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Programa de Liderazgo

Grupo de Excelencia Académica UPC

Módulo I: Fundamentos de liderazgo personal


Sesión 3: Voluntad y liderazgo

Introducción
El líder verdadero es aquel que, con voluntad firme, apetece, busca y obra el bien para sí
y encuentra felicidad en ello. No cede ni a la rigidez ni a la laxitud, ni al capricho ni al
egoísmo: camina siempre hacia la excelencia. Antes de buscar solo su propio beneficio,
a expensas de otros, procura el bien común y la justicia para construir un mundo mejor.
El objetivo de esta sesión es, pues, dar a conocer aquel liderazgo auténtico, que sabe guiar
a los hombres hacia lo bueno, hacia lo mejor.

La inteligencia al servicio del hombre


La vida del ser humano es una lucha por sobrevivir. “Los animales están en guerra unos
con otros cuando ocupan los mismos lugares y cuando los medios de subsistencia
proceden del mismo sitio”1. Sin embargo, mientras los cuerpos de los animales de la
naturaleza vienen equipados para enfrentar las dificultades climáticas y geográficas, los
cuerpos humanos no. “El hombre se aparta extraordinariamente de todos los demás
animales por su desnudez”2. “Solo hay un ser que dispone de armas que no han crecido
con su cuerpo… Este ser es el hombre… Nosotros no hemos recibido las armas de la
Naturaleza, sino que las hemos producido con nuestra actividad libre”3.

Así, desde sus inicios el hombre ha utilizado su inteligencia para cubrir falencias y
satisfacer necesidades. Mediante ella, ha logrado adaptarse con versatilidad a las
hostilidades propias del entorno. “El hombre disfruta de maravilloso poder para adaptar
sus costumbres a las nuevas condiciones de vida en que entra. Inventa armas,
herramientas y otros artefactos con que asegurar su sustento y defenderse de los peligros.
Al emigrar a clima más frío, usa de vestidos que le abriguen, levanta techos que le
guarezcan y hace fuego, a cuyo calor condimenta y cuece los alimentos que fueran de
otro modo difíciles de digerir”4.

Siendo un ser vulnerable, el hombre inteligente ha logrado sobrevivir, aun estando


rodeado de criaturas de pelaje grueso, coraza dura, garras y dientes afilados. Ha logrado
conseguir el bien necesario para su pervivencia. Ha aprendido incluso a enseñorear y
dominar a los otros vivientes. Ha transformado y adaptado la realidad según sus

1 ARISTÓTELES (1992). Investigación sobre los animales. Madrid, España: Gredos.


2 DARWIN, Charles (1979). El origen del hombre. Madrid, España: EDAT S.A.
3 LORENZ, Konrad (1975). Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros. Barcelona, España: Editorial Labor,

S.A.
4 Ob. cit.
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necesidades, dando nuevo uso a los recursos de siempre, inventando así herramientas y
tecnología que facilitaron su vida. El hombre ha diseñado también un modelo de
comunicación basado en signos, posibilitando así el posterior desarrollo de un
pensamiento discursivo y abstracto.

A decir de Heriber Schmid, “lo que confiere a los seres humanos su superioridad frente
al resto de los seres vivos es, en el aspecto físico, la capacidad de utilizar herramientas y,
en el psíquico, el uso del lenguaje y la escritura. Esta superioridad entraña también sus
peligros: nuestras facultades intelectuales, sabiamente ampliadas mediante la
comunicación escrita y oral, nos permiten desarrollar ideas, acceder a conocimientos y
realizar proyectos cuyas repercusiones se nos escapan de las manos. Sobre el hombre
recae no solo la responsabilidad de su propia vida, sino también la del planeta en su
conjunto, y esto es algo que no deberíamos olvidar jamás” 5.

La inteligencia, pues, no solo sirve al hombre para sobrevivir, crear herramientas y


formular un lenguaje. Ella le indica el bien necesario para sí en cuanto persona. La
inteligencia nos acerca a aquello que en verdad nos es provechoso, conveniente, bueno.
Sin embargo, dado que no basta conocer aquello que le conviene, es necesario acudir en
ayuda de una segunda facultad fundamental. La persona posee una voluntad que le
permite dirigirse hacia aquel bien que apetece, logrando conseguirlo eficazmente y hacer
realidad aquello que un inicio no era sino deseo.

La voluntad y el bien
La voluntad es la potencia del ser humano que tiende a un fin determinado, para llevar a
cabo aquello que la inteligencia le presenta como un bien para satisfacer sus necesidades.
Enrique Rojas la comprende como “el cauce por donde se afirman los objetivos, los
propósitos y las mejores esperanzas”6.

La voluntad naturalmente siempre busca alcanzar el bien.7 El bien que persigue la


voluntad es conocido por la inteligencia. De esta forma se entiende que la inteligencia y
la voluntad están unidas, y que se necesitan mutuamente. La voluntad consigue
libremente lo que la inteligencia le presenta como bueno8.

El ser humano encuentra hasta tres maneras de apetecer el bien. Puede desear algo por el
simple hecho de saber que es bueno (bien honesto). Quizás, el motivo por el cual busca
algo que considera bueno es por el gusto o placer que encontrará al procurarlo (bien
deleitable). También es posible que busque un bien no en cuanto tal, sino como medio
para alcanzar otro bien (bien útil)

5 SCHMID, Heribert (1986). Como se comunican los animales. Barcelona, España: Salvat Editores, S.A.
6 ROJAS, Enrique (1994). La conquista de la voluntad. Madrid, España: Ediciones de Bolsillo.
7 Véase ARISTÓTELES (1985-1988). Ética a Nicómaco. Madrid, España: Editorial Gredos S.A.
8
Véase ALVIRA, Tomás; CLAVELL, Luis; MELENDO, Tomás (2010). Metafísica. Pamplona, España: EUNSA.
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En cualquier acción que realizamos, si nos detenemos a mirar cómo ha actuado la


voluntad, podemos identificar las siguientes fases9:

- Motivación. En un primer momento sin pararnos a pensar en profundidad, vemos


en la meta un bien que queremos obtener.
- Deliberación. En este segundo paso analizamos las ventajas y los inconvenientes,
si nos conviene o no, y es entonces cuando realmente descubrimos si ese objetivo
es algo bueno.
- Decisión. Como consecuencia lógica de los anteriores, la voluntad determina si
ejecuta esa acción o no.
- Acción. Es el último paso, la consecución del objetivo. Si este es verdaderamente
bueno, me mejorará como persona. A través de las acciones el hombre se va —de
alguna manera— haciendo, según dirija su voluntad. La repetición de actos va
constituyendo hábitos.

El ser humano puede errar en el proceso de conseguir aquello que es bueno para sí.
Algunas veces, la inteligencia puede iluminar defectuosamente por diversas
circunstancias; otras, será la fuerza de la voluntad la que falle; otras, las pasiones o la
precipitación podrán obnubilar el discernimiento de qué es lo que queremos. Claro está:
ninguna persona en su sano juicio quiere hacer el mal por el mal. Cuando alguien realiza
una acción mala, es porque cree ver un bien para ella en aquello que desea conseguir,
aunque no lo sea realmente. Pongamos un ejemplo: consumir drogas no es bueno ya que
tiene consecuencias nocivas en el ser humano; sin embargo, aquellas personas que lo
hacen creen ver algo bueno allí; quizá se encuentren en un estado anímico bajo y quieran
estar eufóricos o satisfacer un deseo de aceptación desordenado en un determinado
ambiente. Se trata, entonces, de encontrar aquello que es objetiva y subjetivamente lo
mejor: aquello que constituye el bien mayor para este hombre, según cada realidad y
circunstancia. Es importante detectar aquello que nos perjudica y rectificar los hábitos
que nos apartan de la felicidad.

Educar la voluntad
La voluntad necesita entrenamiento para alcanzar con eficacia el bien al que aspira. Así,
podemos compararla a un músculo de nuestro cuerpo, que se fortalece cuando se ejercita
y se debilita en la medida en que deja de moverse. Con la voluntad, cada situación que
requiere esfuerzo es una magnífica oportunidad para fortalecerla; de otra forma, se
adormece y atrofia, lo cual se traduce en falta de carácter, irresponsabilidad, pereza,
inconstancia, etc.

Los seres humanos aprendemos a educar nuestra voluntad desde que empezamos a ser
conscientes de nosotros mismos. Se trata de un proceso casi automático mientras dura
nuestra educación inicial familiar y escolar. Conforme vamos avanzando en la vida

9
Véase VALLEJO-NÁGERA, Juan Antonio (1997). Guía práctica de psicología. Madrid, España: Temas de hoy.
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comprendemos la importancia de educar adecuadamente nuestra voluntad para cumplir


sueños y propósitos. Este es el parecer de Enrique Rojas, quien en su obra La conquista
de la voluntad refiere lo siguiente:

“La voluntad es determinación, firmeza en los propósitos, solidez en los objetivos y ánimo
frente a las dificultades. Todo lo grande del hombre es hijo de la abnegación; así, por
ejemplo, la entereza de volver a empezar, cueste lo que cueste, privándose uno de cosas
buenas, pero que en ese momento exigen un recorte para después dirigirse hacia objetivos
de mayor densidad. Quien tiene educada la voluntad es más libre y puede llevar su vida
hacia donde quiera. El hombre de nuestros días, convulsionado y un tanto perdido,
deambula de un sitio a otro, muchas veces sin referentes claros. Cuando la voluntad se ha
ido formando a base de ejercicios continuos, está dispuesta a vencerse, a ceder, a
dominarse, a buscar lo mejor. En ese sentido podemos llegar a afirmar que no se es más
libre cuando se hace lo que apetece, sino cuando se tiene capacidad de elegir aquello que
hace más persona, cuando se aspira a lo mejor; y para ello hay que tener una cierta visión
de futuro”10.

El trabajo de fortalecer la voluntad implica necesariamente un ejercicio constante de


autodominio, que se inicia con el conocimiento de los pensamientos internos, de los
deseos, de los puntos débiles y fuertes. Para el autodominio, se requieren acciones claves
como son:

- Crear buenos hábitos. En nuestra vida reconocemos que hay cosas que nos
agradaría hacer todo el tiempo pero no debemos hacerlas porque son nocivas para
la salud física y mental. Tenemos tendencia a ellas porque nos resultan más
cómodas y placenteras. Sin embargo, corremos peligro de crear en nosotros vicios
y malos hábitos, que nos lleven a renunciar a hacer otras cosas que nos
enriquecerían más. Por ejemplo, excesivas horas de sueño, la glotonería o la
adicción a las pantallas (smartphones, redes sociales, series, consolas de
videojuegos) pueden volverse un vicio, quitándonos tiempo y espacios valiosos
para compartir con nuestras familias, para estudiar, etcétera.
- Establecer prioridades. ¿Te has detenido a pensar alguna vez si tienes una escala
de prioridades? Es muy recomendable hacer una lista de ellas en orden de
relevancia, es decir, en los primeros lugares aquello que consideras más
importante o que necesita tu atención inmediata. Esta lista te ayudará a cumplir
metas, te permitirá empezar y terminar a tiempo algún trabajo o tarea pendiente.
Organizar tus prioridades va a enfocarte en aquello que necesita ser cumplido para
poder crecer como individuo y como ser social.
- Evitar la procrastinación. Podemos retrasar el inicio de una labor bajo la excusa
de que necesitamos tener el ánimo suficiente para actuar. Muchas veces
postergamos indefinidamente aquello que nos resulta difícil de abordar.
Anteponemos lo urgente, y está bien. Pero cambiar constantemente de una
actividad a otra perjudica la efectividad en el desempeño. A veces simplemente

10 ROJAS, Enrique (1994). La conquista de la voluntad. Madrid, España: Ediciones de Bolsillo.


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somos propensos a actuar antes de pensar, y consideramos urgentes algunas cosas


que en verdad no lo son. No nos organizamos y acabamos por dejar olvidado o
traspapelar aquello que era realmente importante y debíamos haber hecho.

Líderes para el bien


Un auténtico líder es aquel que no solo conoce la verdad, sino que ordena su vida con una
voluntad fuerte hacia el bien propio y dispone lo mejor de sí en favor de los demás. El
primer paso es forjar una vida coherente con sus principios, de hábitos virtuosos, una vida
que apunte a la excelencia y que sea eficaz para acometer incluso los bienes que mayor
trabajo supongan.

Muchos hombres y mujeres llevan consigo intenciones nobles de servir a otros, de


transformar el mundo que nos rodea, de luchar contra aquello que denigra al ser humano
en cuanto persona digna. Algunos necesitan fortalecer su empeño y decisión por alcanzar
los ideales trazados; otros necesitan erradicar aquellos hábitos que impiden la ejecución
de sus propósitos; algunos cuantos necesitarán enderezar sus intenciones, discerniendo
adecuadamente qué es aquello que es verdaderamente bueno para sus vidas y para el
desarrollo de la sociedad. Para ello, la influencia positiva que puede ejercer un líder es
sumamente importante. Liderar hacia el bien significa ser modelo, ejemplo y testimonio
de una opción constante por vivir hacia la excelencia.

Los líderes son de carne y hueso, y también pueden equivocarse. Aprender a aceptar los
propios fallos y limitaciones, mejorando cuanto puede ser perfectible es sumamente
importante. La autosuficiencia de aquel que cree poder cambiar la sociedad por sus
propias fuerzas es también un error constante. El líder sabe y reconoce que los grandes
ideales necesitan de muchos brazos para ser alcanzados. Reconocerse dependientes es
aprender a trabajar en equipo, aprender a mantener relaciones de confianza e
interdependencia que faciliten la ejecución de proyectos, saber negociar y buscar el bien
de todos por encima del mero provecho y beneficio individual.

Contraria a la versión del jefe autoritario, el líder de verdad es aquel que sabe armonizar;
que ve el bien en el otro, lo valora y está en disposición constante de aprender; que prioriza
la calidad del trato por sobre los resultados, puesto que reconoce que la persona es el bien
más importante y nunca puede ser subordinada en pos de un supuesto bien más grande.

Conclusión
El hombre aspira al bien por naturaleza. Así, mediante el ejercicio libre de su voluntad,
dispone sus fuerzas hacia el bien verdadero que lo realiza y perfecciona. Educa su
voluntad con madurez, generando hábitos virtuosos que le permitan alcanzar la
excelencia. El líder auténtico lleva a las personas hacia el bien propio y común.
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Anexo: Siete hábitos de los adolescentes altamente efectivos


Síntesis de la obra de Sean Covey

COVEY, Sean (2015). Siete hábitos de los adolescentes altamente efectivos. Madrid, España:
Grijalbo.

Diseñar acciones que trasciendan en el tiempo es un proceso sumamente complejo. Por


tanto, es necesario que un auténtico líder sepa incorporar una serie de hábitos que le
permitan marchar desde la dependencia de otros hacia la independencia, con miras hacia
la interdependencia, obteniendo así un alto desempeño personal y frutos proporcionados
a sus esfuerzos.

De acuerdo a Sean Covey, un hábito se forja gracias a la conjunción de tres elementos:


conocimientos (qué hacer y por qué), habilidades (hacer las cosas) y actitudes (las ganas
de hacer o las motivaciones). Un adolescente altamente eficiente (y esto es aplicable al
líder) es aquel que ha logrado incorporar en sí cuanto a continuación se enumera:

1. Ser proactivo. El auténtico líder debe aprender a reconocer sus acciones, evitando
culpar a los demás. Asimismo, está llamado a buscar el desarrollo personal en conjunto
con el de su entorno.

2. Empezar con el fin en la mente. Se trata de saber con claridad qué es lo que queremos
y hacia dónde vamos (misión) para poner tomar decisiones; encontrar el centro de
gravedad en mi vida (fuente mayor de seguridad): priorizar los principios o valores, y no
la familia, el dinero, el trabajo, las posesiones, el poder.

3. Poner primero lo primero. El líder auténtico aprende a organizar sus prioridades: sabe
poner lo importante para todos por encima de lo urgente para sí mismo.

4. Mentalidad ganar/ganar. El auténtico líder es un estratega o, mejor aún, un


diplomático: sabe colaborar antes que competir. Es consciente de que hay suficiente para
todos y evita rencillas innecesarias que causan perjuicio.

5. Antes que buscar ser comprendido, comprender. Saber escuchar y entender a los demás
desde su perspectiva es crucial para el líder auténtico.

6. Sinergizar. Dado que el todo es más que la suma de sus partes, el líder auténtico
reconoce el valor del trabajo en equipo basado en la confianza y en los principios.
Además, sabe actuar con creatividad, innovación y efectividad.

7. Afilar la sierra. Prevenir es mejor que lamentar: por eso, el líder auténtico sabe hacer
los mantenimientos necesarios o las innovaciones benéficas a los hábitos ya mencionados.
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En contraposición con el elenco presentado, Covey nos previene de los así llamados siete
hábitos para los adolescentes altamente inefectivos:

1. Reacciona. No anticipa ni proyecta a futuro a partir de la experiencia. Le basta el


estímulo-respuesta.

2. Comienza sin un fin en la mente. Luego, el líder inauténtico es aquel que no desarrolla
con orden sus tareas ni sabe escoger adecuadamente los medios para alcanzar sus
objetivos.

3. Primero lo último. Las prioridades personales son antepuestas al bien común. Lo


superficial pesa más que lo indispensable.

4. Pensar ganar/perder. Antes que negociar, conquista, pero pierde también amistades.
La ambición lo ciega y termina por fracasar a causa del aislamiento generalizado del
grupo.

5. Primero hablar y luego fingir que se escucha. El líder inauténtico mira con
superioridad a sus compañeros: no tiene en cuenta sus aportes y hace prevalecer su
opinión sobre la ajena, aun siendo la suya de menor valor.

6. No cooperar. El líder inauténtico se encierra en su propio mundo, se niega a la


colaboración de los otros. Sus propuestas se caracterizan por ser mediocres y carentes de
novedad.

7. Desgastarse. El líder inauténtico se satura y su efectividad decae a causa de la falta de


cuidado de sí y de sus buenos hábitos

A modo de conclusión, cabe aclarar que la persona no es solo responsable del éxito de su
propia vida, sino que está implicada en el cumplimiento de otras. Todos estamos en deuda
con aquellas personas que nos han hecho posible conducir una vida buena; y somos
solidarios con el cumplimiento de la vida de quienes forman parte de nuestro mundo
personal. Así, todo hombre está invitado a vivir una existencia más que altamente
efectiva.

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