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18 La educación superior: una puerta abierta al siglo xxi

El caso de Brasil: reflexiones sobre una elocuente experiencia


Luiz Antonio Cunha*

Hasta principios
de la década de los 70, en Brasil
la Universidad era una institución
dedicada exclusivamente a la enseñanza.
Desde entonces, se comenzó
forjar una nueva identidad,
que concebía la enseñanza
como algo indisociable
de la investigación,
y el postgrado contó con incentivos
para su instalación

El buen sentido indica que una crisis jamás irrumpe sola y que constituye un momento propi-
cio para el perfeccionamiento de personas e instituciones.
Tal parece ser el caso de las universidades brasileñas, especialmente las públicas. Después
de haberse expandido y modernizado durante los años 70, han sufrido los efectos de diversas
crisis, efectos que se refuerzan entre sí. A partir de los años 90, la evaluación institucional se
presenta como estrategia para enfrentar las crisis, mereciendo apoyo de unos y resistencia de
otros. Si bien hay quienes esperan encontrar indicadores para un mejor uso de los ya
menguados recursos, también hay los que señalan los límites de un modelo empresarial
inadecuado para la institución universitaria.
En Brasil, la educación superior está a cargo de 106 instituciones catalogadas como
universidades, 84 federaciones (consejos) de escuelas y 703 facultades “aisladas”. Las
universidades, en su mayoría pertenecientes al sector público (57 %), gozan de autonomía,
aunque dentro de un ámbito mucho más restringido que sus semejantes hispanoamericanas.
En cambio, las federaciones (consejos) de escuelas y las facultades “aisladas” requieren
autorización gubernamental para crear nuevos cursos e incrementar el número de cupos. La
educación superior cuenta con 1.5 millones de estudiantes, distribuidos igualmente entre las
universidades y las otras instituciones, aunque la mayoría pertenece al sector privado (60%).
Además de los cursos de pregrado, principalmente profesionales, hay alrededor de 1.500
cursos de postgrado con aproximadamente 50.000 estudiantes. Contrariamente a lo que
ocurre con los cursos de pregrado, esos cursos son mayormente ofrecidos por las
universidades públicas donde se encuentra el 86% de los candidatos al título de magister y el
93% de los aspirantes a doctorados.
Este panorama es esperanzador dentro del contexto de los países en desarrollo, sobre todo
con respecto al postgrado. No obstante, existen varios problemas: dificultad en la formación
adecuada de profesores dentro y fuera del país; falta de recursos para la investigación, y
presiones sociales para que las universidades participen directamente en la solución de
problemas de carácter social tan amplios como la salud y la educación básica a nivel público.
Racionalización y Crisis de Identidad

El Ministerio de Educación, espera que la evaluación pueda propiciar un criterio objetivo de


asignación de recursos entre instituciones de educación superior, universidades, federaciones
(consejos) de escuelas y facultades “aisladas”. El nuevo proyecto de ley de directrices y bases
para la educación nacional atribuye un nuevo papel a la evaluación: el de subsidiar la
acreditación de las instituciones que aspiran al status de universidad, así como su
reacreditación periódica.
Pese a la diversidad de enfoques, todos estos aspectos comprenden la evaluación en su
dimensión cuantitativa. Ella implica la producción de índices que permitan comparaciones
entre instituciones, como el número de alumnos por profesor, el costo promedio por alumno,
la relación entre egresados e ingresados, la productividad de los docentes, etc.
Lamentablemente, se ha hecho poco en cuanto a la dimensión cualitativa.
En relación al rumbo que puede tomar la evaluación cualitativa de la universidad brasileña
hay un problema que constituye el verdadero meollo de la crisis; se trata de su identidad
misma. Esta crisis de identidad resulta del hecho de que la institución ya no se reconoce tan
fácilmente como en el pasado. En otras palabras, ya no se encuentran respuestas hechas a la
pregunta: ¿Qué es la Universidad?

En Brasil
Se implementó
una política universitaria
que propició
incluso la creación de universidades modernas,
hecho que agravó
aún más las contradicciones que aceleraron la transición
hacia la democracia

La pregunta no es fácil de responder, por más que se trataran de buscar respuestas en otros
países. Encontraríamos desde universidades dedicadas a formar profesores secundarios (las
universidades pedagógicas hispanoamericanas) hasta aquéllas que todavía se oponen a la
incorporación de la tecnología en la enseñanza y la investigación (como en las antiguas
universidades europeas).
Hasta principios de la década de los 70, en Brasil la Universidad era una institución
dedicada exclusivamente a la enseñanza. Allí sólo ocurría la transmisión de unos
conocimientos profesionales acumulados, principalmente fuera del país. Desde entonces, se
comenzó a forjar una nueva identidad —primero en las universidades públicas, desde las
cuales se difundía a las demás instituciones de educación superior—. Se concibió la
enseñanza como algo indisociable de la investigación, y el postgrado contó con incentivos
para su instalación. En las universidades públicas, los profesores que culminaron sus
maestrías y doctorados recibieron incentivos salariales. El régimen de las cátedras quedó
eliminado y sustituido por los departamentos. La actividad docente a tiempo completo y con
dedicación exclusiva fue eficazmente promovida como táctica para garantizar la permanencia
fija de profesores/investigadores en las universidades.
Estas medidas tuvieron un gran efecto modernizador a pesar del control político e
ideológico perpetrado por un régimen autoritario que había logrado alejar a eminentes
profesores e investigadores de las universidades públicas. Pero, al contrario de los regímenes
militares que imperaron en otros países latinoamericanos durante los años 60 y 70, en Brasil
se implementó una política universitaria que propició incluso la creación de universidades
modernas, hecho que agravó aún más las contradicciones que aceleraron la transición hacia la
democracia.

Modernización y Dualidad
Organizacional

El hecho de que tales medidas integraran las políticas educacionales de los gobiernos
militares no implicó que fueran concebidas por ellos. Esas medidas se venían gestando desde
los años 40. Los gobiernos militares se valieron de poderes arbitrarios para mermar la
oposición de los catedráticos y de los rectores respecto a la creación del sistema
departamental, al tiempo que asignaron recursos para el postgrado y la investigación. Si bien
los militares merecen algo de mérito en este sentido, éste no llega a justificar la lista de los
deméritos que se les atribuyen, entre los cuales están la jubilación obligatoria de docentes, la
constante amenaza de control político e ideológico de las prácticas académicas, el
crecimiento inducido a un sector privado de baja calidad, y la introducción de materias
obligatorias mediante las cuales pretendían difundir la ideología autoritaria.
Si bien el sistema departamental le abrió camino a la modernización de la universidad
brasileña, la rapidez con que se llevaron a cabo las reformas produjo una especie de dualidad
organizacional. Los programas de postgrado disfrutaron de un nivel significativo de
autonomía respecto a las rectorías e inclusive a los departamentos. Los organismos
gubernamentales de fomento transferían los recursos hacia los programas sin la intervención
de las rectorías. Las becas, incentivo importante para reclutar buenos estudiantes, eran
asignadas directamente a los programas, mientras las rectorías fungían apenas de agentes de
repaso.
El resultado de esta dualidad era una disputa, no siempre dentro del ámbito de la
cooperación, entre la élite de los profesores a nivel de postgrado y la masa docente que
ejercía a nivel de pregrado; es decir, en la educación masiva.

La institución ya no se
reconoce tan fácilmente como en el pasado. Hoy en día
ya no se encuentran respuestas hechas a la pregunta:
¿Qué es la Universidad?

¿Vuelta a la vieja identidad?

Cuando la nueva imagen comenzó a ser proyectada desde el enclave moderno hacia el
cuerpo arcaico de la universidad, mediante la titularización a nivel de postgrado de los
profesores de pregrado y la inducción de la investigación, surgió la crisis económica, que
frenó cl aumento del número de becas para maestrías y doctorados. La reducción
proporcional de recursos fue mayor en el caso de la investigación que en el de becas.
Paradójicamente, la crisis económica y financiera llegó al tiempo que el régimen político
autoritario se debilitaba y la oposición cobraba fuerza, de manera tal que el proceso de
democratización del país, e incluso de la educación superior, ocurrió dentro de un contexto de
crecientes dificultades financieras. Fue así que la disminución de las actividades de
postgrado, situada dentro del contexto de valorización de la participación de todos los
profesores, alumnos y funcionarios vinculados a la actividad universitaria, tuvo un efecto
sorprendente: la reacción de los sectores académicos con mayor atraso, cuya actuación está
basada en los departamentos y las burocracias centralizadas, fue llegar a pretender subordinar
a los programas de postgrado mediante el control interno de los recursos humanos y
financieros.
Por otra parte, los intereses en defender la educación a nivel de pregrado, mejorar su
calidad, e incrementar el número de cupos en las universidades públicas han coincidido para
deteriorar el prestigio y el poder de los programas de postgrado y de las actividades de
investigación, en aquel entonces sospechosas de elitismo.
De persistir este retroceso, se podría profundizar la dualidad organizacional. Es posible que
las acciones tomadas por profesores e investigadores de los programas de postgrado para
tratar de escapar a las medidas de control de los departamentos y rectorías terminen
contribuyendo a la eliminación de las barreras de protección o a su transferencia hacia
instituciones no universitarias. Si esto ocurriera, estaríamos frente a un proceso mediante el
cual el cambio propició una redefinición del papel del departamento. Entonces, el
departamento, que fuera concebido y valorado como espacio para promover cambios y
elemento de modernización opuesto a las limitaciones impuestas por el sistema de cátedras,
se habría convertido en un freno.
Dado el contexto de serios problemas económicos y financieros, la Universidad no puede
continuar esperando que el gobierno la dote de mayores recursos, por más justificados que
estén. No puede dejar de emplear los recursos públicos de la manera más productiva
permitida por los estándares socioculturales y académicos en el pregrado, postgrado y en la
administración general. Un mejor uso de los recursos contribuiría a atenuar las disputas entre
ambos lados de la dualidad (los programas de postgrado y los departamentos/pregrado),
mediante la formulación de objetivos jerarquizados, pero complementarios. Por consiguiente,
ceteris paribus, se podría esperar al reiniciarse el proceso de modernizacion: entre postgrado
y pregrado; entre universidades públicas y privadas; entre universidades y federaciones
(consejos) de escuelas y facultades “aisladas”.

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