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FUNDAMENTO MAGISTERIAL DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

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REALIDAD DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS


Los miembros, santificados por la gracia redentora de Cristo, que pertenecen al reino de
Dios sobre la tierra y al de la vida futura, están unidos con Cristo, su Cabeza, y todos entre
sí, formando una comunión de vida sobrenatural (sent. cierta).
El símbolo apostólico, en su forma más reciente (siglo v), amplía la confesión de la santa
Iglesia católica con la siguiente adición: «la comunión de los santos». Por el contexto vemos
que esta expresión se refiere a la Iglesia de este mundo. Quiere decir que los cristianos de la
tierra, mientras no lo estorbe el pecado mortal, se hallan en comunión de vida sobrenatural
con Cristo, su Cabeza, y todos entre sí.
En su primitiva significación, las palabras «communio sanctorum» expresan la posesión
común de los bienes santos («sanctorum»=genitivo de «sancta»). Niceta de Remesiana
comenta en su exposición del símbolo: «Cree, por tanto, que sólo en esta Iglesia alcanzarás
ser partícipe en la posesión de los bienes santos («communionem sanctorum»)». SAN
AGUSTÍN habla en este mismo sentido de la «communio sacramentorutn» (Sermo 214, 11).
Hoy día, con la citada expresión nos referimos ante todo a la comunidad de los hombres
santificados por la gracia de Cristo, que se halla en posesión de los bienes de salvación que
nos ganó Cristo.
Según el Catecismo Romano, la comunión de los santos se realiza por la posesión común de
los medios de alcanzar la gracia depositados en la Iglesia de los dones extraordinarios de
gracia concedidos a la Iglesia; y, además, por la participación de los frutos de las oraciones y
buenas obras de todos los miembros de la Iglesia: «La unidad del Espíritu, por la que ella [la
Iglesia] es conducida, hace que todo lo que en ella se deposite sea común» (1 10, 22); «No
solamente son comunes aquellos dones que hacen a los hombres gratos a Dios y justos, sino
también los dones extraordinarios de la gracia» (1 10, 25); «Todo lo bueno y santo que
emprende un individuo repercute en bien de todos, y la caridad es la que hace que les
aproveche, pues esta virtud no busca su propio provecho» (1 10, 23). Observaciones muy
parecidas a éstas las hallamos en la encíclica Mystici Corporis del papa Pío XII: «En él [en el
cuerpo místico de Cristo] no se realiza por sus miembros ninguna obra buena, ningún acto de
virtud, del que no se aprovechen todos por la comunión de los santos». Por consiguiente, entre
los miembros del cuerpo místico existe una comunidad de bienes espirituales que se extiende
a todos los bienes de la gracia que Cristo nos adquirió y a las buenas obras realizadas con su
gracia.

LA COMUNIÓN DE LOS FIELES QUE VIVEN EN LA TIERRA


I. La oración de intercesión
Los fieles de la tierra pueden alcanzarse mutuamente gracias de Dios mediante la oración de
intercesión (sent. cierta).
Pío XII comenta en la encíclica Mystici Corporis: «La salvación de muchos depende de las
oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del cuerpo místico de Jesucristo
dirigidas con este fin». En conformidad con la práctica incesante de la Iglesia, el Papa pide a
los fieles que oren unos por otros: «A diario deben subir al cielo nuestras plegarias unidas
para encomendar a Dios todos los miembros del cuerpo místico de Jesucristo.»

2. Merecimiento en favor de otros


Los fieles de la tierra pueden, por las buenas obras realizadas en estado de gracia, merecer
de congruo, unos para otros, dones de Dios (sent. probable).
Según las palabras de Pío XII citadas anteriormente (n.1), la salvación de muchos depende de
las voluntarias mortificaciones de los miembros del cuerpo místico de Cristo. Tales ejercicios
de mortificación consiguen, al modo de un mérito de congruo, la concesión de las gracias
externas e internas necesarias para la salvación.

3. Satisfacción vicaria
Los fieles de la tierra pueden, por las obras de penitencia realizadas en estado de gracia,
satisfacer unos por otros (sent. cierta).
El efecto de la satisfacción es la remisión de las penas temporales contraídas por los pecados.
La posibilidad de esta satisfacción vicaria se funda en la unidad del cuerpo místico. Así como
Cristo, que es la cabeza, ofreció su sacrificio expiatorio en representación de sus miembros,
de la misma manera un miembro puede satisfacer también en representación de otro. En la
posibilidad y realidad efectiva de la satisfacción vicaria se fundan las indulgencias.
El papa CLEMENTE VI declaró en la bula jubilar Unigenitus Dei Filius (1343), en la cual
aparece por vez primera de manera oficial la doctrina sobre el «tesoro de la Iglesia»
(«thesaurus Ecclesiae»), que los méritos (= satisfacciones) de María Madre de Dios y de
todos los escogidos, desde el primero al último justo, contribuyen a acrecentar ese tesoro del
que la Iglesia va sacando las indulgencias; Dz 552; cf. 740a. Pío XI, en sus encíclicas
Miserentissimus Redemptor (1928) y Caritate Christi (1932), exhorta a los fieles a que
reparen al Corazón de Jesús no sólo por las propias faltas, sino también por las ajenas.

LA COMUNIÓN DE LOS FIELES DE LA TIERRA CON LOS SANTOS


DEL CIELO
I. Veneración e invocación a los santos
Es lícito y provechoso venerar a los santos del cielo e invocar su intercesión (de fe).
Conviene hacer notar que la veneración a los santos es un culto absoluto de dulía. A propósito
de la veneración a las imágenes de los santos, declaró el concilio de Trento que «el honor que
a tales imágenes se tributa va dirigido a los santos que ellas representan»; Dz 986. Y a
propósito de la invocación a los santos, declaró el concilio: «Es bueno y provechoso implorar
la ayuda de los santos»; Dz 984; cf. Dz 988. La expresión práctica de esta fe de la Iglesia es la
celebración de las festividades de los santos.
Estas declaraciones del concilio de Trento van dirigidas contra los reformadores, que
rechazaban la invocación a los santos como carente de fundamento bíblico e incompatible con
la única mediación de Cristo; cf. Conf. Aug. y Apología Conf., art. 21; Art. Smalcald., P. 11,
art. 2, n. 25-28.

LA COMUNIÓN DE LOS FIELES DE LA TIERRA Y LOS SANTOS


DEL CIELO CON LAS ALMAS DEL PURGATORIO
1. Posibilidad de los sufragios
Los fieles vivos pueden ayudar a las almas del purgatorio por medio de sus intercesiones
(sufragios) (de fe).
El II concilio universal de Lyon (1274) y el concilio de Florencia (Decretum pro Graecis
1439) definieron, con las mismas palabras: «Para mitigar semejantes penas, les son de
provecho [a las almas del purgatorio] los sufragios de los fieles vivos, a saber: las misas, las
oraciones y limosnas y otras obras de piedad que suelen hacer los fieles en favor de otros
fieles según las disposiciones de la Iglesia»; Dz 464, 693.
El concilio de Trento, contra los reformadores que negaban el purgatorio, declaró que existe
el purgatorio y que las almas detenidas allí pueden ser ayudadas por las oraciones de los fieles
y principalmente por el aceptable sacrificio del altar: «animasque ibi detentas fidelium
suffragiis, potissimum vero acceptabili altaris sacrificio iuvari»; Dz 983; cf. Dz 427, 456, 998.

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