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nº 6, diciembre de 2008
© los autores
(copyleft)
maquetación: tallerV
portada y contraportada: Maite Aldaz
Los fotogramas de la película Le Joli Mai (1962), de Chris Marker, que salpican las
páginas de este número han sido capturados a partir de una copia digitalizada del
original.
ISSN: 1885-477X
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Í N D I C E pág.
Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
El conocimiento y el mundo
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- Antonio Martínez i Ferrer: una obra, un poeta y un tiempo
con memoria. Vindicación y homenaje (carpeta) . . . . . . . . . . . . . . 153
. “Reflexiones sobre un devenir poético: entre lo
político y lo literario”; por Arturo Borra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
. Entrevista (coral) a Antonio Martínez i Ferrer;
por Arturo Borra, Laura Giordani y Viktor Gómez . . . . . . . . . . . . . . 158
. Un poema (con dedicatoria), por Laura Giordani . . . . . . . . . . . . . . . 162
. Tres prólogos: “secreto a voces” (al poemario corre, corre,
niño de arena), por Antonio Orihuela; “Contra el cerco
del silencio” (al poemario Angustia), por Enrique Falcón;
y “Las plazas del futuro” (al poemario El grito del oasis),
por Antonio Méndez Rubio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
. Una “carta abierta” de Viktor Gómez a Antonio Martínez i Ferrer . 168
. La voz (en realidad, el eco de una voz). Selección
de poemas realizada por el propio autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
. Un pensamiento abierto al mundo:
“Perplejidad: una visión social, crítica e integrada
de los acuerdos de Bolonia por un obrero industrial”,
por Antonio Martínez i Ferrer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175
Un clásico, un regalo
- Sobre la sutura,
de Stephen Heath . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207
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EDITORIAL
Los artículos del primer bloque, que hemos dado en llamar “el conocimiento y el
mundo”, así como algunos otros materiales, por ejemplo, el cómic de Santiago
Martín y Serecko Kosovel –desde Eslovenia–, poseen esta vez un hilo conductor que
tiene que ver con la naturaleza bifronte de la tecnología –cual moderno dios Jano–,
en cuanto fuente de desarrollo y/o de explotación. En tal sentido, de los artículos de
Panzieri y de Bahr, bastaría decir que se trata de dos textos básicos para pensar tales
relaciones en las nuevas fases del capitalismo avanzado; teniendo en cuenta, ade-
más, que las introducciones de nuestro compañero Mario Domínguez, sitúan a
ambos artículos en su justo contexto, en relación con las principales disputas teóri-
cas en curso, hoy día.
José Luis Ruiz, por otro lado, al contestar a las críticas que Rorty realizó acerca de
los posicionamientos teóricos y políticos de Foucault, nos da cuenta de los diferen-
tes aspectos de las relaciones entre conocimiento y poder tal como el pensador fran-
cés las estudió. Mientras Gustavo Bustos reivindica una recuperación del concepto
de reificación que se sitúe en el centro de los debates actuales (para lo que convoca
a todas o casi todas las posiciones teóricas de la izquierda), y que abra la posibilidad
de pensar –y de alcanzar– una comunidad que se sepa atravesada necesariamente
por el conflicto.
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Además, Iris M Zavala nos ofrece –en un estimulante texto– la posibilidad de repen-
sar, en términos lacanianos, la “labor civilizadora” de la mujer en nuestra cultura; en
tanto que Rafael Carrión la de revisar el cine “de terror” como la forma genuina y
actual de la tragedia.
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En el otro gran bloque, el dedicado a los elementos de producción crítica, os ofrece-
mos dos carpetas, cuyos contenidos giran en torno a la poesía como espacio crítico
e instrumento de respuesta a la realidad presente; la primera, Poesía vida trabajo
capital, se articula a partir del encuentro Voces del extremo, celebrado en Moguer,
el pasado mes de julio; y, la segunda, alrededor de una de las figuras más atractiva,
sorprendente y viva, de la poesía crítica actual, Antonio Martínez i Ferrer. La canti-
dad de voces y la riqueza de los materiales incluidos en ambas carpetas harán las
delicias de los amantes de la poesía y de la literatura concebidas como instrumentos
dialécticos de comunicación, expresión, exploración y mutación de lo real.
Sin olvidar, por supuesto, a nuestro clásico semestral –un inédito, siempre; como
sabéis, traducido especialmente para nosotros–; esta vez, uno de los textos escritos
en inglés más importantes de la teoría del cine de los años setenta y que recoge una
discusión que implica al psicoanálisis y al marxismo, para dar cuenta del emplaza-
miento del espectador que realiza el discurso cinematográfico, y cómo, sobre ese
emplazamiento, constitutivo de un sujeto, es sobre el que, justo, el cine opera ideo-
lógicamente. Complemento ideal para la lectura del trabajo de José Luis Moreno
Pestaña: Un cine sobre encuentros improbables: notas sobre la cinematografía de
Bruno Muel, al que siguen las reflexiones del propio Bruno Muel sobre su A propó-
sito de Septiembre Chileno.
En fin, veréis también un apartado especial dedicado al caso Luis García Montero.
Conocida nuestra postura, nos hemos limitado a daros la posibilidad de acceder
directamente, mediante los enlaces correspondientes, a una serie de artículos y de
entrevistas (reproducimos una de ellas) que consideramos claves para entender el
asunto, de modo que cada uno saque sus propias conclusiones.
No digáis luego que no sabéis qué hacer, ni qué leer, de aquí a finales de la primave-
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ra, casi a las puertas del verano próximo (pues habrá verano, claro que lo habrá,
como habrá número siete de Youkali, y como hay otros mundos, dentro de éste lla-
mado mundo). Que disfrutéis.
Tierradenadie ediciones
Ciempozuelos
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Diciembre de 2008
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El conocimiento y el mundo
ÉTICA Y REIFICACIÓN EN LAS CIENCIAS SOCIALES:
HACIA UN ANÁLISIS DEL MUNDO INCALCULABLE.
por Gustavo Bustos Gajardo*
*.- Chileno, Psicólogo de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (U.A.H.C). Actualmente se desempeña como coordinador del
área de intervención del Centro de Estudios Socio-Culturales (CESC). Este escrito es parte de los resultados del proyecto realizado por el
núcleo temático de investigación “Ética y Modernidad:. fundamentación moral, contingencia y bienes morales”, financiado por la
Universidad Academia de Humanismo Cristiano (2006). gbustosg@gmail.com
1.- Julia Kristeva en sus libros El porvenir de la revuelta (1998) y en Sentido y sinsentido de la rebeldía (1999) analiza en extenso la noción
de revuelta, asumiendo en su análisis una posición que va de lo etimológico, pasando por lo literario y la filosofía, al psicoanálisis, para
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dar cuenta de los sentidos y posibilidades políticas de la revuelta como expresión pulsional que permite revelar la memoria y recomen-
zar el sujeto. En adelante, escribiremos re-vuelta de este modo con el objeto de indicar un retorno del pasado que en sus pretensiones se
orienta hacía el por-venir, es decir, hacia el momento articulador entre lo que es, lo que vendrá y lo que ya fue a partir de la pulsión freu-
diana.
2.- Cada referencia a las ruinas del pasado en adelante estarán basadas en las Tesis Sobre el concepto de historia de Walter Benjamin, Ed.
Contrahistorias, México, 2004
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La necesidad histórica, en cuanto entendamos que en su ensayo “La reificación y la consciencia del pro-
esta es una ética superior de la vida que anula la efi- letariado”, puesto que las condiciones económicas
cacia simbólica de las normas morales existentes y que producen el distanciamiento del sujeto de sus
difundidas por los gobiernos (que no son otra cosa propias condiciones de vida no son las de antaño. Lo
más que administradores del capital) emerge como que si debiéramos conservar de la noción de reifica-
posibilidad en el instante en que nuestros análisis ción de Lukács es que esta designa un desacierto de
teórico-político-sociales recuperen la noción de reifi- la razón y de las prácticas que definen nuestra forma
cación como uno de los conceptos que facilitan una de acercamiento a la vida cotidiana.
re-articulación conceptual y práctica de la lucha de El valor, la fuerza y la potencia del concepto de
clases. El concepto de reificación es un concepto teó- reificación es que nos permite tomar distancia de los
rico-político que nos permite dilucidar y desentra- comités de ética3: el análisis de la reificación es el
mar las actitudes de disposición puramente instru- establecimiento, en si mismo, de un cuestionamien-
to político del mundo del cálculo económico (mundo
de los oligoi). La potencia de dicho concepto se des-
pliega, por tanto, al desarticular todo ordenamiento
legal de la toma de decisiones. Para decir esto de otro
modo, el concepto de reificación le permite a la teo-
ría crítica –ya sea esta social, cultural y/o política-
interrogar la ontología del presente, facilita estable-
cer una descripción de la realidad capaz de interpelar
el habla de la mercancía4. Axel Honneth señala que
el concepto de reificación de Lukács “nos aporta la
explicación socio-ontológica de una patología de
nuestra praxis de vida” (Honneth, A; 2007; 20). En
este sentido, el concepto de reificación es una noción
que nos permite dilucidar con precisión los efectos
del saber bio-político, a saber, el disciplinamiento,
control y administración de lo social. El retorno de lo
reprimido, la re-vuelta que se encamina hacia lo
abierto, se manifiesta como una de las estrategias
donde la liberación de la mente tan sólo puede adve-
mental de la formación social capitalista neoliberal nir en la medida que se dé una liberación del cuerpo,
(Honneth, A; 2007; pág. 11). Ahora bien, de acuerdo incluso más, tenemos que “no puede haber salvación
a las nuevas configuraciones hegemónicas culturales individual que no sea parte de una salvación colec-
la reificación debiera pensarse bajo nuevas coorde- tiva” (Montag, W; 2005; pág.59)5. Es decir, para que
nadas que ya no son las que nos presentará Lukács los cuerpos puedan liberarse de las cadenas que les
3 Siguiendo la lectura que Eric Laureant y Jacques Alain Miller despliegan en el libro El Otro que no existe y sus comités de ética, hoy nos
encontramos con que la ética se encuentra en un callejón sin salida donde los teóricos buscan nuevas conjuraciones para ella. Estas nue-
vas conjuraciones son producto del levantamiento de un sin fin de comités de ética que expresan –valga la redundancia- una ética de
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comité. En otras palabras, actualmente nos encontramos con una práctica vociferante y locuaz que se sostiene en el consenso. La ética
de nuestra época es la de un saber útil al valor de cambio donde la verdad esta representada por un equivalente general que niega toda
contingencia, es decir, nos encontramos frente a una ética absolutamente reificada.
4 Marx en el Capital fue quien nos señalo por primera vez que las mercancías tenían su propio lenguaje, un leguaje que se incardinaba en
nuestra vida cotidiana a través del fetichismo de la mercancía. Fue Lukács quien, después, reelaboró el análisis marxista del fetichismo
de la mercancía bajo la forma de la reificación. Lukács configuro esta reelaboración en una crítica directa al esquema sujeto-objeto car-
tesiano que permitió, lo que Žižek bajo el sub-titulo de uno de sus libros nos indica como el centro ausente de la ontología política.
Wermer Hamacher en un clarificador articulo, publicado en Demarcaciones espectrales. En torno a Espectros de Marx de Jacques
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Derrida titulado <<Lengua amissa>>: el mesianismo de la mercancía y los Espectros de Derrida (2002), nos presenta –más allá de su
búsqueda de justificar la relación entre marxismo y deconstrucción- un certero análisis de cual es el lenguaje de la mercancías y como
este lenguaje no es otro más que la lengua del capital.
5 Esta lectura de Spinoza que realiza Warren Montag es profundamente althusseriana, en tanto es un llamado al materialismo, un llama-
do en el cual el proyecto comunista adquiere forma y sentido en cuanto la liberación de la unicidad entre mente y cuerpo implican siem-
pre una liberación colectiva. En otras palabras, y esto es lo que trabajaremos en el siguiente sub-titulo, la lucha contra la reificación de la
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imponen la cosificación y mercantilización bio-políti-
ca de la vida cotidiana, tanto las mentes como los
cuerpos, han de liberarse del accionar intersubjetivo
predominante, a saber, de la lógica aritmética de inter-
cambio mercantil, o bien del cálculo cuantitativo de la
vida (explicación socio-ontológica de los tiempos neo-
liberales).
Recuperar la noción de reificación es un impera-
tivo ético en la medida en que nos permite estructu-
rar un análisis donde la razón instrumental se evi-
dencia en el contexto de las luchas por el reconoci-
miento. La instrumentalización del hombre y el apro-
vechamiento económico hoy, como siempre, se
manifiestan a través de las relaciones sociales –entre
hombres- que han sido cosificadas. Marx y Lukács al
igual que Heidegger y Freud, se percataron que lo
importante antes de hablar de ética -pues ninguno
de ellos lo hizo directamente-, era dar cuenta de cómo
habitamos y de qué esta hecha la realidad. Lo des- por el reconocimiento se configuran como luchas rei-
tacable es que, en cada una de las estrategias narrati- ficadas. Importan más las imposiciones de la mer-
vas que implican estos autores, nos confirman que la cancía que el carácter social de las relaciones, borran-
realidad se define de acuerdo a su carácter contin- do de este modo todos los cuerpos de la escena para
gente, a sus sinsentidos y al carácter radical de toda anteponer los objetos ante ellos. Este borramiento de
singularidad. En otras palabras, cada uno de ellos los cuerpos es una negación de la ex-sistencia. Para
analizó su época de acuerdo a modos de pensar que decirlo desde el psicoanálisis lacaniano la supresión
no se dejaron engatusar por las estrategias de la rei- de esta ex-sistencia es la negación positiva de la falta
ficación. Rechazaron en todo momento la distancia en ser. Jorge Alemán, en una lectura paralela de Ser
que Descartes medio entre sujeto-objeto. Lo que y Tiempo y de la obra de Lacan, nos señala que la
estas narrativas nos indican, en consecuencia, son las falta en ser no es más que el vacío fundamental cons-
posibilidades de enfrentarnos a la ontología de la titutivo del sujeto del inconsciente, es decir, una
imagen, ontología que refuerza el valor de cambio de estructura sin fundamento que para tener existencia
las cosas6. Es a raíz de esta necesidad que el concep- ha de inventarse sus propias condiciones de posibili-
to de reificación ha de volver a ocupar un lugar cen- dad. “La ex-sistencia no tiene nada ganado de ante-
tral en el pensamiento político y las ciencias sociales mano, está arrojada, quiere decir que no tiene un
si estos desean recuperar su condición de articulado- punto de partida, un objetivo que realizar, ni nada
ras de la crítica de las armas. Paralelamente pero en que la programe, ni nada que establezca desde el
la misma dirección, las posibilidades de leer el movi- comienzo al final, un objetivo que pueda sostener,
miento actual de reificación de la vida cotidiana nos sino que la ex-sistencia como tal se tiene que inven-
permite descifrar y develar los componentes que con- tar” (Alemán, J; 2007; pág. 44). Ahora bien, la nega-
figuran lo que Lukács llamo la “segunda naturaleza” ción de la ex-sistencia o de la falta en ser representa
del hombre. Las relaciones entre sujetos bajo la lógi- la brecha entre el cuerpo y su agente (el sujeto) donde
ca del mercado se convierten en relaciones donde los este último no se deja afectar por los acontecimientos
sino simplemente los observa desde la peculiar posi-
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vida cotidiana depende del hecho de que “no puede haber salvación individual que no sea parte de una salvación colectiva”. La rup-
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tura del esquema sujeto-objeto implica una lucha, y esta lucha es en principio una lucha interna, es decir, una lucha contra la enajena-
ción inducida por la reificación. La lucha por la liberación (salvación) colectiva es una lucha que ocurre tanto en lo individual como en lo
social, razón por la cual el materialismo spinoziano hace de la lucha un acto de implicación entre los cuerpos del lazo social.
6 Respecto a un reposicionamiento del valor de uso por sobre el valor de cambio, me permito sugerir humildemente, el artículo de mi auto-
ría publicado en el número 6 de la revista Actuel Marx Intervenciones: El valor de uso y su lugar en una ética de la Lucha de Clases.
Reflexiones para una estrategia de izquierda anterior a los usos políticos de la memoria.
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situado como un observador neutral donde no es Ocurre, entonces, que la vida es la que es reificada,
protagonista de las acciones que tienen lugar en su pierde su condición de empirismo trascendental.
entorno; ¿no es acaso esto una muestra palpable de Eliminar la noción de reificación de nuestro vocabu-
la destrucción del mundo a manos de la plusvalía lario, de la crítica radical, es permitir la eliminación
capitalista donde nosotros somos meros espectado- de la vida como ex-sistencia, ya que al no estar sien-
res de la catástrofe por-venir? Espectadores que con- do posibilidad de desear (falta en ser) la vida pierde
sumen, por cierto, pero consumidores sometidos a la
expansiva lógica del intercambio de mercancías, y en
este sentido espectadores del habla entre mercancí-
as. El acontecer social deja de pertenecernos, esa es
la condición sine qua non de la reificación; y hay
quienes quieren dar muerte por segunda vez a este
concepto propio de la teoría crítica.
La reificación esta en todo aquello que busca dis-
torsionar la perspectiva de la falta en ser. En este
sentido, no podemos olvidar que somos nosotros
mismos quienes rechazan lo impropio a favor de la
conciencia –por algo existen las ciencias-, sin embar-
go, nos queda todavía la crítica radical de “salvar y
redimir para las prácticas de izquierda política lo
que todavía es factible y valioso en los legados de
clase de los que somos herederos” (Eagleton, T;
2006; pág. 59): y en este sentido es que el concepto
de reificación recupera toda su vigencia revoluciona-
ria. En definitiva, aquello que ha borrado la falta en su condición de ser una inmanencia, por decirlo
ser es que lo impropio ha sido desplazado por lo pro- deleuzeanamente, o bien el goce se vuelve imperati-
pio, por el objeto que puede ser caracterizado como vo categórico, para decirlo lacanianamente7. Esto es,
de nuestra propiedad, pero que además de eso, esta la reificación es una noción que se expresa en nues-
para intentar garantizar nuestra satisfacción plena. tra cotidianidad tanto como una praxis fallida así
No obstante, Lacan ya había afirmado que tal satis- como una conducta moralmente establecida. Y para
facción es imposible: no hay objeto para el goce que no quede duda, esta conducta moralmente esta-
total. El gran problema de la actualidad es que el blecida se expresa bajo la forma contemporánea del
mercado da rienda suelta a los objetos/mercancías al imperativo categórico, a saber, gozar a cualquier
decir de Marx o bien al mundo como imagen como precio8. Bajo la forma de un imperativo categórico la
diría Heidegger. La propiedad –lo propio- pierde reificación pretende eliminar de una vez y para siem-
toda posibilidad de estar siendo, es decir, de ex-sistir pre que la mente y el cuerpo son una y lo mismo, en
puesto que se anula su poder ser, lo único que suce- definitiva, lo que se nos pretende ocultar bajo las
de es que cada cierto tiempo se la mide y evalúa con nuevas formas de reificación es que “el cuerpo es lle-
tal de re-definir su valor de cambio, no obstante, no vado a mover su manos o a producir sonidos por
vuelve nunca más –dentro de las coordenadas del fuerzas exteriores a la mente, por fuerzas que son
capitalismo- a ser tiempo y proyecto inconcluso. solamente corporales, cuerpos que mueven otros
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7 La perdida del carácter de ser una inmanencia o bien la inscripción en cuanto imperativo categórico del goce, hacen de la vida una esce-
na donde el objeto se posa sobre el sujeto impidiendo que la caída del objeto advenga como aquello que causa un puro vacío, sin sujeto
ni objeto, sino como un puro “movimiento que no comienza ni termina” (Deleuze, G. La inmanencia: una vida… En Ensayos sobre bio-
política. Excesos de vida. Giorgi, G y Rodríguez (comp.), editorial Paidós, Argentina, Buenos Aires, 2007, pág. 35) Pero este movimien-
to que no comienza ni termina, este puro flujo de vida como nos señala Žižek en su texto Deleuze: ¿no es acaso la consciencia presubje-
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tiva de la inmanencia absoluta deleuzeana equivalente al sujeto del inconsciente freudiano-lacaniano? (Žižek, S. Deleuze. En Ensayos
sobre biopolítica. Excesos de vida. Giorgi, G y Rodríguez (comp.), editorial Paidós, Argentina, Buenos Aires, 2007, pág. 144).
8 La tesis del imperativo categórico del capitalismo como un llamado al goce sin importar costos ni consecuencia ha sido trabajada por
Slavoj Žižek (2001) en El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política; Gerard Pommier (2002) en Los cuerpos Angélicos
de la posmodernidad y Charles Melman (2002) en L´homme sans gravité. Jouir à tout prix, entre otros destacados teóricos
contemporaneos.
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cuerpos” (Montag, W; 2007; pp. 67-68). En otras
palabras, la reificación pretende descartar la coope-
ración como acto de implicanción del sujeto con otro
sujeto.
Destruir las prácticas de implicación equivale a
posicionar al valor de cambio como cursor de la his-
toria, en consecuencia, es impedir la re-vuelta de lo
impropio y su posible estructuración de la unidad
como lugar de lo común. Aquí una diferencia nos
aleja de Lukács, no creemos que la superación de la
reificación pase por una toma de consciencia de la
clase trabajadora, aunque nos mantenemos firmes
ante el postulado marxiano de que “los objetos socia-
les no son cosas, sino relaciones entre hombres”. No
existe vuelco espontáneo del conocimiento, sino,
como he propuesto siguiendo a Walter Benjamín en
otro lugar, sólo existe re-interpretación crítica de las
ruinas y por ende la posibilidad de atravesar los fan- dad de recuperar un topos revolucionario que se pre-
tasmas con los que nos engañamos. Siguiendo a sente a partir de su propio valor de uso, es decir, un
Adorno, el único modo de enfrentar el momento par- lugar desde el cual lo particular se anude con lo uni-
ticular que emerge cuando lo universal se cruza con versal y viceversa con la finalidad de que la unidad se
lo singular, esta en devolverle el pensamiento al cuer- presente bajo la forma de lo común. En este sentido,
po y viceversa. Es decir, cuando la reificación se ma- el cuerpo ha de leer la reificación de su propia ex-sis-
nifiesta nuestros conceptos han de conectarse con tencia, rechazando de este modo la relación entre el
nuestra práctica material cotidiana. Vale decir, antes cuerpo y sus placeres en cuanto categoría afirmativa
de resolver un problema a través de un planteamien- e incuestionable, esto puesto que toda categoría afir-
to ético categorizado y bien delimitado como código mativa tiene por pretensión colonizar la mente y
del acto, es necesario re-construir una re-vuelta de lo someter el cuerpo a su desalojo. Lo monstruoso de
impropio, es decir, desplegar un análisis sobre cómo esta situación es que la depredación instrumental
–parafraseando un titulo de Hedeigger- construi- impone un acercamiento neutral a la realidad, pro-
mos, habitamos y pensamos la realidad. moviendo y configurando una ceguera ontológica
que impide al lazo social formularse las preguntas
por las estructuras de su existencia. Sin embargo, el
La comunidad: una verdadera relación de hecho de que las acciones de un cuerpo estén siem-
implicación pre determinadas únicamente por causas corporales
nos permite leer la implicación bajo los designios de
Recuperar el concepto de reificación parece ser una una cadena significante denominada comunidad. La
urgencia, sobre todo cuando deseamos restituir la relación de implicación, es una relación lingüística
comunidad como una noción donde se despliegan, donde el primer término solo adquiere sentido gra-
verdaderamente, relaciones de implicación. Restituir cias al segundo, actúa como el mecanismo de despla-
el lugar de la reificación al interior de la teoría crítica zamiento constante que nos permite quitar el velo
es una apuesta ética por implicar nuestras ideas con ontológico que esconde la facticidad del cuerpo. En
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nuestras prácticas y anhelos de transformación radi- otras palabras, la articulación entre lo común y la
cal del actual lazo social. Es decir, contra las acciones unidad operaría al modo de un nudo que se va des-
de la depredación instrumental de la vida, no hay que plazando a través de la historia, permitiendo así que
olvidar que el cuerpo sobrevive a condición de ser la comunidad se fragüe como un proyecto descomu-
quien facilite tal accionar. Si el cuerpo reconoce su nal, es decir, un proyecto siempre inacabado que
relación de implicación con otro cuerpo, la reifica- impide el desenlace de una interpretación incorrec-
ción cae y el objeto de la significación es investido ta respecto de una praxis correcta. Al igual que la
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nuevamente por los recursos miméticos y expresivos cadena significante la comunidad se estructuraría y
que acompañan al significante para dotarlo de senti- giraría en torno a un vacío fundamental, esto es, alre-
do. El lugar desde el cuál proyectar la crítica y cons- dedor de fallas, errores y faltas que dan cuenta del
truir el futuro se convierte así en una plataforma de antagonismo como lo real de la realidad política-
lucha. Es un hecho insoslayable, entonces, la necesi- social. En definitiva, la reificación es el velo ontológi-
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Esta re-inscripción de un lenguaje y una práctica como único horizonte de verdad política.
revolucionaria permite que la comunidad se entien- El único modo ético de insistir por un pensamien-
da como un acontecimiento indómito, sostenido este to contra la reificación esta en asumir un análisis de
9.- Es Axel Honneth en el capitulo 2 de su libro Reificación. Un estudio en la teoría del reconocimiento quien nos señala las similitudes
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entre los conceptos de implicación, sorge (cura), compromiso práctico y reconocimiento. No obstante, y a pesar de realizar un magnifi-
co trabajo de lectura y articulación Honneth deja de concebir la fuerza o potencia que permite, por ejemplo, sostener el secreto que escon-
de la materialidad. Es por ello que aquí incluimos la noción de inconsciente en Lacan, puesto que el inconsciente implica una fuerza que
conduce al sujeto, inevitablemente, a concebir el deseo del otro, esto debido a que todo deseo es el deseo del Otro, por tanto, el Otro (el
lenguaje, la ideología, el cuerpo material de la diferencia) están siempre implicados en la constitución de lo social, es decir, el sujeto es
movido por otro sujeto que trae inscrito bajo los pliegues de su piel una apelación al reconocimiento de la ex-sistencia.
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la realidad donde nuestra praxis tenga las cualidades que “reproducido en el mismo pensamiento como su
de una participación con poder que considere en su inmanente contradicción” (Adorno, T; 1990; pág.
despliegue un deseo político. Es decir, la insistencia 146). Si nos mantenemos fieles a la lectura materia-
es el deseo y la acción de desplegar el desacuerdo en lista, el pensamiento dialéctico definido por Adorno
cuanto núcleo de la formación política del incons- nos remite, necesariamente, a la tesis spinoziana de
ciente. La insistencia es interacción y la interacción que la liberación de la mente exige ipso facto la libe-
es implicancia donde un cuerpo depende de otros ración del cuerpo. En otras palabras, la relación de
cuerpos con los que interactúa. En este contexto, lo implicación es la expresión materialista que funda al
que la reificación nos quiere imponer es una suerte ser a partir de un fundamento negativo que esta me-
de auto-posición del sujeto frente al objeto, razón por diado por otros cuerpos y que queda develado, ince-
la cual el objeto puede devenir sujeto para un objeto, santemente, por la nada, lo real, el antagonismo. En
¿no es esto acaso la configuración de una economía este sentido, el materialismo dialéctico establece una
donde se nos deja morir10? La idea de que el objeto lógica del ser que sólo es posible en la medida en que
puede ser atrapado es un precepto que nos indica que devela la ceguera ontológica de lo propio. Lo impropio
el saber puede ser instrumentalizado, siendo esta es la re-vuelta del acontecimiento como anticipación
instrumentalización la posibilidad de borrar la expre- de su propia posibilidad. Agamben (2002) en su libro
sión de los cuerpos. En otras palabras, ocurre que la El lenguaje y la muerte. Un seminario sobre el lugar
instrumentalización del saber, la técnica, busca de la negatividad nos señala que el ser para ser efecti-
hacer del sujeto un sujeto indivisible, articula las par- vo en cuanto realidad ha de expresarse como “posibili-
tes del cuerpo para arrancarle a este el significado de dad de la imposibilidad de la existencia en general”,
sus ruinas. Lo que el capital demanda –puesto que la es decir, de un modo puramente negativo. Y es esta
mercancía habla- es reconstituir el cuerpo fragmen- referencia la que confirma nuestra apuesta por no olvi-
tado de la ex-sistencia para establecer una unidad dar que el pensamiento reificado es un quehacer
organicista del cuerpo junto con la tecnología. Esta donde la reificación es pura y llanamente imposibili-
reificación del cuerpo neutraliza la emergencia de un dad de la existencia en particular. En otras palabras, la
cuerpo colectivo, puesto que al arrancarle al cuerpo reificación impide las relaciones de implicancia al posi-
el significado de sus ruinas la razón domina por bilitar sólo el acontecimiento de la propiedad positiva
sobre la práctica libidinal. La relación de implicación del objeto, el cual finalmente se antepone al sujeto a
entre lo común y la unidad rechaza la identidad per- través de las relaciones de intercambio. El pensamien-
mitiendo, de este modo, a los cuerpos transgredir las to reificado nos sumerge en el esquema sujeto-objeto
fronteras de exclusión que levanta el pensamiento con la finalidad de anular nuestro ser-arrojado; im-
reificado. La comunidad es una verdadera relación pide la lucha de clases como sujeto de la historia. El
de implicación en cuanto se restituye y restaura el mundo se vuelve calculable y, por tanto, el análisis de
poder ser del lenguaje y del cuerpo. A través del decir la realidad es clausurado impidiendo asir el Esto, es
de Theodor Adorno, Terry Eagleton nos hace notar decir, la nada constitutiva de la negatividad material.
que esta restitución/restauración es la condición del
pensamiento dialéctico, a saber porque “el pensa-
miento dialéctico busca captar aquello que es hete- Materialismo dialéctico y diferencia mínima
rogéneo al pensamiento como un momento del pro-
pio pensamiento” (Eagleton, T; 2006; Pág. 419). En Tal y como lo indica Axel Honneth, la reificación en
palabras de Adorno: el pensamiento dialéctico es aquel los tiempos actuales actúa como olvido del reconoci-
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10.- El libre mercado de Von Mises y Hayek promueve como “única forma racional de cooperación humana: la de dejar morir”. Este tipo
de cooperación humana sostenida por Von Mises y Hayek está orientada al progreso y/o desarrollo económico, lo que para ellos signi-
fica un aumento en la cantidad de ahorro y acumulación de capital. Para que la existencia esté en entredicho es el deseo el que tiene que
ser suprimido. En este sentido, el sujeto deja de ser el agente de la política y el mercado asume su lugar al realizar los ajustes necesarios
sobre las actividades de todos los sujetos que conforman la sociedad. Es decir, los sujetos tienden a cooperar con este orden sin saberlo
o no teniendo la intención de hacerlo. En palabras de Von Mises, “el mercado por si sólo ordena el entero sistema social y le dota de
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sentido y significado”. Lo problemático de esta concepción es que la ex-sistencia social y política del sujeto depende de la estructura del
mercado. En otras palabras, la existencia social está supeditada a la estructura de los precios, es decir, a la totalidad de las proporciones
de intercambio, como lo señala Von Mises. Lo que el libre mercado pone en juego para parafrasear a Hayek es un orden sin mandato.
Para una lectura detallada de estas ideas, ver “El peligroso derecho a la existencia: la necro-economía de Von Mises y Hayek” de Warren
Montag publicado en la. Revista crítica de las artes y el pensamiento Youkali. También puede revisarse el tratamiento que de esta tesis
realice en El valor de uso y su lugar en una ética de la Lucha de Clases. Reflexiones para una estrategia de izquierda anterior a los usos
políticos de la memoria.
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miento. La reificación y el pensamiento reificante del pasado y que escapan del presente, no pudiendo
designan, de este modo, el proceso de una pérdida de éstas ser formuladas como propiedades sustanciales
reconocimiento entre los cuerpos, por tanto, apare- positivas, resultando de ello, entonces, que la distan-
ciendo como un indicio de la manifestación reificada cia entre lo común y la unidad se nos manifieste
de las circunstancias sociales. Resulta, debido a esto, como diferencia mínima. La comunidad sólo así
que la reificación se extiende a través del lazo social puede ser denominada revolucionaria porque posibi-
como un efecto de las relaciones de intercambio: es el lita el “cortocircuito imposible” entre la tesis y la
lenguaje de las mercancías quien ilusiona a los suje- antitesis impidiendo que estas se reúnan en una pro-
tos a adoptar visiones ontológicas del mundo que posición objetiva, a saber, la síntesis. El materialismo
deforman su accionar, esto porque someten al sujeto dialéctico y la diferencia mínima son armas teóricas
a los movimientos del saber instrumental que libera que resguardan a la comunidad de ser reificada. El
al objeto/mercancía. La resistencia a la reificación asunto es, lamentablemente, que no son las armas
–científica/capitalista- no se articula con un llamado que las ciencias sociales han definido como suyas. En
consecuencia, recuperar en gloria y majestad a la teo-
ría crítica como arma de combate es posibilitar el
despliegue de la comunidad como instancia que
garantiza la rebelión.
Es importante recordar que la brecha que inaugu-
ra la diferencia mínima es una brecha interna, por
tanto, no corresponde ella al espacio intermedio del
esquema sujeto-objeto. Es decir, la brecha que sepa-
ra las proposiciones se formula como diferencia mí-
nima entre significantes, impidiendo el cierre de la
comunidad al promover el desplazamiento perma-
nente entre el vacío y su llenado, lo cual nos indica
que el objeto siempre cae para convertirse en un fan-
tasma. Es a raíz de los tratamientos de esta caída que
la reificación ocurre, sin embargo, una mirada mate-
rialista atenta permite atravesar este fantasma, dado
su carácter implicativo puesto que: “una mirada que
sólo problematiza el mundo y su orden si problema-
tiza la pretensión (inducida por la coherencia sim-
bólica de lo visto con la construcción simbólica de la
a la ética del ordenamiento legal. Muy por el contra- mirada) de ser una mirada neutra” (García del Cam-
rio, resistir la reificación es un llamado a implicarse po, J.; 2007; pág. 15). Lo que la brecha pone en juego
en la emergencia del por-venir, es atre-verse a mirar en el núcleo de la comunidad es la ubicación de la
el mundo denotando su incalculabilidad. Es en esta palabra en relación a las demás palabras. La organi-
dirección que la relación de implicación promueve y zación de la cadena significante da cuenta del senti-
define a la comunidad como una instancia ingober- do que un Discurso puede adoptar, sin ir más lejos, el
nable en la medida en que su propio núcleo sea ingo- sentido depende de como se hayan organizado los
bernable. Políticamente, la posibilidad de que la significantes al interior de la cadena, razón por la
comunidad se proteja de si misma es que su núcleo cual la raíz de la comunidad esté en impedir llenar el
corresponda a una diferencia mínima consigo
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posibilidades de reconstrucción del objeto colectiva-
mente. Aunque ya lo habíamos señalado, confirma
nuestra posición teórica el siguiente enunciado de
Warren Montag: “los cuerpos son movidos por otros
cuerpos, otros cuerpos que les impulsan a actuar de
ciertas maneras” (Montag, W; 2007; pág. 72): a esto
consignamos como implicación e interés. Ahora
bien, es en este punto que la mirada política se inscri-
be en todo momento en el objeto percibido, es decir,
la mirada está -como dice Lacan- “en el objeto más
que el propio objeto” (Lacan, J; 1986). Esto quiere
decir que tenemos que el objeto está en el ojo del
sujeto, pero también el sujeto está en el objeto, por
tanto, no existe allí esquema posible para la instru-
mentalización del saber. La inclusión del objeto en el
ojo es -en palabras de Žižek- “la subjetivación, la de-
pendencia de la realidad en su constitución subjeti-
que tienen por objetivo anular las discusiones y di- va”, y suplementariamente la inclusión del sujeto en
vergencias entre sujetos históricos, asimismo, autori- el objeto da cuenta del “suplemento materialista,
za y legitima el despliegue permanente de su propó- reinscribiendo al sujeto en su propia imagen bajo la
sito como meta fundamental. Esto, en otras palabras, forma de una mancha” (Žižek, S; 2006; Pág. 26). En
quiere decir que el núcleo de cualquier comunidad re- el primer sub-titulo de este artículo, hemos dejado
volucionaria está en el materialismo dialéctico. Aquí, el entrever que la reificación es el mecanismo que ha
materialismo dialéctico es leído en su radicalidad más adoptado el capital para impedir que lo común se
penetrante, deja de ser la lucha de los opuestos y es incluya en la unidad y que la unidad se presente siem-
reemplazado “por el concepto de tensión inherente, pre-ya en lo común. Sólo ahora, cuando demarcamos
brecha, no coincidencia del propio Uno” (Žižek, S; políticamente la necesidad de armarnos contra la rei-
2006; Pág. 16). La tensión actúa como una brecha de ficación es cuando el acontecimiento adquiere la
paralaje, separa al Uno de si mismo y establece una forma de un tener-lugar. En otras palabras, es la ne-
diferencia ontológica, es decir, una discordancia gatividad que confronta la positividad del esquema
entre lo óntico (lo Real) y lo trascendental-ontológi- sujeto-objeto quien re-articula la re-vuelta de lo im-
co (lo Simbólico; el sentido). El que la comunidad no propio, es decir, donde la inclusión de la unidad en lo
coincida consigo misma se debe a que la tensión es común se debe a que lo común está constituido por
un deslizamiento respecto a la posición en que los los debate y las acciones de todos los otros-uno de la
sujetos históricos se presentan sobre el contexto polí- lucha de clases. Asir el Esto, entonces, no es otra cosa
tico-económico, deslizamiento que impide que el más que querer captar el acontecimiento de lengua-
objeto sea atrapado (y que atrape a los sujetos) y que je, acontecimiento que gracias a la noción de signifi-
obliga a los sujetos a desplazarse permanentemente. cante deja libre todas las posibilidades de sentido,
La lógica establecida por el desplazamiento es hacer esto es, en la medida en que ocupa un determinado
de la brecha la posibilidad de emergencia de una lugar adquiere un determinado sentido, sin embargo,
perspectiva política. Por una parte, el desplazamien- la anexión siempre o excesiva o insuficiente de signi-
to sostiene al deseo dotando al objeto de su condición ficantes reconfigura toda la disposición del vector.
de errante, molestoso y traumatizante, en tanto, por
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ser en sí misma un objeto. La cadena significante Otra lectura de la diferencia mínima que nos condu-
organizada bajo el estatuto de lo común es esta dife- ce a los mismos resultados es que la unidad es el
rencia mínima, es el objeto que impide reducir el exceso de lo común, o bien es el núcleo traumático de
nudo subjetivo a una síntesis de los opuestos. ¿Acaso éste. Dicho de otro modo: lo no-común es la posibili-
no coincide esto con que lo real es el antagonismo? Si dad incesante de nuevas articulaciones orientadas a
el antagonismo es el límite político de lo social, y por definir un campo de batalla donde librar el desacuer-
tanto, es lo que se resiste a la simbolización entre el do entre las partes de los sin partes. Lo común des-
dos (la comunidad como lugar de implicación que se borda de este modo las unidades, y éstas al no alcan-
alza en lucha) y el Uno excluyente (hegemonía), claro zar llenar el vacío se vuelcan inmediatamente en la
que la diferencia mínima no es la reconciliación de los estipulación de nuevas fórmulas. Esta lectura, nos
opuestos. Incluso más, si consideramos el enlace entre indica que la diferencia mínima es ontológica en la
el significante amo (lugar que comanda la cadena sig- medida en que escenifica la tensión entre la realidad
nificante; término inicial que configura el Discurso) y sin sentido y su horizonte político de significación. Lo
el saber (el significante que permite develar cierto sen- común es así el vacío de sentido que tiene que ser ins-
tido del significante amo) nos percatamos que estos no crito y reinscrito, una y mil veces, por las unidades
actúan como opuestos directos, sino más bien el saber con significaciones alrededor de la falta constitutiva.
representa la ausencia de sentido del vacío, es decir, el En otras palabras, la nada está para engendrar un
desplazamiento abre una diferencia mínima en el se- lazo social que subvierta la formación social capita-
no de la cadena significante. lista. Una traducción de sentido para esta expresión
La brecha entre una clase y otra, entre un signifi- de la diferencia mínima es que toda universalidad
cante y otro se manifiesta igual que en el interior de la depende de una excepción. Lo universal es la falta y
comunidad. Lo relevante es distinguir que lo radical la excepción, es que no-todo es falta, es decir, la rea-
no es más que el carácter irreductible de la tensión. lidad es la ex-sistencia y el Ser la comunidad, o sea,
Cuando nos percatamos de esta condición de irreduc- aquello que está más allá de la realidad. La excepción
tibilidad, la crítica se convierte en un arma subversiva tiene por directriz el trazar el no-todo, esto es, hacer
y radical porque escapa de la oposición directa entre de la comunidad la verdad de la crítica de las armas,
dos objetos positivos, oposición que las más de las en tanto, que cada acto de violencia que rompe con el
veces es una trampa que conduce al pueblo a proposi- orden policial es la posibilidad permanente de sub-
ciones morales de la reificación capitalista. La comu- vertir el propio acontecimiento. La dictadura del pro-
nidad es el nudo a partir del cual enfrentamos la rea- letariado de Lenin, leída desde las coordenadas que
lidad desde la diferencia, ella es una de las respuestas hemos bosquejado se constituye en la excepción que
de la diferencia mínima. El que los sujetos ocupen un sostiene la verdad del Pueblo-como-Multiplicidad-
lugar donde se articulan en una fuerza material no Articulada. No obstante, es necesario que un meca-
quiere decir en ningún caso que ese lugar represente nismo operativo sostenga la imposibilidad de totali-
una síntesis entre ellos. Por el contrario, la comuni- zar el campo social con proposiciones dogmáticas-
dad representa una manifestación de lo trascenden- estáticas: el nombre de este mecanismo es centralis-
tal-ontológico que no se cierra sobre sí misma. Žižek mo democrático. Lo que esto pone en juego es que
señala a propósito de Kant que “lo trascendental” se las proposiciones políticas que vectorizan el proyecto
presenta bajo formulaciones como “el alma es no- inconcluso deben entenderse como finitos. Tanto las
mortal” puesto que este tipo de enunciados represen- luchas y reivindicaciones como los sujetos históricos
ta un conjunto abierto e ilimitado, las almas no son ni son finitos, razón por la cual el horizonte ontológico
mortales ni inmortales. Lo trascendental-ontológico de las significaciones políticas también lo es, no obs-
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aparece como el vacío mismo y no como un vacío más tante, la finitud es constitutiva del horizonte de signi-
allá de los fenómenos. Esto es, en la estructuración de ficación política. La brecha es así lo referido al no-
la comunidad lo común aparece siendo el vacío todo, se establece entre lo óntico (lo real) y lo ontoló-
mismo y la unidad es el objeto trascendental, “el vacío gico (el trazo simbólico que intenta definir lo real).
más allá de las apariencias fenoménicas” (Ibíd.; Pág. Como lo señala Žižek, la libertad está en la brecha
31). Podría decirse que lo común es no-unidad en el que prioriza el “antagonismo inherente a la múlti-
sentido en que lo común es ilimitado y no puede ser ple/fallida reflexión de la Cosa trascendente/impo-
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comunidad, pudiéndose expresar como desacuerdo verdad comunitaria a hablar por si misma. En defini-
entre las partes en proceso de unificación o bien tiva, la comunidad es ingobernable en la medida en
como violencia revolucionaria11. La lucha contra la que ella es capaz de mantener una diferencia interna
reificación es un andar contra la primacía del objeto, consigo. Es un hecho el que no puede haber compli-
razón por la cual las relaciones de implicación devie- tud para una comunidad que pretenda enarbolar el
nen comunidad. La comunidad, así, representa el nudo subjetivo revolucionario más aún cuando ésta
espacio de libertad en tanto que la división inherente se opone como fuerza material a la formación social
a la lucha de clases no llega a ser disposición objetiva del Uno excluyente.
entre el Uno excluyente y el dos. El despliegue de la Žižek expresa que lo real leído desde una visión de
teoría crítica al contemplar la reificación tanto como paralaje difiere de lo Real tal y como Lacan lo enten-
proceso, como producto, nos permite recuperar día. Para Lacan lo real es algo que “siempre vuelve a
nuestra capacidad de implicación. A partir de la recu- su lugar” a diferencia de la visión de paralaje que
peración de nuestra capacidad de sentirnos implica- desplaza lo real permanentemente. La concepción de
dos es que somos capaces de actuar y de estructurar Lacan estipulaba que lo Real permanencia idéntico a
nuestra ex-sistencia sabiendo que lo real es el núcleo si mismo en todos los universos simbólicos, es decir,
traumático que potencia el desequilibrio de la socie- aquello que se resistía la simbolización no estaba
dad (formación política económica de la dominación dotado de una apariencia única. La paralaje real en
del hombre por el hombre). Lo crucial de la implica- cambio expone una verdadera multiplicidad de apa-
ción es que lo real distorsiona nuestra visión como riencias de lo real, es decir, este real más que resistir-
sujetos históricos estableciendo así la mirada política se a lo simbólico se escapa de él. La brecha de para-
que permite establecer la comunidad. Dicho de otro laje es lo real que no tiene sustancia alguna pero que
modo: la comunidad expresa una mirada política es inherente a lo simbólico. ¿Cómo es posible que la
fundada en el sesgo propio de las posiciones a ocupar brecha de paralaje escape y sea al mismo tiempo
en la lucha de clases. inherente a lo simbólico?
El materialismo dialéctico hace de la comunidad La doble condición de la brecha es que la tensión
una formulación en la cual la antinomia radical, la no es simbolizable, el antagonismo no se deja atrapar
brecha, que hace de obstáculo para el acceso de los directamente por lo simbólico por una parte, y por
sujetos a la comunidad es ya la comunidad en sí. A otra, denota que “no existe ningún lenguaje neutral
partir de la diferencia ontológica la comunidad no que nos permita traducir uno al otro y menos postu-
puede asumir una identidad plena constituyéndose lar que uno es la verdad del otro” (Ibíd.; Pág. 351). El
así en la formación política que representa al antago-
nismo para lo inconsciente (lo social), y de ese modo,
la comunidad en sí es el límite que impide a los suje-
tos históricos cerrar el sendero de construcción de su
proyecto. Lo que la comunidad protege es la brecha,
espacio de lo irreconciliable entre una Totalidad y la
expresión implicada de sus singularidades. La impo-
sibilidad de complitud protege al nudo subjetivo de
las estipulaciones dogmáticas, evitando que la políti-
ca se legitime por medio de la represión de las singu-
laridades en favor de una falsa universalidad, es
decir, un universo totalitario. El mantenerse abierta
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11.- Cabe destacar que la violencia revolucionaria es todo el proceso que transita desde las armas de la crítica hasta la crítica de las armas.
Esto porque el transito entre las armas de la crítica a la crítica de las armas pone de manifiesto las distintas intensidades de implicación
con la realidad que los sujetos van adquiriendo en el camino de develamiento de la ceguera ontológica.
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hecho de que algo escape siempre a lo simbólico da historia universal. La lección básica del materialismo
cuenta de la división interna del lenguaje, pero es dialéctico está en mostrarnos que no debemos temer
precisamente esto lo que conduce al pueblo organiza- a la parcialidad, sino muy por el contrario, hay que
do a “permanecer leal a esta división como tal, abordarla tomando partido desde nuestros propios
registrarla” (Ídem). Registrar la brecha, la tensión, límites, es decir, la apuesta política que gira en torno
no es sucumbir a la tentación de postular la distin- al antagonismo es una necesidad ética en el contexto
ción en sí (reificación) como la reconciliación de los de la lucha de clases. Evitar las antinomias, las bre-
opuestos. Muy por el contrario, caer en la tentación chas o las proposiciones lógicas contradictorias es
de señalar que la brecha es en si misma un elemento renegar del desacuerdo y de los límites de nuestro
reconciliador es postular que la comunidad es posi- mundo. Dicho de otro modo, la máxima traición a la
ble sólo mediante la imposición de un contrato, comunidad es no abordar la diferencia mínima y
cuando en realidad es producto de un pacto entre los quedarse en las redes del pensamiento reificante. Es
sujetos históricos. El pacto bajo el cual se articulan fundamental reconocer que lo común difiere de la
los sujetos históricos representa una apuesta deter- unidad, no obstante, es ese principio el que vuelve
minada por registrar la brecha. La comunidad actúa curvo el espacio sobre si mismo y establece la asime-
del mismo modo en que lo hace la cinta de moebius, tría de la visión de paralaje. El quehacer ético se
aquel nudo donde lo externo se encuentra con lo manifiesta en la única asimetría que se presenta en la
interno y cambia de posición en la medida en que es brecha puesto que tenemos sólo una perspectiva,
recorrida. El pacto representa al interior de la comu- nuestra toma por asalto de la razón, y tene-
nidad el desacuerdo que legitima el avance incesante mos aquello que la elude o bien trata de negar nues-
del proyecto político del pueblo organizado. La cara tra propia toma de partido. La toma de partido por lo
universal es la apuesta por hacer de la comunidad el
proyecto de la diferencia mínima, más aún, la comu-
nidad es la “no-coincidencia constitutiva de una cosa
consigo misma la que provee la llave para la central
categoría hegeliana de la universalidad concreta”
(Ibíd.; Pág. 46). El espacio posible para lo común es
éticamente el lugar donde las formaciones particula-
res no son neutras, incluso más, es la batalla misma
que se expresa en un campo donde las disputas giran
alrededor de lo particular de cada toma de partido
por el bien común. En resumidas cuentas, la comuni-
dad es un llamado radical a asumir nuestra implica-
ción junto a los demás para combatir a quienes nos
tratan como si el pueblo fuese un resto. La diferencia
mínima interpela al sujeto para que este asuma que
la toma de partido sólo es posible en cuanto confia-
mos en que el otro no nos engañará a pesar de que
siempre exista esa probabilidad. Sólo una cosa debe-
mos aclarar en esta línea, la apuesta por el otro jamás
externa del pacto es la extensión radical del des- reduce el pacto a la expresión de un sacrificio ético.
acuerdo, es la puesta en escena de la otra historia. En Todo sacrificio ético es una falsedad puesto que su
esta dirección, debe ser leída “la negación de la
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impuestos por el capital y la estrategia del cálculo
aritmético queda neutralizada sólo cuando el pueblo
es capaz de generar un marco de pensamiento crítico
vuelto hacía sus propias prácticas. Desmantelar el
marco cultural y teórico que sostienen el sentido co-
mún imperante, supone también dirigir nuestras crí-
ticas contra la teoría jurídica, la moralidad del inter-
cambio, la disciplina, el castigo, la industria cultural
pero, por sobretodo, cuestionar nuestros propios
modos de construir, pensar y habitar la realidad.
Los dos momentos del acontecimiento indómito
representan el quiebre con la estructura y la superes-
tructura del pasado, por tanto, ya no se trata de una
continuidad entre una formación social y otra sino
que se trata de una ruptura, un corte epistemológi-
co. La razón –y la necesidad- del doble golpe revolu-
cionario es dar garantías para que el pueblo transite,
tan la brecha de paralaje. Los límites de la comuni- en primera instancia, por un camino equivocado
dad se definen en relación a lo ingobernable del pero que facilita asestar el segundo golpe. La comu-
acontecimiento. nidad se presenta en su inicio como el espacio subje-
tivo que facilita la organización del dos de la lucha de
clases y posteriormente se consolida como la forma-
La crítica subversiva, raíz de la revolución ción política donde las unidades reconocen en el pro-
pósito el anhelado por-venir aunque sepan que no
¡Revolución en la revolución! Cualquier proceso que pueden calcular el futuro. Los dos momentos del pro-
se proclame como revolucionario no lo es sino hasta ceso de quiebre y renuncia son la toma del Estado
que la revolución acontece subvirtiéndose a si por parte de los sin partes (la revolución rusa de
misma. Marx consideraba que toda perspectiva revo- febrero de 1917, por ejemplo) y segundo, la interpre-
lucionaria que se preciaba de ser tal no podía perder tación de este triunfo como una victoria incompleta e
aquel enunciado de su horizonte político. Es por ello incluso superflua que debe ser consumada. La toma
que la articulación de lo común en una unidad tiene del Estado representa tan sólo la posesión y el control
que fundamentarse de un modo radical, es decir, la de las instituciones, sin embargo, queda inscrita
formulación de una Promesa política de la comuni- tanto en los aparatos como en las prácticas la ideolo-
dad viene a ser la realización de una apuesta por lle- gía del Estado anterior. La necesidad de asestar un
var a cabo las transformaciones estructurales de la segundo golpe tiene como finalidad desarticular el
sociedad capitalista. El desenlace de la revolución Estado fortaleciendo la Promesa engendrada desde
dentro de la revolución es posible porque la mirada lo común de la unidad que se representa a si misma.
política va más allá de la realización literal de la revo- La apuesta revolucionaria no puede consumarse si
lución, lo que significa que las acciones de los sujetos nos detenemos en la toma de Estado, incluso más, la
históricos están orientadas a desbordar y no restrin- toma del Estado no garantiza una verdadera revolu-
girse a los límites que la producción del capital nos ción. La garantía pasa por establecer un giro en tér-
exige. La revolución sucede como la posibilidad del minos políticos: en vez de sucumbir a la tentación de
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pueblo de controlar ideológicamente a los aparatos la toma del Estado lo primordial es construir,
de Estado, sin embargo, el desacuerdo como factor organizar, pensar y habitar un Estado para-
estructurante de la comunidad facilita que la crítica lelo del pueblo12.
al capitalismo no sea entendida únicamente como La gestación de un Estado paralelo es la expresión
una crítica económica. El desborde de los límites de que la comunidad establece su propio Discurso,
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12.- El camino de crítica política presentado aquí no tiene por objetivo definir categorialmente esta construcción posible de un Estado para-
lelo del pueblo, nuestro objetivo es, simplemente, conducir a las ciencias sociales hacia una interrogación política de las coordenadas que
facilitan las múltiples posibilidades de inventar nuestra existencia. El reverso del objetivo señalado es establecer metodológicamente que
el camino de crítica política está en ir habitando lo común sin desalojar las particularidades de la unidad (o bien de las múltiples singu-
laridades).
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más pobres (...); b) la renuncia de hecho y no de que la noción de bien común no puede ser encarna-
palabra, a todas las anexiones; c) ruptura completa da por ningún objeto concreto, tampoco resulta de la
de hecho con todos los intereses del capital” (Lenin, identificación de un problema común. Estos últimos,
V. I; 2000). Lo que Lenin pone en juego es que la no son más que una especie de sendero inicial de la
verdadera revolución adviene cuando el pueblo es unificación de las fuerzas contra el capital y sus efec-
capaz de afrontar responsablemente las tareas tos como establecimiento de relaciones cosificadas.
correspondientes a los medios y modos de produc- En esta dirección, lo que importa es leer la relación
de diferencia entre el primer y el segundo golpe a
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correctas, sin embargo, retroactivamente son estos de los trabajadores comunistas, deberá ser la doc-
falsos movimientos los que nos permiten llegar a las trina, la propaganda, etc. Pero a la par con ello, van
formulas correctas. (Cf. con Žižek, S; 2004). La uni- asimilándose de ese modo una nueva necesidad, la
dad de las singularidades llega a cohesionarse al per- necesidad de asociarse, y lo que pareciera ser un
der meses en falsos movimientos orientados al esta- medio se convierte en un fin”. ¿No es acaso esto una
blecimiento de un programa unificado de lucha, sin parte fundamental de la implicación como verdad del
embargo, todos los recorridos son necesarios para acontecimiento? La fuerza material de la revolución
que el pueblo pase por la experiencia de atravesar sus nace como las “armas de la crítica” para convertirse
en la “crítica de las armas”. El objetivo es que los tra-
bajadores unidos no cesen en el desacuerdo permi-
tiendo el desarrollo de las transformaciones internas
al interior de la organización de la cadena significan-
te que sostiene al dos del antagonismo.
El tercer momento: Si la violencia es la partera de
la historia, la crítica subversiva es la partera de una
otra escena. La crítica de las armas es el potencial
radical de la otra historia. Este es el instante en que
comienza a hacerse efectiva la revolución en la revo-
lución, esto es, la comunidad se convierte en la única
forma posible de soberanía revolucionaria. Quien
esté familiarizado con las Tesis de abril de Lenin se
dará cuenta de que hemos desplazado el significante
Soviet (de los diputados obreros) por la cadena co-
mún-unidad. El movimiento metonímico realizado
no es en ningún caso un capricho sino que es una exi-
gencia revolucionaria. Cuando Lenin establecía que
todo el poder del Estado pase a los Soviet señalaba
que solamente los soviets podían reivindicar un “Es-
fantasmas. La experiencia de la cura analítica nos tado-Comuna”. Aquí lo que se propone es una ligera
permite establecer que la dirección de la revolución modificación a la lógica del texto el Estado y la revo-
es sólo posible cuando los pueblos re-interpretan las lución, puesto que la apuesta revolucionaria comien-
ruinas –en tanto restos de las derrotas- más allá de za en el instante en que la crítica subvierta la relación
todo contenido y de toda forma sedentaria. Dicha re- del sujeto al discurso y desde ese lugar poner en
interpretación exige una interrogación política que movimiento las fuerzas materiales del dos contra las
perturbe e incomode el ordenamiento hegemónico del Estado y el mercado capitalista.
de la vida, por tanto, se expresa como un ejercicio de La comunidad es el lugar desde donde la revolu-
desmantelación que va de lo presente al pasado con ción puede producir un Estado-Comuna sin perder
el fin de construir el por-venir. nunca de vista su finalidad. Es decir, la revolución ya
Segundo, el acontecimiento requiere que lo común no puede ser pensada como un proceso donde las
se estructure de acuerdo a los alcances de la reinter- luchas del pueblo culminan con la toma del Estado y
pretación crítica de las ruinas. La crítica es en princi- posteriormente se transformen las bases estructura-
pios un arma, permite y facilita que el pueblo cuestio- les del capitalismo. Una mirada que se precie de tal
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ne las coordenadas de su experiencia pasada y las debe asumirse en tanto objeto, facilitando así el que
justificaciones jurídicas, culturales y políticas de los la comunidad se presente como la superficie de la
lugares actuales por los que transita. El que todas las perspectiva catacrética, es decir, como aquello que
formas de lucha sean válidas sólo quiere decir que las da forma y permite al bien común ocupar un lugar
“armas de la crítica” están para diseñar y moldear los sin tener este que ser un ente positivo. La crítica sub-
mecanismos e instrumentos de organización del pue- versiva es, en consecuencia, interna al proceso mis-
blo, para luego ser estos capaces de controlar la fuer- mo de la reconstrucción social del edificio social. Lo
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za material que se gesta para combatir las fuerzas radical en el proceso revolucionario es asumir el tra-
materiales del Uno excluyente. En otras palabras, las bajo duro de la construcción de un Estado-Comuna
“armas de la crítica”, como dice Marx en el Mani- como fuerza material de combate. Sin lugar a dudas,
fiesto Comunista, preparan “la crítica de las armas” esta construcción utiliza la crítica como arma para
con el objeto de que “la finalidad de la agrupación combatir “la explotación imaginaria de la libertad”
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y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser crítica de la política y la crítica de la economía. Cada
radical es atacar los problemas por la raíz. Y la raíz, una de estas críticas se vuelve un arma poderosa al
para el hombre, es el hombre mismo…» establecer la verdad del acá y al disipar la verdad del
allá. Las acusaciones dirigidas al Uno excluyente
Lo común es así la raíz de la unidad y la unidad es lo develan las contradicciones de la vida material, “el
común radicalizado. La relación entre lo radical y la conflicto existente entre las fuerzas productivas y las
raíz es el lento y dificultoso sendero de la construc- relaciones de producción” que afectan a los distintos
ción del por-venir desde la mirada del pueblo que se sujetos históricos. La crítica en relación a lo señalado
articula. La apuesta dialéctica es pensar la crítica no obedece a la consciencia, la consciencia no es la
como la posibilidad de hacer de la comunidad un fuente que nos brinda los recuerdos que tienen que
acontecimiento permanente. “Veinte años son más ser reelaborados, es el inconsciente quien nos brinda
que un día, aún cuando en el futuro puedan venir tal material y por ello su análisis es indispensable. La
días en que estén corporizados veinte años” -le escri- hipótesis del inconsciente hace de la crítica el arma
bía Marx a Engels-. El tiempo, tal y como lo señalára- fundamental a la hora de suspender la acción perfor-
mos anteriormente, es un recorrido donde se pier- mativa de las relaciones de producción en la determi-
den días, meses y años –incluso siglos- en falsos mo- nación de la consciencia social de los sujetos históri-
vimientos que terminan siendo retroactivamente ne- cos. Principalmente entre sus funciones está discer-
cesarios (en la medida en que se sometan al desplie- nir las resistencias que impiden el avance de las
gue de la re-interpretación crítica) para hacer de la transformaciones políticas. En 1914 Freud señalaba
meta de la revolución su propósito emancipador. Los en un hermoso ensayo titulado Recordar, repetir y
sujetos históricos deben aprovechar las épocas donde reelaborar que la técnica psicoanalítica buscaba que
la lucha de clases no es la expresión de las fuerzas el sujeto pudiera vencer las resistencias de represión
materiales del Estado sobre el pueblo para demarcar para hacerle frente al “olvido de impresiones, esce-
los límites que les permitan tomar partido y estable- nas, vivencias…” (Freud, S; 1993; Pág. 150). El olvi-
cer su propia fuerza material. Los días “en que estén do no es más que un bloqueo de las vivencias, esce-
corporizados veinte años” son los momentos decisi- nas e impresiones de algo que le provoca sufrimiento
vos en que las armas de la crítica se transforman en al sujeto. El devenir de las armas de la crítica es des-
las balas que alimentan los fusiles de la crítica de las hacer la consistencia de los recuerdos que están para
armas. Preparar las fuerzas materiales que se desple-
garán en el campo de batalla es una necesidad histó-
rica radical que ha de ser argumentada a través de un
pensamiento crítico que va a la raíz de las tensiones,
oposiciones, contradicciones, a la raíz de lo real, es
decir, que se dirija directamente hacía el antagonis-
mo. La fuerza combativa esta en librar -“en tiempos
de paz”- una guerra ideológica, cuestión que ha de
evitar que la crítica desfallezca, puesto que si ello
ocurre no quedará más que ver el mundo y los acon-
tecimientos a través de los ojos del Angelus Novus (el
progreso).
La crítica es una de las armas más potente para
combatir la enajenación y la reificación de la vida
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expresaba esto del siguiente modo: “podemos decir lucionaria actúa con ojos críticos, rechaza y combate
que el analizado no recuerda, en general, nada de lo rotundamente todo tiempo de paz que implique
olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo repro- esclavitud y explotación al promover una perspectiva
duce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin de lucha por la libertad. Asimismo, una mirada críti-
saber, desde luego, que lo hace”, es decir, el modo de ca revolucionaria reconoce que sus orígenes están en
producción condiciona el proceso de la vida social y los escombros del pasado, es decir, la mirada está
política al propagar una compulsión a la repetición inscrita desde siempre en los objetos caídos y en los
(Ibíd.; Pp. 151-152). Lo reprimido retorna y se insta- ideales olvidados de la historia negada-reprimida.
la como acto, no obstante, el análisis está para inte- Como lo señalará Trotsky “el grupo Marx-Engels
rrogar las coordenadas bajo las cuales se sitúa el sín- surgió como un escombro de la izquierda hegeliana.
toma y donde se levantan las resistencias. La reinter- La Internacional Comunista fue preparada en
plena guerra por los escombros de la socialdemo-
cracia internacional. Si esos iniciadores fueron
capaces de crearse una base de masa, fue sólo por-
que no temieron al aislamiento. Sabían de
antemano que la calidad de sus ideas se transfor-
maría en cantidad. Esos escombros no sufrían de
anemia; al contrario, contenían en ellos la quintae-
sencia de los grandes movimientos históricos del
mañana” (Trotsky; L; 1973; Pág. 191; el destacado es
mío). El único modo de romper la continuidad de las
formaciones sociales es que las transformaciones
políticas se nutran de los escombros. Los restos, es
decir, aquellos que no pertenecen a la comunidad de
Amos, bien pueden apropiarse de la teoría y subver-
tir su sentido político. La misión emancipadora de
los esclavos es subvertir el lugar del Amo y de ese
modo reinscribir el marco de las prohibiciones. La
consigna es la lucha popular y su método esta en
darle tiempo a los sujetos históricos para que puedan
reelaborar la resistencia (salir de su situación de
pretación de las ruinas es una interpretación en pre- sometimiento), pero para ello deben enfrascarse en
sente, es decir, cualquier sujeto histórico actualiza lo las resistencias para poder vencerlas, ese es el senti-
pasado y lo actúa en el presente como si no fuese un do de la crítica como arma. El nombrar las resisten-
episodio histórico sino un poder actual del ser. La cias no basta para renunciar y detener las resisten-
reconducción del pasado es una interrogación direc- cias.
ta alrededor de lo ocurrido antes. La crítica se consti- La crítica es la fuente de la teoría revolucionaria y
tuye como la tramitación de los recuerdos reprimi- la memoria histórica es su material. Tanto la crítica
dos para que el sujeto deje de descargar por medio como la memoria histórica son armas insustituibles
de acciones sintomáticas su malestar. El punto cru- de la revolución porque “la revolución es el acto
cial de las armas de la crítica es impedir sofocar e supremo de la política” (Engels, F; 2003). Si el acto
incentivar la compulsión a la repetición. ¿Qué quiere supremo de la política es la revolución, la comunidad
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ques Derrida. (2002) Akal editores, Madrid, Volumen 2 (2006). Revista crítica de las artes y el
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LA SÍNTESIS DE LO MÚLTIPLE.
DEL TRABAJO SANS PHRASE A LA FLEXIBILIDAD
LABORAL.
por Augusto Illuminati*
Es interesante retomar la muy a menudo analizada población que es la base y el sujeto del acto social de la
Introducción de 1857 a los Grundrisse no para volver a producción en su conjunto. Sin embargo, si se examina
examinar la metodología marxiana, sino para ponerla a con mayor atención, esto se revela [como] falso1.
prueba a la luz de los nuevos acontecimientos, tales
como la relevancia postfordista dada al trabajo intermi- La población es una abstracción si no se tienen en cuen-
tente y la exigencia de una traducibilidad reciproca ta las clases de las que se compone y estas, a su vez, son
entre los varios niveles de colisión en que se ha disper- una expresión vacía si se prescinde de los elementos en
sado la lucha de clases. La verdad de un texto se prueba los que descansan (trabajo asalariado, capital, cambio,
y, por así decirlo, se regula por medio de su compara- división del trabajo, precios, etc.). Sólo después de
ción con otra situación diferente de la de su contexto haberlos explicado se puede volver a la población, pero
originario. Aquí la abstracción del trabajo actúa como ya no como representación caótica de un Todo, sino
case study, es decir como premisa para una propuesta más bien como una rica totalidad de múltiples determi-
estratégica. naciones y relaciones. De aquí en adelante las cosas se
hacen más complejas.
Parece justo comenzar por lo real y lo concreto, por el
supuesto efectivo; así, por ej., en la economía por la Pero estas categorías simples, ¿no tienen una existencia
histórica o natural autónoma, anterior a las categorías
concretas? Ça dépend.
1.- Karl Marx, Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie, Dietz Verlag, Berlin 1953. Einleitung, pp. 21 y ss. (Traducción española en
Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, I, trad. Pedro Scaron, Siglo XXI, México, 1971)
2.- Louis Althusser, Dal Capitale alla filosofia di Marx, 13 e 19, in VV. AA., Leggere il Capitale (1965), trad. it. Mimesis, Milano, 2007, pp. 44
y ss. y 58 y ss. (Traducción española: “De El capital a la filosofía de Marx” en Louis Althusser y Étienne Balibar, Para leer El capital, trad.
Marta Harnecker, Siglo XXI, México, 1990)
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mienzo como contingente: así ocurrió, pero podría ha- matizando por exoneración muchas actuaciones instin-
ber sucedido de otro modo, otra vez ocurrirá de mane- tivas. El concreto-empírico, en tal sentido, es mucho
ra diferente. La totalidad, nexo y unidad de las diferen- más abstracto que el abstracto.
cias, implica, según Antonio Negri3, una discontinui-
dad materialista de los procesos reales. El momento La indiferencia frente a un género determinado de tra-
dialéctico evidencia la potencialidad de una escisión bajo supone una totalidad muy desarrollada de géneros
entre los componentes y confiere a la abstracción un reales de trabajos, ninguno de los cuales predomina
tono dinámico, que pone inmediatamente de relieve el sobre los demás. Así, las abstracciones más generales
surgen únicamente allí donde existe el desarrollo con-
antagonismo4 y produce la ideología como vehículo de
creto más rico, donde un elemento aparece como lo
sentido. Al contrario, tomar en serio las categorías más común a muchos, como común a todos los elementos.
simples en su trascendencia suprahistórica o inmedia- Entonces, deja de poder ser pensado solamente bajo
tez operativa significa hacer apología de lo existente y una forma particular5.
reducir el modo de producción a una lucha de la socie-
dad humana con la naturaleza, variante historizada del Hay un mercado donde los diversos tipos de trabajo se
eterno cambio orgánico y de la gradual revelación de la confrontan equilibrándose, hay pues un trabajo medio
Verdad en el Tiempo. calculado en tiempo común, según proporciones arit-
méticas y no analógicas. La desviación de la particulari-
dad del trabajo concreto y del valor de uso mide la dis-
tancia entre el mundo de los hombres (en plural) y el
medio ambiente o mundo ambiental (Um-welt) de la
especie animal. El mundo es también un medio
ambiente – no es el lugar de una confrontación privile-
giada entre el Hombre en singular y el Ser–, sino la su-
cesión de los hábitat, de las adaptaciones por exonera-
ción, no es algo distinto del efecto antropológico de las
relaciones de producción que organizan las sociedades
humanas. Se trata de relaciones objetivas, procesos sin
sujeto pero subjetivantes, que instituyen ilusiones jurí-
dicas de personalidad e individuaciones efectivas, no
son relaciones intersubjetivas que hacen dialogar enti-
dades preconstituidas produciendo así “mundo”. La
diferencia entre mundo y medio ambiente, entre hom-
bres y animales, es de grado, no cualitativa. No hay divi-
siones ontológicas. Mente, lenguaje, subjetividad son
formas naturales y cada mundo se encoje en medio am-
biente a través de la rutina, mientras que cada medio
Veamos ahora como se forma una categoría abstracta ambiente se amplía en mundo gracias a la innovación.
que procede de una manera muy concreta y poderosa, Inútil subrayar el papel de la ciencia y de la técnica en
justamente porque en tanto que síntesis “innatural” tal proceso.
desde una perspectiva fijista, pero “natural” según la Se trata por lo tanto de un proceso social, no men-
evolución histórica típica de la fitness humana, que no tal, es una abstracción presente y productiva en la rea-
es adaptativa, no se conforma a un nicho ecológico. lidad de cada día, no en la esfera de las ideas o de las
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3.- Antonio Negri, Marx oltre Marx (1978), Manifestolibri, Roma, 1998, III, p. 62. (Traducción española en Marx más allá de Marx, trad.
Carlos Prieto del Campo, Akal, Tres Cantos, 2001).
4.- Ibid., pp. 66-68.
5.- Grundrisse, cit., p. 25..
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ticular corresponde a una forma de sociedad en la cual
los individuos pueden pasar fácilmente de un trabajo a
otro y en la que el género determinado de trabajo es para
ellos fortuito y, por lo tanto, indiferente.
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mente cada uno de ellos y su relación total, producien- supervisor de las máquinas y el producto deja de ser el
do una dislocación dinámica de las fuerzas y una del trabajo inmediato, aislado, y resulta de la combina-
representación distinta, una neue Darstellung. ción de las actividades colectivas. Ahora bien, una vez
borrada la limitada forma burguesa, la riqueza no es
más que la universalidad de las necesidades y de los go-
zos creada en el intercambio universal, el hombre no se
reproduce en una dimensión determinada, sino que
produce su propia totalidad. El vaciamiento completo,
la universal objetivación como alienación integral, se
invierte en exteriorización completa de la naturaleza
interna del hombre. Con clara abundancia de resonan-
cias humanistico-feuerbachianas y de metafísicos en-
derezamientos de la dialéctica, una orgía de plenitud,
para decirlo con Negri, que en este caso repite la feroz
crítica althusseriana. La ciencia, en el contexto, es fuer-
za productiva y potencia de liberación sin contradiccio-
nes, con más de un matiz saint-simoniano. Las ilusio-
nes alrededor de los efectos liberadores de la automati-
zación –tal vez la mitificación más explícitamente post-
positivista del papel de la ciencia– volverán un siglo
después en la escuela de Frankfurt y en la generosa uto-
pía marcusiana muy influyente en los movimientos de
los años sesenta. Desgraciadamente existía la posibili-
El trabajo sans phrase está materialmente ligado a la dad (que ganó) de que la reducción del tiempo necesa-
subsunción real bajo el régimen capitalista, a la extor- rio de trabajo se convirtiera en un factor de la compe-
sión de plusvalor relativo, a la fijación de un estándar tencia entre capitalismos e imperialismos y de que el
medio necesario. Además se refiere a situaciones en las trabajo-juego, con el consiguiente triunfo del principio
que el trabajador es productor de plusvalor y no movi- del placer sobre el de actuación, se pusiera a trabajar
lizado en cualquier cambio de la circulación simple o como multiplicador de la ganancia y mecanismo de
del consumo8. Es el estadio más progresivo de sociali- nueva dependencia.
zación, dado que «la mutua y general dependencia de Volvamos a Marx. El salto entre trabajo medio indi-
los individuos recíprocamente indiferentes constituye ferente y universalismo comunista es en esos textos de-
su nexo social» –tal Zusammenhang, descendiente del masiado brusco y dialéctico, anclado además en el des-
spinoziano nexus rerum et hominum, contiene ya toda arrollo de las fuerzas productivas. Mejor proceder con
la fenomenología simmeliana del dinero, del relativis- prudencia. Entonces, en oposición al trabajo objetivado
mo y de la prostitución9. Representa un progreso res- en esta o aquella mercancía con valor de cambio, el tra-
pecto a condiciones medievales de dependencia perso- bajo no-objetivado, que todavía tiene que ser objetiva-
nal, extingue la comunidad orgánica perteneciente a do, es la subjetividad11, absolutamente indiferente a
relaciones no desarrolladas que es ridículo contemplar cada determinación particular pero capaz de toda de-
con nostalgia como si poseyeran una plenitud origina- terminación, energía puramente mecánica pero fuente
ria, sustituye la dependencia personal con la dependen- de todo tipo de bienes. Este trabajo no-objetivado es, en
cia abstracta que sintetiza las relaciones materiales do- negativo, no-capital, no-materia prima, no-instrumen-
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minantes. Idealmente su reverso es la omnilateralidad to, no-producto en bruto, trabajo vivo como abstrac-
de los fragmentos más visionarios de los Grundrisse10, ción de todo momento de su realidad efectiva, por lo
el cultivo de las cualidades del hombre colmado de rela- tanto no-valor, miseria absoluta como objeto, posibili-
ciones, cuya universalidad choca contra la barrera del dad general de la riqueza como sujeto y actividad, no
capital, de la que se libera cuando el obrero es un mero privación sino completa exclusión respecto de la rique-
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8.- Grundrisse, 212; cf. A. Negri, op. cit., pp. 84-85 y 218-219.
9.- Grundrisse, 74; cf. 133 y ss. y 156 y ss.
10.- Ibid., 231, 312-314, 387-388 , 438-440, 592-597 , 716. Cf. A. Negri, cit. lección 8.
11.- Ibid., 182-183, 203-205. Cf. A. Negri, cit., lección 4.
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za objetiva, a la que no puede acceder hasta que no te por medio de este pasaje vuelve a entrar en el proce-
cobre un salario. Trabajo que no es objeto sino activi- so de producción inmediato como un sujeto diverso, als
dad, que no es valor sino su fuente viva –por la misma dies andre Subjekt, disciplinado y experimental, cientí-
posición contradictoria del trabajo, existencia antitética fico-universal y relacional, regulador de las fuerzas
del capital que lo presupone y es su presupuesto. Acti- naturales. Los individuos se reproducen como indivi-
vidad “puramente abstracta”, simplemente formal o duos sociales (als gesellschaftliche Einzelne), ya sea
material, indiferente a la forma –lo que confirma el bajo el mando de un patrón, ya sea cuando las máqui-
tema de la Introducción de 1857, según la cual la parti- nas, continuando como agentes de la producción social,
cular determinación de un modo de producción se devengan propiedad de los obreros asociados14. La
vuelve verdadera sólo en un cierto nivel de desarrollo incorporación de las ciencias al capital, que la socializa-
de las fuerzas industriales. ción de los medios de producción convierte en incorpo-
Todo gira alrededor del eje de la separación de la ración a la clase, por lo tanto liberación potente de la
propiedad respecto del trabajo, que sostiene el entero misma, se representa como materialidad de las máqui-
desarrollo capitalista sobre la base del antagonismo y nas. Estas pueden funcionar para los obreros en lugar
no de la dialéctica12, y se manifiesta más bien en el de hacerlo para los patrones, restituyendo el knowled-
juego aristotélico de la potencia y el acto, explicando la ge y la potencia expropiados. No es cierto en este senti-
emergencia del trabajo abstracto, intercambiable (con- do que el fragmento de las máquinas sea recuperado
secuentemente descualificado y pagado con lo míni- por el operaismo italiano, ya que su primer uso todavía
mo), sólo aludiendo al comunismo desde una perspec- no va más allá de los límites del fordismo, aunque re-
tiva humanista. La potencia, precisamente, no es au- chace toda idea de neutralidad de las fuerzas producti-
sencia, sino un todavía que no ha pasado al acto, que ha vas. Mucho más correcto será, en el así llamado post-
sido previamente separado de la riqueza acumulada y operaismo, referir el general intellect no a la maquina-
apropiada. Subjetividad disidente y rebelde, pero no ría sino a la polimorfa incorporación de la ciencia en el
plenitud neoplatónica o deleuziana, porqué está en ten- trabajo vivo y a la definición de un individuo social cuya
sión con el capital: quizás no estará eternamente en capacidad relacional es una nueva fuente de ganancia y
tensión con él, pero por el momento tiene que conse- también de virtualidad revolucionaria.
guir encontrarlo o fallar en el intento, “ser puesto a tra- En la fabrica moderna –la intuición de los Grundris-
bajar”. se se encuentra más desarrollada en el llamado “Libro I,
En el sistema de las máquinas, analizado en uno de capítulo VI inédito” de El capital (1863-1866)–, en la
los pasajes más citados de los Grundrisse13, el indivi- cumbre de la subsunsión real y luego del modo especi-
duo es productivo sólo en cuanto se halla integrado en fico capitalista, el verdadero agente del proceso laboral
el colectivo subordinado a la máquina y la creación del total no es el individuo, sino una fuerza de trabajo cada
valor no depende ya del tiempo ni de la cantidad de tra- vez más combinada, un trabajador colectivo (desde el
bajo empleado, sino de la potencia de los agentes movi- peón hasta el ingeniero) que reúne un número crecien-
lizados, de su powerful effectiveness, puesta en acción te de papeles en el concepto inmediato de trabajo pro-
por el estado de la ciencia aplicada a la técnica. El des- ductivo, haciendo indiferente la aportación del indivi-
arrollo del individuo social, que ha pasado a través de la duo y la menor o mayor proximidad al trabajo manual.
abstracción real, el trabajo sans phrase, es el gran pilar Para trabajar productivamente (cap. 14 de El capital I),
de la producción y de la riqueza y el valor de cambio ya no es necesario intervenir con las propias manos en
deja de ser la medida del valor de uso. Cuando la pro- la obra, basta con ser miembro del trabajador general y
ducción pasa a estar bajo el control del general intellect llevar a cabo cualquiera de sus funciones subordinadas
y del saber, knowledge, se convierte en fuerza produc- (Unterfunktionen). Al mismo tiempo, Marx sigue con-
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tiva inmediata, entonces se dan las premisas para el siderando improductivos todos los servicios en los que
comunismo. El individuo puede entonces desplegar el trabajo es consumido por su valor de uso y es cam-
juntas las capacidades de producir y de gozar, el talen- biado por dinero-renta, que por tanto no valorizan el
to individual y la productividad, valerse del tiempo libre capital, mientras juzga residuales todas las situaciones
para el ocio y para actividades superiores y exactamen- donde el producto es inseparable de la acción de produ-
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cir: artistas, actores, profesores, médicos, curas, etc. articulación de un modo de producción históricamente
Ciencia y técnica están separadas de la corporeidad del determinado o más bien dentro del carácter fetichista
trabajo vivo, cuya productividad está sometida a una de la mercancía y su secreto, según el titulo del § 4. El
clasificación mercantil, aunque en otros lugares Marx modo en que el trabajo se apodera y se sirve de la natu-
apuntó correctamente que la definición de productivi- raleza es el argumento del cap. 5 (Proceso de trabajo y
dad nunca se refiere a la relación entre dos personas o proceso de valorización, cf. cap. 13 § 3 b), que introdu-
entre persona y tipología laboral, sino que depende del ce el papel del trabajo vivo en la conservación del valor
contexto social, de la combinación circunstancial de los y su trasmisión al producto acumulado del trabajo,
componentes de la estructura. Sólo poniendo a traba- manteniendo las máquinas en funcionamiento: con su
jar, como hará el post-operaismo, la capacidad relacio- simple contacto, afirma en el primer párrafo del capítu-
nal del trabajador post-fordista, emergerá científica- lo siguiente, «hace que los medios de producción resu-
mente (no ya ideológicamente) la extensión de la pro- citen de entre los muertos, les infunde vida como facto-
ductividad a toda la fuerza de trabajo combinada. res del proceso laboral y se combina con ellos para for-
Hans-Jürgen Krahl fue el primero que lo intuyó y lo mar los productos». El énfasis sobre el aspecto cualita-
empleó políticamente. tivo (y gratuito) del trabajo vivo, “fuego”, “tiempo vivo”,
En El capital I la exposición del trabajo se encuen- reasume la más amplia redacción de los Grundrisse,
tra en el cap. 1, con el doble carácter de trabajo útil y pp. 264 y ss.
abstracto (work y labour), correspondiente al valor de Es decisiva la representación de este material en el
uso y al valor de cambio de la mercancía y a la distin- cap. 13 (Maquinaria y gran industria), donde las ulti-
ción entre trabajo simple y complejo (§ 2), con una ex- mas huellas dialécticas se desvanecen conveniente-
plicación posterior en el § 3 de que la fuerza de trabajo mente en el análisis del proceso histórico-social y de la
humana en la fase fluida crea valor pero no es valor, vol- evolución tecnológica, dado que del medio de trabajo
viéndose tal sólo en la fase coagulada, en la forma obje- nace la revolución del modo de producción, en un pri-
tiva y fenoménica. En efecto el valor (§ 1) se presenta mer momento en una esfera y después en todas las
como simple concreción de trabajo humano indiferen- otras, en el ámbito de una historia diferencial que inte-
ciado, espectral objetividad de la Verausgabung de la rrumpe el continuum temporal y no tiene un plan tras-
fuerza de trabajo sin consideración respecto al criterio cendental de referencia. En la gran industria la supre-
del gasto. El trabajo privado se vuelve inmediatamente sión del obrero aislado por parte del obrero socializado
social, porque, a diferencia de la sociedad griega a la que parece siempre menos casual y la maquinaría funciona
se refería Aristóteles y que se fundaba en la esclavitud, generalmente sólo entre manos del trabajo inmediata-
la equiparación de todos los trabajos descansa en la mente socializado, o sea en común. La cooperación se
forma de la mercancía generalizada y en el concepto de vuelve necesidad técnica, a menudo sofocada por la po-
igualdad humana, que ha adquirido la solidez de un breza de la sociedad burguesa (n. 116 a), donde el traba-
prejuicio popular. La igualdad de trabajos toto coelo jo humano es a veces más barato que las máquinas. Por
diferentes se abstrae de su real desigualdad, reducién- fin, el uso de las máquinas hace superflua la energía
dolos al común gasto de fuerza de trabajo dentro de la muscular, autorizando un dramático empleo extensivo
de mujeres y niños y ampliando el campo y el grado de
explotación de parte del capital.
Lo mismo vale para la extensión del horario laboral:
la pluralidad de las formas y lugares de extorsión del
plusvalor es orgánica a la modernización capitalista, don-
de cada medio está animado por la voluntad del patrón
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(en general menores) que alimentan el proceso (fee- y desarrollo omnilateral son implicaciones exclusivas,
ders) y trabajadores que controlan las máquinas. La que se presentan de manera alternativa y casual y ade-
jerarquía es técnico-militar: soldados (tendencialmen- más en contextos muy diferentes. La degradación del
te automatizables), suboficiales, oficiales. La función es trabajo adquiere matices menos dramáticos cuando se
definida por el sistema de maquinas, que se sirve abu- ha consolidado, a pesar de los reflujos neoliberales, una
sivamente de las tradiciones de la organización del tra- legislación industrial, mientras que el desarrollo omni-
bajo pero en realidad hace del obrero parcial parte de lateral pierde su aura humanístico-feuerbachiana aún
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una máquina parcial, puesto a su servicio y cuyo movi- perceptible en las páginas citadas.
miento tiene que seguir, mientras que en la manufactu-
ra y en la artesanía los trabajadores se servían del ins- El fordismo, que Marx había genialmente prefigurado,
trumento. En la manufactura constituían las articula- empuja hasta sus más extremas consecuencias la frag-
ciones de una maquina viviente, en la gran fabrica hay mentación del trabajo, compensándola con institucio-
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carácter de un progreso lineal ni tampoco el de una
filiación legitima, así que cada elemento (por ejemplo el
trabajo) se mueve según lógicas independientes o reci-
cla rasgos de otro origen, que pueden pasar de secunda-
rios a primarios o viceversa; la misma instancia jurídi-
co-política representa un papel que a su vez no corres-
ponde en apariencia con la lógica estructural del modo
de producción, como ocurre con la intervención públi-
ca y legislativa en la acumulación originaria.
Aquel mecanismo, que ciertamente marcó un salto
cualitativo en la “liberación” del trabajo y en la coacción
al trabajo, tendría que ser revisado en términos menos
histórico-genealógicos y más contemporáneos. Es en
efecto un fenómeno que se repite periódicamente en el
encuentro aleatorio entre capital y fuerza de trabajo,
que puede tener éxito o fracasar, faire prise o no en la
terminología althusseriana, y del cual la precarización y
nes de tutela sindical y compensación social conquista- el rechazo del trabajo normativizado son los dos extre-
das a precio muy caro por el movimiento sindical y polí- mos virtuales. Lugar en el que coexistían en tiempos de
tico y otorgadas también como reflejo de una revolu- Marx, que tal vez hizo evidentes sólo los rasgos más
ción pasiva respecto al éxito de las revoluciones prole- avanzados, y en el que coexisten hoy la subsunción real
tarias. La relación salarial, normativizada en sentido y la formal, extorsión de plusvalor relativo y absoluto,
reformista, gana estabilidad y logra la máxima plausibi- lógica de mercado y regulación jurídica, inclusión y
lidad “natural”. El régimen de completa ocupación y de exclusión, reducción del tiempo de trabajo necesario y
desocupación asistida parece congelar la contradicción aumento de la jornada laboral, enclosures agrícolas e
entre la degradación del trabajo y la virtualidad de informáticas, etc. La heterogeneidad constitutiva del
emancipación, que vuelve a abrirse brutalmente en los capital global actual vale en una medida reducida tam-
modos postfordistas y neoliberales de la prestación la- bién para el pasado, para la acumulación “originaria”,
boral y del régimen de producción. Tomemos una sin- así como aquel origen se reproduce a cada instante,
tética descripción de aquella desestabilización que hoy incluida la privatización de siempre nuevos commons
aparece como la tendencia de toda una generación: por medio de enclosures, ya no sólo de tierras sino de
campo abstractos de tipo genético o informático. En el
Podríamos decir que a partir de la mitad de los años paso del fordismo al postfordismo las relaciones capita-
ochenta, los conceptos con los que Marx analiza el ejer- listas tienen que ser reproducidas sin descanso y la acu-
cito industrial de reserva [fluido = turnover, latente = mulación originaria no puede por lo tanto haber ocurri-
tecnológico, estancado = trabajo en negro, cf. Capital I do una sola vez sino continuamente, abarcando bienes
cap. 23] resultan adecuados, en cambio, para describir cada vez más inmateriales, incluyendo relaciones colec-
el modo de ser de la misma clase obrera ocupada. Toda tivas, sistemas de comunicación e información, el uni-
la fuerza de trabajo realmente empleada vive las condi- verso de los afectos, en breve todo los aspectos de lo
ciones estructurales de “sobrepoblación” (fluida, latente social16, saltando de un paradigma energético a otro
o estancada). Es siempre, potencialmente, superflua15.
lingüístico-cognitivo. Versatilidad de las tareas y recor-
te de los costos (gracias a la deslocalización y el trabajo
Las partes que entraban en la Gliederung estructural de
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15.- Paolo Virno, Do you remember counterrevolution?, en N. Balestrini-P. Moroni, L’orda d’oro, nueva ed., Feltrinelli, Milano 1997, p. 648.
(Traducción española: en cap. 12 de La horda de oro. La gran ola creativa y existencial, política y revolucionaria (1968-1977), trad. Raúl
Sánchez Cedillo y Ana Méndez, Traficantes de sueños, Madrid, 2006).
16.- Michael Hardt-Antonio Negri, Impero, Rizzoli, Milano 2002, pp. 243-244. (Traducción española: Imperio, trad. Alcira Nélida Bixio,
Paidós, Barcelona, 2002.)
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suscita nuevas tonalidades de afecto, altera toda cos- y en la búsqueda de las más frágiles ocasiones. La
tumbre consolidada. inquieta curiosidad empuja a la creatividad y a la inno-
La asociación bajo una única etiqueta sans phrase vación18.
(con reducción relativa y a la vez absoluta del salario) de En la confluencia operativa de las dimensiones ins-
los diversos tipos de ocupaciones, que en la época de trumental y comunicativa del actuar triunfa la potencia
Marx se daba en el trabajo abstracto, abstrayéndose de de la abstracción real, hasta diluir las diferencias entre
las practicas concretas, por ejemplo del tejedor y del sas- trabajo productivo e improductivo que ahora se mez-
tre, tiende hoy a moverse en el plano del trabajo concre- clan en el plano de la división social del trabajo, del
to, dada la ulterior reducción de heterogeneidad que se enlace entre subsunción real y formal, centro y perife-
sigue de la introducción de máquinas de control numé- ria, producción, información y servicios. El reverso de
rico y de procedimientos informáticos17. Con la difusión la productividad general y de la parcial desmaterializa-
del ordenador se hace aún más sensible la inmanencia ción es la dominante precarización, última recaída de la
directa de la cooperación en la misma actividad laboral, nueva fase de acumulación originaria y de la importa-
permaneciendo la distinción entre funciones creativas y ción sistemática de mano de obra extraída de las áreas
otras (la mayoría) integralmente ejecutivas, seriales y menos desarrolladas. La descualificación de enteros
alienadas –distinción inherente al modo de producción sectores precarizados corresponde, en el ámbito pos-
capitalista y por cierto no superable por vía tecnológica. tfordista, a la descualificación fordista por medio de la
Por otra parte, la infraestructura de la información está fragmentación. Extensión del trabajo productivo signi-
directamente incorporada en los nuevos procesos pro- fica movilización integral de la vida para el trabajo, con-
ductivos y es a un tiempo instrumento y propiedad, aun- vocatoria de todo el mundo para la valorización del ca-
que contestada y transgredible, del patrón (data base, pital. Se confirma así la acre frase de El capital I, 14: ser
server, programas propietarios, autopistas informáticas, un obrero productivo no es una suerte sino una desgra-
etc.). Esta doble inmanencia muestra claramente el cia (ein Pech – mala suerte). El papel privilegiado del
papel contradictorio de la cooperación y de la ciencia trabajo asalariado se agrieta por la apariencia de auto-
que es su estructura lógico-operativa. Omitimos hablar nomía que asumen muchas formas de actividad sus-
aquí de la acumulación de saber cooperativo que se rea- tancialmente dependiente y sub-remunerada. El des-
liza en los aparatos bélicos cuyo uso ordinario no se diri- plazamiento de la productividad hacia el grueso de la
ge evidentemente hacia la emancipación de los pueblos fuerza de trabajo que interactúa con sistemas producti-
y de las clases subalternas... vos automatizados e informatizados mueve además
Al lado de la producción industrial, que casi ha fago- parte del capital fijo hacia el trabajo vivo, en el que lle-
citado completamente la agrícola y se distribuye en gan a mezclarse las dos secciones del capital constante
medida desigual entre metrópolis imperiales, nuevos (fija y variable), sin ningún reconocimiento salarial, o
centros geopolíticos de desarrollo y poder, áreas de más bien con el empeoramiento que se deriva de la
subdesarrollo, crece en inextricable interdependencia condición intermitente de esta tipología de encargados
una cadena de servicios, ya casi mayoritaria en y de la concomitante decadencia del gasto social del
Occidente, donde domina el trabajo psicoafectivo y Estado. La reducción de los costos de amortización y la
comunicativo y la tonalidad abstracta intercambiable disminución de la incidencia porcentual del capital
coincide con lo más concreto de la corporeidad –desde constante actuaría así como una contratendencia clási-
el empleo de las manos para lavar, cocinar, limpiar, ca de la caída de la tasa de ganancia.
curar y acunar hasta el tono de la voz para ofrecer, Detrás de los fenómenos de camuflaje y de trabajo
seducir, explicar, contratar y la atención obediente que negro, la actividad autónoma no puede ser reducida al
anticipa el mandato o la invitación. Los lemas de lo trabajo salarial, sino que, al contrario, indica una crisis
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mental, al secuestro de las potencias mentales de la pro- antes distintas, por ejemplo en tanto que subordinadas
ducción, a la máxima eficacia de los factores productivos y autónomas, encontrándonos en medio toda la tipici-
y de su combinación en el ámbito de la relación salarial dad posible, o más bien la atipicidad. Sólo mantenien-
ordinaria con extorsión de plusvalor relativo. Esto per- do juntos esos aspectos en apariencia heterogéneos
manece, pero es sólo una parte de lo que entra en juego podremos reconstruir un resultado distinto del punto
en la competencia entre los agentes estratégicos capita- de partida, un buen concreto sintético de la variedad,
listas –los funcionarios necesarios para la producción una Zusammenfassung vieler Bestimmungen, que se
capitalista de que hablan las Notas al “Manual de haga unidad coherente del múltiple de las luchas.
Economía Política” de Adolph Wagner– y de la even- He aquí, sin ahondar, los campos de lucha donde se
tualidad de la crisis siempre inmanente al sistema. precipitan las consideraciones precedentes: la recípro-
ca traducibilidad de las luchas heterogéneas en oposi-
Entre los diversos efectos mencionamos el hecho de ción a la traducción en trabajo abstracto y valor que el
que la misma clase se haya vuelto un concepto proble- capital realiza, para su beneficio, de las múltiples for-
mático: no basta repetir que la clase no preexiste a la mas de explotación con una composición de capital
lucha de clases sino que se deriva de ésta, ya que se han diversa y con distinto régimen jurídico20 –un desarro-
alterado las formas mismas de la lucha. La deriva tene- llo post-fordista de la noción gramsciana de traducibili-
mos que entenderla en sentido fuerte: se presenta y dad, que en aquel momento se refería a la época del for-
procede de un modo impredecible. La crisis de la auto- dismo y de la III Internacional–, el consiguiente carác-
legitimación del poder burgués (capitalista, imperial), ter del proletariado como sujeto en tránsito y no como
el fracaso de la democracia representativa o de la gue- sujeto esencial, la desconfianza hacia cualquier agrega-
rra como instrumento de control, se transforman en ción identitaria que haga homogénea la diferencia
ocasiones de combate coyuntural y suscitan movimien- –agresiva cuando vence, con actitud victimista cuando
tos tan precarios como los modos de trabajo, pero que (casi siempre) pierde, la reivindicación de la democra-
se parecen bastante a lo que antes se llamaba lucha de cia no como un procedimiento para sujetos jurídicos,
clases. Por esta razón, la multitud flexible parece ser sino como contexto multitudinario de un proceso sin
una buena candidata para suceder a la clase, aunque sujeto, más o menos en los términos de una toma de la
por ahora sólo en términos hipotéticos. Por esta razón, palabra y de la visibilidad de los excluidos, según la fun-
abandonada la historia teleológica, cada estructura se damental lección de Jacques Rancière21.
manifiesta en coyunturas aleatorias y de ahí que nos
tiente el utilizar retroactivamente los criterios de análi-
sis, revisando los fáciles esquemas que hubieran debido
justificar desarrollos que no han sucedido. Acordémo-
nos de la admonición marxiana: ça dépend.
Si el asalariado concentrado en las grandes empre-
sas no es ya el resorte principal de la producción y la
revolución, sino una parte cada vez más reducida y no
especialmente subversiva de la población total, la aten-
ción tendría que dirigirse hacia una composición diver-
sa de los dominados, tanto a escala mundial (donde
continúan los esquemas fordistas y las masas proleta-
rias, como en el siglo XX euro-americano) como nacio-
nal, donde el obrero masa declina tan rápidamente
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20.- Cf. Yann Moulier Boutang, De l’esclavage au salariat– Économie historique du salariat bridé (1998) (Traducción española: De la escla-
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vitud al trabajo asalariado, trad. Beñat Baltza Álvarez, Marisa Pérez Colina y Raúl Sánchez Cellido, Akal,Madrid, 2006). Para un concep-
to de traducción en los Post-colonial Studies son fundamentales «Traces» vol. 4, Translation, Biopolitics, Colonial Difference, a cargo de
Naoki Sakai e Jon Solomon, Hong Kong University Press 2006, Naoki Sakai, Translation and Subjectivity, University of Minnesota,
Minneapolis 1997), 6, y Sandro Mezzadra, Condizione postcoloniale. Storia e politica nel presente globale, Ombre Corte, Verona 2008,
cap. VI.
21.- La mésentente (1995). (Traducción española: El desacuerdo. Política y filosofía, trad. Horacio Pons, Nueva Visión, Buenos Aires, 1996).
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Las luchas obreras italianas, de intensidad y distribu- productivismo, las estrategias sindicales del otoño
ción diversa, de los años sesenta y setenta, precedidas, caliente y las experiencias de la Autonomía estuvieron a
acompañadas y seguidas por una espléndida época de la altura del trabajo sans phrase, produjeron una crisis
discusión política y cultural a nivel internacional, habí- del sistema, pero no resistieron la reorganización inter-
an dado una respuesta adecuada al trabajo abstracto nacional del aparato productivo y estatal que le siguió.
fordista y habían exigido su metamorfosis postfordista. Los años siguientes presenciaron una restauración con-
El éxodo fuera de la cultura del trabajo, al menos en la junta con una crisis local de paso hacia el nuevo sistema
experiencia italiana, era casi un lugar común. El neoli- productivo con fenómenos de desindustrialización y
berismo, a partir de los años ochenta, constituye la res- decadencia de la clase política, estrechamente vincula-
puesta. En parte espontánea, en parte guiada de arriba dos con la especificidad italiana. El neoliberismo mun-
a abajo (Reagan y Thatcher, por no hablar de Pinochet, dial galopante destruyó el movimiento revolucionario
el preferido de Milton Friedman). El fracaso del Estado con la ayuda de un bloque de partidos en fase terminal,
asistencial. El regreso a la economía salvaje del merca- encerrados en su mezquindad y corrupción.
do en el este. El impetuoso arranque de la emigración, En cierta medida, sin embargo, funcionó el meca-
ya no interna a la Europa occidental, sino proveniente nismo de la revolución pasiva. El rechazo de la fabrica
de la Europa oriental, de África y de Asia, hacia los paí- se convirtió en incertidumbre del empleo gracias a una
ses de la CEE, Australia y los Emiratos Árabes, con la drástica reducción de los grandes conglomerados obre-
intensificación de la emigración tradicional desde la ros, la evolución del trabajo hacia una dimensión inte-
América Latina hacia los EE.UU. lectual e inmaterial fue absorbida por la proliferación
de los servicios y de los cuidados a las personas (en
donde confluyeron buena parte de los inmigrantes y de
los trabajadores seudo-autónomos), la rebelión antiau-
toritaria fue asimilada por la degradación del sistema
escolar y por la tranquila extinción del Edipo familiar,
la crítica de la representación acabó en populismo. El
trabajo sans phrase, realizándose en una explotación
integral taylorista-fordista y no en la versatilidad comu-
nista, chocó contra una resistencia obrera triunfante y
de la crisis nació la nueva figura de la flexibilidad, tér-
mino que resume tanto la metamorfosis toyotista de la
gran fabrica como la dispersión del trabajo industrial
deslocalizado y de los servicios precarizados. Esto neu-
tralizó temporalmente el potencial salarial y político del
proletariado; tal vez bloqueó la trasformación de la cla-
se en sí en clase para sí. Resulta por lo tanto irremedia-
blemente obsoleto todo aquel dispositivo de alianzas,
de distribución orgánica de papeles, de memoria histó-
rica, expectativas de un curso necesario que imprimían
una marca evolutiva o palingenésica al siglo fordista.
Los años setenta italianos fueron en particular el esce- Como se manifiesta hoy en el nuevo e intenso ciclo de
nario de una guerra de movimientos aislada, un asalto luchas de los estudiantes italianos, que en sustancia es
al cielo inevitablemente derrotado, que oponía frontal- una rebelión del trabajo precarizado que no tiene inten-
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mente al trabajo abstracto el rechazo del trabajo y se ción de pagar el precio de la crisis mundial de la econo-
hacía la ilusión de poder vencer, con el uso de una vio- mía y que se mueve con total independencia respecto
lencia difusa, a un aparato estatal corrompido pero aún de la tradición y de las organizaciones de la izquierda.
demasiado eficaz en el plano represivo y apoyado por el
consenso de unos partidos de masa en vías de demoli-
ción pero aún no demolidos. 1977 separa dos épocas,
con los defectos de la que muere (vanguardismo orga-
nizacional donde la forma partido se miniaturizaba en
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LA MUJER Y LA LABOR DE CIVILIZAR EN LA
CULTURA CONTEMPORÁNEA.
por Iris M. Zavala*
Comienzo con una insubordinación: la posición feme- de que hace falta algo más que el lenguaje para civili-
nina, es un modo de desafiar al Otro, de situarse en la zarlo, repito: goce, lo extralimitado, el sufrimiento, el
frontera, de preguntar desde el borde, y descentralizar dolor, y eso que llamamos después de Freud, la pulsión
desde el margen el orden institucionalizado. Inicio el de muerte. Hemos de intentar civilizar la crueldad de
recorrido con la “cultura de fronteras” bajtiniana: el ese depredador que somos, que nos lanza al pasado, a
dominio cultural no tiene territorio interior: las fronte- volver a formar parte de una manada, y sus exigencias
ras lo recorren por todas partes. La palabra vive, en la de sacrificio.
frontera, entre su contexto y el ajeno, tiene así doble Contra estos imperativos modernos propongo un
vida… como la réplica: la frontera rehúye el centro, retorno a la ética, entendida como una subversión en
está en los márgenes. Este margen es fundamental en la estructura del saber; un saber al servicio del trabajo
la posición femenina. Afino y retomo a Bajtin y a Lacan de civilizar —el arte, el único discurso que en la moder-
par esbozar la tarea que propongo. Cultivar y civilizar nidad le otorga un lugar al sujeto. La pintura —escribe
han sido a menudo tareas en manos de mujer, las que Lacan (1992:112-127)— incluye una función subjetiva-
hablan desde el margen, desde la exotopía. La cultura dora, que tiene el poder de hacer o conformar o trans-
semeja una serie de artificios simbólicos, discursivos formar a los sujetos. Lacan deduce que la pintura no
que nos permiten resistir lo real imposible de soportar; trata de la representación, y que la historia de la plás-
domestica y cumple una importante función sublima- tica es la secuencia de las variaciones de la estructura
toria en las sociedades, atempera lo que Lacan llama de subjetivación. Esta reflexión nos debiera llevar
“el goce” del ser hablante: lo desmedido, sobrepasar lejos, y de manera directa a los intentos de cercar lo
los límites, se expresa en el sufrimiento; las pesadillas
del sujeto acosado y objeto de crueldades. La muerte y
el holocausto, los fantasmas de la vergüenza, la crea-
ción de infiernos y suplicios. El masoquismo primor-
dial que doblega siempre al principio del placer. La
compulsión de repetición, que nos impulsa, como a
Sísifo a subir una y otra vez la piedra. Se trata de civili-
zar cuestionando. Ya Roland Barthes sostuvo que la
historia es histérica, y sugiero que en la histerización,
está el recurso de lo que puede ser una nueva tarea
para la posición femenina.
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*.- Este texto fue leído por la autora en 10º Congreso Internacional Interdisciplinar Sobre Las Mujeres, Mundos De Mujeres/ Women’s
Worlds 2008; celebrado en la Universidad Complutense de Madrid, del 3 al 9 de julio de 2008
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Real, abordado de manera directa por los grandes libertad, que es al mismo tiempo el peligro absoluto, ya
innovadores del arte. El artista creador emplea profu- que se rompen los caminos y se establecen nuevos
samente los símbolos, y cuanto más le sirven para principios? Freud, Bajtin y Lacan nos han abierto sen-
expresar los conflictos entre el amor y el odio, la des- deros nuevos, han anticipado lo que hoy día nos pro-
tructividad y la reparación, los instintos de vida y de duce más dolor, y nos deja a la deriva.
muerte, tanto más universal será la forma que adop-
ten. ¿Y cómo se socava la consistencia de la realidad en En El reverso del psicoanálisis (Seminario 17, 1969-
nuestro mundo contemporáneo, si con el neoliberalis- 70), Lacan nos recuerda —y repito— que el discurso
mo y el capital sabemos que no es necesario combatir histérico implica una oposición al discurso del amo —
las doctrinas, sino esperar a que se pasen de moda, y hoy el mercado—, cuestiona la existencia del Otro con
hacer pactos y chapuzas; y la metáfora del dinero hace obstinación, cuestiona su saber y pone en entredicho
del arte moneda falsa? su poder. Histerizar nos induce a cuestionar la histo-
ria, el arte, y todas las actividades humanas estableci-
das y aceptadas. En el discurso histérico lo que se pone
por delante no es la integración tiranizante de lo com-
pulsivo, sino el descentramiento propio del mundo
interior, su incoherencia, su división entre los ideales y
lo que estos han reprimido. Lo que se hace evidente no
es la sumisión sino la insatisfacción. La actitud histéri-
ca lleva implícita la demanda de nuevos ideales, de un
nuevo amo. Nueva paradoja. El discurso de la libertad
toma un giro en mayo de 1968 —el objetivo está abier-
tamente declarado, el complejo monoteísta patriarcal
se agrieta definitivamente, toda forma de autoridad se
vuelve automáticamente sospechosa. De ahí que
Lacan desconfiara de aquella protesta estudiantil,
señalando que esos estudiantes histerizados querían
otro amo. Ahora lo sabemos, era el amo global. Lo que
propongo es que desde la cultura —escritura, pintura,
música, educación— es decir, todos los vínculos socia-
les, es posible histerizar el discurso, llenarlo de pre-
guntas, de retos, y estás preguntas se responden con el
enigma. Histerizar forma parte de la investigación
Como trabajadora de la palabra, invito a conocer bien ética que no sucumba al amo global.
la espiral a la que la época nos arrastra en la obra con- Así, pues, el trabajo de civilizar supone un enfoque
tinuada de Babel y que sepamos nuestra función de crítico. Sugiero que la posición femenina podría esta-
intérprete en la discordia de los lenguajes, y entender blecer un diálogo para “civilizar” y, si no erradicar, al
los “nuevos procesos de subjetivación” que el arte pro- menos aminorar los efectos terribles de la paranoia
duce en cada momento histórico. Concebir la cultura que nos habita, el discurso de la violencia con sus des-
como intervención civilizadora, conscientes de que los varíos psicóticos y su feroz delirio, signo y marca de
procesos de subjetivación también pueden acabar con- buena parte de la cultura actual, sobre todo la audiovi-
virtiéndose en campos reconstruidos para el ejercicio sual. El paisaje es desolador... ¿Cómo crear una nueva
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del poder. Y reconocer que todo texto o expresión ética y un nuevo discurso cultural? Este parece ser el
artística puede y debe ser entendida como señal y sín- gran reto de la política y los feminismos hoy. La ética a
toma de antinomias sociales, y que hay una ética de la la que aludo nada tiene que ver con una doctrina de
escritura, como hay una de la lectura, y hablo ahora valores o normas que dirían dónde está el bien del
como escritora; nos permitiría rechazar que la única sujeto. No es una ética prescriptiva, universal, sino
libertad se dirija hoy al mercado, y a la masacre que individual “relativa al discurso” del sujeto; ética del
representa la aldea global del pragmatismo más “Bien Decir”. La elección ética se enmarca dentro del
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cruento. He ahí la paradoja en que me encuentro. deseo inscrito en el discurso desde el cual el sujeto
¿Qué hacer con esta contemporaneidad, de la cual yo habla. La posición ética se centra en la responsabilidad
también soy responsable?; ¿cómo intentar transfor- del sujeto frente a su deseo, concierne a su síntoma, a
marla?, ¿cómo elaborar una nueva ética?, ¿cómo hacer su modo de goce, a su inconsciente; solo desde esa
una torsión, un reverso que nos abra a la suprema dimensión sufriente podrá hacerse responsable de sus
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actos, todo ello marca una diferencia. Hasta aquí el
vuelco ético de Lacan.
se inserta; desde dónde se habla. He aquí el vuelco tengo memoria en el rostro, la voz ronca, como si tu-
ético de la filosofía lacaniana. Y prosigo ahora ligando viera una lágrima en la herida. Cuando el carnaval me-
la ética al desgarramiento que ha supuesto esa fecha diático arrastra, volver a la frontera sería el modo de
traumática del siglo XXI en el dominio histórico, el 11 implicarnos en la tarea paradójica de lo social. Pa-
de septiembre. Si aceptamos que cada ruptura históri- radoja, el modo más enérgico de presentar la verdad,
ca, cada advenimiento lejano en el tiempo cambia dice Unamuno; la cultura está construida por parado-
retroactivamente el significado de toda la tradición, jas y equívocos; conocerlos permite afrontar mejor la
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reestructura la narración del pasado, la hace legible de paranoia moderna y sus mortíferos resultados.
otra forma, hemos de leer este acontecimiento a la luz Pero volvamos a nuestro presente y a los fantasmas
del pasado, en la medida en que se simboliza en el teji- que hemos de vencer. El siglo XXI irrumpe con la vio-
do de la memoria histórica. Con la fecha coyuntural de lencia, con enormes y fuertes procesos de segregación,
11 de septiembre se reescribió la historia, dando retro- inscritos en la lógica misma del capitalismo. La mira-
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ductibles.
En su conocida respuesta a Einstein, Freud invocó
a la agresividad devenida del instinto de muerte en su
expresión externa como instinto de destrucción. El
trabajo de civilizar supone poner el peso en la vida,
reconociendo el sufrimiento del síntoma y el malestar
que produce en el sujeto el vínculo social. Lo sustancial
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¿cómo puede haber narración sin historia? Y la cues-
tión ética que no puede obviarse, ¿qué oferta de “sub-
jetivación” tiene éxito hoy en el mercado?
La hostilidad del mundo contemporáneo por la
letra escrita es síntoma central, por ejemplo. En el
actual desierto simbólico el arte nos hace sentir y saber
cuánto de incivilización produce el capitalismo, inci-
diendo funestamente en los destinos del sujeto con-
temporáneo. Pero conocer qué obras del arte “hacen
saber” el estado de nuestra civilización, y lo que anun-
cia para tiempos venideros no es fácil, cuando lo que
domina en el arte hoy es el “evento” cultural global, la
intención del mercado hace estallar en pedazos el con-
cepto de “obra del arte”. La retórica vacía que alimen-
ta el discurso de la crítica contribuye poco a separar las
aguas.
Lo que deseo subrayar, finalmente, ante todo, es el
irrepresentable, a decir lo indecible sobre su propia derecho de la mujer a ser “trabajadora de la cultura”, a
verdad, su propia muerte. De ésta manera hace lazo construir mundos de saberes, a civilizar, a autorizarse.
social. Todo el mundo pretende y tiene derecho a con- Y repito lo dicho muchas veces, desacralizar por una
seguir la felicidad y este ideal es, en tanto tal, sólo una parte, e histerizar y poetizar, sería nuestro trabajo hoy;
ilusión, tal como demuestra Freud. para hacer posible una nueva ética que responda al de-
Nuestro reto es desescribir el pasado para cons- seo. Este parece ser el gran reto que la política elude.
truir nuevos futuros. Un acto verdaderamente subver- Nos encontramos ante “una nueva problemática del
sivo si hacemos un reverso de los cantos de sirena del riesgo”: la imposibilidad de quienes deben afrontar las
discurso Amo capitalista, y dejamos la piedra en la transformaciones ocurridas a partir de los 70, con el
cumbre... para que no vuelva a rodar. Urge pues leer en debilitamiento del Estado social, nos coloca en situa-
retroactivo nuestras historias personales y sociales ción de vulnerabilidad, y nos induce a vivir vicaria-
para desnudar ese goce obsceno que interpela desde el mente y de manera indirecta a partir de emociones y
goce de la opereta trágica, en la paródica repetición del sentimientos creados y re-creados por el consumismo
pasado en Amo moderno. Necesariamente debemos que divide el mundo en grandes masas empobrecidas
producir una conversión, una “rectificación subjetiva”, y desamparadas, y pequeñas minorías enriquecidas.
que nos permita facilitar el camino de civilizarnos y Lo central es que el individualismo hedonista es resul-
civilizar. Nadie escapa al signo de la época. ¿Cómo tado de la modelación de la subjetividad llevada a cabo
reconocer entonces que en una obra de arte —cuya por las instituciones del propio Estado.
injerencia en el estado de una cultura es central— hay Las invito a ejercitar el pensamiento para adquirir
algo que nos concierne como sujetos, algo que nos saber y autoridad, el poder puede imponerse, sólo la
habla, algo que nos mira…? Algo que toca el corazón autoridad sabe hacerse obedecer, sin esclavizar. Se
de nuestro ser y nos permite vislumbrar un saber trata de buscar la autoridad, no el poder. Claro que la
inédito. Repensemos la función del arte en nuestra desconsiderada consecución de los propios intereses
contemporaneidad. La sublimación es una modalidad predomina en el ámbito cultural e intelectual, no hay
de recubrir y, a la vez, de hacer surgir lo real, es decir, institución que se salve. Y, sin embargo, “el filósofo
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lo imposible de comprender: el silencio de la muerte. tiene hoy el deber de desconfiar, de mirar maliciosa-
Sugiero examinar lo que las obras del arte “han mente de reojo desde todos los abismos de la sospe-
hecho saber de lo insabido” —el inconsciente. Y sin cha”, escribió Nietzsche, y ese deber ha de ser nuestro
duda la obra literaria aporta claves, respuestas para lo horizonte. Implica socavar los prejuicios que anidan
que se interroga desde el arte. Pero, y hoy, ¿somos bajo la actual caída de la cultura y la autoridad.
intérpretes de la subjetividad de nuestra época u obje- Autoridad, autorizarnos como trabajadoras de la
tos del mercado de los goces? Si el capitalismo ha cultura supone buscar respuestas a nuestras preguntas,
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incorporado al artista en el circuito de la producción de consientes de que ningún texto puede ser un núcleo fijo
la industria del entertainment, tanto como animador de sentido, proponer nuevos puntos de vista. Civilizar
cultural y artífice de eventos sociales, o agente de cul- con la letra escrita, con el trazo pictórico, con la nota
tura visual, poco se puede esperar. Y además, en una musical. Y domesticar, civilizar el goce. Instaurar la ver-
época que sustituye la historia por un parque temático, güenza, el pudor, el respeto a la autoridad del saber.
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EL USO CAPITALISTA DE LA MAQUINARIA: MARX
FRENTE A LOS “OBJETIVISTAS”.
por Raniero Panzieri
Raniero Panzieri:
una crítica de la tecnología*
ción, es el inconsciente portador del último objetivo ra y la subversión de lo existente, desencantada de las
trascendental que es la perfección del dominio técnico grandes narraciones comunistas de principios de siglo.
de la naturaleza por el ser humano; todo lo cual obvia- Es algo bien conocido que para Marx el capitalismo
mente implica la existencia de relaciones sociales de revoluciona tanto “las agrupaciones en las que se divi-
producción, aunque estas se hallan impresas en forma de la sociedad”, como “los procesos técnicos del traba-
de “circunstancias concomitantes” en el proceso técni- jo”. Lo que es menos conocido es que teoriza la unidad
co autónomo que constituye el “núcleo esencial” del de estos dos momentos (agrupaciones sociales y pro-
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actual desarrollo histórico. De esta forma la perspecti- cesos técnicos) en tanto que “constituyen un modo de
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siempre en el ala izquierda representada por Morandi. lucha del movimiento, la relación clase-partido, el uso
Sin embargo Panzieri rompió con la estrategia, común ingenuo de la “objetividad” tecnicista y la asunción de
al PSI, al Partido Comunista Italiano (PCI) y a los sin- la fábrica como centro de gravedad y laboratorio de
a.- «La producción del plusvalor relativo, pues, supone un modo de producción específicamente capitalista, que con sus métodos,
medios y condiciones sólo surge y se desenvuelve, de manera espontánea, sobre el fundamento de la subsunción formal del tra-
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bajo en el capital. En lugar de la subsunción formal, hace su entrada en escena la subsunción real del trabajo en el capital.»
Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política. Libro primero, volumen 2, p. 618. Madrid, Siglo XXI Editores, 6ª ed.
Trad. Pedro Scaron.
b.- Karl Marx, El Capital. Libro I, Capítulo VI (inédito), Madrid, Siglo XXI, 12ª ed., 1981, pp. 54 y ss.
c.- Últimamente han aparecido testimonios escritos en recuerdo de su figura y su vida tempranamente truncada. Destaca el libro
de Paolo Ferrero (ed.), Raniero Panzieri un uomo di frontiera, Milán/Roma, Ed. Punto Rosso, 2005.
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constatación científica dado que la fábrica es la forma
más general con la cual del capital se conduce como
modo dominante de producción.
Así, centrándose en las categorías favoritas del
movimiento obrero, a saber la “anarquía” y la “planifi-
cación”, la preocupación de Panzieri era desmontar la
versión reformista dominante que producía una tesis
doble: en principio y a nivel social, el capital no es sim-
plemente “anarquía”, sino capital sociald; como tal, el
capital es capaz de planificar y mientras no se niegue
esto de alguna forma, las leyes contradictorias de la
acumulación capitalista mostrarán de una manera
cada vez más clara que no hay nada inherentemente
“transicional” en la “planificación”, en el sentido abs-
tracto de esta palabra. La proposición complementaria
de Panzieri es que a nivel social, la planificación capi-
talista sigue siendo capitalista, al igual que lo es a nivel
de fábrica. Frente a la perspectiva marxista dominante
de que las fuerzas productivas son el motor autónomo Capital (1966)e. Continuando la perspectiva de
de la historia, Panzieri antepone que las relaciones de Panzieri sobre “la objetividad capitalista del mecanis-
producción están dentro de las fuerzas productivas. E mo productivo respecto a los trabajadores”, Tronti sos-
igualmente, ante la hegemónica idea de la inherente tuvo que una clase revolucionaria consciente presupo-
racionalidad de la tecnología, contrapuso la objetivi- nía “la estrategia de la negación”. Ya que la fábrica era
dad capitalista del mecanismo productivo con respec- el lugar en el cual la fuerza de trabajo vivo reproducía
to a los trabajadores. su subordinación al trabajo muerto, este Rechazo
En todas estas intervenciones Panzieri ofrece una tomaba forma entonces en la “lucha contra el trabajo”,
discusión quizá demasiado condensada de la tecnolo- y con ello la supresión del trabajo por la clase obrera y
gía; ello se debe a que ya había dedicado en el primer la violenta destrucción del capital acababan siendo una
número de los Quaderni Rossi (1961) un artículo ente- y la misma cosa. Por su parte Panzieri, que no llegó a
ro a dicha cuestión, que es el que editamos a continua- tiempo de vivir el 68, había sido testigo de la explosión
ción. Así pues, la significación del siguiente artículo es (subversiva, creativa) del antagonismo de clase que
triple: había tenido lugar en las fábricas, sin embargo no creía
que pudiera desestructurar al menos inmediatamente
1.- Establece la base sobre la que se teoriza la maqui- la sociedad; Tronti en cambio pensaba que si bien
naria en El Capital. dicho diagnóstico era posible a corto plazo, a medio
2.- Contrasta esto último con la perspectiva marxis- plazo no tenía razón, aunque a ha venido a reconocer
ta ortodoxa que Panzieri denomina “objetivismo” que estaban todos equivocados largo plazo.
(el vocablo que utiliza en vez de tecnicismo). En cualquier caso, esta visión apocalíptica fue esen-
3.- Detalla la dimensión política del problema en cial en el desarrollo de la lucha de clases en Italia en los
términos de conciencia de clase, estrategia y tran- años sesenta y setenta del siglo pasado, incluso aunque
sición revolucionaria. Tronti regresara vergonzosamente al PCI que antes
había abandonado. Un grupo denominado Potere Op-
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En los años que siguen a la aparición del presente artí- eraio (Poder Obrero) recoge entonces el legado de
culo, el trabajo pionero de Panzieri se ha visto conside- Panzieri, grupo que se disuelve en 1973 en el difuso
rablemente ampliado, en especial por otros compañe- “espacio” de la Autonomia Operaia (Autonomía Obre-
ros de militancia. El primero en reivindicar y profundi- ra). En vez de proponerse la toma de lo que de hecho
zar estas cuestiones fue Mario Tronti en Obreros y había sido una forma de capital, tanto dentro como
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d.- Como puede comprobarse en Karl Marx, El Capital, libros segundo y tercero. Hay versión castellana en Siglo XXI editores,
Madrid, 1976. La importancia de todo ello fue mencionada sistemáticamente por Mario Tronti en “El Plan del Capital”
(Obreros y Capital. Madrid, Akal, 2001, pp. 64-89. Su título original era “El Capital Social”, Quaderni Rossi, nº 3, 1963).
e.- Véase nota anterior.
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f.- Toni Negri: Dominio y sabotaje, Barcelona, El Viejo Topo, 1979. Véase por ejemplo esta cita: «El capital ha aceptado muchas
veces que la lucha obrera fuese el motor del desarrollo, e incluso que la autovalorización proletaria dictase las motivaciones del
desarrollo; lo que sí se ha visto siempre obligado a cancelar es el significado antagonístico, pero no la realidad, del movimien-
to obrero. En el límite, y paradójicamente, se podría decir que para el capital no hay estabilización política eficaz (es decir, posi-
bilidad de imponer su ley y su explotación en la dimensión de una reproducción ampliada del beneficio) si no es en la medida
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en que se dan posibilidades de reestructuración a partir del Movimiento proletario. El interés proletario se mueve en otra direc-
ción. La de captar críticamente el nexo existente entre estabilización y reestructuración, y atacarlo. Destruir esta relación en un
proyecto de desestabilización y, conjuntamente, de desestructuración, representa el interés obrero.», p. 25.
1.- Raniero Panzieri, “Sull’uso capitalistico delle macchine nel neocapitalismo” en Quaderni Rossi (Cuadernos Rojos) y reimpre-
sa en La ripresa del marxismo-leninismo en Italia (La reactivación del marxismo-leninismo en Italia, Milán, Edit. Sapere
Edizione, Milán, 1972). [La presente traducción del inglés, de Mario Domínguez Sánchez, procede de: Raniero Panzieri: “The
Capitalist Use of Machinery: Marx Versus the ‘Objetivists’”, en Phil Slater (ed.): Outlines of a Critique of Technology. Londres,
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Ink Link, Humanities Press-Atlantic Highlands, 1980, pp. 39-68. N. del T.].
2.- Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política. Libro primero, volumen 2, p. 408. Madrid, Siglo XXI Editores, 6ª ed.
Trad. Pedro Scaron.
3.- Ibíd. p. 406.
4.- Ibíd. p. 405.
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El proceso productivo capitalista se desarrolla a través
de sus diversas fases históricas como un proceso de
desarrollo de la división del trabajo y el terreno básico
de este proceso es la fábrica:
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nología supone la aparición de unas formas cada vez ver con los problemas del desarrollo tecnológico y de la
más sofisticadas de integración, un crecimiento conti- organización productiva. No nos referimos con ello a
nuo del control capitalista. El factor elemental de este las ideologías del capitalismo tardío (neocapitalisti-
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che) sino a las posiciones manifiestas del movimiento estudiar los métodos!”18 De nuevo se ha olvidado que
obrero y a su problematización teórica. En oposición a –en la gran empresa moderna “con una producción
las viejas cristalizaciones ideológicas de la acción sindi- planificada conseguida a través del flujo continuo”– “la
cal, los procesos de renovación de los sindicatos de no correspondencia de un trabajador o un grupo de
clase se han basado en un reconocimiento de las “nue- trabajadores con lo que se pide de ellos sobre la base de
vas realidades” del capitalismo contemporáneo. Pero las previsiones establecidas en el plan de producción
la atención que se ha prestado correctamente al pre- empresarial”19, tiene un enorme potencial destructi-
sente tecnológico y a la fase económica –con toda una vo. En vez de ello, lo que se explica hasta la náusea es
serie de posiciones y análisis–, se desvían hacia una la necesidad (“racional”, por supuesto) de la denomi-
representación de tales modificaciones como si suce- nada “relación moral entre empresarios y trabajado-
diesen de una manera “pura”, idealizada, arrancada de res, relación que constituye la condición previa y el
toda conexión concreta con los elementos generales y propósito de las escuelas de ‘relaciones humanas’, pre-
determinantes (poder) de la organización capitalis- cisamente porque sólo sobre esta base se establecerse
ta16. La racionalización, con su parcelación extrema la colaboración”. Así, “la producción integrada debe
del trabajo, su “vaciamiento” del trabajo obrero, se estar acoplada mediante una integración del trabaja-
percibe como una fase de tránsito –una “dolorosa” dor con la empresa, y esta integración debe ser volun-
pero necesaria transición a la etapa que “agrupe de taria, ya que no se puede conseguir ninguna constric-
nuevo y con un sentido unitario a los trabajos atomiza- ción o disciplina de los hombres a menos que renun-
dos”. Se reconoce con ambigüedad que la utilización cien a su libertad, por ejemplo, para producir un poco
del trabajo vivo en la producción y el correspondiente menos un día y un poco más otro día”, etc., etc.20 De
crecimiento del capital constante empujan en la direc- esa manera, “la razón por la que este movimiento [de
ción de una continuidad ininterrumpida del ciclo, ‘relaciones humanas’] puede desaparecer estriba en
mientras que «los lazos de la interdependencia exter- que pueda absorberse la parte válida de sus ideas”
na e interna aumentan: como si en la unidad producti- –¡aunque, por supuesto, los sindicatos deben interve-
va, el puesto de trabajo y el trabajador individual sólo nir para “destruir las formas perjudiciales de ‘compa-
se pudieran contemplar como parte de un todo orgáni- ñerismo’ estrechamente ligadas con tales ‘relaciones
camente integrado, así también en el exterior cada uni- humanas’”!21Así pues, se acepta la sustancia de los
dad productiva individual y su comportamiento tienen procesos de integración: parece que éstos suponen una
lazos más fuertes de interdependencia con el orden necesidad intrínseca que procede de forma inevitable
económico total»17. del carácter “moderno”de la producción. Se nos re-
Las nuevas características asumidas por la organi- cuerda que ciertas “distorsiones” que el capitalista uti-
zación capitalista se confunden entonces con los análi- liza inyectándolas en esos procesos han de ser correc-
sis para desarrollar una “racionalidad” objetiva. Así tas. Incluso la organización “funcional” de la produc-
por ejemplo, se subraya la función “racional”, positiva, ción se concibe dentro de este marco en su forma tec-
de los Métodos de Medida del Tiempo de modo que nológica “sublimada”, como un salto adelante más allá
“¡al estudiar los tiempos, el técnico se ve obligado a de la jerarquización característica de las anteriores
16.- Es habitual, en nuestra opinión, citar los documentos incipientes del “cambio” sindical, ya que el debate continúa desarrollán-
dose sobre su base: I lavoratori e il progresso técnico (Los trabajadores y el progreso técnico) (Actas de la Conferencia sobre
“Cambios técnicos y organizativos y modificaciones de la relación laboral en las fábricas italianas”, realizadas por el Instituto
página 51
Antonio Gramsci de Roma en junio y julio de 1956), y S. Leonardi, Progresso tecnico e rapporti di lavoro (Progreso técnico y
relaciones laborales), Turín 1957. Tomamos como referencia básica el trabajo de Leonardi, quien amplía y desarrolla el ensa-
yo que presentó en la Conferencia del Instituto Gramsci. Para desarrollos más recientes de la discusión, véanse los ensayos y
contribuciones al reciente Congreso sobre “Progreso tecnológico y sociedad italiana”, citados a continuación. Véase también la
encuesta de Dino de Palma en el número actual de los Quaderni Rossi (Cuadernos Rojos). En estas notas, omitimos cualquier
referencia a la vasta literatura existente sobre los temas en cuestión (ya sea de inspiración tardo-capitalista o marxista) y pre-
tendemos aludir tan sólo al debate en curso en el seno de nuestro movimiento sindicalista.
17.- Progresso tecnico e rapporti di lavoro (Progreso técnico y relaciones laborales), Turín 1957, p. 93; véase también pp. 35, 46,
55 y ss.
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fases de la mecanización. Ni siquiera se sospecha que carácter unitario, que abrigan supuestamente mayor
el capitalismo puede utilizar las nuevas “bases técni- responsabilidad, a adoptar decisiones y una multiplici-
cas” ofrecidas por el tránsito desde las etapas previas a dad de destrezas técnicas22. El desarrollo de técnicas
ésta de alta mecanización (y automatización) para per- y funciones relacionadas con la gestión se aísla del con-
petuar y consolidar la estructura autoritaria de la texto social concreto en que se ocurre, esto es, de la
organización industrial: por supuesto, todo el proceso centralización creciente del poder capitalista y así se
de industrialización aparece dominado por la fatalidad comprende cómo la base para nuevas categorías de
“tecnológica” que conduce a la liberación del hombre trabajadores (técnicos, “intelectuales productivos”)
de esas “limitaciones impuestas por el entorno y por que aportarán “con naturalidad” –como un reflejo di-
sus capacidades físicas”. Por otra parte se percibe la recto de sus nuevas categorías profesionales– una so-
“racionalización administrativa” y el enorme creci- lución a las contradicciones “entre las características y
miento de las “funciones de organización externas” en los requisitos de las fuerzas productivas y las relacio-
su “forma” puramente “técnica”. La relación existente nes de producción”23. El choque entre las fuerzas pro-
entre estos desarrollos y los procesos y contradicciones ductivas y las relaciones de producción aparece aquí
como una “no-correspondencia” técnica: por ejemplo,
«al elegir la mejor combinación de los factores especí-
ficos de la producción (algo que ahora incluso se puede
lograr con métodos más válidos desde el punto de vista
objetivo)» el ‘nuevo tipo’ de trabajadores se ven «obli-
gados a desechar las soluciones más válidas desde una
perspectiva objetiva para respetar los límites impues-
tos por los intereses personales»24. Y es cierto que
desde esta perspectiva ¡«la hoz y el martillo… sólo pue-
den ser un símbolo del trabajo humano actual desde
un punto de vista ideal”!25
Todo esto tiene por supuesto un impacto directo en
la forma de concebir la lucha de clases y en la manera
en que los protagonistas actuales la perciben. La reali-
dad de las luchas actuales muestra los diferentes nive-
les de trabajadores creados por la actual organización
de la gran industria, que además tienden a converger
con las demandas de autogestión (self-management).
Esto funciona sin explicitar que se trata de un proceso
del capitalismo contemporáneo (su requerimiento de que tiene lugar sobre una base de factores objetivos,
cada vez más medios complejos para cumplir e impo- representados precisamente por las diversas modali-
ner su planificación) o la concreta realidad histórica en dades en que se sitúa a los trabajadores en el proceso
la cual el movimiento de la clase obrera se encuentra productivo, a los diversos tipos de relación de la pro-
viviendo y luchando (el cotidiano “uso capitalista” de ducción y la organización, etc. Pero se confunde e
la maquinaria y la organización) –todo ello se ignora incluso se niega el elemento específico del proceso de
en favor de una imagen tecnológica idílica. recomposición unitario, el cual no se puede asumir sin
Una perspectiva “objetiva” de las nuevas formas de la conexión entre los elementos tecnológicos y político-
organización tecnológica da lugar a serias distorsiones organizativos (poder) en el proceso productivo capita-
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de la naturaleza del empleo en la industria moderna. lista. El nivel de clase expresa por sí mismo no tanto
Existe una tendencia a apreciar la desaparición de las un progreso como una ruptura, no una “revelación” de
funciones parceladas y a establecer nuevas tareas de la oculta racionalidad inherente al moderno proceso
23.- Ibíd. pp. 82 y ss. Sobre la “alienación total” de los “intelectuales productivos”, véase no obstante las observaciones de Pino
Tagliazzucchi, realmente perspicaces y que van al grano, en “Aspetti della condicione impiegatizia nell’industria moderna”
(Aspectos de las condiciones utilizadas en la industria moderna, Sindacato Moderno, febrero-marzo 1961, pp. 53 y ss.
24.- Progresso tecnico e rapporti di lavoro (Progreso técnico y relaciones laborales), Turín 1957, pp. 81 y ss.
25.- Ibíd. p. 67.
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lidad de las técnicas productivas cultivadas en el marco
del capitalismo) supone olvidar que es precisamente el
“despotismo” capitalista el que adopta la forma de
racionalidad tecnológica. En la práctica capitalista no
son las máquinas, sino más bien los “métodos”, las téc-
nicas organizativas, etc., los que se hallan incorpora-
dos al capital y se enfrentan a los trabajadores como
capital: como una “racionalidad” ajena. La “planifica-
ción” capitalista presupone la planificación del trabajo
vivo, y cuanto más se esfuerza por presentarse a sí
misma como un sistema de reglas cerrado y perfecta-
mente racional, tanto más abstracta y parcial resulta,
preparada para su utilización exclusiva en el seno de
un tipo de dominación jerárquica. No tanto la “racio-
nalidad”, sino el control; no tanto la programación téc-
nica, sino un esquema para el dominio de los produc-
tores, pueden asegurar una relación adecuada a los
productivo, sino la construcción de una racionalidad procesos tecno-económicos globales.
radicalmente nueva y contrapuesta respecto a la racio- De hecho, en el marco de un estudio “técnico”,
nalidad practicada por el capitalismo. Lo que caracte- pseudo-científico, de los nuevos problemas y contra-
riza los procesos en los que los trabajadores adquieren dicciones que afectan a las empresas capitalistas en la
conciencia de clase en la gran industria (como los que actualidad, es posible encontrar soluciones que son
se estudian en este número de los Quaderni Rossi) no incluso más “avanzadas” que los nuevos desequili-
es en la actualidad “la simple demanda de ampliación brios, sin alterar por ello la sustancia de la alienación,
de la personalidad en el trabajo, sino una demanda y que además garantizan el mantenimiento de la esta-
estructuralmente motivada para ejercer el poder polí- bilidad del sistema. En realidad las ideologías socioló-
tico y económico en la empresa, y a través de ella en la gicas y organizacionales del capitalismo contemporá-
sociedad”26. Por consiguiente, los factores antes men- neo ponen de manifiesto varias fases –del taylorismo
cionados que “objetivamente” caracterizan los diver- al fordismo y por último el desarrollo de técnicas de
sos estratos de trabajadores en el proceso productivo integración, ingeniería humana, relaciones humanas,
tienen en efecto alguna importancia a la hora de for- regulación de las comunicaciones, etc.27– precisa-
mar una conciencia “colectiva”, por parte de los traba- mente en un intento cada vez más sofisticado y com-
jadores, de lo que los factores de producción implican plejo de adaptar la planificación del trabajo vivo a los
en términos políticos. Pero estos factores relativos a la estadios progresivamente alcanzados, mediante el
formación de una fuerza unitaria y disruptiva tienden continuo crecimiento del capital constante por los
a invertir cada aspecto de la realidad tecnológica-orga- requisitos de la planificación productiva28. Es eviden-
nizativa y de la propiedad privada de la empresa capi- te en este contexto que las técnicas de información
talista en el día de hoy. designadas para neutralizar la protesta de la clase
obrera y que proceden directamente del carácter
Integración y equilibrio del sistema “total” que los procesos de alienación asumen en la
fábrica racionalizada, tienden a adquirir una impor-
Es obvio que el hecho de ratificar simplemente la ra- tancia cada vez mayor. Es natural que los análisis con-
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cionalización de los procesos (entendidos como la tota- cretos se hallen enfrentados con situaciones que pue-
26.- R. Alquati, “Documenti sulla lotta di clase alla Fiat” (Documentos sobre la lucha de clases en Fiat), Quaderni Rossi, nº 1.
27.- Véase N. Mitrani, “Ambiguité de la technocratie” (Ambigüedad de la tecnocracia), Cahiers Internationaux de Sociologie, vol.
XXX, p. 111.
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28.- Franco Momigliano ha señalado correctamente que «en el marco del proceso productivo global la fábrica moderna no exclu-
ye cada vez más a los trabajadores de toda participación consciente en el proceso actual de diseño y planificación racional de
la producción; precisa además que los trabajadores, subordinados a la nueva racionalidad, personifiquen al mismo tiempo el
momento ‘anti-racional’, que corresponde a la vieja filosofía empírica del ‘arreglárselas’. De este modo, –paradójicamente– se
explota racionalmente la propia resistencia de la clase trabajadora». (F. Momigliano, “Il sindicato nella fabbrica moderna” (El
sindicato en la fábrica moderna), Passato e Presente, nº 15, pp. 20 y ss.).
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den ser del todo distintas entre sí, que dependen desde necesario. La lucha de la clase obrera se presenta por
este punto de vista de una considerable cantidad de tanto como la necesidad de una oposición global al
factores específicos (disparidades en el desarrollo tec- plan capitalista, donde el factor esencial es consciente
nológico, métodos subjetivos diferentes en la gestión —permítasenos decir dialécticamente consciente— de
capitalista, etc.). Pero el aspecto que queremos subra- la unidad de los momentos “técnicos” y “despóticos”
yar aquí insiste en que con la utilización de las técnicas en la actual organización de la producción. La relación
“informacionales” como la manipulación de las actitu- que tiene la acción revolucionaria con respecto a la
des de la clase obrera, el capitalismo posee inmensos racionalidad “tecnológica” es de “comprenderla” pero
márgenes para la “concesión” (o mejor dicho, “estabi- no para reconocerla y exaltarla, sino más bien para
lización”). Es imposible definir el límite tras el cual la someterla a un nuevo uso: el uso socialista de las
“información” que afecta a todo el proceso productivo máquinas31.
deja de ser un hecho de estabilización para el poder del
capital. Lo que es cierto es que las técnicas de informa-
ción tienden, en la situación más compleja en que se
halla la empresa capitalista contemporánea, a restau-
rar el “encanto” (satisfacción) del trabajo el cual ya
denunciaba el Manifiesto Comunista29.
La propagación de las técnicas de información y su
campo de aplicación, igual que la difusión de la esfera
de las decisiones técnicas30, encaja a la perfección en
la caricatura de una regulación social de la producción.
Es por tanto necesario subrayar que la “conciencia
productiva” no supone una transformación del siste-
ma, que la participación de los trabajadores en el “plan
funcional” del capitalismo es un factor de integración
–de alienación, por decirlo de algún modo– en los
límites extremos del sistema. Pero también es cierto
que este desarrollo de los “factores estabilizadores” del
capitalismo tardío representa una condición que, en lo
concerniente a la acción de la clase obrera, hace que el
derrocamiento del orden capitalista sea cada vez más
29.- «Más aún, cuanto más se desenvuelven la maquinaria y la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo. El cre-
ciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletario todo carácter propio y le hacen perder
con ello todo atractivo para el obrero. Este se convierte en un simple apéndice de la máquina», Karl Marx y Friedrich Engels,
Manifiesto comunista, Obras Escogidas en 3 volúmenes, vol. 1, Moscú, Edit. Progreso, 1974, p. 117.
30.- De la forma en que una administración capitalista más racional precisa de la participación “democrática” de los trabajadores,
véase el muy importante libro de S. Melman, Decision-Making and Productivity (Toma de decisiones y productividad),
Oxford, 1958.
31.- Los más recientes desarrollos de la investigación económica y técnica en la Unión Soviética plantean un carácter ambiguo: el
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llamamiento a la autonomía de la investigación representa indudablemente una ruptura respecto al tosco voluntarismo estali-
nista de la planificación; sin embargo, el desarrollo de los procesos “racionales”, con independencia del control social de la pro-
ducción, parece más bien representar (¿hasta qué punto ya en la actualidad y hasta qué punto una posibilidad futura?) la pre-
condición y la base para nuevos desarrollos de los viejos procesos de burocratización. Pero no perder de vista la característica
distintiva de la planificación soviética comparada con el plan capitalista: el elemento despótico, autoritario, de la organización
productiva surge dentro de las relaciones capitalistas, sobrevive en economías planificadas de tipo burocrático. Las burocra-
cias, en su relación con la clase trabajadora, no pueden apelar únicamente a la racionalidad objetiva; han de interpelar a la
misma clase trabajadora. Por así decirlo, la desaparición del elemento básico, el de la propiedad privada, priva a la organiza-
ción burocrática de su propia base. Por consiguiente, en la URSS y las democracias populares, las contradicciones se manifies-
YOUKALI, 6
tan de forma diferente, y el despotismo presenta un carácter más precario que orgánico. Esto no significa, por supuesto, que
sus manifestaciones no puedan asumir formas tan toscas como las de la sociedad capitalista; véase las influyentes observacio-
nes de Rodolfo Morandi en “Analisi dell’economia regolata” (Análisis de la economía regulada) (1942) y “Criteri organizzativi
dell’economia collettiva” (Criterios organizativos de la economía colectiva) (1944), reeditadas en Lotta di Popolo (Lucha del
pueblo) Turín, 1958. La exclusión del elemento de la propiedad y el mero estudio del aspecto autoritario-burocrático o de la
alienación técnica (o ambos) están, como sabe cualquiera, en el centro de una por ahora ilimitada literatura ideológica neoca-
pitalista y neoreformista; de cuyo análisis se ocupará uno de nuestros Quaderni Rossi.
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aumento» y de un «rendimiento del trabajo humano
que va creciendo día tras día en proporciones antes
insospechadas»32. Pero mientras Engels deducía de
este proceso «la división de la sociedad entre una
pequeña e inmensamente rica clase y una gran clase de
trabajadores asalariados sin propiedad», Marx previó
un incremento no sólo del salario nominal sino tam-
bién del salario real: «si los ingresos de los trabajado-
res aumentan con el rápido crecimiento del capital, el
abismo que separa a los trabajadores del capitalista
aumentan al mismo tiempo, y el poder del capital
sobre el trabajo, la dependencia del trabajo respecto al
capital, aumenta igualmente y en la misma propor-
ción». Así pues, cuanto más rápido sea el crecimiento
del capital, más mejorará la situación material de la
clase trabajadora. Y cuanto más ligado esté el salario al
crecimiento del capital, más directa será la dependen-
cia del trabajador respecto al capital.
Salarios y esclavitud política
«Que el decir que la condición más favorable para el
Con la moderna organización de la producción trabajo asalariado es el incremento más rápido posible
del capital productivo, sólo significa que cuanto más
aumentan “en teoría” las posibilidades de la clase obre-
rápidamente la clase obrera aumenta y acrecienta el
ra para controlar y dirigir la producción, pero “en la
poder enemigo, la riqueza ajena que la domina, tanto
práctica” –mediante la cada vez más rígida centraliza- mejores serán las condiciones en que podrá seguir
ción de las decisiones de control– se intensifica la alie- laborando por el incremento de la riqueza burguesa,
nación. En consecuencia, la lucha de clase proletaria, por el acrecentamiento del poder del capital, contenta
cualquier lucha de clase, tiende a proponer una des- con forjar ella misma las cadenas de oro con las que le
trucción política del sistema. Y el agente de esta des- arrastra a remolque la burguesía»33.
trucción no es el conflicto entre las demandas “racio-
nales” implícitas en las nuevas técnicas y la utilización Por otra parte el mismo Engels reconoció en la Crítica
capitalista de ellas, sino la oposición de una colectivi- al Programa de Erfurt que «el sistema de trabajo asa-
dad proletaria que reclama la subordinación de los lariado es por tanto un sistema de esclavitud que
procesos productivos a las fuerzas sociales. No se aumenta su severidad de forma inconmensurable con
puede afirmar que exista continuidad en el salto revo- el desarrollo de las fuerzas sociales productivas del tra-
lucionario, en el orden del desarrollo tecno-económi- bajo, independientemente de si el trabajo está mejor o
co: la acción de la clase obrera cuestiona los funda- peor pagado»34. Lenin recalcó este aspecto del mar-
mentos mismos del sistema, y todas sus repercusiones xismo, «La teoría de Marx, que reconoce que el rápido
y aspectos a cualquier nivel. crecimiento de la riqueza, el extenso desarrollo de las
Es obvio que el progreso tecnológico se halla pro- fuerzas productivas del trabajo y su socialización, y la
fundamente implantado en el proceso capitalista: mejora en la posición del trabajador, se hizo cargo de
Engels hablaba de «descubrimientos e inventos que se esta perspectiva de la acumulación desde la literatura
sobreponían uno a otro en una proporción siempre en de los economistas clásicos»35.
página 55
32.- Véase F. Engels, “Introducción a K. Marx Trabajo asalariado y capital”, edición de 1891 en: K. Marx y F. Engels, Obras
Escogidas en 3 volúmenes, vol. 1, Moscú, Edit. Progreso, 1974, p. 153.
33.- K. Marx, Trabajo asalariado y capital, en Karl Marx y Friedrich Engels, Obras Escogidas en 3 volúmenes, vol. 1, Moscú, Edit.
Progreso, 1974, pp. 171 y ss.
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34.- [El citado texto de Engels es el de “Una crítica del borrador del programa socialdemócrata de 1891”, que se puede encontrar
en K. Marx y F. Engels, Obras Escogidas en 3 volúmenes, vol. 3, Moscú, Edit. Progreso, 1974, pp. 450 y ss. Sin embargo, el
pasaje que cita Panzieri no pertenece de hecho a Engels, sino que se ha extraído de la Crítica del Programa de Gotha de K.
Marx, Madrid, Ricardo Aguilera Editor, 1971. N. del T.]
35.- V.I. Lenin (1897), “Para una caracterización del romanticismo económico”, Obras Completas vol II., Buenos Aires, Editorial
Cartago, 1969, p. 80.
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Marx también escribió sobre la progresiva ampliación aislar la creciente dependencia política respecto al ca-
del abismo social existente entre trabajadores y capita- pital, es posible formular una verdadera acción general
listas, en la fórmula de un –declinante– salario relati- de clase36. En otras palabras, la fuerza subversiva de
vo. Pero es obvio que este concepto implica un factor la clase obrera, su capacidad revolucionaria aparece
de conciencia política, puesto que la conciencia de que (potencialmente) más fuerte precisamente en los mo-
la mejora de las condiciones materiales, el crecimiento mentos de desarrollo del capitalismo, donde la pre-
de salarios reales y nominales, corresponde a una ponderancia abrumadora del capital constante sobre
intensificación de la dependencia política. La denomi- el trabajo vivo, junto a la racionalidad inserta en el pri-
nada inevitabilidad de la transición al socialismo no se mero, enfrenta a la clase obrera con el problema de su
sitúa en el plano del conflicto material, más bien –pre- esclavización política. Por otra parte, la creciente de-
cisamente sobre la base del desarrollo económico del pendencia del conjunto de procesos sociales “exter-
capitalismo– se refiere a la “intolerabilidad” de la esci- nos” respecto al plan capitalista, tal y como éste se ma-
sión social y sólo se puede manifestar como la adquisi- nifiesta primero a nivel empresarial, sirve para hablar
ción de conciencia política. Pero por esta misma razón de la lógica elemental del desarrollo capitalista. Es bien
la clase obrera, al destruir el sistema, genera una nega- sabido que Marx en más de una ocasión subrayó dicha
ción de toda la organización en la que el desarrollo proliferación en contraste crecimiento con la raíz del
capitalista se expresa, y en primer lugar y ante todo, en poder capitalista: incluso a la larga, la división del tra-
la tecnología por cuanto está ligada a la productividad. bajo en la fábrica tiende a coincidir con la división
La ruptura, la sustitución del mecanismo sala- social del trabajo –que por supuesto no se debe perci-
rio/productividad, se puede pues generar por una de- bir de una manera crudamente economicista.
manda general de aumento del nivel salarial. Es obvio
Consumo y tiempo libre
esa relación; por sí misma no garantiza en absoluto pero de una manera mistificada. De este modo, «la
una destrucción del sistema, sino que meramente acción autónoma de amplias masas viene a definirse
“encadena con oro más brillante” a toda la clase obre- sólo como consecuencia de las decisiones adoptadas
ra. Sólo al atacar la raíz de los procesos de alienación y por los dirigentes, nunca anticipándose a ellas»37.
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36.- Véase el debate actual en Politica ed Economia, con artículos de Garavini, Tato, Napoleoni, etc.
37.- R. Spesso, “Il potere contrattuale dei lavoratori e la ‘razionalizzazione’ del monopolio” (El poder contractual de los trabajado-
res y la ‘racionalización’ del monopolio), Politica ed Economia, noviembre de 1960, p. 10. Las posiciones manifestadas por
Momigliano merecen una consideración especial; evoca correctamente que la consideración de los “instrumentos para la orga-
nización y racionalización del mundo moderno” deben constituir para los sindicatos una precondición “para descubrir las con-
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gro detectado por Marx aún sigue siendo –e incluso
más que antes– válido contra ellos: «La esfera de la
circulación o del intercambio de mercancías, dentro
de cuyos límites se efectúa la compra y la venta de la
fuerza de trabajo, era, en realidad, un verdadero Edén
de los derechos humanos innatos»38. No por nada el
“próspero” consumo que la clase obrera debería pro-
poner se contrapone al consumo “impuesto” por el
capitalismo; y no por nada un aumento general de los
salarios, esto es la ratificación de la esclavitud capita-
lista, presentó como un “atractivo” para el trabajador
como “ser humano” (¡dentro del sistema!) que deman-
da el reconocimiento y afirmación de su dignidad39.
Incluso la invocación de las necesidades sociales (cul-
tura, salud) como contrarias al abanico del consumo
impuesto por el capitalismo, no tiene sentido sin una
refutación de la racionalización capitalista y una
Mientras los procesos intrínsecos de acumulación ca- demanda de la clase obrera por asumir el control y la
pitalista son cada vez más determinantes en términos autogestión en la esfera de la producción40.
globales, tanto “interna” como “externamente” (al ni- No tiene sentido desear un consumo cultural cre-
vel de la fábrica y de la sociedad en general), las diver- ciente si no se puede considerar factible para el indivi-
sas posiciones que de nuevo aparecen desde la matriz duo actualizar esta cultura precisamente en su activi-
keynesiana (incluso dentro del movimiento en el dad creativa; en otras palabras, en el proceso de traba-
mundo obrero) representan ideologías genuinas, un jo por excelencia. Un consumo individual está entera-
reflejo de los desarrollos del capitalismo tardío. El peli- mente condicionado por su posición en la actividad
diciones de una competencia y una capacidad hegemónica de la clase trabajadora” (“Il sindicato nella fabbrica moderna” [El
sindicato en la fábrica moderna], pp. 20 y ss.). Y en múltiples ocasiones ha insistido en la necesidad de la clase obrera de recon-
quistar, por estos medios, una verdadera y completa autonomía enfrentada con el capital. Pero es difícil comprender cómo
puede reconciliar tales tesis y demandas con su ratificación del “terreno institucional específico” del sindicato, que le lleva a
rechazar el reconocimiento de que la acción misma tiene el carácter de una destructiva tensión creciente respecto al sistema:
véase F. Momigliano, “Struttura delle retribuzioni e funzioni del Sindacato” (Estructura de las retribuciones y funciones del
sindicato), Problemi del Socialismo, junio de 1961, p. 633; véase también, del mismo Modigliano, “Una tematica sindacale
moderna” (Una temática sindical moderna), Passato e Presente, nº 13, y su informe al Congreso en “Progreso tecnológico y
sociedad italiana” (Milán, junio de 1960), sobre el tema de los “Trabajadores y sindicatos enfrentados a las transformaciones
del proceso productivo en la industria italiana”.
38.- Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política. Libro primero, volumen 1, p. 214. Madrid, Siglo XXI Editores, 6ª ed.
Trad. Pedro Scaron.
39.- Véase A. Tato, “Ordinare la struttura della retribuzione secondo la lógica e i fini del sindicato” (Ordenar la estructura de la
retribución según la lógica y los fines del sindicato), Politica ed Economia, febrero-marzo de 1961, pp. 11 y ss. La creciente inci-
dencia social en la esfera de la producción se ve, obviamente, acentuada en toda investigación marxista. Como otros autores,
Paul Sweezy ofrece una demostración de esto mismo que en muchos sentidos aún es válida en la actualidad: véase P. Sweezy,
página 57
La teoría del desarrollo capitalista, 1942, reeditada en Nueva York en 1968, (FCE, México, 1969), en particular las páginas 239
ss. y 270 ss. Sweezy rememora el siguiente pasaje de Reforma o Revolución de Rosa Luxemburgo: «’El control social’… lejos
de ser… una reducción de la propiedad capitalista… es, por el contrario, una protección de dicha propiedad. O, expresado desde
una perspectiva económica, no es una amenaza a la explotación capitalista, sino sencillamente la regulación de esta explota-
ción» (Rosa Luxemburgo, 1976, Obras Escogidas, Tomo 1, “Reforma o Revolución”, introducción de Mary-Alice Waters,
Bogotá, Editorial Pluma). Para las leyes inglesas de la limitación de las horas de trabajo, véase K. Marx, El Capital, ibíd., pp.
277 y ss.
40.- «Desear un… consumo cultural aumentado no tiene sentido si uno no puede considerarlo factible precisamente en su activi-
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dad creativa, en otra palabras par excellence en el proceso de trabajo… Un consumo individual está en sí mismo totalmente
condicionado por su posición en la actividad productiva… Sus ‘necesidades esenciales’ (cultura, salud) surgen de, están defini-
das, impuestas, en el rechazo de las ‘reglas del trabajo’, en la adquisición de una conciencia de clase obrera del significado y el
papel del trabajo». (“Il potere contrattuale dei lavoratori e la ‘razionalizzazione’ del monopolio” (El poder contractual de los
trabajadores y la ‘racionalización’ del monopolio), Politica ed Economia, noviembre de 1960, pp. 9 y ss.). La representación de
la alienación en el capitalismo tardío como alienación del consumidor es a la vez uno de las más ridículos y difundidas ideolo-
gías del presente.
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41.- Véase Paul Cardan, The meaning of Socialism (El significado del socialismo), Solidarity Panflet nº 6; debería no obstante
quedar claro que Cardan alude a este tipo de interpretación para expresar un motivo revolucionario en la oposición polémica
al marxismo. [Paul Cardan es el seudónimo de Cornelius Castoriadis. N. del T.]
42.- La representación de la sociedad comunista como una sociedad de “abundancia” de bienes (incluso no sólo materiales) y de
“tiempo libre” está muy extendida en la ideología soviética, y constituye obviamente el resultado de negar cualquier regulación
social efectiva de los procesos laborales. “Las ilusiones ‘tecnológicas’ intervienen en la actualidad para sostener tal ideología,
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por ejemplo en R. Strumilin (On the Road to Communism) (Camino al comunismo), Moscú, 1959), “que al encauzar funcio-
nes en los procesos de producción” se ven identificadas con el control “técnico”, con el “contenido altamente intelectual” del
trabajo hecho posible gracias al “desarrollo de la tecnología con sus maravillosos mecanismos automáticos y máquinas electró-
nicas que ‘piensan’”. Por consiguiente, la automatización hará posible alcanzar una verdadera sociedad “opulenta” de consu-
midores de “tiempo libre”; ¡véase antes la nota 30! Como ejemplo de la deformación típica de los textos de Marx sobre este
aspecto, véase G. Friedmann, Industrial Society (Sociedad industrial), New York 1955, ¡donde la reapropiación que realiza el
trabajador del producto y del contenido mismo de trabajo se identifica con “el control psico-fisiológico del trabajo”!
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y a un mayor nivel. Contienen indicadores de desarro- ca. La línea a seguir que se puede identificar de forma
llo relativos a la lucha de la clase obrera como un todo objetiva como una hipótesis–guía no obstante válida,
y a su valor político. Sin embargo, tales indicadores no reside en el fortalecimiento y expansión de las deman-
proceden de la nada o se añaden simplemente a tales das de autogestión. Ya que las demandas de autoges-
demandas, demandas no obstante distintas y más tión no se establecen sólo como demandas de partici-
“avanzadas” que bien pueden compararse con los pación “cognitiva”, sino que afectan a la concreta rela-
objetivos tradicionales. Los contratos que gobiernan el ción de racionalización/jerarquía/poder, no permane-
ritmo y el tiempo del trabajo, la fuerza de trabajo, la cen confinadas en el ámbito de la empresa. En vez de
eso, se dirigen directamente contra el “despotismo”
que el capital proyecta y ejerce sobre la sociedad como
un todo, a todos los niveles y se expresan como la nece-
sidad para un derrocamiento total del sistema, por los
efectos de una prise de conscience global y una lucha
general de la clase trabajadora como tal.
Consideramos que, de forma práctica e inmediata,
esta línea se puede expresar en la demanda del control
obrero. Sin embargo, hacen falta algunas aclaraciones.
El lema “control obrero” ha de juzgarse ahora como
algo ambiguo, asimilable a una posición centrista que
atenúa las demandas revolucionarias convocadas en la
lucha o las concilia con la línea tradicional del parla-
mentarismo nacional democrático. Y es verdad que ahí
existen señales de una utilización del lema en tal senti-
do. Por ejemplo, la referencia al control obrero es
voluntaria y ambigua cuando lo que se quiere decir con
ello es la continuación o el restablecimiento de la teo-
ría y la práctica de los Consigli di Gestione (Consejos
de Gestión)43. En el movimiento de los Consigli di
relación entre salarios y productividad, etc., tenderán Gestione, una auténtica demanda del control obrero se
obviamente a oponerse al capital dentro del mecanis- ve subordinada hasta la absoluta aniquilación por el
mo de acumulación y al nivel de sus “factores de esta- elemento “colaboracionista” ligado a las ideologías de
bilización”. El hecho de que tales contratos se extien- la reconstrucción nacional y por un enfoque que ins-
den pari passu con la lucha de los núcleos de la clase trumentalizó el movimiento real con el propósito de un
obrera en las empresas más sólidamente desarrolladas proyecto electoral institucional. Se puede percibir la
es una confirmación de su naturaleza subversiva y su misma ambigüedad al proponer la línea del control
carácter de vanguardia. El intento de utilizarlos para obrero como una alternativa “aceptable”, como un
los propósitos de una lucha general que se circunscri- “antídoto” del extremismo de una autogestión total de
be a los salarios es sólo una ilusión para buscar una los trabajadores. Es obvio que una formulación no
nueva y vasta unidad de la acción de clase. En este sen- mistificada del control obrero tiene sentido social en
tido, lo que se consiga en la práctica será precisamen- relación a un objetivo de la ruptura revolucionaria y a
te lo que según se afirma es el propósito a evitar, esto una perspectiva de autogestión socialista. En este
es, un retroceso a situaciones de aislamiento dentro de marco, el control obrero expresa la necesidad que exis-
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la empresa, una inevitable consecuencia de la malver- te de salvar el abismo entre las demandas más avanza-
sación de los elementos potenciales de la lucha políti- das de la clase trabajadora a nivel sindical y la perspec-
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43.- [Los Consigli di Gestione (Consejos de Gestión) se establecieron para mantener las empresas durante los últimos meses de la
guerra, y la Resistencia se extendió sobre todo por el norte de Italia. Reconocida por todos los partidos antifascistas el 25 de
abril de 1945, fueron durante la mayor parte órganos de la colaboración de clases, y como tal se consideraron por parte de los
principales partidos de clase trabajadora. El movimiento alcanzó su cima cuando se convocó un consejo nacional en noviem-
bre de 1947, y fue brevemente desviado hacia la izquierda gracias a un giro por parte del Partido Comunista. Tras esto, decli-
nó con rapidez. N. del T.]
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tiva estratégica. Así representa en una versión no mis- te, el control obrero se ha de contemplar como una
tificada, o más bien puede representar, una línea polí- preparación ante situaciones de “poder dual” en cone-
tica que supone una alternativa enfrentada a las pro- xión con una conquista política total del poder. No hay
puestas habituales establecidas por los partidos de la motivo para insistir en las razones de rechazar el con-
clase trabajadora. trol obrero aquí y ahora como una propuesta política
Obviamente esta línea del control de los trabajado- general. Lo que importa realmente es que una polémi-
res se propone a priori como un factor que puede ace- ca contra los eslóganes no debería servir como una
lerar la escala temporal de la lucha de clases total, excusa para evadir los problemas políticos generales
como un instrumento político para la consecución de dictados por las luchas obreras; y que concretamente
una escala temporal “acortada” en las brechas revolu- uno debería esforzarse en reconstruir, sobre la base de
cionarias. Lejos de la posibilidad de presentarle como tales lucha, una perspectiva política nueva que esté
un sustituto de la conquista del poder político, el con- asegurada contra la degeneración “sindicalista” de la
trol obrero ha de constituir pues una fase de máxima actividad de la clase obrera y su reabsorción en el des-
presión sobre el poder capitalista (como una amenaza arrollo capitalista.
explícita dirigida a la raíz del sistema.) Por consiguien-
NOVEDAD EN
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(diciembre 2008)
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CRÍTICA Y POLÍTICA. EL CONOCIMIENTO DE
LA HISTORIA EN KANT Y LYOTARD
por Arturo Campos Langa
un ideal de progreso material y técnico –positivismo-), periodo de estabilidad social y política tal que habría
Lyotard conviene en llamarlo Modernidad. Por el con- terminado por hundirlas en el escepticismo ante cual-
trario, por “posmoderno” se ha de entender la incredu- quier relato moderno de la historia. En esto consiste
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1.- Es lo que ocurre por ejemplo cuando se funda la Universidad de Berlín entre 1807 y 1810, cuya influencia será considerable en la organi-
zación de la enseñanza superior en los países occidentales hasta las actuales reformas universitarias conocidas como “proceso de Bolonia”
en las que se está cambiando el modelo universitario vigente por otro modelo marcadamente “tecnocrático” y completamente subordina-
do al sistema productivo. Detrás de este modelo clásico de universidad se encuentra el recurso al relato ilustrado de la libertad en el que
el Estado ha de tomar directamente a su cargo la educación del pueblo bajo el nombre de la Nación y su encaminamiento por la vía del
progreso y de la ciencia.
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precisamente la condición posmoderna por lo que toca Puede que la mayoría de nosotros sienta nostalgia por
a la política: ya no creemos en ninguna relato de la his- la narrativa perdida y por el sentido de la historia ema-
toria, hemos caído en un escepticismo anti-moderno, nado de ella, pero de esto no se sigue de ningún modo
y, por tanto, ya no sabemos qué se puede hacer en polí- que estemos abocados irremediablemente al nihilis-
tica: “De lo que se trata es de comprender, de notar, la mo. Lo que nos salva de esto es el conocimiento de que
seriedad del problema aquí implicado: el concerniente la legitimación de los juegos del lenguaje que practica-
al qué se puede hacer político. Y este es en realidad el mos en nuestra vida sólo puede surgir de su propia
problema posmoderno”2. práctica lingüística e interacción comunicacional. Más
Al diluirse en el escepticismo los grandes relatos de aún, se puede hacer de la necesidad virtud y ver la con-
la historia también se disuelve la unidad y sentido que dición posmoderna como una nueva situación llena de
éstas narraciones conferían al modo de entender el posibilidades gracias precisamente al descrédito de los
devenir histórico y la práctica efectiva de la política, lo antiguos metarrelatos. Por fin nos habríamos liberado
de los viejos proyectos revolucionarios del último siglo
y medio que situaban al espacio publico como el lugar
prioritario que había que liberar o emancipar. De este
modo, en lugar de orientar el problema de la legitima-
ción por la vía de la búsqueda de un consenso univer-
sal igualmente válido para todos los miembros de una
misma sociedad, se trataría, por el contrario, de buscar
consensos limitados en el espacio y el tiempo entre los
jugadores implicados en cada juego de lenguaje: “El
reconocimiento del heteromorfismo de los juegos de
lenguaje es un primer paso en esta dirección. Implica,
evidentemente, la renuncia al terror, que supone e
intenta llevar a cabo su isomorfismo. El segundo es el
principio de que, si hay consenso acerca de las reglas que
definen cada juego y las “jugadas” que se hacen, ese con-
senso debe ser local, es decir, obtenido de los “jugadores”
efectivos, y sujeto a una eventual rescisión. Se orienta
entonces hacia multiplicidades de meta-argumentacio-
nes finitas. O argumentaciones que se refieren a meta-
cual ha dado, en su lugar, a la liberación de una plura- prescriptivos y limitadas en el espacio-tiempo”4.
lidad heterogénea e inconmensurable de “pequeños En su obra El entusiasmo, de la que aquí nos va-
relatos” que ya no tratan de dar una unidad de sentido mos a hacer cargo, Lyotard insiste en este mismo hilo
al desarrollo de la historia universal. Ante esta situa- argumental: “lo político”, que no la política ordinaria,
ción de perdida de la unidad histórico-política, Lyotard se bate en retirada, desaparece de los discursos filosó-
halla una respuesta en su particular concepción de los ficos y ya no dota de sentido y fin a la praxis política
juegos de lenguaje de Wittgenstein : cada uno de nos- cotidiana. En El entusiasmo Lyotard expone su crítica
otros ya no viviría en el contexto del despliegue de una de la "historia" y de la "revolución" basándose para ello
historia universal dadora de sentido al destino huma- en los textos histórico-políticos de Kant (fundamental-
no y a la praxis política, sino que ahora más bien nos mente se basa en la Crítica del Juicio y en algunos tex-
encontraríamos en una encrucijada de muchos y muy tos menores como Ideas para una historia universal en
página 62
diversos juegos de lenguaje fragmentados:“Así, la clave cosmopolita o El conflicto de las facultades). Re-
sociedad que viene parte menos de una antropología cordemos que Lyotard pretende demostrar que Kant
newtoniana (como el estructuralismo o la teoría de sis- es un filósofo que no cayó en un metarrelato de la his-
temas) y más de una pragmática de las partículas lin- toria, justamente porque en su filosofía no podemos
guísticas. Hay muchos juegos de lenguaje diferentes, es encontrar un conjunto de reglas universalmente váli-
la heterogeneidad de los elementos”3. das para todas las facultades, o para todas las familias
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de proposiciones. A lo más que puede apelar Kant para
unificar las facultades en el contexto de su obra crítica
es a un juez (el Juicio o la facultad de juzgar) capaz de
establecer “pasos” o mediaciones entre las distintas
familias de proposiciones pero sin reducirlas nunca a
unas mismas reglas de validación universal. La tarea
del filósofo es la crítica de las pretensiones de validez de
una u otra familia de proposiciones (las referentes, por
ejemplo, a lo que es conocimiento, a lo que es verdad,
a lo que es justo, etc.), tarea que no tiene en sí misma
un único criterio de validez sino muchos y muy diver-
sos, cada uno de ellos relativo a cada discurso parcial
de la realidad, siendo éstos inconmensurables entre sí.
Se trata, por tanto, de una tarea teórica de deslegi-
timación de la legitimación metanarrativa (filosófica)
que pretendía dar validez a la unidad de todos los sabe-
res y actividades humanas en el contexto del desplie-
gue de una historia universal. Las narraciones de las
filosofías de la historia se desvelan así como una “ilu-
sión transcendental” incapaz de ofrecer un campo de te, o este mar que baña a todas las islas, no tiene obje-
conocimiento propio. La familia de las proposiciones to propio (esto es precisamente lo que contrariamente
histórico-políticas carece de reglas de validación pro- han pensado las distintas filosofías de la historia), no
pias, al contrario de lo que ocurre con otras familias de tienen su propia isla, pero al menos proporcionan un
proposiciones, y por ello no puede fundar su propio medio entre todas ellas que las dota de cierta comuni-
campo o dominio de conocimiento: toda proposición cación.
que trate de revelar una narrativa histórica se desvela En suma, lo que está en juego aquí es la posibilidad
necesariamente como falsa. Lo histórico-político en de dejar de lado las metahistorias filosóficas y redefinir
cuanto tal es inobjetivable, inefable, impresentable, pues- “lo político”, o lo “histórico-político”, abandonando el
to que las reglas de la objetivación (o de la presentación plano doctrinario que proporcionaban las metanarra-
intuitiva) por definición no pertenecen a lo histórico- tivas que pretendieron en el pasado hegemonizar el
político. A lo sumo lo histórico-político, como ocurre discurso acerca de la historia humana, y, por ende,
con la facultad de juzgar o con lo crítico en general, sólo también, de la forma en la que se debía hacer política
puede reconocer la legitimidad de las respectivas pre- (por ejemplo, tal como sucede con la idea de desarrollo
tensiones de validez de las diversas familias de propo- económico-técnico indefinido, el ideal de democracia
siciones, pero no puede establecer un criterio o regla burguesa asentada sobre un Estado de Derecho o el
universal que las haga a todas ellas conmensurables, ideal de una sociedad comunista, metanarrativas todas
como sucedería en el supuesto de que, en efecto, la his- ellas que llevaban parejas una forma determinada de
toria universal tuviera un campo propio de conoci- hacer política, ya fuera en función del progreso mate-
miento con sus propias reglas de validación en la que rial de la humanidad, de la emancipación del sujeto
confluyeran todos los diversos campos del saber. Lo razonante o de la liberación de la clase trabajadora).
histórico-político (que para Kant como para Lyotard es Todas estas teleologías han sido refutadas, según Lyo-
análogo a lo crítico) sugiere “pasos” entre regiones de tard, por los propios hechos históricos de los últimos
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objetos sometidos a reglas que son, sin embargo, diver- sesenta años que nos han llevado al escepticismo pos-
sas e inconmensurables. Estos “pasos”, restablecen la moderno de nuestras sociedades actuales que nadan
“unidad de lo histórico-político”, pero una unidad que en la opulencia del consumo. Pero, además, de lo que
sólo puede ser una conciencia de la fragmentación in- se trata es de mostrar los límites de toda “filosofía polí-
conmensurable de las distintos campos del saber, una tica” que pretenda legitimar las familias de proposicio-
unidad que no es sino afinidad de lo heterónomo y nes heterogéneas restableciendo una unidad universal
heterogéneo, diversidad en la unidad. De ahí la metá- y homogénea de “lo histórico-político”. De lo que se
trata, por el contrario, es de vivir positivamente esta
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na positiva del derecho (de una jurisprudencia positi- caso de la primera crítica es la validez de las proposicio-
va) que sí posee siempre un cuerpo de leyes positivas nes que proporcionan conocimiento y en el caso de la
con el que juzgar. La proposición doctrinal o sistemáti- segunda de las proposiciones que se ajustan a la ley
ca (metafísica) en la obra crítica de Kant ha de venir moral. Esta validez o legitimidad de la que hablamos
siempre después de la proposición crítica: lo doctrinal será aquello por lo que determinados enunciados son
o la doctrina tiene la regla de su validez fuera de sí válidos en tanto que otros no; se trata simplemente de la
misma: en la idea crítica de sistema. En este sentido, la posibilidad de distinguir entre válido y no válido en los
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proposición doctrinal es siempre una proposición legi- distintos dominios o campos del saber.
5.- Crítica del juicio, Madrid, Espasa Calpe, 2007, pág. 101.
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Una proposición de doctrina (una proposición que pre-
tenda establecerse como efectivamente verdadera, jus-
ta, libre, etc.), para ser aceptada como tal, antes tuvo
que ser juzgada por el tribunal de la crítica: esta es la
obra de la crítica en cada uno de los campos, territorios
o dominios del saber, o en cada una de las “familias de
proposiciones” (usando las expresiones wittgenstenia-
nas de Lyotard). La crítica, por tanto, es aquella inda-
gación previa (propedéutica) que se ocupa de todo
aquello en lo que consiste la validez de cada modo de
discurso con anterioridad e independencia del conteni-
do al que en cada caso haya de reconocerse esa validez.
El mismo Kant lo expresa de este modo: “La crítica de
las facultades del conocimiento, en consideración de lo
que pueden éstas realizar a priori, no tiene propiamen-
te esfera alguna en lo que toca a los objetos, porque no
es una doctrina, sino que se propone investigar tan
sólo, según el estado de nuestras facultades, si una doc- más difícil de sus tareas, a saber, la del autoconoci-
trina es posible por medio de ellas y cómo lo sea. Su miento y, por otra, para que instituya un tribunal que
campo se extiende sobre todas las pretensiones de las garantice sus pretensiones legítimas y que sea capaz de
mismas para mantenerlas en los límites de su legitimi- terminar con todas las arrogancias infundadas, no con
dad”6. Así, habremos de entender lo doctrinal como afirmaciones de autoridad, sino con las leyes eternas e
algo contrapuesta a lo crítico, en tanto que lo doctrinal invariables que la razón posee. Semejante tribunal no
es lo legitimado y lo crítico lo legitimador. O dicho de es otro que la misma crítica de la razón pura”8. Ahora
otro modo, lo crítico es la indagación de las condicio- bien, este tribunal de la razón o juez consiste en un caso
nes de validez de cada uno de los modos de discurso o especial y anómalo de tribunal, pues a diferencia de lo
familias de proposiciones, mientras que lo doctrinal que ocurre con los tribunales ordinarios de un Estado,
será lo que se dice de forma válida en cada una de esas no cuenta con ningún código civil de derecho positivo
familias. La crítica pregunta en qué consiste la validez ni con una compilación de jurisprudencia empírica
de tal o cual proposición, y la doctrina será lo que se resultado de otros juicios previos que le pueda servir
dice en dicha proposición. La crítica es lo formal condi- para juzgar. Los criterios con los que este tribunal de la
cionante, y la doctrina es lo positivo condicionado. En razón ha de juzgar cada una de las proposiciones que
definitiva, no se trata de otra cosa sino de distinguir se pretendan válidas no surgen de ninguna doctrina
entre crítica y metafísica: “La filosofía de la razón pura previa, sino que la razón ha de sacarla de sí misma sin
es o bien propedéutica (preparación), que investiga la que se apoyen en ninguna otra cosa. La crítica estable-
capacidad de la razón respecto de todo conocimiento ce la validez de unos criterios y con ellos juzga la legiti-
puro a priori y se llama crítica, o bien el sistema de la midad de los casos particulares (con ellos dice si tal o
razón pura (ciencia), el conocimiento filosófico (tanto cual proposición hacen al caso o no), pero no puede
verdadero como aparente) global, sistemáticamente fundar esos criterios en otro criterios anteriores. Aquí,
conjuntado, y derivado de la razón pura, y que se deno- por tanto, surge una dificultad para la crítica, pues, o
mina metafísica”7. bien 1) hay que admitir una indagación que regrese ad
La metáfora que usa Kant para representar esta infinitud en su búsqueda del fundamento último (lo
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labor de la crítica es la de un tribunal o la de un juez: cual impediría de facto todo juicio), o bien, 2) la crítica
“Es obvio que tal indiferencia no es efecto de la ligere- nos proporciona sin más un criterio válido que permi-
za, sino del Juicio maduro de una época que no se con- ta establecer el juicio en cada caso particular sin nece-
tenta ya con un saber aparente; es, por una parte, un sidad de remontarnos a un principio anterior, o bien 3)
llamamiento a la razón para que de nuevo emprenda la borramos las diferencias entre crítica y doctrina y tra-
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deduzca el saber. Esto significa que el juez o el tribunal va una proporción de conducta moral, nos obliga a reco-
de la crítica no tiene necesidad de la validez o legitima- nocer una frontera infranqueable entre los distintos
ción que por el contrario sí requiere la doctrina. Por lo géneros de discursos. Afirmar que no puede haber dis-
tanto, los juicios del tribunal (las reglas de validez que curso válido que transite de lo cognoscitivo a lo práctico
determina el juez) juzgan la validez de las proposicio- o viceversa (por seguir la distinción kantiana entre razón
nes sin poseer a su vez una regla de validación, regla teórica y razón práctica) equivale a afirmar que lo cog-
que, por otra parte, tampoco necesita y que no tiene noscitivo y lo práctico no son partes de un todo, si no que
por así decirlo, cada dominio forma en sí mismo una
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insertar a todos los saberes en una sola totalidad o en cada una, según el contenido, su propia legislación, por
un mismo sistema racionalmente organizado de cono- encima de la cual no hay ninguna otra (a priori), y que
cimientos. Además de una razón “teórica” y de una justifica, por tanto, la división de la filosofía en teórica
razón “práctica”, hay la necesidad de que se trate de y práctica. Pero en la familia de las facultades de cono-
una sola y única razón. Kant mantuvo la distinción cer superiores hay, sin embargo, un término medio
radical entre ambas razones con el fin de subrayar que entre el entendimiento y la razón. Este es el Juicio, del
la razón pura puede ser inmediatamente práctica, esto cual hay motivo para suponer, por analogía, que encie-
es, que su uso práctico no depende de un previo uso rra en sí igualmente, si no una legislación propia, al
teorético ni que tampoco se deduce de él, pero una vez menos su propio principio, uno subjetivo, a priori,
distinguida la validez específica de cada tipo de discur- desde luego, para buscar leyes, el cual, aunque no
so es necesario resolver el problema de en qué sentido posea campo alguno de objetos como esfera suya,
es uno y el mismo sujeto el que de derecho posee todas puede, sin embargo, tener algún territorio y una cierta
las facultades, tanto las teórico-cognoscitivas como la propiedad del mismo, para lo cual, justamente, sólo el
práctico-moral. Que necesariamente sea el mismo su- tal principio sería valedero”10.
jeto el que se enfrenta teoréticamente a la naturaleza y Es, por lo tanto, la facultad de juzgar el medio con
el que al mismo tiempo haya de ser libre en su conduc- el cual Kant tratará de resolver el problema de la uni-
ta moral, es la cuestiòn que tiene que resolver Kant dad de la razón. ¿Pero en qué sentido resuelve Kant el
cuando se plantea el problema de la unidad de la razón. problema de la unidad de la razón, esto es, que tipo de
Todo decir válido ha de poder formar contexto con unidad es la que posee la razón? De nuevo la unidad no
cualquier otro decir válido en un sistema de los discur- podrá ser doctrinal (no podrá ser, por ejemplo, la uni-
sos válidos; todo ello, por lo tanto, ha de ser de derecho dad del Absoluto tal y como ocurre en el idealismo he-
los distintos discursos válidos (o las distintas faculta- geliano), sino sólo aquel tipo de unidad que le pueda
des) de un mismo sujeto. En otras palabras: aparte del conferir la crítica. En este sentido, es la facultad de juz-
hecho de que haya dadas distintas reglas de validación gar la que interviene para dar unidad a la razón en
en virtud de las diversas formas de los distintos géne- tanto que es esta facultad la que interviene en cada caso
ros de discurso, es una exigencia de la razón buscar la particular cada vez que se trata de decir que “esto hace
unidad entre todas ellas. De ahí que desde la perspec- al caso” y validar una proposición según las reglas es-
tiva de la razón, todas las reglas de validez hayan de pecíficas del género de discurso al que pertenece.
poder ser consideradas desde el punto de vista de la
unidad de lo diverso. Es precisamente este problema el
que Kant pretende resolver en la tercera crítica (Crítica
del juicio), que pretende ser el puente entre las otras
dos críticas9 . En esta obra la función del juicio se pre-
senta como una actividad capaz de mediar entre la
razón teórica y la razón práctica. El juicio es aquí el
engarce que viene a mediar entre la naturaleza (el ser)
y la libertad (el deber ser): “Los conceptos de la natura-
leza, que contienen la base de todo conocimiento teóri-
co a priori, descansaron sobre la legislación del enten-
dimiento. El concepto de libertad, que contiene la base
de todos los preceptos prácticos incondicionados, des-
cansó sobre la legislación de la razón. Ambas faculta-
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9.- Quizá convenga subrayar aquí que para Lyotard la cuestión ya no se debate dualmente entre “naturaleza” y “libertad”, como sucediera con
Kant, sino entre una pluralidad pragmático-lingüística de “géneros de discurso” distintos y heterogéneos, “juegos de lenguaje” o “islas de
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proposiciones” (es en este punto en el que Lyotard más se aleja de la “lógica de las facultades” de Kant para aproximarse al resultado de
las investigaciones filosóficas del segundo Wittgenstein). El contexto filosófico en el que se mueve cada uno es distinto; no obstante, el pro-
pósito de ambos se puede entender en los mismos términos: abandonar la dialéctica hegeliana desde un Kant “post-hegeliano”, es decir,
desde una concepción de la historia de la humanidad que no se resuelva en un desarrollo cerrado y predeterminado de la misma, sino
abierto y sin finalidad.
10.- Crítica del Juicio, Madrid, Espasa Calpe, 2007, pág. 99-100.
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En la Introducción a la Crítica del juicio, Kant reconoce alma humana (entendimiento, razón y Juicio) como tres
esta dispersión de las familias de proposiciones (o de las facultades que no se dejan deducir de una base común,
“familias de las facultades”, en términos de Kant) y plan- sino como tres facultades independientes con una validez
tea el problema de su unidad en términos de encontrar distinta para cada una de ellas: la validez que proporcio-
pasos o tránsitos entre familias heterogéneas: “Todas las na el entendimiento en el caso del conocimiento, la vali-
facultades del alma o capacidades pueden reducirse a dez de la razón en el caso de la conducta libre y la validez
tres, que no se dejan deducir ya de una base común, y del Juicio en tanto que “raíz común” a ambas. En efecto,
son: la facultad de conocer, el sentimiento de placer y la facultad de juzgar, a causa de su ubicuidad en todo acto
dolor y la facultad de desear. Para la facultad de conocer, de juzgar la validez de una proposición según las reglas de
solamente el entendimiento es legislador cuando aquélla validación de cada género de discurso, se presenta como
(y esto debe ocurrir cuando se la considera en sí, sin mez- una capacidad de poner en comunicación (de “hacer
cla con la facultad de desear), como facultad de conoci- posible el tránsito”) a las distintas facultades, hasta el
miento teórico, es referida a la naturaleza (…). Para la punto de que por esta razón se considerara al Juicio como
un poder capaz de unificar a la diversidad de familias de
proposiciones, pero de unificarlas sólo en este sentido crí-
tico y no doctrinal. La validez de la facultad de juzgar, por
tanto, no consistirá en la validez de tal o cual género de
discurso, sino en el hecho mismo de que para todo géne-
ro de discurso ha de haber una validez determinada. La
validez del Juicio consiste simplemente en que todo
campo de objetos (o toda familia de proposiciones) ha de
poseer su propia validez y reglas. En esta medida, la fun-
ción del Juicio consistirá tan sólo en buscar o en remon-
tarse a las reglas propias de validez de cada discurso, y de
ahí que éste no posea campo alguno de objetos como
esfera suya, pues, considerado en general, el Juicio no
puede tener ninguna metafísica de objetos adscrita, en
tanto que, en general, sólo consiste en la capacidad de
validar a cada proposición dentro de las reglas propias de
su género de discurso. En todas y cada una de las familias
de proposiciones, el Juicio o la facultad de juzgar intervie-
ne estableciendo la validez que pertenece respectivamen-
facultad de desear, como facultad superior, según el con- te a cada una de esas familias y esa es la única unidad que
cepto de libertad, sólo la razón (en la cual solamente este puede poseer la razón.
concepto reside) es legisladora a priori. Ahora bien: entre Ahora bien, un segundo desafío para Kant, afrontado
la facultad de conocer y la de desear está el sentimiento de también en laCrítica del Juicio, tiene que ver con circuns-
placer, así como entre el entendimiento y la razón esta el cribir más de cerca los contornos de la facultad de juzgar
Juicio. Es, pues, de suponer, al menos provisionalmente, en tanto que ésta ha de tener la posibilidad de poner en
que el Juicio encierra igualmente para sí un principio a comunicación géneros de discurso radicalmente distin-
priori, y que, (…), realiza también un tránsito de la facul- tos, sin dañar o afectar la singularidad e independencia
tad pura de conocer, o sea, de la esfera de los conceptos “jurídica” de cada uno. En este sentido, Lyotard propone
de la naturaleza, a la esfera del concepto de la libertad, del la metáfora de un archipiélago para presentar la idea de
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mismo modo que en el uso lógico hace posible el tránsito dispersión de las facultades que encontramos en la obra
del entendimiento a la razón”11. Dejando a un lado las crítica de Kant en tanto que éstas son entendidas como
cuestiones relativas a la facultad de placer y dolor y al capacidades de conocimiento en general, es decir, como
gusto que Kant tematiza en su tercera crítica, por lo que capacidades para determinar mediante reglas campos de
aquí nos interesa sólo nos fijaremos en la función que objetos distintos con distinta validez. Así, pues: “Cada
cumple la facultad de juzgar en relación con las otras uno de los géneros de discurso sería como una isla; la
facultades. En primer lugar, lo que nos ha de llamar la facultad de juzgar sería, por lo menos en parte, como un
atención es que Kant reconoce a las tres facultades del
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“ciencia de la lógica” que dispusiera de la forma pura de
todo tipo de saber). Es por esto por lo que el juez filósofo
entra en juego sólo para establecer los puentes que permi-
tan comunicar o navegar entre islas y no para deducir los
pasos lógicos que las unifiquen en un mismo todo.
Pero, ¿cómo pone en comunicación la facultad de juz-
gar a las distintas facultades? Esto sólo es posible a partir
de la “guerra” o enfrentamiento que hay entre las legali-
dades heterogéneas e inconmensurables de las facultades
y que la facultad de juzgar se encarga de poner de mani-
fiesto. En este sentido, es posible mostrar algunos de estos
pasos o enfrentamientos entre legalidades heterogéneas
que encontramos en las facultades. Por ejemplo, la ilusión
transcendental: ¿cómo sabemos que las proposiciones
dialécticas que tienen la forma aparente de una proposi-
ción cognitiva en realidad no son sino un espejismo de
conocimiento?; ¿y en base a qué podemos decir que la
validez de los meros razonamientos lógicos no coinciden
destinadas a presentar a una lo que encontraron en la otra
con la legalidad del entendimiento? La validez de los
y que podría servir a la primera intuición “como si” para
meros razonamientos y la validez del conocimiento no es
validarlo. Esta fuerza de intervención (el Juicio) no tiene
la misma porque no podemos presentar en el caso de las
objeto, no tiene su isla, pero exige un medio que es el mar,
proposiciones silogísticas un objeto dado en la intuición,
el Archepelagos, el mar principal como se llamara otrora
es decir, dado en el espacio y el tiempo, como si ocurre en
el mar Egeo”12. Las facultades (o las familias de proposi-
el caso de las proposiciones cognitivas. En este sentido, el
ciones, en el lenguaje de Lyotard) encuentran así su obje-
proceder de la razón por “meros conceptos” es algo total-
to en cada una de las islas; cada una de ellas delimita en
mente distinto del entendimiento. El entendimiento es la
el archipiélago su territorio propio de acuerdo con una
facultad de los conceptos, pero de los conceptos en tanto
legalidad determinada que las separa de todas las demás,
que estos no son meros conceptos de razón, sino en tanto
pero la facultad de juzgar no encuentra ningún territorio
que funcionan como representación de la unidad de una
propio, ninguna isla que le pertenezca, sino que sólo se
regla según la cual una multiplicidad de intuiciones es
limita a asegurar puentes o pasos entre ellas. El punto que
recorrida, reunida y enlazada. El entendimiento está refe-
ahora interesa resaltar es el siguiente: mientras que cada
rido a la intuición; la razón, en cambio, toma los concep-
facultad juzga la validez dentro de su propio territorio, en
tos como meros conjuntos de notas, prescindiendo su
el archipiélago hay un juez (facultad de juzgar) que juzga
relación con la intuición y operando con ellos sólo según
y determina los puentes que se establecen entre las distin-
las reglas de validez de la lógica general. Por eso la razón
tas islas. Pero, ¿cómo ejerce la autoridad este juez? Es
no es una facultad de conocimiento (Kant dice que es la
importante recordar que este juez es el filósofo, y la críti-
“facultad de los principios” en tanto que es capaz de deri-
ca, el tribunal desde el cual enjuicia. Las distintas faculta-
var proposiciones a partir de principios generales), sino
des juzgan de acuerdo a reglas ya establecidas en cada
sólo una facultad que procede por meros conceptos según
territorio con las que la razón no hace otra cosa que
las reglas de la lógica general y que busca en la serie de las
encontrárselas dadas; el entendimiento tiene a la mano
condiciones lo incondicionado (o el absoluto). Pero lo que
las reglas para juzgar las intuiciones; la razón práctica
es susceptible de presentación en las proposiciones de la
tiene las reglas de la ley de la libertad para juzgar la mora-
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to. Lo que resulta del proceder de la razón es así, cierta- so de una ficticia sensibilización de la ley moral misma
mente, una apariencia, pero una apariencia necesaria concibiéndola “como si” fuera una ley natural y hacien-
(una “ilusión transcendental”) porque su apariencia de do así de la ley natural “el tipo de la ley moral”. Nos
conocimiento no se disipa ni siquiera una vez advertida: encontramos, por tanto, ante lo que Kant llama fórmu-
“La ilusión transcendental no cesa, en cambio, aunque la o formulación de la “ley universal de naturaleza” del
haya sido ya descubierta y se haya comprendido clara- imperativo categórico. Según esta fórmula, el impera-
mente su nulidad a través de la crítica transcendental”13. tivo categórico reza como sigue: “obra como si la máxi-
Así, la razón hace “como si” hablará de fenómenos, pero ma de tu acción hubiera de volverse, por voluntad tuya,
la crítica la restablece a sus justos límites o a su propia ley universal de la Naturaleza”. Para Kant, es a partir
validez. de esta regla como todo el mundo juzga si una acción
Otro ejemplo no menos importante de tránsito o es moralmente buena o mala, y aunque esta compara-
paso entre facultades es el que Kant llama “tipo de la ción de la máxima de mi acción con una ley universal
ley moral” en la Típica del Juicio puro práctico, que se no es fundamento de determinación de la voluntad,
encuentra en el segundo capítulo de la Analítica de la consiste al menos en un criterio para reconocer la mo-
Crítica de la razón práctica. Aquí se trata de la cuestión ralidad de mis acciones.
de determinar en cada caso si una acción posible para No podemos hacer un inventario de todos los
nosotros en la sensibilidad es un caso que cae o no bajo “pasos” que Kant hace a lo largo de su obra crítica para
la regla práctica que impone la razón pura. El Juicio mostrar pormenorizadamente de qué modo el Juicio
práctico es el que se encarga de aplicar a cada acción pone en contacto a las distintas facultades. Baste los
particular lo que ha sido establecido universalmente en dos ejemplos que hemos puesto (la ilusión transcen-
la regla práctica. Ahora bien, dado que todos los casos dental y el tipo de la ley moral) para dar muestra de
que ocurren de acciones posibles para nosotros no este tipo de operación de analogía por la que se mues-
pueden ser más que casos empíricos, el problema que tra una síntesis de lo legalmente heterogéneo (de lo
se plantea aquí es saber cómo es posible aplicar a una que parece conocimiento pero no lo es o de lo que pare-
acción particular una ley universal de la libertad así ce una ley de la naturaleza pero no lo es) para poner en
como también la idea suprasensible de bien moral. comunicación a facultades distintas y mostrar la dife-
Todo en la experiencia nos es dado en la intuición rencia de legalidad que hay entre ellas. Obviamente,
según condiciones, mientras que el bien moral es algo esta síntesis efectuada por la analogía (por el “como
incondicionado y suprasensible por lo que se refiere a si”), como no puede ser de otro modo, no es de dere-
su objeto y, por tanto, no puede encontrarse para él cho, sino más bien hecha contra el derecho, operación
ninguna intuición en la sensibilidad que lo pueda vali- a la que el juez crítico transige o permite hacer sin que
dar. Entonces, ¿cómo saber si una acción dada en la ninguna regla le autorice simplemente para mostrar la
experiencia cae bajo el caso de la ley moral? diferencia entre facultades o familias de proposiciones
La razón pura especulativa disponía de un medio heterogéneas.
para escapar a esta dificultad: como su uso teórico ver- Recapitulando, diremos, pues, que el juez crítico
saba sobre intuiciones sensibles, a las cuales se podían decide sobre la legitimidad que corresponde a la vali-
aplicar los conceptos puros del entendimiento, tales dez de cada familia de proposiciones. Al hacerlo, divi-
intuiciones podían darse a priori. De este modo, a la ley de al sujeto transcendental en facultades “insulares”, y
natural, como ley a la que se someten las intuiciones al campo de todos los objetos posibles en general en
sensibles (o todo objeto de experiencia sensible), tiene un archipiélago de dominios separados por legalida-
que corresponder un esquema, esto es, un procedi- des heterogéneas. El tribunal de la crítica reconoce la
miento universal que bosqueja la imaginación trans- legitimidad de las respectivas pretensiones de las di-
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cendental. Pero la ley de la libertad (como causalidad versas familias de proposiciones y, por ende, su incon-
incondicionada o no condicionada sensiblemente), y mensurabilidad. El juez muestra de este modo que no
por ende, también el concepto de bien moral, no pue- hay un conjunto de reglas válidas para todas las facul-
den tener ninguna intuición a su base, y por esto tades, o para todas las familias de proposiciones (co-
mismo, tampoco ningún esquema. mo pretendió hacer más tarde el idealismo hegelia-
Así pues, al parecer de Kant, no queda más reme- no), sino que cada una posee las suyas propias. Ahora
dio para solucionar el problema del conocimiento bien, el juez también permite el paso o el tránsito de
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práctico de las acciones morales que acogerse al recur- unas islas a otras para presentar el resultado de lo
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encontrado en una a otra. Es decir, el juez no se detie- cia, no puede producir conocimientos, sino sólo nocio-
ne simplemente en la presentación de las distintas for- nes aparentes o ficticias que se presentan “como si”
mas de legalidad: sugiere “pasos” precisamente entre fuesen conocimientos. En esta medida, la razón no
regiones de objetos sometidos a reglas que son, sin produce conceptos en sentido propio, sino que más
embargo, diversas e inconmensurables. Estos “pasos” bien “libera” a los conceptos del entendimiento de las
restablecen la unidad de la razón, aunque de un modo limitaciones que impone toda experiencia posible al
débil o fragmentado en tanto que tan sólo se limitan a intentar extenderlo más allá de las intuiciones (aunque
mostrar la diferencia inconmensurable de legalidades siempre en referencia a todas ellas). Ahora bien, ¿cómo
heterogéneas. Finalmente, con ello se expresa tam- se produce esta “emancipación” del concepto? Para
bién el tipo de unidad que pertenece a lo histórico- ello la razón realiza el siguiente razonamiento: “si se da
político en tanto que, al igual que lo crítico (recor- lo condicionado –el fenómeno-, se dará también la
demos la primera tesis: lo crítico es análogo a lo his- suma de las condiciones y, por tanto, lo absolutamente
tórico-político), lo histórico-político no se puede ex- condicionado”. La razón exige así para un condiciona-
presar bajo un género de discurso, sino que consiste do dado cualquiera una totalidad absoluta de las con-
precisamente en reconocer la pluralidad irreductible diciones y convierte a la categoría del entendimiento en
entre géneros de discurso distintos. una idea transcendental, con el fin de conferir a la sín-
tesis empírica una completitud absoluta.
Cuando aplicamos de este modo la razón a la sínte-
“NO SABEMOS, PERO SENTIMOS”: LO QUE sis objetiva de todos los fenómenos y pretendemos dar
SE DA EN EL ENTUSIASMO O LA CRÍTICA por bueno su resultado (la unidad incondicionada de la
KANTIANA DE LA HISTORIA totalidad de las intuiciones) nos encontramos con las
ideas cosmológicas. Aquí, la idea de mundo (idea que
Sobre la historia no puede haber ciencia subsume bajo sí misma a todas las ideas cosmológi-
cas), como totalidad absoluta de todos los fenómenos,
La radicalidad de la crítica kantiana de la historia resi- revela su ilegitimidad o falta de validez al motivar ideas
de precisamente en el hecho de que va a negar la reali- antitéticas que se presentan provistas de igual verosi-
dad de un posible objeto (metafísica) histórico-político, militud. Estas afirmaciones son las célebres “antino-
de lo cual resultará la imposibilidad de una facultad de mias de la razón pura”, verdaderos conflictos de la
conocer histórico-política (“sobre la historia no puede razón consigo misma, de los cuales ella no puede sal-
haber ciencia o conocimiento”, esto es lo que resumi- varse si no es abandonando el principio mismo del que
damente sostendrá Kant). Como ya hemos visto, dentro nacen, la idea de mundo.
de la crítica kantiana de la facultad de conocer, sólo los
fenómenos dados en la intuición pueden tener una rea-
lidad cognoscible, es decir, sólo aquello del concepto que
es aplicable a las intuiciones posee realidad y puede ser
objeto de conocimiento. Ahora bien, los fenómenos tam-
bién poseen la propiedad de estar condicionados y ser
condicionantes de otros fenómenos, cuyas series com-
pletas, que nunca están dadas de modo absoluto en la in-
tuición (pues no son sino “simples ideas” que se refieren
a la totalidad de la síntesis de los fenómenos), constitu-
yen un “sistema de las ideas cosmológicas”, esto es, un
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una serie más de fenómenos14. Dicha serie, como comienzo no son intuibles. El tiempo transcurrido
sucede con todas las series de las ideas cosmológicas, hasta el momento presente es pensado necesariamen-
no está dada en la experiencia como intuición, cosa del te como dado, pero no puede ser determinado (conoci-
todo inconcebible, sino que sólo nos es “dada” como do) por nosotros. Las condiciones antecedentes se dan
objeto de una simple idea. Ciertamente, siempre será por supuestas, pues de ellas dependen que se nos pue-
posible hacer una proposición del entendimiento, es dan dar las condiciones presentes, pero salvo que se
decir, un conocimiento científico, acerca de las secuen- tenga algún registro positivo de ellas, nada podemos
cias particulares de la serie en la cual pueda haber una saber. Ahora bien, todavía se presenta peor, por otra
presentación en la intuición. Pero lo que interesa seña- parte, en lo que se refiere a la síntesis progresiva de los
lar a este respecto es que la totalidad de la experiencia, fenómenos que desciende hacia el futuro (las conse-
en tanto que totalidad sintética de todos los fenóme- cuencias). Aquí además se agrega la dificultad de
nos, no puede ser nunca a su vez una experiencia, esto conectar efectos que todavía no están presentes y sobre
es, algo dado en la intuición, y, por consiguiente, nin- los cuales no hay documentos en absoluto (como en
guna totalidad de condiciones puede tener nunca un ocasiones ocurre en el caso de las causas o anteceden-
valor objetivo o cognoscitivo. Precisamente por esto las tes) con fenómenos presentes o reales. Más aún: hasta
ideas transcendentales son ideas y no objetos, de lo se podría admitir que cuando se trata de la síntesis de
cual se desprende que la historia, como totalidad sinté- las series descendentes (es decir, los fenómenos futu-
tica o como serie completa de todos los fenómenos, no ros) el problema de su unidad con el presente se con-
puede tener un objeto propio sobre el cual fundar una vierte en un problema superficial. La serie de los fenó-
ciencia. menos sólo plantea el problema de su comienzo cos-
mológico, pero no el problema de su fin. Como no son
las consecuencias las que hacen posible sus condicio-
nes, sino que, por el contrario, las presuponen, se pue-
de prescindir del descenso de la condición hacia lo con-
dicionado por ella misma, con lo cual el problema de si
la serie termina o tiene continuidad se desvanece:
“Cuando esto último ocurre, nos hallamos ante un pro-
blema arbitrario, no ante un problema necesario de la
razón pura, ya que, si queremos entender de forma
completa lo que se nos da en el fenómeno, necesita-
mos, efectivamente, su fundamento, pero no sus con-
secuencias”15.
Por lo tanto, desde el punto de vista especulativo, y
por lo que toca al tiempo cosmológico, se puede con-
cluir lo siguiente: el juez crítico no tiene ninguna pro-
posición de conocimiento que validar. A la crítica de la
historia no le pertenece ninguna metafísica o doctrina
al igual que a la facultad de juzgar tampoco le pertene-
ce ninguna esfera propia de objetos (recuérdese ahora
la analogía entre lo crítico y los histórico-político). Pre-
Pero a esta dificultad que plantea la serie de los fenó- cisamente, la crítica de la historia, en términos metafí-
menos históricos para constituirse como ciencia, aún sicos, consiste en esto: en mostrar que no puede tener
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se le pueden añadir más inconvenientes teóricos o cog- un campo de fenómenos propios sobre el cual fundar
noscitivos. En el caso de la síntesis regresiva de los una ciencia (al menos en sentido “fuerte”, pues ya
fenómenos que asciende hacia el principio de la serie hemos dicho que sobre fenómenos particulares y con-
(los antecedentes), se añade además la dificultad de cretos dados en la intuición siempre será posible esta-
que tanto la totalidad de hechos pasados como su blecer algún conocimiento por humilde que sea). Por
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14.- En las antinomias de la razón pura Kant no entra a discutir propiamente el problema de la historia humana; este tipo de cuestiones las
discute especialmente en otros textos menores que veremos más adelante. No obstante, podemos valernos de las reflexiones críticas dis-
cutidas por Kant en esta parte de la Crítica de la razón pura para plantear en términos metafísicos el problema general de la posibilidad
de una ciencia de la historia.
15.- Crítica de la razón pura, Madrid, Taurus, 2005, B-438/ A-411.
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delante de nosotros (en el futuro) no hay ningún obje-
to histórico dado, así como por detrás (en el pasado) es
imposible encontrar un registro de la serie de todos los
fenómenos, aunque esto último haya que darlo “for-
malmente” por supuesto para que la historia pueda ser
posible (sin postular antecedentes no hay condición
presente que pueda ser entendida). Y por supuesto,
mucho más ilegítima es la idea de una totalidad de las
experiencias históricas que aglutine bajo sí misma y en
un mismo objeto el desenvolvimiento de la totalidad de
los fenómenos históricos. De este modo, la historia pa-
ra Kant podría concebirse fácilmente como una simple
“silueta” de ciencia en la que muy bien podría quedar
en blanco la mayor parte de sus fenómenos sin que
nada relevante se perdiera por el camino. La serie com-
pleta de sus fenómenos no es más que una simple idea
(cosmológica), un concepto sin objeto y vacío, despren-
dido de las intuiciones, que ni tan siquiera demanda completo caos. Ésta carece de sentido y suscita indig-
ser rellenado por documentos empíricos y que tampo- nación ante un espectáculo lamentable que sugiere es-
co permite fundar ciencia alguna sobre la historia. tar regido por una desazonante casualidad que no con-
duce a nada: “No puede uno librarse de cierta indigna-
El significado kantiano de una filosofía de la ción al observar su actuación (la de los hombres) en la
historia: la razón como hilo conductor de la his- escena del gran teatro del mundo, pues, aun cuando
toria aparezcan destellos de prudencia en algún que otro
caso aislado, haciendo balance del conjunto se diría
“Pronto se ve que la Ilustración es algo sencillo en teo-
que todo ha sido urdido por una locura y una vanidad
ría, pero que resulta muy arduo y lento de poner en
infantiles e incluso, con frecuencia, por una maldad y
práctica” .
afán destructivo asimismo pueriles; de suerte que, a fin
Inmanuel Kant, Crítica del Juicio de cuentas, no sabe uno que idea debe hacerse sobre
tan engreída especie”16. Ahora bien, esta concepción
Ahora bien, si en la filosofía de Kant, como hemos de la historia no es justa desde el punto de vista de la
visto, no cabe una metafísica de la historia, si que cabe, crítica de la razón práctica. El afecto de desazón e in-
al menos, una crítica de la misma. Es cierto que Kant dignación que acompaña a esta “comprobación” de la
no escribió nunca una Crítica de la razón histórica o falta de sentido de la historia humana es por sí mismo
algo semejante (sus escritos sobre filosofía de la histo- signo o expresión de que otro género de discurso es po-
ria son más bien poco numerosos y breves), pero no es sible acerca de la historia: aquel que pertenece al de la
menos cierto que Kant manifestó al final de su obra crí- idea de libertad, aunque dado el carácter absurdo de
tica un interés por no impedir al tribunal crítico de la este mundo casi parezca no poder empalmar con él. La
razón práctica juzgar sobre los acontecimientos histó- razón práctica tiene al menos el interés de no cejar en
ricos. En este sentido, la filosofía de la historia de Kant su empeño por juzgar los acontecimientos históricos, y
habrá de encuadrarse dentro de su filosofía moral en en este sentido le es lícito intentar trazar un plan que le
tanto que será la razón práctica la única que tendrá permita interpretar el decurso histórico “como si” hu-
página 73
potestad para juzgar los acontecimientos históricos. biera sido escrito en clave cosmopolita, esto es, como si
En su breve opúsculo Idea para una historia univer- persiguiera el designio de un desenlace cosmopolita
sal en clave cosmopolita Kant plantea la naturaleza del para la trama de relaciones que mantienen entre sí los
discurso sobre lo histórico-político en los siguientes individuos de toda sociedad civil así como también la
términos: si se atiene uno a lo dado intuitivamente en que mantienen unos Estados con otros: “En este orden
la historia, esto es, a lo dado en la historia como acon- de cosas, al filósofo no le queda otro recurso –puesto
tecimientos o fenómenos efectuados por las acciones que no puede presuponer en los hombres y su actua-
YOUKALI, 6
de los hombres, la historia política de los pueblos es un ción global ningún propósito racional propio- que in-
16.- Idea para una historia universal en clave cosmopolita, en ¿Qué es Ilustración? y otros escritos, Madrid, Alianza editorial, 2004, pág. 98.
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líticas). Con esta concepción de la historia, sólo se co de una ley general de la naturaleza, sino solamente
podrá hacer una política pragmática, “maquiavélica”, un “hilo conductor” que ha de guiar las políticas de los
que sólo busque el éxito y la eficacia de los medios, pero Estados. Este hilo conductor de la razón no quita vali-
no una “política moral”. Se podrá estudiar el poder po- dez al discurso cognoscitivo del político pragmático
lítico y sus mecanismos para obtenerlo, mantenerlo y que se afana por conocer los fenómenos históricos con
acrecentarlo sin tener en cuenta a ningún presupuesto el fin de controlarlos. El mismo referente, un mismo
moral, y únicamente se atenderá a los hechos históri- fenómeno histórico dado en la intuición, podrá valer
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cos para obtener de ahí los principios generales que como ejemplo que avale el discurso desolador acerca
17.- Idem.
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del curso de la historia, y al mismo tiempo podrá valer les que aspiren a la perfecta integración civil de la espe-
como un mal ejemplo de lo que se debe hacer. Son dis- cie humana. “Se diría que con tal propósito sólo se ob-
cursos heterogéneos, y cada uno dentro de su respecti- tendría una novela”19 , y en efecto, esta historia univer-
vo campo es válido por igual. Ahora bien, la diferencia sal en clave cosmopolita tiene más de ficción que de
es que sólo con el segundo género de discurso se podrá realidad o verdad, pero puede resultar de una gran uti-
intervenir en el mundo para hacer una política moral lidad al menos como “ideal regulativo” de la razón his-
que vaya más haya de una política eficaz. tórico-política. Además, tal y como se nos presenta el
absurdo decurso de los acontecimientos históricos, di-
fícilmente la existencia de la humanidad podría cobrar
un sentido histórico-político sin la referencia a un fin
racional que se da entre las capacidades naturales de la
especie, cuyo desarrollo o realización completa en la
historia (que para Kant se materializaría mediante la
construcción de sociedades civiles administradas uni-
versalmente por el derecho y la instauración de una
reglamentación de las relaciones interestatales), si bien
nunca podrá cobrar una certidumbre científica (más
bien se mantiene meramente como meta para los es-
fuerzos políticos del hombre), al menos no autoriza al
individuo a negar la posibilidad de un progreso moral
de la humanidad. Sin esta convicción, el ser finito, cae-
ría en la desesperación y cesaría de trabajar para el
reino de los fines. De este modo, la fe en un progreso
moral de la humanidad se convierte en un deber moral
que ha de regir en la construcción de los gobiernos civi-
les y de las relaciones entre los Estados. Es así, pues,
En conclusión, conviene aclarar que cuando Kant ha- como la moral nos conduce en Kant a la filosofía de la
bla de un plan de la naturaleza que se desarrolla en la historia: los hombres han de intervenir en la historia
historia como hilo conductor de la razón, con esto no como si ésta tuviera un plan para la mejora del mundo.
quiere decir que exista una “mente suprema” o “una Pero todavía queda otro motivo para intentar una filo-
astucia de la razón” llamada naturaleza que elabore sofía de la historia en clave cosmopolita: “encauzar
conscientemente un plan que ha de cumplirse necesa- tanto la ambición de los jefes de Estado como la de sus
riamente en la historia; quiere decir simplemente que servidores hacia el único medio que les puede hacer
los hombres han de proceder en sus acciones “como si” conquistar un recuerdo glorioso en la posteridad”20.
la historia estuviera legislada de tal modo. El mismo Se trata, en efecto, de estimular la ambición de los
Kant insiste en que “mi propósito sería interpretado gobernantes en orden a fomentar metas que sólo bus-
erróneamente si se pensara que, con esta idea de una quen el bien común de todo el género humano, aunque
historia universal que contiene por decirlo así un hilo lo hagan sólo por mor de su egoísta megalomanía. Así
conductor a priori, pretendo suprimir la tarea de la his- es como la historia podría entrañar a priori un plan
toria propiamente dicha, concebida de un modo mera- para el mundo: haciendo dignas del recuerdo de la pos-
mente empírico; sólo se trata de una reflexión respecto teridad sólo a aquellas acciones que conciernen a la
a lo que una cabeza filosófica (que por lo demás habría prosperidad de toda la humanidad y amenazando a los
de ser muy versada en materia de historia) podría
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Kant ante la Revolución Francesa: lo que se da bres: “Pues nos las habemos con seres que actúan li-
en el sentimiento del entusiasmo bremente, a los que, a decir verdad, se les puede dictar
de antemano lo que deben hacer, pero de los que no se
Si en el texto de la Idea... la expresión clave era la de puede predecir qué harán”23. Cuando se trata de pre-
“hilo conductor”, en otro escrito breve de Kant pero no ver las acciones libres de los hombres no podemos co-
menos importante sobre filosofía de la historia (en el locarnos en el punto de vista de Dios, quizá el único
“Conflicto de la facultad de filosofía con la facultad de capaz de conocer con certeza el desarrollo de todas las
derecho”), la expresión que hay que retener es la de cosas, de las acciones libres de los hombres y del enca-
“signo de historia”. En este texto, Kant se plantea la denamiento de los fenómenos conforme a las leyes de
cuestión de “si el género humano se halla en continuo la Naturaleza. Por eso, nos encontramos ante una ine-
progreso hacia lo mejor”, aunque ahora esta pregunta vitable incertidumbre cognoscitiva que nos impide
cobrará una nueva perspectiva que no se encontraba predecir el decurso histórico del futuro, pero al menos
en el texto de la Idea...: si antes era la naturaleza o el siempre nos quedará el derecho a juzgar los aconteci-
destino el que había de ser presupuesto como hilo que mientos históricos presentes conforme a las reglas del
conduce a la historia hacia el progreso de la humani- juicio práctico y obtener así alguna conclusión acerca
dad, cuyos designios sólo eran descifrables por el filó- de lo que podemos esperar en el futuro.
sofo, ahora es el obrar mismo de los hombres el que se Para validar esta confianza en el progreso moral de
presentará como medio capaz de orientar el curso de la la humanidad en la historia será necesario prescindir
historia hacia lo mejor. El mismo Kant se lo pregunta del género de discurso cognoscitivo y cambiar a otro.
de este modo: “¿Pero cómo es posible una historia a
priori? Cuando el profeta hace y organiza él mismo los
hechos que predice”22. Los hombres devienen así en el
texto del “Conflicto...” en agentes capaces de intervenir
en el curso de la historia gracias al entusiasmo que sus-
cita en ellos la idea de derecho, como de hecho mues-
tra la revolución republicana que Kant contempla en
Francia desde la distancia.
La primera dificultad que se presenta para respon-
der a la pregunta de si el género humano se halla en un
continuo progreso hacia lo mejor, consiste en que
dicha cuestión hace referencia a una parte de la histo-
ria humana que está todavía por venir (esta dificultad
no aparecía en el texto de la Idea..., pues, si se recuer-
da, allí sólo se hacia referencia al pasado y al recuerdo
del presente en la posteridad). Se trata de una proposi-
ción de anticipación o de pronóstico que no puede ser
conocida según leyes naturales como ocurre con la pre-
dicción de los eclipses o el movimiento de los astros.
Dado que esta proposición de anticipación se refiere al Es cierto que debe haber en la historia de las naciones
futuro de la historia de las naciones políticas y no al alguna experiencia que, como acontecimiento o even-
desenvolvimiento futuro de un fenómeno que funcio- to dado en los fenómenos, indique una manifestación
na conforme a leyes de la Naturaleza, no es posible pre- de la capacidad de los hombres para tal progreso mo-
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decir o conocer hacia qué estado nos encaminamos. Se ral. Ahora bien, esta experiencia no se tratará de una
trata de nuevo de una proposición que no se puede experiencia más en el sentido que se le da a este térmi-
validar conforme a las reglas de la razón cognoscitiva. no en la Crítica de la razón pura cuando se habla de
Ahora bien, aquí, una vez más, nos encontramos con una “experiencia posible”. Habrá de ser un aconteci-
que la razón práctica se reserva el derecho a juzgar el miento que a la vez de ser un hecho dado en la historia
acontecer de los fenómenos históricos, los cuales, no sea además un acto de la libertad, esto es, un aconteci-
olvidemos, son producto de las acciones de los hom- miento que haya sido causado por libertad con absolu-
YOUKALI, 6
22.- “Conflicto de la facultad de filosofía con la facultad de derecho”, en Conflicto de las facultades, Buenos Aires, Losada, 1963, pág. 102.
23.- Idem., pág. 106.
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ta espontaneidad y no un acontecimiento que obedez- ma que nos permite pronosticar el progreso de la hu-
ca a leyes mecánicas como ocurre con los fenómenos manidad, progreso que se refleja en la instauración de
naturales. Este acontecimiento habrá de reconocer, constituciones republicanas fundadas en los principios
por tanto, la cláusula de independencia de la causali- de la libertad. “Se trata, simplemente -dice Kant-, del
dad por libertad con respecto a la serie diacrónica de modo de pensar de los espectadores que se delata
los fenómenos que obedecen a causas bien determina- públicamente ante esta representación de grandes re-
das. Ahora bien, este acontecimiento del que hablamos voluciones y que, aun a pesar del peligro de los serios
no probará nada, esto es, no demostrará el progreso en inconvenientes que podría crearle su parcialidad, ma-
la historia humana, sino que sólo indicará o mostrará nifiesta, sin embargo, una simpatía tan universal como
que el ser humano es capaz de tal progreso. Esto es pre- desinteresada hacia los actores de un bando y en con-
cisamente lo que entiende Kant por “signo de historia”: tra de otro, que demuestra un carácter del género hu-
“ese hecho no es tomado como causa del progreso, sino mano en su conjunto, y al mismo tiempo, a causa de su
sólo como indicio, como signo histórico (signum reme- desinterés, un carácter moral de la humanidad, cuan-
morativum, demonstrativum, prognosticon)”24, esto do menos como disposición, que no sólo permite espe-
es, como manifestación de que el ser humano, en tanto rar el progreso hacia lo mejor, sino que ello mismo ya
que muestra que es capaz de progresar hacia lo mejor lo constituye, en tanto que la capacidad para tal progre-
en un momento puntual mediante un acontecimiento so”25.
dado, también muestra que lo pudo haber hecho en Así, el signo que nos manifiesta el progreso en la
otras épocas del pasado y que también podrá hacerlo historia no es algo que podamos conocer en sentido es-
en el futuro. Así, el hecho dado en la experiencia histó- tricto, no es un conocimiento, sino una pasión, el entu-
rica que indica el progreso de la humanidad habrá de siasmo, aunque éste no se trata de una pasión patoló-
presentar una causalidad por libertad bajo la forma de gica cualquiera fundada en las inclinaciones propias o
un acontecimiento espontáneo, que por mucho que se el interés personal, sino de un sentimiento puro y des-
pueda contextualizar históricamente, nunca se podrá interesado derivado directamente de la ley moral mis-
reducir a una mera causalidad mecánica y sincrónica ma que vemos aplicar en las constituciones políticas de
en tanto que el motor principal que lo hace posible otros pueblos que promueven la libertad conforme a
habrá de ser el impulso que la libertad infiere en los leyes: “el auténtico entusiasmo se ciñe siempre tan sólo
agentes prácticos que realizan dicho acontecimiento. a lo ideal y en verdad a lo puramente moral, como es el
Este acontecimiento, además, será indicio de que el caso del concepto de derecho y no puede injertarse en
género humano puede iniciar un progreso hacia lo el interés personal”26. No nos debe extrañar que el
mejor en la historia.
Pero, ¿cuáles son esos indicios de los que habla Kant?
Pues nada menos que los procesos revolucionarios que
instauran constituciones republicanas inspiradas en la
idea de libertad allí en donde antes no había sino des-
potismo, cuyo máximo exponente es para Kant la Re-
volución Francesa que él mismo contempla como es-
pectador desde Könisberg. Para Kant el entusiasmo
que suscita la Revolución Francesa es un signo de his-
toria que da fe de cómo la idea de libertad se puede
encontrar presente en la historia. Ahora bien, Kant no
habla del entusiasmo de los actores que están ejecutan-
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indicio de la realización de la libertad en la historia aca- miento de nuestro tiempo que, al igual que sucedía con
be siendo un sentimiento, pues, al fin y al cabo, ¿cómo la Revolución Francesa en los tiempos en los que la
podríamos reconocer la idea de república cosmopolita contemplaba Kant, demuestra precisamente esta posi-
en un mero dato empírico? El entusiasmo revoluciona- bilidad moral y material del género humano para la
rio constituye una presentación “como si” de la idea de constitución de republicas inspiradas en los principios
una república cosmopolita, es decir, de la idea de una de la libertad. Este acontecimiento no es otro que la re-
moralidad que pretende presentarse en la experiencia volución que actualmente está viviendo Venezuela. Co-
cuando en realidad ésta no puede ser presentada intui- mo muy bien han mostrado en un libro recientemente
tivamente. En este sentido, si bien se trata tan sólo de publicado los profesores Carlos Fernández Liria y Luís
una presentación indirecta de una causalidad libre que Alegre Zahonero titulado Comprender Venezuela, pen-
se manifiesta en un hecho subjetivo, el sentimiento, al sar la democracia, “en Venezuela nos encontramos
hoy, en efecto, con una ciudadanía que siente un respe-
to infinito por las posibilidades de la instancia legislati-
va. Y esto, desde luego, no es casual. Los campesinos,
por ejemplo, se han encontrado con que, por primera
vez, las leyes pueden no ser mero papel sino, de repen-
te, convertirse en parcelas de tierra arrancadas de las
manos por las que había circulado hasta ahora el poder
real (los terratenientes en este caso o los gerentes del
petróleo en otros) –y, por una vez, no se tratan de ges-
tos puramente decorativos: desde 2001 han sido
repartidos nada menos que 2 millones de hectáreas
entre los campesinos sin tierra. En este mismo sentido
se expresaba una señora a la que conocimos visitando
algunos resultados de la Misión Hábitat (destinada a
convertir las chavolas en casas): “¿Cómo no vamos a
apoyar el proceso bolivariano?, ¿cómo no vamos a
interesarnos más en los procesos electorales si ahora lo
que deciden los diputados a los que elegimos, en vez de
quedarse en puras palabras, se convierten en casas?”.
En efecto, esa especie de milagro por el que los pape-
menos tiene el valor de “indicio” para la proposición les, las palabras, en definitiva, el «lógos» consigue
que afirma el progreso moral en la historia. ponerse manos a la obra y colocar ladrillo sobre ladri-
Ahora bien, para Lyotard, el último signo de histo- llo hasta que se edifica una casa, se construye una
ria fue el entusiasmo revolucionario suscitado hace escuela, se abre un centro médico o incluso se expropia
cuarenta años por el mayo del 68. Hoy, en cambio, pa- algún latifundio de Gustavo Cisneros, ese milagro no
rece que ya no hay perspectivas de que surjan nuevos puede dejar de producir entusiasmo”27.
signos de historia capaces de suscitar un entusiasmo El acontecimiento insólito que hoy en día se vive en
igual. Las políticas de los estados son tranquilas y ha- Venezuela con la llamada “Revolución Bolivariana” ha
cen pensar que la política se trata tan sólo de la gestión supuesto una completa ruptura inesperada con el pre-
de la cosa pública. Hoy, la política es incapaz de entu- sente que hasta ahora habíamos padecido. Lo que está
siasmar a nadie, pues lo que más predomina en la ocurriendo en Venezuela tiene una gran importancia,
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atmósfera de la condición posmoderna que algunos entre otras razones porque con su ejemplo se está con-
han vitoreado a los cuatro vientos es la melancolía y la tribuyendo a refutar el fin de la historia que hace ya
desilusión por las viejas ideas revolucionarias que en algunos años los defensores del determinismo históri-
otro tiempo fueron capaces de movilizar a miles de co de Wall Street Journal proclamaron para avalar el
activistas políticos, pero que en la actualidad parecen consenso en torno a la democracia liberal y el capitalis-
haberse relegado a las tinieblas de la historia. En este mo como formas definitivas de gobierno y economía.
sentido, se podría objetar a esta visión posmoderna y Pero el acontecimiento venezolano también es impor-
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pesimista de Lyotard trayendo a colación un aconteci- tante por otra razón. En la asfixiante atmósfera posmo-
27.- Comprender Venezuela, pensar la democracia: el colapso moral de los intelectuales occidentales, Hondarribia (Guipúzcoa), Hiru, 2006,
pág. 103.
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derna que respirábamos parecía que a los filósofos ya hasta proclamar la única constitución verdaderamente
no nos quedaba nada que hacer ante el sorprendente legítima, una constitución, que como ya defendía Kant
descubrimiento por parte de algunos intelectuales con la Revolución Francesa, esté en consonancia con el
franceses e italianos de que en política ya no nos cabía derecho natural de los hombres según el cual quienes
nada que esperar, salvo quizá olvidarnos de ella y dedi- obedecen a la ley deben ser al mismo tiempo, manco-
carnos a trabajar como burócratas en la Unión Euro- munadamente, legisladores, o sea, una constitución de
pea. Ahora bien, ¿qué puede significar para nosotros, corte republicano que tienda hacia el cosmopolitismo y
espectadores de la revolución bolivariana, el intento de el cambio hacia mejor, lo cual se cifra fundamental-
implantar en Venezuela una república que instituya “el mente en un aumento de los efectos de la legalidad de
los actos humanos conforme al deber. En efecto, “des-
de luego, resulta fascinante el espectáculo que nos ofre-
ce una ciudadanía firmemente dispuesta a que el poder
legislativo tome por una vez las riendas del curso de la
historia aunque para ello tenga que enfrentarse a in-
tentos de golpe de estado, atentados terroristas, paros
petroleros, todo tipo de boicoteos electorales y asesina-
tos a sueldo. (…) Por lo tanto, no resulta imposible
comprender por qué, ante el compromiso de edificar
un verdadero estado de derecho, nos encontramos de
repente con una ciudadanía entusiasmada y plena-
mente comprometida no sólo con la defensa de las
leyes sino con la defensa de la idea misma de ley, en la
que la mayoría localiza la única posibilidad de salir de
la exclusión provocada por los privilegios de una mino-
ría”28.
Podemos asegurar con espíritu “profético” (y por
profético no entendemos otra cosa que pronóstico,
pero pronóstico que se posiciona parcialmente en el
conflicto abierto en Venezuela a favor de la parte revo-
socialismo para el siglo XXI”, tal y como lo llaman los lucionaria y que intenta modelar el porvenir aunque
venezolanos con entusiasmo revolucionario, en donde sólo sea a golpe de señalar un horizonte utópico al que
antes no había sino despotismo neoliberal y reajustes conducirse) que un fenómeno como el proceso boliva-
estructurales del FMI disfrazados de democracia? Al riano no se olvidará en mucho tiempo, especialmente
igual que pensaba Kant con la Revolución Francesa en el continente latinoamericano, por la capacidad de
podemos creer (aunque no saber) que se inaugura una mejoramiento que está mostrando para los pueblos de
nueva época en donde el género humano deje de cami- aquella zona del mundo, y que, aunque el fin propues-
nar por la senda del neoliberalismo, salpicada de con- to por este insólito evento no sea alcanzado ahora, o
tinuos retrocesos, para encaminarse hacia un progreso que si la revolución bolivariana fracasa o si después de
social y político hasta ahora desconocido. Que Vene- durar un tiempo todo vuelve nuevamente a lo de antes
zuela se halla en el camino de fundamentar una cons- (como muchos dentro y fuera de Venezuela desean),
titución de la cual todos los pueblos, especialmente sus nuestra anticipación filosófica no perderá nada de fuer-
vecinos del sur, no pueden sino esperar justicia y liber- za, pues ese acontecimiento es demasiado grande y
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tad, es algo que suscita una gran estima y admiración, tiene demasiada influencia en los pueblos de la región
porque al proscribir el orden económico mundial, como para que no sea recordado y evocado para la
inaugura un progreso hacia lo mejor que no podía repetición en cualquier otra ocasión propicia para la
tener lugar con los regímenes políticos que actualmen- revolución y el cambio hacia mejor. En este sentido, ni
te nos gobiernan. Al menos, podemos contar por segu- siquiera importa que lo que vemos realizarse en Vene-
ro que este acontecimiento no caerá en el olvido, y que zuela pueda ser una meta utópica; siempre será útil en
sus posibles retrocesos, en caso de que los tenga, sólo cuanto arquetipo al que ir aproximando la realidad,
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podrán desembocar en nuevos intentos que no cejarán aunque su cumplimiento efectivo casi se trate de un
hasta resultar vencedores contra la injusticia, es decir, imposible.
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de deber. Los deberes impuestos por la legislación jurí- es precisamente en la crítica de los relatos históricos
dica son, pues, todos deberes “externos”, ya que ella no que tratan de fundar la validez de los diversos saberes
exige que la idea interna de deber sea el motivo deter- a partir de un desarrollo histórico en el que el engen-
minante de la voluntad en las acciones que han de ser dramiento histórico de los mismos y su validación teó-
juzgadas sólo jurídicamente; de ahí que el derecho no rica se funden en una misma argumentación (el caso
deba servirse de una imposición moral, sino de una de la filosofía hegeliana es un caso paradigmático para
coacción de hecho. El derecho considera así la relación ilustrar esta forma de relato filosófico). Ahora bien, en
externa de una persona con otra sólo en cuanto que sus segundo lugar, da un paso que ya no se sigue de lo ante-
acciones pueden tener de hecho efectos sobre otras. rior, y que consiste en dar una vuelta de tuerca más al
Aquí, la ley de la libertad se funda en el conjunto de las argumento en el que ha fundado su crítica a los gran-
condiciones por las cuales la voluntad de uno ha de des relatos modernos: para Lyotard, así como no hay
concordar externamente con las de otro, cuya fórmula un conjunto de reglas válido para juzgar a todos los
la expresa Kant del siguiente modo: “obra externamen- saberes (de ahí que la filosofía no pueda construir un
te de manera que el libre uso de tu albedrío pueda estar relato que haga conmensurables a todos los saberes),
conforme con la libertad de todos los demás según una tampoco puede haber un género de discurso que goce
ley universal”. Pero también en sus escritos histórico- de autoridad universal para juzgar políticamente. Aho-
políticos encontramos en Kant una doctrina política ra bien, kantianamente, si bien es cierto que no es posi-
ble fundir a todos los géneros de discurso bajo un
mismo conjunto o régimen de reglas de validación,
dado que Kant da como un factum a una pluralidad de
discursos heterogéneos e independientes (o por lo me-
nos dos, el del conocimiento y el de la conducta moral),
cada uno de los cuales tiene sus propios criterios de
validación, no es menos cierto que el discurso moral
goza de autoridad universal como para hacer conmen-
surable una doctrina jurídica sobre el conjunto de las
relaciones sociales y políticas de los hombres. Por eso,
es justamente en este punto en donde Lyotard se ve
obligado a romper (de una forma que no queda clara)
con Kant para apoyarse en el peculiar uso que hace de
la teoría de los juegos del lenguaje del segundo
Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas.
Así pues, ante esta supuesta situación de perdida de
la unidad histórico-política, Lyotard intentará encon-
definida en términos universalistas. En estos textos, trar una respuesta en su particular concepción de los
como hemos visto, el plan racional que ha de guiar la juegos de lenguaje de Wittgenstein: así, cada uno de
voluntad de los hombres en la historia ha de ser la con- nosotros ya no viviría en el contexto de un lazo social
secución de una sociedad política universal que com- capaz de hacer conmensurables a las distintas prácti-
prenda bajo sí misma una misma legislación de todos cas sociales, sino que ahora más bien nos encontraría-
los diversos Estados y garantice así el pleno desarrollo mos en una encrucijada de muchos y muy diversos jue-
de las ideas de libertad. En definitiva, lo único que que- gos de lenguaje fragmentados. De este modo Lyotard
remos decir con todo esto es que en Kant también en- pasa de lo que podríamos llamar la “lógica de las facul-
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contramos un relato filosófico que pretende totalizar tades” de Kant a una concepción “lingüístico-pragmá-
en términos universalistas todas las relaciones sociales tica” de los saberes. Así, cada proposición formaría
que se dan no sólo en una misma sociedad civil sino parte de un “juego del lenguaje” determinado, de ma-
también en el conjunto de todas las relaciones interes- nera que sólo con respecto a ese contexto se puede en-
tatales. Por el contario, Lyotard, después de servirse de tender su significado correctamente, el cual viene dado
Kant para fundar su deslegitimación de los grandes por su “uso” (performatividad). El lenguaje no se en-
relatos modernos, se deshace de su doctrina jurídica y tiende, por tanto, como un término que dé nombre a
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política que él mismo ha derivado de su fundamenta- un fenómeno unitario, sino más bien como una clase
ción crítica del discurso moral. “extensional” (no intensional, puesto que no hay una
A mi modo de ver, Lyotard realiza un salto injusti- esencia común, sino sólo un “cierto aire de familia”) de
ficado en su modo de proceder crítico. Se sirve, en pri- un número indeterminado de miembros: los juegos del
mer lugar, de Kant hasta el punto que le conviene, que lenguaje. Ahora bien, dicha expresión es una metáfora
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característica del segundo Wittgenstein, cuyo único ción. Implica, evidentemente, la renuncia al terror, que
propósito es subrayar, en primer lugar, que se trata de supone e intenta llevar a cabo su isomorfismo. El se-
una actividad vital. Todo juego del lenguaje tiene reglas gundo es el principio de que, si hay consenso acerca de
que lo hacen posible, pero lo único que permiten esas las reglas que definen cada juego y las “jugadas” que se
reglas es “hablarlo” y entenderlo en tanto que se ejerci- hacen, ese consenso debe ser local, es decir, obtenido
ta o realiza. de los “jugadores” efectivos, y sujeto a una eventual
La legitimación de los juegos del lenguaje que prac- rescisión. Se orienta entonces hacia multiplicidades de
ticamos en nuestra vida surgiría así simplemente de su meta-argumentaciones finitas. O argumentaciones
propia práctica lingüística e interacción comunicacio- que se refieren a proposiciones meta-prescriptivas y
nal. De este modo, ante la pérdida de unidad del lazo limitadas en el espacio-tiempo”29.
social, se puede hacer de la necesidad virtud y ver la Y ahora, una vez que ya hemos introducido el pro-
condición posmoderna como una nueva situación lle- blema de unidad del lazo social tal y como lo tematiza
na de posibilidades gracias precisamente al descrédito Lyotard, es cuando queremos plantear nuestra segun-
de los antiguos metarrelatos modernos que conferían da objeción en relación con la polémica que se abre
unidad a los antiguos órdenes político-sociales. Por fin aquí en torno al marxismo y a su concepción de la
nos habríamos liberado de los viejos proyectos revolu- sociedad. Dentro de su crítica a los grandes metarrela-
cionarios y racionalizadores del último siglo y medio tos, Lyotard diagnostica que el marxismo ha sido el
que situaban al espacio publico como el lugar priorita- último gran relato moderno. Para Lyotard el marxismo
rio que había que liberar o emancipar, ya fuera bajo la es un heredero de la Ilustración que, como tal, está
forma de leyes mediante un Estado, o de una transfor- basado en una filosofía de la historia y forma parte de
mación de las relaciones sociales de producción los relatos de legitimación del siglo XIX. Su rechazo a
(mediante una revolución social). De este modo, en los metarelatos y la defensa de una filosofía que sólo
puede legitimar pequeños y múltiples relatos hetero-
morfos, conduce a Lyotard a dejar de lado al marxis-
mo. A Lyotard le sigue pareciendo que el marxismo
todavía posee la capacidad de poner en tela de juicio
algunas verdades del sistema capitalista, y sacar a la luz
su “doble lenguaje”, pero en términos generales consi-
dera que el marxismo está desfasado y pertenece al
pasado de los relatos modernos: “El marxismo, en este
punto fundamental, ha sido definitivo para mí. Pero
todo lo demás (el stalinismo, el trotskismo, y todo el
resto… es otra cosa, ¡y no digamos el maoísmo, qué
espanto!) Sobre esta cuestión no he cambiado nada
desde hace cuarenta años. Lo que si es absolutamente
seguro es que el marxismo ha comprendido que en
algo tan simple como el empleo, hay una diferencia
escondida bajo un contrato de trabajo, que constituye
la justicia económica social: tú me vendes tiempo de
trabajo por hacer tal cosa, y yo te lo compro. Esto quie-
re decir que la fuerza de trabajo es considerada como
lugar de orientar el problema de la legitimación por la mercancía, es bien simple. ¿Y quien puede intervenir
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vía de la búsqueda de un discurso universalmente váli- esto?... Es como si hubiera dos lenguajes diferentes:
do para todos los miembros de una misma sociedad, se uno es el del contrato, el del intercambio; y otro que es
trataría, por el contrario, de buscar consensos limita- un lenguaje casi-ontológico o en cualquier caso metafí-
dos en el espacio y el tiempo entre los jugadores impli- sico: que es el de: “sólo el hombre es creador de valores
cados en cada juego de lenguaje. El mismo Lyotard lo y cuando se compra el tiempo de creación de un hom-
expresa así: “El reconocimiento del heteromorfismo de bre no se trata de una mercancía. Esto me parece meri-
los juegos de lenguaje es un primer paso en esta direc- dianamente claro”30.
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A partir de aquí podríamos dividir a nuestra segunda
objeción en dos partes. La primera consistiría en lo
siguiente: según vemos, Lyotard concibe que el sistema
sólo se puede destruir a partir de su decadencia inter-
na o entropía. Lo único posible, por tanto, parece ser la
destrucción de los poderes del sistema y hacer estallar
su estructura mediante su deslegitimación tal y como
se hizo, por ejemplo, en el mayo del 68. En este senti-
do, la tarea revolucionaria consistirá en la deconstruc-
ción de la armonía del sistema y de sus relaciones
sociales dadas, una tarea de transgresión y de desmiti-
ficación verbal y real de sus estructuras que habría que
realizar desde dentro. Ahora bien, lo que Lyotard quizá
no sabía, y nosotros sí sabemos después de 40 años
que nos separan de mayo del 68, es que el capitalismo
puede soportar casi cualquier desestructuración inter-
na para luego estructurarse de nuevo. Como prueba de
Ahora bien, al considerar la sociedad como una multi- ello podemos alegar el hecho de que todas las consig-
plicidad de juegos del lenguaje fracturados, Lyotard se nas revolucionarias del mayo del 68 han sido absorbi-
deja de lado u oculta la violencia estructural que la tra- das por el sistema, y todo su poder de desgaste, desac-
dición marxista diagnóstico en la base material de la tivado. Negar los análisis de clase de la tradición mar-
sociedad, esto es, en la esfera de la producción de la xista y el tipo de lucha anticapitalista que preconizaban
vida humana por medio del trabajo conjunto. Al negar las doctrinas clásicas del movimiento obrero para aca-
la unidad del lazo social, Lyotard ignora el análisis bar en este estado de nulidad revolucionaria que sos-
estructural que el marxismo hizo de las relaciones so- tiene Lyotard tampoco parece que nos vaya a llevar
ciales de producción capitalista, de ahí que acabe redu- muy lejos.
ciendo a la sociedad a un inmenso operador de energía La segunda parte de la objeción consiste en lo si-
que controla, distribuye y organiza las demandas del guiente: concebir al sistema sólo como un operador
sistema de cara a optimizar los resultados pero en el global de energía deja de lado o esconde la realidad
cual no es posible localizar en dónde reside su particu- sangrienta que se da en la esfera de la producción capi-
lar violencia estructural. Para Lyotard, los individuo talista. Es cierto que hoy en día no hay un movimiento
humanos intervienen en ese sistema como dadores, obrero potente capaz de amenazar al sistema, y tam-
transmisores o apropiadores de energía, pero qué can- bién es cierto que en los países de economía neoliberal
tidad de energía pertenezca a cada uno y en qué condi- y de sociedad de consumo de nuestros días las luchas
ciones opera con ella parece que es lo que menos im- obreras y sus organizaciones sindicales y políticas se
porta. Lo que ocurra con ellos pasa inadvertido, pues han convertido en meros gestores del sistema, pero no
Lyotard sólo se fija en el marco general del sistema:“la por ello la realidad criminal del capitalismo ha dejado
verdadera fiabilidad del sistema –dice Lyotard en La de existir. Por mucho que en las sociedades de la abun-
condición posmoderna-, aquello para lo que él mismo dancia de nuestros días hayan desaparecido los discur-
se propaga como máquina inteligente, es la optimiza- sos revolucionarios de las organizaciones obreras clási-
ción de la relación global de sus «inputs» con sus «out- cas, la estructura de explotación capitalista que se ma-
puts», es decir, de su perfomatividad. Incluso cuando nifiesta en lo que la tradición marxista llamó lucha de
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cambian sus reglas y se producen innovaciones, inclu- clases y que Marx desgranó en El Capital sigue siendo
so cuando sus disfunciones, como las huelgas o las cri- cierta.
sis, el paro o las revoluciones políticas pueden hacer No entendemos, por tanto, en qué sentido pode-
creer en una alternativa y levantar esperanzas, no se mos considerar al marxismo como un pensamiento
trata más que de reajustes internos, y su resultado sólo superado, obsoleto o “pasado de moda” tal y como nos
puede ser la mejora de la vida del sistema; la única lo quiere presentar Lyotard. En otros tiempos de
alternativa a ese perfeccionamiento del sistema es la mayor seriedad y rigor filosófico que el de la posmoder-
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LA ESTRUCTURA DE CLASE DE LA MAQUINARIA:
NOTAS SOBRE LA FORMA-VALOR
por Hans-Dieter Bahr
Hans-Dieter Bahr: Hacia una crítica no esencia- de producción». El capital ofrece suficientes indicadores
lista de la tecnología* a este respecto: al principio, la fase de manufactura
(basada en el artesanado), la ley universal del valor del
Nacido en Alemania en 1939, se le puede considerar un capitalismo («la regla por la cual el tiempo de trabajo
epígono de la Escuela de Frankfurt. Formado en ciencias gastado en una mercancía no ha de exceder el tiempo
políticas en la Universidad de Tubingen, también estu- socialmente necesario para producirla») se identifica
dia filosofía y literatura en Berlín y París. Bajo la super- como una ley técnica del proceso mismo de producción,
visión de Ernst Bloch obtiene su doctorado en 1968. Fue pero esta ley técnica está viciada hasta el punto que «ya
profesor asistente de investigación en la Universidad que la cualificación artesanal es el fundamento de la
Libre de Berlín y tras su habilitación, pasa a formar parte manufactura [...] el mecanismo de la manufactura como
del Departamento de Ciencias Sociales en la Universi- un todo no posee un marco objetivo que sea indepen-
dad de Bremen, impartiendo su docencia sobre cuestio- diente de los propios trabajadores». Si las máquinas
nes de cognición y teoría social. Ha sido profesor visitan- erradican el papel del artesano en tanto que principio
te durante dos años en la Facultad de Arquitectura de regulador de la producción social, entonces la base para
Milán. En 1984 se traslada al Instituto de Filosofía de la teorizar la maquinaria está dispuesta como fundamento
Universidad de Viena, donde se jubila en 2000 y reside del específico modo capitalista de producción, esto es,
actualmente en Tubingen. Entre sus obras destacan las del valor en proceso. Esta es la tarea de que nuestro
que versan sobre cuestiones de estética y ocio, máquinas autor se propone desentrañar, aunque como veremos
y filosofía de la ciencia, medios de comunicación y mitos. no se restringe al estrecho horizonte intelectual de las
“ciencias sociales”.
- Kritik der ‘Politischen Technologie’, Frankfurt, 1970. Hans-Dieter Bahr pertenece a esa generación de
- Das gefesselte Engagement, Bonn, 1970. intelectuales alemanes cuya vinculación al marxismo no
- Über den Umgang mit Maschinen, Tubingen, 1983. pasó por ningún partidismo o por cierta complicidad
- Machinationen. Fährtenwechsel zwischen Philoso- con el socialismo real. Se trata además de la tercera
phie und Kunst, Tubingen, 1986. generación de la Teoría Crítica, la cual hasta ahora ha
- Die Sprache des Gastes, Leipzig, 1994. sido tratada como una composición poco unida y menos
- Den Tod denken, Munich, 2002. unificada, lo que cuestionaría su denominación como
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- Der Babylonische Logos, Viena, 2005. “escuela”. Ocurre que la teoría crítica en la actualidad
sigue presente en un amplio y diverso espectro de enfo-
Para Bahr, el intento de construir una crítica de la tecno- ques filosóficos, influencias y áreas temáticas. Sus inte-
logía sobre la base de la crítica de la economía política grantes ya no están unidos por lazos nacionales, geográ-
marxiana ha de enfrentarse a la cuestión de la relación ficos o incluso lingüísticos; ni siquiera precisan compar-
de la tecnología con la forma-valor: «la más abstracta, tir su compromiso con el cambio político radical que
pero también la más universal forma del modo burgués caracterizaba a la primera generación de la Escuela de
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Frankfurt. Y no obstante mantienen una cierta identi- este medio donde el tiempo se ha transformado en abs-
dad de grupo, por cuanto Horkheimer cuando estable- tracto, exactamente medible, espacio físico, un medio en
ció las bases de la teoría crítica de la sociedad, en explí- el cual la causa y el efecto de la producción especializada
cito contraste con la teoría “tradicional”, indicó entre del objeto de trabajo se ha fragmentado científica y
otras cosas que la teoría crítica lo era por su voluntad de mecánicamente, el sujeto de trabajo ha de ser por lo
convertirse en otra forma de tradición teórica. mismo matemática y minuciosamente analizado [...] La
En su análisis teórico de la tecnología, la Escuela de mecanización lo atomiza de forma aislada y abstracta,
Frankfurt parte de la noción de “cosificación” propuesta átomos cuyo trabajo se mediatiza de forma creciente
en los años veinte del pasado siglo por el filósofo de ori- sólo por las leyes abstractas del mecanismo que los
gen húngaro György Lukács. En particular “es incorrec- encarcela”b. La fábrica ya no podía lograr esto, añade
to y antimarxista separar la técnica de las otras formas Lukács, y eso era por el hecho de que ya no “contiene en
ideológicas y proponer para ella una autosuficiencia par- forma concentrada la estructura global de la sociedad
capitalista”. Esto revela de manera notable y provocati-
va la profunda diferencia entre los aislados aforismos
marxistas repetidos como un eslogan de la “dialéctica de
la historia” y el que se basa de forma directa en los aná-
lisis contenidos en El Capital. Tras Lukács, la crítica del
tecnicismo se divorció, al menos temporalmente, del
movimiento obrero organizado. Esto se ilustra con clari-
dad por el creciente aislamiento de Korsch tras su rup-
tura con Moscú, pero más aún en el caso de uno de los
autores principales de la Escuela de Frankfurt, Marcuse
quien, aunque nunca participó de forma activa en la
política obrera, estuvo destinado a mantener vivo algo
del espíritu crítico. Común a este grupo fue el rechazo
que Lukács expresó hacia el materialismo vulgar, la teo-
ría del reflejo y la tecnocracia; pero quizá sea Marcuse
quien, siguiendo a Lukács amplió esto ya en 1941 a un
ataque al taylorismo, en tanto que “autocracia aerodiná-
mica” en la cual las leyes de la ciencia física y de la razón
tiendo de la estructura económica de la sociedad”a. Con tecnológica se fusionaron de forma inextricable con el
ello señalaba que los requisitos sociales de la moderna principio de beneficio capitalistac.
maquinaria industrial precedían a la última realización La teoría de esta Escuela encuentra su más radical
técnica, la cual sólo puede teorizarse como la “consuma- expresión en el trabajo de H. Marcuse. A principios de
ción del capitalismo moderno, no su causa inicial”. Las los años sesenta del siglo pasado desarrolla estas ideas
implicaciones de esta perspectiva se destacan en su clá- en su famosa tesis de la unidimensionalidad, en el cual
sico trabajo Historia y conciencia de clase cuyo primer el ataque a la racionalidad tecnológica constituía su
principio es que la teoría marxiana del fetichismo de la núcleo: no sólo la aplicación de la tecnología, sino la
mercancía puede estar construida “para producir un misma tecnología es dominación (de la naturaleza y los
modelo de las formas objetivas de la sociedad burguesa seres humanos) - control metódico, científico, calculado.
junto a todas las formas subjetivas que le correspon- «Los propósitos científicos y los intereses de domina-
den”. Lukács aplica esto no sólo a la forma subjetiva del ción no encajan en la tecnología a posteriori [sino a prio-
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tecnicismo, sino al mismo sistema fabril: “el tiempo se ri], y desde el exterior introducen la misma construcción
desprende de su cualidad, variación, naturaleza fluida; del aparato técnico»d.
se congela en un continuum perfectamente delimitado, Como algo integrante de los que denominaba la
cuantificable, relleno de ‘cosas cuantificables’ [...] En Gran Negación, Marcuse buscó signos de una lucha de
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a.- G. Lukács, “Technology and social relations”, New Left Review, nº 39, 1970, p. 29 y ss.
b.- G. Lukács, Historia y conciencia de clase, Instituto del Libro, La Habana, 1970, pp. 90 y ss.
c.- Herbert Marcuse: “Some Social Implications of Modern Technology” en The Essential Frankfurt School Reader, Oxford, 1978.
d.- Herbert Marcuse, Negations (essays in critical theory), Boston, Beacon Press, 1969.
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clase proletaria contraria a este monolito tecnológico y
en 1964e escribió con entusiasmo acerca de un colapso
de la disciplina del trabajo, aumento de la desobediencia
a las reglas y a las regulaciones, huelgas salvajes, boicots,
sabotajes. Y para hacer aún más explícito este rechazo
del tecnicismo socialdemócrata y bolchevique en tanto
que sistema metafísico y como estrategia política, un tra-
bajo inmediatamente posterior, An Essay on Libera-
tionf identifica los elementos de una conciencia revolu-
cionaria en la lucha contra toda la organización del tra-
bajo capitalista y socialista de Estado (la línea de monta-
je, el sistema taylorista, la jerarquía) y aporta un concep-
to escatológico de una revolución estética en la técnica.
Pero a pesar de su ruptura con la teoría y la práctica del
tecnicismo, el revisionismo de Marcuse no se puede pa-
sar por alto: aunque no llega a rechazar el análisis mar-
xiano del valor, se aleja asustado de adaptar las últimas
consecuencias como su marco de referencia. En su
lugar, como en el caso de sus colegas de la Escuela de variables, su estructura lógica básica está arraigada en la
Frankfurt se supone que todo el peso de la crítica inci- propia naturaleza de la acción racional con arreglo a
piente de la tecnología ha de confirmarse por la elusiva fines. En un principio Habermas argumentó que “traba-
categoría de “dominación”. El resultado es que la contri- jo” e “interacción” cada uno poseía su propia lógica. El
bución crítica de Marcuse se restringe a un número de trabajo está “orientado al éxito”, es una forma de “acción
intuiciones estimulantes, pero dispersas, difusas y semi- racional con arreglo a fines” orientada a controlar el
aforísticas, que en ausencia de un marco teórico que las mundo. En estos términos, el desarrollo tecnológico es
sostenga, son precarias en extremo. un “proyecto genérico” que consiste en la sustitución de
El proyecto total de Habermas está enraizado en una miembros y facultades humanas por dispositivos mecá-
crítica al tipo de acción característico de la tecnología, el nicos. Por contraste, la interacción involucra comunica-
cual le ha provisto un modelo para su última interpreta- ción entre sujetos que persiguen un entendimiento
ción de los modos específicos de “acción racional con común. La tendencia tecnocrática de las sociedades mo-
arreglo a fines” que sí lo preocupan específicamente. La dernas resulta de una falta de balance entre estos dos
evidencia para sostener este argumento es en primer tipos de acción. Todo ello permite afirmar pues que la
lugar la temprana preocupación de Habermas por la “quinta columna” de la Escuela de Frankfurt es Haber-
comprensión positivista de la razón y su realización his- mas para quien la racionalidad tecnológica es “neutral”
tórica en una sociedad tecnocrática. Estos argumentos, en la esfera de la producción material (donde lo que
desarrollados especialmente en el ensayo Ciencia y téc- denomina como acción con arreglo a fines es adecuado)
nica como ‘ideología’ (1970)g, conforman la estructura y sólo llega a ser peligrosa cuando se expande más allá
que subyace a la teoría de Habermas a pesar de su con- de sus fronteras legítimas hasta la esfera de la “interac-
tinuo refinamiento y enriquecimiento en su mirada de la ción simbólica” (donde el ideal es la comunicación libre
sociedad moderna con el paso del tiempo. En cualquier de dominación). Una vez extendida a esta esfera, la
caso, este autor ofrece una teoría transhistórica de la racionalidad tecnológica produce “comunicación distor-
esencia de la acción técnica en general. Tal como escribe sionada sistemáticamente” y es este proceso (para el
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McCarthyh, el punto de vista de Habermas es que mien- cual la expresión marcusiana de uni-dimensionalidad
tras las formas históricas específicas de la ciencia y tec- está bien elegida) el que según Habermas lleva a
nología dependen de arreglos institucionales que son Marcuse a conclusiones erróneas a la hora de acusar a la
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e.- Herbert Marcuse, El hombre unidimensional: Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, Barcelona, Ariel, 1987, edi-
ción original 1964.
f.- Herbert Marcuse, An Essay on Liberation, Boston, Beacon Press, 1969.
g.- Hay versión en castellano, en la editorial Tecnos, Madrid, 2001.
h.- Thomas Mc Carthy, La teoría crítica de Jürgen Habermas, Madrid, Taurus, 1981.
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el nexo social que efectivamente es. Es esta forma y no la en la profundidad del significado que Bahr encuentra en
realidad de la tecnología lo que teoriza el esencialismo. la teoría del valor. En efecto, uno de los méritos de este
En un libro titulado Crítica de la Tecnología Po- autor es mostrar que la crítica de la tecnología no amplía
lítica: un debate con H. Marcuse y J. Habermas (1970), tan sólo la teoría del valor, sino que en realidad lleva
Hans-Dieter Bahri entra en este terreno pero no sólo directamente al corazón de esta.
junto a, sino radicalizando la postura de Marcuse. El
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i.- Hans-Dieter Bahr, Kritik der ‘Politischen Technologie’, Frankfurt, Europäische Verlagsanstalt, 1970. Traducción de Mario Domínguez
Sánchez.
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La estructura de clase de la maquinaria: notas
sobre la forma-valorj
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tribu está al borde de un asentamiento estable, se termi- memoria colectiva) junto con el lenguaje, la escritura y la
nan utilizando ciertos cebos y trampas —en contraste impresión mecánica y el proceso numérico y de datos.
con los proyectiles de caza o los arpones—; tipos especí- Aunque el equipo científico experimental era una
ficos de instrumentos políticos que requieren una com- condición previa para la tecnologización de la produc-
pleja manufactura, indican configuraciones más rígidas ción, no ha constituido —como Sohn-Rethel señala co-
de la división del trabajo. El modo de vida de las relacio- rrectamente— la fuente activa de aquella. Ni la lanzade-
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j.- “Die Klassenstruktur der Maschinerie. Anmerkung zur Wertform”. In: Technische Intelligenz im Spätkapitalismus (S. 39-72). Hrsg. v.
Vahrenkamp. Frankfurt: Suhrkamp, 1973. La traducción es de Mario Domínguez Sánchez.
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bajo vivo ya ha asumido una modalidad racional, esto productor individual, escribe Marx, la ley de la valoriza-
es, un modelo matemático que por tanto se podría con- ción no se realiza plenamente sino cuando él produce
vertir en el fundamento de una cientifización sistemáti- produce como capitalista, cuando emplea al mismo
ca (Verwissenschaftlichung) de los procesos de produc- tiempo muchos obreros, o sea, cuando, desde un co-
ción. mienzo, pone en movimiento trabajo social medio»1.
Esta mediación entre el trabajo científico y proleta- La cooperación, que según Marx permanece en la
rio, anticipada en la artesanía, y que más tarde asume su base de la producción industrial, consiste en principio
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1.- K. Marx, El Capital Libro I, vol. 2, Siglo XXI Editores, Madrid, 1979, 6ª ed., pp. 393-394. La cursiva es de H-D B.
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en una agregación puramente cuantitativa de unidades ra de aportar fuerza motriz. La disolución de la unión in-
artesanales en la que los medios directos de trabajo terna de los sujetos que trabajan y sus cualificaciones al-
siguen siendo propiedad del trabajador. La figura inicial tera la relación entre el objeto de trabajo, el cual es rea-
del capital constante para incrementar el plusvalor del sumido de un nuevo modo, y el resultado final de la
trabajo aparece como el método para obtener una gene- transformación operada en el material, el producto: el
ralización meramente externa dentro de la división del objeto ya no es un producto en referencia directa al suje-
trabajo existente en el taller. Sin embargo, esto conduce to individual de trabajo, sino sólo en relación al capital
a una dimensión cualitativa tal como la creciente escala individual. Incluso en una cooperación cuantitativa
de los talleres, almacenes y medios internos de comuni- muchos objetos de trabajo se habían fabricado de mane-
cación. Estos medios, o mejor dicho, estas bases tal y co- ra conjunta hasta la realización de un objeto de uso en
mo existen en su configuración actual, han de contem- las manos de los maestros artesanos; pero en la manu-
plarse como los resultados materiales de específicas re- factura, el objeto de trabajo pasa a través de una serie de
laciones vivas del trabajo; de hecho son la base de la po- etapas (preparación, transformación, modelado) que en
sibilidad por parte de los trabajadores artesanos de ser sí mismas suponen que la materia prima pueda ser des-
capaces de trabajar juntos en grandes grupos. Los ele- membrada y reconstituida: el estadio final es así una
mentos de la propiedad feudal y del gremio se fusionan conjunción nueva de la materia. Sin embargo, la trans-
en un tipo de patriarquía burguesa absoluta sobre los misión de estas operaciones parciales (excluyendo los
jornaleros. Junto a ello, la actividad mecánica de la ma- procesos de trabajo químico o eléctrico) siguen siendo
no en el trabajo y los materiales estructurales aumentan externos e indiferentes al producto que se está fabrican-
de manera tan sólo cuantitativa. Por el contrario, la ma- do; en otras palabras, el producto no asume la configu-
nufactura rompe el trabajo agregado en operaciones de ración de aquellas operaciones. La transmisión consiste
talleres, lo cual supone una transformación cualitativa en una forma no mecánica de transporte para las mate-
en la relación del trabajador con el objeto de trabajo: los rias primas dentro del taller, junto con la comunicación
medios de trabajo desarrollan lo que reduce de manera de las directrices e instrucciones. En este contexto, el dis-
creciente la cualificación, o sea, la destreza manual y la curso (el lenguaje) no está planteado para informar o
pericia intelectual, al nivel de un gasto abstracto de tra- para comprender; caracterizado como “semicualificado”
bajo. Esta separación del intelecto del trabajo y del gasto significa en realidad convertir la comprensión en destre-
de la fuerza de trabajo se transforma entonces en una za manual. Más bien, mientras el proceso de trabajo fun-
condición necesaria para el ascenso de la inteligencia ciona de manera uniforme, el lenguaje sirve sólo en
científico-tecnológica. tanto que un conjunto de órdenes para asegurar que las
La configuración externa de un crecimiento mera- operaciones parciales específicas sobre el objeto de tra-
mente cuantitativo en el número de trabajadores en- bajo se ejecutan siempre del mismo modo, esto es, uni-
cuentra su correspondiente modelo interno en la des- formemente. (La ciencia natural ha definido más tarde
cualificación de la fuerza de trabajo como condición pre- su propio proceso de trabajo de acuerdo a este modelo,
via para lograr de manera colectiva el gasto abstracto de es decir, operacional y experimental: el experimento
la fuerza a un nivel superior. El “cuerpo” del trabajador debería conducir siempre al mismo resultado, bajo idén-
colectivo antecede a la aparición de las máquinas a la ho- ticas condiciones, para producir una conclusión “válida”
o un resultado acerca del objeto de investigación. La ter-
minología revela aquí por sí misma la íntima afinidad
existente entre el trabajo científico-natural y la creciente
forma natural abstracta en tanto que forma-valor). El
movimiento uniforme que ya había aparecido en las
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tipo de equivalencia del modo en que la relación-valor mienta, la cual modela en realidad la materia) abando-
aparece como la forma idéntica del valor. Esta cuestión na al trabajo vivo con la organización cooperativa del
se discute más extensamente en la segunda sección. transporte interno de las piezas del trabajo. En este
El nuevo modelo cualitativo de socialización que llega papel, el poder del trabajo abstracto funciona como la
a asociarse con la manufactura crea al trabajador colecti- fuerza “motriz”, como la transmisión viva, junto a su
vo y cooperativo como un todo orgánicamente estructura- función en tanto que fuerza motora estática. En este
do (una síntesis analítica) en la cual ha habido una agre- contexto, “vivo” significa que el objeto, la condición
gación meramente cuantitativa que se ha transformado intencional, los medios y los propósitos del sujeto, cons-
en una unidad social cualitativa. Al mismo tiempo la tituyen aún una unidad simple, no especializada, en
pauta de socialización tiende no obstante a ocasionar la relación al proceso de trabajo desde el cual seguía pare-
negación del trabajador colectivo en el mismo taller, en ciendo posible determinar y llevar a cabo el propósito
principio mediante la especialización de actividades y la del trabajo mediante la anticipación. Bajo las condicio-
parcelación de complejas ejecuciones artesanales. La nes de la separación del poder del trabajo por una parte
máquina-herramienta supone entonces la primera tras- (basadas en la clase) y de los medios de producción por
otra, la “objetivación” (objetification) significa que aun-
que exista una unidad a nivel de taller en las condiciones
intencionales (objeto y medios de trabajo) y se propone
su fin (la fuerza de trabajo ha de valorizarse), el proceso
es “racional” (rational) sólo en el sentido de la “matemá-
tica” (rationell). De hecho, hay un antagonismo social
generalizado ante la determinación de los fines a los que
se está obligando al trabajo, y la unidad inicial antes
mencionada; aparece pues un antagonismo que reaccio-
na sobre el modelo de desarrollo de las condiciones pro-
ductivas. “Vivo” no puede significar un secreto deseo de
volver a las actividades artesanales, ya que el trabajo
artesanal sólo permitía considerar una vaga utopía que
diera lugar a un sujeto social como un sujeto en conjun-
ción con su labor artística.
La traducción de la transmisión y la fuerza motriz de
los seres humanos en colaboración con las formas “natu-
rales” es la condición previa a la posibilidad de la maqui-
naria; el ascenso de la maquinaria sólo fue posible porque
cendencia de esta aguda especialización, esto es, al combi- las decisiones en tanto que objetivo del trabajo (la produc-
nar dentro de sí una serie de herramientas individuales ción de la clase burguesa por medios capitalistas) seguía
separadas tal que ya no precisen de la mediación del tra- siendo totalmente externa al proceso mismo de trabajo en
bajo humano. La “combinación” significa aquí que el tra- tanto que mera condición funcional, esto es, algo así como
bajo colectivo, la cooperación viva de un número de traba- lo que supone una sublimación (aufgehoben) para la
jadores especializados, desaparece como tal, para ser “simple” satisfacción de las necesidades: una clase social
almacenada como la “forma natural” de un mayor poder ha de divorciarse por completo de la determinación final
mecánico. La objetivación de las específicas relaciones de los fines antes que las formas sociales del trabajo pue-
sociales de trabajo corresponde a la des-objetivación del dan llegar a ser más “racionales”, o sea, “no subjetivas”, y
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trabajo colaborador vivo; esto se expresa en la antítesis asuman por tanto una forma natural intencionada como
existente entre el trabajador especializado y aislado por la maquinaria. De este modo, la racionalidad social direc-
una parte, y el trabajador colectivo y tecnológico por otra. ta del proceso de trabajo deja de tener un sujeto y se trans-
forma en irracional (aunque esta ausencia de sujeto es la
Con la objetivación de las condiciones de trabajo subje- condición necesaria para la liberación de la razón social de
tivo —que, como la máquina-herramienta, constituyen su ciego modelo natural). Precisamente la maquinaria es
la base intencional para el proceso industrial de traba- la prueba palpable (una vez que la génesis de su forma
jo— el trabajador se ve inicialmente reducido a la fun-
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tica, el terreno en el cual la sociedad burguesa había anti-
cipado la generalización de la producción mediante la
organización “racionalizada” de la destrucción, y en par-
ticular, gracias a la apropiación unilateral de la riqueza
social; como un sujeto económico que recauda impues-
tos al modo militar, la formación estatal burguesa des-
pliega esta forma “parcial” de racionalidad. En contras-
te con la homogeneidad indiferenciada del trabajo arte-
sanal directo sobre la materia, la tecnología mecánica de
la construcción permitía la planificación previa de la
coordinación, el transporte y las operaciones de monta-
je. Por tanto, al utilizar la maquinaria como su base
intencional, el proceso de producción como un todo ha
de cambiar de manera inevitable el carácter de la activi-
dad del trabajo (que antes había tenido una relación
directamente determinada con la naturaleza), previo a
que la división del proceso de producción en sus compo-
mente consciente, y por tanto un sujeto ideal (ideell), antes nentes ideales y reales hubiera tenido lugar: esto es, la
de la posibilidad de que el sujeto social que se actualiza planificación operativa por una parte y la realización
pueda aparecer dentro del proceso de trabajo. Al mismo individual mediante el trabajo físico por la otra. Esta
tiempo, esta idealidad de la existencia del proletariado transformación se logró gracias al análisis práctico y la
como un sujeto —algo establecido incorrectamente como simplificación (descualificación). Al mismo tiempo, la
real por Lukács en Historia y conciencia de clase— tam- planificación se convirtió en la forma-precio en proceso
bién se compone del resultado de una tendencia perma- dentro de la fábrica, o sea, la forma ideal de la medida
nente hacia la des-revolucionarización de la clase obrera, del valor; mientras que su objetivación en el trabajo pro-
ya que su interés en la producción no se genera mediante letario constituía la génesis del capital constante como
esto último, sino que está obligado a llegar a ser una idea maquinaria. La maquinaria no es pues una aplicación de
política antes que pueda producirse de modo espontáneo mecánica teórica a la producción, más bien fue el des-
su propia base material. El “revisionismo” es por tanto un arrollo de relaciones cuantitativas externo a la coopera-
problema bastante más serio que el registrado en las ción viva lo que se convirtió en el a priori de la maqui-
diversas versiones de la teoría de la conspiración. naria. Así, lo que constituye la mediación real de la cien-
Por otra parte, el proceso de trabajo basado en la cia natural es la forma del capital constante, su raciona-
maquinaria (donde el trabajador se desentiende de las lidad funcional y el grado de la socialización del trabajo
actividades que directamente dan forma y no deforman en el proceso de producción; el lado técnico de esta
a la materia) asume un carácter más ideal: se ofrece a la mediación (la composición orgánica del capital) consis-
posibilidad de la politización desde dentro. Expresado te en la tecnologización de la producción.
en términos tecnológicos, la actividad del trabajo vivo Sin embargo este proceso de mediación sólo llega a
tiende a encerrarse en el montaje, lo cual por lo común aparecer cuando dicha relación de la ciencia y el trabajo
se localiza al final de una serie de operaciones parciales industrial comienza a transformarse en su opuesto, es
del trabajo maquínico. El trabajador se ve así enfrenta- decir en la “quimicalización” de la producción, donde el
do a la materia de un modo socialmente dado por la proceso cambia desde la preparación de materiales ya
naturaleza, mientras que la forma natural dada se existentes a la creación de otros nuevos o cualitati-
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transforma en un objeto estético, se convierte en “esce- vamente diferentes. A este respecto, la producción de
nario”. El objetivo —como una mercancía posible— ya conocimiento científico y sus instrumentos en laborato-
no es arrebatado a la materia natural dada, sino más rios y en departamentos de planificación comienza a
bien, los elementos de la materia prima que ya han sido funcionar como el elemento activo en la generalización
pre-formados y pre-estructurados por un sujeto místico de la producción, un proceso cuya “cientifización” es al
y que así aparece como objetivamente social se han mismo tiempo un modo de socialización ideal; es decir,
construido, montado, ajustado, comprobado y regulado. la cientifización de la producción se convierte en un ele-
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La transformación de la actividad laboral en la actividad mento fundamental del poder de la forma actual de
del montaje, transporte y coordinación fue la condición socialización. Otro de sus elementos consiste en los
para la invasión de la ingeniería en el trabajo industrial. modos externos de realización del plusvalor.
Antes de esto, los ingenieros habían comprobado histó- La maquinaria libera un intelecto formalmente limi-
ricamente, en la esfera de la ciencia militar y de su prác- tado por el proceso de trabajo feudal-artesano. Un inte-
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lecto que posee la posibilidad de constituir un trabajador precio sino más bien como el modelo natural del capital-
político colectivo, ajeno a los trabajadores parciales divi- mercancía. La conciencia burguesa sólo se enfrenta a
didos. Frente a la ética del trabajo gremial, la coopera- este proceso en el comercio de reparaciones, es decir, en
ción política de los trabajadores asalariados se convierte tanto que intercambiabilidad de componentes que son
en una oposición externa, esto es, al igual que lo es la inútiles por sí mismos pero sin embargo siguen siendo
clase dirigente. El hecho de rebajar al mismo nivel a los mercancías.
trabajadores especializados a través de medios de pro- Con la estandarización de las partes componentes,
ducción tecnológicos crea las condiciones para transfor- incluso el montaje pierde el carácter de actividad cons-
mar la lucha por el salario en la socialización política tructiva. La configuración compleja de la línea de mon-
potencial de una clase trabajadora en el proceso de auto- taje, con la intervención de máquinas herramientas
organización. Por otra parte, la contradicción entre el semi-automáticas, “construye” el objeto, mediatizando
trabajador especializado y el intelecto tecnológico res- las operaciones individuales del proceso de producción.
ponsable de la dirección, elaboración y transmisión de las
detalladas operaciones aisladas, evita que la clase traba-
jadora reconozca su propio carácter social en ese intelec-
to, que de hecho representa el suyo propio, incluso aun-
que el modelo de un producto colectivo inconsciente-
mente alienado de la clase trabajadora adquiera una con-
figuración independiente en la figura de los planificado-
res, técnicos e ingenieros. Por tanto, el proletariado per-
manece en oposición externa a su propio intelecto, inte-
lecto que el proceso de producción capitalista ha creado
con independencia formal. Era en parte esta hostilidad la
que debilitó y anuló la resistencia de la clase trabajadora
al fascismo. Además, la ausencia de una crítica teórico-
práctica del intelecto productivo ciega a la clase trabaja-
dora, forzándola como un momento variable del capital
agregado; en este sentido la clase obrera es un compo-
nente antagonista, aunque en absoluto fijo y estable, de
la sociedad burguesa. Su ceguera con respecto a su pro-
pio intelecto significa que contribuye al mantenimiento
de la falsa totalidad de esta sociedad, aunque alienada. Y
una “liberación” que tiene lugar a espaldas de los pro- La necesidad de establecer normas para la ejecución de
ductores establece la libertad como un mero ideal. la fuerza de trabajo desmiembra el cuerpo humano en
La uniformidad de las operaciones parciales, como funciones abstractas: los órganos corporales —definidos
la forma-mercancía en proceso dentro del taller, tam- por la lógica de la medicina moderna— adoptan por sí
bién se convierte en la condición para hacer circular la mismos la forma abstracta de la naturaleza, el substrato
producción; por la que adopta inicialmente la configura- perfectamente adecuado de la forma-valor. Sólo enton-
ción material de los modelos industriales para las piezas ces el organismo corporal llega a convertirse en efecto en
individuales del trabajo. Por consiguiente, la industria una “forma-valor” pura. El entrenamiento de los órga-
individual ya no ha necesitado a menudo producir las nos para ciertas funciones extremadamente específicas
mercancías como “valores de uso” para los sujetos; los reproduce el cuerpo como un todo desmañado: pierde
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segmentos individuales del producto dejaron de tener su función integral como creador del valor de uso.
un valor directo de uso social y han sido “utilizables” sólo Además, un creciente período de entrenamiento formal
para el posible (pero ya no necesario) montaje de obje- y de reciclaje se convierte en algo necesario incluso para
tos individuales en valores de uso. Este montaje se ve los trabajadores descualificados. El gasto desequilibrado
mediatizado a través del mercado capitalista y por tanto de la fuerza y de la cualificación por los miembros indi-
puede sentirse amenazado por la crisis: las dificultades viduales y los órganos sensoriales destruye la unidad
crecerán a la hora de realizar el plusvalor producido, funcional del cuerpo individual: los individuos dejan de
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estos valores particulares de uso se desploman en obje- ser un instrumento de uso para sí mismos incluso en la
tos que no tienen sentido. Tal contradicción estimula la actividad laboral. Al mismo tiempo el capital trata de
formación de cártels: la parte componente estandariza- obtener un beneficio procedente de esta pérdida de uni-
da es el modo apropiado y objetivado de la intercam- dad corporal mediante las “actividades de ocio”, la
biabilidad universal de los valores de uso —no como medicina y el deporte.
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la nacionalización de los sistemas de comunicaciones,
transporte y educación. Con la transferencia de la gene-
ración de energía externa a la mayor parte de las indus-
trias, la maquinaria se ha convertido en “super-fábrica”:
las máquinas que demandan fuerza motriz ven crecer su
dependencia respecto a la central energética. La red
anterior de canales, carreteras y ferrocarriles se amplia y
extiende mediante medios más “ideales” de comunica-
ción tales como oleoductos, cables y ondas de radio. En
términos de “super-fábrica” se asigna a la empresa indi-
vidual la función formal llevada a cabo por la máquina
herramienta: frente a la máquina de vapor, el motor es
un elemento casi sin transmisión en la regulación de la
máquina herramienta. Al mismo tiempo, la dirección de
los medios lingüísticos de trabajo o de medida y los sis-
temas de guía en telecomunicación también comienzan
a transformarse en una figura tecnológica de la media-
ción interna y externa de la producción, enfrentándose
Con la objetivación del trabajo de montaje, embalaje, al proletariado con su intelecto propio de un trabajo
distribución, almacenamiento y transporte en mecanis- colaborador anterior, en un modo totalmente alienado,
mos basados en la máquina, la maquinaria descrita por a la vez que se imponen las vías de comunicación espon-
Marx se reduce a un mero momento de la tecnología, en táneas y de masas. Aún no se ha lanzado una crítica por
la cual el proceso mismo de producción industrial asu- parte de los sindicatos y los partidos políticos a este evi-
me una configuración circular; al igual que la circulación dente desarrollo —una empresa de creciente importan-
de mercancías, el capital se ha industrializado. El capital cia ya que los primeros signos de disolución del trabaja-
industrial y comercial se han unido mediante el papel dor masificado en grupos de trabajo, colectivos y equi-
funcional desempeñado por el capital financiero. Sin pos pueden conducir de manera espontánea a un reno-
embargo, la etapa de la tecnología mecánica se sigue ca- vado tipo de organización gremial o profesional más
racterizando abrumadoramente por el trabajo fabril; la que a una organización de clase. La lealtad ritual del cre-
concentración regional de los medios de producción aún cimiento inadecuado de la organización de masas de la
sigue siendo la base de los modelos espontáneos de lu- clase trabajadora conduce por una parte a representar
cha de masas, en la que los tipos de organización sindi- los intereses de la mercancía fuerza de trabajo y por la
cal y los grupos políticos aún pueden, a este nivel relati- otra a continuar la regionalización del proletariado. Este
vamente bajo de desarrollo, coincidir en gran medida. proceso se ha afianzado aún más por la construcción
Las comunicaciones de masas basadas en la tecnología capitalista urbana: con el rápido crecimiento de la urba-
adoptan no obstante una importancia creciente como nización industrial del territorio, el crecimiento real de
medio para resolver de manera artificial la “idealidad” los núcleos urbanos, tal y como comenzó a finales del
del trabajador colectivo. Esto también marca el comien- siglo XIX, puede estancarse y dormirse en los laureles.
zo de la burocratización: necesaria, pero sin embargo El desarrollo de máquinas de alto y bajo voltaje
incorrectamente, los trabajadores organizados disponen supone que los principios de la producción (extensión
sus cuadros de una manera distinta a su propio e implí- del tiempo de plustrabajo mediante su reducción en
cito intelecto revolucionario; una fórmula que a menudo necesidades) puede alcanzar también la esfera de la
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de la propiedad privada. La distribución de la energía, tico, en caso de que un miembro de la familia fuese
esto es, de las fuerzas motrices objetivas sostenidas por inadecuado para trabajar, ha de intervenir el Estado del
el Estado, asume el papel de proveer una conexión fun- bienestar. La increíble miseria física ha sido producto
damental a los capitales individuales mutuamente del hecho de que el capital ha destruido la comunicación
excluyentes —un proceso que ya había comenzado con entre los miembros de un grupo pequeño tradicional
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(incluso si, como la familia, constituía un simple produc- interna de las materias primas mediante el gasto mecá-
to de la naturaleza) y mantiene artificial y formalmente nico de la fuerza humana. La consecuencia de ello es que
este grupo unido a través de las actividades del capital tales procesos que cambian y transforman los materia-
estatal y del capital de sector de la construcción. La cruz les o experimentan un menor grado de descomposición
de la objetivación tecnológica de las políticas sociales es en operaciones parciales individuales que aquellos que
que las relaciones vivas, que abarcan hasta las relaciones modelan la materia, y se alcanza mucho antes la tenden-
sexuales y afectivas, sólo se puede expresar e interpretar cia consistente en relegar el aspecto mecánico a una
en términos mecánicos. situación intermedia y subordinada de la producción.
La tecnología de alto y bajo voltaje ofrece la más clara Por otra parte, ciertas fases de la transformación quími-
prueba de que cuando la producción se generaliza el ca se han desarrollado fuera de la naturaleza de las
problema crece únicamente gracias a tales procesos de herramientas, en menor medida que fuera de la necesi-
objetivación. Los representantes de los trabajadores en dad de aislar a la gente de. Por esta razón, la monopoli-
aquellos lugares donde estos también poseen un poder zación del capital encontró aquí una “forma natural”
político como clase, pueden constituir un primer paso en favorable, ya que en términos de inversión de capital
la reunificación del consumo y la producción (trabajo, constante hay una menor intensidad de producción de
necesidad e interés que constituyen la sociedad de materias primas, esto es, un rápido desplazamiento del
manera consciente) y también un aspecto en el cual las capital circulante relativo a la pequeña cantidad de valor
contradicciones dentro de la división social del trabajo transferido desde el capital fijo. Ya que en muchos casos
más allá del nivel de empresa pueda solidificar espontá- el análisis científico de las características innatas en las
neamente en competencia con la clase trabajadora. Esto sustancias naturales ha sido lo que ha permitido en pri-
a su vez produce de necesariamente una centralización mer lugar la aparición de nuevos materiales, el laborato-
rio llegó pronto a constituir una parte integral de la
industria química: la cientifización no sólo de los medios
de trabajo sino del mismo objeto de trabajo fue —inclu-
so a mayor nivel que en la industria eléctrica— una prio-
ridad absoluta. Muchos procesos sólo se pueden llevar a
cabo de modo automático. En la industria química, los
elementos particulares de la tecnología mecánica se con-
virtieron en la base más característica. El “mecanismo
de regulación” ha sido necesario, en parte para procesar
el material, pero también como una circunstancia inter-
na en el proceso actual de producción química; por el
contrario, los mecanismos de transmisión y las herra-
mientas se fusionaron en un único elemento dentro del
proceso como el que ocupan los sistemas de almacena-
miento y regulación mediante los que fluyen los mate-
riales. La abolición característica de las diferencias entre
el objeto y los medios de trabajo ya es evidente en las
componentes internos de la máquina de vapor (para el
flujo de humo y gases) como en efecto lo es en todas las
burocrática que dicta una cohesión externa a dichas uni- variables de equipamiento en que se combinan los pro-
dades auto-gestionadas. cesos químicos, físicos y biológicos. La síntesis de objeto
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Se puede hallar una tendencia contraria al proceso y medios de trabajo revela en definitiva que los medios
de división y subdivisión en la esfera de la tecnología de producción han dejado de ser un medio para los tra-
mecánica, en las industrias de máquinas-herramientas y bajadores, que ya no constituyen su “instrumento” sino
en las de automoción (coches), aunque su principal simplemente la base intencional autónoma para formas
campo de operaciones se localiza en aquellas ramas que específicas de trabajo, en las cuales el modelo de activi-
asumen el proceso químico de las materias primas, o dad que produce valores de uso tiende a diferenciarse de
donde se introducen las técnicas químicas en otros sec- la forma que genera valor. La autonomización de los
tores de la producción. Visto que la actividad de compo-
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trialización del trabajo científico y técnico; en otras pala-
bras, la división científica del trabajo conduce a la des-
cualificación del trabajo científico. Una vez que el proce-
so numérico y de datos ha pasado a través de su corres-
pondiente desarrollo, dando lugar a una estructura fija
de operaciones parciales en la actividad científica, la
cualificación de los científicos perderá así en su totalidad
su atributo actual de propiedad privada cuasi artesanal
por parte de estos. La investigación y los descubrimien-
tos serían imposibles sin un control real de la propiedad
privada de los “medios de pensamiento”. La proletariza-
ción de la inteligencia científica sólo se vería aplazada
mediante diferencias de salario y privilegios.
El paso que va desde la mecanización, vía regulación,
hasta la automatización, podría contener precisamente
por esta razón, la posibilidad de unir el intelecto proleta-
rio y el científico —no a través de la inteligencia acadé-
administrar la totalidad de la vida social. En este senti- mica o de los estudiantes, asumida sobre un carácter
do, la “comunidad de sangre” fascista (Wolksgemein- proletario aparente, sino mediante una crítica genuina
schaft) no fue tan sólo una ideología, sino también una de las estructuras político-económicas de los aspectos
integración real de gran parte de la sociedad en la orga- científicos y tecnológicos del intelecto. Esto supone no
nización semi-esclavista de las condiciones de valoriza- sólo una crítica de la clase dominante, sino también, y de
ción —una integración que se llevó a cabo con una total hecho en primer término, una crítica de los “dictados
desconsideración con las divisiones de clase. teóricos objetivos”, la presión social y universal de cara a
La característica fundamental de los métodos de la ejecución eficiente ejercida por el capital en la forma
producción tecno-maquínicos no es tanto la maquinaria congelada de la perpetuación de su división del trabajo
en sí, sino la unión total de máquina y aparato; el proce- determinado por la clase. La contradicción del rápido
so de montaje adopta una posición subordinada en la cambio en la división capitalista del trabajo que mantie-
actividad de medir y regular el flujo continuo de una ne al mismo tiempo las ocupaciones específicas de clase
producción interrelacionada por conductos, alimentada (esto es, el cambio técnico en la división del trabajo, pero
por reservas almacenadas y unida a través de las reaccio- la fijación social asimétrica de la distribución de los tipos
nes que someten la materia a una constante transforma- de trabajo) aparece en términos técnicos como la sepa-
ción junto a los aspectos mecánicos que transportan el ración entre el aspecto material y organizativo de la pro-
objeto-mercancía hasta su realización final. En contras- ducción, y en términos sociales como la regulación irra-
te con los modelos históricos de transformación de las cional del reciclaje constante —necesario para mantener
materias primas (por ejemplo, la fundición) en la pro- una estricta separación del entrenamiento de la mente
ducción química los diversos modos de movimiento y frente a la aplicada ocupación de las cualificaciones pre-
sus transformaciones, junto con los medios, cualifica- viamente adquiridas, pero ahora redundantes. Las es-
ción y objeto de trabajo se fusionan de una manera que tructuras de clase habrán de buscarse por tanto no sólo
ya no puede contemplarse como el resultado de una en la actitud de los agentes dirigentes de la burguesía,
lógica espontánea de relaciones laborales cooperativas sino también en las veladas figuras técnicas del trabajo y
(como sigue siendo el caso del trabajo basado en la su correspondiente entrenamiento en una lógica de la
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maquinaria): en este caso, la forma material adoptada producción abstracta, sin sujeto. Esta lógica es la fuente
por el intelecto en el marco de la producción ya no es el de esa actitud que rechaza la dominación en términos
intelecto alienado del proletariado —su habilidad para subjetivos pero que al mismo tiempo la acepta en forma
trabajar y organizar— sino más bien el resultado de la de necesidad de objetividad y experiencia, por ejemplo,
cientifización deliberada. El intelecto científico no tiene en las obligaciones técnicas y terminológicas, en la regu-
por tanto un origen proletario alienado (tal como se lación abstracta de la productividad y en las exigencias
podría reivindicar) sino que es indiferente a la concien- burocráticas y administrativas, pero sobre todo en la
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base de la configuración social. Por otra parte la maqui- número determinado de factores; el propio Marx
naria es intencionalidad, creada y producida por seres lamentaba la ausencia de una rigurosa historia de la tec-
humanos y en tal sentido su figura es un producto social nología que, frente al materialismo abstracto de las cien-
puro ya que no se puede encontrar en la naturaleza; por cias naturales, habría de presentar la síntesis de la rela-
ello esta figura ha de estar disponible de manera simul- ción activa existente entre los seres humanos y la natu-
tánea en la naturaleza ya que la forma social de la inten- raleza3. Dicha historia aún no se ha escrito, una que
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2.- “La materia contiene la forma en ella encerrada y es de absoluta susceptibilidad a la forma… La materia debe por tanto estar formada, y la
forma debe materializarse, debe darse a sí misma en la autoidentidad o subsistencia de la materia”. (G.W.F. Hegel, Ciencia de la lógica;
traducción de Augusta y Rodolfo Mondolfo; Editorial Solar; Buenos Aires: Hachette, 1968, p. 451 y ss.).
3.- K. Marx, El Capital, ibid, pp. 427 y ss.
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explique por qué el movimiento histórico real y la gene- el sujeto que determina la intención final, es decir, para
ración de relaciones de la ciencia no pueda, al mismo la apropiación unilateral de los objetos de uso; mientras
tiempo que nos abastece de ellas, acuñar sus propios que para los trabajadores la maquinaria es simplemen-
conceptos. Marx era más sensible a este vacío respecto a te la base abstracta para la realización de fines ajenos,
la cuestión de la génesis del capital constante, donde se con el propósito de mantener su propia existencia.
sentía obligado en repetidas ocasiones a asumir ciertas De esta manera, la maquinaria no sólo se caracteriza
formas de los instrumentos de uso en el proceso de pro- por la expresión dual que abarca la cultura natural dada
ducción. Hasta ahora, la maquinaria en tanto que resul- y la forma social; su figura social tiene también un carác-
ter dual que denominamos “estructura de clase”. Como
forma social adopta en primer lugar la configuración de
un medio idóneo para la apropiación del plus-trabajo;
en este sentido, la maquinaria es tan sólo maquinaria en
un movimiento ininterrumpido. Por otra parte, adopta
la configuración abstracta que sólo se valora indirecta-
mente mediante una inversión de la relación
fines/medios, de una condición intencional para produ-
cir cualquier valor de uso en tanto se realice según requi-
sitos sociales. De esta manera, lo que se afirma de mane-
ra harto intrincada, es que la maquinaria sería maquina-
ria sólo cuando no esté directamente en movimiento,
sino que esté simplemente disponible para su utilización
en cualquier momento. Tal distinción entre dos formas
sociales de la maquinaria no es un mero juego de pala-
bra, se “demuestra” en cualquier crisis de superproduc-
ción, donde cada configuración funciona a la fuerza
frente a las otras.
El desarrollo histórico de la maquinaria no ha tenido
lugar exclusivamente dentro de las contradicciones
tado, en tanto que instrumento intencional de uso para entre las formas naturales y sociales, junto a ello la socie-
la producción de objetos de uso, siempre se ha visto en dad de clases produce una forma social contradictoria y
contraposición abstracta (en las críticas efectuadas a la dual de la maquinaria como valor y como instrumento
tecnología) a la maquinaria como capital constante por de uso. Bajo la condición de la producción de mercancí-
la simple utilización de la fuerza de trabajo y la amplia- as, la estructura interna de la maquinaria como forma
ción del tiempo de plus-trabajo. Esto ha sido así a pesar natural dada se desarrolla de manera simultánea tanto
del hecho de que los dos aspectos se desarrollan en una como forma de valor de uso y como forma de valor. Así
unidad real. pues, la forma valor se debe manifestar con claridad
Para prever cualquier confusión hemos pues de como uno de sus momentos. La maquinaria “en reposo”
recalcar que como un “medio” (Mittel), es decir, medio no expresa su carácter de disponibilidad a la demanda
de trabajo, la maquinaria es simplemente un sistema (como es el caso de una carretera vacía) sino que siem-
para producir plusvalor; la maquinaria no es un medio pre ha de ser el resultado o bien de su desgaste natural e
en el sentido de un valor de uso para la creación de valo- histórico, o bien el efecto de retroceso de una crisis de
res de uso, ya que el término “medio” o “mediación” sobreproducción. Por tanto es precisamente ese aspecto
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(Vermittlung) recae precisamente sobre el sujeto traba- de la configuración social de la maquinaria el que la con-
jador (sólo él puede organizar y poner los medios en fun- vierte en un medio para la satisfacción de necesidades
cionamiento para obtener fines) y no sobre la maquina- sociales que, bajo las condiciones de un mercado mun-
ria; esta última sólo provee la base intencional para dial capitalista, sirve para reflejar posibles crisis econó-
dicha mediación. Lo que existe como “medio” para el micas.
capital no es nada más que la condición intencional bási- Uno de los efectos de la atrofia de la crítica marxiana
ca en lo que respecta al proceso de trabajo. Por otra de la economía política dentro de la “economía marxis-
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parte, para el capital la máquina figura también como la ta” ha sido prestar escasa atención a la forma social de
condición intencional para ampliar el día de trabajo, y valor de uso en tanto que medio de trabajo. El marxismo
para el proceso de trabajo social la maquinaria es a su —según la fórmula apropiada de Sohn-Rethel— no sólo
vez un procedimiento para crear valores de uso. Así, la ha seguido siendo idealista respecto a las ciencias natu-
maquinaria es verdaderamente un medio tan sólo para rales, sino aún más y con consecuencias más graves, en
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cuanto al tratamiento conceptual de la tecnología. Esto perspectiva histórica, son medidas específicas de valor
se aplica en particular a los medios de producción que la válidas para la mayor parte de los elementos anteriores,
economía política siempre percibe con el mismo rasero «formas particulares equivalentes» que han sido inca-
que si hubieran sido planificados y diseñados por la paces por múltiples razones de desarrollarse más allá de
ingeniería, es decir, de manera puramente instrumen- la forma general del valor. Por ejemplo, las escalas en
tal. Sin embargo un instrumento “puro”, o sea un instru- conjunción con los pesos estandarizados (Kilopond)
mento sin relación alguna con propósitos específicos, como posible equivalente representan un desarrollo
sería un mero objeto estético y en ningún caso un instru-
mento: no sería nada más que un funcionamiento abs-
tracto y esto es precisamente la forma-valor-en-proce-
so, congelada en una forma natural dada. Por lo que res-
pecta a la ingeniería, la maquinaria como anteproyecto
no se consumen de manera natural ni social; ni aparece
como un medio de producción del plusvalor ni como el
posible fundamento de una crisis de sobreproducción.
La ingeniería considera sólo el modo más abstracto de
su intencionalidad, es decir, debe “funcionar”. Pero al
mismo tiempo la ingeniería es inconsciente del hecho de
que esta misma concepción corresponde con exactitud a
la forma-valor de la maquinaria deseada.
Como ya hemos indicado, no existe una directa rela-
ción causa-efecto entre la maquinaria como forma natu-
ral dada, como instrumento de uso, y la figura de capital
constante, ya que la transformación de la forma se efec-
túa gracias a diferentes sujetos. La cuestión consiste en incompleto hacia la forma dinero (no todos los objetos
qué mediatiza estas diferentes y mutuamente contra- se pudieron pesar como posibles mercancías). No obs-
dictorias formas y dónde está el fundamento dentro del tante, el peso del hierro mantuvo su “estandarización”
cual podemos localizar sus características determinan- social (su forma particular equivalente) como unidad de
tes. Como Marx sólo realizó un breve examen de tal po- medida, lo cual en primer lugar es capaz de relacionar la
sibilidad de conexión interna de diferentes figuras carac- magnitud del valor con su aparición de una manera
terísticas, intentaremos continuar dicha línea y subrayar completamente abstracta, es decir, como expresión de
tal conexión. En Una contribución a la crítica de la eco- una cantidad de tiempo de trabajo. Las medidas consti-
nomía política, donde esta cuestión es más prominente, tuyen las cualidades cuantitativamente distinguibles de
Marx escribe: «Esta existencia de la mercancía en cuan- los objetos mercancías como cantidades netas: número,
to valor de uso y su existencia natural palpable, coinci- superficie, volumen y peso. Para la mayor parte, tales
den»4. Sin embargo, sólo puede coincidir en el resulta- medidas mercantiles sólo son “relaciones” en sí mismas,
do porque en principio han tenido que diferenciarse y en realidad la determinación de la medida raramente se
luego reunirse en el proceso de trabajo. Pero incluso enfrenta a las mercancías. La venta de mercancías signi-
como objeto acabado, disponible para la venta o el inter- fica que ya poseen idealmente su medida particular en
cambio, la mercancía precisa de un modelo específico de tanto que cantidad, pues el precio es la configuración de
mediación entre su valor de uso (como la unidad simple su equivalencia con aquellas medidas. La aparición de la
de la forma natural dada y la forma intencional) y su magnitud del valor como forma-valor relativa, cuantita-
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posible valor de cambio; Marx designa sucintamente tivamente determinada, expresa el hecho de que la mag-
este modo de mediación como la «medida sensitiva» de nitud del valor aparece en las relaciones particulares de
los objetos mercancías. medida de las mercancías: cinco quintales de trigo son
Las medidas (Maße) son relaciones cuantitativas menos que una resma de telas, es decir una cantidad
(tales como artículos numerados, dimensión espacial y especificada de volumen característico de una unidad
peso) en tanto cualidades sociales de objetos; desde una específica de tela. La forma mercancía cumple así la pa-
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4.- K. Marx, Contribución a una crítica de la economía política, México, Siglo XXI Editores, 8ª ed., p. 9.
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radoja de las relaciones equivalentes de medida que son más bien como cantidades (Mengen) indeterminadas.
del todo distintas en términos económicos: volumen = Sólo la determinación del valor precisa la existencia pre-
superficie. Además, sólo en esta relación de medidas la via de tales características para llegar a ser la cualidad de
magnitud del valor aparece como tal; es su figura formas cuantitativas específicas, es decir, para convertir-
específica. se en medidas. Pesos, superficies y números que me-
Aunque el peso en sí mismo sólo permite un tipo diante medidas se convierten en una magnitud de me-
abstracto de la identidad de valor, ligado a la forma na- dida definitiva, que alcanzan primero como formas in-
tural dada del objeto (por ejemplo maíz y vino, pero no teligibles de objetos mercancías, en la misma realiza-
ganado y trigo, donde la medida del peso es impractica- ción del valor. Antes que esto, incluso en la producción,
ble como base para la identidad), el desarrollo de la for- las medidas “sensitivas” son simples cantidades indeter-
ma-valor crea figuras sociales de cosas que hacen posi- minadas de productos, o sea, simples magnitudes. En
ble el desarrollo de la forma precio de las mercancías. El efecto, las formas naturales dadas siguen siendo abs-
valor de una mercancía aparece siempre en una relación tractas, pero no fenómenos completamente indetermi-
heterogénea de dos unidades de medida de una canti- nados substraídos de las medidas mercantiles.
dad definida; por tanto, la identidad de diferentes canti- Las mercancías se producen en cantidades definidas,
dades crea la forma del elemento común que subyace a según el modo de una determinación cuantitativa que
esta relación, una magnitud medida en tiempo que re- hace posible cambiar y comprar mercancías como can-
presenta una cantidad de trabajo. La forma en cuestión tidades “medidas”. En la producción consciente de valo-
es la forma-valor. Lo mismo se aplica en ocasiones a res característica del capitalismo, tales formas inteligi-
mercancías que dejan de intercambiarse y se compran y bles de la mercancía (“inteligibles” porque dichas for-
venden; una unidad de medida permanece oculta en la mas, como la forma precio, sólo existen a través de la
forma del precio (la primera mide en términos de “peso “comprensión” mediante símbolos, no a través de la per-
en oro” como el estándar del precio), la otra unidad de cepción sensible de cualidades) se transforman en natu-
medida se halla oculta en la expresión de la cantidad de raleza del objeto mercancía “dentro” de la producción.
mercancía que ha adoptado su precio. Esta relación se La planificación funcional de la producción expresa lo
expresa, aunque de modo algo incierto, en la expresión anterior mediante el hecho de que ya no produce canti-
de Marx sobre la forma natural que se convierte en la dades en general, sino que, basada en la experiencia del
forma-valor precisamente de esa mercancía cuya forma mercado, ha de producir cantidades más o menos espe-
natural no lo es. La idea está bien expresada si se entien- cificadas; y puesto que la división del trabajo significa
de la “forma natural” como la unidad social de la forma que el producto industrial ya no constituye un valor de
natural dada y la forma útil. Sin embargo, si se entiende uso completo, sino más bien un fragmento del valor de
únicamente en términos del aspecto natural dado por el uso que requiere la mediación del mercado, tales ele-
objeto de uso (o por el objeto-mercancía) la expresión es mentos han de asumir medidas que garanticen su posi-
incorrecta, ya que la forma-valor se refleja en la unidad bilidad de ser “montadas” repetitivamente para alcan-
(expresada como cantidad y medida) de la forma-natu- zar un pleno valor de uso. La base de estas medidas del
ral dada y de la forma útil. Sólo así es posible apreciar el producto descansa en las medidas “sensitivas” de la
modo en que se ha realizado el fetichismo de la mercan-
cía: no hay nada más misterioso en el hecho de que la
gente “reifique” u objetive sus relaciones vivas en el pro-
ceso de socialización de las propiedades de la naturale-
za. Mantendré por tanto la distinción de la forma natu-
ral dada (Naturform) y de la forma de uso (Gebraucht-
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mercancía. Así, la determinación de la cantidad de mer- ricamente esta intencionalidad de la mercancía se con-
cancías ya no tiene lugar durante el intercambio o la vierte en la base para la “racionalización”, no sólo en la
venta, sino que se produce desde el principio junto con creación de los estándares industriales, sino también en
la mercancía. Dicha determinación se inserta en el des- la organización del trabajo. El concepto de racionaliza-
arrollo empresarial de nuevas formas de valor de uso: en ción revela lo que subyace en el corazón de la racionali-
dad del valor burgués: esto es, como la lógica y en apa-
riencia no contradictoria estructura de pensamiento del
puro funcionamiento de la valorización. Cabe suponer
que ha sido este modelo característico de la racionalidad
tecnológica al sumirse en la relación de valor dentro de
la actual producción de mercancías, lo que en principio
descubrió Sohn-Rethel, pero que no podría interpretar
tan sólo como un “reflejo” en la conciencia de la forma
mercancía.
Para resumir, la materia natural dada del objeto
mercancía ha de asumir una forma intencional no sólo
para el uso sino también para el intercambio. A su vez,
esta última forma actúa ciegamente en tanto condición
para la posibilidad de formas más “racionales”, esto es,
representa una parte sustancial dentro de la producción
al codeterminar el futuro desarrollo de las adecuadas
formas de valor de uso de los productos. El “movimien-
to uniforme” de la maquinaria ha acomodado la crea-
ción de una forma de valor interna de los objetos mer-
cancías (como mutuamente igual) tal como el mismo
el curso del desarrollo de la sociedad burguesa, los valo- movimiento maquínico expresa la “forma de valor inter-
res de uso (productos como mercancías) asumen dife- na” de los medios de producción en tanto que proceso.
rentes formas, es decir, formas-valores internas. El ob- La equivalencia de diversas cantidades de mercancías se
jeto de uso ya no corresponde simplemente a una re- transforma en su equivalente actual. El hecho de que
lación apropiada entre la forma natural dada y la forma tales distinciones de la forma no sean más que nimieda-
pura para la necesidad social, esto es la forma intencio- des queda demostrado en todos los conflictos que se
nal; además el objeto de uso debe en tanto mercancía libran entre, por un lado los planificadores del producto
asumir un segundo modelo social para reproducir el y los técnicos, y por otro entre el departamento de ven-
objeto “intencional” de cara al intercambio, a la circula- tas y las ventas de la empresa.
ción como mercancía capital y a la relación del valor en En nuestra opinión, la forma social dual asumida
general. Los fundamentos de esta intencionalidad de la necesariamente por la mercancía nos ofrece una expli-
mercancía han sido las medidas “sensitivas” de las mer- cación genética de los modelos de pensamiento categó-
cancías, en tanto que cantidades cualitativas. Tales me- rico-abstracto que tienen más de una base real de lo que
didas son ahora básicas para todas las actividades de in- los argumentos de Sohn-Rethel puedan tener. Los últi-
vestigación técnica y científica, y para las construcciones mos son ambiguos: por una parte los modelos de pensa-
teóricas; ciertas áreas —en particular, la tecnología eléc- miento “proceden” de actos de intercambio, un punto
trica y química— requieren la invención de nuevas uni- que nos deja con una cuestión sin resolver; por otra
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dades de medida, la mayor parte de las cuales remiten, parte, Sohn-Rethel interpola una actuación no específi-
de un modo análogo y comparativo, a las viejas medidas ca de reflejo entre la forma de pensamiento y la forma
geométricas y mecánicas. mercancía. Así, el reflejo de una forma en otro medio
La unificación de tales medidas desempeña un papel presupone que esa misma comprensión compara, unas
importante en el futuro desarrollo de las relaciones capi- con otras, las formas reales y reflejadas para alcanzar
talistas de producción, como se puede apreciar en la tanto un conocimiento como su identidad formal.
actual conversión inglesa a los sistemas métricos. Tales Ciertos elementos del intelecto social son tanto produc-
unidades de medida constituyen también la condición tos como momentos de determinación de la universali-
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básica para la posibilidad de los niveles industriales uni- zación del valor; no pueden concebirse ni como mera-
ficados que se pueden considerar unidades de medida mente presupuestos (por ejemplo en Schelling) ni como
sujetos técnicamente a las formas naturales específicas simplemente derivados (como en el empirismo, al que
de las mercancías como forma de valor interna. Histó- Sohn-Rethel pertenece en última instancia). La canti-
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producción. Ya hemos dejado sentado que esta forma
social dual —estructura y configuración en el proceso de
su exclusión mutua e identificada como función— ha
sido la precondición para desarrollar los “medios de tra-
bajo” que dejan de ser medios del trabajador para con-
vertirse en medios de valorización, esto es, la mera con-
dición intencional para la utilización de una unidad
social de fuerza de trabajo o de fuerza de trabajo en
cuanto social. Ahora la maquinaria posee formas de va-
lor de uso sólo en relación a la sociedad en abstracto (co-
mo capital); concretamente, en relación con el trabaja-
dor individual sólo tiene la forma social abstracta par-
cialmente desequilibrada de ser un valor en sí mismo.
Posee pues la forma de valor simple, valor para la pro-
ducción de cosas que de alguna manera tienen utilidad.
En la conciencia de los trabajadores, el “valor” se llega a
establecer como una unidad contradictoria apenas dife-
dad de mercancía sólo se puede expresar como una renciada del valor de uso y del valor abstracto. Por decir-
cuantitativamente determinada relación-valor si tales lo de algún modo, la máquina tiene medios de “valor”
cantidades determinadas asumen un peculiar y adicio- que poseen una significancia, una validez, en tanto que
nal aspecto de naturaleza dada (o bien una forma muy relación de trabajo y en tanto que “bien” (Gut). Aunque
abstracta, como el peso o la extensión, o un aspecto inte- aún permanece incierta, la conciencia del proletario
ligible, como el número) y por tanto se convierten en revela una comprensión de la distinción fundamental
relaciones determinables de la aparición del valor; al entre las dos formas sociales de la maquinaria - véase la
convertirse en medida la cantidad de mercancía es abs- historia del antimaquinismo. Sin embargo para la com-
tracta frente a la forma directa del valor de uso, pero no prensión política del proletariado esto supone establecer
lo son las condiciones de la “identificación” histórica el significado específico de cada uno, así por una parte,
específica de la forma-uso directamente natural de las es capaz de “reconstruir” teóricamente la maquinaria en
mercancías, así como de su forma valor. Sin la actividad su papel de “objeto útil” para la producción de objetos
del conocimiento, la forma ideal de medida del valor en útiles y, por otra parte, es capaz por tanto de aprehender
tanto que precio-forma nunca podría desarrollarse ni la maquinaria como una propiedad capitalista privada
tampoco mantenerse. Un aspecto específico del conoci- para la extracción del plusvalor. Ya que la maquinaria, e
miento se transforma en un momento de la forma-valor incluso los aparatos y las tecnologías en tanto formas
y llega a ser una —pero no sólo una— de las precondicio- naturales dadas han perdido su sensibilidad elemental
nes constitutivas del dinero y por tanto del capital. Por en varias profesiones, esto es, su carácter como medios
otra parte, nunca se puede hablar de la objetividad del de trabajo; su significado no puede ser aprehendido
valor de la mercancía como de una “suprasensibilidad mediante la percepción sino sólo a través de una com-
sensitiva” (sinnlich übersinnlich)5. prensión política abstracta en cuanto crítica de tales
A partir de aquí seguiremos más estrechamente el relaciones.
problema de los objetos-mercancías en su capacidad La forma dual socialmente determinada que existe
como elementos materiales en el proceso de producción como maquinaria o como medios de producción en
inmediato. Así, Marx especifica los resultados de la general lleva a que ciertas estructura de la división del
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forma genética antes mencionada: formula la forma trabajo basadas en la clase lleguen a congelarse, mien-
social dual en términos de la unidad de los medios de tras que otras se revolucionen; en general mediatiza los
producción y “medios de valorización” esto es, capital diferentes tipos de trabajo social y los mantiene de tal
constante que abarcaba el concepto de los medios de manera que “la racionalidad de empresa”, la división
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5.- Como es bien sabido, Marx destacó la “existencia social” de la conciencia en términos de base material y lo que se derivaba de ella. Si enton-
ces se enfrenta la “conciencia” con el pensamiento, se puede desencadenar una hostilidad a la teoría que aunque se distancie de los supues-
tos idealismos, de hecho constituye la base misma para la existencia independiente de estos últimos. Sólo la más diminuta parte del des-
arrollo y la actividad del pensamiento social es consciente, aunque sea este pensamiento el que como un todo permite diferenciar la exis-
tencia social de lo meramente natural. A su vez la conciencia es el término dependiente frente al entendimiento; el papel relativamente
pequeño de la primera en la determinación social caracteriza la ceguera específica de la razón en el desarrollo social.
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matemática del trabajo dentro de la industria constitu- con presuponer este intelecto como antecedente miste-
ya la irracionalidad del trabajo del individuo. Supone la rioso del capital y confirmar entonces que los resultados
posibilidad absoluta, ya sea que un individuo trabaja sin de la investigación científica y técnica son apropiados y
oportunidad alguna de comunicarse, o que aún pueda utilizados por el capital, esto no explica el modelo espe-
existir una posibilidad limitada para desarrollar un inte- cífico de desarrollo de ese intelecto.
rés en cambiar las condiciones de trabajo y los asuntos Como indica la crítica que Grossman dirige a
laborales. En general, el “interés” como tal se ha diluido Borkenau8, a nivel superficial no es mucho lo que la
en la pura esfera de la reproducción. La lógica del des- forma deductiva del pensamiento ha influido sobre la
arrollo tecnológico del trabajo se emplea contra las nece- mecánica (la forma básica de la maquinaria) frente a lo
sidades directas del proletariado en tanto que indivi-
duos que trabajan; esto puede comprobarse en cual-
quier estudio empírico —por ejemplo cómo se introdu-
ce la automatización justo en aquellas áreas de la pro-
ducción que son de hecho las menos enajenadas. Sólo
como un todo, como una totalidad abstracta, la razón se
afirma ciegamente en el «incremento del componente
constante del capital a expensas de su componente
variable»6, o sea, en la alteración parcial, objetiva de la
composición técnica del capital. Sólo la “subjetivización”
de las bases materiales de la producción social podría
suponer la creación de un sujeto social. El segundo, el
aspecto abstractamente social de la forma como del
interior de los medios de producción de la forma-valor,
constituye el aspecto activo; el aspecto de los medios de
producción en tanto que directamente útiles sólo se
puede afirmar en oposición a esto último.
La forma social dual del objeto en la producción es
por tanto la base de esta sociedad, en dos sentidos.
Primero, la maquinaria es la base de la dominación de que la rodea: los mecanismo y las estructuras dinamo-
una clase sobre otra; constituye al proletariado como tal; mecánicas imprimen su sello específico sobre el modelo
segundo, instaura la base de la socialización de los pro- deductivo del pensamiento al suplantar el conocimiento
cesos de trabajo precisamente en virtud del desarrollo en términos sensitivos por la forma abstracta analítico-
de una “forma-valor interna” de los medios de produc- natural como su materia, como el contenido del pensa-
ción. Este es el lugar de la racionalidad de la estructura miento formal. El todo se da como un a priori, aunque en
social de la producción, a través de la cual las formas una forma social que mantiene al mismo tiempo el
directas de valor de uso se destruyen y la mediación ya “saber” de que el todo es analítico (en el sentido de que el
no se efectúa por la ausencia espontánea del individuo, aparato, esto es, un mecanismo o sistema de engranaje,
sino mediante la sociedad en general. Así, la maquinaria se componga previamente de piezas). La deducción teó-
y la tecnología establecen la existencia de la sociedad rica presupone la síntesis mecánica práctica: los princi-
desarrollándose en tanto que sujeto, en el sentido del pios fundamentales vienen dados no sólo como intuición
nivel requerido por las fuerzas productivas. Sin embar- sino como evidencia concluyente. Al mismo tiempo en el
go, en contraste con la época de Marx, esta base dual ya funcionamiento de los trabajos mecánicos, el sistema
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no se afirma mediante una mediación espontánea de las debería construirse “libre de contradicciones”. Por otra
clases, sino que este proceso de mediación constituye un parte, se debería abandonar el funcionamiento y enton-
producto del intelecto científico y técnico. Los «procesos ces la deducción se convertiría directamente en análisis
de producción científicamente organizados»7 han de teórico (theoretische Analytik), esto es, si el trabajo de
investigarse en términos de su “disposición”. No basta reparación se inicia o se asume un mayor desarrollo
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sobre formas de uso que se habían suspendido, o que siva, su producción material de conocimiento alcanza
parecen haberse suspendido, ello ha de ser intencional. una independencia abstracta (expresada en términos
El modelo analítico de pensamiento (por ejemplo institucionales como formación en los niveles de educa-
concebido en la filosofía como la inteligibilidad anterior ción primaria, técnica y superior). Al mismo tiempo,
de la percepción y la intuición) presupone la deducción constituye la presuposición para la industrialización de
como un “todo en funcionamiento”, tal y como la deduc- la diseminación social del conocimiento necesario para
ción presupone el análisis activo-práctico, es decir, la la producción y para la producción misma de conoci-
división del trabajo. Sin embargo, no es hasta el momen- miento; o sea, es la presuposición para la separación de
to en que se convierten en elementos de la producción los medios de pensamiento (laboratorios, bibliotecas,
capitalista de mercancías cuando la necesidad y la certe- ordenadores para el proceso de datos, etc.) y el poder de
za lógicas, en tanto requisitos para el funcionamiento de pensamiento (Denkkraft). Esta es la señal para la socia-
la mecánica, se ven despojados de su carácter de mera lización real del entendimiento, el cual, bajo las condi-
necesidad. Aunque el sistema de engranajes y mecanis- ciones de la sociedad burguesa, sólo se puede alcanzar a
mos pueda antes haber sido más o menos intencional través de la vuelta a la descualificación del pensamiento
respecto al trabajo, en la producción capitalista su fun- individual, es decir mediante la desvalorización fabrica-
cionamiento se convierte en una necesidad absoluta y la da y la estupefacción de aquellos depositarios de la inte-
reforma o la crisis es la contradicción inevitable (como ligencia que solían ser los creadores y portadores de la
deficiencia y pérdida) del beneficio. Por tanto, el carác- cultura. Las dudas de que el desarrollo humano sobrevi-
ter dual de los medios mecánicos de producción se virá a dicho tránsito mediante la “des-utopización” de la
expresa en primer lugar en la categoría de “regulari- vida (en tanto condición previa para su embrutecimien-
dad”, aunque en la producción avanzada de mercancías to general) están demasiado extendidas como para des-
más bien como “causalidad”, es decir, la relación nece- cribirlas, en tanto que fórmula ideológica de la decaden-
saria y coercitiva de causa y efecto. La lógica tradicional cia burguesa basada en el pesimismo cultural. Esto se
anticipó la tecno-lógica así como el capital comercial debe a que lo más importante tal vez sea reconocer que
había anticipado al capital industrial. la clase dispone (y por ello se caracteriza por su aspecto
Las relaciones técnicas que se desarrollan (no sólo desinteresado y sublimado dentro de la división tecnoló-
se reflejan) en la comprensión social —materialmente, gica del trabajo) para la estructura lo que es real, es decir,
como el nexo funcional en la maquinaria y la tecnología “la forma de valor interna de las cosas”.
de la forma de uso y la forma valor— al fin obtiene una Sin embargo, al contrario que en el caso de la ideolo-
constitución autónoma subjetiva (para la mediación del gía, el carácter fetichista de la “forma-valor interna” de
capital y el trabajo) en la configuración de la inteligencia los medios de producción es necesario para su continuo
artificial. Por otra parte, esta autonomía constituye a su desarrollo —análogo a la manera en que los resultados
vez la presuposición necesaria para que el modelo social de las operaciones matemáticas deben a menudo des-
dual estampe su sello en la forma natural dada del “cere- aparecer en la forma resultante antes que esta última
bro”. Como un momento del valor de uso, el intelecto se pueda ofrecer la base para que se calculen relaciones
halla ligado a la materia; como lógica deductiva, discur- más complejas. Y precisamente porque la génesis del
desarrollo tecnológico debe desaparecer en el resultado,
la conciencia proletaria se esclerotiza en una inmediatez
falsa, ahistórica. La ilusión provoca que la herramienta
individual, la máquina y el aparato, de hecho toda la tec-
nología del proceso de producción, sean siempre un
medio, un instrumento, que nadie pueda apropiárselo y
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de la inteligencia científico-técnica como la cara subjeti- la melancólica igualdad de las condiciones del trabajo
va de esta decisiva mediación entre clases; esta inteli- proletario se jactan al presuponer la “trascendencia de la
gencia tanto co-fundamenta la relación entre clases sociedad de clases” por la simple razón de que el capital,
como mantiene su propia existencia dentro de tal me- como “forma de valor social interna de los medios de
diación. producción” se presenta en abstracto como la naturale-
La razón de por qué la aparición superficial de los za social y la validez universal de tales medios: de hecho,
medios de producción se ve dominada por la apariencia como sociedad en sí, asumiendo la configuración mate-
de la indiferencia ha de hallarse en el hecho de que en la rial en tanto coerción universalmente vívida que carac-
producción industrial la dialéctica viva de la interacción teriza las condiciones de trabajo.
material que la naturaleza ya no experimenta, no es por Esta nueva apariencia puede ser la razón por la cual
otro motivo que por lo que respecta a los trabajadores, no existe ningún movimiento anti-maquinista en el siglo
pues los medios utilizados para trabajar sobre la mate- XX, incluso aunque las mismas relaciones clasistas de
ria natural dada son simplemente la condición para su producción se han manifestado, no obstante de una
actividad abstracta. La construcción de arados y telares forma subjetiva, en este sistema de maquinaria y tecno-
reveló tanto la existencia social del campesino y el traba- logía. El antimaquinismo se ha convertido hoy en su
jador artesano de una época histórica particular en tanto opuesto: maquinolatría. La crítica de la génesis de estas
que ocupaciones específicas de clase, así como la base y características figuras sociales dadas, específicas del
el grado de socialización de este modelo de producción carácter clasista, tiene ahora la tarea de llamar a los
agraria y artesana. La clase, como un estado ocupacio- mecanismos de este fetichismo por su verdadero nom-
nal, existió al mismo tiempo en la constitución natural bre.
de sus medios de trabajo. Sólo con la separación entre
el trabajo y los medios de producción, y la mediación de
este desarrollo de los (en permanente evolución) medios
de producción con el trabajador a través de la actividad
del intelecto, los medios de trabajo asumieron una for-
ma histórica que ya no correspondía a la actividad del
individuo. La paradoja estriba en que, aunque la maqui-
naria y la tecnología se crearon como la base intencional
de la dominación de clase burguesa, aparecen como su
contrario en la mediación social de los capitales indivi-
duales a través del mercado; esto es, aparecen como una
base neutral, indiferente para la socialización del proce-
so de producción mediante la división del trabajo.
Aparecen específicamente como neutrales en términos
de clase, en concreto si lo comparamos con los objetos
procedentes de la esfera del consumo, donde los coches,
el mobiliario, el empaquetado imaginativo y los edificios
exhiben todavía de manera directa el aspecto de su natu-
raleza social, es decir, la utilidad y la dominación. Al con-
trario, el estadio más alto de las formas desarrolladas de
los medios de producción, en tanto que “racionalidad de
la forma-valor interior” produce una aparición opuesta:
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EL CONOCIMIENTO DEL PODER.
UNA RESPUESTA A LAS CRÍTICAS DE RORTY
AL PENSAMIENTO DE FOUCAULT
por José Luis Ruiz Delgado
Richard Rorty recuerda que, según Vincent Descom- crática. Por una parte, su identidad moral es un reflejo
bes, la obra de Michel Foucault ha provocado dos posi- de las instituciones democráticas; por otro lado, no cree
bles interpretaciones, la norteamericana y la francesa. que su identidad moral, en el sentido de su conducta
La primera es asimilable para Rorty a su propia visión hacia los demás, sea lo más importante. Considera aún
de John Dewey, y puede resumirse en la afirmación de más importante su búsqueda privada de autonomía, su
“que las democracias liberales podrían funcionar mejor propia autodescripción en términos distintos a los ya
si dejasen de intentar ofrecer autojustificaciones uni- utilizados por otros hombres.
versalistas, si dejasen de apelar a nociones como “racio- Sin embargo, a juicio de Rorty, descartar el voca-
nalidad” y “naturaleza humana” y en su lugar se consi- bulario de sus congéneres, el “lenguaje de la tribu”, no
derasen a sí mismas simplemente como experimentos implica desatender las cuestiones sociales, ni despre-
sociales prometedores”1. Tal versión está libre de la ciar el vocabulario político que habla el ciudadano
influencia de Nietzsche; la versión francesa, no. Esta común; es decir, se puede ser a la vez intelectual román-
última resulta más anarquista que liberal, en el sentido tico y liberal burgués. La tentación de dejar de ser libe-
que exige “despreocuparse de compartir creencias con ral aparece sólo si el intelectual se considera un modelo
nuestros conciudadanos” si se desea lograr un proyecto para los demás ciudadanos, haciendo de la imitación de
de autonomía propio. Rorty señala que dicha tensión sí mismo una obligación moral. La mayoría de las
entre las dos versiones existe realmente en el propio veces, Foucault no cae en tal error, pero otras exige al
Foucault, y que es característica del intelectual román- espacio público imitar su propia búsqueda de autono-
tico que también es ciudadano de una sociedad demo- mía, lo que se traduce en no conceder evaluación posi-
tiva alguna al estado y a las instituciones liberales ni
reconocer la disminución del sufrimiento y el aumento
de la libertad conseguidos durante los tres últimos
siglos.
La contradicción de Foucault radicaría, para Rorty,
en que por una parte, como señalan Taylor y
Habermas, amplía y perfecciona la descripción de la
Escuela de Francfort sobre las estructuras de poder y
dominación; pero, por otra parte, su interés por evitar
la connivencia con el poder le lleva a un “cuasi-anar-
quismo”, a imponer su búsqueda de autonomía perso-
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1.- Richard Rorty, “Identidad moral y autonomía privada: el caso Foucault”, en Escritos sobre Heidegger y otros pensadores
contemporáneos. Escritos filosóficos 2, Paidós, Barcelona, 1993, pág. 269.
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tidad moral como ciudadano de su búsqueda de la servir de semejante fundamento la ausencia de necesi-
autonomía. Si el objetivo del intelectual romántico de dad de instituciones sociales”2. Rorty está de acuerdo
autosuperación y autoinvención constituye un buen con el antiplatonismo de Nietzsche y Foucault, pero no
modelo para un individuo, no puede decirse que lo sea logra encontrar la relación entre esto y afirmar que no
para toda una sociedad, ya que, refutando a Platón, la hay nada bueno en las sociedades liberales. Sea como
sociedad no es “un hombre a lo grande”. Se corre el sea, encuentra válido el antiuniversalismo de Foucault,
riesgo de intentar “crear un nuevo género de ser huma- su demostración de que se puede ser humano sin ser
no”, como ya hicieran Hitler y Mao, mientras que el universalista, sin creer que es “racional” interesarse por
objetivo de una sociedad liberal y socialdemócrata es el sufrimiento de los demás. Lo califica como “un ciuda-
más bien conseguir que los individuos alcancen sus dis- dano útil de un país democrático –alguien que hizo lo
tintos fines privados sin perjudicarse mutuamente, mejor que pudo para hacer más justas y decentes las
mediante una serie de compromisos. Dichos compro- instituciones de ese país (...) tanto si quiso como si
no”3. Piensa que, al fin y al cabo, la oposición de
Foucault al liberalismo y al reformismo se debió a que
en la Francia de los años cincuenta y sesenta no era res-
petable ser un liberal burgués; se debió a una moda
francesa contingente.
En resumidas cuentas, las críticas de Rorty a
Foucault pueden reducirse a estas seis:
duo y sus obligaciones morales con la sociedad. Si revolucionarias le alejan de todo posible reformismo
Habermas intenta fundamentar la obligación moral y real y efectivo.
las instituciones sociales en una “naturaleza humana
universal”, el “antiplatonismo radical y nietzscheano de En primer lugar, y respondiendo a la crítica consisten-
Foucault le lleva a inferir de la falta de algo que pueda te en negar que Foucault explique cómo otras personas,
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distintas a aquellas que detentan el poder, pueden con-
seguirlo y utilizarlo para otros fines, decir que, para
Foucault, es necesario ante todo, si se quiere conseguir
el poder, saber cómo funciona, lo que exige un análisis
histórico de las instituciones. Pero se da la circunstan-
cia de que los mecanismos de poder nunca han sido
adecuadamente estudiados por la historia. Se han estu-
diado o bien las personas que ostentan el poder, o bien
los procesos e infraestructuras económicas, o bien las
instituciones o superestructuras. Tampoco ha sido sufi-
cientemente estudiada la relación entre saber y poder.
Para Foucault, el poder no “ciega”; todo lo contrario:
“crea objetos de saber, lo hace emerger, acumula infor-
maciones, las utiliza”5. Además, el poder no debe ana-
lizarse de arriba abajo, sino desde una multiplicidad de
relaciones de fuerza (marido-mujer, profesor-alumno,
patrón-obrero, etc.) que son las condiciones de posibi-
lidad del funcionamiento del Poder de las instituciones.
La posición política al respecto no debe ser ni la de una sobre los cuerpos concretos de los individuos. Serán
culpabilización individual del tipo “somos cómplices de frecuentes métodos de asepsia como la criminología, el
todas las injusticias”, ni la de esquivar los problemas eugenismo, la exclusión de los dementes y criminales.
culpando al sistema capitalista o a la sociedad “podri- Esta interpretación no coincide con los estudios mar-
da”. xistas del poder al nivel de la ideología, cuyos presu-
De hecho, Foucault no cree que la burguesía haya puestos son el sujeto y la conciencia de la filosofía clási-
“planeado”, por ejemplo, excluir la locura o reprimir la ca. Tampoco coincide con los planteamientos de Mar-
homosexualidad; sino más bien que estos mecanismos cuse y Reich, que privilegian el papel de la represión, ya
de exclusión y de vigilancia pusieron de manifiesto un que el poder sobre el cuerpo ha originado, no reprimi-
beneficio económico y una utilidad política que el siste- do, un saber fisiológico y una serie de disciplinas. Ni si-
ma del Estado no dejó de aprovechar. Y esta “nueva quiera sería el propio Estado el objetivo de la lucha, sino
mecánica de poder se apoya más sobre los cuerpos y más bien una serie de mecanismos de poder subyacen-
sobre lo que éstos hacen que sobre la tierra y sus pro- tes, cotidianos.
ductos”; extrae “de los cuerpos tiempo y trabajo más Aquí es pertinente citar la crítica de Anthony
que bienes y riqueza”6. Al contrario que la teoría de la Giddens7 referente a que reducir la historia a la historia
soberanía de los siglos XVII y XVIII, el poder se ejerce del poder no es menos reduccionista que el análisis jurí-
incesantemente y de modo más económico a través de dico y económico. Otro riesgo del análisis de Foucault
las vigilancias que mediante impuestos y obligaciones. es que al no existir un centro de poder, un poder encar-
Es un poder disciplinario típico del capitalismo indus- nado, por ejemplo, en el Estado, sino tratarse de un
trial. Si la teoría de la soberanía continuó vigente fue tan poder difuso e irreductible, tampoco cabe una resisten-
sólo para ocultar las técnicas de dominación. El discur- cia concreta fuera de múltiples luchas puntuales. Pero
so empleado al ejercer dicha modalidad de poder no es podría responderse que si el poder se absolutiza en el
el del derecho, sino el de las ciencias humanas y el saber Estado o en varios puntos determinados ¿no resulta
clínico. El análisis de Foucault de dichos mecanismos aún más abstracto?
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defiende la instauración, a partir del siglo XIX, de un Además, para Foucault, la crítica debe ser local y
cuerpo social constituido menos por la suma de las fragmentaria; ni totalizadora, ni teórica, ni unitaria:
voluntades que por medio de la aplicación del poder una extraña síntesis de erudición y de saberes histórica-
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5.- Michel Foucault, “Entrevista sobre la prisión: el libro y su método”, en Microfísica del poder, Las ediciones de la Piqueta,
Madrid, 1979, pág. 99.
6.- Michel Foucault, “Curso del 14 de enero de 1976”, en Microfísica del poder, pág. 149.
7.- Anthony Giddens, “From Marx to Nietzsche? Neo-conservatism, Foucault, and problems in contemporary political theory”,
en Profiles and critiques in social theory, California Univ. Press, 1982.
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mente “sometidos”, descalificados por la jerarquía del experiencias, estrategias)”, utilizado como instrumento
conocimiento y de la ciencia. Se trata de una crítica diri- de combate y adquirido a través de la propia lucha, que
gida contra la institucionalización del discurso científi- resulta excluido por el saber académico. Sin embargo, se
co allá donde aparezca: universidades, aparatos peda- pretende mantener “el viejo sustrato tradicional del “hu-
gógicos, comerciales o políticos; “debe dirigir la lucha manismo” entendido como un conjunto de discursos
contra los efectos de poder de un discurso considerado dirigidos al hombre occidental que intenta convencerle
científico”8. Un tipo de discurso que descalifica sabe-
res, individuos, experiencias, sustituyéndolas por otras.
Tampoco es deducible de la economía el análisis del
poder de Foucault, como sí lo son tanto la concepción
jurídica, liberal, del poder político como la concepción
marxista. El poder no se cede mediante una operación
jurídica contractual y cuasicomercial con el objetivo de
constituir la soberanía. Ni está en relación secundaria,
ideológica, de superestructura, respecto a la economía.
Por ejemplo, el derecho penal no es una simple super-
estructura, sino un modelo de dominación política
moderno. Se trataría más bien de una relación de fuer-
zas, de guerra continua; un modelo más nietzscheano
que marxista. La teoría del derecho basada en la sobe-
ranía popular y el pacto social enmascara el hecho de la
dominación y del sometimiento; “encubre un ejercicio
sutil del poder basado en la cohesión social y la inscrip-
ción disciplinaria en el cuerpo de los individuos, a tra-
vés del trabajo, el empleo del tiempo, la cuadriculación de que se puede ser soberano renunciando al poder;
total del espacio social y la vigilancia incesante”9. incluso más soberano cuanto más sometido. En este
Además, y no menos importante, el poder no repri- orden el humanismo ha creado el alma, soberana sobre
me tanto como produce saber y verdad. Para Foucault el cuerpo, aunque sometida a Dios; la conciencia, some-
será, pues, necesario interrumpir el circuito de produc- tida a la verdad; el individuo, soberano sobre sus dere-
ción de saber y de verdad de las instituciones modernas. chos, pero sometido a las leyes naturales y sociales...
A nivel institucional, la dominación comienza en la Llegado este punto, y desmintiendo la acusación de
organización y la disciplina de los institutos, la domina- Rorty de insolidaridad y de falta de interés por buscar
ción como la enseñanza de la información orientada. El una manera mejor de hacer las cosas, Foucault propo-
saber transmitido funciona como un juego de imposi- ne como alternativa actuar en el exterior de la
ción (de normas ocultas bajo el aspecto desinteresado, Universidad, a través de grupos de trabajo, contra los
universal, objetivo del conocimiento; de la existencia de mecanismos de poder impuestos en el sistema de pri-
“los circuitos reservados del poder”) y de exclusión (de siones, hospitales psiquiátricos, justicia, policía. Ya que
quienes no tienen derecho al saber o sólo a un determi- si la “Universidad representaba el aparato institucional
nado tipo de saber). Por ejemplo, el saber académico ha a través del que la sociedad aseguraba su reproducción,
supuesto siempre que los movimientos populares han tranquilamente y con el menor gasto”11, está inevita-
sido motivados por el hambre, los impuestos, el paro, blemente relacionada con otras represiones institucio-
pero nunca por la lucha por el poder, reservada a la nales. Para Foucault es necesario renunciar a la teoría
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nobleza y a la burguesía; “como si las masas pudiesen y a los discursos generales si no se quiere llegar a for-
soñar con comer bien pero no con ejercer el poder”10. mar parte del sistema que se pretende destruir. Asi-
Existe asimismo “todo un saber político de los obreros mismo, propone sustituir la utopía por la experiencia
(conocimiento de su condición, memoria de sus luchas, (por ejemplo, la experiencia del poder); una serie de ex-
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8.- Michel Foucault, “Curso del 7 de enero de 1976”, en Microfísica del poder, pág. 130.
9.- Julián Sauquillo, Historia de la Teoría Política (6), pág. 278.
10.- Michel Foucault, “Más allá del bien y del mal”, en Microfísica del poder, pág. 32.
11.- Ibíd, pág. 36.
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periencias divergentes y dispersas sin el apoyo de un
discurso general12. La imagen que Foucault utiliza para
representar el tipo de poder estudiado, el modelo refor-
mista de las prisiones de Bentham, refuerza el sistema
cuando sirve de pauta a las fábricas, las escuelas, los
hospitales, etc. Se refuerzan las estructuras de encierro
y se invita a muchas clases profesionales a ejercer fun-
ciones policiales: profesores, psiquiatras, educadores
en general, etc. Las únicas respuestas a esta política glo-
bal del poder, según Deleuze y Foucault, serían locales,
activas; “conexiones laterales, todo un sistema de redes,
de base popular”13. Todos aquellos sobre los que se
ejerce el poder pueden comprometerse en la lucha
aportando un método propio, como aliados del proleta-
riado, “ya que si el poder se ejerce como se ejerce, es
ciertamente para mantener la explotación capitalista”.
De modo que las mujeres, los prisioneros, los soldados,
los enfermos en los hospitales, los homosexuales pue- comio, multiplicando las intervenciones en la vida coti-
den luchar de modo específico contra la forma particu- diana mediante asistentes sociales, orientadores profe-
lar de poder y de control que se ejerce sobre ellos. sionales, psicólogos escolares, etc. “Cuando un juicio no
Ahora bien, para Foucault existen otros grandes puede enunciarse en términos de bien y de mal se lo
mecanismos que perpetúan la sociedad “bajo una apa- expresa en términos de normal y de anormal”14.
riencia de saber”, como periódicos, televisión, escuelas Otra institución, el sistema penal, ha tenido la fun-
técnicas e institutos. Se da a todos los niveles una exal- ción específica de introducir un cierto número de con-
tación del hombre normal, racional, consciente, adap- tradicciones entre las masas, siendo la principal la opo-
tado, frente al criminal o a lo monstruoso. Si bien el sición entre los plebeyos proletarizados y los no prole-
periodismo ha ido sustituyendo progresivamente a la tarizados. Al efectuarse esta separación entre delin-
Universidad como vehículo de transmisión de esta ide- cuentes y trabajadores honrados, el proletariado acaba-
ología del bien y del mal, de lo permitido y de lo prohi- ba aceptando la ideología moral de la burguesía, a tra-
bido. Por ejemplo, la versión humanista del sistema pe- vés de distintos instrumentos de represión antipopular.
nitenciario distinguiría, en primer lugar, entre culpa- Las alternativas para la plebe no proletarizada son la
bles e inocentes para a continuación reconocerlos a to- prisión, el ejército o la policía, dotados por lo general de
dos como humanos y mejorar las condiciones de vida ideologías racistas y fascistas bastante marcadas. Los
de los presos en nombre de su esencial humanidad. Por medios para escindir a las masas han sido tradicional-
el contrario, una acción puntual y local, del tipo de las mente la prisión y el ejército, pero también la coloniza-
propuestas por Foucault, cuestionaría la división social ción. Desplazadas en el siglo XX las dos últimas de su
y moral entre inocentes y culpables. Recuerda que antiguo papel, se “sobrecarga” el sistema penitenciario,
cuando los periodistas (presionados, invitados, estimu- que desempeñará solo las demás funciones, ayudado
lados) se lamentaban a propósito de un avión de turis- por la cuadriculación policial cotidiana.
tas secuestrado por los palestinos, Jean Genet se pre-
guntaba: “¿Sería inocente una señora americana que Asimismo, Foucault acusa a la institución penitenciaria
tiene suficiente dinero para hacer turismo de esta de ser una “productora” de delincuencia15. A partir de
página 111
manera?”. Una distinción que refuerza la anterior es la la temprana constatación de su fracaso como transfor-
establecida entre lo normal y lo patológico, en nombre madora de individuos, los mecanismos de poder insti-
de la cual se exporta la psiquiatría al exterior del mani- tucionales han utilizado esta situación en su propio pro-
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12.- Estos planteamientos resultan coincidentes en más puntos con el pragmatismo de Dewey de lo que Rorty aceptaría recono-
cer.
13.- Michel Foucault, “Los intelectuales y el poder”, en Microfísica del poder, pág. 83.
14.- Michel Foucault, “Más allá del bien y del mal”, en Microfísica del poder, pág. 41.
15.- Michel Foucault, Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión, Siglo XXI, Madrid, 1976.
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poder institucionales y de su implantación a múltiples trata de una forma de práctica, ahora bien, local y regio-
niveles en la sociedad actual, sería difícil seguir conside- nal, ni totalizadora ni teorizable. Cuando los presos
rando a Foucault, como hace Rorty, un observador des- hablan no están conformando una teoría sobre la cri-
apasionado, demasiado distanciado de los problemas minalidad.
de la sociedad contemporánea. El intelectual no debe ser ya “universal”, sino “espe-
Otra institución considerada decisiva por Foucault cífico”; trabajar en puntos precisos determinados por
en la dominación ejercida por la burguesía es el tribu- sus condiciones de vida o de trabajo (vivienda, hospital,
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16.- Michel Foucault, “Sobre la justicia y el poder”, en Microfísica del poder, pág. 70.
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relación familiar o sexual) tomando una conciencia más disociada de la cultura y de la sociedad. Pero también
concreta e inmediata de las luchas reales, materiales, podrían interpretarse, y sin por ello forzar su sentido,
cotidianas, y enfrentándose a los mismos adversarios como el intento de redescripción de la “verdad” en un
que las masas: las multinacionales, el aparato judicial y léxico alternativo al de los mecanismos sociales, econó-
policíaco, la especulación inmobiliaria, etc17. Una con- micos y políticos predominantes.
secuencia de esta distinción sería abandonar la concep- La consecuencia de esta “resituación” del intelectual
ción del denominado por Foucault marxismo “aguado” en el plano de las reformas institucionales, para Deleu-
que mantiene que si el proletariado es portador de lo ze, es que o bien la reforma se lleva a cabo por “repre-
universal, no obstante inmediato y no reflexionado, “el sentantes”, con lo que no sería más que una remodela-
intelectual por su elección moral, teórica y política, quie- ción del poder; “o bien es una reforma, reclamada, exi-
re ser portador de esta universalidad, pero en su forma gida, por aquellos a quienes concierne y entonces deja
consciente y elaborada”18. Sin embargo, Rorty se empe- de ser una reforma, es una acción revolucionaria que,
ña en atribuir a Foucault unas consignas –las del mar- desde el fondo de su carácter parcial está determinada
xismo “aguado”- que el propio Foucault desdeña. De he- a poner en entredicho la totalidad del poder y su jerar-
cho, a pesar de que se le haya calificado en múltiples oca- quía”21. Para Deleuze, Foucault es el primero en mos-
siones de radical revolucionario de extrema izquierda –y trar una cuestión fundamental: la indignidad que supo-
también de reaccionario de derechas–, su abandono del ne hablar por los otros.
Partido Comunista y su estancia en Polonia desarrolla- No parece que el posicionamiento de Foucault,
ron en Foucault una profunda desconfianza hacia el cuando exige dejar hablar a los presos y a los dementes
comunismo “estatal”. Aunque el propio Sartre describe y cuando denuncia la estructura policial de la sociedad
Las palabras y las cosas como “la última barrera que la e invita a la lucha a múltiples sectores de la misma, sea
burguesía puede levantar contra Marx”, Foucault pre- compatible con la imagen insolidaria, fría y seca que
tendía encontrarse más a la izquierda que el “marxismo Rorty le imputa. La caracterización de Foucault como
‘blando, soso, humanista’ que defiende Garaudy”19 y el observador insolidario no casa con su participación, a
propio Sartre. partir de 1969, en todo tipo de manifestaciones, “lu-
A pesar de sus críticas al intelectual “universal”, chas”, “críticas” y manifiestos. Su biógrafo, Didier Eri-
Foucault reconoce que el intelectual “específico” corre bon, menciona cómo fue golpeado y arrestado con mo-
no pocos riesgos: limitarse a luchas coyunturales y rei- tivo de su participación en determinada manifestación
vindicaciones sectoriales; ser manipulado por partidos y cómo corrió peligro en España, cuando acudió allí
políticos y sindicatos; carecer de estrategia global y de para protestar contra las ejecuciones ordenadas por
apoyos exteriores; influenciar sólo a grupos muy limita- Franco en 1975. Se esforzó igualmente por ayudar a los
dos. Pero su papel sigue siendo crucial en el combate “disidentes de los países del Este”, lo que le enemistó
“por la verdad”, “acerca del estatuto de la verdad y del con algunos intelectuales franceses de izquierda.
papel económico-político que juega”, teniendo siempre Colaboró e incluso formó parte de la redacción de dis-
en cuenta que “verdad” no significa “el conjunto de tintas publicaciones críticas de izquierda. Tampoco las
cosas verdaderas que están por descubrir”, sino “el con- propuestas referentes a resistencias y luchas fragmen-
junto de reglas según las cuales se distingue lo verdade- tarias, locales y activas, de base popular, casan bien con
ro de lo falso y se aplica a lo verdadero efectos específi- la imagen de un conservador reticente a los cambios.
cos de poder”20. El objetivo del intelectual será disociar No obstante, ¿no es éste el problema del propio Rorty,
la verdad de los mecanismos sociales, económicos y aunque él sí use y abuse del concepto “nosotros”? Su ac-
culturales predominantes. Estas afirmaciones podrían titud también puede interpretarse como un freno al
ser interpretadas por Rorty como la prueba de que cambio social, pero desde la óptica, contraria a la de
página 113
Foucault cree en una verdad absoluta, no contextual y Foucault, de una excesiva confianza en las instituciones
17.- Este planteamiento es bastante similar a la distinción realizada por Rorty entre expertos de la “universalidad” y expertos de
la “particularidad”, y a la afirmación de que el progreso de la sociedad debe más actualmente a los segundos que a los prime-
ros.
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18.- Michel Foucault, “Verdad y poder”, en Un diálogo sobre el poder, Alianza, Madrid, 1988, pág. 138.
19.- Didier Eribon, Michel Foucault, Anagrama, Barcelona, 1992.
20.- Michel Foucault, Un diálogo sobre el poder, pág. 144.
21.- Michel Foucault, “Un diálogo sobre el poder, por Gilles Deleuze y Michel Foucault”, en Microfísica del poder, Las Ediciones
de La Piqueta, Madrid. 1979, pág. 80.
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de la sociedad liberal. ¿Cómo explicar, desde dicha vi- te en la siguiente posición: “nuestro problema es de-
sión optimista, la progresiva y decidida involución y nunciar y criticar; que se despabilen con su legislación
despreocupación de la actitud de los estadounidenses, y sus reformas”23, aunque no concrete nada más.
tanto en política nacional como internacional, ante ins- También enfrenta la crítica de que considera “discursos
tituciones mundiales que ellos mismos contribuyeron a del poder” a cualquier resultado de un compromiso po-
crear? ¿No se trata de una visible reducción y limitación lítico y social cuando advierte que es preciso “distinguir
del “nosotros” lo que denota dicha unilateralidad, re- la crítica del reformismo como práctica política y la crí-
ducción contraria a los deseos y expectativas expresa- tica de una práctica política por la sospecha de que
das por Rorty? pueda dar lugar a una reforma”24. Este es un error típi-
Pero si se admite tal reducción del concepto de co de la extrema izquierda, según Foucault, consecuen-
“nosotros”, dejando fuera no ya al tercer mundo, sino cia de considerar que acciones demasiado locales y ob-
incluso a los países occidentales que no suscriben la jetivos demasiado aislados permitirán sobreponerse al
política de los EEUU, tampoco son excesivamente fia- adversario mediante una reforma. Es decir, un ataque
bles, de puertas adentro, unas instituciones que no per- local no tendría sentido ni legitimidad si no va dirigido
miten expresarse claramente a los políticos estadouni- contra el eslabón más débil de la cadena que, al saltar,
denses contrarios a la línea imperialista y al insuficien- actuará sobre el todo. La insuficiencia de esta crítica de
te gasto social, ante el temor de ser calificados de anti- la extrema izquierda se deriva, para Foucault, del des-
patriotas y de un consiguiente fracaso electoral. conocimiento de las estrategias de las luchas políticas.
Sea como sea, el problema crucial para Rorty es Es más, al abordar directamente el problema de la
que, en palabras del propio Deleuze, las propuestas de revolución, Foucault se pregunta si ésta es deseable; si,
Foucault estarían más de acuerdo con acciones revolu- en términos de Bernard Henry-Levy, es deseable algo
cionarias que con acciones reformistas. La condición más que el “simple deber ético de luchar, aquí y ahora,
para tales acciones es “que sean radicales, sin compro- junto a los locos y los prisioneros, los oprimidos y los
misos ni reformismos, sin tentativas para modelar el miserables”. Confiesa que no tiene respuesta, pero que
mismo poder consiguiendo como máximo un cambio es necesario plantear esta pregunta y “explorar esa te-
de titular”22. No en vano, según Foucault, el humanis- rrible madriguera en donde puede acabar la políti-
mo pretende cambiar la ideología sin tocar las institu- ca”25. Incluso llegó a ofrecer “su apoyo público y espec-
ciones; el reformismo pretende cambiar la institución tacular al nuevo gobierno [el socialista de Mitterrand]
conservando la ideología; mientras que la acción revo- en una entrevista que se publica en Libération”26.
lucionaria pretende alterar ambas mediante las denun- Aunque las relaciones con los socialistas se deteriora-
cias al poder. No obstante, históricamente se constata ron rápidamente, llegó a redactar, en colaboración con
que sólo cuando los obreros se asocian existe una posi- el ministerio, un listado de problemas sobre un deter-
bilidad de subversión. Y mientras que los sindicatos no minado número de campos –cultura, educación, inves-
alcanzaron personalidad jurídica, el poder intentaba tigación-, aportando soluciones y propuestas de actua-
boicotearlos sistemáticamente. Si las propias institu- ción. De hecho, Eribon se pregunta: “¿Quién puede
ciones cambian (y quizá a mejor) debido a elementos decir, hoy en día, que Foucault no podría presidir una
como las asociaciones sindicales, que en su origen fue- comisión de reforma del Código Penal?”.
ron calificadas de revolucionarias, y no precisamente El propio Rorty resulta bastante ambiguo respecto
de “reformistas” ¿quién dudaría actualmente del papel al problema de la revolución cuando afirma en
integrado, incluso anquilosado, de los sindicatos? Lo Contingencia, ironía y solidaridad –a propósito de su
que en un principio pudo ser considerado como revolu- consideración de la moralidad como un “artefacto hu-
cionario por los sectores más conservadores de la socie- mano contingente”, producto del tiempo y del azar, en
página 114
dad puede llegar a integrarse perfectamente en ésta e vez de una parte integrante de la naturaleza humana-
incluso formar parte de las propias instituciones. que los héroes de la sociedad liberal no son los científi-
El propio Foucault llega a considerar injusta la acti- cos ni los filósofos, sino el poeta vigoroso y el revolucio-
tud que había suscrito durante largo tiempo, consisten- nario utópico. Además, no considera que estos últimos
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22.- Michel Foucault, “Los intelectuales y el poder”, en Microfísica del poder, pág. 86.
23.- Michel Foucault, “Encierro, psiquiatría y prisión”, en Un diálogo sobre el poder, pág. 126.
24.- Michel Foucault, “Poderes y estrategias”, en Microfísica del poder, pág. 171.
25.- Michel Foucault, “No al sexo rey”, en Un diálogo sobre el poder, pág. 161.
26.- Didier Eribon, Michel Foucault, pág. 366.
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las distintas rupturas históricas la conclusión de su cre-
encia en una naturaleza profunda del ser humano. Más
difícil aún es hacerlo considerando las pruebas que
Rorty aporta. En primer lugar, Foucault no habla del
“lenguaje” del oprimido como un saber universal repri-
mido por la cultura burguesa, sino de distintos lengua-
jes particulares –del preso, del demente, de determina-
das minorías- que en ningún momento dejan de ser
productos culturales y coyunturales. En segundo lugar,
Foucault no pretende hablar “por” el insano y el preso:
son los que actúan y luchan los que deben hablar por sí
mismos y dejar de ser representados por el intelectual
“universal”. En este sentido debe hablarse de sacar a la
luz “conocimientos sojuzgados”; se trata de una estrate-
gia política consistente en devolver la palabra a los más
desfavorecidos del sistema mediante un proceso con-
tingente, no de una reminiscencia platónica.
personajes sean alienados que protesten “en nombre de Por último, en justicia, habría que ser muy ingenuo
la humanidad contra las restricciones sociales arbitra- o muy malintencionado para asociar el aspecto “revolu-
rias e inhumanas”; sino que más bien protestan “en cionario” de las propuestas de Foucault a una definición
nombre de la sociedad misma en contra de aquellos sociológica de revolución como un “proceso social de
aspectos de la sociedad que no son fieles a la imagen mudanza intensa y rápida que arranca de una insurrec-
que la sociedad tiene de sí misma”27. Rorty concede ción armada inicial y produce transformaciones sustan-
que estas afirmaciones tienden a invalidar la diferencia ciales en la estructura y la cultura de la sociedad”, o con
entre el revolucionario y el reformador, e incluso que en conflictos violentos y sangrientos. ¿No se trataría más
una sociedad idealmente liberal, semejante diferencia bien, en última instancia, de un incremento de la demo-
desaparece. cracia de base, al invitar a hablar a los afectados de
Por una parte, Rorty elogia la función del revolucio- diversos abusos e injusticias? Quizá una consecuencia
nario utópico en el desarrollo de las sociedades libera- indeseada para el propio Foucault sea que sus análisis y
les, para pasar a minimizar su papel cuando tiende a críticas, al no dirigirse directamente contra el Estado,
suprimir la diferencia entre el revolucionario y el refor- sean asimilables a cierto reformismo, aunque “radical”.
mador. Es cierto, como se ha mencionado anterior- No en vano Taylor y Habermas piensan que Foucault
mente, que la historia convierte en simples reformas amplía y perfecciona la descripción de la Escuela de
aquello que en su origen fue considerado como radical Francfort sobre las estructuras de poder y dominación.
y revolucionario. Rorty llega a decir que Foucault no Precisamente, esta es la visión que de los análisis del
apreciaría la sugerencia de que su obra pueda ser asimi- poder de Foucault tiene Lipovetsky: un detallado y útil
lada por una cultura política liberal y reformista. Y pien- análisis histórico del poder de las instituciones en la
sa que un posible motivo de la desconfianza de Fou- época democrática-autoritaria-disciplinaria, que ha
cault hacia la cultura liberal reformista es su creencia, perdido quizá parte de su vigencia cuando las socieda-
pese a su acuerdo con Margaret Mead, Habermas y des actuales han entrado en una nueva fase y los con-
Sellars acerca de que el sujeto humano es producto de troles se han reciclado y “humanizado”.
la cultura, en que existe algo profundo en el ser huma-
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Toda forma de expresión implica un tráfico reflexivo esos dos mundos a partir de sus formas de expresión
continuo con aquello que expresa y que a su vez la ex- más propias, intentando demostrar la siguiente tesis:
presa. Es decir, expresar es siempre consecuencia de un que el Cine (-de Terror) es la más trágica de las formas
determinado estado de cosas, pero también la causa trágicas del S. XX. Las consecuencias de esto, las abri-
que lo determina. mos a la reflexión.
En el caso de una sociedad, esto no es menos cierto.
La forma trágica, propia del mundo griego de los siglos Quem Deus perdere vult,
VI-V a.C., era por un lado la forma de expresión de dementat prius.
dicha sociedad; de sus miedos y sus ilusiones, de sus
miserias y sus ganancias. Pero por el otro, además, esa Occidente es Grecia. Tiene de ella mucho más que lo
forma de expresión era la manera en la que dicha socie- que podamos creer. No es sólo su racionalidad, su alfa-
dad, al expresarse tal y como era, se configuraba a sí beto o su democracia. Es, más allá de todo eso, la con-
misma. La forma de expresión es un reflejo de aquel figuración trágica del mundo. Nosotros, ciudadanos de
que la profiere; pero más allá, el reflejante se torna pro- occidente, a siglo XXI seguimos hechos con la carne del
ducto de su propio reflejo. En la forma que una socie- pathos situado entre el cielo y la tierra. Con el aliento de
dad tiene de expresarse a sí misma hay siempre un aquel que, por destino, levanta su voz contra él. Des-
carácter social implícito y una práctica social determi- cubrir la tragedia, entender su secreto, es por tanto des-
nada. Descubrirlo nos puede decir entonces sobre esa cubrirnos a nosotros mismos. Confesar su destino, es
sociedad mucho más de lo que en un primer nivel ella confesar el nuestro propio.
misma crea expresar. ¿Qué fue de la Tragedia en el Siglo XX? No sólo Só-
El Cine ha sido para occidente la forma de expresión focles, Esquilo o Eurípides fueron autores trágicos. La
por antonomasia a lo largo de la mayor parte del pasa- forma trágica sobrevive al colapso de la civilización he-
do siglo XX. La Tragedia, la forma de expresión del lénica, su aliento recorre la historia de occidente: Wi-
mundo antiguo. Entre esos dos mundos median más lliam Shakespeare, Christopher Marlowe, Calderón de
de dos mil años. Y, sin embargo, están más cerca de lo la Barca… La configuración trágica del mundo acompa-
que parece. Este artículo intenta trazar un puente entre ña el alma de occidente a lo largo de los siglos. Su fan-
tasma se transforma en Opera. Y al final, explota en
guerra… Pero después… ¿qué pasó? ¿Dónde quedó la
Tragedia? Entender esta cuestión es fundamental si
queremos entendernos como sociedad o cuerpo políti-
co. Si bien explicar los límites de la configuración trági-
ca es algo que en principio excedería los límites de este
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La Tragedia
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la imitación de una acción seria y completa, de cierta
extensión, con un lenguaje sazonado, empleado separa-
damente: cada tipo de sazonamiento en sus distintas
partes, de personajes que actúan y no a lo largo de un
relato.1
la que ni siquiera se puede decir que sea responsable un desahogo, una expulsión colectiva y compartida de
(error trágico o hamartía). Por decirlo con otras pala- nuestros malestares personales.
2.- Ibid.
3.- Por razones de unidad discursiva, ampliaremos la definición de estos conceptos en otro apartado.
4.- Presentar a un protagonista moralmente exquisito o extremamente reprobable no provocaría en el paso de la desgracia a la felicidad otra
cosa que incredulidad o regocijo respectivamente
5.- De ahí que, para el Romanticismo, si la ética es la ciencia de la felicidad mediante la virtud, la “justicia trágica” signifique la muerte de la ética.
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Pero, añadimos: ¿no es en el fondo el cine el espejo Como consecuencia no hay un desenlace claro, sino que
de nuestros miedos y nuestros deseos (a cada década la historia misma se torna una situación insostenible de
los suyos), constituyendo héroes con los que tendemos la que no hay salida posible, una pesadilla sin desper-
a identificarnos, y creando universos colectivos de dis- tar. En el cine de Terror, como en la Tragedia Griega, el
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6.- ¿Es una casualidad que la primera película del cine moderno sea “El Nacimiento de una Nación” (D.W. Griffith, 1915)?
7.- En este apartado nos referiremos sobre todo a las obras maestras del género, y no a otros productos cuyo único fin es el del entretenimien-
to a base del susto rápido con sabor a palomitas.
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personaje se encuentra al borde del abismo (si no acaso
encima de él) en una situación en la que se enfrenta a su
propia oscuridad, a su propia esencia originaria. De ese
enfrentamiento con las fuerzas irracionales del destino
surge la locura que gobierna.
Si hay algo que por esencia caracteriza a una pelícu-
la de terror, es, como la tragedia, ser un mercado de
emociones, construido a partir de dos elementos prin-
cipales: el miedo o terror (phobos) y la compasión
(eleos). Cuando hablamos de miedo, nos referimos a un
miedo irracional, entendiendo como tal tanto el terror
como la angustia8. El miedo creado en una película de
terror “auténtica” es un miedo envolvente, enraizado en
los miedos más fundamentales del ser humano: el
miedo a lo desconocido, el miedo a las posibilidades. El
miedo, impalpable estado de ánimo en el que uno se
encuentra cuando todos los sentidos están puestos en
suspensión (en suspense) es, como diría Sartre “la cap-
tación reflexiva de la libertad por ella misma”. No es sufrir en soledad el ámbito de sus posibilidades. El uni-
sólo que a través del miedo el hombre se enfrente con la verso onírico de amenaza y desesperación creado a par-
muerte (como dice Heidegger, la más fundamental y tir de ahí es el universo cerrado de las limitadas indeter-
extrema de todas las posibilidades) sino que a través de minaciones humanas, del ámbito de sus posibilidades.
él el hombre se enfrenta a su condición de ser “posibili- El miedo al poder-ser es la lucha interna de todo perso-
dad misma”, a su condición de ser-libre. En el ambien- naje trágico; y por ser algo que nos alcanza a todos, no
te agobiante, claustrofóbico, de un espacio cerrado tal y existe nada que levante más compasión o piedad, y que
como el que dibuja el cine de Terror, el protagonista se por tanto, nos una más a él.
encuentra a sí mismo como ser-en-situación, como ser
arrojado (geworfen) a un conjunto de posibilidades no Tragedia y Oscuridad
elegidas que le definen pero que le son desconocidas.
En el oscuro rincón del desván, o al doblar la esquina de Con todo, esa oscuridad de la que hablamos es algo más
aquel pasillo desconocido, le espera al protagonista un que un elemento del relato. En la configuración general
ámbito de ser que le pertenece por derecho propio pero del Cine como espectáculo se produce un desarrollo
al que sin embargo es ajeno. Superada la “nausea”, la formal en los niveles de luminosidad que lo separa en
decisión de enfrentarse a ese ámbito es el enfrenta- mayor o menor medida del resto de sus antecesores (el
miento a su propia condición de ser-libre. El miedo teatro o la opera), pero que, precisamente por ello, lo
infundido en una película de terror es el miedo a la identifica con ellos y acaba por relacionarlos. La oscuri-
libertad como tal. La oscuridad mórbida e infecta de la dad es entendida así no ya de un modo meramente
que se alimenta una película de terror, aquella por la argumental (la oscuridad como expresión existencial es
que los sentidos están en suspense, es la posibilidad ciertamente parte esencial del relato trágico), sino que,
(infinita) de lo desconocido. En último término, la posi- más allá, es parte formal indispensable de todo relato
bilidad de la muerte es la expresión de esta oscuridad, trágico que quiera llevar a término la expugnación de
entendida así aquella como la posibilidad por excelen- las pasiones que Aristóteles mencionaba. ¿Por qué
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cia, como la posibilidad límite, como el límite o la con- decimos esto? La oscuridad física de la sala del cine es
dición de posibilidad del resto de las posibilidades. No elemento constituyente de la forma trágica, ya que sólo
en vano, como decía Heidegger, somos un ser-para-la- de esa manera, envuelto el espectador en la oscuridad
muerte (Sein zum Tod). La tragedia es el siniestro rela- de la sala, puede realizarse el acto de identificación
to donde el hombre se comprende como morituri, entre protagonista y espectador. Este imperativo, que
como ser abocado a la muerte, condenado a vivir y a ya empezaba a vislumbrarse en la época dorada del
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8.- Que no el susto fácil. El susto es un despertar, y nos lleva a otro apartado.
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servadora”, condición de posibilidad para la perpetua- el hombre desconozca las leyes que rigen su vida; se
ción del sistema que la expresa. Cabe decir entonces trata en realidad de que desconoce que desconoce las
que en nuestro tiempo no sólo no ha desaparecido, sino leyes que rigen su vida, representándose, por un lado,
que más bien se ha instalado y perfeccionado hasta su que lo que ve es lo que es, y por el otro, que ha sido
grado más supremo. siempre y siempre lo será. Y lo que es más importante:
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9.- ¿Qué si no son, por ejemplo, las Ouverturas de películas como “Lawrence de Arabia” (D. Lean, 1962), “Doctor Zhivago” (D. Lean, 1965),
“Lo que el viento se llevó” (V. Fleming, 1939)… sino formas iniciáticas de envolvimiento en la pasión del relato?
10.- Nos referimos a las nuevas condiciones de sonido envolvente (Dolby Sourround). Este fenómeno se ha extendido también al hogar, donde los
nuevos sistemas de proyección “Home cinema” (el cine en casa) individualizan hasta el extremo el acto de expectación de lo trágico.
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a través de la catarsis social producida a la salida de la sal proferido por otros sino una determinación de la
unión entre tribuna y representación, se olvida y/o se praxis. El esfuerzo de Brecht se centra en lograr un tea-
rechaza la posibilidad de cambiar las relaciones sociales tro capaz de ofrecer una imagen practicable del mundo,
defectuosas, puesto que el descontento por ellas produ- con vistas a transformarlo. Ello requiere la adopción de
cido lo sosegará la próxima representación. En la forma una actitud crítica frente a él y frente a las representa-
trágica, el enfrentamiento del hombre con los dioses, ciones que tenemos de él, y es directamente incompati-
que en definitiva no es otra cosa que el enfrentamiento ble con un teatro de la identificación, ya que cuanto más
del hombre con el kosmos o el orden de las cosas, tiene intensa sea la participación emocional del público en la
el sentido de pérdida para el hombre, de renuncia, de representación, menos posibilidades tenemos de
aceptación de dicho orden. Porque no hay más. sumergirnos en la práctica social más allá de la sala del
Cualquier posibilidad de cambio queda asimilada den- teatro. La nueva obra de arte ha de ser un arma para
tro del orden social establecido. transformar el mundo, y ya no más un arma para legi-
Ante esa situación, se hace necesaria una nueva timarlo.
forma de representar capaz de hacer que en la batalla Si cuanto más se logre que el público comparta la
entre hombre y cosmos no suponga por esencia la pér- vivencia (se identifique con ella) menos posibilidades se
dida para el hombre. Bertold Brecht (1898-1956) será el le ofrecen para comprender el orden social en el que se
primero en formularlo explícitamente con el nombre de haya inmerso, entonces el espectador ha de compren-
Teatro Épico, en oposición a la forma aristotélica que él der de alguna manera que el teatro es mera mediación
designa como dramática11. El Teatro Épico habrá de entre una verdad por construir y un sujeto que la cons-
ser así un teatro histórico (en el sentido en que no pre- truye; que el teatro ya no es la vida, sino que tan solo se
tende universalizar relaciones políticas que no son uni- limita a representarla. Para salir del sueño de la identi-
versales), didáctico (en el sentido en que pretende ense- ficación, Brecht recurre al conocido Verfremdung-
ñar cuál es la naturaleza de esas relaciones), y dialécti- seffekt (efecto de distanciamiento o extrañamiento),
co-materialista (en el sentido en que instaura una mediante el cual, a través de ciertas técnicas formales y
nueva instancia, el espectador, como sujeto de cambio argumentales, el espectador ha de poder despertar.
político). Brecht trabajó prácticamente durante toda su Una determinada pero intencionada mala actuación;
vida, no sin dudas o modificaciones, en un teatro de esa un determinado efecto de luz o de sonido; una apela-
naturaleza. Fue en su ensayo “Kleines Organon für das ción directa al auditorio; una forma en general de rup-
Theater” (1948) cuando le dio por fin una forma más o tura de la unidad del relato pueden ser la manera con la
menos definitiva12. que el Teatro Épico opera su distanciación, consiguien-
Por presentarlo de alguna manera, el Teatro Épico do así del espectador que salga de su alienación
es un nuevo tipo de teatro en el que la praxis del espec- (Entfremdung) para encontrarse cara a cara con la ver-
tador juega un papel determinante. Mientras que en el dad. El nuevo arte ya no puede ser una forma de abs-
teatro clásico la expectación se refiere exclusivamente a tracción del mundo real, sino el medio de transporte
la observación de la acción que tiene lugar sobre el esce- hacia él13.
nario, en el Teatro Épico la acción queda directamente El Teatro Épico rompe con los cánones de la forma
determinada por la expectación. Brecht, de posición trágica, por cuanto impide, en palabras del propio
marxista, pone así en juego un teatro materialista Brecht, “la propensión del espectador a identificarse y a
donde la verdad no es un discurso indiscutible y univer- abandonarse al espectáculo”. En el Teatro Épico, miedo
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11.- En un sentido estricto, “épico” es un término utilizado por Aristóteles para designar una forma de la narrativa que no está sujeta al tiem-
po, en tanto la tragedia estaría constreñida por las unidades de tiempo y lugar.
12.- El título Kleines Organon für das Theater (Pequeño Órgano para el Teatro) está inspirado en la obra de Francis Bacon Novum Organum,
uno de los principales representantes del antiaristotelismo en la modernidad.
13.- Las formas del Teatro Épico no se han limitado a la dramaturgia. Por la misma razón que el Teatro abrió la puerta del “Teatro Épico”, el
Cine (especialmente en los años 60-70, donde la conciencia de clase todavía estaba despierta) ideó también sus propias formas de distan-
ciación y de ruptura de la identidad. En la nouvelle Vague francesa, por ejemplo, Godard produce el deseado Verfremdungseffekt a tra-
vés de jump cuts o a través de fallos en la sincronización entre sonido o imagen. En Alemania, R. W. Fassbinder utiliza sus propias mane-
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ras de provocar la alienación, cuando por ejemplo en “Katzelmacher” (1969) utiliza planos largos sobre un fondo negro para un diálogo
sencillo. En Suecia, tenemos el ejemplo de Ingmar Bergman, cuando en “Persona” (1966) introduce trozos de celuloide entre escenas. En
los años 90, el cine ha seguido experimentando con sus propias formas de extrañamiento. Un ejemplo significativo es Lars von Triers y su
“cine dogma”; a su manera, también el cine de David Lynch a través de la ruptura de la unidad del relato y de las leyes de causalidad de la
acción. Por otro lado, y volviendo al teatro, decir que no sólo Brecht ha intentado poner en práctica el “Teatro Épico”. Ahí tenemos, entre
otros muchos ejemplos, a T.S. Elliot, o al “Teatro del Absurdo” (Becket, Ionesco…).
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dual. El nuevo “Yo”, será un Yo eternamente recons- podamos sin avergonzarnos disfrutar del derecho a
truido, abierto. vivirlo de forma trágica.
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INTER(W)EXPRESSS...
Inter(w)expresss...
[nueve (9) respuestas rápidas para nueve (9) preguntas claves]
Cuestionario de la redacción
Miguel Morata
[librero*]
1. ¿Qué probabilidades reales tiene hoy una no deja que veamos las particularidades de cada uno de
librería concebida como tú la concibes, más los árboles. Hoy, el libro debe ayudarnos a desentrañar
que como un espacio mercantil, como un espa- la complejidad del momento que vivimos, ponernos
cio de encuentro, de lectura y reflexión crítica, frente al espejo. Aunque entiendo que haya quien busca
no sólo de sobrevivir, a largo o medio plazo; simplemente rellenar sus momentos de ocio y para
sino de cumplir con cierta eficiencia práctica su ellos la escritura tiene otra finalidad.
función?
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Inter(w)expresss...
5. ¿Has conocido algún caso en que un libro de Depende de quién tenga enfrente, pero siempre trato
éxito contradijese la lógica comercial, de un de ser tendencioso y recomendar aquellos autores que
modo u otro? son mis preferidos, Belén Gopegui, Jose Luis
Sampedro, Galeano, o Mankell, trato de incitarles a lec-
Sí, aunque es cierto que el mercado trata de imponer las turas menos fáciles, más comprometidas, y unas veces
modas y casi siempre lo consigue, la concentración edi- lo consigo, y otras no.
torial en torno a grandes grupos unifica el discurso;
ahora, novela histórica, mañana fantástica, luego
romántica, pero deja fisuras, y surgen decenas de
pequeñas editoriales, y autores que publican sus traba-
jos en esos reducidos espacios, que sumados inciden
positivamente en el lector. A nadie se le escapa la inte-
resante labor de espacios como Youkali.
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Más allá de la condena...
MÁS ALLÁ DE LA CONDENA DE LUIS GARCÍA MONTERO
Nota de la redacción
Con respecto a los hechos iniciales, aquellos que motivaron, primero, la querella de José Antonio
Fortes, y el posterior enjuiciamiento de Luis García Montero, la Redacción de la revista Youkali dejó
bien clara su posición en el número 2, de noviembre de 2006, que puede ser fácilmente consultado.
Ahora, con respecto a la cadena de acontecimientos que se han sucedido, a lo largo de estos dos años,
y especialmente de estos seis meses últimos, antes y después de conocerse la sentencia firme conde-
natoria del señor García Montero, nuestra revista sugiere a todos los que deseen hacerse una idea del
caso y de las posiciones que mantenemos en este lamentable asunto la consulta de los siguientes
artículos y documentos accesibles a través de la Red.
www.rebelion.org/noticia.php?id=75355
Luis García Montero y José Antonio Fortes: información contra manipulación (o el
insulto justificado); de Matías Escalera Cordero
www.rebelion.org/noticia.php?id=75983
Acerca del enfrentamiento entre José Antonio Fortes y Luis García Montero. Pensar
la literatura; del Colectivo de alumnos de la Universidad de Granada
www.rebelion.org/noticia.php?id=76086
Fortes-García Montero: los hechos son los siguientes; de Santiago Alba, Pascual
Serrano, Constantino Bértolo, Belén Gopegui, César de Vicente e Ignacio Echevarría
www.larepublica.es/spip.php?article13448
El suicidio de Sócrates; de David Becerra Mayor
http://www.larepublica.es/spip.php?article13744
Hace falta estar ciego: acerca del manifiesto “A favor de García Montero”, de Juan
Antonio Hernández García
http://diario.elmercurio.com/2008/12/07/al_revista_de_libros/critica/noticias/82F2
B9CD-2F57-4474-B7F6-DE85193C513E.htm?id=%7B82F2B9CD-2F57-4474-B7F6-
DE85193C513E%7D
La columna de Ignacio Echevarría, Cultura española, en El Mercurio de Chile
http://www.ideal.es/granada/20081207/local/granada/garcia-montero-solo-enfrenta-
página 125
do-200812071244.html
Entrevista a José Antonio Fortes en el Ideal de Granada, por Victoria Fernández.
Finalmente, reproducimos de modo íntegro, por su interés, y valor informativo, en este caso, la entre-
vista aparecida el día 13 de diciembre, en la edición de Andalucía del diario El Mundo, por Manuel
María Becerro.
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Más allá de la condena...
Tras ganar hace un mes el juicio en el que acusaba de injurias al poeta Luis García
Montero, el profesor José Antonio Fortes (Vélez-Málaga, 1949) optó por guardar
silencio hasta que la sentencia fuera firme. Ahora explica los motivos por los que llevó
a juicio a su compañero en la Universidad de Granada, con la conciencia tranquila y
la seguridad que da el contar con la Justicia de su lado.
P. ¿Se siente resarcido tras la condena a sidad! Vamos… Pero claro: todo está hecho de cara
García Montero? a la galería y a la prensa.
R. Mucho. No sólo por la sentencia. También se P. Con el paso del tiempo, ¿no cree que el
han puesto al descubierto las posturas engañosas ámbito penal no era quizá el más indicado
que sólo son aparentemente de izquierdas. para solventar una cuestión de esta índole?
Además, alrededor de mis razones se ha movido un
buen número de intelectuales, de modo que ya son R. En un sistema democrático como éste, aunque
nuestras razones. Yo nunca estuve solo. Un comu- mi pensamiento sea contrario al sistema, a la
nista nunca está solo. monarquía o al capitalismo, yo pago mis impues-
tos para las duras y las maduras. Y si se me permi-
P. Pero admitirá que la sentencia es sorpre- te ir a una instancia judicial, voy a ella porque, en
siva y que difumina los límites de la libertad este caso, no tenía más terreno de defensa para
de expresión. impedir las injurias. Me he visto obligado a ir a los
tribunales porque el señor García Montero fue
R. En absoluto. La sorpresa puede llevársela quien quien sacó las cosas al ámbito de lo público. Las
confunde los hechos enjuiciados con la ceremonia sacó a un terreno que él dominaba: el de las armas
de falseamientos levantada en torno a mi trabajo de destrucción masiva de Prisa. Y a partir de ahí,
intelectual. Le aseguro que la sentencia está muy hala, a aniquilar y a destruir, como si yo fuese un
bien escrita para como está el lenguaje jurídico, y fundamentalista.
muy bien fundamentada. Diferencia claramente la
libertad de expresión del insulto, y lo condena co- P. ¿Qué le parece la ola de solidaridad des-
mo el delito que es y que fue. atada a favor de García Montero tras la sen-
página 126
tencia?
P. Hay versos del Siglo de Oro más duros
que el artículo que publicó en El País R. Un circo. Trastocan todo, incluso hasta conver-
García Montero… tir la universidad en un cortijo a su antojo.
Además, están los abajo firmantes de un manifies-
R. En el siglo XVIII había otras normas de compor- to no ‘a favor de’ sino ‘en contra de’, firmantes que
tamiento colectivo. Pero le aseguro que la patologi- muchos no saben qué firmaban. Un supuesto
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zación y la depuración que me pedían en ese artí- manifiesto que, en la tradición contrarrevoluciona-
culo no se reclamaba en el Siglo de Oro. Es que me ria del XIX, no sólo patologiza, sino que criminali-
patologiza. No bebo alcohol y dice que tengo deli- za al contrario.
rium tremens. ¡Y pedía mi expulsión de la Univer-
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P. Hasta el presidente de la Junta
se ha solidarizado con su compañe-
ro de departamento. Y eso que él
también recurrió a los tribunales
por unas injurias de este diario
desestimadas ya en primera instan-
cia.
R. Decir que alguien incita al suicidio de otra per- P. ¿Usted vincula la obra de Lorca o Ayala al
sona es un delito muy grave. Y si fuera así, él, que fascismo?
tan dado es a ir a los juzgados aunque cínicamente
diga que no va nunca, tendría que haberme denun- R. Si reduces las cuestiones a lo personal, no hay
ciado. Lo que yo manifiesto son hechos objetivos e nada de qué hablar. Si las cuestiones son los textos
históricos, no personales, y cualquiera puede com- escritos y publicados, ahí es donde hay que hablar.
probarlos. ¿En qué lugar aparece la poesía de Y en estos lugares intelectuales, para responder a
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Javier Egea desde mediados de los 80? ¿Es que no la cuestión, habría que irse a la situación histórica,
escribía, no existía? ¡Vamos, hombre...! Y, sin a los años de la dictadura de Primo de Rivera y de
embargo, la poesía oficial sí está por todas partes: la República, y comprobar lo que pensaban los
en antologías, recitales, revistas... intelectuales españoles de los años 20 y 30 acerca
de la obra de Lorca. ¡Hacían unas afirmaciones que
P. ¿Mantiene entonces que ese vacío oficia- se han borrado por completo! Yo lo que hago con
lista fue determinante en el desenlace fatal Lorca es situarlo en su tiempo histórico y en sus
relaciones de clase, y para empezar le aseguro que
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de Egea?
Gibson, cuya obra pasa por ser la summa lorquia-
R. Creo que habría que salir de nuevo de lo perso- na, falla más que las escopeticas de la feria, incluso
nal y ceñirnos a cuestiones históricas. En los 70 y en la datación de una reseña. Además, olvida coger
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noticias fundamentales que están al lado, en la cuanto afirme. No me dedico a la crítica literaria,
misma página de periódico de esa reseña equivoca- sino a la investigación de la literatura. Y a este res-
da. Por otra parte, si pones en un lugar los trabajos pecto, la gran cuestión: la literatura fascista es algo
publicados por Lorca, las reseñas de sus libros o su muy complejo de definir. Hoy día el término fascis-
participación en revistas intelectuales de su tiem- ta va de mano en mano y ninguno se lo queda. Sirve
po, y en otro los trabajos e intervenciones intelec- de arma arrojadiza. A cualquiera lo tachan de fas-
tuales de Ayala, encuentras que no hay color, que cista sin saber lo que se dice. La definición histórica
Ayala gana con creces en su peso histórico social. Y del fascismo español es muy compleja. De entrada,
si salimos del círculo de élites dirigentes, entonces no tiene teoría en sentido estricto. Tiene práctica.
ya es abismal la diferencia. Lorca sólo alcanza no- Además, nadie lee hoy día ni fascismo político ni
toriedad social, fuera de su círculo de clase, desgra- literario. Yo sí me he tenido que empapar de discur-
ciadamente después de su asesinato político. Y ello sos fascistas de los años 20, 30 y 40. Y para empe-
igualmente por cuestiones políticas, de propagan- zar, por ejemplo, no hay ningún escrito fascista que
da de guerra. No olvidemos que el Ministerio de ataque a La Barraca. Y las supuestas críticas de la
Instrucción Pública estaba dirigido por los estali- derecha que censuraban Yerma: ¿alguien las ha leí-
nistas. do enteras, no troceadas? Menos afirmaciones gra-
tuitas y más investigación y debate.
P. ¿Se considera un incomprendido en
estos tiempos de recuperación de la memo- P. Si fuera familiar de Sor Maravillas, ¿de-
ria histórica? nunciaría a Almudena Grandes?
R. No, no, no. Sé que soy un intelectual incómodo. R. Claro. Además: ¡qué desprecio hacia el proleta-
Ser cómodo y de izquierdas es contradictorio. El riado y los milicianos! ¡Qué artero convertirlos en
pensamiento siempre es crítico. Por eso somos una horda de violadores! Eso demuestra una supi-
muchos los que estamos ya cansados del espectá- na falta de conocimiento y entendimiento históri-
culo de confundir al intelectual con una mercancía, co… ¿Quién, que sepa la historia, va a caer en eso?
o de ver cómo la obra de Lorca es una marca regis- Yo no digo que no hubiera facinerosos en el año 36,
trada que da muchos beneficios y consume mu- pero en principio el miliciano no lo era, por defini-
chos impuestos. Preguntémonos por qué tantos ción. ¡Mira que quitarle al miliciano su conciencia
millones para hacer una oficina de empleo en La de clase! Esos juicios hacen el juego contrarrevolu-
Romanilla. cionario.
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Voces del extremo: un encuentro que genera encuentros
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Las voces disidentes, si se encuentran, si se acompañan, pueden nutrirse mutuamente, crecer y formar
un fuerte árbol común; un puerto de antagonía. Así, se logra una sombra donde reposar, tomar fuerzas,
buscar referentes que expresen sentimientos, sensaciones, situaciones y contradicciones que permitan
continuar avanzando en el terreno físico, en la lucha cotidiana.
Los encuentros Voces del extremo llevan ya diez años sirviendo como punto de reunión (y de proyección)
de poetas disidentes actuales. De hecho, hasta la publicación de la histórica Once poetas críticos en la
poesía española reciente en 2007, las antologías que han ido acompañando cada una de las ediciones
han resultado ser el único medio para adquirir una perspectiva global de la poesía antagonista contem-
poránea española. Del mismo modo, han dado y dan a conocer las propuestas de muchos autores que
aún no han podido hacer públicos sus versos.
De este modo, Voces del extremo, que se celebra desde 1999 en Moguer, en Huelva, cubre distintas fun-
ciones. Por un lado, aglutina y vincula a poetas con un discurso y una estética disidente. Por otro, me-
diante los recitales que tienen lugar todos los días y a todas las horas de los encuentros, da voz a sus poe-
mas y permite al pueblo de Moguer, a los
mismos escritores participantes y aficionados
en general a escucharles de una manera ho-
nesta, alejada de toda pomposidad. Además,
une poesía y flamenco mediante los recitales
nocturnos que se celebran en la Peña del
Cante Jondo de Moguer. Finalmente, prolon-
ga su literatura y la perpetúa con la edición de
estas gruesas antologías.
destinar fondos para promover los encuentros en las fechas habituales, en julio, y finalmente tampoco
en diciembre, con lo que se suspendió la cita. Al año siguiente, y con los precedentes apuntados, sin ape-
nas apoyos, el coordinador e impulsor, el poeta Antonio Orihuela, considera que es sumamente impor-
tante asegurar la continuidad de los encuentros, y apuesta por una edición de mínimos. Se niega a la sus-
pensión, un año más, de Voces del Extremo y decide apostar por la autogestión.
Pide a poetas su asistencia pero sin poder cubrir sus gastos (hay que aclarar que en actos de este tipo se
llega a remunerar la participación generosamente, aunque la financiación de Voces otros años garantiza
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sólo desplazamiento y alojamiento). De este modo, asume en un principio que va a contar con un redu-
cido grupo de participantes; personas cercanas, geográficamente próximas, aunque hace un llamamien-
to general.
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Sin embargo, la voluntad y la determinación de quienes creen en estos encuentros, en su capacidad de
fomentar la literatura crítica, consiguió no sólo que la cita fuera posible, sino que resultase histórica.
Según explicó el propio coordinador, la respuesta fue tan apabullante y entusiasta (con personas prove-
nientes de todos los puntos de la Península, incluso de América, gente que hizo el esfuerzo de viajar para
poder asistir sólo un par de horas) que debió posponer para otro año la participación de otras personas,
que mostraron su interés en estar y apoyar Voces del extremo. Además, nuevamente pero con un enfo-
que más multidisciplinar que en otras convocatorias, superó el ámbito de la poesía escrita, y plantea-
mientos como el musical de La palabra y el tiempo o el dramático de Poliposeídas, aparte de las habi-
tuales sesiones de cante tuvieron cabida.
Así, de la treintena de poetas invitados habitualmente, límite marcado por el presupuesto, en esta edi-
ción se ha contado con casi setenta1, animados por la autogestión y por el cariz especialmente reivindi-
cativo de los mismos encuentros en sí. De hecho, el lema que ha ido acompañando cada edición2 ha sido
singularmente explícito esta vez: “Poesía y capitalismo”.
Durante cuatro días, del 9 al 12 de julio, Moguer se convirtió en epicentro de la lírica crítica, de ese movi-
miento que se está calificando como “poesía de la conciencia” o simplemente “poesía crítica”. Nueva-
mente, el intercambio de versos, pareceres, inquietudes e ideas hizo posible que los asistentes reflexio-
naran sobre su entorno, sobre su propio
papel en la sociedad y las formas de trans-
mitir una realidad en permanente crisis.
1.- Los participantes fueron: Eladio Orta, David Eloy Rodríguez, Begoña Abad, José Manuel Alfaro, Santiago Aguaded, Mada
página 135
Alderete, Juan Manuel Barrado, Juan Antonio Bermúdez, Manuel Blanco, Isabel Bono, Javier Callejo, Carmen Camacho,
José Manuel Camacho, Vicent Camps, Luis Felipe Comendador, Carmen Cordero, Antonio Crespo Massieu, Margarito
Cuéllar, Juan Francisco Delgado, Carlos Durá, Matías Escalera, Enrique Falcón, Pablo J. Fernández, Ferran Fernández,
David Franco Monthiel, Miguel Ángel García Argüez, Alberto García-Teresa, Antonio Gómez, José Mª Gómez Valero,
Santiago Gómez, Abel Hernández, Idoia Ikardo, Juan Carlos de Lara, Elisa Llorca, Pura López, Elvira Lozano, Daniel
Macías, Manuel Fernando Macías, José Miguel Mangas, Iván Mariscal, Antonio Martínez Ferrer, José Luis Mata, Eladio
Méndez, Marta Merino, Juan Antonio Mora, Ausiàs Navarro, Francisco José Nocete, Jocelyn Pantoja, Verónica Pedemonte,
Carmen Peralto, Francisco Peralto, Rafael Peralto, Omar Pimenta, Désirée Piñero, Balbina Prior, Antonio Ramírez Almanza,
Patricio Rascón, Francisco Manuel Reyes, Antonio Rodríguez, Diego Ropero-Regidor, María Ruiz Faro, Ramón Ruiz, Juan
Sánchez, Ana Patricia Santaella, Bernardo Santos, Mauricio Vidales, Fidel Villar y Uberto Stabile.
YOUKALI, 6
2.- “Las voces de la poesía al otro extremo de la centuria” en 1999, “Poesía y conciencia” en 2000, “Poesía y conflicto” en 2001,
“Poesía y utopía” en 2002, “Poesía y realidad” en 2003, “Poesía y canción” en 2004, “Poesía y ética” en 2005 y “Poesía y
vida” en 2006.
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Cuando se planteaba la dicotomía Documento versus Espíritu: esto es la dimensión colectiva e histórica
de la obra artística, enfrentada a la dimensión individual y personal de la misma, Piscator (en El teatro
político) consideraba que ni la Técnica ni el Documento, en sí, o por sí mismos, son objetivos dramáti-
cos “absolutos”, pero tampoco la Sentimentalidad espiritual del Yo (predominante en el arte burgués)
debe arrogarse una “posición autocrática”. Para Piscator, lo realmente determinante es la Función; todo
debe encaminarse a un fin (el suyo era un fin político: desentrañar las fuerzas y condiciones históricas
de nuestra época). De modo que, sin renunciar a los sentimientos, debemos alcanzar una representación
objetiva y “funcional” de la espiritualidad humana, que nos permita comprender más exactamente su
valor y verdadera significación; teniendo presente (y con qué facilidad lo olvidamos) que ese “Nosotros”
(como el “Ellos”) totalizador (lo categóricamente humano/la Humanidad) no existe ni jamás ha existi-
do, más allá de lo puramente biológico; y que toda poesía (arte) construida única o principalmente sobre
esos cimientos es una poesía (un arte) fallida en términos materiales e históricos concretos/reales.
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El silencio y el dolor de los “compañeros de trabajo”
El arte y la poesía crítica de nuestro tiempo tienen otro reto, aún más complejo que “decir algo acerca de
la realidad”, o la obligación de determinar su finalidad y su función; y es el de señalar el receptor o los
receptores potenciales de sus textos y discursos. ¿Para quién o quiénes escribimos y laboramos?; ¿quié-
nes son hoy nuestros “compañeros de trabajo”? Cuyo “silencio y sufrimiento” debemos “llevar con nos-
otros”, tal como Peter Weiss escribe en La estética de la resistencia.
Cuando los “sujetos históricos” revolucionarios han desaparecido; cuando el Capital se ha instalado en
nuestro interior (penetra y funda nuestras ideas y nuestros actos); cuando nosotros mismos somos los
agentes más insidiosos de su inmensa potencia, es cuando debemos preguntarnos, en qué se diferencian
nuestras jornadas –nuestras revistas–, nuestras lecturas y recitales, de unos juegos florales de la vieja
burguesía, o de cualquier encuentro, jornada –revista–, simposio o recital organizados por los “poetas
oficiales” del Reino o las autoridades competentes.
¿Creemos realmente [y esto sería desolador] en el carácter mágico de las palabras; en que por nombrar-
nos a nosotros mismos poetas críticos, comunistas, socialistas, anarquistas, o anticapitalistas, nos con-
vertimos realmente en poetas críticos, comunistas, socialistas, anarquistas o anticapitalistas? A escon-
dida de nuestros actos y actuaciones. Si así
fuese, nos convertiríamos en remedo es-
perpéntico y lastimoso de lo que combati-
mos y denunciamos.
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BERNARDO SANTOS
(De Con el paso cambiado)
(AUTO) BIOGRAFÍA
Uno
…
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LA ETIQUETA
Flor de caña
Amargura de una derrota injusta de la historia,
pudo más el imperio de las armas (o las armas del Imperio)
que la belleza de la alfabetización,
el grano básico a buen precio,
la red de mujeres más libres que ha conocido el tercer mundo,
el M1NSA y la teología de la liberación.
Continuamo a suonare
a lavorare in citá.
Extra Dry
Noches únicas en contactos puros,
estrellas insolventes,
lengua e inmensidad.
He olvidado que he vivido
y sin embargo olvido no es ahora una palabra
que juntar a tu nombre, Nicaragua.
Ma sott’acqua i pesci sanno dove andare
dove gli pare non dove vuoi tu
ed il cielo sta a guardare
ed il cielo e’sempre blu.
Imported
Humo del bombardeo de Puerto Corinto, ayer,
hoy horror de las maquilas, fin de semana de tiendas en Miami,
huracanes repetidos que extienden la miseria como el manto de la noche.
Da un’ainerica all’altra e’uno scherzo
ci vuole un secondo...
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BIOGRAFÍA EN COLLAGE
(III)
MIGUEL PASTRANA
(De Combatiente corazón. Inédito)
Con-latiente corazón
Combate, bate
mi corazón, ¿no oyes?,
cerca de ti.
Cargueros
Pero lo mueven
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que pasa inadvertido,
eppur si muove;
entre los arrecifes, como pecios
flotantes
que mareas llevaran
a su capricho.
RICARDO BÓRNEZ
(De El hombre unilateral. Inédito)
La ausencia.
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(Sanse, 4/12/07)
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XI
VERÓNICA PEDEMONTE
Steam Horses
Horses.
Los caballos que aún quedan salvajes relinchan.
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Horses.
Las aves de ciudad son grises
se posan sobre las luces de neón
cuando están apagadas,
se arrullan y buscan comida en el asfalto.
Nada que objetar desde el Foreing Office.
El latido de las estaciones es poderoso
el viento mueve las hojas de los árboles,
la primavera toma el pulso a los bobbys.
Horses.
Las arterias de las mujeres laten mientras enlatan,
el corazón de los obreros nota la vibración anómala.
Horses.
Las vacas prefieren las manos de los vaqueros,
pero ya está descubierta la vacuna.
Un, dos, tres, la Noria de Londres gira sola.
La Iglesia tiene cúpula.
Lanzan piedras desde el extrarradio.
Los obreros son de colores:
United Colors of Bienestar.
Me siento en Elizabeth´s Garden.
Doy un rodeo hasta Trafalgar Square.
Todo en orden.
¿Strawberry fields forever?
Living is easy with eyes closed.
¿Underground?
Nothing is real.
¿Picadilly Circus?
All right.
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FRANCIS VAZ
(De Antología Drink River)
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este es mi barrio el barrio de Caronte
soy una agencia de viajes a la muerte
placentera o cruel depende de si niquelas el tributo
mientras el que no ha nacido aún
observa aprende y espera rapiñar la barca
para asestarle el golpe y venderlo al amo
al honorable poli de refulgente placa
el que folla gratis cada vez que le apetece
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Hay siempre
un interés en hacerse amar
de los hombres
¿Y luego qué?
Conciencia,
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Ocurrir y pensar,
juran los hombres.
Y mirando al fenómeno:
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ALBERTO GARCÍA-TERESA
(inéditos)
El capitalismo
sólo entiende
de cifras.
Algún día,
esos pequeños puntitos
aglomerados que ves en el microscopio,
que afanosos almacenan, levantan, tiran, refuerzan
y corretean solitariamente vigorosos;
algún día,
se despojarán de su complejo de átomos,
sentirán manar la electricidad del prójimo,
desandarán esa altura, harán estallar las lentes
y, conscientes del bloque, desbordarán laboratorios.
Algún día.
Hoy mismo.
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LUCAS RODRÍGUEZ
(inéditos)
POLILLAS
TE VAN A FOLLAR
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Que no se vuelva a repetir.
Te van a poner de cara a la pared, levantarán
un muro entre tu vida y la de mentira,
te romperán tus juguetes favoritos,
van a andar sobre tu piso con las botas manchadas de barro,
te morderán las carnes lo suficiente
te molestarán lo suficiente, te rescindirán tu felicidad,
te hurgarán en el cajón, tocarán tu pantalla,
se acostarán con la persona a la que siempre quisiste en silencio,
te partirán el dos el silencio y los escucharás a medias,
te van a montar el teatro a tu medida, te aplaudirán
y no pagarán entrada ni apagarán sus móviles.
Te van a follar, éste es el mundo,
te endeudarán y comprarán a los hijos de tus hijos,
meterán la cuchara en tu postre y reirán cuando no deben,
te van a endurecer la retina, colocarán puntales
en tu corazón de adolescente
hasta que ya no quieras más.
si te dejas
(follar).
BRAGAS DE AMOR.
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MARA ROMERO
(De Identidad de vértigo)
Sueño laico
búsqueda
hilada a los desvelos
máscara
antesalaangustia
sinónimo de miedo
indevoción irreverente:
locura
Cuento minutos
celosos de la sombra mancha
seres que entrellevan mi paso
Siento la tierra muerta
silencio que sepulta la coherencia
Levanto la mirada
árido acertijo de lamentos
conclusión fractura
ahí en el centro
tarareando el miedo
minotauro espera
que distorsione la idea
y justifique mi oración
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Elementos de producción crítica
PATRICIO RASCÓN
(De Parte de paz)
ME LLAMO PATRICIO
tengo 39 años
he olvidado los lirismos delgados
los que evocan pájaros
verdores
agua
labios…
si acaso asoman
alguna vez
lo hacen revueltos entre
ayes de dolor autobiográfico
verano de 2001
…
MILAGROS EMPRESARIALES
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¿COMPAÑEROS?
VICENT CAMPS
YO NO LO VÍ
ni el alemán
que jura desconocer
la existencia de las SS
no quiero ser
criminal por omisión
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Elementos de producción crítica
elementos de producción crítica
vindicación y homenaje
Poetizar en las condiciones del presente es una práctica imposible y necesaria a la vez. «Impo-
sible» –en su sentido psicoanalítico- porque implica una brecha insalvable entre la búsqueda esté-
tica y aquello que finalmente se encuentra: paisajes de la desolación, extensión de una máquina
devastadora que arrasa cotidianamente cientos de miles de vidas, tanto en las formas más visibles
de la guerra o el genocidio, como en sus for-
mas menos perceptibles pero no menos rea-
les: la producción de un ejército de parados y
explotados, el saqueo silencioso de las mayo-
rías sociales y el abatimiento de minorías
(sexuales, raciales, étnicas, etarias, religio-
sas) en un sentido más o menos literal. En ese
contexto de industrialización de la muerte y
fabricación extendida de miseria, ¿cómo
seguir poetizando? O más radicalmente, ¿con
qué legitimidad seguir haciéndolo? Aún
cuando evitemos las trampas de una funda-
mentación a priori, considero que la renun-
cia a lo poético sería tanto peor: nos privaría
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1.- Desde luego, en dicho dispositivo crítico también participan otros discursos sociales, incluyendo cierta producción teórica de las
ciencias sociales y de la filosofía.
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«Necesaria», a su vez, en la medida misma en que esa práctica poética se auto-implique en la trans-
formación de las condiciones del presente que la hacen “imposible”. Sin embargo, esa necesidad segui-
rá siendo abstracta en la medida misma en que el discurso poético se refugie en castillos de marfil o
en posiciones individualistas que sustraen la creación estética de los procesos sociales que son su con-
dición de (im)posibilidad. Dicho de otro modo: la poesía no es “imposible” en el sentido de que no
pueda ser creada en el contexto actual, ni tampoco es “necesaria” en el sentido de que responda a algu-
na finalidad instrumental o trascendental. Antes bien, la conjugación de imposibilidad y necesidad
obedece a algo más concreto: toda escritura que responda a un proyecto estético crítico encontrará en
el presente algo incongruente que activa la añoranza de un porvenir distinto. Entre su deseo de cam-
biar el mundo y el hallazgo decepcionante de no hacerlo se alzará una distancia estructural que, obje-
tivamente, ninguna poética puede suprimir por sí sola. Con todo, tampoco renunciará a radicalizar sus
apuestas persiguiendo aquello que le es negado: activar un proceso de cambio histórico-social –pro-
ceso que, ciertamente, puede acompañar y apuntalar-.
Para decirlo de una vez: por más restringidas que sean sus posibilidades, esas apuestas son, desde
nuestro horizonte de sentido, políticamente necesarias. No se trata de proclamar derrotas intem-
porales (que conducen a argumentos de resignación) ni de proclamar necesidades trascendenta-
les (que ocultan la contingencia de nuestro deseo colectivo de subvertir un mundo social e histó-
rico marcado por la proliferación de injusticias). Antes bien, una vez más, se trata de inscribir los
discursos poéticos en campos político-culturales más vastos que participan en la producción y
transformación del presente.
Lo dicho, pues, vale para la poética de nuestro amigo Antonio Martínez. Constituye uno de sus
presupuestos fundamentales. En términos globales, la poética militante de Antonio Martínez es la
continuación de la lucha política por otros medios, sin por ello suprimir la diferencia específica
que marca una distancia con respecto a la inmediatez de aquella, por más borrosa que sea la fron-
tera en ciertos pasajes poéticos donde irrumpe la dificultad objetiva de elaborar el horror percibi-
do. Desde esta dimensión de análisis, incompleta y parcial por definición, es pertinente poner en
conexión, de forma sumaria, su producción poética con algunos fragmentos biográficos. Marcado
por la ausencia paterna temprana (su padre fue fusilado por miembros del régimen franquista),
toda la infancia de Antonio estará atravesada por esa pérdida, lanzada su familia a sobrevivir en
un tiempo de duelo (histórico y personal) y de importantes restricciones económicas. Y aunque
nos cuidemos de convertir toda poética en autobiográfica, no es difícil reconocer las huellas de esa
orfandad en poemarios donde la infancia retorna como experiencia sufriente. El caso de Corre,
corre niño de arena (dedicado a los niños de arena de Irak como metáfora de una infancia sin
infancia que no puede más que correr, procurando fugarse del crimen convertido en ley) es el más
evidente pero no el único. También irrumpe de forma solapada en El rumor del patio o El grito
del oasis (especialmente en la sección “Tiovivo”), por mencionar algunos ejemplos. Incluso en
Angustia el espectro de las víctimas se convierte en un manifiesto donde, entre otras figuras de la
desigualdad y violencia de género, irrumpe la infancia como desamparo antes que como refugio.
Por lo demás, lanzado desde temprano a la militancia partidaria y sindical, A. Martínez padeció
no sólo las experiencias de la clandestinidad y el exilio sino también la forzada fractura familiar,
página 154
la omnipresencia del miedo y la sombra del dolor de los suyos. A esas hebras habría todavía que
articular su labor como trabajador de las artes gráficas, espacio en el que pudo poner un rostro
material a aquella opresión que sus versos cuestionan. En ese sentido, la poesía de Antonio se
constituye como una segunda militancia, quizás nacida de un cierto desencanto partidario. Así lo
sugieren algunos versos de Cicatrices: “Mejor cerrar la boca/ y hablar hacia dentro”. Y por si que-
daran dudas, luego de aludir al “náufrago de la ilusión”, señala: “Detrás del patio/ encontré/ un
pensamiento de hojas otoñales/ con palabras húmedas/ archivando viejas historias”.
YOUKALI, 6
Sin embargo, la poética de Antonio no es declinación, sino invitación a rearmarse con las voces
dispersas. Por eso afirma un tiempo de rebelión contra un orden sacrificial, en el que cabe una
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protesta rabiosa ante unas efectivas estructuras de poder que además de sostener las desigualda-
des del presente, avanzan en un holocausto que es destrucción de los otros y aniquilación del pla-
neta. No se trata de una pura constatación. En El Grito del oasis, nos recuerda: “Acantilados de
hielo, están atados al vendaval”. El movimiento sacude la estasis de lo actual. Hasta lo gélido
puede ser revertido por el viento. Por eso su cuestionamiento no se conforma con mostrar el
espanto: lanza un desafío a la configuración clasista de la sociedad, en particular, a los amos del
mundo que, atrapados en su propio goce, desconocen radicalmente el sufrimiento generalizado
que provocan. En efecto: “El dolor es una multitud”.
II
¿Cómo pueden esos amos gobernar el mundo, pese a su inmensa destructividad? ¿Cómo es posi-
ble que el capitalismo mundializado, a pesar de encontrar algunas resistencias sociales significa-
tivas no encuentre un límite exterior,
un desafío radical que exceda las res-
puestas de desesperación, dichas en
un lenguaje de violencia? Antonio
Martínez hace algunos señalamientos
oportunos. El capitalismo como “siste-
ma-mundo” instala la idea –reforzada
en diversas prácticas sociales- de que
las democracias parlamentarias, con-
jugadas a las economías de libre mer-
cado, son incuestionables, esto es, el
mejor de los mundos posibles2. A ese
credo neoconservador, que presume
ser culminación de la historia, Antonio
Martínez toma como blanco –para dis-
parar con versos a tanta máquina indi-
ferente.
Fachada trasera Norte
Pero no habría hegemonía alguna si
dichos procesos fueran puramente ex-
ternos a los sujetos que los encarnan. Más que la tesis de una eterna «naturaleza humana», habría
que reafirmar las raíces históricas y sociales de las subjetividades que sostienen este sistema. Las
pistas de su constitución hay que buscarlas en un proceso de subjetivación que genera de forma
simultánea un consumismo esclavizante y conformista y, como contracara, una expansión de pri-
vaciones drásticas. El consumo desenfrenado e insostenible se convierte en verbo de acción (“To-
dos al fin/ con código de barras” ironiza en Esquirlas en el aliento) mientras la carencia se hace
inminencia de muerte. Y por si la lógica consensual fuera insuficiente, también están las “factorí-
as del terror” que se tejen por doquier, en la extensión de la lógica de la guerra como continuación
de la política por otros medios (y lo inverso, como advirtió M. Foucault también resulta válido: la
política como continuación de la guerra). Así pues, se articulan en la institución efectiva de la
página 155
sociedad la guerra imperial que arrasa todo lo que le pone freno, el «fascismo de mercado» -como
señaló hace décadas el economista Paul Samuelson- en su alianza con un estado policializado y
militarizado y la predominancia cultural de un sujeto voraz y predador que monta su bienestar
sobre las espaldas de los otros, sea bajo la forma de la explotación, sea bajo una relación de indi-
ferencia práctica ante el malestar ilimitado.
YOUKALI, 6
2.- De ahí los entusiastas anuncios de la inteligencia neoconservadora –tan repetidos desde los 60 como desmentidos en la práctica
histórica- del “fin de la historia” y del “fin de las ideologías”.
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En este contexto, escribir no es, primariamente, embellecer, aunque nada dispense de la ley de las
formas. Es búsqueda activa de una verdad que no preexiste a la escritura, que es producto de un
trabajo que no se conforma con reproducir el testimonio del daño sino que incita a explorar en la
posibilidad de otras realidades –que irradian, ahora sí, cierta belleza de lo utópico, de lo que apa-
rece como “imposible” y “necesario” a la vez-. Pero el futuro no es certeza sino incertidumbre:
“¿Nos vestirán/ con harapos de olvido?” –pregunta en Contraventanas. En otro poemario, nos
dice Antonio: “los náufragos gritan, pero las tablas salvadoras/ son huidizas”. Es esa utopía de una
morada distinta -una morada en donde la comunidad humana no esté fracturada por un “horizon-
te de alambradas”- lo que subyace a esta elaboración, aunque toda promesa de reconciliación sea,
más que una solución, el nombre de una problemática política. No sugiero con ello que la poética
de Antonio Martínez sea utópica. Tantea por momentos: “no se sabe/ si detrás/ del murmullo/
está muerta la sombra// la quimera no se parece/ a nada”, indica en Arrugas en la voz, como si
este actor-testigo, casi exhausto, sólo tuviera fuerzas para recordar la incongruencia. Y si bien en
Aquellos lugares (su último poemario al momento de escribir estas reflexiones) parece augurar
algún paso en esa dirección -a través de la
celebración de la amistad y del encuentro-,
el poeta nos advierte acerca de su carencia
de certezas al respecto. Vuelve la afonía:
“hay un poesía sin voz/ de andar por casa/
que se esconde en los rincones// desde allí/
espera/ que amanezca la sangre”. La per-
plejidad ante las ruinas regresa y la pregun-
ta por el otro –incluso el otro sí mismo,
convertido en extranjero- reaparece. Así
pues, ese no-lugar deseable parece más
bien insinuado en su decir (como la posibi-
lidad a la que conduciría la negación con-
creta de la formación social presente), pero
nunca pronunciado, no tanto porque no
pueda ser dicho, sino quizá porque es lo que
Detalle late como aquello que está todavía por
fachada
principal a
decir: un mundo porvenir sobre el que
escalera sobrevuela la persistencia de la añoranza y
la memoria del espanto.
página 156
III
El prolífico discurso poético de Antonio Martínez está marcado por una economía aforística. Sus
pasajes más relevantes y fulgurantes acaso estén ligados a lo que nace en esa región oscura donde
el sentido, escapando al control del concepto, desborda todo atrincheramiento doctrinal, para dar
lugar a lo que desconocemos. Si es verdad que siempre escribimos el mismo libro, habría que
YOUKALI, 6
señalar que Antonio no escatima en capitulaciones: en pocos años, el autor ha alumbrado nume-
rosos títulos, muchos de los cuales reinciden en la crítica de la actualidad, desde su inicial Rumor
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del patio hasta Aquellos lugares. Cada poemario constituye un eslabón de una cadena que retor-
na al trauma de lo real –y lo real, en este contexto, está en la división humana, en el poder devas-
tador de las fronteras y los imperios, en suma, en el rechazo a nuestra vulnerabilidad constituti-
va. El retorno mismo es síntoma de aquello que no logra una inscripción simbólica plena. De ahí,
también, la diseminación poética en la que la mano de Antonio “rebusca entre los vacíos” (El
vuelo oscuronoche) voces clandestinas más allá de lo políticamente correcto. Y si bien el autor no
renuncia a la totalización –y ese persistir está cargado de riesgos, como casi todo aquello que vale
la pena-, su escritura se caracteriza más bien por un procedimiento metonímico, al modo impre-
sionista que produce un efecto global a pesar de la economía de la técnica compositiva. Lo que
aquí resulta relevante es que su poética se mueve a partir de fogonazos, ráfagas de imágenes que
no operan por descripciones sistemáticas, sino más bien por sucesión –a veces lúdica- de saltos e
incluso por aproximación a detalles que adquieren creciente significación a medida que nos
vamos acercando: los niños y la arena, la angustia esa que acompaña el testimonio de la destruc-
ción y el deseo en su promesa de libertad, los rumores lejanos de infancia y la irrevocabilidad de
la pérdida3, las cicatrices del sentido y las máquinas de guerra, la enfermedad que da conciencia
de la vida... y la referencia a lo más íntimo, a las figuras del miedo y del olvido, de la soledad y del
amor (que, en este caso, lleva el nombre de Antoñita).
Que a ese proceder lo denominemos “realismo crítico” es secundario, porque los lectores podrán
hallar otras matrices estéticas, donde hay alternancia entre un crudo documentalismo y una cier-
ta pervivencia lírica que interroga la lógica del etiquetado. En última instancia, la condición impu-
ra del poeta no es obstáculo para insistir en un posicionamiento ideológico que no duda en asu-
mir abiertamente la condición política de lo poético. Si la poesía vale por su contenido de verdad
en el mundo de las formas, como antaño señalara T. Adorno con respecto a toda obra artística,
habría que decir que Antonio Martínez procura evocar algunas de esas verdades que hieren de
humanidad. La verdad del llanto agujerea su escritura: “siento en la sangre/ heridas/ olvidadas/
detrás de las caricias” dice en un bello pasaje de Voces de pez.
3.- Al respecto, Temblor en las raíces, puede leerse como un sismógrafo de la vida familiar de Antonio.
4.- Este murmullo estructura Efectos secundarios.
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ENTREVISTA (coral)
A ANTONIO MARTÍNEZ I FERRER
Por Arturo Borra, Laura Giordani y Víktor Gómez
Como sabéis yo no poseo ninguna formación académica pero las inquietudes hacia la cultura me lleva-
ron a leer en mi primera juventud (entre los dieciséis y los veinte años) a Gustavo Adolfo Becquer,
Campoamor, Cervantes y Shakespeare y otros que no recuerdo. Asimismo me relacioné con un médico
y poeta alzireño llamado Manuel Just. En esa época escribí algunos poemas, pero pronto me atrajo la
política; en concreto el marxismo, como respuesta a la dictadura franquista y la explotación capitalista.
Pasé a formar parte de organizaciones revolucionarias, comprometiendo todo mi tiempo a la lucha polí-
tica y sindical hasta la caída de la dictadura. En ese periodo de tiempo mis lecturas poéticas son auto-
res como Miguel Hernández y Federico García Lorca, entre otros. En el periodo de la transición no
encontré sitio en el entorno político-sindical y me aparté de toda actividad, pasando a ocuparme del por-
venir de mis hijos montando la empresa de fotocomposición Germanía de donde nació la editorial
Germanía, dirigida y construida por mis hijos y tres socios más. Así, en la década de los 90 entré en con-
tacto de nuevo con la poesía de la mano de la colección Hoja por Ojo y leo por primera vez a autores
como José Viñals, Antonio Orihuela, Antonio Gamoneda, Eladio Orta, Juan Gelman, y reaparece, de
nuevo, mi inquietud por escribir, montando mi primer poemario El rumor del patio en el 2002, a par-
tir de poemas escritos en los años 2000 y2001.
Tu biografía está marcada por la militancia partidaria y tu poética parece otra forma de
militancia política... ¿Cómo se vinculan estas dimensiones y qué riesgos surgen de este
cruce?
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García, asesinado por el franquismo en el año 1940. Su figura era ensalzada por mis abuelos y mi madre
e inclusive por mi padre Lorenzo Llinares Crespo casado en segundas nupcias con mi madre. La idea
del carácter criminal del franquismo fue conformando y aun persiste en mi pensamiento. Si a ello aña-
dimos los sufrimientos que en aquellos tiempos pasaban las familias para poder comer y vestirse puede
entenderse mi obsesión por la naturaleza injusta del sistema capitalista que propicia las enormes dife-
rencias sociales y el sufrimiento de gran parte de la humanidad.
La estructura del lenguaje coloquial y culto que predomina en las relaciones entre los seres humanos en
esta sociedad burguesa se asienta sobre la construcción de paradigmas que en la actual estructura socio-
política inciden profundamente en anular cualquier actitud crítica frente a los problemas económico-
sociales que genera la organización política del sistema. La poesía es una forma de expresión que por
su naturaleza minoritaria no parece peligrosa para el pensamiento dominante, por lo que se mueve en
un contexto de libertad superior al de otras formas de comunicación. Es muy corriente ante algo que se
considera fuera de la lógica dominante decir con un tono peyorativo: “eso es poesía”, por lo que a tra-
vés de ella se puede profundizar en la difusión de nuevos paradigmas que propongan un nuevo lengua-
je crítico-humanista en los diferentes espacios culturales. Yo pienso que es posible llegar a todos los
niveles culturales a través de la poesía, por ejemplo, entre los niveles más preparados intelectualmente
con poetas de la línea expresiva de Antonio Gamoneda y Antonio Méndez, entre otros, y también a las
clases populares en la poesía de Antonio Orihuela y David González y otros más, y la poesía de Quique
Falcón, Jorge Riechmann y otros, que puede llegar a todos los niveles de la cultura.
Tanto en Corre, corre niño de arena, El grito del oasis, Vuelo oscuronoche o Aquellos
lugares, por mencionar algunos de tus libros, la guerra imperial aparece como un obje-
to privilegiado de tu decir poético. En general, hay una constancia de esta problemática
en toda tu producción poética. ¿A qué se debe esta reincidencia crítica?
Los imperios han sido en todas las etapas históricas la manifestación más elevada del despotismo,
sojuzgando los pueblos según sus intereses imperiales. En nuestra época el imperialismo U.S.A. repre-
senta el mayor peligro para el desarrollo de las sociedades civiles de forma solidaria y justa y, asimis-
mo, el mayor peligro para la paz por cuanto su política es depredadora y agresiva con unos resultados
catastróficos para la humanidad. Las intervenciones armadas de los Estados Unidos en el último siglo
han sido alrededor de 130, muy superiores a cual-
quier otro país y también mantiene bases o desta-
camentos militares en cerca de 120 países de los
192 que conforman las Naciones Unidas. Es por
ello que en mi poesía soy reiterativo, con la ilusión
de que pueda influir en el pensamiento hacia la
creación de una resistencia hacia todo lo que sean
imperios o poderes despóticos.
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rio de Paterna (Valencia) en donde estaba mi padre enterrado, me familiaricé con las grandes fosas
comunes donde había docenas de republicanos asesinados por la represión franquista. Está cuestión
siempre es recurrente por cuanto cada día estamos presenciando ese criminal espectáculo en muchas
partes del mundo -piénsese en algunos países sudamericanos-. Las fuerzas fascistas siempre recurren a
ese criminal método con la intención de esconder sus crímenes.
A propósito de Cicatrices, ¿qué cicatriz podría cerrar un poema? O más todavía: ¿es líci-
to pretender hacerlo?
Todas las cicatrices son perversas. Me sería muy difícil fijar un dolor concreto que pudiese cerrar el cír-
culo. De todos los que sufrimos nunca podemos saber cuál es mayor o si en el camino nos esperan otros
que sean más dolientes. En mi caso, la muerte de mis padres y la separación en 1975 de mi familia por
la persecución de la policía franquista han sido los acontecimientos familiares más dolorosos. Ahora, en
el día a día, la brutal represión del imperio y sus lacayos, contra pueblos indefensos, asesinando pobla-
ciones enteras sin discriminar niños ni viejos, es lo que me aturde de dolor y me convence de que la vida
nos puede producir un dolor mayor de los que ya hemos sufrido.
Hay una obsesiva insistencia en tu escritura que pregunta: ¿será este escribir la última
batalla contra la desaparición?
Cuando se tiene una convicción firme del pensamiento dialéctico la duda forma parte de la afirmación,
conocedor de que las verdades absolutas no existen (pues de existir serían ajenas a la naturaleza huma-
na). Siempre deambulo por la línea de la inseguridad aún en mis posiciones más firmes, siempre estoy
abierto a la revisión y reformulación de mi pensamiento. Por lo que mi última batalla estará en el últi-
mo aliento antes de morir.
La poesía para mí es como una descarga de todas las emociones y tensiones provocadas por el dolor pro-
pio y el ajeno, gritar ese dolor y hacer partícipe del mismo a los demás me ayuda a soportarlo. Yo creo
que si no pudiese comunicarlo me rompería por dentro y caería en la autodestrucción síquica.
¿Crees que existe entre la pasión y la política, entre la poesía y el hecho amoroso, una
manera específica de ser en la palabra del poeta, en tu escritura que se diferencia de los
posicionamientos canónicos-consensuados de las poéticas primorosas y tan egocéntri-
cas, como la poesía de la experiencia de
los años 80 y 90 o el realismo sucio que
reaparece a finales del siglo XX con
fuerza en España?
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la solidaridad, entre otros sentimientos, esforzándome en que los poemas posean un ritmo enérgico,
que sean incisivos y que con el mínimo de palabras expresen lo que deseo comunicar; todo ello inten-
tando que posean el tono musical que los hagan agradables al oído y que se claven en la conciencia de
quien los oye o lee.
¿Cuáles son las lecturas (escucha y reflexión) que crees que más han influido en la for-
mación de tu sensibilidad poética y crítica? ¿Con qué visiones del mundo, con qué poe-
mas o poetas dialogan tus textos? ¿En qué relecturas encuentras afinidad y estímulo cre-
ativo?
Es evidente que la concepción del mundo que profeso es la derivada del materialismo dialéctico, lo que
me hace tener una profunda concepción crítica de cuanto soy y me rodea, siempre con una actitud cons-
tructiva. Esto me sitúa entre los poetas que denuncian las injusticias desde cualquier posición ideológi-
ca, por lo que de todos ellos me alimento. La lista sería larga, lo cual me complace. De la generación del
27, Miguel Hernández y Federico García Lorca; poetas sudamericanos, Cesar Vallejo, Juan Gelman
entre otros y de los poetas contemporáneos Antonio Orihuela, Enrique Falcón, Antonio Méndez, David
González, Jorge Reichmann, entre otros. En todos ellos su relectura siempre es enriquecedora y una
fuente de descubrimiento de nuevos matices en sus mensajes de carácter revolucionario. En el terreno
lírico quiero resaltar la hermosa poesía de mi amigo José Viñals, por la belleza de su lenguaje y su gran
riqueza cromática. Asimismo la poesía de Eladio Orta por su valentía para romper esquemas y también
por su profundidad lírica en alguno de sus poemarios. He de señalar que a mi alrededor también sien-
to como propios algunos poetas hermanados conmigo, con los que tengo una profunda relación de
amistad y complicidad que conforman un esplendido paisaje de donde también me alimento, Antonio
Crespo Massieu, Matías Escalera, Ana María Espinosa, Ana Pérez Cañamares, Laura Giordani, Arturo
Borra, Vicent Camps, Víctor M. Gómez, José Garés, entre otros que, de seguro, se me olvidará mencio-
nar y a los que pido disculpas.
Por último, ¿qué devenir cabe esperar de tu poética? ¿Qué desafíos consideras que tie-
nes por delante?
Difícil respuesta mis queridos amigos, a mis 69 años mis proyectos son muchos, dada la naturaleza de
mi carácter, pero si quiero ser realista me conformo con ese día a día y el deseo de que mi voz no pier-
da fuerza y continué en el plano de la denuncia. Mantener vínculos con aquellos que, como ustedes,
denunciamos con la palabra tanta insolidaridad e injusticia y construir, junto a al resto de amigos, ese
mundo mejor que tanto deseamos.
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Mosaicum
A Antonio y Antoñita.
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TRES PRÓLOGOS
Secreto a voces
(al poemario Corre, corre, niño de arena)
Por Antonio Orihuela
En el siglo de Kafka los niños de Iraq son de arena, pero también son de arena todos los niños que no han teni-
do la fortuna de nacer dentro del ghetto amurallado del primer mundo, donde las cuotas del horros están limi-
tadas a los juegos de la Playstation y a no poder calzar unas Nike de 300 €.
Del horror que transcurre más allá de nuestras alambradas está hecho este niño de arena. Un libro escrito por
uno de ellos, un lejano niño de España de 1936. Así es, cuando uno daba por enterrada a toda esa generación
del hambre grande de la posguerra, cuando una pensaba que poco podría ya surgir de entre esas sombras,
cuando se han borrado todos esos nombres que habían sido dados a la Utopía, resulta que uno aún puede
encontrar en ella a un poeta que se coloca en mitad del camino de la vida, el al que casi todo lo arrolló en el
camino de la vida, para alzar la voz y ponerse a disipar las sombras del fascismo ordinario y cotidiano. Un poeta
que es capaz de acunar el dolor de los que lloran y a señalar los demonios de estas tierras y de este inmundo
más hoy que nunca de todos los demonios.
ha debido ir creciendo en compañeros como él, al ver lo poco que iba quedando de una práctica de lucha y un
discurso de denuncia sobre este artificio de los días al que el Capital nos han condenado.
Me quedará, también como una incógnita, saber de dónde saca este hombre la potencia de su escritura, la con-
tundencia de sus versos, la firmeza de su recitar en vivo, su limpia y clara mirada entre los ojos vidriosos de las
lágrimas.
Creo que son las preguntas de siempre, las preguntas del asombro cuando, más allá del hombre concreto, es
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la voz del pueblo la que oyes ponerse en pie y negarse a que sean otros los que hablen por ella. Así de atenta y
generosa con los nuestros es la voz de Antonio Martínez Ferrer, voz del pueblo, grito del pueblo, vigilia del pue-
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blo que no duerme cuando sabe que están masacrando al pueblo, pisoteando al pueblo aplastando una y otra
vez a ese gigante patoso que, de momento, es incapaz de encontrar su destino.
Yo he visto en los pasos cansados de Antonio la poesía de los desposeídos. Yo he visto en la tenacidad poética
de Antonio la voz de todos los humillados. Yo lo he oído recitar levantando la mano y haciendo del temblor de
su voz un refugio cálido para los aterrados. Yo quisiera, compañeros, que pudiéramos merecer a este poeta,
porque los tiempos, desde luego, nos vienen contrarios y otros son los que imponen su impostura y creen con
ello llevarse las llaves del futuro.
Por eso, porque si el presente no nos pertenece, al menos no nos dejemos expropiar el futuro, levantó Antonio
este libro. En el tiempo inacabable de las lágrimas, el hambre y la muerte cotidiana pensó Antonio estos poe-
mas que aquí tienes, lector, compañero, generosamente te están entregados. Un íntimo y fiero homenaje a los
niños de Iraq, los niños de arena y, por extensión, permíteme maestro, a todos los niños de esos mundos donde
es tan fácil deshacerse como arena, como se deshace una risa a golpe de bala allá en las afuera del imperio del
señor de los fríos. Un libro a los niños de los misiles y las plazas, a los que nadie pone nombre porque, frente
a nuestros rubios y rollizos niños de occidente, estos están destinados no a hacerse hombres sino a deshacer-
se niños. En el Tercer Mundo no hay otra forma de crecer.
El poeta Antonio Martínez Ferrer, que usa bastón desde hace años, le pide una y otra vez al niño de arena que
corra. Qué hermosa metáfora para quién nunca se cansó de correr, para quien tendrá que seguir corriendo del
lobo, de las alambradas, de los cuellos almidonados, de la Guardia Civil, de los grises, de la policía de la pata-
da en la puerta, del sueño, de la metralla , de los misiles balísticos, de las explosiones, corriendo siempre en
pos de una verdad fugitiva y resbaladiza, una verdad que ya estaba escrita en los huesos cansados del padre del
Antonio niño, envuelta en su piel adolescente formando extrañas pinceladas rojas en el ocre del horizonte. Una
verdad que estaba en los andamios, en las puertas abiertas, en las aceras, en las palomas. Una verdad que usa
bastón y quisiera tirar de todos los niños de arena del mundo hacia un futuro donde no nos encontremos con
nuestros sueños saqueados.
Tampoco se engaña Antonio sobre los límites de su trabajo en poesía. A pesar de él, por encima de él, las bom-
bas siguen su trabajo y el hambre anda a dentelladas con un tercio del mundo. Hay poco que aplaudir, nues-
tros días son Gernika cotidiano. Los versos del poeta no apagarán las llamas, pero seguirán cavando un hondo
pozo fresco en mitad del desierto de la memoria.
No es tiempo de olvidar estas dunas, están hechas con los niños de arena, con la sangre del abuelo con los hue-
sos del padre de Antonio Martínez Ferrer, con los sueños de quienes creyeron en el mundo mejor comunista
y libertario. No pierde el viento la voz en la huída, suena por ella que vuelve.
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Jerome Rothenberg su
compañera Diane y
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Antonio Martínez
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Contra el cerco del silencio
(al poemario Angustia)
Por Enrique Falcón
El lector que quiera abismarse en los poemas que Angustia –este nuevo libro de Antonio Martínez– recoge,
ha de enfrentarse abiertamente con dos cuestiones de peso que habrán de desbordarle más allá del ejercicio
de la mera lectura. La primera, si es posible la esperanza en los escenarios del desastre. La segunda, si es posi-
ble vencer los silencios con los que se ha poblado este tiempo –el nuestro–, marcado por los signos de una
terrible invisibilización de las víctimas.
Bien: creo sinceramente que esta terca voluntad por nombrar el mundo desde el lado de una indignación que
anhela –por encima de todo– un acto definitivo de justicia, es ampliamente compartida por Antonio Martínez
Ferrer, e incluso en su dicción más trágica. Como en otros libros suyos, los poemas de Angustia enarbolan esa
proclama que, a pie de mundo (como casi siguiendo los titulares de una masacre diaria), acoge sin remedio las
voces del miedo y las tripas del terror. Contra el cerco de silencios y de olvidos con que se nos va acorralando,
hablar –y hablar sin mentir– se convierte así en la urgencia del poeta y en la terquedad de la esperanza.
Antonio Martínez moviliza su saber literario –y su vida entera– en este doble, necesario, frente.
Las tensiones que desata toda poesía política son de índole estrictamente espiritual (siempre sobre la base de
las condiciones materiales de la vida) y se cifran en tres direcciones: si es posible la esperanza en un mundo
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repleto de víctimas; si tienen nuestros muertos un futuro (y si es factible llamarlos nuestros muertos) y; si cabe
entre nosotros (moradores de una vida cómplice con el sistema que los produce) la posibilidad de una vida
plena y resistente que podamos, finalmente, celebrar. Por todo ello, bien se puede decir que lo que despliega
este libro –necesario– de Antonio es, en su estallido de rabia encarnada, una poesía de combate.
Así, los poemas de Antonio Martínez han querido enfrentarse, de manera radical, a otro libro que el propio
poeta consigna como “libro del silencio”. En sus páginas de infamia, nuestro tiempo parece estar escribiéndo-
se desde la amnesia histórica (que deja huérfanos y sin futuro a quienes son arrollados por los perros del Amo
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y a quienes murieron por causa de la justicia) y desde ese proyecto de “invisibilización total” del que hace gala
el capitalismo avanzado (que escamotea del orden del día a un buen número de personas y pueblos acribilla-
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dos por la mentira y la intolerancia más flagrantes). Con silencios, con borrados continuos en las puertas de la
vida, con enterramientos terribles –lo denuncia este poeta que no ha cerrado los ojos– se teje la trama de los
poderes de nuestro tiempo y basta esta pérdida en la voz para mantener en el silencio la posibilidad de una
esperanza, la posibilidad de una rebelión.
Antonio Martínez, como ya hiciera en El rumor del patio y en Corre, corre, niño de arena, es un poeta (como
los hay pocos en nuestras latitudes) que ha querido romper con esa trama cómplice de silencios bastardos. Es
suficiente la voz de este poeta valenciano para decir NO, para decir BASTA, para decir AHÍ, las tres palabras
con las que empieza el libro de la resistencia, el libro de la indignación, así como toda poesía que se niegue a
escamotear el espesor de lo verdaderamente humano. No trate el lector de buscar en estas páginas un “progra-
ma para salir del atolladero”. Arriésguese más bien a sentir –junto con su autor– cómo “el amo / escupe nudos
de silencio / para trenzar oscuridades” y cómo se nos vuelve inaplazable, ante este estado de cosas, proclamar
con rabia la palabra capaz de romper los consensos. De una vez por todas, la palabra capaz de negarse a ser
cómplice en las mentiras del mundo.
………………………………….
En su sobrecogedora novela Galíndez, nos recordaba un personaje secreto de Manuel Vázquez Montalbán que
el fascismo de hoy es más difícil de combatir porque está en el fondo de nuestros corazones. Y es comprensi-
ble, si se mira con una frialdad imposible, hablar así: demasiado intenso, demasiado inminente, demasiado
extendido el imperio de los fascismos contemporáneos como para que se haya tratado sólo de una especie de
fugaz desgracia o coyuntura accidental. Hasta autores tan respetados y razonables como Zygmunt Bauman (en
Modernidad y Holocausto) han puesto hoy las bases para seguir haciéndonos estas preguntas, como mínimo
intempestivas.
En este sentido, Bauman cita a Feingold para recordar sin ir más lejos que “la ideología y el sistema que die-
ron origen a Auschwitz permanecen intactos”. Se
dice pronto. Se lee deprisa. Se vive a ciegas.
Mientras tanto, no obstante, seguimos en la órbita
de lo que podría llamarse de forma casi tranquila
un fascismo de baja intensidad: un fascismo cuyo
pivote no es ya tanto el estado de masas como el
mercado global, cuya incidencia criminal no es
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no es extraño que el lenguaje experimente una doble afección, una doble infección: de un lado se repliega sobre
sí en un movimiento como de defensa desesperada, como ante un daño irreparable, o como ante un golpe vio-
lento se encoge el cuerpo, se ovilla, se protege de una forma improbable; de otro lado, ese mismo cuerpo se
queda al desnudo, expuesto a la intemperie del (sin)sentido, disponible para cualquier abrazo, entregado a un
encuentro no menos imposible que necesario. Puede que en ningún sitio se vea la marca de este doble gesto
como en el lenguaje poético. De hecho, no es extraño que fuera Paul Celan, el acusado de un habla hermética
o supuestamente cerrada sobre sí misma, quien defendiera en voz alta y contracorriente la raíz dialógica del
poema.
En ese cruce tenso entre el abrir y el cerrar, en esa relación callada con la violencia del mundo, arraiga la poe-
sía de Antonio Martínez i Ferrer. Una poesía que, al menos en una de sus posibles lecturas, se concibe como
una exploración y extremación de la crisis del mundo, del mundo como vivencia de la catástrofe. Dice John
Holloway en Cambiar el mundo sin tomar el poder que “si la crisis expresa la des-articulación extrema de las
relaciones sociales, entonces la revolución debe entenderse, en primer lugar, como la intensificación de la cri-
sis”. Esto es, que un lenguaje desarticulado, precario, insuficiente, no es sin más una muestra de impericia o
de técnica incompleta -como querrían pensar algunos para quitarlo cuanto antes del medio. Un lenguaje des-
articulado, rozado por la abstracción y por los dolorosos hallazgos de las vanguardias, es ante todo el síntoma
de un mundo roto, de una sociedad en crisis, y a la vez un esfuerzo por intensificar esa crisis para volverla revo-
lucionaria.
No tiene por qué ser tan difícil entender esto. Ojalá no lo sea. Antonio Martínez i Ferrer se ha empeñado en
esta pelea, y está dispuesto a jugarse la vida con cada palabra, con cada verso, con cada pausa. Por esta vía,
puede interpretarse entonces que una “poesía social”, si es que este rótulo sirve hoy todavía para clarificar algo,
no depende sólo de la voluntad comunicativa y de una pluralidad coral de voces, aunque quizá también, sino
que está, sin remedio, atravesada por el límite de la falta de voz, de la afonía. Respira en las fisuras de un silen-
cio que ha dado un paso más, después de la agonía, dentro de ella. Como queda la garganta después del grito.
Como tiembla la lengua cuando llega hasta el miedo. Como ha sido y sigue siendo tantas veces realmente así.
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Detalle fachada
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principal o Sur a
escalera
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¿Qué haremos ahora que hemos juntado el caudal de tu sangre y la nuestra en la humana riada de los
inconsolables?
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No amanece, sigue el mundo en su oscuro reino imponiendo el desamparo. Ese ruido insufrible de una
gran maquinaria, los paradójicos olores de un bosque metálico que se oxida
donde nuestra saliva engrisecida en un imposible necesario
tiene sabor metalúrgico. Y la escupimos, la escupimos.
¿Sin rendición?
Así es el combate, también la compasiva naturaleza de ese animal de niebla y silbo que desde la gargan-
ta de la noche preguntaba por los sembradores de nanas para los huérfanos del holocausto.
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¿Amar? ¿Morderse los labios?
Vivir es una extraña ecuación. Antes que resolver la palabra se tumba sobre los rescoldos del desastre
para que las madres amamanten a sus niños sin que les sangren los pies.
No sé cuanto durara esto. No sé cuando se desharán de nosotros el tiempo, los secuaces, la ignominia,
el azar, “los perros del amo”...
No, abrir, abrir bien los ojos para oler las grandes e invisibles siembras que otros que nos precedieron
con su muerte posibilitaron, con su derrota servida dejaron para el presente una efímera victoria que
pronto se llevarán los cainitas y sus camadas feroces. En el espesor del presente, tu lanza es una mano
trémula, tu escudo el verso o el relámpago.
Entre tanto, Antonio, con el Grito del oasis, con el Niño de arena que corre, con La angustia y sin des-
esperanza, lucharemos en las tierras de Goliat, cantaremos en tiempos sombríos, en el tiempo herido.
Cantaremos con la liviandad de los pájaros. Por los huérfanos aún, pese al desconcierto, pese a los pesos
pesados de la política, la economía de mercado y el mercado de la cultura.
Tu Víktor
Víctor Gómez,
Antonio Martínez
y Arturo Borra
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¡viven cautivos!
en el vientre del frío.
….
El aire
escribe metáforas
para esconder el miedo.
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del padre.
Todos estaban
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envueltos por la misma piel
formando extrañas pinceladas rojas
entre los verdes, azules y ocres
del horizonte.
De Angustia
Antes de soñar,
sierva.
Antes de reír,
violada.
Pobre voz
sin juegos en la palabra.
De Cicatrices
El día ha amanecido
muy grande,
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inmensamente grande,
inmensamente azul,
¿Dónde está el engaño?
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De Huellas
No detengas la mirada.
Escribe lentamente en las lágrimas.
Cuidado con el torrente.
¿Arrancando el blanco
a la luna llena?
Qué atrevidas
las manos de tu sueño.
No existe el olivo
una foto rota de la abuela,
guarda silencio.
…
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El pañuelo espeso
se reencuentra con lágrimas altivas.
¡Tú no lo sabes!,
pero los ángulos de este universo
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comienzan a ignorarte.
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De Contraventanas
Mi universo
es escaso en razones
y extenso en vacíos.
De Esquirlas en el aliento
El engranaje funciona.
Al amo, todo.
El camarada de la palabra
nos desarmó en el discurso.
Rebelión.
En que orilla
el poeta de la revolución
olvidó su voz..
En que combate
página 173
se enterró
la hoz y el martillo.
…
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De Voces de pez
la mirada corta
de un sueño enano
me rodea
hoy he despertado
en el callejón
de los cerrojos
el silencio reposa
envolviendo
el viento húmedo
-aceras de la lluvia-
noticia
de la transparencia
en la matriz del frío
… -la palabra-
yo te deseo
insomne
escurridiza
yo te quiero
descalza
fría
yo te tomo
anárquica
prostituida
yo te sueño
sin fronteras
página 174
libre
y proscrita
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UN PENSAMIENTO ABIERTO AL MUNDO
Hay ensayos y escritos técnicos que, por su apariencia de lógica normalidad, y por el prestigio
del que dotamos a priori a sus emisores, escapan a los mínimos filtros críticos y solemos pasar
sobre ellos sin percibir su inherente simplismo; por lo que, cuando nos paramos a reflexionar
verdaderamente sobre lo que dicen y cómo lo dicen, percibimos su auténtica realidad, la super-
ficialidad y estrechez corporativa de sus mensajes. Esa es la sensación que he tenido ante la lec-
tura de diferentes “ensayos críticos especializados” acerca de la Declaración de Bolonia de
1999.
En primer lugar, lo primero que me sorprende es el escándalo que parece ocasionar entre ellos
el hecho de que en las reformas que periódicamente emprenden los gobiernos para actualizar
los métodos organizativos de los planes de estudio y los contenidos de los mismos, estén en la
línea de acomodarlos a las necesidades empresariales de las grandes corporaciones que diri-
gen la vida económica global.
A la mayor parte de los autores de tales sesudos ensayos, les propondría, en primer lugar, que
se pensasen algunas de las siguientes cuestiones.
En esta operación colaboraron los partidos políticos reformistas, incluidos los comunistas; y,
tras algunas vacilaciones muy tímidas por parte de las organizaciones sindicales, estas se aco-
modaron al papel que ese periodo de transición les reservaba, que era el de “desmovilizadores”
de la clase trabajadora; transformadas en instituciones dedicadas principalmente a la “domes-
ticación” y a la “formación” de la clase obrera a través de “cursillos” preparados, en general,
para facilitar la implantación definitiva del liberalismo económico, o directamente ayudar a
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El citado pacto se firma, primero, por CC.OO., y, poco después, por U.G.T.; el carácter desmo-
vilizador del mismo es evidente y en contrapartida se reconocen parte de los derechos que la
Dictadura franquista nos había negado; y esto envuelto en un discurso demagógico, en el que
se utilizaban esos derechos básicos no negociables como elementos de negociación para la des-
movilización de la clase obrera.
Aun cuando no se pueda obviar, tampoco, que de forma puntual los sindicatos han propiciado
la movilización, tímida, de la clase obrera ante algunas situaciones en que hubiese sido escan-
daloso no dar respuesta. En última instancia, la política de acuerdos pactados en la resolución
de conflictos con el capital, a través de los convenios colectivos, se instituyó como norma, hasta
llegar a la fase subsiguiente de la desmovilización general, y a la mera negación del carácter
mismo de clase a las luchas y reivindicaciones de los trabajadores, cuando se normalizaron los
conveníos colectivos a tres bandas entre los sindicatos, la patronal y el Estado. Y en esta situa-
ción de momentánea derrota y repliegue estamos ahora; y eso se nota en todas las esferas de
la vida pública y del pensamiento.
Ante todo ello, y desde mi visión de obrero industrial, que se ha pasado la mayor parte de su
vida en lucha contra el Capitalismo, y a favor de la creación de las condiciones políticas que pro-
piciaran la implantación del Socialismo, consciente de los errores cometidos –véase la triste
experiencia soviética– en su desarrollo concreto e histórico, durante el pasado siglo, aún sigo
creyendo que la única posibilidad de poder alcanzar esa sociedad sin explotados ni explotado-
res pasa, al menos, por una visión de los fenómenos “completa”, histórica y material; una visión
que no he detectado en los sesudos análisis que sobre el proceso de Bolonia he leído: reducto-
res, parciales y estrechamente corporativistas.
Desde la primera revolución industrial se han venido desarrollando las estructuras empresa-
riales y financieras de acuerdo con el llamado modelo Liberal, combinado con el proteccionis-
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mo más descarado de parte de los estados y de sus administraciones, cuando el “libre merca-
do” no favorece a los intereses y/o a la acumulación de las grandes corporaciones y monopo-
lios capitalistas, dentro o fuera de sus territorios. Protección, por lo demás, exigida (tal vez,
paradójica, pero muy lógicamente) por las organizaciones sociales de carácter solidario y bené-
fico procedentes (muchas de ellas) de la lucha de la clase obrera, tanto industrial como de los
estamentos técnicos y profesionales; y por algunos sectores de la burguesía agrícola y comer-
cial, o de la pequeña y mediana industria familiar; con el fin de que el intervencionismo regu-
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lador del Estado les subvencione, mediante ayudas directas o aranceles, e intervenga contra las
mercancías importadas que llegan a los mercados interiores “de fuera”, a precios más compe-
titivos que los propios.
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Aun constituyendo este comportamiento un elemento sumamente “perturbador” y “esencial-
mente contradictorio” del Liberalismo y del “Mercado Libre”, anunciado como Buena Nueva
universal, ninguno de estos elementos ha conseguido evitar la profundización del modelo,
hasta llegar a la actual situación de preponderancia absoluta del mismo, respecto incluso del
viejo modelo Socialdemócrata del llamado Estado del Bienestar.
En conclusión, que el modelo “Liberal” está tan plenamente integrado en el pensamiento que
regula los planes de desarrollo de las estructuras socio-económicas, a pesar del carácter inte-
resadamente intervencionista de los estados capitalistas, en la realidad; y a pesar de los míni-
mos controles sociales establecidos por parte de las administraciones en aquellos territorios
con una cierta tradición socialdemócrata; tan fuerte ha sido su interiorización social y cultural,
que ya no se concibe por la mayoría otro modelo social y económico que no sea el modelo
“Liberal”.
para la creación de conciencia y opinión, uno de los objetivos prioritarios de las corporaciones
económico-financieras, desde el principio: las agencias internacionales de distribución de noti-
cias, y la mayoría de los medios de difusión nacionales; así como la industria editorial y la ges-
tión de los asuntos “culturales”, artísticos y literarios. En estos momentos, podemos, pues, afir-
mar que las grandes corporaciones económicas-financieras se desenvuelven sin ningún con-
trapoder que pueda regular sus actividades. De modo que las leyes que se han estado legislan-
do en los últimos ciento cincuenta años han sido las adecuadas a los intereses de tales corpo-
raciones. Y las leyes universitarias, por supuesto; a menos que la Universidad sea considerada,
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como tal institución, límbica o angélica, ajena al mundo histórico y material (que, tan a menu-
do, resulta ser).
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Resulta infantil, pues, creer que la Universidad actual puede quedar al margen e independien-
te del proceso de privatización y desregulación pública que el pensamiento liberal y globaliza-
do, que domina el funcionamiento socioeconómico de la sociedad entera, lleva a cabo. Y este
enfoque, parcial y corporativo, que veo a menudo reflejado en los escritos “universitarios”
sobre la cuestión, nos impide afrontar el problema en su verdadera dimensión universal. La
Universidad es una pieza más de la sociedad que no puede sustraerse al proceso de privatiza-
ciones, la única singularidad del proceso es el momento en que tiene darse, aquel en el que se
ha decidido que debe ser absorbida por el Mercado (¿libre?); y es evidente que estamos en ese
espacio histórico en que las grandes corporaciones financieras e industriales Europeas necesi-
tan (y han decidido) tener el control total de las estructuras universitarias.
En pocas palabras, ha llegado el momento en que el poder dominante, esto es, el Capital, tanto
industrial, como comercial, financiero y especulativo, ha decidido romper la frágil independen-
cia actual del Campus y moldear el pensamiento crítico-científico de acuerdo a sus intereses
económicos y políticos.
Es evidente que sería objeto de un buen trabajo de investigación recopilar todos los elementos
y factores que a través de la historia de los dos últimos siglos en Europa han ido conformando
los pilares sobre los que ha de descansar la Universidad privatizada, de todos estos elementos
que de seguro existirán entre ellos. Veamos, al menos, algunos de los últimos documentos ela-
borados por la Comisión Europea: la CARTA MAGNA DE BOLONIA de 1988; la DECALARA-
CION DE BOLONIA de 1999; el CONSEJO EUROPEO DE LISBOA de 2000, sobre el apren-
dizaje permanente; el de ESTOCOLMO de 2001, sobre la mundialización; el de BARCELONA,
sobre la inversión privada. Y el COMUNICADO DE LA COMISIÓN Com. (2002) 779: Bruselas
10-01-2002
En la primera “representación” orquestada de este proceso, allá por el 1988, en Bolonia, se hace
hincapié principalmente en la necesidad de la reforma con el fin de posibilitar la “europeiza-
ción” del entramado organizativo de todas las universidades del continente sin cuestionar en
ningún momento la independencia del Campus ni la libertad de pensamiento y de cátedra; en
definitiva lo que se hace muy hábilmente es introducir en el discurso la necesidad de globali-
zar las estructuras organizativas universitarias a nivel Europeo.
Así mismo y para disipar cualquier duda de los objetivos de trasformar la Universidad en un
campus para la inversión y la “fabricación de cerebros” valga el siguiente documento de la
Comisión de las comunidades Europeas. Bruselas 10 /01/ 2003. Com (2002) 779: Invertir efi-
cazmente en educación y formación un imperativo en Europa… En el que el primer elemen-
to destacable es precisamente la modificación del término “aportar los medios necesarios”,
por “invertir eficazmente”; con ello se modifica de verdad el paradigma, y la Universidad en
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lugar de depender económicamente de los Presupuestos del Estado, con objetivos eminente-
mente sociales, pasa a depender de “inversiones eficaces”, quiere esto decir “rentables”.
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Si seguimos la lectura del citado documento, iremos comprobando la radical reforma concep-
tual, inclinada claramente hacia el proceso de privatización de todas las estructuras universi-
tarias. Así, se habla, una y otra vez, de los “altos niveles de fracaso escolar…”; del “desempleo
entre licenciados universitarios…”; de la “necesidad de gestionar eficazmente los recursos…
/ …a través de la descentralización de la educación…”; etcétera. Afirmándose con rotundidad
el mecanismo para subsanar estos problemas, en síntesis: que el Estado y las Regiones, todas
las instituciones universitarias “pongan a punto acciones e incentivos con vistas a conseguir
un incremento constante de las inversiones de empresas y particulares…/ …un aumento real
y duradero de las inversiones de todas las partes interesadas; particulares, empresas, inter-
locutores sociales y autoridades públicas…”
Y para concretar con toda claridad el imparable (¿necesario?) proceso privatizador se apuntan
los siguientes datos:
FINANCIACION PRIVADA
“…No debe olvidarse que este déficit de financiación se debe en su mayor parte al bajo nivel
de inversión privada en enseñanza superior e investigación y desarrollo en la U.E. en com-
paración con los Estados Unidos”, se subraya.
Es paradójico (y demagógico) que en lugar de proveer los medios necesarios para aumentar la
calidad de la enseñanza superior, se nos diga que la única solución es la privatización de la Uni-
versidad según el modelo americano, pues así los licenciados estarán mejor pagados y no
habrá fuga de cerebros, mientras la realidad es que las mismas empresas y corporaciones que
se supone han de financiar el déficit, son las que “malpagando” a esos licenciados que traba-
jan para ellas, provocan, en realidad, la mencionada huida de cerebros.
¿Las mismas empresas y corporaciones que demandan constantemente, por otra parte, del
Estado un menor nivel impositivo, tanto en los impuestos económicos, como en las cuotas de
la Seguridad Social, con el fin de rebajar los costes de producción y ser así más competitivas,
están de verdad dispuestas a invertir capitales en el mantenimiento económico de la
Universidad? ¿Con qué fin y a qué precio?
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Pues está claro, estableciendo los medios necesarios para el control total del pensamiento,
haciendo una Universidad a la medida de la producción y de los mercados, anulando el factor
humanista de la enseñanza, con el fin de eliminar lo que podría constituir un contrapoder del
neoliberalismo salvaje que se está imponiendo en la sociedad global.
El ejemplo Norteamericano, en efecto, nos puede dar algunos datos del modelo que se preten-
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de: según el INFORME DEL DESARROLLO HUMANO del 2008-2009, realizado por la
O.N.G. OXFAM, financiada por las Fundaciones Rockefeller y Conrad Hilton (nada sospecho-
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sas de filocomunismo), los desequilibrios sociales en el país (USA) son de “una magnitud pre-
ocupante con diferencias de 30 a 50 años en los parámetros de bienestar y sanidad de unos
estados a otros y de unas zonas a otras dentro de los mismos Estados”.
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¿O es ya tal aspiración un puro ensueño idealista? Tal vez –en realidad, me temo–, lo haya sido
siempre.
No obstante, no era un mal ensueño: una Universidad formando profesionales, técnicos y cien-
tíficos con la suficiente capacidad crítica como para afrontar y “compensar” el carácter deshu-
manizado de los mercados, al servicio, primeramente, del bien social y público.
En los términos políticos de la izquierda clásica (o de cualesquiera de las fuerzas sociales pro-
gresistas que hoy actúan), si tenemos en cuenta que en este momento la mayor parte de la
juventud, en la Europa acomodada, entre los 14 y 25 años, se encuentra incluida en alguna ins-
tancia educativa –de los diferentes niveles pre o post universitarios–, deberíamos pensar y
considerar, al menos, las posibilidades de su general movilización contra los planes de privati-
zación, instrumentalización y deshumanización de las enseñanzas universitarias; en cuanto
que esos millones de jóvenes representan una fuerza social real, con una capacidad de movili-
zación (si se activa) como no se había dado en ningún momento de la historia.
Es evidente, por otra parte, tal como afirmábamos antes, la necesidad de enfrentarse a esta
situación desde una perspectiva global, no corporativa, pues hasta el momento los procesos de
privatización de los servicios básicos para la vida social: energía, comunicaciones, servicios
financieros, sanidad y enseñanza, se han ido desarrollando de forma global e interrumpida;
mientras la Universidad, en bloque, miraba a otra parte, pensando inocentemente que “a ellos”
no les alcanzaría el proceso de privatización y control de las grandes corporaciones económicas.
Ahora, no queda otra opción, pues, que promover el acercamiento entre las diferentes fuerzas
que conforman el entramado civil: sindicatos y asociaciones cívicas que operan en un contex-
to social fuera del control de los partidos políticos y de las corporaciones económicas financie-
ras, que posibilite una respuesta organizada a tan destructivo proceso.
Llegados a este punto, no se debe soslayar la responsabilidad que tienen los partidos políticos
de izquierda y los sindicatos en el proceso de privatización de las estructuras socioeconómicas
de la sociedad occidental.
Los sindicatos, como las organizaciones de izquierda, han ido cediendo imparablemente terre-
no, ante las presiones del Capital, pasando a políticas de concertación en cuyo contexto la clase
trabajadora ha ido cediendo espacios, a veces, ya ganados, en favor de políticas liberales en las
que la rentabilidad y la “competitividad” han prevalecido de un modo exclusivo y absoluto.
Transformándose, en ocasiones, tales organizaciones, en oficinas de empleo y en escuelas de
formación y reciclaje de los trabajadores, en función siempre de los intereses empresariales.
Las corporaciones económicas y financieras han terminado, así, controlando de forma incon-
testable todos los mecanismos de carácter legislativo y político que han hecho posible estable-
página 181
cer los mecanismos de privatización. Todo ello permitido por los gobernantes de turno, fuese
cual fuese su adscripción política.
Si, al principio, todo este proceso tuvo la oposición frontal de los sindicatos, con el paso de los
años, esta oposición ha ido desapareciendo y ha pasado finalmente a formar parte de los pla-
nes de formación de la clase obrera, de acuerdo con los intereses estratégicos de los mercados
y el beneficio de las grandes corporaciones.
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Es realmente humillante, además, este final de toda aquella ideología y práctica reivindicativa
de los movimientos sindicales, contra los procesos de privatización, y el silencio de la clase inte-
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lectual y universitaria, salvo gratificantes excepciones, que, ante los avances del neoliberalismo
apenas alzó la voz; sólo, en estos momentos, cuando ven peligrar sus privilegios corporativos,
e incluso la independencia y libertad de cátedra, ponen el grito en el cielo y se aperciben de
aquello que está sucediendo ante sus ojos desde hace décadas.
Porque, si esta es una cuestión de carácter universal, el concurso de todas las fuerzas sociales
son necesarias para detener la criminal concentración de poder que se está desarrollando ante
nuestros ojos, sin que nadie plantee alternativas posibles y eficaces. Aunque bien es verdad que
el movimiento antiglobalización fue, por un momento, una bocanada de aire fresco, absorbido
y domesticado por el sistema, en lo esencial ha fracasado; por lo que hace falta que en este fren-
te estén comprometidas todas las fuerzas de la izquierda con programas que puedan ser acep-
tados por la mayoría; y, de no ser así, es evidente que la batalla está perdida.
En resumen, los universitarios, hoy, son meras fuerzas productivas en periodo de formación de
acuerdo con las necesidades productivas y financieras de las grandes corporaciones.
En cada momento histórico el papel de las fuerzas productivas cambia, y el de las fuerzas “en
formación”, esto es, los más jóvenes, también. En el siglo pasado, la mayor parte de la juven-
tud entre 14 y 25 años se concentraba en los centros de trabajo y de formación técnica indus-
trial. Formaba parte y tenía la posibilidad, por tanto, de adquirir conciencia de clase, y se movi-
lizaba contra las situaciones de explotación extremas; los sindicatos de clase eran organizacio-
nes activas y contenían en sus programas los elementos teóricos y organizativos adecuados
para la movilización contra el Capital.
Sin embargo, de modo paradójico, la juventud estudiantil (la inmensa mayoría de los jóvenes)
tiene las condiciones precisas para su posible integración en movimientos de reivindicación
social, pues su entorno, tanto en el campus, como en su vida privada, es estable por lo general,
y no dependen de un contrato basura, ni de un patrón, por lo que podrían activar esa indepen-
dencia contra los procesos privatizadores y agresivos que le afectan, si alguien, o algo, la moti-
vase convenientemente.
Lo primero fue desmantelar toda manifestación del pensamiento crítico que albergase ideas
contrarias al desarrollo e implantación del liberalismo extremo, vaciando de contenido el pen-
samiento colectivista, mediante la eficaz manipulación de la historia, haciendo exclusivo hin-
capié en las taras del socialismo real, y la ocultación o minimización de los elementos, resulta-
dos y experiencias positivas de tales experiencias históricas. Los medios de difusión del pensa-
miento, creadores de opinión jugaron y juegan en todo esto un papel fundamental; así como
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Este proceso se acelera con la caída de la URSS; y sin contrapoder alguno, el proceso de con-
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centración, privatización y dominio absoluto se despliega sin obstáculos importantes. La apa-
rición en China de una política de “capitalización” (de las famosas dos vías) garantiza de forma
definitiva la implantación del neoliberalismo a escala global.
Si, desde la transición, he venido observando el lento pero progresivo vaciamiento del pensa-
miento crítico (de base “humanista”), en las actividades de la docencia universitaria, no soy
ningún experto, ni teórico académico, simplemente como activista social y político, he podido
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Por ello mismo, y en primer lugar, habría que llenar de contenido “universal” (más allá del cor-
porativismo) a la crítica y a la práctica contra el liberalismo, no seccionando ni simplificando
los mensajes en un ejercicio hipócrita de reduccionismo político y chovinismo estructural, que
ha roto los lazos que unían a las diferentes fuerzas sociales, tanto en la defensa de los intereses
inmediatos, como en las estrategias globales.
Aquí, el “divide y vencerás” ha sido determinante. Si cada sindicato, partido político, universi-
dad u ONG de carácter social, tan sólo se preocupa de sus propios problemas de supervivencia
y/o de integrarse de la mejor forma posible en el sistema, para que este les garantice los medios
económicos para su supervivencia, convirtiéndose así en compactas máquinas burocratizadas
que lo único que hacen es mantener la maquinaria del sistema y ocultar el pillaje con progra-
mas de carácter caritativo y políticas de convenios con las corporaciones económicas; si sólo
nos preocupamos de sobrevivir, ni sobrevivir podremos.
La Universidad aparece como uno de los ejes centrales de las actividades humanas y económi-
cas. El creciente desarrollo de la tecnología y la computación están anulando por completo las
actividades artesanales en la mayoría de las actividades industriales, en todos los campos, tanto
donde interviene la máquina o el ordenador, la complejidad de los medios técnicos hacen de la
formación universitaria el elemento central para movilizar las ingentes fuerzas productivas
existentes. Hoy, más que nunca, y dada la constante concentración de capitales que reduce en
unas pocos corporaciones económico-financieras el control de los mecanismos productivos y
comerciales, es necesario el desarrollo de las enseñanzas humanistas para evitar que nos con-
viertan, aún más, en meros apéndices de los procesos productivos, financieros y comerciales.
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Análisis de efectos / reseñas
Un cine sobre encuentros improbables:
notas sobre la cinematografía de Bruno Muel,
seguidas de una reflexión del propio cineasta
“A propósito de la película Septiembre chileno”.
por José Luis Moreno Pestaña / Bruno Muel
Bruno Muel formó parte de los grupos Medvedkine —así llamados en honor del cineasta soviético Ale-
xander Medvedkine— entre 1967 y 1974. Un grupo de cineastas y de obreros (de las fábricas de
Rhodiaceta en Besançon y de Peugeot en Sochaux) realizaron un conjunto de películas donde puede
observarse, al menos, que Mayo del 68 fue también el contacto de intelectuales y artistas que intentaban
vivir de otro modo que como “pingos almidonados” (según explicaba gráficamente Antonio Gramsci) y
obreros que quisieron ser más que comparsas de las consignas. Como todas las experiencias, ésta se
encontró con la resistencia de lo real y tuvo, también, sus luces y sus sombras: pero tocó lo real. Y no era
tarea fácil. Como explican Bruno Muel y Francine Muel-Dreyfus, “esta experiencia de trabajo que salía
de lo ordinario y de los marcos militantes, es, en primer lugar, la historia de un encuentro, o mejor de
encuentros, entre gentes que pertenecían a universos diferentes pero también, a menudo, entre gentes
diferentes dentro de su propio universo”1. Los encuentros, anotaba Althusser, son aleatorios, tanto en sus
orígenes como en sus efectos. Cuando se producen, sin embargo, producen un ser nuevo, irreductible a las
características de los seres que compusieron su origen. Ese ser puede durar mucho o poco tiempo, lo
interesante, sin duda, es que exista. Sobre todo cuando se sale de los encuentros previsibles.
En ese encuentro, del que surgió una experiencia increíble hoy, participaron, por un lado, Chris
Marker, Antoine Bonfanti y Mario Marret, que representaban la generación mayor de los “cineastas”, a
quienes los obreros llamaban “los parisinos”. Por otro lado, más jóvenes, Bruno y Francine Muel, un
operador de cine y una socióloga
nada engullida en la época por la
lógica académica. Además, gentes,
como Pol Cèbe que, dentro del pro-
pio universo obrero mantenían con-
tactos con el mundo de la cultura;
eran los intermediarios entre uni-
versos separados pero que, como
muestra esta historia, no están con-
denados a estarlo. Gracias a él, Bruno
Muel, que había filmado en mayo del
68 la fábrica vacía de Peugeot, se vio
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1.- Bruno Muel y Francine Muel-Dreyfus, “Week-ends à Sochaux”, D. Damamme, B. Gobille, F. Matonti, B. Pudal (directores),
Mai Juin 68, París, Les Éditions de l’atelier, p. 331.
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bía grabado el suceso en súper 8. Con la bobina se montó un film (11 juin 1968) que se proyectó el 11 de
junio de 1970: lo vieron entre tres mil y cuatro mil obreros.
Un sala cultural mantenida por Pol Cèbe anunciaba en una banderola: “La cultura es como la pesca
con caña: se aprende”. Alrededor de esa sala, otros jóvenes obreros inquietos le pidieron contactar con
los parisinos. Uno de ellos Christian Corouge —posteriormente clave en las excelentes investigaciones
sobre la clase trabajadora de Michel Pialoux y Stephane Beaud2— lo explicaba claramente: se militaba
para luchar por mejor salario y condiciones de trabajo pero también para enriquecer la vida y para intro-
ducir en ella “el cine, la literatura, el teatro”. Como nos enseñó Juan de Mairena, con una perspicacia
sociológica (y ¡ay! una inteligencia política ajena a muchos “amigos del pueblo”) sobre la que se piensa
poco, “de Platón no se ríen más que los señoritos”.
En 1974 se dispersaron los grupos Medvedkine. No está escrito que un buen encuentro sea eterno.
Antes Bruno Muel había rodado con Théo Robichet Septembre chilien. Otro encuentro —desgraciada-
mente raro, entre un gobierno democrático y el ideal socialista tomado en serio— roto, esta vez, no por
la dureza de la vida obrera, de la distancia cultural y de los azares, sino por la violencia fascista, ese
momento sucio de la vida política en el que el poder se vuelve anárquico y desmedido. Y nos condena al
heroísmo o a la humillación.
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la costumbre de trabajar juntos y formábamos un sólido equipo, pero estoy seguro de que el poder de
esta película tiene en realidad más que ver con el estado de ánimo que manteníamos en nuestra relación
con aquellos a los que filmábamos. Y ese estado de ánimo era el fruto del trabajo de larga duración en el
que estábamos comprometidos, más cerca de nuestra casa, en Besançon y en Sochaux: yo desde hacía
seis años y Théo desde hacía tres. Me refiero a los grupos Medvedkine, esa experiencia aventurera que
consistía en mezclar obreros, en su mayoría jóvenes, y ceneastas profesionales, para de ese contacto
hacer surgir películas que hablasen de las luchas de los obreros, de sus condiciones de trabajo y de vida,
de sus sueños y de sus esperanzas.
En septiembre de 1973, después de bastantes películas “Medvedkine”, acabábamos de obtener un
adelanto sobre taquilla del Centre National de la Cinématographie: una suma considerable para nos-
otros, que hasta entonces habíamos hecho de todo para poder hacer una película más ambiciosa, bauti-
zada en el papel por Chris Marker como “La salida de la fábrica Peugeot”. Esa película la hicimos a la
vuelta de Chile: Con la sangre de los otros, una película oscura, que me vi arrastrado a terminar con un
sentimiento de aislamiento que marcaba el final de la experiencia “Medvedkine”. El fin, no el fracaso. El
final, falto de combatientes, por fatiga, usura, represiones que golpeaban a nuestros camaradas que
habían trabajado en las cadenas. A causa también del mal viento que soplaba sobre sus luchas.
Prácticamente todos eran cegetistas, eran o habían sido del Partido Comunista y, en cierto modo, lo que
había caído sobre los militantes chilenos había caído también sobre ellos. Durante nuestros años de tra-
bajo común, habían visto y comentado muchas películas sobre Chile y lo que allí pasaba les había pare-
cido una vía posible para el cambio.
El 11 de septiembre, por tanto, en realidad el 12 por la mañana, escuché la noticia del golpe de esta-
do en la radio. Inmediatamente llamé a Théo, que estuvo de acuerdo en que fuésemos a Chile utilizan-
do el dinero del CNC. Enseguida llamé a nuestro amigo Pol Cèbe a Sochaux para decirle que haríamos
la otra película más tarde. Con el paso del tiempo, me sorprende que hiciéramos aquello sin más discu-
sión y sin mayores comentarios. Se trataba de algo totalmente evidente. Le dije a Pol: “voy a enviar una
carta para los compañeros”, una carta de la que no tengo copia y que ellos han perdido. En substancia,
decía: “si fuera aquí donde suceden esas cosas, no entenderíais que no llegase alguien con material y
película ¡pues es exactamente lo mismo!”.
Santiago está más lejos, pero nos dimos prisa. Tuvimos incluso que esperar en Buenos Aires al pri-
mer avión porque el aeropuerto de Santiago estaba cerrado. Ese avión, nuestro primer contacto con
Chile había sido asaltado por exiliado que volvían tras haber huido de la Unidad Popular. Sobrevolando
las cimas nevadas de la cordillera que marcan la frontera, se pusieron a gritar y cantar la gloria de su país
“liberado” descorchando botellas de champagne.
Felizmente para nosotros, los militares habían improvisado un servicio de prensa que aún no era muy
hábil. Efectivamente, teníamos cartas de acreditación de una televisión en lengua inglesa (lengua que
ambos hablábamos igual de mal) que eran falsas. Ninguna cadena habría confiado en nosotros y Théo
había solucionado el problema de manera totalmente ilegal pero suficiente.
Nuestros contactos se limitaban a un puñado de números de teléfono. Uno de ellos era el de Pierre
Kalfon, que era corresponsal del “Monde” en Santiago. Nos ayudó haciéndonos entrar en primer lugar
en los jardines de la embajada de Suecia en la que muchos europeos y también chilenos habían encon-
trado refugio. Fue allí donde recogimos el testimonio de aquél joven economista sueco que su embajada
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logró hacer salir del Estadio Nacional. Ciertamente más teórico marxista que yo, lo que nos dijo en un
momento me confirmó lo que yo había querido decir en mi carta a los amigos de Sochaux: “...la tortura,
como todo acto en un régimen de clase, tiene un carácter de clase. Evidentemente, son los pobres, los
obreros, esos a los que se llama pobladores, los habitantes de los barrios de chabolas, los más salvaje-
mente torturados, los más salvajemente apaleados...”.
Al principio era fácil filmar en las calles de Santiago. Todas las carreteras hacia el resto del país esta-
ban cortadas pero habíamos podido ir a uno de esos barrios de chabolas de los alrededores de la ciudad.
Y después, nos habían acompañado a citas secretas con militantes que, uno tras otro, querían hablar a
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toda costa, que corrían el riesgo de hablar a cara descubierta, como aquella joven brasileña que empezó
diciendo: “quiero decir al mundo entero...”. En un edificio de oficinas desierto al que nos llevó un joven
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abogado, encontramos a dos mujeres que habían sido violadas por los militares que fueron a detener a
sus maridos. Con la única luz del ángulo de una ventana, me senté en el suelo y al mirar su bello rostro
con el ojo de mi cámara y escuchar lo que nos decían, me parecía estar hundiéndome en el suelo bajo el
peso de sus palabras.
Théo y yo habíamos sentido tal empatía con lo que filmábamos que al caer la noche, en el hotel en el
que nos mantenía el riguroso toque de queda, no hablábamos de lo que habíamos visto y oído durante el
día: no podíamos hablar de ello. También en nuestras cabezas se había hecho black-out.
Al cabo de una decena de días se hizo cada vez más difícil filmar en las calles. Los militares nos para-
ban cada vez más a menudo, nos pedían nuestros papeles, miraban con desconfianza nuestro ridículo
carnet de prensa. Una mañana, después de la conversación filmada en el minúsculo patio de una peque-
ña casa con los dos estudiantes de la Universidad Técnica de Santiago, le dije a Théo: “creo que tenemos
ya nuestra película. Es el momento de partir”.
La víspera, habíamos filmado el entierro de Pablo Neruda. No sabíamos que íbamos a asistir a la prime-
ra manifestación pública de oposición a los militares golpistas. Media hora antes de la hora prevista es-
perábamos delante del cementerio cuando cuatro o cinco camiones abarrotados de hombres armados se
situaron en medio de la gente que empezaba a aproximarse; después se fueron y el gentío aumentó y, por
supuesto, todos se preguntaban si los militares no volverían y dispararían a bulto. Sin duda, la presen-
cia de numerosas cámaras y de diplomáticos extranjeros lo impidió. Y por encima de aquella masa
humana, por encima de esa increíble manifestación política, brotaban fragmentos de poemas de Pablo
Neruda declamados a voz en grito.
Para nuestra última tarde en Chile, los que nos habían guiado y acompañado, con los riesgos que eso
entrañaba, quisieron organizarnos una pequeña fiesta. Pero, evidentemente, estaba el problema del
toque de queda. Decidieron entonces que en lugar de ser una tarde sería una noche completa. Llevando
cada uno algo de beber y de comer nos encontramos de nuevo en un barrio desierto, en un edificio des-
ierto en el que todas las oficinas estaban cerradas. Alguien había llevado un tocadiscos y escuchamos la
música de Víctor Jara y todo ese nuevo folklore, ese renacimiento cultural, que había acompañado a la
Unidad Popular y que los militares se aprestaban a prohibir. La portera del edificio se unió a nosotros
trayendo sus propios discos y todos cantaron canciones revolucionarias. Y después, un poco antes del
final del toque de queda, un temblor de tierra hizo temblar los vasos y las botellas, se rompieron algunas
piezas de la vajilla, las puertas batieron y nuestro equilibrio se hizo un tanto inestable. No fue una gran
sacudida y los chilenos, además, están acostumbrados..., pero a pesar de todo salimos en una fila india
un tanto zigzagueante y abrimos la pesada puerta de cristal que daba a la calle. Nos esperaba un extra-
ño espectáculo. Los escasos habitantes del barrio habían hecho lo mismo que nosotros, en pijamas, en
camisones, una colcha o una manta por encima, y los soldados armados que se suponían que iban a dis-
parar sobre todo lo que se moviera no sabían qué hacer, ellos mismos de un lado para otro a la pálida luz
del alba naciente.
En el aeropuerto de Santiago pasamos la aduana, registramos las cajas de material, las películas y las
bandas sonoras más importantes de nuestros últimos rodajes (habíamos podido confiar a pilotos de Air-
France nuestras primeras bobinas) y esperábamos en la sala de embarque cuando fui llamado por mi
nombre por el altavoz. Yo no estaba muy tranquilo, y lo estuve menos aún al ver nuestras cajas y nues-
tros paquetes amontonados sobre un mostrador tras el que estaban sentados tres oficiales del ejército
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chileno con cara de sueño. Sin intentar ver mi carnet de prensa o mi acreditación, el de mayor gradua-
ción me preguntó con severidad qué habíamos visto en Chile. Farfullé que habíamos encontrado
Santiago muy tranquilo y eso fue todo. Marcaron nuestras cosas con cruces de tiza en señal de autoriza-
ción y me saludaron de manera educada. Incluso en un ejército golpista se encuentran oficiales chupa-
tintas cortos de miras.
En París nos esperaban y se organizaba el movimiento de solidaridad. Son muchos los que intervinie-
ron para hacer posible que la película se viera pronto, Valérie Mayoux, Chris Marker, Roger Louis,
Simone Signoret, y bastantes más. Terminado el montaje, fui a Sochaux con la bobina bajo el brazo para
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un pase previo organizado por los obreros del grupo Medvedkine, que habían pagado de su bolsillo el
alquiler del teatro de Montbéliard. Fue un éxito; una quincena de copias circulaban por toda Francia. Era
una película militante por el uso que se hizo de ella y, al mismo tiempo, recibió una cierta consagración:
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un premio sustancioso del CNC, la paloma de
plata del festival de Leipzig 1973, el premio
Jean Vigo de cortometraje 1974. Y sin em-
bargo, surgió una curiosa polémica sobre el
trabajo que habíamos hecho, podría decirse,
con total inocencia. La película no les gusta-
ba a los dirigentes comunistas franceses. La
encontraban “trotskista” porque esos a los
que habíamos filmado hablaban de lucha ar-
mada ¡como si alguien se pudiera extrañar de
que la primera reacción de las víctimas del
fascismo sea una llamada a las armas! In-
cluso, una proyección en Besançon fue acogi-
da con mucha frialdad. Nuestros amigos
militantes no comprendían nada. Pol Cèbe,
comunista y combatiente desde hacía mucho
en la batalla cultural en la fábrica Rhodiacéta
de Besançon y después en la Peugeot de Sochaux, escribió una larga carta al comité central de su parti-
do. Me enviaron una copia, de la que me permitiré citar algunos extractos (está firmada por Pol y por su
mujer Jeanine, a la que todos llamábamos Zouzou):
Martes, 22 enero 74
Camaradas...
Aquí tenemos una copia de Septiembre chileno. Nos la piden cada día y, a menudo, varias veces
cada día. Acabamos de hacer un pequeño cálculo: desde el 15 de diciembre hemos proyectado la
película 26 veces más una y hemos realizado 18 debates. En total, por casi nada, 2500 especta-
dores en el departamento del Franco condado. 21 veces por iniciativa de militantes comunistas
(veladas de solidaridad con Chile, de carácter cultural o político, entregas de documentación,
congreso sindical, etc...) y podemos escribir sin riesgo de error que más de la mitad de nuestros
2500 espectadores son miembros del partido comunista.
Jamás, en ninguna de las 26 proyecciones, en ningún momento de los debates, nadie ha negado
ni el valor del film ni la honestidad de los cineastas, y mucho menos “denunciado” los “peligros”
de una película-testimonio lúcida, a veces dolorosa, pero totalmente optimista e incluso movili-
zadora. Si tuviéramos que resumir en una frase toda la riqueza de las discusiones alrededor de
la película diríamos: llamamiento a la lucha para reforzar la unidad y vigilancia redoblada
para aislar en Francia a las fuerzas fascistas en potencia.
Pero si escribimos esta carta es para hablar de la 27ª proyección, la única que no se ha pareci-
do a las otras y que no entendemos... y nosotros somos comunistas y no nos gusta nada no
entender.
Besançon, 15 enero 74. Los camaradas de Besançon nos habían pedido la película para iniciar
una velada-Chile con la presencia del conferenciante Fournial, miembro o colaborador del C.C.
(comité central). Copia bajo el brazo, entramos en una sala triste y poco acogedora.
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cemos excelentes militantes del partido a los que no les gusta el Potemkin y otros que defienden
Morir en Madrid) pero Fournial no se contenta con intentar influenciar a los camaradas antes;
esto es lo que pasó después:
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...Tras una larga explicación de lo que es el ejército chileno y del porqué de su actitud, Fournial
declara: “yo no digo que mi explicación sea buena o que sea la mejor, digo simplemente que es
la mía y que hasta ahora nadie me ha dado nada mejor y que si alguien me lo da... no será uno
de nosotros sino nuestros camaradas chilenos” y, a continuación, alzando el tono y encolerizán-
dose: “no soy de esos, como algunos que dan lecciones a los revolucionarios chilenos, no soy de
esos que les dicen: la vía pacífica ha terminado, hay que tomar las armas, hay que tomarlas en
todo el continente porque en todo el continente hay militares. Es una conclusión estúpida.
Incluso en obras cuya primera parte merece la pena mostrar, su primera media hora... seguid
mi punto de vista: creo que hay en ellas cosas que no están permitidas. Que se muestren docu-
mentos verdaderos, objetivos, emocionantes, como el entierro de Neruda y, a continuación se
saquen de forma abusiva e irresponsable conclusiones estúpidas, es algo que no debería estar
permitido ni siquiera al mejor de los cineastas. Sobre esta cuestión no iré más allá”. Y volviendo
al tono del conferenciante, Fournial prosigue su exposición...
...Esa es la cuestión.
Entonces, ¿dónde está la felonía?
¿Quién saca abusivamente conclusiones estúpidas?
En todo caso, ni Bruno Muel que ha realizado la película, ni nosotros que la proyectamos, ni los
espectadores ante los que la hemos proyectado.
El impresionante silencio que sigue a cada proyección y la seriedad con la que después son
debatidos problemas tan candentes como la vía pacífica de acceso al socialismo, la vigilancia
redoblada que impone la lección chilena, también las diferencias...
...¿Cuál sería entonces esa izquierda francesa y, sobre todo, cuál sería ese partido comunista
que rechazase mirar de frente a Chile y que sólo viera estupidez en los testimonios de los mili-
tantes chilenos y “conclusiones irresponsables” en el film de Muel?...
... En cuanto a nosotros, que intentamos también hacer bien nuestra tarea de animadores cultu-
rales (si se tercia, hacedores de películas), no dejamos de hacer notar a los camaradas que el
cine existe y que un film no es ni un meeting ni una conferencia y que si de repente aparece en la
pantalla ese rostro de joven brasileña bello como un Modigliani, y que si esos planos de muche-
dumbres son mucho más que planos de muchedumbres, es porque la cámara de Muel no se con-
tenta con pasar ni con estar ahí, sino que vive al ritmo del pueblo chileno traicionado, mutilado
y, sin embargo, bello y orgulloso, del pueblo chileno que tantas cosas tiene que decirnos, gritar-
nos, enseñarnos, pobre por una derrota provisional pero rico por una experiencia única...
...Esperamos una respuesta.
Fraternalmente
J. y P. Cèbe
Centro de Clermoulin
25340 Roche les Clerval
Dos copias : una para el secretario de sección de Besançon
otra para Bruno Muel
Su carta no recibió nunca respuesta. La polémica continuó, con nuevas secuelas, cuando el film se pre-
sentó en una sala (una única sala en París, donde permaneció cuatro o cinco meses). Tuve muchas bue-
nas críticas; entre ellas dos que tiene interés comparar. He aquí un extracto de la de François Maurin en
página 190
L’Humanité del 3 de abril de 1974: ... Así es el film de Bruno Muel: un crudo documento filmado en vivo,
casi en el foco de la acción, en el momento en que el estupor provocado por los acontecimientos aún no
se había calmado, cuando las primeras interrogantes de los que vivieron el drama surgieron de mane-
ra emocional bajo los efectos del desconcierto y de la cólera, como atestigua esa entrevista final a una
joven que afirma, con un profundo sentimiento de decepción, que la vía pacífica hacia el socialismo ha
quedado definitivamente excluida en América latina.
Es evidente que aquí tocamos, a la vez, el carácter particular de la perspectiva seguida por Bruno
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Muel al dar cuenta “en caliente” de la situación creada en Chile por el putsch fascista (algo por lo que
Septiembre chileno merece plenamente la medalla de plata que se le ha otorgado en noviembre de 1973
en el festival de Leipzig) y los límites de esta perspectiva, privada –y con razón- de la distancia nece-
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saria para un análisis serio, en profundidad, del pasado rediente y del presente, tanto como de una
reflexión no menos precisa sobre el futuro de la lucha, sus formas en la nueva situación creada por el
fascismo.
Es ahí, precisamente, donde se afirma el desajuste entre el crudo documento y su clarificación
actual. Porque esta reflexión existe hoy. Ha sido en primer lugar hecha por el Partido Comunista de
Chile...
Y he aquí un extracto de la de Philippe Billon y Monique Hennebelle en Liberation del 7 de mayo de
1974: ...Bruno Muel y Théo Robichet han podido filmar también los funerales de Pablo Neruda que, sin
duda, constituyen la secuencia más conmovedora del film. Qué trágico suena allí el slogan “viva el par-
tido comunista” que utilizan los valientes manifestantes... Por otra parte, es ese el punto de fricción de
esta película sin duda excepcional: los autores (que pertenecen al partido “comunista” francés) no han
construido su reportaje sobre una crítica de la ilusión reformista que, secretada por la gangrena revi-
sionista, llevó a su perdición a la Unidad Popular. Sólo al final de su película dan la palabra a una mili-
tante que habla del derrumbe de la vía pacífica y de la necesidad de otro método de acción. Cuando
nos muestran –y cómo duele eso- las capas populares totalmente desarmadas frente a la represión
fascista, los autores no sugieren nunca las responsabilidades en esta tragedia...
No tengo comentarios que añadir. En todo caso, doy las gracias a mi amigo español que me ha dado
la ocasión de reavivar los recuerdos de ese tiempo que fue para muchos, posiblemente, el fin de una
época.
Bruno Muel (septiembre 2008)
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Empecemos aclarando las cosas para que nadie se vea obligado a leer entrelíneas. El país del miedo es una exce-
lente novela que a mí me hubiera encantado escribir porque comparto sus preguntas y admiro la inteligencia para
contestarlas, la lucidez, la economía y el nervio expresivo con los que Isaac Rosa es capaz de transformar una
inquietud en un texto literario que es, a la vez, un discurso urgente sobre la realidad, un discurso que debe ser oído
entre la maraña de discursos.
En El país del miedo, con penetración y sencillez, Rosa se atreve a sacar una fotografía de esa parte de todos
nosotros en la que nos angustia reconocernos: la cobardía, la maldad, la pereza, el espíritu acomodaticio, las ganas
de estar ciegos y de que nos dejen en paz, la falsa inocencia en un tiempo y un espacio en el que todos, aunque nos
pese, somos responsables. Como escritor, Rosa asume el riesgo de poner a los lectores en la incómoda posición de
los picores nocturnos y de la sequedad de boca. Retratando a su narrador-personaje desde una perspectiva tan
desfavorecedora como humana, saca el monstruo que todos llevamos dentro de los intestinos colaborando en
nuestras buenas y malas digestiones de lo que sucede. Al escri-
bir “una perspectiva tan desfavorecedora como humana” me
doy cuenta de que conecto el dispositivo de la piedad como
forma de justificación y que el dibujo de la mala conciencia -
nuestra y de la voz de este libro- nos coloca en un sitio desde el
que tal vez aún podamos rectificar o salvarnos: una exhibición
absoluta de desesperanza sólo sería un ejemplo más de ese
dogmatismo, entristecido y reaccionario, que caracteriza algu-
na de las narraciones de prestigio en nuestra historia literaria
reciente.
La novela de Rosa pone a cada lector en la tesitura de juz-
gar si aún estamos a tiempo y si tenemos la voluntad de hacer
correcciones; decidir si el fascismo es humano, si la irraciona-
lidad es humana, si el miedo y la maldad son humanos, por-
que ésa es una de las preguntas que quizá late con más fuerza
en la médula de El país del miedo: la de si la maldad es una
cualidad innata o si es el resultado de un complejo proceso, un
mecanismo de defensa frente a las agresiones de un entorno
depredador y deshumanizado que cada día con nuestra acción
colaboramos a construir. Un entorno que tiene nombres y
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*.- El país del miedo, de Isaac Rosa, ha sido publicado en 2008 por la editorial Seix-Barral de Barcelona.
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se compartimenta en función de la actividad de sus habitantes; se marcan límites, no tan imaginarios, no tan irre-
ales, que no se deben traspasar porque en ellos se acaba el mundo conocido. Nuevas religiones, nuevas mitologí-
as, nuevas conductas supersticiosas, nuevos tabúes, que sustentan una acción política basada en el terror y en la
necesidad de preservar la propia vida y los propios intereses. A cualquier precio.
Los espacios urbanos son reconocibles como también lo son algunos temas “de candente actualidad” –el
bulling– que, en esta novela, dejan de ser oportunistas para convertirse en oportunos junto a otros que se silen-
cian sistemáticamente en los medios de comunicación: pienso en el miedo abstracto a la pobreza y en el miedo
concreto al pobre; pienso en los síntomas, las puntitas visibles del gran iceberg de un fascismo que cada vez arrai-
ga con más fuerza en nuestro descolorido corazón.
La novela como género, más allá de esa morfolo-
gía polivalente, de esa idiosincrasia mutante que a
veces la caracteriza, suele dar cuenta de cómo un ser
humano individual o un colectivo de seres humanos
se definen en o contra el mundo. Decir que una nove-
la “da cuenta de...” ya revela una posición frente a lo
literario que podría ser cuestionada por muchos. Sin
embargo, no me parece que el autor de El país del
miedo discrepara de este punto de vista porque Rosa
“da cuenta”, testimonia, retrata la naturaleza de un
ser humano individual en permanente interacción
con el colectivo del que forma parte: una manera de
estar en la sociedad de nuestros días, que no se cons-
truye contra el mundo sino en el mundo. O lo que es
peor, bajo el mundo. Escondidos bajo la alfombra del
mundo, con temor a que nos encuentren, así, en esa tesitura, el miedo, como estrategia de manipulación, no sólo
aniquila las libertades civiles, sino que nos convierte en monstruos depredadores, en monstruos medrosos: nues-
tra permeabilidad y sumisión al estado de cosas (en y bajo el mundo) es tal vez un rasgo de un espíritu de super-
vivencia que consiste en adormecer la conciencia crítica y tomar aire para no asfixiarnos.
En la médula de esta novela laten preguntas a las que se tiene la valentía de responder: así, Rosa a la pregun-
ta sobre qué significa ser valiente opone la peripecia del narrador-protagonista de este libro, un hombre que en el
intento de defender a su hijo de la agresión de un compañero del instituto, saca lo peor de sí mismo bajo la más-
cara de la impotencia... Y la impotencia destruye a los más débiles y los más débiles no solemos ser quienes sabe-
mos formular nuestra impotencia con palabras que nos justifican: la dialéctica víctima-verdugo, del débil y del
fuerte, también alimenta El país del miedo. El escritor lo hace tan bien que, con cierta repugnancia, nos identifi-
camos con el monstruo y con su vulnerabilidad. Incluso podríamos haber escrito las listas de las armas que más
duelen, de los territorios del miedo o de las situaciones más claustrofóbicas que Carlos, el narrador-protagonista,
desmenuza para nosotros haciéndonos evocar la morbosidad de los argumentos con los que nos decantaríamos
entre pinchazo o pellizco, entre una muerte por fuego o por agua.
Rosa, a través de esta ficción –espeluznantememte posible– tiñe con colorante la transparente fibra de vidrio
que vinculan el realismo con el género de terror: lo literario excede los límites del mero ejercicio de estilo porque
se sustenta en una premisa moral, ética, pero sobre todo política. Los pensamientos de Carlos, a los que acabo de
página 193
aludir, son comunes y también ese dato acredita el rigor de esta novela como artefacto coherente: la base de lo
siniestro y de lo terrorífico, según Freud, consiste en que las cosas familiares se vuelven extrañas y todos nosotros
vivimos en un universo marcado por una extrañeza que dimana de la desigualdad, de los intereses económicos
que motivan las masacres, las depresiones, el deseo de irrealidad, las fantasmagorías y las muertes anticipadas. A
la fuerza el mundo es horroroso: incluso la relación entre un padre protector y un hijo atemorizado termina por
ser un encubrimiento en el que el cariño casi se diluye para convertirse en camuflaje de la propia cobardía, en
excusa que sirve para explicar por qué la gente compra rifles y defiende su granja, su espacio acotado, sus cuatro
paredes, “a los suyos”, contra la amenaza informe de lo desconocido o de lo invisible. El corazón, el amor hacia
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nuestros semejantes, hacia nuestros hijos, la visceralidad primaria de la consanguineidad, lo que nos dicen que
tenemos de más humano, es la razón que naturaliza las acciones viles, los exterminios lentos y programados de
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esos otros semejantes que, por su clase, no están tan próximos a nosotros. Quizá, no casualmente, ésta es una
novela de hombres: el personaje de la madre se diluye y Rosa nos aleja del estereotipo que unifica maternidad,
feminidad, instinto y naturaleza –frente a la civilización y la racionalidad viriles-, para poner la narración en las
manos de un hombre acobardado que acaba ejerciendo una fuerza en diferido en la que no hay que sufrir con la
contemplación de los efectos.
En todo caso, en El país del miedo se busca la síntesis dialéctica entre ciertas antagonías: el texto y el contex-
to, el individuo y el colectivo, el instinto y la civilización, la emoción y la razón... Desde ese marco de comprensión,
el narrador-protagonista es un ser profundamente responsable, entre otras cosas, porque a menudo muestra una
lucidez, una conciencia de su propia alienación, que más tarde contradicen sus acciones. Pero su culpa no es una
culpa individual, sino una culpa colectiva. Tal vez es que su pánico –el pánico de todos- le impide actuar correc-
tamente; tal vez, el único obstáculo es su propia comodidad –la de todos-. La tensión moral e ideológica del per-
sonaje cristaliza en una estructura narrativa claustrofóbica, en un entramado que genera angustia con la maestría
de los grandes narradores de la literatura y del cine. Sin grandilocuencia. Sin tregua. Hacia lo que es inevitable.
Haciendo uso de una fórmula que recuerda a los cuentos de ayer y de siempre: el bosque, el castillo, un cazador,
un niño amenazado que guarda un secreto y se adentra en el follaje, un ángel de la guarda, un duende perverso,
la ley, el resguardo del hogar. Después la esencia de cada personaje se pone en tela de juicio, se caen los disfraces
del guiñol y el orden se desbarata, se corrompe.
La crónica de una, quizá, muerte anunciada
renuncia en este texto de Isaac Rosa al gélido sen-
tido del humor que era un rasgo definitorio de sus
novelas anteriores y, con implacable austeridad, se
critica ferozmente, pero sin pronunciar una sílaba
más alta que otra, a las clases medias. Al final pasa
lo que tiene que pasar. Rosa no engaña al lector -
encerrado en su miedo también al leer este libro-,
sino que aplica con precisa eficacia la lógica de un
efecto mariposa que encadena causas y consecuen-
cias actuando desde dentro hacia fuera y desde
fuera hacia dentro.
Más preguntas y más respuestas alimentan
estas páginas: ¿quiénes son los seres indefensos?,
¿la infancia?, ¿los pobres?, ¿los violentos?, ¿los
pusilánimes?, ¿las minorías o las mayorías?, ¿los chabolistas o los residentes en bloques de pisos de ochenta
metros cuadrados con calefacción central?, ¿qué significa estar indefenso?... En el desenlace, el autor se compro-
mete. Durante la lectura de la novela, recordamos el Columbine de Michael Moore, a la Dafne de Maurier de No
mires atrás, al Ibáñez Serrador de ¿Quién puede matar a un niño? Al lado de éstos, hay otras obras, otros discur-
sos que se nos van depositando sobre los ojos como una costrita. En estas circunstancias no existen los productos
culturales inocentes y cada vez resulta más complicado conseguir que las cosas visibles se vean. Esta novela lo con-
sigue: los meninhos da rua están aquí, amenazándonos con sus hambres de pan o de amor, y todos somos o sere-
mos en algún momento sus verdugos.
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Dos libros aparecen en español del psicólogo social marxista francés Jean-Léon Beauvois: el Pequeño tratado
de manipulación para gente de bien (Madrid, Pirámide) y éste del que nos ocupamos aquí, el Tratado de la ser-
vidumbre liberal (Madrid, La Oveja Roja). Del primero habría que decir al menos que es un libro muy diferen-
te al Tratado. El Pequeño tratado es un libro sobre técnicas de manipulación, es decir, sobre las maneras en que
somos engañados diariamente por la propaganda, el marketing y la publicidad. Pero, pese a lo que dicen sus
autores en el prólogo y en diferentes lugares del libro, que el conocimiento de estas técnicas puede ponernos en
sobre aviso para no picar en ellas, también es verdad que pueden enseñarnos a manipular: todo depende de las
manos en las que caiga el libro. Por otra parte, muchas de estas técnicas se conocen ya a través de libros de
management, técnicas de venta, etc. sólo que aquí se usan otros términos.
Al contrario, el Tratado de la servidumbre li-
beral es un libro con un objetivo muy interesante
aunque acabe decepcionando un poco. Beauvois
describe aquí los mecanismos relacionales por los
que se produce la sumisión al actual orden liberal.
No se trata del típico ensayo en el que una mente
lúcida nos enseña a nosotros, lectores-aprendices,
lo que no nos damos cuenta que ocurre (como ha-
ce, entre otros, Bauman) sino que Beauvois parte
de la “psicología ordinaria” (toda la primera parte
está dedicada a ella) y de algunas consideraciones
sobre la “libertad ordinaria” (la segunda parte del
libro) para, finalmente, cruzar estos dos ámbitos
de la vida cotidiana con los modelos de ejercicio del
poder que él mismo distingue: el dictatorial, el to-
talitario y el liberal. La edición contiene un prólogo
del lacaniano-marxista esloveno Slavoj Zizek,
donde destaca la relevancia del texto de Beauvois
para establecer un camino crítico sobre la “liber-
tad”. También se incluye una Introducción de Ni-
cole Dubois y Robert-Vincent Joule (con quien
firma, por cierto, el Pequeño tratado) y una Con-
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*.- El Tratado de la servidumbre liberal, de Jean-Léon de Beauvois, ha sido publicado en 2008 por la editorial La Oveja Roja, de
Madrid.
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El título del libro es un homenaje al famoso Discurso de la servidumbre voluntaria de Etienne de la Boëtie
(autor francés del siglo XVI) pero ahí acaba la relación entre ambos. El libro de Beauvois se organiza sobre una
cierta variabilidad de epígrafes, en cada parte, que se siguen unos de otros, pero que están constantemente inte-
rrumpidos por numerosos ejemplos de investigaciones experimentales de psicología social. Si lo primero favo-
rece la justificación argumental, lo segundo ayuda a comprender mejor los elementos, conceptos y enunciados
que propone. Si bien Beauvois mantiene este procedimiento en el interior de las partes, esas mismas partes apa-
recen como bloques en buena medida desconectados unos de otros.
El asunto principal del libro, la sumisión liberal, la manera en que somos dominados socialmente en las
sociedades donde ha triunfado el liberalismo, es un tema recurrente en las obras de Marx y Weber, por poner
dos ejemplos muy relevantes (ninguno de los dos, curiosamente, citados ni usados por Beauvois), y tiene un con-
siderable peso en la literatura politológica posterior en la que éstos autores han influido. ¿Qué es entonces lo que
aporta este Tratado de la servidumbre liberal? Pues precisamente aquello que ha quedado fuera de los análisis
políticos: los individuos no como “sujetos” únicamente sino los individuos como “agentes”. En los análisis filo-
sóficos y sociológicos sobre los individuos suele estudiarse básicamente lo que determina a éstos, lo que les cons-
tituye como sujetos. Lo que transforma, podríamos decir, sus ideas del mundo y de su propia vida. Esta visión
es común en los libros de Chomsky, por ejemplo. Estas teorías ponen el énfasis en el cambio de contenidos
(ideas) y en la asimilación de lo prescrito por la acción ideológica. Sin embargo, Beauvois se interesa por el esta-
do (“estado agéntico” lo llama, como Milgram, en un capítulo) es decir, por una situación social de sumisión for-
zada en la que el individuo “identificado, diferenciado y auto-suficiente que describen nuestros ideales liberales”
ha aprendido a someterse y sabe someterse a las presiones del poder en la que ha mediado una “declaración de
libertad”. Para Beauvois lo fundamental del liberalismo es que es un ejercicio del poder en el que se interpela a
la naturaleza psicológica de la gente sometida, a sus necesidades y a su inteligencia. Esto, desde luego, es la base
de buena parte de la literatura basura que se vende como libros de autoayuda y libros de marketing y empresa-
riales (los famosos Consiga vender más, Conviértete en tu mejor jefe, o Aprende a vivir). Esa apelación cons-
tante en programas de televisión, anuncios, consejos, etc. deriva directamente de este fundamento liberal de
sumisión forzada. Beauvois no hace alusión a nada de ello puesto que su interés se centra en el mecanismo y en
su origen ideológico transmitido mediante un proceso “socio-psicológico”. Especialmente brillantes son los epí-
grafes dedicados a la naturalización (precisamente el aspecto que nunca se estudia) de las utilidades sociales de
las explicaciones causales, que primero son respuesta a una expectativa o a una prescripción del medio social y
que, una vez interiorizada, aparece como natural, como emanación de la naturaleza psicológica del individuo.
Sin duda el libro de Beauvois tiene unas posiciones firmes de partida que le guían en su tratado: la primera
es que lo social determina lo psicológico (ideas salidas del Marx y Engels de La ideología alemana). El segundo
que la ideología no es ninguna infraestructura (según el modelo clásico marxista) sino, al contrario, una estruc-
tura que “habita” los sistemas de poder político. La tercera es que la batalla por el conocimiento no tiene el sen-
tido de una lucha por determinar si algo es verdadero o falso, sino qué valor social tiene, o para qué está conce-
bido ese conocimiento.
El Tratado tiene algunas inconsistencias que deben decirse también. La primera de ellas es que a lo largo del
libro se tiene la sensación de que leemos entre fragmentos de textos de diferente procedencia, y que parecen
notas de lectura. Esto sucede sobre todo cuando se usan ejemplos de experimentos con los que, si es verdad que
se ilustran muy bien los problemas que se tratan, también es cierto que son sacados de sus objetivos y resulta-
dos de origen (algunos de ellos de los años sesenta) para reinterpretarlos a la luz de las investigaciones que pre-
senta el libro. La segunda de ella es la petición de principio que Beauvois hace en favor de la historia (lo que sig-
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nificaría tener en cuenta tiempos sociales y geopolíticos distintos) y que, sin embargo, nunca podemos apreciar
puesto que la mayor parte de sus ejemplos son de unos Estados Unidos de hace cuarenta años, lo que nos impi-
de saber cómo funcionarían sus argumentos en otras sociedades y en otro tiempo.
No conozco el libro posterior de Beauvois, Las ilusiones liberales, pero por su título parece seguir la investi-
gación sobre los mecanismos de dominio liberal.
El Tratado es, desde luego y a pesar de algunos de las inconsistencias que he señalado, un libro esencial por
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muchas razones, aunque seguramente haya una básica: por desentrañar la mistificación con que la ideología
liberal se ha impuesto socialmente. Este movimiento del radicalismo en el viejo tablero de ajedrez, en el que
triunfa el capitalismo, es ya un acontecimiento importante.
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entrevista
a José Luis Moreno Pestaña a propósito de su libro
Filosofía y Sociología en Jesús Ibañez
por Ildefonso Marqués
Jesús Ibáñez ha sido, sin duda, el sociólogo español más carismático de la segunda mitad del siglo XX. Creó, co-
sa única en la historia de las ciencias sociales españolas, con otros compañeros, una técnica de investigación ori-
ginal (el grupo de discusión), hizo una importante crítica de la encuesta estadística (en la que él era un experto
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España. Ibáñez (con Alfonso Ortí y Ángel de Lucas, otros dos sociólogos potentísimos) generó una escuela, pese
a su escaso poder académico y a su marginación institucional de años: eso lo dice todo de su fuerza teórica y de
su personalidad, paradójica, divertida y, detrás de su pipa y de su aspecto poco convencional (era gordo, tenía
unos jerséis un tanto gastados...), muy cautivadora. Como profesor era extraordinario, aunque, para ser hones-
to, creo que no todos sus alumnos lo entendían. Con Ibáñez, mucha gente no iba buscando cátedras, pero sí, y
lo obtenían, ideas para investigar y un sentido de conjunto sobre qué es hacer sociología. Mis amigos Luis En-
rique Alonso, Sergio Ariza y Enrique Martín Criado me han hablado mucho al respecto. Otras personas también.
También obtenían una enseñanza de cómo vivir de modo rebelde siendo un profesional competente. Eso es muy
importante y conviene insistir hoy en ello: sin sentido de conjunto acerca de qué es pensar y vivir, una biografía
intelectual desbarra en el oportunismo político, académico o mediático y, a largo plazo, incluso si tiene cosas que
decir, se seca intelectualmente.
Políticamente, fue un joven falangista crítico y pasó a la izquierda en 1956 (como otro gran pensador español
muy presente en el libro, Manuel Sacristán), pese a que mantuvo contactos con sus antiguas redes en el régimen
—Manuel Fraga o Blas Piñar, por ejemplo, continuaron siendo sus amigos—. Los conflictos intelectuales y políti-
cos en el régimen lo colocaron entre quienes aspiraban a la excelencia intelectual y por eso chocaban con la car-
cunda que, por entonces, se dedicaba a atacar día sí y día también a Ortega y a marginar a Zubiri. Su origen rural,
su propia conciencia de hombre poco convencional (hijo de madre soltera nacido un 29 de febrero...) y su sensi-
bilidad falangista, le unieron a quienes rechazaban la conversión de España en una sucursal de EEUU y en un país
insensible a la injusticia social. Lo pagó caro. Ibáñez sufrió mucho cuando lo tenía todo para haber realizado una
carrera universitaria meteórica. No quiso. Y para una persona de su ambición intelectual, fue un calvario.
Después, con la ayuda de algunos amigos (como Salustiano del Campo), consiguió algo difícil: volver a la
Universidad gracias al enorme prestigio que alcanzó como investigador de mercados. Ibáñez es una figura enig-
mática porque su trayectoria es constante: fue, incluso en sus errores, un gran intelectual, es decir, una persona
ocupada por cuestiones intelectuales, sea como investigador de mercados o catedrático. Sus críticos lo recono-
cen. Pero su trayectoria también es ejemplar y representa a la gente que recuperó una conciencia política críti-
ca, socialmente sensible e intelectualmente moderna desde las filas de los vencedores de la guerra civil. Mi libro
propone una hipótesis compleja acerca de cómo se produjeron esos cambios y esa es una de, al menos así lo creo
(¡qué voy a decir yo!), sus virtudes teóricas. Su marginación intelectual le obligó a renegar un tanto de su saber
sociológico y a buscar la pompa filosófica —versión postmoderna— para expresarse. En eso, es un producto de
nuestro medio. Es el tipo de cosas en las que está bien reflexionar colectivamente para no repetirlas.
El hecho de abandonar las filas falangistas para comprometerse con la oposición política no lo
desligó de sus compañeros franquistas. Todo parece indicar que las solidaridades surgidas al
amparo del colegio mayor Cesar Carlos fueron más fuertes que aquellas que se crearon al calor
de las luchas políticas. ¿Obedece esto a una lógica propia de las elites o es un producto más del
provincianismo caciquil?
Para poder responder a esto, necesitaríamos un estudio de la producción de la nobleza de Estado en España y
los lugares en los que se gesta su red de solidaridades, la resistencia de éstas, los espacios sociales en los que
opera. La red del César Carlos me parece una red moderna, comparable a las europeas, políticamente plural y
unida a ciertos espacios del Estado y del mundo intelectual.
¿Cuál es el motivo, a tu parecer, de que exista aún en España una división entre investigadores
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Lo intento explicar en mi libro. La escuela cualitativa de sociología considera que las cifras como tales no dicen
nada o dicen algo bastante misterioso. Hay que hacerlas hablar. Por lo demás, las estadísticas se han converti-
do en símbolo de alguna gente (subrayo alguna) que no sabe lo que dice pero que lo dice, primero, según le han
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encargado, y segundo, pareciendo que habla la ciencia pura por su boca. Ibáñez, siempre atento en captar las
mentiras y sus disfraces, decía que antes nos dominaban con los cuentos (en las formas de legitimación más tra-
dicionales) y ahora por las cuentas. Ibáñez estudió mucha estadística y sabía bastante. Las matemáticas, por lo
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demás, eran un ámbito en el que, como muchas cabezas teóricas, disfrutaba como un loco especulando (para mi
gusto, más de la cuenta). Ángel de Lucas, un amigo de su grupo, es una persona con fuerte formación matemá-
tica. Aunque una parte del mundo académico desconfiaba de los métodos cualitativos, las firmas comerciales
los acabaron impulsando: el pragmatismo capitalista tuvo un efecto intelectual buenísimo. Fueron los primeros
que vieron que con los informes surgidos de los grupos de discusión se comprendía más la realidad que con
muchas sofisticaciones estadísticas. Pero la división entre cualitativo y cuantitativo no tiene fuste e Ibáñez, pese
a algunos excesos polémicos, lo sabía. En el fondo, toda buena investigación social es un trabajo artesanal que
no puede resolverse en fórmulas estandarizadas o en programas informáticos. Requiere cierta competencia téc-
nica, pero también trato prolongado con el objeto, simpatía por él y distancia psicológica, atención a los deta-
lles, paciencia en la descripción y capacidad de insertar lo que se estudia en tramas más amplias.
España, como muchos países dominados intelectualmente, alterna entre el nacionalismo rabioso y el papana-
tismo por el exterior. Habría mucho que decir sobre los viajes y la legitimación por el “maestro” de más allá de
nuestras fronteras. En esa mitificación de lo desgraciados que somos, Ortega tiene una parte de responsabili-
dad, siempre quejándose de cuánto hubiera hecho él si hubiera vivido en un país “normal” —como si no cocie-
sen malas y buenas habas para la creación intelectual en todas partes—. Lo cierto es que, pese al deterioro cul-
tural gravísimo que supuso la guerra civil y el franquismo, la gente continuó pensando, estudiando y leyendo.
Zubiri era un pensador de primer orden, continuador del impulso de Ortega y conectado con muchas redes inte-
lectuales europeas. Conde y Gómez Arboleya venían de la izquierda; la guerra, que los cogió muy jóvenes, los
cambió de bando, y a tenor de lo que sabemos de ellos, pagaron psicológicamente, cada uno a su manera, su
conversión un tanto atropellada y penaron en la doble vida. Debido a factores institucionales, la escuela de
Ortega salió en buena parte de la filosofía, en la época ocupada de manera hegemónica por religiosos y asimila-
dos, no todos ellos completamente dogmáticos y enfebrecidos, y se concentró en las ciencias sociales, la histo-
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ria, la sociología, etc. Todo ello en coherencia con el propio Ortega que creía más bien poco en los corsés insti-
tucionales que nuestra universidad cortada por áreas de conocimiento ha interiorizado como evidentes. Si se lee
Misión de la Universidad, uno se da cuenta de hasta qué punto era avanzado este hombre. Zubiri sirvió de refe-
rente intelectual a un grupo de pensadores más o menos ligados a Falange (entre lo que había antiguos rojos,
como los dos por los que preguntas y que tendrían una evolución crítica con el régimen), muy jóvenes, que acce-
dieron a puestos gracias a la guerra y la limpieza posterior, pero a los que educó filosóficamente y les animó a
especializarse intelectualmente. De ese modo, a mitad de los 50, en la sociología y la ciencia política en España
renace la red orteguiana (u orteguiano-zubiriana) y lo hacen abriéndose a las técnicas cuantitativas y con una
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base filosófica fuerte. Algo parecido pasa en Francia: Bourdieu y Passeron conocen la sociología desde una for-
mación filosófica con contactos con la de Ibáñez.
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Ibáñez es uno de los productos de ese entorno. Debido a las circunstancias políticas, no pudo salir de España a
estudiar fuera. Pero su historia muestra que, incluso en un territorio tan peculiar como la investigación de mer-
cados, y en un contexto tan duro como una dictadura política (siendo uno un perseguido de la misma...), puede
florecer la creatividad intelectual. Para mi forma de ver las cosas, eso se produce porque hay una red colectiva
de trabajo que lo permite, no porque la gente sea especial o tocada por las musas. En España, en los años 50 y
60 del siglo pasado, la había y muy interesante, aunque bastante desconocida. La intento describir en mi libro.
¿Podría llegar a afirmarse que esta es una de las diferencias entre un estado totalitario y otro
autoritario? Mientras que el primero la red intelectual desaparece –recordemos la figura de
Jdanov en la Unión Soviética o la sustitución de los catedráticos universitarios exiliados nada
más finalizar la guerra civil española-, en el segundo malvive a trancas y barrancas.
En la URSS, por lo que yo sé había una vida intelectual enormemente interesante en ciertas áreas. No se puede
hablar en abstracto. Stalin fue un tirano pero tenía posiciones sobre la lingüística de las que hasta Agustín García
Calvo ha destacado el interés. El concepto de totalitarismo, si quiere significar (cosa que no está en Hannah
Arendt), como se hace a veces, que todo está controlado (una cosa a lo Orwell, en 1984) es un absurdo y tiene
que ver más con los fantasmas de los intelectuales acerca de las masas que con la descripción de la realidad de
cualquier régimen.
Hay que afinar más esa tipología y habría que estudiar cada uno de los casos concretos a los que te refieres. Por
una parte, la gente hace bien en cambiar de ideas si madura o se hace más sabia. Yo no defiendo la coherencia
si eso significa encabezonamiento en el error. Habría que fiarse muy poco de los que nunca se equivocan.
Cambiar es bueno y tampoco es absurdo hacerlo discretamente, porque no es cuestión de hacer psicodramas
públicos (hay gente que vive intelectualmente arrepintiéndose de tonterías que ha dicho... para decir otras nue-
vas y continuar la rueda). Por otra parte, hay gente que no cambia aunque cambie de bando ideológico. Siempre
han existido en la imprecación, da igual de izquierda que de derecha, siempre han hablado buscando el titular
—y para eso vale más lo extremoso que lo matizado— y siempre han estado movidos por el goce instantáneo y
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perverso de la condena y el trazo grueso. No por los placeres, trabajosos, del análisis, que otorgan la satisfacción
de modo más lento. Como tú sabes, Durkheim decía que la sociología, cuando se hace bien, le disgusta a todo el
mundo. Sobre todo a los de arriba, claro, que tienen más que perder, pero le disgusta a todos: así no se fundan
sectas, ni se tocan los resortes de la entrega fanática, y no puedes pintar el mundo como la lucha del bien contra
el mal. Eso tiene poco rendimiento: a la gente, culta o no, nos gusta vivir muchas veces en la economía de la sim-
pleza y la demandamos a los mensajes intelectuales. Por lo demás, hay muchos casos en que nos encontramos
ante simples cínicos vulgares vestidos de hombres de principios, maquiaveletes de bolsillo disfrazados de savo-
narolas —dicho sea con todo mi respeto por esas dos grandes figuras de la modernidad política—. Pero tampo-
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co todo consiste en analizar a los intelectuales. Hay periodistas que trabajan explotadísimos y no tienen tiempo
para cribar los mensajes que les llegan, otros con una formación cultural muy baja que sólo entiende de tópicos,
y hay una lógica empresarial de existir por el escándalo y el titular que coacciona a decir cosas simplificadas.
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Bourdieu intentó analizar esa dinámica y le cayó encima todo el mundo. Pero es algo que habría que estudiar
aunque quien lo haga lo va a pasar “un poco” mal: existen censuras estructurales muy fuertes, que no se pueden
atribuir a la buena o la mala voluntad de nadie en concreto, en los países democráticos. En fin, un intelectual es
un ciudadano como cualquier otro. No tiene más competencia política que un tendero, un agente de seguros o
un albañil. Porque la virtud política no viene porque se tenga competencia intelectual en un terreno determina-
do. Requiere sensibilidad, capacidad de conectar con los problemas cotidianos y coraje para enfrentarse a ellos,
sentido de la medida, compromiso con ciertos fines, tolerancia ante la diferencia y el conflicto... Y eso se puede
adquirir igualmente bien desde todos los lugares del espacio social y se puede distorsionar desde todos los cer-
tificados escolares.
Pero esto que nos dices no entronca bien con la imagen de intelectual comprometido que se
enclava en la arena pública con criterio de legitimidad. Conocemos incluso los casos de intelec-
tuales que han considerado la prensa más importante que incluso sus libros. Personalmente,
creo que, en parte, la génesis de esto se la a debemos a Ortega. No obstante, ahí tenemos el caso
de Fernando Savater o Julián Marías cuyo trabajo en El País y ABC ha sido tan importante como
sus obras filosóficas.
Por otro lado, una de las conclusiones finales a las que llegas – y creo que con mucho acierto –
se deriva de uno de los rasgos propios del ámbito intelectual español. En él, en muchas ocasio-
nes es más importante pugnar alrededor de las aportaciones de un pensador foráneo que con-
centrarse en los problemas de su propia sociedad. Que dicho sea de paso, son los que tienen más
a mano y los que les pueden servir para hacer algo creativo y original. ¿Crees que existen espe-
ranzas para pensar hoy hay algo que está cambiando? ¿No crees que los jóvenes investigadores
hayan aprendido la lección y aspiran más a hacer investigaciones más concretas y que no emu-
lan ya con el mismo ahínco a los Sartres del momento?
La Universidad española ha cambiado en su composición social y en su extensión. Cada vez hay más gente inte-
lectualmente preparada, de orígenes sociales más diversos y por tanto con sensibilidades más plurales, que
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conoce más las redes intelectuales de otros países, quizá con menos complejos. Esto último no lo sé. Hay razo-
nes para alegrarnos de algunas cosas, agradecerlo (no es malo agradecer...) a la gente que lo ha permitido, pero,
en ocasiones, sólo se oye a los profetas del desastre, lo que es completamente irresponsable. Hoy, es verdad, hay
gente más modesta y más especializada, aunque los egos inflacionarios se pueden esconder tras muchos ropa-
jes. Además, ser narcisista no es tan malo: sin un poco de narcisismo nadie hace nada. No existe un modelo
bueno de intelectual y otro malo: existen buenos o malos intelectuales en distintos modelos. Luego existen bue-
nos o malos ciudadanos y, en fin, buenas o malas personas. Y muchos casos en los que será difícil decidirse por
uno u otro adjetivo. Por eso, para un profesor de filosofía como yo, sería una pena que desapareciese el afán de
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globalidad y la actitud insumisa de gente como Sartre, con quien está de moda meterse desde criterios que yo
no comparto. Hay que arriesgarse y equivocarse. Y a veces acertar.
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Por último, ¿cómo crees que será recibido el libro? ¿Qué tipo de críticas te esperas?
Es un estudio de caso limitado en sus conclusiones, pero útil, creo yo, para pensar en otros intelectuales, espa-
ñoles o no. Y un ensayo, con un material histórico, de filosofía de las ciencias sociales. Eso último me gustaría
que no se perdiese de vista. Es un libro donde se ejerce la filosofía, aunque de un modo histórico y sociológico.
Eso para mí tiene más valor que la simple discusión escolástica de autores y teorías: aquí se intenta analizar un
científico social real en acción. El libro no es un final de investigación, porque hablar de Ibáñez exige hablar de
todo su grupo, del que él es un nombre más, aunque lo represente por factores que intento analizar. En ello estoy,
dentro de un proyecto del grupo de investigación, en el que tú también participas, en hacer una historia de la
investigación cualitativa en España y de su nacimiento en el entorno de los años 50, dentro de las transforma-
ciones de la filosofía española. Me gustaría que no se viera como un libro crítico con Ibáñez (¿quién soy yo para
ser crítico con nadie?), sino que intenta ser justo, pese a que me equivoque y mucho, sin beaterio y sin ensaña-
miento. Lo digo porque estas dos aptitudes abundan más de lo que me gusta cuando se estudia a los intelectua-
les. Y que se valorase lo que saco con mi método de análisis: qué se ilumina, qué cosas se revelan. Hay algo, me
parece a mí: no existen los libros perfectos y hay que medirlos por los obstáculos que tenían ante sí y los que ayu-
dan a salvar. Me encantaría que sirviese para la gente que continúa en la tradición sociológica abierta por Ibáñez
—de la que muy modestamente, yo me considero parte— y que les ayudase a situar mejor las coordenadas de su
trabajo. Me disgustaría mucho que se viera como un libro por o contra. Pero bueno. Yo digo lo que me parece y
la gente también tiene derecho a decir lo que le parezca. Como me conozco, seguro que si me critican, en algún
caso, me cabrearé y luego, si soy inteligente, se me pasará y aprenderé. Si hay debate todos aprenderemos y no
se me ocurre pensar en mejor recepción de un libro. Hacerlo ya ha sido una experiencia excelente y la larga lista
de agradecimientos incluye contradictores duros, que espero que sepan que mi reconocimiento es sincero.
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Las claves de un largo conflicto
noticia/análisis
sobre el encuentro europeo “Tejiendo lazos de solidaridad por la paz de Colombia”
(Córdoba -España- 17 y 18 de octubre, 2008)
El encuentro europeo “Tejiendo lazos de solidaridad por la paz de Colombia”, donde se presentó la campaña
“Jóvenes por la Paz de Colombia”, celebrado en Córdoba, España, los días 17 y 18 de octubre, organizado por
ASPAZ –Asociación para la Paz y la Solidaridad Internacional–, acompañados por las Juventudes del PDA Europa,
y con el decisivo respaldo del Ayuntamiento de Córdoba, convocó y logró reunir a destacados luchadores sociales,
periodistas alternativos, miembros de organizaciones civiles, representantes de partidos políticos de la izquierda
europea, militantes del Polo Democrático Alternativo (PDA, principal partido político de oposición que agrupa
todas las fuerzas de izquierda de Colombia), artistas e intelectuales europeos y latinoamericanos, autoridades civi-
les y ciudadanos cordobeses interesados en profundizar en el (re)conocimiento de las causas del conflicto armado
colombiano, con lo que finalmente constituyó un memorable acontecimiento, que puso de manifiesto la inmensa,
creciente y conmovedora solidaridad internacional con las auténticas víctimas, esas incalculables y desoladoras pér-
didas sociales y humanas, resultantes de la guerra sucia, en el marco del conflicto armado que desangra la geogra-
fía colombiana desde hace más de sesenta años.
Como se sabe, esta guerra sin fin, surgida en Colombia
a partir del Bogotazo, el 19 de Abril de 1948, día en que
asesinaron al líder popular liberal Jorge Eliécer Gaitán,
ha desencadenado un estremecedor saldo de víctimas
que supera con creces –desafortunadamente– la sumato-
ria de todas las víctimas de las dictaduras militares del
Cono Sur de América durante el siglo pasado; y ha recru-
decido su virulenta acción represora y sanguinaria contra
la población civil con masacres colectivas, desapariciones
forzadas y desplazamientos masivos por los escuadrones
paramilitares, con la complicidad y estrecha cooperación
logística y operativa de las fuerzas militares del Estado
colombiano, aún más en los últimos seis años, bajo la
política de tierra arrasada de la denominada “Seguridad
Democrática” del presidente de Colombia, Álvaro Uribe
página 203
Vélez.
Queremos destacar la decisiva importancia que representa un evento como el de Córdoba, para el crecimiento
de la solidaridad internacional con Colombia, dadas las organizaciones y personalidades que participaron con sus
ponencias; así como por las iniciativas fundacionales del encuentro, que se consolidaron, y por las nuevas estrate-
gias que se concertaron para llevarlas adelante en un verdadero ejercicio de diálogo y de retroalimentación entre
los diferentes actores; y por la multiplicidad de miradas y planes de acción que afloraron desde la reflexión profun-
da sobre una realidad que no puede permanecer más tiempo oculta a la sociedad europea y mundial.
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Justo por estos días, Colombia asiste a múltiples movilizaciones de amplios sectores sociales populares: agra-
rios –corteros de caña, organizaciones indígenas–1; judiciales –Asonal, sindicato de los trabajadores de la Justi-
1.- http://palabranet.net/web/index.php?option=com_content&task=view&id=548&Itemid=1
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cia–; y FECODE –Federación Colombiana de Educadores–, entre otros; que evidencian el agotamiento de la pa-
ciencia del pueblo colombiano ante tanta indolencia frente a sus reivindicaciones; frente a la macartización de toda
protesta civil, asociándola a “conspiraciones terroristas”, ocultando con mentiras inverosímiles la realidad de un
verdadero “terrorismo de Estado”2, denunciado y comprobado hasta la saciedad en dos fenómenos recientes, a los
que me referiré sucintamente, porque sería inabarcable su completa explicitación en este corto espacio, como son:
la “parapolítica” y los “falsos positivos”.
La “parapolítica” destapó la olla podrida de los nexos entre la alta clase política de la extrema derecha, los terra-
tenientes, el narcotráfico y los paramilitares en pactos secretos para la “refundación de la patria” que ha cobrado –y
sigue haciéndolo– la vida de miles de luchadores sociales, sindicalistas, periodistas, defensores de derechos huma-
nos, militantes de la oposición y ciudadanos inocentes, en un escalofriante ascenso de violencia paraestatal contra
la población civil.
El segundo fenómeno –evidentemente ligado al anterior– reporta el involucramiento directo de altos mandos
militares del Ejército colombiano y de la Policía Nacional, que presentan como bajas de la subversión a campesinos
y humildes ciudadanos inocentes, asesinados y vestidos posteriormente como guerrilleros ante la opinión pública
–el más reciente y escalofriante suceso, el de los jóvenes de Soacha, municipio al sur de Bogotá–3, en un macabro
juego para justificar bonificaciones en sus sueldos por “positivos o bajas” y, como trasfondo mediático, para sugerir
la vulnerabilidad de las guerrillas, que aunque, si bien es cierto, han sufrido duros reveses en los últimos tiempos,
debido al impresionante apoyo financiero, militar y logístico de EEUU al plan Colombia (el tercer país en el mundo
que más ayuda financiera recibe para la guerra), lejos
están de ser derrotadas y dejar de ser para una gran
parte de la población campesina de sus áreas de influen-
cia, una auténtica fuerza de respaldo4; verdad reiterada-
mente contrarrestada con la manipulación de los gran-
des medios aliados e incondicionales del Gobierno
colombiano y, valga decir, de poderosos medios españo-
les, como El País, La Razón, ABC, El mundo y los nor-
teamericanos Washington Post y The New York Times,
sin olvidar una multitud de medios latinoamericanos
esbirros del imperio, en innumerables acontecimientos;
como en el caso de la captura del famoso ordenador –y
los miles de correos electrónicos– de Raúl Reyes, masa-
crado junto a otras veinte personas, durante el bombar-
deo en territorio ecuatoriano, en un acto de clara viola-
ción de fronteras internacionales, con la estrecha colaboración militar norteamericana, y que, a fecha de hoy, se está
reconociendo como un verdadero fraude, por la inexistencia de tales correos5.
En ese sentido, no podemos dejar de mencionar que el diario El Tiempo, el periódico de mayor circulación
nacional en Colombia, pertenece a la familia del vicepresidente y el ministro de defensa (los primos hermanos,
Francisco y Juan Manuel Santos, respectivamente) quienes fueron acusados recientemente, por Salvatore Mancuso
–jefe paramilitar de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), hoy, preso en Estados Unidos–, de haber soste-
nido reuniones con él para crear grupos paramilitares en el centro del país, sin que, hasta el momento, sepamos de
ninguna investigación seria a los referidos6. Esto, como una de tantas evidencias de la “parapolítica” y de su impu-
nidad, que involucra ya a más de sesenta miembros de la coalición de gobierno, embajadores, ministros y, para que
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no quede duda, al mismísimo Jefe de seguridad del DAS –Departamento Administrativo de Seguridad–, Jorge
Noguera, nombrado directamente por el Presidente, y que, en su día, al ser denunciado por algunos medios, fue
“rabiosamente” defendido por el propio Uribe, atacando a los periodistas y afirmando que confabulaban contra el
2.- http://www.europapress.es/epsocial/noticia-dos-misiones-internacionales-denuncian-implicacion-estado-deterioro-ddhh-colombia-
20081204145201.htm
3.- http://colombia.indymedia.org/news/2008/10/94775.php
YOUKALI, 6
4.- http://www.rebelion.org/noticia.php?id=76663&titular=la-vida-en-los-campamentos-de-las-farc-(fuerzas-armadas-revolucionarias-de-
colombia)-
5.- http://www.rebelion.org/noticia.php?id=76873
6.- http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=103663
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Gobierno; refiriéndose a Noguera como “un buen muchacho”, e incluso reconociendo haber dormido, alguna vez,
en su casa durante una de las campañas por el Caribe Colombiano.
Noguera finalmente fue juzgado y condenado con una ridícula pena de inhabilitación para ocupar cargos públi-
cos7, y aunque sigue investigado por la Fiscalía General de la Nación, entre otras fechorías, por filtrar información
para favorecer a paramilitares, curiosamente anda de nuevo en libertad, después de miles de argucias y leguleya-
das en donde queda comprometida la figura del Fiscal General de la Nación, Mario Iguarán, quien en no pocas oca-
siones actúa como aliado del Gobierno, contrariando las investigaciones de la Corte Suprema de Justicia, organis-
mo que ha sido torpedeado reiteradamente por las declaraciones irrespetuosas y maldicientes del señor Uribe con-
tra sus miembros, acusándolos de parcialidad ideológica en sus procesos penales, ya que valientemente van sacan-
do adelante su labor de investigación y enjuiciamiento de gran parte de la bancada criminal de políticos uribistas
involucrados en la “parapolítica”.
Y para colocar la guinda en el pastel, surge ade-
más, la yidis-política, escándalo que desnudó el
soborno a la parlamentaria Yidis Medina, para que
votara a favor del proyecto de ley que permitió modi-
ficar la Constitución Nacional del año 1991, para apro-
bar la reelección, que de hecho significó la permanen-
cia del señor Uribe hasta el año 2010 en la Casa de
Nariño8.
Yidis Medina fue condenada por el delito de cohe-
cho, pero hasta ahora, ningún miembro del Gobierno
que están siendo investigados en el caso han sido con-
denados, y eso que donde se supone que hay cohecho,
al menos debe de haber dos partes involucradas en el
hecho.
Todo lo referido hasta ahora sólo son algunas de
las monstruosidades que suceden cotidianamente en
Colombia, situaciones que en cualquier país del mundo, determinarían –por la presión política y social– la renun-
cia inmediata del Presidente de la República y de todos sus altos asesores.
En medio de este desolador panorama, las fuerzas sociales y políticas colombianas no desmayan en su lucha y,
en este caso, desde el Exterior, el papel decisivo de información, de denuncia que se adelanta, es digno de resaltar
por la entereza, la disciplina, el compromiso y la valentía que irradian muchos colombianos, cada uno desde sus
posibilidades, desde sus respectivos cargos y roles sociales. Refugiados políticos, líderes comunitarios campesinos
y urbanos, periodistas, intelectuales, defensores de los derechos humanos, sindicalistas, trabajadores sociales, artis-
tas, estudiantes y obreros, que no desfallecen en muchos lugares del mundo en la tarea de hacer llegar la verdad a
sus lugares de residencia, donde los medios cómplices de los grandes monopolios internacionales, con inmensos
intereses en Latinoamérica, no cesan de ocultar los incontables crímenes que a diario acontecen en Colombia, bajo
la política de “Seguridad Democrática” del –narcoparamilitar– Gobierno colombiano, al que sospechosamente, el
Gobierno español se empeña en apoyar irrestrictamente, sin la menor vergüenza.
Pero la solidaridad internacional tampoco cesa de crecer; según lo vimos ratificado en este memorable encuen-
tro de Córdoba, donde además de los colectivos españoles y colombianos, asistieron delegaciones de Italia, Grecia,
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Portugal, Francia y Alemania. Y en donde el consenso que se logró en la Asamblea definió como prioritaria la uni-
ficación de esfuerzos en la denuncia de la violación sistemática de los Derechos Humanos por parte del Estado
Colombiano y de las fuerzas paramilitares; la firme expresión de una inclaudicable voluntad por la salida política
negociada al conflicto, y la decidida protesta por el apoyo del Gobierno español al Gobierno colombiano, incluida
la venta de armas a un país en guerra. Y en donde se remarcó, además, que es inconcebible que un gobierno que se
autodenomina socialista respalde al más retardatario e incondicional régimen cómplice de EEUU en su lucha por
la desestabilización del impresionante y valeroso proceso de integración y consolidación del bloque latinoamerica-
YOUKALI, 6
7.- http://www.procuraduria.gov.co/html/noticias_2007/noticias_470.html
8.- http://www.elespectador.com/noticias/politica/articulo-dictan-medida-de-aseguramiento-contra-yidis-medina
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no que se fragua, como una verdadera alternativa, ante la –decadente ya– hegemonía norteamericana sobre el terri-
torio y el pueblo latinoamericano. Una verdad incontrastable y definitiva, que puede incluso balancear de manera
fundamental la correlación de fuerzas políticas y económicas en el panorama mundial.
Porque es preciso decirlo ya, sin ambages: del futuro del proceso emancipador e integrador que se libra en los
pueblos de Latinoamérica, puede depender el futuro de la humanidad, sin exageraciones. Las riquezas naturales,
humanas y culturales de esta región del mundo resultan decisivas para el futuro no sólo del continente sino de la
humanidad. La creación de “fuertes y reales” instancias de determinación económica, social y política, que se han
abierto en Latinoamérica con procesos como el Alba, la Comunidad Suramericana de Naciones, la refundación del
MERCOSUR, con acciones tan concretas como el Banco del Sur, a nivel financiero; la política de un frente común
de defensa del bloque suramericano de naciones, liderada por Lula y Chávez, recientemente aprobada en pleno
–con una única objeción por parte del Gobierno colombiano–; las políticas energéticas, como el fortalecimiento de
Petrosur, y los programas de solidaridad real y efectiva en el plano de la salud, como la Operación Milagro; la orga-
nización americana de los pueblos indígenas, el crecimiento de Telesur como fuerza informativa, etc., demuestran,
entre otros muchos aspectos, la consolidación de una fuerza irrefrenable, que si bien aún contiene muchas aristas
y diferencias –no irreconciliables–, se constituye, de hecho, en una experiencia formidable de resistencia y libera-
ción de los pueblos latinoamericanos en todos los paradigmas fundamentales de las relaciones de este bloque de
naciones frente al mundo, con un gran potencial real de consolidación por su misma fortaleza y potencialidades:
naturales, humanas, científicas, tecnológicas, filosóficas, políticas y sociales.
Aunque estos procesos adolezcan aún de un horizonte homogéneo y cristalizador, tampoco se pueden observar
como procesos incipientes y, sobre todo, carentes de una lógica proyectiva, que, dado su propio peso específico por
variantes objetivas como la poblacional, que incluye su fuerza como mercado potencial –y eso lo miden mucho los
países poderosos, inobjetable y paradójicamente, aunque no es lo fundamental en este caso–, no deben de pasar
desapercibidos como fenómenos claros de una nueva puesta en escena de otro orden global, que aunque no derri-
bará los fundamentos del capitalismo salvaje, sí se puede decir que de alguna manera, esta socavándolos; y con la
decidida y permanente lucha y apoyo de todas las fuerzas progresistas mundiales terminará por imponer otras con-
diciones, tal vez no, en el corto plazo, pero sí podríamos afirmar hoy, que es el germen fundacional de nuevos y más
esperanzadores paradigmas de relaciones políticas y económicas Norte-Sur. Así mismo, la innegable influencia
actual de los llamados países emergentes como Brasil, India, China y Sudáfrica respecto a la OMC, el FMI y el Banco
Mundial, no pueden considerarse como casos aislados, sino como la expresión de un auténtico proceso de cohesión
de países inmensamente ricos y densamente poblados, pero proporcional y paradójicamente injustos en la distri-
bución de sus riquezas, y cuyo protagonismo presente se inscribe en la creación de un nuevo orden de relaciones
global que ralentiza y confronta en la práctica, la política unilateral del imperio norteamericano y de sus aliados, que
usan su enorme máquina mediática como ariete demoledor. Por lo que es necesario un replanteamiento fundamen-
tal del papel de los medios alternativos, un debate serio, que se está gestando, pero que considero que tendría que
asignársele por parte de todos los movimientos sociales y políticos anti-imperialistas una dimensión acorde con el
reto que representa.
Y estos apuntes surgen, justamente, como una sincera reflexión, desde la vivencia directa de estas experiencias
integradoras: entre los latinoamericanos, que aportamos la vivencia real y práctica de la barbarie que nos asola, y la
experiencia propia de los camaradas europeos, que reflexionan desde el pasado cercano de sus guerras seculares.
Lo que no necesitamos en este momento es la polarización extrema, ni el paternalismo conmiserativo, como tam-
poco la exacerbación de unos criterios basados en la originalidad de nuestra historia, pues la lucha de las clases
sociales es una sola: la lucha por la consecución del poder popular, por y para el pueblo. Por ello, los latinoamerica-
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nos y, en este caso, los colombianos, debemos estar abiertos al diálogo, a la interacción con las fuerzas sociales y
políticas del Viejo Mundo, sin complejos, sin prejuicios y por el contrario, abiertos a sus sugerencias y, sobre todo,
a sus posibilidades reales de coadyuvar, en este crucial proceso histórico que está definiendo el futuro de la
Humanidad.
El mismo comandante Fidel Castro, en su último libro La paz en Colombia, que recorre la historia de la última
mitad del siglo veinte en dicho país, muestra las enormes dificultades para encontrar la paz allí, al sumarse una
extrema desigualdad económica y social a la violencia estatal y “paraestatal” frente a una indeclinable resistencia
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civil. Son, en efecto, grandes las dificultades del sueño bolivariano de emancipación y de construcción de una
América Latina soberana y decisiva en la transformación del mundo, pero grande es también nuestra determina-
ción.
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SOBRE LA SUTURA
Stephen Heath
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Se ha hecho uso en las páginas anteriores de la idea de una actividad suturante implicada en las relaciones que
una película sostiene, y es construida para sostener, con su espectador. La sutura fue inicialmente introducida
como concepto dentro del campo del psicoanálisis en un artículo de Jacques-Alain Miller, quien posteriormen-
te se convertiría en el editor del seminario de Lacan, y fue importada a la teoría cinematográfica por el crítico
de Cahiers du cinéma Jean-Pierre Oudart. La aceptación que ha logrado el concepto de sutura dentro de la teo-
ría cinematográfica, tanto en los escritos franceses como anglo-americanos, no se ha alcanzado sin ambigüeda-
des o malentendidos. Las siguientes notas intentan proporcionar un contexto para la comprensión de la sutura,
indicar algunos de los términos de su elaboración psicoanalítica original y del posterior uso del concepto en la
especificación del funcionamiento del discurso cinemático. La sección inicial, que trata de lo primero, consiste
por ello en una exposición en cierto modo “técnica” de algunos aspectos de la teoría lacaniana y en consecuen-
cia resulta difícil; esos aspectos, sin embargo, son importantes para captar cómo llega la sutura al pensamiento
sobre el cine y los problemas que puede generar.
El artículo de Miller “La suture” fue publicado en el primer número de Cahiers pour l’analyse en 1966 y está
basado en una ponencia expuesta el año anterior en el seminario de Lacan en la École Normale Supérieure1 . En
él propone la sutura como un concepto necesario en el desarrollo de “una lógica del significante”, un concepto
que Miller encuentra presente a cada paso en el trabajo de Lacan, aunque nunca sea nombrado de esa manera
(un punto que tendrá que ser matizado más adelante). El artículo debería entonces leerse como una contribu-
ción a la teoría lacaniana y es, de hecho, un comentario sobre la explicación de la causación del sujeto que ofre-
ció Lacan en su seminario de 1964 (al que Miller hace referencia directa a lo largo de la sección final acerca de
la relación entre el sujeto y el significante), que se puede encontrar hoy en dos versiones: la transcripción del
seminario mismo y el artículo “Position de l’inconscient”, escrito ese mismo año (SXI, 185; È, 829)2 . En conse-
cuencia, para entender la introducción a la sutura que realiza Miller es inevitable dirigirse a la teoría psicoana-
lítica del sujeto tal como la expuso Lacan.
Lo que pone en movimiento a esa teoría es, por supuesto, la experiencia del inconsciente. ¿Cómo concibe enton-
ces el psicoanálisis la posición del inconsciente (por adoptar el título del artículo de Lacan que acabamos de men-
cionar)? “El inconsciente es un concepto forjado sobre el rastro de lo que opera para constituir al sujeto; el
inconsciente no es una especie que defina en la realidad psíquica el círculo de aquello que no posee el atributo
(o la virtud) de la consciencia” (É, 830). El inconsciente no es de ninguna manera “primero”, “en el comienzo”,
ni nada similar; no constituye al sujeto, no es una simple división fuera de la consciencia; por el contrario, es un
concepto forjado sobre el rastro de lo que opera para constituir al sujeto. La operación que está en cuestión
aquí es aquella del orden de lo simbólico, el lenguaje como “causa del sujeto” (É, 830), y el lugar de lo simbóli-
co, el locus de su operación, es el lugar del Otro. Así pues, hay dos “dominios”: el sujeto y el Otro, y “el incons-
ciente es entre ambos su ruptura en acto” (É, 839). Mejor que una tópica (que tan a menudo conduce en Freud
a las dificultades de una espacialización fija, de una imaginería espacial rígida, como es, por ejemplo, la visuali-
zación del inconsciente como una cámara oscura delante de la habitación del preconsciente más allá de la cual
reside la atención consciente), la descripción del aparato psíquico exige, exactamente, una lógica, una lógica del
significante capaz de perseguir el movimiento incesante de la constitución del sujeto, o, como más tarde desarro-
llaría Lacan, una topología capaz de asirse a la superficie móvil de la articulación del sujeto.
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1.- Jacques Alain Miller, “La suture”, Cahiers pour l’analyse, nº 1 (1966), págs. 39-51. Versión inglesa, “Suture”, Screen, vol. 18, nº 4 (invier-
no 1977/78), págs. 24-34. Dos discusiones del artículo en el mismo año y contexto fueron publicados también en Cahiers pour l’analy-
se: S. Leclaire, “L’analyste à sa place?”, nº 1 (1966), págs. 50-2; A. Green, “L’object(a) de J. Lacan, sa logique et la théorie freudienne”,
nº 3 (1966), págs. 15-37.
2.- Con el fin de no sobrecargar este artículo con notas de referencia, se seguirán las siguientes convenciones respecto a las obras de Lacan:
É = Écrits, París, Seuil, 1966; SXI = Le Séminaire libre XI, París, Seuil, 1973; SXX = Le Séminaire libre XX, París, Seuil, 1975. En el
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texto se da la referencia al número de página de la edición francesa citada. Versiones castellanas: Jacques Lacan, Escritos 1, trad. Tomás
Segovia, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971 y Escritos 2, trad. Tomás Segovia, México, Siglo XXI, 1975; Jacques Lacan, El seminario. Libro
11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, trad. Juan Luis Delmont-Mauri y Julieta Sucre, Barcelona, Paidós, 1987;
Jacques Lacan, El seminario. Libro XX. Aun, trad. Diana Rabinovich, Delmont-Mauri y Julieta Sucre, Barcelona, Paidós, 1987.
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Como ruptura en acto, el inconsciente es en definitiva no tanto una posición como un borde, el encuentro de la
división entre el sujeto y el Otro, un proceso que está cerrándose interminablemente. Acerca de esta conexión,
Lacan tiene un pasaje que, al tiempo que apunta explícitamente hacia una topología, contiene no obstante énfa-
sis y términos que son importantes para Miller: “El lugar en cuestión [el lugar desde el que ello –ça, Es- habla]
es la entrada de una cueva en vista de la cual se sabe que Platón nos guía hacia la salida, mientras uno se ima-
gina que ve al psicoanalista entrando por ella. Pero, las cosas no son tan fáciles, ya que es una entrada a la que
uno únicamente llega a la hora de cerrar (así que este lugar nunca será un buen destino turístico) y porque la
sola manera de entreabrirla es llamando desde dentro. Todo lo cual no es irresoluble si el “¡ábrete sésamo!” del
inconsciente consiste en tener efecto de habla, es ser estructura de lenguaje, pero exige del analista que regrese
sobre su modo de cerrarse. Abertura, parpadeo, una alternancia de succión… eso es lo que tenemos que expli-
car, y eso es lo que hemos procedido a fundar en una topología. La estructura de aquello que se cierra se inscri-
be en efecto en una geometría donde el espacio se reduce a una combinatoria: en sentido estricto es lo que se
llama un borde” (É, 838).
El “¡ábrete sésamo!” del inconsciente es su ser estructura del lenguaje, efecto de habla o de discurso. De este
reconocimiento surgen las dos tesis que se repiten en la elaboración realizada por Lacan de la idea del incons-
ciente como un concepto forjado sobre el rastro de lo que opera para constituir al sujeto: el inconsciente es el
discurso del Otro; el inconsciente está estructurado como un lenguaje. El Otro es el dominio de lo simbólico
como “lugar de la causa significante del sujeto” (É, 841), distribución-circulación de los significantes en la que
se produce el sujeto –“el lugar desde el que debe plantearse la cuestión de su existencia” (É, 549). Así, de un
modo crucial, el Otro en Lacan responde a la tesis radical respecto al lenguaje que defiende la “primacia” y la
“materialidad” del significante: “el lenguaje impone el ser” (SXX, 44). Lejos de la necesidad de que el ser sea para
mí para que yo pueda hablar de él, debo en primer lugar hablar para que aparezca el problema del ser, el pro-
blema, por ejemplo, de si existe algo o no que se corresponda con lo que estoy diciendo o lo satisfaga (a partir
de aquí, Miller considerará que la verdad se sustenta sobre las relaciones entre el sujeto y la cadena significan-
te). Debo en primer lugar hablar y antes que nada que me hablen, que se dirijan a mí: producido desde y por el
Otro, ese orden del discurso que yo mantengo (yo como el índice mismo de la sutura). Afuera y dado en lo sim-
bólico, punto de inflexión, el sujeto es una categoría de la división, del déficit (el déficit de ser que es el lugar del
sujeto, su experiencia en el lenguaje –“el drama del sujeto en el lenguaje es la experiencia de su manque-à-être”
(É, 655)- y la estructura de su deseo, su querer –“el deseo del hombre es el deseo del Otro” (É, 268)): entre el
sujeto y el Otro, el inconsciente es el filo cortante, un parpadear constante del sujeto, un parpadear en eclipses
(por tomar una expresión de Miller). El inconsciente no está presente en ninguna parte, existe sólo en las rela-
ciones entre lo simbólico y el individuo efectuado como sujeto en estas relaciones, es la estructuración del deseo
que producen estas relaciones –el inconsciente exactamente como discurso del Otro.
El sujeto así no es otra cosa que aquello que “se desliza en una cadena de significantes” (SXX, 48), su causa es
el efecto del lenguaje: “por este efecto, no es causa de sí mismo, lleva consigo el gusano de la causa de su desga-
rradura” (É, 835). El inconsciente es el hecho de la constitución-división del sujeto en el lenguaje; un énfasis que
puede incluso conducir a Lacan a proponer reemplazar la noción de inconsciente por la de sujeto en el lengua-
je: “es un círculo vicioso decir que somos seres hablantes; somos ‘hablantes’, una palabra que puede sustituir
ventajosamente la de inconsciente”3. Verdadero tesoro de significantes, el inconsciente está estructurado como
un lenguaje; el psicoanálisis, la “cura por la palabra”, se desarrolla precisamente como una aguzada atención al
movimiento del sujeto en la cadena significante.
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Puede objetarse aquí que la idea del psicoanálisis como cura por la palabra de ninguna manera implica una “ver-
sión lingüística” del inconsciente y que Lacan se aleja de la sustancia de la propia explicación de Freud en este
respecto, siendo que Freud insiste, por ejemplo, en que el inconsciente conoce sólo “presentaciones de cosas” y
no “presentaciones de palabras” que son la región del preconsciente-consciente4. Semejante objeción, sin em-
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bargo, se sostiene sobre una concepción del lenguaje fija y secundaria (la concepción de la misma lingüística).
Decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje no es, para Lacan, decir simplemente que es “lin-
güístico”: la retórica de las operaciones inconscientes, los efectos primarios y sus efectos de sentido, requiere un
concepto de actividad lingüística mucho más complejo y extensivo que el que implica el lenguaje-objeto-de-es-
tudio definido por la lingüística (¿dónde trata la lingüística acerca de la construcción del sujeto?)5. Radicalmente
en exceso respecto al pensamiento lingüístico de su tiempo, el trabajo de Freud está, de cualquier manera, liga-
do a los términos de ese pensamiento y por ello a menudo se expresa en formulaciones que repiten una limita-
da objetivación del lenguaje. El propio énfasis de Lacan, además, se da todavía hoy como un desplazamiento de
la lingüística: Saussure y Jakobson se usan, son importantes, pero son modificados críticamente, son recom-
puestos por la inserción psicoanalítica de la cuestión del sujeto. Mucho más recientemente, en efecto, Lacan ha
empleado específicamente el término lalangue con el fin de indicar la modificación o la recombinación que rea-
liza sobre y contra la distinción entre langue / parole (y sus variantes) con la que la lingüística trabaja a expen-
sas de la comprensión del sujeto en el lenguaje. Mientras que langue es un sistema formal que ha de ser descri-
to y parole es el uso realizado por los agentes de la comunicación, lalangue es una “multiplicidad inconsisten-
te”, que no es ni un sistema ni un uso, sino producción, el área de la problemática del sujeto y la verdad abierta
por el psicoanálisis: “El inconsciente es un conocimiento, un saber-como-hacer con lalangue. Y aquello que es
saber-como-hacer con lalangue sobrepasa largamente lo que puede ser explicado bajo el encabezamiento de
lenguaje. Lalangue nos afecta primero por medio de todo aquello que contiene como efectos que son afectos. Si
podemos decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje es en tanto que los efectos de lalangue,
que está ya allí como conocimiento, van mucho más allá de lo que el ser que habla es capaz de establecer” (SXX,
127).
“Todo emerge de la estructura del significante” (SXI, 188). Dicho lo anterior, vayamos a los términos actuales de
la explicación que Lacan realiza de la causación del sujeto en dos operaciones fundamentales que mantienen una
relación circular, aunque no recíproca (por citar a Miller citando a Lacan; cf. SXI, 188 y É, 840).
Lacan llama alienación a la primera de estas operaciones: la división originaria del sujeto respecto de sí mismo
en virtud de su aparición en el juego de los significantes. “El significante, produciéndose en el lugar del Otro
todavía no localizado, hace surgir el sujeto del ser que todavía no tiene la palabra, pero lo hace a costa de fijarlo.
Lo que había preparado para hablar –en los dos sentidos que el pretérito imperfecto francés da a il y avait:
poniéndolo en el momento anterior (había y ya no hay) pero además en el momento posterior (un poco más
estaría de haber podido estar) –lo que había desaparece al ser ahora únicamente un significante.” (É, 840-1).
Esta alienación no es el hecho del Otro (no hay una idea de “enemistad”, “inautenticidad” ni nada parecido), sino
el hecho del sujeto. Efecto, el sujeto es sujeto por división, división en lo simbólico, es cortado por el significan-
te, representado y excluido, convirtiéndose en alguien por su constitución como menos-que-uno –“el sujeto es
primero construido como menos uno”6. Dado que el sistema de significantes es por definición completa, el suje-
to sólo puede entrar allí como estructura de déficit-de-ser: “un trazo que es trazado desde su círculo sin poder
ser contado allí; simbolizable por medio de la inherencia de un (- 1) en el conjunto de los significantes” (É, 819).
Lo que produce la fuerza simbólica de la castración es entonces, como si dijéramos, su revelación del déficit, su
sintetizada metáfora de la división del sujeto: “el falo funciona como significante del déficit de ser que su rela-
ción con el significante determina en el sujeto” (É, 710); “el falo… es el significante de la pérdida misma que el
sujeto sufre a causa de la fragmentación del significante” (É, 715).
Lacan ofrece esta definición de la alienación del sujeto a través de pequeñas ilustraciones que sirven como
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demostraciones. Consideremos, por ejemplo, la conjunción “o”. Se puede distinguir una “o” exclusiva (“Iré a
Glasgow o a Edimburgo”: la elección es absoluta, ir a un sitio significa no ir al otro), una “o” equivalente (“Lo
haré de una manera u otra”: el modo no es importante, todas las maneras son iguales cuando prevalece el inte-
rés de hacerlo “de alguna manera”) y, percibida menos comúnmente, una “o” que Lacan identifica con la con-
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5.- Demostrado por Metz en el curso de su detallada consideración de la posibilidad psicoanalítica de la metáfora y la metonimia; C. Metz,
Le signifiant imaginaire, París, Union Genérale d’Éditions, 1977, págs. 251-340.
6.- J. Lacan, L’Identification, París, 1977; edición no autorizada del seminario de 1962, pág. 24.
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junción latina vel: “¡La bolsa o la vida!” –si eliges la bolsa, pierdes la vida y la bolsa; si eliges la vida, pierdes la
bolsa, tu vida también queda reducida, elijas lo que elijas la muerte será siempre tu parte. Lacan caracteriza esto
como el “vel alienante” y lo traslada a su explicación de la operación del sujeto en el lenguaje: “el vel que conde-
na al sujeto a aparecer sólo en esta división –si a un lado el sujeto aparece como sentido, producido por el signi-
ficante, al otro aparece como aphanisis” (SXI, 191; aphanisis es una palabra que toma prestada de Ernest Jones
para referirse a un continuo eclipsarse, el desvanecimiento del sujeto). En este punto, la teoría de conjuntos es
convocada para aportar una mayor clarificación, mostrando Lacan un diagrama de Venn para exponer la unión
y la intersección de clases:
“Ilustremos el vel con lo que nos interesa: el ser del sujeto, el sujeto que está ahí bajo el sentido. Si elegimos el
ser, el sujeto desaparece, se nos escapa, cae en el no-sentido; si elegimos el sentido, entonces el sentido queda
privado de la parte de no-sentido, que es, hablando en sentido estricto, lo que constituye lo inconsciente en la
realización del sujeto. Con otras palabras, pertenece a la naturaleza de este sentido tal como emerge en el campo
del Otro ser eclipsado en gran parte de este campo por la desaparición del ser inducida por la función misma
del significante” (SXI, 192). De nuevo con otras palabras, forjado sobre el trazo de lo que opera para constituir
el sujeto, el inconsciente entre el sujeto y el Otro es la acción de la división: “así si yo hablo del inconsciente como
aquello que abre y cierra, es porque su esencia es la de marcar ese tiempo por el que, nacido con el significante,
el sujeto nace dividido; el sujeto es eso que ocurre que justo antes, como sujeto, no era nada, pero que, recién
aparecido, se pone como significante” (SXI, 181).
La segunda operación fundamental en la causación del sujeto es la descrita como separación, un término que se
ha estirado en los potros de la vaguedad y la etimología para significar no únicamente “separación”, sino ade-
más “ponerse”, “defenderse” y “parir-se” -¿cómo se procura el sujeto en el significante? La separación es el
momento del cambio en lo que Miller llamará “el tiempo del engendramiento”.
Efecto del significante bajo el que se desliza, el sujeto se vuelve contra –“ataca”- los intervalos de la cadena sig-
nificante, admite el deseo del otro: ¿qué quiere en lo que dice? “Es en el intervalo entre los significantes de su
articulación alienante donde reside el deseo ofrecido para que el sujeto lo capture en la experiencia del discurso
del Otro, del primer Otro con el que tiene que tratar, digamos, como ilustración, aquí la madre. El deseo del suje-
to se constituye en tanto que va más allá o permanece a este lado de lo que ella dice, de lo que ella indica, de lo
que ella produce como sentido, en tanto que no se sabe cuál es el deseo de la madre, en esta carencia o necesi-
dad. El sujeto –por un proceso no falto de artimañas, no sin presentar esa torsión básica gracias a la cual lo que
el sujeto encuentra no es lo que inspiró su movimiento de descubrimiento –vuelve así al punto de partida, que
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es el de su déficit como tal, el déficit de su aphanisis” (SXI, 199). La separación del sujeto es así su pasaje por
esta metonimia del deseo, su auto-procuración a partir y gracias al Otro en una especie de reposición de los sig-
nificantes por los que está originalmente dividido y a los que por lo tanto se subordina por segunda vez; el suje-
to tomando posición ahora en relación con el Otro, separando, respondiendo, esquivando, poniendo imágenes,
atrapado en una problemática específica de la representación (“un significante representa un sujeto para otro
significante” (É, 840) y de la fantasía (el aplazamiento de la verdad de la división, de la aphanisis): “esta segun-
da subordinación no solamente cierra el efecto de la primera proyectando la topología del sujeto en el instante
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del fantasma; lo sella, negándole al sujeto del deseo que él se sepa efecto del habla, o sea, lo que es por no ser
otra cosa que el deseo del Otro” (É, 835-6). En la separación del sujeto, su pasaje, se da la invasión del incons-
ciente, la acción permanente del borde: un déficit cubre otro (la división originaria del sujeto en el significante
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es desbordada por la división –los huecos, el deseo- a la que el sujeto responde en el significante), lo que en efec-
to es el entero gasto del sujeto, de ahí en adelante sostenido en la unión, que no cesa de desplazarse, de lo sim-
bólico y lo imaginario, el drama mismo: “El drama del sujeto en el lenguaje es la experiencia de su déficit-de-
ser… Es porque elude este momento de déficit por lo que una imagen viene a tomar la posición de soportar todo
el coste del deseo: proyección, función de lo imaginario. Igual que contra ello, hay un índice en el corazón del
ser, designando su brecha: introyección, relación con lo simbólico” (É, 655).
La introducción de Miller del concepto de sutura se propone como una contribución a esta explicación de la cau-
sación del sujeto. Por medio de la referencia a Frege y a la teoría de números (indicaciones de las que se puede
encontrar referencia en Lacan; véase, por ejemplo, SXI, 205), al doble movimiento de la ausencia cero y el núme-
ro cero, el propósito de Miller consiste precisamente en describir la relación entre el sujeto y el significante, la
metáfora / metonimia del sujeto en la cadena significante: “Si la serie de los números, metonimia del cero,
comienza con su metáfora, si el miembro 0 de la serie como número es únicamente el sustituto que sutura la
ausencia (del cero absoluto) que es desplazada bajo la cadena de acuerdo con el movimiento alternante de una
representación y de una exclusión, entonces, ¿qué puede impedir que veamos en la relación restablecida del cero
con la sucesión de números la articulación más elemental de la relación del sujeto con la cadena significante?”
El tema específico del artículo es pues lo simbólico y su operación; de ahí, de forma indicativa, el recurso a la
lógica matemática y la insistencia en la extensión general de la función suturante: “La sutura nombra la relación
del sujeto con la cadena de su discurso: debemos ver que figura allí como el elemento que falta, en la forma de
una suplencia. Ya que, aunque falte allí, no está pura y simplemente ausente. Sutura -por analogía, la relación
en general del déficit respecto de la estructura, de la que es un elemento- en tanto que implica la posición de un
tomar-el-lugar-de.” La lógica del significante dentro del que la sutura tiene que existir como concepto es una
“lógica general”, la disposición formal de todos los campos de conocimiento. Ejemplificar la sutura, señala Miller
al mismo tiempo, como si se ejemplificara su índice inmediato, el “yo” de una enunciación: la enunciación esta-
blece un lugar del sujeto al tiempo que lo separa de ese lugar por el hecho mismo del lugar de la enunciación, el
lugar desde el que se hace la aseveración; el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación nunca llegan a
juntarse enteramente, se hallan siempre en las distancias de lo simbólico, el sujeto no es alguien en su represen-
tación en el lenguaje. A la luz de semejante ejemplo, sin embargo, puede verse que el recurso a la lógica, a la idea
de una lógica, es al mismo tiempo la emergencia de una cuestión que trastorna toda idea de un sistema formal
cerrado (de modo que la extensión y la generalidad son en sí mismas los términos de la inserción de esa cues-
tión en todos los campos; de forma parecida, el mismo Lacan, en un artículo muy poco mencionado que lleva
por título “Le temps logique” (É, 197-213), desarrolla en la lógica el tiempo de la enunciación e introduce una
reflexión acerca del “yo”. La dimensión de la verdad a la que Miller adapta el concepto de sutura es esta dimen-
sión no de la lógica en su explicación clásica, sino, exactamente, de la lógica del significante, esto es, del psico-
análisis. Cuando Lacan habla de “la división del sujeto entre la verdad y el conocimiento” (É, 864), la verdad es
la del psicoanálisis en tanto que atención al drama del sujeto, es la del conocimiento que esa atención hace posi-
ble, radicalmente distinto del conocimiento de la auto-posesión del sujeto como “yo” (“no podemos pedirlo del
sujeto como yo” (É, 819)). De este modo no es una sorpresa que, en reacción a la ponencia de Miller, el psicoa-
nalista Leclaire insistiera de manera entusiasta en que el psicoanalista fuera reconocido como, por definición, la
persona que “no sutura”7.
No es una sorpresa porque el concepto de sutura, dado que especifica la relación del sujeto con la cadena de su
discurso, no puede ser un concepto simplemente para lo simbólico (no es un concepto de la lógica). La sutura
página 212
no nombra únicamente una estructura de déficit, sino también una disponibilidad del sujeto, un cierto cierre, en
buena medida como el giro en la segunda operación fundamental de Lacan procura al sujeto: el “yo” indica défi-
cit y una disponibilidad suficiente. No es una sorpresa de nuevo, por tanto, que el propio uso de Lacan del tér-
mino “sutura” (anterior a la ponencia de Miller y en el curso de un discusión en la que éste participaba) le dé el
sentido de una “pseudo-identificación”, la define como “unión de lo imaginario y lo simbólico” (SXI, 107), ni que
ulteriores ejemplos de su uso por parte de teóricos lacanianos portaran la misma acepción. Jean-Claude Milner,
por ejemplo, escribiendo acerca de la objetivización del lenguaje que realiza la lingüística, por la que el límite de
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su conocimiento del lenguaje se halla en el “sujeto hablante”, comenta: “el sujeto hablante, punto sin dimensión,
deseo o inconsciente, es confeccionado estrictamente a la medida del sujeto de la enunciación y está hecho para
enmascararlo o, más exactamente, para suturarlo”8. Lo que está en disputa es claro: el “yo” es una división que,
de cualquier manera, une, la suplencia es el déficit en la estructura, pero eso no quita para que sea al mismo
tiempo la posibilidad de una coherencia, del rellenado. En el extremo final de la función suturante está el ego,
el yo: “¡Soy yo!”, el pequeño escenario lingüístico del ego –que yo soy el único que puede decir, puedo decir en
tanto que yo soy alguien. El ego no debe confundirse con el sujeto: es el punto fijo de la proyección y la identi-
ficación imaginarias, mientras que el sujeto como tal está siempre del lado de lo simbólico, éste es el orden de
su misma constitución; pero, entonces, precisamente no hay ego sin un sujeto, terreno de su necesidad y su asi-
dero: función de lo simbólico, la sutura es hacia lo imaginario, el momento de la unión –supliendo, una ocupa-
ción de lugar, un algo, alguien allí.
II
Es a partir de este contexto psicoanalítico desde el que Oudart traslada el concepto de sutura al campo de la teo-
ría del cine en el artículo de 1969 de Cahiers du cinéma mencionado anteriormente9. Como resultado de ese
artículo (y de otros posteriores en los que desarrolla sus formulaciones iniciales10), el concepto ha alcanzado la
resonancia a la que nos referíamos al comienzo de estas notas; resonancia en Francia, particularmente, por
supuesto, entre los escritores implicados en Cahiers du cinéma o cercanos a ella11, y posterior a una influyente
exposición en inglés de la obra de Oudart por parte de Daniel Dayan en 1974, en la teoría escrita en Gran Bretaña
y Norte América. Las notas que siguen no pretenden de ninguna manera repetir lo dicho por Oudart o exponer
todos los detalles de la variedad de posiciones ulteriores (la exposición de Dayan, los importantes argumentos
contra Oudart y Dayan expuestos por William Rothman, etc.); simplemente, intentan demostrar parte de lo que
está en juego en el concepto de sutura en relación con el cine, esperando añadir clarificaciones aquí y allí, plan-
teando uno o dos problemas, quizás avanzando un poco12.
En su artículo, Oudart ofrece una descripción del movimiento de la constitución de lo cinemático y de su suje-
to en el proceso de lectura de una película. La sutura especifica ahora la lógica del significante en el cine (“la lógi-
ca de lo cinemático”): “la sutura representa el cierre de lo cinemático enunciado conforme a la relación que con
él sostiene su sujeto (el sujeto fílmico o mejor el sujeto cinemático), reconocido y ubicado en su lugar, el espec-
tador”.
Tal como lo describe Oudart, el proceso de lectura de una película se desarrolla por fases, la primera de ellas es
un momento de puro júbilo por la imagen (el espectador “fluido, elástico, expansible” –véase su exposición de
la experiencia de un plano de El maquinista de La general); un momento en el que, como si dijéramos, la pan-
talla y el encuadre no incomodan, anterior a la articulación del cine. Llegar a advertir el encuadre entonces
rompe la relación inicial, dado que la imagen es vista ahora en sus límites; el espacio que, un momento antes,
era la extensión pura del placer del espectador se convierte en un problema de representación, de ser-ahí-en-
lugar-de –allí en lugar de un campo ausente, fuera de la imagen (“la cuarta pared”), en lugar del personaje fan-
página 213
12.- Daniel Dayan, “The Tutor-Code of Classical Cinema”, Film Quaterly, otoño 1974, págs. 22-31. Una crítica del artículo de Dayan se puede
encontrar en William Rothman, “Against the Sistem of the Suture”, Film Quaterly, otoño 1975, págs. 45-50. (Estos dos textos están inclu-
idos en Bill Nichols (ed.), Movies and Methods, Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1976, págs. 438-59, las referen-
cias las haremos a esta reedición)
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tasmal que la imaginación del espectador pone como respuesta al problema: “el Ausente”. De manera crucial, lo
que esta realización de la ausencia desde la imagen consigue es la definición de la imagen como discontinua, su
producción como significante: el paso del cine a lo cinemático, el cine como discurso: “La revelación de esta
ausencia es el momento clave en el destino de la imagen, ya que introduce la imagen en el orden del significan-
te y el cine en el orden del discurso”. Lo que opera entonces es el borrado (o rellenado) de la ausencia, la sutura
del discurso –su movimiento al modo de una continuidad de articulación- por medio de la reapropiación de la
ausencia dentro de la película, un personaje en la película ocupará el lugar del Ausente puesto por el espectador;
la sutura como “la abolición del Ausente y su resurrección en alguien”: “el campo puro de la ausencia se convier-
te en el campo imaginario de la película y en el campo de su imaginario”.
Lo más importante de todo esto es que la articulación de la cadena significante de imágenes, de la cadena de
imágenes como significante, no opera de imagen a imagen, sino de imagen a imagen a través de la ausencia que
el sujeto constituye. El cine como discurso es la producción de un sujeto y el sujeto es de lo que trata esa produc-
ción, desapareciendo y moviéndose constantemente a través de las imágenes, la garantía misma del flujo, sien-
do la sutura, como si dijéramos, la culminación de esa garantía: “[El proceso de Juana de Arco] revela gracias a
quién funciona la operación de la sutura y para quién lo hace: el sujeto fílmico, el espectador, y desde un lugar
que, aunque permanezca vacío cuando él o ella va a desvanecerse en el campo fílmico, debe reservarse para él o
ella a lo largo de la película, a no ser que se pretenda impedir que cumpla su papel de sujeto imaginario del dis-
curso cinemático”. La percepción de la ausencia rompe el deleite inmediato con la imagen; esa ausencia es pues-
ta por el espectador como una ausencia de…, el campo ausente de un Ausente; ese campo ausente es reapropia-
do dentro de la película, el lugar del Ausente es cubierto por un personaje en la película; así, el campo puro de
la ausencia se convierte en el campo imaginario de la película, dado como ausente desde la película, y el campo
de su imaginario, dado en términos de la ficción de la película; así la ruptura de la relación inicial con la imagen
se sutura, se sutura a través del espectador constituido como sujeto cinemático o fílmico13, esencial para la rea-
lización de la imagen como significante y para la articulación conjunta de los planos. Esta es la referencia de
Oudart a Miller: el sujeto es una función móvil de la cadena significante (donde un significante representa un
sujeto para otro significante), siendo su estructura un “parpadeo en eclipses” (una expresión citada y usada por
Oudart); aquí, el sujeto está continuamente fuera y dentro de la película, la incesante posición de intercambio:
“ese ‘intercambio’ del que habla Bresson, gracias al cual el significado aparece verdaderamente”. El sujeto pro-
duce los sentidos que la película produce para él, es el giro de la película como discurso: “la clave del proceso de
cualquier lectura cinemática la provee el sujeto, que por sí mismo no sabe, aunque la lleva a cabo, que es su fun-
ción la que opera y la que allí es representada”. La posición de intercambio, este giro, además, es la determina-
ción de la oblicuidad subrayada por Oudart: el espectador no es ni un personaje ni el Ausente: “el espectador no
se identifica con el personaje situado en el campo invisible de la película, ocupa una posición fuera de lugar res-
pecto al mismo, en desequilibrio respecto al del Ausente que sólo está allí imaginariamente cuando el persona-
je no está allí y cuyo lugar éste ocupa más tarde”. El imaginario del espectador y el imaginario de la película se
hacen juntos a un lado: el espectador pone al Ausente para hacer posible el movimiento de la ficción de la pelí-
cula que cubriendo el lugar de este –la sutura como personaje para el Ausente, desde el campo imaginario de la
película al campo de su imaginario- libera el imaginario del espectador una vez más para la renovación del movi-
miento.
Puede así señalarse que la sutura es para Oudart en buena medida un concepto que remite a la unión de lo sim-
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bólico y lo imaginario, recayendo el énfasis de hecho en su refuerzo de lo imaginario. La sutura cierra el discur-
so cinemático (la articulación del cine como discurso), cierra el sujeto-espectador en ese proceso, incesantemen-
te, a lo largo del tiempo de la película que entonces emprende una repetición constante del sujeto como diferen-
cia y una reapropiación constante de esa diferencia a través del espectador desde el Ausente al alguien. Bastante
difícil de forma inmediata en la explicación de Oudart es, sin embargo, el estatus que atribuye al concepto –una
dificultad que puede ser demostrada considerando el modo en que se utiliza a Bresson en el artículo.
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13.- En Oudart se dan tanto el “sujeto cinemático” como el “sujeto fílmico”; este último cuando describe el proceso de lectura de la película, el
primero en tanto que esa descripción se da en el contexto del modo en que la película funciona discursivamente, del discurso cinemático.
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En Miller el concepto de sutura no es valorativo sino descriptivo, introducido para especificar la lógica del sig-
nificante, la relación del sujeto dentro de la cadena significante; en Oudart, trazando la lógica de lo cinemático,
se vincula de inmediato con “la naturaleza trágica y vacilante” de la imagen, con “la naturaleza específicamente
trágica del lenguaje cinemático”. Esto es, el cine como discurso se percibe como si estuviera implicado en una
pérdida, la pérdida de la totalidad de la imagen, la pérdida del placer extremo de la absorción en la imagen cuan-
do el espectador es colocado como el sujeto de la película: “el cine se caracteriza por una antinomia entre la lec-
tura y el placer”. Si este es el caso, sin embargo, es entonces necesario desarrollar una teoría efectiva de las dife-
rentes realizaciones del placer en el cine, ofrecer una explicación adecuada, por ejemplo, del campo de lo ima-
ginario de una película. A pesar de algunas indicaciones dispersas y de una nota final apuntando a parte del pro-
blema, Oudart no lleva a cabo esta explicación, una insuficiencia que es sintomática de un cierto deslizamiento
en el uso de los términos del artículo. Así, cuando Oudart describe la posesión inicial de la imagen por parte del
espectador (el espectador poseído totalmente por la imagen), los términos que utiliza son los de la experiencia
del niño en la fase del espejo: relación dual –diádica-, júbilo, totalidad, una especie de expansión del placer, ima-
ginario. Al mismo tiempo, de forma significativa, el momento de posesión en estos términos es calificado como
“puramente mítico”; “de forma significativa”, porque en el cine no puede hacerse que lo simbólico siga a lo ima-
ginario de esta manera: el cine no es la fase del espejo, todo espectador-sujeto ha tenido que haber superado esa
fase (en contraposición al niño pequeño que puede venir al cine pero no venir como espectador), estando siem-
pre ya en la lectura. En este sentido, el momento de la imagen que Oudart subraya no es “anterior” sino “poste-
rior” a lo simbólico, es en mayor medida la dispersión del yo-sujeto que la anticipación de su dominio (vuélva-
se a mirar el pasaje dedicado a El maquinista de La general). O más bien, dado que no se trata de situarse en
una posición simplemente contraria, lo que está en cuestión es un juego complejo y múltiple de lo simbólico y
lo imaginario, la producción del espectador como sujeto en la película a través de ese juego: no es el imaginario
del espectador, como Oudart parece a veces defender, lo que sutura el discurso; más bien, la función suturante
incluye al espectador como parte de una producción imaginaria.
En este sentido, entonces, la continuada referencia que se hace al trabajo de Bresson se convierte de algún modo
en problemática. Bresson es presentado como el descubridor de la sutura, el cineasta que da cuenta de la exis-
tencia y de la operación del sujeto cinemático, el paso a través del espectador (de ahí el desplazamiento respec-
to a las simples nociones de un “cine subjetivo”). El proceso de Juana de Arco es importante porque es “la pri-
mera película que somete su sintaxis a la necesaria representación cinematográfica de la relación del sujeto con
su discurso”. Dejando a un lado las dudas usuales con respecto a la idea de “la primera película”, podría asumir-
se con Oudart que la película de Bresson provee una demostración visible efectiva del proceso de la articulación
del cine como discurso y su sutura. Lo que es menos fácil de entender es por qué, por el contrario, Al azar,
Baltasar debería criticarse como una película que, “puramente lineal” pero también “una descomposición de
sintagmas”, no sutura, no rellena sus ausencias, “una representación que no puede resolverse porque la sutura
es imposible, porque el campo imaginario es siempre el de una ausencia”: “los movimientos de cámara en
Baltasar son precisamente, por la ausencia que crean a cada momento y que sólo se rellena en escasas escenas
que recuerdan El proceso de Juana de Arco (el encuentro de Gérard y Marie), lo que impide que el imaginario
del espectador trabaje y suture el discurso”. El problema es la valoración que asoma tras el estatus que se ha atri-
buido a la sutura en su descripción. El proceso de Juana de Arco es elogiada porque, dentro del sistema de la
sutura, asume la naturaleza específicamente trágica del lenguaje cinemático; Al azar, Baltasar se critica porque
no lo hace, porque no consigue poner en práctica de ninguna manera las propiedades de ese lenguaje, “su dis-
curso no cesa de significarse a sí mismo, letra muerta, y su sintaxis aparece a cada instante como el único signi-
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ficado de la película”. El sistema de la sutura parece en este contexto ser una especie de esencia del cine, su
“pasión” verdadera (nótese aquí la manera en la que la presencia o ausencia de un rasgo como la profundidad
de campo aporta a Oudart un criterio de juicio inmediato: el uso de imágenes sin profundidad en el cine moder-
no oculta el movimiento fundamental del cine; Baltasar es caracterizada a través de un irritante abandono de
toda profundidad; etc.). Parte del elogio de El proceso de Juana de Arco, sin embargo, descansa en que demues-
tra el sistema, lo expone, trazando el proceso de lectura de una película y ofreciendo, de este modo, una cierta
experiencia de lo simbólico: “alejada de las complacencias de un cine como el de Flaherty, que declara recrear
el acontecimiento mismo de la comunicación, Bresson sólo se permite el mostrarnos sus signos; pero lo hace
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dentro de un campo cinemático que, gracias a que no pretende dar la ilusión de su inmediatez, restaura para él
una dimensión simbólica que se revela en el proceso efectivo de su lectura”. El vacilante entrelazado de formu-
laciones parece finalmente depender de una especie de estimación de la potencialidad del cine, casi una poéti-
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ca del film (no sin ecos de la “función poética” de la perspectiva que abre Praxis du cinéma de Noël Burch, un
libro publicado por esos años): “Ahora que todas sus propiedades han sido reconocidas, observamos ese habla
para recrear no un objeto, sino un espacio, un campo cinemático que ya no será por más tiempo el medio privi-
legiado de realizar una ficción, sino el medio que tiene el habla del cine para desenvolverse de acuerdo con sus
propiedades, ya que el cine nace dentro del orden del discurso a través del espacio, es designado como habla y
su imaginario se despliega a partir del lugar cuya ausencia evoca”.
En otro lugar, Oudart es perfectamente claro respecto a que el sistema de la sutura es una escritura cinemática
particular (incluso si esa escritura ha sido ampliamente dominante) y este es el énfasis que Dayan desarrolla en
su trabajo titulado significativamente “El código-tutor del cine clásico”. Las referencias a la tragedia y a Bresson
desaparecen, el término “ideología” es recuperado: el sistema de la sutura es concebido como la operación ide-
ológica del proceso del discurso cinemático; la producción, de hecho, de una constante unidad del sujeto, un
cierto vínculo de coherencia que Oudart describe como “teológico” (de ahí probablemente las letras mayúsculas
con las que escribe “ausencia” y “el ausente” en el primer artículo): “un cine esencialmente teológico, pensado
para un espectador profundamente religioso, en el sentido lacaniano de alguien que pone sobre Otro (Dios, el
Artista, el Ausente) el peso de la causa, exigiendo de ese Otro la garantía de un sentido que supuestamente no
sea producido por ningún trabajo de escritura, que proceda supuestamente de una visión, de una mirada que
da sentido a las cosas. Un cine teológico, de nuevo, en tanto que su escritura consiste en probar lo visible por
medio de lo invisible y viceversa: cine de revelación, encarnación y gracia. Escritura cuya función ha sido la de
transformar una fantasía en una ficción y una ficción en una visión, el Ausente en alguien, el espectador en un
doble de sí mismo y en un duplicado del objeto filmado…”14
La cuestión respecto a la sutura tiene que ser considerada con más detalle en este contexto. Caracterizado como
“el código-tutor del cine clásico”, el sistema de la sutura es definido como una articulación histórica del cine
como discurso, como una escritura en el sentido en el que Barthes usa este término en El grado cero de la escri-
tura15; se puede hablar entonces de “cine de la sutura” y subrayar, por ejemplo, el montaje de plano / contra-
plano como su figura ejemplar. Dayan, sin embargo, duda: por un lado, hay otros sistemas cinemáticos además
del de la sutura16; por el otro, el sistema de la sutura es respecto al cine lo mismo que el lenguaje verbal respec-
to a la literatura17. Esta última idea es importante por su confusión. El lenguaje verbal es la materia de expre-
sión de la literatura, su fundamento y horizonte, el sistema o código de cualquier realización discursiva (siendo
la literatura un conjunto completo de realizaciones discursivas). Aunque el problema de las relaciones entre el
sistema lingüístico y la formación socio-ideológica es difícil y enteramente contemporáneo, los términos de ese
problema no son tan simples como para equiparar lenguaje e ideología. Si el sistema de la sutura es un sistema
ideológico particular (una “escritura”), no puede compararse con el lenguaje verbal. Que Dayan los compare es
sintomático de lo confuso del concepto: en Miller y en parte en Oudart, la sutura describe la producción de la
posibilidad misma de la significación; en parte en Oudart y en la mayor parte en Dayan, la sutura es una opera-
ción ideológica, que el “ejemplo privilegiado”18 del montaje de plano / contraplano demuestra y resume (hasta
tal punto que más tarde Rothman puede tomar el “sistema de la sutura” como sinónimo del “montaje del punto
de vista”19).
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De lo que se trata aquí, el problema real, es exactamente de la comprensión del cine como discurso, de la enun-
ciación y del sujeto de la enunciación en el cine. En un artículo temprano, Metz insistía en la correspondencia
entre la imagen fílmica y la oración en el lenguaje natural; la imagen es siempre efectuada: “Un primer plano de
un revolver no significa ‘revolver’ (una unidad léxica puramente virtual), sino como mínimo, y dejando a un lado
las connotaciones, significa: ¡He aquí un revolver!”20. Tanto Dayan como Rothman están de acuerdo en que
esto debe considerarse un error: un plano aislado es gramaticalmente incompleto; es la secuencia de planos lo
que consiste en una “aseveración” (Dayan) o una “oración” (Rothman)21. La terminología es confusa y condu-
ce a confusión: una oración es una abstracción metodológica de la lingüística; fuera de esa abstracción, no hay
oración que no sea una emisión, la realización de un acto de enunciación. A lo que apunta Metz es al hecho del
plano como emisión, su estar-ahí-para, su dirección; cada imagen es la fuerza de un acontecimiento, no la sim-
ple presencia de una palabra. Esa fuerza, sin embargo, se presenta con una cierta “inocencia” (el potencial ide-
ológico de la imagen fílmica y fotográfica), las marcas de la enunciación están relativamente inespecificadas en
la imagen (no hay equivalentes, por ejemplo, a los pronombres del lenguaje); sabemos cómo contradecir una
emisión lingüística, estamos mucho menos seguros de cómo hacerlo con una imagen aislada (de ahí la tenden-
cia común a ver la imagen como correspondiéndose con una palabra, de ahí la idea del cine como “un sistema
de signos donde el objeto es el signo del objeto mismo”22), nos enfrentamos con su aparente completitud como
imagen (de ahí el problema para Godard de “sonidos que son ya correctos sobre imágenes que son todavía fal-
sas”: la imagen siempre será falsa en tanto que porta consigo un borrado del acto de su proposición; la verdad
ha de ser aprehendida no sólo en el enunciado, sino igualmente en la enunciación, en las distancias, huecos, con-
tradicciones de ambos). Cuya completitud, volviendo una vez más sobre la imagen como emisión, es, precisa-
mente, sólo aparente: la imagen nunca está completa en sí misma (si así fuera no habría lugar para alguien que
ve y, por ello, definitivamente, no habría lugar para ninguna imagen) y su límite es su dirección (el límite donde
entra en la cadena se completa con el sujeto que de ese modo acoge). Entender el cine como discurso, el objeti-
vo general del artículo de Oudart, consiste en comprender la relación de esa dirección con el movimiento de la
imagen, con el movimiento de y entre planos.
La realización del cine como discurso es la producción en todo momento a través de la película de una dirección
de sujeto, la especificación del juego de incompletitud-plenitud. Para lo que puede ser útil la sutura es para nom-
brar esta especificación, que se articula de diversos modos pero que es siempre una función de la representa-
ción (el juego para un sujeto, su ocupar un lugar). La dificultad en el planteamiento de Oudart reside en el colap-
so del proceso de especificación en la figura simple del ausente, una figura que no es exigida por la explicación
que Miller realiza de la sutura como concepto necesario para una lógica del significante, que remite únicamen-
te al Otro como espacio de la distribución-circulación de significantes. Oudart, partiendo efectivamente de la
demostración de una película concreta (El proceso de Juana de Arco) y de la perspectiva que esa demostración
ofrece acerca del desarrollo histórico del cine como discurso, describe un régimen específico de la unión de lo
simbólico y lo imaginario, un retorno específico sobre el sujeto (muy dependiente de la explotación del monta-
je del punto de vista) y procediendo así, dadas las condiciones de esta especificación –dominante-, hace valer el
ausente (o el Ausente) en lugar del Otro, desapareciendo este del argumento. En el sistema que Oudart consi-
dera, la diferencia es tratada dentro de una estructura de ausencia y la producción de la ausencia lo es respecto
al interés de garantizar la constancia –la consistencia (la definición de lo imaginario es que consiste, que se sos-
tiene unido)- del sujeto retornado; el ausente es un elemento en esa estructura de garantía, cubre lo simbólico:
el espectador tiene que ser implicado como sujeto de la película y a través de la inversión del movimiento mismo
-que es el suplemento del cine respecto de la fotografía, el movimiento del cuadro, la sucesión de planos- en una
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acción narrativa y como la visión verdadera de esa acción, a saber, la representación dual –de y para el sujeto-
a la que la descripción de Oudart responde con su énfasis en la inclusión y la oblicuidad.
20.- C. Metz, Essais sur la signification au cinéma I, París, Klincksieck, 1968, pág. 72. Versión castellana: Ensayos sobre la significación
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Pueden distinguirse, entonces, dos tipos de problemas: aquellos que conciernen a la descripción de la especifi-
cación discursiva particular del cine y aquellos que conciernen a la caracterización de una lógica general del dis-
curso cinemático. Debe prestarse atención ahora a uno o dos puntos relacionados con lo primero, puntos en
efecto que también se relacionan con lo último, a lo que eventualmente conducirán.
Considérese el “ejemplo privilegiado” del montaje de plano / contraplano al que ya se ha hecho referencia. Para
Oudart, esa figura se presenta de alguna manera como el hecho mismo de la operación suturante que describe,
su ideal: “la cadena ideal de un discurso suturado, articulado en figuras a las que ya no es apropiado llamar mon-
taje de plano / contraplano, sino que marcan la necesidad, para que la cadena pueda funcionar, de una articu-
lación del espacio tal que la misma parcela de espacio sea representada por lo menos dos veces, en el campo fíl-
mico y en el campo imaginario (con todas las variaciones de ángulo que permite la oblicuidad con respecto al
lugar del sujeto)…” Es la oblicuidad la que convierte en inapropiado el término “plano / contraplano”: dejando
aparte los dispersos ejemplos del tipo La venganza de Krimilda (“aberraciones”, “las series aberrantes en La
venganza de Krimilda, donde los protagonistas parecen irreales a causa de la renuncia categórica de Lang a per-
mitir que la cámara se moviera de la posición de su punto de vista”), la posición de la cámara siempre difiere
más o menos respecto de la mirada del personaje, y es con esta diferencia con la que se dice que trabaja el siste-
ma de la sutura; tal como lo plantea Dayan: “La mirada del ausente es la de un nadie que deviene (con el con-
traplano) la mirada de alguien (un personaje presente en la pantalla). Estando en la pantalla ya no puede com-
petir con el espectador por la posesión de la pantalla. El espectador puede reanudar su relación previa con la
película. El contraplano ha “suturado” el agujero abierto por la percepción que el espectador tiene del ausente
en la relación imaginaria del espectador con el campo fílmico”23.
Hay dos afirmaciones altamente críticas dentro de esta discusión de la sutura y el montaje de plano / contrapla-
no que necesitan ser consideradas aquí, una la realiza Rothman en el artículo anteriormente citado, la otra es de
Barry Salt y aparece en un artículo sobre “Film Style and Technology in the Forties”24. Salt ha estudiado cuida-
dosamente el desarrollo del “montaje de ángulo – contra ángulo menor” (“pensado para incluir todos los cortes
que cambian el ángulo de la cámara desde una dirección que está dentro de los 45 grados de la línea del ojo de
una persona que aparece en un plano hasta un ángulo suficiente para caer dentro de los 45 grados desde la línea
del ojo de la otra dirección… la categoría general de los cortes de ‘ángulo – contra ángulo’ es además pensada
para incluir cortes desde un plano de una persona que mira a un plano de lo que se ve desde su punto de vista,
dado que esta parece ser la actitud habitual del montador respecto a la definición”) y presenta porcentajes de la
frecuencia de tales montajes basados en un corpus de unas doscientas películas desde “los años veinte hasta
hoy”, la conclusión que extrae es que “el grueso de las películas continúa teniendo entre un 30 % y un 40 % de
cortes de contra ángulo, los mismos que han estado teniendo desde los años treinta”. Sobre la base de sus des-
cubrimientos, Salt critica a Dayan por defender que la mayoría de los cortes en el cine clásico responden al
modelo del plano / contraplano y desarrolla esta crítica en lo que él considera una objeción fundamental:
“Aparte del hecho de que en la gran mayoría de las películas tales cortes son minoritarios, no hay duda de que
las películas que carecen de ellos pueden actuar poderosamente sobre la audiencia; por ejemplo, El nacimiento
de una nación. Es más, si el mecanismo es tan poderoso, ¿por qué no se lleva hasta el extremo (digamos un 70
%) en todas las películas comerciales, en lugar de ocupar sólo un poco?” De forma correcta, Salt identifica parte
de la tendencia hacia la equiparación de la sutura y los montajes de plano / contraplano o de punto de vista (el
pasaje de Dayan del que se trata se refiere a este último: “hay además momentos en los que la imagen no repre-
senta el punto de vista de nadie; pero en el cine de narrativa clásica estos son relativamente excepcionales”25) e
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indica los errores de cualquier explicación simple del cine clásico que se derive de una cruda literalización de esa
equiparación. Haciendo esto, sin embargo, permanece ciego respecto a la importancia de la idea de sutura para
entender las operaciones del discurso cinemático, respecto a la posibilidad de que el modelo del plano / contra-
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plano pudiera ser una articulación fundamental –aunque no la única- de la sutura (las estadísticas entonces
demostrarían esto, mostrarían que las películas del cine clásico se mantienen dentro de los márgenes del 30 %
y el 40 % de forma estable, regular), que, en consecuencia, la sutura es un funcionamiento múltiple de la orga-
nización discursiva de cualquier película existente de cine clásico.
Rothman se acerca a Salt en uno o dos puntos o, mejor, podría haber añadido los detalles de Salt a sus objecio-
nes a Dayan. Habiendo notado que este último equipara el sistema de la sutura y el montaje del punto de vista,
Rothman estrecha aún más el campo del debate al considerar que Dayan se está refiriendo a una sucesión de
planos de punto-de-vista definidos de forma muy estricta (Melanie Daniels en Los pájaros es mostrada miran-
do más allá de la barca a algo que no podemos ver, el siguiente plano nos muestra la panorámica de Bodega Bay,
a la que está mirando), que aparentemente excluyen, por ejemplo, las típicas secuencias de diálogo de plano /
contraplano. Su mayor crítica es entonces que el montaje del punto de vista no se compone de dos planos sino
de tres, lo que “invertiría específicamente el escenario de Oudart-Dayan”: “No es que el espectador descubra el
encuadre del plano mirando a Bodega Bay (de forma inexplicable), infiera un “ausente” soberano y caiga preso
de un sistema tiránico que le hace tomar a Melanie, mostrada en el contraplano, por ese ausente. Más bien,
siguiendo el plano primero de la secuencia con la indicación convencional que su encuadre afirma, el especta-
dor percibe la ausencia de Melanie desde el siguiente plano. La percepción de esta ausencia específica es la con-
dición para que el lector lo lea como un plano desde el punto de vista de Melanie. Esta lectura es confirmada por
el tercer plano de la secuencia, con su retorno a Melanie”26. Es más, pueden construirse series extensas de se-
cuencias de punto-de-vista plegadas, haciendo que el tercer plano de una primera secuencia funcione como el
plano inicial de una segunda, etc.
Los énfasis que realiza Rothman son importantes, pero su efecto no es que el concepto de sutura –de la opera-
ción suturante del discurso cinemático- deje de ser pertinente; más bien, sugieren un desplazamiento necesa-
rio, la necesidad de alejarse de la idea simple de la imagen inmediata, la aprehensión simbólica, la resolución
imaginaria, la figura constante y única del ausente. De lo que se trata tanto en Rothman como en Dayan es de
la organización y sostenimiento de la mirada y las miradas en la película: la película va por delante de mí, me ve
(yo soy su dirección), y no puedo nunca mirar desde donde ella me ve en tanto que ella me adopta como la con-
dición de su relación cambiante, como la condición de su pasaje (se mueve a través de mí, el giro de su repre-
sentación) y de su sentido (se mueve para mí, la ficción de su unidad) –un equilibrio en el que yo estoy a la vez
en lo simbólico y en lo imaginario, producción y producto. El sistema de la sutura, tal como es descrito por
Oudart-Dayan comienza a plantear el problema de esta adopción, pero lo hace de una manera que acaba resol-
viéndose en una concepción demasiado fácilmente monolítica –el Ausente, la concentración en el montaje del
punto de vista del plano / contraplano – que tiende a ignorar los múltiples estratos y tiempos y avances, la fun-
ción suturante en esa multiplicidad.
Tómese News from home de Chantal Akerman: la ciudad, imágenes de Nueva York, y lo novelesco, por medio
de cartas, una madre en Bruselas escribiendo a su alejada hija, pequeños incidentes y súplicas (siempre cuánto
la echan de menos: “ma petite fille, tu nous manques tellement”), leído, susurrado, citado en la banda sonora,
sobre o bajo los ruidos del tráfico o del metro. Ningún personaje, ninguna mirada ficticia que ver; los planos se
suceden sin ningún otro lazo que el de esa sucesión, hasta el último plano desde una barca que se aleja de Nueva
York, la ciudad que se pierde gradualmente en la imagen al extenderse el mar, la película que termina confor-
me la ciudad se desvanece en el horizonte. Si seguimos el planteamiento de Oudart-Dayan, no hay entonces
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sutura: la mirada no es apropiada dentro del campo imaginario de la película, el Ausente no se resuelve; la pelí-
cula no tiene secuencias de plano / contraplano, ni figuración de las imágenes, nada excepto su continua susti-
tución. Sin embargo, el espectador está incluido y es movido en la película, en una estructura y un ritmo de défi-
cit y ausencia (que no son la misma cosa). ¿Cuál es la dirección de estas imágenes para esta voz y esta historia,
de esta voz y esta historia para estas imágenes? El plano final puede producir retrospectivamente las imágenes
como si fueran de la hija, pero la película permanece en su tiempo en el déficit de cada imagen, significantes
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26.- “Against the Sistem of the Sutura”, op. cit., pág. 455.
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cuya representación –“un significante representa a un sujeto para otro significante”- se ha roto, incumplida:
efecto de la relación de distancia entre la voz y lo visto (hay que señalar que las descripciones de este sistema de
la sutura nada dicen de la importancia de los lazos entre la imagen y las pistas de sonido), de la duración de los
planos (el sistema de la sutura de hecho depende en gran medida de la constancia relativa y la brevedad del
paso de un plano a otro, del desalojo de cualquier margen de la imagen en el tiempo), del juego dentro de esa
duración con la carencia de profundidad o el encuadre o la división de la imagen, un proceso de encuentro –no
de punto de partida como en la explicación de Oudart-Dayan- de una cierta multiplicidad (el plano en el metro
a través del andén sobre el lado más alejado: la gente que espera y se mueve altera la percepción del espacio y
la profundidad, señala a los diferentes encuadres proporcionados por una serie de columnas, con trenes que van
y vienen hasta que finalmente un tren llega al andén más cercano y redefine de forma abrupta la apreciación de
la disposición espacial), de la no emergencia de ningún patrón de mirada (distinto del echar en falta en la pelí-
cula, acentuado por la toma en el tren del metro cuando la gente comienza a cuestionar la mirada de la cámara
y el espacio de nuestra mirada, implicándonos en el fracaso de una ficción vinculante que asumiría y daría sen-
tido a las imágenes que se ofrecen). Estamos emplazados en la película, pero esa plaza no es segura, cambia, y
gira, en los sentidos que la película produce en esa inseguridad, en aquellas dislocaciones, en la construcción de
una ausencia central –la ausencia de la hija, planteada de manera diferente en la imagen y en la pista de soni-
do. Desde esa ausencia, la película rehúsa suturar, convertir el Otro en el Ausente (una conversión que estaría
cerca de la posición de la madre en sus cartas), y por tanto aparecer como el signo de algo para alguien, fijar una
unidad –“un signo representa algo para alguien”. O más bien, reencuentra la sutura de manera efectiva como
condición de la lógica del significante, plantea el problema de las relaciones del sujeto en lo simbólico y el sos-
tenimiento de esas relaciones en lo imaginario; en cuyo problema descansa lo real de la película, el del feminis-
mo, y del film, el de la imagen, la voz, el ruido, la duración, el ritmo, la pregunta imposible de un deseo de mujer
en todo ello.
Del mismo modo que Miller apunta a una lógica del significante, Oudart apunta a una lógica de lo cinemático,
del cine articulado como discurso. Oudart sólo puede venir después de Miller: el espectador de una película está
siempre ya en lo simbólico, sobre el escenario de las dos operaciones fundamentales, produciendo la sutura; él
o ella solicita la imagen tanto como ésta los solicita a él o a ella, no hay afuera inicial de lo simbólico en el cine,
ni un advenimiento inmediato en la imagen que está siempre instituida como tal, imagen para…, imagen de una
película. News from home produce un desplazamiento en las uniones establecidas de lo simbólico y lo imagi-
nario, de las condiciones de identificación –y esa es su “inmediatez”.
Lo que tenemos son películas, organizaciones discursivas, vinculaciones de espectancia [spectating] (la última
expresión que se ha sugerido con el fin de evitar hablar de “un espectador”, con el concepto que ese término
arrastra de una unidad necesaria, y con el fin de subrayar la actividad de mirar… y escuchar). Es posible y cru-
cial describir los límites, constricciones, efectos de la máquina cine, plantear, por ejemplo, su realidad como “sig-
nificante imaginario”, pero una lógica de lo cinemático en el sentido de la articulación del cine como discurso es
simultáneamente una lógica de lo cinematográfico, la forma de un modo particular de organización de la signi-
ficación, tal como el del sistema Oudart-Dayan de la sutura. Decir que el sistema de la sutura es una lógica par-
ticular, una escritura, no es, sin embargo, decir que el cine pueda ser articulado como discurso fuera de toda
sutura. Lo que supondría retornar a las dificultades del concepto y de su traslado desde Miller a Oudart. En un
extremo, la sutura deviene entonces una condición para cualquier lazo de continuidad, para las combinaciones
del montaje clásico; así Bonitzer puede escribir: “La puerta es un objeto nodal de la narrativa del cine clásico…
lo que Bazin llamaba el “cine del pomo de la puerta”; un objeto utilizable en tanto que permite la transición de
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un plano al otro, punto de sutura de la cesura sintagmática…”27. De manera más simple, y más general, se equi-
para con el sistema basado sobre los patrones de montaje del plano / contraplano de “rellenado” a través y para
el espectador de imagen a imagen; de ahí la afirmación de Oudart de que Al azar, Baltasar no sutura. Lo que se
enfatizó anteriormente en relación con News from home, sin embargo, no era que la película no suturara, sin0
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que no lo hace a la manera del sistema, que plantea de manera diferente –en efecto plantea el problema de- el
funcionamiento de la sutura, la unión de lo simbólico y lo imaginario (que es lo que está en cuestión respecto al
concepto de sutura). Ningún discurso sin sutura (como la describe Miller, elemento de una lógica general del
significante), pero, igualmente, ninguna sutura que no esté desde el comienzo específicamente definida dentro
de un sistema particular que le da forma (la lección efectiva de la descripción de Oudart de lo cinemático como
cinematográfico); y que no sea además directamente política con respecto a su emplazamiento del sujeto en
posiciones específicas de unidad y sentido –la demostración misma de News from home, el reconocimiento de
la referencia de Miller a “un sujeto, por lo tanto, definido por atributos cuyo otro lado es político…”
III
“Cuyo otro lado es político…”28. Desde ese otro lado, como si dijéramos, se ha apelado al psicoanálisis de mane-
ra creciente como si tuviera una contribución necesaria y específica que hacer a una comprensión materialista
de la operación de lo ideológico en su distribución de posiciones subjetivas de sentido. Así, por ejemplo, Pierre
Raymond en su Matérialisme dialectique et logique: “Algunos filósofos insisten en la relación entre los sistemas
lingüísticos y el inconsciente. Esta relación es de interés particular para el marxismo, que ve que el lenguaje y el
inconsciente tienen en común con las ideologías la puesta en escena del sujeto. Lo que no significa que la rela-
ción sea fácil de establecer…”29. O, de nuevo, Michel Pêcheux en Les Vérites de La Palice, un libro que intenta
sugerir algunas de las bases para una teoría del discurso dentro de una perspectiva althusseriana: “No hay modo
de esconder con fórmulas banales la pesada ausencia de una articulación conceptual elaborada entre la ideolo-
gía y el inconsciente”30.
Según Pêcheux es el discurso el que hace sentir esta pesada ausencia, el que ofrece el área donde la articulación
debe desarrollarse. En contra de una concepción íntegramente lingüística, desea describir el discurso haciendo
referencia a los mecanismos de puesta en posición de sus sujetos, una descripción que atravesaría por el medio
las oposiciones tradicionales del tipo langue / parole para las que el discurso se convierte simplemente en los actos
concretos de uso por parte de los individuos del sistema abstracto del lenguaje (hemos visto anteriormente que el
psicoanálisis está implicado en un desplazamiento similar). El objetivo, como es evidente, consiste en reintegrar
lo lingüístico dentro de lo social sin negar su especificidad y en ese sentido planteándole al lenguaje la cuestión de
lo ideológico, para elaborar con detalle el concepto de formación discursiva: “Llamaremos formación discursiva
a aquella que en una formación ideológica dada, esto es, desde una posición dada en una coyuntura dada deter-
minada por la situación de la lucha de clases, determina ‘lo que puede y debe decirse…’. Esto viene a ser como
decir que las palabras, expresiones, proposiciones, etc., reciben su sentido de la formación discursiva en la que son
producidos… los individuos son ‘interpelados’ como sujetos hablantes (como sujetos de su discurso) por forma-
ciones discursivas que representan ‘en el lenguaje’ a formaciones ideológicas correspondientes”31. Esto es, una
formación discursiva existe como componente de una formación ideológica sustentada ella misma en condicio-
nes particulares de producción (los aparatos ideológicos de estado) y los términos de la relación entre la forma-
ción discursiva y la formación ideológica son los del sujeto y la interpelación. Los individuos son constituidos como
sujetos a través de la formación discursiva, un proceso de sujeción en el que el individuo es identificado como suje-
to estando la formación discursiva articulada en una estructura de desconocimiento (el sujeto es presentado así
como el origen de las significaciones de las que es un efecto). La interpelación nombra el mecanismo de esta
estructura de desconocimiento, que es efectivamente la condición del sujeto en lo discursivo y en lo ideológico, el
punto de su correspondencia: “No resolveremos aquí el problema de la naturaleza de esta correspondencia.
Digamos simplemente que no puede ser una cuestión de pura equivalencia (ideología = lo discursivo) o de una
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simple distribución de funciones (‘práctica discursiva’ / práctica no discursiva). Sería mejor hablar de un ‘entrela-
zado’ de las formaciones discursivas en las formaciones ideológicas, un entrelazado cuyo principio residiría preci-
28.- Algunos de los puntos tratado brevemente en esta sección son desarrollados más ampliamente en S. Heath, The Turn of the Subject,
Londres, Macmillan, 1981.
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29.- P. Raymond, Matérialisme dialectique et logique, París, Maspero, 1977, pág. 57n.
30.- M. Pêcheux, Les Vérites de La Palice, París, Maspero, 1975, pág. 136.
31.- Ibid., págs. 144-5.
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samente en la ‘interpelación’”32. Lo que Pêcheux pretende es entonces dar a este entrelazado alguna sustanciali-
dad descriptiva ofreciendo una teoría no subjetiva de la constitución del sujeto en su situación de enunciador
(¿cómo posee el sujeto los sentidos que posee y cómo posee esos sentidos en tanto que sujeto?).
La interpelación, sin embargo, tomada del sobradamente conocido artículo de Althusser “Ideología y aparatos
ideológicos de estado”33, plantea serias dificultades que han sido largamente demostradas por Paul Q. Hirst y
que giran, para nuestros propósitos, en el modo en que el reconocimiento exigido por el mecanismo de la inter-
pelación presupondría el sujeto que el mecanismo dice constituir: “El reconocimiento, el momento crucial de la
constitución (activación) del sujeto, presupone un punto cognitivo anterior al reconocimiento. Algo debe reco-
nocer aquello que va a ser… La función social de la ideología consiste en constituir individuos concretos (toda-
vía-no-sujetos) como sujetos. El individuo concreto es ‘abstracto’, no es todavía el sujeto que será. Es, sin embar-
go, ya un sujeto en el sentido del sujeto que sostiene el proceso de reconocimiento. Así algo que no es un suje-
to debe poseer ya las facultades necesarias para sostener el reconocimiento que lo constituirá como sujeto. Debe
poseer una capacidad cognitiva como condición previa para ocupar su lugar en el proceso de reconocimiento.
De ahí la necesidad de la distinción entre el individuo concreto y el sujeto concreto, una distinción en la que las
facultades del último se suponen ya en el primero (a no ser por supuesto que la cognición sea considerada una
facultad humana ‘natural’)”34. La crítica es correcta en tanto que indica que la interpelación no puede ser de
ninguna manera la clave ni de la ideología ni de la subjetividad (el hecho del individuo como sujeto), sostenidas
ambas como interdependientes. Una solución que se propone entonces –curiosamente adoptada por Althusser
en el uso de la distinción entre individuo y sujeto y en la vaga emergencia de una referencia a Lacan en algunos
puntos del artículo- consiste en diferenciar varias instancias en la construcción-constitución del sujeto, toman-
do al psicoanálisis como la explicación existente de una de estas áreas específicas: (sujeto-)portador, individua-
lidad biológica de los individuos como material base desde los que son llevados a funcionar en las relaciones
sociales; sujeto ideológico, lugar en el funcionamiento de las formaciones ideológicas / discursivas, constitutivo
de estas, que asegura la entrada de (sujetos-)portadores en los diferentes procesos sociales; sujeto psicoanalíti-
co, posición en las distribuciones del significante, producido en el (sujeto-)portador, efecto de la estructuración
de este último por la cadena significante35. El psicoanálisis deviene así, dentro del materialismo histórico, la
descripción de la constitución del individuo (sujeto-)portador como sujeto para la interpelación en las forma-
ciones discursivas en tanto que sujeto ideológico; que es un papel al que el psicoanálisis se acomoda sin mucha
dificultad, alzándose como la verdad del sujeto individual, abstraído del proceso social, de la formación ideoló-
gica –lo político allá al otro lado.
Sin embargo, el asunto tendría que ser justamente el contrario. Exactamente, en tanto que el psicoanálisis apun-
ta contra toda idea de que haya una serie de contenidos del inconsciente, hace del inconsciente una condición de
la división del sujeto en el significante, una acción en el ser-hablante, de ese modo es implicado, siempre y de
forma inmediata, en las relaciones sociales del lenguaje como discurso (y no en sentidos absolutos, arquetípicos,
esenciales o lo que sea). A este respecto, la enseñanza de Lacan tiene un doble filo: por un lado, nada excepto dis-
curso, el discurso tomado entonces como la única provincia de la verdad, el analista (Lacan, solitario portador de
una palabra “sin igual”) su Maestro (“las mujeres no saben lo que dicen, lo que supone toda la diferencia entre
ellas y yo” (SXX, 68)); por el otro, nada excepto discurso, de ahí que no haya una finalidad trashistórica de la ver-
dad, de ahí la posibilidad de una práctica radical y una transformación de la historia completa del sujeto. El mismo
tipo de doble filo puede dibujarse en muchos puntos dentro del psicoanálisis: la situación analítica misma, por
ejemplo, que es al mismo tiempo el ofrecimiento de un espacio efectivo para la aprehensión de la serie de fanta-
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sías en la que la historia de analizante del sujeto se sostiene y el establecimiento de la posición de maestría del ana-
lista con los rituales de una posición, una clase, un determinado equilibrio del poder del discurso; o igualmente,
el concepto de análisis interminable, que subraya tanto la producción del lenguaje, contra cualquier verdad origi-
titulada Positions, París, Éditions Sociales, 1976, págs. 67-125. Versión castellana: Posiciones, Trad. Nuria Garreta y otros, Barcelona,
Anagrama, 1977.
34.- Paul Q. Hirst, “Althusser’s Theory of Ideology”, Economy and Society, vol. 5., nº 4, noviembre 1976, págs. 404-5.
35.- Cf. M. Tort, “La psychanalyse dans le matérialisme historique”, Nouvelle Revue de Psychanalyse, nº 1, primavera, 1970, pág. 154.
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nal o final, como una especie de imaginario del análisis, un concepto que confirma su perduración lejos del otro
lado, cerrado al proceso social y a cualquier cuestión de transformación –“terminación”- del sujeto en la historia
que ahí vive. El psicoanálisis es utilizable entonces por parte de la llamada que lo reclama, pero no de manera sim-
ple; y las dificultades surgen, continúan surgiendo tanto con la solución de la-separación-del-sujeto-en-instancias,
como con la de una articulación. La “articulación elaborada entre la ideología y el inconsciente” de Pècheux es qui-
zás una concepción demasiado rígida y estática para lo que está en juego.
Para Pêcheux, la interpelación va unida a la identificación y esa unión representa por supuesto parte de su recur-
so al psicoanálisis: “la interpelación del individuo como sujeto de su discurso es efectuada por la identificación
del sujeto con la formación discursiva que lo domina”36. Citando a Althusser, Pêcheux ofrece un resumen de la
articulación por él defendida de la ideología y del inconsciente en estos términos: “‘El individuo es interpelado
como sujeto (libre) con el fin de que se someta libremente a los mandatos del Sujeto, con el fin de que acepte
(libremente) su sujeción.’ Si se añade, primero, que este sujeto con una S mayúscula –el sujeto absoluto y uni-
versal- es precisamente lo que Lacan designa como el Otro con una O mayúscula y, segundo, que, también según
Lacan, ‘el inconsciente es el discurso del Otro’, se puede ver que la represión inconsciente y la sujeción ideológi-
ca, aunque no son lo mismo, están vinculadas materialmente en lo que puede llamarse el proceso del signifi-
cante en la interpelación y la identificación…”37
De hecho, este resumen sólo expone el problema (y los propios problemas de Pêcheux: con la interpelación, con
el vínculo material entre la represión y la sujeción), en conexión con el cual quizás merezca la pena plantear una
o dos tesis que clarifiquen parte del entrecruzado de términos como ideología, imaginario, simbólico, incons-
ciente: 1) lo ideológico no se reduce a lo imaginario (lo que es parte de la dificultad de la explicación de la inter-
pelación en “Ideología y aparatos ideológicos de estado”, así como en Pêcheux); lo ideológico implica siempre
una relación entre lo simbólico y lo imaginario (lo imaginario es una ficción específica del sujeto en lo simbóli-
co); 2) lo simbólico no se reduce a lo ideológico; no hay operación ideológica que no implique una construcción
simbólica, una producción del sujeto en el sentido, pero lo simbólico es siempre algo más que el efecto de esas
operaciones (la ideología no agota el lenguaje); 3) lo simbólico nunca es simplemente no ideológico; el psico-
análisis, y esta es su fuerza, no ha encontrado nunca un simbólico puro, está siempre comprometido con una
historia específica del sujeto (la ideología no agota al lenguaje, pero éste sólo puede encontrarse como discurso,
dentro de una formación discursiva que produce relaciones de sujeto en la ideología); 4) el inconsciente no es
reductible a lo ideológico; es una división del sujeto respecto al Otro, una historia del sujeto sobre la que lo ide-
ológico gira constantemente pero que éste de ninguna manera resume. En pocas palabras, una teoría materia-
lista de la constitución-construcción del sujeto no puede desarrollarse haciendo abstracción de lo discursivo y lo
ideológico, pero, del mismo modo, no puede desarrollarse como una explicación de la interpelación que efecti-
vamente toma el sujeto como dado y no en tanto que efecto del significante. El entrelazado de las distintas ins-
tancias, ajustándose mutuamente, es difícil y crucial; la sutura podría definirse adecuadamente como la condi-
ción de esta dificultad crucial.
En este sentido, además, es necesario recordar que el concepto mismo de sujeto procede de una perspectiva
secundaria y lingüística y tiende constantemente hacia lo imaginario (como ocurre en Althusser, quien reprodu-
ce el sujeto como una especie de esencia de la ideología). Lo que “sujeto” designa no es una unidad, ni siquiera
una unidad de la división, sino una construcción y un proceso, una heterogeneidad, una intersección. La versión
de Lacan respecto a la causación del sujeto y la introducción misma de la sutura son aquí indicativas: el sujeto
es menos uno, lo real de la castración; más uno, la resolución de ese real en lo imaginario; un movimiento en lo
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simbólico –“abertura, parpadeo, una alternancia de succión”. La sutura nombra el emplazamiento del sujeto en
lo simbólico que es su conexión en la cadena, su representación de significante a significante (“un significante
representa a un sujeto para otro significante”) y su identificación como alguien en la ficción del signo (“un signo
representa algo para alguien”). La causación del sujeto por medio de la división-separación describe este proce-
so, el sujeto volviendo siempre a su implicación en el deseo del Otro –“¿qué quiere?” y “¿quién quiere?”: pre-
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guntas respecto a las que el sujeto siempre falla (vuelve al hecho de su proceso, su división) y es siempre vuelto
a encontrar (su separación, su procurarse a partir de esa división), adoptado de forma inmediata en las signifi-
caciones y en su producción en las formaciones discursivas. Una teoría de la ideología debe entonces comenzar
no con el sujeto, sino con una explicación de los efectos de sutura, la efectuación de la vinculación del sujeto con
las estructuras de significación; esa explicación englobará así la atención a la historia completa del sujeto, al
movimiento interminable de esa historia, y no a su simple equiparación con la ideología.
IV
La realización del cine como discurso es la producción en todo momento a lo largo de la película de una dirección
de sujeto, la especificación del juego de incompletitud-plenitud. Este énfasis, que hemos dado anteriormente,
debe mantenerse, pero también extenderse un poco. Una película opera con diversas materias de expresión, una
variedad de códigos, tanto cinemáticos como no cinemáticos; el sentido no se construye únicamente “en” la pelí-
cula particular, los sentidos circulan entre la formación social, el espectador y la película; una película es un con-
junto de actos de sentido, el espectador se encuentra en ella en una multiplicidad de tiempos. En esta conexión y
respecto al emplazamiento del espectador como sujeto en la película pueden distinguirse una preconstrucción,
una construcción (o reconstrucción) y un pasaje. La preconstrucción engloba las posiciones de sentido ya produ-
cidas que una película puede adoptar, no solamente las categorías extensas de definición, argumentos políticos,
fronteras temáticas, etc., sino igualmente, por ejemplo, los signos y órdenes del lenguaje mismo, las convencio-
nes sociales existentes acerca del color, las ideas disponibles sobre la película (el género es un factor importante
de la preconstrucción). La construcción es la totalización de una posición de sujeto más o menos coherente en la
película como su finalidad, su destino, la ficción de conjunto del sujeto emplazado. El pasaje es la efectuación de
la película, el movimiento del espectador, adoptado como sujeto, haciendo la película. El logro ideológico de una
película no recae únicamente en una u otra de estas instancias, sino primero y sobre todo en su aprehensión de
las tres: la apropiación de la preconstrucción en la reconstrucción (la construcción de la película en efecto recons-
truye a partir de sus diversos materiales) y el proceso de esa apropiación. La condición de esa aprehensión en las
películas de ficción clásica es la narrativización, la conversión continua a la narrativa, capturando al espectador
como sujeto en la imagen de la narrativa y en la película como su narración. El sistema de la sutura descrito por
Oudart-Dayan es uno de los modos de esta narrativización (otros, que también suturan, todavía necesitan ser exa-
minados, principalmente aquellos que trabajan entre la imagen y las pistas de sonido).
Rara vez decimos que una película es “contemporánea”, excepto, permaneciendo dentro del área de la precons-
trucción, en referencia a la “urgencia” de su tema. Es, sin embargo, bastante común caracterizar una película
como “antigua”, tomándose aquí como referencia los signos de la representación reconocidos como tales, una
cierta pérdida en el frágil equilibrio entre la enunciación y el enunciado que es encorsetada como histórica en el
sentido más crudo de “su pasado” contra “nuestro presente”, la película particular es entonces declarada por el
espectador de hoy como “interesante” o “divertida” (esto es evidente de manera especial con la presentación y
consumo de películas en la televisión). La película no “antigua” está entonces cerca, su ordenación discursiva
arrastra para nosotros la imagen hacia la unidad, su actividad de significación es colocada dentro de la coheren-
cia de una cercanía; entramos en la estructura de la dirección, nos unimos a la película; el espectador es reasig-
nado como el sujeto del encuentro entre lo simbólico y lo imaginario que la película realiza, su proceso de sutu-
ra. Lo que, además, es en gran medida una cuestión de tiempo; hay múltiples tiempos entre el espectador y la
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película (la explicación que Oudart expone de la experiencia de las imágenes del film puede quizás leerse mejor
en esta línea), pero la película, en el cine clásico, es sometida siempre al tiempo con su flujo significante, su equi-
librio, su narrativización; produciendo de ese modo su contemporaneidad esencial –constantemente contigo
para ti, llevándote con ella en su imagen narrativa.
Lacan habla de la “en alguna forma intermitente función del inconsciente”: “sea lo que sea lo que en un
instante aparezca en su abertura está igualmente destinado… a desaparecer de nuevo” (SXXI, 44). Detrás de esa
formulación descansa la idea del desfiladero de la consciencia desarrollada por Freud en sus Estudios sobre la
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histeria, publicados en 1895. Freud escribe acerca de un estrecho paso (Engpass) o estrecha fisura (enge Spalte)
“enfrente de la consciencia del paciente”, una abertura en la que los recuerdos aparecen durante el tratamiento
analítico en un movimiento intermitente; el problema reside en que el movimiento carece de regularidad, el
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pasaje se bloquea continuamente con este o aquel recuerdo, como “una pintura que se negara a desaparecer”:
“Hay justificación para hablar del “desfiladero” de la consciencia… En la consciencia del yo los recuerdos sólo
pueden entrar uno a uno. Un paciente que reelabora un recuerdo de este tipo no intuye nada de lo que empuja
tras él y se olvida de lo que ya se ha abierto camino antes. Si hay dificultades en el modo de dominar este único
recuerdo patógeno –como por ejemplo, si el paciente no relaja su resistencia contra él, si trata de reprimirlo o
mutilarlo- entonces el desfiladero, por así decirlo, se obstruye. El trabajo se detiene, no puede aparecer nada
más, y el recuerdo único que se encuentra en vías de hacer su travesía permanece ante el paciente hasta que este
lo acoge en el espacio de su yo. De tal suerte, toda la masa, espacialmente extensa, del material patógeno se fil-
trará como por una estrecha hendidura, y así alcanzará la conciencia como descompuesta en fragmentos o jiro-
nes. Es tarea del psicoterapeuta recomponer desde ahí la organización conjeturada”38. Es como si en el mismo
momento de su nacimiento Freud esté describiendo el aparato cinemático, con la diferencia de que este apara-
to es construido para asegurar la constancia del flujo de imágenes, una unidad de presentación, una memoria
estable.
Lo que por último nos trae de vuelta a la narrativización: la reducción del flujo de la película a una coherencia
vinculante, su memorización, la realización de un solo tiempo que fluye hacia adelante dentro del que se puede
dar juego a múltiples tiempos, así como sostenerlos. El sistema de la sutura, anotemos, se rompe tan pronto
como el tiempo del plano vacila más allá del tiempo de sus especificaciones narrativas (demostrado por medio
de L’assasin musicien de Benoît Jacquot).
El sujeto de una película es el juego entre sus múltiples elementos, incluida la formación social en la que encuen-
tra su existencia, y el espectador; no hay ninguna película que no capture al espectador en términos de esa hete-
rogeneidad, que no desplace al espectador en nudos, junturas, relaciones, movimientos de lo simbólico y lo ima-
ginario, con lo real como límite constante e imposible (imposible para la película, ya que implica una transfor-
mación que tendría que incluir a la propia película). Una película podría además –¿lo hará además?- proyec-
tar un sujeto, algún tipo de unidad del juego producido; dicho del modo más contenido, una imagen narrativa.
La sutura, en fin, nombra el doble proceso de multiplicación y proyección, la conjunción del espectador como
sujeto con la película –esta conjunción es siempre el terreno de todas las operaciones ideológicas específicas que
lleve a cabo una película.
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38.- S. Freud, Studies on Hysteria (1895), The Standard Edition of the Complete Psychological Works, vol. II, Londres, Hogarth Press,
1955, págs. 291, 296. Versión castellana: Estudios sobre la histeria, “Obras Completas” Tomo II, Trad. José L. Etcheverry, Buenos Aires/
Madrid, Amorrortu, 1978.
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