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el señor presidente viaja hasta Ginebra para hacerse un examen de salud por que
últimamente ha presentado dolores de columna. Estaba sentado en el escaño de
madera bajo las hojas amarillas del parque solitario, contemplando los cisnes
polvorientos con las dos manos apoyadas en el pomo de plata del bastón, y
pensando en la muerte. De allí se fue al hospital donde el doctor lo había citado,
cuando entra al consultorio el médico le dice que tenía un problema muy grave en
la columna y dice que si no se hace una operación puede morir, el muy triste sale
del consultorio y se va a una cafetería la cual iba mucho a tomar una botella de
agua, pero también podio café. Cuando se está tomando el café siente que
alguien lo mira, el decide marcharse cuando va por el camino ve que el mismo
señor que lo miraba en la cafeterita lo seguía.
Homero le dice que lo invita a una cena, que la esposa Lazara cocina arroz con
camarones muy ricos. Lazara le pide a los vecinos casas prestadas como vajillas,
cafetea y tazas para el café, cambia las cortinas y quito los forros de los muebles
para que no se viera la pobreza. Cuando llego el presidente a la casa la esposa le
sirvió un plato de arroz con camarones tajadas de plátano y ensalada de aguacate
y después de terminar se dieron cuenta que el presidente no tenia ganas de vivir,
y ellos deciden ayudarlo en su recuperación y su operación.
Margarito Duarte, era un señor callado, sin estudios avanzados, pero letrado, que
no tuvo una vida muy afortunada, por el hecho de leer logra a los 18 años un
puesto de escribano en su municipio en la que se desenvolvió muy bien. En esta
misma edad, se casó con una mujer muy bella, que, desafortunadamente, se
murió poco después, justo en el parto de su primera hija. La niña era más bella
que la propia madre, sin embargo, a causa de una fiebre, murió a los siete años.
La vida de Margarito siguió entonces sin mayores apuros, pero, once años
después de la muerte de su hija, Margarito fue comunicado de que sus parientas,
mujer e hija, serían exhumadas a causa de la construcción de una represa en el
cementerio del municipio.
Margarito se pone frente al misterio que cundirá por toda su vida, pues, allí,
tumbada en el ataúd, está su hija, con la apariencia de una viviente, como si
solamente estuviera dormida. La niña no demostraba ninguna señal de que era
una difunta, con la excepción, claro, de que sus órganos no más latían y de que su
cuerpo carecía de peso. Todo en la muchacha reflejaba vida, incluso las flores que
llevaba presas en las manos. Centenares de personas curiosas atraídas por lo que
llamaban milagro llegaban a ver el cuerpo. Se empezó a decir que la
incorruptibilidad del cuerpo era un síntoma de santidad.
De ahí en adelante, tras ese suceso, Margarito se marcha a Roma con el objetivo
de que el Vaticano y el Papa reconozcan la santidad de su amada hija, que la
beatifiquen. Sin darse cuenta, a través del cuerpo incorrupto de su hija, llevaba ya
veintidós años luchando en vida por la causa legítima de su propia canonización.
EL AVIÓN DE LA BELLA DURMIENTE
Pensó que nunca más la volvería a ver, pero le ocurrió algo hermoso, cuando ya
estaban arriba del avión y este emprende su vuelo, a esta bella mujer, le toca
sentarse al lado de él. Fue una grata sorpresa. Pensó que podrían llegar a
conversar, pero esta joven mujer, inmediatamente se duerme, se duerme todo el
viaje como una Bella durmiente. Al llegar a la llegar a la ciudad de Nueva York, la
bella mujer despierta, baja del avión y el comprende , que los vecinos de asientos
así como los matrimonios viejos no se dan nunca los buenos días al despertar y
tampoco ella, esta bella mujer se va sin saludarlo y no la volvió a ver nunca más.
ME ALQUILO PARA SOÑAR
Una tarde de lluvia primaveral María de la Luz Cervantes quien era una mexicana
de 27 años viajaba sola hacia Barcelona después de visitar a su familia en
Zaragoza. Pero quedó varada en el desierto de los Monegros y esperó que alguien
le hiciera un favor de llevarla hasta donde hubiera un teléfono, para poder
comunicarse con su esposo.
Una familia de esposo e hijos llegan a Arezzo un poco antes del mediodía,
buscaban el castillo que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado
en la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y
bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles
abarrotadas de turistas. volvieron al automóvil, abandonaron la ciudad por un
sendero de cipreses, una vieja pastora les indicó dónde estaba el castillo. Antes
de despedirse les preguntó si pensaban dormir allí, y le contestaron, que sólo iban
a almorzar, dijo menos mal porque en esa casa espantan. Los esposos se ríen
entre sí, dando a entender que no creían en apariciones, pero sus hijos de nueve y
siete años se toman todo con emoción puesto que deseaban ir a un castillo
embrujado.
Miguel Otero Silva les recibe en el castillo con un buen almuerzo siempre con su
actitud refinada y como un espléndido anfitrión. Al llegar empiezan a conversar
sobre los geniales hombres nacidos en Arezzo, la región donde se ubicaba el
castillo. El señor Otero inmediatamente les dice que ninguno más grande e insigne
que Ludovico, un gran señor de artes y de guerra, que había construido el castillo
con su desgracia, Ludovico tenía mucho poder y murió de forma espantosa. En un
momento de locura apuñaló a su mujer en el lecho donde ambos estaban y luego
contra sí mismo acercó a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron.
Otero afirmó a la familia que el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en
tinieblas tratando de conseguir sosiego en purgatorio de amor.
Cuando la familia terminaba de ver el castillo se hizo de noche, así que debían
quedarse a cenar y a dormir allí. Con la noche oscura los dos niños de la pareja de
esposos encendieron unas antorchas en la cocina y se fueron a explorar los pisos
altos. Pudieron descansar muy bien el y su esposa en un dormitorio de la planta
baja y sus hijos en el cuarto de al lado. El tiempo pasó y llegó el amanecer, con el
brillo del sol, el esposo pensó de inmediato, luego de ver ese brillo del sol, que era
una tontería creer en fantasmas. En ese momento percibe un olor a fresas recién
cortadas, seguidamente ve la chimenea con las cenizas frías y el lecho acartonado
ya como piedra y el retrato de Ludovico que le miraba fijamente. En ese momento
descubrió que no estaban en la planta baja donde se habían acostado en la noche
anterior, sino que se hallaban en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y con
las cortinas polvorientas y las sabanas empapadas de sangre aún caliente en
aquella cama.
DIECISIETE INGLESES ENVENENADOS
Ella, muy entristecida, regresa al hotel, ya que ella sólo había ido a Roma con el
objetivo de que el Papa le confesara. Una vez en el hotel, ella ve varias
ambulancias en la cera. Cuando se le informa que los diecisiete ingleses habían
muerto envenenados por la comida que se les fue servida en la cena , la sopa de
ostras, le entregó la llave del cuarto, sin prestarle más atención , con el nudo de
lágrimas en la garganta, pasó los cerrojos de la habitación. Luego rodó contra la
puerta la mesita de escribir y la poltrona, se puso el camisón de viuda, se tendió
bocarriba en la cama, y rezó diecisiete rosarios por el eterno descanso de las
almas de los diecisiete ingleses envenenados.
TRAMONTANA
En este cuento el narrador cuenta que vio una sola vez en Boceado, el cabaret de
moda en Barcelona, pocas horas antes de su mala muerte. A un joven que estaba
acosado por una pandilla de jóvenes suecos que trataban de llevárselo a las dos
de la madrugada para terminar la fiesta en Cadaqués. Eran once, y costaba
trabajo distinguirlos, porque los hombres y las mujeres parecían iguales. Al ver
esto, alguien intervino a gritos para que dejen al muchacho en paz, y los que lo
llevaban decían que era suyo. Había vivido en Cadaqués hasta el verano anterior,
donde lo contrataron para cantar canciones de las Antillas en una cantina de
moda, hasta que lo derrotó la tramontana. Logró escapar al segundo día con la
decisión de no volver nunca, con tramontana o sin ella, seguro de que si volvía
alguna vez lo esperaba la muerte. Cadaqués era uno de los pueblos más bellos de
la Costa Brava, y también el mejor conservado. Esto se debía en parte a que la
carretera de acceso era una cornisa estrecha y retorcida al borde de un abismo sin
fondo, donde había que tener el alma muy bien puesta para conducir a más de
cincuenta kilómetros por hora. Las casas de siempre eran blancas y bajas, con el
estilo tradicional de las aldeas de pescadores del Mediterráneo, Sin embargo, en
primavera y otoño, que eran las épocas en que Cadaqués resultaba más
deseable, nadie dejaba de pensar con temor en la tramontana, un viento de tierra
inclemente y tenaz, que según piensan los nativos y algunos escritores
escarmentados, lleva consigo los gérmenes de la locura. Sin embargo, no hubo
modo de disuadir a los suecos, que terminaron llevándose al chico por la fuerza
con la pretensión europea de aplicarle una cura de burro a sus supercherías
africanas. Lo metieron pataleando en una camioneta de borrachos, en medio de
los aplausos y las rechiflas de la clientela dividida, y emprendieron a esa hora el
largo viaje hacia Cadaqués. El chico, despavorido por la inminencia del regreso,
aprovechó un descuido delos suecos venáticos y se lanzó al abismo desde la
camioneta en marcha, tratando de escapar de una muerte ineluctable.
MARÍA DOS PRAZERES
Maria dos Prazeres era una mujer de setenta y seis años que por un sueño estaba
segura de que iba a morir antes de navidad, pero no fue así.
Una mañana un hombre de la agencia funeraria llegó tan puntual, que María dos
Prazeres estaba todavía en bata de baño y con la cabeza llena de tubos
lanzadores, ella había querido sus servicios para ella cuando muriera.
El hombre había entrado y había mirado todo lo que le rodeaba en la casa y abrió
un plano del cementerio de Montjuich, y ella se acordó de una tragedia que vio
cuando era niña, vio que el cementerio de Manaos había sido destruido por las
lluvias y que por su patio habían legado ataúdes y pedazos de ropas y cabellos,
por eso fue la razón de que no quería que la enterraran en un cementerio donde
llegara el agua.
El hombre le dijo que no se preocupara que todo estaba previsto, Maria dos
Prazeres le pedía muchos requisitos como que la enterraran acostada en una
tumba nueva junto a Durruti y a otros dos anarquistas, y que estuviera mucho
mejor debajo de un árbol primaveral, pero algunas cosas no se les concedió.
Maria dos Prazeres tenia un perro llamado Noi que llego a golpear la puerta
cuando estaba el de la agencia funeraria, cuando entro se subió a la mesa y casi
malogra el plano, su dueña lo grito y el perro lloro y eso hizo que el muchacho se
asustara por que no había visto antes llorar a ningún perro y también se
sorprendió cuando Maria dos Prazeres dijo que ere puta, el muchacho se marcho
y se despido de María.
Maria dos Prazeres había repartido toda su fortuna y había elegido un lugar muy
noble donde vivir, el conde de Cardona la visita todos los últimos viernes de un
cada mes, era un único amigo y no sabia por que lo eran, siempre cuando el
conde se iba le dejaba veinticinco pesetas, que era el precio que cobraba María
cuando la conoció.
María le había enseñado a Noi a ir al cementerio con la única esperanza que
hubiera alguien que llorara por ella cuando muriera.
Un día cuando María bajaba del cementerio comenzó a llover fuerte y ningún bus
la quería llevar, un automóvil suntuoso de color del acero crepuscular pasó casi
sin ruido por la calle inundada, se paró de golpe en la esquina y regresó en
reversa hasta donde ella estaba y el conductor se ofreció para llevarla. María dos
Prazeres con sinceridad voy muy lejos, pero me haría un gran favor si me acerca
un poco, el joven le dijo que subiera , María dos Prazeres le indicó a su conductor
que la dejara en una esquina cercana, pero él insistió en llevarla hasta la puerta de
la casa, el conductor le dijo que se podía subir a su casa y ella le dijo haga lo que
quiera , comenzaron a subir los escalones y en una fracción de segundo volvió a
examinar por completo el sueño premonitorio que le había cambiado la vida
durante tres años, y comprendió el error de su interpretación. María dijo
asombrada: De modo que no era la muerte. oyendo los pasos contados en la
oscuridad, oyendo la respiración creciente de alguien que se acercaba tan
asustado como ella en la oscuridad, y entonces comprendió que había valido la
pena esperar tantos y tantos años, y haber sufrido tanto en la oscuridad, aunque
sólo hubiera sido para vivir aquel instante.