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Nombre

Samantha
Apellido
Mercedes Santana
Matricula
2021-0166
Asignatura
Educación Ambiental
Tema
Crisis de la civilización y el surgimiento de la llamada cuestión ambiental
Docente
Manuel Liriano
Fecha
19-05-2021
Introducción

Actualmente se vive una gran "crisis de civilización. Los valores morales


encuentran alterados debido en gran parte a los factores externos, que
amenazan con destruir la convivencia humana.
El ser humano poco a poco ha ido modificando su escala de valores;
justificándose en la modernidad se promueven antivalores, y las Y las
personas van siendo atrapadas en un mundo falso y peligroso cuyas
consecuencias ya estamos padeciendo.
Se define la cuestión ambiental como un objeto y campo de disputas
conformado por la confluencia de intereses y sentidos contradictorios,
particularmente en torno a las causas que originan los problemas ecológicos.
Se trata de un trabajo de reflexión analítica centrado en aspectos de orden
teórico, por lo cual se utiliza una metodología cualitativa con énfasis en la
revisión bibliográfica. Transcurrido más de medio siglo desde la emergencia
de la problemática ambiental, los desafíos tendientes a minimizar el avance
del deterioro ecológico se renuevan constantemente.
La crisis ambiental nace del cuestionamiento a la sobre-economizacion del
mundo, del desbordamiento de la racionalidad codificadora de la
modernidad, y de los excesos del pensamiento objetivo y utilitarista, entre
otros. Es también la crisis del efecto del conocimiento verdadero o falso- sobre
lo real, es decir, una crisis de las formas de comprensión del mundo. Lo
inédito de la crisis ambiental de nuestro tiempo es la forma y el grado en que
ha quedado demostrado como la racionalidad de la modernidad interviene en
el mundo, socavando las bases de sustentabilidad de la vida e invadiendo los
mundos de vida de diversas culturas.
Crisis Civilizatoria
Una civilización es un orden económico, político y cultural de vastas
dimensiones. En ella, la economía, la política y la cultura tienen ciertas
características típicas, diferentes de las de otras civilizaciones. Y en una
civilización, la economía, la política y la cultura se articulan orgánicamente,
esto es, son recíprocamente funcionales. Esta organicidad es lo que hace
estables y durables a las civilizaciones. Cuando esta organicidad entre la
economía, la política y la cultura se deteriora o pierde, las civilizaciones entran
en la que Antonio Gramsci llama ‘crisis orgánica’, y que hoy se acostumbra
denominar ‘crisis sistémica’.
Las civilizaciones se expanden y consolidan en la medida en que crecen, en
que van integrando, asimilando, incluyendo a más personas, a más grupos
sociales, a más población humana, en sus estructuras y dinámicas. El deterioro
y decadencia de una civilización se manifiesta en que sus capacidades de
inclusión e integración se agotan, de modo que las desasimilaciones
comienzan a ser mayores que las asimilaciones. Más personas, más grupos
sociales, más población humana, van siendo expulsadas del orden económico,
se sienten excluidas del orden político, y se distancian del orden cultural.
La civilización moderna comenzó a construirse en el siglo XVI y ha durado
hasta ahora. Se caracteriza, en lo económico, por el industrialismo y el
capitalismo; en lo político, por el estatismo y el régimen de partidos; y en lo
cultural, por el centrismo materialista y las ideologías. Tres sub-sistemas
orgánicamente funcionales.
En las últimas décadas del siglo XX la civilización moderna comenzó a
desarticularse, generándose fuertes disfuncionalidades entre la economía, la
política y la cultura. Los tres subsistemas han venido agotando sus capacidades
de asimilación e inclusión social, y las exclusiones han llegado a ser cada vez
más evidentes. En lo económico, el desempleo y el sobreendeudamiento
limitan la satisfacción de necesidades en grupos sociales numerosos. En lo
político, los partidos ven reducidas sus capacidades de motivar a las personas,
y las instituciones estatales pierden credibilidad entre los ciudadanos, de modo
que la representatividad y la legitimidad de las instituciones del Estado se
debilitan. En lo cultural, las ideologías ya no seducen ni movilizan a las
multitudes, y las ciencias sociales, económicas y políticas no saben elaborar
respuestas y soluciones eficaces a los problemas crecientemente complejos de
la sociedad.

Antes de continuar conviene precisar que la crisis del industrialismo y del


capitalismo no significa que el capitalismo y el industrialismo estén colapsando
y que pronto llegarán a su fin. Ellos están en crisis, por lo que probablemente
se reducirán, dejarán progresivamente de ser la principal forma de producción
y distribución En particular, conviene saber que el mercado continuará
funcionando, incluso cuando la nueva civilización se encuentre plenamente
consolidada. Algo similar podemos afirmar respecto al Estado y a los partidos.
Los estados nacionales y los partidos políticos no desaparecerán, no se
derrumbarán ni quedarán reducidos a cenizas. Ellos continuarán existiendo y
funcionando; pero tendrán cada vez menos capacidades de cumplir sus
funciones fundamentales, de mantener el orden social y de garantizar los
derechos y el bienestar a los ciudadanos. Y vale lo mismo respecto de las
ciencias sociales, el centrismo y las ideologías. Seguirán existiendo la
sociología, la ciencia política, la economía, así como el liberalismo y el
socialismo. Pero sus capacidades de comprender la realidad social en su
complejidad, y de ofrecer respuestas y proyectos que orienten hacia una
efectiva solución de los problemas, se verán mermadas cada vez más. Y todo
ello, porque la economía, la política y la cultura de esta civilización se están
desarticulando, y cada uno de los tres subsistemas están funcionando con
incrementadas deficiencias y limitaciones, excluyendo más que incluyendo.
La historia de las civilizaciones demuestra que no siempre las civilizaciones
colapsan y desaparecen, sino que hay procesos de transición de una
civilización que decae a otra que surge. También la historia enseña que el
deterioro de las civilizaciones comienza por sus periferias, y que sus crisis
orgánicas se van progresivamente extendiendo hacia sus centros. Es lo que se
observa también en esta crisis de la civilización moderna. Los países de
América Latina, y los países periféricos de Europa, están evidenciando estas
dinámicas.
Cuando una civilización decae, una civilización nueva comienza a ser creada
en su interior, iniciando su progresiva expansión: asimilación de personas, de
grupos, de población humana. Sólo cuando una civilización comienza a
desarticularse, a decaer, se vislumbra la necesidad de iniciar la creación de una
civilización nueva y mejor. No se comienza a construir una casa nueva sino
cuando se percibe y comprende que la que estamos habitando comienza a
deteriorarse.

Las múltiples crisis, como síntomas de una crisis civilizatoria


La caída del Muro de Berlín en 1989 no solamente ha demostrado la
inviabilidad y no deseabilidad del socialismo realmente existente y
burocrático, sino que alimentaba, al mismo tiempo, la ilusión de que el
modelo capitalista fuera el único posible y que la historia como pugna por la
hegemonía política y económica llegara definitivamente a su fin (Francis
Fukuyama), en la apoteosis del modelo económico neoliberal y del way oflife
estadounidense. La bipolaridad global daba paso a la unipolaridad, y ésta se
traducía en términos culturales y religiosas como la supremacía definitiva de
la civilización occidental y de la religión cristiana, justificada y defendida por
los ideólogos del conservadurismo de la nueva economía y de la teología
neoliberal.
Veinte años más tarde, el primer poder mundial no sólo habrá pasado por el
Feuerbach ("riachuelo de fuego") de las torres gemelas de Manhattan (2001),
sino fue arrastrado por una de las peores crisis financieras de su historia, la
crisis originada por las hipotecas chatarras (sub prime) y sus secuelas (2008),
ni siquiera hablar de las guerras invencibles en Afganistán e Irak, y el
surgimiento de nuevos poderes que vienen cuestionando con cada vez más
ímpetu la hegemonía auto-declarada de Occidente: China y la India.
Empezada la segunda década del siglo XXI, nos vemos envuelto en una serie
de crisis que por primera vez en la historia de la humanidad se juntan de
manera explosiva y catastrófica, y que, además, gracias a la globalización de
los mercados, de los medios de comunicación de la contaminación, se han
mundializado: crisis financiera, crisis económica, crisis de deuda estatal, crisis
ecológica, crisis alimentaria, crisis de valores, crisis energética, crisis militar y
crisis espiritual. Todos indicios apuntan a que ya no se trate de una crisis entre
otras, tal como era la Gran Depresión de los años 1920, sino de una crisis de
un modelo civilizatorio que, después de más de cuatrocientos años de
aparente superioridad, llega su fin, en una decadencia que se convierte en
descomposición vertiginosa ante la mirada incrédula de propios y ajenos.5
A pesar de que los banqueros de Wall Street y Tokio, los gobernantes del G8
y las instituciones financieras internacionales nos hagan creer que nuevamente
"todo está bajo control", en todo el mundo estallan las burbujas especulativas
de una economía basada en capital ficticio y trabajo improductivo. A pesar de
las acciones desesperadas de "salvatajes" de los bancos que resultan
"demasiado grandes" para quebrar –nótese: no se pretende "salvar" a la gente,
sino al dinero–, cada vez más estados están aborde de la bancarrota. En este
momento, el caso de Grecia con una deuda de más del 200% de su PIB
(Producto Interno Bruto), hace sacudir a la Eurozona, pero la mayor potencia
mundial, Estados Unidos, ha acumulado en las últimas décadas una deuda de
más del 300% del PIB, de la que China posee prácticamente la mitad en
bonos. Económicamente, EE.UU. se ha convertido en rehén del Reino del
Medio, y desde 2008, éste ya no está dispuesto a comprar los bonos de deuda
estadounidense, con la consecuencia de que la espiral hacia la bancarrota del
estado norteamericano empieza girar con cada vez mayor velocidad.
A pesar de las declaraciones verbales de las potencias mundiales de
contrarrestar el cambio climático cada vez más visible y desastroso, las
soluciones propuestas son las de siempre: más tecnología, mayor cantidad de
energías renovables, llamamientos a los países del sur descuidar los "pulmones
del planeta". Tanto en Copenhague como en Cancún Durban, el tema se
concentró en lo cuantitativo:
¿Hasta qué porcentajes puede reducir la emisión de gases que producen el
efecto invernadero?
El sistema mismo de despilfarro de energía6 queda intocado, porque sigue
formando parte de la lógica intrínseca del modelo capitalista de producción y
acumulación. Lo mismo puede decirse de la actitud de las potencias
mundiales ante el encasamiento de los recursos naturales no renovables, tal
como el petróleo, el gas natural, los minerales, pero también el agua y el aire:
Consumir hasta que se acabe. Si los países del Sur, ricos en materia prima, no
estuvieran dispuestos voluntariamente a explotar sus recursos y venderlos a la
codicia hedonista del Norte, serán obligados a hacerlo a manu militari.
La verdadera perversidad del actual sistema económico se manifiesta en las
crisis energética y alimentaria. No sólo la tierra, sino también los alimentos de
primera necesidad se han convertido en objetos de especulación bursátil y
"energías renovables" mal llamadas "biocombustibles”. La alimentación de las
personas humanas es subsumida a la "alimentación “energética del complejo
industrial-militar en los países industrializados. Los países periféricos, hasta
hace poco con soberanía alimentaria, se han convertido en adictos de las
importaciones de alimentos baratos y exportadores de "necro combustibles",
una bomba a tiempo para que estallen hambrunas de magnitud desconocida.
México, cuna de la cultura del maíz, ahora importa maíz transgénico. Y si
vemos el despilfarro de energía y dinero en el Norte, no caben palabras para
describir lo absolutamente perverso del sistema considerado el "mejor
posible": a nivel mundial, se gasta tres veces más para cosméticos que para
erradicar el analfabetismo, lo mismo en comida para mascotas que para
programas de lucha contra el hambre, más en maquillaje que en programas
de salud reproductiva para mujeres (Diercksxens 2011: 84).
¿Por qué se puede hablar de una "crisis civilizatoria" y no simplemente de una
"crisis económica" o una concatenación coyuntural de varias crisis?
Creo que todas las crisis mencionadas se fundamentan en un solo tipo de
racionalidad y valores que se remontan a la civilización occidental dominante
de los últimos trescientos o cuatrocientos años. Y esta racionalidad está
plagada de una serie de "falacias" y presupuestos incompatibles con la vida en
general, y la vida humana en particular. Que las consecuencias desastrosas
prácticas e históricas recién empiezan a manifestarse hoy de manera
innegable, tiene que ver con dos factores trascendentales: el proceso histórico
de la "globalización" o mundialización del modelo occidental en los últimos
cincuenta años, sobre todo a través de la ideología del “desarrollismo" y el
consumismo, por un lado, y la aceleración de la economía ficticia especulativa
en desmedro de una economía real, en la mayor parte del hemisferio norte.
Lo que se daba antes a escala local y regional, hoy tiene repercusiones
mundiales, y lo que antes era la pérdida de unos aventureros bursátiles, se ha
convertido en la bancarrota del "casino mundo".
Evolución de las relaciones del ser humano con el medio en la cultura
occidente.
La relación del ser humano de occidente con el mundo en que vive, ha sido
atravesada por la historia del pensamiento y aquí se hace hincapié en esta
palabra porque precisamente el pensar, separado del sentir, cosifica todo
aquello que pueda objetivar. Al ser humano le costó siglos el verse a sí mismo
como tal. En la antigüedad se confundió con la naturaleza; en la Edad Media,
con Dios. Es recién con el renacimiento tardío que surge como sujeto del
conocer, y se reconoce como “distinto” de la naturaleza y de Dios; se separa
de ambos e inventa su propio territorio: la Razón.
El pensamiento griego, cuna de la civilización occidental, tuvo –en sus albores-
dos características sobresalientes: Panteísmo e Hilozoísmo. Primariamente,
durante el período de pensamiento mítico, no existió distinción taxativa entre
naturaleza, seres humanos y dioses. Los dioses podían adoptar cualquier
forma y, a su vez, la humanidad cohabitaba la totalidad en que se constituía
junto con la naturaleza.
Al comenzar el pensamiento racional, si bien, los primeros filósofos se
dedicaron a la observación de la “Physis”, no obstante no tomaron distancia
de la misma: el “Ser” envuelve a todos por igual. Es necesario recordar que
dentro del pensamiento griego no existe la idea de “creación”, por lo tanto,
habrá que hacer una diferenciación entre “Physis” –que tenía al menos tres
sentidos:
a) el aparecer de algo,
b) la fuerza interna que impulsa dicho aparecer, c) el conjunto de todo lo que
existe y que no surge de la mano del hombre-; y el término “Arge” -que es el
principio originario y primigenio del cual se generan las cosas que componen
el mundo-.
Otra observación a tener siempre en cuenta, es que la distinción entre
“materia” y “espíritu” es ajena al mundo griego: el espíritu es materia más sutil,
o sea, que todo es “Physis”.
Fisuras del pensamiento mecanicista
El determinismo mecanicista se basa en la idea de que el ser humano es
similar a una máquina. El cerebro sería así una herramienta capaz de recoger
una serie de inputs, procesarlos, y transformarlos en outputs.
Es la doctrina según la cual toda realidad natural tiene una estructura
comparable a la de una máquina, de modo que puede explicarse de esta
manera basándose en modelos de máquinas.7 Como concepción filosófica
reduccionista, el mecanicismo sostiene que toda realidad debe ser entendida
según los modelos proporcionados por la mecánica, e interpretada sobre la
base de las nociones de materia y movimiento.
El reloj fue durante mucho tiempo el prototipo de máquina (que por una parte
liga el tiempo con el espacio que debe recorrer el péndulo o las agujas de su
esfera), aparecido como el modelo de las concepciones mecanicistas de los
siglos XVII hasta mediados del siglo XIX. Se trata de una metáfora radical,
porque constituye no solo un modo de entender la física de los cuerpos, es
decir lo que se llamó mecánica moderna, sino una verdadera filosofía, es decir
una concepción del mundo en su conjunto.
La imagen mecanicista del mundo se apoyaba fundamentalmente en el
principio de causalidad por el que se consideraban regidos todos los
fenómenos que describe la física clásica. Pero el problema del determinismo
mecanicista que ponía en entredicho la libertad humana, condujo a considerar
que toda máquina pertenece inevitablemente al mundo inorgánico y, por
tanto, toda analogía con los seres vivos era ficticia.
El mecanicismo tendió a abandonar el carácter ontológico para adoptar la
forma epistemológica. Es decir, no se trataba tanto de afirmar que el mundo
es una máquina, ni tan sólo una máquina extremadamente compleja, sino que
se trataba simplemente de concebirlo y explicarlo como si lo fuera, es decir, a
partir de las leyes de la mecánica sin presuponer por ello el carácter mecánico
de lo real. Ello dio lugar a un mecanicismo metodológico y al ideal de poder
constituir una única ciencia basada en los principios de la mecánica.
Surgimiento de la cuestión ambiental
A nivel global, la preocupación institucional por el medio ambiente tiene su
origen en la cumbre de Naciones Unidas que se celebró en Estocolmo en
1972. A partir de esta fecha, las entonces Comunidades Europeas toman con
determinación este compromiso e inician un proceso que no ha tenido
interrupción de medidas de preservación de los valores ambientales. En ese
marco temporal, nuestra Constitución también incorpora la preocupación por
el entorno en el artículo 45, no como un derecho fundamental, sino como
principio rector de la política social y económica, asunto que debiera se objetó
de reforma en algún momento, como otros que están pendientes. Ese sí que
es un asunto de Estado.
En 1992, en Río de Janeiro tuvo lugar la denominada “Cumbre de la Tierra”,
otro hito internacional organizado por Naciones Unidas. Y a partir de esta
fecha, el mundo entró en un período de cierto olvido, de resistencia de
Estados poderosos de la tierra a asumir sus responsabilidades ambientales.
Hasta que llegamos al año 2015, con dos acontecimientos globales de mucha
importancia, ante la evidencia científica de los graves problemas ambientales
que nos amenazan. Uno de ellos fue la cumbre de Paris sobre cambio
climático, cuyas medidas están en fase de desarrollo con demasiada lentitud.
El otro acontecimiento lo comentamos a continuación.
En ese año 2015, el 24 de mayo, se produce un hecho absolutamente inédito.
La Iglesia Católica, a través del Sumo Pontífice el Papa Francisco, se
pronuncia sobre el medio ambiente, en la ya muy glosada Encíclica Laudato
Si’ “Sobre el cuidado de la casa común”, documento vaticano en que se llega
a afirmar que “(…) hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el
modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una
conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos,
y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento
ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado
numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización.
Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la
crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos,
sino también por la falta de interés de los demás (…)”.

Antropocentrismo y biocentrismo
El antropocentrismo es la doctrina que, en el plano de la epistemología, sitúa
al ser humano como medida y centro de todas las cosas, y en el de la ética
defiende que los intereses de los seres humanos son aquellos que deben
recibir atención moral por encima de cualquier otra cosa.
El biocentrismo es un término aparecido en los años 1970 para designar a una
teoría moral que afirma que todo ser vivo merece respeto moral. Asociado en
sus orígenes con la ecología profunda o ecologismo radical, el biocentrismo
pretende reivindicar el valor primordial de la vida.
El antropocentrismo ético considera moralmente relevante sólo al ser
humano, a la vez que a los animales y el resto de la naturaleza como
portadores de un valor utilitario. Por el contrario, la ética biocéntrica pretende
considerar moralmente relevantes, portadores de valor intrínseco por motivo
de su sola existencia, a toda la naturaleza y sus seres vivos. En su
planteamiento, contempla la defensa de la relevancia moral de toda la
naturaleza, la que compartiría con el ser humano la especial característica de
"estar viva". De ahí el nombre biocentrismo: una ética centrada en la vida de
todo organismo individual, donde cada uno tiende a su realización, a su
desarrollo y florecimiento al modo de la physis aristotélica: "el bien del
organismo, en efecto, se identifica ampliamente con el florecimiento o
desarrollo de las características esenciales de la especie a la que ese individuo
pertenece."
Con este planteamiento, el biocentrismo saca del centro de la escena al
hombre, para ponerlo en relación y en contacto directo con el resto de las
entidades de la naturaleza, como una especie más interrelacionada con el
árbol de la vida darwiniano. La ética daría relevancia moral a todos los seres
vivos, y con Albert Schweitzer, declara: "yo soy vida que quiere vivir, y existo
en medio de vida que quiere vivir."
Una postura menos universalista dentro del biocentrismo son las aportaciones
que enfatizan la relevancia ética de los animales no humanos como entidades
vivas, promovidas por Tom Regan y Joel Feinberg. Digo menos universalista
porque la argumentación central gira en torno a la relación humanos y
animales, no tomando como referencia otras formas de vida (como los
vegetales por ejemplo). Su postura biocéntrica toma elementos del
antropocentrismo ético para reflexionar sobre la relevancia moral de los
animales no humanos como seres vivos particularmente valiosos en tanto
portadores de valor intrínseco.
Tanto Regan como Feinberg toman como referencia el concepto de sentencia
(capacidad de sentir dolor y placer) promovida por el utilitarismo
antropocéntrico de Peter Singer (ver artículo anterior) y hacen de la posesión
de intereses una condición necesaria de la posibilidad para poseer derechos.
En este sentido, la sola atribución de la calidad de "sujeto de una vida" para un
individuo es suficiente para saber que tienes intereses y atribuirle, por tanto,
derechos morales básicos y un valor inherente, allende el valor instrumental:
"Ser sujeto de una vida es mucho más que estar vivo y más que ser consciente.
Para ser sujeto de una vida hay que ser un individuo cuya vida se caracteriza
por tener creencias y deseos, percepción, memoria y un sentido del futuro,
incluyendo el propio futuro; una vida emocional junto con sentimientos de
placer y de dolor, interés por su propio bienestar, habilidad para actuar de
acuerdo a sus deseos y metas, una identidad psicofísica a través del tiempo, y
un bienestar individual en la medida que pueda sentirse afectado de manera
positiva o negativa, independiente de su utilidad para otros y lógicamente
independiente de convertirse en el objeto de los intereses de otro.
Conclusión
“estamos ante una crisis multidimensional que afecta todas las áreas de la vida.
Es la crisis de un modelo de producción y consumo insostenible, que amenaza
la vida del planeta, es la crisis terminal del patrón civilizatorio de la
modernidad occidental capitalista. Esa crisis afecta la vida y la salud en el
sentido más amplio, afecta los ecosistemas y su biodiversidad que pone en
riesgo la vida en el planeta. La crisis ambiental y el cambio climático son sólo
una de sus más graves y evidentes manifestaciones. En este artículo
comentaremos las múltiples alteraciones sobre la salud que genera esa crisis,
entre ellas el surgimiento de pandemias o desastres naturales, que son
expresión del deterioro ambiental y la ruptura del metabolismo sociedad
naturaleza. Como conclusión, planteamos que la única salida a la crisis, de allí
su carácter civilizatorio, es un cambio profundo y radical del modelo
civilizatorio que caracteriza al capitalismo globalizado, que implica construir
una nueva forma de vivir, relacionarnos, producir y consumir. En esa
perspectiva, nos aproximamos a la propuesta de Vivir Bien / Buen Vivir de
nuestros pueblos originarios, que se encuentra con las propuestas del
socialismo comunitario y ecosocialismo.”
Bibliografía
 http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-
74252000000200003.
 http://www.luisrazeto.net/content/la-crisis-de-la-civilizaci%C3%B3n-
moderna-y-la-creaci%C3%B3n-de-una-nueva-civilizaci%C3%B3n
 https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-
65682012000300007
 https://cdsa.aacademica.org/000-008/1098.pdf
 http://www.ub.edu/fildt/revista/RByD16_master.htm

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