligarquía local, grupo social dominante en
dicho Concejo, con el objeto de hacerse con una determi-
nada escribanía. Así, don Juan Primo de la Guerra, nos rela-
ta en su diario:
Ha muerto en La Laguna, el sábado 15 del corriente, el
escribano don Josef Manuel Salazar. Mi hermana me lo
escribió ayer y tuve también carta de don Tomás del
Castillo, a fin de que mi madre se empeñara con don Lo-
renzo Montemayor, asesor del cuerpo de Artillería, para
que sea nombrado don José Ginori en la escribanía de
dicho cuerpo28.

Por lo que respecta al Valle de La Orotava, los conflictos y


continuos pleitos, evidencian no sólo las apetencias de los
grupos más acomodados de la comarca por las escribanías,
sino que también denotan el poderío socio-econó-mico cada
vez mayor de la burguesía local, pugnando con la oligarquía
agraria por la propiedad de las escribanías de la zona. Un
ejemplo ilustrativo de este fenómeno, es el pleito que sos-
tien en el teniente-capitán don Francisco Agustín Figueredo y
Ponte, miembro del grupo nobiliario local y don Blas Ventura
de Acosta, destacado componente de la burguesía agraria29.

28
GUERRA, J. Primo de la: 1976, T. I, op. cit., p. 158. También, don José
Domingo Perdomo en sus aspiraciones a una escribanía pública en la Villa
de La Orotava, contó con el apoyo de don Juan Bautista de Lugo y Saave-
dra, señor y capitán de Guerra de la Isla de Fuerteventura, regidor perpe-
tuo y almotacén mayor de la isla. A.M.L.L., T-30, Nº 1.
29
«El teniente-capitán don Francisco Figueredo y Ponte, síndico-personero
de ella, Digo: que es llegado a mi noticia, que por Blas de Acosta vecino de
esta villa se ha dado pedimento en este día pretendiendo justificar que es
hábil y suficiente para entrar en el ejercicio de escribano público, en el
que ejerció don Cayetano Lorenzo Núñez y quien represento como su
heredero por serlo Dª María Teresa Núñez mi legítima mujer, y por lo
mismo estoy opuesto en el consistorio de esta isla a cualquier pretensión
que intente el dicho Acosta, sobre el mencionado oficio y su subterfugio de
esta oposición ha pretendido en esta jurisdicción probar, lo que jamás
alcanzará, por ser notorio en ella su inhábil e insuficiencia en el empleo de

44
En definitiva, la documentación de que disponemos, nos
revela la existencia de una red de intrigas, falseamiento de
documentos, etc.30, como norma común en el cúmulo de
pleitos que se entablan en tomo a estos oficios.
Los empleos más demandados por estos profesionales
eran los oficios de escribanía del Cabildo de La Laguna,
sobre todo a lo largo del siglo XVIII31, pues estos empleos
ofrecían mayores posibilidades de ascenso social, prestigio
e influencia, y, por otra parte, los beneficios económicos
que reportaban eran muy superiores a los que producían el
resto de las escribanías de la Isla. Así, el Marqués de Villa-

escribano (...) En esta villa, donde hay muy pocos años, el tiempo de su
casamiento; en el que todos hemos visto se ha ejercitado en el manejo del
campo y en todo a lo él concerniente y últimamente se ha empleado en la
cobranza de tributos del convento de Religiosas Claras de esta Villa; que
eso es todo lo que podrá probar en este Pueblo. Si se procede con desinte-
rés y verdad, y se vale de testigos de ciencia e integridad. Pero como son
personas de esta clase, nada adelantaba; para su intento pretende presen-
tar por testigos a José Cabrera y Matías Díaz de Lugo, el primero ni aún
sabe escribir y el segundo es compadre de sacramentos de dicho Acosta. Y
aunque ambos están tenidos en este pueblo por hombres de bien y honra-
dos, no puede dar razón de la ciencia y experiencia que pretende probar el
referido Acosta para ser escribano, porque ellos no entienden en este
asunto». A.M.L.L. «Autos sobre la Escribanía que pretendía don Blas Ventu-
ra de Acosta». Signatura E.XII, Nº 11.
30
«Manuel Aguilar, en nombre de Juan Nepomuceno, notario público y de
Cruzada, procurador de causas del Juzgado político de la villa de La Orota-
va (...) Digo: que con noticia que ha tenido mi parte, de que el procurador
José Domingo Perdomo del propio Juzgado. Se ha presentado en este
consistorio y M.Y. Ayuntamiento solicitando que se le reciba en la escriba-
nía pública que acaba de vacar en la dicha villa por muerte de Pedro Gu-
tiérrez. Se ha impuesto la mía en que la renuncia por la que funda derecho
a la escribanía es un documento falso, que se ha hecho y extendido en el
día dos del corriente, por la noche cinquenta y seis oras después de haver
fallesido el precitado Gutiérrez; pues hasta aquella era constante en el
pueblo y lo habían afirmado sus hijas y herederas, haber renunciado el
citado Pedro Gutiérrez a la escribanía en mi parte y tubieron al ajuste las
referidas por medio de diversas personas a este respecto. Y le entregaron a
la mía dicha renuncia, siempre que mi parte le entregase 600 pesos en que la
estimaban. Sobre cuyos hechos y falsedad del instrumento extendido y diri-
gido por José Domingo Perdomo y su amo don Antonio Arteaga, ha hecho mi
parte recurso ante el alcalde mayor de dicha Villa». A.M.L.L. T-30, Nº 1.
31
Informe del personero interino, Marqués de Villanueva del Prado, sobre la
situación de las escribanías del Concejo. A.M.L.L. Signatura Nº 10,1798.

45
nueva del Prado, en un interesante informe sobre las escri-
banías del Concejo de La Laguna, que data del año de 1798,
nos habla con todo lujo de detalles de los importantes be-
neficios que percibían los escribanos del Cabildo:
La Contaduría que sin más trabajo anual que las escri-
banías, disfruta de 50 fanegas de trigo y 50 ducados al-
ternada entre los dos escribanos. El que iba a las visitas
que hacía este cuerpo a las embarcaciones de Indias ga-
naba dos ducados, y a más de repetirse esta diligencia
por tres veces por cada embarcación este le gratificaba
con cuarenta o cincuenta pesos. La comisión de sanidad,
les producía también bastante interés, pues las visitas
haciéndolas personalmente sacaban dos ducados por ca-
da una; y la mitad si las encomendaban a otro en su
nombre, y de las cartas de salud tomaban cuatro de pla-
ta, por la que daban por la embarcación y dos por cada
una de las particulares. Las licencias que se despachaban
a principio de año para la bodegas, lonjas y ventas de to-
da la Isla; eran otro objeto de no poca utilidad, pues im-
portando las primeras tres pesos corrientes, la segunda
doce de plata y la terceras ocho, la mitad de todos estos
derechos perteneció a los escribanos. Y como ante ellos,
otorgaban sus fianzas todos los que sacaban trigo de la
Alhóndiga, aunque cada uno no pagase más que medio
real, como los antiguos tiempos, lo que se duda, siempre
este ingreso era de alguna importancia. En fin, bajo el
nombre de derechos para los escribientes, se satisfacía a
los escribanos, el costo de todos los negocios del Ayun-
tamiento, que por lo común pasaba de 100 pesos anua-
les a cada uno, como se puede ver las cuentas de aque-
llos tiempos. De manera que con sólo esta relación se
conoce, que los oficios del Cabildo eran entonces unos
empleos muy lucrativos y apetecibles32.

Hacia finales del siglo XVIII, según nos relata el Marqués


de Villanueva del Prado en el citado informe, la situación
de los escribanos del Cabildo se vio sensiblemente desmejo-
rada, ya que: «Estos oficios se hallan enajenados y rara vez

32
Ibídem.

46
los sirven los dueños de ellos, resulta que estos regularmen-
te los arriendan por la mitad del salario, de manera que
cada escribano del Cabildo, lo que viene a ganar por este
respecto son 10 fanegas de trigo»33. El propio marqués in-
tercede por estos profesionales procurando mejorar su si-
tuación, proponiendo para ello como fórmula de solución la
compra de estos oficios por parte del Concejo lagunero o
bien reduciendo, las dos escribanías a una sola34.
Esta profesión estaba sometida a una rígida normativa a
través de la cual se encausa la actuación de estos hombres
de leyes35; no obstante, en la práctica y con cierta frecuen-
cia, se pasan por alto muchas de estas normas. Así en el año
de 1759, don Miguel de la Barreda y Yebra, del Consejo de
Su Majestad y oidor de la Real Audiencia, como visitador de
las escribanías insulares, señala alguna de las irregularida-
des más comunes entre los escribanos:
Siendo una carga real las hipotecas, que siempre al
afectar con la misma cosa en notable perjuicio de los
inocentes compradores. Se ha reconocido en esta visita
la insufrible de vender por libres los bienes que se hallan
hipotecados a censos, con la expresión que el que se

33
Ibídem.
34
Ibídem.
35
Los escribanos estaban sometidos a una variada gama de prohibiciones,
alguna de las cuales señalaremos a continuación.
«1. No pueden los escribanos usar ni tener trato de regatonería de
mantenimientos, en el lugar que residen pena de privación del oficio.
2. En los lugares donde hubiere copia de escribanos, las instancias o
demandas, no se pueden poner ante escribano que sea hermano o primo
hermano del demandante. Ni puede ser abogado, ni procurador el padre,
hijo, yerno, hermano ni cuñado del escribano de la causa.
3. Los escribanos de número y Concejo no deben recibir salario o sueldo anual
de Iglesias, comunidades, ni personas algunas, pena de privación de oficio.
4. No pueden los escribanos ser Abogados, ni agentes de las partes, ni
favorecerlas en los pleitos en que actúan, ni permitir lo hagan sus criados.
5. No pueden los escribanos cobrar derechos de procesos que se formaran
ante ellos, en los conventos o comunidades Religiosas del Carmen, Santo
Domingo, San Francisco, San Agustín. Ni a las monjas que lo estén de cual-
quier orden que sean; ni a los Hospitales, ni a los procuradores fiscales, ni a
los pobres, ni de tener por pago de costas a los que estén presos».
ALVARADO Y DE LA PEÑA, M.: Manual de Escribanos principiantes, procu-
radores y curiales, 2ª edición, Madrid, 1830, pp. 74-77.

47
halla impuesto sobre los bienes de la venta, le imprime
el vendedor sobre otros que le quedan respecto a que
semejante expresión del vendedor, no puede libertar los
bienes de la carga a que están afectos, y ser un engaño
manifiesto en perjuicio del comprador. Mando que en
adelante, ningún escribano otorgue en estos términos
semejantes ventas, sino que se expresen los tributos,
rebajando el principal del precio de ellas (...) Aunque
las escrituras de venta con el pacto de retroventa, son
permitidas en derecho con facilidad; con capa de este
pacto, se someten muchas usuras, como se han recono-
cido y se han hecho cargo de ello algunos escribanos en
esta visita (...) Mando que en adelante se observe mayor
cuidado en estas escrituras36.

Un número restringido de familias burguesas de la co-


marca, entrelazadas entre sí por vía matrimonial, monopo-
lizan los oficios de escribanía del Valle, de tal modo que el
vínculo familiar se convierta en un eslabón de vital impor-
tancia a la hora de acceder a este oficio, dando lugar a una
verdadera endogamia profesional, donde una casta cerrada
de individuos controla y monopoliza estos empleos públicos
generación tras generación (véase por ejemplo, la genealo-
gía de la familia Montenegro en Apéndice Documental).
También se producen multiplicidad de enlaces con el
grupo que nosotros denominamos como renteros (véase
cuadro Nº 4), a los que se les ve ligados, no sólo desde una
óptica social y familiar, sino también desde una perspectiva
económica.
De ahí que don José Montenegro, escribano y destacado
miembro de la burguesía agraria local, en su testamento
nos habla de sus relaciones económicas con otra de las figu-
ras sobresalientes de la burguesía de La Orotava, incluido,
dentro del grupo de los renteros, nos referimos al ayudante
don Pablo Alayón Salcedo:
Tuve cuentas muchos años, con don Pablo Alayón Salcedo
mi cuñado y compadre, con la buena fe, propia de estos
36
Auto del Oidor, Barreda Yebra, juez especial sobre corrección de abusos
en el ejercicio de estos oficios. A.M.L.L. Signatura T-27, Nº 17, 1756.

48
parentescos inmediatos; y a su buena, pura y notoria
conducta, que por lo mismo no se han finalizado estas
(...) Mando que su mujer y heredero finalicen dichas
cuentas; con la unión, paz y buena armonía que es debi-
da entre hermanos y suegros, sin que traten de esto, con
disgusto, queja ni la menor dicensión (...) no se le vio-
lente, ni inste a que inmediatamente lo entregue, sino
que lo de a su comodidad37.

CUADRO Nº 4. EXTRACCIÓN SOCIO-PROFESIONAL


DE LOS PADRES Y SUEGROS DE LOS ESCRIBANOS
DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)
Categorías socio-
profesionales de la Profesión de los Profesión de los
burguesía agraria padres suegros

Escribanos 8 4
Procuradores — —
Abogados — —
Renteros 2 6
Médicos — —

TOTAL 10 10

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

El acentuado nepotismo que se aprecia entre los escribanos


de la comarca da lugar a graves incidentes con aquellos indi-
viduos que no pertenecen a la clientela familiar; de ahí que
don Diego Benítez de Lugo, Marqués de Celada expresara:
Que en aquella Villa se están experimentando muchas
desconfianzas en los litigantes. Nacidas de que Ceferino
Ginori, uno de los cinco procuradores de ella y primo
hermano del escribano Ángel Ginori; es actualmente y lo
ha sido en mucho tiempo a esta parte escribiente o
amanuense de dicho escribano. En términos que en la
misma mesa de despacho de éste, tiene el dicho Ceferi-
37
Testamento de don José Montenegro Díaz de Lugo. A.H.P.T. Legajo
2.894, 1789.

49
no el cajón suyo, por manera que todos prudentemente
se recelan que nada puede ejecutarse en aquel oficio,
de que no sea sabedor el tal Ceferino como amanuense y
demás expuesto. Esta desconfianza es natural, en aque-
llos negocios o pleitos, en que dicho Ceferino es procu-
rador y Ángel escribano, de forma que las partes de
quienes no es procurador el tal Ceferino, en todos aque-
llos asuntos que exigen reserva, como en declaraciones
no puede aquitarse, por más que quieran rechazar su
desconfianza por lo que mira al escribano, pues sucede
que hasta un hijo del mismo Ceferino, es también ama-
nuense en el propio oficio38.

Las actitudes descritas por el Marqués de Celada estaban


en conexión con una opinión muy generalizada en el Anti-
guo Régimen, que tendía a considerar a los hombres de
leyes como individuos deshonestos y tramposos. Así, el cita-
do Marqués de Celada, refiriéndose a las actividades del
procurador Ceferino Ginori, expresa: «Mayormente ese pro-
curador está sindicado de fácil y travieso en sus plantacio-
nes, sobre que hay autos en esta Real Audiencia»39.
Estos escribanos ejercen a la vez funciones de secreta-
rios de ayuntamientos casi de forma vitalicia durante el
siglo XVIII; sin embargo, a partir de la Revolución liberal,
dicho cargo se convierte en un empleo electivo, elegido por
la corporación municipal como un empleo del Ayuntamien-
to, retribuido de los fondos municipales, no constituye por
tanto carga concejil, ni tiene voto en el ayuntamiento, sólo
se sustituye cuando hay motivo para ello. Así pues, la conti-
nuidad del empleo frente a la brevedad de Ios cargos muni-
cipales, las funciones que desempeña y la experiencia que
llega a adquirir en los asuntos municipales, convierten al
secretario en un elemento fundamental del ayuntamiento.
La polémica en torno al secretario municipal se centrará en
el carácter vitalicio que pretende asignarles unos ayunta-

38
Provisión para la Junta Ordinaria de la Villa de La Orotava, a pedimento
de don Diego Benítez de Lugo, Marqués de Celada, A.H.P.T. Legajo 3.177,
folio 301 r. a 304 v., 1784.
39
Ibidem.

50
mientos, o la sustitución anual que solicitan otros, siempre
para asegurar el cargo en persona incondicional de un de-
terminado grupo.
Por lo que se refiere al Valle de La Orotava, tenemos al-
gunos ejemplos de enfrentamientos entre las autoridades
locales y los secretarios de Ayuntamiento; nos referimos con-
cretamente a la polémica que sostuvieron el escribano y se-
cretario del ayuntamiento del Puerto de la Cruz, don José
Álvarez de Ledesma y el alcalde real ordinario, don Matías
Romero. El inicio de este conflicto viene determinado porque
el escribano Álvarez de Ledesma se niega a acatar las órde-
nes de dicho alcalde, de ahí que éste último manifieste:
Teniendo que convocar al Muy Ilustre Ayuntamiento, para
tratar sobre asuntos de aguas y presentarle el plan eva-
cuado por la comisión (...) y poder remediar con la bre-
vedad posible la extrema escasez de agua que este pue-
blo experimenta. Previno personalmente al escribano pú-
blico, que para el día 20 a las 4 de la tarde debía ocurrir
a autorizar el acuerdo y demás autos que aquel cuerpo
dispusiese; a lo que respondió en tono destemplado: que
no quería y que no se excusaba por enfermedad, sino que
quería asistir al ayuntamiento, repitiendo por tres veces
que no quería y que le formase causa40.

Por su parte, el escribano Ledesma considera la actitud


del alcalde Romero como una venganza personal con el
único objeto de sustituirle como secretario del ayuntamien-
to portuense:
Representa ser dicha causa una venganza, por haberme
dispuesto a que la correspondencia de los paquetes in-
gleses, dejasen de venir a esta estafeta, con sospechas
de ser abiertas, como había sucedido en una que sin du-
da lo estaba41.

40
Pleito de don José Álvarez de Ledesma con el alcalde del Puerto de La
Orotava.
41
Ibídem.

51
LOS PROCURADORES

Menos numerosos que los escribanos públicos (véase


cuadro Nº 1), desempeñaban una función de primordial im-
portancia desde la óptica jurídica, puesto que no se podía
comparecer ante un tribunal de justicia sin su concurso. Los
protocolos notariales reflejan con toda claridad este plan-
teamiento, ya que en ellos se registra una abundante canti-
dad de escrituras —sobre todo poderes— a través de los
cuales se observa cómo un número importante de individuos
ligados a todos los grupos sociales de la comarca recurren a
sus servicios, otorgándoles poder para que los defiendan de
diversas acusaciones o los representen en distintos asuntos;
asimismo y con cierta frecuencia, actúan como fiadores de
sus propios clientes42.
En cuanto a las condiciones necesarias para ejercer co-
mo procurador, no sufren apenas variación con respecto a
las exigidas para ser escribano —limpieza de sangre, mayo-
ría de edad...43—. Estos hombres de leyes restringen sus
actividades casi exclusivamente en torno a la comarca de la
42
Don Joseph Domingo Perdomo, procurador dijo: «Que por quanto en el día
de ayer se pronunció sentencia de remate por el señor licenciado don Ignacio
Antonio de Benavides y Méndez, Abogado de los Realejos Consejos, teniente-
corregidor y alcalde mayor de la referida Villa y Partido. Se siguen en su
juzgado Real ordinario, por parte de don Juan Pasley y compañía, vecino y
del comercio del Puerto de la Cruz, contra bienes de don Juan Miguel Alber-
tos por maravedís, salía y salió por fiador a favor del enunciado don Juan
Pasley». A.H.P.T. Legajo 3.266, cuaderno IV, folio 192 r.
43
«Don Críspulo Restituto Montenegro, hijo de don Vicente Montenegro y
de Josefa Ocampo. Dichos sus padres como sus abuelos y ascendientes por
una y otra línea, han sido limpios, puros y de todas malas razas; y nota en
su sanguinidad y nacimiento, y que tiene dos hermanos enteros sacerdotes,
el uno el Lzdo. don Juan Montenegro abogado de los Reales Consejos y Vene-
rable Beneficiado rector de esta Iglesia Parroquial Matriz de La Concepción
de dicha Villa; y del otro don Pedro Montenegro, notario público y de número
de aquel partido. Es persona de conducta y estimación en la república dicha,
y sus procedimientos y operaciones han sido muy cristianas y honradas que le
han grangeado el común aprecio y estimación. Últimamente, que la misma
buena conducta y hombría de bien observó el tiempo de cuatro años poco
más o menos, que estuvo de amanuense en la escribanía pública que ejerció
don Josef Montenegro, su tío carnal, donde adquirió toda la instrucción nece-
saria para el desempeño de este empleo y dio pruebas de la pureza sus
procedimientos». A.M.L.L. Signatura, T. XXX, Nº 1.

52
que son naturales. Al estar el juzgado de la Villa de La Oro-
tava presidido por el alcalde mayor de La Orotava y limita-
do a una serie de competencias muy restringidas, si lo com-
paramos con otros tribunales de mayor importancia, como
pueden ser el tribunal de la Real Audiencia o el Real Consu-
lado, a los cuales se recurre con mayor asiduidad y ante los
que se dirimen las causas de mayor envergadura. De ahí
deriva que las labores que realizan los procuradores de La
Orotava no sean excesivamente prolíferas e incluso el nú-
mero de procuradores numerarios que estaban consignados
al juzgado de la Villa de La Orotava, que ascendía a cuatro,
se considera excesivo. De tal modo que cuando por diferen-
tes circunstancias se intenta ampliar este número, los pro-
curadores que ejercen sus funciones en el juzgado de La
Orotava se oponen radicalmente:
Habiendo fallecido el escribano, Pedro Miguel Gutiérrez,
con renuncia de dicho a favor del procurador numerario
Josef Domingo Perdomo, entra en su lugar y en calidad de
tal numerario del dho. Juan Nepomuceno, con lo que se
han conmovido algunos y tratan solicitar recevirse de pro-
curador extranumerario, y sobre malograrse por dho. me-
dio el número de cuatro señalados por esta superioridad.
Están de prontos llanos los cuatro a servir por turno o re-
partir entre todos las causas de oficio o de pobre. Les es
gravoso en un juzgado de tan corta extensión como el de
La Orotava el aumento de este procurador extraordinario
concedido sin ejemplar a Francisco Olavarrieta, pues con
el motivo del establecimiento del Consulado en la ciudad
de La Laguna y exenciones de que blasonan los militares,
todo se actúa en la Comandancia General y el dicho Con-
sulado, quedándose los procuradores de La Orotava ocio-
sos el más del tiempo, y sin pleitos en que poder verificar
su congrua sustentación para remedio de lo cual, pido y
suplico a V.E. se sirva el poder mandar Real Provisión de
lo expuesto, para que el alcalde mayor de La Orotava, no

53
admita en su Juzgado otro procurador en calidad de su-
pernumerario44.

El oficio de procurador, era visto en numerosos casos,


como una especie de eslabón, por el cual había que pasar
obligatoriamente, para ascender hacia cotas más altas,
fundamentalmente para aspirar a una escribanía45. Por otra
parte, con cierta constancia observamos cómo estos procu-
radores, tras ejercer como tales, durante un tiempo relati-
vamente corto, logran alcanzar su objetivo, es más, en los
informes que presentan ante el Cabildo tinerfeño hacen
alusión a sus actividades como un mérito de importancia
que les cualifica como serios aspirantes a la escribanía en
disputa46. No obstante, las aspiraciones de estos individuos,
no culminan con la obtención de una escribanía pública,
sino que se extienden hacia otras actividades que sobrepa-
san las barreras de su profesión. De ahí que se les vea acu-
mulando propiedades rústicas, actuando como cosecheros
de vinos, efectuando préstamos al campesinado local en las
coyunturas más depresivas, rematando diezmos en compa-
ñía de otros individuos pertenecientes a este grupo social
ascendente, etc. Al igual que el resto de los hombres de
leyes, estos profesionales están entrelazados entre sí por
múltiples vínculos familiares.

44
Provisión en que ordena al Cabildo nombre procurador de La Orotava en
la vacante de José Domingo Perdomo, al supernumerario José Domingo
González Febles, 1793, A.M.L.L. Signatura: 36, Nº 28.
45
«Joseph Domingo Perdomo, vecino de la villa de La Orotava y procurador
de causas de aquel Juzgado digo: que me consta de la fe de muerte de
Pedro Miguel Gutiérrez, escribano público, que en debida forma presento,
se halla vacante dicha escribanía, la que resulta haber renunciado en
tiempo en su Majestad; y después en mí según lo que igualmente presento
con el fin, que en fuerza del privilegio, con que V.S. se halla, se sirva admi-
tirme el uso y ejercicio, precedido del competente título que obtuvo el
citado Pedro Miguel Gutiérrez (...) y siendo así que ella misma acredita mi
conducta, y al ser tantos años ha procurador de aquel número mi suficiencia
para el desempeño». A.M.L.L., 1793, Signatura, T. 30, Nº 7.
46
Ibídem.

54
EL GRUPO DE LOS RENTEROS

Bajo el epígrafe de «renteros», designamos al grupo más


numeroso de la burguesía de la Comarca —alrededor del
54% (véase cuadro Nº 1)— que se caracteriza por centrar
todas sus actividades en la percepción de distintas rentas, a
diferencia del resto de los componentes del grupo burgués
que compatibilizan una serie de actividades profesionales,
alejadas al menos de una forma directa del mundo agrario
(escribanos, procuradores, médicos, etc.), con el arrenda-
miento y percepción de varias rentas. Los beneficios que
perciben estos renteros eran cuantiosos, de ahí deriva que
estos ocupen un lugar preferente en el Valle, en todos los
niveles: económico, social y político. En efecto, en una so-
ciedad como la orotavense, donde el predominio del sector
agrario es prácticamente absoluto, la renta de la tierra ocu-
pa un lugar preeminente, como afirma Pierre Goubert:
En una sociedad predominantemente agrícola apenas es
exagerado decir, que la renta fue la clave de todo,
cualquiera que fuera su definición jurídica o su contexto
psicológico47.

Por lo que se refiere a los tipos de renta que esta elite


agraria percibe, un lugar destacado lo ocupa el arrendamien-
to del diezmo. Esta renta eclesiástica, aparte de ser una de
las más importantes desde el punto de vista agrícola, es a la
par una de las más gravosas para el campesinado, de ahí que
en distintas coyunturas el campesinado orotavense se oponga
de forma radical a su cargo, como ocurrió durante el motín
de 1810, donde algunos perceptores de diezmos vinculados a
la burguesía agraria local, se vieron con serias dificultades
para hacer efectivo el pago de dicha renta. De todo ello nos
da buena cuenta el diezmero, Josef del Villar:
Declaro que habiendo hecho postura del medio diezmo
de papas tempranas, de la Iguala de San Jerónimo en

47
GOUBERT, P.: El Antiguo Régimen, T. I, Buenos Aires, 1996.

55
trescientos veinte pesos; a la mitad de la recolección
con motivo de las revoluciones públicas que hubo en es-
ta Villa a principios de Marzo; se negaron todos los cose-
cheros a continuar la satisfacción de dicho medio diez-
mo, de que di parte al Sr. alcalde mayor, protestando
no ser de mi cuenta la satisfacción de las posturas me-
diante esta novedad48.

La administración de esta renta eclesiástica, únicamente


está al alcance de los campesinos más acomodados de la
comunidad rural, ya que a la hora de efectuar su remate,
era necesario depositar una fianza ante escribano equiva-
lente al valor de la masa decimal rematada.
El diezmo está monopolizado casi en su totalidad por la
burguesía agraria del Valle, pues aunque en ocasiones los
grandes propietarios locales participan en su percepción,
generalmente son los miembros de este grupo social los que
lo acaparan; con cierta asiduidad se asocian unos con otros,
con el objeto de adquirir una mayor solidez económica, que
les permita apoderarse de los diezmos ubicados en las zonas
más productivas. Estas asociaciones o compañías constituidas
para el arrendamiento del diezmo se desarrollan dentro del
ámbito familiar, o por el contrario, con el transcurso del
tiempo, van a cristalizar en una sólida relación familiar
entre los participantes en el arrendamiento de esta renta.
Los diezmos que más llaman la atención a esta burguesía
agraria son fundamentalmente los diezmos de parrales, ya
que en gran medida la fortuna de esta burguesía agraria, al
igual que la oligarquía local, está estrechamente ligada al
sector de la exportación vitícola, ya sea como cosecheros o
bien como compradores de mosto; y, desde esta óptica, el
diezmo es una vía fundamental para disponer de un exce-
dente importante, con el que participar en la exportación
de vinos, máxime en unos años de coyuntura favorable, como
son los últimos años del XVIII y principios del XIX. Don Juan
Chávez Cruz, diezmero del Realejo de Arriba, nos da buena
cuenta de cómo la burguesía agraria local se benefició del
auge del comercio de vinos, acrecentando su fortuna:
48
Testamento de Josef del Villar. A.P.S.J.B.: protocolos de testamentos, 1810.

56
Declaro que al fallecimiento de mis padres, se consideró
el caudal y deudas activas en cosa de 4.000 pesos; lo
que yo he manejado y aumentado con mi agencia, indus-
tria y trabajo. Y en el día se puede considerar en 40.000
pesos poco más o menos, como resulta de mis libros y
cartas-cuentas, formadas por las casas de comercio a
quien he vendido los diezmos y compras de mostos; des-
de el año de 1793, hasta el presente inclusive y diversas
de compras de los bienes que se han aumentado y adqui-
rido con el caudal que dicha negociaciones han produci-
do. De suerte, que a más de los bienes raíces que queda-
ron por muerte de mi padre, que no se comprende en los
4.000 pesos, del capital de la negociación puede consistir
ésta, en los dichos 40.000 pesos49.

Aunque el diezmo eclesiástico, propiamente dicho, es una


de las fuentes de ingresos más importantes, y la que con
mayor constancia arrienda la burguesía local, no por ello
dejan de percibir otras rentas, también bastante lucrativas,
como son: la Real Renta del Tabaco, la bula de la Santa Cru-
zada, etc.; así ocurre por ejemplo con don Francisco de Cala
y Ugarte, diezmero y admirador de la Real Renta del Tabaco
de los lugares del Realejo de Arriba y Abajo o don Juan
Pedro Nepomuceno, procurador y administrador, diezmero
de la Real Caja de Consolidación y extinción de vales re-
ales, etc.; de tal modo que la acumulación de rentas consti-
tuye uno de los aspectos más notables de esta burguesía,
faceta que según corrobora Pierre Goubert, es característi-
ca común de los grupos rentistas del Antiguo Régimen:
La percepción de una mezcolanza de rentas, caracteriza
casi siempre al rentista del Antiguo Régimen50.

Conocedores a la perfección del mundo rural en el que


viven hábiles cobradores y perceptores de rentas, otra de
las actividades que con mayor ahínco cultivan son las admi-
nistraciones de bienes. En efecto, por los datos que nos pro-

49
Testamento de don Juan Chávez Cruz. A.H.P.T. Legajo 3.517, folios 811
v. al 819 v., 1813.
50
GOUBERT, P.: op. cit.

57
porcionan los protocolos notariales de la zona, la adminis-
tración de propiedades rústicas ocupa un lugar preferente
en cuanto a las dedicaciones de la burguesía agraria del
Valle (véase cuadro Nº 5). Se trata de bienes pertenecientes
en su mayoría a los grandes propietarios del Valle o a las
comunidades de religiosos regulares establecidas en la Co-
marca. Aparte de los contratos de administración que se
establecen directamente o por medio de intermediarios en-
tre el propietario y el apoderado o administrador, existen
otras fórmulas mediante las cuales la burguesía se hacía
cargo de determinadas propiedades. Nos referimos concre-
tamente al secuestro de bienes y a las tutorías de menores.
El secuestro de bienes se establecía cuando no existía
acuerdo entre los beneficiarios de una determinada ha-
cienda, por la cual estos bienes se depositaban ante el or-
ganismo jurídico competente —con frecuencia la Coman-
dancia General—, quien designaba a una tercera persona
que se encargaba de la administración de dichos bienes,
hasta que la situación se esclareciera, siendo para ello con-
dición indispensable el hipotecar un determinado número
de bienes. La tutoría de menores es igualmente una varie-
dad de administración y consistía en encargar a uno o varios
individuos la gestión de unos bienes, hasta que los legítimos
poseedores de los bienes administrados alcanzaran la mayo-
ría de edad. Aunque ambas fórmulas se practicaron, parece
que predominó el secuestro de bienes, así don Juan Albelo
Nuño, diezmero y secuestrario de los bienes de don Juan
Iriarte, don Juan Bautista Hernández, diezmero y secuestra-
rio de los bienes de don Bartolomé Casabuena, juez de Indi-
as y del Marqués de Celada, don Diego Benítez de Lugo de
la Orden de Alcántara, etc.51

51
Véase cuadro Nº 5.

58
CUADRO Nº 5. ACTIVIDADES ADMINISTRATIVAS EJERCIDAS POR LA BURGUESÍA AGRARIA
DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)
Propiedades Propiedades del Grupo
Nombre Otros Bienes Lugar Año
Eclesiásticas Nobiliario

Acosta, D. Blas Administrador del — — La Orotava 1780


Convento de Religiosas
Claras
Acosta, D. José Pantaleón — — Administrador
de la Real Renta La Orotava 1800
del Tabaco
Alayón Salcedo, D. Pablo Administrador — —
1763, 1766
del Convento La Orotava
y 1780
de San José

59
Albelo, D. Juan — — Secuestrario
de los bienes La Orotava 1774
de D. Juan Iriarte
Arteaga, D. Manuel — Administrador —
de don Estevan Llarena Calderón,
La Orotava 1768
Marqués de Torrehermosa
y Acialcázar
Díaz de Lugo, D. Matías — Secuestrario de los bienes — La Orotava 1780
de Dª Columba Franchy

— Secuestrario de los bienes —


Díaz de Lugo, D. Matías del Marqués de Celada La Orotava 1780
Propiedades Propiedades del
Nombre Eclesiásticas Grupo Nobiliario Otros Bienes Lugar Año

Díaz de Lugo, D. Matías Sustituto de síndico del — — La Orotava 1780


Convento de San Lorenzo
Díaz de Lugo, D. Matías Administrador del — — La Orotava 1780
Convento de San Nicolás
Díaz de Lugo, D. Matías Administrador del — — La Orotava 1784
Convento de San Nicolás
Díaz de Lugo Administrador del — — La Orotava 1770
Convento de San Nicolás

Díaz de Lugo, D. Joaquín — — Administrador de los La Orotava —


bienes de don Policarpo
Alayón Salcedo

60
Espínola, D. Gregorio P. — — Administrador de los Realejo de Arriba 1823
bienes de don Sebastián
Olivero
Hernández, D. Juan Administrador del — — La Orotava 1776 y 1781
Bautista Convento de San Nicolás
Hernández, D. Juan — — Secuestrario de los La Orotava 1792
Bautista bienes de Antonio Melo
y Estrada
Hernández, D. Juan — Secuestrario — La Orotava 1792
Bautista de los bienes del
Marqués de Celada
Hernández, D. Juan — — La Orotava 1792
Secuestrario de los
Bautista
bienes de don Luis Rizo
Propiedades Propiedades del
Nombre Grupo Nobiliario Otros Bienes Lugar Año
Eclesiásticas
Hernández, D. Juan Bautista — — Secuestrario de los bienes La Orotava 1792
de don Bartolomé Montañés

Hernández, D. Juan Gualberto — — Administrador de los bienes La Orotava 1820


de D. Agustín González Grillo

Hernández, D. Juan Gualberto — — Secuestrario de los bienes La Orotava 1820


de doña Bárbara Ugarte

Hernández, D. Juan Gualberto — — Secuestrario de los bienes La Orotava 1820


de don Bartolomé Montanés

Hernández, D. Juan Gualberto Mayordomo de Cofradía — — La Orotava 1820


del Sr. de la Columna

61
Montenegro, D. Benigno — — Administrador de los bienes La Orotava 1782
de don Guillermo Cullen

Grijalva, D. Miguel — Administrador de don — En toda la Isla 1784


Pedro Alfonso, Marqués de Tenerife
de Guadalcázar,
Mejorada y Breña

González Castillo, D. Martín — Administrador del — Realejo de Abajo 1800


Adelantamiento Mayor
de las Islas
Pérez Barrios, D. Félix — Idem — Realejo de Abajo 1812

Pérez Barrios, D. Félix — Administrador de la — En Lanzarote —


Condesa de La Coruña y Fuerteventura
Propiedades Propiedades del Grupo
Nombre Nobiliario Otros Bienes Lugar Año
Eclesiásticas
— Adm. del Marqués de — —
Pérez Barrios, D. Julián Realejo de Abajo
Villanueva del Prado
Pérez Barrios, D. Pedro — Idem — Realejo de Abajo

Sanabria, D. Antonio — — Administrador de los bienes —


Realejo de Arriba
de Nicolás Barroso
Pérez Chaves, D. José — — Administrador de los bienes Realejo de Arriba 1810
de D. Tomás Abreu
Calzadilla, D. Mateo — Administrador de D. Fco. —
Franchy Alfaro, Marqués La Orotava 1784
de la Real Proclamación

62
Nepomuceno, D. Juan Pedro — — Tesorero Administrador de la
La Orotava 1809
Real Caja de Consolidación y
Nepomuceno, D. Juan Pedro — — Administrador de los bienes
La Orotava 1796
de don Estanislao Díaz Borges
Nepomuceno, D. Juan Pedro Notario de la Cruzada del — — La Orotava 1794
Partido de Taoro
Melo y Estrada, D. Antonio — — Adm. de D. Miguel Palenzuela, —
La Orotava
Beneficiado de la Concepción
Melo y Estrada, D. Antonio — Administrador de los — Realejo de Abajo —
bienes del Marqués de
Villanueva del Prado
Melo y Estrada, D. Antonio — — Administrador de los bienes La Orotava 1785
de Gerónimo González Chaves
Melo y Estrada, D. Antonio Adm. de los bienes del — — La Orotava 1785
Convento de San Nicolás
Propiedades Propiedades del
Nombre Otros Bienes Lugar Año
Eclesiásticas Grupo Nobiliario
Melo y Calzadilla, — Administrador del Marqués — Aldea de San Nicolás
D. Fulgencio 1781
de Villanueva del Prado (Gran Canaria)
Melo y Calzadilla, — — Secuestrario de los bienes del La Orotava —
Fulgencio Condestable D. José Pérez
Hernández Neda, D. Andrés — Administrador de D. Luis — La Orotava 1775
Benítez de Lugo, Marqués
de La Florida
Hernández Neda, D. Andrés — Administrador de los bienes La Orotava 1775

de D. Pedro Alcántara
Hernández Neda, D. Andrés — — Administrador de Dª Rosalía La Orotava 1775
Montañés

63
Hernández Neda, D. Andrés — Administrador del Marqués — La Orotava 1775
de Villafuerte
Hernández Torres, Administrador de la Administrador de D. Juan — En todas las Islas 1782
D. Cristóbal Mitra del Obispo don Valcárcel Herrera a excepción
Fco. Joaquín Herrera de Gran Canaria
Hernández Torres, — — Administrador de los bienes de La Orotava 1783
D. Cristóbal don Andrea Paquinotti
Hernández Torres, — — Administrador de la Real Renta La Orotava —
D. Cristóbal del Tabaco
Nepomuceno, D. Juan Pedro — Administrador de los bienes — En toda la Isla 1809
del Conde de Villaleal
Nepomuceno, D. Juan Pedro — — Administrador de la Real Renta La Orotava —
del Tabaco

Elaboración propia. Fuente: Protocolares Notariales.


Desde muy temprana edad los miembros de esta burgue-
sía se inician en las actividades administrativas, llevando la
gestión de algunas propiedades rústicas familiares y adqui-
riendo una experiencia que les sirva de punto de partida
para alcanzar cotas más elevadas; un ejemplo ilustrativo de
ello, es el caso de don Fulgencio Melo y Calzadilla, miembro
de una de las familias de extracción burguesa con mayor
peso socio-económico en la comarca:
Declaro que desde que fui capaz de servir, me ocupé en
el servicio de mi padre y en el adelantamiento de su casa;
llevando sobre mí todo el peso y trabajo a causa de que
el dicho mi padre se hallaba retirado en Icod del Alto,
ocupado en la administración de los bienes que allí tiene
el Señor Marqués de Villanueva del Prado; en cuyo tiempo
no sólo le di cuenta exacta y le hice entrega de todo lo
que le pertenecía, sino que también puse a su disposición
las conveniencias que yo podía adquirir con mi trabajo
(...) De suerte que cuando entré en la administración de
la Aldea de San Nicolás, solamente poseía seis pesos (...)
Declaro que pasé a dicha Aldea en calidad de Administra-
dor y luego de Arrendador, en la cual administración y
arrendamiento adquirí algún caudal52.

Tanto los grandes propietarios agrarios, como las institu-


ciones eclesiásticas, e incluso la propia burguesía, deposita
en manos de este grupo la administración de toda una va-
riedad de bienes raíces (véase cuadro Nº 5). El carácter
absentista de algunos de estos propietarios, que dan sus
tierras en calidad de administración o arrendamiento, favo-
rece a todas luces al administrador, ya que el grado de de-
pendencia de éste con respecto al propietario es mínimo,
pues en la práctica al dueño de la tierra le preocupa fun-
damentalmente percibir su renta, de tal manera que el
apoderado actúa en cierto modo como el propietario real;
él se encarga de contratar a los medianeros o arrendatarios,
en definitiva se preocupa de mejorar la productividad y está
al cuidado de la Hacienda. Por lo que respecta al salario
52
A.P.C.L.O. Testamento de don Fulgencio Melo Calzadilla, protocolos de
testamentos.

64
percibido por estos trabajos, no disponemos de datos su-
ficientes en cuanto a las propiedades laicas se refiere; algu-
nos documentos estipulan que el salario a percibir era el 10%
de todo lo obtenido tanto en dinero como en frutos:
Mi apoderado don Joaquín Díaz de Lugo, deberá a los
quince días de mi fallecimiento, presentar a mis alba-
ceas las cuentas que haya llevado durante su encargo
(...) satisfaciéndosele el 10% de todo lo que haya entra-
do en su poder, tanto de frutos como de dinero53.

Mayor número de datos, tenemos del salario que perci-


bían los distintos Conventos del Valle de La Orotava, aun-
que no de una manera exhaustiva.
El salario que percibían los administradores o mayordo-
mos de estas instituciones eclesiásticas, atendiendo a los
datos con que contamos, experimentó muy pocas variacio-
nes a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII. Éste esta-
ba fijado en unos trescientos ducados antiguos anuales,
aparte de un porcentaje sobre los tributos que para su co-
bro precisaran de litigio, el cual estaba señalado en la ter-
cera parte de lo cobrado. Las instituciones monacales esta-
blecen a través de los contratos de mayordomía, una serie
de normas con el objeto de evitar manipulaciones y fraudes
por parte de los administradores:
1.- En las ejecuciones que pusiere para la cobranza de
corridos atrasados, se ha de pedir en ella las deudas que
también se deban a la religiosas particulares.
2.- Obligación de tomar en el tiempo oportuno lo nece-
sario para el mantenimiento de las otorgantes.
3.- Obligación de dar cuenta a su tiempo, con separa-
ción de cada año.
4.- Que los vinos y mostos que se cogieren de las hacien-
das, procure a su tiempo su venta a la mayor estimación y
por ello con acuerdo de las otorgantes54.

53
Testamento de don Policarpo Alayón Salcedo, Beneficiado de la Parro-
quia Matriz de La Concepción de La Orotava, A.H.P.T. Legajo 3.527, 1823.
54
A.H.P.T. Signatura C-145-5.

65
Las precauciones tomadas por los distintos Provinciales serán
inútiles, pues las manipulaciones y fraudes serán continuos:
Por quanto havemos sabido que lo señores mayordomos
dan de pérdida en cada trienio más de 6.000 reales, por
recibir la rentas y censos del Convento en efectos de pre-
cio subido y venderlos para reducirlos a dinero en precio
ínfimo, disponiendo todo a su voluntad; mandamos que
no se reciban efectos algunos, sino al precio corriente, y
si se ofreciese venderlos al precio ínfimo por alguna nece-
sidad, no lo podrán hacer sin consentimiento de las ma-
dres, y con asistencia del padre Vicario55.

Empero, en la realidad los administradores son los que


llevarán la pauta, al ser individuos muy demandados por los
grupos más relevantes de la comunidad. Ya que para ejer-
cer dicho cargo, no sólo es necesario disponer de un cono-
cimiento profundo del mundo agrario, sino que también se
exige disponer de un capital respetable, de unos bienes
susceptibles de ser hipotecados, junto con unos sólidos fia-
dores, procedentes tanto de su grupo social, la burguesía
agraria, como de los grandes propietarios locales.
Las actividades administrativa en los Conventos femeni-
nos, constituía un mecanismo de primer orden para aumentar
la fortuna de la burguesía ascendente, y no sólo por los ele-
vados salarios que le proporciona tal actividad, sino también
por el cúmulo de actividades especulativas que a través de
los bienes de los conventos se realizaban, manejando un
capital flotante considerable, especulando con los tributos y
rentas que se cobraban en especie. Beneficiándose además
de las tierras de mayor calidad de los conventos, recibiendo
estas con contratos ventajosos o demandándolas a préstamo
en épocas como el siglo XVIII, donde son un instrumento tre-
mendamente favorable para el tributario. A pesar de que las
prácticas fraudulentas son denunciadas constantemente por
las religiosas, como señala Manuel Hernández:
La urgente necesidad de tales empleados les obliga a
pedirles nuevamente sus servicios, máxime cuando la
55
Ibídem.

66
experiencia les dictaba que la encomienda de tal labor a
los frailes, era de resultado totalmente infructuoso56.

De ahí que los administradores ejerzan sus funciones du-


rante períodos relativamente largos, como testimonia don
Antonio Arteaga:
Cuando fui administrador del Convento de religiosas do-
minicas de esta Villa, se me adjudicó en nueve años que
lo fui cerca de cinco mil pesos, de los que habré cobrado
cerca de dos mil pesos poco más o menos, y el resto se
nos está debiendo57.

Las administraciones más significativas y demandadas por


la burguesía agraria son las otorgadas por el grupo de los
grandes propietarios (véase cuadro Nº 5). La avidez que la
burguesía muestra por estas tierras se explica por varias ra-
zones: por una parte, por el carácter absentista de algunos
de los grandes propietarios de la zona; por otra, por la enor-
me concentración que la estructura de la propiedad de la
tierra presenta en el Valle de La Orotava durante este perío-
do, a lo que hay que añadir que la mayor parte de estas tie-
rra suelen estar sujetas a vinculación, de ahí que el mercado
local de tierras sea muy limitado, constituyéndose las activi-
dades administrativas como una de las pocas alternativas con
que cuenta la burguesía agraria para aumentar su nivel de
renta y consiguientemente su prestigio socio-económico.
Con frecuencia, los miembros de la burguesía agraria lo-
cal simultanean al mismo tiempo la administración de las
propiedades de los eclesiásticos y las de la nobleza local,
pues como afirma Jean Nicolas:
La burguesía agraria está a menudo construyendo su for-
tuna bajo la gestión de los bienes y derechos del clero,
la nobleza o los mismos ricos plebeyos58.

56
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: Los Conventos de La Orotava, Ediciones
Idea, Santa Cruz de Tenerife, 2004 (2ª Edición), p. 317.
57
Testamento de don Antonio Arteaga, legajo 3.086, A.H.P.T.
58
NICOLÁS, J.: op. cit.

67
El núcleo más importante de estos profesionales de la
administración se aglutina en la Villa de La Orotava; a modo
de ejemplo señalaremos a continuación algunos de los más
destacados componentes de la burguesía orotavense que se
encargan de la gestión de los bienes de las instituciones
eclesiásticas como de las propiedades del grupo nobiliario
orotavense. Así don Juan Bautista Hernández, diezmero,
secuestrario de los bienes de don Bartolomé Casabuena,
juez de Indias y del Marqués de Celada don Diego Benítez
de Lugo, asimismo tesorero de la Bula de la Santa Cruzada
en el partido de Taoro y mayordomo de la Cofradía de
Nuestra Señora de los Remedios y de las Ánimas de la Pa-
rroquia de San Juan Bautista. Don Antonio Melo y Estrada,
diezmero y administrador del Marqués de Villanueva del
Prado; don Fulgencio Melo y Calzadilla, administrador y
arrendador de La Aldea de San Nicolás de Gran Canaria,
propiedad del Marqués de Villanueva del Prado; don Cristó-
bal Hernández Torres, diezmero, administrador de la Real
Renta del Tabaco de La Orotava, y de los bienes per-
tenecientes a la Mitra del Obispo don fray Joaquín de
Herrera, Obispo de Canarias en todas las Islas a excepción
de Gran Canaria, etc. (véase cuadro Nº 5).
Por lo que respecta a los lugares de Los Realejos, aunque
el número de esta burguesía administradora es muy reducido,
también se constata su existencia. Especial mención merecen
los administradores de la Hacienda del Adelantamiento o
Hacienda de los Príncipes, puesto que es, con mucho, la pro-
piedad más importante de Los Realejos, y de sus vicisitudes
depende una gran mayoría de los jornaleros, medianeros y
pequeños arrendatarios del lugar, pues como afirma Cama-
cho Pérez-Galdós:
La Historia de los Realejos está estrechamente ligada a
la Historia del Adelantamiento59.

Por otro lado, el Adelantamiento era el poseedor de todas


las aguas del Realejo de Abajo, de ahí que Escolar exprese:

59
CAMACHO y PÉREZ GALDÓS, G.: La Hacienda de los Príncipes, La Laguna, 1943.

68
Hay 2.475 fanegas de tierra de riego, conduciéndose el
agua por canales de madera, con que se desperdicia más
de la tercera parte, estas aguas pertenecen al mayoraz-
go del Adelantamiento60.

En la Gaceta de Daute, se refleja con toda claridad,


aunque en sentido jocoso y satírico la importancia que re-
vestía la administración de las tierras del Adelantamiento y
la continua movilidad de los administradores y arrendadores
de dicha Hacienda. Estas impresiones se le atribuyen al
historiador Viera y Clavijo, pues no hay que olvidar que éste
nació y vivió en estos lugares:
Realejo de Abajo, 16 de junio.
Casi todos los años se repite en este pueblo la misma es-
cena que en Constantinopla. El empleo de Administrador
de los Príncipes se ha hecho como el del Gran Visir. Don
Felipe María Martínez, que se creía más asegurado que
sus antecesores en el Ministerio, acaba de ser depuesto
y reemplazado por el Dr. Nicolás de Paz, quien trajo de
Madrid este empleo, que es el más pronto para todo el
que quiera dejar la Corte, habiéndolo preferido a la Ca-
pitanía de Monterrey61.

A pesar de que la mayoría de los administradores o


arrendatarios de la Hacienda de los príncipes provienen de
la Península enviados directamente por los propietarios de
la Hacienda, la burguesía local, también se ocupa de la
administración de este mayorazgo, como es el caso de don
Félix Pérez Barrios, natural del Realejo de Abajo, Abogado
de los Reales Consejos, diezmero y administrador del Con-
vento Agustino de los Realejos o de don Martín González Por
lo que se refiere a don Miguel Grijalva, aunque procedente
de la Península se instalará en el Realejo de Abajo, enla-
zando rápidamente con una de las más destacadas familias

60
B.M.T. Estadística de Escolar, 1802. Véase también: HERNÁNDEZ RODRÍ-
GUEZ, G.: Estadística de las Islas Canarias de don Francisco Escolar y
Serrano, T. III, Las Palmas de Gran Canaria, 1983.
61
ROMEU PALAZUELOS, E.: La Tertulia de Nava, La Laguna, Santa Cruz de
Tenerife, 1977, p. 103.

69
de la oligarquía realejera. Este individuo realizó una activi-
dad administradora muy intensa y durante una larga tempo-
rada, como él mismo nos relata en su testamento:
Fui administrador del Exmo. Sr. Conde de Bornos, vecino
de Madrid, de Dª Manuela Fernández de Córdoba, Con-
desa de Torralva, de ésta última fui administrador por el
espacio de 15 años62.

Otros administradores destacados de la burguesía local


fueron los hermanos Pedro y Julián Pérez Barrios, adminis-
tradores de las tierras que poseía el Marqués de Villanueva
del Prado en los lugares de los Realejos.
Además de la grandes propiedades, evidentemente las
más demandadas por la burguesía local, las pequeñas y
medianas propiedades también llaman la atención de estos
administradores; se trata de tierras pertenecientes a pe-
queños propietarios que, por diversos motivos —emigración
a América, etc.—, tienen que abandonar su zona de origen y
depositar sus tierras en manos de un apoderado. En líneas
generales, la administración suele ser una fórmula de tránsi-
to hacia el arrendamiento, tenencia ésta a la que es muy
adicta la burguesía rentista, pero dada su complejidad habla-
remos con mayor profundidad en capítulos posteriores.
Desde un punto de vista social, el grupo de los renteros
enlazará, durante el periodo que abarca nuestro trabajo, con
la nobleza local, sobre todo a lo largo de la primera mitad
del siglo XIX; dos ejemplos significativos son el enlace de don
Juan Gualberto Hernández Salgado, hijo de don Juan Bautista
Hernández, diezmero y destacado administrador, con Dª Eva-
rista de Lugo y Saavedra de Ponte Jiménez, hija de don Fran-
cisco de Lugo y Saavedra, señor de Fuerteventura.
La familia ocupa un lugar de primer orden en cuanto a la
solidaridad que se manifiesta en los clanes que constituyen
estos renteros. Solidaridad no sólo desde una perspectiva
social defendiendo a ultranza a los parientes y ensalzando

62
Don Miguel Grijalva, era natural de Fuenmayor (Obispado de Calahorra) y
casó en segundas nupcias con Dª Tomasa Brito Gordejuela Mesa Torres y Vida.
A.H.P.T. Legajo 3.525, Testamento de don Miguel Grijalva, 1800.

70
sus virtudes, en un mundo en el que la genealogía es una
obsesión constante, véase la alusión que se hace constante-
mente a los parientes más destacados de la familia en la
ejecutorias de limpieza de sangre63; sino también y funda-
mentalmente desde una óptica económica, pues las relaciones
de parentesco juegan un papel fundamental en la asociaciones
que la burguesía realiza para arrendar o rematar diversas ren-
tas. Por último, indicar que esta burguesía de renteros forma
un cuerpo caracterizado por unos estrechos vínculos familia-
res y profesionales que denotan un alto grado de endogamia,
aspecto este que analizaremos con mayor exhaustividad en el
capítulo en el que tratemos la mentalidad del grupo.
El grupo de los renteros, aparte de dedicarse a las acti-
vidades anteriormente examinadas —administración de bie-
nes, arrendamiento de diezmos, etc.—, además se ocupa de
ciertas profesiones de carácter «oficial», que a su vez están
estrechamente ligada con el mundo agrario que estos indi-
viduos conocen a la perfección. Nos referimos a los empleos
de agrimensor público, a los que optan ciertos individuos
pertenecientes al grupo de los renteros como es el caso de
Mateo Hernández Neda o Francisco Pérez Sanabria Chaves64.
Para ejercitarse en dicha profesión era necesario obtener el
título de agrimensor, a través de un examen que se realiza-
ba en el Cabildo de La Laguna, consistente en el le-
vantamiento del croquis de una finca rústica y su medida;
aunque también el Cabildo de Gran Canaria tenía facultades
para expedir dichos títulos con facultad de ejercicio en
todo el Reino, no obstante el Cabildo tinerfeño se resistía a
admitir dicha facultad, produciéndose en ocasiones por este
motivo ruidosos pleitos65. Esta profesión también suponía
una fuente de ingresos importantes para los componentes
de la burguesía agraria, y ello lo corrobora don José Espíno-
la, cuando nos habla en su testamento de los importantes

63
Un ejemplo de ello es el informe de limpieza de sangre de Juan Bautista
Hernández, uno de los más sobresalientes miembros de la burguesía agra-
ria del Valle de La Orotava. Véase en A.H.P.T. Legajo 2.901.
64
A.M.L.L. Signatura A-I, Nº 2, 4, 10 y 17.
65
A.M.L.L. Signatura A-I, Nº 4.

71
ingresos conseguidos por su hijo don Lázaro Espínola, agri-
mensor público del Realejo de Arriba:
Don José Espínola dijo: que en año 1810, se recibió de
Agrimensor Público a don Lázaro Espínola, desde cuya
fecha ha estado ejerciendo dicha profesión, que le ha
sido bastante lucrativa66.

66
A.H.P.T. Legajo 3.305, 1837.

72
MÉDICOS Y COMERCIANTES

Aunque la burguesía del Valle de La Orotava es un grupo


social fundamentalmente dedicado a las actividades agrarias,
el cambio socio-económico que se experimentó en la comar-
ca a partir de la segunda mitad del siglo XVIII permitió au-
mentar el poderío económico de este grupo social, y de este
modo ampliar su horizonte profesional. Este hecho queda
perfectamente plasmado en la profesión médica; en efecto,
aunque el número de profesionales de la medicina de extrac-
ción burguesa es muy exiguo, su existencia está documen-
tada. Es el caso de don Pedro Recarey y de don Julián Delga-
do; el primero de ellos, a imitación de los grupos más pode-
rosos de la comarca, oligarquía agraria y burguesía comer-
cial, desarrolló sus estudios en el extranjero, concretamente
en Londres67. Por lo que respecta al segundo, don Julián Del-
gado, éste cursó estudios de Medicina en Sevilla y estuvo en
estrecha relación con el movimiento ilustrado, lo cual pone
de manifiesto que, en cierta medida, esta disposición de la
burguesía por los estudios de medicina está en estrecha co-
nexión con la ideología ilustrada, la cual abogaba por la defen-
sa a ultranza de las «ciencias prácticas».
Durante el Antiguo Régimen la comarca de Taoro parece
que no estuvo desprovista de médicos, sobre todo por lo
que respecta a las poblaciones más importantes, es decir,
la Villa de La Orotava y el Puerto de La Orotava; así en el
año de 1774 se instala en el Puerto de la Cruz don Juan José
Waugh, hidalgo escocés que posteriormente enlazará con
una familia de la burguesía agraria orotavense68. Evidente-
mente, el asentamiento de estos profesionales en estos luga-
res está relacionado con el poderío económico de la elite
social de la zona, que le permite obtener suculentos salarios.

67
Don Julián Delgado, natural del Puerto de la Cruz, cursó estudios en la
Universidad literaria de Sevilla, y estuvo muy vinculado con el movimiento
ilustrado tinerfeño.
68
El Dr. don Juan Waugh casó con doña María Estévez Ugarte, viuda de don
Antonio Arteaga.

73
En ocasiones los cabildos o ayuntamientos locales, junto con
las familias más acomodadas del lugar contratan directamen-
te a un titulado en medicina69. Así ocurrió en La Orotava en
el año de 1813, en que el ayuntamiento y los hacendados de
la localidad contratan a don Juan García, profesor revalidado
de medicina, que residía en la Villa, Puerto y Plaza de Santa
Cruz, con el objeto de que fuera de utilidad
de los dolientes y con claridad y esmero que requieren
más especialmente los pobres, que son el principal objeto
de este cuerpo, porque a los pudientes le sería fácil traer
de otra parte de un facultativo, cada vez que pudieran
necesitar de sus auxilios70.

Siendo su salario de:


Cien pesos corrientes en cada mes, o mil y doscientos
anuales, desde primero de Enero inclusive del año
próximo de 1813, a pagar mitad a fin de Diciembre y mi-
tad a fin de Junio de cada año. Sin incluir en esta suma
las cantidades con que quiera contribuirle los cinco con-
ventos de regulares de ambos sexos que existen en este
pueblo71.

En los lugares de Los Realejos, la situación es radicalmente


diferente al resto de los municipios del Valle, dada la pobreza
de estos lugares en relación con La Orotava y el Puerto, la
sanidad está en manos de los populares «curanderos»72.

69
A.H.P.T. Legajo 2.907.
70
Ibídem.
71
Ibídem.
72
A.M.L.L. Signatura: M-II, Nº 2, 1772.

74
LOS COMERCIANTES

El Puerto de La Orotava o de la Cruz es el único lugar del


Valle donde predominan las actividades comerciales. En
esta localidad desde el siglo XVII se establecen varias fami-
lias de comerciantes, fundamentalmente de origen extran-
jero, atraídas por los grandes beneficios que produce la
exportación de vinos.
Esta burguesía mercantil monopoliza todas las activida-
des comerciales de la zona; de modo que tanto la oligarquía
como la burguesía agraria local dependen estrechamente de
estos comerciantes a la hora de exportar sus caldos. Así lo
manifiesta el síndico-personero del Realejo de Abajo, don
Juan Fernández Ruiz-Machado:
Los frutos de la tierra no tienen la estimación y valor
que antiguamente tenían, después que puesto y como
vinculado el comercio con las naciones extrañas en ma-
nos de pocos; pone estos el precio a los vinos y demás
producciones con que comercian, viéndose los coseche-
ros precisados a venderlos así, porque de lo contrario no
lo venderían jamás73.

El estudio de la burguesía comercial portuense, requeri-


ría por sí sola de una monografía, objeto que desborda los
planteamientos de nuestro trabajo; pues lo que nosotros
queremos reseñar en este apartado, son únicamente las
vinculaciones existentes entre burguesía agraria y comer-
cio. Aunque son muy escasos los individuos que procedentes
de la burguesía agraria abandonan las actividades de sus
ancestros y se dedican exclusivamente al comercio, noso-
tros hemos logrado contabilizar un caso, se trata de don
Francisco de Paula Nepomuceno74, no obstante la actividad
73
A.M.L.L. Signatura B-IV, Nº 38, 1795.
74
Don Francisco de Paula Nepomuceno, hijo de don Juan Pedro Nepomuce-
no, procurador y destacado miembro de la burguesía agraria local, el cual
tuvo una actividad política muy relevante en los primeros años del siglo
XIX, cuando ocupó el cargo de síndico-personero del ayuntamiento orota-
vense. Don Francisco de Paula sostuvo importantes relaciones comerciales
con el mundo americano, dedicándose directamente a la venta y exporta-

75
comercial no es totalmente ajena a la burguesía agraria del
Valle, a pesar de que se trata de unas relaciones comercia-
les restringidas fundamentalmente al marco local o interin-
sular y enfocadas a complementar la actividades agrarias
que estos desempeñan.
El déficit de granos de que adolece continuamente la
comarca, unido al fuerte incremento que experimentan los
precios de los productos agrarios durante la segunda mitad
del siglo XVIII estimula a la burguesía a participar en el co-
mercio de autoabastecimiento interno. De ahí que determi-
nados componentes de la burguesía agraria inviertan parte
de su capital en la compra de barcos, para transportar ce-
reales desde las islas de Fuerteventura o Lanzarote hacia el
Valle de La Orotava, es el caso de don Antonio Arteaga, don
Marcial Delgado o don Antonio Recarey:
Dueño de la tercera parte de un barco de estas islas, nom-
brado Nuestra Señora de la Concepción (alias saltamuros)
que de presente se halla en la isla de Lanzarote75.

Incluso algunos de ellos llegan a formar Compañías de


comercio, como don Miguel Grijalva, que fundó la Compañía
de comercio denominada Grijalva, Arroyo y Ventoso. El
comercio americano también atrajo a la burguesía agraria
local, sobre todo a partir del decreto de Libre Comercio del
año 177876, así don Manuel Garrido de Vera, declara tener a

ción de vinos y aguardientes: «Don Juan Pedro Nepomuceno dixo: Que con
anuencia y expreso consentimiento de su hijo don Francisco de Paula
Nepomuceno, trató con don Vicente Lennin, capitán y maestre del Bargan-
tín nombrado San Miguel, el cargar la mayor parte de dicho barco con vinos
y aguardientes para hacer viaje al Puerto de la Guaira (...) Da su poder a
don Francisco de Paula, para que pueda navegar los expresados caldos, y
venderlos a la mayor estimación» (A.H.P.T. Legajo 3.286, año de 1809).
El citado don Francisco de Paula, igualmente entabló relaciones comer-
ciales muy activas con distintos mercados europeos: «Don Francisco de
Paula Nepomuceno, de esta vecindad y comercio, da poder a los señores
Juan Berenbery, Goysler y Compañía de Hamburgo, para que pueda repre-
sentar su persona generalmente en todos los negocios y asuntos que se le
ofrezcan en aquella ciudad» (A.H.P.T. Legajo, 3.881).
75
A.H.P.T. Legajo 2.886. Test. De don Ant. Recarey.
76
A.H.P.T. Legajo 3.524.

76
bordo del Bergantín San Miguel, que hará viaje a Caracas,
«40 pipas de vino y de estos caldos, veinte de ellos perte-
necen a José Perdomo su padre político»77. No obstante,
acerca de de este tema y, sobre todo, de las relaciones eco-
nómicas de la burguesía agraria con el mundo americano
hablaremos con mayor profundidad en capítulos posteriores.

77
Testamento de don Manuel Garrido Vera, antes de partir hacia la provin-
cia de Caracas. A.H.P.T. Legajo 2.904, 1809.

77
BURGUESÍA AGRARIA Y PODER POLÍTICO LOCAL
(1750-1823)

LAS PUGNAS ENTRE EL CABILDO DE LA LAGUNA Y


LA VILLA DE LA OROTAVA: LA PUGNA POR LA
CONSTITUCIÓN DE UN AYUNTAMIENTO AUTÓNOMO
EN LA VILLA DE LA OROTAVA

El régimen municipal que impera en la isla de Tenerife


durante el Antiguo Régimen se caracteriza por su extrema-
do y rígido centralismo, ya que tras el proceso de conquista
y colonización de la isla, la ciudad de La Laguna regirá de
manera absoluta los destinos de la vida pública insular prác-
ticamente hasta bien avanzado el siglo XIX. Una vez implan-
tado el nuevo orden político que surge de las Cortes de
Cádiz, el mapa político-administrativo local experimentará
un brusco proceso de cambio, conformándose una multitud
de municipios que en su mayoría constituyen las entidades
locales que perviven en la actualidad.
En la comarca del Valle de La Orotava, desde los prime-
ros momentos de la conquista, se había instalado un núcleo
de familias partícipes directamente en el proceso de con-
quista y colonización insular, la cuales habían sido las gran-
des beneficiadas de los repartimientos de tierras y aguas
del antiguo menceyato de Taoro, efectuados por el conquis-

79
tador don Alonso Fernández de Lugo. En este sentido Leopol-
do de la Rosa afirma:
En la comarca que constituía el antiguo reino de Taoro,
hubo grandes beneficiados: el propio Adelantado, sus pa-
rientes Bartolomé Benítez y Juan Benítez; los sobrinos de
su primera mujer, Andrés Suárez Gallinato y Jerónimo
Valdés; otros que obtuvieron directamente mercedes de
los Reyes, como Hernando del Hoyo o Gonzalo Castillo; o
los que se obligaron a hacer ingenios azucareros, que in-
teresaba estimular, como el propio Bartolomé Benítez, el
Duque de Medina-Sidonia, Tomás Justiniano, el regidor
Lope Fernández y otros78.

Efectivamente, poco a poco y a medida que avanza el


proceso de colonización insular, La Orotava se va erigiendo
como uno de los lugares más destacados de la isla desde una
óptica social y económica; de ahí que Viera y Clavijo mani-
fieste: «La Orotava se había hecho desde la Conquista un
gran lugar por su numeroso vecindario, su mucha nobleza y
sus edificios suntuosos»79.
A mediados del siglo XVII, los grandes propietarios de la
comarca, aquellos que fueron los máximos beneficiados de
los repartimientos de tierras y aguas, como citamos ante-
riormente, acrecientan aún más su poderío socio-econó-
mico y se consolidan indiscutiblemente como el grupo social
dominante en el Valle de La Orotava; tal fenómeno está en
íntima relación con el auge que experimenta el comercio de
vinos con Europa durante esta etapa, de cuyas transaccio-
nes los grandes propietarios serán unos de los grandes bene-
ficiarios junto con los comerciantes de origen extranjero
asentados en el Puerto de La Orotava. Los pingües benefi-
cios que se derivan del intercambio comercial con el conti-
nente europeo le permiten solidificar su estatus socio-
económico y, buena muestra de ello, es que durante esta

78
ROSA, L. de la: La Orotava hasta 1650, Santa Cruz de Tenerife, 1977, p. 10.
79
VIERA Y CLAVIJO, J.: Historia General de las Islas Canarias, T. II, Madrid,
1978, p. 195.

80
coyuntura la familias más acomodadas de esta localidad
adquieren en su mayoría títulos nobiliarios80.
Por lo que respecta a los rasgos generales que caracteri-
zan a la organización municipal del Valle de La Orotava, los
grandes propietarios del Valle utilizan su preeminente si-
tuación socio-económica y al mismo tiempo aprovechan las
dificultades financiera por las que atraviesa la Corona, para
intentar alterar el régimen municipal vigente en el ámbito
insular; de ahí que en el año de 1648, La Orotava obtenga
el título de Villa exenta. Sin embargo, este nuevo rango
otorgado a esta localidad norteña no llevaba implícito una
total desvinculación de su dependencia con respecto al
Cabildo de La Laguna, ya que a la Villa de La Orotava úni-
camente se le conferían competencia de tipo judicial con-
tando con un juzgado ordinario propio en el que se discer-
nían las causa o autos delictivos que se produjeran en el
Partido de Taoro, siendo presidido dicho juzgado por un
alcalde mayor, empleo público de nueva creación en la
comarca, puesto que antes de la concesión del título de
Villa exenta, La Orotava estaba dotada únicamente de un
alcalde ordinario cuyas competencias y autoridad eran infe-
riores a las del alcalde mayor.
A pesar de la importancia de estos cambios experimen-
tados en la organización municipal local, que colocaban a la
Villa de La Orotava en una situación de privilegio respecto
al resto de la localidades tinerfeñas, la dependencia en
torno a la ciudad de La Laguna continuaba siendo estrecha,
pues la capital de la isla seguía disponiendo de sus prerro-
gativas a nivel administrativo, aspecto este de enorme inte-
rés, ya que de este modo La Orotava carecía de todo tipo
de recursos financieros propios con que poder hacer frente
a las necesidades municipales y a la par quedaban frustra-
das sus aspiraciones a erigirse como ayuntamiento autóno-
mo, pues La Orotava necesitaba disponer libremente de los

80
En 1614 el Marqués de Celada, en 1666 el Marqués de Acialcázar, en 1671
el Marqués de Torrehermosa, en 1685 el Marqués de La Florida, en 1688 el
Marqués de la Quinta Roja. MILLARES TORRES, A.: Historia General de las
Islas Canarias, T. III, Las Palmas, 1977, p. 291.

81
Propios de su jurisdicción para conseguir la tan ansiada
independencia municipal.
Desde el siglo XVII se suceden tensiones y conflictos entre
la Villa de La Orotava y el Cabildo de La Laguna, cuyo tema
central era la demanda por parte de La Orotava de los Pro-
pios de su distrito; sin embargo, esta conflictividad adquirirá
su mayor crudeza durante la segunda mitad del siglo XVIII y
es en este periodo donde vamos a concretar nuestro análisis.
Las reformas preconizadas por la monarquía ilustrada a esca-
la local serán esgrimidas como argumento principal por la elite
social orotavense, para sustentar sus reivindicaciones autono-
mistas y sobre todo sus apetencias sobre los Propios; así el re-
presentante de los intereses de la Villa nos habla de que:
La decadencia experimentada por punto general en todo
el Reyno, sobre el manejo de ciertos ramos de policía
encargados a los Cabildos, Justicia y ayuntamientos; dio
causa a la creación y nueva planta de diputados y perso-
neros en las Cabezas de Partido. Quienes puestos en la
posesión de sus empleos hicieron patente al gobierno
sucesivamente y por varios recursos la necesidad de ex-
tender sus facultades a los demás ramos; y hacer partí-
cipes a cada pueblo en particular de diputados y perso-
neros, reformando por esta vía la imperfección acredi-
tada del gobierno antiguo y siéndole al Cabildo de La
Laguna bien notorias estas nociones, es bastante extraña
su queja en esta parte81.

Por su parte, el Cabildo se opone tajantemente a las


demandas de La Orotava arguyendo como defensa los privi-
legios que se le habían concedido desde la conquista y, por
otra parte, acentuando su carácter de único municipio ex-
clusivamente constituido: «Desde la Conquista don Alonso
Fernández de Lugo estableció el Ayuntamiento con residen-
cia en dicha capital de San Cristóbal de La Laguna, exten-
diéndose la jurisdicción al gobernador a toda isla, como
también la facultad de sus regidores», por tanto

81
A.M.L.L. Signatura P-38, Nº 22, 1803.

82
no puede dar lugar a ello el Auto acordado de 5 de mayo
e instancia de 26 de junio de 1776, en que se manda
donde hubiese ayuntamiento se crearían diputados del
común porque, no habiendo otro que el de la ciudad de
La Laguna, donde se verificó el nombramiento, ninguna
alteración resultaba al corregidor y regidores de la isla,
menos se infería a lo dispuesto por nuestro Supremo
Consejo de Castilla en Real Cédula expedida en 5 de ju-
nio de 177882.

Estos dos puntos de vista, tanto el defendido por la Villa


de La Orotava, como el apoyado por la ciudad de La Lagu-
na, están conectados con los horizontes socio-económicos y
político-administrativos de los grupos sociales dominantes
en ambas localidades. Por lo que se refiere al Cabildo de La
Laguna, éste está dominado por una oligarquía que acapara
la mayor parte de las regidurías perpetuas y que práctica-
mente desde los primeros años de la Conquista dirige y pro-
tagoniza la vida política insular, como grupo social he-
gemónico en el Cabildo de La Laguna. De ahí que los regido-
res del Cabildo consideren los planteamientos de la Villa de
La Orotava conjuntamente con los de Santa Cruz como un
acto de rebeldía contra la autoridad del corregidor de la
isla y del propio Cabildo. La oligarquía temía que la actitud
protagonizada por La Orotava y Santa Cruz se extendiera a
otros pueblos y disminuyera su posición privilegiada:
El Puerto de Santa Cruz de la ciudad distante una legua
y ahora la Villa de La Orotava, se han revelado contra su
capital, intentando sacudir enteramente el yugo de la ju-
risdicción del corregidor, regidores y diputados de la Isla,
y quedar en una absoluta independencia, siendo de espe-
rar que los demás grandes y pequeños intenten lo mismo;
pues concurren para con ellos las propias razones83.

La división y reparto de los Propios que administraba el


Cabildo suponían según la perspectiva de este grupo, la
ruina de este ramo, puesto que:
82
A.M.L.L. Signatura P-XXXVI, Nº 1.
83
Ibídem.

83
Si se consumen y dividen en los demás lugares conse-
cuentemente se ha de verificar el daño y la destrucción
de todo su conjunto, pues estando tan sobrecargado de
pensiones, que en el año que no valgan las rentas de tri-
go no habrá con que cumplirlas84.

De igual modo consideraba errónea y se oponía con ro-


tundidad a la conformación de municipios desgajados de la
capital ya que:
Si cada pueblo se separa como es de presumir lo que in-
tentan aquellos dos, en cada legua o media legua se ve-
rán disposiciones opuestas y un trastorno y confusión
que conspire a un desorden que dará de si muy fatales
consecuencias; que se han obviado y obvian en todas
ocasiones en los Cabildos Generales, a que se convoca
en la capital para que salgan uniformes las providencias;
pues las formas de gobierno de unos países no siempre
son adaptables a otros85.

La oligarquía que integraba el Concejo lagunero, regula-


ba y supervisaba toda las actividades concejiles, tanto de
orden económico y social como incluso de orden ideológico,
empleando cuantiosas sumas en el mantenimiento de todo
un aparato de legitimación que garantizara su posición do-
minante en la sociedad isleña86; pero también esta oligar-
quía como elemento social mayoritario en el Concejo ges-
tionaba la hacienda pública, percibiendo unos determinados
ingresos para hacer frente a los gastos comunitarios y sobre
todo administrando las tierra concejiles; de ellas se extraían
la mayor parte de las rentas del Cabildo y, en gran medida
era el fundamento económico del Concejo. Tales rentas
eran manipuladas por los regidores vitalicios, los cuales
utilizando su estatus socio-económico y en colaboración con
los funcionarios del Cabildo se aprovechan de las rentas del
Cabildo, usurpándolas y desviándolas en su beneficio parti-

84
Ibídem.
85
Ibídem.
86
MACÍAS HERNÁNDEZ, A. M.: La transformación de la propiedad agraria
concejil en el paso del Antiguo al Nuevo Régimen, La Laguna, 1978.

84
cular. Estas actividades fraudulentas de los regidores son
denunciadas en ocasiones; así el personero general de la isla,
Soler Carreño, expresa:
Manejado el nominado fondo de Propios por el Cabildo de
la ciudad de La Laguna de cuyos individuos se compone la
Junta que los administra; por cuanto la mayor parte de
ellos sólo atienden a sus intereses y fines particulares;
apoyados principalmente por los escribanos que con moti-
vo de haber corrido a cargo de ellos la contaduría y ser
todos de un mismo cuerpo les dan libre pase a todo lo que
disponen y quieren librar y a disimular la ocultación de
censos y otros productos peculiares y respectivos a dicho
fondo de Propios. Siguiéndose por consiguiente de un tal
coaligación y extraordinario manejo, el que se consuman
anualmente estos caudales públicos y sin disfrutar esta
Villa del beneficio que debía en conformidad con las pia-
dosas disposiciones del Monarca y de la necesidad87.

Por lo que se refiere a la Villa de La Orotava, la vida pú-


blica local está monopolizada tradicionalmente por un gru-
po social concreto que presenta una serie de características
muy singulares, se trata de los grandes propietarios de las
tierras del Valle y asimismo los poseedores del agua, como
componentes del Heredamiento de las aguas del Río de La
Orotava. Socialmente están estrechamente ligados entre sí,
producto de una estricta política matrimonial cuyo rasgo
más característico es su fuerte endogamia. Cerca de este
grupo dominante se sitúa la burguesía agraria, grupo social
ascendente durante todo el Antiguo Régimen y que junto
con los grandes propietarios es el grupo de mayor peso so-
cio-económico en la localidad. Burguesía agraria y grandes
propietarios compartirán los empleos municipales de la Villa
de La Orotava, sobre todo, a partir de la segunda mitad del
siglo XVIII con la creación de los diputados y personeros del
común. Sin embargo, generalmente la actuación de la bur-
guesía agraria en la política local estará supeditada a los
intereses de los grandes propietarios, pues no hay que olvidar

87
A.M.L.L. Signatura P-38, Nº 22, 1803.

85
que en gran medida esta burguesía depende social y econó-
micamente de la clase dirigente, pues estos son sus adminis-
tradores y arrendatarios, al mismo tiempo les liga una serie
de intereses comunes como clases agrícolas que son ambas.
No obstante, en determinadas coyunturas se ponen de mani-
fiesto una serie de divergencias entre estos grupos sociales,
principalmente en torno a temas como el de las aguas de
Heredamiento del Río de La Orotava, cuyas vicisitudes anali-
zaremos en capítulos posteriores con mayor exhaustividad.
En cuanto a los enfrentamientos entablados por la Villa
de La Orotava con el Cabildo de La Laguna, hay que señalar
que ambos grupos sociales forman un bloque político único,
con el objetivo central de obtener la gestión de las tierras
municipales de la jurisdicción orotavense, como paso previo
para edificar un ayuntamiento autónomo.
Grandes propietarios y burguesía agraria reconocen y
respetan las prerrogativas que el Cabildo ha ostentado has-
ta la segunda mitad del siglo XVIII:
Está muy bien que desde la Conquista de la isla y hasta
la mitad del siglo presente a corta diferencia haya sido
el Cabildo de La Laguna único ayuntamiento de toda
ella; y que todas las preeminencias natas al expresado y
las concedidas ulteriormente por el Príncipe las haya
disfrutado paulatinamente88.

Sin embargo creen que este régimen de preferencias es-


tá en franca contradicción con la política reformista aplica-
da por la monarquía ilustrada:
Todos los Cabildos y ayuntamientos del reino han tenido
que sufrir justa en la nueva planta de diputados y perso-
neros del común, adelantan sus progresos hasta el ca-
rácter de regidores bienales, equiparados en todo a los
perpetuos; siendo partícipes de sus mismas prerrogativas
y autoridades, que antes les eran privativos porque así
lo exigen el bien común de los vasallos89.

88
Ibídem.
89
Ibídem.

86
En efecto, la elite social del Valle sitúa sus demandas en
el contexto del programa ilustrado, esgrimiendo que la Villa
de La Orotava cumple con los requisitos necesarios para ad-
ministrar las tierras concejiles de su jurisdicción directamen-
te, sin mediar para ello la gestión del Cabildo:
Pues siendo consecuente a una cabeza de Partido que
tiene su ayuntamiento creado con Real Autoridad, el te-
ner los Propios existentes en su territorio, para adminis-
trarlos con independencia del Cabildo de La Laguna y
aplicarlos por su orden a las urgencias públicas; sin haber
de pasar por el despotismo con que en esta parte ha
obrado en todos los tiempos el Cabildo de La Laguna90.

La caótica situación y el abandono en que se encontra-


ban los distintos ramos públicos, es el principal argumento
en que se basa la elite social orotavense para demandar la
administración de las tierras concejiles; ya que para los
grandes propietarios y la burguesía agraria, el disponer de
los Propios era concebido como una especie de panacea,
capaz de resolver todo tipo de deficiencias públicas:
Desde que fue elevada dicha población a Cabeza de Par-
tido (que ya cuenta de siglo y medio); ha seguido desaira-
da sin la administración y gobierno de los Propios con que
atender las necesidades públicas de los pueblos de su dis-
trito y jurisdicción; sufriendo que el Cabildo de La Laguna
los haya administrado y deroga, sin respeto ni considera-
ción a las muchas y urgentes necesidades públicas, con
que ha sido oprimido el Partido de La Orotava. La Villa,
carece de casas capitulares para celebrar sus Juntas, no
tienen cárceles suficientes en que conservar los reos y los
jueces ordinarios; a pesar de estar dotada de vara sufi-
ciente, han tenido que suplir de su bolsillo los alquileres
de una casa nada segura para la custodia de los reos,
frustrándose la administración de justicia con sus fugas.
Las calles y caminos de la jurisdicción casi intransitables,
sin una pila en que recoger el agua de abasto, con la lim-
pieza y asco correspondiente y por último sin carnicerías

90
Ibídem.

87
ni otras oficinas indispensables en aquellos pueblos, para
su buen gobierno y comodidad91.

La elite social con este planteamiento asume, una serie


de demandas que secularmente venían reivindicando tanto
las capas populares como un sector de la incipiente burgue-
sía agraria, y la expresión más clara de estas reivindicacio-
nes la encontramos reflejada en los distintos motines que
afectan al Valle de La Orotava a lo largo del Antiguo Régi-
men; así, por ejemplo, en el motín de 1718 se solicita, en-
tre otras cosas, la entrega a La Orotava de los Propios de su
distrito, que se recogiese el agua sobrante en un depósito, y
lo que de ella y los Propios se recaudase se habría de con-
signar para fabricar una cárcel, etc.
La pugna en torno a las tierras concejiles de la jurisdic-
ción de la Villa no sólo ponen de manifiesto la búsqueda de
la autonomía municipal por parte de los grupos sociales más
sobresalientes de la comunidad, sino que también las postu-
ras defendidas por los grandes propietarios y burgueses
agrarios están en íntima conexión con la coyuntura socio-
económica por la que atravesaba la comarca durante esta
etapa histórica. En efecto, el hambre de tierras y la presión
sobre realengos y Propios constituye uno de los factores
más destacados de la segunda mitad del siglo XVIII. Prácti-
camente todo el orden social y principalmente las clases
propietarias ansiaban tierras de una forma desmesurada; el
alza de los precios de los productos del campo, en estrecha
relación con el crecimiento demográfico, así como la cons-
tante revalorización de la agricultura de subsistencia o de
autoabastecimiento interno92 estimula a la burguesía agra-
ria y a la oligarquía del Valle a adquirir tierras a toda costa;
y desde esta óptica las tierras municipales son conceptua-
das como un vehículo idóneo para ampliar el patrimonio
particular y beneficiarse de este contexto tan favorable
para los propietarios agrícolas.
La dinámica de privatización y usurpación de tierras con-
cejiles por la elite social del Valle adquiere unas dimensiones
91
Ibídem.
92
MACÍAS HERNÁNDEZ, A. M.: op. cit.

88
considerables a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Sin
embargo, desde la etapa del repartimiento de tierras por el
Adelantado Alonso Fernández de Lugo los grandes propieta-
rios muestran un gran interés por aumentar sus propiedades
a costa de las tierras municipales. En el Valle de La Orotava
no sólo tenemos ejemplos evidentes de este fenómeno, sino
que al mismo tiempo las usurpaciones de tierras son una
constante estructural en la comarca a lo largo del Antiguo
Régimen. En los distintos motines o alteraciones sociales
que acontecen en la comarca desde el siglo XVII siempre se
alude a este hecho, e incluso algunos de estos motines son
causa directa de las usurpaciones de las Dehesas, de ahí
que el motín de 1648 fue incentivado a raíz de las usurpa-
ciones realizadas por uno de los más destacados miembros
de los grandes propietarios locales y regidor perpetuo del
Cabildo93. Esta problemática continúa plasmada en los dis-
tintos motines que tienen su escenario en la Villa de La
Orotava en el tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen. La
extensión de las tierras concejiles incautadas por los grupos
rectores de la comarca fueron considerables, como nos dice
Macías Hernández: «Estas usurpaciones motivaron que en
1769, la dehesa de San Antonio no tuviera sino una superfi-
cie de 64 fanegadas, ocho de ellas útiles, había perdido 496
fanegadas»94. También la imprecisión de las datas concedi-
das tras la conquista dio pie a que los grandes propietarios
locales extendieran considerablemente sus propiedades en
detrimento de las tierras municipales, así en la visita realiza-
da en 1734 por el miembro de la Real Audiencia don Joseph
Moreno Hurtado, se expresa:
Pasó al Partido de la dicha Villa de La Orotava y empe-
zando a conocer en esta dependencia, por un sólo lado
muy corto los referidos montes; encontró haberse usur-
pado entre diferentes cerca de setecientas fanegas de
tierra, a cuyos poseedores hacendados mandos eximir
sus títulos; encontró que para cumplimentar las datas
antiguas del Adelantado que presentaban, se necesitaba

93
Ibídem.
94
Ibídem.

89
que la isla de Tenerife fuere otro tanto mayor de lo que
es, por el gran desorden que hubo en la concesión de di-
chas datas95.

Burguesía agraria y grandes propietarios fueron, sin lugar


a dudas, los grupos sociales que aglutinaron la mayor parte
de las tierras concejiles; al estar estas tierras ubicadas en
una zona con unas características climáticas y un suelo muy
favorables para el desarrollo del cultivo de la vid. Los gru-
pos rectores de la comunidad hicieron uso de su papel do-
minante con el objeto de que los Propios y gran parte de las
tierras de realengo pasaran a engrosar su patrimonio parti-
cular. Evidentemente, la burguesía agraria como grupo so-
cial ascendente, que disponía además de un capital nota-
ble, producto de sus diversas actividades económicas
(arrendatarios de diezmos, prestamistas, etc.), estaba es-
pecialmente interesada en adquirir dichas tierras, puesto
que las tierras municipales era una de las pocas alternativas
con que contaba la burguesía agraria local para alinearse en
las filas de los grandes hacendados de la comarca. La estre-
chez del mercado de tierras derivada de las características
de la estructura de la propiedad en el Valle, cuyo rasgo más
peculiar es la enorme concentración de las propiedades
rústicas; la mayoría vinculadas y en manos de los grandes
propietarios, hacían aún más codiciables las propiedades
municipales por parte del grupo agrario con mayor dina-
mismo socio-económico durante el Antiguo Régimen: la bur-
guesía agraria. De ahí que a mediados del siglo XIX este
grupo ha logrado concentrar en sus manos la mayor parte
de las dehesas de la jurisdicción de La Orotava (véase cua-
dro Nº 6). Así vemos cómo el sector más destacado de esta
burguesía rural, algunos de los cuales por estas fechas se
habían integrado en el bloque de poder oligárquico, ocupan
los primeros lugares en la acaparación de suertes conceji-
les. Es el caso de don José Pantaleón Acosta, doña Catalina
Calzadilla, etc. Por otro lado, los grandes propietarios se-
cundan al grupo burgués como máxima beneficiaria de los

95
A.M.L.L. P-387, Nº 22.

90
repartimientos de tierras concejiles, siendo este grupo social
el monopolizador de las tierras situadas en las Caletas de San
Antonio (véase cuadro Nº 6).

CUADRO Nº 6. CENSATARIOS DE LAS DEHESAS Y CALETAS


DE LA VILLA DE LA OROTAVA (1839)
Nº de Cabida Categoría
Censatarios Lugar
suertes Fs. Al. B. social
D. José González Burguesía Dehesa baja
2 8 — —
Perdigón agraria y alta
D. Domingo Betancurt 1 4 — — " Dehesa alta
D. José Pantaleón Dehesa alta
4 16 — —
Acosta " y baja
D. Juan Agustín Neda 2 8 — — " "
D. Manuel Neda 2 8 — — " "
D. Juan Gualberto 4 16 — —
Hernández " "
Dª Catalina Calzadilla 3 12 — — " "
D. Mateo Calzadilla 1 4 — — " Dehesa baja
Dª María Neda 1 4 — — " "
D. Juan Ascanio Grandes
1 4 — —
propietarios "
D. José García 1 4 — —
Benítez " "
D. Matías del Castillo Caleta de
2 14 — —
" San Antonio
Dª Beatriz 1 8 — —
Monteverde " "
D. José Iturzaeta 1 8 — — " "
Marqués 1 8 — —
de la Quinta Roja " "
D. Francisco Casañas Burguesía
1 4 — — Dehesa baja
agraria
D. Hilario Delgado 1 4 — — " "
D. Francisco Dávila 1 4 — — " "
D. Antonio Pérez 1 4 — —
Valladares " "
D. Teodoro Pérez 1 4 — — " "

91
Nº de Cabida Categoría
Censatarios Lugar
suertes Fs. Al. B. social
Dª Josefa Burguesía Dehesa alta
2 8 — —
Rodríguez Tejera agraria y baja
D. Francisco
1 4 — — " Dehesa baja
Andrés Orta
D. Clemente Pimienta 1 4 — — " Dehesa alta
D. Francisco
1 4 — — " "
Betancourt
D. Lorenzo Grandes
1 4 — — "
Urtusáustegui propietarios
Burguesía
D. Domingo Ginory 1 4 — — "
agraria
D. Francisco
1 4 — — Dehesa baja
Vivas y Paz "
D. Domingo Currás 2 8 — — " "
Grandes
D. Bernardo Benítez 1 4 — — "
propietarios

FUENTE: Sección de Propios, A.M.O. Elaboración propia.


Abreviaturas: Fs: fanegadas, Al: almudes, B: brazas.

La usurpación y roturación de los montes realengos por


parte de los grupos rectores de la sociedad canaria del An-
tiguo Régimen es un aspecto recientemente abordado por la
historiografía canaria, y que ya cuenta con importantes
monografías, sobre todo por lo que se refiere a la isla de
Gran Canaria96. Por lo que respecta a la comarca del Valle
de La Orotava, y a la actuación de las clases propietarias
sobre la tierras montuosas ubicadas en esta jurisdicción,
hay que señalar que durante todo el Antiguo Régimen las
roturaciones del monte público son constantes, principal-
mente por aquellos grandes hacendados que poseían tierras
colindantes con los montes de realengo; de tal modo que en
el año de 1741 el fiscal de la Real Audiencia de Canarias

96
SUÁREZ GRIMÓN, V.: «Propios y realengos en Gran Canaria en el siglo
XVIII», III Coloquio de Historia Canario-Americana (1978), Las Palmas de
Gran Canaria, 1980, tomo I, pp. 175-235. También véase MACÍAS HERNÁN-
DEZ, A. M.: op. cit.

92
incita al corregidor de La Laguna para que investigue sobre
la talas abusiva y las apropiaciones de tierras realengas
manifestando:

Que de muchos años a esta parte son continuados los


clamores de todos los pueblos de Tenerife, y en particu-
lar de los del Partido de La Orotava; sobre la destruc-
ción de los montes y montañas, por haberse ido introdu-
ciendo en ellas y talándolas todos los poseedores de las
haciendas inmediatas; contando ya por leguas las que se
tienen apropiadas en perjuicio del común y con grave
daño, que se ha empezado a experimentar en «cogidas»
de horquetas en mucha cantidad, valiendo hoy estos pa-
los, más que veinte años a, y con el inminente riesgo de
que lleguen a faltar del todo97.

A pesar de las medidas adoptadas por la Real Audiencia


en el sentido de proteger la continua esquilmación del mon-
te de La Orotava, las talas de las tierras montuosas continua-
ron siendo comunes durante el siglo XVIII e incluso se acre-
centaron en la segunda mitad de este siglo. Un ejemplo de
ello son las detenciones que en el año de 1797 ejecuta el
alcalde mayor de La Orotava sobre un número determinado
de individuos pertenecientes a los estratos inferiores de la
sociedad orotavense, aunque algunos de ellos están relacio-
nados con los propietarios de la zona, como es el caso de
Antonio Hernández, José Álvarez y Marcial de la Cruz, criados
de destacados miembros de la burguesía agraria y de los
grandes propietarios locales, como don Juan Nepomuceno,
don Juan Bautista Hernández y don Bartolomé Llarena; lo
que nos lleva a pensar que la elite social orotavense utiliza a
las personas que de ella dependen como «hombres de paja»
para aprovisionarse de leña y horquetas, estas últimas de
vital importancia para el cultivo de la vid98. Pero la esquil-
mación de los montes no sólo era consecuencia de usurpacio-
nes y tala abusivas, sino que también a ello colaboraban las

97
A.M.L.L. Signatura P-24, Nº 5.
98
A.H.P.T. Legajo 3.090.

93
acciones de los pastores de ganados menores, como señalaba
en el año de 1781 el alcalde mayor de La Orotava, don Ignacio
Benavides y Méndez:
La depredación del monte no es por razón de rozas y
usurpaciones de terrenos, sino también por los incendios
que los pastores de ganados menores ejecutan de inten-
to por conseguir la rebentación de la yerba que llaman
gamona; por su pasto muy proporcionado para el sustento
de sus ganados. Y por lo que respecta a la carencia de
maderas, siendo las de mayor aprovechamiento en estos
montes la de pinos, se impide el adelantamiento de estos
árboles, teniendo incesantemente los ganados cabríos en
los parajes que lo producen, extirpados en su mayor ter-
neza con apastar allí dichos ganados99.

A las actividades depredatorias efectuadas por los po-


seedores de ganados menores, hay que unir las acciones
nefastas de otro tipo de aprovechamiento del monte, como
es el caso de los carboneros, cuya actividad también iba en
detrimento del ecosistema de la tierras montuosas pues «se
experimenta donde hacen carbón como sacan la raíz de los
brezos, que después la tierra es tan calma que meramente se
descubre en aquellos parajes alguna mata de helecho»100.
Desde la perspectiva de la privatización de las tierras
realengas y de cuáles fueron los grupos sociales de la loca-
lidad que salieron más airosos de dicho proceso; aunque no
disponemos de datos exhaustivos, podemos afirmar que la
burguesía agraria y los grandes propietarios concentraron en
sus manos la mayor parte de las tierras realengas (véase
cuadro Nº 7). El mecanismo de acceso a estas tierras no di-
fiere en líneas generales de lo ocurrido en otras áreas del
archipiélago, donde ha sido estudiado este problema, pri-
mando en la Villa de La Orotava la usurpación o roturación
clandestina, aunque no están ausentes otras vía, que po-
dríamos denominar de ocupación legal. En este caso se
hacen alusiones a antiguas datas o a donaciones por servicios
99
A.M.L.L. Signatura: M-VI, Nº 21.
100
ARBELO GARCÍA, A.: «La ganadería en Tenerife durante el siglo XVIII: aproxi-
mación a su estudio», El Pajar, Nº 18, La Orotava, 2004, pp. 24-30.

94
prestados a la Corona, o también se entregan tierras en
concepto de pago a determinados individuos por ejercer
funciones públicas (secretarios de Ayuntamiento, maestros
de primera letras, etc.)

CUADRO Nº 7. RELACIÓN DE TIERRAS PERTENECIENTES


AL MONTE PÚBLICO DE LA VILLA DE LA OROTAVA EN MANOS DE
LOS GRANDES PROPIETARIOS Y LA BURGUESÍA AGRARIA (1835)
Origen de la Extensión Categoría
Nombre propiedad Fs. Al. B. social
D. Cándido Veraud Usurpación 3 6 8 —
D. Diego Torres " 1 6 10 Burguesía
agraria
D. Diego Torres, (hijo) " 1 6 10 "
D. Juan Sarabia " 1 2 — "
D. Lorenzo Espínola " 9 6 — "
D. Francisco Tomás
Donación 100 — — —
Morales
D. Sixto González Burguesía
4 — —
Regalado " agraria
D. Domingo Borges " 4 — — "
Dª Antonia Soto, (viuda Compra 13 6 — "
de don Diego Arroyo)
D. Bernardo Ascanio Usurpación 12 6 — Gran
propietario
D. Juan Ascanio " 3 4 — "
D. José Tolosa Donación 4 — —
"
D. Lorenzo Machado Usurpación 15 — — "
Marqués de la Quinta
" 40 6 —
Roja "
D. Juan Hernández Compra 8 10 20 Burguesía
agraria
D. Rafael Frías Usurpación 1 9 30 "
D. Fernando Llarena " 7 — — Gran
propietario

FUENTE: Sección de Montes del A.M.O. Elaboración propia.

95
Prácticamente todo el orden social participó en la rotura-
ción del monte público, como consecuencia de hambre de
tierras que caracterizó a la sociedad canaria del Antiguo
Régimen; ahora bien, aunque la participación del campesina-
do en la usurpación y roturación del monte real es un hecho
claramente constatable, las parcelas ocupadas por este cam-
pesinado son minúsculas si las comparamos con las gruesas
haciendas que construyeron la burguesía y los grandes propie-
tarios en las tierras montuosas (véase cuadro Nº 8).

CUADRO Nº 8. RELACIÓN DE TIERRAS PERTENECIENTES


AL MONTE REAL DE LA VILLA DE LA OROTAVA,
EN MANOS DEL CAMPESINADO

Nombre Origen de la Cabida


propiedad Fs. Al. B.

Antonio, «el Banquero» Usurpación — 1 67


José Rodríguez " — — 10
Juan Pajarero " — 3 67
Ildefonso, «el Pajarero» " — 2 67
Santiago Juan " — 1 67
Expósito Rodríguez García " — 1 —
Antonio Juan " 1 8 10
Mª Coruja " 1 6 —
Francisco Delgado Amador " — 1 —
Josefa Díaz Yanes " 1 8 —
Jerónimo, «el Majorero» " — 6 20

FUENTE: Sección de Montes, A.M.O. Elaboración propia.

Por lo que respecta a los lugares de Los Realejos, el fe-


nómeno de acaparación de tierras de Propios y realengos
por la elite social también se produjo en estas localidades,
aunque aquí, a diferencia de lo ocurrido en la Villa de La
Orotava, los grandes beneficiados de las tierras concejiles
de los Realejos fueron individuos no residentes en estos
lugares, sino generalmente residentes en la localidad limí-
trofe del Puerto de La Orotava; son destacados miembros

96
de la burguesía agraria y comercial portuense, como don
Narciso Baeza o don Gregorio Casañas (véase cuadro Nº 9).
Los estrechos límites a los que estaba restringido el Puerto
de La Orotava, con apenas suelo agrícola, determinó que
estos grupos sociales se expansionaran en las tierras colin-
dantes, principalmente en las dehesas del Realejo de Arri-
ba, estimulados por el alza continua de los productos del
campo que se aprecia en la segunda mitad del siglo XVIII, y
a la par de la caída vertiginosa de las exportaciones vitíco-
las aproximadamente hacia 1814, provocando un importan-
te receso en las actividades comerciales, lo cual determinó
que la burguesía comercial portuense, como el grupo social
más poderoso de esta localidad marítima, dirigiera sus mi-
ras hacia el mundo agrario, integrándose poco a poco en el
bloque de los grandes propietarios del Valle.
Las usurpaciones en los montes realengos ubicados en la
jurisdicción de Los Realejos también son frecuentes. Así, en
el año de 1809, don Antonio Sanabria, vecino del Realejo,
recurre a la Junta Suprema de La Laguna, y expone los re-
medios que podrían aplicarse a la tala sistemática de los
montes de aquella jurisdicción. Para el citado Sanabria, la
esquilmación de monte:
Había traído el infeliz resultado de verse destruidos en
su mayor parte, con enorme perjuicio del público y así a
punto de su total disolución. Si una autoridad respetable
no interviniese, para cortar de raíz los abusos que hasta
aquí se han tolerado101.

La reacción de los principales beneficiados en las rotura-


ciones del monte público, en su mayoría miembros de la
burguesía agraria de Los Realejos, es inmediata; de tal ma-
nera que don Gregorio y don José Espínola, junto con don
Tomás Estévez y don Francisco Lorenzo Oramas, dan poder
a varios procuradores para que:
En su nombre y de los demás vecinos, eleven a la supe-
rioridad competente, acerca del procedimiento del Sr.
101
BONNET REVERÓN, B.: La Junta Suprema de Canarias, T. I, Santa Cruz
de Tenerife, 1980, p. 370.

97
corregidor de estas Islas; contra los que supone estar in-
trusos en los montes de la jurisdicción del Realejo de
Arriba. Y para que su conocimiento pase a aquel Tribu-
nal superior, como del Real Supremo Consejo de Castilla,
a consecuencia de la denuncia hecha por don Antonio Sa-
nabria, y que por consiguiente se recojan todos los expe-
dientes que hay formados relativos el asunto102.

La actitud de don Antonio Sanabria, asimismo destacado


miembro de la burguesía agraria local, pone de manifiesto las
tensiones y los conflictos existentes en el seno de la comunidad
rural, entre los componentes de este grupo agrario; fenómeno
que se verá reflejado con nitidez en los distintos conflictos elec-
torales que tienen lugar en estas localidades a finales del siglo
XVIII, algunos de los cuales protagoniza este polémico personaje
de la burguesía realejera. Pero de todo ello daremos cuenta con
mayor amplitud en capítulos posteriores.
A pesar de las constantes denuncias de talas y usurpacio-
nes en los terrenos realengos, los poderes públicos insulares
tratan con cierta benignidad a los usurpadores de los terre-
nos montuosos. Principalmente a aquellos individuos perte-
necientes a las clases acomodadas del Valle, no despojándo-
les inmediatamente de las tierras roturadas, sino por el con-
trario, permitiéndoles el disfrute de las parcelas usurpadas.
Exigiéndoles únicamente el depósito de una fianza ante es-
cribano; así, por ejemplo, don José Pérez Chaves destacado
miembro de la burguesía agraria de Los Realejos y don Pedro
Franchy y Mesa, gran propietario orotavense, recurren en el
año de 1816 al alcalde mayor de La Orotava para que les
permitiera recoger el fruto de unas tierra consideradas por el
alcalde pedáneo de San Juan de la Rambla como usurpadas al
monte de esta jurisdicción. No obstante, el alcalde de La
Orotava accede a la petición de estos propietarios, con el
requisito de que depositaran una fianza ante escribano103.
Los miembros del Cabildo de La Laguna eran perfectamente
conscientes de las intenciones de los grandes propietarios y la
burguesía agraria del Valle. Y así lo exponen, cuando nos

102
A.H.P.T. Legajo 3.520, 1816.
103
A.H.P.T. Legajo 3.096, 1816.

98
hablan de cuáles eran para ellos las verdaderas causas, por lo
que los montes de La Orotava sufrían continuos incendios:
Estos incendios se han hecho, para usurpaciones de los
montes dados al Cabildo de la Isla. Que se hallan destro-
zados y aniquilados; aprovechándose de ellos sus vecinos
con grandiosas heredades que han formado en sus vastos
terrenos. De manera que, según el juicio de los peritos
en el examen de estas usurpaciones, practicado por el
Lcdo. don Manuel Pimienta, en el año de 1772; siendo el
alcalde mayor de aquella Villa. Hallaron los tales peritos
nombrados de oficio, constantes las demarcaciones de
los anteriores deslindes, y el defraude d lo usurpado lo
regularon en 2.500 a 3.000 fanegadas; y siendo aquellos
terrenos los más fértiles por su situación y beneficio del
riego, y estar de huertas arboladas y viñas. No se con-
tentan con estarlo disfrutando en perjuicio de los Pro-
pios de la Isla, sin pagar canon ni otra contribución al
Cabildo; sino que aún extienden sus miras y esfuerzos, a
tomar también los cortos sobrantes de los Propios, a pe-
sar de sus destinos; queriendo una absoluta independen-
cia de la capital en todo104.

La Villa de La Orotava no logrará sus aspiraciones auto-


nómicas en el siglo XVIII, a pesar de que contó con el bene-
plácito de algunos ministros ilustrados como Floridablanca;
éste prometía a la Villa,
que sobre la asignación de Propios se formalice su Ayun-
tamiento, extendiendo sus vocales a otros seis u ocho
regidores en que se pueda comprehenderse la agrega-
ción de los tres regidores perpetuos; que tienen en ella
su domicilio y vecindad que lo son: El coronel y Alférez
mayor don Francisco Valcárcel, el almotácen mayor don
Francisco Bautista y don Felipe Machado, que convienen
en la citada incorporación, siendo el resto regidores
bienales y electivos (...) que es el modo de poner térmi-
no a la disputa con el Cabildo de La Laguna, y que la villa
de La Orotava, bajo el carácter de tal y como cabeza de
Partido, esté condecorada según lo extenso y noble de su
104
A.M.L.L. Signatura P-38, Nº 22, 1803.

99
población, tenga fondos con que desempelar las necesi-
dades públicas de su Partido y jurisdicción. Fomentando
en todo lo posible las comodidades de sus naturales y
número suficiente en su cuerpo de Cabildo y Ayuntamien-
to, a quienes recomendar los diferentes ramos de policía
y gobierno105.

En efecto, la fórmula propuesta por el Conde de Florida-


lanca para establecer un Ayuntamiento independiente en la
Villa de La Orotava, en cuyas tareas gubernativas estarían
integrados los grandes propietarios como regidores perpe-
tuos y el resto de la población en calidad de regidores bien-
ales y electivos no cristalizó. Habrá que esperar a las Cortes
de Cádiz para que la autonomía municipal sea una realidad
para la localidad orotavense. No obstante, antes de que la
Constitución de Cádiz fuera una realidad, en los primeros
años del XIX, los conflictos por la autonomía municipal se
reavivan, aunque ahora el protagonismo lo desempeña la
burguesía comercial portuense, grupo social que había acre-
centado considerablemente su poder socio-económico a raíz
de la coyuntura alcista por la que atraviesa la exportación
vitícola y la barrilla desde finales del siglo XVIII hasta el año
de 1814, como consecuencia del bloqueo continental con
que Napoleón somete a Europa. La burguesía comercial,
consciente de su privilegiada situación en la sociedad oro-
tavense, procura por todos los medios alcanzar una mayor
autonomía para su localidad, intentando desprenderse de su
tradicional dependencia con respecto a La Orotava. De ahí
que en el año de 1808 se intente ampliar las competencias
del alcalde ordinario, en todo género de causas o al menos
en las civiles hasta la cantidad de quinientos pesos. Ante esta
actitud de la localidad portuense, surgen dos postulados cla-
ramente diferanciados: por un lado, la Real Audiencia de
Canarias se muestra netamente partidaria de una política en
la administración local mucho más racionalizada, buscando
una mayor eficacia en la organización del régimen local y
optando por una política de disgregación comarcal, que en
cierto modo nos anuncia las líneas generales de lo que será el
105
Ibídem.

100
nuevo régimen municipal que brotará de las Cortes de Cá-
diz, así los componentes de la Real Audiencia expresan:
Que tratan de remediar los males y atrasos que nota en
la Provincia, sabiendo que donde no hay magistrado,
donde la justicia carece de sus agentes principales y
esencialmente necesarios; donde no hay ayuntamientos
y otros cuerpos, que exhortan llanamente los oficios del
gobierno político. No pueden reinar la prosperidad ni los
adelantos, que se experimentan en otras provincias cul-
tivadas y dirigidas por este orden necesario (...) informa
al Consejo si sería conveniente establecer en todas o en
algunas de las cuatro islas menores de señorío a saber
Lanzarote, Fuerteventura, Gomera, y Hierro; alcaldes
mayores letrados, al menos dos ordinarios y un ayunta-
miento formal con regidores, y si debería ser del cargo de
los dueños jurisdiccionales, a quienes sobre ello se les oi-
ga también. Si en todas, incluso las tres realengas, Cana-
ria, Tenerife y La Palma, en cuyas capitales hay corregi-
dor y alcaldes mayores letrados, convendría crear en los
pueblos y pagos de un vecindario de 300 vecinos distantes
de la capital, ayuntamiento de ella y entre sí o con regi-
dores y diputados sólo, y uno o dos alcaldes que reciban a
su cargo la justicia y el gobierno106.

Por lo que respecta al Ayuntamiento de La Laguna, éste


se opone rotundamente, consciente de que si se llega a
plasmar el proyecto de la Real Audiencia peligraría su su-
premacía político-administrativa. Por ello los componentes
del Cabildo consideraban el plan sugerido por la Real Au-
diencia como algo imposible de llevar a la práctica, a con-
secuencia de las peculiaridades características socio-eco-
nómicas de la isla:
Todo lo que especulativamente se lisonjea en esta par-
te, en interés de la causa pública es absolutamente im-
practicable; pues componiéndose las dichas poblaciones
de terrenos de mayorazgo y otros, los más gravados con
crecidos tributos y pensiones; los naturales nada otra
cosa son, que unos medianeros, renteros, censatarios y
106
A.M.L.L. Signatura: P-39, Nº 9.

101
mayordomos, que en fuerza de su trabajo adquieren una
limitada porción para el sustento de su familia; ultra de
esto, son mantenedores y ministros de sus respectivas
Iglesias y del culto que en ellos se da a Dios107.

Los deseos de la burguesía comercial portuense, del mis-


mo modo que la Villa de La Orotava, se frustrarán, a pesar de
que el Cabildo de La Laguna reconoce la posición floreciente
y la numerosa población con que cuenta el Puerto, y que por
tanto sería capaz de sostener la independencia que solicita,
proveyéndose de jurisconsultos, etc.; sin embargo, «va a
tropezar con los inconvenientes, de que se trate de gravar el
real erario; cuando el alcalde mayor de La Orotava pida do-
tación, si se le desmembra el indicado pueblo»108.
La revolución liberal satisfará las aspiraciones de la bur-
guesía comercial portuense, y al mismo tiempo el Puerto de
la Cruz ampliará sus límites jurisdiccionales, produciéndose
por este motivo una serie de enfrentamientos con el resto
de los municipios del Valle que se veían sensiblemente per-
judicados. Efectivamente, los cambios acaecidos durante el
primer periodo constitucional, en el que ya la localidad
portuense cuenta con un ayuntamiento propio, y con lo que
la secular dependencia con respecto a La Orotava toca a su
fin, era una oportunidad histórica para que la burguesía co-
mercial portuense extendiera sus límites territoriales. De ahí
que en esta etapa se inicie una lucha política por la amplia-
ción de los límites jurisdiccionales del Puerto de la Cruz.
Hay que tener en cuenta que el municipio portuense en
aquel entonces estaba constreñido a los estrechos límites
que separan el barranco de San Felipe del de Martiánez; la
burguesía comercial, sin embargo, se había expandido du-
rante este periodo, pasando a engrosar las filas de los gran-
des propietarios agrícolas Así los vemos como propietarios
de diversas suertes en las dehesas del Realejo de Arriba
(véase cuadro Nº 9). Esta actitud de la burguesía comercial
por acaparar propiedades rústicas venía marcada por el alto
precio que alcanzaban los vinos, lo que motivó que esta
107
Ibídem.
108
Íbídem.

102
burguesía comprara suertes en las dehesas y otras hacien-
das con el objeto de aumentar aún más los beneficios pro-
cedentes del comercio de vinos. En este contexto se inserta
la nueva trayectoria que sigue la burguesía comercial, plas-
mada con toda evidencia en el intento de ampliar los límites
territoriales de la localidad portuense, en estrecha conexión
con su papel de propietarios agrarios, que en este periodo
afianzan con ahínco. Tomando como excusa los posibles ries-
gos de epidemia que podían acontecer en el Puerto de la
Cruz, por la expansión de la fiebre amarilla que se había
detectado en la localidad portuaria de Santa Cruz de Teneri-
fe; la lucha que la burguesía comercial portuense mantiene
por expansionarse se reactiva y adquiere un razonado fun-
damento; consideraban:
Que era duro que se les privase a los vecinos del Puerto,
entre otra de la salida al Pago de las dehesas, labradas la
mayor parte a costa de su sudor y dinero, donde muchos
tenían haciendas y casa de campo y donde podían acoger-
se en cualquier lance, porque son embargo de estas en la
jurisdicción del Realejo109.

Para ellos, el sometimiento de estos terrenos aptos a un


dominio que entendían como extraño era un obstáculo para
su desarrollo. Así manifestaban: «Bien se sabe que distan de
dichos pueblos, y que por lo mismo pueden estos resguardar-
se, siendo igualmente aunque se les privase del aire puro que
llaman de la Paz, que en la epidemia pudiera ser un refugio
para estos»110. En efecto, la zona del Llano de la Paz, perte-
neciente al municipio de La Orotava, era el otro territorio
demandado por el Ayuntamiento portuense, terreno que
según éste nada servía al de La Orotava. Juzgaban indispen-
sable que se le diese media legua más de extensión en toda
su circunferencia «que a donde esta finalice, debe ponerse el
primer vallado, en cuya extensión queda comprendido el
término de las dehesas».

109
Ibídem.
110
A.M.P.C. Libros de Actas, 1810.

103
CUADRO Nº 9. CENSATARIOS DE LAS DEHESAS
DEL REALEJO DE ARRIBA (1822)

Nombre N° de Categoría Residencia


suertes social

D. Luis González de Chaves 1 Burguesía agraria Pto. de La Cruz


Basilio López Barroso 1 " Realejo de Arriba
Esteban Méndez 1 — —
Bernardo García Barroso 1 Burguesía agraria Icod del alto
Antonio Pérez Valladares 1 " Realejo de Arriba
D. Narciso Baeza 3 " Pto. de la Cruz
Andrés de Orta 1 — —
Grandes
D. Fernando Llarena 2 La Orotava
propietarios
Manuel de Armas 1 — —
Licenciado Fernando García 1 — —
Juana de Aguiar 1 — Pto. de La Cruz
María Trujillo 2 Burguesía agraria Realejo de Arriba
Antonio García Abreu 2 " "
D. Pedro Grijalva 1 " Pto. de La Cruz
Diego Luis Chaves 1 " "
D. José Celestino Ventoso 1 Comerciante "
Tomás Armas 1 Burguesía agraria "
Francisco Reyes y Agustín 1 — —
García
Ildefonso García Barroso 1 Burguesía agraria Realejo de Arriba
Domingo García Delgado 1 — —
Luis Rodríguez 2 — Pto. de la Cruz
Mateo López Arbelo 1 Burguesía agraria Realejo de Arriba
Manuel José Álvarez 1 — Pto. de La Cruz
Francisco Farrais 1 — —
D. Gregorio Antonio Casañas 4 Comerciante Pto. de La Cruz

FUENTE: Sección de Propios, A.M.P. Elaboración propia.

104
El Puerto de La Orotava a raíz de lo dictaminado por la
Gaceta de Madrid de 1805, que planteaba que a un pueblo
contagiado se le ha de conceder algún ensanche, defendía:
«que era más precisa en este Puerto, cuanto era más estre-
cho su distrito y más atrasada su posición topográfica»111,
argumentando además que: «a las malas resultas que pudie-
ra tener para la isla toda, interesada en conservar su comu-
nicación con las demás y con el extranjero, por este punto
tan importante en este comercio»112.
La petición inicial del ayuntamiento portuense fue contes-
tada inmediatamente por Los Realejos y La Orotava, conscien-
tes de que esta ampliación reducía sus jurisdicciones. El Puer-
to de la Cruz señaló como límites
que debían servir de regla en el caso de que fuese preci-
so volver a acordar a este pueblo, desde la línea del mar
por la parte del Este, donde llaman Sancho, siguiendo
hasta arriba y bajando a terminar en el Puerto que lla-
man el Burgado hasta la orilla del mar113.

La Junta Suprema de Sanidad de la isla aprobó esta dis-


posición portuense, pero
entonces fue cuando la Villa de La Orotava y Los Reale-
jos a pesar de cuantas reconvenciones y protestas le
hizo este Ayuntamiento, no sólo desobedecieron, lo que
por la superioridad estaba determinado, sino que fal-
tando a lo que dicta la sana razón, la misma humanidad
y el derecho de gentes, llevan tan acapados sus inespe-
rados procedimientos, con respecto a los cordones que
redujeron a este pueblo y a sus desgraciados habitantes
a la mayor estrechez114.

La posición de la burguesía portuense en este conflicto


jurisdiccional, estaba clara; la petición de ampliación de los
cordones sanitarios, no es más que una excusa aunque justi-
ficada, que denota su intención de ampliar sus límites terri-
111
Ibídem.
112
Ibídem.
113
A.M.P. Legajo 1, Nº 82.
114
Ibídem.

105
toriales, sobre una propiedades codiciadas por todos los
grupos sociales acomodados de la sociedad orotavense,
burguesía y grandes propietarios: las dehesas de la jurisdic-
ción del Valle de La Orotava. Estas propiedades permitirían
acrecentar el papel agrario, por el que la burguesía por-
tuense muestra cada vez mayor interés, sobre todo, a partir
de la caída del sector exportador vitícola en el año de 1814,
año en que las actividades comerciales, antaño enorme-
mente productivas, comienzan a decaer de forma estrepito-
sa. Al mismo tiempo que la reivindicación de la ampliación
del territorio municipal tenía un evidente significado eco-
nómico, al que hay que añadir un notorio planteamiento de
tipo político, pues el Puerto de la Cruz al au-mentar su
territorio local, en consecuencia ampliaría su número de
habitantes y ello se traduce en que esta localidad marítima
alcanza una mayor representatividad política a nivel regio-
nal; lo que tratará de impedir a toda costa el grupo dirigen-
te de La Orotava, que vería sensiblemente debilitado su
poder, máxime en estos momentos en que la burguesía por-
tuense, todavía no integrada en el bloque de poder oligár-
quico, se mostraba disconforme con la hegemonía de La
Orotava en la comarca. Tras una serie de vicisitudes, el
Puerto de la Cruz ve triunfar sus posiciones en 1848, cum-
pliéndose los límites trazados, que reclamaban en el año de
1821, los cuales empezaban:
en la orilla del mar en parte del Este, donde llaman San-
cho, siguiendo hacia arriba al Durazno, donde se dividen
los caminos por la Villa de La Orotava y de dicho Puerto,
corriendo de este punto al camino que va a la Vizcaína,
siguiendo la Montañeta de los Realejos hacia arriba, con
dirección hacia adelante, a bajar y terminar y en el punto
que llaman el Burgado hacia la orilla del mar115.

El tema de los Propios continuará siendo un factor polé-


mico entre La Orotava y La Laguna a lo largo del siglo XIX.
Las reclamaciones de La Orotava son infructuosas y cons-
tantemente desoídas, pese a estar constituida La Orotava

115
A.M.L.L. Libros de Actas, 27 de junio de 1820.

106
como ayuntamiento autónomo, puesto que para el Cabildo,
los Propios eran considerados un «derecho inmemorial suyo
que debía ser conservado en toda su integridad, para pro-
vecho propio y que en absoluto podía darse a los pueblos
para que lo utilizasen a su antojo»116. Todavía en 1822 el
Cabildo lagunero no había cedido a La Orotava la propiedad
de tales terrenos, lo que suponía a la Villa un fuerte desequi-
librio económico, puesto que los propios eran su exclusiva
fuente de financiación. Por este motivo al no disponer de tal
ramo, el ayuntamiento orotavense tuvo que prescindir de los
servicios de algunos funcionarios municipales, que dejaron
sus empleos al no recibir ningún emolumento por los mismos.
La caótica situación financiera era también un obstáculo
de consideración para que la población pagase las contribu-
ciones, puesto que difícilmente podía tener credibilidad una
corporación que contando con Propios no los emplee en su
beneficio. Estas consideraciones fueron aludidas por la cor-
poración municipal orotavense, en las constantes peticiones
que efectuó a la Diputación Provincial, en las que se lamen-
taba del hecho de que un solo ayuntamiento bajo el pretex-
to de haberlos manejado desde tiempo inmemorial «por una
costumbre en el anterior sistema de los titulares Cabildo
de la isla por mejor decir de un abuso, dejando a los demás
sin ningún medio económico»117.
Resultaba anticonstitucional para las restantes corpora-
ciones municipales de la isla, incluida por supuesto la Villa,
el que se considere la existencia de ayuntamientos de pri-
mera y de segunda categoría, porque la nueva división te-
rritorial daba el protagonismo a los municipios y, por tanto,
el hecho de aparecer uno que actuase como superior se
interpretaba como un resto de los privilegios feudales, que
condenaban a los restantes pueblos de la isla a la sumisión.
Conforme a estos postulados liberales, los orotavenses no
podían tolerar el que La Laguna y Santa Cruz disfrutasen
«todos los sueldos, al mismo tiempo que los restantes care-

116
A.M.O. Libros de Actas, 1822.
117
Ibídem.

107
cen de ellos, como si por ventura todavía existiesen dife-
rencias entre los unos y los otros»118.
El ayuntamiento lagunero sólo cedió sus Propios a la Villa
a fines de 1822, cuando se proponía la Diputación de Cana-
rias el repartimiento y posterior remate de los mismos con
el objeto de hacer frente a su presupuesto provincial. Esta
desamortización de tales terrenos iba encaminada a una
privatización acelerada en detrimento de los intereses del
público y de la Hacienda municipal.
Para la mayoría de los diputados provinciales, tal desamor-
tización y enajenación de terrenos, que consideraban baldíos o
de realengo, encubría en realidad la compra de tierras para
fines particulares, a bajo precio y en provecho de una minoría
con los suficientes capitales, en una época de escasez de nu-
merario, para adquirirlos con el inconveniente, en el caso de
La Orotava, de que tales terrenos no habían recibido cultivo
y debían ser rozados y plantados; lo cual de por sí suponía
una importante inversión, fuera del alcance de los grupos
populares a los que en teoría se pretendía beneficiar.
Este afán desmedido por la compra de tierras como me-
dio para paliar la deuda pública y el mantenimiento de un
nuevo funcionario incrementaba considerablemente los
gastos estatales, en una isla que había sufrido la devasta-
ción y la usurpación progresiva de sus montes comunales.
La corporación municipal de la Villa era consciente de lo que
para la supervivencia del municipio representaba el reparti-
miento de sus montes y se opuso con ahínco al proyecto de la
Diputación Provincial de privatizar los montes comunales119.
Los montes de La Orotava significaban para la población
que en ella vivía su supervivencia, y por derecho común eran
propios del pueblo. Sus usos eran comunes a todos los veci-
nos, y suministraban a los mismos los complementos indis-
pensables para su subsistencia. Abastecían de leña y carbón,
tanto a La Orotava como al Puerto de la Cruz, y de horquetas
para las viñas. Aunque para la cortedad del monte no eran
suficientes para cubrir sus necesidades, se podría decir, co-
118
Ibídem.
119
Véase también GALVÁN RODRÍGUEZ, E.: El origen de la Autonomía
Canaria. Historia de una Diputación Provincial (1813-1925), Madrid, 1995.

108
mo manifestaban con sumo conocimiento y responsabilidad
los miembros de la corporación orotavense, que un pueblo
sin monte y sin aguas no puede establecerse. El mismo origen
de La Orotava sólo puede entenderse por la cercanía de am-
bos recursos naturales y evidentemente el agua era un factor
decisivo en la existencia de aquellos.
Además de todos estos factores, entendían que el monte
daba trabajo a una buena parte de los campesinos orotaven-
ses. Tal era así que para ellos era «el patrimonio de los po-
bres»120, cuya falta suponía el que los mismos se convirtie-
sen en hambrientos o ladrones. La economía del Valle se
hundiría, puesto que los recursos que suministraba el monte
eran vitales para sostener el único renglón exportador, la viña.
Sin él, no tendría «horquetas con que mantener el viñedo en
carreras y faltaría el recurso de los grandes helechales, que se
crían y reproducen dentro de dicho monte y de cuya rama se
aprovechan infinitos para el estiércol, porque de los animales
no es bastante para la siembra de papas»121.
Eran, pues, innumerables los trastornos que se recibirían
si se redujeran los montes a cultura, pero estaba claro que
no eran los intereses comunes los que justificaban su tala,
sino los particulares. De ahí que tales proposiciones no me-
reciesen ningún respaldo. No se podía comprender «que
haya vecinos que, prefiriendo el corto interés que se pueda
resultar de la comarca de esos montes vayan a causar unos
daños incalculables»122, puesto que «aún cuando rindiesen
mucho, nunca puede llegar, el que disfruta el público en la
conservación de sus montes y en comprar leña, carbón y
horquetas cómodamente y de paso tener ocupados diaria-
mente tanto brazos en estos ejercicios»123.
No sólo eran intereses económicos para La Orotava, los
argüidos por la corporación municipal orotavense para im-
pedir la tala de los montes, la preocupación por la preser-
vación de los recursos naturales ocupaba un papel funda-
mental en su defensa. De ahí que se resalte la importancia

120
A.M.O. Libro de Actas, 1822.
121
Ibídem.
122
Ibídem.
123
Ibídem.

109
de los montes para la atracción de los rocíos y la lluvias;
además de mantener infinidad de ganado caprino y de cer-
da, retienen el suelo, que de otra forma por la posición
pendiente del pueblo, al no contenerse las avenida, vendrí-
an grandes avalanchas de agua y tierras contra la población.
Para la corporación orotavense eran incalculables los males
que causaría el arrasamiento de los montes, visibles incluso
para «quienes la Naturaleza no ha querido favorecer, ni aún
con un mediano talento»124.
El ayuntamiento responde con rotundidad, como si el dipu-
tado Sicilia, comisionado por el organismo provincial para el
repartimiento de los montes, actuase como un usurpador de
los terrenos montuosos, ya que al pretender repartirlos actúa
«en perjuicio del público, sumiendo a la población, en la ruina
total de su agricultura y comercio y obligándola como única
salida a la emigración»125. La respuesta es, por tanto, con-
tundente; por un bando de la corporación se hace saber:
A cuantos se hallan agradecidos por el señor don José Sici-
lia o contratado con éste la compra de terrenos del monte,
y aun cuando se haya realizado, consumado y planificado
estos contratos, se abstengan por ahora y hasta otra provi-
dencia de introducirse a roturarlos, bajo la multa a cada
uno de doscientos ducados, de irremisible exacción, sin
perjuicio de agravarla y de los demás procedimientos
que diera lugar por inobediencia y reincidencia126.

El ayuntamiento de La Orotava con estas medidas se en-


frenta directamente con las decisiones de la Diputación
Provincial y está dispuesto a declarar «la guerra a la misma,
apruebe lo que se apruebe». Es significativo este hecho, en
cuanto trae a colación qué intereses y qué tramas se mue-
ven ocultas en el máximo organismo político regional. Se
está evidenciando que tras el disfraz del liberalismo se es-
conde un grupo de rematadores, que en realidad lo que
quieren es hacer fortuna fácil, en contra de los intereses de
la población. En diciembre de 1822, el ayuntamiento de la
124
Ibídem.
125
Ibídem.
126
Ibídem.

110
Villa sigue manteniendo la misma posición, enfrentándose
directa y permanentemente con la Diputación Provincial,
puesto que entiende que la venta de 250 fanegas de monte
era un atentado manifiesto contra la supervivencia de La
Orotava. Para la municipalidad «no había ninguna persona,
por condecorada que fuese para disponer por sí sola de los
terrenos públicos»127.
La tala de los montes defendida por la Diputación Provin-
cial, traería consigo la desaparición del ramo de las horque-
tas y en consecuencia del cultivo de la vid, pues, dados los
escasos réditos de la viñas y el precio tan bajo que en este
periodo experimentan los vinos, para los agricultores orota-
venses era imposible el reembolso de los capitales que habrí-
an de invertir para traerlas de otros lugares. Al desaparecer
estos elementos imprescindibles para el cultivo,
todos aquellos que no tienen otro patrimonio que el mismo
monte, que a fuerza de bajar dichas horquetas, consiguen
la subsistencia para sí y su familia, teniéndose presente
con respecto a esto, que no son veinte o treinta los que se
ejercitan en este trabajo, sino que generalmente todos los
hombres destinados a las labores del campo128.

La disminución de la carne y la leche, por la desapari-


ción o considerable merma de los pastos, del estiércol para
la agricultura, de la leña y el carbón, son factores nada
despreciables. Si a ello unimos al propio tiempo, la función
que los montes realizan en la captación de lluvias, no habrá
justificación posible para su roturación.
Preocupaba también enormemente en aquellos años la
amenaza real de los aluviones que azotaban el Valle, como
consecuencia de la constante e ilegal roturación y usurpa-
ción de los montes, puesto que al talarse los árboles el agua
y la tierra, por lo pendiente del relieve, arrasarían casas y
terrenos de cultivo, ya que: «no teniendo quien la detuvie-
ra, se formarían nuevos barrancos, y vendría sobre esta
población, como ya por dos ocasiones se ha visto expuesta a

127
Ibídem.
128
Ibídem.

111
ser amenazada». Estas palabras eran como una premonición
de los desastres que causaría en el Valle el aluvión de 1826,
con los muertos y destrozos que causó, significando una
llamada seria y razonable a las graves desgracias que en
todo momento podrían provocar por la ruptura del equili-
brio ecológico de la comarca.
Todos estos motivos llevaban al ayuntamiento de La Oro-
tava a considerar inapropiado el repartimiento de los mon-
tes y a dar como alternativa la enajenación de unos terre-
nos eriales en Aguamansa, de una extensión aproximada en-
tre 12 y 13 fanegadas. Para ello proponen la subasta de los
mismos con unos cánones que pudiesen permitir su reden-
ción. Tal cesión de tierras era a todas luces interesada,
puesto que las mismas radicaban, justo debajo de los ma-
nantiales de Aguamansa, cuestión ésta que preocupaba a
los propietarios del Heredamiento, los cuales se opusieron
en todo momento al cultivo de aquellas.

112
BURGUESÍA AGRARIA Y EMPLEOS PÚBLICOS:
ALCALDES, DIPUTADOS Y PERSONEROS DEL COMÚN

La reforma de la administración local emprendida duran-


te el reinado de Carlos III iba dirigida a paliar de alguna
manera la caótica situación en la que estaban inmersas las
entidades locales. En efecto, las corporaciones locales se
habían convertido en «feudos» de unas oligarquías que do-
minaban y dirigían los asuntos municipales; la Corona en
gran medida era la responsable del decaimiento y constante
empobrecimiento de los organismos locales, puesto que
para hacer frente a sus necesidades financieras y procurarse
recursos que le permitieran sanear su hacienda, optó por la
venta de los oficios públicos129; el alto precio que alcanza-
ron los regimientos, unido a la apetencias de las elites so-
ciales de las diferentes localidades, deseosas de perpetuar-
se en el gobierno municipal, y al mismo tiempo de consoli-
dar su prestigio y su estatus de cara a su comunidad, mar-
caron las pautas de lo que sería la vida política municipal a
lo largo del Antiguo Régimen.
Tales medidas desembocaron irremediablemente en la
formación de unos grupos oligárquicos locales, los cuales
vincularon las regidurías y oficios públicos a su patrimonio
personal, formando éstos parte de sus mayorazgos o bien
transmitiéndolos como bienes dotales.
Ante esta situación de dominio oligárquico en las corpo-
raciones locales, la corrupción y el fraude eran hábitos co-
munes, de ahí que Domínguez Ortiz señale:
Como las ventajas y emolumentos legales del cargo eran
pequeños, los regidores se adjudicaban gratificaciones
con diversos motivos, que a veces, como en las ocasio-
nes de lutos o visitas de personas reales podían interpre-
tarse como gastos de representación. El manejo de los
fondos depósitos, las posturas de víveres y recaudación

129
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Bar-
celona, 1981, p. 544.

113
de impuestos, era también ocasión de lucro para los po-
cos escrupulosos130.

El gobierno ilustrado era consciente que debía sanear y


racionalizar la administración local; no obstante dicha re-
forma tenía que hacerse con mucho sigilo y cuidado, inten-
tando lesionar lo menos posible los privilegios de aquellos
que se habían encaramado en las corporaciones locales. Los
motines y tumultos que acontecieron en el año de 1766,
fenómeno que para algunos historiadores como Gil-
Novales131, ponen de manifiesto los inicios del resquebraja-
miento del Antiguo Régimen, dan pie para que los ilustrados
dirigidos y alentados por Campomanes se vean en la necesi-
dad de realizar una serie de reformas en el marco local,
cuyo objetivo fundamental era contrarrestar el poderío
absoluto de la oligarquías locales, incorporando a las tareas
del gobierno de los municipios elementos procedentes de las
capas medias y populares de la sociedad, grupos sociales que
en anteriores etapas estaban marginados del quehacer muni-
cipal. De ahí que bajo esta perspectiva se crearan los diputa-
dos y personeros del común en el año de 1766.
La aparición de estos nuevos empleos públicos trajo con-
sigo una serie de novedades de gran importancia; por lo que
se refiere al sistema electoral, no se establecen distincio-
nes de estados ni de personas, de tal manera que la elec-
ción de diputados y personeros era patrimonio exclusivo de
todo el pueblo, teniendo derecho a la participación todos
los vecinos seculares y contribuyentes. La expresión contri-
buyente no parece encerrar un propósito censitario, se tra-
taba de un sufragio prácticamente universal, sin hacer dis-
tinción de nobles y plebeyos, tanto por parte de los electo-
res, como por parte de los elegidos. La elección era gra-
dual; en un primer momento el vecindario reunido en «Con-
cejo-abierto» nombraba a doce compromisarios por parro-
quia; posteriormente estos compromisarios reunidos en
«concejo cerrado» elegían a los diputados y personeros del
común. En cuanto al número de diputados, se perpetúa la
130
Ibídem.
131
GIL NOVALES, A.: El Trienio Liberal, Siglo XXI, Madrid, 1981, p. 61.

114
existencia de cuatro diputados en las poblaciones de más de
2.000 almas y dos en las de menor población. En un primer
momento las competencias de los diputados del común úni-
camente afectaban al abasto público. Posteriormente se
extendieron a la administración del Pósito y de los Propios.
Por lo que respecta a la duración del cargo, inicialmente
fue anual. Luego, a partir de 1770, se extendió a bianual
renovándose cada año la mitad de los oficios.
Una variedad de normas regía la actuación de estos nue-
vos funcionarios; los elegidos deberían dejar un hueco al
menos de dos años para volver a ser reelegidos; por otra
parte, se prohíbe la participación a los deudores del común
e igualmente los diferentes cargos concejiles no pueden
recaer en miembros de una misma familia, ni en sus parien-
tes que hayan ejercido dichos oficios en los dos años ante-
riores; los regidores han de residir en la población donde
han sido elegidos y desempeñar su cargo al menos cuatro
meses al año para cobrar su salario.
En el ámbito insular, y concretamente por lo que respec-
ta a la Villa de La Orotava, los nuevos cambios introducidos
en la administración local favorecieron particularmente a la
burguesía agraria local. Este grupo social, que poco a poco
iba alcanzando un papel relevante en la sociedad de la co-
marca, engrosando las filas de los propietarios agrarios —
algunos de ellos con considerables extensiones— y ejerci-
tándose al mismo tiempo como administradores de las tie-
rras de los grandes propietarios, recaudando rentas eclesiás-
ticas como el diezmo, etc., se introducen ahora en el disfru-
te de los empleos públicos locales, compartiendo el gobierno
municipal con los grandes hacendados, con quienes estaban
ligados por un cúmulo de intereses comunes de tipo social,
económico e incluso familiar, ya que por lo que a la burgue-
sía agraria respecta, poco a poco los elementos más desta-
cados de este grupo agrario se introducen en el núcleo de
los grandes propietarios, a través de diversas vías, principal-
mente con las uniones matrimoniales y va conformar un blo-
que oligárquico dominador de la vida política, económica y
social de la comarca durante la mayor parte del siglo XIX y

115
gran parte del XX132. Por tanto, es en este periodo cuando la
burguesía agraria orotavense se consolida en los cargos muni-
cipales desempeñando a partir de ahora constantemente los
empleos públicos de la comarca.
No obstante, el papel de la burguesía agraria no tendrá
un carácter de grupo dominante, sino por el contrario, du-
rante la segunda mitad del siglo XVIII la burguesía no pondrá
en entredicho los intereses de los grandes propietarios, ni
siquiera se suscitarán polémicas relevantes entre estos gru-
pos sociales, reinando en todo momento una uniformidad de
criterios en torno a las actuaciones en política local; un
claro ejemplo de ello lo observamos en el capítulo anterior,
donde burguesía y grandes propietarios aparecen estrecha-
mente unidos en relación con los distintos conflictos que se
entablan con la ciudad de La Laguna, defendiendo siempre
posturas unitarias sin discrepancias de ningún signo. Los en-
frentamientos se producirán posteriormente en la etapa libe-
ral, pero de ello ya daremos cuenta en capítulos posteriores.
Para acceder a un cargo público era necesario disponer
de una situación económica, ya que era condición indispen-
sable para desempeñar un empleo público depositar una
fianza ante escribano. Este aspecto supone la marginación
automática de los más débiles económicamente, y por otra
parte nos permite apreciar el espíritu de solidaridad de la
burguesía agraria local, constituyéndose una serie de alian-
zas que no sólo afectaban al plano político y económico,
sino que incluso trascienden al plano familiar. Desde una
perspectiva estrictamente política, queda claramente cons-
tatada la unión de los burgueses agrarios, prestándose fian-
za unos a otros en el momento que alguno de ellos resulta
elegido para desempeñar un oficio público; así, en el año de
1775, don Juan Bautista Hernández sale por fiador de don
Manuel Arteaga, cuando este último es nombrado teniente-
alguacil mayor del Partido de Taoro133. Lo mismo ocurre con
don Andrés Hernández Neda, el cual se presenta como fia-
dor de don Mateo Hernández, con el objeto de que éste

132
Véase HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. y ARBELO GARCÍA, A.: 1983, op. cit.
133
A.H.P.T. Legajo 2.884, 1774.

116
desempeñe el cargo de teniente-alguacil del Partido de
Taoro durante el año de 1774.
Otro caso que caracteriza la actuación política de la
burguesía de la Villa de La Orotava es que los empleos pú-
blicos son ocupados por un exiguo grupo de familias burgue-
sas que se eternizan en el poder, de tal forma que podemos
hablar de una especie de «endogamia política» en el grupo
burgués agrario orotavense, transmitiéndose prácticamente
los cargos de padres a hijos; así don Manuel Arteaga, que
ejerció el empleo de teniente-alguacil en el año de 1775, es
sucedido por su hijo don Antonio Arteaga en el año de 1779;
don Juan B. Hernández, que fue administrador del Pósito en
1772 y diputado del común y síndico personero en 1783 y
1797 respectivamente. Su hijo, Juan Gualberto Hernández, fue
regidor en 1820 y síndico-personero en 1838. Los mismo suce-
de con don Juan Pedro Nepomuceno, diputado del común y
síndico-personero en 1787 y 1813, y su hijo don Cesáreo Ne-
pomuceno, síndico-personero en 1822 (véase cuadro Nº 10).
En definitiva, la burguesía agraria una vez que se le
permitió la entrada en el gobierno municipal, adoptó las
mismas prácticas caciquiles que el grupo nobiliario, y aspi-
rando al igual que la clase dominante a perpetuarse en los
empleos públicos. Domínguez Ortiz, refiriéndose a este
hecho, nos dice: «El síntoma más revelador del espíritu de
la época es la rapidez con que los nuevos mandatarios se
asimilaron a la tradición de los Concejos privilegiados, pre-
tendiendo ellos también convertir su cargo en vitalicio»134.

134
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: 1981, op. cit. Para el caso tinerfeño, véase:
ARBELO GARCÍA, A.: La Laguna durante el siglo XVIII: clases dominantes y
poder político, Santa Cruz de Tenerife, 1995.

117
CUADRO Nº 10. ALCALDES, DIPUTADOS Y PERSONEROS
DEL COMÚN, MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA
DE LA OROTAVA (1750-1823)
Nombre Oficio Fiadores Año
Aponte, D. Gaspar Diputado del común _ 1787
" " _ 1791
" " _ 1796
" Síndico personero _ 1802
" Regidor _ 1813
Acosta, D. José Diego " _ 1820
" " _ 1845
Acosta, D. José Pantaleón Diputado del común _ 1805
Arteaga, D. Manuel Teniente alguacil D. Juan 1774
Bautista
Hernández
Arteaga, D. Antonio " _ 1794
Calzadilla, D. Mateo Diputado del común _ 1786
" " _ 1797
Calzadilla, D. Francisco Administrador _ 1789
del Pósito
" Regidor _ 1813
Currás, D. Nicolás Diputado del común _ 1805
" Síndico personero _ 1811
" Regidor _ 1845
Currás, D. Domingo " _ 1820
Díaz Valladares, D. Federico Alcalde 2º _ 1822
Administrador del
_
" Pósito 1783
Díaz de Lugo, D. Matías Diputado del común _ 1805
Ginori y Viera, D. Ángel Diputado del común _ 1781
Hernández Bautista, D. Juan Administrador D. Pablo 1772
del Pósito Alayón
Salcedo
" Diputado del común _ 1783
" Síndico personero _ 1797
Hernández, D. Juan Gualberto " _ 1820
" " _ 1838
Hernández Neda, D. Andrés Administrador del _ 1774
Pósito
Hernández Neda, D. Manuel Regidor _ 1820

118
Nombre Oficio Fiadores Año
Melo y Calzadilla, D. Fulgencio Alcalde 2º _ 1821
Estévez Ugarte, D. Domingo Diputado del común _ 1810
" Síndico personero _ 1817
" Alcalde _ 1820
González, D. Bernardino Regidor _ 1834
" " _ 1846
González del Castillo, " _ 1813
D. Martín
" " _ 1822
" " _ 1825
" Alcalde 2º _ 1837
Gutiérrez, D. José A. Teniente alguacil _ 1793
Garrido Vera, D. Manuel Diputado de 1813
_
Abastos
Melo y Urtusáustegui, Regidor _ 1845
D. Fulgencio
Nepomuceno, D. Juan Pedro Diputado del común _ 1797
" Síndico personero _ 1813
" Regidor _ 1820
Nepomuceno, D. Cesáreo Síndico personero _ 1822
Pimienta Oropesa, D. Manuel Alcalde mayor D. José 1771
Rodríguez
de la Sierra
Pimienta, D. Clemente Regidor _ 1820
" " _ 1834
" " _ 1837
Pimienta, D. Gabriel Francisco " _ 1820
Perdomo, D. José Diego Regidor _ 1813
Perdomo, D. Calixto _ _ 1828
" _ _ 1834
Paz, D. Juan Antonio Alcalde 2º _ 1813

FUENTE: Protocolos Notariales y A.M.O. Elaboración propia.

El análisis de las elecciones locales para cubrir los cargos


de diputados y personeros del común, así como el examen de
los conflictos que de dichos actos se derivan nos permiten,
en cierta medida, apreciar el papel desempeñado por la bur-
guesía agraria de la comarca, como grupo social ascendente

119
en el mundo político local. Sin embargo, hay que advertir
que la documentación sobre la dinámica electoral en el Valle
de La Orotava para la etapa del Antiguo Régimen es muy
escasa y poco exhaustiva; de ahí que nuestro análisis se res-
tringirá casi exclusivamente a examinar algunos conflictos
electorales que se produjeron en los municipios del Realejo
de Arriba y de Abajo durante la segunda mitad del siglo XVIII.
No obstante, y a pesar de que no abarcamos el estudio de la
dinámica electoral en todos los municipios del Valle de La
Orotava, creemos que con el conocimiento de los que acon-
tecen en los municipios de Los Realejos podemos trazar en
líneas generales cuál fue la actuación de la burguesía agraria
de la zona en la política local, a partir de la puesta en prác-
tica de la reforma del régimen local que acometió la monar-
quía ilustrada; y, en definitiva, observar cómo se plasmaron
en la práctica dichas reformas.
Las peculiaridades socio-económicas de ambos munici-
pios de Los Realejos son una garantía de que las conclusiones
e hipótesis que se extraigan pueden ser significativas por lo
que se refiere a este grupo social, pues los grandes pro-
pietarios de estos lugares se caracterizan por su alto índice
de absentismo, y así lo corrobora el síndico-personero del
Realejo de Arriba cuando manifiesta: «Las tierras son de
diferentes particulares que viven fuera de aquí»135. De ahí
que la burguesía agraria de Los Realejos se convierta en la
protagonista del mundo político local, a diferencia de los
otros municipios del Valle de La Orotava, donde este grupo
social comparte los empleos municipales con los grandes
propietarios, como es el caso de la Villa de La Orotava, o en
el Puerto de la Cruz donde el protagonismo en los asuntos
municipales lo desempeña la burguesía comercial.
Estas elecciones locales aparte de ser, como afirma Con-
cepción de Castro «El catalizador de la rivalidades loca-
les»136, muestra como la burguesía agraria o una facción de
esta adopta una variedad de argucias y prácticas «caci-
quiles», transgrediendo la normativa legal, con el objeto de
eternizarse en los empleos públicos locales. De ahí que el
135
A.M.L.L. Signatura C-II, Nº 1, 1790.
136
CASTRO, C.: La Revolución Liberal y los municipios españoles, Madrid, 1979.

120
subteniente de Milicias y vecino del Realejo de Abajo, don
Francisco Fernández Casanova, denunciará en el año de
1777 al corregidor de La Laguna la manipulación de los ac-
tos electorales por parte del alcalde ordinario de este lu-
gar, don Cristóbal Pérez Barrios, componente destacado de
la burguesía agraria del Realejo de Abajo:
Habiendo llegado el caso de que se juntara el pueblo en
Concejo abierto para la nominación de los 24 electores,
que deben hacer la elección de Alcalde, diputados y sín-
dico-personero de aquel lugar para el año próximo de
1778; habiendo con este fin debido citarse y convocarse
a todos los vecinos seculares y contribuyentes de un
modo que todos quedasen inteligenciados de la convoca-
toria, fin a que se dirigía, y de cuando había de tener
efecto. No sucedió así, pues la citación se hizo verbal-
mente y no todo el vecindario de aquella clase y sexo:
sino solamente a unos pocos, no los demás viso y distin-
ción del Pueblo, ni el resto de él; sino a la facción del
alcalde que parece quizo manejar así el asunto para que
la elección de los oficiales públicos resultara a medida
de su intento, y así se vio que sólo concurrieron para
nombrar dichos vocales treinta vecinos137.

En efecto, la burguesía agraria utiliza todos los recursos


y estrategias que le permite su posición preeminente en la
comunidad rural; colocando los edictos para la convocatoria
de elecciones, únicamente en aquellos pagos o barrios que
le garantizaran la elección a ellos o a sus hombres de con-
fianza, marginando a aquellos sectores que puedan crear
problemas a la hora de permitir la continuidad de su facción
en los oficios públicos; por otro lado, el analfabetismo ge-
neralizado es un factor que juega a favor de los más pode-
rosos, de ahí que el mencionado subteniente don Francisco
Fernández Casanova, continuando con su denuncia sobre las
irregularidades cometidas en las elecciones celebradas en el
año 1777 en el Realejo de Abajo, exprese que:

137
A.M.L.L. Signatura E-I, Nº3, 1777.

121
Solo se fijó un edicto en el Realejo, no obstante que es-
te lugar no tiene su vecindario en el cuerpo sino en pa-
gos y casas, separadas y distantes; por lo que en cada
uno como Icod el Alto, Tigaiga y La Rambla deben fijar-
los, pues su falta no podría suplirse con el toque de cam-
pana, que no parece que se oiga en toda la jurisdicción o
que sea señal indubitable del fin para que era tañida;
respecto a que podía serlo para otros varios, agregando a
esto, el que los más de los vecinos no saben leer, y por
consiguiente ni entender el edicto aunque lo hubiere138.

En otras ocasiones, la burguesía, que ya está instalada


en los cargos públicos, ejerce desde su posición privilegiada
una serie de actividades coactivas en torno al electorado,
imponiendo y designando casi a la fuerza a aquellos que
deberían ser los comisarios electorales; en este sentido
Antonio Sanabria, vecino del Realejo de Arriba manifestaba
en el año de 1778:
Debiendo hacerse esta Junta sin coaligación, se ejecutó
con el exceso de haberse presentado por el síndico per-
sonero, Gonzalo González Abreu, una lista o mamotreto
de los 24 electores que quería se nombrasen por el pú-
blico; este paso fue tan extraño cuanto irregular respec-
to a que el citado síndico, no tiene voto alguno, y menos
se halla con facultades para someter al público a su vo-
luntad, siendo únicamente la obligación de su empleo al
presenciar el acto para protestar lo que sea contrario a
lo dispuesto por nuestro Señor Monarca; por lo que no
debiera presentar semejantes listas o mamotretos, pues
fue lo mismo que provocar al pueblo a que pasase por las
mismas personas que había señalado139.

Estas denuncias y peticiones de nulidad de las elecciones


locales, eran más bien fruto de las pugnas por el poder local
entre facciones o personalidades destacadas de la burguesía
agraria de Los Realejos, que un intento de poner de ma-
nifiesto el incumplimiento de la normativa electoral o de

138
Ibídem.
139
Ibídem.

122
desenmascarar la configuración de toda la red de control
caciquil de los empleos públicos, este planteamiento se
reafirma por el hecho de que son los mismos componentes
de la burguesía agraria los peticionarios de tales nulidades.
Por otra parte, este fenómeno nos ilustra con claridad el
síndico-personero del Realejo de Abajo, don Juan Albelo
Nuño, cuando hace alusión a los verdaderos motivos por los
que el señalado Subteniente don Francisco Fernández pre-
tendía la nulidad de las elecciones celebradas en el Realejo
de Abajo en el año de 1777: «El ánimo del Subteniente don
Francisco Fernández, es bien distinto de lo que demuestran
sus expresiones, en que se deja ver tan celoso por la causa
pública. No son los intereses de ésta los que el procura, son
los suyos propios y los de sus partidarios»140.
En el resto de los municipios del Valle, Villa de La Orota-
va y Puerto de la Cruz, la conflictividad en los actos electo-
rales también está patente (véase cuadro Nº 11); no obstan-
te, en estas localidades, al estar dominadas las corporacio-
nes locales por los grandes hacendados y la burguesía co-
mercial, la burguesía agraria se manifiesta más solidaria
entre sí, y las pugnas electorales son más bien enfrenta-
mientos con los grandes propietarios o con la burguesía
comercial, que discrepancias entre componentes del grupo
burgués agrario. No obstante, la burguesía agraria de estas
localidades no se muestra tan activa como en Los Realejos,
pues aquí el sector de mayor relieve socio-económico del
grupo burgués pretendía consolidarse como grupo domina-
dor de los oficios públicos de estos lugares.
No hay que olvidar, cuando analizamos los cargos públi-
cos, el prestigio social que otorga el desempeño de estos
oficios; factor éste de vital importancia en una sociedad como
la del Antiguo Régimen, donde el honor y el prestigio personal
ocupaban un lugar preferente. Ambos factores eran especial-
mente apetecidos por la burguesía agraria, como grupo social
ascendente, ya que el prestigio social era una vía imprescin-
dible para el grupo burgués, deseoso de escalar rápidamen-

140
Ibídem.

123
te la pirámide social y fusionarse con el grupo de los gran-
des propietarios, el gran anhelo de este grupo.

CUADRO Nº 11. CONFLICTOS ELECTORALES EN EL VALLE


DE LA OROTAVA (1766-1803)
Denunciantes Causa Lugar Año
D. Miguel Clanzey, Solicitud de castigo para los Puerto de 1777
síndico-personero perturbadores de las la Cruz
elecciones locales
D. Francisco Díaz Petición de nulidad de las Pago de 1783
elecciones, por las que salió Higa (La
elegido alcalde pedáneo Orotava)
D. Antonio Martín Palenzuela
D. Diego Benítez de Pide la nulidad La Orotava 1793
Lugo, Marqués de de las elecciones locales
Celada
D. Bernado Ascanio Se opone a la elección de La Orotava 1797
D. Mateo Calzadilla y D. Juan
Bautista Hernández, D. Juan
Pedro Nepomuceno, como
diputados y síndico-personero
D. Francisco Díaz Solicita nulidad de elecciones, Pago de 1803
por no haberse citado a todo Higa (La
el pueblo y sí «a parientes, Orotava)
cuñados y compadres»
D. Antonio García Petición de nulidad de Realejo de 1785
Abreu y D. Salvador elecciones, por la que salió Arriba
Bencomo, diputados elegido alcalde real
del común D. Antonio Pérez Sanabria
D. Fco. Fernández Pide nulidad de las elecciones Realejo de 1777
Casanova por irregularidades en las Abajo
mismas
D. Antonio Sanabria Realejo de 1770
"
Arriba

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

En definitiva, parece ser que los municipios de menor en-


tidad son en los que se detenta la mayor actividad de la bur-
guesía agraria, que se erige como grupo aglutinador y mono-
polizador de los oficios públicos. La petición de nulidad de
las elecciones locales, en el año de 1777, solicitada por va-
rios vecinos del lugar de Vilaflor, encabezados por el milicia-

124
no don José Hernández Montesinos, contribuye a reafirmar
nuestro planteamiento. Dicho don José Montesinos y varios
vecinos más, señalan que:
En aquel pueblo hay dos vecinos, que parece se han
propuesto el gobernarlo siempre; unas veces siendo ellos
los oficiales públicos, y otras dirigiendo a los que lo son,
que procuran sean de su parcialidad y devoción y de ín-
dole a propósito para dejarse dominar por ellos, son el
Capitán don Lucas Feo y Antonio de Acosta. Estos dispo-
nen del nombramiento de electores en esta manera.
Hacen que el vecindario que se compone de más de 600
vecinos, se les esté por el alcalde en alta voz, al salir de
la Ermita de cada Pago; pero a los vecinos de San Miguel
son los que se valen para dicha lección por tenerlos más
a su devoción, les cita un alguacil en particular a cada
uno con la multa de 18 reales; para obligarlos a que no
dejen de concurrir141.

En los lugares de Los Realejos, del mismo modo que en


la Villa de La Orotava, como vimos anteriormente, el nepo-
tismo en torno a los oficios públicos es una de las caracte-
rísticas más sobresalientes de la burguesía agraria; aunque
la legislación sobre dichos oficios prohíbe terminantemente
que los cargos de alcalde, diputados y personeros, recaigan
entre individuos del ayuntamiento o en sus familiares que
tengan entre sí hasta un cuarto grado de parentesco. Estas
normas no se cumplen en la práctica, y constantemente un
número de familias de extracción burguesa aglutinan los
cargos de diputados, personeros y alcaldes (véase cuadro Nº
12) fundamentalmente en aquellas localidades donde los
grandes propietarios eran en su mayor parte absentistas, y
por tanto no tienen una actuación directa en la política local.
Esta situación la refleja con nitidez el mencionado subtenien-
te Fernández Casanova, vecino del Realejo de Abajo, cuando
expresa: «Salió electo alcalde para el año próximo, un cuñado
de dicho alcalde actual para cuyo logro querría no tener obs-
táculos y parece quiere que perpetúe en su casa la vara, pues

141
A.M.L.L. Signatura E-I, Nº 5.

125
el mismo lo fue ya ahora dos años, y los vocales fueron parien-
tes, compadres y ahijado»142.

CUADRO Nº 12. ALCALDES, DIPUTADOS Y PERSONEROS


DEL COMÚN, MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA
DE LOS REALEJOS Y PUERTO DE LA CRUZ (1777-1823)
Nombre Oficio Fiadores Lugar Año
Albelo Nuño, D. Juan Alcalde Real — Realejo de 1780
Abajo
" " — " 1783
Síndico-
" — " 1777
personero
Albelo Nuño,
" — " 1793
D. Antonio
" " — " 1800
Albelo Nuño, Diputado del
— " 1812
D. Miguel común
Albelo Barroso,
Alcalde Real — " 1799
D. Agustín
" " — " 1802
" Síndico- — " 1796
personero
Armas, D. Ant. Joseph Alcalde Real — Realejo 1780
de Arriba
" " — " 1782
Armas, D. Tomás Síndico- " 1794

personero
" " — " 1796
Abreu, D. Tomás Alcalde Real — " 1813
Beltrán, D. Julián Administrador D. Juan Realejo de
1786
Felipe del Pósito Albelo Nuño Abajo
Chavez Cruz, Diputado del Realejo de
— 1815
D. Isidoro común Arriba
Chavez Cruz, D. Juan Alcalde Real — " 1811
Díaz Estrada,
" — " 1809
D. Agustín
Espínola, D. Gregorio " — " 1810
" " — " 1813

142
A.M.L.L. Signatura E-I, Nº 3.

126
Nombre Oficio Fiadores Lugar Año

Espínola, D. Gonzalo Administrador Antonio Realejo 1781


Joseph del Pósito Pérez Chávez de Arriba
" Síndico-
— " 1807
personero
Estévez, D. Marcos Alcalde Real — " 1820
Síndico-
" — " 1794
personero
Diputado del Realejo
Estrada, D. Fco. — 1812
común de Abajo
Fernández Síndico- Realejo
— 1815
Vasconcelos, D. José personero de Arriba
Fernández-Ruiz
" — " 1788
Machado, D. Juan
Grijalva, D. Miguel Alcalde Real — " 1789
" " — " 1815
Síndico-
" — " 1813
personero
Puerto
Grijalva, D. Pedro Alcalde Real — —
de la Cruz
García Chaves, Síndico- Realejo
— 1796
D. Antonio personero de Arriba
González de Abreu, Diputado del
— " 1778
D. Gonzalo común
González Regalado, Síndico-
— " 1778
D. Fernando personero
González Regalado, Administrador Fco. Miguel " 1809
D. Lucas del Pósito Rodríguez
Chávez
González Chavez, Alcalde Real — " 1797
D. Antonio
García Abreu,
" — " 1790
D. Antonio
De la Guardia,
" — " 1785
D. Lucas L.
" " — " 1789
De la Guardia, Síndico-
— " 1809
D. Pablo L. personero
Herrera y Melo, Realejo
" — 1806
D. Antonio de Abajo
Martín Albelo, Diputado del
— " 1806
D. Joseph común
" Alcalde Real — " 1816

127
Nombre Oficio Fiadores Lugar Año
Martín Padrón, Diputado del Realejo 1802

D. Pedro común de Arriba

Pérez Barrios, Síndico- — Realejo 1786


D. Pedro personero de Abajo
" " — " 1815
Pérez Barrios, 1779
" — "
D. Cristóbal
" Alcalde Real — " 1770
Pérez Barrios, Síndico- 1811
— "
D. Félix personero
Perdomo, D. Vicente Alcalde Real Realejo 1823

de Arriba
Pérez Chaves, — 1780
" "
D. Antonio
Pérez Chaves, D. José " — " 1803

Perera Abreu, 1778


" — "
D. Joseph
Sanabria, D. Antonio Regidor — " 1812

Sanabria, Alcalde Real — " 1809


D. Juan Antonio
Rodríguez Barrios, Síndico- — " 1780
Gaspar personero
Rodríguez Barrios, 1806
" — "
D. José

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

A medida que se van consolidando las nuevas reformas del


régimen local la burguesía agraria de la comarca tiende a
estabilizarse perennemente en los empleos más representa-
tivos de la localidad; de ahí que haya intentos por parte de
alguna figura destacada de la burguesía agraria del Valle de
salir reelegida en un oficio público, sin dejar el hueco de dos
o tres años que exigía la ley para poder optar a la reelección.
Un ejemplo palpable de este fenómeno los tenemos en don
Antonio Sanabria, vecino del Realejo de Arriba y exponente
destacado de la burguesía local, quien pretendió salir reele-
gido como alcalde ordinario, y para ello recurrió a la Real
Audiencia arguyendo: «Que siempre que la reelección sea

128
con 24 electores es válida, además de que el declarar si es
bien o mal hecha la elección toca a la Real Audiencia, de que
hay bastantes ejemplos»143.
No obstante, la Real Audiencia declara nula dicha re-
elección, y Antonio Sanabria, temiendo ser desposeído de
su cargo, con el objeto de eludir todo tipo de notificación,
evitó, por un lado, una posible represalia por parte del co-
rregidor y, por otro, pretendió continuar en sus funciones
de alcalde ordinario. Así el alcalde del Realejo de Abajo, en
carta al alcalde mayor de La Orotava, aludió a la estrategia
de Sanabria: «Es muy posible que si Sanabria ha tenido o
tiene noticia se ocultará o quitará del medio, para que no
se le haga notificación alguna»144.
El sistema caciquil de control de las elecciones locales y
de los cargos públicos, desde la segunda mitad del siglo
XVIII, comienza a estar solidificado y arraigado en los muni-
cipios del Valle. Estas prácticas son asumidas y asimiladas
por la burguesía agraria, consciente de que para consolidar-
se como grupo social preeminente en la estructura social
del Antiguo Régimen le es necesario participar o dominar la
política municipal, a través de la cual pueden garantizar y
ampliar sus intereses socio-económicos. En definitiva, la
burguesía agraria imita a escala local el papel que secular-
mente venían ejerciendo los grandes propietarios, pues el
objetivo de la burguesía no era otro que fusionarse con este
grupo dominante.
Tanto las autoridades administrativas como las judiciales,
eran conocedoras de la realidad imperante en los municipios
insulares en materia de elecciones locales. Sin embargo, se
encontraban impotentes para erradicar y desmembrar todo
un conglomerado de intereses socio-económicos y políticos
que afloraban en los distintos actos electorales. Las impre-
siones del sustituto fiscal de la Real Audiencia son revelado-
ras en cuanto a este fenómeno se refiere:
Es necesario asimismo encargar mucho desvelo, en cuanto
al particular de las Juntas del Pueblo para nombrar elec-

143
Ibídem.
144
Ibídem.

129
tores, pues en la mayor parte suele el mal estar en estas;
ella son la clave de la elección y hay muy poca formalidad
en ellas. Es muy fácil hacer las elecciones que se requie-
ran, teniendo electores de su facción. Pues está esto en
un estado que no se puede sujetar a reglas; es menester
entregarse a la confianza de los jueces y Alcaldes, y que
los fiscales velen también sobre ellas; y sobre el número
de los vecinos que se congregan por tales juntas, y no se-
rá poco aún así detener los abusos y fraudes que se han
apoderado de este ramo145.

Todo tipo de cargos públicos fueron desempeñados por la


burguesía agraria del Valle; sin embargo, por lo que respecta
a la Villa de La Orotava, al ser declarada Villa exenta en el
año de 1648 y erigirse además como cabeza de Partido, era
necesario que al frente de la alcaldía estuviera un alcalde
mayor a su vez juez letrado, el cual ejercía jurisdicción ordi-
naria en todos los pueblos de su distrito, y sus funciones se
extendían a los gubernativo y administrativo; pues bien, las
alcaldías de La Orotava fueron ocupadas durante la segunda
mitad del XVIII por individuos foráneos pertenecientes al
cuerpo de letrados, y en su mayoría de origen peninsular, los
cuales hacían uso de la alcaldía como trampolín para acce-
der a cargos más significativos, de tal modo que con cierta
frecuencia vemos cómo los alcaldes mayores de La Orotava
pasan a ocupar el cargo de alcaldes mayores de la Isla.
Únicamente en toda la segunda mitad del siglo XVIII, un
solo individuo procedente de la burguesía agraria local acce-
de a la alcaldía mayor de La Orotava, se trata de don Manuel
Pimienta Oropesa, que ejerció dicho empleo en el año de
1772, y sería la figura de más brillante trayectoria política de
toda la burguesía agraria de la comarca durante el siglo XVIII;
estrechamente relacionado con el movimiento ilustrado,
llegaría a ser director de la Real Sociedad Económica de Ami-
gos del País, alcalde mayor de la isla y síndico-personero
general de la misma, fiscal de la Real Renta del Tabaco, y
asesor del Real Consulado Marítimo. La carrera meteórica de
este representante de la burguesía es un ejemplo clarificador
145
A.M.L.L. Signatura E-I, Nº 9.

130
del relieve social que había logrado alcanzar un sector de
este grupo agrario; a la par se constatar cómo los empleos
locales se convierten en una plataforma de lanzamiento
hacia puestos político-administrativos de alto rango.
El alcalde mayor de La Orotava, está sujeto a la autori-
dad del corregidor de La Laguna del que depende. Hasta la
segunda mitad del siglo XVIII, el alcalde mayor o teniente
corregidor, era nombrado por el corregidor; pero a partir de
1788 el nombramiento de los tenientes-corregidores es con-
siderado como una prerrogativa regia, y la carrera de alcal-
de mayor se profesionaliza y ordena como la de corregidor.
Por lo que se refiere a las funciones que estos alcaldes des-
empeñan, fundamentalmente ejerce la jurisdicción ordina-
ria en los pueblos de su distrito, y sus funciones se extien-
den igualmente a lo gubernativo y administrativo. Un requi-
sito indispensable para acceder a la alcaldía mayor, era el
de poseer el título de abogado.
La alcaldía mayor de la Villa de La Orotava, suscitó du-
rante el siglo XVIII una serie de polémicas y pugnas, tanto
entre los miembros del grupo nobiliario local, poseedores
de regidurías perpetuas en el Cabildo de La Laguna y asen-
tados en la comarca, como entre estos y la burguesía letra-
da. Así en 1762, se entabla un pleito ante la Real Audiencia
de Canarias, entre don José Brito y Gordejuela, y don Este-
ban Llarena Calderón, Marqués de Torrehermosa y Acialcá-
zar; ambos regidores perpetuos y componentes del grupo
nobiliario local. El detonante de este enfrentamiento pro-
viene a causa de la ausencia del alcalde mayor de La Orota-
va, don Ignacio Benavides; el cual nombra su sustituto en el
cargo al mencionado Marqués de Torrehermosa y Acialcá-
zar, con la consiguiente protesta de don José Brito y Gorde-
juela, al serle lesionados sus privilegios como regidor más
antiguo. Esta confrontación se encuadra dentro del mundo
de las mentalidades del Antiguo Régimen, donde los privile-
gios, el honor y el prestigio ocupan un lugar preferente, y
muy especialmente entre la clase dirigente. El estatus so-
cial no dependía en exclusiva del poderío socio-económico
del individuo, sino que también estaba en relación con la
opinión y la consideración, que la sociedad en su conjunto

131
daba al individuo en cuestión. El estatus social se convierte,
por tanto, en una de las bases en las que se apoya la jerar-
quización de la sociedad del Antiguo Régimen, de ahí que
cada miembro de la elite social esté obligado a defender su
propio prestigio o a resignarse a perderlo. Por ello, don José
Brito Gordejuela no se resigna a perder sus privilegios, argu-
yendo su condición de regidor decano y la incompatibilidad
que experimenta dicho marqués, al aglutinar a la par el car-
go de aguacil mayor, y de alcalde mayor:
Y debiendo hacerse cargo de que este caballero mar-
qués, como aguacil mayor, implica mandar como juez, y
ser mandado como aguacil mayor; a más que según el
estilo de regidor debe aceptar y jurar la diputación, y
sin esta cualidad no puede usar. Como también que di-
cho marqués está en esta Villa como transeúnte, con
ánimo fijo de retroceder a esta Isla de Canaria, a donde
tiene su casa puesta y familia146.

Por su parte, el alcalde mayor, Ignacio Benavides, expli-


ca los motivos de su resolución argumentando que:
En las ocasiones en que se hallaba el mencionado don
José Brito ocupando el primer lugar, después del juez y
otras personas de menor dignidad, a quien corresponde
consecuentemente su asiento; los cuales son diputados
del común. Síndico-personero o sustituto fiscal. Si llega-
ra en aquella ocasión a incorporarse el predicho mar-
qués, le entregaba el citado Brito, aquel preferente
asiento que ocupaba sin la más leve resistencia; de don-
de resultó la consecuencia de estimar a considerar por
más antiguo o más idóneo, al ya dicho marqués para en-
cargarle la jurisdicción, mediante a que no está en estilo
inculcar al juez las antigüedades para la inspección formal
de imperar a los concurrentes, para que justifiquen el tan
numeroso tiempo del goce de sus oficios, contentándose
con los signos externos, bajo la satisfacción en que en or-
den a lugares, dignidades o antigüedades, nadie hace rega-
lía a sus socios en lances públicos147.
146
A.M.L.L. Signatura P-34, Nº 4, 1762.
147
Ibídem.

132
Los argumentos que en su defensa plantea el alcalde
mayor de La Orotava una vez más se sitúan bajo el ángulo
de la mentalidad propia del Antiguo Régimen; donde la
jerarquización de la sociedad se aprecia en cualquier acti-
vidad pública por insignificante que ésta sea, cada esta-
mento, cada grupo social, tiene un lugar determinado en
actos públicos, corporaciones locales, iglesias, etc., reflejo
de su estatus socio-económico. No obstante, los verdaderos
motivos que movieron al mencionado alcalde Benavides
fueron radicalmente diferentes a los expuestos anterior-
mente, ya que lo que éste perseguía era contar con el apo-
yo del Marqués de Torrehermosa y Acialcázar para que su
influencia le facilitara el acceso hacia aquellos empleos
mejor remunerados y de mayor categoría social, de ahí que
don José Brito manifieste:
Es visto que dicho alcalde mayor de lo ajeno hizo causa
a dicho caballero, con daño de tercero, y contra el in-
terin sumarísimo de la posesión.
Todo esto atropella porque por mano de dicho marqués
espera pasar a nueva vara, y por compadre de sacra-
mento de su hijo y por otros148.

Tras un dilatado pleito, la Real Audiencia resolvió, por


Real Provisión de 26 de julio de 1780, mantener al
regidor más antiguo de los que residen en la Villa de La
Orotava en la posesión de ejercer la jurisdicción Real
ordinaria, por muerte, vacante, ausencia o enfermedad
del alcalde mayor, quien no podrá encargarla a otra per-
sona alguna que no sea dicho regidor más antiguo149.

Pocos años después, en 1784, las polémicas por la alcal-


día mayor de La Orotava se reavivan de nuevo. Ahora el
detonante es el nombramiento como alcalde interino de la
localidad don Guillermo Cullen y Mendoza, abogado de los
Reales Consejos, individuo perteneciente a una familia de la

148
Ibídem.
149
Ibídem.

133
burguesía comercial, que durante la segunda mitad del siglo
XVIII había inclinado sus intereses hacia el mundo agrario150.
Los regidores perpetuos que residían en la Villa de La Oro-
tava, y en especial don Felipe Machado, que ostentaba la
alcaldía por estas fechas, se oposieron rotundamente, pues
consideraban la resolución adoptada por la Real Audiencia
un menoscabo a sus privilegios, mientras que para la Real
Audiencia esta determinación iba dirigida en exclusiva con el
objeto de dotar a la jurisdicción de La Orotava, de un letra-
do, para que atendiese convenientemente las causa que se
entablaban en el Juzgado ordinario de la Villa:
Con el motivo de ser un juzgado ordinario el de la referi-
da Villa, y que por lo mismo había seguimiento de pleitos
que exigían conocimiento del derecho; se tocaba que re-
gentaba la jurisdicción por los regidores. A cada paso era
menester estarse asesorando, y que por lo común dichas
asesorías se remitían a la ciudad de La Laguna, por la es-
casez que había de abogados en dicha Villa; con atraso de
las dependencias y dispendio de las partes, en cuya virtud
intelegenciado de que esta Real Audiencia en casos seme-
jantes por igual inconvenientes, había tenido por bien en-
comendar la jurisdicción real a letrados151.

Todo el grupo de grandes propietarios orotavenses se


alió con el regidor despojado, oponiéndose y negándose
radicalmente a que don Guillermo Cullen ocupara la alcal-
día. Así el síndico-personero de La Orotava, don Francisco
Bautista Franchy manifestaba:
La colocación de don Guillermo en dicha vara, sobre mi-
rarla con repugnancia el pueblo sano de la mencionada
Villa; por no acomodarse al genio del candidato. Concu-
rre también de parte de éste el defecto de inhabilidad a
consecuencia de no habérsele admitido en la Real Cámara
de Castilla, el memorial que presentó solicitando ser
consultado en dicha vara, por carecer de los requisitos y

150
A.M.L.L. Signatura P-35, Nº 5.
151
A.M.L.L. P-35, Nº 8.

134
calidades prevenidas en la novísima Real Orden, que trata
de este asunto expedida en enero último152.

El Cabildo de La Laguna rápidamente hace suyas las rei-


vindicaciones de los regidores perpetuos asentados en la
Villa de La Orotava; de tal modo que este conflicto que
parte de un enfrentamiento estrictamente local, se trans-
forma en una polémica a más alto nivel, donde el Cabildo de
La Laguna y la Real Audiencia se enfrentan: las medidas
adoptadas por la Real Audiencia también repercutían direc-
tamente a los miembros del Cabildo lagunero, pues ellos, al
igual que los regidores perpetuos de La Orotava, conforma-
ban la clase dominante insular; y cualquier menoscabo a sus
privilegios les afectaba de una manera directa.
Para la Real Audiencia la competencia que pretendían los
regidores residentes en la Villa de La Orotava, era exclusiva-
mente para el uso del regidor-decano del ayuntamiento de La
Laguna y no para los afincados en otros lugares de la isla:
El Cabildo que ha salido a instancia, en razón de los citados
privilegios que sólo tratan del decano del Ayuntamiento re-
sidente en La Laguna; y quieren estirarlo a todos los pue-
blos de la Isla, y aún a las vacantes prolongadas, con graví-
simos perjuicios de la causa pública, ni menos dar noticia
al Tribunal, de quien regenta la jurisdicción en un pueblo
de los de primera consideración de la Islas153.

Estas divergencias por la alcaldía mayor de La Orotava, es


una constante estructural en la Villa, a lo largo de todo el
siglo XVIII, así en 1745 el regidor-decano, don Diego Martínez
Alarcón, da cuenta al Concejo, de cómo el teniente-
corregidor de la Villa de La Orotava, le había impedido ejer-
cer la jurisdicción en la misma, durante su ausencia en Vila-
flor y Granadilla; posteriormente, el 29 de agosto de 1755, el
Cabildo tomó el acuerdo de recurrir a la Audiencia de Cana-
ria, por medio del procurador mayor, por estar ejerciendo
interinamente la alcaldía mayor de la Villa el Lcdo. don

152
Ibídem.
153
A.M.L.L. Signatura P-29, Nº 21.

135
Francisco Álvarez de Ledesma en vacante, prescindiéndose del
regidor más antiguo entre los residentes en La Orotava.
En definitiva, la clase dominante local, los grandes pro-
pietarios, cuyos más elevados representantes son los regi-
dores perpetuos residentes en La Orotava, apoyada por sus
«iguales» del Cabildo de La Laguna, se resisten a perder sus
prerrogativas socio-económicas y políticas, manteniéndose
siempre en una posición monolítica, donde los intereses del
grupo primaban ante cualquier cambio por insignificante
que fuera éste.
En ocasiones, los propios alcaldes mayores de La Orotava
protagonizan una serie de altercados con el Ayuntamiento
de La Laguna; así en el año de 1795, el alcalde de La Orota-
va se opone a que el Cabildo nombre a los colectores o te-
soreros de la Santa Bula:
Siendo como es esta Villa exenta de la jurisdicción de la
ciudad de La Laguna, y de su Cabildo; y al mismo tiempo
tener su ayuntamiento con juez letrado que le presida,
aprobado y tenido por tal por S.M.; es muy justo de que
use de sus prerrogativas y facultad de excepción, y por
tanto siendo una de ellas el nombrar con independencia
del Cabildo de Laguna, tesoreros de la Santa Bula; así en
esta Villa cabeza de Partido, como en los lugares de su
jurisdicción, desde luego eligen y nombran para el pre-
sente años a don Gaspar Aponte; y por lo que respecta a
sus lugares en el Puerto de la Cruz a don Miguel Mora, en
el de San Juan de la Rambla a don Manuel Alonso del Cas-
tillo, en el arco de Arico a don Miguel Morales, en el de
Granadilla a don José García Castillo, y en el de Vilaflor a
don Salvador Rodríguez de la Sierra; quienes no se excu-
sen, aceptando bajo la multa de 20 ducados154.

Estas diferencias con el Ayuntamiento de La Laguna pa-


rece que se encuentran enmarcadas dentro de la pugna que
la elite social de La Orotava mantiene continuamente du-
rante los últimos años del siglo XVIII con el Cabildo de La
Laguna, cuyo objetivo era obtener una total independencia
de la capital; para ello cuestionan constantemente las pre-
154
A.M.L.L. Signatura B-IV, Nº 38, 1795.

136
rrogativas y privilegios del Cabildo, de ahí que los grandes
propietarios y la burguesía agraria orotavense se configuren
como portavoces de las demandas de la Villa:
El alcalde mayor de La Orotava, a consecuencia del pleito
pendiente sobre separación y total escisión de aquel par-
tido del de la capital; de mano poderosa y contra todo
derecho, mandó recoger los despachos en que se nombra
en los sobredichos colectores, y desairando manifiesta-
mente al Ayuntamiento mi parte; le despojó de una pre-
rrogativa en que se hallaba posesionado desde que ha
sido necesario nombrarse colectores. De cuya distinción
por separada que se considere La Orotava, jamás ha
usado aquel ayuntamiento hasta el presente, que intro-
duciéndose arbitrariamente esta novedad, tanto más
sospechosa, cuando no tiene otro fundamento que la vo-
luntaria abrogación de facultades155.

Los problemas con los alcaldes de La Orotava continúan


el siglo XIX, aunque con unos planteamientos diferentes
durante esta etapa. En efecto, el caso más significativo es el
de don Guillermo Tomás Cullen y Ferraz, hijo de don Gui-
llermo Cullen y Mendoza, que fue alcalde mayor de La Orota-
va en el año de 1784. Dicho don Guillermo ejerció como al-
calde de La Orotava en la última corporación constitucional
durante el año de 1823, y con la implantación de nuevo del
régimen absolutista fue objeto de la persecución y del acoso
de los nuevos mandatarios, principalmente del alcalde mayor
de La Orotava, don Martín Barón de La Oliva. A esta persecu-
ción hay que unir tanto factores de carácter personal, como
por su clara pertenencia al grupo liberal orotavense. Cullen
es acusado por Barón de La Oliva de robo al erario público de
organizador de los tumultos que aquejaron a la Villa de La
Orotava durante el Trienio Liberal en contra de las contribu-
ciones. Igualmente, se le acusa de organizar a todas las locali-
dades del Valle de La Orotava para que se opusieran a la im-
plantación del nuevo régimen, etc.

155
A.M.L.L. Signatura B-IV, Nº 39, 1795.

137
En los lugares del Realejo de Arriba y de Abajo la máxima
figura de la administración local son los alcaldes pedáneos u
ordinarios; las funciones de estos oficiales públicos se cons-
triñen únicamente al ámbito de su lugar de residencia, des-
empeñando la jurisdicción ordinaria, presidiendo la corpora-
ción municipal y atendiendo a los diputados y personeros del
común, y en unión con ellos recaudaron las contribuciones
locales, encargándose igualmente de mantener el orden pú-
blico. Este cargo público de alcalde ordinario no precisa estar
ocupado por un juez letrado, como ocurre para la alcaldía
mayor de La Orotava, de ahí que la burguesía agraria de es-
tas localidades sea la que monopolice este empleo, ya que —
como examinamos anteriormente— la burguesía agraria de
Los Realejos, como grupo social más dinámico de estos luga-
res, había ido adquiriendo paulatinamente una posición so-
cio-económica sobresaliente y fruto de este estatus era el
monopolio que año tras año ejerce este grupo en los oficios
públicos de ambas localidades (véase cuadro Nº 12); estas
características intrínsecas de la burguesía realejera vienen
marcadas fundamentalmente por el carácter absentista de
los grandes propietarios de la zona.
En efecto, los empleos públicos durante este período se
convirtieron en coto cerrado de un número reducido de
familias pertenecientes en su mayoría a la burguesía agraria
local. De tal modo que si analizamos con detenimiento
quiénes son los individuos que disfrutan de los oficios públi-
cos, vemos que el nepotismo se alza como el factor más
destacado. Así, y por lo que se refiere al Realejo de Abajo,
vemos cómo don Cristóbal Pérez Barrios, y sus hijos don Pe-
dro y don Félix, se suceden en el desempeño de diversos
cargos públicos a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII,
y en los primeros años del siglo XIX (véase cuadro Nº 12);
junto con los Pérez Barrios, la familia Albelo Nuño se turna-
rá en los empleos locales, de ahí que don Agustín Albelo fue-
ra alcalde de dicho lugar en 1799 y 1802 y síndico-personero
en 1796; don Juan Albelo Nuño, síndico-personero en 1788 y
alcalde en 1780 y 1783; don Miguel Albelo síndico-personero
en 1812, etc. Algunos individuos de estas familias burguesas
desempeñaron una gran actividad en la política insular,

138
siendo el caso más destacado el de don Félix Pérez Barrios,
abogado de Los Reales Consejos, miembro de la Real Socie-
dad Económica de Amigos del País de La Laguna, auditor de
guerra y componente de la Junta Suprema.
Los alcaldes ordinarios utilizaban a veces toda una varie-
dad de medidas coactivas contra aquellos individuos que no
acataran sus indicaciones, o que simplemente fueran sus
enemigos personales. Esta actitud de algunas autoridades
locales es fiel reflejo del caciquismo imperante en estos
lugares lejanos de la capital de la Isla. Aunque la información
sobre este tema no es muy abundante, disponemos de algu-
nos ejemplos que nos pueden ilustrar sobre la acción coti-
diana de los alcaldes ordinarios; el documento en cuestión
nos revela la presión y violencia que don Juan Albelo Nuño,
individuo destacado de la burguesía agraria del Realejo de
Abajo, ejerce sobre don Miguel Yanes de la Cámara:
Acontece que habiendo elegido de alcalde en el citado
Realejo de Abajo a don Juan Albelo Nuño en el año pa-
sado de 1780, este tomó tan a cargo al referido su mari-
do. Lo primero que hallándose en cierta comisión en
aquel entonces para remitir a la ciudad de La Laguna a
algunos testigos presentados en cierta sumaria, que por
providencia a la Real Audiencia se practicaba en dicha
ciudad, siendo uno de los testigos presentados el dicho
su marido; porque a causa de la lluvia no fue en la hora
que le señaló a dar dicha declaración le aprestó en la
cárcel pública, poniéndole en el cepo; valiéndose para
ello hasta el impartimiento de auxilio. Lo segundo, fue
de otros pasajes, que si era de noche a horas prohibidas,
poco antes o después viniendo el dicho su marido para su
casa, las más veces de las asistencia de sus enfermos que
estaban a su cuidado; sin más motivo le atropellaba y
procuraba prenderle, como alguna vez lo ejecutó, y por
estas ostigaciones, se vio precisado a largar del lugar156.

Por lo que respecta al Puerto de la Cruz, aunque depen-


día política y administrativamente de La Orotava, esta po-
blación estaba dotada de una alcaldía ordinaria, a la cual en
156
A.H.P.T. Legajo 3.473, 1783.

139
principio sólo podía acceder el grupo nobiliario de la Villa de
La Orotava. Esta prerrogativa de la nobleza orotavense sobre
la alcaldía portuense data del año de 1648, fecha en que La
Orotava se erige como Villa exenta. Por ello, en una de las
cláusulas de la Real Cédula por la que se concede el título de
Villa a La Orotava, se especifica como condición indispensa-
ble para ser alcalde del Puerto de la Cruz que:
La persona que fuese elegida en dicho oficio, haya de
ser Caballero hijodalgo notorio, vecino y natural de di-
cho lugar de La Orotava, y de los demás lugares de dicho
beneficio y distrito de Taoro (...) y se le entregue por
inventario toda la artillería, plataformas y demás muni-
ciones y pertrechos, que allí están para la defensa de
aquella costa; encargando el cuidado, conservación y
aumento de dichas fortificaciones157.

Como se ha observado en la cita anterior a la condición


de alcalde pedáneo iba unida la de gobernador de armas de
los castillos y fortalezas ubicadas en dicho puerto. Esta
amplitud de funciones trajo consigo una variedad de inci-
dencias que se acentuaron especialmente en la primera
mitad del siglo XVIII; así en 1707, el comandante general
don Agustín Robles, nombra como gobernador de armas del
Puerto de La Orotava a don Marcos de Castro Bethencourt,
coronel del regimiento de Icod. El grupo nobiliario de La
Orotava consideró este nombramiento como una usurpación
a su facultad de elegir gobernadores de armas y alcaldes
pedáneos del Puerto. Por ello recurre a la Corte enviando a
uno de sus miembros, don Juan Francisco de Franchy; de-
cretando finalmente el Concejo de Castilla que se mantu-
viese a La Orotava en sus privilegios. Paralelamente a esta
polémica, por estas mismas fechas, surgió otro conflicto,
igualmente alentado por el comandante general Robles cuyo
objetivo era presionar a los habitantes de La Orotava para
que se hicieran cargo de la reparación y mejora de las forti-
ficaciones costeras de su jurisdicción. La Orotava se opone a

157
A.M.O. «Real Cédula por la que se le concede a La Orotava el título de
Villa exenta».

140
seguir costeando el mantenimiento de dichas fortificaciones,
alegando que esto era misión del Cabildo por cuanto «este
poseía en la misma Orotava, en calidad de propios comuna-
les, las dehesas de Taoro, que redituaban unos mil escudos
anuales; y que la misma Villa quería reservar sus propios
recursos para la construcción de una cárcel, de la cual ca-
recía enteramente»158.
Tras sucesivos conflictos entre el grupo nobiliario y el Ca-
bildo de La Laguna, en 1730 se llegó a un acuerdo entre am-
bos contendientes, por el cual la Villa de La Orotava renun-
ciaba a sus seculares reivindicaciones sobre las dehesas de su
jurisdicción y en contrapartida la Villa quedaba exenta de
contribuir a las fortificaciones de su inmediato Puerto159.
En el transcurso de todos estos conflictos había un deseo
de los habitantes del Puerto por nombrar a su alcalde, sin
para ello tener que depender de La Orotava. En la Real Cédu-
la de 1709, en la que se confirman los privilegios de La Oro-
tava sobre la alcaldía del Puerto, se hace claramente alusión
a la pretensión de los habitantes del Puerto: «Se excuse la
pretensión introducida por parte del Puerto de La Orotava, a
fin de quedar exento del nombramiento de alcalde que hace la
Villa en vecino suyo; por tener también inconveniente y ser en
prejuicio de los privilegios de la Villa».
Sin embargo, a pesar de que el Consejo de Castilla rati-
fica los privilegios de la aristocracia orotavense; en 1727,
La Orotava abandona sus privilegios sobre la alcaldía del
Puerto, al ser elegido en dicho empleo don José Machado
Espínola y Lugo, individuo que contradecía a la nobleza
orotavense por «suponer faltarle la cualidad de hidalgo
notorio que requiere la Real Cédula»160, de tal modo que
«nunca más pensaron en el privilegio, antes bien, meditaron

158
A.M.O. Ibídem. Sobre este aspecto véase también, MARTÍNEZ SÁNCHEZ,
J. J.: «La Orotava: ‘lugar’ y ‘villa’», I.N.B. de La Orotava, Seminario de
Geografía e Historia.
DARIAS PADRÓN, D.: «El origen de la Villa de La Orotava y de su Puerto»,
Revista de Historia Canaria, 1928.
159
Ibídem.
160
Ibídem. Véase: ARBELO GARCÍA, A.: 1995, op. cit. y ÁLVAREZ RIXO, J.
A.: Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava (1701-1872), introducción
de Mª Teresa Noreña Salto, Santa Cruz de Tenerife, 1994, pp. 40-42.

141
de veras un desprecio; habiéndolo de otra contingencia
como la pasada, que creyeron en desdoro de ser castellano,
a el que fuese alcalde de él»161.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, los empleos pú-
blicos del Puerto de la Cruz estarán acaparados por la bur-
guesía comercial portuense, grupo social que se había ido
conformando paulatinamente, como uno de los grupos más
poderosos del Valle, desde una perspectiva social y econó-
mica; a este auge de la burguesía comercial había contri-
buido en gran parte la reactivación económica que se expe-
rimenta en el Valle a finales del siglo XVIII y primeros años
del siglo XIX, como consecuencia directa del bloqueo napo-
leónico, dando lugar a una coyuntura alcista para la pro-
ducción insular, principalmente vino y barrilla. Fruto de su
poderío socio-económico, la burguesía comercial intenta
desprenderse de la tutela a la que está sometida por parte
de la Villa de La Orotava, iniciando para ello diversas ges-
tiones en el Cabildo y en la Real Audiencia; así, y como
primer paso a sus reivindicaciones autonomistas, en 1808
solicitan que se le amplíen las facultades jurídicas a su al-
calde pedáneo, de tal modo que éste tenga jurisdicción
ordinaria en todo género de causas, o por lo menos en las
civiles hasta la cantidad de 500 pesos162. No obstante, sus
demandas son rechazadas por el Cabildo lagunero y habrá
que esperar al nuevo régimen local que surja de las Cortes
de Cádiz para que el Puerto de la Cruz se considere como
un municipio autónomo, con una burguesía comercial que
ostentará el liderazgo de este municipio, y que poco a poco
se fusionará con los grandes propietarios agrarios, ennoble-
ciéndose y desviando sus actividades hacia el mundo agrario.
En definitiva, la reforma del régimen local realizada por
los ilustrados, durante el reinado de Carlos III, permitió el
acceso efectivo y definitivo de la burguesía agraria al poder
político local. Sin embargo, este proceso se llevó a cabo con
unas peculiaridades propias en cada una de las distintas
localidades del Valle de La Orotava. Así, en la Villa de La
Orotava, la burguesía agraria comparte los empleos públicos
161
Ibídem.
162
Ibídem.

142
con los grandes propietarios; no obstante, ello supuso ate-
nuar el papel de grupo dominante que venía ejerciendo el
grupo nobiliario local secularmente; por el contrario, las
actividades políticas de la burguesía siempre estuvieron su-
peditadas a los intereses de los grandes propietarios.
Por lo que se refiere a los lugares de Los Realejos, la
burguesía agraria es prácticamente la monopolizadora de la
vida municipal local, a consecuencia del elevado absentismo
de los grandes propietarios agrarios. En cuanto al Puerto de
la Cruz, hay que señalar que la presencia de la burguesía
agraria en este municipio es muy débil. No hay que olvidar
que se trata de un municipio eminentemente comercial, de
ahí se deriva que la burguesía comercial, en su mayoría de
origen extranjero, sea el grupo que domine la vida política
local; y es precisamente durante el período que nosotros
estudiamos, cuando la burguesía comercial portuense se
conforma como uno de los grupos sociales más poderosos del
Valle, junto con el grupo nobiliario orotavense, con el que se
irá fusionando paulatinamente.
La burguesía agraria del Valle para consolidarse en el
gobierno de los municipios instaura toda una red caciquil de
control de los oficios públicos en torno a un núcleo reducido
de familias burguesas; y el exponente más claro de este
sistema caciquil son los distintos conflictos electorales que
acontecen a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, y
donde se pone de manifiesto con toda nitidez, las argucias y
coacciones empleadas por la burguesía agraria para eterni-
zarse en los empleos públicos. Este grupo social ascendente
rápidamente fue atraído por el espíritu aristocrático de las
entidades locales, despojándose del carácter representativo
que en un municipio estos oficios de diputados y personeros
del común tenían. El propio Viera y Clavijo se percató de
este fenómeno afirmando:
El nuevo establecimiento de diputados y personeros del
común, se había dado principio a el en 1766, y se espe-
raba que sin duda cederían en aumento, paz y felicidad
de las repúblicas, las rectas intenciones con que el Con-
cejo se determinó crear unos ayuntamientos vigorosos;
cuyo gobierno mixto de aristocrático y democrático, esto

143
es de nobleza y el pueblo, templase el corrompido poder
de los regidores y corrigiese los abusos de la ad-
ministración. Pero por desgracia, no fue así en nuestras
islas. Los primeros ímpetus de la potestad tribunicia se
ciñeron a etiquetas de tratamiento, de asiento, de ma-
nejo, de voz y voto. Seguros de la protección, elevados
súbitamente al nivel de los patricios más linajudos y an-
siosos de vindicar la parte de gobierno económico, de
que habían estado excluidos con justicia, no arreglaron
siempre su celo por lo que era puramente bien común.
Así los consistorios acabaron de perder la elasticidad,
reinó la confusión en Canarias163.

La reforma ilustrada de la organización municipal, mar-


ginó al elemento popular propiamente dicho, de toda parti-
cipación en el gobierno local; y a la par consolidó a la bur-
guesía agraria en los empleos públicos, pues esta reforma de
las corporaciones municipales iba encaminada dentro de la
mentalidad típicamente burguesa, ya que lo que se buscaba
era un «aburguesamiento» de la nobleza, de tal modo que
la creación de los diputados y personeros del común fuese
concebido como un instrumento político para la propaga-
ción de las ideas de «las Luces».

163
VIERA Y CLAVIJO, J.: 1978, op. cit., p. 180.

144
EL PAPEL DE LA BURGUESÍA AGRARIA
EN LA PUGNA POR LA MUNICIPALIZACIÓN DE
LAS AGUAS DEL HEREDAMIENTO DE LA OROTAVA

Los grandes beneficiados del repartimiento de tierras en


el Valle de La Orotava, tras el proceso de conquista y colo-
nización insular, serán asimismo los que aglutinarán en sus
manos la totalidad de las agua del lugar, ya que en las datas
o repartimientos para la colonización de Canarias no suele
concederse el agua por separado, sino con la tierra como
algo accesorio164. El dominio socio-económico que ejercen
los conquistadores y sus descendientes en La Orotava le
permitirán monopolizar la mayoría de los caudales acuífe-
ros; de ahí que el cronista orotavense, Francisco Mª de León
señale con respecto el agua de La Orotava:
Ella ha sido siempre, a pesar de los medios del pueblo,
el patrimonio de los descendientes de los primeros agra-
ciados en el repartimiento de los terrenos; y, aunque
posteriormente a otro primer repartimiento, hizo otras
datas el Adelantado Alonso Fernández de Lugo; sin em-
bargo más poderosos y hechos los magnates del pueblo,
por la única razón de ser sus tierras de mejor calidad,
ellos supieron triunfar de sus convecinos, alzándose con
el dominio exclusivo de las aguas, y aprovechándose
bien de la falta de espíritu público, bien de la falta de
medios que tuvieron sus contrarios para seguir un asunto
de tanto interés165.

164
PERAZA DE AYALA, J.: «El Heredamiento de aguas de La Orotava» (Notas
y Documentos para un estudio histórico jurídico de las aguas en Canarias),
en Estudios de Derecho Administrativo especial canario, Tomo III, Semina-
rio de Derecho Administrativo de la Universidad de La Laguna, Aula de
Cultura del Cabildo Insular de Tenerife, 1969.
165
DE LEÓN, F. M.: «Informe a la Junta de Comercio de esta provincia,
sobre varios particulares relativos a la mejora de su comercio y agricultu-
ra, que preguntó el Sr. Comisionado Regio don Manuel Genaro Villota, en
su Oficio de 26 de junio de 1844». B.M.T.

145
Estos grandes propietarios de tierras y aguas se agrupa-
ron y constituyeron desde los inicios de la colonización de
las tierras de Valle de Taoro, el Heredamiento de las Aguas
del Río de La Orotava, el cual se regirá con unas ordenanzas
propias y privativas, dotado también de un alcalde de aguas
cuya función era la conservación de la acequia y canales de
agua del Río, disponiendo las reparaciones y obras conve-
nientes, siendo además juez competente en materia de
aguas, con facultad de sentencia y condena a los infractores
de las ordenanzas. Por lo tanto, en materia de aguas, el al-
calde de este ramo disponía de poderes y competencias su-
periores a la justicia ordinaria o alcalde mayor, lo que trajo
consigo una serie de enfrentamientos entre ambos cargos,
iniciados fundamentalmente durante el siglo XVIII. Enfrenta-
mientos que ponen de relieve la oposición de los alcaldes
mayores a las funciones judiciales de los alcaldes de aguas.
La primera Real Provisión sobre la materia fue dictada a
8 de octubre de 1732, accediendo a lo pedido por el Mar-
qués de Celada, don Diego Benítez de Lugo y Vergara, al-
calde de las aguas; resolución por la que se mandaba a li-
brar despacho para que no se impidiera ni se embarazase al
mentado Don Diego en el uso y ejercicio de su jurisdicción
«sin que el teniente ni otra justicia se entrometa en el co-
nocimiento de las causas pertenecientes al alcalde de
aguas». Los conflictos entre estas dos alcaldías se sucede-
rán constantemente a lo largo del siglo XVIII166, siendo ga-

166
«En 1764, por haber admitido el alcalde mayor de La Orotava un escrito
de los vecinos Miguel Pacheco, Juan Pinto y Miguel Barranco, en que for-
mulaban una queja en contra del alcalde de aguas don Francisco Bautista
de Lugo y Saavedra, Señor de Fuerteventura, estando sometidos aquellos a
causa por usurpación de aguas, acudió este a la Audiencia y este Tribunal
por auto de 17 de noviembre de 1764, notificado en La Orotava el 4 de
Diciembre inmediato, mandó que se le remitieran las diligencias practica-
das y que el alcalde mayor se abstuviese de perturbar al repetido don
Francisco Bautista en la jurisdicción que ejercía, bajo pena de veinte
ducados y diez mil maravedíes aplicados en la forma ordinaria; especial-
mente si no se cumpliese por la indicada alcaldía mayor, y no se atendiera
al requerimiento de notificación. En 1793, el Marqués del Sauzal acudió a
la, justicia ordinaria porque al limpiar el estanque por el de los Sanmartí-
nez le tiraba basura o entullo en su hacienda, a la cual decía, intentaban
imponerle tal servidumbre. Por otra parte, también se había formulado

146
nados reiteradamente por los adulados, hasta el remate
definitivo del asunto con la Real Provisión ejecutoria de la
Audiencia de Canarias, expedida el 14 de diciembre de
1835, a favor de los alcaldes de el Río, cuando ya tocaba a
su fin la existencia de tales jurisdicciones privativas167.
Sin embargo, no sólo los alcaldes mayores de La Orotava
se oponían a las funciones judiciales de los adulados, nom-
bre con el que se conocía igualmente a los componentes del
Heredamiento; también algunos miembros de la burguesía
agraria manifestaban su oposición tajante a las prerrogati-
vas y privilegios del Heredamiento.
La postura de la burguesía local sobre el Heredamiento y
sus prerrogativas queda claramente reflejada en el pleito
que sostiene don Juan Gualberto Hernández, uno de los más
sobresalientes miembros de la burguesía agraria, y a la par
encarnizado enemigo de los adulados, contra don Bernardo
Ascanio y Molina, alcalde de aguas, al ser acusado el prime-

reclamación ante el alcalde mayor por el secuestrador de los bienes del


vínculo fundado por Luis Rizo en razón a haberse tratado de quitar por el
alcalde de el Río el paso del agua por dentro de una viña de dicho secues-
tro, a pesar que desde antiguo se hallaba la heredad recibiendo el agua
por ella, lo que constituía, según el secuestrador, un despojo al ser privado
de dicho beneficio. El alcalde mayor admitió ambas reclamaciones por
estimar que era asunto de su competencia y que el alcalde de aguas úni-
camente le cumplía el cerrar para que no se cometiese hurtos de agua,
distribuir las mismas y tener los acueductos en buen estado. Pero don
Bernardo Ascanio y Llarena, a la sazón alcalde de El Río, acudio a la Au-
diencia y este Tribunal, por auto de 2 de julio del mencionado año, mandó
que la justicia ordinaria se abstuviera de perturbarle en el conocimiento
de los asuntos de su jurisdicción privativa, guardando las Provisiones de los
años de 1732, 1762 y 1764, y que se remitiese lo actuado. No cumplió el
alcalde mayor con lo dispuesto por lo que fue conminado a ejecutar lo
referido en 8 de agosto, bajo multa de diez mil maravedís. Otro de los
cargos que se hicieron al alcalde mayor, en la ocasión de que hablamos,
fue que estando tendida el agua por las calles y empezada una atarjea en
la de Santo Domingo ordenó que se suspendiera el trabajo, bajo multa de
veinte ducados a los oficiales y peones. La Audiencia resolvió en forma
definitiva a favor de don Bernardo de Ascanio el 3 de diciembre del repar-
tido y previo al alcalde mayor que en lo sucesivo en casos de competencia
con otros jueces se abstenga de mandar por autos y decretos y use de
oficios atentos según está prevenido en las Reales Cédulas». PERAZA DE
AYALA, J.: 1969, op. cit., pp. 62-66.
167
Ibídem.

147
ro de robar las aguas del Heredamiento por medio de sus
criados, para regar unos sitios de su propiedad.
Dicho don Juan Gualberto se opone con rotundidad a hacer
efectivo el pago de la multa que le fue impuesta, negándole la
autoridad al citado don Bernardo Ascanio, pues éste:
No puede ni debe ejercer la alcaldía de aguas, por
cuando esta, según el artículo 1º de las ordenanzas debe
recaer entre los propietarios de terrenos de riego, y no
ser Ud. en este caso; sino de ser inmediato en la suce-
sión de ellos168.

Por otro lado, los abusos o extralimitaciones que cometen


los alcaldes de aguas en el ejercicio de sus funciones judicia-
les, también son mencionados por don Juan Gualberto:
La constitución del ramo del agua, hace intolerable el
abuso que ya tantos tiempos ha, se ha sentado desgra-
ciadamente en la Villa de La Orotava; y exigen el que
despertando sus vecinos de la apatía en que siempre han
estado sobre este particular, procuren remediar tan in-
tolerables vejaciones disfrazadas con el nombre de
cumplimiento de las ordenanzas. Que han sido una de
las causas más poderosas del atraso de un pueblo, a
quien sin utilidad suya, ni al general erario, ni aún del
aumento de las mismas aguas, se le han sacado cuantio-
sas sumas de dinero (...) Basta solo tener sentido común,
para conocer que es monstruoso e ilegal la denegación de
audiencia y la condenación, sin ella de cualquier reo, por
más enorme y más probado que sea su delito, y es bien
sabido, que no hay un solo caso (...) No hay como he di-
cho un solo caso en nuestra ilustrada legislación española
ni en ninguna de las legislaciones de las naciones cultas;
donde se rechase la audiencia del reo; monstruosidad que
parece estar reservada al despotismo de los Bajais del
imperio otomano; Y será posible que en medio de la na-
ción española, haya de haber un juzgado particular, que
olvidándose de los principios del dueño natural y positivo
incube una monstruosidad semejante169.

168
A.H.L.O. Legajo 3º. Expediente Nº 66, sin foliar.
169
Ibídem.

148
Como podemos ver en los párrafos anteriormente seña-
lados, que por su importancia y significado hemos trascrito
integralmente, en boca de don Juan Gualberto se plasma la
concepción que un sector de la burguesía agraria orota-
vense sobre las funciones judiciales excepcionales que ejer-
cen los adulados, a las cuales tilda de «monstruosas».
La exposición de don Juan Gualberto culmina reivindi-
cando la propiedad común de las aguas, y calificando a los
poseedores del Heredamiento como meros usurpadores de
las aguas; punto de vista defendido por un sector de la bur-
guesía agraria orotavense y que tendrá su máxima expresión
en los distintos ayuntamientos constitucionales que surgirán
en las Cortes de Cádiz, donde la burguesía agraria local
ejercerá cierto control sobre la vida municipal; pero de
todo ello hablaremos con mayor amplitud posteriormente.
Así el citado don Juan Gualberto manifiesta:
Quizá llegará un día que tenga un término, cuando se
haga ver, que sólo la usurpación ha dado margen al es-
tablecimiento de la cofradía de los adulados, a quien
vmd. debe su nombramiento; y que tanto ha sabido
aprovecharse de la miseria de los pobres colonos que
hay, atreviéndose a regar algunos surcos de papas o de
millo en los terrenos colindantes con el Río de La Orota-
va, río cuya parte principal de sus aguas pertenece indu-
dablemente al pueblo, como que es bien común, y sabido
desde que estas noticias han dejado de ser un misterio
vinculado en los descendientes de ciertas familias170.

Los robos de aguas son frecuentes, a pesar del rigor con


que actúan los adulados. La mayor parte de estos robos se
localizan en la Villa de Arriba o Farrobo, ya que es precisa-
mente en esta zona donde habita una parte del campesina-
do poseedor de pequeñas parcelas o bien como medianeros
o arrendatarios:
Los dueños, arrendatarios y colonos de los terrenos si-
tuados en lo alto de esta villa, con escándalo han usur-
pado el agua del riego, para invertirla en sus propiedades;

170
Ibídem.

149
en tanto grado que ha habido días, que los estanques no
se han abierto171.

Sin embargo, en la Villa de Abajo los robos suelen ser


menores, ya que en esta zona habitan los grandes propieta-
rios de la villa, y por otra parte es aquí donde se ubican los
grandes mayorazgos de la oligarquía agraria.
En ocasiones, los componentes del Heredamiento se ven
en serias dificultades para hacer valer su autoridad, princi-
palmente sobre aquellos individuos sujetos a jurisdicciones
militares. De ahí que don Bernardo Ascanio y Llarena, ca-
pitán de los Reales Ejércitos y alcalde de las aguas del Río
de La Orotava, señalara:
El uso y la costumbre que ha habido hasta aquí de que
los señores Alcaldes de aguas conocen privativamente de
todos los asuntos pertenecientes a sus robos y denuncia
de incidencias, poniendo en prisión; cuando es necesario
a los paisanos robadores de ella en la cárcel de este
pueblo; y para los milicianos se pasa recado por medio
de los mismos fieles en nombre del alcalde actual, para
que se mande al Sr. Coronel un cabo o un sargento que
los ponga en el cuartel todas las veces que estos han de-
linquido en los dhos. robos, sin ser preciso formarles
sumario, ni a unos ni a otros, y asimismo por ser muy
frecuentes hacer los dichos robos en los días de calor,
muchas personas de las referidas, a quienes por lo co-
mún, si le hacen pagar el valor de las aguas, y que sólo
se les pone en prisión cuando reinciden en ello; dejando
a los dueños sin riego alguno de sus Haciendas (...) Co-
mo habiendo dado cuenta a su merced de que cinco mi-
licianos estaban comprendidos en los expresados robos.
Llevaron dichos fieles una carta de oficio del alcalde ac-
tual, para que el expresado coronel de este regimiento
los prendiese en el día once del presente; y que en el
catorce por la mañana les dio libertad, sacándolos del
cuartel, sin cambiar un recado al dicho Sr. alcalde, ni
haberle respondido a su primera carta, y que habiendo
puesto presos a tres de los dichos milicianos, reservó a

171
A.H.L.O. Legajo Nº 3, sin foliar.

150
Josef Tavío y a Francisco Gil, sin ponerlos a la prisión
hasta ahora172.

En definitiva, por lo analizado hasta el momento se puede


apreciar con nitidez como en la Villa de La Orotava existía un
clima generalizado de oposición a los privilegios de los adu-
lados, por parte de todos aquellos sectores que se veían mar-
ginados del líquido elemento, de vital importancia en una
sociedad fuertemente agrarizada como la orotavense. Será
un sector la burguesía agraria, el de mayor dinamismo y con
más ansias de ascenso social, el que protagonice la pugna por
desmoronar los privilegios seculares y el que opte por una
municipalización de los recursos acuíferos de la Villa.
En efecto, la inauguración del régimen constitucional
que surge de las Cortes de Cádiz y el establecimiento de las
nuevas facultades políticas que posibilitan el modelo gadi-
tano traen consigo la existencia de bandos o facciones que
presentan intereses contrapuestos, permitiendo asimismo la
existencia de múltiples coacciones en una población en su
mayoría dependiente que debe elegir quienes le represen-
ten. Las elecciones del sistema gaditano van a consagrar a
las elites sociales, oligarquía y burguesía comercial y agra-
ria, en el poder, marginando a las clases trabajadoras del
proceso político. Los dos bandos o facciones que en la Villa
de La Orotava pugnan por el triunfo de sus posiciones socio-
políticas son la vieja oligarquía y la burguesía agraria as-
cendente. Ambas defienden el mismo modelo de sociedad y
ambas están dispuestas a marginar a las clases trabajadoras
del proceso político a toda costa.
El liberalismo, tiene como máxima la sacralización de la
propiedad privada, pero ese derecho a la propiedad es ambi-
valente: «Significa el derecho a acceder a la propiedad, pero
también la obligación de respetarla. Luego, teóricamente,
desaparece la posibilidad de ordenar transferencias masivas

172
A.H.L.O. «Testimonio de unas deligencias obradas por el alcalde de
aguas de esta Villa, sobre unos oficios a Ios Sres. coroneles del Regimiento
de La Orotava, para la prisión de unos reos que robaron las aguas».

151
de bienes»173. Por tales circunstancias, la vieja oli-garquía
tendrá plenamente garantizada la posesión de sus tierras, y
el arrendatario dependerá más que nunca de la voluntad del
propietario. Es el régimen liberal el que se erige como defen-
sor de tal sistema social. De ahí que hasta los derechos de
pasto eran cuestionados y los campesinos sin tierra se con-
vierten en vagos improductivos, que sólo tienen como única
salida la emigración a América. Y es que, «no se contentan
los liberales con proteger la propiedad individual contra
cualquier transgresión, sino que en algunos casos, hasta am-
plían las prerrogativas del propietario»174.
El ahínco que se pone en tal defensa por parte de los
constitucionalistas lleva a los campesinos a alejarse defini-
tivamente de una ideología que refuerza la propiedad de la
aristocracia y su poder socio-económico.
Marginados los sectores sociales inferiores del proceso
político, la pugna electoral en La Orotava quedó reducida a
dos grupos o facciones con intereses socio-económicos con-
cretos. Por un lado, la oligarquía agraria tradicional, que
quería a toda costa mantener intactos sus privilegios, y, por
otro lado, la burguesía agraria, que reclamaba para sí el
disfrute de recursos naturales que, como el agua, hasta
entonces habían sido de uso exclusivo de la primera.
Las diferencias socio-políticas entre ambas facciones ra-
dican en la forma en que entendían el «feudalismo». Las
dos estaban de acuerdo en el respeto a la propiedad priva-
da de la tierra, pero, como señala un testigo presencial de
las pugnas parlamentarias que se entablaron en las Cortes
gaditanas, el Conde de Toreno:
El interés bien entendido del Estado no consiste preci-
samente en que las fincas pertenezcan a uno u otro in-
dividuo, sino que se reditúen y prosperen, para lo que
nada conduce tanto como el disfrute pacífico y sosegado
de la propiedad. Los sabidos y cuerdos representantes

173
AYMES, J. R.: La guerra de la Independencia en España (1808-1814),
Madrid, 1974, p. 97.
174
Ibídem.

152
de una nación huyen en materias tales de escudriñar en
lo pasado; proveen para el porvenir175.

Ambos bandos estaban de acuerdo en la supresión de los


privilegios feudales y el predominio de la propiedad privada,
les separaba lo que entendían por «feudalismo». De ahí la
enorme discusión que en la Villa de La Orotava se sostuvo del
Decreto de 6 de agosto de 1811, que consideraba abolidos:
Los señoríos jurisdiccionales, los dictados de vasallo y
vasallaje, y la prestaciones así reales como personales
del mismo origen; dejábanse a sus dueños los señoríos
territoriales y solariegos en las clases de los demás de-
rechos de propiedad particular, excepto en determina-
dos casos y se destruían los privilegios llamados ex-
clusivos, privativos y prohibitivos176.

El tema central era, pues, si el Heredamiento de aguas


del Río de La Orotava era o no un privilegio feudal. Para la
burguesía agraria, postergada del disfrute de tal recurso,
estaba claro que era una auténtica usurpación. Su triunfo
en las elecciones municipales de 1813, que llevaron a la
alcaldía al aristócrata ilustrado y no partícipe en la citada
dula, don José Bethencourt y Castro, destacado arquitecto
y hermano de Agustín, el famoso ingeniero portuense que
trabajó para el Zar de Rusia, y don Juan Antonio de Paz,
sobresaliente miembro de la burguesía agraria, supuso el
intento de municipalizar las aguas.
El síndico-personero del primer ayuntamiento constitu-
cional de La Orotava, don Juan Pedro Nepomuceno, procu-
rador y miembro de la burguesía agraria, se erige en defen-
sor de esa posición y pide a la corporación municipal que:
Pedro Benítez de Lugo, alcalde de aguas del Río de la vi-
lla, cese en la intervención y gobierno que hasta ahora ha
tenido de las aguas, presentando en este ayuntamiento
los libros y deudas papeles pertenecientes a las ex-

175
QUEIPO DE LLANO, J. M. (Conde de Toreno): La Guerra de la Indepen-
dencia. La derrota de Napoleón, Barcelona, 1976, p. 21.
176
Ibídem, p. 24.

153
presadas aguas, encargando el cuidado de las citadas, pa-
ra que se guarde el debido orden de los riegos, no falte
para el abasto y molinos y que no se cometan usurpacio-
nes, dando parte de cualquier novedad que se haga en el
particular a los señores regidores Antonio Benítez de Pon-
te y Martín González del Castillo y se elije por depositario
de éste al señor regidor Francisco Calzadilla y Ossorio, en
que entrarán los ingresos de su pertenencia»177.

Las razones que servían de argumento justificativo al


síndico-personero don Juan Pedro Nepomuceno, partían de
la base de que:
Los adulados no habían sido poseedores de estas aguas
con justo título, desde la conquista de este pueblo, ni
menos dueños de ellas, pues su posesión ha consistido
en una verdadera usurpación y despojo; conocido al ve-
cindario, supuesto que por derecho común son estas
aguas del libre uso del pueblo, además de que se harta
constar como sus vecinos las sacaron y condujeron a es-
ta villa, a su propia casa desde que se formó el vecinda-
rio, y que careciendo de medios para conducir sus atar-
jeas o acueductos lo hizo fabricar el Cabildo que se titu-
laba a costa de los Propios, lo que no harta si estas
aguas fueran de particulares178.

La posición que defiende Nepomuceno se fundamenta


jurídicamente en el Decreto de 6 de agosto de 1811 que,
según él:
Deseando mover los obstáculos que han impedido remo-
ver el buen régimen, aumento de la población y prospe-
ridad de la Monarquía Española abolió los privilegios ex-
clusivos y privativos, mandando que Ios montes y apro-
vechamientos de agua, quedasen al libre uso de los pue-
blos con arreglo al derecho común179.

177
A.H.L.O. Legajo 4, Nº 71.
178
Ibídem.
179
Ibídem.

154
La cuestión estriba, pues, en dilucidar si tiene validez lo
que la burguesía agraria considera una usurpación feudal, al
plantear que el Heredamiento de aguas del Río de la Villa,
es de dominio exclusivo de una oligarquía que disfruta, por
sí misma, controla y hasta imparte justicia sobre las aguas,
bajo la figura jurídica del alcalde de aguas, elegido entre
los partícipes de aquella institución y con potestad en la
materia superior al antiguo alcalde mayor o justicia de la
villa e incluso que el propio Cabildo lagunero.
Esta interpretación de la ley ampliaba el límite de lo que
se consideraba feudal, no sólo a los señoríos jurisdiccionales
con rasgos privativos, sino también a todas las jurisdicciones
con rasgos privativos, mientras la oligarquía agraria restringía
la eficacia de este Decreto a los señoríos propiamente di-
chos. Pero lo cierto es que el uso que la burguesía agraria
hace de la ley es ciertamente característica del liberalismo
avanzado, y que podríamos llamar radical, y que Toreno
estima fuera del marco de aplicación del citado Decreto,
puesto que no sólo se contentaba con la eliminación de los
poderes judiciales privativos, sino que también niega la
misma propiedad de las aguas:
Un derecho exclusivo que los adulados arbitrariamente
se han arrogado para ellos solos regar y el prohibitivo
para que no rigen a otros ha quedado derogado y sin
efecto alguno, y de consiguiente, según dicha luz (...)
no se admita demanda ni contestación que impida el
puntual cumplimiento y pronta ejecución de todo lo or-
denado en él180.

El proyecto de la burguesía agraria orotavense tenía su jus-


tificación en el incumplimiento por parte del alcalde de aguas
de una de sus misiones esenciales: el abastecimiento de agua
al público con una mínima higiene y salubridad y sin que se
desperdiciasen arbitrariamente los recursos hídricos. Según
Nepomuceno,
los adulados se habían desentendido de la limpieza de los
molinos al arrojar inmundicias y permitiendo que se hagan
180
Ibídem.

155
en ellos las suciedades, lo que había llevado a tomar para
el uso común aguas inmundas. A la par, por el hecho de
no recomponer las canales y atarjeas, se habían perdido
irremisiblemente gran abundancia de aguas181.

Ante la mala gestión de los adulados, la única solución


viable para promover la agricultura y el beneficio común
del municipio, era disponer que los caudales que producen
tales aguas se pongan y depositen en terceras personas para
que se administren convenientemente.
El alcalde constitucional primero, don José de Bethen-
court y Castro, da al respecto una providencia por la que se
intenta poner en término medio entre la posición de Juan
Pedro Nepomuceno, de que las aguas pasasen a ser comunes
y la de los adulados de seguir con sus privilegios. Esta propo-
sición consiste en que a los propietarios del Heredamiento:
Se les mantiene y conserva en la posesión que tienen del
riego de las aguas del Río, excepto en el ramo que pue-
da corresponder a la policía del mismo pueblo y salubri-
dad de dichas aguas por tocar el conocimiento al ayun-
tamiento182.

Esta solución fue desestimada, tanto por la oligarquía


como por la burguesía agraria, sin bien la segunda lo hacía
porque se posesionaba a los adulados en el agua sobrante
para regar. No obstante, la burguesía agraria apoyaría la
proposición de Bethencourt y Castro en cuanto que era más
posibilista y factible de ser realizada, puesto que la consti-
tución sancionaba la inviolabilidad de la propiedad privada.
Pedro Benítez de Lugo, en nombre de los propietarios
del Heredamiento, demanda judicialmente al ayuntamiento
de la villa, «para que no se les perturbe en la posesión que
han estado, sin contradicción de persona desde que se con-
quistó el Valle de Taoro del, uso, manejo, administración y
aprovechamiento de las aguas del Río de La Orotava».

181
Ibídem.
182
Ibídem.

156
Mientras que José Betancourt y Castro se mantuvo en la
presidencia del ayuntamiento, o sea, en el año de su go-
bierno, se negó, como tal, a realizar tal juicio conciliatorio,
puesto que se trataba de una usurpación de las aguas por los
propietarios de la Dula o Heredamiento, y tal demanda, por
ello, desde su perspectiva era anticonstitucional.
Hay que tener en cuenta que con la Revolución Liberal el
antiguo alcalde mayor o teniente corregidor:
Deja de ser la justicia de los pueblos; al desaparecer la
antigua confusión y acumulación de funciones, se deli-
mita con claridad la del alcalde y la del juez en las po-
blaciones del partido. De ahí que el alcalde ejerza en su
municipio el oficio de juez conciliador entre las partes;
este tipo de justicia constituye un requisito previo e in-
dispensable a la iniciación de cualquier pleito183.

En estas atribuciones judiciales del presidente de la corpo-


ración es donde fundamenta su actitud Bethencourt y Castro.
A diferencia del ayuntamiento constitucional, la argu-
mentación de la que hace gala la oligarquía tradicional vie-
ne a centrar el origen de todo este problema en torno a la
propiedad del agua. Según este sector social:
Varias causas han cooperado a promover esta dependen-
cia, algo de preocupación y algún tanto en trastorno y
ofuscación de ideas184.

Estaba claro que lo que la burguesía agraria pretendía


era la participación en el negocio de las aguas para que sus
tierras disfrutasen de las ventajas del regadío, con la consi-
guiente revalorización:
Es muy lisonjero para muchas personas, que han visto
reunidas en los principales propietarios en esta villa las
aguas de riego de su terreno, el que se partan entre
aquellos que disfrutan de heredades, y tal vez sin las
necesarias de éstas para lo que quisieran185.

183
Ibídem.
184
Ibídem.
185
Ibídem.

157
La oligarquía mantiene unos postulados, con los que ana-
liza el problema de la propiedad de las aguas desde una
perspectiva liberal. Utilizan como base ideológica de su
disertación el liberalismo, porque éste no perjudica su po-
der socio-económico, sino todo lo contrario, lo afianza:
Así como la propiedad territorial no puede dividirse con
exacta igualdad, del mismo modo tampoco, las aguas
que componen y son una parte inherente de las mismas
propiedades a que fueron destinadas desde un principio,
se pueden distribuir del modo que apetecen, los que
quieran adquirirlas sin más título que el de un capricho;
y tan monstruoso y subversivo sería el distribuir las
aguas del modo en que pretende el síndico, como el re-
partir los terrenos a dominio particular186.

Por tales motivos, para los adulados, la propiedad del


agua es compatible con las ordenanzas municipales de las
mismas, pues:
Lejos de perjudicar a nuestra defensa, más bien encon-
tramos un apoyo firme para sostenerla, ya que diciendo
que quedan abolidos los aprovechamientos en aguas que
tengan el mismo origen en señorío, se sigue por conse-
cuencia legítima que quedan en su fuerza y vigor los que
no tengan tal origen ni digan en orden a los derechos
señoriales, con lo cual concurre que tales señores terri-
torios que dejaron de ser no se entienden privados por
esto del uso, que como particulares tienen de las fincas
que allí menciona187.

Esta razón de lo dicho, para ello los derechos señoriales


tienen como origen el feudalismo y de ningún modo la propie-
dad territorial. Esta falta de distinción, en su opinión, ha sido
la funesta trascendencia. Para los adulados, la burguesía agra-
ria lo que trata con la municipalización de las aguas es:
Fomentar ciertas novedades con fines particulares que
muy bien se traslucen, pero en esto tanto el ayuntamiento

186
Ibídem.
187
Ibídem.

158
como su síndico, queriéndose introducir en el manejo de
los caudales, cometen atentado contra el derecho de
propiedad, que es el más sagrado por nuestra Constitu-
ción Política, como sucede en toda Nación civilizada188.

Esta particular e interesada visión del proceso político nos


explica lo que será el modelo liberal español, plenamente
aceptado por la oligarquía tradicional, que verá en él un
reconocimiento a su poder social y económico impensado en
el Antiguo Régimen. Son, en ese sentido, precisos y claros sus
planteamientos cuando afirman que con la constitución:
Ahora más que nunca parece absurda y monstruosa se-
mejante tentación, porque es constante que nuestros
sabios legisladores en el Congreso Nacional, han decre-
tado la libertad en los propietarios de montes, que usen
de ellos en el modo y forma que les acomode, sin suje-
tarlos a las trabas que antiguamente regían, en la firme
formación sin duda de que los medios coactivos no son a
propósito no tienen el éxito más feliz cuando se quiere
estimular a los hombres, sino que el agente principal, en
todo lo que lleva a su perfección el cultivo es el interés
particular, proponiendo medios en estimular éste, se
conseguirá fácilmente, lo que no se consigue a costa de
mucho trabajo por medio de trabas189.

Estas palabras nos pueden ilustrar sobre la ideología po-


lítica de la oligarquía agraria, fundamentada en el más ab-
soluto pragmatismo. Este es un claro ejemplo del liberalis-
mo doctrinario de las clases dominantes, posición política
que en este primer período es contestada por la burguesía
agraria, que se cree capaz de subvertir esa hegemonía,
pero la realidad política que emerge en el transcurso del
siglo XIX les hará desterrar tales concepciones en las que se
pensaba allanar un camino propio y diferenciado del de la
oligarquía. Su fracaso les llevará a la integración en el blo-
que de poder agrario tradicional, olvidándose ya definiti-
vamente de toda tentativa municipalizadora de las aguas.
188
Ibídem.
189
Ibídem.

159
Pero si pragmáticos y liberales eran los planteamientos de
la oligarquía agraria, las referencias en las que se fundamen-
taba la burguesía también partían de los mismos supuestos,
pero, lógicamente, bajo puntos de vista antagónicos. Para
Nepomuceno, la continuidad de la alcaldía de aguas era en sí
misma anticonstitucional. Los poderes que hasta entonces
estaban en manos de tal poder judicial, deberían desapare-
cer e integrarse en el municipio, interviniendo el ayunta-
miento los fondos de que se compone, incluidas las multas:
Con que hasta aquí se han vejado a los propios vecinos,
sin que se sepa el destino que han dado a estos cuantiosos
caudales, puesto que en el día no puede existir una auto-
ridad ni una corporación que conozca privativamente de
estos objetos, porque la constitución lo prohíbe190.

El alcalde constitucional don José de Bethencourt y Cas-


tro, el 18 de mayo de 1813 hizo uso de las atribuciones que
él mismo se dio y remató los veinte días de agua de mayo,
que están destinados para los reparos de la conducción de
dichas aguas, estimando que la subasta de los mismos debía
empezar con la puja de diez pesos por cada día de agua.
Tan alta estimación tenía el día de agua, que en la puja,
don Juan Gualberto Hernández, uno de los más caracterís-
ticos representantes de la burguesía agraria, remató dieci-
nueve días de agua por treinta pesos y dos reales de plata
por cada uno de ellos, adquiriendo el restante Pedro Sosa
por veinte pesos, un tostón y seis maravedíes191.
Para la burguesía agraria, el ayuntamiento era un instru-
mento político decisivo para reforzar su poder; en un tema
como el de las aguas que le afectaba muy directamente, pues
en el disfrute de las mismas podría lograr el desarrollo econó-
mico que ansiaba, por lo que era condición básica el control
de la corporación municipal. De ahí que las elecciones se
conviertan en la controvertida prueba anual para asegurar su
victoria frente a los propietarios del Heredamiento.

190
Ibídem.
191
Ibídem.

160
El sistema electoral surgido de la constitución de 1812
era muy complicado y se prestaba a todo tipo de manipula-
ciones y coacciones, en un acto tan fundamental y decisivo
como era la elección, que revestía dos grados. El primero
en el que los vecinos designaban a sus electores y el segundo
por el que éstos fijaban la composición del ayuntamiento.
La circunstancia, además, de que cada año debía de re-
novarse el alcalde y la mitad de los concejales, limitaba
considerablemente el número de notables que debían de
ser elegidos en un período en el que lo decisivo a la hora de
votar eran las personalidades, y que cualquier organización
que pudiera aproximarse a la calificación de partido era
prácticamente inexistente.
Otro problema que presenta el sistema electoral gadita-
no, y que será en La Orotava centro de constantes disputas
y nulidades era la determinación de la prohibición del uso
de los derechos de ciudadanía a los deudores de los fondos
públicos. El decidir a quien se califica como tal y se restrin-
ge del derecho al voto se convertía en una cuestión decisiva
a dilucidar cada año. Tal situación adquiere especial relieve
en la villa porque la burguesía agraria en todo momento
considerará a los adultos con tal naturaleza, y tratará de
impedir que participen en las elecciones.
Aunque las fuentes sobre las elecciones municipales son
escasas, a consecuencia del incendio del Archivo Municipal
de La Orotava en 1841, no obstante; un informe presentado
por don Juan Gualberto Hernández, elector nombrado por
la Parroquia de San Juan Bautista y uno de los representan-
tes más notables de la burguesía agraria, a la Junta Electo-
ral, momentos antes de efectuar su voto en la elecciones
celebradas el 27 de octubre de 1813, nos puede ilustrar
acerca de las incidencias electorales.
En este informe, don Juan Gualberto Hernández denun-
cia las coacciones que realizan los adulados para imponer su
hegemonía en las votaciones:
Disimulose a algunas personas poderosas el que pudieran
regar con lo que cobraba y este disimulo y el valimiento,
procesión y poderío que tuvieron aquellos y los que le
sucedieron en el riego han ocasionado el vecindario in-

161
numerables males que no es fácil calcularse por el de-
recho exclusivo, que se apropiaron prohibiendo a los de-
más regar sus heredades192.

Las ventajas presentadas por el hecho de que las aguas


sean públicas:
Ha hecho revivir los derechos del público sobre la perte-
nencia de estas aguas, para que sirvan de Propios sus
utilidades que subirán a 10.000 pesos anuales y de paso
se aumenta la agricultura y se tripliquen las cosechas
con el riego, no estando estancado éste en unos cuantos
individuos, de lo que se sigue ser nulos y de ningún valor
los decantados títulos que dicen tener del señor Adelan-
tado, don Alonso Fernández de Lugo, porque él no pudo,
ni debió repartirlo, ya que por derecho común pertenecía
al público, tanto por concedérselo la ley cuanto por ser
propias suyas las aguas y sacándolas a su costa193.

Las reflexiones de Juan Gualberto Hernández se encami-


nan a mostramos las coacciones económicas de los adula-
dos, por lo que, desde esta perspectiva, es manifiesta la
ilegalidad del acto electoral, por el hecho en sí mismo de
que los propietarios del Heredamiento voten, puesto que
han estado y están defraudando al erario público:
Por eso se ve claramente que en el estado de la cosa,
los adulados se hayan suspensos en los derechos de ciu-
dadanos para obtener empleo municipal en esta villa,
porque pugna contra la razón y el espíritu de las leyes,
el que mas personas que tienen pleito con el ayunta-
miento, sean los que vayan a componerle. Están suspen-
sos de este derecho de obtener estos empleos los deu-
dores de los caudales públicos, tales son los adulados
que retienen en sí gruesas sumas, que debieron haber
invertido en hacer atarjeas nuevas, pena que no se de-
positan en el agua las inmundicias y suciedades que se
arrojan en ella, fabricar lavaderos separados y bebede-
ros de animales, a fin de que el pueblo tome el agua con
192
A.H.L.O. Libro de alcaldes de agua, fol. 415.
193
Ibídem.

162
limpieza y no precisarle a tomarla inmunda, pues el pú-
blico funda derechos a estos dineros y a que se de cuenta
de ellos, como ya ha pedido el ayuntamiento (a quiénes
se han resistido), para que se les de el destino correspon-
diente en beneficio de la Salud pública y que quieren de
los molinos propios de dichos adulados los comunes que
hay en donde caen a las aguas los excrementos194.

La presión que la oligarquía agraria ejerce sobre la pobla-


ción que depende social y económicamente de la misma en
unas elecciones en que debe votar públicamente, es muy
grande para obligar a los electores a designar a seis adeptos:
Consta ya por público, ya por algunas papeletas que, se-
gún he oído, y la Junta ha recogido y tiene en su poder,
las intrigas que se han valido algunas personas en la Junta
del pueblo para que los electores saliesen de su facción y
disponer el nombramiento de alcaldes, regidores y procu-
radores-síndicos a su satisfacción, bien para que recaigan
estos empleos entre ellos y sus parientes, bien entre sus
parciales, quitando la libertad al pueblo por una infracción
semejante a la ley195.

Tales procedimientos adoptados por la oligarquía son los


que llevan a Juan Gualberto Hernández a protestar la nuli-
dad de tales nombramientos y pidió que se diese testimonio
de tal denuncia para acudir con el mismo a la Regencia del
Reino a exponerlo, tanto por faltarse a lo que determina la
ley, como por el perjuicio irreparable que se sigue al público.
Don Juan Gualberto Hernández usó por tanto una de las
prerrogativas que la Constitución daba al pueblo: el derecho
de petición a la alta magistratura del Estado. Desconocemos
el resultado de tales gestiones. Presumiblemente abortadas
por el golpe de Estado de Fernando VII que significó la aboli-
ción de la Constitución de Cádiz en 1814. Lo que sí es cierto
es que la manipulación electoral fue total, tal como denun-
ciaba el elector de la parroquia de San Juan Bautista, y el
ayuntamiento el año electoral de 1814 estuvo integrado ma-
194
Ibídem.
195
Ibídem.

163
yoritariamente por miembros de la oligarquía agraria, sin
respetarse siquiera el que la mitad de los concejales de la
anterior corporación permaneciese ocupando cargos públicos.
De esta manera, la oligarquía agraria vio de nuevo incor-
porado a su patrimonio la propiedad del agua. El régimen
absolutista no hizo más que confirmar la posición defendida
por los adulados y la vuelta al orden anterior de cosas. Co-
mo prueba de ello, el ayuntamiento de 1814 estuvo presidi-
do por Bartolomé Llarena y Pedro Benítez de Lugo, primer y
segundo alcalde; y como regidores fueron investidos Este-
ban Salazar, Domingo de Franchy-Alfaro, José Oliver Her-
nández, Cayetano García León. Ocupó el cargo de síndico-
personero don Juan Suárez de La Guardia y el administrador
del pósito, José Mina, todos ellos o bien adulados o depen-
dientes de los mismos. La burguesía agraria había perdido la
primera batalla.
Sin embargo, implantada nuevamente la vigencia de la
Constitución de Cádiz en 1820, la situación vuelve a los
mismos presupuestos anteriores al golpe de Estado absolu-
tista de 1814. Se cuestiona de nuevo el eterno problema
central de las luchas políticas en La Orotava: la propiedad
del agua. La burguesía agraria cree que es el momento
apropiado para el cambio radical que se propone: la muni-
cipalización de las aguas.
Tras los comicios electorales, el ayuntamiento de La Oro-
tava, queda íntegramente en manos de la burguesía agraria.
La incorporación municipal presidida por un notable miembro
de este grupo social, dispuso por un bando de 19 de diciem-
bre de 1820, no sólo la incautación de los veinte días de agua
del mes de mayo, que había protagonizado el gobierno muni-
cipal presidido por José Bethencourt y Castro, sino de la tota-
lidad de las aguas del Heredamiento del Río de la Villa, al
considerar la posesión del mismo por los adulados:
Como una usurpación cometida por la arbitrariedad, po-
derío y despotismo que ha sufrido el pueblo por tales
propietarios que se han hecho señores de las referidas
aguas con un derecho exclusivo a los demás196.

196
A.H.L.O. Legajo 4, Nº 71, bando de 19 de diciembre de 1820.

164
Por lo que se puede restituir al público de su uso y apro-
vechamiento. Ante tales hechos, el cuerpo municipal san-
ciona que la toma de posesión de aquellas debe efectuarse
por el mismo, para que de esta manera se distribuyan y
«todos participen de sus utilidades, separando lo que sea
preciso para el abasto público»197.
La aplicación inmediata de tan radical medida por una
corporación municipal se convierte en el centro del debate
jurídico en el que se enfrentan dos concepciones comple-
tamente distintas de lo que representaba el feudalismo.
¿Por qué adopta la burguesía agraria tal resolución, si te-
nemos en cuenta que el nuevo Estado que se está constru-
yendo restringe considerablemente los poderes del munici-
pio, según las máximas del centralismo político? La razón de
ello podría estar en el hecho de que la burguesía agraria se
cree capaz de tener sobre sí el suficiente poder político que
le permitiere transformar la realidad social en su provecho.
Su radicalización es producto evidente de la confianza que
sostiene y que, a la vez, demuestra el estado de desespera-
ción en que se encuentra, tras muchos años de disfrute
exclusivo del Heredamiento por la oligarquía.
Tal visión de la realidad política en la que su postura so-
bre la propiedad de las aguas, parte de la creencia de que
la Constitución de 1812 y el resto del decreto de 1811, que
prescribía la abolición de los señoríos, implicaban la disolu-
ción de todos los privilegios señoriales y los derechos priva-
tivos y exclusivos. Pero la determinación de cuáles son es-
tos derechos privados es la principal cuestión. Y es ahí don-
de estará la pugna entre las distintas concepciones de la
sociedad que condicionarán de manera directa este contro-
vertido debate de la transición del feudalismo al capitalis-
mo, que es característica del Estado español.
La burguesía agraria toma partido políticamente por la
facción que se denominará «exaltada», aquella que profundi-
zará más decididamente en los postulados del liberalismo.
Para esta facción, circunscribiéndonos a La Orotava:

197
Ibídem.

165
Las providencias gubernativas y económicas de los ayun-
tamientos, cuando alguno se sintiese agraviado debe re-
currir al jefe superior Político de la Provincia, como juez
único competente198.

En este caso, pues, la determinación del ayuntamiento oro-


tavense es estrictamente política y no puede mediar en absolu-
to la Justicia, postulado éste que defenderán los adulados.
Más esta cuestión, aparentemente dentro del campo de
la discusión política, en realidad lo que traduce son dos
versiones muy diferentes y parciales que tratan de utilizar
las instancias de poder, según sus intereses. Para el ayun-
tamiento presidido por la burguesía agraria, el poder políti-
co era su arma y tal justificación jurídica favorable, expli-
caba su actuación en la materia. Los adulados, por otro
lado, tenían la certeza de que la vía judicial, una vez supe-
rado el obstáculo del Juzgado de primera instancia, estaba
a su favor, pues la Audiencia territorial defiende sistemáti-
camente sus intereses, pues la visión que ésta hace de la
nueva realidad jurídica, es claramente favorable a la conti-
nuidad de sus privilegios privativos.
Si se analizan los distintos miembros de los ayuntamientos
exaltados se puede ver que o bien proceden de la burguesía
agraria o bien de la aristocracia liberal. Entre los primeros se
encuentran el alcalde, Domingo Estévez-Ugarte, Juan Nepo-
muceno, Juan Gualberto Hernández. Fulgencio Melo, Manuel
Garrido y Vera, Manuel Hernández, Clemente Ximénez Pi-
mienta, Femando Estévez, Jose Neda Guillén, Francisco Díaz
Valladares y Calixto Perdomo Betancourt. De los segundos,
Lorenzo de Urtusáustegui, Antonio Benítez de Ponte, Juan
Rosell de Lugo, Juan Xuárez de la Guardia, Juan Antonio
Ascanio y Franchy y el Marqués de la Quinta Roja.
La razón de que estos individuos provenientes de la oligar-
quía agraria formen parte de una corporación municipal que
expropia el Heredamiento a los adulados, de los que algunos
forman parte, se debe, aparte de la tradición ilustrada que
les caracteriza, o bien en algunos casos a su no pertenencia

198
Ibídem.

166
al grupo de los partícipes del Heredamiento, o bien por un
enfrentamiento de raíces antiguas con tal institución de la
que forman parte. Ahí reside la explicación del hecho de que
uno de los más importantes y poderosos representantes de la
oligarquía agraria, no sólo en la Villa, sino en el archipiélago,
el Marqués de la Quinta Roja, Francisco Andrés de Ponte y
Lercaro, llegue a presidir un ayuntamiento exaltado y sea
sancionado por la Audiencia Territorial, por su enérgica de-
fensa de la propiedad municipal del agua.
La postergación y marginación que en el disfrute de las
aguas sufre la burguesía agraria por parte de una oligarquía
tradicional, que a tenor de una mentalidad nobiliaria, niega su
participación en los beneficios del agua para regadío a los pri-
meros. Lo expresa Juan Pedro Nepomuceno cuando manifiesta:
Mientras los hermosos predios se quedan estériles, se ven
invertir las aguas en media docena de personas; no obstan-
te, la experiencia ha demostrado que éstas duran menos y
sus frutos son de peor calidad que las que no riegan199.

Evidente referencia al irracional cultivo de la viña que


sostiene la oligarquía, al negar excesivamente tierras que
no necesitan tanta agua.
¿Qué pretendía la burguesía agraria con el poder munici-
pal? ¿Cuál era su planteamiento en ese sentido? Para ella, la
propiedad municipal de las aguas significaría el disfrute
comunal de los beneficios del regadío de las tierras, para
expandir la agricultura en el Valle y efectuar un mayor
aprovechamiento y distribución de los recursos hídricos.
Para el ayuntamiento exaltado, la corporación municipal
debía de ser económica y políticamente fuerte, con una
base de financiación centrada en los ingresos provenientes
de «los propios de sus dehesas y el rendimiento anual de sus
aguas»200. Una vez conducidas éstas a un solo punto por
acueductos, los réditos que producirían estarían aproxima-
damente en torno a los 527.040 reales, procedentes de la
gestión de ambos ramos administrativos.

199
Ibídem.
200
A.M.O. Libro de Actas, 3 de marzo de 1821.

167
Las corporaciones municipales presididas por Domingo
Estévez-Ugarte, el Marqués de la Quinta Roja y Juan Asca-
nio y Franchy pretendían, por tanto, que el progreso de La
Orotava, se fundamentase en un ayuntamiento fuerte, eco-
nómicamente saneado, con una notable capacidad financie-
ra, que convirtiese a La Orotava «en la más adornada con
edificios y obras públicas, sus plazas, sus caminos y paseos
bien dispuestos, sus montes y aguas bien conservadas y que
éstas se tomasen limpias y no inmundas»201.
La gestión municipal de los Propios era la base esencial
de su proyecto político, posición evidentemente muy distin-
ta de la que será adoptada con posterioridad a mediados de
la centuria, en la que la consolidación de un bloque oligár-
quico optase por su privatización y la constitución de un
poder municipal totalmente dependiente del Gobierno y
sujeto a él, hasta en la propia elección del alcalde.
Pero frente a las medidas adoptadas por la burguesía
agraria, ¿cuál era la reacción de la oligarquía tradicional,
agrupada en tomo a Pedro Benítez de Lugo, Marqués de
Celada, Esteban Salazar y Monteverde, Miguel García Be-
nítez, Francisco Lugo-Viña?
Los adulados eran conscientes de que el instrumento
primordial de su defensa, ya que habían sido derrotados en
las elecciones, era la vía judicial, que le era totalmente
favorable si superaban el obstáculo que representaba el
juez de primera instancia, Martín Barón de la Oliva. Este
magistrado, que había sido alcalde mayor de la villa, con
anterioridad al derrocamiento del régimen absolutista con
la victoriosa sublevación del general Riego, se había carac-
terizado por un defensor de la posición del ayuntamiento
exaltado frente a los adulados.
La razón de tal actitud podría deberse a que este fun-
cionario judicial había sido siempre hostil a la oligarquía
agraria orotavense, por una serie de enfrentamientos que
había mantenido con la misma y con la propia Audiencia
Territorial de Las Palmas, que siempre apoyó y que fue
contraria a muchas de las determinaciones de su alcaldía.

201
A.H.P.T. Legajo 3.099, 7 de julio de 1819.

168
Este hecho se convierte en una de las constantes de la Histo-
ria socio-política de La Orotava. La Audiencia combate en todo
momento las alcaldías presididas por jueces de signo ilustrado,
pues tal tribunal de justicia se convierte en uno de los baluartes
más firmes de la oligarquía agraria. Precisamente, el que en
julio de 1819 Martín Barón de la Oliva202 ordenase el encarcela-
miento de uno de los más significativos representantes de la
clase dominante de La Orotava, trajo consigo el que:
La Audiencia estuviese resentida así por la reclamación
irrespetuosa que le ha hecho Martín Barón de la Oliva, así
como porque el don Miguel García está enlazado con per-
sonas poderosas, así de esta isla como de Canaria, ha po-
dido conseguir que aquella Real Audiencia, desatendién-
dose que las causas de desacato son privilegiadas y gra-
ves, no sólo han tenido en libertad, en la ciudad y arraba-
les al indicado Miguel García, sino también admitido cierta
información de testigos prófugos de este partido203.

Barón de la Oliva había castigado al citado García Benítez


por haber causado «graves daños en esta villa, señaladamen-
te con la del cementerio que mandó demoler y desenterrar
los cadáveres que en él hubiese, tiempo en que estas islas
estaban amenazadas por la peste que infestó la costa de
África»204. Como quiera que Martín Barón de La Oliva se
negaba a dictar sentencia de manera definitiva a lo pedido
por los adulados y sólo había otorgado:
Un interlocutor para mejor prever que el expresado de-
creto de 6 de agosto de 1811, cobre extinción de los se-
ñoríos prohíbe suprimir la admisión de toda demanda o
solicitud contraria a éste205.

La maniobra que gestaba la oligarquía agraria era tras-


pasar al acompañado de tal juez, José de Zárate y Figuere-
do, evidentemente partidario de éstos, la función que debía

202
Ibídem.
203
A.H.L.O. Legajo 4, Nº 71.
204
Ibídem. Sentencia de la Real Audiencia de Canarias, 21 de febrero de 1823.
205
Ibídem.

169
de corresponder a Barón de La Oliva, para que diese una
resolución favorable.
La estrategia de la oligarquía agraria consistía, en defini-
tiva, en que José Zárate dictase una Providencia en la cual se
expresase que tal proceso judicial pasara a la Audiencia Te-
rritorial, objetivo central de los dueños del Here-damiento.
Naturalmente, a todas luces, esta Providencia no era sufi-
ciente argumento legal, puesto que mientras que no se halla-
se conclusa en primera instancia la causa era imposible que
el citado Tribunal se convirtiese en juez de apelación, pues a
ciencia cierta esta función sólo podía ser desempeñada en
segunda o tercera instancia.
El resultado de esta pugna judicial era notorio. Que el
juez de letras hiciese todos los esfuerzos en su mano por
retardar y denegar la apelación de los adulados era su única
posibilidad en este terreno, puesto que era consciente de
que la segunda apelación en la Audiencia sería por entero
favorable a la oligarquía. Por eso, Martín Barón de La Oliva
defendió en todo momento la posición de que no había sufi-
cientes documentos para emitir un dictamen decisorio. Los
propietarios del Heredamiento, como era lógico, optaron
por una ilegalidad manifiesta interpuesta por Zárate Figuere-
do, sabiendo que la Audiencia la daría como válida, fuese de
la forma que fuese; y en efecto así sucedió.
En febrero de 1821206, la Audiencia Territorial de la Pro-
vincia da la razón a los adulados y ordena que se devuelva
la propiedad del Heredamiento a quienes considera como
sus legítimos poseedores, en un acto a todas luces dis-
criminatorio y parcial, dándose el caso de que se condena a
Juan Pedro Nepomuceno con trescientos ducados de multa
por haber presentado una partida de bautismo falsa. Natu-
ralmente se da la circunstancia de que este notable del
ayuntamiento era hijo natural.
La respuesta de la corporación municipal orotavense no
se hace esperar, negándose a aceptar por acuerdo del 16 y
del 17 de julio de 1821 «el pase a cumplir la Provisión de la
Audiencia Territorial»207. Por tal actitud, el supremo orga-
206
Ibídem.
207
Ibídem.

170
nismo judicial del Archipiélago condenó al municipio con las
siguientes multas: al alcalde, el Marqués de la Quinta Roja,
don Francisco de Ponte y Lercaro, con 400 ducados, y a los
restantes miembros del ayuntamiento firmantes de la citada
acta, don Fulgencio Melo y Calzadilla, don Juan Pedro Nepo-
muceno, don Lorenzo de Urtusáustegui, don Juan Gualberto
Hernández, don Martín González del Castillo, don Juan Rosell
y Lugo, don José Ximénez Pimienta y don José Neda Guillén.
La respuesta a la negativa del ayuntamiento de La Orota-
va a aceptar la decisión de la Audiencia, que éste considera
un atropello de los derechos del público, llevan al fiscal del
citado Tribunal a considerar a los municipios como criminales
por las invectivas que levantaron contra el máximo órgano
judicial canario: «Sin tener ninguna autoridad y los despropó-
sitos en la aplicación que hace de las leyes para probar lo
que su acalorada imaginación les ha sugerido»208. Pero, pese
a tales amenazas, la corporación municipal de la villa sigue
sin reconocer a los adulados en la posesión de las aguas, por
lo que un nuevo escrito de la Audiencia de 23 de agosto de
este año se insiste en que se tomará otra providencia más
radical que les haga conocer sus excesos. Téngase en cuenta,
además, que la decisión del citado Tribunal, de haberse
cumplido, supondría la suspensión de todos los miembros del
ayuntamiento en el ejercicio de sus funciones.
Pero, cercanas las elecciones municipales, en las mismas
se dictaminaría por las urnas el futuro del ayuntamiento de
La Orotava y la continuidad o no de la municipalización de
las aguas.
En efecto, las elecciones, convocadas anualmente, pro-
tagonizan la vida política de la villa y se convierten en los
actos en los que cada año se decide el futuro del municipio.
Son, por tanto, los momentos en los que las argucias llegan
al culmen para inclinar la balanza a uno y otro lado.
El centro de las disputas, en ese sentido, será el controver-
tido tema del ejercicio del voto por parte de los adulados.
Según la constitución vigente, todo deudor de los fondos públi-
cos no puede ejercer su derecho a elegir sus representantes.
208
B.U.L.L. «Exposición al jefe superior Político por parte de los adulados»,
1 de enero de 1823.

171
El debate que presidirá las elecciones será pues, si aqué-
llos son o no deudores de la Hacienda Pública.
Así, desde un principio, las elecciones se convierten en
la catapulta de poder de las dos facciones que anualmente
se disputan el gobierno municipal en la villa: la «moderada»
u oligárquica, formada por miembros del Heredamiento; y
la «exaltada», integrada por la aristocracia liberal y la bur-
guesía agraria, facción ésta que, según los adulados, «se
titula liberal, debe llamarse liberticia, erigida en maestros
de filosofía y no enseñan sino el libertinaje»209.
Esta terminología empleada por los sectores más reac-
cionarios de la oligarquía agraria nos ilustra de las diferen-
cias culturales e ideológicas entre ambas facciones, una
enciclopedista y la otra tradicionalista.
Las primeras elecciones efectuadas en el Trienio Liberal,
en 1820, son el marco inicial de ese enfrentamiento entre
camarillas o facciones que presidirá la vida pública de La
Orotava en todo este período.
Martín Barón de La Oliva, como alcalde mayor de la villa
hasta la abolición del régimen absolutista y como juez de
primera instancia del partido, preside el acto electoral de
estos primeros comicios y suspende el derecho al voto a los
adulados, por entender que éstos son deudores del público y
por tanto incapacitados para tal ejercicio constitucional.
En una localidad tan reducida como La Orotava y en la
que sólo pueden desempeñar sus derechos como ciudadanos
los vecinos cabeza de familia con residencia fija en la villa
por espacio de cinco años, tal suspensión representa un
duro golpe a la facción oligárquica, puesto que a la par de
perder su voto personal, no puede acceder a los cargos mu-
nicipales, ni ser electores en segundo grado. Este hecho en
el distrito electoral de la Villa Arriba o parroquia de San
Juan Bautista no tiene ninguna trascendencia, pues no resi-
de en él la oligarquía agraria, pero en el de La Concepción o
Villa de Abajo es de una influencia decisiva, máxime te-
niendo en cuenta que en donde la facción exaltada tiene
mayor influencia es el barrio del Farrobo.

209
A.H.L.O. Legajo 3. Expediente sobre nulidad de las elecciones, año de 1820.

172
Aunque, desgraciadamente, las actas electorales desa-
parecieron en el incendio de las casas consistoriales en
1841, intentaremos a través de otras fuentes reconstruir en
la medida de lo posible los hechos electorales.
Para los primeros comicios, el expediente de nulidad de
las elecciones nos puede ilustrar algunos aspectos de tal
ejercicio de ciudadanía210. Al negarse en este caso por el
Barón de La Oliva el derecho al voto a los adulados, el
triunfo sería, como efectivamente fue, para la burguesía
agraria. Como ya hemos señalado, Domingo Estévez Ugarte
presidió el primer ayuntamiento constitucional del Trienio.
Como inmediata respuesta a tal resultado, la oligarquía
agraria, por impugnación presentada por el capitán Antonio
Monteverde y Rivas y Pedro Benítez de Lugo, piden la nuli-
dad de las elecciones, mas son conscientes de que, por la
vía judicial, los procedimientos a seguir son inviables, pues-
to que, «como quiera que el informe ha de ser extendido
por el juez de Letras, que es interesado en este negocio,
pues fue el principal autor de las nulidades que intervinie-
ron y no creemos que sea tan imparcial que aclare la verdad
de los hechos, porque probablemente tirará a contestar sin
procedimiento»211.
El jefe superior político reconoce la legalidad de la me-
dida en tales elecciones, pero en las posteriores la misma
polémica estalla, conscientes los adultos que su sola pre-
sencia determinará el resultado de las mismas. La facción
exaltada se pregunta a qué obedece tal política, y está
claro para ellos que lo que quieren los «moderados» es la
indefensión de los derechos del público, al presidir las casas
consistoriales ellos y sus parciales. ¿Cómo pueden ser éstos
los defensores del pueblo y los reos a la vez?
Otra de las preguntas que indudablemente se hacían los
miembros de la burguesía agraria era la sigiente: ¿De dónde
procedían los votantes de la facción oligárquica? La contesta-
ción está eminentemente fundamentada en razones sociales:

210
Ibídem, doc. cit.
211
A.M.O. Libros de Actas, 1821.

173
Ellos tienen muchísimas propiedades en este vecindario
y acomodados en ellas distintas personas que sólo de-
penden para su subsistencia de sus dueños y en sus po-
cos parciales parece que se funda sus solicitudes para
sacar elecciones de su facción y hacerse alcaldes, regi-
dores y procuradores-síndicos, contra el voto unánime
de los más sanos del pueblo212.

En las elecciones municipales de 1822 y 1823, se repitie-


ron los mismos acontecimientos que en las anteriores, pero
en las últimas se dio la circunstancia de que la oligarquía
agraria vio reconocidos sus derechos de ciudadanía, por lo
que su victoria era ya manifiesta. El ayuntamiento presidido
por Juan Ascanio y Franchy presagiaba la victoria del parti-
do de la reprivatización del Heredamiento, por lo que recu-
rrió a todo tipo de artimañas e ilegalidades para impedir el
triunfo de los adulados, pero sus procedimientos esta vez
fueron contestados por el jefe superior político, quien de-
terminó la anulación de sucesivos actos electorales, hasta
que en diciembre de 1822 el definitivo veredicto de las urnas
dio el triunfo a la candidatura oligárquica presidida por Pedro
Benítez de Lugo y Guillermo Tomás Cullen y del que forma-
ron parte entre otros, Antonio Monteverde y Rivas y Francis-
co Lugo-Viña. En esa candidatura se podía apreciar la inte-
gración de un importante miembro de la burguesía comercial
portuense en las filas del bloque oligárquico, proceso al que
se estaba asistiendo desde fines de XVIII, con el enlace Cólo-
gan-Franchy y que se forjó en este siglo213.
En medio de estas pugnas electorales, y como vivo testi-
monio de este tenso enfrentamiento entre facciones, acon-
teció un famoso juicio de conspiración que nos puede ilustrar
hasta qué punto llegó al clima de radical de división entre
bandos rivales que se vivió en la Villa de La Orotava.
Este singular suceso trasluce con claridad comportamien-
tos diferenciados y dos concepciones político-sociales con-
tradictorias que en estos momentos eran lo suficientemente

212
A.M.O. Libro de Actas, 23 de enero de 1821.
213
B.U.L.L. «Exposición del jefe superior Político por parte de los adula-
dos», 1 de enero de 1823.

174
poderosas para ser contrapuestas. Para analizar el supuesto
intento de conspiración contra el régimen constitucional y en
el que se vio envuelta y acusada la facción oligárquica, de-
bemos primeramente hacer una introducción sobre la opción
político-ideológica de tal grupo social.
El grupo oligárquico de la Villa de La Orotava tenía como
estrategia política utilizar los cauces del sistema constitu-
cional para perpetuar su monopolio en el poder. Evidente-
mente se sentía identificada con el régimen liberal, por las
luchas entre facciones y por la agitación que reinaba con la
instalación en los nuevos ayuntamientos. Pero también era
consciente de los beneficios que le deparaba en cuanto a la
consolidación de la propiedad privada hacía referencia.
Además de ello, consideraba que era absurdo en las circuns-
tancias de la época adherirse al bando absolutista, pues en
el Archipiélago tal postura no tenía razón de ser. Adoptó,
pues, una posición claramente defensiva y acomodaticia al
sistema político dominante, pragmatismo que se convierte
en su norte a lo largo del XIX.
Su ideología era a la vez nobiliaria y acomodaticia a las
nuevas circunstancias. El pragmatismo, como ya hemos
señalado, era su sustrato ideológico determinante, mas su
noción de la sociedad y del mundo que le rodeaba era indu-
dablemente reaccionaria. La pervivencia de hábitos y forma
de conductas aristocráticas y despreciativas a todo lo que
se considerase al margen de su estatus social, es una de las
características que hacen que su mentalidad como singula-
rizada, sea una realidad en muchos aspectos impermeable y
perenne hasta nuestros días.
La denuncia del intento de conspiración, fue efectuada
por uno de los más cualificados representantes de la burgue-
sía agraria local, Joaquín Díaz de Lugo, quien había actuado
en la corporación municipal en el influyente cargo de se-
cretario, que en este período no es un puesto de tipo adminis-
trativo, como en la actualidad, sino eminentemente político.
Según las manifestaciones de Díaz de Lugo, el objetivo de
«los serviles» era el dominar «los muchos bergantes que

175
pasaban este suelo bajo el título de liberales»214. El plan
conspirador consistía en destruir el sistema constitucional:
«Resucitándose el antiguo o la independencia, si las cosas no
iban bien en España, anular la contribución, punto con que se
prometía atraer la gente rústica, plantear el medio diezmo
suprimido con que había de pagarse los muchos empleados
que debían ser todos patricios; quitar el general, poner a
cualquier jefe, embarcar desde el momento a todos los penin-
sulares, dejando tan sólo al Intendente de esta provincia»215.
Estaban implicados en el complot los más importantes y
significativos miembros del bando oligárquico: los orotaven-
ses Francisco Lugo-Viña, Antonio Monteverde y Rivas, Pedro
Benítez de Lugo, Miguel García Lugo, Ignacio y Fernando
Llerena; los realejeros Miguel Yanes y José Pérez Chávez; el
presbítero de Garachico Matías Aguilar; el portuense Pedro
Grijalva; los laguneros Marqués de Villanueva del Prado,
Fernando del Hoyo, Juan Botas, el canónigo Rivero, el pro-
visor José Martinón, Juan Tabares de Rvo, y el juez de pri-
mera instancia de La Laguna José Antonio Morales, junto
con el santacrucero Francisco Guerra.
Dentro del terreno de las mentalidades son significativas
las preocupaciones que Díaz de Lugo atribuye a Francisco
Lugo Viña, en el sentido de que el régimen constitucional216
permite a cualquier hijo de carpintero, tonelero o zapatero
que se prendara de sus hijas, el que ésta se fuese con aquél
y que el padre tendría que dárselas por el mero hecho de
ser ciudadano, lo que tenía que ser negativo para su alto
rango social, pues Lugo Viña ya tenía concertado el matri-
monio con la familia del Marqués de la Quinta Roja, hecho
éste que en realidad se cumplió. Esta política de casamien-
tos en la que predominaba la endogamia y se institucionali-
zaba el matrimonio por concertación entre un número muy
escaso de familias, es uno de los rasgos más sobresalientes y
característicos de la elite social orotavense.

214
Ibídem.
215
Ibídem.
216
B.U.L.L. «Principio y fin del incidente de la causa llamada conspira-
ción», 1823.

176
Los planteamientos de Díaz de Lugo fueron creídos y
aceptados por ciertos por el comandante general de las Islas,
Juan Cordovas, el recientemente nombrado jefe superior
político de la provincia, Juan Ramírez Cárdenas, y el juez
letrado de La Orotava, Juan Ferrera y Machado, por lo que
fueron detenidos dos de los implicados, Matías de Aguilar y el
subteniente de milicias José Pérez Chaves. La sentencia de-
finitiva del juez letrado del Partido de Taoro217, realizada el
10 de febrero de 1823, condenó a la pena de ocho años de
confinamiento a cada uno de ellos, el primero en El Hierro, y
el segundo en Fuerteventura, además de la pérdida de todos
sus empleos, sueldos y honores, abonándose las costas del
juicio y ocupándose las temporalidades al dicho don Matías.
Pero esta resolución fue desestimada por la Audiencia
territorial de Las Palmas, quien declaró nulo todo lo apro-
bado en su susodicha causa, condenando al juez de letras
con la suspensión de empleo y sueldo por dos años. Junto
con el mencionado juez se penalizaron con cargas menores
a los miembros de la burguesía agraria, Juan Díaz de Lugo,
José Pantaleón Calixto Perdomo, Francisco Vivas y Miguel Quin-
tín de la Guardia.
El trasfondo de esta causa de conspiración era el mismo
que el de las elecciones. La facción liberal planteaba la
separación de los reaccionarios de los cargos públicos y de
la posibilidad de ser elegidos diputados a aquellos que no
eran de la confianza de los que Francisco Mª de León llama
el partido dominante218.
Indudablemente, la facción oligárquica defendía en aque-
llos momentos la abolición del régimen constitucional, por-
que era temerosa de lo que supondría para sus intereses el
gobierno que los exaltados estaban efectuando desde Madrid,
pero ciertamente parecía infundado el supuesto plan anti-
constitucional y más bien debía haberse tratado de una ame-
naza coactiva contra los que sí eran en realidad sus enemigos
políticos, los liberales radicales que tanto odiaban.

217
Ibídem.
218
DE LEÓN, F. M.: «Sobre el estado en que se halla reducida La Orotava,
por efecto de las exacciones tributarias», B.M.T.

177
Pero la victoria electoral de la facción oligárquica presi-
dida por Pedro Benítez de Lugo, significaba la legitimación
en la práctica de lo que por vía judicial la Audiencia Terri-
torial había determinado: la reprivatización de las aguas del
Río de La Orotava, la eterna cuestión que la burguesía agra-
ria, mientras dominó la corporación municipal, se negó a
aceptar. Ya no tenía sentido una posible conspiración abso-
lutista. Las aguas habían vuelto a su cauce.
El reconocimiento de la propiedad privada del Hereda-
miento por la Diputación Provincial de Canarias el 28 de ju-
nio de 1823, afirmando expresamente que «no ha lugar a la
vía gubernativa hacia el Congreso Nacional»219, no dejaba
otra alternativa a la burguesía agraria, más que la reclama-
ción por la vía judicial, lo que fue un espaldarazo definitivo a
la continuidad de los derechos privativos del Heredamiento.
La consolidación del poder oligárquico se convierte,
pues, en una realidad. La burguesía agraria se ha convenci-
do ya que es incapaz para transformar los privilegios so-
cioeconómicos de la oligarquía hacia su favor. Las medidas
represivas y antipopulares del nuevo ayuntamiento, como
contrapartida a la gestión exaltada, no se hacen esperar.
Como sanción del nuevo orden de cosas por el que se les
niega a los ciudadanos no adulados el riego de sus terrenos.
Pedro Benítez de Lugo, mediante un decreto firmado como
alcalde constitucional y juez accidental de primera instan-
cia, por la suspensión del titular por la Audiencia Te-
rritorial, prohíbe los robos de agua de los canales y el lava-
do en los chorros que estaban situados junto al convento
agustino, de los que se provee el vecindario, bajo la pena
de dos ducados para el primer caso y de uno para el último,
aumentándose si se repiten.
La corporación municipal oligárquica continúa con el mismo
pragmatismo que le es característico y del que hace gala. Con
el ejercicio del poder político hace proclamas liberales y se
muestra ideológicamente constitucional. Su teoría política es,
una vez más, su adaptación a las circunstancias para defender
sus privilegios, que es su objetivo fundamental.

219
A.H.L.O. «Escrito de la Diputación Provincial de Canarias», 1823.

178
El gobierno oligárquico se convierte en un periodo de
transición entre el régimen liberal y la inevitable vuelta al
absolutismo; un cambio de sistema político que es más apa-
rente que real, pues supone la continuidad de los mismos
poderes socio-económicos.
Con todo, como hemos visto, la conflictividad social sigue
siendo similar a la del anterior gobierno exaltado, pese a las
críticas que los adulados ejercían a sus contrincantes sobre su
incapacidad para controlar la situación. Los sectores popula-
res, marginados del juego político, continúan en su misma
actitud de obstrucción y oposición al sistema establecido.
Un incidente en el que se dirime el enfrentamiento secu-
lar entre la Villa de Arriba, residencia de las clases popula-
res, y la Villa Abajo, sede de la oligarquía, nos puede ayudar
a explicar cuál era la demostración del descontento popular
y cuáles los medios de que se valía. La colocación de una
lápida dedicada a La Constitución en 1812 en la Plaza de la
Alameda, situada en el distrito de la Concepción, fue contes-
tada inmediatamente y como reacción con otra
en la plaza de San Juan Bautista, sin que precediese
permiso de este cuerpo (...) Nunca podía caracterizarse el
hecho de un atentado acaso movido de fines particulares y
que no deja de conocerse los objetos que mueven a los au-
tores y se castiguen semejante atentado con respecto a la
usurpación de los derechos que se le conceden por las le-
yes a este pueblo220.

Tales desavenencias que expresaban intereses sociales


contrapuestos trataron de ser reducidas por el jefe superior
político, el cual propuso que se eliminase la placa dedicada
a la Constitución colocada en la plaza de la parroquia de
San Juan Bautista y se pusiese otra en el mismo lugar con el
emblema del Buen Olvido, aunque finalmente por la corpora-
ción municipal se escogió la denominación de S. Juan Bautis-
ta y de la Unión, nombre que en la actualidad pervive.
Se vivían momentos de liquidación del sistema constitu-
cional y en abril de 1823 el ayuntamiento oligárquico emite

220
A.M.O. Libros de Actas, 14 de abril de 1823.

179
una proclama en la que se expone su defensa del régimen
liberal en unos términos más bien melodramáticos:
Estamos resueltos a no omitir ningún gobierno de sacri-
ficios y a inmolar en aras del amor de la patria nuestros
bienes y hasta la última gota de sangre que consentir la
invasión extranjera221.

Pero, evidentemente, era más bien una representación


fingida, producto más de las circunstancias que de una rea-
lidad sentida.
A la llegada a Tenerife de un nuevo comandante general,
Ramón Polo, éste realizó una serie de detenciones, entre
ellas de un representante de la facción oligárquica orota-
vense, Miguel García Benítez, quien fue acusado de pros-
crito, lo que provocó la protesta inmediata del ayuntamien-
to orotavense, el cual manifestó que las detenciones efec-
tuadas por el recién nombrado comandante general de la
Isla fueron realizadas por:
La astucia de pérfidos consejeros y que la fama canta
que éste es el triunfo de los unos sobre los otros que
acercándose las elecciones, han tratado de saberse de
cuántas personas pueden obitar a sus mismos planes, de-
fendiendo el terrorismo, para que no haya libertad en
las elecciones222.

Lo que se trataba, como señala Francisco Mª de León, era


en realidad de una pugna entre dos facciones radicalmente
enfrentadas, los grandes propietarios y la burguesía comercial
santacrucera, en la que se dejó influir Ramón Polo por los
informes de los más influyentes miembros de la masonería223.
Pero tales detenciones no eran más que momentáneas lu-
chas electorales, puesto que la llegada del general Uriarte
para tomar el mando en las Islas y restablecer el régimen ab-
soluto no tuvo ningún tipo de resistencia por parte de los insu-
lares. Es más, fue bien aceptado por los poderes establecidos.

221
Ibídem, 19 de abril 1823.
222
Ibídem, 29 de abril 1823.
223
Ibídem, 11 de septiembre de 1823.

180
El ayuntamiento de la Villa de La Orotava, que tantas procla-
mas vertió en defensa de la constitución, aceptó plenamente
la vuelta al sistema real, y así pocos meses después, Pedro
Benítez de Lugo, como alcalde de aguas, reconoció y se fun-
damentó en el Rey como garante de sus privilegios:
La cual por posesión fue interrumpida por juzgarse in-
compartible con el sistema llamado constitucional, pero
como el Rey Nuestro Señor (Dios lo guarde), tuvo a bien
derogarlo, restituyendo las cosas al ser y estado que te-
nían en el año pasado de 1820, visto haber quedado los
adulados en el goce de aquella posesión224.

Con el derrocamiento del régimen liberal, había conclui-


do la experiencia que la burguesía protagonizó en el Trienio
Constitucional. Se puso fin a un proyecto político que fracasó
por su incapacidad de transformar la sociedad en beneficio
propio, por su debilidad y dependencia de los grandes pro-
pietarios. Con tal derrota se estaban dando los pasos para su
paulatina introducción en el bloque de poder oligárquico,
que dominaría la vida política, social y económica del valle
durante el siglo XIX. Del mismo modo que la burguesía co-
mercial, la agraria escogió la alternativa de la integración, la
cual aceptaron los grandes propietarios agrarios para elimi-
nar las tensiones sociales y sentar las bases para la gestión
uniforme y homogénea del poder político que se apreció en
la segunda mitad del siglo XIX. Así no es sorprendente que en
1842 aparecieran como propietarios del Heredamiento quie-
nes habían sido sus máximos detractores, Fulgencio Melo
Calzadilla y Juan Pedro Nepomuceno, los cuales firmaron un
artículo en el que manifestaron:
Que el ayuntamiento las épocas constitucionales para
atropellar nuestra propiedad, como si la constitución no
fuera nuestra salvaguarda y en 1813 y 1820 emprendió
un ataque y atropellando con todo, nos despojó de la
propiedad del agua225.

224
A.H.L.O. Libro de alcaldes de Aguas, junio de 1824.
225
Ibíem.

181
Resulta contradictorio el hecho de que quienes fuesen
sus máximos promotores se opusieran a los postulados que
defendieron, pero esto nos puede ilustrar de una manera
cierta sobre la integración de la burguesía agraria en el
bloque de poder oligárquico resultante de la evolución so-
cial de un siglo como el XIX, en el que se asistió a la conso-
lidación de un régimen social de signo oligárquico.
El agua del heredamiento continuó siendo un recurso to-
talmente desaprovechado por los adulados, fruto de una
mentalidad secular muy apegada a la tradición y reacia a
todo tipo de innovaciones, incluso aquellas que redundan en
su propio beneficio, de ahí la constante persistencia a la vid
como cultivo central en el Valle de Taoro, a pesar de su
decadencia notoria desde 1817. Por otra parte, la carencia
de una infraestructura adecuada en el sistema de regadío,
conducía irremediablemente a una pérdida constante de
tierras de buena calidad y a un empobrecimiento de estas;
desperdiciándose de este modo un recurso de vital impor-
tancia, que podría haber cambiado en cierto modo el pano-
rama sombrío que presentaba la agricultura del Valle de La
Orotava hacia mediados del siglo XIX. Francisco Mª de León
se percató de todas estas deficiencias, y de todo ello nos
dio cuenta en un interesante informe, en el cual señala:
El agua de La Orotava se invierte en los terrenos menos
a propósito para ello. Las viñas, situadas por debajo del
pueblo, y desde este hasta las costas, son solas las que
disfrutan del beneficio; ellas han ido a menos necesa-
riamente, porque la misma rapidez de un gran arroyo
que sin dividirse va junto a una propiedad y del terreno
con la continuación de los años ha llevado la tierra toda;
y por la mayor parte torcales descuidados son los terre-
nos en que se desperdicia, por decirlo así, un manantial
de tanta riqueza; la viñas, cuyos mostos indudablemente
son mejores sin que ellas tengan riego, gastan entera-
mente toda el agua, y cada día producen menos, y los
terrenos aparentes para huertas, y que con agua más
pueden producir están reducidos a secano. No hay una so-
la mata en que se cultiven hortalizas, no se encuentra
una ensalada, no se encuentra una planta útil a excepción
de las papas y del millo; en una palabra, no se encuentra

182
más que la ignorancia, y la preocupación de los mayoraz-
guistas partícipes en el agua, abandonando el mejor cul-
tivo de sus propiedades, y complaciéndose en que nadie
pueda invertirla en otra cosa, que en saciar su sed226.

Los conflictos en torno a las aguas de abastecimiento


público no sólo afectaron a la Villa de La Orotava, sino que
también se produjeron en el resto de las localidades de la
comarca, desempeñando la burguesía un papel de primer
orden, como veremos en el siguiente apartado.

226
DE LEÓN y XUÁREZ DE LA GUARDIA F. M.: Informe a la Junta de Comer-
cio de esta Provincia, sobre varios particulares relativos a la mejora de su
comercio y agricultura, que preguntó el Sr. Comisionado Regio don Manuel
Genaro Villota en su oficio de 26 de junio de 1830, capítulo 5º, «El aprove-
chamiento de las aguas», B.M.T.

183
LOS CONFLICTOS SOBRE AGUAS, EN LOS LUGARES
DE LOS REALEJOS Y PUERTO DE LA CRUZ:
LAS CONTROVERSIAS ENTRE LA BURGUESÍA
AGRARIA Y COMERCIAL

Por lo que respecta a los restantes lugares del Valle de


La Orotava, Realejos de Arriba y de Abajo y Puerto de la
Cruz, la burguesía agraria y comercial de la zona también
desempeña un papel destacado en algunos de los conflictos
que teniendo como tema central el agua acontecen durante
este periodo. No obstante hay que señalar que en estos
lugares dichos conflictos no adquieren la magnitud ni la
trascendencia histórica que alcanzan en la Orotava; y por
otra parte, la documentación con que contamos es menos
copiosa que la que disponemos para el caso de La Orotava.
Sin embargo, a pesar de las dificultades derivadas funda-
mentalmente de la escasez de documentación, intentare-
mos poner de relieve el papel desempeñado durante esta
etapa por las burguesías agraria y comercial de Los Realejos
y Puerto de la Cruz, en tomo a la temática del agua.
En los Realejos, y concretamente en el Realejo de Arri-
ba, es donde localizamos uno de los conflictos más signifi-
cativos de toda la segunda mitad del siglo XVIII. Se trata de
un enfrentamiento entre los vecinos de dicho lugar y el con-
vento agustino de Los Realejos. El protagonismo de este
conflicto lo desempeña la burguesía agraria local, domina-
dora de la vida política y como clase propietaria especial-
mente sensibilizada ante cualquier polémica sobre aguas,
de ahí que sobresalieran en este conflicto individuos como
don Antonio García Chaves, destacado miembro de la bur-
guesía agraria del Realejo de Arriba.
La polémica entre el convento agustino y los habitantes
del Realejo de Arriba surge a raíz de una providencia que
ejecutó el alcalde mayor de La Orotava, condenando a los
vecinos a que construyeran «una atagea de cal y esquineras»
y que empedraran con «declive al medio» toda las calles por
donde transita el agua que abastece al pueblo, «desde que

184
empieza a correr por canales sentadas en la tierra, hasta
haber pasado de Alhóndigas de dicho lugar, y lo mismo des-
de que empiezan las casas en el barrio de San Agustín, has-
ta la entrada en el convento agustino»227.
Para la burguesía agraria, y en general para una gran mayo-
ría del vecindario, dicha resolución del alcalde mayor orota-
vense iba en «grave perjuicio del vecindario, así por lo costoso
de la indicada obra, a la que no puede contribuir la notoria
pobreza, como por otros muchos graves perjuicios»228. Los
vecinos encabezados por los miembros más destacados de la
burguesía agraria de Los Realejos, recurrieron al alcalde mayor
de la Isla, pues para ellos el único tribunal ordinario con facul-
tad para juzgarlos era el tribunal de La Laguna:
Estos religiosos conocen que el Tribunal ordinario de este
pueblo es el de La Laguna. El haber ocurrido por Comisión
para el Sr. alcalde mayor de La Orotava, parece hablando
debidamente que no caresca de reparo; y así se hace in-
dispensable la recusación, y que el asunto se cometa al
Sr. alcalde mayor de La Laguna. Nadie debe estar libre en
un pueblo de producir motivos para ello, y solicitar que no
se le extraiga de su juzgado real ordinario229.

La burguesía y el resto del vecindario se oponen a realizar


la obra que les exige el alcalde mayor orotavense, pues «si
hacen los debidos recursos, será preciso empeñarnos para una
obra, que no puede traer otro útil, sino que los padres agusti-
nos vendan agua y hagan dinero»230. Igualmente rechazan los
argumentos acusatorios esgrimidos por los agustinos:
No sirve el apoyo a su intento, lo de que algunos vecinos
hayan quebrantado las tomas después que el señor al-
calde mayor las mandó tapar. Sobre esto se podía decir
mucho, siendo muy fácil probar que las que aparecen
quebrantadas; unas las taparon mal, y por eso se en-
cuentran ahora de esa suerte, y otras las abrieron, no en
la canal por donde corre el agua, ni para regar con ella;
227
A.H.P.T. Legajo 3.485, 2 de abril de 1796.
228
Ibídem.
229
Ibídem.
230
Ibídem.

185
sino en las paredes de sus casas, para evitar se les inun-
dasen con la lluvia, para dar auto a la que habían toma-
do por aguas, que devolverla a la canal perjudicaría a la
limpieza del abasto. Mas aunque realmente las hayan
abierto y resulten criminales, seis u ocho vecinos, obliga
al pueblo a una obra tan costosa; no será esto confundir
a los inocentes con los culpables, y como suele decirse
que paguen justos por pecadores231.

Del mismo modo manifiestan su descontento por el


hecho de que consideran perjudiciales para la limpieza del
agua el que se profundizara, y se diera declive a las calles
en favor de la atargea, pues según los vecinos sería mejor
el declive al contrario, llevando el agua a lo más alto, al
medio de la calle, con el objeto que cuando llueva o se
arrastren pipas, no se introduzca toda la inmundicia en las
atageas. Para la burguesía agraria local y gran parte del
vecindario era imprescindible que:
Esta agua corra siempre destapada en todas partes, y
aunque justo sea lo que se fuere. Los vecinos de estas
han estado siempre en posesión por largos años de ex-
traerla en canales para agua de sus pipas, y para sus fá-
bricas, como de tenerla en todas partes para sin más
que volverla hacia sus casas poder subvenir a los incen-
dios, lo que ya no se podrá lograr si se hace atagea tapa-
da, como se ha mandado y empedrado con declive232.

En el trasfondo de esta larga polémica lo que se trasluce es


el interés de la burguesía agraria por erigirse como propietaria
de las «sobras de agua», frente a los agustinos que también
pujan por apoderarse de dichas aguas. Estos cauces hídricos
eran de vital importancia para el grupo burgués, ya que la
mayoría de las fuentes y manantiales del lugar estaban en
manos de los grandes propietarios absentistas; y por otro lado,
la revalorización que experimentaron los precios de los pro-
ductos agrarios de primera necesidad durante la segunda mi-
tad del siglo XVIII, y el hecho de que la burguesía agraria local
231
Ibídem.
232
Ibídem.

186
dedicara una parte importante de sus tierras a los cultivos de
autoabastecimiento interno, hizo que el grupo burgués agra-
rio se mostrara especialmente interesado en poseer aguas.
Las peticiones de la burguesía agraria, serán desoídas
por el Tribunal de la Real Audiencia, que falló a favor del
Convento Agustino, encarcelando a alguno de los miembros
más destacados de la burguesía local, como es el caso de
don Antonio Sanabria233. No obstante, la burguesía agraria
se mantuvo firme en sus planteamientos, de ahí que en
1803, don Agustín Rodríguez Chávez y Cruz, síndico-perso-
nero del Realejo de Abajo de poder a varios procuradores
para: «El pleito que siguen con el Convento de religiosos
agustinos de estos lugares, sobre el agua de abasto». Sin
embargo, la burguesía fracasó en su intento de municipali-
zar las aguas de abasto público, que controlaba el convento
agustino; pues una vez extinguido dicho convento, estas
aguas pasaron a manos de los grandes propietarios locales,
los cuales monopolizaron prácticamente la totalidad de las
fuentes y manantiales del Realejo de Arriba de tal manera
que en el año de 1842, cuando se hablaba de la situación de
las aguas del Realejo de Arriba, se expresaba:
Aunque nacen dentro de su demarcación nuestras aguas,
las más de ellas se las ha apropiado el Adelantamiento

233
Don Francisco Sanabria dijo: «Que por cuanto en los autores que en este
juzgado se siguen en virtud de comición del Tribunal de la Real Audiencia
de estas islas por parte del Convento de Religiosos Agustinos de los Reale-
jos contra algunos vecinos del sitado de arriba sobre el uso y abasto de las
aguas que transitan por dicho lugar, en vista de una información que se
recivió para justificar los contradictores de los mandatos de dicho superior
tribunal. Se decretó prisión contra algunos de dichos vecinos, siendo uno
de ellos don Antonio Sanabria su hermano, el que se halla hace días en
carcelaria, y aunque ha solicitado su soltura se le ha denegado por este
Juzgado, lo que le dio motivo a recurrir a dicho superior Tribunal de la
Real Audiencia, que tuvo a bien por ser Real Provisión expedida en 29 de
mayo próximo pasado y decreto proveido en el mismo día, puciese ‘inme-
diatamente en libertad al dicho su hermano, bajo la fianza que tenía
ofrecida’». A.H.P.T. Legajo 2.897, 6 de junio de 1795. ARBELO GARCÍA, A.:
«Agua y conflictividad social en Tenerife durante el Antiguo Régimen: los
litigios entre los vecinos de Los Realejos y el convento agustino de San
Juan Bautista (1672-1817)», Revista Historia Canaria, Nº 177, La Laguna,
Santa Cruz de Tenerife, 1995, pp. 11-40.

187
mayor, que las conduce a su hacienda en el término del
Realejo de Abajo, otras que aprovechan en su hacienda
de la Gorvorana sita en esta jurisdicción, El Excmo. Sr.
Marqués de Guadalcázar, y otra que se hallan perdida por
falta de recursos para conducirlas al aprovechamiento
público, y aún así a puestas ostenta derecho el poseedor
del Adelantado mayor. De forma que para el abasto co-
mún de este pueblo, que es de un chorro que el Adelan-
tamiento daba al extinguido Convento agustino, y en el
día al Dr. don Ignacio Llarena que lo remató234.

En el Realejo de Abajo, al igual que en el Realejo de


Arriba, las fuentes y manantiales son propiedad de los gran-
des propietarios absentistas (véase cuadro Nº 13). Y aquí,
del mismo modo que lo que ocurre en el Realejo de Arriba,
la burguesía agraria local, como grupo social que acapara
los cargos municipales, mantiene una constante disputa con
los administradores del Adelantamiento, reivindicando su
derecho sobre determinadas aguas dedicadas al abasto pú-
blico, a lo que los mencionados administradores se oponen
reiteradamente. Para la burguesía agraria:
Desde tiempo inmemorial, y a la continua han estado los
vecinos de dicho pueblo y sus pagos en posesión de to-
mar de las fuentes y manantiales, hacer o transitar de
sitios públicos de las aguas para su abasto, sin que por
esto se les haya pedido jamás premio, ni otro obsequio
(...) A más de este uso y libertad, ha estado el referido
pueblo en la posesión de considerable parte de las aguas
que dicen del Garabato y Romero, de las que dicho pú-
blico ha usado, no sólo para beber y demás abasto, sino
también para regar los vecinos con el sobrante de dicha
porción de agua pública235.

234
A.M.O. «Expediente sobre el Plan de división municipal y Parroquial del
Realejo alto», 19 de enero de 1842.
235
A.H.P.T. «Declaración de don Juan Fernandez Ruiz-Machado, síndico-
personero del Realejo Bajo», Legajo 3.639, 1786.

188
CUADRO Nº 13. PROPIETARIOS DE LAS FUENTES
Y MANANTIALES DEL REALEJO DE ABAJO
Nombre de la Extracción Fanegas de
Fuente o Propietario
social Regadío
Manantial
Varios
Sabuquero — 1 fanegada
Hacendados
De Méndez D. Alonso Méndez Grandes Fanegada
de Lugo propietarios y media
Del Cuchillo D. Felipe Massieu " 50 fanegas
y de las Damas
De la Madre Marqués de
" "
del Agua Villanueva del Prado
Del Barranco
" " —
de los Dornajos
De la Hacienda Marqués de 10 fanegas
"
de San Antonio la Florida
De la Hacienda Marqués de " 20 fanegas
del Marqués de la Quinta Roja
la Quinta Roja
Marqués de
El Dornajito " —
Villanueva del Prado
Hacienda de Castro D. José de Castro " 80 fanegadas

FUENTE: LEÓN, Francisco María: Noticias dadas por los Ayuntamientos


de la Provincia, de las Fuentes y Manantiales de sus respectivas juris-
dicciones, año de 1844. Elaboración propia. B.M.T.

A pesar de las demandas que la burguesía agraria hace


sobre el derecho que tiene el vecindario a disponer libre-
mente de una determinada cantidad de agua para el abasto
público, el poderío socio-económico de los grandes propie-
tarios o sus representantes se impondrá, privatizando pau-
latinamente las aguas que pertenecían a la comunidad. De
ahí que en el año de 1842 el ayuntamiento del Realejo de
Abajo expresara:
En esta demarcación, no se hallan más aguas que las que
nacen donde llaman Madre Juana, al pie de la alta lade-
ra, que son de dominio particular y ninguna de aprove-
chamiento público; pues las que se aprovechan en las
Haciendas del Adelantamiento mayor que se sitúan en es-
te pueblo y de las que se abastece el vecindario, nacen

189
en la jurisdicción del Realejo Alto, en los parajes que
nombran la Caleta, Zarzales, y el Garabato. Las cuales
en su principio el Adelantado destinó dos terceras partes
para el riego del plantío de cañas dulces y la otra terce-
ra parte para el Pueblo. Pero los administradores poco a
poco han ido haciéndolas propias de su amo, y privando
al pueblo del derecho que tenía para sus riegos, y últi-
mamente no tiene otro aprovechamiento de ellas, que
el de los usos domésticos236.

Sin embargo, la burguesía agraria de Los Realejos no se re-


signa a quedar marginada de la propiedad del agua, y ya desde
comienzos del siglo XIX algunos de los más significativos perso-
najes de este grupo social a título individual compran algunos
caudales. Éste es el caso de don José Pérez Chaves, quien
adquiere «un chorro de agua pública que corre por el barranco
de La Lora», propiedad del Ayuntamiento del Realejo de Arri-
ba, pagando de tributo 45 pesos anuales a dicha corporación.
De las actividades individuales de los primeros años del siglo
XIX, se pasa a las acciones colectivas que la burguesía em-
prende fundamentalmente hacia mediados del XIX. En efec-
to, hacia 1844, un sector de la burguesía agraria de ambos
Realejos funda la denominada «Sociedad de Aguas de los
Realejos», en la que están incluidos los más relevantes per-
sonajes de las familias burguesas de estas localidades, como
don Pedro Pérez Barrios, don Cándido Chávez de la Guardia,
don Nicolás Grijalva, don José Albelo Ramírez, etc.; la socie-
dad aparece presidida por don José Cívico y Porto, alcalde
del Realejo y administrador del Adelantamiento, cargo este
último que lleva consigo un poder socio-económico y una
influencia política importante en estos lugares de Los Reale-
jos, dada la importancia que esta Hacienda tiene en la eco-
nomía de dichas localidades.
El objetivo de la mencionada sociedad será: «El descu-
brimiento, explotación y elevación de repetidas aguas, el
estancarlas y su distribución a cada uno de sus partícipes

236
A.M.O. Expediente sobre divisiones territoriales del Realejo Bajo, 1842.

190
para el riego de sus predios»237. Las aguas y manantiales
que explotarán serán:
Las aguas de Gordejuela por bajo el molino harinero del
mismo nombre en el ribera del mar, los nacientes sobre
el mar donde dice Las Aguas; la Fuente del Viñatigo en
el barranco de igual denominación, los nacientes de Me-
sa en la cumbre, el que se halla en el barranco de Alma-
gre y dos en la Maljurada238.

A tenor de las apreciaciones que hace Francisco Mª de


León sobre una de las fuentes, la de Mesa, el éxito de esta
empresa estaba garantizado, de tal modo que la burguesía
agraria a medida que avanza el siglo XIX compartió con el
grupo nobiliario, al que alguno de ellos ya estaban estrecha-
mente ligados desde comienzos del XIX a través de la vía
matrimonial, la propiedad de las aguas de Los Realejos. Así
se inicia un proceso de privatización de todos aquellos manan-
tiales o fuentes que todavía eran propiedad pública, y aunque
una de las condiciones que se exigían por parte del jefe supe-
rior político, don Miguel Díaz, era que se continuara el abasto
de los vecinos que estaban en su uso o podían necesitarlo; a
medida que transcurría el tiempo, se olvidaban de los deberes
y derechos del común del vecindario y se convertían en los
auténticos y exclusivos propietarios de las aguas.
En el Puerto de la Cruz, también se sucedieron distintos
conflictos en torno a las aguas de abastecimiento público a
lo largo del período que abarca nuestro trabajo. La burgue-
sía comercial portuense, el grupo social más poderoso del
Puerto de la Cruz, es el que muestra una mayor actividad
en las continuas polémicas que le enfrentan tanto con la
burguesía agraria de Los Realejos, como con el grupo nobi-
liario orotavense, propietario del Heredamiento. Así, y por
lo que se refiere a los grandes propietarios orotavenses,
estos mantienen constantemente una postura de rechazo a

237
A.H.P.T. Expediente de fundación de la Sociedad de Aguas del Realejo,
Legajo 3.550, 1846.
238
Ibídem.

191
todas las peticiones que el vecindario portuense haga para
procurarse el abasto público. De ahí que en el año de 1760:
Don Antonio Benítez de Lugo, regidor perpetuo de esta
dicha Isla, el capitán don Manuel Franchy de Monteverde
don Alonso Joseph de Llarena y Ayala, y don Francisco
Bautista Benítez de Lugo, dueño de la Isla de Fuer-
teventura (...), vecinos de esta villa dijeron: que siendo
como son dueños de las aguas de ella, que con sus tie-
rras correspondientes repartió el Adelantado don Alonso
Fernández de Lugo con orden a su Magestad a los Con-
quistadores de esta dicha Isla y fundadores de este pue-
blo en el año pasado de 1496, cuios predios y aguas des-
de antiguo están amayorazgadas, en cuya posesión han
estado y están (...) Ahora pretenden los vecinos del
Puerto de esta dicha Villa que se les asigne y señale una
porción de dichas aguas para su abasto; no obstante di-
cho lugar tiene permanente en la fuente que llaman de
Martiánez dentro de su recinto, y la misma aún cuando
dicho lugar numeraba y mantenía mayor vecindad que le
abastece. Que a mayor abundamiento ofreció la casa de
la viuda de Blanco e hijos y compañía. No quisieron
hacer ni admitir para sus fines particulares, llevándole
por la misma causa, e intento de tomar en las que per-
tenecen a los otorgantes, sin atender a los perjuicios y
daños que de ellos se seguiría239.

La postura de los grandes propietarios se mostró siempre


inquebrantable, haciendo valer sus derechos sobre algo que
consideraban de uso privativo. Ni siquiera la intervención
del comandante general de las Islas, don Pedro Rodríguez de
la Buria en favor de los portuenses, hizo cambiar de actitud a
los grandes propietarios orotavenses240.
Para comprender con mayor nitidez la postura de la bur-
guesía comercial portuense en el tema del agua, es necesa-
rio analizar algunas de las características socio-económicas
y políticas que suceden en el Puerto de la Cruz, princi-
palmente en los primeros años del siglo XIX, y por otra parte,

239
A.H.P.T. Legajo 3.171. Cuaderno I, folio 126 v., 1762.
240
Ibídem.

192
situar la burguesía comercial en este contexto. En efecto, el
poderío económico que había tenido la burguesía comercial
portuense, fundamentalmente entre los últimos años del
siglo XVIII y principalmente como consecuencia del relan-
zamiento del comercio de vinos y de la barrilla, le sirve
como plataforma para gestar las bases de lo que sería su
poder político. En una sociedad en que las estructuras polí-
ticas se iban modificando paulatinamente, la burguesía
portuense trata de adaptarlas a sus conveniencias. El régi-
men constitucional que se abrió en las Cortes de Cádiz,
trajo la aparición en el Puerto de la Cruz de un ayuntamien-
to que presentaba connotaciones diferentes con respecto a
corporaciones anteriores; puesto que se amplían los pode-
res jurídicos y administrativos de los alcaldes. Por otra par-
te, desaparece la tradicional dependencia con respecto a la
Villa de La Orotava, fenómeno éste que se venía apreciando
desde el siglo XVIII, pero es a partir de este periodo cuando
se consolidan las aspiraciones portuenses. De ahí que en
1808, antes de la Constitución de 1812, dictaminase la for-
mación del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz el alcalde
de esta localidad. El pintor Luis de la Cruz y Ríos ya había
calificado «de pretensión infundada del alcalde de la Villa,
que acuda a presentarse a La Orotava el alcalde del Puerto,
porque no hay tal obligación y la jurisdicción es otra»; a lo
que responde el alcalde de La Orotava José Díaz Bermuda,
«que no deje de presentarse a mí según costumbre». Luis
de la Cruz reafirmó la inexistencia de tal obligación como
símbolo de tal independencia.
En efecto, la burguesía comercial portuense es conscien-
te de que los cambios políticos acaecidos en este periodo,
podían significar una oportunidad histórica para reafirmar y
hacer avanzar su poderío territorial. Así, en este periodo, se
inicia una lucha política por la ampliación de los límites ju-
risdiccionales del Puerto de la Cruz, aspecto este que tendrá
su máxima expresión en las etapas constitucionales.
La unanimidad con que la burguesía comercial se alzó con
el poder político en el ayuntamiento portuense durante los
primeros años del XIX fue prácticamente total. Las mismas
elecciones municipales fueron un ejemplo evidente de ello.

193
En las mismas no existió la más mínima pugna electoral, no
se observó por ninguna parte la existencia de bandos o fac-
ciones. Este poder político le llevó a plantear con toda segu-
ridad sus aspiraciones, las cuales fueron un preludio de lo
que será la posición de tal sector de la sociedad hasta nues-
tros días. Uno de los capítulos en que se aprecian estas aspi-
raciones de la burguesía comercial, y que nos demuestran
una voluntad de gobierno autónomo, y de ocupar parcelas so-
cio-económicas que hasta entonces habían sido privilegio
exclusivo del grupo nobiliario orotavense, es el del agua.
Hacia 1808, el ayuntamiento del Puerto de La Orotava,
reclama a la Junta Suprema de Gobierno y a la comandan-
cia general, la devolución de la gestión del agua pública,
que le era propia y que necesitaba para el abasto público,
cuyo gobierno le había sido usurpado por el comandante,
que era el encargado de nombrar los llamados alcaldes de
aguas. Esta corporación atendía que las consecuencias de
tal usurpación «eran funestas, y de aquí es donde proviene
el desorden que se experimenta en un ramo de tanta nece-
sidad»241. Para ellos, es notable el perjuicio que al público
se experimentaba, de no usar libremente de este ramo de
primera necesidad, máxime cuando el comandante general
Casa Cagigal se había embolsado 4.000 reales de vellón para
su propio uso por vía de reintegro. Lo que le interesa es
«que se les restituya de sus legítimos derechos, que se le
deje al arbitrio de nombrar con libertad los alcaldes para la
administración del agua»242.
Las pretensiones del ayuntamiento portuense se vieron
satisfechas, lo que supuso un reforzamiento evidente del
prestigio político de la burguesía portuense, la cual tuvo una
de sus máximas figuras entre los componentes de la Junta
Suprema. Se trata de Bernardo Cólogan, quien propuso que:
El uno por ciento adicional sobre el comercio, era suave
y debía aumentarse, siempre que no comprendiese las

241
A.M.P. Libro de Actas, año de 1808.
242
Ibídem.

194
mercaderías de exportación, por el perjuicio que podría
causar el valor de los productos del país243.

Pero la burguesía portuense no se contentaba con la de-


volución de la administración del ramo de aguas propio,
sino, lo que es más importante y significativo, reclama para
sí los sobrantes del agua del Río de La Orotava; téngase en
cuenta la trascendencia de este hecho, puesto que la pro-
piedad del Heredamiento —como ya hemos visto— era parti-
cular y exclusiva de la elite agraria orotavense, quien obs-
taculizaba no sólo el disfrute de la misma a propietarios
foráneos, sino a los mismos vecinos de la villa, en cuanto le
consideraban como suya propia.
Esta actitud de la burguesía comercial, a la par de afir-
mación de un supuesto poder político que le permitía remo-
ver lo que hasta entonces era un privilegio intransferible,
por esa mentalidad nobiliaria de la que hacen gala los gran-
des propietarios orotavenses que preferían el derrame y
pérdida de la aguas antes que su cesión al resto de la po-
blación, demuestra un interés por la utilización de tales
aguas no para el abasto que ya tenía cubierto, sino para el
regadío de las tierras que en este período había adquirido.
De ahí que reclame a La Orotava el sobrante de las aguas
del río de su mismo nombre, aunque argumentando escasez
en el abasto público:
Ningún perjuicio resultaría de aquellos vecinos con quie-
nes vivimos en la mayor armonía que nos cediesen sus so-
bras y estos recibirían mayor beneficio de sus inmediatos
hermanos. Este pueblo reuniría a su costa aquellas aguas
perdidas, las recogerían en una arquilla, en sus nacientes
y hasta ponerla en la atargea principal y recibiría a la sa-
lida de La Orotava, tres partes de la porción de agua que
hubiese recogido en sus nacientes, dejando a beneficio de
los vecinos de La Orotava, una cuarta parte, de la cual le
resultaría siempre mejor ventaja244.

243
BONNET REVERÓN, B.: op. cit., p. 340.
244
A.M.P. Libros de Actas, 1808.

195
La Junta Suprema apoya la reivindicación del ayunta-
miento portuense argumentando el que: «las aguas nazcan
por encima de un pueblo, no por eso éste tiene derecho de
propiedad de ellas mayormente, si el tal pueblo tiene sufi-
ciente porción de agua para el abasto, y le falta a otro»245.
Con sorprendente rotundidad, teniendo en cuenta las in-
dudables connotaciones socio-económicas de la propiedad
del agua, la Junta manifiesta que:
las aguas que el Puerto solicita nacen en los montes rea-
lengos, y como podría negarse a ninguna persona que
ocurriera a ellos, para proveerse de la leña que necesita
para el consumo indispensable, tampoco puede impedír-
sele el que se le provea de el agua que nace en dichos
montes y que nadie aprovecha246.

Esta toma de posición podría estar en relación con la


misma que estaba en boca del común de los vecinos benefi-
ciados, que intentan oponerse al monopolio del Hereda-
miento ejercido por el grupo nobiliario orotavense.
Estos propósitos fracasan por la oposición total del grupo
nobiliario orotavense a que el agua del Heredamiento fuese
disfrutada por personas ajenas a su rango socio-económico.
Con la apertura de un nuevo período constitucional, que
abarcaría el denominado Trienio Liberal, resurge de nuevo
la problemática sobre los recursos hídricos, abanderando
una vez más la burguesía comercial portuense las demandas
de agua a La Orotava.
No obstante, a diferencia de etapas anteriores y como
consecuencia de los cambios políticos experimentados en la
Villa de La Orotava, donde la burguesía agraria controla la
corporación municipal orotavense, las peticiones de la bur-
guesía comercial serán satisfechas, produciéndose un cierto
pacto entre las burguesías agraria y comercial, y coinci-
diendo en este punto los proyectos socio-económicos de
ambos grupos sociales. En efecto, la burguesía agraria oro-
tavense, al dotar a las aguas del Heredamiento del Río de

245
Ibídem.
246
A.M.P. Escrito de la Junta Suprema, octubre de 1808.

196
La Orotava de una propiedad municipal y no privativa de
una minoría exclusivista, coinciden en revertir parte del
sobrante de este bien público al ayuntamiento del Puerto
de la Cruz. Esa comunidad de intereses lleva a oficiar a la
corporación de esta localidad marítima un escrito en el que
pide: «En virtud de la recíproca conveniencia y relaciones
bajo tan varios como diferentes respectos, se designe con-
ceder aquella porción de agua, sin hacer falta a aquel pue-
blo, pueda proporcionar a éste la que necesita para su con-
sumo, abasto y demás usos»247.
Estaba claro que no era sólo el abasto público el objetivo
del ayuntamiento portuense, pues, como señala el síndico-
personero, Roberto Power, los mismos se emplearán ade-
más de para el consumo ciudadano, «en atender a otros
objetos, no menos útiles ni necesarios, para el fomento de
la industria rural y felicidad de este pueblo»248.
Esta coincidencia de intereses entre ambos sectores so-
ciales de la comarca se vio frustrada por el triunfo inmedia-
to de las posiciones exclusivistas defendidas por el grupo
nobiliario, que se negó a ceder parte de sus derechos priva-
tivos a otros grupos sociales. Pero, en realidad lo que se
estaba gestando no era la pervivencia al monopolio de los
grandes propietarios, sino una remodelación del mismo,
porque en el fondo a lo que se iba era a una privatización
en el sentido burgués del término, introduciendo a repre-
sentantes de la burguesía agraria y comercial, y lo que ter-
minaría desechando la burguesía comercial sería la municipa-
lización. La entrada de los Cólogan o los Cullen en el Here-
damiento como partícipes así lo confirmarían.
Junto con el intento de utilizar parte de los sobrantes de
las aguas municipales de La Orotava, el ayuntamiento por-
tuense adquiririó por compra las aguas de la Fuente del
Burgado, conocidas también vulgarmente con el nombre de
los Beltranes, y que estaban situadas en el término, munici-
pal de Los Realejos. Tras un juicio de conciliación, por
compra a don Blas Gutiérrez por la cantidad de 500 pesos,

247
A.M.P. Libro de Actas, 1821.
248
Ibídem.

197
tales aguas antes arrendadas al público pasaron a propiedad
municipal a fines de 1822249.
Estas aguas estaban vinculadas por Patronato creado por
Asensio Martín, y tras el proceso de desvinculación fueron
adquiridas por la mujer y las tías del citado don Blas Gutié-
rrez, quien como apoderado de éstas las vendió a la citada
corporación municipal.
Tan interesada estaba la corporación municipal portuen-
se en la compra de las citadas aguas que, ante la posible
oposición de don Luis Gutiérrez, administrador del Marqués
de Torrehermosa, manifiesta:
En la inteligencia de que si los colonos que tenían arren-
dadas las huertas colindantes a la fuente, no quisiesen
continuar en dicho arriendo, al Puerto estaba dispuesto
desde luego a tomarlas en sí por el mismo precio que
aquellas los tienen, celebrando al intento la correspon-
diente escritura250.

La burguesía comercial portuense también pretende aca-


parar alguno de los caudales de agua situados en los lugares
de Los Realejos, con el objeto de asegurar el abastecimien-
to de su población y también con la intención de utilizar di-
chos recursos hídricos en el riego de sus haciendas, no hay
que olvidar que la burguesía comercial portuense, princi-
palmente en la primera mitad del XIX, tras la caída definiti-
va del comercio vitícola y de la barrilla, dirige de forma
casi definitiva la mayor parte de sus capitales hacia la ad-
quisición de tierras. Se trata de las denominadas «Aguas del
Rey» ubicadas en el Realejo de Arriba y de las cuales se
aprovechaban especialmente los miembros de la burguesía
agraria local para el riego de sus propiedades rústicas; de
ahí que éstos se opongan radicalmente a que dichas aguas
fueran conducidas desde el Realejo de Arriba hacia el Puer-
to de la Cruz.

249
A.M.P. Libro de Actas, año de 1822, Expediente sobre «Aguas de Martiá-
nez, Burgado o Beltranes», Leg. B (1), Nº 32.
250
A.M.P. Libros de Actas, 23 de julio de 1822.

198
Para la burguesía comercial portuense la conducción de es-
tas aguas se concebe como una especie de panacea capaz de
resolver muchas de las deficiencias que aquejan al vecindario.
De ahí que en un informe de fines del siglo XVIII, sobre el estado
de la educación en el Puerto de La Orotava, se exprese:
Para cumplimiento de los deseos que siempre han asistido
a los principales de este pueblo de lograr una completa
educación de la juventud, cuyo importante objeto nos re-
cuerda el Supremo Consejo; y en que ciertamente nos ha
prevenido. No hay en este pueblo otro arbitrio sólido y
permanente, que el que hay cinco años que promueve es-
te ayuntamiento con el venerable Párroco y es el de traer
a la población unas aguas que se hallan en bastante in-
mediación, las que además de seguro aumento de la agri-
cultura; produciría un fondo cierto para establecer de una
manera permanente una excelente educación conforne a
los deseos del Supremo Consejo251.

A pesar de las reiteradas protestas de los vecinos de Los


Realejos, la burguesía comercial portuense con mayor peso
socio-económico y político en la sociedad tinerfeña, en esta
etapa de tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen, logra final-
mente sus fines. De ahí que en el año de 1844, Francisco Mª de
León expresara: «Las aguas del Rey, son cuatro arroyos, se han
concedido al Puerto de la Cruz que la ha aprovechado»252.

251
A.M.L.L. «Informe sobre el estado de la educación en el Puerto de la
Cruz», Signatura C-II, Nº 1, 30 de septiembre de 1790.
252
En la conducción de estas aguas se invirtió un fuerte capital que ascen-
dió a 30.000 pesos, según señala Francisco M. de León en su obra Noticias
dadas por los ayuntamientos de la Provincia, de las fuentes y manantiales
de sus respectivas Jurisdicciones, B.M.T., 1844.

199
LAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS
DE LA BURGUESÍA AGRARIA
DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)

En este capítulo nos dedicaremos a analizar las activida-


des económicas que desarrollan los miembros de la burgue-
sía agraria del Valle de La Orotava, con el fin de conocer
con la mayor profundidad posible cuáles fueron los meca-
nismos económicos a través de los cuales se fue forjando
este grupo social en ascenso, un sector del cual estuvo lla-
mado a engrosar las filas de la elite social del Valle, en la
etapa de tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen.
Como bien señala A. M. Bernal253, el problema de la for-
mación de una burguesía agraria no puede desligarse de dos
presupuestos básicos: el régimen de propiedad y el régimen
de cesión y tenencia de la tierra. Por ello, a continuación
acometeremos como tarea prioritaria el análisis de las distin-
tas formas de tenencia y cesión de las tierras, así como otras
fuentes de ingresos vitales para este grupo agrario: présta-
mos, arrendamientos de diezmos, compras de tierras, etc.

253
BERNAL, A. M.: 1979, op. cit., p. 332.

201
LOS MODOS DE TENENCIA DE LA TIERRA

EL ARRENDAMIENTO

A la luz de los datos que nos revelan los protocolos nota-


riales de la zona, el arrendamiento constituye uno de los
contratos agrarios por los que la burguesía agraria local
tiene una mayor predilección. Esta forma de tenencia de la
tierra suele ser altamente beneficiosa para este grupo agra-
rio, máxime cuando en los distintos contratos que hemos
contabilizado para la etapa objeto de nuestro estudio, se
observa con claridad cómo las tierras que este grupo toma
en arrendamiento, en su mayor parte están dedicadas a
cultivos de autoabastecimiento interno: tierras de «pan
sembrar», hortalizas, etc. (véase cuadro Nº 14), cuya renta
se paga en numerario. El alza vertiginosa que experimentan
los precios de los productos de autoabastecimiento interno
durante esta etapa colocan a los arrendatarios de estas tie-
rras, sin duda, en una posición privilegiada, saliendo benefi-
ciados de una de las coyunturas más críticas del valle. No
obstante, y aunque la burguesía agraria local parece tener
preferencia por arrendar las tierras dedicadas a los cultivos
de subsistencia, las propiedades rústicas cuyo cultivo princi-
pal es la vid, también son apetecidas por este grupo (véase
cuadro Nº 14). El relanzamiento que experimenta el sector
exportador vitícola en los últimos años del siglo XVIII y prime-
ros del XIX, a raíz del bloqueo napoleónico, igualmente per-
mite a la burguesía que ostentaba estas tierras de viña en
régimen de arrendamiento, participar satisfactoriamente
del auge del comercio y extraer pingües beneficios.
En el grupo de burgueses agrarios, arrendadores de pre-
dios rústicos o de otros bienes, hay que hacer una distinción
entre aquellos que constituyen el núcleo de los grandes
arrendatarios por excelencia, es decir, aquellos que toman
arrendamiento las grandes propiedades o mayorazgos del
grupo nobiliario local (véase tabla I y II), es el caso de don
Narciso Baeza, don José Jiménez Pimienta, don Domingo

202
Francisco Soto, etc.; por otro lado, aquellos individuos que
toman en arrendamiento pequeñas o medianas propiedades a
instituciones eclesiásticas (conventos, etc.), ayuntamien-
tos, clero secular, o a los mismos miembros de la burguesía
agraria o mercantil, son por ejemplo don Juan Bautista
Hernández, don José Pantaleón Acosta, etc. Aunque algunos
de estos arrendadores de pequeñas y medianas propieda-
des, como ocurre con el mencionado don Juan Bautista
Hernández, toman «a partido de renta» aquella que colin-
dan unas con otras, o que limitan con sus predios particula-
res, conformando así una propiedad de una extensión más
considerable, susceptible de ofrecer un mayor rendimiento
y una mejor explotación que una pequeña o mediana pro-
piedad. Por lo que se refiere a la duración temporal de los
contratos de arrendamiento, se trata generalmente de con-
tratos que van desde un año hasta doce, e incluso algunos
de ellos tienen carácter vitalicio, como es el caso del que
otorga el Dr. don Domingo Román Machado y Lugo, benefi-
ciado de la Parroquia Matriz de la Concepción de la Villa de
La Orotava, quien da unas tierras en arrendamiento a don
Tomás Estévez, situadas éstas en Palo Blanco (Realejo de
Arriba) manifestando que: «durante la vida del dicho Tomás
Estévez no se le quitarán dichas tierras para darlas a
otro»254. Sin embargo, la duración media de los contratos es
de nueve años (véase cuadro Nº 15). El núcleo de los gran-
des arrendatarios, el más poderoso de esta burguesía arren-
dataria, parece que suele estar largo tiempo en posesión de
las tierras arrendadas, renovando una y otra vez los contratos
de arrendamiento, un ejemplo de ello es el de don Domingo
Francisco Soto, arrendador de algunas de las propiedades
rústicas que poseía el Marqués de Torrehermosa y Acialcázar
en la Villa de La Orotava.

254
A.H.P.T. Legajo 3.085, 1787.

203
CUADRO Nº 14. TIERRAS Y OTROS BIENES TOMADOS EN ARRENDAMIENTO POR LA BURGUESÍA AGRARIA
DEL VALLE DE LA OROTAVA (1762-1822)
Otros
Arrendador Arrendatario Duración Cultivo Extensión Renta anual Lugar Año
bienes
Convento de San Nicolás D. ManuelArteaga 9 años – – 14 fanegas de trigo – Hoya de Quintana 1762
Obispo (La Orotava)
Ayuntamiento D. Andrés 1 año Viña y pan – 267 pesos de 10 – La Cuesta 1770
de La Orotava Hernández Neda sembrar reales cada uno (Santa Úrsula)

" " " – – 46 pesos de 10 – La Orotava 1770


reales cada uno
Pedro Pérez Machado D. Juan Bautista 5 años – – 12 pesos – La Orotava 1776
Hernández
D. Antonio Díaz Borges 4 años pan sembrar – 25 pesos – Los Frontones 1778
"
(La Orotava)

204
D. Laureano Arauz 7 años pan sembrar – 120 pesos – Los Frontones 1779
Y Molina " (La Orotava)
Convento de San Nicolás D. Antonio Arteaga 5 años Viña – 30 pesos de 15 – El Pinito 1785
Obispo reales vellón (La Orotava)
D. Juan Hernández Rusell D. Juan Albelo 5 años Viña – 20 pesos pesos Una casa Realejo de Abajo 1785
Nuño corrientes de 15 de alto
reales vellón y bajo
D. Bárbara Blanco D. Gabriel 9 años Viña y – 150 pesos – La Orotava 1786
Pimienta árboles corrientes
frutales
D. Domingo Román D. Tomás Estévez Vitalicio – – 28 fanegas de trigo – Palo Blanco 1787
y Machado, Beneficiado (Realejo de Arriba)
de la Parroquia Matriz
de La Concepción
de La Orotava
Arrendador Arrendatario Duración Cultivo Extensión Renta anual Otros bienes Lugar Año
D. Antonio Méndez, 2 años – – 20 pesos – La Florida (La 1788
D. Pablo Alayón Salcedo
presbítero Orotava)
Ayuntamiento de La Orotava D. Juan Bautista Hernández 5 años – – 20 pesos Una bodega La Orotava 1789
D. José Antonio Santana D. Domingo Francisco Soto 9 años – – 114 fanegas de trigo, – Realejo de Arriba 1797
(Administrador del Marqués de 12 de habas, IO de
Torrehermosa y Acialcázar) papas y 24 sábanas
de paja caballar
D. Agustín Rodríguez Franco D. Domingo Rodríguez 5 años pan sembrar con – 15 pesos corrientes – Pago del Río 1797
y Machado Oramas algunas viñas y 2 fanegas (Arico)
y media de trigo

D. Miguel Grijalva D. Agustín Díaz Estrada 4 años Viñas – 52.500 reales vellón Tributos de dulas Los Realejos 1802
de agua, ace-
quias, molinos de
agua; tributos de
trigo, dinero,

205
pechos y gallina
D. José Antonio Santana D. Domingo Francisco Soto 9 años – – 114 fanegas de trigo, – La Orotava 1806
12 de habas, 10 de
papas, 8 de centeno
y 24 sábanas de
paja caballar

Dª Águeda Yanes D. Gregorio P. Espínola " pan sembrar – 22 pesos y un real – La Azadilla 1810
y árboles de plata (Los Realejos)
castaños
D. Bárbara Fernández Morales D. José Pérez Chaves – – – – Una casa alta Realejo de Abajo 1810
D. Domingo Francisco Machado D. Antonio García Abreu 6 años – – 30 pesos corrientes – Pago del Río 1812
y D. Pedro Martin Padrón (Arico)
Arrendador Arrendatario Duración Cultivo Extensión Renta anual Otros bienes Lugar Año
D. Josef Gabriel Benítez y Alzola D. Francisco Díaz 7 años Huerta de – 150 pesos anuales – La Orotava 1813
Valladares hortalizas, parrales
D. Agustín Ramos D. Domingo Currás 9 años Viña malvasía – 33 pesos corrientes – Pago de La Corujera 1813
(presbítero) (Santa Úrsula)
D. Agustín García Abreu D. Amaro Pérez 2 años – – 1 fanegada 18 pesos – Los Realejos 1814
Chaves
D. Francisco de Franchy Alfaro D. Narciso Baeza 5 años – – – – La Orotava 1815
D. José Antonio Santana D. Domingo 9 años – – 100 fanegas de trigo, 12 – Los Realejos 1815
Francisco Soto de habas, lO de papas,
8 de centeno
y 20 sábanas de paja
caballar y 200 pesos
corrientes
D. Domingo Francisco Machado D. Agustín Díaz " – – 30 pesos de a quince – Benijos 1816
Estrada reales vellón (Los Realejos)

206
D. José Antonio Santana D. José Pantaleón " – – 45 pesos corrientes 3 tributos perpe- Icod 1817
Acosta tuos de centeno
" " 1 año Hortalizas – 65 pesos corrientes – Icod 1818
D. José García Benítez, D. Martin González 9 años Pan sembrar, – 400 pesos corrientes – La Orotava 1819
Señor de la Isla de Alegranza del Castillo hortalizas
D. Petronila del Hoyo D. José Jiménez " – – 1.700 pesos corrientes – La Orotava 1819
Pimienta
D. Felipe Rodríguez de la Sierra D. Gregorio 12 años Viñas y árboles – 18 pesos – La Lora 1820
P. Espínola (Los Realejos)
D. José García Benítez D. Martín González 9 años Pan sembrar, – 200 pesos corrientes Un molino La Orotava 1822
del Castillo hortalizas

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.


Los grandes propietarios locales eran conscientes de que
dentro del campesinado eran estos labradores acomodados
los únicos capaces de garantizarles el pago de la renta esti-
pulada. Pues eran ellos de los pocos individuos de la comu-
nidad rural que poseían los bienes suficientes para presentar-
los como hipoteca o fianza, avalando el pago de la renta. A
veces el arrendador presenta junto con sus bienes, los de un
fiador componente asimismo de su mismo grupo social255, con
lo cual se asegura con mayor solidez el pago de la renta fija-
da. De ahí las preferencias del grupo nobiliario por concen-
trar el arrendamiento de sus propiedades en un sólo indivi-
duo de probada suficiencia económica, pues como señala
Fernández Pinedo: «la estrategia de los grandes propietarios
no consistía en maximizar sus ingresos parcelando sus bienes
con vistas a traer a muchos pequeños labradores; sino en
seguir manteniendo su monopolio sobre la tierra (...); con
vistas a encarecer su oferta y evitar que los labradores mo-
destos pudieran obtener parcelas con facilidad, tener una
masa campesina dependiente, y poder alzar las rentas hasta
reducir a los colonos al mínimo vital de subsistencia»256.
Junto con las tierras de los grandes propietarios locales,
que ocupan el primer lugar entre los bienes que la burgue-
sía toma en arrendamiento; las propiedades de instituciones
como los conventos del Valle de La Orotava o tierras perte-
necientes a los ayuntamientos locales, también son apeteci-
das por el grupo burgués agrario. En este último caso su par-
ticipación en el control de los ayuntamientos locales le colo-
can en una posición privilegiada, utilizando los cargos públi-
cos en su propio beneficio, así don Juan Bautista Hernández
en el año de 1789 manifiesta que: «Tiene arrendada las bode-
gas de las casas colegio que se han mandado ceder por S.M. al

255
Así en el año de 1770, cuando Andrés Hernández Neda toma en arren-
damiento una hacienda viña, donde llama la Cuesta (La Orotava); de los
bienes que fueron de temporalidades de los regulares de la Compañía de
Jesús de la Villa de La Orotava presenta como fiador a don Pablo Alayón
Salcedo, Legajo 3.259, sin foliar, 1770.
256
FERNÁNDEZ PINEDO, E.: «Coyuntura y política económica», en Historia de
España, dirigida por Manuel Tuñón de Lara, tomo VII, titulado «Centralismo,
ilustración y agonía del Antiguo Régimen (1715-1833)», Barcelona, 1980, p. 60.

207
ayuntamiento de esta villa, del que es el otorgante uno de los
que lo componen como diputado del común»257.

TABLA I
RELACIÓN DE BIENES TOMADOS EN ARRENDAMIENTO
POR D. JOSÉ JIMÉNEZ PIMIENTA, PERTENECIENTES
A LAS VINCULACIONES QUÉ POSEE Dª PETRONILA DEL HOYO,
VIUDA DE DON JUAN DEL HOYO, SR. QUE FUE DE LA VILLA
DE SANTIAGO (1819)
CASAS Y TIERRAS
1. La casa que habitualmente habita en la calle del agua, con su
bodega y lagar, en el callejón de La Luz, por debajo de la casa de
don Juan Nieves que hace a partido de medias Antonio Pedrero;
situado todo ello en la Villa de La Orotava.
2. En la Cruz Santa, donde llaman la Fuente y la Chillona, una
viña con su lagar.
3. En la Rambla, una viña y huertos con su casa, lagar y dulas de
agua que nombran las Almenas. La hacienda que llaman de Santa
Catalina entre esta jurisdicción y la de La Guancha, con dos ca-
sas, granero, lagar, bodega y 36 cascos. Otro pedazo de viña
donde dicen El Seguro; otro pedacito de viña y tierra en la Fuen-
te, que hacen a medias, Pedro el del barranco, un cercado de pan
sembrar que trae a renta Pedro Manuel donde llama el Tablero y
paga anualmente cuatro fanegas de trigo.
4. En la Guancha. Un pedazo de viña, que nombran Juandema,
con toda acción y derecho a un tomadero que se recoge desde
muy lejos. Otro pedacito de viña en la Cañada que hace Josef.
Socas, en sercado que denominan los Alcaravanes, y hace de
renta Juan Borges en 60 pesos; otros dos cercados que hace a
medias dicho Pedro del Barranco en la costa que son de muy poco
rédito, otro que llaman de Alejo que hace a medias Josef Socas.
Unas tierras del camino real arriba de hortalizas que llaman de
costa. Unos cercados que nombran de Chafaris que hace a medias
Marcelo Pérez de que paga nueve fanegadas de trigo y una de
papas. Unas tierras en Buen Paso, que tiene de renta Josef. Ama-
ro y paga 19 fanegada de centeno. Un cercadito que trae a renta
la viuda de Salvador Moreno, donde dicen Palomos, de que paga
una fanega de trigo.

257
A.H.P.T. Legajo 2.894, folio 100 r., 1789.

208
5. En la Vega de Icod, unas tierras de pan sembrar que hace de
renta Josef Rodriguez, en cuarenta y cuatro fanegas de trigo, y
con la obligación de cobrar quince fanega de la misma especie.
6. En los Silos, un cercado de pan sembrar por detrás de la Mon-
tañeta, que hace a renta Juan Pérez de Acosta; una viñita que
hace a medias dicho Juan Pérez donde dicen el Tranquilo.
7. En Buenavista. Una hacienda de viña y varios cercados con su
casa y lagar, que llaman La Maleza, que hace a medias Bartolomé
Hdz. Otro cercado de viña y tierra de pan llevar, con su casa y
lagar que nombran la Sabina y hace a medias Juan Bautista Hdz.,
una casita en la Plaza de dicho lugar, un partido en Teno que
llaman Buajo, de que pagan 50 pesos.

TRIBUTOS
1. En La Orotava, don José Beltrán, paga de tributo quince reales,
la viuda de Domingo Brito dos gallinas, de dos casitas en la Calle
Nueva.
2. En la Rambla, Josef de Vera, por la casa que habita 12 reales de
plata. Vicente Villa, 21 reales plata por la casa que habita. En la
misma jurisdicción, en el pago que llaman de San Josef, los here-
deros de Simón Pérez Cosina, pagan una fanega de trigo, Josef
González o sus herederos una gallina. Los herederos de Domingo
Mesa dos fanegas de trigo.
3. Vega de Icod. Díaz Fuentes, paga cuatro fanegas y seis almudes
de trigo, Diego Díaz Fuentes el menor, una fanega de trigo. Diego
González de Orta otra fanega. Los herederos de Esteban Martín,
una fanega diez y medio almud de trigo. Juan Francisco Velázquez
una fanega y tres almudes de trigo. Don José Ma Motancurt una
fanega de trigo. María Ascensión y Josefa Estévez, una fanega
cuatro y medio almudes de trigo, la viuda de don Ramón Fajardo
una fanega y seis almudes de trigo.
4. En Buenavista, en dicho pueblo sólo hay una casa en la plaza, de
que se paga anualmente Francisco de Cejas 4 pesos de tributo de
fundo.
Fuente: Protocolos Notariales. Legajo 3.099. fol. 570 r.

209
TABLA II
RELACIÓN DE BIENES TOMADOS EN ARRENDAMIENTO
POR DON NARCISO BAEZA, PERTENECIENTES A LOS MAYORAZGOS
QUE POSEE DON FRANCISCO FRANCHY ALFARO, CABALLERO
MAESTRANTE DE LA REAL DE RONDA (1815)
TIERRAS Y CASAS
1. Una heredad de viña con su lagar y un día de agua que le perte-
nece en La Orotava.
2. Un pedazo de viña que llaman del Peralito, con su casa terrera
cubierta de teja.
3. Una heredad de viña y huerta donde llaman La Fariña, La Orotava.
4. Un pedasito que sirve de huerta nombrado la Cochera de la casa
quemada, con una casa terrera cubierta de teja.
5. Una heredad de viña que llaman los Bajos con otro cercado de
viña por debajo de éste.
6. Una fanegada poco más o menos de viña, llamada Alberin o la
Guina.
7. Una heredad de viña malvasía y vidueño, llamada La Luz de
abajo, con su casa alta y sobradada, bodega, lagar y hermita.
8. Una heredad de viña llamada La Luz de Arriba, con casa terrera.
9. 6 suertes de tierra en el Pago de Higa.
10. Una suerte de tierra en Montijos, con dos cercados más donde
nombran la Vereda de los Muertos.
11. Dos suertes en Tacoronte, en un cuerpo.

TRIBUTOS
1. Un tributo de ocho doblas que anualmente se paga de la viña de
la Mocana.
2. Un tributo 20 reales plata y pico de cuartos que paga anualmen-
te Agustín García Luis.

Fuente: Protocolos Notariales. Legajo 3.865, folios del 161 r. al 165 v.

En ocasiones los arrendamientos que efectúan los miem-


bros de la burguesía agraria no son más que un préstamo
encubierto, es decir, algunos individuos de la zona que nece-
sitan con urgencia un capital determinado recurren a los

210
miembros de la burguesía agraria con el objeto de que estos
le adelanten un capital, ofreciéndole en contrapartida el
arrendamiento de ciertos bienes. Así, don Domingo Agustín
Apolinario Hernández, vecino del Realejo de Arriba y clérigo-
diácono, recurre a don Joseph Antonio Armas en el año de
1785, para que este le adelante 105 pesos, con el fin de
hacer viaje a Cádiz para ordenarse como sacerdote, dándole
por dicho motivo en arrendamiento una huerta de arcazón258.
Los mismo ocurre con P. Andrés Pérez de Santiago, clérigo
de menores, el cual manifiesta que:
allándose pronto para hacer viaje a la isla de Canaria, para
de allí continuarlo al reyno de España en solicitud de as-
cender a las ordenes mayores. Y necesitando de algunos
maravedís, para el socorro que se necesita para tan santo
fin; a determinado dar en arrendamiento unas tierras que
tiene en el lugar de Vilaflor, donde dicen Siguaña a Jo-
seph Padrón (...), en cuia virtud el dicho Joseph excivió al
dicho don Andrés, seiscientos y treinta reales259.

Aparte de la fórmula del préstamo, como vía de acceso


al arrendamiento de tierras, la burguesía agraria logra ac-
ceder a este tipo de contratos por otros motivos muy distin-
tos a los mencionados hasta ahora, algunos de los cuales
enumeraremos a continuación:
1. La emigración a tierras americanas de pequeños y
medianos campesinos que no disponen del numerario su-
ficiente con que costear su viaje o el de sus hijos. De ahí
que Agustín Ramos vecino de Santa Úrsula dé en arren-
damiento un pedazo de viña malvasía con un lagar, si-
tuado en el pago de la Corujera a don Domingo Currás,
con el objetivo de que sus hijos Valentin y Vicente Ra-
mos, puedan viajar a La Habana260.
2. Las malas cosechas, que afectan con mayor fuerza a
los medianos y pequeños propietarios, obliga a estos a
entregar sus predios en arrendamiento con el fin de ase-

258
Ibídem, Legajo 3.639, 1785.
259
Ibídem, Legajo 3.170, 1761.
260
Ibídem, Legajo 2.907, folio 250 r., 1813.

211
gurarse una pequeña renta con que subsistir. Así Agustín
Rodríguez-Franco y Machado, dueño y poseedor de tie-
rras de pan sembrar con alguna parte de viña, ubicada
donde llaman el Río, jurisdicción de Arico, con motivo
de «la escasez y falta que se experimenta en el presente
año, y tener dos hijos enfermos se lo da en arrenda-
miento a don Domingo Rodríguez Oramas»261.
3. También las deudas del Pósito, llevan a entregar bie-
nes en calidad de arrendamiento, es el caso de don Die-
go Beltrán Ramírez, el cual declara que: «Como posee-
dor de un cercado de pan sembrar y hortalizas, en don-
de llaman el Barranco de la Arena, en Florida de Abajo,
el cual se halla embargado a pedimento del Dr. don Pe-
dro Toledo, síndico-personero de esta villa por cantidad
de fanegas que debo al Pósito (...), en virtud de lo cual
supliqué a Joseph Manuel Pacheco me lo tomase en
arrendamiento por el término de 10 años, para con su
importe pagar el dicho Pósito»262.

Las condiciones o cláusulas que vienen especificadas en


la mayoría de los contratos de arrendamiento nos ilustran
sobre las técnicas y las mejoras que se hacen en las tierras,
y a grandes rasgos sobre las obligaciones y relaciones del
propietario directo con el arrendador. La primera exigen-
cia, y común a todos los contratos, tanto los que afectan a
los grandes propietarios como las que se refieren a los me-
dianos y pequeños predios, es que «hagan las labores preci-
sas y necesarias, a su tiempo y sazón, para que vaya en
aumento y no reciba atraso». También es de la obligación
del arrendatario realizar una serie de mejoras en las tie-
rras; mejoras que generalmente vienen especificadas en los
contratos. Son, por ejemplo, «hacer cadenas» en aquellas
propiedades cuyo marco físico presente una acusada pen-
diente, con el fin de que las aguas de lluvia no arrastren
dicha tierra; también se solicitan mejoras en «gañanías»,
etc. Todas estas bienhechurías han de ser costeadas por el

261
Ibídem, Legajo 3.090, 1797.
262
Ibídem, Legajo 3.179, 1793.

212
arrendatario, de ahí que el administrador del Marqués de
Acialcázar y Torrehermosa exprese con claridad.
Que todas las cercas, cadenas y sorribas, plantas y lim-
pias que hubiese de hacer en las citadas tierras, han de
quedar como desde luego quedan a beneficio del víncu-
lo, sin poder dicho arrendatario ni los suyos pedir des-
cuento de cosa alguna para dichas fábricas263.

Precisamente esta última cláusula que hemos citado será


objeto de polémicas entre arrendatarios y medianeros y
propietarios; pues con motivo del alza continua de la renta
de la tierra a lo largo del periodo que abarca nuestro estu-
dio, y la tendencia de los propietarios de la tierra a partici-
par en mejores condiciones de esta renta, produciendo
desahucios de arrendadores y medianeros, éstos le exigen
que el propietario les amortice la bienhechurías que han
realizado en las propiedades; pero de todo ello hablaremos
con mayor exhaustividad cuando tratemos de los conflictos
que acontecen a raíz del alza de la renta de la tierra, y de
los distintos desahucios a que tal proceso desembocará.
Otras exigencias que vienen especificadas en los contra-
tos de arrendamiento, ponen de manifiesto que el arrenda-
dor debe prestar ayuda al propietario en distintas labores;
así, el mencionado don José Antonio Santana, administrador
del Marqués de Torrehermosa y Acialcázar exige al arrenda-
tario don José Pantaleón Acosta:
Si dicho marqués o quien le sucediese, quisiere sacar pie-
dra de dichas tierras, para la fábrica de la hacienda de la
Canelia, lo ha de hacer el arrendador con sus yuntas264.

También se exige al arrendador, sobre todo en las tierras


dedicadas al cultivo de la vid, que plantifique un número
determinado de parras cada año, número que varia según la
superficie de la propiedad.
Por lo que se refiere al pago de la renta estipulada, ésta
debería hacerse efectiva de una sola vez cada año, por los
263
Ibídem, Legajo 2.895, 1797.
264
Ibídem.

213
meses de verano —fundamentalmente en el mes de agosto—,
y junto con la renta, igualmente era deber del arrendador
pagar todos los tributos, pensiones y cargas con que estuvie-
ran gravados los medios arrendados. Cuando la renta estaba
fijada en numerario, esta debería hacerse en «buena moneda
de plata u oro, usual y corriente». Sin embargo, cuando parte
de la renta o el total de ella se hacía efectiva en especie, al
arrendatario estaba obligado a depositarla en las casas del
propietario o del administrador en su defecto, lo cual liberaba
al propietario de toda inversión en el transporte de los produc-
tos, inversión que se acrecentaba cuando este residía a mucha
distancia de donde estaba ubicada la propiedad.
El arrendamiento, al igual que otras actividades económi-
cas que desempeña la burguesía del Valle de La Orotava,
tiene un marcado carácter familiar, padres e hijos se suce-
den en el arrendamiento de unas mismas tierras, e incluso
cuando el cabeza de familia fallece antes de finalizar el con-
trato, la mujer del arrendatario se responsabiliza del pago de
la renta. Es más, en algunos de los contratos de este tipo, se
señala con claridad que la mujer o en su defecto los hijos
mayores del arrendatario se responsabilizan en caso de que
éste fallezca de asegurar y cumplir todo lo estipulado en el
contrato de arrendamiento. Así, cuando don Antonio Melo y
Estrada, arrienda unas tierras a doña Ángela Francisca Rome-
ro, por fallecimiento de su marido, Bernardo Yanes Nuño, se
señala que: «si la dicha Ángela, falleciese en el término de
los dicho cinco años, sucedan en dicho arrendamiento, Do-
mingo y Antonio Yanes Nuño, sus hijos mayores de edad»265.
En tales casos los hijos que sucedían a sus padres en el
arrendamiento de unas tierras, lo hacían solidariamente y
mantenían unido el régimen de explotación. Algunos histo-
riadores han visto en este proceso algo así como una réplica
de la incipiente burguesía a la institución del mayorazgo,
pues manteniéndose la familia unida, podía continuar la pu-
janza y el poder económico suficiente para arrendar unas
tierras sin sufrir ningún tipo de avatares.

265
A.H.P.T. Legajo 3.261, 1772.

214
En los arrendamientos de grandes propiedades, al arren-
dador se le ofrecen una serie de privilegios, sobre todo por
lo que respecta a sus relaciones con los medianeros o jorna-
leros que cultivan estas grandes propiedades; permitiéndole
al arrendador desembarazarse de esta mano de obra si con-
sidera bajo su óptica, que las tierras que poseen estos no
están cuidadas suficientemente:
Que siempre y cuando se observe falta de cultivo en di-
chas tierras, y que no se le hacen las fabricas necesarias
para su conservación, por los medianeros que actualmente
están en ellas, les da y confiere poder bastante para que
los expulse poniendo otros a su arbitrio266.

Por otra parte, en los contratos de arrendamiento tam-


bién queda bien patente la tendencia de los grandes propie-
tarios a concentrar sus propiedades de un solo arrendatario,
prohibiendo tajantemente el subarriendo:
No ha de poder subarrendar el todo, ni parte de dicha
huerta a persona alguna, pues si lo tal hiciese: ha de ser
visto quedar en la misma hora desahuciado, y excluido
absolutamente de poder continuar este arriendo267.

Evidentemente, los grandes propietarios prefieren con-


centrar las propiedades en un sólo individuo de entre los
que conforman el grupo acomodado de la comunidad rural,
y evitar el subarriendo a pequeños colonos, cuya capacidad
económica no presenta ninguna seguridad para el propieta-
rio, y por el contrario, lo que ello le acarrearía es una serie
de gastos en pleitos y polémicas, saliendo perjudicado en el
fondo el propietario de la tierra. Este fenómeno de concen-
tración de la tierra en torno a grandes arrendatarios, evi-
tando los arrendamientos a pequeños y medianos propieta-
rios, ha sido constatado para otras áreas de la geografía
peninsular, aunque evidentemente estas zonas presentan

266
Ibídem, Legajo 3.086, 1778.
267
Ibídem, Legajo 3.910, 1818.

215
unas connotaciones socioeconómicas muy diferentes a la
realidad canaria268.
Del análisis de las distintas cláusulas que rigen en los
contratos de arrendamiento, sobresale con notoriedad la
escasa preocupación de los grandes propietarios por las
innovaciones técnicas. Hay un apego desmesurado a la tra-
dición y una clara tendencia de Ios propietarios de los pre-
dios agrícolas por evitar todo tipo de inversión en las tie-
rras; dejando de manos del arrendador o del medianero, el
cuidado y las bienhechurías de las fincas, mejoras que en
ningún caso significan innovaciones, sino simplemente man-
tener la propiedades con una cierta decencia. En síntesis,
todos estos factores nos informan sobre la concepción que
la clase dominante tenía sobre el mundo agrícola, primando
claramente una mentalidad que podríamos calificar de ren-
tista, donde el interés del propietario radica casi pura y
simplemente en percibir una renta.
En el arrendamiento, por una parte, se observa una clara
distinción entre el propietario de la tierra, el cual posee el
derecho de propiedad absoluto; y el colono o arrendador del
predio agrícola, quien es un mero usufructuario del predio
agrícola durante el tiempo que dure el arrendamiento, finali-
zado el cual carece de derechos sobre el mismo. El interés del
propietario queda, pues, restringido a asegurar una renta y
asegurar el derecho de propiedad. Por otra parte, las relacio-
nes entre arrendador y arrendatario son unas relaciones parti-
culares y personales, que sitúan jurídicamente los contratos en
un ámbito en el derecho público al uso, queda en gran medida
marginado en cuanto a su operatividad.
La enorme concentración que presenta la propiedad de
la tierra en el Valle de La Orotava, unido a la gran exten-
sión que alcanzan las tierra vinculadas y amortizadas, con-
vierten el arrendamiento en una de las pocas alternativas
con que cuenta un sector de este grupo agrario para acce-

268
Así por ejemplo este fenómeno ha sido detectado por A. M. BERNAL
para el caso andaluz; véase: 1979, op. cit. Para Castilla también ha sido
analizado este fenómeno; véase GARCÍA SANZ, A.: Desarrollo y crisis del
Antiguo Régimen en Castilla La Vieja. Economía y Sociedad en tierras de
Segovia (1700-1814), Akal, Madrid, 1977.

216
der a la propiedad de la tierra aunque sólo fuese temporal-
mente. En efecto, el arrendamiento de tierras es vital para
un sector de la burguesía que no conforma la cúspide de
este grupo social, nos referimos concretamente a aquel
cuyo peso socio-económico en la comarca es inferior al
sector que conforma la elite de este grupo social, que son
aquellos individuos que simultanean los arrendamientos de
tierras, con la administración de las grandes propiedades
pertenecientes, fundamentalmente, al grupo nobiliario de
la comarca o a los distintos conventos diseminados por el
Valle. Por lo que hemos observado, esta elite burguesa tie-
ne una clara preferencia para la administración de bienes,
de ahí que en cierto modo los arrendamientos de este grupo
frecuentemente estén estipulados a corto plazo, o se reali-
cen esporádicamente, aprovechando determinadas circuns-
tancias, como las buenas relaciones y el favoritismo de
grandes propietarios y comunidades religiosas. No hay que
olvidar el paternalismo que está siempre patente en las
relaciones de los grandes propietarios con aquellos que
consideran sus «empleados fieles». A diferencia de los
arrendamientos, la administración de bienes siempre suele
ser de larga duración y patrimonio de un núcleo reducido de
familias que se suceden generación tras generación en las
tareas administrativas. Por otro lado, el cargo de adminis-
trador de unas grandes propiedades viene dotado de un
prestigio social y de un papel notable en la comunidad ru-
ral. En definitiva, este núcleo privilegiado de la burguesía
agraria de la comarca es el que enlazará con el grupo nobi-
liario local y, con el transcurso del tiempo, será parte im-
portante del bloque de poder oligárquico que dominará la
vida política, económica y social del Valle durante el siglo
XIX y buena parte de XX269.
De ahí que al sector de la burguesía agraria que no ejercía
actividades administrativas le era imprescindible tomar tie-
rras en arrendamiento si quería sobresalir con notoriedad del

269
Véase en el capítulo 1, titulado: «Las categorías socio-profesionales de
la burguesía agraria del Valle de La Orotava», donde se habla con mayor
amplitud sobre las actividades administrativas de la burguesía agraria del
Valle de La Orotava.

217
común del campesinado. Asimismo, esta burguesía no admi-
nistradora dependía en gran medida de la elite burguesa, ya
que estos, como administradores, gozaban de amplios pode-
res a la hora de otorgar las tierras que administraban en cali-
dad de arrendamiento a uno u otro individuo, todo ello en un
contexto de gran demanda de tierras.
Por último, señalar que, aunque los contratos de arrenda-
miento han sido utilizados por la historiografía canaria contem-
poránea, y en los últimos años también por la historiografía
nacional, como una fuente de primer orden a la hora de abordar
el estudio y la evolución de la renta de la tierra en nuestro caso
la carencia de series continuadas y la no constancia de la ex-
tensión o superficie de las fincas arrendadas impide establecer
conjeturas sobre este aspecto, sin duda una de las claves para
comprender la sociedad del Antiguo Régimen270.
La medianería constituye con el arrendamiento el contrato
agrario predominante en el Valle de La Orotava durante la
etapa en que está enmarcado nuestro estudio. Pero tal vez,
sea el contrato de media el de mayor abundancia, a pesar de
que en los protocolos notariales su aparición es más bien esca-
sa. La causa de su escasez vendría dada por el hecho de que
este tipo de contrato agrario suele estipularse como un acuer-
do verbal entre propietario de la tierra y medianero, caracte-
rística ésta que ha perdurado hasta la actualidad.
La extensión de la medianería en el Valle de La Orotava es
consecuencia directa de un proceso histórico cuyo factor clave
es la baja cotización que sufren los vinos durante el siglo XVIII,
de ahí que el propietario de la tierra, para paliar los costos de
producción, optara por entregar las tierras dedicadas al cultivo
de la vid en régimen de medianería, siendo el medianero el
encargado de costear todos los gastos de producción, limitándo-
se el propietario a percibir la mitad de la producción anual.

270
Los estudios sobre la renta de la tierra son hoy bastante numerosos, sobre
todo por lo que se refiere a la historiografía europea; citemos como ejemplo
el ya manual clásico de LABROUSSE, E.: Fluctuaciones económicas e historia
social, Tecnos, Madrid, 1973. Por lo que respecta a la historiografía nacional,
son importantes las aportaciones de: BERNAL, A. M.: 1979, op. cit. GARCIA
SANZ, A.: 1977, op. cit.

218
Según los datos que nos arrojan las distintas fuentes consul-
tadas para este estudio, la toma de tierras a partido de medias
suele ser muy poco frecuente entre los miembros de la burgue-
sía agraria local. Sin embargo, no podemos decir que tal tipo de
contrato es desconocido en el medio burgués, pues contamos
con algún ejemplo que pone de manifiesto la posesión de tierras
bajo este tipo de contrato: se trata de tierras dedicadas al cul-
tivo de la vid, y recibidas a dicho partido de medias en las eta-
pas finales del siglo XVIII, y primeros años del XIX, cuando el
comercio de exportación vitícola sufre un resurgimiento a raíz
del bloqueo Napoleónico a Europa. Por lo que deducimos que la
tendencia de la burguesía que tomaba las tierras de viñas a
medias era, de una u otra manera, beneficiarse del auge del
comercio vitícola. Así, en el año 1809, Francisco Díaz Vallada-
res toma a medias una parte de viña la Hacienda que llaman la
Vizcaína Grande, propiedad del Marqués de Torrehermosa y
Acialcázar271. Este mismo contrato de medias realizado por el
mencionado Francisco Díaz Valladares, nos da pie para exami-
nar las características y las condiciones que se reflejan en
dichos contratos, de tan fuerte implantación en el Valle de La
Orotava; y por otra parte nos permite analizar las relaciones
entre propietarios de la tierra y medianeros. Uno de los prime-
ros aspectos que llama la atención cuando estudiamos las con-
diciones que aparecen reflejadas en los contratos de me-
dianería es la desconfianza del propietario con respecto al
medianero. En efecto, constantemente se insiste en los con-
tratos de medianería en el hecho de que a la hora de iniciarse
las tareas necesarias para el cultivo se avise al propietario o
en su defecto al administrador, condición que también afecta
al momento de recolección:
Que quando se acerque la recolección de los frutos de
vino y demás que produzca la hacienda, no podrá proce-
der a ella sin dar parte al otorgante, para poder pasar
personalmente a imponerse si están en sazón o no para
coxerse, pues en esta parte y en todo quanto ocurra se
ha de estar a lo que determine y mande272.

271
A.H.P.T. Legajo 2.904, folio 52 v. al 56 v., 1809.
272
Ibídem.

219
Sin duda, el auge del comercio vitícola, con el consi-
guiente alza de los precios de este producto agrícola, de-
terminó que los propietarios de la tierra tuvieran cierto
cuidado para evitar fraudes.
Aparte de las condiciones anteriormente mencionadas,
el medianero estaba obligado a cumplir una serie de requi-
sitos, que enumeraremos a continuación:
1. Era condición general del medianero, «hacer en dicha
viña todas las fábricas precisas y necesarias a su tiempo y
sazón como buen agricultor»273. Asimismo, dentro de es-
tas condiciones, que podemos calificar de generales, se
incluye el deber de mantener la viña y sus «veredas»
limpias y abiertas.
2. Otra obligación del medianero era levantar paredes o
paredones «inmediatamente que las adviertan, para evi-
tar de este modo su total ruina, y no haciéndolo así podrá
el compareciente o sus sucesores, mandarlo a ejecutar a
su costa y obligarle a la satisfacción de su importe».

Al lado del cumplimiento de estos requisitos, que po-


dríamos denominar formales, en el sentido de que se trata
de realizar unas tareas de cultivo y de mantenimiento de la
propiedades rústicas, existen otras cláusulas que en cierto
modo rebasan las tareas agrícola propiamente dichas. Así, a
Francisco Díaz se le impone como condición que: «no pueda
tener en dicha viña más animales que criar a la mano, que
el mismo número que pueden tener mi hija y mi adminis-
trador, siéndole su obligación coger la yerba o pámpano
para su alimento»274. Y también se le indica:
Que siempre que sea voluntad de doña Juana o del otor-
gante pasar con su familia a algunas de las haciendas del
Sr. marqués o a otra parte de la isla, habrá de concurrir el
citado Valladares, pasándosele un recado con su persona y
bestias a ayudar a llevar carga u otra cosa que se ofrezca.

273
Ibídem.
274
Ibídem.

220
Mediante a que las bestias las mantienen en los mismos te-
rrenos, y las disfrutan los medianeros todo el año275.

Por último, una vez concluido el contrato de medianería


que suele ser anual, renovándose si el propietario lo conside-
ra oportuno una vez alzada la cosecha, ni el medianero ni sus
hijos pueden pedir o reclamar al propietario las «bienhechu-
rías en dicha viña, tanto de plantíos o cercar» porque estos
«quedan recompensados con el usufructo y percibo de sus
rendimientos»276.
En síntesis, en los contratos de medianería se pone de
manifiesto, al igual que en los arrendamientos, una de las
características más notorias de la mentalidad de la clase
propietaria del Antiguo Régimen, intentando evitar todo
tipo de inversión en la tierra y limitándose a percibir una
renta. La rigidez, en cuanto a las condiciones, que se obser-
va en los contratos de medianería con respecto al arrenda-
miento, y por otra parte la cortedad de su duración, depen-
diendo anualmente de la actitud del propietario, creemos
que son factores claves para comprender lo poco proclive
que es el grupo burgués a aceptar tal tipo de contratos.
Tierras a censo enfiteútico y tributo perpetuo. Al igual que
la medianería, las tierras que la burguesía agraria toma a cen-
so enfiteútico son escasas (véase cuadro Nº 15). Ello es debido,
sin duda, a que esta fórmula de cesión y tenencia de la tierra,
se practica con poca asiduidad a lo largo de la etapa que noso-
tros estudiamos porque que este tipo de contrato, en teoría
bastante beneficioso para el enfiteuta, se trata de un contrato
a muy largo plazo, con una renta fija y con grandes posibilida-
des de transmitirse de padres a hijos, de aquí que en la prácti-
ca se tratará de una cuasi propiedad.

275
Ibídem.
276
Ibídem.

221
CUADRO Nº 15. TIERRAS TOMADAS A CENSO Y TRIBUTO PERPETUO POR LOS MIEMBROS
DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1762-1806)
Censualista Censatario Extensión Lugar Cultivo Otros bienes Renta anual Año
D. Felipe Dr. don Gonzalo — La Azadilla de — — 90 fanegadas 1762
Martínez Viña1 Barroso Chaves 2 Abajo (Realejo de trigo
y Pedro y José de Abajo)
Yanes Regalado

Dª Beatriz D. Andrés 1 fanega Cañeño Tierras — 6 almudes y 1782


de Mesa Hernández Neda y 1 almud montuosas tres cuartillos
y medio

222
Dª Andrea D. Julián — Realejo de — Una casa 182 reales y 3 1800
Alzola Benítez Pérez Barrios Abajo de alto y bajo y medio mrvs.

Marqués Dª Catalina 4 fanegas Los Gómez Tierras — 4 fanegas 1806


de las Cuevas Calzadilla (La Orotava) montuosas de trigo
del Becerro (viuda de
don Fulgencio
Melo)
FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.
1
Administrador General del Adelantamiento mayor.
2
Beneficiado de la Parroquia de La Concepción del Realejo de Abajo.
Las propiedades rústicas o casas que la burguesía toma a
censo enfiteútico perpetuo pertenecen casi en su totalidad
al grupo nobiliario. Los grandes propietarios por excelencia
del Valle de La Orotava, los cuales entregan sus propie-
dades a censo enfiteútico motivados una vez más por esa
mentalidad eminentemente rentista, y con una fuerte dosis
de animadversión hacia todo lo que suponga invertir capita-
les en las mejoras de sus predios rústicos. Este espíritu y
mentalidad de los grandes propietarios del Valle, lo pone de
manifiesto con claridad don Felipe M. Martínez de Viña,
cuando en el encabezamiento de una escritura de cesión de
tierra a tributo perpetuo señala:
Hallándose unas tierras en estos Realejos donde dicen la
Azadilla de Abajo, las cuales por ser pendientes una par-
te se hallan muy deterioradas por las lluvias que las ro-
ban. Y en pocos años no se podrán asegurar las noventa
fanegas de trigo que de ellas anualmente se pagan de
renta; y para que estas tengan estabilidad y se conser-
ven perpetuamente las expresadas noventa fanegas de
trigo, sin menor avance en manera alguna. Y dicho Exc-
mo. Sr., y quien lo representare no necesitan de más
cuidado ni cultivo que el percibir su renta anual; y ser
tan precisos los cultivos, fábricas y reparos de paredo-
nes que contengan dichas avenidas lo que en fábricas y
en otros beneficios las podrán contener y redundar esta
perpetuidad en beneficio de dicho mayorazgo (...) por
todo lo cual doy las referidas tierras a los referidos don
Gonzalo Barroso y Chaves, Joseph Yanes Regalado, Pe-
dro Yanes Regalado a tributo perpetuo277.

En efecto, la causa primordial que determina la entrega


de esta tierra en tan beneficiosas condiciones es su aban-
dono, o su carácter de tierra montuosas, que necesitan para
su puesta en cultivo de una fuerte inversión. Indudablemen-
te, los grandes propietarios también son conscientes de que
los miembros de la burguesía agraria eran de los pocos indi-
viduos de la comunidad rural que: por un lado disponían del
suficiente capital como para realizar los arreglos necesarios
277
A.H.P.T. Legajo 3.171, 1762.

223
de un predio o desmontar unas tierras montuosas; y, por
otro, su solvencia económica era una garantía para que no
se produjeran problemas a la hora de hacer efectivo el pago
de la renta estipulada. Sin embargo, no es sólo la burguesía
agraria la que monopoliza las tierras cedidas a tributo per-
petuo o censo enfiteútico, sino que también a veces los
grandes propietarios llevados por un cierto aire de paterna-
lismo, tan característico en la clase dirigente del Antiguo
Régimen278, entregan pequeños lotes de tierra labradías o
sitios a aquellos colonos que llevan largo tiempo labrando

278
«Don Alonso de Nava Grimón, Marqués de Villanueva del Prado, Gentilhom-
bre de Cámara del Rey Nuestro Señor Fernando VII. Habiendo sido instado por
varios vecinos del Pago de la Cruz Santa; jurisdicción del Realejo de Arriba, y
por otros a que repartiese entre ellos en sitios, y les diese respectivamente a
tributo para labrarlos y fabricar sus casas, las tierras que poseía y estaban a
renta, en el mismo Pago vinculadas por el regidor Tomás Grimón uno de sus
antecesores en el año de 1603. Y haciendome yo cargo de que aunque quizás
no cabía en mis facultades, como poseedor del mayorazgo, el dar a censo
perpetuo unas tierras, cuyo dominio util, que así en alguna manera se enage-
naba, estaba tan vinculado como el directo, mayormente hallándose todas
cultivadas y rindiendo al mayorazgo, y a la causa pública todo el provecho que
regularmente se podía esperar de su situación y calidad; sin embargo las cir-
cunstancias de hallarse dichas tierras en el centro de dicho Pago, inmediatas a
la Ermita que sirve de Iglesia, y en un paraje que va creciendo mucho el vecin-
dario, sin que en otra par de aquellos contornos pudiesen encontrar las nuevas
familias en donde establecer cómodamente sus habitaciones, juzgué que me
autorizaba a salir de las reglas comunes, prefiriendo el bien público al particu-
lar, y el interés tan grande de la población a los derechos exclusivos. En cuya
virtud determiné si por hacer un beneficio a aquellos pobres vecinos, como por
contribuir siempre en quanto este de mi parte el bien común y al adelanta-
miento de la patria a repartir, como efectivamente lo hice años ha, la totalidad
de aquellos terrenos en sitios pequeños y acomodados cargando sobre cada uno
a prorrata, y a su respectivo valor y extensión, el tributo correspondiente a que
del conjunto de todos para no perjudicar al mayorazgo, saliese la misma canti-
dad de trigo que antes se percibía por la renta anual. En este intermedio los
colonos han trabajado con esmero y empleado su sudor y sus facultades, las
respectivas porciones, y han fabricado en ellas casas en que viven, como me he
cerciorado por mis propios ojos, conveniendome más y más así de la utilidad
pública de dicha operación, como del muchísimo más valor que han recibido
aquellos fundos del mayorazgo; y en tal estado de cosas repitiendo cada dia los
agraciados sus instancias para que les otorgue las correspondientes escrituras
de censo, según es justa a fin de que nunca queden expuestos a la contingencia
de que se les prive de la propiedad de una tierra, en que bajo aquella confian-
za han gastado toda su sustancia, y que acaso en algunos su único asilo y patri-
monio». A.H.P.T. Legajo 3.498.

224
sus tierras u ostentándolas a tributo. Evidentemente, se trata
de pequeños lotes, algunos de ellos de extensión ínfima, que
no tienen parangón con las superficies que recibe la burgue-
sía agraria (véase cuadro Nº 16).

CUADRO Nº 16. REPARTIMIENTO A CENSO Y TRIBUTO PERPETUO


ENFITÉUTICO DE UNAS TIERRAS EN EL LUGAR
DE LA CRUZ SANTA (REALEJO DE ARRIBA), PERTENECIENTES
AL MARQUÉS DE VILLANUEVA DEL PRADO (1811)

Colonos Extensión Canon anual


FS. Al. B.
Agustín de León 2 10 4 10 fanegas y 9 almudes
de trigo
Cristóbal de León — 4 — 1 fanega y 3 almudes de trigo
Santiago González Bueno — 10 — 2 fanegas de trigo
Felipe Pérez Valladares ½ — — 2 fanegas de trigo
Josefa Martín, viuda — 2 — 5 almudes de trigo
de José Jorge Brito
Antonia Díaz, viuda — 10 — 4 fanegas de trigo
de Josef García Rivero
Francisco García Abreu — 4 — 1 fanega y 4 almudes de trigo
González Agustín — 6 2 1 fanega de trigo
Mª Martín Coimbra — 1 — 3 almudes de trigo
Diego, Pedro y José Martín — 1 — 4 almudes de trigo
Mª Antonia Bueno — 6 — 1 fanega y 4 almudes de trigo
Salvador y Antonio Abrante — 2 — 4 almudes de trigo
Guillermo Pérez — 4 — 9 almudes de trigo
D. Antonio González Chaves — 6 — 1 fanega, 9 almudes de trigo
Esteban González Chaves — 6 12 1 fanega, 9 almudes de trigo
Antonio Miguel 1 — — 3 fanegas de trigo Amador
José Martin Cartaya — 4 — 2 fanegas y media de trigo
Pedro Estévez — 6 — 1 fanega y media de trigo
Gregorio García Abreu — 5 — 2 fanegas y 3 almudes de
trigo
Rita Estévez — 4 — 1 fanega de trigo
Antonio y Juan Regalado 1 — — "
Agustín Martín 1 4 26 4 fanegas y 3 almudes de
trigo

FUENTE: Protocolos Notariales. Legajo: 3498. Elaboración propia.

225
Por lo que se refiere a las condiciones y obligaciones a
las que están sujetos los enfiteutas, hay que decir que a
grandes rasgos presentan numerosos similitudes con las que
se reflejan en los contratos de arrendamientos o en los de
medianería. En síntesis, el enfiteuta debe realizar las tareas
agrícolas en su tiempo, para que la propiedad «vaya a más y
no a menos». A veces puede ir incluido un cometido especí-
fico, como es el de construir una casa279. El pago del canon
o renta siempre se hace en especie (trigo fundamentalmen-
te), haciéndolo efectivo, de una sola vez durante los meses
de verano. Si este canon no es percibido por el propietario
durante el espacio de dos años consecutivos, la tierra vuel-
ve a manos del poseedor del dominio directo, sin poder
reclamar el enfiteuta ningún tipo de indemnización. No
obstante, las escrituras de censo enfitéutico recogen una
serie de requisitos que le diferencian del resto de los con-
tratos agrarios hasta aquí examinados. En efecto, el enfi-
teuta tiene la posibilidad de poder vender la tierra, siempre
y cuando el poseedor del dominio directo dé la licencia para
ello, no pudiendo en algunos casos
venderla, trocarla, empeñarla ni enajenarla a personas
privilegiadas de las prohibidas en derecho dentro ni fue-
ra de estos reinos; ni a otra de quien no pueda cobrarse
integra y puntualmente el canon y laudemio que se cau-
se y pertenezca, (bajo) pena de caer en comisión así el
enfiteuta como el comprador280.

El poseedor del dominio directo, si se lleva a cabo la


venta, tiene derecho al laudemio o décima; es decir al 10%
del valor total de la propiedad vendida, sin descontarse el
capital del tributo que siempre queda impuesto sobre dicha
propiedad. A veces el propietario incluso reduce el derecho
de laudemio a la mitad, dándole facilidades al censualista
para poder vender la tierra. A pesar de que los contratos a
censo enfitéutico son enormemente ventajosos para el enfi-
teuta, no existe en la clase propietaria ningún ánimo por

279
Ibídem.
280
Ibídem.

226
desprenderse de sus propiedades, haciendo siempre hinca-
pié sobre sus derechos sobre el dominio directo. Muy ilus-
trativas en este sentido son las palabras del Marqués de
Villanueva del Prado cuando expresa:
Si algún día por razones de derechos público o por cual-
quier otra circunstancia superviviente, se declarase o
estableciese que el dominio útil, y el directo de la tierra
no pueden andar separados. Con todo Vos, ni vuestros
herederos no pueden de ninguna manera, ni aunque se
les dé facultad para ello, redimir a mi ni a mis herede-
ros el dicho tributo; ni hacernos por este ni otro medio
alguno dueños del dominio directo, consolidando ambos
en vuestra persona. Pues en tal caso habiendo pertene-
cido hasta aquí la dicha tierra al mayorazgo, tanto en el
dominio útil, como en el directo; y estando ambos
igualmente vinculados, por lo que este contrato no debe
mirarse, sino bajo el aspecto de un arrendamiento per-
petuo, lo que corresponde en conformidad de las reglas
de justicia. Y de esta expresada estipulación, el que la
propiedad vuelva entonces entera al mayorazgo de don-
de salió; pues tiene más derecho en aquel supuesto a re-
integrarse en el dominio útil que le correspondía, que Vos
o vuestros herederos a amparaos del dominio directo con
desfalco conocido de los fundos de dicho mayorazgo,
quedando sólo a cargo de los poseedores de él; sea yo o
no, o cualquiera de mis sucesores, el pagaros las bien-
hechurías y mejoramientos hubiesen ejecutado en ella,
y que se apreciaran judicialmente según práctica281.

281
Ibídem.

227
LOS MODOS DE CESIÓN DE LA TIERRA
ENTRE LA BURGUESÍA AGRARIA

La burguesía agraria, como clase propietaria y al mismo


tiempo administradora de grandes propiedades, utilizará las
mismas formas de cesión y explotación de la tierra que los
grandes propietarios del valle. En efecto, el arrendamiento
y la medianería parecen ser las formas de cesión de la tie-
rra más practicadas por el grupo burgués agrario, siendo,
sin embargo, casi inexistentes las transferencias de tierras a
censo enfitéutico o tributo perpetuo.
Por lo que respecta al papel que desempeña la burguesía
agraria como grupo arrendador, hay que señalar que las
tierras que la burguesía transfiere en calidad de arrenda-
miento son en su mayor parte propiedades que disfruta en
calidad de administración, situadas éstas en localidades
distantes del Valle de La Orotava: Granadilla, Icod, etc.
(véase cuadro Nº 17). La lejanía de estas tierras del lugar
de asentamiento del grupo burgués parece ser el factor
determinante para que la burguesía arriende unas tierras
que no pueden estar bajo su control directo. Los arrendata-
rios que elige el grupo burgués suelen ser individuos de su
misma clase social y de una reconocida solvencia económi-
ca, que garantizan el pago de la renta estipulada. Suelen
ser arrendamientos a muy corto plazo, ya que por lo que
hemos observado en la documentación notarial muy pocas
veces se prorrogan dichos arrendamientos.
La medianería constituye el contrato agrario más practi-
cado por la burguesía agraria, aunque, como señalamos ante-
riormente, al ser éste la mayor parte de la veces un contrato
verbal entre propietario y medianero, su aparición en la do-
cumentación notarial es muy escasa. No obstante, los datos
que nos proporcionan otras fuentes indirectas, como testa-
mentos, nos hablan de la enorme profusión de esta forma de
transferencia entre el grupo burgués agrario.

228
CUADRO Nº 17. TIERRAS DADAS EN ARRENDAMIENTO POR LOS MIEMBROS DE LA BURGUESÍA
AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1772-1820)
Arrendador Arrendatario Duración Cultivo Extensión Renta anual Lugar Año
D. Antonio Melo y Ángela Francisca 5 años Pan sembrar — 21 fanegas Pago de Higa 1772
Estrada Romero de trigo (La Orotava)
D. Cristóbal D. Cristóbal Álvarez 7 años Huerta y hortalizas — 120 pesos Granadilla 1781
Hernández Torres de Ledesma con dos dulas de
agua y casas
D. Diego Beltrán José Manuel Pacheco 10 años Pan sembrar — 9 pesos Florida Baja 1793
Ramírez
y hortalizas (La Orotava)

229
D. Antonio Sanabria Gonzalo Hernández 9 años Tierra calma — 5 fanegadas Realejo de 1800
de trigo Arriba
D. Juan Pedro Nicolás Alonso 8 años Viña — 160 pesos Icod 1810
Nepomuceno corrientes

D. José Acosta y Brito D. Miguel Francisco 2 años Viña con 2 casas, — 300 pesos y Candelaria 1820
Chico lagares y bodegas 2 quintales y Arafo
de higos
pasados

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.


Las condiciones que se exigen en los dos tipos de contra-
tos agrarios analizados suelen ser las mismas que hemos
descrito en páginas anteriores, por lo que creemos que sería
ocioso volverlas a analizar aquí.
En definitiva, lo que queda bien patente en estos modos
de cesión de la tierra que asume la burguesía agraria es la
identificación de este grupo con la elite social del valle, los
grandes propietarios agrarios, participando al igual que ellos
de esa mentalidad rentista que trata de evitar en lo posible
la inversión de capitales en las tierras de labor.

230
EL ALZA DE LAS RENTAS AGRARIAS
Y EL PAPEL DE LA BURGUESÍA

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, dos son los fac-
tores fundamentales que caracterizan desde una perspecti-
va socio-económica al Valle de La Orotava: de un lado, el
fuerte crecimiento demográfico; del otro, el aumento con-
tinuo de los productos agrarios de primera necesidad.
A finales del «Siglo de Las Luces», la situación socioeco-
nómica de esta comarca es aún más grave si cabe, como
consecuencia del relanzamiento que experimenta el subsec-
tor vitícola, dando lugar a que el cultivo de la vid alcance
una extensión inusitada, ocupando incluso tierras margina-
les o inadecuadas para el desarrollo de este cultivo expor-
tador. Todo este proceso expansivo de la vid desencadena
un retroceso de aquellas tierras dedicadas a los cultivos de
autoabastecimiento interno, ello unido a que las remesas de
cereales que aportaban tradicionalmente las islas-graneros,
Lanzarote y Fuerteventura, disminuyen ostensiblemente,
como consecuencia de las malas cosechas o a raíz de la
disminución de las tierras dedicadas a cereales, por la ex-
pansión de los cultivos exportadores: vino y barrilla. Ello
pone de manifiesto la difícil situación socio-económica por
la que atravesaba el Valle de La Orotava durante este pe-
riodo histórico. Evidentemente, en esta coyuntura los estra-
tos inferiores de la sociedad, las familias de campesinos y
artesanos del valle, serán a los que la carestía castigará con
mayor dureza, reduciendo su existencia prácticamente al
mínimo vital. No obstante, la voz de estos desheredados de
la sociedad no dejará de oírse con prontitud, protagonizan-
do una serie de conflictos sociales, cuya expresión más evi-
dente será el motín de 1810, que afectará a todas las loca-
lidades del valle282. Paralelamente y bajo el contexto que
hemos descrito, la actitud de las clases propietarias será
282
ARBELO GARCÍA, A. y HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: Revolución Liberal y conflic-
tos sociales en el Valle de La Orotava (1808-1823), Ayuntamiento de Puerto de la
Cruz, 1983.

231
muy diferente a la misma existencia de los grupos popula-
res. En efecto, los grupos más acomodados del valle, inten-
tarán por todos los medios salir airosos y lucrarse con esta
situación que para la mayoría de la población era caótica.
Así, bajo este contexto asistimos a una modificación de las
relaciones entre propietarios y arrendatarios o medianeros,
cuyo factor desencadenante es el alza continua de la rentas
de la tierra. Este fenómeno de vital importancia para cono-
cer todo el entramado socio-económico del Antiguo Régi-
men, ha sido señalado y estudiado por la historiografía con-
temporánea española más reciente283, y también su existen-
cia ha sido constatada por la historiografía canaria de los
últimos años284. Dada la importancia de este tema, algunos
historiadores, como Miguel Artola, no han dudado en califi-
carlo como «El conflicto social de mayor entidad y duración
en la España del siglo XVIII»285. Creemos que tal denomina-
ción no es exagerada en absoluto, ya que como está perfec-
tamente demostrado, estas tensiones entre propietarios y
arrendatarios, derivarán en que la mayoría ilustrada plantea-
ra la posibilidad de promulgar una ley agraria que ejecutaría
Jovellanos286. Somos conscientes de que este problema nece-
sitaría de un estudio de mayor profundidad y entidad del que
en estas páginas podemos realizar, y por ello aquí únicamen-
te nos remitiremos a analizar este fenómeno desde la óptica
del papel que desempeña la burguesía agraria en el mismo.
Los habitantes del Valle de La Orotava, durante la segun-
da mitad del siglo XVIII, eran conscientes de la situación crí-
tica por la que atravesaba la comarca, del empobrecimiento
continuo de las clases trabajadoras, achacando como causa
fundamental de este fenómeno el incremento constante de

283
Este fenómeno se observa en obras de carácter general como: HERR, R.:
España y la evolución del Siglo XVIII, Madrid, 1979, pp. 88-89. DOMÍNGUEZ
ORTIZ, A.: 1981, op. cit., pp. 421-428. Por lo que se refiere a obras especí-
ficas que tratan este tema, podemos señalar: ARTOLA, M.: Antiguo Régi-
men y Revolución Liberal, Barcelona, 1979, pp. 114-118. GARCÍA SANZ, A.:
op. cit., pp. 296-310.
284
ROMEU PALAZUELOS, E., et. al.: Las Islas Canarias, Madrid, 1982, pp.
217-218.
285
ARTOLA, M.: 1979, op. cit., pp. 114-115.
286
ANES, G.: Las crisis agrarias en la España Moderna, Barcelona, 1981, p. 275.

232
las rentas agrarias. Las quejas de los síndicos-personeros de
los distintos lugares del valle son continuas, sobre todo en
aquellos lugares donde el número de jornaleros y medianeros
era la abrumadora mayoría de la población activa. Uno de los
testimonios más ilustrativos de la angustiosa situación por la
que atravesaban los hombres del campo, a raíz del alza en las
rentas agrarias, son las palabras del síndico-personero del
Realejo Bajo cuando expresa:
Dejo sentado que este pueblo se compone de labradores
y jornaleros, queda dicho también que las tierras son de
diferentes particulares que viven fuera de aquí, y que
sus rentas han llegado a un término intolerable. De aquí
procede la miseria de los labradores, y por consiguiente
de que sus hijos no puedan sostenerse en las escuelas.
Por lo que toca a los jornaleros, viviendo éstos de su
trabajo diario les falta en gran parte en que ganar su
jornal. Las viñas, no hay duda que en todos los tiempos
han hecho la subsistencia de esta tierra; pero sucede de
diez a doce años a esta parte, han tomado los dueños
del arbitrio de darlos a medias, tomándose la mitad del
producto libre de costos que siempre les sale mejor, los
medianeros por lo regular son unos pobres infelices, y
por los mismo procuran hacer por sí mismos las fábricas,
quede como quedare. Sin desperdiciar ni el día más fes-
tivo a título de necesidad, ni el trabajo de sus mujeres e
hijos hasta en las noches de luna, de aquí resulta, que
los jornaleros que no tienen viñas de medias quedan sin
quien los conduzca para traer del monte las horquetas;
porque los mismos viñateros las van a buscar y se con-
tentan con las menos que puedan gastar en perjuicio de
las viñas. A que se llega que cada hacienda tenía antes su
mayordomo con cuyo salario y parte de las frutas, subsis-
tía él y su familia lo cual va desapareciendo ya entera-
mente, y con ello la manutención de 30 ó 40 familias en
esta jurisdicción287.

Reveladoras son las palabras del síndico-personero del


Realejo Bajo, que nos pone de manifiesto la cruda realidad

287
A.M.L.L. Signatura C-II, Nº 1, 1790.

233
en que vivía una gran masa de la población del valle, que
dependía estrechamente del mundo agrícola, y cuya única
alternativa era la emigración a tierras americanas o la indi-
gencia. La situación de la burguesía agraria, o al menos la
mayoría de este grupo social, era radicalmente diferente a
estos estratos inferiores de la sociedad, derivada de su po-
sición como clase propietaria, administradora, arrendadora
o subarrendadora de tierras. De ahí que este grupo se aliara
y defendiera los intereses de los grandes propietarios,
haciendo suyas y utilizando las mismas tácticas y argucias de
las que se valen los grandes propietarios para expulsar o de-
sahuciar a los colonos que se negaban a pagar las crecidas
rentas que les exigían los propietarios de la tierra. El fenó-
meno del desahucio se extendió por los campos del valle,
como medida más efectiva para despojar a medianeros y
arrendatarios que se revelaban contra el pago de las nuevas
y crecidas rentas que pretendía imponer el dueño del domi-
nio directo. La burguesía agraria local desempeñó un papel
activo en los desahucios y en la expulsión de aquellos arren-
datarios o medianeros que se negaban a hacer efectiva la
nueva renta. Se inició durante esta etapa una serie de litigios
entre arrendatarios o medianeros y propietarios, cuyo tema
central era la oposición a los desahucios que realiza la clase
propietaria. Así, doña Rita Chávez, viuda de don Lucas Gon-
zález Regalado, manifestó en el año de 1809 su clara oposi-
ción a don Marcos Estévez, uno de los más significativos
miembros de la burguesía agraria de Los Realejos, por
«haberle despojado de unas tierras que hace muchos años
tiene a partido de renta, propia del Monasterio de Religiosas
de San Nicolás Obispo de esta villa»288.
No obstante, el expediente más significativo con que no-
sotros contamos para analizar este apartado es el pleito que
sostienen Felipe Díaz López, mayordomo de la Hacienda de
Los Príncipes, del Realejo de Abajo, y una de las grandes

288
A.H.P.T. Legajo 3.496, 1809. Véase ARBELO GARCÍA, A.: «Rasgos de un
modelo de conflictividad social en el mundo rural tinerfeño del Antiguo
Régimen: aproximación al estudio de los desahucios de arrendatarios y
medianeros (1770-1833)», en XV Coloquio de Historia canaria-americana
(2002), Las Palmas de Gran Canaria, 2004, pp. 481-499. [CD-ROM].

234
propiedades más importantes del Valle, y don Miguel Grijal-
va administrador de dicha Hacienda, componente de una de
las familias de la burguesía agraria local de mayor peso
socioeconómico y político289.
Los hechos surgen a raíz de que Felipe Díaz se vio de-
sahuciado del cargo de mayordomo y de las tierras que te-
nía a partido de medias en la Hacienda de los Príncipes,
entablando pleito en el juzgado de La Laguna, y solicitando
que se le remuneraran las mejoras y bienhechurías que
había realizado en estas propiedades. Se negó rotundamen-
te a ello don Miguel Grijalva, administrador de dicha
Hacienda, manifestando en su defensa que el citado Felipe
Díaz no había entrado en la Hacienda de los Príncipes en
calidad de medianero, sino como mayordomo, con un suel-
do anual o renta de 30 pesos y 12 fanegas de trigo, y que
una vez que entró en la mayordomía se le concedió a parti-
do de medias un trozo de viña donde llaman El Algarabán
del que fue despojado por el propio administrador don Mi-
guel Grijalva por
el atraso que tenía dicha viña, ya que con las ocupacio-
nes de la mayordomía no le hacía las fábricas necesa-
rias, con el esmero que era correspondiente. Le obligó a
dejarlo, y lo dejó en efecto sin resistencia, porque co-
noció que era incompatible el cargo de mayordomo con
el ejercicio de colono290.

También hace hincapié Grijalva en que las otras tierras


que había tomado a medias Felipe Díaz no fueron de su be-
neplácito, sino que «se las iba apropiando con la autoridad
de mayordomo». A estas acusaciones se le unen otras de
variada índole dirigidas a desacreditar al mencionado Felipe
Díaz ante los ojos del alcalde mayor de la Isla, señalando que
las tierras que éste tenía a medias estaban en el más absolu-
to abandono, acusándolo de hurto de unos toneles de vino y
de injuriar e insultar al administrador y a su hijo don Fran-

289
A.H.P.T. Legajo 3.490, 1801-1803.
290
A.H.P.T. Ibídem, sin foliar.

235
cisco Grijalva291. Por lo que respecta a Felipe Díaz, éste
niega dichas acusaciones e insiste que se le remuneren las
mejoras que ha realizado en las tierras, ya que si
todo medianero de viñas procura echar algunas parras,
ya por su buen obrar, o ya porque los amos le dan ayuda
para ello. Que el que no lo hace es mal medianero, y de-
ja perder la viña; pero en las viñas que se cortan para
huerta, no se dan con la condición de echarles viñas otra
vez a costa del medianero. Y el haber el declarante plan-
teado viña en esta huertas, como lo están a su costa han
sido un obrar bien y en adelanto del mayorazgo292.

La resistencia de Felipe Díaz a dejar las tierras que tiene


en medianería, hasta que no se le haga efectivo el pago de
las mejoras hechas en ellas, y por otra parte el empecina-
miento de don Miguel Grijalva a no hacer efectivo este pa-
go, ocasionarán una pugna dialéctica entre los procuradores
de ambos contendientes, lo cual nos ilustrará a grandes
rasgos de cuáles son los planteamientos y armas legales que
utiliza la clase propietaria para desahuciar a arrendatarios y
medianeros, sin que se vean afectados sus privilegios. Por
otro lado conoceremos la postura del campesinado perjudi-
cado sobre este respecto.
La pretensión de Felipe Díaz de acogerse a la ley de 26
de mayo de 1770, que dictamina sobre desahucios, es con-
siderada por José Álvarez Benítez, procurador de don Mi-
guel Grijalva y representante en este caso de los intereses
de la clase propietaria, como absurda, pues desde su punto
de vista ésta sólo es aplicable a los arrendatarios y no a los
medianeros puesto que:
En el citado artículo de la Real Cédula se contrae úni-
camente dicha voz a los arrendatarios, y no se entiende
de ninguna suerte a los medianeros, porque militan dis-
tintas razones respecto de cada clase. Y cuando la ley
quiere favorecer así a los unos, es porque ningún perjui-
cio se sigue a los otros particulares dueños de la tierra.

291
Ibídem.
292
Ibídem.

236
Y si el concepto fuera extenderse a favor de los media-
neros, ¿estarán expuestos los amos a experimentar da-
ños irreparables?293

En efecto, para la clase propietaria las relaciones con-


tractuales entre propietario y arrendatario y entre dueño
de la tierra y medianero eran totalmente diferentes, y no
tienen por qué ajustarse a la normativa vigente sobre
arrendamientos. Evidentemente, los propietarios de tierras
eran conscientes de que en el régimen de cesión de la tie-
rra la medianería ocupaba el primer lugar, y si se aplicaban
las mismas cláusulas a arrendatarios y medianeros, los pro-
pietarios se verían sensiblemente perjudicados a la hora de
incrementar las rentas de la tierra, y sobre todo su política
de expulsión y desahucio sería mucho más dificultosa. Des-
de esta óptica, son esclarecedoras las palabras que expresa
el procurador de don Miguel Grijalva en este litigio:
El arrendatario sabe precisamente lo que debe pagar en
cada año, ahora la heredad produzca o no produzca fru-
tos: así pues para no trabajar en vano, y que a más ade-
lante le quede el premio de su sudor y fatiga, tendrá
buen cuidado siempre de hacer las labores y beneficios
en tiempo y sazón, para no verse en la necesidad de sa-
car de su bolsillo el importante del arrendamiento. Pero
no así el medianero porque si éste no es más que un me-
ro dependiente o criado sujeto a obedecer los preceptos
del amo, se le avisa que para el año siguiente habrá de
ser despedido de las medias; o bien porque observa que
le va dejando perder la propiedad o por cualesquiera
otro mal servicio. Que son las causas porque de ordina-
rio se producen las tales despedidas, haciéndole un
anuncio para que al año acabe de perjudicar al amo de-
fraudándole a su arbitrio cuanto le da la gana. Y no po-
demos creer que la ley quiso dejar esta senda abierta, y
por lo mismo la práctica que generalmente se observa
en la isla y en toda la provincia, es despedir a los me-
dianeros cuando hay causa para ello, levantada la cose-

293
Ibídem.

237
cha, sin antes hacerles ligera insinuación para precaver
que sean mayores los fraudes294.

El planteamiento de la clase propietaria queda bien pa-


tente en estas palabras, según las cuales la medianería ni
siquiera se puede elevar a la categoría de contrato agrario,
sino que estos medianeros son unos simples dependientes
del dueño de la tierra y pueden ser expulsados de la tierra
cuando al propietario se le antoje.
Por lo que respecta a la actitud de Felipe Díaz y su pro-
curador Juan Rodríguez Núñez, que presentan en este litigio
los intereses del campesinado desahuciado, éstos manifies-
tan que la interpretación que hace don Miguel Grijalva y su
procurador sobre la Real Cédula de 1770 no es correcta y
está claramente enfocada hacia sus propios intereses, pues
entre arrendatarios y medianeros hay toda una serie de pun-
tos comunes que permiten que la medianería se pueda aco-
ger a normativa vigente sobre desahucios. Puesto que ellos
entienden que la ley sobre desahucios es en beneficio y a
favor de los labradores y de la labranza, con el objeto de que
a los labradores desposeídos se les avise con el tiempo sufi-
ciente para que éstos puedan encontrar otras tierras y no
hallarse sumidos en la indigencia. Por otra parte añaden que
regularmente las tierras se preparan desde el año antes
con los correspondientes cultivos para la sementera y
cosecha correspondiente, y si después de haber emplea-
do su trabajo y dinero en estos anticipados y precisos
gastos se les expulsara sería un perjuicio y un agravio
manifiesto que la equidad no permite (...) Y las mismas
razones concurren en las tierras que se dan a medias,
porque también con la anticipación se preparan y culti-
van, y es conveniente a la causa pública que los media-
neros que son unos colonos como los arrendatarios ten-
gan igual protección295.

Por lo que se refiere al pago de la renta, se manifiesta


que aunque los arrendatarios están siempre obligados a satis-
294
Ibídem.
295
Ibídem.

238
facer igual renta, sea la cosecha escasa o abundante, debe
tenerse en cuenta que también
los medianeros siempre tienen que costear las mismas fá-
bricas, y si hay años estériles pueden no recoger no aún la
semilla, y quedan muy gravados con los costos que impi-
dieron en los cultivos. De paso que los dueños se tomaran
poco de cosecha, no han tenido que desembolsar nada
para ello, de que se deduce merecer el mismo concepto
los unos que los otros, y por tanto se observa también la
ley del desahucio para los colonos medianeros296.

Una vez oídas las dos partes, el alcalde mayor de La La-


guna falló a favor de Felipe Díaz ordenando que a éste se le
mantuviera en las tierras que tenía a medias hasta que fue-
ra recogida la cosecha. Sin embargo, don Miguel Grijalva no
se dio por vencido, haciendo caso omiso a los mandatos del
alcalde mayor, y acosó y hostigó a Felipe Díaz para que
abandonase las tierras. Las argucias y estrategias de que se
valió don Miguel Grijalva pusieron claramente de manifiesto
la fuerte implantación que tenía en las distintas localidades
del valle toda una red caciquil, en la que la burguesía agra-
ria desempeñaba un papel protagonista. No hay que olvidar
que el mencionado don Miguel Grijalva era un individuo con
un peso socio-económico y político muy fuerte, no sólo por
el prestigio social y el poder económico que se desprendía
del cargo de administrador de la Hacienda de los Príncipes,
sino también hay que tener en cuenta que el mencionado
Grijalva en el momento de iniciarse este litigio (año de
1801) ocupaba el cargo de alcalde Real del Realejo Bajo.
Por otro lado, dicho administrador contaba con el apoyo de
todos aquellos individuos que dependían económicamente
de él297, y también eran sus partidarios «las fuerzas vivas»
296
Ibídem.
297
Así Juan Rodríguez Núñez, procurador y defensor de don Felipe Díaz
manifiesta: «Su información no merece fe, porque los testigos son inhábi-
les como dependientes suyos; pues Francisco González Chávez es el tan-
quero de la misma hacienda, Josef Yanez su medianero, Antonio González
Chávez acequiero, Josef Arbelo y Pedro Siverio, medianeros; Antonio
Rodríguez Machin, molinero de los molinos de la propia hacienda que están
dentro de ella, Don Miguel Quintín de la Guardia, hijo del escribano que

239
de los Realejos, los grandes propietarios como el capitán
don Domingo Molina, gobernador de Armas de Los Realejos
o don Alonso Llarena y Ponte, y el beneficiado don Sebas-
tián de Orta y Andueza. Indudablemente el poder y el apoyo
con que contaban estos «caciques locales» hacían práctica-
mente imposible que las demandas del campesinado fueran
satisfechas, pues el campesinado en líneas generales estaba
amedrentado y sometido a la voluntad de estos hacendados
rurales. De aquí que, a pesar de la insistencia del alcalde
mayor de la isla para que se cumpliera lo decretado «bajo
multa de 20 ducados», el citado Grijalva no sólo no acató el
mandato, sino que se valió de una serie de artilugios que
acabaron con el encarcelamiento del medianero298. El des-
concierto y la impotencia a la que se ve sumido el procura-
dor, defensor de Felipe Díaz, son reveladoras de la existen-
cia de esta «red caciquil», que estaba extendida por los
distintos lugares del valle y en cuyo engranaje la burguesía
ocupaba un lugar preferente:
Este suceso es muy extraordinario, pues están a la vista
los irregulares arbitrios de que se ha valido don Miguel;
porque no sólo quedan sin efecto los decretos de este
juzgado en que se permitía a mi parte, y permite conti-
nuar en el uso de las propiedades interín este pendiente

recibió la información, que es su compadre pobre, que lo necesita para


que lo ocupe en que ganar para su manutención. Agustín Estévez tonelero
de la misma casa y hacienda, Pedro Regalado y Pedro Luis son también sus
medianeros. De modo que está evidente que todos los testigos tienen una
manifiesta dependencia de él, y se deben considerar de su devoción y
parcialidad, como que en don Miguel Grijalva consiste la subsistencia de
ellos o de su conveniencia». A.H.P.T. Legajo 3.490, sin foliar.
298
«Yo dicho escribano comisionado, habiéndoseme dado parte estas horas
de las 5 de la tarde más o menos, por la tarde de Felipe Díaz López; el que
se hallaba arrestado en el cuartel de este lugar por el Gobernador militar
don Domingo Molina, con motivo de haber pasado a usar de las tierras y
viñas de dicho Adelantamiento mayor como se le ha mandado. Y también
arrestó a Andrés Regalado y Blas Hernández de Abreu, personas que llevó
consigo para su trabajo; en vista de lo cual pase a las casas del dicho
gobernador y le hice saber la comisión en que me hallaba de su mrd. el Sr.
alcalde mayor de este Partido (...) y se negó a ello, diciéndome que hasta
tanto no se le mande por su excelencia al Sr. comandante general de esta
provincia no la daba». Ibídem.

240
el pleito como es su derecho. Sino que, se le ha puesto
preso y a sus peones, teniéndolos algunas horas arresta-
dos, con una manifiesta contradicción de lo determinado
por este juzgado (...) particularmente han cometido un
manifiesto desacato, faltando al debido respeto. Pues
contestándole los decretos de este juzgado con que se los
notificaron; procuraran que no tuviese cumplimiento, y
que se molestase a mi parte y a sus peones. Valiéndose
del extraño medio de ocurrir al Gobernador de Armas,
como si hubiera sido una cosa nueva el usar mi parte de
aquellas tierras, y no estuviese radicado y pendiente el
pleito en este juzgado (...) Ha de tener presente que el
pleito es con don Miguel Grijalva, al que ahora parece
quiere mostrarse como no parte, con el pretexto del
arrendamiento hecho a don Agustín Díaz Estrada, del que
él no ha hablado hasta ahora. Manejo del que se ha valido
para dejar ilusorias las providencias de vmd.299.

En definitiva, queda bien patente que el papel de la


burguesía agraria ante el alza de las rentas de la tierra es
de total identificación con los grandes propietarios, partici-
pando activamente en el desahucio de medianeros y arren-
datarios que se resistían al pago de las nuevas rentas,
haciendo uso conjuntamente con los grandes propietarios
de su dominio socio-económico y político de las comuni-
dades rurales, para renovar y reformar las relaciones con-
tractuales. La resistencia de algunos campesinos era poco
fructífera y rápidamente era ahogada, ni tan siquiera las
más altas autoridades administrativas de la Isla (alcaldes
mayores, corregidores, etc.) podían paliar esta situación;
en unos lugares que aparte de estar distantes de la capital
de la Isla, estaban dominados por una sutil «red caciquil»,
difícil de desmontar porque en el fondo era una de las
esencias vitales de la sociedad del Antiguo Régimen. Con la
llegada de la Revolución Liberal la situación del campesina-
do arrendatario, lejos de mejorar, empeoró ostensible-
mente, reforzándose en contrapartida la figura del propieta-
rio agrario. Al desaparecer los arrendatamientos por tiempo

299
Ibídem.

241
determinado, también se cesa al arrendatario sin necesidad
de desahucio, y sin que el arrendatario pueda alegar pose-
sión para continuar contra la voluntad del dueño, cualquie-
ra que haya sido la duración del contrato300.

300
PESET, M.: Dos ensayos sobre la historia de la propiedad de la tierra,
Madrid, 1982, p. 96.

242
LOS ARRENDAMIENTOS DE DIEZMOS

En las últimas décadas en la historiografía contemporá-


nea se han multiplicado los estudios sobre el diezmo, fenó-
meno este que también ha afectado a la historiografía ca-
naria más reciente301. Sin embargo, y en gran medida, los
estudios sobre diezmos han estado enfocados fundamental-
mente desde una perspectiva de la historia económica;
primando el interés por la producción agrícola y su conexión
con otros índices o parámetros netamente económicos (pre-
cios, etc.); aunque indudablemente las aportaciones desde
esta perspectiva han sido y serán de gran importancia, han
quedado ocultos o tratados insuficientemente aspectos de
gran interés para un mayor conocimiento de las comu-
nidades rurales del Antiguo Régimen, tales como una mayor
profundización de los grupos sociales que de una u otra
manera se beneficiaban de los arrendamientos o cobro de
diezmos. Desde esta perspectiva, en este apartado nosotros
pretendemos analizar esta variable socio-económica que se
refleja dentro de la actividad de los diezmos, teniendo co-
mo protagonistas a uno de los grupos sociales que más a
menudo participan en el arrendamiento o cobro de este tri-
buto: la burguesía agraria.
En efecto, la burguesía agraria del Valle de La Orotava,
es uno de los grupos sociales más claramente interesado en
el arrendamiento o cobro de diezmos, aunque también
hemos constatado la presencia de otros grupos sociales
pertenecientes a la elite social del Valle de La Orotava, que
se interesan por estas actividades. Nos referimos al grupo de
grandes propietarios agrarios de la zona, los cuales en oca-
siones suelen aparecer asociados con algún miembro de la
301
NÚÑEZ PESTANO, J. R.: La Dinámica de la Propiedad de la tierra en Icod
de los Vinos (1796-1830). Transformaciones sociales y comportamiento
económico en la crisis del antiguo Régimen, Universidad de La Laguna,
Madrid, 1984. MACÍAS HERNÁNDEZ, A. M.: «Fuentes para el estudio de la
producción agraria en las Islas Canarias: el diezmo en la diócesis canarien-
se (1480-1820)», en Anuario de Estudios Atlánticos, Nº 32, Madrid-Las
Palmas, 1986, pp. 269-354.

243
burguesía agraria, generalmente en calidad de fiadores. Por
lo que respecta a la burguesía comercial portuense, otro de
los grupos sociales de mayor peso socio-económico en el
valle durante esta etapa, su participación en los remates y
administración de diezmos también es perceptible, mostran-
do un mayor interés por una serie de productos dedicados
preferentemente al comercio exterior, como es el caso de la
orchilla, producto este que el resto de los grupos agrarios del
valle (burguesía y grandes propietarios) rematan ocasio-
nalmente. Sin embargo, esto no significa que los comercian-
tes portuenses rechacen radicalmente el arrendamiento de
otros productos eminentemente agrarios, sobre todo en
aquellas coyunturas de alza continua de los precios, lo que
les permite extraer pingües beneficios302. Así, se pone clara-
mente de manifiesto cómo este grupo social no restringe
únicamente sus actividades al mundo comercial, sino que
enlaza y compatibiliza actividades agrarias y comerciales,
potenciando las unas con las otras.
No obstante, a grandes rasgos, podemos manifestar que
aunque la presencia de grandes propietarios y burguesía
comercial es notoria en los arrendamientos de diezmos,
ésta no es tan constante y mayoritaria como en el caso de
la burguesía agraria. Efectivamente, la burguesía agraria de
esta etapa, o sus descendientes, practican con constancia
la administración de las rentas decimales del Partido de
Taoro o del vecino Partido de Daute, hasta que práctica-
mente se abolió dicho impuesto.
Para poder acceder a la administración o arrendamientos
de diezmos era condición imprescindible disponer de una si-
tuación económica holgada, ya que a la hora de estipularse el
contrato de arrendamiento era necesario depositar ante escri-
bano una fianza de acuerdo con el alcance de la masa decimal
rematada. Era, por tanto, imprescindible contar con unos
bienes suficientes que garantizaran la seguridad del diezmo,
de ahí que quedara únicamente restringida la participación en
esta actividad económica a los grupos sociales más acomoda-
302
Así, por ejemplo, don Gregorio Casañas, vecino y del Comercio del
Puerto, remata el diezmo de orchillas del Archipiélago durante el año de
1792. A.H.P.T. Legajo 2.896, 1792.

244
dos de la comunidad rural. Por otra parte, el riesgo indudable
que suponía tal tipo de empresa exigía con frecuencia que el
rematador contara con la colaboración de uno o más fiadores,
partícipes igualmente en los riesgos, como en los beneficios de
la operación; la asociación reiterada de arrendadores y fiado-
res durante varios años, permiten deducir que se trataba de
una asociación de intereses, frecuentemente algo así como la
combinación de un socio industrial (arrendatario) y un socio
capitalista (fiador), que generalmente se repartían los benefi-
cios a partes iguales. Así don Nicolás Pérez Isidro manifiesta en
su testamento:
Tengo diferentes cuentas con distintos particulares, sien-
do una muy especial con don Andrés Yanes de la Peña,
Presbítero por razón de varios diezmos que he rematado
del beneficio de Taoro, que ha sido mi fiador y com-
pañero, y como tal interesado en la mitad de las ganan-
cias (...) Así lo declaro por el derecho que le corresponde
al referido don Andrés en su mitad por razón de que otor-
gamos iguales las escrituras del seguro de los diezmos a
suerte y ventura, esto es, a pérdidas y ganancias303.

En el medio burgués agrario, la formación de asociacio-


nes o compañías para el arrendamiento de diezmos parecen
tener un claro matiz familiar, es decir, el arrendador y res-
ponsable principal de la masa decimal rematada prefiere
escoger a sus fiadores, y en gran medida sus socios-
capitalistas, entre los miembros de su propia familia. De tal
modo que a menudo entre la burguesía agraria del Valle de
La Orotava el diezmo suele ser un negocio eminentemente
circunscrito al marco familiar, constituyéndose un nutrido
grupo de familias de extracción burguesa que una y otra vez
se suceden en la administración y arrendamiento de diez-
mos. Se trata de Ios grandes arrendatarios de esta renta
agraria, que conforman el núcleo más numeroso de este
tipo de burguesía que nosotros estudiamos. Por lo que res-
pecta a los tipos de diezmos que la burguesía local arrien-
da, éstos son varios, teniendo una clara predilección por los

303
A.H.P.T. Testamento de don Nicolás Pérez Isidro. Legajo 3.271, 1784.

245
de parrales, y por aquellos productos de autoabastecimiento
interno, como los diezmos de papas. La duración de estos
arrendamientos suele ser anual, aunque con cierta constan-
cia el mismo producto se arriende por varios años. Una vez
acabado el periodo anual de arrendamiento, las escrituras de
obligación se renuevan año tras año, y a su vez algunos de
estos diezmeros suelen subarrendar trozos o igualas, bien a
componentes de su propio grupo social o a miembros de un
campesinado medio que posea los bienes suficientes para
asegurar el pago del diezmo subarrendado (véase cuadro Nº
18). Este sistema de subarriendo era altamente beneficioso
para la burguesía, ya que, por un lado, le garantizaba con
mayor seguridad el pago del diezmo que estos habían rema-
tado. Hay que tener en cuenta que una mala cosecha, por
otra parte muy común durante esta etapa, podía dar al tras-
te con la inversión realizada. Por otro lado, en caso de quie-
bra el subarrendatario tenía la posibilidad de hacerse con las
propiedades que el subarrendador había presentado como
fianza, o en último caso forzaría a éste a que le vendiera un
determinado predio a bajo precio. También estos subarrien-
dos solían constituirse como un préstamo a interés, de gran
beneficio para este núcleo de la burguesía agraria que prac-
ticaba el subarriendo. Es, por ejemplo, el caso de Antonio
Hernádez Tejera, que tomó en subarriendo de don Pablo
Alayón Salcedo, componente de la burguesía agraria orota-
vense, un diezmo del cual manifiesta:
Que se halla deudor al Ayudante don Pablo Alayón Salcedo,
vecino de esta villa en cantidad de quinientos pesos, pro-
cedidos del diezmo de una iguala de papas (...). Y por tan-
to se confiesa por llano y legítimo deudor de la iguala de
papas en favor de dicho Ayudante, y se obliga al pegamen-
to de ellos, que lo ejecutará verificándose y cumplido di-
cho término de tres años dentro de ellos o a su final; obli-
gándose también al rédito de dichos quinientos pesos
anualmente, que es de quince pesos a razón 3%, rebaján-
dose dicho rédito si le fuera satisfaciendo la cuenta304.

304
Ibídem.

246
CUADRO Nº 18. SUBARRIENDOS DE DIEZMOS REALIZADOS POR LOS MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA
DEL VALLE DE LA OROTAVA (1780-1821)
Valor del
Arrendatarios Arrendadores Tipo de diezmo Lugar Año
diezmo
D. Pablo Alayón y D. Juan Josef Lorenzo 625 pesos Diezmo de millos Los Realejos 1780
Bautista Hernández
D. Pablo Alayón y D. Juan Juan Pérez Guzmán 120 pesos Diezmo de millos Santa Úrsula 1780
Bautista Hernández
D. Blas Acosta Francisco Joseph Guanche — Papas Los Realejos 1783

D. Juan Albelo Nuño D. Juan López Arbelo 535 pesos Papas Tierras de Mesa 1785
(Los Realejos)

D. Juan Bautista Hernández Miguel Pérez y Salvador Méndez 850 pesos Papas San Jerónimo 1796

247
y D. Mateo Calzadilla (Los Realejos)

D. José Pantaleón Acosta Domingo García Perdigón y Clara 870 pesos Iguala de millos Santa Úrsula 1800
Hernández de la Guerra

D. José Pérez Chaves D. Antonio Herrera y Melo 300 pesos Iguala de papas Icod del alto 1805
y Dª Apolonia Machado

D. José Pérez Chaves Andrés Martín y José Luis Ávila 990 pesos Iguala de papas Tierras de Haza 1805
(Icod del Alto)
D. José Pérez Chaves Lorenzo García y Juan López 125 pesos Iguala de papas Del Barranco de Mocán 1805
a la piedra de Juan Pérez
Valor del
Arrendatarios Arrendadores Tipo de diezmo Lugar Año
diezmo

D. José Pérez Chaves Diego Reyes 1.450 pesos Iguala de papas Lomo de Juan 1805
(Icod del alto)

D. Antonio Sanabria Valentín y Felipe Rodríguez 249 pesos Iguala de papas El Paso (Los Realejos) 1805
de la Sierra

D. José Pérez Chaves José y Francisco Dorta 305 pesos Iguala de papas El Lance (Los Realejos) 1805

D. José Pérez Chaves Diego Rodríguez del Álamo 330 pesos Iguala de papas Los Caballeros 1805
(Icod del alto)

D. Marcos Estévez Francisco Dorta y TomásLuis 200 pesos Una Iguala del Los Caballeros 1811
de Chaves diezmo de millos (Icod del alto)

248
D. Marcos Estévez Andrés Martín y Antonio Francisco 650 pesos Diezmo de papas Maspez 1811
Chaves (Icod del alto)

D. Rafael Frías D. Pedro Martín y Dª Josefa Amorín 125 pesos Diezmo de flores Santa Úrsula 1816

D. José Pantaleón Acosta D. Pablo Yanes Mullo 1.600 pesos Diezmo de papas San Jerónimo, Las Cañas 1821
(La Orotava)

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.


Al lado del arrendamiento y su subarriendo, otra modali-
dad de tenencia del diezmo es bajo la forma de cobrador de
dicha renta, fórmula que suele ser la utilizada comúnmente
para la administración de los diezmos más importantes,
sobre todo los de granos. Esta modalidad es utilizada no
sólo por el Cabildo catedralicio, sino también por el propio
monarca para aquellos diezmos que están bajo su control,
como es el caso de la renta del Subsidio y Excusado, para
cuyo cobro también son elegidos estos componentes de la
burguesía agraria local, atendiendo no sólo a su poderío
económico, sino también a su habilidad en el cobro de im-
puestos y de rentas, ya que muchos de ellos cuentan con
una dilatada experiencia como administradores o cobrado-
res de rentas, lo cual suponía una garantía más de que el
cobro de diezmos se haría con corrección y se evitarían en lo
posible los fraudes. Estos cobradores de diezmos perciben
como salario un porcentaje sobre la masa decimal cobrada,
el cual no suele exceder del 2%, aumentando este porcentaje
cuando el cobrador se tiene que desplazar a otros lugares
que no son los de su habitual residencia, en tal caso el salario
aumenta ligeramente llegando hasta el 5% aproximadamente.
Por lo que se refiere a los diezmos de cereales (trigo, ceba-
da, centeno y avena), se diferencian del resto de los produc-
tos diezmables, porque los primeros los percibe directamen-
te la Iglesia, sin sacarlos a remate, nombrando hacedor de
cada Partido, un cobrador que se denomina cillero, el cual se
comisiona por estas tareas de recogida de cereales, reci-
biendo generalmente el 2% de todo lo que se perciba305.
Este tipo de contrato sobre cobro de cereales es muy es-
caso en los protocolos notariales, siendo los contratos más
comunes los de obligación decimal que otorgan aquellos indi-
viduos que arriendan, de ahí que un aspecto de tan vital
importancia quede fuera de nuestras posibilidades de estu-
dio. Lo único que podemos manifestar en este sentido, a
razón de los escasos datos con que contamos, es que la bur-
guesía comercial también parece interesarse por el cobro de
estos cereales, permaneciendo algunos de ellos como cilleros
305
A.H.P.T. Don T. Estévez y don J. Antonio Albelo son elegidos como cobrado-
res del diezmo de Granos de Los Realejos. Legajo 3.180, sin foliar, 1795.

249
del Partido de Taoro durante largo tiempo y traspasándose
estas funciones en algunos casos de padres a hijos. De aquí
que don Tomás Estevez, componente de la burguesía agra-
ria de los Realejos, manifestara en su testamento:
Declaro que muchos años tuve a mi cuidado la cilla de
los lugares de los Realejos de la que no debo cosa algu-
na. Igualmente debo manifestar que el producto de di-
cha cilla, desde el año pasado 1794 hasta que se casó
don Marcos mi hijo y percibió éste, me corresponde,
pues aunque hice una sección de ella a favor del antedi-
cho, fue confidencia como sabe muy bien don Marcos;
mas sin embargo, desde el citado año de 1794 ha toma-
do todo su producto, aunque extrajudicialmente se los
he pedido, y así quiero se le impute en su legítima306.

La burguesía agrícola local se muestra más activa y más


vivamente interesada en los arrendamientos de diezmos du-
rante la segunda mitad del siglo XVIII, evidentemente el alza
continua de los precios de los productos agrarios de primera
necesidad durante esta coyuntura, y los altos precios que
también alcanzan los productos de exportación como vino y
barrilla, hacen a grandes rasgos que estas operaciones de
arrendamiento y cobro de diezmos sean beneficiosas y lucra-
tivas para este grupo social en ascenso, cuyas ganancias se
encaminarán fundamentalmente hacia la adquisición de bie-
nes raíces, principalmente tierras, una de las grandes ansias
de este grupo agrario. Son estas familias de grandes arrenda-
tarios de diezmos los que conforman, conjuntamente con los
comerciantes, grandes propietarios e instituciones eclesiásti-
cas, el grupo de almacenistas de productos alimenticios,
colaborando con estas tácticas almacenistas, y a veces cons-
tituyéndose en un factor clave y desencadenante de las crisis
de subsistencia y el hambre que tan duramente afectaron a
la sociedad orotavense durante esta etapa. Algunas medidas
adoptadas por la monarquía ilustrada, como es el caso de la
libre tasa de granos, no vinieron sino a beneficiar aún más a
este grupo de almacenistas. En definitiva, el diezmo en gran

306
A.H.P.T. Testamento de don T. Estévez. Legajo 3.907, sin foliar, 1817.

250
medida proporcionó a la burguesía las bases suficientes para
que este grupo agrario engrosara las filas de los almacenistas
y abastecedores de productos alimenticios, lo cual los colo-
caba en una situación privilegiada, no sólo por los beneficios
económicos que estas operaciones le proporcionaban, sino
también por que de ellos dependía una gran parte de la po-
blación campesina, que necesitaba bien semillas para sus
cultivos, o bien alimentos con que subsistir. De ahí que fuera
susceptible de ser utilizada a su antojo, y buen reflejo de
ello son los distintos conflictos electorales que describimos
en páginas anteriores, que son además una prueba palpable
de poderío socio-económico y político que va adquiriendo el
grupo burgués agrario a lo largo de este periodo.
A la hora de evaluar el margen de beneficios que la bur-
guesía agraria obtendría en estas operaciones habría que
tener en cuenta una serie de factores; de la mayor parte de
ellos no disponemos de datos, por referirnos en concreto a
aspectos como el volumen preciso de las cosechas de los
años de duración del arriendo, los precios que alcanzan los
productos agrarios, etc. Lo poco que se podría indicar en
este sentido, aparte del conocido fenómeno del alza conti-
nua de los precios durante esta coyuntura, es que el hecho
de que el arrendamiento de un mismo producto se esta-
blezca sucesivamente por unos mismos individuos durante
varios años es un índice de que estas operaciones ofrecían
un margen de ganancias respetables. No obstante, en de-
terminadas coyunturas el arrendatario se veía forzado a la
quiebra, como ocurrió en algunas ocasiones a los propios
componentes de la burguesía agraria local, en tal caso el
diezmo recaía en aquel que hizo una postura inmediatamen-
te inferior al primer postor, desembolsando el que caía en
quiebra la diferencia dineraria que había entre una y otra
postura. Sobre las razones de las quiebras, las fuentes son
poco explícitas, pero se puede suponer que las variaciones
del estado de las cosechas o del mercado, podían provocar el
arrepentimiento de los diezmos, que preferían perder la
cantidad que correspondía a sus posturas a arriesgarse
haciéndose cargo del diezmo. Sin embargo, las quiebras aun-
que afectaban a la burguesía agraria, no son excesivamente

251
frecuentes, lo cual eran una prueba más de lo lucrativo que
resultaba este negocio para este sector social.
A partir de 1815, las presiones ejercidas contra el pago de
los diezmos precipitan su decadencia, produciéndose dismi-
nuciones en los ingresos por concepto de diezmos. Sin em-
bargo, aunque este fenómeno es más evidente durante el
siglo XIX, principalmente durante la etapa liberal, como con-
secuencia de una serie de campañas en contra de diezmo que
orquestan los propios liberales, ya desde el siglo XVIII se ob-
serva cierta reticencia al pago del diezmo. Esta resistencia
antidecimal adopta una serie de modalidades más o menos
sofisticadas, como firma Esteban Canales: «El fraude que
puede considerarse el estadio inicial de esta resistencia al
pago del diezmo, y como tal cabe aceptar que fue la forma
más extendida y la que cubrió una mayor extensión geográfi-
ca»307. Una prueba ilustrativa de la existencia constante de
estos fraudes son las Constituciones Sinodales, en las cuales
se reserva un espacio importante al tema de los diezmos y
primicias, con la intención de asegurar la percepción de esta
fundamental fuente de ingresos. Se impone una serie de
castigos durísimos para aquellos que practicaran el fraude en
los diezmos, se llega incluso a relacionar las catástrofes natu-
rales como una causa directa del impago de los diezmos; en
este sentido es expresivo el edicto recogido en los Sinodales
del obispo Dávila y Cárdenas, algunos de cuyos fragmentos por
su interés reproducimos a continuación:
No quiero recurrir a las divinas letras, sino a lo que me
han asegurado sólo en esta isla, que no hay cosa que
más mueva que la propia experiencia. Se me ha dicho
por cierto, que los ingenios de azúcares mejores de las
islas estaban en ésta; algunos vestigios veis en Telde,
Agüimes y Arucas, y que por haber retraído de diezmar,
o porque lo hacían con poco temor de Dios, usurpando lo
que era suyo, acabó con todas las cañas un vicho. Al
contrario, soy testigo de vista, de que en dos cercados
en un mismo paraje, y casi sin división; en la que parte
que el dueño o colono diezma según Dios, se lo multiplica
307
CANALES, E.: «El Diezmo a fines del Antiguo Régimen», en ANES, G. (ed.):
La economía española al final del Antiguo Régimen, T. X, Madrid, 1982, p. 143.

252
su Majestad, y en la otra parte que se ignora el modo lo
que se ve cogerle poco fruto308.

Esta política ideológica de atemorizar a un campesinado


analfabeto y extremadamente religioso será el arma que
utiliza la Iglesia durante el siglo XIX, etapa donde la per-
cepción de diezmos contará con más graves dificultades. Al
lado de las técnicas fraudulentas, en algunas alteraciones
sociales como el motín de 1810, que afecta a la comarca
objeto de nuestro estudio, se pone de manifiesto una oposi-
ción por parte de los estratos inferiores de la sociedad a
hacer efectivo el pago del diezmo, viéndose los arrendata-
rios con serias dificultades para realizar su cobro309.
Todos estos testimonios de rechazo al diezmo, demues-
tran no sólo que el diezmo era una dura carga para el campe-
sinado, sino que al mismo tiempo repercutía en el desarrollo
general de la agricultura, puesto que en gran parte este im-
puesto actuaba como freno a posibles inversiones en la pro-
ducción agraria, en este sentido Esteban Canales afirma que:
El impacto del diezmo es mayor, cuanto mayores son los
gastos del cultivo, pues tales gastos que reducen el produc-
to neto, no son deducidos al pagar el diezmo; ello significa
que el diezmo actúa como elemento disuasorio a la hora de
efectuar inversiones, ya que el posible inversor ha de co-
rrer con los riesgos de las mismas, y compartir los benefi-
cios con el perceptor de diezmos que nada ha hecho para
merecerlos310.

308
B.U.L.L. Constituciones Sinodales del Obispo Pedro Dávila y Cárdenas,
1735, pp. 333-334.
309
De ahí que Josef Villar Salcedo, arrendatario de diezmos de la Villa de La
Orotava manifieste en su testamento: «Declaro que habiendo hecho postura
del medio diezmo de papas tempranas de la Iguala de San Jerónimo en 320
pesos a la mitad de la recolección con el motivo de las revoluciones públicas
que hubo en esta Villa a principios de Marzo, se negaron todos los cosecheros
a continuar la satisfacción de dicho medio diezmo de que di parte al Señor
alcalde mayor; protestando no ser de mi cuenta la satisfacción de la postura,
mediante esta novedad. Y dispuso dicho Señor, llevase cuenta y vendiese las
papas recogidas lo que así he ejecutado». A.H.P.T. Testamento de Josef
Villar Salcedo. Legajo 3.287, sin foliar, 1810.
310
CANALES, E.: 1982, op. cit., pp. 123-124.

253
El clima de rechazo al pago de los diezmos cobra una
mayor intensidad y extensión durante la etapa de la Revo-
lución Liberal, constituyéndose el arrendamiento de diez-
mos un negocio poco seguro, y de ello son conscientes los
componentes de la burguesía agraria, quienes disminuyen
ostensiblemente sus posturas. Una muestra de este cambio
de mentalidad que se observa en el seno de estas familias
burguesas que constituyen el grupo de grandes arrendatarios
de diezmos, es el caso de Antonio Martín González Castillo,
uno de los diezmeros más activos de la zona, quien al recha-
zar el arrendamiento del diezmo de corderos y cabritos del
Partido de Taoro expresa que:
Hace suelta del diezmo de cabritos y corderos en el señor
Hacedor (...) en atención al grave perjuicio que el otor-
gante se le requería de quedárselo, aunque se rebajase a
la mitad la total suma, en que consistió su remate. A cau-
sa que en el anterior sistema sacaba el diezmo de seis
crías una, y ahora se necesita doce para tomar la misma
porción; siendo muchas las personas que podían dar una de
seis con porción a su cierto rebaño, y pocos los que ahora
lo pagarán a razón de doce, por ser bien escasos los criado-
res de grandes hurtos, como es público y notorio. De donde
se infiere que lejos de poder tomar la mitad de dicho
diezmo, apenas podrá llegar a una cuarta parte311.

En resumen, podemos afirmar que el arrendamiento de


diezmos es una de las actividades económicas que el núcleo
más numeroso de la burguesía agraria del Valle de La Oro-
tava desarrolla con mayor frecuencia, sobre todo durante la
segunda mitad del siglo XVIII, estimulado por el alza de los
precios de los productos agrarios. Esta actividad igualmente
puede considerarse como una de las fuentes más importan-
tes de ingresos para este grupo, cuyas ganancias acumula-
das en estas operaciones económicas van enfocadas princi-
palmente a la obtención de propiedades rústicas, que le
garantizan y cimentan en una posición de privilegio en la
sociedad del Valle de La Orotava.

311
A.H.P.T. Legajo 2.915.

254
EL ANSIA POR LA TIERRA EN EL MEDIO BURGUÉS
AGRARIO: LAS COMPRAS DE TIERRAS (1750-1823)

La tierra para la sociedad canaria del Antiguo Régimen


era fuente no sólo de riqueza, sino también de prestigio
social e incluso una garantía para ostentar el poder político
local. De todo ello era consciente la burguesía agraria de la
comarca, de ahí que tendiera a acaparar gran parte de las
tierras que salían al mercado, pues en gran medida de la
acumulación o no de propiedades rústicas dependía su sub-
sistencia y su inclusión y consolidación dentro del núcleo de
clases acomodadas del Valle de La Orotava. En efecto, a lo
largo de la segunda mitad del siglo XVIII y primeros años del
XIX, con mayor o menor intensidad en unos años que en
otros, la norma común en el grupo burgués agrario era la
acumulación de propiedades rústicas (véase cuadro Nº 19) y
de otros bienes, fundamentalmente casas, invirtiendo en
estas actividades importantes capitales procedentes en su
mayoría de otros renglones económicos, a los que también
la burguesía agraria se dedicaba con asiduidad (administra-
ciones, arrendamientos de diezmos, etc.)
El crecimiento demográfico y el aumento de los precios
de los productos agrarios durante la etapa que abarca nues-
tro estudio, originan un aumento de la demanda de tierras,
y un encarecimiento continuo de las mismas, quedando res-
tringida la adquisición de predios únicamente a aquellos
individuos que disponían de mayores capitales, e incluso
entre éstos existía una gran competencia. De tal modo que
en ocasiones el comprador, para asegurarse la adquisición de
una tierra, obsequia al vendedor con una cantidad supletoria
con el objeto de que éste no elija otro comprador. Así, don
José Pantaleón Acosta, miembro de la burguesía agraria del
Valle de La Orotava, al comprar un cercado de pan sembrar
con parte de viña valorado en 635 pesos, agrega el precio
real 221 pesos más en concepto de «regalía o premio». Sin
embargo, y a pesar del encarecimiento continuo de la tierra,

255
todo tipo de propiedades llaman la atención a la burguesía,
incluso aquéllas que poseen una extensión mínima.

CUADRO Nº 19. EVOLUCIÓN DE LAS COMPRAS DE PROPIEDADES


RÚSTICAS Y URBANAS, REALIZADAS POR LOS MIEMBROS DE LA
BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)
Años Nº de compras % Valor en reales de vellón %
1750 1 0,1 3.302 0,2
1751 1 0,1 9.936 0,7
1752 1 0,1 _ _
1753 4 0,7 11.432 0,8
1754 4 0,7 1.300 0,09
1755 1 0,1 _ _
1756 1 0,1 _ _
1757 _ _ _ _
1758 3 0,5 667 0,04
1759 1 0,1 _ _
1760 7 1,3 3.233 0,2
1761 17 3,3 52.064 3,7
1762 5 0,9 2.573 0,1
1763 1 0,1 984 0,1
1764 2 0,3 4.433 0,3
1765 2 0,3 16.240 1,1
1766 4 0,1 4.555 0,3
1767 _ _ _ _
1768 1 0,1 150 0,01
1769 1 0,1 7.745 0,5
1770 2 0,3 14.055 1
1771 8 1,5 10.064 0,7
1772 5 0,9 1.241 0,09
1773 9 1,7 16.643 1,2
1774 13 2,5 28.808 2,1
1775 4 0,3 16.678 1,2
1776 7 1,3 8.291 0,6
1777 6 1,1 44.351 3,2
1778 2 0,3 1.289 0,09
1779 19 3,5 30.168 2,2
1780 15 2,9 21.580 1,5
1782 18 3,5 41.294 3
1783 25 4,9 46.621 3,4
1784 19 3,7 39.440 2,8
1785 13 2,5 23.718 1,7

256
Años Nº de compras % Valor en reales de vellón %
1786 10 2,9 4.653 3,3
1787 5 0,9 128 0,01
1788 9 1,7 9.157 0,6
1789 14 2,7 35.790 2,6
1790 14 2,7 20.045 1,4
1791 6 1,1 5.359 0,3
1792 5 0,9 7.385 0,5
1793 9 1,7 10.824 0,7
1794 10 1,9 28.748 2
1795 7 1,3 16.001 1,1
1796 15 2,9 36.327 2,7
1797 8 1,5 47.978 3,5
1798 9 1,7 8.168 0,5
1799 12 2,3 17.613 1,2
1800 10 1,9 49.509 3,6
1801 3 0,5 38.206 2,7
1802 5 0,9 69.158 5
1803 1 0,1 532 0,03
1804 3 0,5 3.520 0,2
1805 8 1,5 8.228 0,5
1806 12 2,3 29.275 2,1
1807 4 0,7 5.498 0,4
1808 4 0,7 6.142 0,4
1809 4 0,7 31.477 2,2
1810 9 2,3 35.113 2,5
1811 4 0,7 1.700 0,1
1812 9 2,3 32.526 2,3
1813 13 2,5 25.836 1,8
1814 1 0,1 380 0,02
1815 15 2,9 22.828 1,6
1816 21 4,1 47.692 3,4
1817 7 1,3 43.073 3,1
1818 5 0,9 5.346 0,3
1819 6 1,1 93.213 6,8
1820 2 0,3 1.615 0,1
1821 7 1,3 2.730 0,1
1822 5 0,9 60.808 4,4
1823 3 0,5 59.562 4,3
508 1.370.709
FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

257
Los principales vendedores de tierras al grupo burgués son
los pequeños y medianos propietarios empobrecidos y endeu-
dados a causa de las sequías, las malas cosechas, etc., catás-
trofes muy comunes durante la etapa que abarca nuestro es-
tudio. A estas catástrofes naturales hay que añadir las activi-
dades especulativas de comerciantes y abastecedores de gra-
nos, que también colaboran en un mayor empobrecimiento del
campesinado. Así, en el año de 1783, año en que la burguesía
adquiere el mayor número de propiedades por compra (véase
cuadro Nº 19), Lope Antonio de la Guerra manifiesta:
El 24 de mayo se presentó al Cabildo una carta por los
diputados y Personeros de La Orotava, al oidor don Vi-
cente Duque de Estrada, que hacía veces de corregidor;
en que decían se estaban haciendo extracción de trigo
por don Gregorio Casañas a quien parece no le hacía im-
presión las desdichas y miserias de sus paisanos y que
con este motivo se había subido el precio del trigo312.

El binomio escasez de cosechas-aumento del número de


compras parece tener una perfecta aplicación para el caso
de la burguesía agraria de la zona, y en definitiva los pe-
queños y medianos propietarios afectados por la malas co-
sechas y por las enormes cargas que pesan sobre sus parce-
las, a la vez que se empobrecen y engrosan las filas de un
ingente número de jornaleros que deambulan por los cam-
pos en busca de trabajo, contribuyen paradójicamente al
engrandecimiento y a la riqueza de un nuevo grupo social:
la burguesía agraria.
Junto a estos factores de carácter general señalados ante-
riormente, otras razones juegan un papel importante en el
proceso de acaparamiento de tierra por la burguesía agraria;
nos referimos a determinada razones de tipo individual o par-
ticular, algunas de las cuales enunciaremos a continuación:
1. Venta por deudas contraídas en el arrendamiento de
unas tierras. Así el capitán don Agustín González Be-
tancurt vende a su nieto don Juan Antonio Saravia unas

312
GUERRA Y PEÑA, L.: Memorias, Tenerife en la segunda mitad del siglo
XVIII, Las Palmas, 1951-59. [Reedición del Cabildo de Gran Canaria, 2002]

258
tierras a causa «del descubrimiento de ciento sesenta y
seis fanegas, siete almudes y un cuartillo de trigo de que
era deudor a la Casa Fuerte de Adeje por razón de cinco
arrendamientos de tierras que había llevado en conduc-
ción con dicha casa»313.
2. Venta por no poder hacer efectivo un préstamo. Es el
caso de Domingo Martín, quien para viajar a la isla de
Cuba recibió un préstamo de su yerno don Marcial Del-
gado y al no poder pagar dicho préstamo opta por ven-
der algunas propiedades314.
3. Venta por deuda de diezmos. Así don Francisco Gon-
zález Guanche y Dionicia Barroso de Abreu, como deudo-
res de don Pablo Alayón por la venta que éste hizo de
una iguala del diezmo de papas de los Realejos, venden
al dicho don Pablo un trozo de viña315.

Conjuntamente con la compra de propiedades pertene-


cientes a pequeños y medianos propietarios empobrecidos,
que constituyen el núcleo central de las adquisiciones que
realiza la burguesía, éstos también compran las tierras que
poseen otros grupos sociales, como el grupo nobiliario oro-
tavense, instituciones eclesiásticas de miembros de su pro-
pio grupo social, como es el caso de los conventos de La
Orotava, e incluso adquieren tierras de individuos de su
propio grupo social.
Por lo que respecta a las características que presentan
las propiedades que la burguesía obtiene por compra, la
tónica general es que éstas se tratan de pequeñas parcelas
muchas de las cuales no superan una fanegada. No obstan-
te, ello no impide que algunos de los pasantes más destaca-
dos de este grupo se hagan en distintos momentos con pro-
piedades de extensiones más o menos notorias. Sea cual fue-
re la extensión de las propiedades que este grupo adquiere
por la vía de la compra-venta, hemos observado a través de
un seguimiento detallado y minucioso de los linderos de la

313
A.H.P.T. Legajo 3.096, folio 3185 r., 1816.
314
A.H.P.T. Legajo 2.896, 1793.
315
A.H.P.T. Legajo 2.889, 1783.

259
propiedades que éstos obtienen por compra, una tendencia
casi generalizada a la concentración de propiedades, es de-
cir, paulatinamente y en sucesivas compras las pequeñas
parcelas que un determinado individuo acapara limitan unas
con otras conformando a medio o largo plazo una propiedad
de un solo cuerpo y con una extensión muy superior a la par-
cela poseída originalmente316. Se facilita de este modo su
explotación y eso redunda a la larga en un mejor aprovecha-
miento y en un más alto rendimiento de la propiedad. Por
otra parte, estas propiedades que la burguesía aglutina por la
vía de la compra-venta suelen concentrarse en determinados
pagos o barrios, pagos donde estos miembros de la burguesía
agraria monopolizan las tierras susceptibles de arrendamien-
to o medianería, teniendo de esta manera un número impor-
tante de campesinos que dependen de ellos estrechamente y
que éstos a su vez los utilizan para sus propios intereses,
captando sus votos para ser elegidos como diputados, perso-
neros o alcaldes de barrio, etc.
A la formación de medianías o grandes propiedades, que
tienen su origen en la aglomeración de una multitud de pe-
queñas parcelas, contribuyen en gran medida la vigencia del
derecho de tanteo, por el cual a la hora de vender una par-
cela tienen preferencia a su compra los propietarios limítro-
fes a dicha parcela. A este recurso se acoge la burguesía
agraria, y un ejemplo de ello lo tenemos en don Juan Bautis-
ta Hernández, uno de sus miembros más activos:
Manuel Díaz Hernández, ha tratado de vender un pedazo
de viña en la Candia propia suya, parece noticia al Ayu-
dante don Juan Bautisyta Hernández, y en su vrd. se
presentó ante el señor teniente-corregidor y alcalde
mayor de este partido, oponiéndose a dicho contrato y
pretendiendo preferencia a él, así de poseer otro peda-
zo de viña contigua a la citada por haber yo dado pala-
bra de vendérsela317.

316
A.H.P.T. Legajo 3.072, 1774.
317
Ibídem.

260
Al lado de las propiedades libres pertenecientes a distin-
tos particulares de las que se nutre el grupo burgués, tam-
bién las tierras de Propios les atraen y poco a poco, como
hemos demostrado en capítulos anteriores318, la burguesía
agraria y los grandes propietarios de la zona acaparan las
tierras de Propios, ya que el campesinado favorecido por el
repartimiento de tierras que realizan los ilustrados no sólo no
pueden hacer frente al pago del canon establecido, sino que
tampoco cuenta con el capital suficiente para poner en ex-
plotación la tierra. La burguesía igualmente amplía su patri-
monio personal a costa de roturaciones clandestinas de mon-
tes y tierras de realengo, fenómeno del que ya dimos cuenta
en capítulos anteriores, por lo cual consideramos ocioso vol-
ver a insistir aquí nuevamente en ello, únicamente manifes-
tar que al colindar alguna de sus propiedades con zonas mon-
tuosas, ello facilita sin duda el acrecentamiento de sus predios
a costa de la roturación y esquilmación del monte público.
En cuanto al tipo de cultivo que la burguesía practica en
aquellas tierras que acumula por compra, dos son los que
dominan. Por un lado las viñas, cultivo de gran arraigo en la
zona, y al que la burguesía agraria presta gran interés, ya
que este cultivo de exportación, que durante gran parte del
siglo XVIII estaba en franca decadencia, a fines de este
mismo siglo experimenta una gran reactivación de su co-
mercialización motivada fundamentalmente por el bloqueo
napoleónico a Gran Bretaña. Al lado de las viñas, los cultivos
de autoabastecimiento interno: papas, millo, etc., son los
dominantes en las tierras de la burguesía. El alza continua de
los precios de estos productos constituye un estímulo lo sufi-
ciente atractivo para potenciar su cultivo.
La burguesía agraria no sólo se limita a adquirir propie-
dades, sino que al mismo tiempo, consciente de la riqueza
que sus tierras le pueden proporcionar, invierte gran parte
de su capital en mejorar dichas tierras. Un ejemplo de la
capacidad inversora de este grupo es el caso del escribano

318
Véase en este trabajo el apartado titulado: «Las pugnas entre el Cabildo
de La Laguna y La Orotava: la lucha por la constitución de un ayuntamien-
to autónomo en la Villa de La Orotava».

261
don José Montenegro de Lugo, quien manifiesta en su tes-
tamento haber hecho muchas mejorías en sus tierras:
Plantó árboles, sorrivó, formó paredones, divisiones de
suertes para contener el terreno; puso muchas parras,
fabricó una cisterna para recoger aguas llovedizas y re-
gar con ellas algunas plantas para el servicio de su casa
y alivio de sus trabajadores (...) el valor de dichas fábri-
cas ascendió a más de 7000 pesos319.

El destino de gran parte de las propiedades adquiridas


por la vía de la compra-venta es su inversión en la adquisi-
ción de prestigio social, paso obligatorio para todo grupo
que busque el ascenso en la sociedad del Antiguo Régimen.
En el caso de la burguesía del Valle de La Orotava, estas
inversiones que podríamos calificar de carácter social se
enfocan principalmente hacia dos vertientes; por un lado,
costear los estudios eclesiásticos a los que se dedican una
parte importante de los descendientes de esta burguesía
agraria, ya que introducirse en el clero secular, no sólo supo-
nía disponer de una situación económica desahogada, sino
que al mismo tiempo ingresar en la vida eclesiástica suponía
un eslabón importante en el largo camino hacia el ascenso
social; no hay que olvidar que en las comunidades rurales del
Antiguo Régimen el clero es una de las «fuerzas vivas de la
suciedad». Sin embargo, la carrera eclesiástica era muy cos-
tosa, ya que para alcanzar las órdenes mayores era preciso
disfrutar de capellanías y patrimonios que garantizaran al
aspirante a sacerdote una subsistencia holgada. De todo este
fenómeno, y sobre todo del papel que desempeña el clero de
extracción burguesa en la sociedad canaria hablaremos con
mayor profundidad en capítulos posteriores.
Junto a la inversión de tierras en fundaciones de carác-
ter pío, un sector de la burguesía agraria vincula parte de
sus tierras320, buscando la perpetuación del linaje, y en este
319
A.H.P.T. Testamento de don José Montenegro Díaz de Lugo. Legajo
2.894, 1789.
320
Entre los miembros de la burguesía agraria que fundaron vínculo pode-
mos señalar a don Juan Arbelo Nuño, don José Montenegro Díaz de Lugo y
don Antonio Melo y Estrada. A.H.P.T. Legajos 2.894, 3.639 y 3.082.

262
sentido utilizando los mismos mecanismos de ascenso social
y de ennoblecimiento que los grandes propietarios locales.
Un ejemplo claro de esta mentalidad son los argumentos
que el mencionado don José Montenegro refleja en su tes-
tamento cuando nos habla de su deseo de fundar un mayo-
razgo con parte de sus bienes:
Desde que advirtió que su Magestad no le permitió suce-
sión con la referida Dª Mª Concepción Castro, su mujer;
determinó vincular todos sus bienes gananciales por no
tener cómoda división á uno de sus sobrinos carnales,
hijo de su hermano el Ayudante don Vicente Montenegro
y Dª Josefa de Ocampo y en una sobrina hija del Ayudan-
te don Pablo Alayón Salcedo y Dª Antonia Castro su her-
mana, para que unidos conservaran sus hijos el honor,
pureza y limpieza de su nacimiento; para que con dichos
bienes sostuvieran las cargas del matrimonio, educaran,
instruyeran y mantuvieran éstos como a ellos sus padres
(...) Para que conservando en un cuerpo y en una familia
estos bienes se prestarán con distinción, lustre y todo
honor, y para que dedicaran a ellos sus hijos a los estu-
dios mayores y al servicio de nuestro soberano para bien
de la monarquía y utilidad de su pueblo de nacimiento321.

321
A.H.P.T. Testamento de don José Montenegro Díaz de Lugo, doc. cit.

263
LAS ACTIVIDADES PRESTAMISTAS DE LA BURGUESÍA
AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)

El préstamo en todas sus variantes es, sin duda, una de


las fuentes de riqueza más importantes para la burguesía
agraria del Valle de La Orotava. La frecuencia con que este
grupo agrario se dedica a tales actividades prestamistas es
una prueba palpable del significado que para dicho grupo
tenían dichas prácticas.
Sin embargo, el análisis de este importante renglón de
ingresos no está exento de dificultades, pues estas activi-
dades prestamistas eran tratadas como usurarias por la
Iglesia, la cual prohibía su difusión y condenaba a aquellos
que las llevaban a la práctica. Así en los Sinodales del obis-
po Dávila y Cárdenas se expresa:
A todos los beneficiados y curas toca avisarnos de los
pecados públicos que hubiese en sus parroquias, para
que pongamos el remedio conveniente a ello, y que aho-
ra se lo encargamos y mandamos, especialmente en in-
quirir y darnos cuenta de los contratos usurarios, y en
esto anden con mucho cuidado, así por ser pecado de los
que mucho daño causan en la república, como por la po-
blación con que procuran las partes hacer semejantes
contratos usurarios, y amonestado no los desluciere satis-
facerlo a la parte lo evitarán de los Oficios Divinos322.

No obstante, y a pesar de las prohibiciones de la Iglesia y


alguna que otra detención que realizan las autoridades civi-
les323, dichas medidas no supusieron un freno a las activida-
des prestamistas, sino que por el contrario éstas se llevaron
a cabo, y con gran abundancia por lo menos a lo largo de la
etapa que nosotros estudiamos; lo único que ocurrió en
realidad es que dichas prácticas prestamistas aparecían
322
B.U.L.L. Sinodades del Obispo Pedro Dávila y Cárdenes, doc. cit.
323
Es el caso de Agustín Hernández Tejera, vecino de La Orotava, al que se
le detiene y se embargan sus bienes, tras ser acusado de trato usurario.
A.H.P.T., año de 1773, Legajo 3.071.

264
encubiertas con un ropaje más o menos sofisticado en di-
versos contratos. En efecto, riesgos marítimos, ventas con
pacto de retroventa y obligaciones hipotecarias, eran los
contratos de carácter prestamista que alcanzaron mayor
difusión en el medio burgués agrario.

EL RIESGO MARÍTIMO

Es uno de los instrumentos de crédito más utilizado en la


financiación del comercio canario-americano. Se diferencia
de otro tipo de mecanismos de crédito, como el seguro
marítimo, en que el riesgo se recibe el dinero o la mercan-
cía antes del viaje a título de préstamo; por otro lado, en
caso de siniestro en el viaje hacia América (riesgos de mar,
viento, fuego y enemigos piratas como se especifica en la
documentación), el préstamo y sus intereses no se devolve-
rían. De ahí que a consecuencia del riesgo del préstamo, a
los gastos y a la lentitud del viaje de interés o «premio» fue-
ra bastante elevado, entre el 5% y el 12%, no obstante el tipo
de interés no aparece especificado en la documentación,
siendo lo más común la especulación con la moneda, es de-
cir, se prestaba con una moneda y se recibía la cantidad
adecuada y el interés en una moneda más fuerte, aumentán-
dose así los márgenes de beneficio324.
El riesgo marítimo es el mecanismo prestamista que al-
canza mayor difusión entre los miembros de la burguesía
agraria que se dedican a estas tareas de crédito. Los indivi-
duos a los que este grupo agrario da dinero a riesgo proceden
de distintos estratos sociales; por un lado nos encontramos
con capitanes y pilotos de barcos que participan en la «Ca-
rrera de Indias», o bien se trata de campesinos endeudados y
empobrecidos a raíz de la crítica coyuntura económica por la
que atraviesa el valle durante la segunda mitad del siglo
XVIII, quienes hipotecan los pocos bienes que poseen para

324
Generalmente se recibía la moneda en pesos corrientes de a 15 reales vellón
y el cobro se efectuaba en pesos fuertes valorados en 20 reales vellón.

265
costearse el flete que les permitiría buscar mejor fortuna en
tierras americanas. Por otro lado, también en ocasiones los
grandes propietarios locales acuden a solicitar préstamos a
riesgo a algunos de los prestamistas de esta burguesía agraria.
Es el caso, por ejemplo, de don Santiago Lugo-Viña, capitán de
granaderos del regimiento de la Villa de La Orotava, que en el
año de 1788 solicita a don Gaspar Aponte 900 pesos a riesgos
en su viaje al Puerto de Veracruz325.
La reimplantación del libre-comercio con América en el
año de 1778, supuso un aumento en el número de présta-
mos a riesgo, ya que en los intercambios comerciales cana-
rio-americanos participaron mayor número de individuos,
los cuales acudían a los prestamistas locales para que le
financiaran las operaciones de intercambio326. Este giro que
sufrieron las relaciones comerciales con el mundo america-
no supuso, en líneas generales, un duro golpe para la eco-
nomía canaria, ya que la competencia de los productos
agrícolas de otras regiones españolas fue restringiendo pau-
latinamente los mercados de los productos canarios. Sin
embargo, para la burguesía prestamista este cambio en las
relaciones comerciales canario–americanas se convirtió en
un negocio muy rentable, pues este grupo vio aumentado el
número de sus deudores. El Marqués de Villanueva del Pra-
do se percató de este fenómeno al manifestar en su informe
sobre la emigración canaria:
Es bien notorio que los que navegan a la América desde
estas islas, no hacen regularmente sus expediciones con
fondos propios, sino que los toman de otras personas
acaudaladas, cuyo principal comercio es el dinero. Estas
por el uso del capital que entregan, y el riesgo del mar
que es el que corren únicamente, exigen que la plata
sencilla o en moneda corriente se les devuelva fuerte o
en la moneda de América, con lo que ganan un interés de

325
A.H.P.T. Cuaderno II. Legajo 3.275, 1788.
326
Así Juan García de la Cruz, vecino del Realejo de Abajo, confiesa haber
recibido de don Juan Albelo Nuño la cantidad de 220 pesos corrientes de a
quince reales vellón: «En calidad de riesgo para navegarlos a la Provincia a
Caracas (...) cargado de efectos de ella en virtud del libre comercio».
A.H.P.T., año de 1799, Legajo 3.485.

266
treinta y tres y un tercio por ciento, a veces con menos
de un año de desembolso. Solamente los que tengan ideas
claras acerca del imponderable perjuicio que causa al
comercio el interés excede de los capitales (...) Los que
dan dinero a riesgo, especie de gente a la verdad que ni
por el comercio que hacen, ni por los trabajos que sufren
son los más acreedores a la estimación de la Patria. Los
que la sirven en dar valor a sus producciones, los que pa-
san infinitas incomodidades y peligros en su conducción,
no son sin embargo sino criados de aquellos. Toda la ga-
nancia pasa por último a sus manos327.

La gran cantidad de préstamos a riesgo que algunos de


estos miembros de la burguesía otorgan durante la segunda
mitad del siglo XVIII, y sus dificultades de cobro en algunos
casos, dan lugar a que la burguesía prestamista cuente con
una serie de individuos que actúan como sus agentes en
tierras americanas, y que son, en definitiva, los encargados
de percibir el dinero prestado y sus intereses, y enviarlos a
las Islas, bien en numerario o bien en diversos productos del
continente americano. Estos agentes son familiares de los
propios prestamistas o individuos de su propia vecindad o
pago que han emigrado a tierras americanas, e incluso fa-
miliares de los grandes propietarios agrarios que se han
asentado en el continente americano, a los que les une con
los prestamistas de extracción burguesa relaciones de amis-
tad y de tipo económico328.
El carácter de préstamo a corto plazo que tenía el con-
trato de riesgo hacía necesario disponer de estos agentes,
quienes podían actuar rápidamente en caso de que el prés-
tamo no se hiciera efectivo en el plazo fijado.
El préstamo a riesgo no sólo estaba enfocado en el co-
mercio con el continente americano, sino que también se

327
A.R.S.E.A.P.L.L. «Manuscritos del Marqués de Villanueva del Prado», tomo
XV, Obras Políticas, Informa sobre la emigración a América (26-6-1791).
328
Es el caso del teniente-capitán don Antonio Melo y Estrada, administra-
dor de los bienes de doña Josefa Aguirre y Moreno, residente en el Puerto
de San Francisco de Campeche quien actúa como apoderada de los nego-
cios que el dicho don Antonio tiene en tierras americanas, percibiendo el
importe de los riesgos.

267
hacía extensivo a otro tipo de actividades financieras, las
cuales igualmente proporcionaban pingües beneficios a este
grupo agrario. Nos referimos en concreto a los préstamos a
riesgos destinados a financiar operaciones de transporte de
granos desde las cercanas costas africanas, fundamental-
mente al Puerto de Mogador (Marruecos) hasta el Archipié-
lago. Estas transacciones se producen en aquellos momen-
tos de mayor escasez de productos alimenticios, participan-
do activamente el grupo burgués en estas operaciones, ya
que éstos recibían el préstamo y sus intereses en granos o
en otros productos alimenticios, con lo cual el éxito y el
alto rendimiento de la operación estaban garantizados con
creces. En definitiva, de la importancia de los préstamos a
riesgos no cabe duda, pues una buena parte de los miem-
bros de extracción burguesa de la comarca de Taoro cimen-
taron su fortuna en este tipo de actividades329.

LAS OBLIGACIONES HIPOTECARIAS

Se trata de otro tipo de contrato prestatario, mediante


el cual el individuo recibe una cantidad determinada de
dinero por un plazo generalmente corto. Obliga varios bie-
nes como garantía a dicho préstamo, bienes que en el caso
de que el deudor no devolviera la cantidad recibida en un
plazo fijado de antemano, pasaban a manos del prestamis-
ta. Al igual que ocurre con los riesgos marítimos, los indivi-
duos que acuden a este grupo agrario a solicitar una canti-
dad determinada de dinero proceden de distintos estratos
sociales, predominando fundamentalmente los pequeños y
medianos campesinos, poseedores de algunos bienes con el
suficiente valor como para ser susceptible de presentarlos
como garantía a la hora de solicitar un préstamo. Las razo-
nes que mueven a estos estratos inferiores de la sociedad a
329
Así ocurre con don Manuel Vicente Alonso del Castillo, quien expresa en
su testamento que: «Cuanto aparece de raíces, caudal, muebles y demás
que se adquirió en el matrimonio, debiéndose todo a los riesgos que sufrí
en mi embarque y a mi trabajo». A.H.P.T. Legajo 3.520.

268
pedir una cierta cantidad de dinero por adelantado, son
radicalmente diferentes a los motivos que afectan a otros
grupos sociales de mayor poder socio-económico. La razón
más usual y donde se observa mayor cantidad de casos, es
la solicitud de dinero para costear el viaje hacia tierras
americana. Dicho fenómeno está en estrecha conexión con
la difícil situación en la que vive una gran masa de la pobla-
ción del valle durante esta etapa, época en la que cada vez
es más difícil garantizarse la subsistencia. De aquí que la
idea fija de este campesinado empobrecido y mísero es la
de emigrar a América con el objeto de buscar una mejor
fortuna. Pero no es sólo el fenómeno emigratorio el que
provoca la formalización de este tipo de escrituras prestata-
rias entre la burguesía y este mediano y pequeño campesina-
do, también inciden otros aspectos, como el de emplear
dinero prestado en la mejora de las tierras cultivadas, bien
se trate de tierras propias del deudor o por el contrario tie-
rras poseídas en calidad de medianería. Así, por ejemplo,
éste es el caso de Domingo Ramón, vecino de La Orotava,
quien declara deber a don Domingo Francisco Soto la canti-
dad de 267 pesos «que le ha dado prestado así para el soco-
rro de su casa y familia, como para las fábricas de la viña en
donde se halla medianero»330. Indudablemente este campesi-
nado demanda algunas cantidades de dinero para intentar
mejorar su economía a través del transporte de ciertos pro-
ductos (fundamentalmente vino) hacia islas como Lanzarote
y Fuerteventura, donde se intercambiarían por cereales, y
dada la alza continua del precio de estos productos, le
permitiría cierto desahogo en su maltrecha situación eco-
nómica. Éste es el caso por ejemplo de Francisco Hernández
Barroso, vecino del Realejo de Abajo, quien en el año de
1792 toma 62 pesos corrientes de don Mateo Pérez Chaves
para «hacer viaje a Lanzarote y habilitarse con alguna car-
gazón que piense conducir allí para vender en la citada is-
la»331. En este sentido, vemos cómo la burguesía agraria del
Valle de La Orotava, en cierto modo, se convierte en uno de
los grupos sociales que financian el comercio interinsular a
330
A.H.P.T. Legajo 2.907, 1813.
331
A.H.P.T. Legajo 3.641, 17 de marzo de 1792.

269
lo largo del Antiguo Régimen. En ocasiones, este tipo de
contratos hipotecarios no son más que una especie de aso-
ciación comercial entre deudor y prestamista, donde los
miembros de la burguesía agraria actúan como socios capi-
talistas. Éste es el caso del préstamo que recibe Cristóbal
Alayón, vecino de Arona, el cual manifiesta:
Que ha recibido de don Juan 100 pesos corrientes, la cual
cantidad ha tomado para traficar con ellos en el modo y
forma que le sea más útil, y partir las ganancias entre
ambos (...) con la condición de que si sucediera alguna
negociación que sea preciso conducirlo por mar y peligra-
re, será de cuenta y cargo esta partida del antedicho don
Juan quedando libre el otorgante de toda responsabilidad.

Este grupo agrario de la comarca de Taoro, también ac-


túa como prestamista de dinero en efectivo a los miembros
más destacados de la sociedad del Valle de La Orotava, los
grandes propietarios agrarios. En efecto, el grupo nobiliario
orotavense, por razones bien distintas a las que motivan al
pequeño y mediano campesinado, también solicitan dife-
rentes cantidades a distintos miembros de la burguesía
agraria local. Y en ocasiones, como ya hemos reflejado en
capítulos anteriores, las necesidades acuciantes de dinero
fuerzan a que esta elite social entregue algunas de sus pro-
piedades en arrendamiento a miembros de la burguesía
local, adelantándoles éstos algunas cantidades como pago
de las rentas fijadas por dicho arrendamiento.

LAS COMPRAS CON PACTO DE RETROVENTA

Es otro de los contratos de carácter prestamista en los


que está interesada la burguesía agraria local. Ya que, en
una época de gran demanda de tierra, las compras con pacto
de retroventa eran un vehículo de acceso a la propiedad,
aunque sólo fuera por un corto período de tiempo, siempre
quedaba abierta la posibilidad de que el deudor no pudiera
pagar la deuda en el tiempo estipulado, pasando a manos del

270
prestamista dicha propiedad. Por otro lado, gran parte de las
tierras adquiridas por este mecanismo de retroventa lindan
con tierras propias de la burguesía prestamista; poniéndose
de manifiesto una vez más esa tendencia latente entre el gru-
po burgués a la concentración de tierras; y en el fondo alenta-
do por el deseo de que en un espacio de tiempo más o menos
corto, estas tierras adquiridas por el sistema del pacto de
retroventa, fueran exclusivamente de su propiedad.
Los miembros de este grupo social no sólo actúan y de-
sempeñan el papel de prestamistas en el seno de las comuni-
dades rurales del Valle de La Orotava durante el Antiguo
Régimen, sino que también toman diversas porciones de di-
nero a préstamo, dinero que le facilitan tanto los componen-
tes del grupo nobiliario332 como algunas instituciones ecle-
siásticas (fundamentalmente los conventos). En este último
caso se trata de préstamos a censo, préstamos enormemente
ventajosos para los censatarios, ya que su interés no es nun-
ca superior al legal (3%), de aquí que la persona que recibe
dinero a censo podía incluso hacer negocio ventajoso. De
esta modalidad de préstamo se benefician únicamente los
grupos sociales más privilegiados, ya que es condición prin-
cipal para hacerse con dinero a censo el disponer de una
situación económica desahogada333. En definitiva, por este
tipo de actividades a los miembros de la burguesía agraria
del Valle de La Orotava, se les puede encuadrar dentro de lo
que el profesor Escandell Bonet, denomina como:
Otra categoría especial de financiero moderno, no cam-
bista, ni mercader-banquero, ni usurero cuyo ejercicio
de la actividad económica además no representaba para
él una ocupación profesionalizada, pero que también
lanzó al mercado, comercializó, y explotó regularmente
sus disponibilidades de numerario334.

332
Así don Cristóbal Pérez Barrios, vecino del Realejo de Abajo, recibe del Mar-
qués de Villanueva del Prado 900 pesos corrientes. Legajo 2.885, 1775.
333
A.H.P.T. Legajo 3.266, sin foliar.
334
ESCANDELL BONET, B.: «La investigación de los contratos de Préstamo
hipotecario (censos): Aportación a la metodología de series documentales
uniformes», en Primeras Jornadas de Metodología Aplicada a las Ciencias
Históricas, vol. III, Historia Moderna, 1975.

271
LAS FORTUNAS DE LA BURGUESÍA AGRARIA
DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)

El análisis de los patrimonios de las familias más podero-


sas de la sociedad canaria del Antiguo Régimen, es un tema
aún escasamente estudiado. No obstante, a través de algunas
de las publicaciones más recientes335, ya empezamos a cono-
cer la composición y los valores de las fortunas de los distin-
tos miembros o familias que componen la elite social canaria
del Antiguo Régimen. En este sentido, este apartado preten-
de ser una contribución más al conocimiento de las fortunas
de los grupos sociales de mayor peso económico-social y polí-
tico en la sociedad canaria del Antiguo Régimen.
Particiones e inventarios han sido los documentos en que
nos hemos basado para acercamos al conocimiento de las
fortunas de los miembros que conforman este grupo agra-
rio; sin embargo, antes de desmenuzar sus características,
creemos necesario señalar algunas de las particularidades
de este tipo de documentos. Por lo que respecta a los in-
ventarios, documentación de gran importancia ya que en
ellos se especifica con minuciosidad no sólo los bienes raí-
ces, sino también los muebles. Éstos nos permiten aproxi-
mamos al conocimiento del poder socio-económico y a la
mentalidad de un individuo o de una familia. Desgraciada-
mente para este trabajo, este tipo de fuente es bastante
escasa, ya que sólo contamos con tres inventarios corres-
pondientes a miembros de este grupo social. La búsqueda
de estos documentos en los protocolos notariales co-
rrespondientes a fechas muy posteriores a las que abarca
nuestro estudio, aparte de que ha sido infructuosa, nos ha
puesto de manifiesto que dicho tipo de documentos no
abunda en los protocolos notariales de la comarca, y ni tan
siquiera su número es significativo para los otros grupos
sociales que conforman la elite social del valle (grandes

335
TORRES SANTANA, E.: Relaciones comerciales de Gran Canaria entre 1700-
1725, una aproximación a la burguesía mercantil canaria, Las Palmas, 1981.

272
propietarios, comerciantes, etc.) La causa de la escasez de
esta documentación de gran valor historiográfico, puede
deberse por un lado a la desaparición y deterioro de varios
de los protocolos notariales del Valle de La Orotava, princi-
palmente los de la Villa de La Orotava, que antes de ser
trasladados y custodiados en el Archivo Histórico Provincial
estuvieron durante largo tiempo en la intemperie. Por otro
lado, en las disposiciones testamentarias de muchos com-
ponentes de la burguesía agraria del Valle de La Orotava se
prohíbe tajantemente que se haga inventario de bienes
después de su fallecimiento, así a este respecto don José
Antonio Gutiérrez manifiesta en su testamento: «Prohíbo
que se haga inventario judicial por mi fallecimiento, por no
considerarlo necesario ante si gravoso y perjudicial, por los
crecidos costos que me causaría su formación con la asis-
tencia de un juez y demás ministros»336.
Por lo que se refiere a las particiones, aunque éstas son
más numerosas que los inventarios (contamos aproximada-
mente con 30 particiones pertenecientes a distintos indivi-
duos de la burguesía agraria local), no obstante su número
no es el suficiente como para permitimos un análisis minu-
cioso y detallado de los patrimonios de la burguesía agraria
del Valle de La Orotava; ello se ve agravado por el hecho de
no contar con las particiones de algunos de los miembros
más destacados de este grupo social. Por otra parte, estos
documentos presentan una gran dificultad, y es que éstos
generalmente se protocolizan ante escribano muchos años
después de la muerte del testador, lo que obliga al investi-
gador a consultar una gran cantidad de documentación.
Nosotros, para este estudio y con el fin de acumular el ma-
yor número posible de particiones e inventarios, hemos
extendido la consulta de los protocolos notariales hasta
bien entrado el siglo XIX. Por último, y por lo que se refiere
a este tipo de documentación, hemos de constatar la difi-
cultad que presenta su estudio, y ésta es que son muy pocos
los documentos de este tipo en que aparecen reflejados
tanto los bienes muebles como los raíces, generalmente los

336
A.H.P.T. Testamento de don José Antonio Gutiérrez. Legajo 3.896, sin foliar.

273
bienes que se especifican son estos últimos y en muy pocos
casos se mencionan los bienes muebles. Esto nos permite
tener una visión completa de los patrimonios. Sin embargo,
y a pesar de la deficiencias de estas fuentes, creemos que
con la documentación de que disponemos, unida a la infor-
mación que se desprende de otra fuentes como los testa-
mentos, podemos trazar unas líneas generales que nos per-
mitan aproximarnos al conocimiento de la composición y los
valores de las fortunas de la burguesía agraria del Valle de
La Orotava. Los bienes raíces (tierras y casas fundamental-
mente) conforman la parte más significativa de estas fortu-
nas (véase cuadro Nº 20).
Por lo que se refiere a las propiedades rústicas que la
burguesía adquiere, éstas no están ubicadas únicamente en
sus lugares de origen y residencia, sino que se extienden
por distintas localidades del valle, de tal modo que una
gran mayoría de los miembros de este grupo poseen propie-
dades en todas las localidades del valle, e incluso se ex-
tienden sus adquisiciones hacia lugares más apartados del
Partido de Taoro: Vilaflor, Granadilla, Arico, etc. (véase
cuadro Nº 20). Poseen también algunos predios en localida-
des muy distintas de su zona habitual de residencia, son los
casos de don Francisco Calzadilla y don Domingo Francisco
Soto, que residen en la villa de La Orotava y poseen propie-
dades en Tacoronte y en La Laguna (véase cuadro Nº 20).
Todo ello pone de manifiesto el ansia por la tierra que existe
entre este grupo social en ascenso, y al mismo tiempo ello es
una prueba de la disponibilidad de capitales y de la capa-
cidad inversora de éstos, fenómeno que ha quedado bien
patente cuando estudiamos en capítulos anteriores las com-
pras de tierras que este grupo agrario realiza.

274
CUADRO Nº 20. COMPOSICIÓN DE LAS FORTUNAS DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)
Tierras de No Valor Valor
Nº de Autoabastecimiento TOTAL Otras Valores
Nombre Municipio viñas especificada (Rls. (Rls.
fundos Propiedades Totales
F A C B F A C B F A C B F A C B vellón) vellón)
M. Abreu, Los Reale-
13 — 4 1 9 1 7 — 20 15 52 4 102 16 63 5 131 25.235 4 casas, 1 17.093 42.228
mujer de José jos
bodega
Fco. Espinola
3 casas, 1
22 13 43 — 528 1 18 — 154 8 43 2 257 22 86 2 939 178.238 censo de 2 10.679 188.917
fanegas de
trigo.
Cristóbal La 5 — 13 2 10 — 8 8 16 — — — — — 21 10 10 7.121 1 casa 5.068 12.189
Álvarez de Orotava
Ledesma y
Agustina Currás
(marido y mujer)

275
Mª de Armas La 2 1 — 1 4 — — — — — — — — 1 1 4 — 6.525 2 casas 27.570 34.095
Acevedo (viuda Orotava
de Fco. Díaz
Valladares)
M. Aguilar (mujer Los Reale- 7 — 9 — — — — — — 3 20 — 94 3 29 — — 69.534 3 casas de 199.602 269.196
de Narciso Baeza) jos alto y bajo
y 8 casas
terreras,
1 lagar y
1 estanque.
Sebastián Baeza y Puerto — — — — — — — — — — — — — — — — — — 1 casa de alto 4.469 —
su mujer, de La Cruz y bajo
Rosa Pérez y 2 terreras.

ABREVIATURAS: F: fanegadas, A: almudes, C: cuartillas y B: brazas.


Tierras de No Valor Valor
Nº de Autoabastecimiento TOTAL Otras Valores
Nombre Municipio fundos viñas especificada (Rls. (Rls.
Propiedades Totales
F A C B F A C B F A C B F A C B vellón) vellón)
Narciso Baeza Puerto 12 6 18 6 73 — — — — 19 9 — 153 25 27 6 226 87.743 2 casas de 173.085 361.918
de La Cruz alto y bajo,
8 casas
terreras,
1 bodega.
“ La Orotava 2 — — — — — — — — 2 2 — 80 2 2 — 80 7.158 — — —

“ Los Realejos 2 1 1 1 21 — — — — — 15 6 — 28 16 7 49 93.932 — — —

Francisco La Orotava — 5 1 3 1 — 10 — 110 5 40 1 207 — — — — 100.378 1 bodega 440 —


Calzadilla Osorio

276
“ Los Realejos — 1 8 — — 7 4 — 9 15 9 — 10 — — — — 98.457 — — 248.618
“ Tacoronte — — — — — — — — — 9 — — — — — — 2.100 — — —
“ Puerto — — — — — — — — — 9 — — 3 — — — — 47.243 — — —
de La Cruz
Catalina Calzadi- La Orotava — 12 — — 15 — 1 3 — 7 6 10 8 19 7 2 casas,
13 23 108.842 26.506 —
lla (mujer de 1 lagar
Fulgencio Melo) y 1 granero.
“ Tacoronte — — — — — — — — — 14 14 — 106 14 14 — 106 64.275 — — 246.030

“ Puerto — — — — — — — — — 16 — — — 16 — — — 25.530 — — —
de La Cruz
“ Los Realejos — 6 23 21 25 1 — — — 1 16 6 28 8 39 27 53 18.787 1 casa 2.000 —
Nicolás Currás Puerto 2 — — — — — — — — — — — — — — — — 2.265 1 casa con 10.530 16.935
y Abreu de La Cruz su sitio.
Tierras de No Valor Valor
Nº de Autoabastecimiento TOTAL Otras Valores
Nombre Municipio fundos viñas especificada (Rls. (Rls.
Propiedades Totales
F A C B F A C B F A C B F A C B vellón) vellón)
Isidro Chavez Los Realejos 19 — — — — — — — — 12 68 — 706 12 68 — 704 — 2 casas de 32.120 54.254
y Cruz y Mª de alto y bajo
la Concordia y 3 casas
(marido y mujer) terreras.
“ Icod de 1 — — — — — — — — 3 8 — 33 3 — 8 33 14.295 — — —
Los Vinos
Francisco La Orotava 7 3 19 1 17 1 8 3 19 3 14 1 8 7 33 2 25 46.785 4 casas 17.850 64.635
Díaz Valladares terreras
Mª Díaz de Lugo, La Orotava — — — — — — — — — — — — — — — — — — 1 casa de 224.474 393.128
mujer de Antonio alto y bajo y
Pérez Valladares 6 terreras.

277
“ Los Realejos 22 15 45 9 24 4 1 — 17 3 16 4 76 19 46 13 228 116.270 3 casas 35.752 —
terreras,
1 lagar y
1 bodega.
“ La Matanza 13 — — — — — — — — 4 21 4 259 4 21 4 259 14.264 1 casa y 2.368 —
1 granero.
Antonio Estévez, La Orotava 8 11 46 9 51 — 10 1 4 — — — — 11 56 10 55 124.801 3 casas de 105.649 253.011
Mª Josefa Ugarte alto y bajo.
“ Santa Úrsula 2 2 5 — 12 — — — — — — — — — — — — 22.561 — — —

Mª Marta Fdez., La Orotava 6 3 15 — 389 — — — — — — — — 3 15 — 389 8.654 — — 48.105


viuda del capitán
José Pérez
Chávez
Tierras de No Valor Valor
Nº de Autoabastecimiento TOTAL Otras Valores
Nombre Municipio fundos viñas especificada (Rls. (Rls.
Propiedades Totales
F A C B F A C B F A C B F A C B vellón) vellón)
Mª Marta Los Realejos 10 5 40 — 270 — — — — 12 14 23 215 17 54 23 485 39.451 — — —
Fernández
Lucas González Los Realejos 13 — — — — 11 69 13 182 3 16 — 37 14 85 13 219 46.587 2 casas 22.214 —
Regalado
Fernando Los Realejos 31 — 13 1 — 11 90 7 31 9 40 6 17 20 53 14 2 casas de
51 170.434 75.406 245.840
González alto y bajo y 3
Regalado casas terreras,
y Josefa Yáñez 1 censo de
Nuño 11 celemines
de trigo.
Pedro González Los Realejos 27 — — — — 3 59 2 492 11 46 — 610 14 14 105 1.102 115.548 2 casas de 34.611 150.159
Regalado alto y bajo
y 2 terreras.

278
Julián González La Orotava 2 — 2 — 122 — — — — — — — — — 2 — 122 1.082 2 casas 32.185 13.267
Rguez. y Josefa terreras
Hdez. Salgado y 2 bodegas.
Pedro M. La Orotava 5 — 19 3 47 — 14 1 — — — — — — 33 4 47 13.281 3 casas 19.422 32.703
Gutiérrez
y Lorenza
Antonia Álvarez
Mateo La Orotava 13 10 10 — — 13 15 10 20 14 46 6 18 37 71 16 38 158.344 — 44.871 —
Hernández
Mateo Los Realejos 1 1 9 — — — — — — — — — — 1 9 — — 7.780 2 casas terre- — —
Hernández ras, 1 de alto y
bajo
y 1 molino
de agua.
Tierras de No
Valor Valor
Nº de Autoabastecimiento TOTAL
Otras Valores
Nombre Municipio fundos viñas especificada
(Rls. (Rls.
Propiedades Totales
F A C B F A C B F A C B F A C B vellón) vellón)
Mateo 16 1 3 52 5 — — — 15 43 9 63 19 44 37 68 162.468 1 casa y medio
Sta. Úrsula 10 24.768 —
Hernández lagar, 1 de
alto y bajo
con 1 de
mayordomos
y cocina.
Juan Bautista La Orotava 13 3 7 3 16 7 2 4 105 1 14 1 21 11 23 8 142 121.192 2 casas de 228.631 —
Hernández y alto y bajo
Josefa Salgado y 2 bodegas.
Fco. Hernández La Orotava 44 4 53 20 22 14 71 15 835 2 7 — 137 — — — — 141.954 10 casas terre- 71.046 321.775
Vivas y Luisa de ras y 1 casa de
Paz Machado alto y bajo, 1
bodega.

279
“ Los Realejos 1 2 1 — 43 — — — — — — — — — — — — 8.775 — — —
Fulgencio Melo La Orotava 1 1 — 16 2 1 2 11 11 14 — — 233 4½ 16 2 260 12.404 — — 27.304
y Calzadilla
“ Los Realejos — — — — — — — — 4 22 3 — 42 4 22 3 42 7.500 1 casa terrera 7.470 —
Tte. capitán La Orotava 9 2 5 3 27 9 27 16 57 — — — — 11 32 19 84 21.922 1 casa alta 33.308 73.601
Antonio Melo y sobradada.
Estrada
y Mª García
Calzadilla
“ Los Realejos 3 — — — — 3 13 5 29 — — — — 3 13 5 29 11.301 1 casa terrera 7.070 —
Ayudante La Orotava 1 1 4 — — — — — — — — — — 1 4 — — — 2 casas de 140.035 147.428
Vicente alto y bajo.
Montenegro
y Josefa Fca.
Ocampo
y Olivera
Tierras de No Valor Valor
Nº de Autoabastecimiento TOTAL Otras Valores
Nombre Municipio fundos viñas especificada (Rls. (Rls.
Propiedades Totales
F A C B F A C B F A C B F A C B vellón) vellón)
Antonia R. La Orotava 4 5 16 3 20 5 — — 31 — — — — 10 16 3 51 14.325 4 casas de 76.454
Ocampo, viuda alto y bajo —
de José García y 1 ermita.
Pimienta
“ Sta. Úrsula 1 — — — — — — — — 3 1 2 9 — — — — 14.116 — — 191.445

Puerto 1 — — — — — — — — — — — 10 — — — — 111.150 1 casa alta 45.000 —



de La Cruz y sobradada.
Antonio Pérez Los 15 — 4 — 158 1 7 — 10 4 29 — 356 5 40 — 514 35.064 — — —
Valladares Realejos
“ La Orotava 3 — — — — — — — 7 11 — 119 — — — 6.486 — — 85.267
Sta. Úrsula 1 — — — — — — — — 4 13 — 46 4 13 — 46 21.654 1 bodega, 2.890 —
“ 1 granero y 3

280
casas terreras.
“ Arico — — — — — — — — 47 84 — — 4 84 — — 19.173 — — —
Felipe Pérez Los 7 — 18 — 303 3 1 — — 2 — — 46 3 19 — 355 24.232 4 casas 10.532 34.764
Valladares Realejos terreras
y 2 graneros.
Isidro Rodríguez Los Reale- 7 — — 3 25 2 18 — — — — — — 2 18 3 25 23.033 1 casa alta 6.174 29.207
de Chávez jos y sobradada.
y Mª Abreu Un sitio.
Domingo F. La Orotava 31 2 21 2 115 1 9 6 8 33 50 10 325 36 61 12 440 233.539 2 casas altas y 63.223 376.465
Soto y Antonia sobradadas, 5
Machado casas terreras
y dos bodegas.
Tacoronte 1 — — — — — — — — 14 10 — — — — — — 42.000 2 casas 18.213 —

y 1 cisterna.
La Laguna 2 — 8 10 — — — — — 12 11 1 — — — — — 100.926 — — —

Por lo que respecta a los cultivos que la burguesía prac-
tica en sus tierras, hay que señalar que en sus propiedades
rústicas aparecen dos tipos de cultivos bien diferenciados;
por un lado las viñas, cultivo de exportación por excelencia,
y que a pesar que en los primeros años del siglo XVIII está
en franco declive, hacia finales del siglo XVIII y primeros
años del XIX hay un proceso de reactivación de este cultivo,
a raíz del bloqueo con que Napoleón somete a Europa, sien-
do los caldos canarios demandados nuevamente por Gran
Bretaña. Ello explica que una parte de las propiedades que
componen sus patrimonios esté dedicada a este cultivo de
exportación, en el que no sólo influye el estímulo que supone
esta coyuntura favorable a la exportación, sino también hay
que tener en cuenta que tanto en el campesinado como en
las elites sociales canarias del Antiguo Régimen hay un apego
hacia los cultivos tradicionales, de ahí que en las relaciones
de bienes que poseemos sobre miembros de la burguesía
agraria o sus descendientes, todavía avanzado el siglo XIX,
continúan cultivando la vid, a pesar de que muchos años
antes (hacia 1814) el desmoronamiento del comercio de los
vinos había sido prácticamente total.
Entre algunos de los miembros de este grupo social que
durante el siglo XVIII y primeros años del XIX actuaban como
cosecheros vendiendo directamente sus caldos a los comer-
ciantes portuenses, que eran los encargados de la redistri-
bución y comercio del vino; a mediados del siglo XIX se ex-
perimenta una transformación, pues durante este periodo
los mecanismos de producción, comercio y redistribución se
van a desarrollar dentro del seno familiar. Uno de los ejem-
plos más ilustrativos de este fenómeno era el de la familia
de don Juan Pedro Nepomuceno, quien era propietario de
viñedos, mientras que su hijo don Francisco Nepomuceno
poseía una compañía de comercio ubicada en el Puerto de
la Cruz y era a su vez el encargado de distribuir y comercia-
lizar la producción familiar, practicando una actividad co-
mercial a gran escala, y ello lo demostraba el hecho de que
su hermano, don Césareo Nepomuceno, actúe como delega-
do o factor de la compañía comercial fundada por don
Francisco Nepomuceno, residiendo durante varios años en la

281
ciudad de Hamburgo, y encargándose de la compañía de
comercio que regentaba su hermano a la muerte de éste337.
Por otro lado, parte de la producción vitícola se dedica a la
obtención de aguardientes, producto que era de gran apre-
cio en el continente americano, y del que parecen derivarse
importantes beneficios. En la obtención de aguardientes los
miembros de la burguesía agraria de la comarca no sólo
participan con su producción vitícola, sino que ellos mismos
en colaboración a veces con algunos de los grandes propie-
tarios locales constituyen compañías para la compra de los
utensilios necesarios que permiten transformar el vino en
aguardiente, un ejemplo de este fenómeno es la compañía
que forma don Cesáreo Nepomuceno338. Por todo ello la
permanencia de la vid en las propiedades de la burguesía
agraria puede deberse en cierto modo a que este grupo
continua obteniendo beneficios de dicho cultivo, merced a
que dentro del seno familiar se producen las tareas de pro-
ducción, comercio y redistribución, o bien a consecuencia
de que la transformación del vino en aguardiente era un ne-
gocio los suficientemente rentable como para que algunos
miembros de este grupo social se atrevieran a invertir parte
de sus capitales en la compra e instalación de alambiques
para la fabricación de aguardientes. La no disponibilidad de
datos estadísticos nos impide profundizar en el tema, no
obstante lo que sí hemos constatado a través del análisis de
los patrimonios es que el cultivo de la vid permanece du-
rante largo tiempo entre los frutos más estimados por este
grupo y a su cultivo dedican una parte de sus tierras.
El otro cultivo dominante en las propiedades de la burgue-
sía son los denominados cultivos de autoabastecimiento inter-
no (véase cuadro Nº 20). En efecto, el policultivo de subsisten-
cia (papas, millo y cereales) irá alcanzando cada vez más una
mayor extensión entre las propiedades rústicas de este grupo
agrario. Varios factores parecen ser la causa de ello, los cuales
simplemente enumeramos a continuación, ya que estos facto-
res han sido analizados en capítulos anteriores, nos referimos
a aspectos como: el alza continua de los precios de los pro-
337
A.H.P.T. Legajo 2.935, del folio 17 r. al 20 v.
338
A.H.P.T. Legajo 2.935, 1840.

282
ductos agrarios, el fuerte crecimiento demográfico que se
experimenta durante esta etapa originando una gran demanda
de productos alimenticios, las malas cosechas que afectan
fundamentalmente a las tradicionales islas graneros del Ar-
chipiélago (Lanzarote y Fuerteventura), etc.
La burguesía agraria local desempeñará una gran activi-
dad como especuladora con los productos alimenticios al-
macenando dichos alimentos y sacándolos al mercado en la
época de mayor escasez. De estos mecanismos especulati-
vos se derivan evidentemente, pingües beneficios.
Junto a las propiedades rústicas, las casas constituyen los
bienes de mayor importancia y significado, entre todos los
elementos de que se componen Ios patrimonios burgueses
(véase cuadro Nº 20). Dentro de estas casas hay que hacer
una diferenciación, en primer lugar, las casa-habi-tación,
aquellas donde reside y habita la familia. Éstas suelen ser de
dos plantas (casas de alto y bajo como reza en la documen-
tación), y en ellas se invierten grandes sumas para su mejo-
ría, ya que en cierta forma la casa o casas principales donde
residen los miembros de la familia burguesa es un exponente
de su estatus social, y en suma la casa-habitación es un índi-
ce de cara a la sociedad del prestigio social y del poder so-
cio-económico de la familia, y este aspecto adquiere aún más
relevancia en una sociedad como la del Antiguo Régimen
donde la apariencia externa juega un papel de primer orden,
máxime en un grupo social como el que nos ocupa en este
estudio que pretende alcanzar los puestos más elevados en la
sociedad de la comarca. Este afán y preocupación por las
casas-habitación es un reflejo del prestigio social y del poder
socio-económico que va obteniendo paulatinamente este
grupo, y ello se pone claramente de manifiesto entre algunos
de los más destacados miembros de la burguesía agraria lo-
cal; así don Manuel Arteaga señala en su testamento:
Las casas altas y sobradadas de nuestra habitación nos las
compró don Andrés Yanes de la Peña, nuestro hermano y
cuñado, estando yo dicho don Manuel estaba ausente en
Indias de Su Magestad, por precio de 29.936 reales y 18
mrvs. (...) Y en dicha casa gastamos dos mil pesos en fa-
bricar un cuarto de tres sobradados, con azotea, granero,

283
comedor, cocina, caballeriza, pajal y otros cuartos nece-
sarios, que vale dicha casa en el día 39.936 reales.

Igualmente don José Montenegro Díaz de Lugo, también


manifiesta en su testamento: «que levantó una casa alta y
sobradada, obra limpia, madera de tea, commoda y a todo
costo»339. Con frecuencia la burguesía agraria, aparte de las
casas donde habita, posee otras casas, generalmente se
trata de casas terreras ubicadas algunas dentro de sus pro-
piedades y que se utilizan para residencia de medianeros o
mayordomos o bien se trata de graneros o bodegas. Cuando
estas casas no se destinan a los fines anteriormente especi-
ficados, se alquilan de tal manera que al poseedor de di-
chas casas le aportan una renta anual fija. Aunque no con-
tamos con la información suficiente para analizar cuál sería
el valor o la renta que del alquiler de estos bienes obtenían
los miembros de la burguesía agraria, a juzgar por el impor-
tante número de casas que poseen algunos de los compo-
nentes de este grupo, no debió ser un mal negocio, además
en los patrimonios de la burguesía agraria las casas ocupan
un lugar importante dentro del valor total de las fortunas
burguesas (véase gráfica).

339
A.H.P.T. Testamento de don Manuel Arteaga y de doña Josefa González
Yanes. Cuaderno I, sin foliar. Legajo 3.086, 1788. Testamento de don José
Montenegro Días de Lugo, doc. cit.

284
GRÁFICA. COMPOSICIÓN DE LOS PATRIMONIOS DE ALGUNOS
MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA
D. CRISTÓBAL ÁLVAREZ

D. JOSÉ P. ACOSTA

D. VICENTE MONTENEGRO

285
Dª ANTONIA R. OCAMPO

D. ANTONIO MELO

D. ISIDORO RODRÍGUEZ
CHÁVES

286
D. FERNANDO
GONZÁLEZ
REGALADO

Dª Mª GARCÍA ABREU

D. PEDRO GONZÁLEZ
REGALADO

287
D. ANTONIO
ESTÉVEZ

D. FULGENCIO MELO
CALZADILLA

D. FRANCISCO
CALZADILLA

288
Dª CATALINA
CALZADILLA

D. FRANCISCO
HERNÁNDEZ

D. DOMINGO FRANCISCO
SOTO

289
D. SEBASTIÁN BAEZA

Dª Mª AGUILAR

Dª Mª DÍAZ DE LUGO

290
D. JUAN BAUTISTA
HERNÁNDEZ

D. MATEO HERNÁNDEZ

D. FRANCISCO DÍAZ
VALLADARES

291
Dª Mª DE
ARMAS

D. ANTONIO PÉREZ
VALLADARES

D. FELIPE PÉREZ
VALLADARES

292
D. NICOLÁS CURRÁS

D. NARCISO BAEZA

D. JULIÁN GONZÁLEZ
RODRÍGUEZ

293
Al lado de los bienes raíces, las fortunas de la burguesía
agraria se completan con toda una variedad de bienes mue-
bles: joyas, mobiliario, esclavos, etc., de los cuales no te-
nemos muchas noticias, pues éstos donde aparecen detalla-
dos es principalmente en los inventarios, documentos que
como hemos señalado en párrafos anteriores son muy esca-
sos en los protocolos notariales de la comarca, y por lo que
se refiere a las particiones, aquí únicamente los bienes
muebles aparecen detallados ocasionalmente. Estos bienes,
aparte de informarnos del poder socio-económico de la
burguesía agraria nos servirán para acercarnos al conoci-
miento de la mentalidad de este grupo canario.
Las fortunas de este grupo no son homogéneas, sino que
en el interior de la burguesía existen distintos niveles de
fortunas. Con los datos que nos aportan las particiones e
inventarios con que contamos (aproximadamente unos 30) he-
mos realizado una escala de fortunas atendiendo a los valores
totales de los patrimonios burgueses (véase cuadro Nº 21).

CUADRO Nº 21. NIVELES DE FORTUNA DE LA BURGUESÍA


AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)
Valores N° de Monto
%
(Rvon.) particiones Rvon. %
12.000— 8 28 201.464 4
40.000
40.000— 6 20 355.674 7
80.000
80.000— 1 1 85.267 1
100.000
100.000— 4 13 677.949 15
200.000
200.000— 7 25 1.713.101 39
300.000
300.000 4 13 1.529.842 34
TOTAL 30 100 4.563.297 100

FUENTE: Protocolos notariales. Elaboración propia.

294
En cinco escalas hemos agrupado las fortunas burguesas,
estableciendo como nivel mínimo 12.000 reales y la cota
máxima 300.000 reales, o las cifras que estuvieran por en-
cima de esta cantidad. El grupo más numeroso lo conforman
los niveles de fortunas situados entre 12.000 y 40.000 re-
ales; se trata de los miembros más débiles económicamente
de la burguesía local, o bien se debe a que su fortuna se
sustenta en los ingresos procedentes de actividades que no
parecen reflejadas en las particiones, nos referimos a activi-
dades como la de escribano, prestamista, etc. Las categorías
socio-profesionales de los individuos que componen este nivel
inferior de las fortunas burguesa son muy variados, así en
esta escala nos encontramos con escribanos como don Nico-
lás Currás o don Pedro Miguel Gutiérrez, o «renteros» como
don Isidoro Rodríguez Chaves. En los niveles intermedios de
esta escala de fortunas de la burguesía (de 40.000 reales a
200.000 reales) predomina el grupo de los «renteros», que
constituyen el núcleo central de la burguesía agraria. Por
último, en los escalones superiores se aglutina la elite de
este grupo, Se trata de toda una serie de individuos o fami-
lias, los cuales enlazarán por la vía del matrimonio con los
grandes propietarios locales; así ocurre por ejemplo con don
Juan Bautista Hernández, cuyo hijo don Juan Gualberto Her-
nández casará con doña Evarista de Lugo Saavedra de Ponte
Jiménez, hija del señor de la isla de Fuerteventura. También
otro ejemplo evidente de ello es el enlace de don Fulgencio
Melo y Calzadilla, con doña María del Rosario Urtusaústegui,
hija del teniente-coronel don Marcos Urtusaústegui.

LAS DOTES MATRIMONIALES

Las dotes matrimoniales son otros de los datos funda-


mentales, que nos permiten aproximarnos a un mejor cono-
cimiento de las fortunas de la burguesía agraria del Valle de
La Orotava. Sin embargo, antes de ahondar en este tema,
es preciso señalar que los contratos dotales propiamente
dichos no abundan en los protocolos notariales de la zona.

295
La consulta de otras fuentes indirectas, principalmente los
testamentos, son los que nos han permitido tener una idea
aproximada sobre el valor de las dotes y sus características,
igualmente, de las declaraciones testamentarias hemos
extraído la información que poseemos sobre las aportacio-
nes masculinas al matrimonio; no obstante a la hora de
analizar este aspecto nos encontramos con los mismos in-
convenientes que con las particiones e inventarios, es decir,
la escasez de datos. De ello no deriva que no podamos pro-
fundizar en el tema, limitándonos exclusivamente a señalar
algunos de los rasgos más destacados.
Las dotes matrimoniales de la burguesía agraria del Valle
de La Orotava no presentan una homogeneidad en cuanto a
su valor económico se refiere, sino que en este aspecto se
aprecia el mismo nivel de escalonamiento que ya obser-
vamos anteriormente, cuando nos referimos a las diferen-
cias de fortunas que se encontaban tras el análisis de los
patrimonios de la burguesía agraria del Valle de La Orotava.
En efecto, las dotes de menor cuantía, entre 500 y 3.000,
reales corresponden a la familias burguesas de menor peso
socio-económico en el Valle de La Orotava, mientras que
por el contrario las aportaciones matrimoniales más eleva-
das entre 20.000 a más de 30.000 reales (véase cuadro Nº
22), están relacionadas con las familias más acomodadas de
este grupo agrario. Es el caso de doña Antonia Melo y Calza-
dilla, mujer de don Domingo Estévez Ugarte que llevó como
dote a matrimonio 20.355 reales; lo mismo ocurre con doña
María del Carmen Pinilla, casada con uno de los individuos
que conforman el núcleo de los grandes propietarios del Valle
de La Orotava, don Juan Antonio Ascanio y Franchy, cuyo
valor de la dote se eleva a 30.000 reales.
Los bienes de que están compuestas estas dotes son tan-
to raíces como muebles, es decir tierras, casas, dinero,
joyas, etc.; también puede ocurrir que el padre dote a su
hija con un oficio público, así don Cristóbal Álvarez de Le-
desma escribano público de la Villa de La Orotava, señala
en su testamento:
Considerando que cuando se casó mi hija con don Do-
mingo Regalado no le di cosa alguna, lo que han estado

296
en mi compañía desde el tiempo que se casaron, y te-
niendo recibido de ellos mucho amor y agasajo, y en
remuneración a todo esto y de lo que pudiera habersele
dado en dote, el nombre en el dicho oficio de escribano
público que ejerzo; para que éste lo use, goce y disfrute
interín su vida después de la mía340.

CUADRO Nº 22. DOTES DE LA BURGUESÍA AGRARIA


DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750–1823)
Valores N° de Monto
(Rvon.) %
contratos Rs. vn. %
500— 6 26 12.117 5
3.000
3.000— 4 17 15.918 6
5.000
5.000— 3 13 26.900 11
10.000
10.000— 6 26 65.623 27
20.000
20.000— 3 13 77.355 35
30.000
30.000 1 5 39.628 16

TOTAL 23 100 237.541 100

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

La dote era una de las grandes preocupaciones de la fami-


lia burguesa, pues a la hora de dotar a uno de Ios miembros
de la familia se ponía en juego el prestigio del clan; constan-
temente hay una preocupación porque las hijas casen con
individuos de buena posición, y con este fin los padres a la
hora de su fallecimiento suelen incrementar la herencia de
sus hijas, para garantizarles un buen matrimonio. Así, don
Mateo Pérez Chaves expresa en su testamento:

340
A.H.P.T. Testamento de don Cristóbal Álvarez de Ledesma. Legajo
2.900, 1800.

297
Como que de la hembra siempre para ponerse en estado
desean los pretendientes que tenga buena dote, en esta
virtud y del amor que le tengo y deseo de que se case
con su sangre y bajo las reglas que prescribe y señale la
Real Pragmática, le señalo el tercio y remanente del
quinto de mis bienes (...); y si de su casamiento no to-
mare consejo de su madre y mi mujer, y si quisiera ca-
sar con persona desigual a su nacimiento, crianza y re-
putación, en este caso se habrá de partir dicha mejoría
entre ambos mis hijos341.

El estudio de las dotes también nos aporta información


sobre las relaciones sociales, la política de alianza y el ascen-
so del grupo burgués, tema del que hablaremos en capítulos
posteriores. En este apartado únicamente queremos resaltar
cómo a través del análisis de las dotes también podemos
acercamos a un mejor conocimiento de las fortunas de la
burguesía agraria, ya que las aportaciones tanto femeninas
como masculinas al matrimonio conforman la base o los pri-
meros cimientos de los patrimonios burgueses, como afirma
Jacques Lafon: «El matrimonio no sólo une dos personas, sino
que también une dos patrimonios»342.

LAS APORTACIONES MASCULINAS AL MATRIMONIO

De unos quince miembros de la burguesía agraria del Valle


de La Orotava conocemos sus aportaciones al matrimonio,
estas oscilan entre 1.500 reales a más de 200.000 reales
(véase cuadro Nº 23). Las diferencias entre unos y otros son
muy importantes, y no son sino un reflejo del poder socio-
económico de los distintos individuos que componen este
grupo agrario. Otra vez aquí se pone de manifiesto el mismo
fenómeno que señalamos anteriormente cuando examinamos
los patrimonios y las dotes matrimoniales. Los individuos que

341
A.H.P.T. Testamento de don Mateo Pérez Chaves, Legajo: 3.480, 1794.
342
LAFON, J.: Les Epoux Bardelais. Régimes matrimonioux et mutations
sociales (1450-1550), París, 1972, p. 139.

298
llevan más caudal y riqueza al matrimonio son los personajes
de un mayor estatus socio-económico y político en la comuni-
dad rural. Ejemplo de ello son don Gaspar Aponte, que lleva
al matrimonio 195.000 reales, don Antonio Pérez Valladares
140.000, don Gualberto Hernández 214.590 reales, etc.

CUADRO Nº 23. APORTACIONES MASCULINAS


AL MATRIMONIO, DE LOS MIEMBROS DE LA BURGUESÍA
AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)
Valor N° de % Monto
(Rvon) contratos Rs. vn. %
1.500— 7 48 39.250 4
10.000
10.000— 3 20 72.000 7
50.000
50.000— 1 6 90.000 9
100.000
100.000— 3 20 498.300 57
200.000
200.000 1 6 214.140 23

TOTAL 15 100 914.140 100

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

Con los pocos datos que disponemos, no podemos esta-


blecer una relación entre dotes y aportaciones masculinas
al matrimonio, para observar si éstas se producen en un
nivel de igualdad o desigualdad. Por lo que se refiere a los
enlaces entre burguesía y grandes propietarios del Valle de
La Orotava, parece ser que las aportaciones del grupo bur-
gués suelen ser siempre de mayor cuantía, así mientras que
don Juan Gualberto Hernández aportó al matrimonio
214.590 reales, su mujer doña Evarista Benítez de Lugo sólo
llevó de dote 13.425 reales343. Todo ello parece poner de
manifiesto que el interés de la burguesía a la hora de empa-
rentar con el grupo nobiliario orotavense no era el económi-
co, sino el ansia de ascenso social. El mismo fenómeno pero a

343
A.H.P.T. Testamento de don Juan Gualberto Hernández Salgado, 1841.

299
la inversa es el que atrae a los grandes propietarios a casar a
sus hijos con los componentes de la burguesía agraria.
Cuando se producen unas segundas nupcias, la norma co-
mún tanto entre los hombres como en las mujeres que con-
traen matrimonio por segunda vez, es dotar a sus segundos
cónyuges con unos bienes determinados en calidad de «prop-
ter nupcias». No conocemos en profundidad las causas de
este hecho; a tenor de lo que señala don Miguel Grijalva en
su testamento, la mentalidad dominante en la sociedad ca-
naria del Antiguo Régimen parece jugar un papel importante,
de ahí que estas aportaciones económicas se ofrezcan como
compensación de la diferencia de edad, la virginidad, etc.:
«Quiero y es mi voluntad que se le den los dos mil pesos co-
rrientes que prometí por dote, mas y proponer nupcias a la
predicha doña Tomasa Brito, mi segunda mujer; en justa
consideración a ser virgen honesta, recogida muy joven, y yo
viudo y de avanzada edad»344. Para algunas familias de la
burguesía agraria ni las dotes ni las aportaciones masculinas
al matrimonio son las causas de la fortuna familiar, sino que
ésta se labra a lo largo del matrimonio, fruto del ejercicio de
todo un abanico de actividades económicas, a veces comple-
mentada con el desempeño de un oficio público como el de
escribano. Por otro lado las fortunas burguesas con cierta fre-
cuencia son producto de la acumulación de bienes de un solo
matrimonio, susceptible luego de ser acrecentada o no por los
descendientes de dicha familia.
Los pocos estudios con los que cuenta la historiografía ca-
naria relativa a los niveles de fortuna y a la riqueza de los
grupos sociales más pudientes del Antiguo Régimen, nos im-
piden valorar en su justa medida y desarrollar una historia
completa de los patrimonios de la burguesía agraria del Valle
de La Orotava, ya que no disponemos de datos sobre otros
grupos sociales, grandes propietarios, etc. En líneas genera-
les parece que Ios patrimonios de los grandes propietarios y
de los comerciantes más acaudalados eran superiores a los de
esta burguesía agraria local; sin embargo ello, a nuestro en-
tender, no significa que este grupo social estuviera situado

344
Testamento de don Miguel Grijalva, 1817. Legajo 3.524, sin foliar.

300
fuera del núcleo de personas acomodadas del valle, pues,
como afirma Fernández Pinedo: «La compra de tierras y la
edificación de una casa, por modesta que fuera, requería una
capital, pequeño, pero que desbordaba la posibilidades de la
mayoría de Ios labradores no propietarios»345.

345
FERNÁNDEZ PINEDO, E.: «Coyuntura y política económica», dentro de la
obra Historia de España, tomo VII, «Centralismo, Ilustración y Agonía del
Antiguo Régimen (1715-1833)», p. 66.

301
LAS ACTITUDES MENTALES DE LA BURGUESÍA
AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)
BURGUESÍA AGRARIA Y CLERO SECULAR:
LA VOCACIÓN RELIGIOSA COMO ELEMENTO
DE ASCENSO SOCIAL

La carrera eclesiástica era una de las vías de ascenso so-


cial más practicadas por la burguesía agraria del Valle de La
Orotava. El elevado número de descendientes de este grupo
social que sigue la carrera eclesiástica (véase cuadro Nº 24)
es una prueba palpable de la importancia del sacerdocio en
el medio analizado.
Los estudios eclesiásticos no estaban sino al alcance de
los grupos sociales más acomodados de la comarca, pues
para ordenarse sacerdote era necesario disponer de un pa-
trimonio o capellanía que permitiera una subsistencia có-
moda al futuro sacerdote, patrimonios que en el medio
burgués solían estar por encima de los 7.000 reales (véase
cuadro Nº 24). Evidentemente, el clero secular era el más
atrayente, por su mayor prestigio social, y porque ofrecía
unas mayores perspectivas de ascenso hacia las altas jerar-
quías eclesiásticas. Aunque existieron algunos casos de per-
sonas pertenecientes a algunas de las órdenes regulares
establecidas en el Valle de La Orotava, su número es muy
escaso, y otro por otro lado estos individuos tienden a secu-
larizarse rápidamente. Es el caso de Agustín Estévez Ugarte,

303
cuya madre funda patrimonio a su favor en el año de 1804,
con el objeto de que «se le conceda la gracia de la perpe-
tua secularización»346. El clero regular, durante la etapa
que abarca nuestro estudio, estaba en franca decadencia y
los que componían dicho clero eran individuos procedentes
de familias de pequeña o medianos propietarios o incluso
del campesinado sin tierra347.

CUADRO Nº 24. RELACIÓN DE ECLESIÁSTICOS PROCEDENTES


DE LA BURGUESÍA DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)

Nombre Lugar Cargo Patrimonio


(Valor en Rs. Vn.)

D. José La Beneficiado de la Parroquia 12.000


Domingo Acosta Orotava Matriz de La Concepción de
La Orotava y de La Laguna
D. Pablo " Abogado de los Reales
Alayón Salcedo Consejos Beneficiado de la —
Concepción de La Orotava
D. Policarpo " Abogado de los Reales

Alayón Salcedo Consejos
D. Pedro Los Clérigo de menores 28.500
Albelo Nuño Realejos
D. Juan Clérigo de menores 19.500
Albelo Nuño "
D. Josef La Clérigo de menores 22.500
Díaz Valladares Orotava
D. Vicente Beneficiado de la Parroquia
Nepomuceno Díaz " Matriz de La Concepción —
de La Laguna
D. Julián Puerto Clérigo de menores

Delgado de la Cruz
D. Antonio Clérigo de menores
Delgado " —
D. Pedro Agustín La Obispo de Mérida
Estévez Ugarte Orotava (Yucatán, México) —

D. Antonio Agustín Vicario General y Provincial


Estévez Ugarte " de la Orden de San Agustín —

346
A.H.P.T. Testamento de Dª Mª Josefa Ugarte y Vera. Legajo 2.903, 1807.
347
Véase HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: 2004, op. cit.

304
Nombre Lugar Cargo Patrimonio
D. José Agustín Presbítero y Capellán
La
Estévez Ugarte del Real Monasterio —
Orotava
de Capuchinos de Málaga
D. Benito de la Los Beneficiado de La

Guardia y Llanos Realejos Concepción de Los Realejos
D. Bruno Ginori Abogado de los Reales
" —
y Viera Consejos
D. Domingo La Prebendado de la

Joseph Gutiérrez Orotava Santa Iglesia Catedral
D. Domingo " Presbítero, Vicario y juez 13.500
Hernández eclesiástico de ausencias
Quintero del Partido de Taoro
D. Domingo " Clérigo de menores 1.500 reales
Hernández Vivas Catedrático de Sagrada de rédito anual
Teología en el Seminario
Conciliar de Canaria
D. Eliseo " Clérigo de menores 17.400
Hernández
D. Antonio De la Congregación del
Hernández Torres " P.P. Salvador del mundo —
de Madrid
D. Juan Abogado de los Reales
Nepomuceno Consejos, Examinador
Montenegro " Sinodal y Beneficiado de la —
Parroquia Matriz de La
Concepción de La Orotava
D. Pedro " — —
Montenegro
D. Domingo " Clérigo de menores 16.000
Melo y Calzadilla
D. Ángel " Prebendado, Examinador 9.350
Perdomo Sinodal del Arzobispado de
Betancourt Sevilla y de los Obispados
de Cádiz y Tenerife,
Visitador General del
Partido de Taoro
D. Cristóbal Los Beneficiado de la parroquia 7.200
Pérez Barrios Realejos de La Concepción
del Realejo Bajo
D. Manuel La Clérigo de menores 10.320
Pacheco y Ara Orotava
D. Ignacio " Clérigo de menores 25.000
Yanes Sansón
y Pimienta

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

305
La carrera sacerdotal, aparte de dotar a la familia bur-
guesa de un prestigio social dentro de la comunidad rural,
también ofrecía al sacerdote una seguridad económica en-
vidiable en una etapa de gran pobreza y escasez. Aunque de
una parroquia a otra había grandes diferencias, sobre todo
desde el punto de vista de los ingresos económicos, los be-
neficios de Taoro eran uno de los más lucrativos, y por ello
de los más codiciados. De aquí que como consecuencia de
los pingües beneficios que se derivaban del ejercicio del
sacerdocio en parroquias como La Concepción de La Orota-
va, surgieran toda una variedad de polémicas y pleitos,
cuando quedaba vacante alguno de los cargos más impor-
tantes de dicha parroquia. A estas polémicas no eran ajenos
los miembros de la burguesía agraria del Valle de La Orota-
va, y por otro lado se dejaba entrever en estos conflictos la
existencia de toda una red de intrigas y de un proteccionis-
mo de las altas jerarquías eclesiásticas hacia aquellos ecle-
siásticos que estaban vinculados al grupo nobiliario orota-
vense, sin embargo, la burguesía agraria no se resistía a
perder sus derechos, recurriendo a las más altas instancias y
pleitando incluso con las altas jerarquías eclesiásticas. Un
ejemplo clarificador de este proceso lo tenemos en el escri-
bano don José Domingo Perdomo, quien dio poder a don Pe-
dro Antonio Arias, vecino de Madrid para que:
Se presente ante S. M. y señores de sus Reales Concejos
que corresponda, y entable los recursos competentes
contra el Ilustrísima Sr. don Manuel Verdugo del Concejo
de S.M. Obispo de esta diócesis, solicitando me sanee
los perjuicios, costos y gastos que me han causado por
no haber hecho las consultas para los beneficios vacan-
tes con arreglo a derecho. Como lo ejecutó con el Pres-
bítero don Domingo Perdomo Betancourt, mi hijo, que
hizo su oposición para uno de los dos beneficios que es-
taban vacos en la Parroquia de esta villa, dejándolo sin
consultarlo en uno a su apoderado en la isla el Dr. don
Ignacio Llarena (que no es pilongo y si es de la ciudad de
La Laguna), lo que dio motivo para que dicho mi hijo pa-
sase a la Corte a hacerlo presente al Rey Nuestro Señor.
Y las intrigas y tramoyas de que se han valido (después
que dicho Sr. Ilustrísimo no consiguió para su ahijado la

306
derogación del derecho de pilongaje, y para lo que hicie-
ron tantos esfuerzos); a quejarse de dicho Sr. Diocesano
por el modo de obrar en este asunto, no habiéndole
propuesto, ni para el que presentó memorial, ni para
otro alguno. Siendo admitido al concurso y aprobada su
oposición; en cuyo viaje y lo obrado para él y los gastos
en dicha Corte asciende acerca de 30.000 reales vellón
de que pretendo su reembolso348.

El eclesiástico en el cual la familia burguesa invierte


parte de su patrimonio se convierte a su vez en el protector
natural de la familia, prestando dinero a los familiares que
se encuentran en apuros, costeando los estudios eclesiásti-
cos a algunos de sus parientes, etc. En este sentido, don
Vicente Montenegro declara en su testamento respecto a su
hijo don Juan Nepomuceno Montenegro, párroco de La Con-
cepción de La Orotava:
Declaro que en dicho don Juan Montenegro mi hijo, ha
gastado muchos pesos en los costos y manuntención de
sus estudios (...) me hallo con motivos legítimos para
que no se lleve en cuenta este renglón; los cuales son el
muchísimo cariño y obediencia que he recogido en este
hijo, el haverme dado el gusto por su buena conducta de
seguir al estado eclesiástico y sus estudios hasta en el
estado en que se hallan (...) confio que este ha de ser el
protector de su madre y demás hermanos en quien que-
da sostenida mi casa349.

Estos eclesiásticos de extracción burguesa participarán


en una serie de actividades socio-económicas similares a las
desempeñadas por las familias de las que descienden. Es
decir, nos los encontramos acaparando propiedades rústi-
cas, una parte de cuyas propiedades la reciben en concepto
de remuneración de diversos oficios (misas, funerales,
etc.), y el resto son fruto de compras.

348
A.H.P.T. Legajo 2.909, 1816.
349
A.H.P.T. Testamento de don Vicente Montenegro, Legajo 3.075, 1777.

307
Las actividades prestamistas a pesar de estar rigurosa-
mente prohibidas por la Iglesia350, serán ejercidas por el
clero burgués. En suma, el clero secular de extracción bur-
guesa participará en todas la actividades económicas que
llevaron a sus familias a disfrutar de una posición acomoda-
da en la sociedad de la comarca. Todo este cúmulo de ac-
tuaciones propias del mundo agrícola en que se desenvuel-
ven estos sacerdotes se verán aumentadas con los aportes
de otras fuentes de riqueza derivadas del ejercicio del sa-
cerdocio propiamente dicho, y también del desempeño de
otra actividades como la de abogados de los Reales Conse-
jos, estudios jurídicos que realizan varios componentes de
este clero rural, como don Juan Nepomuceno Montenegro y
Ocampo, don Pablo y don Policarpo Alayón Salcedo. La ca-
rrera de abogado era parte de un eslabón importante para
ascender en la jerarquía eclesiástica, también suponía una
fuente de ingresos de cierta importancia, sobre todo cuan-
do se contaba con una clientela selecta. De la capacidad de
enriquecimiento y de acumulación de capitales por parte de
este clero secular de extracción burguesa no cabe duda, y un
testimonio fiel de este fenómeno es el caso de don Juan Ne-
pomuceno de Montenegro y Ocampo:
Ítem declaro, que con lo adquirido con mi facultad, se-
gún mi juicio iba formando algún principal para algún
lance que pudiera ofrecerseme en el discurso de mi vi-
da, tenía colocados más de 1000 pesos fuertes, algunas
perlas, algunas onzas de oro351.

Este clero, llevado por el fuerte fervor religioso que do-


minaba en la sociedad canaria del Antiguo Régimen, funda
una serie de obras pías que suponen además un paso ade-
lante en el incremento del prestigio social del fundador y su
familia. Así, don Andrés Yanes de la Peña funda a través de
su testamento un patronato de legos352, don Domingo Ata-
nasio Calzadilla y Osorio fabrica la Ermita de San Isidro y la
350
B.U.L.L. Sinodales del Obispo Pedro Dávila y Cárdenas, doc. cit.
351
A.H.P.T. Testamento de don Juan Nepomuceno Montenegro y Ocampo,
Legajo 3.285, 1808.
352
A.H.P.T. Testamento de don Andrés Yanes Peña, Legajo 3.285.

308
dota de varias imágenes, invirtiendo en ello importantes
sumas353. En la fundación de estas obras pías invierten parte
de sus capitales, y el resto de sus bienes son heredados por
sus familiares más directos.
Entre los miembros de este clero burgués, hay varios in-
dividuos que participarán activamente en el movimiento
ilustrado como los hermanos Alayón, don Policarpo y don
Pablo Alayón Salcedo, ambos presbíteros y abogados de los
Reales Consejos, protectores del ilustrado don Graciliano
Afonso354, también natural de La Orotava y con el que les
une una fuerte amistad. De ahí que don Pablo Alayón en su
testamento legue a don Graciliano los libros siguientes:
La obra de Benespen, el cuerpo de la legislación españo-
la, que comprende las leyes de la recopilación y de Parti-
da, el tomacino que trata de la Historia eclesiástica355.

Don José de Acosta Brito es otro de los miembros del clero


burgués con gran vinculación en el movimiento ilustrado; fue
miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y
poseedor de una importante biblioteca a tenor de lo que señala
en su testamento:
Declaro haver invertido crecidas cantidades en la libre-
ría que tengo en mi casa, de cuyas obras tengo formadas
listas individuales, como consta del cuaderno Nº 32 ha
quien los he comprado y los que no los heredé de mi tío
el Padre, fray Domingo Brito, lector jubilado que fue de
la orden de San Francisco356.

El clero secular de origen burgués ocupará los puestos ecle-


siásticos de mayor relieve, no sólo a nivel local e insular (be-
neficiados de la Parroquia matriz de La Concepción de La Oro-
tava, beneficiados de la ciudad de La Laguna, etc.), sino que
también escalarán a los más altos puestos de la jerarquía

353
A.H.P.T. Testamento de don Domingo Atanasio Calzadilla y Osorio.
Legajo 2.999, 1816.
354
ARMAS AYALA, A.: «Graciliano Afonso, un prerromántico español»,
Revista de Historia Canaria, Nº 131, 1957-58, pp. 132.
355
A.P.C.O. Testamento del Dr. don Pablo Alayón Salcedo, 1789.
356
A.H.P.T. Testamento de don José Acosta y Brito. Legajo 2.915, 1822.

309
eclesiástica, el caso más evidente es el de don Pedro Agus-
tín Estévez Ugarte, Obispo de Mérida en el Yucatán (México).
En definitiva, la Iglesia fue para la burguesía agraria del
Valle de La Orotava una de las vías de ascenso social más
significativas y de mayor éxito.

310
ACTITUD ANTE LA MUERTE Y FERVOR RELIGIOSO
ENTRE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE
DE LA OROTAVA

En la sociedad del Antiguo Régimen la preocupación por


la muerte es constante entre todos los estratos sociales,
produciéndose una sacralización de este hecho físico y una
valorización excesiva de tal momento; por otro lado a tra-
vés de la muerte y sobre todo en el ceremonial funerario
que rodea tal acontecimiento, se reproducen las diferencias
sociales existentes entre los distintos grupos que componen
la sociedad Antiguo Régimen.
Evidentemente, el grupo burgués que nosotros estudia-
mos también muestra un gran interés ante un aconteci-
miento de tal calibre, y su preocupación por el rito funera-
rio constituye un índice más de su relevancia social.
A través de los testamentos de varios de los miembros de
esta burguesía agraria, hemos intentado acercarnos al co-
nocimiento de su actitud ante la muerte y su fervor religio-
so, lo cual nos permitirá tener una más completa informa-
ción sobre la mentalidad de este grupo. La preocupación
por la muerte, el miedo a una muerte repentina, es uno de
los factores determinantes que lleva a los miembros de la
burguesía local a redactar testamento. La importancia de
estos documentos para estudiar diversos aspectos de la
mentalidad de la sociedad del Antiguo Régimen ha sido
subrayada por diversos historiadores357. Por lo que se refiere

357
CHAUNU, P.: La mort a Paris, XVI, XVII, XVIII siécles, París. VOVELLE,
M.: Piéte baroque et déchristianisation en Provence au XVIII siécle, París,
1973. ARIES, PH.: Essais sur l'histoire de la mort en Occident, París, Seuil,
1975. LEBRUN, F.: Les hommes et la mort en Anjou aux XVII et XVIII sié-
cles, París, La Haya, Mouton, 1973. BARREIRO MALLON, B.: «El Sentido
religioso del hombre ante la muerte. Un estudio sobre Archivos Parroquia-
les y testamentos notariales», en Actas de las Primeras Jornadas de Meto-
dología Aplicada de las Ciencias Históricas, vol. V, pp. 180-197. VAQUERO
IGLESIAS, J. A. y FERNÁNDEZ PÉREZ, A.: Las actitudes colectivas ante la
muerte en Asturias durante el siglo XIX, a través de los testamentos.
Notas metodológicas.

311
al mundo de las mentalidades y de las sensibilidades colecti-
vas, los testamentos son a menudo la única fuente con que
contamos para su estudio. Dos son los tipos de testamentos
que aparecen con mayor frecuencia entre los protocolos
notariales del Valle de La Orotava: el testamento abierto o
nuncupativo y el testamento cerrado o in scriptis. El testa-
mento abierto es el que practica con mayor frecuencia los
distintos componentes de la burguesía agraria del Valle de
La Orotava, siendo el testamento cerrado muy escaso. Los
testamentos siempre comienzan con una invocación cuya
fórmula apenas varía. Se inicia con: «En el nombre de Dios
amén», la invocación continúa con la profesión de fe del
cristiano «y creyendo y confesando ante todas las cosas en
el sacrosanto misterios de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo
y Espíritu Santo, y todo aquello que cree y confiesa Nuestra
Santa Madre la Iglesia Católica». Esta fórmula es común a
todos los testamentos de la burguesía agraria, se trata prác-
ticamente de una cláusula de estilo. A continuación de esta
invocación inicial, el testador dispone con minuciosidad todo
lo relativo a su sepultura y al ritual funerario que acompaña-
rá su enterramiento. Es precisamente en este último aspecto
donde se pone de manifiesto el prestigio socio-económico y
la relevancia social de este grupo agrario. Los enterramientos
se realizan bien en los Conventos, o en sepulcros ubicados en
las distintas parroquias donde están avecindados estos indivi-
duos; los más destacados socialmente son enterrados en
capillas de su propiedad, que ellos mismos fabrican gastan-
do en ello cuantiosas cantidades. Es el caso de don Manuel
Vicente Alonso del Castillo, vecino de San Juan de la Ram-
bla, quien expresa en su testamento:
Mando sea amortajado en el Santo hábito del señor San
Francisco, y sepultado en el sepulcro que tengo en la
capilla que fabriqué a mí propia costa, con el título de
Inmaculada Concepción (del que soy patrono) cita en la
Iglesia de San Juan Bautista de dicho lugar de San Juan
de la Rambla358.

358
A.H.P.T. Testamento de don Manuel Vicente Alonso del Castillo. Legajo
3.520, sin foliar.

312
También don José Montenegro, escribano de la Villa de
La Orotava erigió una capilla en la que pudieran ser ente-
rrados él y sus familiares359. Además del enterramiento en
el cortejo fúnebre se observa el relieve social de este gru-
po, así por ejemplo don Cristóbal Hernández Torres, tenien-
te-capitán de Milicias señala:
Mando acompañe la procesión de mi entierro el Venera-
ble Beneficio de dicha Iglesia con capa, cruz alta y todos
los capellanes de ella. Y asimismo las tres comunidades
religiosas de esta sitada villa, que asistan hasta que se de
Sepultura a mi cadáver, y si parece conveniente a mis al-
baceas, convidarán para la misma asistencia y acompa-
ñamiento al Venerable Beneficio y capellanes de la Pa-
rroquia de Nuestra señora de la Concepción de esta cita-
da villa, pagándose por todo la limosna acostumbrada360.

Igualmente, gran relevancia tiene el enorme número de


misas que designan para el descanso de su alma y para paliar
las penas del purgatorio361. En la actitud ante la muerte la
familia juega un papel importante, ya que esta será la encar-
gada de continuar con las rogativas por el alma de los falle-
cidos. Por ello la muerte de un familiar, más que un hecho
individual, se convierte en un hecho colectivo que afecta a la
familia del difunto en su conjunto, de aquí que en las fórmu-
las mortuorias con constancia se invoque y aluda a toda la
familia del difunto: «Es igualmente mi voluntad que se digan
por mi alma, la de mis padres, abuelos y parientes y los

359
Así en el testamento de don José Montenegro Díaz de Lugo se señala:
«Compré en el 18 de octubre de 1747 ante Cayetano Lorenzo Núñez, al
Convento de San Benito un sitio para que fabricara una capilla, erigiera y
montara un altar en que colocara un cuadro de las ánimas del Purgatorio
con privilegio de don Josef y su mujer de Patronos titulares de dicha capi-
lla en que pudiera fabricar entierros, sepulcros o bóvedas». A.H.P.T., año
de 1789, Legajo 2.894.
360
A.H.P.T. Testamento del teniente-capitán de Milicias don Cristóbal Hernández
Torres, Legajo 3.178.
361
Así don Miguel Grijalva, señala que se le digan 500 misas, don Juan
Nepomuceno 1.000, el teniente-capitán don Antonio Recarey 400, etc.
A.H.P.T. Legajos 3.524, 3.285 y 3.275.

313
demás de mi obligación 500 misas rezadas, satisfaciéndome
de limosnas por cada una 3 reales de vellón catellano»362.
En diversos testamentos de distintos miembros de la
burguesía agraria local, se estipulan ciertas cantidades co-
mo limosna para los pobres del lugar donde residía el difun-
to o de aquel donde procedía363.
Esta presencia de los pobres en el rito funerario, quienes
ocupaban un determinado lugar en el cortejo fúnebre, ex-
presa la santificación de las almas por el empleo de la cari-
dad. Los pobres son utilizados para ello, es la misión que la
sociedad les asigna en la tierra, la santificación espiritual.
Su existencia, por ello, está justificada y sirve a su vez de
justificante a esa caridad que resquebraja las penas del
purgatorio y aproxima a las ánimas al cielo364; la actitud
ante la muerte entre la burguesía agraria y sus descendien-
tes no experimenta profundos cambios entre la segunda
mitad del siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Un ejemplo
de ello es el testamento de don Juan Gualberto Hernán-
dez365. Uno de los miembros más destacados de esta bur-
guesía agraria local, en cuyo testamento, que data del año
1841, continúan presentes prácticamente las mismas fór-
mulas y un rito funerario muy similar al observado en los
testamentos del siglo XVIII; todo ello pone de manifiesto
que la evolución de las mentalidades colectivas no siempre
es paralela al desarrollo socio-económico, y por otro lado
ello es una evidencia de la profunda religiosidad que impera
en la sociedad de la comarca.
El fervor religioso dominante en la sociedad canaria del
Antiguo Régimen también impregna a los componentes de la
burguesía agraria. La profunda religiosidad de este grupo
agrario, no sólo está presente en las actitudes ante la muer-
te, sino que también se manifiesta mediante la construcción
362
A.H.P.T. Testamento de don Miguel de Grijalva, doc. cit.
363
Así por ejemplo don Gaspar Aponte, natural de Arona y vecino de La Villa de
La Orotava deja en su testamento «a los padres del Hospital de la Santísima
Trinidad 100 pesos, y a los encarcelados para que tengan con que alimentarse
veinte pesos (...) además 50 pesos, 25 para los pordioceros de Arona y 25 para
los de La Orotava». A.P.S.J.B. Protocolo de Testamentos Nº 6, 1818.
364
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: 2004, op. cit.
365
A.H.P.T. Testamento de don Juan Gualberto Hernández, doc. cit.

314
de distintas obras de carácter religioso, como don José
Montenegro Díaz de Lugo, quien construyó una Ermita en
honor de Nuestra señora de Montenegro con el objeto de
que: «aquellos vecinos oyeran misa todos los domingos y
días de fiesta del año, porque le consta lo hacían los más por
su distancia, por su pobreza y desnudez; y por no dejar solas
sus casas ni desamparar sus haciendas en algunas estaciones
del año en que son muy frecuentes las lluvias»366. Pero el
fervor religioso de don José Montenegro Díaz de Lugo no se
limitó únicamente a la construcción de la ermita anterior-
mente reseñada, sino como reza en su testamento: «Desde el
año de 1730, por la gran devoción que tenía al Sr. San Juan
Nepomuceno, le levantó el altar, le hizo retablo, le pintó y
compró cuanto era preciso para celebrar el santo sacrificio
de la misa en la Parroquia Matriz»367. El fervor religioso que
demuestra este destacado miembro de la burguesía agraria
es un exponente claro de que la religiosidad estaba fuerte-
mente arraigada en la mentalidad de este grupo agrario.
La participación en cofradías y hermandades religiosas
de varios componentes de este grupo agrario (véase cuadro
Nº 25) es otro de los índices del fervor religioso, a la par que
el ostentar la mayordomía o el cargo de Hermano mayor
imprime un cierto prestigio social al individuo que desempe-
ña esta función. Los miembros más destacados de la burgue-
sía agraria local integran las filas de una o varias cofradías y
hermandades (véase cuadro Nº 25), y sienten una gran pre-
ocupación por el engrandecimiento de estas agrupaciones
religiosas que en el fondo redundan en su propio prestigio.
Así el citado don José Montenegro Díaz de Lugo, al hablar
de su actividad como mayordomo de la cofradía del Patriar-
ca Santo Domingo de Guzmán expresa «que la administró
con mucho cuidado y devoción, y compró muchas alhajas de
valor y estimación»368.

366
A.H.P.T. Testamento de don José Montenegro Díaz de Lugo, doc. cit.
367
Ibídem.
368
Ibídem.

315
CUADRO Nº 25. MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA,
COMPONENTES DE HERMANDADES Y COFRADÍAS RELIGIOSAS
Nombre Cofradía o Hermandad Localidad Año
Dr. don Pablo Mayordomo de la Cofradía La 1773
Alayón Salcedo de San Fernando y San Cayetano Orotava
de la Parroquia de La Concepción.
D. Cristóbal Mayordomo de la Cofradía del " —
Álvarez de nombre de Jesús del Convento
Ledesma de Santo Domingo.
D. Gaspar Aponte Hermandad del Santísimo Cristo " —
de la Columna.
D. Matías Mayordomo de la Imagen del " —
Díaz de Lugo Carmen, custodiada en el Convento
de San Lorenzo.
D. Francisco Hermandad de Nuestra Señora del " —
García Perdigón Rosario de Gracia y de Los Remedios.
D. Juan Bautista Mayordomo de la Hermandad de " 1787
Hernández Nuestra Señora de Los Remedios y
Ánimas de la Parroquia de San Juan
Bautista. Hermandad de Nuestra
Señora de La Concepción. Hermandad
de Nuestra Señora de Candelaria.
D. Juan Gualberto Mayordomo de la Cofradía de " 1821
Hernández Nuestra Senora de Los Remedios de
la Parroquia de San Juan Bautista.
D. Domingo Her- Hermandad del Santísimo Cristo de " —
nández Quintero la Columna.
Teniente capitán Cofradía del Santísimo Sacramento " 1792
don Cristóbal D. de la iglesia parroquial de San Juan
Hernández Torres Hernández Torres Bautista.
José Montenegro Mayordomo de la Cofradía del " —
Patriarca Santo Domingo Guzmán.
Mayordomo de Nuestra Señora de
Los Dolores y Jesús Nazareno,
situada en el Convento del Patriarca
Santo Domingo. Mayordomo de la
Cofradía de Jesús y Nuestra Señora
del Chinquirá. Mayordomo de la
Ermita del Valle de Jesús.
Teniente-capitán Mayordomo de la Ermita de Nuestra " 1781
D. Antonio Melo Señora de la Piedad.
y Estrada
D. Domingo Mayordomo de la Ermita del Glorioso Pago de 1809
Francisco Soto San Jerónimo. Higa (La
Orotava)
FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.

316
En definitiva, tanto en la actitud ante la muerte como
en el fuerte fervor religioso que impera entre los miembros
de la burguesía agraria, se nos pone de relieve que este
grupo local de nuevo cuño disfruta de un estatus socioeco-
nómico relevante entre la sociedad de la comarca; y su
preocupación religiosa, construyendo ermitas y realizando
obras piadosas, son fruto no sólo de un fervor religioso
desmesurado, sino que también apuntan hacia el afianza-
miento de un prestigio social costosamente adquirido.

317
LA FAMILIA BURGUESA: RASGOS GENERALES

INTRODUCCIÓN

Estudiar la familia burguesa en toda su amplitud es una


empresa difícil, no sólo por la escasez de documentación
relativa al tema, sino también por la precaria información
que nos arrojan las fuentes con que contamos para su estu-
dio. Por ello y como reza en el epígrafe que da título a este
apartado, nos limitaremos únicamente a señalar los rasgos
más generales que caracterizan a las familias que confor-
man la burguesía agraria del Valle de La Orotava durante
este período. El análisis de la institución familiar, el conoci-
miento de su composición y funcionamiento interno, son
factores claves a la hora de estudiar un grupo social deter-
minado, puesto que es en la célula familiar donde se origi-
nan y forjan las actitudes y el comportamiento mental del
grupo agrario que nosotros estudiamos, de ahí en este sen-
tido Roberto Fernández afirma:
La institución familiar no es un abstracción que tan sólo
sirve al historiador para mover los hilos de su quehacer.
Antes al contrario, es una de las organizaciones sociales
concretas, más vivas y palpables y asequibles en su acción
social. La familia está compuesta por individuos que de
una u otra forma reflejan en sus pensamientos, en el tipo
de relaciones que entablan en el entorno familiar, este
todo complejo que es la sociedad369.

El concepto de familia en la sociedad del Antiguo Régi-


men engloba no sólo a aquellos individuos que están unidos
entre sí por distintos lazos de consanguinidad, sino que tam-
bién se hace extensivo a todas las personas que reciden bajo
un mismo techo: ahijados, criados, etc. Según la composición

369
FERNÁNDEZ, R.: «La burguesía barcelonesa en el siglo XVIII: la familia
Gloria», en TEDDE, P. (ed.): La Economía española al final del Antiguo
Régimen, Madrid, 1982.

318
y características de la familia entendida bajo este concepto,
podemos distintiguir fundamentalmente dos tipos de nú-
cleos familiares, por un lado la familia troncal o extensa, y
por otro lado la familia conyugal o nuclear370. El primer tipo
de familia corresponde a aquella en las que conviven bajo
un mismo hogar más de un matrimonio con sus respectivos
hijos, acompañados de algún que otro criado. Por lo que
respecta al segundo tipo de familia, la conyugal o nuclear,
ésta está compuesta únicamente por el matrimonio y sus
hijos, y a veces uno o más criados. Entre la burguesía agraria
del Valle de La Orotava no podemos precisar con exactitud
cuál es el tipo de familia que más predomina. La escasez de
fuentes, como censos de población, imprescindibles para
conocer cuál es el modelo de familia que predomina, cons-
tituye un serio inconveniente a la hora de precisar con ro-
tundidad el dominio de uno u otro tipo de familia. Únicamen-
te nos atrevemos a señalar que hemos constatado la coexis-
tencia de los dos modelos de familia anteriormente descri-
tos. Así, por ejemplo, un modelo de familia extensa lo con-
forma el hogar de don Gaspar Aponte, en cuya casa residían
aparte de él y su mujer, su hija con su marido, una ahijada y
cuatro criados371. Por lo que respecta a un modelo de fami-
lia conyugal típica, este es el caso de don Martín González
del Castillo, el cual vivía con su mujer, una hija y dos cria-
dos372. Evidentemente, en la existencia de uno u otro tipo de
familia incide toda una variedad de factores entre los que no
está ausente el poder económico del cabeza de familia, que
en el caso de las familias extensas se ve obligado a mantener
un importante número de individuos que dependen exclusi-
vamente de su pecunio.
En definitiva, muy poco es lo que podemos decir sobre el
tamaño y el modelo de familia que domina en el medio bur-
gués agrario, no obstante con el examen de otros aspectos
igualmente claves para una mejor comprensión de la familia

370
Sobre la problemática de la familia conyugal y extensa. Véase LASLETT,
P.: House-hold and family in past time, Cambridge University Press, 1972.
FLANDRIN, J.L.: Orígenes de la Familia Moderna, Barcelona, 1979.
371
A.H.P.T. Legajo 3.100, sin foliar, 1811.
372
Ibídem.

319
burguesa, tales como el matrimonio, la educación, etc., pre-
tendemos describir en líneas generales el comportamiento
mental de la burguesía agraria de la comarca de Taoro.

EL MATRIMONIO

El matrimonio entre las familias más acomodadas de la


sociedad canaria del Antiguo Régimen no es únicamente una
vía de reproducción y perpetuación de linaje, sino como
señala acertadamente Jean Nicolás: «Este acontecimiento
pone en juego los criterios de conveniencia, de posición y
riqueza, determina de manera más o menos implícita las
jararquías sociales»373. En efecto, el matrimonio entre la
burguesía agraria del Valle de La Orotava es uno de los
acontecimientos de mayor trascendencia, puesto que de él
se deriva el acrecentamiento o solidificación del patrimonio
familiar, la ampliación de las relaciones sociales y económi-
cas del clan e incluso el ascenso social de la familia. Tanto
los poderes civiles como los eclesiásticos eran partidarios de
que los matrimonios se celebraran en un mismo nivel de
igualdad, y de este modo perpetuar la rígida y jerárquica
estructura social dominante. Bajo esta perspectiva van enca-
minadas algunas de las medidas adoptadas en tiempos de
Carlos III, como la Pragmática Sanción de 1776, por la cual se
le impedía el matrimonio a todos aquellos individuos que no
contaran con el previo consentimiento de sus padres o tuto-
res. Esta actividad es asumida por la familias de la burguesía
agraria local, que continuamente aleccionan a sus descen-
dientes para que casen con personas de igual condición so-
cial, amenazándoles en tal caso con privarles de algún que
otro beneficio económico (mejora a la hora de la herencia,
por ejemplo). De aquí que don Mateo Pérez Chaves, refirién-
dose al casamiento de su hija señale con rotundidad: «Si de
su casamiento no tomare consejo de su madre y mi mujer y
se quisiera casar con persona desigual a su nacimiento,

373
NICOLÁS, J.: op. cit.

320
crianza, y reputación; en este caso se habrá de partir dicha
mejora entre ambas mis hijas por iguales»374.
Este deseo de casar a los hijos con los miembros de su
propio grupo social o con individuos de estratos socialmente
superiores es lo que lleva a que los padres procuren dotar
convenientemente a sus hijas; y por otro lado padres, tíos y
primos consideran un deber sagrado asegurarles a sus des-
cendientes femeninos una buena dote, al suponer que la
mujer, como ente pasivo, no puede ganarse la vida igual
que el hombre:
Lego a doña Ana el quinto de todos mis bienes para ayu-
da de su dote por si quisiera ser religiosa, por estar ac-
tualmente en el Convento de Dominicas del Puerto de la
Cruz, o para cualquier otro estado que le acomode, en
atención a que es mujer y que los varones pueden tomar
otro destino en que puedan mejorarse de fortuna375.

En efecto, entre los miembros de la burguesía agraria lo-


cal, los matrimonios se producen en clima de igualdad,
realizándose toda una serie de enlaces entre individuos que
no sólo tienen una afinidad como grupo social, sino que
también los matrimonios se celebran entre familias que
tienen unas mismas dedicaciones socio-profesionales. El
caso de los renteros es el más claro de todos, sin embargo
este fenómeno también es palpable entre los hombres de
leyes, fundamentalemente entre los escribanos públicos,
como ya hemos analizado en capítulos anteriores376.
En definitiva, a través de la vía matrimonial entre la
burguesía agraria local se conforman una serie de grupos
afines desde una perspectiva socio-profesional. Pero la polí-
tica matrimonial que sigue la burguesía agraria no sólo va
enfocada a la constitución de grupos de afinidad que permi-
tan una ampliación y fortalecimiento de las relaciones so-
cio-económicas de las familias burguesas sino que también
374
A.H.P.T. Testamento de don Mateo Pérez Chaves, doc. cit.
375
A.H.P.T. Testamento de doña María Perdomo Febles, viuda de don
Antonio Albelo Nuño, Legajo 3.542.
376
Véase la primera parte de este trabajo, donde se abordan las categorías
socioprofesionales de la burguesía agraria.

321
pretenden enlazar con la elite social del Valle de La Orota-
va: los grandes propietarios agrarios. Este proceso de enlace
entre componentes de la burguesía agraria y grandes propie-
tarios es perceptible fundamentalmente durante el siglo XIX,
época en la que observamos cómo las familias social y eco-
nómicamente más poderosas de este grupo agrario comien-
zan a emparentarse con miembros del grupo nobiliario orota-
vense y poco a poco esta elite burguesa, a medida que avan-
za el siglo XIX, estará estrechamente ligada al núcleo de
grandes propietarios agrarios, formando conjuntamente con
los más destacados miembros de la burguesía comercial por-
tuense un sólido bloque oligárquico que dominará la vida
política, social y económica del Valle de La Orotava hasta
prácticamente el siglo XX377. Ejemplo de estos enlaces entre
la burguesía agraria y los grandes propietarios de la comarca
son los casos de don Juan Gualberto Hernández, casado en
segundas nupcias con doña Evarista Benítez de Lugo y Saave-
dra, hija de don Francisco Bautista de Lugo Saavedra, señor
de la isla de Fuerteventura; o de don Fulgencio Melo y Calza-
dilla casado con doña María del Rosario Urtusáustegui, hija
de don Marcos Urtusáustegui y doña Cecilia Monteverde,
etc. (véase en el Apéndice Documental las genealogías de
las familias burguesas del Valle de la Orotova).

SEPARACIONES MATRIMONIALES Y RELACIONES


EXTRACONYUGALES EN LA FAMILIA BURGUESA

Los conflictos matrimoniales que desembocan en la sepa-


ración de los cónyuges, y en consecuencia en una ruptura del
contrato matrimonial, no están ausentes entre las familias que
componen la burguesía agraria del Valle de La Orotava. No
obstante, tal tipo de conflictos no parecen ser abundantes y
no sólo por la escasez de documentos al respecto, sino tam-
bién porque las familias burguesas, celosas de su prestigio y
consideración social, procurarán evitar que salieran a la luz

377
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. y ARBELO GARCIA, A.: 1983, op. cit.

322
pública estos conflictos, que en cierto modo mancillan el
honor del linaje. Hay que tener presente que en la sociedad
canaria del Antiguo Régimen una de las piedras angulares en
que se fundamenta la psicología colectiva es el miedo al es-
cándalo. Este miedo sería aún mayor entre este grupo social
de nuevo cuño que aspiraba a los lugares más elevados de la
pirámide social. Un ejemplo de ruptura del vínculo matri-
monial en el medio burgués es el caso de don Francisco de
Paula Nepomuceno, y de su mujer Dª Rita López:
Dª Rita López mujer legítima de don Francisco de Paula
Nepomuceno, menor de 25 años y don Nicolás Castillo y
Torres; procurador de causas de este juzgado, su cura-
dor; dijeron: que la dicha Dª Rita y su curador están si-
guiendo pleito criminal en la Real Audiencia de estas is-
las en virtud de demanda puesta por el don Francisco de
Paula sobre infidelidad en el matrimonio, y en el tribunal
eclesiástico de este Obispado, sobre divorcio intentado
por la Dª Rita y su curador en razón de igual infidelidad
del expresado don Francisco Nepomuceno378.

Este conflicto entre don Francisco de Paula y doña Rita


López concluirá con un mutuo acuerdo entre ambos cónyu-
ges, mediante el cual cada una de las partes en litigio:
Queda en plena potestad, administración y dominio de
sus respectivos bienes, y sin poder pedir en ningún caso
el uno al otro alimentos por tener cada uno lo suficiente
para mantener con la decencia correspondiente a su cla-
se, y en caso de caer la fortuna, será por culpa de aquel
que incurriese en la indigencia379.

No siempre estos litigios entre miembros de la burguesía


agraria del Valle de La Orotava concluyen de una forma
amistosa, sino que a veces el marido continúa usufructuan-
do los bienes propios de la esposa separada, negándose a
mantener a su mujer e hijos, dejando así a su familia en la
indigencia, de aquí que Dª Juana Melo Calzadilla expresara:

378
A.H.P.T. Legajo 3.098, folio 192 r., 1818.
379
Ibídem.

323
Que en atención de haberse separado voluntariamente
de dicho su marido de la unión conyugal dejándose do-
minar de su genio raro e intrépido, y sin atender a la
precisa e indispensable obligación de subvenir y socorrer
a la numerosa familia que tiene compuesta de siete
hijos, que están bajo su dominio por el abandono que
siempre han experimentado de su padre. Particular-
mente de la separación referida como es público y noto-
rio en este pueblo se es preciso a la otorgante poner los
medios más vivos y eficaces para proporcionar la subsis-
tencia y la de dichos sus hijos. A causa de que el dicho su
marido, a más de no procurar el sustento para su familia,
se está aprovechando de los frutos de los bienes de la
compareciente, así dotales como heredados. Por cuya
razón y por los malos tratamientos que le ha dado y da
se ve obligada a hacer los recursos competentes380.

Las relaciones extraconyugales también están presentes


entre los miembros de la burguesía agraria local, general-
mente no hay un abandono ni marginación de los hijos naci-
dos fuera del matrimonio, sino que por el contrario se hace
alusión a ellos en los testamentos, se les acoge y cría en sus
propias casas y se les deja en herencia distintos bienes, tanto
raíces como muebles, o en su defecto una pensión vitalicia. Así
don José Pantaleón Acosta declara en su testamento:
haber tenido después de estar viudo una hija natural,
que tengo en mi compañía desde muy pequeña, de edad
de 6 ó 7 años en que se halla, y se llama María de la En-
carnación; a la que valiéndome de las facultades que me
conceden las leyes 10 y 28 de Taoro, le lego para sus
alimentos el residuo del quinto de todos mis bienes raí-
ces, muebles, dinero, plata y demás. Y también mando
que dicha pupila quede al cuidado del presbítero don
Francisco Bautista y Acosta, a quien le dejo educación y
vigilancia sobre todos sus intereses381.

380
A.H.P.T. Legajo 2.900, folio 496 v., 1801.
381
A.H.P.T. Testamento de don José Pantaleón Acosta, año de 1827. Lega-
jo 2.921.

324
EL PAPEL DEL PADRE Y LA MADRE EN LA FAMILIA
BURGUESA

En la familia burguesa el padre es la figura principal de


la célula familiar, él es el encargado de dirigir la vida socio-
económica del grupo familiar. La dependencia de los hijos
con respecto al padre es muy estrecha, él es el que gestio-
na sus matrimonios o el que facilita una determinada ayuda
económica para que puedan construir su propia fortuna
(viajes a América, por ejemplo). En vida del marido el pa-
pel de la mujer queda relegado a un segundo plano. Los
bienes dotales aportados por ella al matrimonio, aunque
son propios suyos quedan bajo la administración del marido;
su función en la familia se reduce a las labores domésticas y
a la educación de los hijos. No obstante, a la muerte de su
marido la mujer de extracción burguesa continúa desempe-
ñando las mismas actividades económicas y sociales que
realiza su propio marido. Los hijos están sujetos a la tutela
paterna mientras viven en el hogar familiar y únicamente se
pueden liberar de esta tutela a través del matrimonio, y en
este caso siempre y cuando no vayan a residir en la casa de
sus padres. La otra vía para escapar del dominio paterno era
mediante la celebración de un acta de emancipación, a tra-
vés de la cual se libera a los hijos de la tutela paterna y se
les confiere independencia económica y jurídica. La fórmula
de esta ceremonia comprende un ritual de homenaje e insti-
tuía un nuevo tipo de relaciones entre padres e hijos. Esta
vía emancipadora se practica entre la burguesía agraria del
Valle de La Orotava, incluso en los primeros años del siglo
XIX. Así, don Antonio Melo y Estrada emancipa a su hijo don
Fulgencio Melo y Calzadilla bajo estos términos:
Que don Fulgencio, su hijo es mayor de veinte y cinco
años capaz para administrar, cuidar y manejar sus bie-
nes como lo ha ejecutado desde hace muchos años;
ajenciando y trabajando para alivio del otorgante, con
la sumisión y veneración debida. En cuya atención y en
remuneración de lo mucho que le ha servicio quiere
emanciparlo, y es para ello de su propia voluntad, po-
niéndolo en efecto lo tomó por la mano al dicho su hijo

325
don Fulgencio Melo y le soltó apartándose de sí; expre-
sando que otorga el que le remite y alza el dominio y
patria potestad que en él tiene, y le da y confiere poder
y licencia bastante, cuanta se quiera para que desde hoy
en adelante sin dependencia alguna trate, contrate,
administre y gobierne los bienes que adquiere y ganare.
Usando y disponiendo de ellos a su voluntad, como cosa
suya, y en su mismo derecho cualesquiera escritura, pa-
reciendo en juicios382.

A la luz de los que nos refiere el documento citado ante-


riormente, la emancipación de la tutela paterna no se con-
seguía fácilmente, sino que para obtenerla era preciso que
el hijo que aspiraba a su independencia económica y jurídi-
ca, aparte de contar con el beneplácito paterno, se encar-
gara de la administración y aumento de los negocios fami-
liares por un periodo de tiempo. Actividad esta que aparte de
que le era útil, al entrar en contacto con el mundo económi-
co en que se movía la familia, ya que a la larga esta expe-
riencia le serviría para ir fraguando su propia fortuna, supo-
nía ganarse el respeto y la confianza de su padre, que a la
hora de sugerirle su emancipación no dudaría en otorgársela.

LAS HERENCIAS

Entre la burguesía agraria del Valle de La Orotava parece


no practicarse el sistema de un heredero único (véase cua-
dro Nº 26), sino que son todos los hijos concebidos durante
el matrimonio los que se benefician por igual del patrimonio
familiar. Si bien hay que señalar que en determinados casos
se mejora a uno u otro hijo, no obstante ésta no parece ser
la norma común. La mejoría en favor de uno u otro hijo a
veces viene condicionada por el hecho de garantizar una
dote a una hija, lo cual le permitiría un enlace beneficioso
para toda la familia, o también se mejora a un hijo (frecuen-
temente al primogénito) con el fin de que éste se obligue a

382
A.H.P.T. Legajo 3.275, folio 108 r., 1788.

326
proteger social y económicamente a su familia. Cuando un
matrimonio no posee descendencia, la herencia recae en los
familiares más cercanos: hermanos, sobrinos, etc., con fre-
cuencia se trata de individuos que han convivido con el pa-
riente fallecido y que lo han ayudado en sus actividades
económicas (administradores de sus bienes, por ejemplo),
así doña Narcisa Hernández expresa en su testamento:
Don Bernardino González mi sobrino, me ha prestado
constantemente servicios reales y personales que excita
mi gratitud; ya haciendome algunos suplementos, ya ac-
tivandome los pleitos que se me han ofrecido, cuidando
de mis haciendas, de la recolección de sus frutos, labo-
res y beneficios precisos e indispensables para conser-
varlos en el mejor estado. Asistiéndome en mis enfer-
medades con el mayor esmero y portándose en todo como
si fuera buen hijo, con sumo placer y sin interés alguno
(...) Y por ello careciendo de ascendiente y descendiente
le instituyo en absoluto heredero de todos mis bienes383.

Las herencias dan lugar a una variedad de tensiones entre


los miembros que componen la burguesía agraria, produciéndo-
se en ciertos casos una ruptura de la solidaridad familiar. Este
clima de tensión en las familias burguesas queda reflejado con
nitidez en particiones e inventarios que en gran parte son fruto
de los desacuerdos entre los herederos de un patrimonio.
Los matrimonios en segundas nupcias igualmente crean
discordias en el seno familiar, por las claras repercusiones
que tienen éstos a la hora de la herencia; así don Miguel
Grijalva señala:
Declaro que debiendo prevenir todos los acontecimientos
y consecuencias subsecuentes a su fallecimiento, para los
hijos de mi primer matrimonio, por la decidida mala vo-
luntad que tienen y profesan a los del segundo; a causa
de que con su nacimiento, se les ha disminuido la heren-
cia que quisieran fuese toda para los tres, sin embargo,

383
A.H.P.T. Testamento de Dª Narcisa Hernández. Legajo 3.309, folio
251, 1832.

327
de lo que se han aprovechado todos ellos durante toda su
vida, disfrutando de cuanto había en la casa paterna384.

Otros parientes
CUADRO Nº 26. ELECCIÓN DE HEREDEROS UNIVERSALES ENTRE LAS FAMILIAS

11 (31%)

2 (50%)
BURGUESAS DEL VALLE DE LA OROTAVA (1750-1823)

El marido


La esposa
LEGATARIO

2 (5,7%)

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.


Varios hijos

19 (54%)

2 (50%)
Una hija

1 (2,8%)


2 (5,7%)
Un hijo


La madre
El padre
Testador

Para completar el análisis sobre las características que


presenta el núcleo familiar burgués, creemos que es necesa-
rio examinar, aunque sea brevemente, el papel que desem-

384
A.H.P.T. Testamento de don Miguel Grijalva, doc. cit.

328
peña la educación y la cultura entre el medio burgués agra-
rio, labor que acometeremos a continuación.

LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA EN LA FAMILIA


BURGUESA

Para la burguesía agraria del Valle de La Orotava, el


educar a sus hijos convenientemente es una de las tareas
prioritarias de la familia, a la cual se le dedica tanto esme-
ro y cuidado como a la propia conservación del patrimonio
familiar. Para este grupo agrario local, el dotar a sus hijos
con unos estudios superiores, a la par que suponía una in-
versión económica importante385, también facilitaba el as-
censo social y aumentaba el prestigio de la familia. Pero no
sólo se les educaba para que optaran por una u otra carre-
ra, ya sea eclesiástica o laica, sino que también desde muy
temprana edad se les instruía sobre las actividades econó-
micas o la profesión familiar, de aquí que en ausencia del
cabeza de familia los hijos eran los encargados de adminis-
trar los bienes familiares. Así don Fulgencio Melo y Calzadi-
lla nos expresa en su testamento:
Declaro que desde que fui capaz de servir me ocupé en el
servicio de mi padre y en el adelantamiento de su casa,
llevando sobre mí todo el peso y trabajo a causa de que el
dicho mi padre se hallaba retirado en Icod del Alto; ocu-
pando en la administración de los bienes que allí tiene el
Sr. Marqués de Villanueva del Prado. En cuyo tiempo no só-
lo le di una cuenta exacta y le hice entrega de todo lo que
le pertenecía, sino que también puse a su disposición las
tales conveniencias que yo podía adquirir para con mi tra-
bajo particular386.

Las carreras eclesiásticas ocupan el primer lugar entre


los estudios que realizan los miembros de este grupo agra-
385
A.P.C.O. Testamento de don Fulgencio Melo y Calzadilla, Protocolos de
Testamentos sin foliar, 1796.
386
Ibídem.

329
rio, y de sus filas saldrán las figuras de mayor prestigio inte-
lectual de esta burguesía agraria. Entre ellos podemos citar
a don José Domingo Acosta y Brito, poseedor de una es-
pléndida biblioteca de la que apenas contamos con datos,
traductor de distintas obras del latín y creador de una Gra-
mática latina, miembro asimismo de la Real Sociedad Eco-
nómica de Amigos del País387; o don Domingo Vivas y Paz,
catedrático de sagrada Teología en el Seminario Conciliar
de Canaria que, según don Antonio Lugo Massieu, «traducía
el hebreo y hablaba latín y griego, así como francés, inglés,
alemán y un poco de italiano, gran bibliógrafo parte de su
biblioteca se conserva aún hoy en el archivo y bibliteca de
la Parroquia Matriz de La Concepción de La Orotava»388.
También son dignos de mención los hermanos Policarpo y
Pablo Alayón Salcedo, protectores del ilustrado orotavense
don Graciliano Afonso. Conjuntamente con la carrera ecle-
siástica, los estudios de leyes son los que tienen más acep-
tación entre la burguesía local, pues a través de ellos se
puede ocupar un empleo público de relevancia socio-
económica. El caso más significativo es el de don Manuel
Pimienta Oropesa, abogado de los Reales Consejos, alcalde
mayor de La Orotava y de La Laguna, hombre ligado estre-
chamente al movimiento ilustrado tinerfeño, quien fue
miembro fundador de la Real Sociedad Económica de Ami-
gos del País de La Laguna y director de la misma.

387
Entre los libros de los que tenemos noticia hay que señalar: Petit Ency-
clopedie, editada en París en 1766, las traducciones francesas de la obra
de Virgilio, del Abate desfontaines, Amberes, 1764; La Eneida de Fremont,
París, 1808; Las Epístolas de Cicerón, Madrid, 1792; El Dictionnaire de
Physique del C'Aine Henri Paulien, Aviñón, 1760; Venus Physique, de autor
anónimo; L'univers enigmatique del Marqués Canariaccioli; Francfort,
1760; Las oraciones y cartas del Padre de la elocuencia Sócrates, Madrid,
1789; Les Jardins del Abate Delille, Reims, 1785; Carolina de Lichfield,
Madrid, 1804; La colección de obras de Tomás Iriarte, Madrid, 1805. Véase
OLIVERA, J.: Mi Álbum (1858-1862), La Laguna, 1969, con introducción de
Leopoldo de La Rosa Olivera; MILLARES CARLO, A.: Bibliografía de autores
canarios, tomo I, Valencia, 1975, pp. 17-19.
388
RODRÍGUEZ MESA, M.: «La primera época de Sabino Berthelot en Teneri-
fe (1820-1830)», en Homenaje a Sabino Berthelot en el centenario de su
fallecimiento (1880-1980), La Laguna, 1980.

330
La mayoría de los miembros de la burguesía agraria rea-
lizan sus estudios superiores en los distintos conventos que
están asentados en el Valle de La Orotava (véase cuadro Nº
27). No hay que olvidar que se trata de algo así como la
enseñanza secundaria, el paso intermedio para aspirar a
una carrera universitaria. En estos centros de estudios supe-
riores coinciden con los individuos del grupo nobiliario, y
con la elite intelectual de la comarca, y es precisamente en
estos lugares donde se forjan una serie de amistades de
gran importancia para la vida profesional de la burguesía.
Tras cursar los estudios superiores los individuos pertene-
cientes a las familias más poderosas de la burguesía agraria
local siguen estudios eclesiásticos o de otro tipo en universi-
dades peninsulares o incluso en el extranjero; así el Dr. don
Pablo Alayón Salcedo, presbítero y abogado de los Reales
Consejos, estudia en los Colegios Mayores de Santa María de
Regla y de San Antonio de Madrid; don Julián Delgado estu-
dió en la Universidad Literaria de Sevilla; don Pedro y don
José Estévez Ugarte cursaron estudios en Granada, etc. Por
lo que se refiere a miembros de la burguesía agraria que
estudiaron en el extranjero, hay que destacar a don Pedro
Grijalva y don Narciso Baeza que cursaron estudios de me-
dicina en la ciudad de Londres. En este sentido, la burgue-
sía agraria no hace sino imitar a la burguesía comercial
portuense, y a gran parte de los grandes hacendados orota-
venses, que envían a sus hijos a educarse a París y Londres.
Álvarez Rixo se percata de este fenómeno que se acentúa
principalmente durante el siglo XIX: «Desde esta época al-
gunos jóvenes salieron de su patria a Inglaterra para ins-
truirse, donde tuvieron ocasión de admirar cosas de las
cuales apenas tenían idea y aprender idiomas con que ser-
virse a sí mismos y a su tierra»389.

389
ÁLVAREZ RIXO, J.: op. cit. pp. 51-52.

331
CUADRO Nº 27. MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA
QUE ESTUDIARON EN LOS CONVENTOS DE LA OROTAVA
Nombre Convento Año
D. Policarpo Alayón Santo Domingo de La Orotava 1772
D. Cristóbal Álvarez de Ledesma " 1814
D. José Álvarez de Ledesma " 1814
D. Mateo Calzadilla " 1772
D. Antonio Calzadilla " 1775
D. Juan Calzadilla " 1781
D. Domingo Calzadilla " 1778
D. Domingo Currás " 1787
D. Juan Currás San Agustín de La Orotava 1748
D. Domingo Estévez Ugarte Santo Domingo de La Orotava 1781
D. Agustín Estévez Ugarte San Agustín de La Orotava 1776
D. Bruno Ginory y Viera Santo Domingo de La Orotava 1805
D. Luis Gutiérrez " 1805
D. Manuel Pimienta Oropesa San Agustín de La Orotava 1751
D. Antonio Pimienta " 1748
D. José Perdomo " 1792

FUENTE: HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel: 2004, op. cit. Elaboración propia.

Por lo que respecta al proceso educativo de la mujer


burguesa, hay que señalar que la educación de ésta queda
constreñida a la enseñanza de la lectura y la escritura en
las escuelas denominadas de «amigas» o en los conventos.
Esta educación era completada con la enseñanza de la doc-
trina cristiana, labores de mano y trabajos de repostería;
de todos modos el analfabetismo parece que fue mayor
entre las mujeres burguesas que en los hombres por ese
papel de segundo orden que la sociedad del Antiguo Régi-
men otorgó a la mujer, siempre sometida a la autoridad del
marido, a pesar de que en varias ocasiones a la muerte del
marido es la mujer la que ejerce como cabeza de familia,
encargándose de la alimentación y educación de sus hijos y
administrando los bienes familiares.

332
Finalmente, señalar que algún miembro de esta burgue-
sía agraria, estimulado por la preocupación que a la ins-
trucción pública muestra la monarquía ilustrada, y atraído
además por cierto fervor religioso y de deseo de perpetua-
ción del nombre del linaje, funda algunas escuelas en cali-
dad de patronato. Es el caso de don Manuel Vicente Alonso
del Castillo, vecino del lugar de San Juan de la Rambla, que
funda una escuela en dicho lugar390.

390
«Haviendo observado la falta de instrucción en las primeras letras de la
juventud, de dicho lugar de San Juan de la Rambla, por no haber persona
que se aplique a enseñar a leer, escribir, cantar; por carecer aquel pueblo
de fondos y arbitrios para la dotación de un maestro, y previniendo el
beneficio espiritual y temporal tan grande que se seguirá a dicho pueblo y al
Estado, de tener personas instruidas en la religión, y que puedan desempeñar
los empleos públicos en lo sucesivo y que se apliquen al estado eclesiásti-
co. He deliverado con este saludable objeto, guiado de mi verdadera
piedad y amor al Rey Nuestro Señor y a la patria; el fomentar dicha ins-
trucción, estando cierto de que si no se verifica, llegará el caso de no
encontrarse en dicho lugar una persona que pueda ser alcalde, diputado,
personero, fiel de fecho, por no saber leer y escribir. Y lo que es más no
estar instruido en doctrina cristiana, al paso que no habrá ministros que
sirvan al altar, por falta de medios para mandar los niños a otros pueblos
donde hay escuelas. Deseando perpetuar un maestro para el educación de
la juventud de mi pueblo, quiero y es mi voluntad que a mi fallecimiento
se saquen de mis bienes, y de los lucrales que pertenecen a la dicha mi
mujer 1.000 pesos, de a quince reales vellón corriente y se impongan en
bienes ciertos y seguros». A.H.P.T. Testamento de don Manuel Alonso del
Castillo, Capitán del Regimiento Provincial de Garachico. Legajo 3.520, sin
foliar. Sobre fundaciones de escuelas de primeras letras, véase SUÁREZ
GRIMÓN, V.: «Escuelas en Gran Canaria: las fundaciones de Telde, Guía y
Teror en el siglo XVIII», en Homenaje a Alfonso Trujillo Rodríguez, tomo II,
Santa Cruz de Tenerife, 1982, p. 371.

333
CONCLUSIONES GENERALES

La existencia de una burguesía agraria, que se va for-


mando y consolidando a lo largo de la etapa que denomi-
namos Antiguo Régimen, es un fenómeno que ha sido cons-
tatado no sólo en la historiografía nacional, sino también en
la historiografía canaria de los últimos años. Sin embargo, y
a pesar de que la sociedad canaria del Antiguo Régimen es
una sociedad eminentemente agraria, el desconocimiento
de este grupo es prácticamente total. A la inexistencia de
estudios monográficos sobre este grupo agrario, hay que
añadir que un conocimiento en profundidad de la burguesía
agraria podría contribuir a ayudarnos a conocer cuáles fue-
ron las posibles pautas que siguió la revolución burguesa en
Canaria y, en definitiva, conocer cómo se fue liquidando el
Antiguo Régimen y sustituyéndose paulatinamente por una
sociedad presidida por las relaciones capitalistas. Como uno
de los aspectos más polémicos de la historiografía española
contemporánea es el tránsito del Antiguo al Nuevo Régi-
men, y bajo este contexto la aparición de una burguesía
capaz de llevar a cabo una labor emprendedora y revolucio-
naria, éste sigue siendo un tema abierto al debate, pues la
naturaleza real de esta burguesía, principalmente decimo-
nónica, su mentalidad, sus relaciones materiales o su papel
político, son temas apenas estudiados e investigados des-
igualmente. Y por lo que se refiere concretamente a los
orígenes de la burguesía canaria, su estudio constituye una

335
verdadera incógnita a despejar en la historiografía canaria.
De ahí que pensemos que muchas de las dudas que se plan-
tean sobre este complejo proceso deben iniciar su tratamien-
to en una reflexión que, partiendo del XVIII, nos ayude a
comprender cómo se origina y configura el bloque de poder
oligárquico que regirá los destinos de la sociedad canaria
durante el XIX y gran parte del XX. Son todos estos factores
los que nos han estimulado a la realización de este trabajo.
Toda una pléyade de dedicaciones socio-profesionales y
actividades económicas permitirán el nacimiento y el as-
censo social de esa burguesía agraria local. Por lo que res-
pecta a las categorías socio-profesionales de este grupo
social, éstas las podemos agrupar en dos grandes bloques:
por un lado, los denominados hombres de leyes (abogados,
escribanos, procuradores); por otro, el grupo de los «rente-
ros». Por lo que se refiere a los primeros, los hombres de
leyes, de sus filas saldrán los individuos que ocupan Ios más
elevados cargos políticos y administrativos a escala local e
insular. Gran parte de los oficios de leyes de la comarca
estarán monopolizados por la burguesía agraria local, que
se perpetúa en estos empleos merced a una inteligente
política matrimonial, que nos permite incluso hablar de la
existencia de una «endogamia profesional» en oficios como
los de escribano público. No obstante, estos hombres de
leyes no se ceñirán exclusivamente al desempeño de sus
oficios, sino que por el contrario compatibilizarán el ejerci-
cio de sus profesiones con la dedicación a otro tipo de acti-
vidades altamente lucrativas. Nos referimos a actividades
como la de administradores de los grandes propietarios
locales, arrendatarios de diezmos, prestamistas, etc.
En lo que se refiere al grupo de «los renteros», éstos
constituyen el núcleo más numeroso de la burguesía agraria
local. Sus actividades se restringen exclusivamente al mun-
do agrario (administradores, prestamistas, arrendatarios de
diezmos, etc.), no ejerciendo ningún tipo de empleo públi-
co. En estos dos bloques se agrupan fundamentalmente las
categorías socio-profesionales de la burguesía agraria del
Valle de La Orotava, pero conjuntamente con estas activida-
des profesionales, que son las que más arraigo tienen entre

336
la burguesía agraria local, coexiste otro tipo de ocupaciones
que también ejercen los miembros de la burguesía agraria o
sus descendientes, nos referimos a profesiones como la de
médico o comerciante, a las que se dedica una minoría de
los miembros de extracción burguesa.
La mayoría de los ingresos procedentes del ejercicio de es-
tas profesiones, y de otras actividades económicas comple-
mentarias, se invierten en la compra de tierras, pues esta
burguesía agraria local muestra un gran interés por la acumu-
lación de propiedades rústicas, ya que en esta época la tierra
no sólo es fuerte de riqueza, sino también de prestigio social.
La burguesía agraria del Valle de La Orotava también de-
sarrolla una actividad política muy intensa en las distintas
localidades de la comarca. La creación por la monarquía
ilustrada de los empleos de diputados y personeros del co-
mún permite a este grupo social de nuevo cuño participar
en la vida política local.
En la Villa de La Orotava la burguesía agraria comparte
el gobierno municipal con el grupo de los grandes propieta-
rios locales, y ambos grupos, durante toda la segunda mitad
del siglo XVIII y primeros años del XIX, mantienen constan-
tes disputas con el Cabildo de La Laguna, con el objeto de
que la Villa de La Orotava se erigiera como un ayuntamiento
autónomo, sin ningún tipo de dependencia con respecto al
Cabildo lagunero. En estas demandas primaban Ios intereses
de los grandes propietarios y la burguesía agraria que pre-
tendían apoderarse de los bienes de Propios. Esta comunidad
de intereses entre burguesía agraria y grandes propietarios
sufre un resquebrajamiento durante las etapas de gobierno
liberal, época en que la burguesía agraria domina el ayun-
tamiento orotavense, dando lugar a una serie de enfrenta-
mientos entre ambos grupos sociales. Estos enfrentamientos
se deben al intento del grupo burgués de municipalizar la
aguas que abastecían al vecindario, las cuales estaban mo-
nopolizadas por los grandes propietarios locales, práctica-
mente desde los primeros años de la conquista, pues estos
grandes propietarios eran los poseedores del denominado
Heredamiento de las aguas del Río de La Orotava. Las polé-
micas de la burguesía agraria con los grandes propietarios

337
irán desapareciendo a medida que el grupo burgués se va
integrando en el núcleo de Ios grandes propietarios, llegando
incluso algunos de ellos a ser miembros del Heredamiento de
las aguas del Río de La Orotava.
Por lo que se refiere a los lugares de Los Realejos (Reale-
jo de Arriba y Realejo de Abajo), en estas localidades la
burguesía agraria local monopoliza los empleos públicos
totalmente, estableciendo y consolidando las familias más
poderosas de este grupo agrario local toda una red de con-
trol caciquil de los empleos públicos. Las características so-
cio-económicas del Realejo de Arriba y de Abajo, donde los
grandes propietarios agrarios son en su mayoría absentistas,
posibilitan el dominio de la vida pública local por parte de
este grupo agrario. Al igual que ocurre en la Villa de La Oro-
tava, la burguesía agraria de Los Realejos también muestra
un gran interés por las aguas de abastecimiento público,
entablándose una serie de pleitos con el convento agustino
de Los Realejos y con la poderosa burguesía comercial que
trataba de apoderarse de algunos de los manantiales que
pertenecían a la jurisdicción de Los Realejos. Las pugnas que
la burguesía agraria de Los Realejos y de La Orotava mantie-
nen en torno a las aguas de abastecimiento público de sus
respectivas localidades, tienen como objetivo final garanti-
zar el riego a las tierras propias de este grupo agrario.
En el Puerto de la Cruz, la presencia de la burguesía agra-
ria es muy escasa, ya que se trata de una localidad eminen-
temente comercial, dominando la vida socio-económica y
política de este lugar una poderosa burguesía comercial, en
su mayor parte de origen extranjero. Algunos de sus compo-
nentes enlazarán, sobre todo durante el siglo XIX, con la
burguesía agraria local.
En cuanto a la mentalidad de la burguesía agraria, hay
que destacar en primer lugar un fuerte fervor religioso que
se pone de manifiesto en la participación en cofradías y
hermandades y en la erección de una serie de edificios de
carácter religioso (ermitas, por ejemplo). Otra faceta es la
preocupación ante la muerte, aspecto que se refleja con
nitidez en los testamentos de los componentes de la bur-
guesía agraria local. En este sentido, la burguesía agraria

338
del Valle de La Orotava conecta con la generalidad de la
sociedad canaria del Antiguo Régimen, obsesionada por
todo lo religioso. Sin embargo, para los miembros de la
burguesía agraria local la religión también es utilizada como
un peldaño más en ese afán desmesurado de conseguir el
ascenso social. De ahí que una parte importante del patri-
monio de las familias burguesas se invierta en costear estu-
dios eclesiásticos a algunos de sus descendientes, siendo la
carrera eclesiástica una de las principales vocaciones de los
miembros de las familias burguesas del Valle de La Orotava.
Este clero de extracción burguesa ocupará los cargos ecle-
siásticos más relevantes de la comarca, e incluso escalará a
los más elevados puestos de la jerarquía eclesiástica, como
ocurre con don Pedro Agustín Estévez Ugarte, obispo de
Mérida (México). Una parte importante de los componentes
de este clero burgués estará estrechamente ligada al movi-
miento ilustrado, siendo miembros de la Real Sociedad Eco-
nómica de Amigos del País de La Laguna y poseyendo ade-
más bibliotecas de gran relevancia.
La burguesía agraria no sólo se vale de las carreras ecle-
siásticas para aumentar su prestigio social y conseguir el tan
ansiado ascenso social, sino que también utiliza otras vías
de promoción, como es el matrimonio. En efecto, el matri-
monio es una de las grandes preocupaciones de las familias
burguesas locales. En el medio burgués agrario los matrimo-
nios se realizan en un clima de igualdad, predominando en
numerosos casos la endogamia. Sin embargo, un sector de
este grupo social, el de mayor peso socio-económico y polí-
tico, enlazará por la vía matrimonial con el grupo de los
grandes propietarios agrarios locales, formando en unión
con la burguesía comercial portuense, que también enlaza-
rá con los grandes propietarios agrarios, un abigarrado blo-
que de poder oligárquico que dominará la vida económica,
social y política de la comarca prácticamente haste el siglo XX.

339
ABREVIATURAS

A.M.L.L.: ARCHIVO MUNICIPAL DE LA LAGUNA.


B.M.T.: BIBLIOTECA MUNICIPAL DE SANTA CRUZ DE TENERIFE.
B.M.T.: BIBLIOTECA MUNICIPAL DE TENERIFE.
A.M.O.: ARCHIVO MUNICIPAL DE LA OROTAVA.
A.M.P.: ARCHIVO MUNICIPAL DE PUERTO DE LA CRUZ.
A.R.S.E.A.P.L.L.: ARCHIVO DE LA REAL SOCIEDAD ECONÓMICA DE
AMIGOS DEL PAÍS DE LA LAGUNA.
A.H.P.T.: ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SANTA CRUZ TENERIFE.
A.P.C.L.O.: ARCHIVO PARROQUIAL DE LA CONCEPCIÓN DE LA OROTAVA.
A.H.L.O.: ARCHIVO DEL HEREDAMIENTO DE LA OROTAVA.
B.U.L.L.: BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA.
A.P.S.J.B.: ARCHIVO PARROQUIAL DE SAN JUAN BAUTISTA (LA
OROTAVA)
A.P.C.: ARCHIVO PARROQUIAL DE LA CONCEPCIÓN (REALEJO BAJO).
A.P.S.A.: ARCHIVO PARROQUIAL DE SANTIAGO APÓSTOL (REALEJO
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350
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1. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA ALAYÓN SALCEDO

Ayudante don Pablo Alayón Salcedo= Dª Antonia de Castro

Dª Gerbacia Dª Mª de la D. Pablo Alayón (Presbí- Dª Dorotea D. Policarpo Alayón


= D. Críspulo Restituto Concepción tero, abogado =D. Ángel Ginori y Viera, Salcedo, (Presbítero y
Montenegro =D. Lorenzo de los Reales Escribano abogado de los Reales
(Escribano, hijo del García Orta Consejos) (hijo de D. Domingo Consejos)

353
Ayudante D. Vicente Ginori y Dª Gabriela
Montenegro y Dª Josefa Viera)
Ocampo)
-D. Pablo
-D. Catalina
-Dª Mª de los Dolores

FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.


2. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA APONTE

D. Gaspar Aponte = Dª Mª Pinilla de Riveros


(hija de Francisco Pinilla de Riveros y Josefa Rodríguez del Pino)

D. Genaro (Presbítero) Mª del Carmen Aponte


= D. Juan Ascanio y Franchy (†1858)
(hijo del capitán don Bernardo
Ascanio y Llarena y Dª Juana
Nepomuceno Alfaro y Mesa)

354
Dª Mª del Carmen Casimira de Ascanio y de Aponte D. Tomás Ascanio y Aponte (†1878) Dª Mª de la Caridad
= Benito Pérez Chaves (hijo de D. José Pérez Cháves = Dª Agustina Estévez Ugarte y Melo Juana Nepomuceno
y de Dª Mª Marta Fernández) (hija de D. Domingo Estévez Ugarte Ascanio
y de Dª Antonia Melo y Calzadilla) = D. Fernando
de Tolosa y Valcárcel

-D. Tomás
-D. Enrique
-Dª Antonia
-Dª Herminia Lucía

FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.


3. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA CALZADILLA OSORIO. LA OROTAVA

D. José Calzadilla = Dª Magdalena de Osorio

D. Mateo Calzadilla D. Domingo Atanasio D. Francisco Dª Catalina


= Dª Mª Jesús Monte, viuda (beneficiado de = D. Fulgencio Melo
de D. José Pérez Candelaria La Concepción de y Estrada (D. Antonio
La Orotava) Melo y Estrada
Dª Mª Calzadilla)

355
Dª Rosalía Calzadilla Dª Antonia = don Domingo D. Fulgencio D. José
= D. Calixto Perdomo Estévez Ugarte = Dª Mª del Rosario
(hijo de D. José Domingo (hijo de D. Antonio Estévez Urtusáustegui (hija
Perdomo y y Dª Mª Josefa Ugarte) de D. Marcos
Dª Ana Paula Gutiérrez) Urtusáustegui y
Dª Cecilia Monteverde)

Dª- María = D. Tomás Ascanio -D Fulgencio


y Aponte (hijo de D. Juan -Dª Rosario
Antonio Ascanio
y Mª Aponte Pinilla)

FUENTE: Archivos parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.


4. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA CURRÁS. LA OROTAVA
D. Nicolás de Currás y Abreu (Escribano Público) = Dª Mª Rita de Abreu

D. Domingo de Currás y Abreu D. Nicolás de Currás D. Juan Dª Agustina Rosa Currás Dª Josefa Currás
(Escribano Público) = Dª Hipólita Afonso y Abreu = Dª Josefa Currás = D. Cristóbal Álvarez de Ledesma, =
(hija de D. Francisco Afonso Montenegro (Presbítero) Escribano Público D. Juan Bautista
y de Dª Catalina Marqués de Chávez) (hija del Ayudante (hijo de D. Pedro Álvarez de Ledesma, Xuárez (hijo de
D. Joseph Rodríguez escribano Público y Domingo Xuárez
Montenegro Dª Catalina Ruiz de Estrada) y de Lucía
y Josepha Díaz de Lugo) Acevedo)

D. Diego de Currás D. Nicolás D. Fco. -D. Domingo D. Isidoro Dª Catalina


y Abreu Presbítero, = Dª Mª de Currás -D. Tomás = Dª Catalina =
Beneficiado de la de Gracia -Dª María Calzadilla D. Domingo

356
Parroquia Matriz de Castillo -D. José (hija de D. González
la Concepción de (hija del (Escribano Juan Benítez Regalado
La Orotava, Minis- Tte. Público) de Lugo y (Escribano
tro Calificado del capitán Grimaldi y Público)
Santo Oficio. Tte. D. Antonio Dª Gregoria de
vicario del Partido del Castillo Brito Estévez)
de Taoro y de
Dª Catalina
Sansón)

-Dª Mª Currás y Castillo = D. Juan de Ponte y Veroys


(hijo de D. Ignacio de Ponte y Dª Mª de Ana Veroys)
-D. Domingo
-D. José
-Dª Tomasa
-D. Nicolás FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava y Puerto de la Cruz.
-Dª Juana Elaboración propia.
5. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA DELGADO. PUERTO DE LA CRUZ

D. Marcial Delgado = Dª Lucía Martín

D. Juan D. Antonio Delgado (Presbítero, D. Domingo D. Julián (estudiante D. Matías Dª María


Vicerrector del Seminario en la Universidad literaria
Conciliar de Canaria) de Sevilla)

357
FUENTE: Archivo Parroquial del Puerto de la Cruz. Elaboración propia.
6. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA ESTÉVEZ UGARTE. LA OROTAVA

Teniente-capitán, D. Antonio Estévez Oramas = Dª Mª Josefa Ugarte

D. Francisco D. José Agustín D. Pedro Agustín Coronel Dª Luisa Fray Agustín


Prudencio Agustín (Presbítero, (Obispo de D. Domingo Estévez (Vicario General
(Administrador Capellán del Mérida,Yucatán, = Dª Antonia Melo y y Provincial
de la Real Renta Real Monasterio México) Calzadilla (hija de de la Orden de
del Tabaco) de Capuchinas D. Fulgencio Melo Predicadores)
de Málaga) y Estrada Primer Segundo
y Dª Catalina = Dr. D. Juan =D. Antonio
Calzadilla) Waugh Arteaga (hijo
de D. Manuel
Arteaga

358
y Dª Josefa
Carrasco)

FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.


7. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA ESPÍNOLA. LOS REALEJOS

D. Francisco González Espínola


=
Dª Clara García de Arvelo

D. Gozalo Joseph Espínola


=
Dª Bárbara de Barrios y Llanos (hija del Ayudante D. Fdo. Lorenzo e Isabel Abreu y Barrios)

D. Gregorio Pedro D. Joseph Espínola Dª Mª Espínola don Mateo Pérez


= = Chaves (hijo de D. José Pérez
Dª Josefa Méndez (hija de Joseph Méndez Dª Mª Gracia de Abreu (hija de Lázaro Chaves y de Dª Mª Marta
y Dª Narcisa Florentina) García de Abreu y Dª Mª Yanes Nuño) Fernández)

359
-Dª Rosa = D. Pedro -D. Lázaro Dª Josefa Pérez Chávez
Dª Brígida (soltera) González Regalado (hijo -D. Ramón =
de D. Fdo. González -Dª Petra D. Gaspar García Abreu
Regalado y Dª Josefa -Dª Calixto
Yanes Nuño) -Tte. Coronel D. Gonzalo

-Dª Eloísa -Dª Francisca


-D. Elías -Dª María de Los Dolores
-D. Eliseo

FUENTE: Archivos Parroquiales de Los Realejos. Elaboración propia.


8. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA DE DON PEDRO MIGUEL GUTIÉRREZ, ESCRIBANO PÚBLICO DE LA OROTAVA

D. Pedro Miguel Gutiérrez (†1793)


=
Dª Lorenza Álvarez (de padres no conocidos)

D. José D. Gutiérrez (Presbítero, Ca- Dª Mª de los Dolores Gutiérrez Dª Juana Gutiérrez Dª Ana P. Gutiérrez
ballero de la Orden de San Juan y = = =
Prebendado de la Santa Iglesia D. Matías Hernández (hijo de D. Cristóbal Guirola Salgado D. José Perdomo
Catedral de Canarias) D. Pedro Alcántara y de Dª Josefa (Escribano, hijo de D. José
Marqués) Perdomo y Dª Isabel
Febles)

360
FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia
9. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA GRIJALVA. LOS REALEJOS

D. Pedro Grijalva Hernández = Dª Josefa Ibáñez

D. Miguel Grijalva

Primer = Dª Ana de la Porta Castejón Segundo = Dª Tomasa de Brito


Gordejuela y Mesa (hija de D. Nicolás
Brito y Gordejuela, y de Dª Casimira
Torres y Chaves)

Dª Mariana Grijalva = Capitán Tte. Capitán D. Pedro -D. Miguel


D. Rafael Pereyra (Gobernador D. Fco. Grijalva M. Grijalva -D. Nicolás
de Armas del Puerto de la Cruz, hijo (Médico) -D. Tomás

361
de D. Alonso Pereyra de Ocampo = Dª Josefa
y Castro, y de Dª Beatriz Botello Imery
y Westerling)

Dª Beatriz D. Fernando = Dª Mª Josefa Dª Mª del Carmen


= D. Joaquín de Armas Cabrera (hija de D. José = D. Diego Barry
Ballester de Armas y Dª Bárbara Cabrera O'Brien (Comerciante,
Bethancourth) alcalde del Castillo
de San Felipe del
Puerto de la Cruz)

FUENTE: Archivos Parroquiales de Los Realejos y Puerto de la Cruz. Elaboración propia.


10. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA HERNÁNDEZ SALGADO. LA OROTAVA

D. Juan Bautista Hernández (1756-1809)

Primer = Dª Mª de la Encarnación Hernández Quintero (hija de Patricio Hernández Quintero y Catalina Hernández Vento)

D. Juan Gualberto Hernández Dª Narcisa Dª Tomasa Dª Josefa Dª Águeda Dª María Hernández


= Hernán- = D. Julián González (Religiosa) = D. Manuel Hernández
D. Mateo dez= D. Neda (hijo de D. Andrés
Ferrer Diego de Hernández Neda
Paz y Dª Buenaventura Pérez
-Primer -Segundo = Dª Evarista -Dª Mª de los D. Bernardino D. Eusebio del Castillo)
= Dª Juana de Lugo Saavedra de Dolores = D.
Ferrer Ponte Jiménez (hija de Fco. Casañas,
y Hernández D. Francisco Bautista Abogado (hijo -Dª Ciriaca

362
(hija de Lugo y Saavedra de de D. Domingo -D. Nicandro
D. Mateo Ponte Jiménez, Señor de Casañas Alayón, -Dª Emilia
Ferrer y la isla de Fuerteventura Procurador,
Dª Narcisa y de Dª Mª del Carmen y de D. Rafaela
Hernández) Lugo-Viña Molina Luches
y Briones) Quintero)

-D. Domiciano -D. Antonio


-D. Ursicio -Mª Casañas
-Dª Eutimia
-D. Raimundo Hernández
= Dª Rosario Melo y Urtusáustegui
(hija de D. Fulgencio Melo
y Dª Mª del Rosario Urtusáustegui)

FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.


11. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA DE DON FRANCISCO HERNÁNDEZ VIVAS. LA OROTAVA

D. Francisco Hernádez Vivas

Primer = Dª Ana Luis Cejudo

Segundo = Dª Luisa de Paz Pérez (viuda de Vicente Márquez Salcedo)

Dª Bárbara D. Domingo Dª Mª Candelaria Hernández Dª Luisa = D. Vicente Salazar Dª Mª Inés


(Presbítero) = D. Domingo Betancurt Tavío (hijo de D. Vicente Sala- Candelaria
(hijo de D. Domingo Betancurt zar y Petra Tavío)
y de Dª Mª Josefa Felipa Yanes)

363
FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.
12. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA MONTENEGRO. LA OROTAVA

D. Joseph Rodríguez Montenegro de Ledesma = Dª Josefa Díaz de Lugo Barroso

D. José Montenegro Díaz de Lugo (Escribano) = Dª Mª Josepha de la D. Vicente Montenegro = Dª Josefa Díaz Ocampo
Concepción Castro (hija de Joseph Castro y Margarita Hernández Quintero) (hija de Simón Lorenzo Ocampo y Florencia Díaz Olivera)

D. Pedro Dª Joaquina D. Demetrio D. Juan Nepo- D. Benigno D. Críspulo D. Secundino


(Presbítero) = D. Fco. de muceno (Aboga- = Dª Mª Guía Restituto = Dª Mariana
Cala y Ugarte do de los Reales de Torres (hija (Escribano) Orange
Consejos, Bene- del Capitán =Dª Gervasia
ficiado de la D. Cristóbal Alayón Salcedo
-D. Domingo Parroquia de la Hernández (hija de -D. Domingo
-Dª Bárbara Concepción de Torres D. Pablo Alayón -Dª Rufina
-Dª Joaquina La Orotava) y de Dª Catalina Salcedo y -Dª Felipa

364
Álvarez) Dª Antonia
Castro)

D. Antonio Dª Mª Candelaria Dª Catalina


Montenegro = D. Rafael Frías = D. Martín
(Procurador) (D. Pedro Frías González
= D. Fco. y Dª Mª Josefa Castillo (Tte.
Betancurt Cruz Alayón) capitán
(D. Bartolomé D. Antonio
Betancurt y González
Dª Mª Josefa Castillo y
Martín Dª Manuela
de Orta) Saravia)

FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.


13. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA MELO Y ESTRADA

D. Antonio Melo y Estrada = Dª Mª García Calzadilla

D. Fulgencio Melo Dª Jorgina D. Francisco D. Domingo Melo Dª Juana


y Estrada Melo Melo y Estrada (Presbítero) Melo
= D. Catalina Calzadilla = D. Francisco = D. Silvestre = D. Julián
y Osorio González Casares Herrera
(hija de D. José de Ara
Calzadilla
y Dª Magdalena
de Osorio)

D. Fulgencio Melo D. José Melo Dª Antonia Melo


y Calzadilla = Dª Mª del y Calzadilla

365
Rosario Urtusáustegui = D. Domingo
(hija del Tte. coronel Estévez y Ugarte
D. Marcos (hijo
Urtusáustegui y de D. Antonio
Dª Cecilia Monteverde) Estévez y Dª Mª
Josefa Ugarte)

-Matilde D. Fulgencio Dª Rosario Dª Mª Estévez


-Juana = D. Raimundo Benítez y Melo
-Catalina de Lugo (hijo de = D. Tomás
-Francisco D. Juan Gualberto Ascanio y Aponte
Hernández Salgado
y Dª Evarista Benítez
de Lugo)

FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.


14. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA DE JUAN PEDRO NEPOMUCENO

D. Juan Pedro Nepomuceno = Dª Mª Josefa Acevedo


(hija de D. Joaquín Acevedo y de Dª Elena Agustina Abreu Castañeda)

D. Vicente Nepomuceno Díaz de Abreu D. Francisco de Paula = Dª Mª Rodríguez D. Cesáreo Nepomuceno


(Presbítero Beneficiado de la Iglesia (hija de D. Tomás López Vergara
de la Concepción de La Laguna) y Dª Rosa Rodríguez)

366
FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.
15. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA PIMIENTA OCAMPO. LA OROTAVA

D. José García Pimienta = Dª Antonia Rita Ocampo

Dª Ana Dª Josefa D. Gabriel Pimienta = Dª Estefana Afonso Dª Bernardina Pimienta


= D. Pedro Yánez (hija de D. Francisco Afonso = teniente-capitán
Sansón y Dª Catalina Márquez de Chávez) D. Antonio Recarey

-Dª Jorgina -Dª Venancia Dª Jorgina = D. Domingo Aguilar D. Clemente = Dª Bárbara Acosta

367
= D. Pedro -Dª Domingo y Brito (hija de D. Blas Acosta
Recarey -D. José y Dª Josefa Brito)
-D. Gabriel
-Dª Mª de los Dolores

-D. Pedro -D.Ubaldo -D. Francisco


-Dª Jorgina = Dª Elvira -D. Juan
Urtusáustegui

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.


16. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA PÉREZ BARRIOS. LOS REALEJOS

D. Tomás Francisco Pérez = Dª Luzarda Barrios

D. Cristóbal Pérez D. Miguel Pérez


Barrios (Escribano) Barrios
Dª Rafaela de la
Guardia Barroso

Dª Mª Magdalena = D. José Brito D. Julián = Dª Jorgina Capitán D. Pedro Dª Rafaela D. Félix Pérez D. Cristóbal
Gordejuela (hijo de D. Nicolás Barroso (hija de Dª Inés Pérez Barrios = D. Antonio Barrios (Presbítero,
Brito Gordejuela, y Dª Rosa García Abreu y D. Joseph Federico y (Abogado) Beneficiado

368
Casimira Vida y Torres) Jacomé Barroso) Montesdeoca de la Iglesia
del Realejo
Bajo)

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.


17. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA PÉREZ CHAVES (LOS REALEJOS)

D. Antonio Abreu Chaves (Subteniente del Regimiento de Garachico)

Primer = Dª Josefa García Segundo = Dª Ana Barroso de la Guardia


Chaves (hija de D. Antonio (hija de D. Carlos Tomás Barroso
García Chaves y Mª de la y de Dª Mª Barroso y Guardia)
Guardia y Llanos)

D. Amaro D. Juan Pérez D. Mateo D.José Pérez Chaves (Gobernador D. José Blas Dª Antonia Dª Paula
Pérez Chaves = Dª Mª Espínola de Armas de Los Realejos) Candelaria (Religiosa) (Religiosa)
Chaves = (hija de = Dª Mª Marta Fernández (hija del
Dª Mª Oramas D. Gonzalo Espínola Subteniente D. Fco. Fernández
(hija de D. y Dª Bárbara Casanova y Dª Francisca
Antonio Lorenzo Barrios) Morales Chaves)

369
Oramas
y Dª Sebastiana
de la Guardia
-Dª Josefa -D. Juan -D. Benito Pérez Chaves -Dª Luisa
Barrios)
= D. Gaspar -Dª Francisca
García Abreu
Primer Segundo
= Dª Severina = Dª Casimira
Carta Fons- de Ascanio
pertus y Aponte (hija
de D. Juan Ascanio
y Franchy y Dª Mª
del Carmen Aponte
y Pinilla)

FUENTE: Archivos Parroquiales de Los Realejos. Elaboración propia.


18. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA PERDOMO BETANCURT. LA OROTAVA

D. José Antonio Perdomo Betancurt (1783) = Isabel González Febles

Dª Luzarda Perdomo Dª Ana D. José Perdomo Dª Mª de la Concepción Perdomo


= D. Francisco Encinoso Perdomo (Escribano Público) = D. Antonio Albelo Nuño (hijo de D. Miguel
(Procurador, hijo de Joseph Encinoso = D. Juan = Dª Ana Paula Albelo y Dª Bárbara Guardia)
Valladares y de Beatriz de Artacho) Albelo Nuño Gutiérrez (hija
(hijo de D. Pedro Miguel
de D. Miguel Gutiérrez, -D. Pedro (Presbítero) Dª Ana
Albelo Nuño Escribano, -D. Juan (Presbítero) = D. Vicente
y Dª Bárbara y de Dª Lorenza Perdomo (hijo
Guardia) Álvarez) de D. José Diego
Perdomo
y Dª Ana Paula)

370
Dª Cipriana Perdomo Dª Paula D. José Narciso D. Vicente D. Calixto Dr. D. Ángel Perdomo D. Domingo
D. Fco. Vivas y Paz = Manuel (Presbítero) = Dª Ana Albelo (Escribano) (Presbítero, Prebendado Perdomo
(Escribano, hijo de Garrido = Dª Rosalía de la Santa Iglesia de (Beneficiado
D. Fco. Hernández Vivas Calzadilla (hija Tenerife, Examinador de la Parroquia
y Dª Luisa de Paz) de don Mateo Sinodal del Obispado de La Concepción
Calzadilla y Dª Mª de Sevilla, y de los de La Orotava)
Jesús del Monte) Obispados de Cádiz
y Tenerife, y visitador
General del Partido
de Taoro)

FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava y Los Realejos. Elaboración propia.


19. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA RODRÍGUEZ BARRIOS. LOS REALEJOS

D. Juan Rodríguez Barrios = Francisca Mª de Abreu y Llanos

Dª Isabel de Barrios = el Ayudante D. Fernando D. Gaspar Rodríguez Barrios = Dª Petronila Chaves D. Cristóbal
Lorenzo Héctor (hija de D. Joseph Yanes Corbo y Dª Josefa Chaves Rodríguez
Barrios

D. Francisco

371
-D. Isidro
-Dª Micaela = D. Antonio Abreu (hijo de D. Nicolás
García de Abreu y Dª Mª Lorenzo de la Guardia)
-Dª Catalina
-Dª Josefa

FUENTE: Protocolos Notariales. Elaboración propia.


20. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA RODRÍGUEZ CHAVES. LOS REALEJOS

D. Miguel Rodríguez Chaves = Dª Antonia Díaz de los Reyes y Cruz


(hija de D. Salvador Díaz de Chaves y Dª Catalina González)

372
D. Agustín Chaves Cruz D. Juan Chaves y Cruz = Dª Petra Fernández D. Isidro Rodríguez
Vasconcelos (hija de D. José Fernández Chaves
Vasconcelos y de Dª Manuela de Vera y Ferraz)

FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava. Elaboración propia.


21. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA SOTO. LA OROTAVA

D. Domingo Francisco Soto Rodríguez (1825) = Dª Antonia Manuela Machado Pinilla

Dª Mª Antonia Soto y Machado = D. Manuel Tomás Dª Antonia Felipa Soto (1874) = D. Diego Agustín Arroyo
López de Vergara (hijo de D. Tomás López Arbelo (hijo de D. Bartolomé Miguel Arroyo
y Dª Ana Rodríguez Correa) y Dª Mª del Pilar Ordeche)

373
D. José D. Diego Dª Ana Adelaida -D. Bartolomé
= Dª Gabriela Gon- = Dª Mª Angustias = D. Guillermo -D. Miguel
zález de Chaves y de las Nieves- Carpenter -Dª Antonia
Fernández (hija de Ravelo y Molina y Goodel (hijo -Dª Mª Polonia
D. Andrés González Quesada de D. Tomás
de Chaves,y Dª y Dª María Carpenter Holton
María del Carmen de los Dolores y Dª Isabel Goodel
Fernández de Ascanio Fleming)
Montañés) y Torres

FUENTE: Archivos Parroquiales de La Orotava y Puerto de la Cruz. Elaboración propia.


APÉNDICE FOTOGRÁFICO
Aldaba. Casa de la familia Pacheco. La Orotava. Foto: José Luis Sánchez.

377
Capilla de Ánimas. Fundada por D. José Montenegro Díaz de Lugo.
Convento de Santo Domingo. La Orotava. Foto: José Luis Sánchez.

378
Detalle de la casa familia Casañas. La Orotava. Foto: Paul Gutiérrez.

379
Casa Arroyo. La Perdoma. Foto: Paul Gutiérrez.

380
Fachada de la Casa de la familia Casañas. La Orotava. Foto: Paul Gutiérrez.

381
Escalera de la Casa de Bernardino González. La Orotava.
Foto: José Luis Sánchez.

382
ÍNDICE DE CUADROS,
TABLAS Y GRÁFICOS
CUADRO Nº 1
CATEGORÍAS SOCIO-PROFESIONALES DE LA BURGUESÍA
AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA .......................... 30

CUADRO Nº 2
EXTRACCIÓN SOCIO-PROFESIONAL DE LOS ABOGADOS
DEL VALLE DE LA OROTAVA, PERTENECIENTES
A LA BURGUESÍA AGRARIA ..................................... 38

CUADRO Nº 3
EXTRACCIÓN SOCIAL DE LOS ESCRIBANOS DEL VALLE
DE LA OROTAVA ................................................ 41

CUADRO Nº 4
EXTRACCIÓN SOCIO-PROFESIONAL DE LOS PADRES Y SUEGROS
DE LOS ESCRIBANOS DEL VALLE DE LA OROTAVA ............. 49

CUADRO Nº 5
ACTIVIDADES ADMINISTRATIVAS EJERCIDAS POR
LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA ......... 59

CUADRO Nº 6
CENSATARIOS DE LAS DEHESAS Y CALETAS DE LA VILLA
DE LA OROTAVA ................................................ 91

385
CUADRO Nº 7
RELACIÓN DE TIERRAS PERTENECIENTES AL MONTE PÚBLICO
DE LA VILLA DE LA OROTAVA, EN MANOS DE LOS GRANDES
PROPIETARIOS Y LA BURGUESÍA AGRARIA ..................... 95

CUADRO Nº 8
RELACIÓN DE TIERRAS PERTENECIENTES AL MONTE REAL DE
LA VILLA DE LA OROTAVA, EN MANOS DEL CAMPESINADO ... 96

CUADRO Nº 9
CENSATARIOS DE LAS DEHESAS DEL REALEJO DE ARRIBA .... 104

CUADRO Nº 10
ALCALDES, DIPUTADOS Y PERSONEROS DEL COMÚN,
MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA DE LA OROTAVA .... 118

CUADRO Nº 11
CONFLICTOS ELECTORALES EN EL VALLE DE LA OROTAVA ... 124

CUADRO Nº 12
ALCALDES, DIPUTADOS Y PERSONEROS DEL COMÚN,
MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA DE LOS
REALEJOS Y PUERTO DE LA CRUZ ............................ 126

CUADRO Nº 13
PROPIETARIOS DE LAS FUENTES Y MANANTIALES
DEL REALEJO DE ABAJO ..................................... 189

CUADRO Nº 14
TIERRAS Y OTROS BIENES TOMADOS EN ARRENDAMIENTO POR
LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA ...... 204

386
CUADRO Nº 15
TIERRAS TOMADAS A CENSO Y TRIBUTO PERPETUO POR
LOS MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE
DE LA OROTAVA ...............................................222

CUADRO Nº 16
REPARTIMIENTO A CENSO Y TRIBUTO PERPETUO ENFITÉUTICO
DE UNAS TIERRAS EN EL LUGAR DE LA CRUZ SANTA (REALEJO
DE ARRIBA), PERTENECIENTES AL MARQUÉS DE VILLANUEVA
DEL PRADO ....................................................225

CUADRO Nº 17
TIERRAS DADAS EN ARRENDAMIENTO POR LOS MIEMBROS
DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA ....229

CUADRO Nº 18
SUBARRIENDOS DE DIEZMOS REALIZADOS POR LOS MIEMBROS
DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA ....247

CUADRO Nº 19
EVOLUCIÓN DE LAS COMPRAS DE PROPIEDADES RÚSTICAS
Y URBANAS, REALIZADAS POR LOS MIEMBROS DE LA
BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE DE LA OROTAVA ...........256

CUADRO Nº 20
COMPOSICIÓN DE LAS FORTUNAS DE LA BURGUESÍA AGRARIA
DEL VALLE DE LA OROTAVA ...................................275

CUADRO Nº 21
NIVELES DE FORTUNA DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE
DE LA OROTAVA ...............................................294

387
CUADRO Nº 22
DOTES DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE
DE LA OROTAVA .............................................. 297

CUADRO Nº 23
APORTACIONES MASCULINAS AL MATRIMONIO DE LOS
MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE
DE LA OROTAVA .............................................. 299

CUADRO Nº 24
RELACIÓN DE ECLESIÁSTICOS PROCEDENTES DE LA
BURGUESÍA DEL VALLE DE LA OROTAVA ..................... 304

CUADRO Nº 25
MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA COMPONENTES
DE HERMANDADES Y COFRADÍAS RELIGIOSAS ............... 316

CUADRO Nº 26
ELECCIÓN DE HEREDEROS UNIVERSALES ENTRE LAS
FAMILIAS BURGUESAS DEL VALLE DE LA OROTAVA
(1750-1823) ................................................. 328

CUADRO Nº 27
MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA QUE ESTUDIARON
EN LOS CONVENTOS LA OROTAVA ........................... 332

TABLA I
RELACIÓN DE BIENES TOMADOS EN ARRENDAMIENTO
POR D. JOSÉ JIMÉNEZ PIMIENTA, PERTENECIENTES
A LAS VINCULACIONES QUE POSEE, Dª PETRONILA
DEL HOYO, VIUDA DE DON JUAN DEL HOYO,
SR. QUE FUE DE LA VILLA DE SANTIAGO ..................... 208

388
TABLA II
RELACIÓN DE BIENES TOMADOS EN ARRENDAMIENTO
POR DON NARCISO BAEZA, PERTENECIENTES A LOS
MAYORAZGOS QUE POSEE, D. FRANCISCO FRANCHY
ALFARO, CABALLERO MAES-TRANTE DE LA REAL
DE RONDA .....................................................210

GRÁFICA
COMPOSICIÓN DE LOS PATRIMONIOS DE ALGUNOS
MIEMBROS DE LA BURGUESÍA AGRARIA DEL VALLE
DE LA OROTAVA ...............................................285

389
ÍNDICE DE GENEALOGÍAS
(APÉNDICE DOCUMENTAL)
1. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA ALAYÓN
SALCEDO (LA OROTAVA) ...................................353
2. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA APONTE
(LA OROTAVA) ...............................................354
3. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA CALZADILLA
OSSORIO (LA OROTAVA) ...................................355
4. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA CURRÁS
(LA OROTAVA) ...............................................356
5. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA DELGADO
(PUERTO DE LA CRUZ) .....................................357
6. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA ESTÉVEZ
UGARTE (LA OROTAVA) ....................................358
7. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA ESPÍNOLA
(LOS REALEJOS) .............................................359
8. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA GUTIÉRREZ
(LA OROTAVA) ...............................................360
9. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA GRIJALVA
(LOS REALEJOS) .............................................361
10. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA HERNÁNDEZ
SALGADO (LA OROTAVA) ..................................362
11. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA HERNÁNDEZ
VIVAS (LA OROTAVA) .......................................363
12. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA MONTENEGRO
(LA OROTAVA) ...............................................364
13. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA MELO Y ESTRADA
(LA OROTAVA) ...............................................365
14. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA DÍAZ DE ABREU
(LA OROTAVA) ...............................................366

393
15. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA PIMIENTA
OCAMPO (LA OROTAVA) .................................. 367
16. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA PÉREZ
BARRIOS (LOS REALEJOS) ................................. 368
17. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA PÉREZ
CHAVES (LA OROTAVA) ................................... 369
18. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA PERDOMO
BETHENCOURT (LA OROTAVA) ........................... 370
19. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA RODRÍGUEZ
BARRIOS (LOS REALEJOS) ................................. 371
20. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA RODRÍGUEZ
CHAVES (LOS REALEJOS) .................................. 372
21. GENEALOGÍA DE LA FAMILIA SOTO
(LA OROTAVA) .............................................. 373

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