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El concepto se ha extendido en los últimos años más allá del ámbito de las
desigualdades de género para entrar en el terreno de las desigualdades en el seno
de las empresas y se define, en términos análogos, como la diferencia entre la
remuneración media entre los directivos de la empresa y los trabajadores de la
misma, siendo esas diferencias más acusadas para el caso de las EMPRESAS
TRANSNACIONALES que para el de aquéllas que sólo tienen naturaleza nacional.
Esta brecha salarial constituye una expresión reforzada del incremento de las
desigualdades sociales que las dinámicas desencadenadas por la globalización
neoliberal en su forma actual imponen sobre las economías y, más
concretamente, sobre los mercados de trabajo. La misma se produce como
resultado de la confluencia de una serie de factores diversos, todos ellos insertos
en el marco de rasgos definitorios de la globalización y el neoliberalismo
contemporáneos.
Entre esos factores podemos encontrar, por ejemplo, los siguientes: el incremento
de la competitividad a nivel internacional; el predominio creciente de la economía
financiera sobre la actividad económica real; la toma de posiciones de los agentes
financieros en los consejos de administración de las grandes empresas
transnacionales y la traslación a este ámbito de las prácticas de gestión y
remuneración del mundo financiero; el debilitamiento de la capacidad regulatoria
de los estados y de la capacidad negociadora de los sindicatos; la existencia de
múltiples mecanismos de fuga de dicha regulación por parte de las corporaciones
que operan a escala global; la amenaza constante de la deslocalización productiva
hacia entornos en los que la regulación laboral, social y medioambiental es menos
exigente sobre las que se impone desde la empresa matriz transnacional todo el
peso del ajuste salarial como mecanismo espurio de incremento de la
competitividad internacional.
En cualquier caso, los datos de estas encuestas dejan poco espacio para la
complacencia en América Latina, independiente del país que se mire. En su
conjunto, la mujer latinoamericana no recibe lo mismo cuando hace el mismo
trabajo de un hombre.
En palabras del estudio del BID, "una simple comparación de ingresos promedio
indica que los hombres ganan 10% más que las mujeres. Pero cuando los analistas
comparan hombres y mujeres con iguales edades y niveles de educación, la
brecha de ingresos llega a 17%".
La distribución del ingreso por sexo cambia en función del tipo de empleo. En el
caso de los asalariados, la diferencia se achica levemente y se ubica en torno a los
$2.806, al contrastar los $17.229 promedio que percibían los varones contra los
$14.423 de las mujeres. Pero se vuelve a ampliar si el indicador se matiza en
términos de mayorías: la mitad de los hombres cobraba $15.000 o menos, cuando
la mitad de las mujeres percibía $12.000 o menos.
Por su lado, los trabajadores y trabajadoras por cuenta propia padecen peores
condiciones económicas que los asalariados, ya que perciben un ingreso promedio
de 11.827 pesos. Se trata de un grupo que mayoritariamente afecta a empleos
"precarizados", como cartoneros, changarines, personal doméstico y vendedores
ambulantes, entre otras ocupaciones.
Si bien alcanzar la paridad aún es un objetivo aún muy lejano, el Foro Económico
Mundial pone las miras en el corto plazo y afirma que simplemente reducir esta
desigualdad entre géneros un 25% en los próximos 8 años añadiría un suculento
'extra' de 4.565 millones de euros al PIB mundial.
Este 2017 las novedades que nos trae el estudio distan mucho de ser halagüeñas,
ya que por primera vez desde 2006, momento en el que la fundación comenzó a
dar a conocer estos datos, la paridad entre ambos sexos ha disminuido a nivel
global. Se estima que, de media, se ha cerrado el 68% de la llamada brecha de
género en todo el mundo, pero aún se necesitarán cerca de 100 años para superar
por completo el desequilibrio.
El estudio señala que, a día de hoy, se necesitarán 217 años para acabar
definitivamente con esta desigualdad.
Según los últimos datos del INDEC, la población urbana con ingresos, proyectado a
todo el país, suma 24 millones o el 59,4% del total, en partes casi iguales: 29,6% %
son varones y 29,7% mujeres. Pero en promedio, los hombres perciben $ 14.690
mensuales y las mujeres $10.710.
Esto sucede, no tanto porque se las discrimine en una misma empresa, algo que
está prohibido por la Constitución. Sino, porque las mujeres son amplia mayoría y
hasta duplican a los varones entre los segmentos de menores ingresos. El informe
del INDEC señala que los varones participan del 57,8% del total de los ingresos y
las mujeres del 42,2% restante.
La ministra de Empleo anunció que ésta es sólo una de las medidas que el
Ejecutivo va a proponer a los interlocutores sociales, en el marco del diálogo
social, ante un problema que, a su juicio, ha mejorado en los últimos años, pero
en el que todavía hay que «dar batalla». Además, animó a las empresas a realizar
auditorías salariales externas y registrar los planes de igualdad.Unas explicaciones
que no convencieron a la diputada de Unidos Podemos y portavoz de En Marea,
Yolanda Díaz, que criticó la visión tan optimista de Báñez, teniendo en cuenta,
dijo, «la gravedad» del problema de la brecha de género en España.
Así, recordó que la diferencia de sueldo entre hombres y mujeres por un mismo
trabajo es del 23%, e incluso en las profesiones donde las mujeres están
sobrerrepresentadas la brecha llega hasta el 34%, una realidad que las políticas
del Gobierno no sólo no están corrigiendo, precisó, sino que están sirviendo para
«consolidar el machismo. Casi dos millones de mujeres asalariadas son pobres,
cobran el 50% del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Su modelo laboral nos
convierte en nadies en este país», le recriminó Díaz.
La brecha salarial en Argentina es de 106 por ciento: por cada 100 dólares que
cobra una mujer, el hombre obtiene 206. A pesar de ser una cifra muy elevada, se
sitúa por debajo del promedio global de países en desarrollo, con 182 por ciento
de brecha salarial.
El informe señala que las carreras que las estudiantes jóvenes eligen las posiciona
para ingresar a la fuerza laboral con menos conocimientos digitales, menos
asesoramiento y menor interés para procurar trabajos bien remunerados, en
comparación con sus pares masculinos.
"Estos ecualizadores pueden reducir 102 años de brecha salarial en los mercados
en desarrollo y 36 años en los mercados desarrollados. A nivel mundial, para el
año 2030, pueden reducir la brecha salarial en un 35 por ciento, aumentando los
ingresos de las mujeres en $3,9 billones", destacó.
Y las empresas deben proporcionar las herramientas para que las empleadas
mujeres tengan éxito y progresen, incluyendo capacitación durante toda la vida,
programas de asesoramiento a través de mentores, horarios flexibles,
transparencia y comparación salarial. "Las empresas que creen ambientes de
trabajo que las respalden pueden atraer mejor a las candidatas mujeres,
alentando al mismo tiempo a que las mujeres de mejor desempeño se queden
-una dinámica que se reconoce cada vez más como un diferencial competitivo-",
indicaron de Accenture.
Pero es obvio que el ritmo será dispar en el mundo, como lo son las diferencias
salariales entre ambos sexos. Tan sólo en Europa, éstas oscilan entre los 29.276
euros de Países Bajos y los 5.833 de Eslovenia, el país donde el desajuste es más
sueve.
España queda en una zona intermedia. Según los datos del Foro Económico
Mundial, las mujeres ganan una media de 23.059 euros y los hombres, de 37.319
euros, lo que deja la diferencia en 14.261 euros, ligeramente por debajo por de
los 14.386 euros que promedian los 28 países de la Unión Europea. Por debajo de
ese montante también quedan otros 17 países, entre los que destacan Francia,
Portugal o Grecia.