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La enseñanza superior y su papel esencial en el


desarrollo humano
Céline Soint Pierre*

Si bien es deseable el desarrollo de relaciones entre las universidades y


las empresas,
es necesario controlarlas por medio de la definición de prioridades en
las instituciones, prioridades que remitan a necesidades globales
tanto económicas como sociales dentro de una perspectiva
de desarrollo duradero a mediano y largo plazo

Desde hace siete siglos se considera a la Unicomo una adquisición dentro de


nuestras sociedades, y se le reconoce como la institución fundadora de la misión
de formación y de investigación avanzadas que todos los países deben tener. En
vísperas del siglo XXI, la Universidad sigue siendo la estructura de enseñanza y
de investigación más universal. Las preguntas que nos planteamos y que
explican la fuerte participación en la Conferencia Mundial de Educación Superior,
dan prueba de la esperanza, pero también de nuestra preocupación en cuanto a
la capacidad de las instituciones de enseñanza superior para aceptar el reto
del próximo siglo. ¿Tendrán esas instituciones la capacidad de asegurar su
sobrevivencia a través de las grandes mutaciones de la sociedad en la que
estamos viviendo? O, por el contrario, ¿sabrán aceptar esos nuevos retos y asu-
mir cierto liderazgo en la definición de las orientaciones del desarrollo social y
economico? En resumen, ¿sabrán actuar como agentes de cambio en el mundo?
Meditar acerca del porvenir de la enseñanza superior es meditar acerca del
desarrollo humano. Entre los tres indicadores seleccionados para construir el ín-
dice de desarrollo, los índices de longevidad, del ingreso per cápita, de
escolaridad y del nivel de alfabetización, son los que más nos preocupan. En los
trabajos de preparación de la Conferencia, se relacionó la búsqueda de un
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desarrollo humano duradero y con el desarrollo de una cultura de la paz.


Hay que reafirmar
Que la enseñanza superior
Debe ser definida
como un servicio público
y no como una formación
orientada por las leyes
del mercado
Para alcanzar estos objetivos, recordemos las grandes conferencias de las
Naciones Unidas (las de Río, de Beijing, de Viena, de Copenhague y del Cairo),
que pusieron en evidencia el papel fundamental de la educación y, sobre todo,
el papel de las instituciones de enseñanza superior, incitadas a llevar a cabo una
política pro-activa en la búsqueda de medios para erradicar la pobreza y la
exclusión social, para poner fin al deterioro del medio ambiente y mejorar la
calidad de vida. Todo ello dentro de una perspectiva de desarrollo duradero y de
desarrollo de la persona, del respeto de los derechos humanos, del desarrollo de
una solidaridad social, intelectual y moral para contrarrestar los conflictos y las
guerras. Éstos son los ejes que se refieren al desarrollo humano, ejes que deben
tomar en cuenta las instituciones de enseñanza superior en la definición de sus
orientaciones y en el cumplimiento de su misión.
Dado el lugar central del saber científico y de la tecnología en el desarrollo
económico y social, así como la creciente importancia otorgada a conocimientos
para comprender las grandes mutaciones de sociedades (enfrentadas con el
incesante movimiento de globalización y la defensa de las particularidades
regionales y locales), y también para poder producir estos conocimientos y
difundirlos, les corresponde a las instituciones de enseñanza superior hacer una
justa evaluación de la amplitud de estos retos y de sus efectos para asegurar
una formación de calidad, que sea pertinente para la adquisición de las nuevas
competencias requeridas.
La innovación, la creación, la comunicación y la crítica son, retomando términos
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de Jacques Attali, las competencias necesarias a cualquier persona con un título


de enseñanza superior para actuar y enfrentar como ciudadano responsable las
realidades de las sociedades del siglo xxi.’ Estas competencias se deben integrar
a la adquisición del saber, del saber-hacer (de las prácticas), y del saber-vivir
juntos, definidos de esta forma en la propuesta de la UNESCO: La educación
encierra dentro un tesoro.
En este contexto, las universidades del siglo xxi seguirán siendo instituciones
significantes siempre y cuando se transformen.
No es el fin (anunciado) de las universidades el que habría que tratar, sino más
bien el volver a centrar la misión de la enseñanza superior en objetivos que
apunten, siguiendo las palabras del Director General de la UNESCO, Federico
Mayor, a apoyar y a favorecer un desarrollo humano equitativo y duradero, a
formar ciudadanos autónomos, críticos, polivalentes, creativos y capaces de
vista para el siglo xxi.
enfrentar los desafíos a la Estos objetivos llaman al nacimiento, por no decir
renacimiento de la Universidad, cuyos fundamentos, así definidos deben presidir
y enmarcar el papel de esta institución dentro de la sociedad y en el sistema
educativo en su conjunto.

Las finalidades de la enseñanza superior

¿Cuáles son las finalidades de la enseñanza superior? O bien, ¿cuál es el


proyecto educativo de la universidad del siglo XXI? La UNESCO nos propuso
contestar estas preguntas desde cuatro ángulos: la pertinencia, la calidad, la
cooperación internacional y la gestión y el financiamiento. Es cierto que la
búsqueda de respuestas consensuales a estas preguntas es un proceso
continuo, pero también es cierto que es imprescindible, siempre y cuando nos
entendamos previamente para reconocer la necesidad de mantener el carácter
universal de las finalidades de la enseñanza superior. Con el fin de poder definir
mejor el nuevo proyecto educativo que debería de estar presente en la
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enseñanza superior, hace falta proceder de tal manera que las instituciones
universitarias y de enseñanza superior sean consideradas como socios reales en
la formulación de las elecciones sociales y económicas de la sociedad global, y
que, en contrapartida, estas instituciones actúen como verdaderos socios,
aceptando que las orientaciones de la enseñanza superior y su puesta en
práctica en la organización y en la gestión de las instituciones concernidas, sean
objeto de un consenso en la sociedad.
Se trata de reconocer que debe haber una relación entre el proyecto de la
enseñanza superior y el proyecto de sociedad, y que esta relación esté enfocada
en una perspectiva universal, manteniéndose sujeta a la propia realidad de cada
país.
En consecuencia, el mayor reto de la enseñanza superior para el siglo xxi será el
reconocimiento de su pertinencia, dada la rapidez y la amplitud de las
mutaciones actuales, que se van a ir desplegando tanto a nivel mundial como en
cada sociedad. Hay que llegar a una comprensión mutua de lo que define la
pertinencia de la enseñanza superior, ya que cubre los criterios de la calidad de
la formación, los objetivos de la cooperación internacional, las formas de gestión
y de atribución de los recursos apropiados. Por ello, es necesario examinar la
pertinencia de la enseñanza superior, insistiendo en la importancia de algunos
principios cuyos fundamentos podrían verse debilitados en el transcurso de la
próxima década.
Hay que reafirmar que la misión central de la enseñanza superior es la
formación y educación orientada hacia una visión de largo plazo, y no sólo hacia
una búsqueda de adaptación a las necesidades inmediatas del mercado de
trabajo; hace falta considerar también el proyecto de formación y de educación
dentro de una perspectiva de desarrollo personal y de preparación de los
individuos para su contribución al desarrollo social y económico, por medio de la
educación a la ciudadanía y una formación “a lo largo de toda la vida”.
La enseñanza superior debe ser definida como un servicio público y no como
una empresa del saber y de la formación orientada por las leyes del mercado.
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Es necesario reconocer la importante contribución de la enseñanza superior al


desarrollo cultural, económico y social, en un contexto de pluralismo y de fuerte
movilidad de los individuos, así como su diversidad cultural.
Hay que reconocer el papel específico de la enseñanza superior en la producción
y la transmisión de los conocimientos; la investigación universitaria encuentra
ahí su significado primero en su lazo necesario con la misión de formación
propia de la enseñanza superior.
Reconocer también la importancia de la función crítica de las instituciones de
enseñanza superior dentro de una sociedad en fuerte transformación; en ese
sentido, hay que incitar a las instituciones a desempeñar un papel activo,
creador e innovador para instruir y ayudar a la sociedad a controlar el cambio
para mejorar el bienestar de la población y disminuir las diferencias sociales y
las desigualdades entre hombres y mujeres, así como la tasa de desempleo.
Hay que reconocer que, si bien el acceso a la enseñanza superior es un principio
que hace falta reiterar, este principio debe estar acompañado de la puesta en
práctica de un proyecto de formación que conduzca al éxito académico; sin
embargo, hay que recordar que el éxito académico es también una
responsabilidad compartida entre los estudiantes, las universidades y la
sociedad; por lo tanto, los medios para garantizar este éxito remiten a la vez a
los estudiantes, a las universidades y a la sociedad y, por consecuencia, la
evaluación de los objetivos alcanzados debe acudir a su responsabilidad
respectiva.
Condiciones de la educación superior para el desarrollo
Con el fin de asegurarle a la enseñanza superior su plena pertinencia como
herramienta de desarrollo social y económico, y dentro de una perspectiva de
mejoramiento del bienestar de la humanidad, deben juntarse algunas
condiciones:
a)El reconocimiento y la necesidad de la autonomía institucional, de la libertad
académica y de las responsabilidades correspondientes en materia ética y de
deontología;
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b) La imputabilidad y la responsabilidad de las instituciones de enseñanza


superior en la realización de los objetivos y para alcanzar los resultados
esperados; eso significa que tales instituciones deben hacer el esfuerzo
necesario para buscar los apoyos requeridos en la sociedad y dar a conocer
mejor lo que se hace dentro de las mismas instituciones. Esto vuelve necesario,
entonces, que se produzca la información pertinente en una forma comprensible
y accesible para los socios, de la misma manera que es necesaria la difusión de
esta información públicamente para lograr una transparencia en cuanto al
funcionamiento de estas instituciones.
La evaluación de la calidad de la formación debe llevarse a cabo en relación con
las expectativas de la sociedad y con los objetivos propios de cada programa y
de cada institución; la evaluación institucional debe enfocarse en los resultados
obtenidos más que en las prácticas o en los procesos; hay que desarrollar una
cultura de la evaluación propia para el sistema educativo y hacer que la
evaluación se vuelva un proceso permanente que apunte a mejorar la calidad de
la educación y a apoyar a los actores concernidos: tanto los directores de
establecimientos como los profesores, los estudiantes y otras categorías de
personal de la educación.
Reafirmar la necesidad de la preponderancia del financiamiento público en los
presupuestos de las instituciones, con el fin de garantizar el apoyo a la
enseñanza superior como servicio público, simultáneamente al hecho que el
principio de la diversificación de las fuentes de financiamiento es admitido.

La educación a la ciudadanía, dentro de un mundo plural


debe formar parte de los programas de estudio y
de la cultura de los establecimientos.
Esto significa que la enseñanza superior debe preparar a los
estudiantes para que se comprometan con una cultura de la paz

Las orientaciones que conducen la revisión de los programas se vuelven


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necesarias por las nuevas exigencias de formación que tienen que plasmar los
valores culturales propios de cada sociedad y que deben abrirse a la
interdisciplinaridad y a la pluridisciplinaridad. Hace falta recordar aquí la posición
de la UNESCO en cuanto al efecto de esta pluridisciplinaridad que debe contener
una dimensión ética en la manera de percibir los problemas y de resolverlos.
El reconocimiento de lo adquirido por un sistema adecuado de evaluación de los
aprendizajes efectuados afuera del sistema de enseñanza formal sigue siendo
una tarea que hace falta realizar en la mayoría de los países.
Reconociendo el papel central de las NITC en el apoyo al desarrollo pedagógico
y en el mejoramiento del acceso al conocimiento, hace falta reafirmar que éstas
no pueden sustituir en ningún caso la relación profesor-estudiante.
La cooperación internacional debe estar más presente dentro de las actividades
de las instituciones y debe responder al crecimiento de la interdependencia de
las sociedades y de las migraciones de las poblaciones.
La educación a la ciudadanía dentro de un mundo plural debe formar parte de
los programas de estudios y de la cultura de los establecimientos. Esto significa
que la enseñanza superior debe preparar a los estudiantes para que se
comprometan con una cultura de la paz; que puedan funcionar dentro de varias
culturas y consideren soluciones de tipo cooperativo a los problemas
relacionados con la globalización. Los objetivos de los programas deben permitir
el desarrollo de estas competencias para crear bases de valores comunes e
incrementar la mutua comprensión y la cooperación tanto en el interior de cada
grupo como entre las comunidades de interés.
Las instituciones de enseñanza superior deben enmarcar su misión dentro de
una perspectiva de socios con los principales actores sociales y otorgarle su
pleno lugar a la sociedad civil; así es cómo deben de responder a las solicitudes
de contribución que provienen de otros actores sociales e integrarse dentro de
las redes nacionales e internacionales.
Dentro del contexto de todos esos cambios externos y de los nuevos desafíos
que se le plantean a la enseñanza superior, una apuesta muy importante será la
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de la formación y del perfeccionamiento de los profesores para prepararles a


enfrentarse con esos cambios.
Éstas son algunas de las condiciones necesarias para que la enseñanza superior
pueda conservar su pertinencia y reforzar el papel que le corresponde dentro de
la sociedad del saber y del conocimiento, donde una formación de calidad
seguida por un diploma, constituyen el pasaporte más adecuado para el ejercicio
de una ciudadanía plena.
Los retos para la próxima década
Quisiera comentar tres retos importantes para la orientación de ciertas
decisiones de los estados nacionales, de los organismos internacionales y de las
instituciones de enseñanza superior durante la próxima década.
La misión de investigación de la Universidad debe volverse a situar dentro de la
perspectiva de la contribución de la enseñanza superior a la formación de las
persoas pero también al desarrollo económico y social de las sociedades
globales. Hoy en día, por las dificultades de financiamiento que enfrentan la
mayoría de las universidades, existe el riesgo (por lo menos en los países
desarrollados en los cuales se encuentran laboratorios científicos de muy alto
nivel), de verlas transformarse en centros de investigación orientados sobre
todo por las necesidades definidas de las empresas. Si bien es deseable el
desarrollo de relaciones entre las universidades y las empresas, es necesario
controlarlas por medio de la definición de prioridades en las instituciones,
prioridades que remitan a necesidades globales tanto económicas como sociales
dentro de una perspectiva de desarrollo duradero a mediano y largo plazo.
Asimismo, es necesario que la investigación en el medio universitario esté
orientada hacia la formación de los estudiantes. En este aspecto, hay que
garantizar un financiamiento adecuado para esos fines. Poco se aludió en el
transcurso de esta Conferencia a los ciclos superiores, o sea al acceso y al
desarrollo de programas de segundo y tercer ciclo, para los cuales habrá que
continuar la reflexión, dada su importancia en el desarrollo del conocimiento de
punta y en la formación de un relevo altamente calificado.
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En los países en desarrollo, también hace falta garantizar la formación de


investigadores locales y la realización de proyectos que estén mejor ubicados en
su contexto y relacionados con las necesidades de estos países. Con frecuencia,
los proyectos de investigación financiados por las grandes agencias
internacionales se otorgan a investigadores que proceden de los países
desarrollados y no a investigadores del país concernido. Es otra manera de
perpetuar la dependencia de estos países y de obstaculizar su desarrollo, y
aunque la filosofía de cooperación, que es el marco de estos proyectos, no esté
formulada con estos términos, conserva sin embargo esta tendencia.
Por otra parte, es necesario tomar la curva de la educación a lo largo de toda la
vida, pero se debe evitar el clientelismo y la lógica mercantil en los sistemas
educativos. Esto supone revisar las orientaciones y las prácticas dentro de los
programas de formación inicial en todos los niveles de enseñanza, desde la
escuela elemental o primaria hasta la universidad. En las universidades y en
ciertos programas destinados a adultos se observa una adaptacion moderada de
ciertos programas (se ponen en pie certificados universitarios y de formaciones
cortas), más que una verdadera convicción en cuanto a este nuevo paradigma.
El hecho de que la enseñanza superior se haya vuelto masiva y la importancia
de una titulación después del ciclo secundario y preparatorio para tener acceso
al mercado de trabajo, producen una transformación de la composición de la
población que frecuenta la enseñanza superior, notable en la heterogeneidad de
los individuos y la diversificación de sus necesidades.
Podría ser una gran tentación, como ya se ha observado en los países
desarrollados, adoptar un acercamiento mercantil en la formulación de la oferta
de formación y encaminarse en una lógica mercantil de distribución y de venta
de productos educativos. Por su parte, los países en vías de desarrollo podrían
tener la tentación de comprar programas-clave importados de los países
desarrollados para ganar tiempo y compensar el retraso escolar en detrimento
del arraigo cultural de sus programas de formación. Los países desarrollados
están igualmente atrapados en esa espiral por la oferta de programas en
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Internet, que provienen en su gran mayoría de las grandes universidades


norteamericanas.
A lo largo de la vida, la educación que debería remitir a un proyecto de sociedad
y a una visión del desarrollo que lleve a la superación de la persona y al
desarrollo equitativo de la humanidad, corre el riesgo de verse reducida a un
amplio mercado de productos en circulación por el mundo entero, productos
tales como los bienes materiales que invaden el mercado del consumo. ¿Está la
escuela a punto de volverse el gran mercado del siglo xxi? como lo describe
Gérard de Sélys en un artículo reciente del periódico Le Monde Diplomatique de
junio de 1998.
Según datos publicados en el Courrier de l’UNESCO, 2 en el transcurso de veinte
años “la distancia en materia de escolaridad ha aumentado en 6.8 a favor de los
países más desarrollados. Africa, región que conoce el crecimiento mundial más
fuerte en cuanto al número de estudiantes (7.5% por año) sólo consta de un
ínfimo porcentaje de inscritos (2.5%), mientras América del Norte, que registra
el crecimiento más bajo del número de estudiantes (1.6%) tiene la tasa m~s
alta de inscritos (77%). Por otra parte, a mayor pobreza de un país, mayor
costo relativo por estudiante, y mayor esfuerzo en el presupuesto nacional en
comparación con un país rico”.

Hay que recordar que


el éxito académico es también
una responsabilidad compartida
entre los estudiantes,
las universidades y la sociedad

Además, los programas de ajuste estructural postulados por las instituciones


financieras internacionales han impuesto coerciones que han tenido
repercusiones en ciertos programas de ayuda al desarrollo. Estas coerciones
provocan la restricción del acceso a los estudios superiores de estudiantes que
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han terminado la escuela preparatoria en estos países, ya que han una tasa de
acceso. Es difícil entonces hablar en este caso del derecho a la educación y a la
enseñanza superior, y algunos participantes han hablado de la “teporochización”
de sus jóvenes estudiantes.
Si por otro lado se desea alentar la movilidad internacional de los estudiantes
durante sus estudios, falta hacer un enorme trabajo en cuanto a la armonización
de los programas y al reconocimiento del conocimiento adquirido, así como en
las formas de organización de las universidades, para garantizar la validez de
los estudios y de los diplomas a nivel internacional.
Sin embargo, ¿no sería necesario volver a ubicar la perspectiva de la
cooperación internacional e ir más allá de la puesta en marcha de programas de
movilidad de los estudiantes, para construir una genuina red de cooperación
universitaria que permita un mayor acceso, y la puesta en pie de universidades
de alto nivel en los países en vías de desarrollo? ¿Cómo evitar el éxodo de
cerebros de estos países y apoyar el establecimiento de instituciones de
enseñanza superior que puedan beneficiarse del acceso a los conocimientos y
saberes producidos en los países desarrollados y, al mismo tiempo evitar la
estandarización y la homogenización de los programas de formación, apostando
así en los propios conocimientos de los países en vías de desarrollo y dentro del
respeto de sus culturas?
Para lograrlo, el recurso a las nuevas tecnologías de la información y de la
comunicación podría ser una de las formas de alcanzar este objetivo, siempre y
cuando haya la suficiente distancia crítica que evite volver a caer en las trampas
de la colonización cultural. Como ejemplo de nuevas formas de proceder en
cuanto a cooperación internacional, citaré el programna de cátedras Unitwin de
la UNESCO que persigue este objetivo, y al respecto, la Red Orhicom de
cátedras en comunicación y desarrollo internacional (que cuenta ahora con cerca
de 25 cátedras en el nnunido entero) acepta muy bien el desafío.
Conclusión
Concebir que las sociedades que podrán mejorar sus oportunidades de
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desarrollo social y económico en el siglo xxi, son las que sabrán apostar en el
capital intelectual y las capacidades innovadoras producto de una educación de
alto nivel y de una formación continua de sus miembros, permite prever que las
instituciones de enseñanza superior, entre las cuales la Universidad es la más
importante, conservarán su pertinencia siempre y 7 cual (lo cuestionen algunas
de las formas de cumplir su misión y acepten transformarse con rapidez. Por
ello, debe efectuarse una seria y urgente reflexión acerca del modo de
financiamiento del sistema de enseñanza superior, haciendo un llamado a
elecciones de sociedad; si mío así, las universidades del siglo xxi corren el riesgo
de transformarse en pequeñas empresas o en transnacionales del saber y de la
formación. Se pone en clara evidencia entonces la importancia de preservar la
preponderancia del financiamiento público, para contrarrestar esa tendencia y
asegurar el porvenir de la enseñanza superior dentro del respeto de los prin-
cipios evocados a lo largo de la Conferencia Mundial de Educación Superior.

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