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Seminario de Silencio Biografía del Silencio

El asombro de estar presente

Para convertirme en alguien que medita, aparte de sentarme a diario uno, dos o tres
periodos de unos veinte o veinticinco minutos, no tuve que hacer nada en especial. Todo consistía
en ser lo que había sido hasta entonces, pero conscientemente, atentamente. Todo mi esfuerzo
debía limitarse a controlar las idas y venidas de la mente, poner la imaginación a mi servicio y dejar
de estar yo –como un esclavo– al suyo. Porque, si somos señores de nuestras potencias, ¿por qué
hemos de comportarnos entonces como siervos?
La atención me fue conduciendo al asombro. En realidad, tanto más crecemos como
personas cuanto más nos dejemos asombrar por lo que sucede, es decir, cuanto más niños somos.
La meditación –y eso me gusta– ayuda a recuperar la niñez perdida. Si todo lo que vivo y veo no me
sorprende es porque, mientras emerge, o antes incluso de que lo haga, lo he sometido a un prejuicio
o esquema mental, imposibilitando de este modo que despliegue ante mí todo su potencial.
Es muy raro, ciertamente, que pueda haber capacidad de asombro en una actividad que
repetimos a diario o, incluso, varias veces al día. Por eso es preciso entrenarse. Todo se juega en la
percepción, eso es lo que se descubre cuando el entrenamiento es continuado y certero. Se
entiende, en fin, que sólo podemos ser dichosos cuando percibimos lo real.
(P.d, BdS, 7.1)

TRÍADAS

 ¿Cuántos periodos de meditación haces cada día? Además de las sentadas, ¿procuras poner
toda tu atención en alguna de las actividades que realizas cotidianamente?
 ¿Te sientes más bien señor o esclavo de ti mismo? ¿Haces cosas que no quieres? ¿Sientes
que hay parcelas de tu vida sobre las que aún no tienes el deseable autodominio?
 ¿Te dejas sorprender por la vida? ¿Qué te ha sorprendido hoy, esta semana, este año…?
¿Dedicas algún tiempo a jugar?

Extracto de Biografía del Silencio de Pablo d’Ors para la Asociación Privada de Fieles Amigos del Desierto
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